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Revista de estudios filológicos
Nº32 Enero 2017 - ISSN 1577-6921
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FICCIÓN, REALIDAD Y AUTOFICCIÓN EN EL LUMINOSO REGALO. LA EVOLUCIÓN LITERARIA DE MANUEL VILAS

Alba Pérez Alonso

(Universidad de Valladolid, España)

albaperezalonso@gmail.com

 

 

RESUMEN:

En esta reflexión se lleva a cabo un estudio de la autoficción y la frontera entre la realidad y la ficción en la novela El luminoso regalo del escritor español Manuel Vilas (2013), desde la pretensión de marcar la continuidad creadora y reflexiva del autor en relación con el conjunto que conforman sus anteriores novelas. Así mismo, se explica la forma en que estos mecanismos influyen en otros aspectos de la novela, como lo son la posibilidad de establecimiento de un argumento convencional y la limitación de la obra literaria al marco físico del libro. Para ello, se lleva a cabo, por un lado, una revisión de fragmentos seleccionados de la novela que resultan de más importancia en cuanto al tema que atañe al trabajo, y por otro, una relación de la novela con un artículo de prensa dedicado a la obra y al autor. A partir de ello, puede observarse que, lejos de marcar un cisma con la trayectoria creativa del autor, la novela se presenta como una continuación esencial en lo que se refiere a mecanismos literarios utilizados por Manuel Vilas, así como una elevación técnica narrativa y un aumento de complejidad reflexiva de los límites entre ficción y realidad.

Palabras clave: Manuel Vilas; ficción; autoficción; literatura española; novela.

 

ABSTRACT:

This reflection is a result of research regarding the autofiction and the barrier between the reality and the fiction in the novel El luminoso regalo of Spanish writer Manuel Vilas. From the pretension of highlighting the creative and reflective continuity of the author in relationship with his work as a whole which make up his previous novels. As such, this work explains the form to this mechanism affecting other aspects of novel, like the possibility to establish a conventional argument and the limitation of literary work in a physical framework. To do this, on the one hand, is to revise selected fragments of the novel that are more important as far as the topic is concerned, and on the other hand, to discuss a connection between the novel and a press article dedicated to novel and author. From this, it is possible to observe that, far from marking a rupture with the creative trajectory of the author, the novel represents an essential continuity in the relationship with the literary mechanism used by Manuel Vilas, as well as a narrative elevation technique and of an increasing reflective complexity of the barrier between fiction and reality.

Keywords: Manuel Vilas; fiction; autofiction; Spanish literature: novel.

 

 

1. Introducción

En el año 2013 Manuel Vilas publica su novela El luminoso regalo. Aparece tras una trayectoria de obras—Magia, España, Los inmortales, Aire Nuestro—que, como bien dice Salvador Gómez Barranco, «por la similitud temática y estilística entre ellas podrían leerse casi a modo de tetralogía.» (2014). Tras la publicación de la novela, poco a poco la crítica comenzó a fomentar la idea de que esta novela suponía un cisma en todos los sentidos en la obra vilasiana. Podemos observar, por ejemplo, la decisión de Cristina Gutiérrez de no incluir El luminoso regalo dentro de su estudio acerca del humor en sus novelas: «Entendemos por su obra humorística toda la parte central de su creación, narrativa y lírica, dejando fuera solamente los poemarios de formación y su última novela, donde comienza otro ciclo encaminado en otra dirección.» (2015, p. 346). Resulta completamente lícita esta idea si tenemos en cuenta las propias declaraciones del autor acerca de su propia obra.  Un año antes de su publicación, puede encontrarse al propio escritor asegurando en una entrevista a propósito de la aparición de su poemario Gran Vilas, el fin de un ciclo de creación: «Tanto Los inmortales como Gran Vilas creo que cierran un ciclo. No puedo ir más lejos por allí. Necesitaba averiguarlo. Quiero decir que mi vida no da más de sí.». (Consuegra, 2012) Hay que añadir a estas declaraciones las realizadas posteriormente a la publicación en el periódico El confidencial, esta vez hablando de El luminoso regalo en cuestión:

Vilas, antes, era el Dj de la rave de la conocida como ‘generación Nocilla’, el escudero de Agustín Fernández Mallo. Pero todo eso acabó. La gasolina con la que incendiaba sus entrevistas se ha aguado. Está serio, dice que en estos últimos años la vida le ha dado algún golpe casi mortal que le ha cambiado y que eso se nota en El luminoso regalo (Alfaguara), su nueva novela.

O quizá deberíamos empezar a decir su primera novela. Su currículo dice que esta es la sexta (además de cinco poemarios y un volumen de relatos), pero él insiste en el volantazo narrativo con el que ha transformado su carrera literaria. (Riaño, 2013)

 

Junto a estas, que encabezan un artículo periodístico a medio camino entre la reseña, el artículo publicitario y la entrevista al autor, aparecen otras muchas que se dirigen en la misma dirección. Manuel Vilas presenta su propia novela en términos que la acercan al convencionalismo literario. En palabras del autor: «He cambiado hacia mayor realismo. Hay menos imaginación y fantasía. Trato situaciones reales.» (Riaño, 2013)

Se puede comprender, por tanto, que Manuel Vilas promueve, haciendo autocrítica, la idea de que El luminoso regalo marca un antes y un después en su trayectoria creadora. La fragmentación estructural y argumental, así como el ejercicio de juegos autoficcionales, parecen disiparse en una novela en la que, aparentemente, «el hilo argumental es mucho más sólido que en las novelas anteriores» (Gómez, 2014), en la que «todos estos puntos de vista están construyendo una sola historia, no fragmentos aislados con sucesos distintos y personajes dispares» (Gómez) y «también cabe considerar que Manuel Vilas deja a un lado la propuesta autoficcional que venía desarrollando» (Gómez).  

Acerca de este último punto, como bien observa Gómez Barranco (2014), desde la sutilidad es posible establecer en lugares muy concretos la posible autoficción del escritor en El luminoso regalo. Me interesa especialmente la sutilidad como elemento preponderante en cuanto a lo novedoso de la novela, puesto que, en efecto, se produce un cambio, pero apoyo la idea de que éste sea simplemente un cambio de máscara para funcionar exactamente de la misma forma. Las arenas movedizas en las que los personajes y argumentos fragmentados han estado flotando en novelas como, por ejemplo, Los inmortales, no han dejado de existir. Si cabe, la inestabilidad se encuentra reservada para un grupo más reducido de lectores si se compara con la confusión y el desconcierto manifiesto en novelas anteriores, pues Manuel Vilas «era el rey de la fiesta. Libertad, disparate, diversión.» (Riaño, 2013).

Desde mi punto de vista, existe una gran contradicción entre las declaraciones del propio autor y el producto novelesco que da lugar con El luminoso regalo. Las líneas que prosiguen tienen la pretensión de abarcar, en la medida de lo posible, la fragmentación existente en la novela, la reflexión acerca de la ficción, así como las prácticas de autoficción del autor, pues considero que, lejos de abandonar sus prácticas habituales, Manuel Vilas ha continuado, y más allá, ha perfeccionado su técnica en una evidente clarividencia de la madurez creadora del autor.

 

2. La supuesta novela vilasiana con una sola línea argumental

No puede negarse que existen diferencias entre las anteriores novelas de Manuel Vilas y El luminoso regalo, pues el tipo de fragmentación argumental que caracteriza a las primeras se corresponde con capítulos independientes los unos de los otros, aunque estén relacionados bajo un mismo espíritu o temática general. Sin embargo, la fragmentación existe y, si cabe, es mayor y más desconcertante en El luminoso regalo. Gómez Barranco explica lo siguiente a este respecto:

Aunque es la novela menos fragmentaria, también lo es, sobre todo por el empleo de un narrador polifónico que asume distintos puntos de vista (de distintos personajes, en distintas personas narrativas, en distintos tiempos verbales, etc.), de modo que el lector debe, a su vez, adaptarse constantemente a un nuevo lugar de la enunciación. (Gómez, 2014)

 

Sin embargo, más allá de una novela polifónica en la que los personajes proporcionan diferentes puntos de vista, El luminoso regalo da un paso más, puesto que esta técnica da lugar a la desintegración continua de la supuesta única línea argumental.

En el capítulo 11 de la novela, titulado Un poco de realidad, solo una vez, aparece un diálogo determinante para dudar de la idea de un único argumento. Tiene lugar entre Víctor Dilan y Paloma Broussard, encargada de temas editoriales y amante del escritor.

Quedaron a cenar porque tenían que hablar de la nueva novela de Dilan. Le había pasado ya más de cien folios, a Paloma le habían gustado mucho, veía una película allí, pero le había inquietado el fuerte carácter verídico y autobiográfico de la historia que se narraba en El luminoso regalo, así se titulaba la novela.

―Es muy autobiográfica, pero es muy hermosa tu novela. Es un hallazgo que tu álter ego se llame Dilan, nada menos que Víctor Dilan. Es tan irónico, y tan naíf.

―Bueno, no soy exactamente yo. Tendrás que hablar con mi agente y con mis editores, si quieres comprar los derechos enseguida, antes de que se publique.

―Ya lo sé.

―Sé que lo sabes.

―En cuanto al texto, y era de lo que quería hablar contigo, ten en cuenta que hay escenas que yo he vivido. No me hace mucha gracia que narres lo que pasó hace ya tiempo. […]

―Nadie, absolutamente nadie, y tú lo sabes, sospechará ni remotamente nada. ¿Te ha gustado el nombre que te he puesto?

―Sí, muy cool, ese nombre de Paloma Broussard. No sé, quería pedirte el favor de que quitaras esa escena. Es un favor personal. Todas las mujeres que salen allí creo que son más o menos reales. Yo diría que conozco a unas cuantas. No sé, igual me pasa esto al leer tu novela porque me sé al dedillo tu vida privada, imagino que al lector le dará igual, no se enterará de nada.

―No solo eso, es que es ficción todo, y tú lo sabes, llevas muchos años leyendo ficción, muchos años leyendo ese derivado pegajoso de la realidad al que llamamos ficción, esa palabra tan, en el fondo, vacua. (Vilas, 2013, pp. 202, 203)

 

Aunque retomaré este fragmento más adelante para hablar sobre la autoficción en El luminoso regalo, también resulta de vital interés comprender que, enmarcado en un capítulo donde alude a la realidad desde el título, aparece un diálogo entre dos personajes que, hasta el momento, eran Paloma y Dilan en la realidad de la novela. A la luz de este fragmento, se comprende, sin embargo, que los nombres de Paloma Broussard y Víctor Dilan pertenecen a personajes de una novela con el título de El luminoso regalo inmersa dentro de la obra de Manuel Vilas. Tal novela resulta ser, según dicen los interlocutores, altamente autobiográfica y bajo esos nombres aparecen las figuras del autor y la editora de la obra, en la supuesta realidad, cuyos nombres reales son otros. Además de esto, encontramos la reflexión acerca de la ficción, siendo calificada como derivada pegajosa de la realidad y, por otro lado, vacua. Los límites entre la realidad y la ficción se tambalean en toda la novela, pero es a partir de este momento cuando se hace más patente, lo cual resulta irónico, teniendo en cuenta el título que establece Manuel Vilas en el capítulo 11, un poco de realidad, solo una vez.

El diálogo continúa entre ambos tornándose muy interesante en tanto que muestra cómo resulta imposible atenerse a una interpretación fija de quienes son los personajes, qué clase de caracterización tienen y, sobre todo, parece improbable la posibilidad de poder establecer un argumento en el sentido tradicional. 

—Perfecto. Otra cosa, sobre el pacto que hicimos: podríamos romperlo hoy.

—Precisamente hoy, y ha de ser cuando tú y solo tú lo quieras. Y yo qué. Me estás incomodando. Estoy saliendo con alguien y va en serio y tú estás viviendo con Sara, la Ester de tu novela. Por cierto, ¿sabe Sara que sale en la novela? Cuando lea que la llamas la Bruja te matará. Te matará de todos modos.

—No es ella. Ninguna sois vosotras, y lo sabes. Lo sabes perfectamente. Ya se lo explicaré. No ha leído ni una página, por supuesto. Tampoco Marcelo es Ricardo.

—Lo sé, sé que hay ficción, sé que tú no eres ese Dilan. En cuanto a Ricardo, yo creo que le debes decir algo, con él no tendrás problema, conoce la ficción, le hará gracia, aunque lo del beso nocturno igual no le hace mucha gracia, pero todo eso de la metanovela os gusta mucho a los escritores, os pone a mil. Me gusta ese poder sobre la realidad que hay en la novela. Somos y no somos. Pero en el caso de Ester su parecido con Sara es muy fuerte.

—Es que es así la vida, el gran espectáculo de la vida es ese: somos y no somos. Estamos y nos vamos. Me gustaría que en la novela el verbo ir apareciese con b, con una falta de ortografía salvaje, herética. Que el «vamos» se escribiera como «bamos».

—En la editorial no te dejan hacer eso ni de coña. Pero me hace gracia.

—La ortografía es como el matrimonio. Me he inventado muchas cosas, ese Dilan no soy yo.

—Ese Dilan no eres tú, ya lo sé, hombre, ya lo sé.

—Ni tú eres Paloma Broussard. Tú follas mejor.

—Eres un hijodeputa. Estás rompiendo todos los pactos. (Vilas, 2013, pp. 203, 204)

 

Puede verse, por tanto, que además de Paloma y Dilan, la duda aparece ante los nombres de más personajes, incluido el del propio escritor, así como el de Ester, que es Sara. La identidad del protagonista y la veracidad necesaria de las acciones para establecer una sola línea argumental de la novela son confusas. Observando, por otro lado, la referencia a la metanovela, al somos y no somos, el lector se percata que se está llevando a cabo una especie de diálogo unamuniano, en el que existe una conciencia de los personajes de que son eso mismo dentro de una novela, y la idea de que no hay posibilidad de saber quiénes son ni a qué universo pertenecen, puesto que la separación de la ficción y la realidad se torna un sinsentido o una vacuidad.

No debe escaparse tampoco el juego con la referencia a los pactos. Es cierto que Dilan rompe un pacto entre ambos con Paloma al insinuarse, pero el uso de éste en plural, desde mi punto de vista, supone un guiño hacia el lector para que se percate, si es que no lo había hecho ya, de que en ese capítulo donde hay un poco de realidad, se está rompiendo el pacto entre ficción y realidad con el lector. La continuación de este diálogo es la prueba del juego intencionado de convertir la barrera entre la ficción y la realidad en inexistente.

Después de la cena, fueron a tomar una copa a un bar de Malasaña. Allí Dilan, sin más preámbulos, besó a Paloma Broussard. Ella le dio una bofetada, una bofetada discreta y suave, casi invisible. Y siguieron hablando.

—¿No estás bien con Ester, es eso? Dime.

—Quiero follármelas a todas. Incluso a las muertas.

—Escribe una novela sobre vampiros.

—Ester me engaña, es una zorrita insaciable.

—Eso lo dices en la novela. Creía que era ficción eso. Creía que su abyección era imaginaria.

—Ester es abyecta, sí. Esa es la palabra. Le encanta que la odien. O mejor aún: es inmune al odio que causa en los hombres. Todos los hombres la aman, pero la acaban odiando al final. Siembra el odio, innecesariamente. 

Dilan volvió a besarla y esta vez Paloma aceptó el beso.

—¿Cómo van las relaciones con tu ex? —preguntó Paloma, tras el beso, como intentando regresar a un plano de normalidad aceptable, algo que alejase el aviso de precipicio que el beso había causado.

—¿Sabes? Creo que hay una clase de hombres que vienen a este mundo a sufrir en manos de las mujeres. Primero sufren como hijos. Luego como novios. Luego como maridos. Luego como amantes. Luego se enfrentan al fantasma del tiempo, que convierte a sus mujeres-verdugos en miles de sombras que se multiplican de una manera terrorífica. Y finalmente, el fantasma de la madre los devuelve al sepulcro y se supone que allí, al fin, descansan, convertida su polla en viento, en polvo, en nada. Y te diré más: muchos hombres se lían con cientos de mujeres, pero se acaban casando solo con aquellas que acaban convirtiéndose en su madre. […] Yo vi en Mónica a mi madre.

—Me hizo gracia —dijo Paloma— que en la novela llamases Elena a Mónica, porque Elena se llamaba mi madre, es una tontería, pero me hizo gracia. (Vilas, 2013, pp. 204, 205)

 

En este fragmento del diálogo tiene lugar un acontecimiento de mucho interés en cuanto al tema que se viene desarrollando, pues, aunque anteriormente parecía estarse produciendo una conversación entre personajes reales, es decir, fuera de la novela del escritor cuyo sobrenombre autoficcional es Víctor Dilan, el narrador en tercera persona continúa utilizando los nombres supuestamente ficticios, y posteriormente también regresan a su utilización los propios interlocutores del diálogo. En lo que prosigue, de nuevo los personajes regresan a la supuesta realidad, pues vuelven a referirse a los nombres ficticios de la novela de El luminoso regalo inmersa en la obra de Manuel Vilas. Se dice en este momento que Elena, la exmujer de Dilan, se llama en realidad Mónica. Por otro lado, se establece una dubitación acerca del carácter de Ester, o Sara, la llamada hasta el momento como la Bruja, pues se deja en suspenso si se trata de una mujer malvada y abyecta, o si, por el contrario, es un carácter ficcional dentro de la novela de Dilan.

Presentado lo anterior, resulta necesario centrarse en la dificultad para extraer perfiles férreos de los diferentes personajes en la obra de Vilas, incluido del propio protagonista, debido a las contradicciones que se encuentran en las diferentes versiones de los hechos. Por añadido, resulta imposible, debido a este continuo ejercicio de contradicción, conocer la existencia o no de los propios personajes dentro de la novela.

El fragmento siguiente presenta la idea de que ni Carmen, ni Ester ni Elena son personajes reales dentro de la novela: «Desde allí pensar esta novela que estás escribiendo, donde nada es real, donde estás inventando a una mujer que se llama Carmen Osvaldo, a otra que se llama Ester, a otra que se llama Elena.» (Vilas, 2013, p. 99. El propio personaje escritor explica que son fruto de su invención. Podría decirse, sin embargo, que los que no existieron fueron los personajes novelescos, pero sí las mujeres en la vida de Víctor Dilan.  Pero a la luz del siguiente fragmento, también esta afirmación se pone en duda.

Y te callaste. Te levantaste y te pusiste más whisky en el vaso. […] Estabas solo en el mundo, sacaste un manuscrito, un montón de papeles escritos, estabas contemplando la invención de todas esas mujeres que salen en El luminoso regalo, porque todas las mujeres con quienes has hecho el amor son una ficción. Tiraste los más de doscientos folios por la habitación, e ibas leyendo caóticamente. ¿Una ficción ellas? Quisieras que fuesen una ficción, que tuviesen el estatuto de lo no acontecido. (Vilas, 2013, p. 217)

 

A pesar de que primeramente se afirma que todas las mujeres que aparecen en la vida de Víctor Dilan son ficción, posteriormente se añade que ellas no poseen el estatuto de lo no acontecido. Sin embargo, más adelante, se dice que Ester no existió nunca, aunque el resto de mujeres sí que lo hicieron.

Defina su relación con Ester: una ficción. Nunca existió. Me la inventé. Déjeme en paz. No le importo a nadie. Me la inventé. Déjeme en paz. No le importo a nadie. Mis padres murieron. Tengo sífilis. Bah, eso es mentira. Estaba pensando en Baudelaire.

Defina las cosas que narra sobre Ester: todo es mentira.

Defina sus encuentros amorosos o sexuales con mujeres que no eran Ester: todos son de una precisión absoluta, de reloj suizo, del reloj suizo más caro de la Tierra. Allí no hay una gota de ficción. Son verídicos. Fueron tal como se cuentan en El luminoso regalo, un libro que estoy escribiendo, ya se lo dejaré leer. Paloma, Carmen, Alicia, así fueron. […] (Vilas, 2013, p. 247)

 

Por el contrario, en el capítulo 23, intitulado Nadie como tú, aparece directamente la voz de Ester, quien no solo afirmaría su existencia en la vida de Víctor Dilan, sino que se muestra con un carácter benévolo, sumiso e inocente, víctima de las locuras y brutalidades del protagonista: «Jamás te fui infiel. Eso solo ocurría en tu cabeza. ¿Amé a un loco? Tu deseo de vida fue un espectáculo aterrador. Eras un ángel aterrador. Eras único en la especie. ¿Quién eras?» (Vilas, 2013, pp. 340, 341).

Esto se opone a la descripción que se realiza del personaje a lo largo de la novela, a quien se llama la Bruja, donde aparece como una mujer maligna, dominadora, ninfómana e incapacitada para amar: «Ella quería amar a alguno de ellos, a alguno de esos hombres. Lo quería con devoción, pero de ninguno conseguía enamorarse. Moriría sin saber por qué, por qué no amó nunca a ningún hombre. Moriría sola, odiando a los hombres, odiándolos, además, de manera inconsciente.» (Vilas, 2013, p. 13). También se opone a la voz de Ester que tiene lugar en el capítulo 7, donde aparece un personaje completamente diferente al del capítulo 23.

Si me quedo embarazada, tú no decidirás nada.

Haré lo que me salga del coño.

Tú no me metes en un quirófano.

Saludo a tu polla, nada más.

A ti no, no sé ni cómo te llamas.

No diré tu nombre jamás.

No tienes nombre.

Simplemente, no tienes nombre.

Simplemente, eres nadie. (Vilas, 2013, p. 153)

 

Además de esto, tanto en el capítulo 23 como en el capítulo 25, en el que el fantasma de Dilan reúne varias dedicatorias a Ester, siendo estas, quizá, todas las palabras que nunca le dijo, parece asentarse la idea de que su personaje no era malvado. Sin embargo, como hemos afirmado anteriormente, la duda sigue sembrada en tanto que se utiliza el nombre de Ester y no el de Sara. Puede deducirse que no hay seguridad del verdadero nombre del personaje, ni siquiera de su caracterización, puesto que tampoco hay límites que marquen una separación entre lo que es ficción creada por el propio Dilan, inmersos en El luminoso regalo de ficción, o, si acaso, sean parte de la historia de Manuel Vilas, formando parte de El luminoso regalo real. De esta forma, el lector nunca está seguro de poder establecer si se trata de una realidad dentro de la propia ficción, o si, por el contrario, es ficción dentro de la propia ficción, pues tampoco puede estar seguro de la existencia o no de nada en la novela.

La complejidad de la trama y la fragmentación caótica se enredan aún más en el momento en el que se dice en la novela que existen dos manuscritos diferentes de la novela El luminoso regalo, de los cuales, solo se ha hecho mención a lo largo de la obra a uno de ellos, el cual resulta ser ficción pura. El manuscrito que guarda la supuesta verdadera historia de Víctor Dilan se encuentra en manos de su hija, María, y le es entregado a su nieto en el capítulo 24, titulado El nieto de Víctor Dilan. De ese manuscrito supuesto solo se revelan algunas de las partes en las que se habla de Ester, así como de otros personajes de la novela, como Elena, Paloma o Claudia. Sin embargo, a todas esas mujeres, en diferentes momentos de la novela, les ha sido negada su existencia.

Llegados a este punto, la pregunta que suscita todo esto es si de verdad puede establecerse un argumento de la novela, porque, ¿cuál de todas las versiones es la novela? En mitad de la incertidumbre, podría decirse que la novela es todas las versiones, pero eso supondría la incapacidad o, al menos, la tremenda complejidad para detectar un solo argumento de la novela en el sentido más convencional, puesto que hay versiones completamente opuestas, cuyo enfrentamiento no se resuelve en ningún momento. En este sentido, conectando con las líneas que prosiguen, resulta muy interesante la idea de Ana Casas, al respecto de los mecanismos autoficcionales en la novela.

[…] la autoficción lleva al extremo algunos de los recursos empleados en la novela contemporánea y se sitúa en una línea de experimentación que […] denuncia la imposibilidad de representación mimética. La ruptura de la verosimilitud se produce, no obstante, estrechando los lazos entre la obra literaria y el universo extratextual: la autoficción llama al referente para negarlo de inmediato; proyecta la imagen de un yo autobiográfico para proceder a su fractura, a su desdoblamiento o a su insustancialización. (Casas, 2012, pp. 33, 34)

 

En efecto, el juego de ficción y autoficción en El luminoso regalo se sirve de mecanismos de continua negación de lo afirmado, dando lugar a la idea de imposibilidad de representación mimética. La búsqueda de una única verdad en la novela resulta imposible si el lector se atiene a las oposiciones entre verdad y mentira. La mediedad se encuentra precisamente en que resulta imposible asentar los conceptos de ficción o realidad, de verdad o mentira, por lo que también resulta inalcanzable la plasmación de la novela en un argumento convencional. Lo que sí podría afirmarse, sin embargo, es que la novela es todas las versiones juntas y, en definitiva, la construcción de Manuel Vilas, escritor real.

Con todo, el juego ficcional y autoficcional no termina en ese momento. El luminoso regalo abre la duda acerca de la existencia o de la identidad de Manuel Vilas, acudiendo al ya mencionado artículo de prensa de El confidencial.

 

3. La autoficción que rebasa los límites del cuerpo textual del libro

Aunque la idea general acerca de El luminoso regalo gira en torno a que Manuel Vilas ha tomado distancia en relación a las prácticas autoficcionales llevadas a cabo en sus anteriores novelas, es necesario revisar algunos puntos de interés en la novela para dar cuenta que quizá, aunque con juegos más complejos, el autor ha sobrepasado más que nunca los límites de ficción entre su persona y su literatura.

Recuperando el diálogo anteriormente presentado, debe advertirse que, si Víctor Dilan resulta ser un nombre inventado para el propio autor que ha escrito una novela denominada El luminoso regalo, no resulta complejo imaginar que ese autor del que no se dice el nombre, es Vilas. La reflexión que hace acerca de la ficción y la realidad avisa al lector acerca de esto. En este sentido, Gómez Barranco presenta algunos aspectos interesantes en su artículo “La fiesta de la autoficción en las novelas de Manuel Vilas” (2014). En cuanto a la novela que nos atañe, presenta diversos puntos en los que, sutilmente, Vilas introduce mecanismos autoficcionales: la aparición de imágenes del archivo personal del propio escritor, la mención a un poema llamado Manuel Rivas, quien ha escrito un poemario denominado Gran Rivas, la similitud fonética entre Víctor Dilan y Manuel Vilas e incluso el parecido entre personaje y autor, siendo ambos de edad similar e igual profesión. Además de eso, hay que destacar el hecho de que ambos escriben una novela que se titula El luminoso regalo. Por estas razones el mismo Gómez Barranco sitúa la novela como novela autoficcional, aunque considera que «Manuel Vilas no aparece como personaje, y esto es un cambio significativo con respecto a la narrativa y a la poesía que le precedía» (2014).  Desde mi punto de vista, puede afirmarse de forma clara que Manuel Vilas es quien se esconde bajo el nombre de Víctor Dilan, y que el mecanismo de autoficción llevado a cabo en toda la novela se relaciona directamente con lo que podríamos llamar un juego unamuniano en el que creador y personaje se colocan al mismo nivel. Los límites entre ambos se difuminan hasta tal punto, que no es posible establecer niveles jerárquicos entre ambos. En apoyo firme a esta afirmación, traigo a colación el artículo de El confidencial.

En el momento en el que el artículo se refiere a Manuel Vilas al inicio lo hace de esta forma: «Está serio, dice que en estos últimos años la vida le ha dado algún golpe casi mortal que le ha cambiado y que eso se nota en El luminoso regalo (Alfaguara), su nueva novela.» (Riaño, 2013). Desde la sospecha, teniendo en cuenta todo lo hasta este momento presentado, no sería descabellado hacer una relación directa entre el golpe casi mortal que hace que Manuel Vilas haya cambiado con el duro golpe que recibe Víctor Dilan cuando Elena, su mujer, lo abandona, así como al cambio y la influencia que tiene lugar en la novela El luminoso regalo ficcional.

Víctor Dilan, después de su divorcio de Elena, necesitó ayuda terapéutica. Fue su propia exmujer quien le buscó un piso de alquiler en Madrid y un psiquiatra de valía. […] le habían salido muchas conferencias bien pagadas y artículos en prensa. (Vilas, 2013, p. 167)

 

Para extender más puentes entre ambos, si se acude a la fecha que marca el capítulo de El luminoso regalo en el que aparece el fragmento anterior, se observa que pertenece a abril de 2013. Casualidad o no, coincide con el artículo en prensa de El confidencial, publicado el ocho de abril de 2013. ¿Es Dilan o Vilas quien habla para la prensa?

Por otro lado, resulta de vital interés pensar en este artículo de prensa como una extensión del juego autoficcional de la novela, atendiendo al epígrafe final de la obra Agradecimientos y observaciones. Este apartado con el que cierra, no la novela, en principio, sino el libro de Manuel Vilas, es finalizado con las siguientes palabras: «El luminoso regalo es una obra de ficción pura y cualquier parecido con la realidad es una indeseada coincidencia.» (Vilas, 2013, p. 383). Tal declaración confronta con las apreciaciones que realiza en el artículo de El confidencial: «Hay menos imaginación y fantasía. Trato situaciones reales.» (Riaño, 2013). En primer lugar, resultará extraño para cualquier lector de El luminoso regalo aceptar el supuesto realismo con el que se caracteriza de forma general a la novela. Una obra que contiene un diálogo como el ya tratado en este artículo está lejos de la realidad, al menos del concepto de realidad convencional. Solo si se acepta que, entre la realidad y la ficción, tal y como considero que Vilas presenta en la novela, no existen distancia alguna, podría aceptarse el calificativo de novela de corte realista, tal y como es calificada en la contraportada del libro en Alfaguara. Sin embargo, al final de la novela, Manuel Vilas afirma que todo lo contenido en su novela es pura ficción, lo que significa que él mismo, puesto que sí aparece como personaje autoficcionalizado, aunque sin nombre, es ficción. Este hecho, junto con lo anteriormente explicado, implica, no solo que El luminoso regalo es una novela autoficcional, sino que sobrepasa los límites de la propia novela, intercediendo en la propia vida del escritor real Manuel Vilas, como es el ejemplo del artículo de prensa. Dicho en otras palabras, entre Manuel Vilas escritor, Manuel Vilas como personaje autoficcional y Víctor Dilan, no existen diferencias jerárquicas ni niveles de existencia. El mecanismo de autoficción en esta obra es, precisamente, el desencadenante de la confusión y la imposibilidad para establecer una verdad fija en toda la novela sin llegar a contradicciones dentro de la propia obra, tal y como se ha visto anteriormente.

De esta forma, Manuel Vilas se convierte en un escritor en cuyas novelas, la ficción no termina cuando se cierra el libro, sino que se expande, o al menos tiene la capacidad de expandirse más allá. Se suma así a las prácticas comunes de autores como Enrique Vila Matas, paradigma español actual de hombre cuyos límites existenciales y literarios se ven confusos y difuminados.

Por tanto, puede observarse que, aunque El luminoso regalo es una novela que difiere en cuanto técnica se refiere, los elementos que caracterizan al autor siguen presentes. En El confidencial Manuel Vilas afirma lo siguiente:

 Es probable que mis lectores anteriores se sientan traicionados”. ¿No le importa? “No. ¿Es una novela que aspira a un público mayor? “Sí, eso seguro. Es una de las cosas más importantes que me he planteado con ella: yo quiero que me lean y esta novela la pueden leer muchas más personas que las anteriores. Eso es una realidad que no me importa reconocerla”. (Riaño, 2013)

 

A pesar de ello, desde mi punto de vista, creo que es precisamente todo lo contrario o, al menos, son menos los lectores que pueden introducirse en la trama de El luminoso regalo. En este sentido Manuel Alberca afirma lo siguiente al respecto del efecto que las novelas autoficcionales provocan en el lector:

Las autoficciones, y sobre todo aquellas que intentan prolongar la ambigüedad del paratexto en el texto, constituyen un desafío para los lectores. Es decir, un reto a su inteligencia y a su sagacidad lectora, pues invita a la participación detectivesca en su trama. […] Sin ser una novela en clave, la autoficción, y dentro de esta las que logran un mayor grado de indeterminación y ambigüedad o consiguen mantenerla durante más tiempo o incluso más allá del final del relato, estimula la lectura activa. (Alberca, 2014, p. 112)

 

Considero que la ambigüedad en El luminoso regalo da lugar a un resultado totalmente contrario al que se refiere el Manuel Vilas en el artículo, pues los lectores que pueden leer la novela necesitarán estar dispuestos a hacer un esfuerzo considerable por superar la inestabilidad argumental, así como la ausencia de fronteras, de límites y de terreno firme.

Es lícito afirmar que, a partir de todos los elementos que conforman este artículo, la novela El luminoso regalo, lejos de marcar un cisma, puede considerarse una evolución creativa de Manuel Vilas, quien no solo no se ha apartado de su reflexión literaria y vital, sino que ha ascendido a un nivel de mayor complejidad sin apartarse de su trayectoria.

 

BIBLIOGRAFÍA

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