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Revista de estudios filológicos
Nº31 Junio 2016 - ISSN 1577-6921
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reseñas

MUNDO DEL AUTOR Y MUNDO DE LOS PERSONAJES COMO MODELO INTEGRADOR DE LO FICCIONAL Y NO FICCIONAL.

UNA TEORÍA DE LOS MUNDOS IMPOSIBLES

 

Manuel Martínez Arnaldos

Carmen M. Pujante Segura

(Universidad de Murcia)

 

 

Alfonso Martín Jiménez. Literatura y ficción. La ruptura de la lógica ficcional. Bern: Peter Lang, 2015. 324 pp. ISBN: 978-3-0343-1658-3.

 

Alfonso Martín Jiménez, con su trascendente e imprescindible libro Literatura y ficción. La ruptura de la lógica ficcional, alcanza la más alta cota en los estudios actuales sobre la siempre renovada teoría de los géneros literarios, al proponer un modelo integrador de las diversas manifestaciones literarias existentes o imaginables en los dominios ficcionales así como no ficcionales. Y para conseguir una más completa y rica fertilidad teórica se acoge con sumo provecho al abono suministrado por los numerosos estudios de Tomás Albaladejo, al que en justo reconocimiento dedica el libro, en especial sus apartados referidos a la teoría de los mundos posibles y de la ficción. De tal modo, a partir de la fundamental teoría de los mundos posibles, que es formulada por T. Albaladejo en su libro de 1986 y en la que tiene como referente analítico las novelas cortas de Clarín, Alfonso Martín establece un modelo que denomina mundo del autor y mundo de los personajes, en torno al cual se desarrollan los mundos imaginarios atribuibles al autor, en cuanto a la capacidad de éste de crear ficciones; y también los submundos imaginarios de los personajes que se desarrollan en los textos narrativos o dramáticos, propicios para explicar las distintas posibilidades de creación literaria. Mecanismo del que deriva la que nuestro autor denomina teoría de los “mundos imposibles” para complementar la de los mundos posibles, y así llegar a mostrar un modelo de texto literario desde el que es factible distinguir y definir los distintos tipos de lógica ficcional en las manifestaciones literarias y artísticas.

Es un mínimo esbozo, el que acabamos de exponer, de la propuesta que realiza Alfonso Martín por medio de una muy precisa metodología conformada por seis apartados, en los que, en ocasiones, se incluyen clarificadores y pedagógicos esquemas gráficos, así como muy abundantes ejemplos literarios, y un epílogo final.

   En el primero de ellos, bajo el título “Modelo textual de los géneros literarios”, que comprende cinco subapartados, se expone una reflexión teórico-crítica de las diversas clasificaciones realizadas de los géneros literarios, desde Platón y Aristóteles hasta los siglos XIX y XX, con especial mención a una cuarta categoría genérica, el género ensayístico o la más apropiada denominación, según entiende Alfonso Martín, de género argumentativo, a instancias de los planteamientos de Arenas Cruz. Un amplio debate que ha sido matizado desde diversas posiciones teóricas (García Berrio y Hernández Fernández, Huerta Calvo, Hernadi, etc.) hasta desembocar en la distinción genérica establecida por G. Genette correspondiente a los regímenes y criterios de la literariedad que comprende, en un primer nivel, el constitutivo y el condicional y, en segundo lugar, la categoría del criterio empírico que puede ser temático o remático. Una clasificación la de Genette que, según Martín Jiménez, presenta algunas ventajas con respecto a la clasificación establecida por Hegel, “pero también ciertas limitaciones” (p. 32), pues no intenta dar respuesta a la existencia de formas literarias híbridas o mixtas (mezcla de dos o más categorías genéricas). Unas categorías genéricas que se constituyen en torno a la representación de los polos antropológicos y universales de la propia identidad (autor) o de la alteridad (universo de los personajes), de los que deriva el mundo del autor y el mundo de los personajes. Dos categorías que se “relacionan con la necesidad de comunicar y consumir emociones, ideas e historias que nos ayuden a configurar nuestra propia identidad en relación con la alteridad, de cara a entender las vivencias de los demás, compararlas y asimilarlas con las nuestras y de situarnos en nuestro contexto” (p. 35). Categorías básicas, las del mundo del autor y del mundo de los personajes, que en una sugerente y atinada proposición Martín Jiménez incardina, de forma novedosa, con la crítica psicoanalítica y, más concretamente, los experimentos neurocientíficos. Y desde tal perspectiva analiza, siguiendo la propuesta de Marco Iacobini, la importancia de las neuronas del espejo, implicadas, entre otros aspectos, en la comprensión de gestos icónicos, en el reconocimiento de los sentimientos y emociones de los demás, proporcionándonos una amplia comprensión de sus estados mentales; en consecuencia, favorece la empatía y la comprensión de las emociones, así como la comunicación y la interacción social: “Por ello las categorías del mundo del autor y del mundo de los personajes […] no sólo pueden establecerse de manera deductiva a partir de la praxis literaria, sino que pueden tener una fundamentación neurobiológica y antropológica, relacionada con nuestra capacidad verbal de simular experiencias ajenas y de contrastarlas con las propias” (p. 40). En un tercer subapartado, “Propuesta de un modelo textual de los géneros literarios”, se atiende a la teoría literaria contemporánea que ha desarrollado dos vías de acercamiento a los géneros: categorías genéricas naturales, limitadas y atemporales, y géneros históricos, de naturaleza ilimitada y variable. Dos itinerarios por los que discurren diversos conceptos relativos a los dos tipos de categorías según formulaciones establecidas por autores como Karl Viëtor, Claudio Guillén, Tzvetan Todorov o María Corti, entre otros. Destacando la última distinción dispuesta por Kennet L. Pike entre los conceptos de lo ético, o concreto, y lo émico, o abstracto.

No se olvidan las aportaciones de la crítica psicoanalítica, en especial la de Castilla del Pino, en cuanto al proceso de enmascaramiento de tipo inconsciente, pero que según Martín Jiménez, “la ocultación del autor tras sus personajes puede obedecer también a una actitud claramente consciente” (p. 53). Y para dar cuenta de todas las posibilidades genéricas de expresión, Alfonso Martín se hace eco y desarrolla la propuesta de G. Genette en torno a la categoría del peritexto y los correspondientes elementos paratextuales. Es esencial, consideramos, como uno de los ejes del libro, el subapartado cuarto, donde se nos expone y analiza la fundamental y trascendente teoría de Tomás Albaladejo de los mundos posibles para poder explicitar la naturaleza del mundo del autor y del mundo de los personajes. Una teoría, la de T. Albaladejo, que contempla tres tipos de modelos de mundo a propósito de los textos narrativos constituidos por: el tipo I de lo verdadero, el tipo II de lo ficcional verosímil y el tipo III de lo ficcional no verosímil. En ellos incide Alfonso Martín con algunos ejemplos, en especial en el caso de las biografías. Tres tipos que son complementados en el subapartado siguiente al hacer referencia a los personajes que pueblan el mundo de los personajes, que pueden ser reales o ficcionales, pero en todos los casos presentan rasgos antropomorfos, como por ejemplo los animales personificados o seres con poderes extraordinarios (tipo III).

El apartado segundo está dedicado a “Los géneros literarios y la teoría de la ficción”, compuesto por cuatro subapartados. En el primero de ellos, “Géneros ficcionales y no ficcionales: la naturaleza ficcional o no ficcional del enunciador y del enunciado”, Alfonso Martín, ante la idea generalizada en los estudios contemporáneos de que la literatura es ficción y de que, por consiguiente, con independencia de su naturaleza, todas las obras literarias son ficcionales, sostiene como premisa básica “que los autores literarios y los receptores no siempre adquieren un carácter fictivo; pues no todos los tipos de enunciadores ni todos los tipos de enunciados literarios son siempre ficcionales, y que existen enunciadores y enunciados no ficcionales, sin que por eso dejen de tener un carácter literario” (p. 104). Desde tal criterio analiza diversas propuestas al respecto, centrándose de manera más extensa en las reflexiones teóricas de F. Martínez Bonati, desarrolladas en su libro La estructura de la obra literaria, de las que nos ofrece una pertinente valoración crítica, como por ejemplo en lo que atañe al narrador homodiegético que, según Alfonso Martín, no puede equipararse al narrador heterodiegético, que es una instancia comunicativa solo parcialmente ficcionalizada. De interés, y sumamente pedagógico, es el subapartado “Fingir y crear ficciones”, tanto por las iniciales páginas clarificadoras sobre la ficcionalidad del enunciador y su capacidad de fingir, como por los atinados ejemplos textuales de diferentes autores como Gogol, Bécquer, Cervantes o Kundera, entre otros. Subapartado este del que es complementario el siguiente: “Posibilidades de «fingimiento literario»”. Un “fingimiento literario” diferente de la mentira y que implica una visión fingida del autor, que puede relacionarse con el mundo del autor, el mundo de los personajes o de ambos a la vez; y que, por tanto, conlleva en sus posibilidades asociadas al autor/enunciador a una subversión de la lógica ficcional o metalepsis. Un cuarto y último subapartado lo dedica Alfonso Martín a estudiar la posibilidad que en el interior del mundo de los personajes del texto primario tiene un personaje para convertirse en autor inserto, en cuyo interior, a la vez, se sitúa el enunciador inserto. De ello se desprende la posibilidad de que los personajes puedan crear nuevos textos. Finalmente propone un esquema relativo a la literatura ficcional y no ficcional, del que se desprende que un mundo de los personajes regido por el modelo de mundo del tipo II o del tipo III (novelas, cuentos o dramas) son ficcionales, pero no las que se rigen por el tipo I (autobiografías o libros de viaje). Asimismo, puede haber obras en parte ficcionales y en parte no: mezcla de ensayo y narración. Esto lleva a nuestro autor a matizar la clasificación de Genette, el cual afirma que la lírica y los textos ensayístico-argumentativos no son ficcionales, pero “hay poemas y ensayos que sí lo son” (p. 151), según Alfonso Martín.

En el tercer apartado se incide en la “Definición temático-referencial del mundo del autor y del mundo de los personajes”, así como en las categorías equivalentes del mundo del autor inserto y el mundo de los personajes inserto. Para el desarrollo y reflexión sobre tal consideración, A. Martín se acoge al acontecer histórico que tiene su base en la concepción de Aristóteles de no incluir a la lírica en su Poética. Ello deviene en un amplio debate que surge en épocas posteriores y que Martín Jiménez analiza. Así, en primer lugar, se refiere al criterio sustentado por Aristóteles, en especial en el Libro VIII de su Política, y, posteriormente, a otras voces o principios establecidos por tratadistas como Dante, Minturno, López Pinciano, Luzán, Bateaux o J. S. Schlegel, entre otros, hasta llegar a épocas actuales dominadas por el relativismo del significado de las obras (Barthes, Foulcault o Derrida) o la estética de la recepción (Gadamer, Jauss o Iser). De modo semejante, la Retórica aristotélica y los tres géneros o tipos de discurso, judicial, deliberativo y demostrativo, también son motivo de debate crítico en el que destaca la tesis adoptada por T. Albaladejo, en lo que concierne al concepto de componente genérico, distinto del género retórico pero vinculado a él, para explicar la existencia de hechos y discursos retóricos que pueden presentar más de una adscripción genérica. Un completo panorama, perfectamente delineado, en el que con acierto, Alfonso Martín, sabe introducir esenciales puntos de vista para exponer en torno a ellos determinadas precisiones personales. Un ejemplo, entre otros, se encuentra cuando se refiere a la escasa atención prestada, en las diversas etapas históricas a la hora de establecer una distinción entre el autor empírico y el “yo lírico” intratextual, o a la nula tendencia para desarrollar un sujeto impersonal como la única posibilidad de expresión lírica, dado que existen numerosos casos “en los que la intención del autor no consiste en crear un enunciado diferenciador de sí mismo, sino en exponer directamente sus propios sentimientos” (pp. 175-176); o bien, la consideración de que “el género argumentativo puede ser definido, al igual que cualquier otro género, tanto por un criterio temático como por un criterio remático o formal” (p. 181).

En el apartado cuarto, bajo el título “El texto, el peritexto y las instancias de la enunciación y de la recepción”, se estudia, básicamente en el nivel intratextual, la función del enunciador como encargado de emitir el peritexto y el texto, y la del destinatario que puede figurar en el interior del texto o del peritexto. Formulación para la que se tienen en cuenta y analizan las nociones de G. Genette sobre el concepto de peritexto. En él se incluyen diversos elementos: título de la obra, prólogos, epílogos, notas al margen o a pie de página, títulos de capítulos o las citas literarias. No obstante, Alfonso Martín hace hincapié en las distintas denominaciones que Genette ofrece de los prefacios o textos liminares. Así, entre los prefacios preliminares (situados antes del texto principal) distingue: introducción, prólogo, nota, noticia, aviso, presentación, examen, preámbulo, advertencia, preludio, discurso preliminar, y exordio o proemio; mientras que para los postfacios (situados después del texto) maneja, entre otras, denominaciones como epílogo o post-scriptum. Distinciones que Genette esquematiza en un cuadro, con una casilla horizontal de la función (autoral, alógrafo y actoral) y otra vertical correspondiente al régimen (auténtico, ficticio y apócrifo). Esquema que Alfonso Martín revisa críticamente teniendo en cuenta los ejemplos propuestos por Genette, pero con oportunos matices sobre los mismos para dar cumplida cuenta respecto a su incidencia en el mundo del autor, el mundo de los personajes o el mundo del autor inserto.

   El apartado quinto, titulado “Manipulación artística de los mundos posibles”, comprende dos subapartados. En el primero, “Tensión y ambigüedad del modelo de mundo”, resulta provechosa la teoría de los mundos posibles para explicar las manipulaciones que realizan los autores en relación a la ficcionalidad para lograr determinados efectos artísticos (sorprender al lector o crear universos ambiguos). A tal fin, siguiendo el proceder analítico realizado por T. Albaladejo respecto a la ficción, podemos comprobar que dentro del modelo de tipo II se incluyen obras realistas, con una alta verosimilitud, y otras que, al contrario, y sin rebasar los límites del tipo II, tienen un menor grado de verosimilitud. Entre estas, en ocasiones, hay una propensión a tensar los límites del tipo II para integrarse en el tipo III, como acaece en ciertas novelas, en los cómics o películas de aventuras. Todo un proceso de límites más o menos ambiguo de los que Alfonso Martín nos ofrece diversos ejemplos de obras concretas de diferentes autores (A. Cerezales, E. A. Poe, M. de Cervantes, Tolkien, etc.). Fenómeno por el que los autores tienden a tensar los límites de la verosimilitud en los tres tipos de modelo de mundo, creando en cada uno de ellos universos más o menos verosímiles y, por consiguiente, generando determinados efectos artísticos. En el subapartado segundo, “Mundos posibles y creencias personales”, se analizan los relatos de tipo mitológico, esotérico o religioso, regidos por el modelo de mundo tipo III, en el que corresponde a los receptores creer o rechazar la verosimilitud de los hechos narrados por el autor y de los personajes que los protagonizan.

Elocuente, entre otros, es el caso de los Evangelios, pues las personas creyentes pueden creer en la existencia histórica de Jesucristo y de sus milagros, mientras que los no creyentes pueden considerarlos irreales. De ahí que los creyentes se rigen por el tipo I, y los no creyentes por el tipo III. Ello establece que son los distintos receptores los que pueden atribuir diferentes modelos de mundo a un mismo texto, indeterminación que analiza Alfonso Martín tomando como referente los evangelios de los distintos evangelistas. Ello le permite enlazar, en páginas siguientes, con los conceptos de Umberto Eco relativos a intentio auctoris, intentio operis e intentio lectoris; y de los que matiza la intentio operis, pues “no está tan claro que pueda adjudicarse una intención a un objeto material como la obra, por lo que la denominación de intentio operis resulta, cuando menos problemática” (p. 225). Conceptos analizados desde los tipos I y III de modelo de mundo, a la vez que inserta dos esquemas alusivos a los conceptos de Eco en referencia a los Evangelios y a la breve obra dramática de Buero Vallejo Las palabras en la arena, respecto a la cual tiene en consideración el tipo II. Se observa, pues, como correlato del anterior apartado, que la teoría de los mundos posibles también es rentable para la explicación de textos que, pese a corresponder a un cierto modelo de mundo, “pueden ser propuestos por el autor e interpretados por el receptor como si pertenecieran a otro” (p. 231).

   El apartado quinto, “La ruptura de la lógica ficcional (metalepsis): mundos imposibles”, es quizás, según nuestra opinión, uno de los más interesantes e innovadores, ya que supone un complemento o ampliación de la teoría de los mundos posibles al tener en cuenta categorías cuya naturaleza no puede ser explicada por ninguno de los tres tipos de modelo de mundo varias veces aludidos (lo ficcional, lo ficcional verosímil y lo ficcional no verosímil). En concreto, Alfonso Martín se refiere a aquellas obras literarias que muestran una construcción ilógica o imposible, dado que su universo interno resulta incoherente o, como bien afirma F. J. Rodríguez Pequeño en su estudio “Mundos imposibles: ficciones posmodernas”, nos encontramos ante un tipo de ficciones con una gran incoherencia y cuya lógica interna, aunque la tiene, es ilógica. Una propuesta de la teoría de los mundos imposibles que, en paralelo con fines pedagógicos a la teoría de los mundos posibles, Alfonso Martín formula según tres tipos de modelo: tipo I de modelo de mundo de lo verdadero imposible, tipo II de modelo de mundo de lo ficcional verosímil-imposible, y tipo III de modelo de mundo de lo ficcional no verosímil-imposible. Tipos o formas de ruptura de la lógica ficcional que son analizados a través de escogidos ejemplos, ya sea por alusión al desarrollo argumental, como sería el caso del conocido poema épico de la India, Rāmaiņa, o mediante específicos textos de obras como: Subjuntivo de Juan Saturain, Continuidad de los parques de Julio Cortázar, Niebla de Miguel de Unamuno, El amigo manso de Benito Pérez Galdós, el Quijote de Miguel de Cervantes o Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello. Significativos ejemplos, no exentos de amena lectura, cuyo pormenorizado análisis, en cada caso, es ilustrado gráficamente por esquemas con un adecuado sentido didáctico. Y junto a ellos, es de subrayar otras no menos atrayentes ejemplificaciones, correspondientes al mundo teatral, cinematográfico o del cómic, en las que, según grados, también es perceptible una ruptura de la lógica ficcional y, por consiguiente, la creación de un mundo imposible.

Sin embargo, conviene precisar, como bien estima Alfonso Martín, que mientras en la representación teatral, el actor, en cuanto persona real que ocupa el mismo espacio físico que los espectadores, puede dirigirse a éstos como receptores extratextuales; en el caso del cine es diferente: los personajes cinematográficos también pueden dirigirse a los espectadores, pero no es posible el contacto físico o interactuar con ellos. Casos similares a este de metalepsis también se pueden dar en algunos cómics; e incluso en algunos relatos en los que el narrador heterodiegético, por medio del destinatario, se dirige al lector real, lo que provoca ambigüedad y la aludida ruptura de la lógica ficcional. Propuesta relativa a la metalepsis de la que, en cierto modo, también se ha ocupado G. Genette en los dominios citados de la literatura y el cine, además del correspondiente al de la pintura, y de cuyos análisis y ejemplificaciones no da cumplida cuenta Alfonso Martín con explícitas matizaciones de su particular perspectiva crítica. Precisando, en conjunto, que “Genette extiende el ámbito de la metalepsis desde la simple figura retórica hasta los casos en los que se produce una auténtica trasgresión de la lógica ficcional, relacionando además la metalepsis con otros recursos que no constituyen la creación de un mundo imposible” (p. 297). Por ello, según el modo de ver de Alfonso Martín, conviene distinguir los casos que conllevan la creación de un mundo imposible de los que no lo hacen y limitar el concepto de metalepsis ficcional sólo para los primeros. Un apartado, pues, perfectamente elaborado desde el punto de vista teórico y analítico en el que se pone de manifiesto a partir de sugerentes ejemplos y representaciones gráficas las distintas formas de ruptura de la lógica ficcional que se producen en determinados textos, así como un modelo gráfico que viene a resumir la creación de mundos imposibles (p. 275), siendo de reseñar las oportunas observaciones al concepto de metalepsis formulado por G. Genette.

Un libro, en definitiva, el de Alfonso Martín Jiménez, y como dejamos anotado al inicio de estas páginas, necesario y esencial para clarificar y complementar los diferentes estudios teóricos y críticos que se han venido desarrollando desde las tesis platónica y aristotélica sobre el modelo textual de los géneros literarios hasta las más actuales propiciadas, entre otros, por G. Genette en torno a la ficción. Libro, a su vez, que revitaliza y postula la plena vigencia y rendimiento de los estudios elaborados por Tomás Albaladejo, en especial a partir de 1986, acerca de la teoría de los mundos posibles y de la ficción. Teoría esta que sirve de base a Martín Jiménez para confeccionar su innovadora teoría de los “mundos imposibles” a partir del modelo que proporciona el mundo del autor y el mundo de los personajes. Teoría la suya que sirve para definir, en un posterior estadio, los tipos de ruptura de la lógica ficcional o metalepsis en diversas manifestaciones literarias y artísticas. Estudio con un elevado nivel conceptual, lo que demuestra la capacidad, rigor y preparación intelectual de su autor; pero no por ello deja de ser atractivo y de fácil comprensión para el lector, dado los sugestivos ejemplos textuales y esquemas o representaciones gráficas, con un afán pedagógico, que salpican muchas de sus páginas.