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Revista de estudios filológicos
Nº29 Julio 2015 - ISSN 1577-6921
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relecturas

LA CRUZ ESCONDIDA. MANIOBRAS DE RECUERDO EN LOS EJERCICIOS LITERARIOS DE TOMÁS MALAGÓN ALMODÓVAR

 

José María Jiménez Cano

(Universidad de Murcia)

jimecano@um.es

        

         Nunca se atrevió Tomás Malagón a romper los ejercicios literarios con los que trató de exorcizar sus experiencias de la Guerra Civil. La del soldado seminarista que ha de guerrear, por la fatalidad de la geografía, en el bando de los que acababan de fusilar a sus compañeros de seminario.

         El más difícil de custodiar fue, sin duda, el diario "En el Frente Rojo". Jamás pasó por su cabeza mecanografiarlo. Hubiera significado una especie de travestismo degradador. Nos ha llegado impreso con la fragilidad del lápiz y con la incierta esperanza de que el tiempo seguramente borraría los trazos. La fuerza de la mano que aseguraba el trazo en los momentos de tenue luz lo ha conservado en pobre papel, muy bien dispuesto y aprovechado, con algunos fragmentos sueltos, que tampoco rompió, pero que se injertan fácilmente en el resto del relato. En julio de 2013 fue rescatado para su lectura.[1]

 

 

 

         En el frente de las Alpujarras donde estuvo movilizado, se sitúa el relato fantástico que ve ahora la luz. "Una noche en la Alpujarra" reescribe, en las mismas fechas, una nueva entrada en una redecorada Cueva de Montesinos, en la que el soldado manchego es testigo del vaticinio de un final próximo de la guerra de España y de su no reactivación en Europa. Los gnomos del bosque, custodios del pergamino de la memoria del sentido y destino de la historia humana lo proclaman en su fastuoso palacio para alivio y esperanza del inesperado testigo, nuevo Prometeo que saldrá de ese abismo con la llama de la esperanza de paz. Qué mejor forma de engañar la crueldad de la contienda que este cuento maravilloso fabricado con los tintes estilísticos, en sus virtudes y defectos, propios de un joven prosista con pretensiones de remembranzas modernistas. Mereció el premio de la mecanografía, tarea que redundaría en una más esmerada utilización de los recursos figurativos y ficcionales de la prosa literaria.

 

         La presentación más esmerada y personal le correspondió al pequeño muestrario de poemas que vamos a editar también. Esta colección de poemas pretende igualmente transcender y aprehender la realidad bélica vivida. Iluminarla, comprenderla y juzgarla a la luz de la Historia Universal y desde una confesa profesión de fe católica. Perfectamente referenciada en su simbología bíblica y en su simbología eclesiástica. Como los otros materiales mencionados están custodiados en el Archivo de la Comisión General de la HOAC/Archivo Tomás Malagón (Madrid), en la caja 23, carpeta 1. Cada poema está titulado, fechado y localizado en Valenzuela de Calatrava:

 

         1. Introducción. 15 de mayo de 1937.

         2. ¡Siempre reina Poesía!  7 de mayo de 1937.

         3. Marcha triunfal. 24 de mayo de 1937.

         4. Viernes Santo Rojo. 26 de marzo de 1937.++++

         5. Noches rojas. 7 de junio de 1937.

         6. Tierra manchega. 30 de mayo de 1937.

 

 

         Como buen docente,[2] cierra la serie de poemas con un vocabulario final de nueve palabras: Aljaba, Hados, Némesis, Zipa, Leguis, Caballos pianfantes, Abrojos, Adarga, Dríada. Léxico que de inmediato nos remite al historicismo de la épica modernista. Se menciona de manera explícita a Rubén Darío, aunque son también los aires noventaiochistas, sobre todo, en el sentimiento del paisaje y de la nación española, los que recorren estos versos de euforia épica y de disforia moralista, con fuertes dosis de raigambre popular y de ambición festiva y musical.

 

I

Una noche en la Alpujarra

 

         Varias veces, al contemplar el espectáculo de la noche andaluza, me he preguntado si era mística o sensual, y he acabado por responderme que es ambas cosas al mismo tiempo. En una de esas noches singularmente encantadoras de la Alpujarra, cándidas, solas, silenciosas, pobladas de sombras misteriosas y preñadas de eróticas delicuescencias, salpicadas de discos plateados en el firmamento y cruzadas tan sólo por relentes de azahares y almendros, me hallaba embebido en la contemplación de los fenómenos que, al contacto de aquel mágico encantamiento externo, se despertaban en mi interior. A mis pies era la rizada superficie de un pantano en cuyas orillas temblaban los juncos y los cañaverales cargados de penumbra, e hilillos de agua se deslizaban por entre las peñas, colgando racimos de pedrería en las cándidas mallas de la noche. Un rumor confuso como de una piedra al rodar vino a sacarme de aquel estado de abstraimiento absoluto en que me hallaba. Miré, y vi cómo  la rizada superficie de las aguas de aquel romántico lago de la legendaria Alpujarra se alteraba, formando un confuso remolino; cual si allá en su fondo se agitase la tierra en estremecimientos convulsivos. Vi además en un extremo del pantano una estrecha abertura parecida a la entrada de una cueva, que una peña al correrse dejó al descubierto, sorprendiendo mis ojos el momento en que un cuerpo se deslizaba en las tinieblas de aquel antro subterráneo. Me acordé de mi antepasado Don Quijote y juzgué oportuno el momento para emular las gloriosas aventuras del hidalgo caballero de la triste figura. Ni corto, ni perezoso, me lancé también por la estrecha abertura, que, no bien hube entrado, volvió a cerrarse, tornando a su primera posición la peña que servía de puerta. Me hallé entonces en un oscuro corredor en el que resonaban las pisadas de aquel misterioso personaje, pues ya comprendí que se trataba de un ser humano, que antes que yo había penetrado en aquella tenebrosa caverna. Atento al eco seguí sus pasos, y de pronto me encontré en el más fastuoso de los salones que la fantasía de un poeta oriental pudo imaginarse, en un palacio encantado. Las maravillosas descripciones de las Mil y una noches se realizaban magníficamente en aquel maravilloso conjunto, iluminado copiosamente por los mágicos destellos que irradiaban la pedrería esparcida en caprichosas combinaciones por los ámbitos de aquel vasto y asombroso recinto: rubíes, rojos, como la sangre de un mártir desgajado por el tormento; turquesas, azules, como los ojos de las vírgenes que ofrendaban el muérdago sagrado en el fondo de los bosques de Germania; esmeraldas, verdes, de un poético color verdemar; brillantes, perlas, diamantes, de una blancura inmaculada; carbunclos, topacios, zafiros, con todos los reflejos y todos los matices soñados en la infinita gama de los colores. Columnas de jaspe y de pórfido sosteniendo el pomposo encaje de alicatados y guirnaldas; puertecillas en herradura; ajimeces simétricos; plantas las más exóticas y extrañas; fuentes que arrullaban la quietud del recinto con el continuo tintineo de sus chorros cristalinos, y pebetes que embalsamaban el ambiente llenándolo de un polvillo dorado de ensueño y voluptuosidad.

         Me escondí tras un grupo de columnas salomónicas, y esperé. Desde allí observé entonces, sin ser visto, al misterioso personaje, mi inconsciente guía en aquella nocturna aventura. Era un enano cabezudo, que medía apenas cuatro palmos de estatura, de nariz aguileña, ojos vivos, chispeantes, luenga barba blanca y puntiaguda, hasta la cintura, y que vestía un juboncillo rojo con unas calzas y unas babuchas del mismo color, y una caperuza de cascabeles. Su rostro y sus ademanes demostraban la mayor inquietud; agitando nerviosamente sus manecillas daba rápidas vueltas alrededor de la sala. Luego saltó con la mayor agilidad sobre una amplia mesa que estaba en el centro, y llevándose a la boca un caracol de perla, produjo un sonido fuerte y ronco que resonó largo rato por aquellas cavidades subterráneas. Enseguida reanudó sobre la mesa sus vertiginosas vueltas, al paso que de todas partes empezaban a llegar centenares de enanillos multicolores semejantes por su figura a aquel, que yo comprendí ser su jefe, y que sin parar de dar vueltas en lo alto de la mesa empezó a decir:

         - ¡Con que sí! ¡Con que ese míster londinense, con ese gárrulo periodista de la tarde, han descubierto el modo de prolongar más y más la guerra de España, torciendo así la carrera trazada por los hados! ¡Con que esos míseros charlatanes de ahí afuera intentan burlar nuestro poder! ¡Ah, sabios y poderosos arquitectos del destino! ... Y aquella fantástica asamblea de gnomos encantados agrupados alrededor de la improvisada tribuna escuchaba atentamente sin pestañear.

         ¡Grandes Anaxágoras, Aristóteles, Averroes, Maimonides, Avicebrón, Algazel, Alberto Magno, Leibnitz..., Freud, Krismamurthi... ¡ja, ja, ja! ..., prosiguió diciendo el minúsculo orador, ¡ilusos escrutadores del porvenir! ... ¡Y ahora esos necios emborronadores de papel pretenden, ¡nada menos! que haber descubierto la fórmula para hacer cambiar el curso previsto del destino, prolongando más tiempo el dolor de un pueblo y acarreando después la ruina de la vieja Europa con una nueva conflagración aun más espantosa que la pasada! ... Menos mal que los hados son más humanos que vosotros, y se ríen de vuestras fórmulas... La guerra de España acabará, sí; acabará pronto, muy pronto: ya fue bastante su tragedia. Y de su solución prevista en los impenetrables arcanos  de nuestra ciencia, depende la muerte de ese negro fantasma de la guerra mundial que desaparecerá como por encanto. Y entonces la blanca paloma de la paz, más pura y más inmarcesible que nunca, volará sobre las viejas ciudades de la madre Europa, fundando a los hombres el pacífico ramo de la oliva. Así fatalmente se evitará el desangramiento de España, y esta a su vez pagará al destino agradecida alejando de Europa la peste que ese míster londinense y ese gárrulo periodista de la tarde le quieren acarrear... ¡Allá ellos con sus fórmulas! ... Vitriolo, nitroglicerina, ácidos nítrico y sulfúrico, picratos de amonio y de potasio, fulminatos de mercurio: detonantes y fulminantes al cien por cien... ¡Palabras, en verdad, que tienen algo de abracadabra cabalístico! ¡Valientes fórmulas, incapaces de hacer mella en la coraza del hado adverso!

         Escondido tras el grupo de columnas salomónicas, retorcidas como una conciencia criminal, yo escuchaba emocionado. Los gnomos encantados de aquel palacio subterráneo, agrupados en torno a aquella cátedra improvisada, asentían, moviendo sus cabezas monstruosas, a las palabras de su jefe, que continuó:

         - ¡Aquí, aquí -y sus manos agitaban un gran pergamino cargado de viejos caracteres gráficos-, aquí está escrita la historia pasada y futura de los pueblos... Vosotros sois muy jóvenes, amigos míos, moradores de las entrañas de la tierra, perturbadores de los sueños de los políticos ignorantes y de los histéricos periodistas. Aún os queda mucho que aprender de vuestro anciano maestro... Hubo un tiempo en que los morenos hijos de Agar quisieron adormecer a este Viejo Mundo en las tinieblas soporíferas del Corán. En España, avanzada de Europa, se enfrentaron el turbante de Muza y el casco de Pelayo, y se cruzaron el alfanje del moro y la espada del hidalgo. Pero la vida de este pergamino ya no es muy larga y ya entonces estaba escrita por el genio del destino, para tranquilidad de la retaguardia europea, la triste suerte de Boabdil en la vanguardia española. No de otro modo después volvió a unirse el porvenir del mundo al porvenir de España, que supo desvanecer las inquietudes de las naciones quebrantando las garras de águila napoleónica con fuerzas que sacaba, como Anteo, del centro de la tierra. Y no de otra suerte hoy España se salvará a sí misma y librará al mundo del inmenso cataclismo que parece amenazarle. Saben los hados dónde están los pueblos con corazón y dónde los pueblos con fuerzas y energía suficientes para librar sus batallas, que salven a los demás. Y frente a las necias cavilosidades de ese míster londinense y de ese gárrulo periodista de la tarde el sacrificio de España toca a su fin: este es el fallo del destino.

         Un aplauso general acogió las últimas palabras del orador. Yo no por menos de sumar mis palmas a las de aquella fantástica asamblea, y esto me descubrió. Enseguida se apercibieron de mi presencia, y una multitud de enanos se abalanzó inmediatamente a mi escondite para conducirme ante el estrado donde, agitando aún nerviosamente en sus manos el misterioso pergamino del destino, se hallaba el viejo presidente de aquella subterránea sociedad. Una rechifla unánime acogió el susto que se retrataba en mi semblante.

         - ¡Ah, sabios, prudentes y compresivos moradores de las entrañas de la tierra, respondí: vosotros conocéis la ley fatal que rige los pasos del individuo, como la estrella que guía la carrera de los pueblos. Yo no sé nada; pero mi acción no dudo que debe estar explicada allá, en los inescrutables arcanos de vuestra ciencia.

         Los gnomos, halagados, si no convencidos por mi argumentación, me declararon inocente, y su viejo caudillo me dijo con gesto taumatúrgico:

         - Vete en paz, y sé testigo del destino que espera a tu patria.

         Crucé enseguida el oscuro corredor que conducía a la puerta de aquel encantado recinto. A mi paso corriose la peña que cerraba la entrada, volviendo a su posición natural una vez que estuve fuera. Y entonces, al encontrarme de nuevo en la soledad de aquella noche de la Alpujarra, cándida y silenciosa, poblada de sombras misteriosas y preñada de eróticas delicuescencias, salpicada de discos plateados en el firmamento y cruzada tan sólo por relentes de azahares y almendros, en las orillas de aquel pantano donde tambaleaban los juncos y los cañaverales cargados de penumbra, saludé con la mano puesta en el corazón la blanca estrella de la esperanza que empezaba a dibujarse en el horizonte.

 

II

Poesías

 

 

Introducción

 

Lector, no soy un juglar,

soy un sincero cantor

que al contacto del dolor

ayer aprendí a cantar.

 

¿Quién me enseñó? No lo sé.

Yo canto porque sentí…

Sentí la lucha febril

de mi propio corazón.

 

Vivir es querer: yo amé,

amé con fuerza y pasión

un mundo que en mi interior

habitaba para mí.

 

¿Era ilusión? No lo sé;

pero sentí el sentimiento

del cruel desgarramiento

de mi carne y de mis huesos,

 

Cuando en su carro de fuego

sonando trágica aljaba,

ebria de odios, Venganza

cruzó en triunfo nuestro suelo.

 

Iba dejando a su paso

un rastro de sangre y llamas,

mustias las flores del alma

y sangrante el corazón.

 

(Que de este mundo interior,

andariego peregrino,

que siempre vaga conmigo

es el centro el corazón.

 

En él resuenan los ecos

del placer y del tormento

de él brotan los sentimientos,

que son las flores del alma.)

 

Marchaba en triunfo Venganza

vibraba el arco en sus brazos

cortando el aire a su paso

sus flechas envenenadas.

 

Viose en su carro de fuego

cruzar cien veces el mundo

en el silencio profundo

del tiempo caduco y viejo.

 

Viola el Génesis un día

romper los diques del mar,

viola Egipto exterminar

sus ciudades y sus templos.

 

Y al esconderse su estrella

frente al coro de las Gracias,

reconocióla la Gracia

en su blanco Partenón.

 

La sintió Roma llevar

a su imperio el exterminio

y en su marmóreo triclinio

sollozó en su corazón.

 

No de otro modo en su estepa

gime de dolor el ciervo

que hace caer sin aliento

el tiro del cazador.

 

Le vio cruzar el desierto

sobre el tardo dromedario

hacia el confín solitario

de la Arabia y del Omán.

 

Sobre la torre argentina

de su camello oriental

érase un genio del mal

de los países de Ensueño

 

A su paso enmudecían

los pensativos califas

de las alhambras divinas

del imperio del Islám.

 

Pasó después a la Europa

enarbolando en su suelo

el estandarte soberbio

de guerra y revolución.

 

La vieron llegar un día,

Némesis trágica y dura,

dejando de sangre y luchas

rojo el imperio del Zar.

 

Cruzó la América virgen,

e hizo gemir a su paso

al Zipa bajo su carro,

temblar las momias del Inca…,

 

Y yo la he visto, la he visto

hacer su entrada en España

por la estrella cruel guiada

de nuestros tristes destinos.

 

Por eso, al verla lanzar

sus flechas envenenadas,

se levantó el alma airada

y vibró mi corazón.

 

Y fueron notas amargas,

Notas de tristes nostalgias,

De recuerdos y desgracias

Y esperanzas e ilusión.

 

Lector, no soy un juglar,

soy un sincero cantor

que al contacto del dolor

ayer aprendí a cantar.

 

Tomás Malagón (firma y rúbrica).

Valenzuela, 15 de Mayo de 1937.

 

 

 

 

A Santiago

 

Imitación de Rubén Darío

 

¡Apóstol venturoso! Tu tierra ibérica,

tu España, hermosa y virgen, de sangre cálida,

la perla de tus sueños, es una histérica,

de convulsivos nervios y frente pálida.

Un desastroso espíritu posee tu tierra

de Pilares, Atochas y Montserrates:

hoy se enciende entre hermanos sangrienta guerra…

¡españoles destrozan templos y altares!

A la imagen bendita remplaza ahora

el ídolo de carne que se entroniza,

y cada día alumbra la blanca aurora

en los campos fraternos sangre y ceniza.

Desdeñando a los reyes, nos dimos leyes

al silbido engañoso de las sirenas,

y hoy al favor siniestro de negros reyes

andan libres las hienas y las panteras.

Insensatos, bebiendo el mortal veneno,

que pródigos regaron los liberales,

día a día cantamos «Himnos de Riego»

para acabar danzando «Internacionales».

Las ambiciones pérfidas no tienen freno

y devoran al débil, como tigres.

¡Eso no hicieron nunca nuestros abuelos,

aquellos, santo Apóstol, que conociste.

Ellos eran soberbios, buenos y francos,

ceñidas las cabezas con el casquete…

¡Ojala hubieran sido cual los de antaño

Los hijos de la España del siglo veinte.

Cuando en el suelo virgen de nuestra Iberia

se vertió la semilla del Evangelio,

mezcló  su fuerza heroica la nueva Iglesia

con la indómita fuerza del pueblo ibero.

¡Pluguiera a Dios que el genio civilizado

nunca hubiera fijado su férrea planta

y no hubiera borrado el salvaje encanto,

en la soberbia estepa de nuestra España.

Libres como las águilas, vieron los montes

a nuestros aborígenes por los boscajes,

persiguiendo las fieras y las traiciones

con dardo certero de sus carcajes.

…¿Y ha sido necesario progresar tanto

para ver que las fieras y los traidores

persiguen a los buenos, leales y honrados

y en lágrimas deshacen los corazones?…

La cruz que nos trajiste padece mengua,

 y tras encanalladas revoluciones

la canalla escritora mancha la lengua

que escribieron Cervantes y Calderones.

Cristo va por las calles entre sayones,

los Barrabases, libres, medran y ríen;

¡las tierras de los Cides y los Quijotes

Vieron divinizados los jabalíes.

En nuestra senda han puesto crueles hados

duelos, espantos, guerras, fiebre constante.

¡Apóstol venturoso compostelano,

ruega a Dios por la España que tanto amaste!

 

Tomás Malagón (firma y rúbrica).

Valenzuela, 26 de marzo de 1937.

 

 

 

 

¡Siempre reina Poesía!

 

¿Se acabaron para siempre,

se acabaron los troveros,

los dorados pregoneros

de las épicas hazañas

de los bravos caballeros

de la España?

No murieron, no murieron,

que han sentido en los senderos,

por los valles y los cerros

muchas veces sus romances

de amor, citas y torneos

y combates.

¿Y no llevan los troveros

el laúd, cual los de antaño,

siempre, siempre entre sus manos,

caminando peregrinos,

de notas siempre sembrando

los caminos?

…El laúd ya no desgrana

su romántica armonía

sobre el alma ajada y fría

que vive hoy, sin ideales,

como una estrella perdida

por los aires.

Pero el canto del trovero

sobre el ritmo de la vida

vaga siempre, y arde y brilla

y vierte trinos a raudales

en la audaz policromía

del pasaje.

El trovero no es el que era;

ya no va por los caminos,

incansable peregrino

del castillo feudal,

viejo y dorado mendigo

del cantar.

El trovero hoy ama el campo,

su ciudad, su reunión,

y su yacht y su foot-ball,

sus caballos y sus perros,

y las playas y su sol

bravo y risueño.

Pero adora, como antaño,

el fulgor diáfano y claro

de una noche de verano

y una rosa de una reja,

y un castillo abandonado

entre la hiedra.

…………………………

¡Siempre reina Fantasía!

¡Mientras viva Fantasía!

 

Tomás Malagón (firma y rúbrica).

Valenzuela,  7 de Mayo  de 1937.

 

 

 

 

¡Marcha Triunfal!

 

Paráfrasis de Rubén Darío

 

¡Gloria y paz!

¡Ya!...!Ya!

¡Ya vienen, ya!

¡Gloria a los héroes de España inmortal!

La patria os espera.

La España salvada con vuestro valor

sonríe gozosa al veros pasar.

¡Espadas, banderas!

¡Tambores, trompetas!

¡Trofeos de guerra

llevados por manos robustas de heroicos atletas!

La gris polvareda que envuelve en grandiosa aureola

en reflejos de fuego, de luz y de gloria

la olímpica gloria del claro escuadrón,

se acerca ya el paso que marca el timbal

que el paso acompasa con ritmo marcial.

Ya viene el cortejo;

ya brilla el acero.

Se escucha el ruido que forman las armas que traen los soldados,

los carros de guerra,

los fuertes caballos,

los cascos que hieren la tierra.

Gentío que espera

extendido en hileras,

ansioso, frenético,

ardoroso, magnético…

Voces que atruenan los aires.

Blancas Minervas y Martes.

Guirnaldas de flores ornando las calles.

………………………..

¡Ya!...!Ya!

¡Gloria y paz!

¡Ya vienen, ya!

Ya pasa debajo del arco triunfal.

Los claros clarines levantan su son,

envuelve en un trueno argentino, vibrante y sonoro,

de mágicos tonos

de triunfo y victoria,

de honor y de gloria,

la augusta soberbia del día en que

pasan los héroes de España

inmortal

debajo del arco triunfal.

¡Clarines! ¡Laureles!

¡Guirnaldas! ¡Claveles!

¡Aplausos frenéticos,

magnéticos,

épicos!

¡Colores y luces en arcos triunfales!

¡Vergeles poblados de pavos reales!

Que lanzan al viento

su nota de gloria, de triunfo, de ensueño.

¡Ya pasa el cortejo!

Mirad cómo el padre sonríe gozoso,

al ver a sus hijos, los jóvenes fieras,

más fuertes que osos,

leones hirvientes

que azuza la muerte,

volver victoriosos

del rudo combate.

¡Los juegos de Marte!

Ved cómo la madre, llorando de gozo,

saluda a sus mozos.

Ved cómo el abuelo

señala a sus nietos

los héroes que llevan

la patria bandera.

Ved cómo el rapaz,

caprichoso y galán,

contempla al soldado

orgulloso y gallardo,

los leguis brillantes

caballos piafantes

las ásperas crines

los negros fusiles

que rigen la guerra.

Ved cómo las bellas se alegran,

que vuelven al fin de la lucha campal

los jóvenes héroes de España inmortal.

¡Clarines! ¡Laureles!

¡Timbales! ¡Tropeles!

¡Honor al herido y honor a los fieles

soldados que han muerto regando, en la tierra

española el heroico carmín

de su sangre viril,

y honor a los héroes que llegan,

por quienes las trompas resuenan

con ecos de marcha triunfal!

 

Tomás Malagón (firma y rúbrica).

Valenzuela, 24 de mayo de 1937.

 

 

 

 

Viernes Santo rojo

 

Trovador que trovas cantos,

con el alma, en tus andanzas

no te olvides de cantar esta romanza:

…………………………….

Caminito de amargura,

por la cuesta del Calvario,

caminaba una señora

la tarde de un Viernes Santo.

La señora era una rosa

de las que abre el sol de Mayo,

mas lo malo es que ella iba

por la cuesta del Calvario.

La llevaban malos hijos

que sembraban su camino

con abrojos, y sangraban

sus divinos pies heridos.

La llevaban al Calvario

para la crucificar;

la señora iba cansada;

no podía caminar.

La señora iba vestida

con un manto colorado,

y corría de sus ojos

por el suelo amargo llanto.

Un manto morado quiero,

yo quiero un manto morado,

que de morado se visten

los que suben al Calvario.

Esto dijo la señora,

blanca flor del mes de Mayo,

a sus hijos, que mostraban

ser villanos que no honrados.

Que decían: De encarnado,

de encarnado vestirás,

que, ensangrentada la tierra,

encarnado es todo ya.

Todos llevan lanza en puño

con el hierro acicalado,

y llevan sendas adargas

con borlas de colorado.

…………*……………

Caminito de amargura,

caminando, caminando

van subiendo por la cuesta,

por la cuesta del Calvario…

Y érase una siempreviva

que sus voces ha escuchado,

y al paso de la señora

con su tallo se ha empinado.

Y le dice: Tu no llores,

no suspires bella rosa,

que después del Viernes Santo

llega el Sábado de Gloria.

… Y calló la florecilla

que mucho la ha consolado

a la bella y blanca rosa

vestida de colorado.

¿Morirás en el Calvario?

No has de morir, ¡por Santiago!

Así habló una golondrina,

que en aire fue volando.

Golondrina, golondrina,

que en el aire vas volando,

¿sabes quién es la señora,

la del manto colorado?

- La señora es una rosa

de las que abre el sol de Mayo:

es España, que la llevan

por la cuesta del Calvario.

…………..*……………..

Caminito de amargura,

por la cuesta del Calvario,

caminaba una señora

al caer de un Viernes Santo.

Y corría de sus ojos

por el suelo amargo llanto,

que eran perlas y corales,

que brillaban por los campos.

Y el cielo que la miraba,

y el senderico extraviado,

y los árboles del bosque,

y los montes y los pájaros,

lloraban con la señora,

la del manto colorado.

…………………………

Trovador que trovas cantos

con el alma, en tus andanzas,

no te olvides de cantar

esta romanza.

La romanza del camino

de amarguras y Calvarios

por donde iba España un día,

que era  un triste atardecer

de Viernes Santo.

 

 

Tomás Malagón (firma y rubrica).

Valenzuela, 26 de marzo de 1937.

 

 

 

Noches rojas

 

Los que, cual yo, sentisteis el terror de esas noches,

los que por el insomnio tenaz habéis oído

el sonar de una puerta, la parada de un coche,

una sorda descarga, un lejano gemido…

En los instantes mismos del silencio profundo,

cuando suena del alma el eco acompasado,

en la hora de los muertos, del reposo del mundo

¡sabréis leer estos versos de amargor impregnados…!

Como en un vaso vierto en ellos mis dolores,

que penetran y envuelven mi amargo corazón;

son pensamientos tristes, de sagrados amores

que fueron profanados, de aflicción y oración.

…………………………….

Noche roja, sombría, del imperio siniestro

del fusil asesino, de la mecha incendiaria;

noche rica en ultrajes, sacrilegios, secuestros,

de sonoras blasfemias y de mudas plegarias.

Noche roja, sombría, maldecida del cielo;

no resuenan los ecos de las santas campanas,

que bendicen con voces de apostólico celo

el caer de la tarde y la aurora temprana.

Eran dulce prefacio de la noche rimada

con cantares de mozos y canciones de cuna;

eran mágico epílogo de la noche encantada

con encantos de idilios y reflejos de luna.

Hoy no suenan los ecos de las santas campanas,

y no se oyen rumores de plegarias y cantos,

y es muy triste el crepúsculo y la aurora temprana,

y es la noche sombría, sin reflejos ni encantos.

… Se ha extinguido el crepúsculo en las nubes rojizas,

diluyendo mis lágrimas en su suave amatista

…Si la noche sus tules de rubíes eriza,

¿qué mucho es que el crepúsculo de esmeraldas se vista?...

Es la sangre del mártir la que cuaja en rubíes

los que erizan la noche en sus álgidas tules;

son las cálidas lágrimas, las que el alma deslíen

y el crepúsculo visten de esmeraldas azules…

Es la bíblica noche sinaítica y trágica,

de espirales de fuego y celajes siniestros;

es la noche cerrada, enigmática y mágica,

de febriles temores en los ánimos nuestros.

Es la tétrica noche es la noche sombría,

con palacios de Anases, con pasiones y tumbas;

es la noche del Huerto de la Santa Agonía,

de los Judas, Nerones y de las catacumbas.

¡Cristo, Rey de los mártires! ¡Cuantos, ay, esta noche

con su sangre preciosa teñirán de carmines!

… Allá lejos se escucha el ruido de un coche…

¡Noche roja de víctimas y de negros mastines!

¡Oh Divino Consuelo de los atribulados!

Es la noche angustiosa del mar de Tiberiades.

¡Ah, la frágil barquilla...!...!Oh Maestro adorado!

¡Te obedecen los vientos!  ¡Te obedecen los mares!

¡Manda al viento y las olas! ¡Sálvanos, perecemos!

… Como la noche aquella del mar de Tiberiades…

 …La locura del viento. Ya se han roto los remos…

Mas las olas sosiegan con que tu se lo mandes.

…………………………

Esto digo yo en medio del silencio profundo

de la noche sombría, de reflejos rojizos,

en la hora de los muertos, del reposo del mundo,

cuando suenan descargas y lejanos gemidos.

 

Tomás Malagón (firma y rubrica).

Valenzuela, a 7 de junio de 1937.

 

 

 

Tierra manchega

……..

Tierra manchega, llanura infinita,

pampa de España, vivero de hidalgos,

dríada ceñida de parras y espigas,

mágica esfinge de rostro egipciaco.

 

Hada sutil, soñadora y divina;

es tu morada el inmenso horizonte,

duermes del río Guadiana en la orilla

odias las cumbres, las cimas, los montes.

 

Casi desnuda en los claros diamantes

de que recaman sus mallas las linfas,

tal te halla siempre la aurora brillante,

cual la más bella y feliz de las ninfas.

Sol y pleno aire acarician tus gracias,

vas de Ruidera a las hondas lagunas,

bañan sus aguas tus formas de llama

mientras sonríe tu casta hermosura.

 

Bailas fugaz en tus mágicas zambras

y haces vibrar tu guitarra morisca,

mientras tus labios de rosa desgranan

rauda y alegre la audaz seguidilla.

 

Rítmica flor, seguidilla manchega;

tienes acento de música eximia,

fuegos y chispas de locas verbenas,

sones y hervores de alegre vendimia.

 

Tierra manchega, hija fiel de Castilla,

lleva un abrazo a la tierra andaluza,

y es su campiña la cinta que liga

Murcia y Valencia con Extremadura.

 

En su tesoro de reina de Saba

guarda en secreto riquezas sin cuento;

es la gentil cenicienta de España,

sabia en refranes y doctos proverbios.

 

(Suya es la fina puntilla almagreña,

suya la carga que lleva el arriero,

de Valdepeñas las ebrias bodegas,

suyo el azogue, el carbón y los quesos)

 

Siega en sus mares dorados de espigas,

flotan al viento sus negros cabellos,

llamas despiden sus formas divinas

bajo la concha ardorosa del cielo.

 

Vio en otros tiempos caballos sedientos

de aire, de espacio, de luz y de bruma,

violes correr cual fugaz pensamiento

en la extensión de su inmensa llanura.

 

Eran los héroes cruzados de antaño,

eran los fuertes guerreros de España,

y ella miraba riendo de encanto

por los alféizares de Calatrava.

 

Ella es la madre del gran caballero,

(bravo Quijano ¡Quijote inmortal!)

que de la venta lanzose a los vientos

regio cruzado de alto ideal.

 

Viole con yelmo de acero brillante,

vieja armadura sonora a su paso,

firme tizona, broncíneo olifante,

listo y piafante su excelso pegaso.

 

Y de la brega tornar vióle un día

de su victoria en los bravos tropeles

bajo el gran sol de la fama divina

dueño de verdes y nobles laureles.

 

¡Ella es la musa feliz de aquel Manco

que fue del genio su estrella encendida,

el vencedor de Selín en Lepanto,

y emperador de la barba florida!

 

Tomás Malagón (firma y rubrica).

Valenzuela, 30 de Mayo de 1937.

 

 

 

 

Vocabulario:

 

Aljaba: caja abierta para flechas, estrecha por abajo y pendiente de una cuerda que cuelga del hombro izquierdo hasta la cadera.

Hados: fuerza desconocida… encadenamiento fatal de sucesos.

Némesis: diosa griega de la venganza, el equilibrio y la fortuna. En lenguas romances casi siempre se utiliza como venganza.

Zipa: gobernante de la zona sur de Bogotá, la conocida como sabana de Bogotá, en Colombia.

Leguis: polaina de cuero o tela de una sola pieza.

Caballos pianfantes: caballo con la cabeza alta pianfando (pianfar, parece ser un paso o trote al desfilar en el que el caballo levanta la pata delantera y la deja caer con fuerza).

Abrojos: cardo estrellado… planta dañina para los sembrados armada de grandes púas.

Adarga: escudo de cuero en forma de corazón.

Dríada: dríade, ninfa de los bosques cuya vida duraba lo que la del árbol a la que se unía.

 

 

 

 



[1] "En el Frente Rojo. Tomás Malagón Almodóvar", de Basilisa López García (estudio y edición). Tonos Digital, 25, julio de 2013. http://www.um.es/tonosdigital/znum25/secciones/corpora-2-en_el_frente_rojo-_malagon_1.htm#top (fecha de consulta: 23 de febrero de 2015).

[2] Véase en este mismo número de Tonos Digital la edición de "Aspectos sociales del Quijote".