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Revista de estudios filológicos
Nº28 Enero 2015 - ISSN 1577-6921
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teselas

Los cuerpos extraños, Lorenzo Silva

(Círculo de Lectores, Barcelona, 2014)

 

 

Mientras pintaba la cruz roja sobre el pecho blanco de la figura de plomo, eché un vistazo al correo electrónico de Salgado, que me había impreso y tenía sobre la mesa. Leí, con la extrañeza propia del caso, aquella frase en danés: Den største skuffelse er når ens egne forventninger løber ud i sandet. Y la traducción española que nos había hecho la compañera: «El golpe más doloroso es el que viene de tu propia creencia». Intuí que ahí estaba la clave de algo. Pero no supe vislumbrar de qué.

(pág. 274)

 

 

El domingo desayuné con el periódico, terminé de preparar la maleta y me acerqué un rato a leer al Jardín Botánico, bajo la densa sombra del centenario olmo del Cáucaso al que me había aficionado gracias a una testigo que me había citado allí, en la investigación de otro crimen, años atrás. El libro que tenía entre manos iba con aquel árbol, o al menos con su lugar de origen: Limónov, la biografía novelada del pendenciero poeta ruso Eduard Savienko escrita por Emmanuel Carrère. Como todas las historias de personajes excéntricos y sin acomodo posible en la realidad, poseía un extraño magnetismo. Comenzando por su propio seudónimo, adoptado un día remoto de su juventud como juego compartido con otros poetas, y que para él era una alusión ácida y guerrera a la palabra limón, que significa limón en ruso, y a limonka, que quiere decir granada de mano. Según contaba Carrère, los demás no conservaron aquel seudónimo juvenil, pero él sí, porque, aseguraba el novelista, le complacía «deberse a sí mismo hasta el nombre».

(pág. 286)