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Revista de estudios filológicos
Nº28 Enero 2015 - ISSN 1577-6921
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relecturas

La riada del Segura en 1879 y la Fiesta París-Murcia o La desgracia de unos provoca la felicidad de otros[1]

Jean Moline

 

(Université François Rabelais, Tours)

 

Actualidad del centenario de Du côté de chez Swann de Marcel Proust, 1914-2014.

La actualidad del aniversario nos hace pensar en las páginas de la segunda parte de esta obra, Un amour de Swann. Swann espera recibir cartas de amor de Odette de Crecy: «… il avait obtenu les lettres les plus tendres qu’elle lui eût encore écrites dont l’une, qu’elle lui avait fait porter à midi de la «Maison Dorée[2]» (C’était le jour de la fête de Paris-Murcie donnée pour les inondés de Murcie)…». Después, Swann se muestra inquieto y celoso: ¿estuvo Odette de Crécy con Forcheville en la Fiesta París-Murcia?: «Et tout d’un coup il se mit à trembler à la pensée que le jour de cette fête Paris-Murcie, où il avait reçu cette lettre qu’il avait si précieusement gardée, elle déjeunait peut-être avec Forcheville à la «Maison d’Or». Elle lui jura que non.» Swann, al que asaltan dudas y sospechas, es torturado por los celos y Odette no consigue convencerlo de su lealtad. Su deseo no descansa nunca. El amor es inaccesible. Los celos de Swann son los que construyen su amor por Odette. En Proust, los celos preceden al amor.

El Todo París mundano y aristocrático había asistido a la fiesta solidaria  París-Murcia. Así lo muestra Proust pero es Swann, su personaje, el que practica también con la alta sociedad parisina «l’orgueilleuse charité de l’homme du monde.». La sociedad de París más solidaria se había exhibido con motivo de esta fiesta cuyo recuerdo perduraba aún. La fiesta París-Murcia está considerada como un elemento que sirve para datar el relato de Proust. ¿Qué significó aquel acontecimiento tan importante en París como para aparecer en la obra de Marcel Proust? Se trata de una catástrofe que había tenido lugar en Murcia en octubre de 1879.

 

Murcia bajo la mirada de escritores y viajeros franceses del siglo XIX

En 1809, en pleno romanticismo, Alexandre de Laborde, ofrece en su Itinéraire descriptif de l’Espagne una visión comedida sobre Murcia, dividida entre elogios y reservas: «des éloges pour la belle huerta de Murcia… on est frappé de la richesse de ce sol: les campagnes sont bien cultivées, une bienfaisante eau y circule, les arbres s’y multiplient, des forêts de mûriers s’y accumulent..»; pero, «la ville de Murcie n’a presque aucun commerce particulier», además de que «Il y a peu de villes en Espagne aussi ennuyeuses pour les étrangers. On n’y trouve ni spectacle, ni bal, ni sociétés.». Para añadir finalmente, «Le Murcien… passe sa vie apathique dans l’oisiveté et l’insouciance.»

Estas afirmaciones disuadieron a algunos viajeros que evitaron visitar Murcia como Augustin Challamel (1843), Théophile Gautier (1845), o el abad Godard (1862) y otros que se contentaron con seguir esa opinión y recopiar el capítulo de Laborde.

En 1823, el geógrafo español Isidoro Antillon opina de forma mucho más positiva con palabras elogiosas: «Cette contrée couverte de mûriers et d’orangers…offre un paradis terrestre. La principale production de laquelle on retire de grands bénéfices est la soie… La fabrique de salpêtre … est la principale du royaume.», «L’évêché et le chapitre de Murcie sont des plus riches de l’Espagne.»                                                            

En 1850, Richard y Quétin en su Guide du voyageur en Espagne reconocen la calidad de las huertas y de las tierras de regadío que «sont d’une prodigieuse fertilité; on y trouve des palmiers, des orangers et des caroubiers, de la soie…», aunque la ciudad de Murcia «est une des plus tristes et des plus nues d’Espagne: les rues généralement étroites…»       

El barón Davillier, viajero erudito y conocedor de España, subraya en 1874 que «les murciens ont la réputation d’excellents agriculteurs» y que «les environs de Murcie ne sont pas moins fertiles que ceux d’Orihuela.»  Su libro L’Espagne fue ilustrado por Gustave Doré[3].

En la tercera edición de su Itinéraire général de l’Espagne (1880), Germond de Lavigne no tuvo en cuenta la inundación y describe los lugares antes de que ocurriera ésta. Alaba la huerta: «C’est un magnifique jardin dont la végétation est merveilleuse.», aunque el cultivo de las moreras y la seda están ya en franca decadencia. En la edición de 1890, observa que «les rues sont peu animées, les magasins ont une médiocre apparence.» y precisa, a propósito del Malecón: «Le beau quai qui le couronne a sauvé Murcie plusieurs fois d’une destruction complète, et, notamment, lors de la grande inondation de 1879.».

También en 1880, Eugène Poitou opina de manera mucho más favorable a Murcia. Aunque no habla de la desastrosa inundación, su descripción es, sin duda alguna, posterior a la catástrofe: «L’arrivée à Murcie est très gaie. A la gare, des femmes, des enfants, nous offrent d’énormes bouquets de fleurs et de petits paniers de fraises…La ville est entourée de promenades, de jardins de l’aspect le plus riant… Il n’y a un peu de mouvement que sur les quais, où se trouve le marché… L’industrie, le commerce, l’agriculture même languissent. La terre donne beaucoup; mais elle pourrait donner bien davantage… Murcie n’est plus que l’ombre de ce qu’elle a été.»   

Marius Bernard, en 1895, si bien destaca la faceta pintoresca de los vestidos y las costumbres de Murcia, sigue dando una mala imagen de la ciudad: «Murcie est bien après Madrid la ville la plus banale de toutes les Espagnes. Et triste, indifférente aux joies du chant et de la musique, sa population ennuyée ne donne pas beaucoup d’animation à ses rues monotones.». Sin embargo, destaca la huerta murciana: «Si fertile que l’on y fait parfois quatre récoltes par an… Fertilisée, - quand elles ne la dévastent pas, - par des inondations…».

Como consecuencia de la inundación, el valle del Segura quedó completamente devastado: la desgracia golpeó precisamente el lugar en el que la agricultura llevaba la riqueza a toda la región. La Guía Conty de 1905 todavía hace referencia a la inundación de 1879. En 1907, Henry Guerlin ignora a Murcia en su libro Espagne. Impressions de voyage et d’art, ilustrado con fotografías de su autor y con clichés de Hauser y Menet de Madrid. Hacia la misma época, P. Jousset en L’Espagne et le Portugal illustrés de photographies consagra media columna al Segura y otra media a Murcia y subraya «Que voir à Murcie, sinon sa merveille la Huerta?». En 1907, la riada parece olvidada pero los prejuicios hostiles contra Murcia permanecen después de más de un siglo.

 

La realidad de la riada de Santa Teresa                 

El 15 de octubre de 1879, día de santa Teresa, el río Segura se elevó, en solo unas horas, diez metros a su paso por Murcia y por Orihuela. La Vega Baja quedó anegada. El caudal del río fue de 1900 m³/s. y se llevó un puente en Murcia. Hubo que lamentar más de 1000 muertos, 700 de ellos en Murcia, y 2000 heridos. Perecieron más de 2200 animales y quedaron destruidas más de 6000 viviendas.

El campo quedó devastado, la tierra empapada, las moreras, naranjos, limoneros destrozados o arrancados y arrastrados por las furibundas aguas hasta el mar. Millares de supervivientes quedaron arruinados. Sus bienes y haciendas se habían encontrado en la trayectoria de la crecida, en medio del barro, de los desechos, de los escombros, de los animales muertos, y se transformaron en  miseria y dolor. Las pérdidas humanas y materiales fueron considerables. Los supervivientes debieron enterrar a sus muertos.

Ya el 16 de octubre, el periodista José Martínez Tornel da cuenta de la catástrofe en el Diario de Murcia. Tras él, otros relatos del siniestro serán publicados en Murcia y en Orihuela.

En Francia, diez días después de las inundaciones, Arthur Meyer, director del periódico Le Gaulois, toma la iniciativa de hacer una fiesta benéfica. Octave Mirbeau, escritor y periodista[4], fue enviado a hacer un reportaje a Murcia el 6 de noviembre por Arthur Meyer para su periódico. Mirbeau cuenta su viaje en Le Gaulois de los días 6, 7 y 8 de diciembre: «Le coup d’œil est effroyable. Plus un arbre debout, plus de pont sur la rivière. La terre est détrempée à un mètre de profondeur. La contrée a été comme dissoute et remaniée par le fléau… On dirait qu’un grand combat s’est délivré entre les éléments et que la terre a été vaincue. Partout des maisons renversées, des amas de ruines, des spectacles de destruction.»    

El periódico parisino Le Gil Blas, mal visto entre sus colegas, sacará un número especial de 100.000 ejemplares vendidos a un franco a beneficio de las víctimas y organizará en sus salones una exposición y un sorteo.

La ciudad de Murcia editará, en número único, un periódico Murcia-París análogo al periódico Paris-Murcie editado en París por la prensa francesa. El movimiento de ayuda a las víctimas durará hasta 1884, incluso en Murcia.

Se levantaron monumentos en honor a los muertos. El movimiento de solidaridad se plasmó en numerosas creaciones artísticas, dibujos, grabados, pinturas, etc., que todavía hoy se proponen para su compra a los coleccionistas. Ya en 1879, Juan Comba pinta una escena de la inundación y Gustave Doré ejecuta el grabado en madera El rio Segura en Murcia durante la Riada de Santa Teresa. Doré tiene la reputación de ser el pintor de los más desgraciados, de los maltratados por la vida. Daniel Verge[5] y Henry Scott[6], que trabajan para la revista Le Monde illustré, publican también en el mismo año en París el album A Murcia (in-4º con 19 croquis) sobre las inundaciones, dedicado a S. M. D. Alfonso XII.

Las bellas huertas y las ciudades de Murcia y Orihuela necesitarán mucho tiempo para reparar los graves daños sufridos. ¿Qué pasó con el patrimonio agrícola de la provincia que tanto enriquecía a la diócesis? ¿Cuáles fueron las consecuencias y las pervivencias de la inundación en París? Desde luego, mucho menos penosas que en España.

El mecanismo parisino de la explotación caritativa del caos se había puesto en marcha.

 

Las apariencias y el éxito de la fiesta

 

La nueva velocidad de la propagación de la información en esa época, que permitió que en sólo un día el anuncio del acontecimiento llegara a París, es sorprendente. Lo muestra bien Mariano Roca de Togores, marqués de Molins, escritor, político, diplomático y embajador, en el periódico único Paris-Murcie, que explica la prontitud de la reacción de la capital francesa así como la de S. M. la reina Isabel II que había abandonado España en 1868 y residía en París. Se lanzaron suscripciones para ayudar a las víctimas. Se organiza una fiesta. Se edita un periódico. Como ya hemos comentado, el artista de origen español Daniel Urrabieta Ortiz y Vierge, parisino, apreciado ilustrador de libros, colabora activamente.

Siendo presidente de la República Grévy, se organiza la fiesta en el Hippodrome, situado cerca del puente del Alma, en la esquina entre la avenue Marceau y de la desaparecida avenida del Alma, un espacio ovalado capaz de acoger 10.000 espectadores. Habitualmente se daban allí grandes espectáculos, ballet, circo, funciones ecuestres. La fiesta tuvo lugar bajo los auspicios de Isabel II.

En ella participó la crème de la crème de la monarquía, la política, la diplomacia, las artes y las letras. Varias orquestas amenizaron la velada y se ocuparon de la música y el baile. Participa el ballet de la Ópera de París. Se organiza una venta benéfica. Los cocheros y sus coches de caballos acompañan a los noctámbulos desde medianoche hasta las 3 de la madrugada por 5 francos y de las 3 a las 6 de la mañana por 6 francos. Los tickets para los viajes son vendidos por la propia organización. El éxito financiero es tal que las ganancias, estimadas en 600.000 francos, se dedicaron también a los pobres de París… Octave Mirbeau criticó estas «pseudo fiestas de caridad», verdaderos escaparates de la sociedad europea.

Esta ambigua misericordia no había escapado a Guy de Maupassant[7] quien, como nacionalista y hasta xenófobo, escribía el 8 de febrero de 1882 en una crónica de Le Gaulois: «Des scies? Mais il en pleut toute l’année. Tenez: les œuvres de bienfaisance envers l’étranger, la charité par l’exportation, l’aumône réclame, la pitié dansante, l’apitoiement sur des infortunes lointaines; au plus grand avantage des imprésarios de la fête, et au réel détriment de notre pays. Inondés de Hongrie, inondés d’Espagne, incendiés de Vienne et autres. Tout l’argent ramassé passe invariablement aux frais d’organisation.»

En 1883, Paul Lafargue, un auténtico extremista y socialista revolucionario, encarcelado en la prisión de Sainte-Pélage, escribía en Le droit à la paresse: «Les femmes du monde vivent une vie de martyr. Pour essayer et faire valoir les toilettes féeriques que les couturières se tuent à bâtir, du soir au matin elles font la navette d’une robe dans une autre… Sanglées dans leurs corsets, à l’étroit dans leurs bottines, décolletées à faire rougir un sapeur, elles tournoient des nuits entières dans leurs bals de charité afin de ramasser quelques sous pour le pauvre monde. Saintes âmes!»

 

El periódico Paris-Murcie

Fue un número único, de formato in-folio, con 24 páginas, publicado en fecha 18 de diciembre de 1879. La página de cobertura fue ilustrada con una gran plancha grabada en madera por Gustave Doré. Se publicaron 130.000 ejemplares gratuitos, vendidos en beneficio de las víctimas de las inundaciones.

El periódico se publica por iniciativa de la asociación «La Presse Française», presidida por Edmond Lebey, director de la agencia Havas, y con la ayuda de Lucien Marc, redactor-jefe de L’Illustration. En el comité se encuentran Arthur Meyer, director de Le Gaulois y Adrien Marx, redactor de Le Figaro. La venta se realizó a través de varios puntos de difusión: Havas, editores varios, periódicos parisinos.

La recogida de textos, firmas, obras artísticas se hace desde mediados de noviembre.

 

 

 

El contenido del periódico

El hecho de colaborar en esta obra de caridad muestra la importancia de los participantes agrupados tras la figura de la reina Isabel II de Borbón y de Alfonso XII, que enviaron un mensaje escrito de su propia mano.

El Papa León XIII envió su firma como también lo hizo el Nuncio apostólico. Lo mismo ocurrió con reyes, reinas, príncipes y princesas de toda Europa, el Presidente de la Confederación Helvética, el Jedive de Egipto, de los clérigos que acuden en ayuda del arzobispado de Murcia. Entre los políticos se encuentran el general italiano Garibaldi, que es a la vez diputado francés, Gambetta, republicano, Gladstone, liberal británico, políticos españoles de opiniones diversas y divergentes como Antonio Cánovas del Castillo, monárquico y apoyo de Alfonso XII, Manuel Ruiz Zorilla, partidario de Amadeo de Saboya, republicano y más seguro en París que en Madrid, Emilio Castelar, republicano pero opuesto a Amadeo de Saboya. Los acompañan mariscales alemanes y generales franceses. Junto a ellos hay otros personajes conocidos como Ferdinand de Lesseps, antes del escándalo de Panamá, o el químico Marcellin Berthellot.

Los comerciantes y los hombres de negocios que garantizan la financiación del evento hacen constar su nombre y su dirección ya sea en París, rue de La Paix o avenue de l’Opéra, o en Lisboa o Madrid. También participan bancos,  compañías de seguros, periódicos (Le Gaulois), editores (Chaix, Dentu, Marpon-Flammarion).

Colaboran igualmente: Delion, sombrerero, los Grands magasins du Louvre, la Belle Jardinière y la Grande Maison de Blanc (proveedor del rey de España), joyeros, perfumistas y vendedores de productos de belleza (Guerlain, proveedor de la reina Victoria y de la reina Isabel II, L-T Pivert, Violet), comerciantes de champagne y de burdeos. Está claro que se busca la clientela tanto francesa como extranjera. Guerlain tiene tienda en Madrid y crea el perfume Géranium d’Espagne.

La aportación de las donaciones de los artistas permitirá la venta de sus obras a beneficio de las víctimas. Se codean nombres diversos con las celebridades oficiales del Salon des Artistes français, entre ellos Gérôme, Cabanel, Meissonnier, Detaille, Bougereau, Jean-Paul Laurens, Alphonse de Neuville, y también artistas más modernos o de mayor calidad como Boulanger, Gustave Doré, Fantin-Latour, Madrazo.               

Los escritores, a veces con gran ímpetu creador, contribuyen también a este brillante elenco: desde Juliette Adam a Émile Zola, pasando por Alphonse Daudet, Émile Littré y Victor Hugo. Éste alaba la fraternidad humana: «La vraie résistance de l’homme aux catastrophes est une augmentation d’humanité. S’entr’aimer, s’entraider. La solidarité des hommes est la réplique à la complexité des faits mystérieux.»                        

Émile Zola, en este ambiente de dolor y de altruísmo, acude a sus recuerdos de infancia: «J’ai souvent songé à écrire un livre sur la douleur. La paix du monde serait dans la charité, si les hommes pouvaient guérir entre eux les blessures qu’ils se font eux-mêmes ou qu’ils reçoivent du ciel et de la terre. Je me souviens, quand j’étais jeune, d’un incendie qui brûla tout un faubourg. Chacun, dans ce coin de Provence, prit une famille à sa table. Des haines séculaires disparurent. Pendant une semaine la ville fut en fête.»

Manuel Ruiz Zorrilla, ex-ministro, muestra una comprensión laica y universalista de la Caridad en su mensaje: «La charité, qui n’est ni le patrimoine ni d’une école, ni d’une religion, ni d’un peuple déterminés, est une vertu profondément humaine. Tenter de la constituer à l’état de privilège, ce serait causer deux maux irréparables: limiter le nombre de ceux qui l’exercent, et humilier ou priver sans motif de ses effets ceux qui la reçoivent. La noble France eût paru moins généreuse et ma chère patrie moins reconnaissante, si l’une ou l’autre eussent oublié que nous vivons au dix-neuvième siècle.». Este texto era relativamente atrevido para el momento en el que se escribió.

Émile de Girardin, publicista y político, propone una solución práctica de previsión, bastante adelantada para su tiempo, «L’Impôt assurance»: se trata de una cotización que permita afrontar las catástrofes naturales.

Alphonse Daudet se contenta con redactar el relato Souvenirs d’inondation.

Otras dos participaciones merecen ser destacadas: la de Mistral y la de Aubanel, poetas félibres, cercanos a Jacint Verdaguer Santalo que acaba de publicar L’Atlantida y que publicará Le Canigo en 1885.  

 

De Mistral, en Maïano, 11 de noviembre de 1879:                                                                 

PER L’ESPAGNO                                                                                

Alin l’Espagno crido: Au secours! Afougado                                       

Au noum dou sang latin, o Franço, au noum de Dieu,              

Courre pourgi la man à la sorre ennegado,                                        

L’or que semenaras granara dins l’estiéu,                                          

E van te saluda li pople renaduéu.

 

Théodore Aubanel envía también algunos versos:

A la Franço jamai ge de doù soun estrange:                   

Espagno, assolo-te! t’adus emé bonur                                     

Sa piéta la plus tendro e soun or mou mai pur;                                  

Pèr flouri ti rousié, pèr daura tis arange                                            

I’a’ncaro proun souleù dins toun inmense azur.                                                                                                                                                   

El sentimiento solidario queda suficientemente demostrado, además del talento.      

Músicos, cantantes, actores se unen también al certamen benéfico:   Jacques Offenbach, Adelina Patti, Edmond Got, de la Comédie française, la gran Sarah Bernhardt.

 

Situación y significación

La «desconfianza cordial» era la expresión utilizada para calificar las relaciones francoespañolas en política en esa época.                                         Henri Martin, historiador francés, recuerda oportunamente en su aportación al periódico Paris-Murcie el difícil pasado de las relaciones de Francia y de España, esperando un futuro mejor: «Espagne et France! Deux sœurs qui ont eu de longues querelles… La fière Espagne, si sensible à l’offense, ne l’est pas moins à toute sympathie qu’elle juge sincère. Ce malheur aura serré un lien nouveau entre l’Espagne et la France.». Y añade a propósito de sus hermanas latinas: «Ce n’est point assez qu’elles se respectent; il faut qu’elles s’associent et au besoin s’entraident.»

Su excelencia el marqués de Molins, embajador de España, en su contribución al número del periódico titulada Paris-Murcie. 1829-1879 insiste en la rapidez de la reacción de París en 1879, casi inmediata. «La Prensa hace milagros», la información llega en un día mientras que en 1829, cuando tuvo lugar el terremoto de Orihuela y Murcia, fueron necesarias varias semanas.

La información viaja más rápida que las mercancías, aunque es cierto que las frutas y las verduras de Valencia y de Murcia llegan mucho antes a su destino en Francia que en 1829. Los barcos descargan los productos desde Valencia, Alicante, Cartagena, Almería en pocos días en Cette[8], Port-Vendres, Toulon y Marsella. Murcia está unida por tren con Cartagena y Madrid. El ferrocarril va de Madrid a la frontera. Desde 1854, el trazado de vías se desarrolló ampliamente en España, quedando unidas las redes regionales entre ellas. Desde Barcelona salen líneas hacia Francia y hacia Valencia, aunque el tiempo del viaje sigue siendo algo incierto. El tren, por etapas, lleva los productos agrícolas desde el Levante español hacia Francia en algunos días. En la frontera, en Port Bou, el trasbordo de naranjas y de limones desde los vagones españoles a los franceses lo realizan mujeres en algunas horas. Desde allí las mercancías son llevadas a las ciudades del sur de Francia y a París. El trayecto desde la frontera o desde el puerto hasta París, pasando por Lyon, dura dos días e incluso más. Las naranjas llegan así a París y las vendedoras ambulantes empujando sus bellos carritos, vociferan por las calles: « La valence, la belle valence », «Elle est belle, elle est juteuse, mon orange Séville ». Hay naranjas, envueltas en bellos papeles decorados con una gitana, al pie del abeto que son regaladas en Navidad a los niños. Los fardos de tela, de esparto, los toneles y barricas de Málaga o de Jerez llegan a los puertos. Comenta Poitou: «…les idées circulent sur les rails en même temps que les marchandises. », y añade con malicia y mala fe: «Les chemins de fer vont presque aussi vite que les anciennes diligences.»

Sin embargo, hará falta mucho tiempo para que los campesinos murcianos vuelvan a beneficiarse verdaderamente del fruto de su trabajo, cuando la provincia de Murcia había gozado de la reputación de alimentar a media España. ¿Qué les quedaba a los valencianos, a los andaluces y a los murcianos de sus campos, de sus viñedos, sino un terreno fértil para futuras rebeliones?

El Marqués de Molins insiste en la amistad Francia-España, recuperada indudablemente, y en la fraternidad entre los pueblos: «…aujourd’hui cent mille français ont passé la frontière pour visiter les riches mines d’Almeria et les riantes vallées de Murcia, les bois de palmiers et d’orangers d’Alicante; ils y sont allés, non sur l’affût des canons, le fusil sur l’épaule, mais entraînés par la locomotive, le crayon ou la plume à la main. Parce que, de leur côté, autant d’espagnols sont venus en France… Parce qu’il passe plus de monde d’Espagne en France et de France en Espagne dans une semaine que jadis en un an. Parce que la France nous a envoyé l’an passé vingt et un millions de francs de tissus de luxe et de ses merveilles de goût, et nous a demandé quinze millions de fruits et de ces mêmes primeurs qui viennent d’être la proie de flots sur les pittoresques bords du Segura.»

Su firma va acompañada de una afirmación lapidaria: «Il n’y a plus de Pyrénées, la politique l’a dit jadis, la charité le prouve aujourd’hui.»

En realidad, el marqués de Molins es portador de la oportunidad de un acercamiento político y económico entre España y Francia. Los asuntos deben volver a su cauce. Es una ocasión muy interesante para Francia de ganar un aliado frente a la competencia de Alemania. Francia se había puesto por delante de Austria con la fiesta París-Murcia. Pero España va a permanecer muy prudente en todo lo relativo a sus alianzas.         

Otro aspecto importante de esta fiesta es la ostentación de caridad que hace la sociedad dominante, buscando hacerse perdonar su prosperidad frente a la miseria o la mediocridad de las clases más populares, en el campo o en los suburbios obreros de las ciudades. Los fastos mundanos son una ocasión para demostrar la buena conciencia de los más afortunados.

Octave Mirbeau estigmatizó en Le Gaulois estas extrañas fiestas de caridad y denunció «le snobisme éhonté des parasites» y a los «saltimbanques qui battent la grosse caisse sur la peau des victimes.». Maupassant hizo lo mismo, a pesar de sus grandes diferencias sociales y políticas.     

Los ecos de sociedad de los periódicos constituyen así una publicidad encubierta. El papel de la publicidad en la financiación de la fiesta y del periódico es un motor de energía importante para la operación comercial y caritativa. Hay que vender y exportar, hacerlo bien y darlo a conocer. El champán se une a los perfumes, las joyas, la moda, los grandes hoteles parisinos. También los artistas y los escritores, se dejan ver para beneficio propio, en compañía de sus editores.

 

¿Es condenable la solidaridad?

La inundación que asoló a toda una población, las calamidades sufridas por unas personas son explotadas por las cancillerías, la Iglesia, el comercio, el mundo de los negocios y determinada sociedad para su propia gloria. Los literatos y los artistas se aprovechan también. Las víctimas sirven de cómodo instrumento: ¿pueden quejarse? ¿El Espíritu Santo puede, por sí mismo, inspirar la Caridad? ¿La Caridad puede no ser cristiana? Esta obra de caridad, salvo el desvío de fondos, les ha sido muy útil. ¿Se hubiera podido esperar algo mejor?

 

Bibliografía

1.Prensa.

Periódicos parisinos de octubre a diciembre de 1879, especialmente Le Gaulois y Le Gil Blas de noviembre y diciembre. Mirbeau en Le Gaulois, 6, 8, 9 diciembre de 1879.

Paris-Murcie. Journal publié au profit des victimes des inondations d’Espagne par le comité de la Presse française. E. Plon, Paris, numéro unique, décembre 1879, 24 p.

 

2.Bibliografía por consulta directa de las obras y a través de Gallica http://gallica.bnf.fr. 

Antillon, don Isidore. Géographie physique et politique de l’Espagne et du Portugal. Piquet, Kilian, Paris, 1823, 238 p.                                            

Bauquenne, Alain (Octave Mirbeau). L’écuyère. Éditions du Boucher, Société Octave Mirbeau, 2004, 232 p. Inicialmente publicado en 1882 por Paul Ollendorff, Paris.                                                      

Bernard Marius. Autour de la Méditerranée. L’Espagne. Henri Laurens, Paris, 1905, 380 p.                                                          

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Davillier, baron Charles. L’Espagne, Hachette, Paris, 1871, 799 p.

Challamel Augustin. Un été en Espagne. Challamel, Paris, Casimir Monier, Madrid, 1843, 212 p.

Gautier Théophile. Voyage en Espagne. Charpentier, Paris, 1845, 407 p.                       

Godard abbé Léon. L’Espagne. Mame, Tours, 1862, 348 p.                                              Germond De Lavigne A. Itinéraire général de l’Espagne et du Portugal. Hachette, Paris, 1880, 740 p.

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Lafargue Paul. Le droit à la paresse. Allia, Paris, 2003, 77 p.                                       Maupassant Guy de. Chroniques. Anthologie. Librairie générale française, Paris, 2008, 1758 p.                           

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Poitou Eugène. Voyage en Espagne. Alfred Mame, Tours, 1869, 483 p.

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Proust Marcel. A la recherche du temps perdu. Du côté de chez Swann. Bernard Grasset, Paris, 1914, 523 p.                                                                

Proust Marcel. Du côté de chez Swann. Gallimard, folio classique, Paris, 2013, 708 p.                  



[1] Traducción de Juana Castaño Ruiz, Departamento de Filología Francesa, Románica, Italiana y Árabe. Facultad de Letras. Universidad de Murcia.

[2] El restaurante Maison Dorée o Maison d’Or estaba situado en la esquina del boulevard des Italiens con la rue Laffitte. Era un establecimiento muy conocido. La octava y última exposición de los pintores impresionistas tuvo lugar en la Maison Dorée del 15 de mayo al 15 de junio de 1886.

 

[3] Gustave Doré (Estrasburgo, 1832 – París, 1883). Pintor, dibujante y grabador francés, litógrafo y acuafortista, trabaja con grabadores en madera como Pisan, Jonard, Sotain, Pannemaker. Es autor de una obra considerable como ilustrador de libros, con más de 120 volúmenes, entre los que se incluye en 1863 un monumental Don Quichotte, grand In-folio, con 377 ilustraciones realizadas por Pisan a partir de dibujos de Doré y, en 1874, L’Espagne de Davillier, In-folio, con 309 grabados de Pannemaker y otros artesanos según los dibujos del maestro. Artista famoso, fue también pintor y escultor. Viajó por toda Europa, donde visitó España, Inglaterra y Escocia. Las obras de Doré fueron publicadas en su momento en España y todavía hoy se encuentran presentes en numerosos catálogos de las librerias de viejo. En 2014, se realizó una exposición retrospectiva en su honor en el Musée d’Orsay de París.

[4] Octave Mirbeau (Trévières, 1848 – París, 1917). Importante escritor francés de finales del siglo XIX, incluido entre los autores más atrevidos de su tiempo. Novelista, dramaturgo, ensayista, crítico de arte, periodista polémico. Colaboró con Le Gaulois, Le Gil Blas, Le Figaro o L’En dehors, periódico anarquista. Fue admirador o amigo de artistas impresionistas y postimpresionistas: Caillebotte, Monet, Pissarro, Cézanne. Incluso comprador de Van Gogh. Anarquista, anticlerical, y antimilitarista, evolucionó políticamente desde la derecha a la extrema izquierda. Escribió novelas neorrealistas siguiendo a Zola a la vez que era amigo de los poetas simbolistas Verlaine y Mallarmé. Entre sus obras hay que destacar Le Calvaire (1887), Le jardin des supplices (1899), ilustrado por Rodin, Le journal d’une femme de chambre (1900), Dingo (1913); y en el teatro, Les affaires sont les affaires (1903). Sirvió de inspiración a los cineastas Jean Renoir y Luis Buñuel, así como a otros realizadores, con Le journal d’une femme de chambre.

[5] Daniel Vierge (Daniel Urrabieta Ortiz y Vierge) (Madrid, 1858 – Boulogne-sur-Seine, 1904). Pintor, dibujante, ilustrador y acuarelista español formado en la Escuela de Bellas Artes de Madrid por F. de Madrazo, Haes… Se estableció en París donde hizo dibujos de actualidad desde 1870 a 1878 para Le Monde illustré. Se hizo famoso como ilustrador desde 1882 con el dibujo de Don Pablo de Segovia de Quevedo. En 1893 ilustró Don Quichotte; en 1901, Au pays de Don Quichotte de Auguste F. Jaccaci. Desarrolló toda su carrera en París. 

[6] Henry Scott (Le Havre, 1849 – París, 1884). Dibujante y decorador, trabajó en el teatro en Barcelona, en Italia, en París. Colaboró con Chéret y publicó en numerosos periódicos, incluido Le Monde illustré.

[7] Guy de Maupassant (Tourville-sur-Arques, 1850 – París, 1893).  Funcionario y más tarde, importante escritor naturalista, discípulo de Flaubert, coincidió con Zola y Huysmans. Normando y parisino, novelista, autor de numerosas novelas y cuentos (Contes de la bécasse, 1883, Contes et nouvelles, 1885), fue también un gran viajero y periodista de crónicas. Conservador en sus ideas, se dedicó a la literatura a partir de 1879.

[8] Hoy Sète.