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Revista de estudios filológicos
Nº26 Enero 2014 - ISSN 1577-6921
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estudios

EL CUENTO TRADICIONAL AFRICANO ¡ESA MINA INEXPLOTADA!

 

Koffi, Konan Hervé

(Universidad Alassane Ouattara de Bouaké. Costa de Marfil)

konanvecho@voila.fr

 

 

Resumen

En la sociedad tradicional africana, el cuento aparece como una de las herramientas más usadas para la formación a la vida, no solo de los niños, sino de la comunidad entera. Su potencial educativo es innegable, pues dispone de ingentes recursos para moldear el comportamiento social de los asistentes, pacificando así la convivencia. Pero también, es sobre todo un material seguro para educar en el buen uso oral de la lengua, y concretamente en el habla en público.

No obstante, desde hace muchas décadas, este valioso instrumento ha sido relegado a un segundo plano en las clases de lengua del sistema educativo moderno. Por ello, el autor de este trabajo, después de recordar dicho valor educativo y cultural del mencionado género, propone algunas pistas para su explotación didáctica en el aula de clase moderna, en vistas a garantizar el saber – ser del alumnado por una parte, y mejorar la competencia comunicativa oral de los mismos por otra.

 

Palabras-clave: Cuento africano, lengua oral, español como lengua extranjera

 

Abstract

In traditional African societies, tales seem to be one of the most used tools in the life learning process, not only for children but for the whole community. Their educational potential is undeniable, because it has huge resources to shape the social behaviour of participants, thereby creating peace and coexistence. But also, they are safe materials for training in the proper use of oral language, notably when it comes to public speaking.

However, for many decades, these valuable tools have been sidelined in the modern educational system. Therefore, the author of this paper, after having recalled the educational and cultural values of that genre, offers some indications for their didactic exploitation in modern classrooms, in order to ensure the well-being of students on the one hand, and enhance oral communicative competence on the other hand.

 

Key words: African tale, oral language, Spanish as a foreign language

 

Résumé

 

Dans la société traditionnelle africaine, le conte est l’un des outils les plus utilisés dans la formation à la vie, non seulement des enfants, mais de la communaté toute entière. Son potentiel éducatif est indéniable, en ce sens qu’il dispose d’importantes ressources pour dresser les citoyens et modeler les comportements sociaux, pacifiant ainsi la coexistence humaine. Mais le conte est aussi et surtout un moyen sûr pour éduquer la société au bon usage du langage oral, singulièrement en matière de prise de parole en public.

Cependant, depuis plusieurs décennies, ce précieux instrument a été rélegué au second plan dans les classes de langue du système éducatif moderne. C’est pourquoi l’auteur de ce travail, après avoir rappelé la valeur éducative et culturelle dudit genre, en propose quelques pistes d’exploitation didactique en vue de garantir le savoir – être des élèves d’une part, et d’améliorer leur compétence communicative orale d’autre part.

 

Mots-clé: Conte africain, langue orale, espagnol comme langue étrangère

 

INTRODUCCIÓN

El África negra tradicional se ha caracterizado desde tiempos muy remotos por un fuerte imperio de la actividad comunicativa oral frente al escrito. Espacio de cultura oral por excelencia (Ong, 1987), sus pueblos han venido transmitiendo de una generación a otra la mayoría de sus testimonios históricos y sapienciales de modo hablado. Ello no significa que el continente negro siempre se haya determinado por una ausencia total de escritura. De hecho, Vansina (1980) nos enseña que ya desde el siglo XVI, se tenía conocimiento de la grafía en el África occidental, si bien la misma desempeñaba un papel marginal dentro de las relaciones sociales. Es más, numerosos investigadores (Thomas, 1983; Menigoz, 2001; Ntakirutimana, 2006) han demostrado la existencia de diversos sistemas de transcripción en unas y otras zonas del continente a lo largo de los siglos[1]. Con todo ello queremos decir que el carácter oral de la sociedad africana no se debe a una carencia absoluta de alfabeto, sino a una elección deliberada de estos pueblos a fundar la mayor parte de sus intercambios de mensajes en el habla (Cauvin, 1980, citado por Ndiaye, 1999). En efecto, en el África negra tradicional, contrariamente a las sociedades occidentales que abogan por la representación visual del mensaje, las comunidades se decantan por la percepción auditiva del mismo (Lebrun, 1994). Asimismo, vinculan su ser profundo, su saber, su historia, su memoria y su especificidad a la palabra hablada. En estas sociedades, la elocuencia y las artes de la palabra en general, revisten siempre y por doquier, una importancia fundamental. Se valora el “bien decir” (no el mero decir) en las reuniones y las asambleas públicas; y se aprecia a quien sabe exponer sus ideas con claridad, convencer a las masas mediante pruebas que llenan el discurso de sentimientos. En abierto, quien domina el ejercicio de la elocutio suele ganarse el afecto de los demás. 

En este ambiente de oralidad, el cuento popular[2] desempeña un papel primordial en la educación de la sociedad y de los jóvenes en particular. Género tradicional más representativo de la literatura oral (Teneze, 1969; Godin, 2005), el cuento es un arte vivo que establece una relación de complicidad/colaboración entre un narrador experto o no, y un público relativamente numeroso, activo y participativo. Reconocida actividad lúdica y pedagógica, aparece también y sobre todo como un potente medio de enseñanza/aprendizaje lingüístico para unos, y de perfeccionamiento para otros. En los poblados africanos, en efecto, tanto los adultos como los más jóvenes acuden a las diferentes celebraciones de este género para aprender los mecanismos primarios de dominio de la palabra hablada, del intercambio y de la expresión en público.

¡Agradable coincidencia! Lo anterior constituye precisamente uno de los mayores objetivos que se pretende alcanzar en la enseñanza moderna de lenguas extranjeras (LE). En efecto, en las últimas cinco décadas de didáctica lingüística, la organización de la clase de LE tiene como última meta la expresión y la interacción comunicativas. Asimismo, el advenimiento de los enfoques comunicativos consagra el carácter activo y emprendedor del alumnado dentro del aula. Este ya no se contenta con escuchar pasivamente al profesor sino que debe participar suelta y entusiastamente en la creación del conocimiento. Aprender lengua vuelve a consistir por tanto en actuar, en practicar, coincidiendo así con el dicho ya popular según el cual “a hablar se aprende hablando” (Vila, 1993: 221).

Como se ve, el cuento tradicional está en perfecta adecuación con las orientaciones de los currículos y programas de lengua de los sistemas modernos de educación. De ahí, su tratamiento en el aula aparece como una necesidad ya que puede contribuir de forma significativa al desarrollo del conjunto de las destrezas lingüísticas.

Paradójicamente, en el África contemporánea, muy pocos materiales de lengua hacen del cuento un soporte privilegiado de enseñanza. Es más, algunos docentes lo siguen considerando como un material auxiliar, esto es, de segunda (Yoro, 2010:116). En Costa de Marfil en concreto, la cuestión de su explotación pedagógica raramente ha estado al orden del día en los ámbitos escolares; y es que el sistema educativo a nivel de la enseñanza primaria y secundaria no se acuerda en integrarlo como medio de educación plenamente válido, y darle su merecido espacio. Si bien algunos textos de cuento se proponen de modo episódico en las clases de francés o de LE, el objetivo suele radicar en el mero dominio de las técnicas de análisis, de explicación y de comentario de texto (Anoha, 2010), no en la comprensión de los mecanismos de intercambio lingüístico y de expresión, tan importantes para la formación y realización de un niño. Tampoco se ofrece una metodología rigurosa para la explotación eficiente del mismo.

Con el presente estudio se pretende responder a estas preocupaciones: ofrecer algunas pistas de explotación de este rico patrimonio a nivel motivacional, cultural, pedagógico y sobre todo lingüístico. Sobre el último aspecto mencionado, si bien muchos trabajos coinciden en que el cuento puede servir para desarrollar todas las destrezas lingüísticas (Juárez Morena, 1997; De la Torre y García Oliva, 1997; Moreno Muñoz y Valverde Caravaca, 2004; Caballero y Larrañaga, 2006), aquí haremos un especial hincapié en el fenómeno oral, ámbito originario de emergencia de dicho género.

Para ello, se articulará el artículo en torno a dos ejes: el primero destaca las principales condiciones de enunciación del cuento tradicional africano, sus funciones y los ingentes recursos artísticos de los que dispone para afinar los comportamientos sociales. En el segundo, se propondrán algunas pistas de tratamiento de dicho recurso, con miras a reforzar la competencia comunicativa oral de los alumnos del sistema moderno de educación.

 

I.    CARACTERÍSTICAS Y FUNCIONES DEL CUENTO TRADICIONAL

 

La historia profunda del Hombre se confunde con la de los cuentos. En efecto, como dice Roland Barthes, citado por Sene (2010), los relatos comienzan con la propia existencia de la humanidad, pues nunca ha habido ningún pueblo al que no le haya acompañado la narración. Asimismo, siendo el continente africano la cuna de la existencia humana, Godin (op.cit:10)  deduce con lógica que también es “la cuna de los cuentos de tradición oral”. Asumiendo esta responsabilidad, los pueblos concernidos han venido conservando con devoción y cuidando orgullosamente el cuento, haciendo de él el género oral más representativo de su cultura. En esta primera parte de nuestro estudio, nos dedicamos a describir algunos de sus aspectos fundamentales en dicha tradición.

 

I.    1. Algunas características del cuento tradicional africano

 

El cuento tradicional africano es específico: sus características lo distinguen, no solo de cualquier otro género oral, sino también de todos los cuentos procedentes de cualquier otra parte del mundo. A continuación señalamos algunas de ellas, en referencia con el tiempo, el espacio y las condiciones de emisión.

 

I.    1. 1. El momento del cuento

 

En el África tradicional, las sesiones de cuento tienen la particularidad de realizarse por la noche; es una institución sabida de todos. Tras ponerse el sol, es decir, a la vuelta de los pueblerinos de sus actividades diurnas, dichas sesiones se organizan, tal un mecimiento que libera al alma y la prepara para el descanso merecido, el sueño nocturno. Según los especialistas, varios motivos justifican esta opción por contar en periodo nocturno en la tradición.

El día pertenecería al ámbito de la lucidez, de la realidad social y del Poder. Es el momento de concreción y cumplimiento de las normas establecidas; y los discursos pronunciados en pleno día han de reflejar o someterse a estos criterios. De ahí, tales discursos se deben realizar bajo el control o con el consentimiento de la autoridad. En este contexto, siendo el cuento una actividad que pretende escapar del control de la autoridad y trascender la  jerarquía social; es decir, que supera las obligaciones y restricciones relacionadas con la clase social, la edad o el género, no casa con el periodo diurno. Por eso se lo relega a un tiempo virtual u opuesto, la noche. Esta se percibe como alejada de las miradas devastadoras y alertas de los dirigentes; por lo que cualquier miembro de la comunidad puede dar rienda suelta a sus deseos e intenciones discursivas, aunque siempre en el respeto del otro. En abierto, la oscuridad es el símbolo opuesto al ejercicio del Poder y un mundo compensatorio al reino del día. Nos sustrae de la mirada inquisidora de la Autoridad y proporciona un espacio privilegiado para descargar las tensiones.

Además, la noche se percibe en la tradición como un periodo de perfecta comunión entre el mundo de los vivos y él de los espíritus sobrenaturales e invisibles que nos rodean (los ancestros, los dioses, etc.). De ahí, contar en ese momento no es sólo divertir a los habitantes visibles de un pueblo, sino también a los seres incorpóreos que descansan en el cosmos y lo vigilan. En estas condiciones, narrar un cuento en pleno día viene a significar hacer caso omiso de estos factores, y por tanto, a irritar a los dioses; lo cual puede atraer muchas desgracias, tanto al propio infractor, a sus seres más queridos como a la comunidad entera.

Otro de los argumentos más evocados es que la noche es propicia al ensueño y a la imaginación creativa, ya que el espíritu humano está más libre y despejado después de los quehaceres diurnos. Se entiende por lo mismo que es el momento adecuado para la inspiración óptima de un narrador. Además, el reino de la oscuridad, apunta Calame Griaule (1970), está vinculado con el carácter enigmático de la literatura oral. Por tanto, plantear enigmas y descifrarlos – como se suele hacer en la mayoría de los cuentos – contribuye a sacar la verdad de su escondite tenebroso y nebuloso.

Pero también, observando con un ojo más crítico y pragmático, nos damos cuenta de que la principal causa que se oculta tras la obligación de contar de noche es más bien de índole económica. En efecto, dado el carácter entretenido y ameno de los cuentos, el motivo inconfesado es que pueden despistar a los jóvenes e impedirles que realicen sus quehaceres diarios. Con ello se quiere decir que el cuento diurno, como origen de pereza y distracción, puede causar insuficiencia alimentaria, hambruna o pobreza en la familia. 

 

I.    1. 2. El espacio de enunciación

 

Es sabido de todos que la educación tradicional africana, en general, no se desarrolla en ninguna aula fija, sino por doquier (Moumouni, 1998). Nos referimos con esto a la formación corriente y al alcance de todos. Sin embargo, la enunciación de algunos discursos específicos de la oralidad, tales como los géneros sagrados, se suele llevar a cabo en sitios concretos de acuerdo con el tipo de ceremonia, y bien conocidos de los iniciados[3].

En el caso del cuento, aunque considerado como una narración profana, responde a unas normas especiales, entre otras, el lugar. Del mismo modo que no se debe contar en pleno día, también se desaconseja su enunciación en medio de la sabana o del campo, donde precisa dedicarse plenamente a la labor económica en vista de la supervivencia de la familia y de la comunidad. Además, como ya se ha indicado, el éxito del cuento implica la asistencia de un público numeroso y capaz de participar activamente.  

Por todo ello, el lugar de realización del cuento suele ser dentro del pueblo, en un espacio lo suficientemente amplio como para que todo el mundo pueda percibir al narrador en todos los ángulos: una casa amplia, un sitio arenoso en el patio, o la plaza pública según el carácter de la celebración. De hecho, en la primera edad, los niños escuchan los relatos en el recinto familiar, junto a los abuelos y sobre todo a las madres, primeras educadoras de la prole. El patio privado aparece como el terreno de los discursos reservados a un grupo restringido concreto, la familia. En este caso, el cuento es un discurso de transición que vehicula las preocupaciones privadas. En cambio, en la plaza pública, nos confrontamos con lo institucional, y se descubren las realidades del mundo exterior.

De pie o sentados en esteras, taburetes, sillas, o en la propia arena – caso de los niños –, los auditores se extasían ante los prodigios de los narradores, sus modelos. Formando un público semicircular, pueden ver, oír e incluso tocar al cuentista; pues es un momento de perfecta comunión que pone a contribución la gran mayoría de los sentidos humanos para permitir el mayor disfrute posible. Ahora, ¿cuáles son las finalidades asignadas al cuento? 

 

I. 2.  Funciones del cuento tradicional

 

Al conjunto de los relatos  de la literatura oral que encontramos en África se le atribuye una variedad de funciones según los especialistas. Chevrier (2005), por ejemplo, les asigna cinco: la función lúdica, la función pedagógica, la función iniciática, la función fantasmática y la función ideológica o política.

Sin embargo, para los intereses del presente trabajo, nos basaremos en la clasificación realizada por el ya citado N’da. Esto nos lleva a insistir en tres funciones principales del cuento en las sociedades africanas: la función lúdica, la función pedagógica y la función lingüística.

 

I. 2. 1. La función lúdica

La función primera que se suele atribuir al cuento y que tiende a hundir a las demás, es sin duda la función lúdica. No es un secreto para nadie: la mayoría de los relatos de tradición oral tienen una reconocida función de diversión y de entretenimiento. Esto vale tanto para el cuento como para las adivinanzas, los cantos, las epopeyas, etc. que responden a una de las necesidades fundamentales del Hombre que consiste en contar y escuchar relatos.

Asimismo, tal y como se practica en las zonas rurales africanas, en general muy alejadas de las aglomeraciones, el cuento se erige en un verdadero juego oral o pasatiempo que, en medio del placer y del deleite, se convierte en un potente factor de euforia y efervescencia, a imagen de los grandes partidos del deporte moderno. La sesión de cuento es en efecto un momento de disfrute que cada cual procura hacer lo más agradable posible: por una parte, el modo de narrar, de estructurar el relato, las entonaciones de la voz, los procedimientos cómicos,  las carcajadas, los cantos, etc. todo concurre a la creación de un clima de entretenimiento. El cuentista busca los efectos, embellece los hechos, amplifica los elementos del relato, se repite, hace comparaciones, alusiones directas, usa hipérbolas, provoca la risa a su antojo, etc. Por otro lado, la asistencia se divierte junto a él, no solo participando en la total realización de los efectos transmitidos por el narrador, sino asumiendo en su cuerpo y alma, el despertar de las diversas sensaciones y emociones provocadas en medio de la excitación, del éxtasis y del alborozo. En suma, toda la sesión se desarrolla como una acción oral que da lugar a la diversión colectiva. No en vano autores como Juan Goytisolo (2001: 1) califican este género como un “espectáculo dirigido a la totalidad de nuestros sentidos”, pues tanto el oído como la vista y el tacto disfrutan. Practicado por lo general sin ánimo de lucro, el cuento conlleva el disfrute total, tanto en la asistencia como en el propio cuentista.  

Generalmente en muchas aldeas africanas, sin libros ni cine, y muchas veces sin radio ni tele, lo normal es que la gente se invente cantos e historias para la diversión, inherente a su existencia. Con su carácter maravilloso, cómico y ficticio, el cuento sirve de medio para evadirse un tanto de las presiones y angustias vivenciales, y reconstruirse un nuevo mundo, más agradable y habitable, aunque efímero y virtual.

Justamente por este aspecto deleitable, muchos observadores lo han clasificado en la categoría de actividades ociosas y desprovistas de seriedad; esto es, faltas de recursos susceptibles de desarrollar la inteligencia humana y la madurez mental. Asimismo, hablando de las sesiones, Golberry (1802), citado por Tououi Bi (2008: 22-23), pudo afirmar que los africanos dedicaban su tiempo a la distracción, por lo que no lograban crecer mentalmente. En palabras suyas, en efecto,

 

Des coteries de nègres passent des journées entières à fumer, à jouer, mais surtout à faire des contes et des histoires […] car les contes les plus absurdes, les histoires les plus mensongères sont le souverain délice et le plus grand amusement de ces hommes qui parviennent à la vieillesse sans être sortis de l’enfance.

 

     Efectivamente, conscientes de dicho carácter ocioso, los propios africanos, mediante una cierta pedagogía del miedo, suelen desaconsejar su práctica en periodo diurno. Esta medida de prudencia, como ya se mencionó, permite evitar que las poblaciones se pasen el tiempo disfrutando en vez de realizar las labores que les incumben. Como se ve, la prohibición de contar en pleno día aparece como una disuasión y protección contra la instalación de la pereza.

Sin embargo, este carácter gozoso no impide que el cuento tenga una dimensión pedagógica, seria y formativa. De hecho, los propios analistas, tan críticos en el pasado, han venido abandonando sus prejuicios, para reconocer en la actualidad que este género no es solo diversión. Es un juego, pero un juego en el que cuentista y auditorio se instruyen y se educan mutuamente. A ojos vistas, el cuento tiene una importante función educativa. A ello nos dedicamos en las siguientes líneas. 

 

I. 2. 2. Función didáctica

 

El alcance educativo de la tradición oral en general y del cuento en concreto, es incontestable, pues desempeñan un papel vital en la transmisión de los conocimientos y de los valores sociales. Todo cuento es más o menos una iniciación didáctica, tiene siempre algo que enseñarnos, no solo sobre el funcionamiento de la sociedad en la que vivimos – o referida por el relato –, sino también sobre nosotros mismos. Contrariamente a la cultura moderna en la cual el saber se deposita en los libros, en las sociedades de tradición oral la sabiduría y el conocimiento se alcanzan en las sesiones de cuento, las máximas, los proverbios, etc. La historia de un pueblo, así como la sociología, la educación cívica y moral, la geografía, la lengua, etc. son algunas de las numerosas disciplinas objeto de enseñanza mediante esta estrategia. En este contexto, el cuento como relato popular –siempre anónimo –, se cataloga muy a menudo como una palabra viva que procede de los ancestros. De ahí, aparece como “un mensaje del pasado, transmitido al futuro mediante el presente” (Godin, op.cit:22). Irradiado de boca en boca a lo largo de los siglos, se erige asimismo en una verdadera pedagogía oral, para desempeñar un papel a la vez formativo y moralizador. Por una parte, permite a las poblaciones y particularmente a los niños adquirir conocimientos sobre su medio ambiente y entorno social; y por otra, sirve para enseñarles a sancionar al malo y a recompensar al bueno.

 En estas comunidades siempre preocupadas por mantener la armonía social en detrimento de la elevación individual, este género, gracias a sus enseñanzas, sus consejos, sus recomendaciones y moralejas, viene a cumplir una capital función reguladora en materia de depuración de las tensiones sociales. Constituye un perfecto vector de concienciación.

Es más, si el ciudadano de a pie ha de actuar según las normas contributivas al orden comunitario, los jefes y las autoridades tampoco se pueden permitir desviaciones o injusticias debido a su rango. Asimismo, aunque el mensaje narrativo no se dirija a ellos de modo explícito, las consecuencias de los actos de los animales, espíritus sobrenaturales y todo tipo de personajes que se suceden en el relato, les vienen a recordar que su posición privilegiada no les concede libertad de errar intencionadamente, ni admite los abusos de poder, ni injusticias, ni tentaciones destructoras. Como se puede ver, gracias al cuento nos percatamos de que nadie está por encima de la norma; y que la transgresión de la ética social puede tener consecuencias nefastas insospechables tanto a nivel individual como colectivo. Es sin duda el género tradicional que con mayor criticismo pinta la realidad, aunque con una gran sutileza. Siempre pone a la asistencia ante su responsabilidad, descubriéndole la diferencia entre lo permitido y lo prohibido. A ojos vistas, el cuento es un medio predilecto de representación de todos los problemas sociales que vive la comunidad; con lo cual su función didáctica es innegable.

A estas dos funciones – lúdica y educativa – que se acaban de mencionar, se añade una tercera que, aunque fundamental, a veces se ha tendido a olvidar o a descuidar entre los especialistas. Se trata de la función lingüística.

 

I.    2. 3. Función lingüística

 

 El cuento africano es ante todo una manifestación de la sociedad tradicional en la cual se privilegia la comunicación oral. Es un juego oral practicado entre artistas y aprendices de la palabra. Como tal, obedece a las técnicas y normas de la expresión oral, o sea, “del empleo eficaz y productivo de la palabra” (N’da, 1984: 22-23). Clasificado “palabra profana”, contrariamente al mito por ejemplo – de la categoría de la palabra sagrada –, el cuento es un género asequible a todos los grupos sociales, siendo libre su práctica en los momentos acordados.

Tiene un interés y una importancia capitales en la formación en el arte de la oratoria. La técnica y el saber-hacer del cuentista constituyen un aliciente incontestable para desarrollar en los auditores – los niños en particular – el gusto y el placer de manejar la palabra al igual que él. Para cumplir con esta doble misión de modelo e incitador al uso de la lengua, el narrador se vale de una amplia gama de estrategias relacionadas con su arte: ser creativo, dar al relato un sello personal para hacerlo original, saber tener al público en vilo, etc. En efecto, se reconoce al buen cuentista por su capacidad a hacer vibrar a la asistencia, esto es, a sorprenderla, a epatarla, a prenderla. Para ello, debe aprovechar todos los recursos lingüísticos de los que dispone: el estilo directo o indirecto, la musicalidad o melodía de las palabras, el tono de voz, las expresiones de la faz, los movimientos de la mano y del cuerpo, las miradas, las pausas espontáneas, etc. Como vemos, consciente del carácter vivo del cuento, el narrador se sirve de todos los componentes de la lengua, esto es, tanto de la palabra viva en sí como de la prosodia, la gestualidad, el silencio. Gran observador de los fenómenos de la vida y excelso en el manejo del verbo, el buen cuentista ha de poder emocionar y entretener a los asistentes a lo largo de todo el relato. Y es que una narración acertada es aquella en la cual la variedad de los efectos expresivos, los silencios, los susurros, las exclamaciones de sorpresa, la aceleración o ralentización del ritmo, el cambio de entonación o de voz según los personajes, etc., se erigen en un auténtico espectáculo digno de conmover a cualquier auditorio. La improvisación, el suspense, el humor y el buen decir, la escenificación, las onomatopeyas, etc.; todo está permitido para seducir. Por todo ello, muchos estudiosos reconocen en el cuento una función estética. Según Belpasi (1994), por ejemplo, estamos frente a una escuela estilística que contribuye a mantener el tesoro de la lengua en su estado más puro. El cuento enriquece el pensamiento y el habla, estimula la creatividad y desarrolla la elocuencia. En suma, perfecciona la expresión, y por tanto, la habilidad comunicativa.

A todas luces, saber contar es saber actuar con excelencia comunicativa, de tal forma que la escena sea viva para maravillar al público quien, finalmente, termina imaginándose realmente la situación, pegando sus propias imágenes mentales a las palabras pronunciadas por el narrador.

Además de los recursos lingüísticos, estilísticos y comunicativos, el buen cuentista sabe sacar partido de todos los géneros orales que integran el relato. Asimismo, tanto al principio, en medio como al final, el cuento está repleto de proverbios, de cantos, de enigmas a descifrar, de adivinanzas, de bailes, de teatro, de poesía, etc. Estos no son meros elementos ornamentales que se insertan en el relato por placer, sino partes plenamente constitutivas del cuento, al conferirle un real estatus de actividad inclusiva y completa. Con razón N’da  (op.cit:23) lo califica de  literatura total”.

Como observamos, el cuento es una inequívoca fuente de inspiración y de aprendizaje lingüístico, dado que el conjunto de los citados géneros y estrategias comunicativas impresiona al asistente, quien, a su vez, querrá imitar al cuentista en el bien decir.

 Conforme con la pedagogía africana basada en la trilogía “silencio, escucha e imitación” (Amoa, 2006), los jóvenes se pasan un primer tiempo aprendiendo, y luego toman las riendas de las sesiones para decir sus propios cuentos. Así se van perfeccionando paulatinamente tanto en la adquisición y transmisión de los valores morales y sociales como en el arte de la palabra. En suma, según van creciendo, los niños participan gradualmente en sesiones familiares, luego públicas y finalmente, según sus competencias de oradores, podrán ejercer en calidad de cuentistas expertos. Pero también, su capacidad oradora les podrá conceder grandes cargos sociales a imagen de los mediadores o jefes comunitarios.

Como mencionamos arriba, tradicionalmente la vida social ordinaria está regida por una serie de normas según las cuales el pleno ejercicio del poder se reserva a la autoridad[4]. En este contexto, siendo el uso de la palabra social un poder en África, su uso no puede ser atributo de cualquiera, en cualquier sitio. Lógicamente, esta organización represora de la libertad de expresión provocará frustraciones diversas.

A nivel educativo, también se acusa al África negra tradicional de favorecer un clima de miedo y la pasividad en los aprendices. En su funcionamiento habitual, la enseñanza se suele organizar en torno a lo sagrado, con su corolario de prohibiciones y mistificaciones; lo cual no siempre favorece el espíritu crítico y de iniciativa (Mungala, 1982; Moumouni, 1998).  

Pues bien, el cuento tradicional se impone como lugar privilegiado de compensación discursiva, destacándose como una plataforma en la que se olvida todo tipo de formalismos y de tensiones. Mientras la sociedad ordinaria proclama la jerarquía de autoridad en cuanto a la toma de la palabra (Derive, 1987), el cuento se plantea como un mundo aparte. Gracias a sus diversas funciones, contar es a la vez lúdico e instructivo. En un ambiente entretenido, agradable y de libre expresión, se instaura una realidad igualitaria entre los participantes; disolviéndose así las fronteras sociales entre jóvenes y mayores, entre varones y mujeres, etc.; de ahí que cada uno tenga el derecho a la palabra a su antojo. El conocimiento y la palabra se vuelven patrimonio público y las intervenciones se realizan a voluntad, pues este género nunca se realiza ante una audiencia pasiva. Al contrario, el carácter activo de esta es el que le asegura el éxito. Asimismo, las intervenciones pueden tomar formas distintas. Primero cada sesión es una oportunidad dorada que se brinda a la audiencia en general y a los niños en concreto para contar sus propios cuentos; con lo cual irán ganando autonomía paulatina con el paso del tiempo. Luego, es una ocasión para plantear casos concretos cuya resolución precisará de la inteligencia, el espíritu crítico, la colaboración, la refutación de ideas, etc. Comprendemos con esto que contar es un arte práctico que se aprende: aprendemos a callar, a escuchar, a expresarnos, a hacer gestos, a participar, a interactuar, etc., en suma, a saber comunicar oralmente.  A raíz de todo lo anterior, debemos reconocer que el cuento es una de las mejores escuelas tradicionales de formación al arte de la palabra.

 Después de poner a descubierto tan ingentes riquezas en materia de enseñanza/aprendizaje de lengua oral, ¿cómo podríamos sacar provecho del cuento en los sistemas educativos modernos?

 

II. ALGUNAS PISTAS DE EXPLOTACIÓN

 

  El análisis anterior de las condiciones de enunciación y funciones del cuento tradicional revela con claridad que se trata de una actividad plenamente digna de ser estudiada en las clases modernas de enseñanza de lengua. La inmensidad de su potencial educativo indica que se puede abordar desde varias perspectivas. Pero en este apartado, queremos insistir particularmente en las ventajas que presenta a nivel motivacional para el alumnado, y en las posibilidades de sacarle el mejor partido en los aspectos didáctico y comunicativo.

 

II.  1. A nivel motivacional

 

El cuento puede tener manifestaciones muy diversas en el escenario escolar, si bien la supuesta ausencia de seriedad plena en él ha llevado muy a menudo a limitarlo a un carácter meramente lúdico.  En el aula de lengua, además de ser una actividad de entretenimiento, la mayoría de los educadores lo utilizan en las primeras edades para cubrir objetivos como la coordinación, el trabajo en grupo, el desarrollo cognitivo, etc.

En este sentido, no se puede negar el carácter divertido del cuento. Sí, es un juego y puede entrar en la clase como tal. Género oral y fundamentalmente emparentado con el teatro, necesita de una participación activa del conjunto de alumnos que se constituyen en auditorio (González Gil, 1986). Este tipo de ejercicio es plenamente favorecedor de la motivación discente, al reducir el miedo, una de las principales causas de fracaso a la hora de hablar en público. Al realizarse las conversaciones de modo horizontal, la colaboración entre compañeros de clase se efectúa en un ambiente distendido y relajado.  Asimismo, el aprendiente se siente en un clima propicio para su realización. Además, los cantos, las pausas, las imitaciones, las onomatopeyas y todo el espectáculo que supone la actuación, constituyen todo un banco de elementos inspiradores y estimuladores de la curiosidad discente. Este carácter entretenido y lúdico del cuento se puede enfatizar en clases bajas (preescolar y primeros años de primaria) para motivar a los niños, los cuales aprenderán sin darse cuenta del paso del tiempo.

Pero en clases más avanzadas (secundaria y superior), las actividades podrán organizarse en diferentes categorías de grupos para favorecer la emulación. En este aspecto, Ntakirutimana (2006) nos recuerda que en muchos pueblos africanos, los cuentos no se limitan a la narración de la historia. Muy a menudo, el cuentista plantea una pregunta referente al contenido o parte, un enigma, o un caso práctico, provocando así el debate entre todos. Para resolverlos, se invita por turno a los miembros del auditorio a dar su opinión. De ahí, se instaura un intercambio con miras a encontrar un consenso, en caso de desacuerdo. Si bien en la mayoría de los casos el narrador concluye dando la respuesta, hay situaciones en las que las diferentes partes del público han de llegar a dicho consenso por sí mismos. Citando a Bascom (1975), el mencionado autor nos dice en efecto que “no solution is suggested. Each of the audience must give his views and an ad hoc solution is accepted at each telling depending on the consensus of opinion of those present and the weight of the arguments advanced” (sp).

Este tipo de actividades que concretan el aprendizaje cooperativo y el debate, también son muy motivadoras; y se pueden suscitar con alumnos de niveles de lengua más avanzados. En estas etapas, le corresponde al docente explicar a los alumnos que no se trata ya de un simple juego para distraer, sino de una actividad seria que une lo útil a lo agradable. En efecto, nos consta que dichos ejercicios entran de lleno en el marco de las tareas socio-constructivistas y constructivistas que subyacen las metodologías de enseñanza de las últimas décadas en el mundo. 

     Como actividad colectiva, el cuento puede resolver gran parte de los problemas docentes en clase de lengua en África, donde la masificación de las aulas es todavía la regla. El cuento no rechaza a nadie. Al contrario, y como ya mencionamos, el gran número de oyentes, en vez de constituir un estorbo para el buen desarrollo del programa, se verá con buenos ojos pues la participación masiva es un requisito preponderante para el éxito de la actividad. Asimismo, todos aprenden con mayor gusto y entusiasmo en grupo que individualmente.

 

III.        2. A nivel cultural

 

El cuento es, sin lugar a dudas, una de las mejores plataformas para dar a conocer la dimensión cultural de los pueblos, que sean propios o ajenos. Incorpora aspectos que, si bien no son estrictamente lingüísticos, no solo tienen relación directa con la lengua en su proyección comunicativa, sino que también permiten al alumno el acceso a realidades nuevas (PCIC, 2006).

Asimismo, en la clase de ELE en África, se pueden describir mediante el cuento características como la geográfica, la política, la económica, etc. de los países hispanos. Por ejemplo, tener ingenio para describir y transmitir la cuan idílica sensación que uno tiene al contemplar la espléndida ciudad de Granada desde lo alto del palacio de la Alhambra; hablar de las áridas tierras castellanas con inspiración y pasión quijotescas, o del Macchu Picchu peruano como si lo estuviésemos viviendo, es siempre un factor de motivación añadida para el aprendizaje del español. Al conseguir que los oyentes “vivan” lo que se está narrando, el orador hace viajar así la mente y la imaginación de la audiencia en el espacio y en el tiempo.

Pero también, el cuentista debe poder conectar con la experiencia vital de su público. Asimismo, con alumnos africanos, abordar lugares comunes como la selva tropical y describir la frondosidad de sus gigantescos árboles, el canto de las cigüeñas y ¡ese aire puro y natural!; o las playas vírgenes de Assinie en Costa de Marfil, la isla senegalesa de Gorée y la densidad de su patrimonio histórico, etc. son estrategias que no solo acercan el idioma al vivir diario del alumno, sino que también hacen más concreto su estudio. Poder comentar todos estos aspectos en la lengua meta hace que el alumno no la vea como una sustancia abstracta.

Como notamos, la descripción geográfica constituye uno de los mejores métodos de referencia a la cultura, si el narrador sabe conmover. Y en ello, tanto el mundo hispánico como el propio entorno natural del alumno africano disponen de infinidad de sitios de referencia y de ensueño. Le corresponde al docente tener la competencia narrativa necesaria para transportar a esos discentes en el cosmos imaginario y contagiarlos de entusiasmo hacia la LE  mediante su contar.

La narración de un cuento sirve para recalcar también otros aspectos como  el modo de vida, la identidad colectiva, la organización social, las relaciones personales, las creencias, los valores, las representaciones sociales, etc. El conocimiento de estos referentes culturales nos parece de suma importancia, pues no solo instruye al discente sobre cómo viven y piensan otros pueblos, sino que también le predispone a comprender al otro y a adoptar una actitud intercultural hacia él.

 

II. 3. A nivel lingüístico y comunicativo

 

A nivel lingüístico y comunicativo, la gama de actividades que se realizan hoy en día en clase de lengua mediante el cuento es de muy diversa índole. Las tareas se suelen llevar a cabo con arreglo a los intereses y objetivos fijados. Muchos investigadores y profesores han insistido en el papel de este género en la enseñanza/aprendizaje de habilidades como la lectura y la escritura (Davó Sarrión et al., 2012). En lo que nos concierne, queremos hacer especial hincapié en la dimensión hablada en el estudio de esta herramienta. El cuento es, en efecto, una actividad que brota del mundo de la oralidad por naturaleza. Por lo tanto, toda su estética descansa en el conjunto de las técnicas de expresión relacionadas con la misma. Asimismo, narrar un cuento es producir espectáculo, cantar, realizar gritos imitativos, etc. y sobre todo favorecer la participación dinámica del auditorio. En abierto, contar es una acción, o sea una “representación teatral” con  todos los elementos que ello supone. Como vemos, es un arte vivo que solo un auténtico contexto oral puede representar en su dimensión plena. Por ello discrepamos con Davó Sarrión et al. (op.cit: 131), quienes afirman que “contar un cuento es lo mismo que leerlo”. Hoy en día, muchos docentes se acostumbran a leer cuentos escritos durante la clase de lengua. Si bien esta estrategia puede tener algún efecto relativamente motivador en los aprendientes, debemos reconocer que viene a despojarlo de los mencionados atributos que tanto le confieren sabor y vida. La escritura y la lectura no pueden reproducir estas características inherentes a la oralidad. Como bien nos recuerda Ballenato Prieto (2010: 44)  hablando de la elocuencia, “las palabras en sí mismas no son elocuentes. No podemos limitarnos a leer el discurso sin más”. Para este experto español de la oratoria, la elocuencia depende de la forma en que nos expresamos, de nuestra entonación, nuestra figura, y nuestros gestos, etc. por lo que leer un relato inicialmente previsto para ser dicho, sería como  desnaturalizarlo, alterarlo  o transfigurarlo, al no poder restituir todos sus aspectos emotivos.

Dicho esto, si acordamos dar prioridad al aspecto oral en el estudio de este género, varias posibilidades se nos ofrecen entonces en cuanto a actividades. No olvidaremos las tareas tradicionales consistentes a repasar las reglas de uso de tiempos verbales como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto, cuya diferencia suele ser fundamentalmente aspectual – acción acabada /acción en curso, acción que ocurre una sola vez/ acción repetida en el pasado, narración / descripción, etc. –.

Se recordarán siempre las fórmulas de inicio y de desenlace del relato, que suelen existir en las diferentes lenguas africanas. Constituyen una evidente estrategia para poner al público en condiciones de atención máxima para la escucha por una parte, y de descongestión por otra. En este contexto, al profesor de ELE no le debería costar mucho trabajo explicar las expresiones “Érase una vez” del inicio y “colorín colorado, este cuento se ha acabado” del final. Sin embargo, sería recomendable no insistir en ellas en edades más avanzadas, pues los alumnos las pueden empezar a considerar como unos artilugios demasiado infantiles.

Al final de la narración, parece conveniente organizar sesiones de expresión libre con vistas a recoger comentarios personales en referencia a tal o cual aspecto del contenido. También puede tratarse de resolver un caso polémico que oponga diferentes grupos de alumnos. Controlaremos, asimismo, el espíritu crítico, y sobre todo la capacidad argumentativa de nuestros aprendices.

También, en toda discreción, el docente podrá evaluar el “saber hablar” de los mismos en la lengua meta (Briz, 2008)[5]. En ese momento de pasión y de éxtasis verbal, se procurará apuntar los posibles errores para corregirlos al final del debate; lo cual no solo evitaría las interrupciones intempestivas – generalmente fuentes de frustración para el alumnado – sino que también ayudaría a la soltura comunicativa.

Si el relato es un documento sonoro que se escucha, podrá entregarse una versión en formato escrito a los aprendientes con huecos. De ahí, irán rellenando las partes vacías conforme con la audición. Dicha actividad precisará de una gran atención para poder superar con perfección las dificultades.

Pero una de las fases más beneficiosas del tratamiento del cuento debería ser la restitución del mismo después de la escucha.  No solo permitirá averiguar la capacidad de retención y memorización de los alumnos, sino también su aptitud para crear emoción en los demás, para entretener a un público y teatralizar un relato. En este aspecto, podríamos hacer hincapié en una de las grandes olvidadas en la enseñanza de español como lengua extranjera: la comunicación no verbal, sobre todo en su dimensión supra-segmental (Cortés Moreno, 2002). Nos referimos con ello a la kinésica, la proxémica y la cronémica, pero también al paralenguaje, al ritmo, al silencio y a la pausa. En efecto, el cuento surge como una oportunidad única para desarrollar estas dimensiones lingüísticas y culturales en clase, mediante la práctica.

Para alcanzar todos estos objetivos, el propio profesor ha de poder inspirar al dicente y contagiarle de entusiasmo para hablar. Debe ser un modelo de orador a imitar. Se sabe que  uno de los problemas que hundieron el método directo en su tiempo y que ahora puede dificultar la puesta en práctica del enfoque comunicativo, radica en la baja competencia comunicativa del profesor no nativo, en comparación con el nativo. “Si no ha vivido durante un período suficiente de tiempo inmerso en la cultura de la L2 que enseña, nunca acaba de pisar terreno firme: se pasa la vida aprendiendo lo que enseña, con la sensación de permanente inseguridad y complejo de inferioridad con respecto al profesor nativo” (Martín Martín, 1999:435). De ahí que nuestra última recomendación consista en que el docente refuerce su nivel en la lengua que enseña para que, en actividades como las que se han evocado en estas líneas, pueda adquirir la espontaneidad y las palabras adecuadas con miras a  suscitar admiración e interés constante en los alumnos.

 

CONCLUSIONES

 

¿Cómo se puede estar en un universo de la oralidad, en el que el cuento desempeña un papel tan primordial en el proceso de adquisición del lenguaje, y no tenerlo en cuenta en la formación de los jóvenes?  Toda la riqueza cultural y lingüística que ofrece el cuento tradicional se había dejado de lado en los procesos de enseñanza lingüística en las escuelas africanas. Nos consta que llegó el momento  de recuperar dicha riqueza, pues es evidente que puede ser de una utilidad insospechada.

Si en África los niños no suelen hablar en público en el contexto tradicional formal, es porque se considera que no tienen los recursos necesarios para satisfacer a las condiciones del bien hablar. Se teme, asimismo, que pronuncien palabras o expresiones mal inspiradas; lo cual no solo deshonraría a la familia, sino que también molestaría o agrediría al huésped. Pero el cuento, como plataforma de libertad de expresión y de aprendizaje para todos, se plantea como un laboratorio de formación en el decir en público.  Por su propia naturaleza y su estatus social de relato popular abierto a todos, escapa de la censura establecida por la autoridad. Como discurso popular por excelencia, permite disponer de un sitio ideal de compensación discursiva, a todos aquellos a los que la sociedad oprime o martiriza mediante las estrictas reglamentaciones acerca de la toma de palabra. De ahí que los errores inesperados en cuanto a niños se puedan tolerar, al considerar que están en proceso de formación. De este modo, con la práctica constante, estos irán perfeccionándose para ser luego oradores confirmados.  

Todas las riquezas que en estas líneas se han destacado, y las ingentes posibilidades de explotación que ofrece el cuento, tanto desde el punto de vista cultural, didáctico como lingüístico, son el signo de que este género se merece un sitio mucho más honrado del que goza actualmente en los sistemas escolares en general, y en África en concreto. En efecto, a nuestro parecer, una de las peores cosas que le hayan ocurrido a África es la pérdida del hilo de su propio relato, o sea, de su propia historia, que ha pasado a ser narrada por otros pueblos.

En definitiva, el cuento es un potente medio de aprendizaje lingüístico: sirve para aprender vocabulario, aprender a hablar en público, etc. Además, el lugar de realización es el sitio del compartir y de la buena convivencia. Pero también, este género es un instrumento vital de recuerdo del pasado de los pueblos. Al centrar la atención de las poblaciones y del niño en concreto en la historia, estimula sus sentidos.

Hoy en día, todos estos primores culturales del ambiente africano están olvidándose, dando paso a los de otros pueblos. El africano medio lo sabe casi todo de los imaginarios de otros pueblos (Alicia en el país de las maravillas, los cuentos de los hermanos Grimm, Mary Poppins, etc.), pero generalmente muy poco de los imaginarios de su propio entorno. Debemos comprender que una de las claves de la dominación de los pueblos más avanzados del mundo actual reside en su capacidad a retrazar la propia historia. A nuestro parecer, el cuento puede sería un factor importante para paliar esta insuficiencia. 

 

   

 

 

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[1]Según estos autores, aunque son bastante recientes, varios casos de transcripción escrita se han observado en  diversos puntos del continente africano, fuera de Egipto. Entre otros alfabetos, se notan el Vaï (1853), el N’ko (1950), el moum (Camerún), el nsibidí (Nigeria), el mende o el  guerze.

[2] Entendemos por cuento popular aquello que se realiza con la participación activa y colaboración de todos, en oposición al cuento de los especialistas o de élite, esto es, el de los griots, reconocidos oradores en diversos ámbitos rurales del continente africano. Éstos pueden empezar y terminar el cuento sin que intervenga nadie más. En nuestro caso, se trata de hacer colectivo el cuento, es decir, por ejemplo, el relato se acaba con una fórmula que obliga al narrador a ceder la palabra a otro. En general, el cuento popular nace entre  todos, tanto en su génesis como en su desarrollo.

[3] Conviene notar que en las sociedades de iniciación educativa, en especial, siempre existen lugares recoletos y especializados para la formación de los jóvenes: son generalmente selvas dichas “sagradas” adonde los concernidos se retiran, lejos de la vida normal y habitual, para recibir la formación durante un determinado tiempo, muy variable según las comunidades.

[4] La autoridad, en el África tradicional se define en relación con el rango social, pero también en función de muchos otros factores como  la edad, el género o la casta a la que se pertenece. Asimismo, muy a menudo se concederá el poder al mayor y al varón respectivamente frente al menor y a la mujer.

[5]En su libro, con título similar a la presente expresión, este autor nos describe detalladamente qué se entiende por saber hablar, y bien. Entre otras cosas, escribe que el saber hablar radica en una serie de aspectos entre los cuales figuran el uso correcto y adecuado del lenguaje, la exposición clara y amena del discurso, el saber establecer y mantener relaciones interpersonales, esto es, saber velar por la imagen ajena y propia; y el uso del lenguaje de modo estratégico para lograr los objetivos previstos. Pero también expone que la cortesía, la gestualidad, la prosodia, el conocimiento de la cultura y de los registros, etc. son importantes indicadores del hablar bien.