estudios
EL CUENTO TRADICIONAL AFRICANO ¡ESA MINA INEXPLOTADA!
Koffi, Konan Hervé
(Universidad
Alassane Ouattara de Bouaké. Costa de Marfil)
Resumen
En la sociedad tradicional africana, el
cuento aparece como una de las herramientas más usadas para la formación a la
vida, no solo de los niños, sino de la comunidad entera. Su potencial educativo
es innegable, pues dispone de ingentes recursos para moldear el comportamiento
social de los asistentes, pacificando así la convivencia. Pero también, es
sobre todo un material seguro para educar en el buen uso oral de la lengua, y
concretamente en el habla en público.
No obstante, desde
hace muchas décadas, este valioso instrumento ha sido relegado a un segundo
plano en las clases de lengua del sistema educativo moderno. Por ello, el autor
de este trabajo, después de recordar dicho valor educativo y cultural del
mencionado género, propone algunas pistas para su explotación didáctica en el
aula de clase moderna, en vistas a garantizar el saber – ser del alumnado por
una parte, y mejorar la competencia comunicativa oral de los mismos por otra.
Palabras-clave: Cuento
africano, lengua oral, español como lengua extranjera
Abstract
In traditional African societies, tales seem to be one
of the most used tools in the life learning process, not only for children but
for the whole community. Their educational potential is undeniable, because it
has huge resources to shape the social behaviour of participants, thereby
creating peace and coexistence. But also, they are safe materials for training
in the proper use of oral language, notably when it comes to public speaking.
However, for many decades,
these valuable tools have been sidelined in the modern educational system.
Therefore, the author of this paper, after having recalled the educational and
cultural values of that genre, offers some indications for their didactic
exploitation in modern classrooms, in order to ensure the well-being of
students on the one hand, and enhance oral communicative competence on the
other hand.
Key
words: African tale, oral
language, Spanish as a foreign language
Résumé
Dans la société
traditionnelle africaine, le conte est l’un des outils les plus utilisés dans
la formation à la vie, non seulement des enfants, mais de la communaté toute
entière. Son potentiel éducatif est indéniable, en ce sens qu’il dispose
d’importantes ressources pour dresser les citoyens et modeler les comportements
sociaux, pacifiant ainsi la coexistence humaine. Mais le conte est aussi et
surtout un moyen sûr pour éduquer la société au bon usage du langage oral,
singulièrement en matière de prise de parole en public.
Cependant, depuis plusieurs décennies, ce
précieux instrument a été rélegué au second plan dans les classes de langue du
système éducatif moderne. C’est pourquoi l’auteur de ce travail, après avoir
rappelé la valeur éducative et culturelle dudit genre, en propose quelques
pistes d’exploitation didactique en vue de garantir le savoir – être des élèves
d’une part, et d’améliorer leur compétence communicative orale d’autre part.
Mots-clé:
Conte africain, langue orale,
espagnol comme langue étrangère
INTRODUCCIÓN
El África negra tradicional se ha
caracterizado desde tiempos muy remotos por un fuerte
imperio de la actividad comunicativa oral frente al escrito. Espacio de
cultura oral por excelencia (Ong, 1987), sus pueblos han venido transmitiendo de
una generación a otra la mayoría de sus testimonios históricos y sapienciales
de modo hablado. Ello no significa que el continente negro siempre se haya
determinado por una ausencia total de escritura. De hecho,
Vansina (1980) nos enseña que ya desde el siglo XVI,
se tenía conocimiento de la grafía en el África occidental, si bien la misma
desempeñaba un papel marginal dentro de las relaciones sociales. Es
más, numerosos investigadores (Thomas, 1983; Menigoz, 2001; Ntakirutimana, 2006)
han demostrado la existencia de diversos sistemas de transcripción en unas y
otras zonas del continente a lo largo de los siglos[1].
Con todo ello queremos decir que el carácter oral de la sociedad africana no se
debe a una carencia absoluta de alfabeto, sino a una elección deliberada de
estos pueblos a fundar la mayor parte de sus intercambios de mensajes en el
habla (Cauvin, 1980, citado por Ndiaye, 1999). En efecto, en el África negra
tradicional, contrariamente a las sociedades occidentales que abogan por la
representación visual del mensaje, las comunidades se decantan por la
percepción auditiva del mismo (Lebrun, 1994). Asimismo, vinculan su ser
profundo, su saber, su historia, su memoria y su especificidad a la palabra
hablada. En estas sociedades, la
elocuencia y las artes de la palabra en general, revisten siempre y por
doquier, una importancia fundamental. Se valora el “bien decir” (no el mero
decir) en las reuniones y las asambleas públicas; y se aprecia a quien sabe
exponer sus ideas con claridad, convencer a las masas mediante pruebas que
llenan el discurso de sentimientos. En abierto, quien domina el ejercicio de la elocutio
suele ganarse el afecto de los demás.
En este ambiente de
oralidad, el cuento popular[2]
desempeña un papel primordial en la educación de la sociedad y de los jóvenes
en particular. Género tradicional más representativo de la literatura oral
(Teneze, 1969; Godin, 2005), el cuento es un arte vivo que establece una
relación de complicidad/colaboración entre un narrador experto o no, y un
público relativamente numeroso, activo y participativo. Reconocida actividad
lúdica y pedagógica, aparece también y sobre todo como un potente medio de
enseñanza/aprendizaje lingüístico para unos, y de perfeccionamiento para otros.
En los poblados africanos, en efecto, tanto los adultos como los más jóvenes
acuden a las diferentes celebraciones de este género para aprender los
mecanismos primarios de dominio de la palabra hablada, del intercambio y de la
expresión en público.
¡Agradable
coincidencia! Lo anterior constituye precisamente uno de los mayores objetivos
que se pretende alcanzar en la enseñanza moderna de lenguas extranjeras (LE).
En efecto, en las últimas cinco décadas de didáctica lingüística, la
organización de la clase de LE tiene como última meta la expresión y la
interacción comunicativas. Asimismo, el advenimiento de los enfoques
comunicativos consagra el carácter activo y emprendedor del alumnado dentro del
aula. Este ya no se contenta con escuchar pasivamente al profesor sino que debe
participar suelta y entusiastamente en la creación del conocimiento. Aprender
lengua vuelve a consistir por tanto en actuar, en practicar, coincidiendo así
con el dicho ya popular según el cual “a
hablar se aprende hablando” (Vila, 1993: 221).
Como se ve, el
cuento tradicional está en perfecta adecuación con las orientaciones de los
currículos y programas de lengua de los sistemas modernos de educación. De ahí,
su tratamiento en el aula aparece como una necesidad ya que puede contribuir de
forma significativa al desarrollo del conjunto de las destrezas lingüísticas.
Paradójicamente,
en el África contemporánea, muy pocos materiales de lengua hacen del cuento un soporte
privilegiado de enseñanza. Es más, algunos docentes lo siguen considerando como
un material auxiliar, esto es, de segunda (Yoro, 2010:116). En Costa de Marfil
en concreto, la cuestión de su explotación pedagógica raramente ha estado al
orden del día en los ámbitos escolares; y es que el sistema educativo a nivel
de la enseñanza primaria y secundaria no se acuerda en integrarlo como medio de
educación plenamente válido, y darle su merecido espacio. Si bien algunos
textos de cuento se proponen de modo episódico en las clases de francés o de LE,
el objetivo suele radicar en el mero dominio de las técnicas de análisis, de
explicación y de comentario de texto (Anoha, 2010), no en la comprensión de los
mecanismos de intercambio lingüístico y de expresión, tan importantes para la formación
y realización de un niño. Tampoco se ofrece una metodología rigurosa para la
explotación eficiente del mismo.
Con
el presente estudio se pretende responder a estas preocupaciones: ofrecer
algunas pistas de explotación de este rico patrimonio a nivel motivacional, cultural,
pedagógico y sobre todo lingüístico. Sobre el último aspecto mencionado, si
bien muchos trabajos coinciden en que el cuento puede servir para desarrollar
todas las destrezas lingüísticas (Juárez Morena, 1997; De la Torre y García Oliva, 1997;
Moreno Muñoz y Valverde Caravaca, 2004; Caballero y Larrañaga, 2006),
aquí haremos un especial hincapié en el fenómeno oral, ámbito originario de
emergencia de dicho género.
Para
ello, se articulará el artículo en torno a dos ejes: el primero destaca las
principales condiciones de enunciación del cuento tradicional africano, sus
funciones y los ingentes recursos artísticos de los que dispone para afinar los
comportamientos sociales. En el segundo, se propondrán algunas pistas de
tratamiento de dicho recurso, con miras a reforzar la competencia comunicativa
oral de los alumnos del sistema moderno de educación.
I. CARACTERÍSTICAS
Y FUNCIONES DEL CUENTO TRADICIONAL
La historia profunda
del Hombre se confunde con la de los cuentos. En efecto, como dice Roland
Barthes, citado por Sene (2010),
los relatos comienzan con la propia existencia de la humanidad, pues nunca ha
habido ningún pueblo al que no le haya acompañado la narración. Asimismo,
siendo el continente africano la cuna de la existencia humana, Godin (op.cit:10)
deduce con lógica que también es “la cuna de los cuentos de tradición oral”.
Asumiendo esta responsabilidad, los pueblos concernidos han venido conservando con
devoción y cuidando orgullosamente el cuento, haciendo de él el género oral más
representativo de su cultura. En esta primera parte de nuestro estudio, nos
dedicamos a describir algunos de sus aspectos fundamentales en dicha tradición.
I.
1. Algunas
características del cuento tradicional africano
El cuento
tradicional africano es específico: sus características lo distinguen, no solo
de cualquier otro género oral, sino también de todos los cuentos procedentes de
cualquier otra parte del mundo. A continuación señalamos algunas de ellas, en
referencia con el tiempo, el espacio y las condiciones de emisión.
I.
1. 1. El momento
del cuento
En el África
tradicional, las sesiones de cuento tienen la particularidad de realizarse por
la noche; es una institución sabida de todos. Tras ponerse el sol, es decir, a
la vuelta de los pueblerinos de sus actividades diurnas, dichas sesiones se
organizan, tal un mecimiento que libera al
alma y la prepara para el descanso merecido, el sueño nocturno. Según los
especialistas, varios motivos justifican esta opción por contar en periodo
nocturno en la tradición.
El día pertenecería
al ámbito de la lucidez, de la realidad social y del Poder. Es el momento de concreción
y cumplimiento de las normas establecidas; y los discursos pronunciados en
pleno día han de reflejar o someterse a estos criterios. De ahí, tales
discursos se deben realizar bajo el control o con el consentimiento de la
autoridad. En este contexto, siendo el cuento una actividad que pretende
escapar del control de la autoridad y trascender la jerarquía social; es decir, que supera las obligaciones y restricciones relacionadas con la
clase social, la edad o el género, no casa con el periodo diurno. Por eso se lo
relega a un tiempo virtual u opuesto, la noche. Esta se percibe como alejada de
las miradas devastadoras y alertas de los
dirigentes; por lo que cualquier miembro de la comunidad puede dar rienda
suelta a sus deseos e intenciones discursivas, aunque siempre en el respeto del
otro. En abierto, la oscuridad es el símbolo opuesto al ejercicio del Poder y
un mundo compensatorio al reino del día. Nos sustrae de la mirada inquisidora
de la Autoridad y proporciona un espacio privilegiado para descargar las
tensiones.
Además, la noche se
percibe en la tradición como un periodo de perfecta comunión entre el mundo de
los vivos y él de los espíritus sobrenaturales e invisibles que nos rodean (los
ancestros, los dioses, etc.). De ahí, contar en ese momento no es sólo divertir
a los habitantes visibles de un pueblo, sino también a los seres incorpóreos que
descansan en el cosmos y lo vigilan. En estas condiciones, narrar un cuento en
pleno día viene a significar hacer caso omiso de estos factores, y por tanto, a
irritar a los dioses; lo cual puede atraer muchas desgracias, tanto al propio
infractor, a sus seres más queridos como a la comunidad entera.
Otro de los
argumentos más evocados es que la noche es propicia al ensueño y a la
imaginación creativa, ya que el espíritu humano está más libre y despejado
después de los quehaceres diurnos. Se entiende por lo mismo que es el momento
adecuado para la inspiración óptima de un narrador. Además, el reino de la
oscuridad, apunta Calame Griaule (1970), está vinculado con el carácter
enigmático de la literatura oral. Por tanto, plantear enigmas y descifrarlos –
como se suele hacer en la mayoría de los cuentos – contribuye a sacar la verdad
de su escondite tenebroso y nebuloso.
Pero también, observando
con un ojo más crítico y pragmático, nos damos cuenta de que la principal causa
que se oculta tras la obligación de contar de noche es más bien de índole económica.
En efecto, dado el carácter entretenido y ameno de los cuentos, el motivo
inconfesado es que pueden despistar a los jóvenes e impedirles que realicen sus
quehaceres diarios. Con ello se quiere decir que el cuento diurno, como origen
de pereza y distracción, puede causar insuficiencia alimentaria, hambruna o pobreza
en la familia.
I.
1. 2.
El espacio de enunciación
Es sabido de todos
que la educación tradicional africana, en general, no se desarrolla en ninguna
aula fija, sino por doquier (Moumouni, 1998). Nos referimos con esto a la
formación corriente y al alcance de todos. Sin embargo, la enunciación de
algunos discursos específicos de la oralidad, tales como los géneros sagrados,
se suele llevar a cabo en sitios concretos de acuerdo con el tipo de ceremonia,
y bien conocidos de los iniciados[3].
En el caso del
cuento, aunque considerado como una narración profana, responde a unas normas
especiales, entre otras, el lugar. Del mismo modo que no se debe contar en
pleno día, también se desaconseja su enunciación en medio de la sabana o del
campo, donde precisa dedicarse plenamente a la labor económica en vista de la
supervivencia de la familia y de la comunidad. Además, como ya se ha indicado,
el éxito del cuento implica la asistencia de un público numeroso y capaz de
participar activamente.
Por todo ello, el
lugar de realización del cuento suele ser dentro del pueblo, en un espacio lo suficientemente
amplio como para que todo el mundo pueda percibir al narrador en todos los
ángulos: una casa amplia, un sitio arenoso en el patio, o la plaza pública según
el carácter de la celebración. De hecho, en la primera edad, los niños escuchan
los relatos en el recinto familiar, junto a los abuelos y sobre todo a las
madres, primeras educadoras de la prole. El patio privado aparece como el
terreno de los discursos reservados a un grupo restringido concreto, la
familia. En este caso, el cuento es un discurso de transición que vehicula las
preocupaciones privadas. En cambio, en la plaza pública, nos confrontamos con
lo institucional, y se descubren las realidades del mundo exterior.
De pie o sentados
en esteras, taburetes, sillas, o en la propia arena – caso de los niños –, los
auditores se extasían ante los prodigios de los narradores, sus modelos. Formando
un público semicircular, pueden ver, oír e incluso tocar al cuentista; pues es
un momento de perfecta comunión que pone a contribución la gran mayoría de los
sentidos humanos para permitir el mayor disfrute posible. Ahora, ¿cuáles son
las finalidades asignadas al cuento?
I.
2. Funciones del cuento tradicional
Al conjunto de los
relatos de la literatura oral que
encontramos en África se le atribuye una variedad de funciones según los
especialistas. Chevrier (2005), por ejemplo, les asigna cinco: la función
lúdica, la función pedagógica, la función iniciática, la función fantasmática y
la función ideológica o política.
Sin
embargo, para los intereses del presente trabajo, nos basaremos en la clasificación
realizada por el ya citado N’da. Esto nos lleva a insistir en tres funciones
principales del cuento en las sociedades africanas: la función lúdica, la
función pedagógica y la función lingüística.
I. 2. 1. La función lúdica
La función primera
que se suele atribuir al cuento y que tiende a hundir a las demás, es sin duda
la función lúdica. No es un secreto
para nadie: la mayoría de los relatos de tradición oral tienen una reconocida
función de diversión y de entretenimiento. Esto vale tanto para el cuento como
para las adivinanzas, los cantos, las epopeyas, etc. que responden a una de las
necesidades fundamentales del Hombre que consiste en contar y escuchar relatos.
Asimismo, tal y
como se practica en las zonas rurales africanas, en general muy alejadas de las
aglomeraciones, el cuento se erige en un verdadero juego oral o pasatiempo que,
en medio del placer y del deleite, se convierte en un potente factor de euforia
y efervescencia, a imagen de los grandes partidos del deporte moderno. La sesión de cuento es en efecto un momento
de disfrute que cada cual procura hacer lo más agradable posible: por una
parte, el modo de narrar, de estructurar el relato, las entonaciones de la voz,
los procedimientos cómicos, las
carcajadas, los cantos, etc. todo concurre a la creación de un clima de
entretenimiento. El cuentista busca los efectos, embellece los hechos,
amplifica los elementos del relato, se repite, hace comparaciones, alusiones
directas, usa hipérbolas, provoca la risa a su antojo, etc. Por otro lado, la
asistencia se divierte junto a él, no solo participando en la total realización
de los efectos transmitidos por el narrador, sino asumiendo en su cuerpo y
alma, el despertar de las diversas sensaciones y emociones provocadas en medio
de la excitación, del éxtasis y del alborozo. En suma, toda la sesión se
desarrolla como una acción oral que da lugar a la diversión colectiva. No
en vano autores como Juan Goytisolo (2001: 1) califican este género como un “espectáculo dirigido a la totalidad de nuestros sentidos”, pues tanto el oído como la vista y el
tacto disfrutan. Practicado por lo general sin ánimo de lucro, el cuento conlleva
el disfrute total, tanto en la asistencia como en el propio cuentista.
Generalmente en muchas
aldeas africanas, sin libros ni cine, y muchas veces sin radio ni tele, lo
normal es que la gente se invente cantos e historias para la diversión,
inherente a su existencia. Con su carácter maravilloso, cómico y ficticio, el
cuento sirve de medio para evadirse un tanto de las presiones y angustias
vivenciales, y reconstruirse un nuevo mundo, más agradable y habitable, aunque
efímero y virtual.
Justamente por este
aspecto deleitable, muchos observadores lo han clasificado en la categoría de
actividades ociosas y desprovistas de seriedad; esto es, faltas de recursos
susceptibles de desarrollar la inteligencia humana y la madurez mental. Asimismo,
hablando de las sesiones, Golberry (1802), citado por Tououi Bi (2008: 22-23),
pudo afirmar que los africanos dedicaban su tiempo a la distracción, por lo que
no lograban crecer mentalmente. En palabras suyas, en efecto,
Des coteries de nègres passent des journées entières à
fumer, à jouer, mais surtout à faire des contes et des histoires […] car les
contes les plus absurdes, les histoires les plus mensongères sont le souverain
délice et le plus grand amusement de ces hommes qui parviennent à la vieillesse
sans être sortis de l’enfance.
Efectivamente,
conscientes de dicho carácter ocioso, los propios africanos, mediante una
cierta pedagogía del miedo, suelen desaconsejar su práctica en periodo diurno.
Esta medida de prudencia, como ya se mencionó, permite evitar que las
poblaciones se pasen el tiempo disfrutando en vez de realizar las labores que
les incumben. Como se ve, la prohibición de contar en pleno día aparece como
una disuasión y protección contra la instalación de la pereza.
Sin embargo, este carácter gozoso no impide que el cuento tenga una
dimensión pedagógica, seria y formativa. De hecho, los propios analistas, tan
críticos en el pasado, han venido abandonando sus prejuicios, para reconocer en
la actualidad que este género no es solo diversión. Es un juego, pero un juego
en el que cuentista y auditorio se instruyen y se educan mutuamente. A ojos
vistas, el cuento tiene una importante función educativa. A ello nos dedicamos
en las siguientes líneas.
I. 2. 2. Función didáctica
El alcance
educativo de la tradición oral en general y del cuento en concreto, es
incontestable, pues desempeñan un papel vital en la transmisión de los conocimientos
y de los valores sociales. Todo cuento es más o menos una iniciación didáctica,
tiene siempre algo que enseñarnos, no solo sobre el funcionamiento de la
sociedad en la que vivimos – o referida por el relato –, sino también sobre
nosotros mismos. Contrariamente a la cultura moderna en la cual el saber se
deposita en los libros, en las sociedades de tradición oral la sabiduría y el
conocimiento se alcanzan en las sesiones de cuento, las máximas, los
proverbios, etc. La historia de un pueblo, así como la sociología, la educación
cívica y moral, la geografía, la lengua, etc. son algunas de las numerosas
disciplinas objeto de enseñanza mediante esta estrategia. En este contexto, el
cuento como relato popular –siempre anónimo –, se cataloga muy a menudo como
una palabra viva que procede de los ancestros. De ahí, aparece como “un mensaje del pasado, transmitido al futuro
mediante el presente” (Godin, op.cit:22). Irradiado de boca en boca a lo
largo de los siglos, se erige asimismo en una verdadera pedagogía oral, para
desempeñar un papel a la vez formativo y moralizador. Por una parte, permite a las
poblaciones y particularmente a los niños adquirir conocimientos sobre su medio
ambiente y entorno social; y por otra, sirve para enseñarles a sancionar al
malo y a recompensar al bueno.
En estas comunidades siempre preocupadas por
mantener la armonía social en detrimento de la elevación individual, este
género, gracias a sus enseñanzas, sus consejos, sus recomendaciones y
moralejas, viene a cumplir una capital función
reguladora en materia de depuración de las tensiones sociales. Constituye
un perfecto vector de concienciación.
Es más, si el
ciudadano de a pie ha de actuar según las normas contributivas al orden
comunitario, los jefes y las autoridades tampoco se pueden permitir
desviaciones o injusticias debido a su rango. Asimismo, aunque el mensaje
narrativo no se dirija a ellos de modo explícito, las consecuencias de los
actos de los animales, espíritus sobrenaturales y todo tipo de personajes que
se suceden en el relato, les vienen a recordar que su posición privilegiada no
les concede libertad de errar intencionadamente, ni admite los abusos de poder,
ni injusticias, ni tentaciones destructoras. Como se puede ver, gracias al
cuento nos percatamos de que nadie está por encima de la norma; y que la
transgresión de la ética social puede tener consecuencias nefastas
insospechables tanto a nivel individual como colectivo. Es sin duda el género
tradicional que con mayor criticismo pinta la realidad, aunque con una gran
sutileza. Siempre pone a la asistencia ante su responsabilidad, descubriéndole
la diferencia entre lo permitido y lo prohibido. A ojos vistas, el cuento es un
medio predilecto de representación de todos los problemas sociales que vive la
comunidad; con lo cual su función didáctica es innegable.
A estas dos
funciones – lúdica y educativa – que se acaban de mencionar, se añade una
tercera que, aunque fundamental, a veces se ha tendido a olvidar o a descuidar
entre los especialistas. Se trata de la función lingüística.
I.
2. 3. Función
lingüística
El cuento africano
es ante todo una manifestación de la sociedad tradicional en la cual se privilegia
la comunicación oral. Es un juego oral practicado entre artistas y aprendices
de la palabra. Como tal, obedece a las técnicas y normas de la expresión oral, o
sea, “del empleo eficaz y productivo de
la palabra” (N’da, 1984: 22-23). Clasificado “palabra profana”,
contrariamente al mito por ejemplo – de la categoría de la palabra sagrada –, el
cuento es un género asequible a todos los grupos sociales, siendo libre su
práctica en los momentos acordados.
Tiene un interés y una importancia capitales en la formación en el arte de
la oratoria. La técnica y el saber-hacer del cuentista constituyen un aliciente
incontestable para desarrollar en los auditores – los niños en particular – el gusto
y el placer de manejar la palabra al igual que él. Para cumplir con esta doble
misión de modelo e incitador al uso de la lengua, el narrador se vale de una amplia
gama de estrategias relacionadas con su arte: ser creativo, dar al relato un
sello personal para hacerlo original, saber tener al público en vilo, etc. En
efecto, se reconoce al buen cuentista por su capacidad a hacer vibrar a la
asistencia, esto es, a sorprenderla, a epatarla, a prenderla. Para ello, debe
aprovechar todos los recursos lingüísticos de los que dispone: el estilo
directo o indirecto, la musicalidad o melodía de las palabras, el tono de voz, las expresiones de la faz,
los movimientos de la mano y del cuerpo, las miradas, las pausas espontáneas, etc.
Como vemos, consciente del carácter vivo del cuento, el narrador se sirve de
todos los componentes de la lengua, esto es, tanto de la palabra viva en sí como
de la prosodia, la gestualidad, el silencio. Gran observador de
los fenómenos de la vida y excelso en el manejo del verbo, el buen cuentista ha
de poder emocionar y entretener a los asistentes a lo largo de todo el relato. Y
es que una narración acertada es aquella en la cual la variedad de los efectos
expresivos, los silencios, los susurros, las exclamaciones de sorpresa, la
aceleración o ralentización del ritmo, el cambio de entonación o de voz según
los personajes, etc., se erigen en un auténtico espectáculo digno de conmover a
cualquier auditorio. La improvisación, el suspense, el humor y el buen decir,
la escenificación, las onomatopeyas, etc.; todo está permitido para seducir. Por todo ello, muchos estudiosos reconocen
en el cuento una función estética. Según Belpasi (1994), por ejemplo,
estamos frente a una escuela estilística que contribuye a mantener el tesoro de
la lengua en su estado más puro. El cuento enriquece el pensamiento y el habla,
estimula la creatividad y desarrolla la elocuencia. En suma, perfecciona la
expresión, y por tanto, la habilidad comunicativa.
A todas luces, saber contar es saber actuar con excelencia
comunicativa, de tal forma que la escena sea viva para maravillar al público
quien, finalmente, termina imaginándose realmente la situación, pegando sus
propias imágenes mentales a las palabras pronunciadas por el narrador.
Además de los
recursos lingüísticos, estilísticos y comunicativos, el buen cuentista sabe
sacar partido de todos los géneros orales que integran el relato. Asimismo, tanto
al principio, en medio como al final, el cuento está repleto de proverbios, de
cantos, de enigmas a descifrar, de adivinanzas, de bailes, de teatro, de
poesía, etc. Estos no son meros elementos ornamentales que se insertan en el
relato por placer, sino partes plenamente constitutivas del cuento, al conferirle
un real estatus de actividad inclusiva y completa. Con razón N’da (op.cit:23) lo califica de “literatura
total”.
Como observamos, el
cuento es una inequívoca fuente de inspiración y de aprendizaje lingüístico, dado
que el conjunto de los citados géneros
y estrategias comunicativas impresiona al asistente, quien, a su vez, querrá
imitar al cuentista en el bien decir.
Conforme con la
pedagogía africana basada en la trilogía “silencio, escucha e imitación” (Amoa,
2006), los jóvenes se pasan un primer tiempo aprendiendo, y luego toman las
riendas de las sesiones para decir sus propios cuentos. Así se van
perfeccionando paulatinamente tanto en la adquisición y transmisión de los
valores morales y sociales como en el arte de la palabra. En suma, según van
creciendo, los niños participan gradualmente en sesiones familiares, luego
públicas y finalmente, según sus competencias de oradores, podrán ejercer en
calidad de cuentistas expertos. Pero también, su capacidad oradora les podrá
conceder grandes cargos sociales a imagen de los mediadores o jefes
comunitarios.
Como
mencionamos arriba, tradicionalmente la vida social ordinaria está regida por
una serie de normas según las cuales el pleno ejercicio del poder se reserva a
la autoridad[4].
En este contexto, siendo el uso de la palabra social un poder en África, su uso
no puede ser atributo de cualquiera, en cualquier sitio. Lógicamente, esta
organización represora de la libertad de expresión provocará frustraciones
diversas.
A
nivel educativo, también se acusa al África negra tradicional de favorecer un
clima de miedo y la pasividad en los aprendices. En su funcionamiento habitual,
la enseñanza se suele organizar en torno a lo sagrado, con su corolario de
prohibiciones y mistificaciones; lo cual no siempre favorece el espíritu
crítico y de iniciativa (Mungala, 1982; Moumouni,
1998).
Pues bien, el
cuento tradicional se impone como lugar privilegiado de compensación discursiva,
destacándose como una plataforma en la que se olvida todo tipo de formalismos y
de tensiones. Mientras la sociedad ordinaria proclama la jerarquía de autoridad
en cuanto a la toma de la palabra (Derive, 1987), el cuento se plantea como un
mundo aparte. Gracias a sus diversas funciones, contar es a la vez lúdico e
instructivo. En un ambiente entretenido, agradable y de libre expresión, se
instaura una realidad igualitaria entre los participantes; disolviéndose así
las fronteras sociales entre jóvenes y mayores, entre varones y mujeres, etc.;
de ahí que cada uno tenga el derecho a la palabra a su antojo. El conocimiento
y la palabra se vuelven patrimonio público y las intervenciones se realizan a
voluntad, pues este género nunca se realiza ante una audiencia pasiva. Al
contrario, el carácter activo de esta es el que le asegura el éxito. Asimismo,
las intervenciones pueden tomar formas distintas. Primero cada sesión es una
oportunidad dorada que se brinda a la audiencia en general y a los niños en
concreto para contar sus propios cuentos; con lo cual irán ganando autonomía
paulatina con el paso del tiempo. Luego, es una ocasión para plantear casos
concretos cuya resolución precisará de la inteligencia, el espíritu crítico, la
colaboración, la refutación de ideas, etc. Comprendemos con esto que contar es
un arte práctico que se aprende: aprendemos a callar, a escuchar, a expresarnos,
a hacer gestos, a participar, a interactuar, etc., en suma, a saber comunicar
oralmente. A raíz de todo lo anterior,
debemos reconocer que el cuento es una de las mejores escuelas tradicionales de
formación al arte de la palabra.
Después de poner a descubierto tan ingentes
riquezas en materia de enseñanza/aprendizaje de lengua oral, ¿cómo podríamos
sacar provecho del cuento en los sistemas educativos modernos?
II.
ALGUNAS PISTAS DE EXPLOTACIÓN
El análisis anterior de las condiciones de
enunciación y funciones del cuento tradicional revela con claridad que se trata
de una actividad plenamente digna de ser estudiada en las clases modernas de
enseñanza de lengua. La inmensidad de su potencial educativo indica que se puede
abordar desde varias perspectivas. Pero en este apartado, queremos insistir particularmente
en las ventajas que presenta a nivel motivacional para el alumnado, y en las
posibilidades de sacarle el mejor partido en los aspectos didáctico y
comunicativo.
II.
El cuento puede tener manifestaciones muy diversas
en el escenario escolar, si bien la supuesta ausencia de seriedad plena en él
ha llevado muy a menudo a limitarlo a un carácter meramente lúdico. En el aula de lengua, además de ser una
actividad de entretenimiento, la mayoría de los educadores lo utilizan en las
primeras edades para cubrir objetivos como la coordinación, el trabajo en
grupo, el desarrollo cognitivo, etc.
En este sentido, no
se puede negar el carácter divertido del cuento. Sí, es un juego y puede entrar en la clase como tal. Género oral y fundamentalmente
emparentado con el teatro, necesita de una participación activa del conjunto de alumnos que se constituyen en
auditorio (González Gil, 1986). Este tipo de ejercicio es plenamente
favorecedor de la motivación discente, al reducir el miedo, una de las
principales causas de fracaso a la hora de hablar en público. Al realizarse las
conversaciones de modo horizontal, la colaboración entre compañeros de clase se
efectúa en un ambiente distendido y relajado.
Asimismo, el aprendiente se siente en un clima propicio para su
realización. Además, los cantos, las pausas, las imitaciones, las onomatopeyas
y todo el espectáculo que supone la actuación, constituyen todo un banco de
elementos inspiradores y estimuladores de la curiosidad discente. Este carácter
entretenido y lúdico del cuento se puede enfatizar en clases bajas (preescolar
y primeros años de primaria) para motivar a los niños, los cuales aprenderán
sin darse cuenta del paso del tiempo.
Pero en clases más
avanzadas (secundaria y superior), las actividades podrán organizarse en diferentes
categorías de grupos para favorecer la emulación. En este aspecto, Ntakirutimana
(2006) nos recuerda que en muchos pueblos africanos, los cuentos no se limitan
a la narración de la historia. Muy a menudo, el
cuentista plantea una pregunta referente al contenido o parte, un enigma, o un
caso práctico, provocando así el debate entre todos. Para resolverlos, se invita
por turno a los miembros del auditorio a dar su opinión. De ahí, se instaura un
intercambio con miras a encontrar un consenso, en caso de desacuerdo. Si
bien en la mayoría de los casos el narrador concluye dando la respuesta, hay
situaciones en las que las diferentes partes del público han de llegar a dicho
consenso por sí mismos. Citando a Bascom (1975), el mencionado autor nos dice
en efecto que “no solution is suggested. Each of the audience must give his views and an ad hoc solution is accepted at each
telling depending on the consensus of opinion of those present and the weight of the arguments advanced” (sp).
Este tipo de
actividades que concretan el aprendizaje cooperativo y el debate, también son
muy motivadoras; y se pueden suscitar con alumnos de niveles de lengua más
avanzados. En estas etapas, le corresponde al docente explicar a los alumnos
que no se trata ya de un simple juego para distraer, sino de una actividad
seria que une lo útil a lo agradable. En efecto, nos consta que dichos
ejercicios entran de lleno en el marco de las tareas socio-constructivistas y
constructivistas que subyacen las metodologías de enseñanza de las últimas
décadas en el mundo.
Como actividad colectiva, el cuento puede resolver gran parte de
los problemas docentes en clase de lengua en África, donde la masificación de
las aulas es todavía la regla. El cuento no rechaza a nadie. Al contrario, y como
ya mencionamos, el gran número de oyentes, en vez de constituir un estorbo para
el buen desarrollo del programa, se verá con buenos ojos pues la participación
masiva es un requisito preponderante para el éxito de la actividad. Asimismo,
todos aprenden con mayor gusto y entusiasmo en grupo que individualmente.
III.
El cuento es, sin lugar a dudas, una de las
mejores plataformas para dar a conocer la dimensión cultural de los pueblos,
que sean propios o ajenos. Incorpora aspectos que, si bien no son estrictamente
lingüísticos, no solo tienen relación directa con la lengua en su proyección
comunicativa, sino que también permiten al alumno el acceso a realidades nuevas
(PCIC, 2006).
Asimismo, en la
clase de ELE en África, se pueden describir mediante el cuento características como
la geográfica, la política, la económica, etc. de los países hispanos. Por ejemplo,
tener ingenio para describir y transmitir la cuan idílica sensación que uno
tiene al contemplar la espléndida ciudad de Granada desde lo alto del palacio
de la Alhambra; hablar de las áridas tierras castellanas con inspiración y
pasión quijotescas, o del Macchu Picchu peruano como si lo estuviésemos
viviendo, es siempre un factor de motivación añadida para el aprendizaje del
español. Al conseguir que los oyentes “vivan” lo que
se está narrando, el orador hace viajar así la mente y la imaginación de la
audiencia en el espacio y en el tiempo.
Pero
también, el cuentista debe poder conectar con la experiencia vital de su
público. Asimismo, con alumnos africanos, abordar lugares comunes como la selva
tropical y describir la frondosidad de sus gigantescos árboles, el canto de las
cigüeñas y ¡ese aire puro y natural!; o las playas vírgenes de Assinie en Costa
de Marfil, la isla senegalesa de Gorée y la densidad de su patrimonio histórico,
etc. son estrategias que no solo acercan el idioma al vivir diario del alumno,
sino que también hacen más concreto su estudio. Poder comentar todos estos
aspectos en la lengua meta hace que el alumno no la vea como una sustancia
abstracta.
Como
notamos, la descripción geográfica constituye uno de los mejores métodos de
referencia a la cultura, si el narrador sabe conmover. Y en ello, tanto el
mundo hispánico como el propio entorno natural del alumno africano disponen de
infinidad de sitios de referencia y de ensueño. Le corresponde al docente tener
la competencia narrativa necesaria para transportar a esos discentes en el
cosmos imaginario y contagiarlos de entusiasmo hacia la LE mediante su contar.
La
narración de un cuento sirve para recalcar también otros aspectos como el modo de vida, la identidad colectiva, la
organización social, las relaciones personales, las creencias, los valores, las
representaciones sociales, etc. El conocimiento de estos referentes culturales
nos parece de suma importancia, pues no solo instruye al discente sobre cómo
viven y piensan otros pueblos, sino que también le predispone a comprender al
otro y a adoptar una actitud intercultural hacia él.
II.
A nivel lingüístico y
comunicativo, la gama de actividades que se realizan hoy en día en clase de
lengua mediante el cuento es de muy diversa índole. Las tareas se suelen llevar a cabo con arreglo a los
intereses y objetivos fijados. Muchos
investigadores y profesores han insistido en el papel de este género en la
enseñanza/aprendizaje de habilidades como la lectura y la escritura (Davó
Sarrión et al., 2012). En lo que nos
concierne, queremos hacer especial hincapié
en la dimensión hablada en el estudio de esta herramienta. El cuento es, en
efecto, una actividad que brota del mundo de la oralidad por naturaleza. Por lo
tanto, toda su estética descansa en el conjunto de las técnicas de expresión
relacionadas con la misma. Asimismo, narrar un cuento es producir espectáculo, cantar,
realizar gritos imitativos, etc. y sobre todo favorecer la participación dinámica
del auditorio. En abierto, contar es
una acción, o sea una “representación teatral” con todos los elementos que ello supone. Como
vemos, es un arte vivo que solo un auténtico contexto oral puede representar en
su dimensión plena. Por ello discrepamos con Davó Sarrión et al. (op.cit:
131), quienes afirman que “contar un
cuento es lo mismo que leerlo”. Hoy en día, muchos docentes se acostumbran
a leer cuentos escritos durante la clase de lengua. Si bien esta estrategia
puede tener algún efecto relativamente motivador en los aprendientes, debemos
reconocer que viene a despojarlo de los mencionados atributos que tanto le
confieren sabor y vida. La escritura y la lectura no pueden reproducir estas
características inherentes a la oralidad. Como bien nos recuerda Ballenato
Prieto (2010: 44) hablando de la
elocuencia, “las palabras en sí mismas no
son elocuentes. No podemos limitarnos a leer el discurso sin más”. Para este experto español de la oratoria, la elocuencia depende de
la forma en que nos expresamos, de nuestra entonación, nuestra figura, y
nuestros gestos, etc. por lo que leer un relato inicialmente previsto para ser
dicho, sería como desnaturalizarlo,
alterarlo o transfigurarlo, al no poder
restituir todos sus aspectos emotivos.
Dicho
esto, si acordamos dar prioridad al aspecto oral en el estudio de este género,
varias posibilidades se nos ofrecen entonces en cuanto a actividades. No
olvidaremos las tareas tradicionales consistentes a repasar las reglas de uso de tiempos verbales como el pretérito
perfecto simple y el pretérito imperfecto, cuya diferencia suele ser
fundamentalmente aspectual – acción acabada /acción en curso, acción que ocurre
una sola vez/ acción repetida en el pasado, narración / descripción, etc. –.
Se
recordarán siempre las fórmulas de inicio y de desenlace del relato, que suelen
existir en las diferentes lenguas africanas. Constituyen una evidente
estrategia para poner al público en condiciones de atención máxima para la
escucha por una parte, y de descongestión por otra. En este contexto, al
profesor de ELE no le debería costar mucho trabajo explicar las expresiones “Érase una vez” del inicio y “colorín colorado, este cuento se ha acabado”
del final. Sin embargo, sería recomendable no insistir en ellas en edades más
avanzadas, pues los alumnos las pueden empezar a considerar como unos artilugios
demasiado infantiles.
Al
final de la narración, parece conveniente organizar sesiones de expresión libre
con vistas a recoger comentarios personales en referencia a tal o cual aspecto
del contenido. También puede tratarse de resolver un caso polémico que oponga diferentes
grupos de alumnos. Controlaremos, asimismo, el espíritu crítico, y sobre todo
la capacidad argumentativa de nuestros aprendices.
También,
en toda discreción, el docente podrá evaluar el “saber hablar” de los mismos en la lengua meta (Briz, 2008)[5]. En ese momento de pasión
y de éxtasis verbal, se procurará apuntar los posibles errores para corregirlos
al final del debate; lo cual no solo evitaría las interrupciones intempestivas
– generalmente fuentes de frustración para el alumnado – sino que también
ayudaría a la soltura comunicativa.
Si el
relato es un documento sonoro que se escucha, podrá entregarse una versión en formato
escrito a los aprendientes con huecos. De ahí, irán rellenando las partes
vacías conforme con la audición. Dicha actividad precisará de una gran atención
para poder superar con perfección las dificultades.
Pero
una de las fases más beneficiosas del tratamiento del cuento debería ser la
restitución del mismo después de la escucha.
No solo permitirá averiguar la capacidad de retención y memorización de
los alumnos, sino también su aptitud para crear emoción en los demás, para entretener
a un público y teatralizar un relato. En este aspecto, podríamos hacer hincapié
en una de las grandes olvidadas en la enseñanza de español como lengua
extranjera: la comunicación no verbal, sobre todo en su dimensión
supra-segmental (Cortés Moreno, 2002). Nos referimos con ello a la kinésica, la proxémica y la cronémica,
pero también al paralenguaje, al ritmo, al silencio y a la pausa. En efecto, el
cuento surge como una oportunidad única para desarrollar estas dimensiones lingüísticas
y culturales en clase, mediante la práctica.
Para
alcanzar todos estos objetivos, el propio profesor ha de poder inspirar al
dicente y contagiarle de entusiasmo para hablar. Debe ser un modelo de orador a
imitar. Se sabe que uno de los problemas
que hundieron el método directo en su tiempo y que ahora puede dificultar la
puesta en práctica del enfoque comunicativo, radica en la baja competencia comunicativa
del profesor no nativo, en comparación con el nativo. “Si no ha vivido durante un período suficiente de tiempo inmerso en la
cultura de la L2 que enseña, nunca acaba de pisar terreno firme: se pasa la
vida aprendiendo lo que enseña, con la sensación de permanente inseguridad y
complejo de inferioridad con respecto al profesor nativo” (Martín Martín,
1999:435). De ahí que nuestra última recomendación consista en que el docente
refuerce su nivel en la lengua que enseña para que, en actividades como las que
se han evocado en estas líneas, pueda adquirir la espontaneidad y las palabras
adecuadas con miras a suscitar
admiración e interés constante en los alumnos.
CONCLUSIONES
¿Cómo se puede
estar en un universo de la oralidad, en el que el cuento desempeña un papel tan
primordial en el proceso de adquisición del lenguaje, y no tenerlo en cuenta en
la formación de los jóvenes? Toda la
riqueza cultural y lingüística que ofrece el cuento tradicional se había dejado
de lado en los procesos de enseñanza lingüística en las escuelas africanas. Nos consta que llegó el momento de recuperar dicha riqueza, pues es evidente
que puede ser de una utilidad insospechada.
Si en África los
niños no suelen hablar en público en el contexto tradicional formal, es porque
se considera que no tienen los recursos necesarios para satisfacer a las
condiciones del bien hablar. Se teme, asimismo, que pronuncien palabras o expresiones
mal inspiradas; lo cual no solo deshonraría a la familia, sino que también
molestaría o agrediría al huésped. Pero el cuento, como plataforma de libertad
de expresión y de aprendizaje para todos, se plantea como un laboratorio de
formación en el decir en público. Por su
propia naturaleza y su estatus social de relato popular abierto a todos, escapa
de la censura establecida por la autoridad. Como discurso popular por
excelencia, permite disponer de un sitio ideal de compensación discursiva, a
todos aquellos a los que la sociedad oprime o martiriza mediante las estrictas
reglamentaciones acerca de la toma de palabra. De ahí que los errores inesperados
en cuanto a niños se puedan tolerar, al considerar que están en proceso de
formación. De este modo, con la práctica constante, estos irán perfeccionándose
para ser luego oradores confirmados.
Todas
las riquezas que en estas líneas se han destacado, y las ingentes posibilidades
de explotación que ofrece el cuento, tanto desde el punto de vista cultural,
didáctico como lingüístico, son el signo de que este género se merece un sitio mucho
más honrado del que goza actualmente en los sistemas escolares en general, y en
África en concreto. En efecto, a nuestro
parecer, una de las peores cosas que le hayan ocurrido a África es la pérdida
del hilo de su propio relato, o sea, de su propia historia, que ha pasado a ser
narrada por otros pueblos.
En definitiva, el
cuento es un potente medio de aprendizaje lingüístico: sirve para aprender
vocabulario, aprender a hablar en público, etc. Además, el lugar de realización
es el sitio del compartir y de la buena convivencia. Pero también, este género es
un instrumento vital de recuerdo del pasado de los pueblos. Al
centrar la atención de las poblaciones y del niño en concreto en la historia,
estimula sus sentidos.
Hoy
en día, todos estos primores culturales del ambiente africano están olvidándose,
dando paso a los de otros pueblos. El africano medio lo sabe casi todo de los
imaginarios de otros pueblos (Alicia en el país de las maravillas, los cuentos
de los hermanos Grimm, Mary Poppins, etc.), pero generalmente muy poco de los
imaginarios de su propio entorno. Debemos comprender que una de las claves de
la dominación de los pueblos más avanzados del mundo actual reside en su
capacidad a retrazar la propia historia. A nuestro parecer, el cuento puede sería
un factor importante para paliar esta insuficiencia.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ALBERCA
SERRANO, Manuel (1985), “Aproximación
didáctica al cuento moderno”, in CAUCE, Revista de Filología y su Didáctica, nº 8, 1985, pp.
205 – 215.
AMOA, U. (2006), “Parole africaine et poétique,
Schéma de Méta-communication et Pratiques
linguistiques en Afrique”, Synergies Afrique Centrale et de l’Ouest, nº 1 de 2006.
http://ressources-cla.univ-fcomte.fr/gerflint/Afriqueouest1/Paroleafricaine.pdf
ANOHA, Clokou (2010), “Contribution du conte africain
dans l’apprentissage de l’education
musicaleen Côte d’Ivoire”, in EDUCI/ROCARE. Afr educ dev issues,N°2, 2010, Special JRECI 2006 & 2009, pp.181-200.
BELPASSI, Paolo
(1994), “Le conte africain :
l'univers de l'oralité dans le système d'enseignement”, in Revue internationale de l'éducation, Institut de l'UNESCO pour
l'éducation, volume 40, nos 3-5, 1994, Hambourg.
CABALLERO, C. Y LARRAÑAGA, S. (2006), “Cuando el cuento acabó, los alumnos todavía estaban allí”, XV Encuentro Práctico de Profesores de ELE,
Barcelona,
Difusión- Internacional House, Centro de Investigación y Publicaciones de
Idiomas, Barcelona 15 y 16 de diciembre 2006.
CALAME-GRIAULE, Genéviève (1970), “Pour une étude
ethnolinguistique de la littérature orale
africaine”, in Langages, volume 5, nº. 18, París, Juin 1970, pp. 22 –
47.
http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/ lgge_0458726x_1970_num_5_18_2026
CHEVRIER, Jacques (1985), Essai sur les contes
et récits traditionnels d'Afrique noire, Paris: Ed.Hatier.
CHEVRIER, Jacques (2005), L’arbre à palabres, essai
sur les contes et récits d’Afrique Noire, Paris, Hatier
International.
CORTÉS
MORENO, Maximiliano. (2002): “Didáctica de la prosodia del español: la
acentuación y la entonación”, español
lengua extranjera, nº4, serie Estudios, Barcelona, Edinumen.
DAVÓ
SARRIÓN, Pilar et al. (2012), “Los cuentos gigantes como herramienta de trabajo en
el aula de infantil”, Alhucema, Revista
Internacional de Teatro y Literatura (Vol. I) Semestral. Enero-Junio de
2012, nº 27
DUQUE
DE LA TORRE, Aurora y GARCÍA OLIVA, Carmen (1997), “«Érase una vez...». El
cuenta cuentos en la clase de ELE”, Actas del VIII Congreso Internacional de
ASELE, Instituto Cervantes, 1997,
pp.281-289.
GODIN, Anne (2005),“Les
contes illustres jeunesse d'Afrique Noire dans le paysage editorial et culturel
français”, Mémoire, Département Information et Communication, Institut
Universitaire de Technologie René Descartes. Paris 5.
GONZÁLEZ
GIL, M. D. (1986), “El cuento. Sus
posibilidades en la didáctica de la literatura”, CAUCE, Revista de
Filología y su Didáctica, n. 9,
1986, pp. 195 – 208.
JUÁREZ
MORENA, Pablo (1997), “Cómo hacer un taller literario de cuentos en la clase de español como lengua
extranjera”, Actos del VIII Congreso de ASELE, 1997, pp. 479-486
LEBRUN, Monique (1994), “Pour une exploration du conte
africain en classe”, Québec français,
n° 92, 1994, p. 43-45. Disponible en http://id.erudit.org/iderudit/44483ac
MARTÍN
MARTÍN, José Miguel (1999), “El
profesor nativo de español”, actas del X congreso Internacional de la ASELE,
pp. 433- 438
MENIGOZ, A. (2001), Apprentissage et enseignement de
l’écrit dans les sociétés multilingues; l’exemple du plateau Dogon au Malí,
Paris, l’harmattan.
MORENO MUÑOZ, Carmelo y VALVERDE CARAVACA, Rebeca (2004), “Los cuentos y juegos,
carácter lúdico necesario como recurso didáctico para la animación a la
lectura”, in Glosas Didácticas,
Revista electrónica Internacional, nº 11, Primavera 2004, pp. 169- 176
MOUMOUNI, Abou (1998), L’éducation en Afrique,
Paris, Présence africaine.
MUNGALA, A. S. (1982): “L’éducation traditionnelle en
Afrique et ses valeurs fondamentales”, Ethiopiques, revue socialiste de
culture négro-africaine nº 29, février 1982. Disponible en www.refer.sn/ethiopiques/article.php3?id_article=838 & artsuite=5
N’DA, Pierre (1984), Le
conte africain et l’éducation, Paris, l’harmattan
NDIAYE, R. (1999), La Tradition Orale: de la collecte
à la numérisation. 65th IFLA
Council and General
Conference (Bangkok, Tailandia). http://archive.ifla.org/IV/ifla65/65rn-f.htm
[última consulta: 10 de febrero de 2010]
NTAKIRUTIMANA, Jean (2006), “De la valeur éducative du
genre narratif dans les sociétés africaines traditionnelles”, en Ethiopiques,
n° 77, 2ème semestre 2006 www.refer.sn/ethiopiques/auteur.php3?id_auteur=1020
[última consulta: 2 de julio de 2009]
ONG,
Walter (1987), Oralidad y escritura, Traducción de Angélica Scherp,
México, Fondo de cultura económica.
SENE, Pape
Massene (2010), Le
conte : statut et fonctions dans l’éducation à la vie, en SY, Kalidou et DRAMÉ, Mamadou (coord.)
(2010): “De la didactisation du patrimoine oral africain : de
l’enseignement préscolaire à l’université”, Séminaire
d’élaboration de matériaux pédagogiques,
22- 25 mars 2010, Dakar, Sénégal : Union Latine, pp. 91-105
TENEZE, Marie Louise (1969), “Introduction à
l'étude de la littérature orale : le conte”, in Annales. Économies, Sociétés, Civilisations. 24e année,
N. 5, 1969. pp. 1104-1120. http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/ ahess_03952649_1969_num_24_5_422116
THOMAS, Louis
-Vincent (1983), “La viellesse en Afrique Noire, transmission orale et rareté
individuelleˮ, Communications, nº 37, Vol. 37, pp. 69-87. Disponibe
en http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/ comm_05888018_1983_num_37_1_1553
VANSINA, J. (1980) : “La tradition orale
et sa méthodologie”, en KI-ZERBO, J. (dir) : Histoire générale de l’Afrique,
Vol I. Méthodologie et préhistoire africaine, Éditions UNESCO,
pp.167-190. Disponible en http://www.fichier-pdf.fr/2013/06/24/histoire-generale-de-l-afrique-vol-1/histoire-generale-de-l-afrique-vol-1.pdf
VILA, Ignasi (1993), “Psicología y enseñanza de la Lengua”, en Infancia y Aprendizaje, nº 62-63, 219-229
YORO, Souleymane
(2010), De la
didactisation du conte : du préscolaire à l’école élémentaire, en SY, Kalidou et DRAMÉ, Mamadou (coord.) (2010), “De
la didactisation du patrimoine oral africain : de l’enseignement préscolaire à
l’université”, Séminaire d’élaboration de
matériaux pédagogiques, 22- 25 mars
2010, Dakar, Sénégal, Union Latine, pp. 107 – 125
[1]Según estos autores,
aunque son bastante recientes, varios casos de transcripción escrita se han
observado en diversos puntos del
continente africano, fuera de Egipto. Entre otros alfabetos, se notan el Vaï
(1853), el N’ko (1950), el moum (Camerún), el nsibidí (Nigeria), el mende o el
guerze.
[3] Conviene notar que en las
sociedades de iniciación educativa, en especial, siempre existen lugares
recoletos y especializados para la formación de los jóvenes: son generalmente
selvas dichas “sagradas” adonde los concernidos se retiran, lejos de la vida
normal y habitual, para recibir la formación durante un determinado tiempo, muy
variable según las comunidades.
[4] La autoridad, en el África
tradicional se define en relación con el rango social, pero también en función
de muchos otros factores como la edad,
el género o la casta a la que se pertenece. Asimismo, muy a menudo se concederá
el poder al mayor y al varón respectivamente frente al menor y a la mujer.
[5]En su libro, con
título similar a la presente expresión, este autor nos describe detalladamente
qué se entiende por saber hablar, y bien. Entre otras cosas, escribe que el saber hablar radica en una serie de
aspectos entre los cuales figuran el uso correcto y adecuado del lenguaje, la
exposición clara y amena del discurso, el saber establecer y mantener
relaciones interpersonales, esto es, saber velar por la imagen ajena y propia;
y el uso del lenguaje de modo estratégico para lograr los objetivos previstos.
Pero también expone que la cortesía, la gestualidad,
la prosodia, el conocimiento de la cultura y de los registros, etc. son
importantes indicadores del hablar bien.