estudios
LA PATRIA COMO TEMA Y SUS VARIACIONES EN TRES
POEMARIOS REPRESENTATIVOS DE LUCÍA MUÑOZ MACEO
Michelle María Álvarez Amargós
(Universidad de Granma)
Virginia Parra Nogueras
(Universidad de Granma)
Resumen:
La patria es una de las constantes temáticas dentro
de la lírica femenina en Cuba, y específicamente, dentro de la poesía de Lucía
Muñoz Maceo. El presente artículo tiene el propósito de analizar las
variaciones dentro de la patria como tema en tres poemarios representativos de
Lucía Muñoz Maceo. Con ese fin será empleado el método de análisis de contenido
que nos permitirá alcanzar una visión más profunda
del texto a través del empleo de
técnicas para el análisis temático. Este estudio establecerá,
entre otros elementos, la primacía metafórica de los colores, animales y
objetos dentro de su poesía; un avance notable en la manera de realizar la
crítica social; y la determinación de motivos sistemáticos tales a la
naturaleza, la ciudad y la familia que reafirman a la insularidad como una
forma de continuidad entre su obra poética y la tradición lírica femenina en
Cuba.
Palabras
clave: patria como tema, variaciones, poesía, Lucía Muñoz
Maceo.
Abstract:
Country is one of the
constant themes in the female lyric in Cuba and, specifically, within the
poetry of Lucia Muñoz Maceo. The present
article analyze the variations within the theme of country in three
representative books of poems of this woman writer. For this purpose it will
be used the content analysis method that will achieve a more profound vision of
the text through the use of thematic analysis techniques. The study shall
establish, among another elements, the metaphoric predominance
of colors, animals
and objects within his poetry; a remarkable progress in the way to accomplish
social criticism; and
the determination of systematic motives such the nature, the city and the family that they reaffirm to
the insularity like a form of continuity among his poetical work and the
lyrical feminine tradition in Cuba.
Keywords: country as a theme, variations,
poetry, Lucia Muñoz Maceo.
Insularidad y nación en la poética de Lucía Muñoz
Maceo.
Las creaciones líricas de las mujeres cubanas que
concluyen el siglo XX e incursionan en el XXI y aún de aquellas que, aunque
pertenecientes a generaciones y grupos precedentes aún mantienen y renuevan su
quehacer, determinaron la diversificación de la poesía en la isla y, con
increíble rapidez, mostraron novedosas transformaciones tanto en el lenguaje
como en la estructura versal que trascendieron no solo por la experimentación
formal o temática, sino por transmitir, dentro de la tradición literaria
cubana, un latido singular, de personal ruptura con la realidad de la que
forman parte y de la que, a su vez, es tributaria esta poesía.
Como parte de esas fuentes nutricias que forman el
cauce de la lírica femenina en Cuba y que temáticamente se han acercado a la
insularidad y/o a las raíces de la cubanía, se vuelve imprescindible acudir a
la que es considerada por José Lezama Lima (1965) como la primigenia poetisa
cubana, la marquesa de Jústiz de Santa Ana[1].
Sin embargo, no sería hasta el Romanticismo, sin desacreditar empeños
anteriores y simultáneos, que entre otro grupo de escritoras de relevancia, emergerían
las figuras de Gertrudis Gómez de Avellaneda y Luisa Pérez de Zambrana, quienes
buscarían a través de la nostalgia, la familia o el paisaje una imagen en
formación de la patria. No deben olvidarse aquí otras voces como la de Úrsula
Céspedes de Escanaverino que, sin alcanzar los niveles creativos de estas dos
poetisas, mostraron otras formas de reconocer la cubanidad. Mercedes Matamoros,
Nieves Xenes y María Luisa Milanés continuarían el quehacer poético con puntos
comunes en su expresión dentro de registros muy singulares y sentarían las
bases para la llegada de una Juana Borrero, figura que resultaría indispensable
para la lírica modernista cubana. María Villar Buceta decantaría dentro de las
posmodernistas por las temáticas innovadoras donde la cotidianidad muestra no
solo a la mujer sino la identifica con los patrones idiosincrásicos cubanos en
busca de un cambio. Ella daría paso a la figura de Dulce María Loynaz, quien desde
el intimismo como corriente poética, marcaría pautas tanto en la
diversificación temática de la poesía cubana como en las variaciones
estilísticas de la que serían muestra figuras contemporáneas y posteriores de
la talla de Mirta Aguirre, Serafina Núñez, Cleva Solís, Fina García Marruz,
Carilda Oliver Labra y Rafaela Chacón Nardi. Un tanto más acá en el tiempo,
aunque sin perder esa esencia ya consolidada, aparecen voces representativas
que marcan un rumbo novedoso y diverso como Nancy Morejón, Marilín Bobes y
Reyna María Rodríguez. Todas ellas, desde posiciones y concepciones éticas y
estéticas no siempre coincidentes, muestran un mosaico interesante de la nación,
la cubanidad y de cuánto influye en ella la noción de insularidad.
Lucía Muñoz
Maceo, creadora bayamesa que comenzaría a publicar sus textos líricos en la
década de los ochenta, reconoce una particular afinidad poética con Dulce María
Loynaz y con Reyna María Rodríguez debido a la coincidencia en las variaciones
temáticas y recurrencias simbólicas; como paradigmas aparecen Úrsula Céspedes
de Escanaverino y María Luisa Milanés por el carácter desafiante de sus
discursos y la honestidad ante el hecho creativo.
Por radicar
Lucía Muñoz entre Bayamo y Santiago de Cuba a finales de los años ochenta y,
sobre todo, por publicar varios textos en ambas provincias, se le considera
representativa de la literatura de la región oriental en dicha etapa.
Colecciones como Calle arriba bajo la lluvia (1982, Santiago de Cuba), Amarte
sin saber el día (1984, Manzanillo) y Pongo de este lado los sueños
(1989, Santiago de Cuba), conjuntamente con la obtención de alrededor de 16
premios entre nacionales e internacionales en esa década, ratifican dicho
criterio[2].
Ya en estos años se le reconoce cierta raíz romántica que le concede un tono
evocativo a la escritura, unida a cierta recurrencia hacia las remembranzas y los
sueños. También se apuntan la cotidianeidad y la exploración de su mundo
interior como esenciales en las atmósferas creadas y resultan como espacios más
comunes el hogar y la calle.
En la lírica de Lucía Muñoz
Maceo ciudad y naturaleza se funden para recrear a Bayamo, monumento
identitario que reconstruye en las
múltiples variantes que dicta su imaginario. Como bien reconoce César
López en su prólogo al libro de poesías de Dulce María Loynaz, hay una serie de
poetisas en la lírica hispanoamericana que se asocian a elementos específicos
de la naturaleza. De tal manera dice: “Juana de Ibarbourou es poetisa de la
tierra, apegada a los suyos; Gabriela Mistral lo es del viento; Delmira
Agustini, la del fuego; Dulce María Loynaz del agua, de lo que se escurre, que
se va…”(Loynaz, 2002, p. XIII). Marcada por la tradición e historia patrias que
encierra la ciudad, hay elementos de Lucía Muñoz que inexorablemente reaparecen
como constantes en sus versos. En varias entrevistas la poetisa ha explicado el
por qué de su quehacer y el vínculo que la une a la pequeña villa:
[…] Siempre supe que Cuba no
era Francia y mi ciudad no es París y nunca podría serlo. Bayamo es Bayamo y me
enorgullezco, tal vez porque tuve el privilegio de nacer en el seno de una de
sus familias más antiguas […] Bayamo no era Numancia pero los bayameses la
quemaron para que fuera libre y nuestro Himno no será
La decisión de permanecer en Bayamo como creadora,
y por muchos años (18) presidenta de la UNEAC[3]
de la provincia de Granma, estaría fundamentada por ella misma en la necesidad
intrínseca de un contexto que la complementase, de esos elementos conocidos que
son los que hacen peculiar su estilo dentro del concierto lírico actual (Muñoz
1999, p. 54 - 55). Sin embargo, es pertinente señalar que, aunque en el mundo
académico ha existido cierto interés por su obra, no consta una labor crítica
que la haya analizado con profundidad. A partir de lo anteriormente expuesto,
el presente artículo tiene el propósito de analizar las variaciones dentro de
la patria como tema en tres poemarios representativos de Lucía Muñoz Maceo (Sobre hojas que nadie ve, Amargo ejercicio y El llanto de Dios). Con ese fin
será empleado el método de análisis de contenido (Álvarez Álvarez y Ramos Rico,
2003) que nos permitirá alcanzar una visión
hermenéutica del texto a través del empleo de
técnicas para el análisis temático. Establecer estas redes de
asociaciones será posible mediante el uso de estrategias que facilitarán la determinación y grado de sistematización de
aquellos motivos que señalan variaciones o coincidencias dentro de la patria
como gran tema y de la insularidad, la nación o la familia como isotopías del
mismo. De igual manera se establecerán relaciones entre los elementos determinados con el todo
textual, se marcarán los recursos expresivos más comunes en el tratamiento de
la temática por la poetisa y se establecerán los elementos de este tema que
permiten insertarla en la corriente de la tradición lírica femenina nacional.
Es
importante señalar que, para la noción de patria, la cubanidad es esencial y
esta, como dijera Fernando Ortiz, está
constituida por elementos definitorios que van más allá del lugar de nacimiento
o la nacionalidad y para los que resultan necesarios los sentimientos, ideas y
actitudes de pertenencia, al igual que la cultura, la conciencia y la voluntad
de ser cubano (Ortiz, 1991). Para el Dr. Eduardo Torres Cuevas su búsqueda es
una cuestión que particulariza a los cubanos necesitados “de autodefinición y
autocomprensión” y esta resulta “uno de esos conceptos vitales” siempre
abiertos al escrutinio y al debate (Torres Cuevas, 2006).
Un alto obligatorio en la poesía escrita por
cubanos lo constituye la insularidad. Sobre esta idea José Juan Arrom considera
que los poetas desde sus inicios “[…] han acudido a imágenes que esencialmente
son variaciones o metaforizaciones de una misma idea nuclear. Esa idea nuclear
es tierra: tierra contemplada desde cerca o añorada de lejos, pero
siempre tierra […]” (1985, p.135). Para este autor dos son las posturas que
permanecen constantes: una que magnifica su belleza paradisíaca y otra postura
pesimista ante los males que la asedian; ambas, de una larga línea
caracterizadora de la historia literaria y política de la nación cubana.
Por la importancia que cobra la temática para
Isla mía, ¡qué
bella eres y qué dulce!... Tu cielo es un cielo vivo, todavía con un calor de
ángel, con un envés de estrellas.
[…]
Sigues siendo la
tierra más hermosa que ojos humanos contemplaron. Sigues siendo la novia de
Colón, la benjamina bien amada, el Paraíso Encontrado.
Eres, a un
tiempo mismo, sencilla y altiva como Hatuey; ardiente y casta como Guarina.
Eres deleitosa
como la fruta de tus árboles, como la palabra de tu Apóstol.
[…]
Cuando te pintan
en los mapas, a contraluz sobre ese azul intenso de litografía, pareces una
fina iguana de oro, un manjuarí dormido a flor de agua..
[…]
Isla mía, Isla
fragante, flor de islas: tenme presente, náceme siempre, deshoja una por una
todas mis fugas.
Y guárdame la
última, bajo un poco de arena soleada… ¡A la orilla del golfo donde todos los
años hacen su misterioso nido los ciclones! (Loynaz, 2002, 149).
Este mundo
construido alrededor de la isla es palpable en la obra poética de Lucía Muñoz
que naturalmente integra a otro grupo de autores con los que, por estar más
cercanos en el tiempo, mantiene un mayor grado de afinidad tanto en la forma
como en las imágenes proyectadas, dentro de los que no es vano mencionar a
Virgilio Piñera, Gabriela Mistral, Roberto Manzano o Reyna María Rodríguez.
“Leyenda”, el poema con el cual inicia la colección
Sobre hojas que nadie ve y que pertenece a sus primeros textos
publicados, tiene un sentido raigal para todo el poemario: el sujeto lírico se
reconoce en y desde el hecho amoroso, el cual convierte en un acto de su
identidad. Las imágenes creadas entrelazan a la naturaleza y al amor como
motivos, en una simbiosis singular donde la insularidad reafirma el sentido de
pertenencia y tradición a través de símbolos que alcanzan un doble valor, local
y nacional:
Como las ánforas de barro de la abuela,
como los
árboles del fuego
y las arenas
profundas del Caribe,
yo tengo mi
leyenda.
Guardada en
un cobo gigantesco,
junto a
corrientes de norte y sur,
mezclada con
los sonidos de estas playas y sus claridades.
Aquí, en
este cobo rosado,
guardo esta
leyenda de amor
de la
corrosiva acción de las miradas,
del maléfico
influjo de las murmuraciones.
Acaso Oshún
dance en su interior
como Isadora
sobre las aguas […] (Muñoz Maceo,
1994, p. 7).
Ya desde aquí comienzan a sistematizarse algunos motivos que iniciarán
una red ideotemática vinculante de motivos como la identidad, el amor, la
familia y la naturaleza. Esta leyenda de amor, a partir de los elementos que la
voz del sujeto lírico enuncia, se vuelve polisemántica y, abandonando una única
dirección asociada a la pareja, logra alcanzar significados más generales como
la patria, sea chica o grande y los ancestros.
En otros poemas de la colección regresa la imagen
del Caribe, profundamente vinculada a la naturaleza de mujer del sujeto lírico
y donde predomina la asociación que se hace entre su pelo y la noche, en la
primera a través de un símil; y en la otra, de una metáfora que vincula un
tercer elemento a la comparación, el viento. Los cabellos, dentro de los
motivos asociados al hombre, no alcanzan realmente una sistematicidad en su
aparición, pero sí siempre emergen con dos connotaciones latentes: la oscuridad
y el tiempo. Otra asociación es la vinculada, por similitud, al oleaje del mar:
[…]
y su pelo es más negro
que las noches más oscuras del Caribe
donde algunos satélites dejaron
el rastro de
su paso […] (Muñoz Maceo, 1994, p.
41).
[…]
donde el viento del Caribe
riega la oscuridad de mis cabellos[…] (Muñoz Maceo, 1994, p. 29).
Asimismo, las conchas y el paisaje marino se
identifican con el sujeto lírico y dotan a su voz de una intención individualizante, que marca
a la mujer y a sus sentimientos, con la noción de insularidad. Es este un recurso
utilizado por poetisas como Rafaela Chacón Nardi en los versos de “Poema a Cuba
desde lejos” y “Soneto” (Rocalosano,1985). En Lucía Muñoz, a través de un fino
intimismo se funde la naturaleza de la isla con la temática amorosa, aunque
todavía no declaradamente abierta, a la pareja:
Estas que llevo al cuello,
más que
conchas inventadas por olas
y por
incontables
animalitos
del mar,
más que
piedras de colores,
son un
amuleto del amor
contra el
olvido (Muñoz Maceo, 1994, p. 46).
Esta vez la naturaleza, al igual que los románticos
del XIX, se convierte en un refugio seguro para los sentimientos, sobre todo,
porque identifica al sujeto lírico con sus raíces. Lo mismo ocurre en “Saudade”
donde, desde una posición más íntima y sencilla, desprovista de grandes
adjetivaciones como libre de un ropaje pesado, la búsqueda existencial del
sujeto lírico lo lleva a las prístinas imágenes del río y los coralillos,
anudadas a la ciudad que se encuentra representada en la casa, símbolo de la
familia como isotopía. Esta remisión se acentúa con la pregunta retórica que
conduce a un mundo de recuerdos del pasado:
Vuelvo al coralillo,
al río y su
frescor […]
soy raíz al
sol,
un poco de
polvo en la distancia. Dónde se fueron las voces conocidas,
dónde fui
que ya no las escucho.
Nada como la
lluvia sobre el viejo tejado de mi casa,
nada como el
silencio
mientras nos
buscamos
en el espejo
del agua (Muñoz Maceo, 1994, p. 20).
La patria no es una temática que se sistematice en Amargo
ejercicio, aunque se hace énfasis en la ciudad como la patria chica,
continente de lo esencial para el sujeto lírico. Con un tono pictórico, a pesar
de no ser descriptivo, las imágenes delineadas se encuentran ligadas a la mujer
en su forma, se planean en su personalidad, se erigen e identifican con sus
proyectos:
Ciudad,
amanece,
leve
pie de luz
borra
sombras
y
una mujer emerge con su pelo
amanecido (Muñoz Maceo, 2000, p. 51-52).
Sin embargo, el empleo de la primera persona
individualiza el carácter de búsqueda y cuestionamiento del poema, construyendo
un paralelo entre la ciudad y el sujeto lírico, lo que acentúa lo efímero del
ser ante la tradición. Cargadas de sinestesia las imágenes mitifican la ciudad
en el tiempo, reafirmando sus cualidades íntrínsecas y eternas:
He olvidado
el terrible
ejercicio de la espuma
en esta
ciudad
bañada por
el polvo
ensangrentado del tiempo.
[…]
Sucumbirás ciudad,
y yo
contigo,
en ti
en tu dolor
[…](Muñoz
Maceo, 2000, p.65).
También en la construcción de la ciudad se recrea
el tiempo y sus múltiples ramificaciones en el espacio. Las posibilidades están
tanto en el futuro como en el pasado y la pluralidad alcanza a la ciudad como
macrocosmos del ser humano, donde coexisten infinidad de mundos y
probabilidades. Sus calles, casas y rincones aparecen metafóricamente invadidas
por el pasado en plena transformación o por la naturaleza que nutre al hombre,
surge de él y se pluraliza, en una infinidad de posibilidades expandidas hacia
el futuro:
Es mañana apenas amanecida,
los rumores de la calle llegan nublados,
y no impiden que tus dedos se pierdan
en la cerrada noche de mi pelo;
el frescor de tu casa,
mis manos huelen a tu cuerpo,
no quiero morir,
no quiero envejecer
sin que me beses otra vez (Muñoz Maceo, 2000, p. 8).
El paisaje idílico, como un motivo romántico, no solo
va hacia la tranquilidad bucólica como refugio de los sentimientos, de las
remembranzas; es un elemento más que traspasa barreras, que se funde con el
entorno citadino, que dota a la naturaleza de un poder sanador y simbiótico:
[…]
Caminas
por la ciudad y vas viviendo
su gesto unido a los días pasados.
El río corre y sientes caer pájaros
sobre tus hombros.
Pequeñez del tiempo que no alcanzó
a
borrarte,
que no te pudo arrancar de la respiración
(Muñoz Maceo,
1994, p.38).
La patria como tema encontrará un nuevo
punto relevante en El llanto
de Dios, donde con un lenguaje filosófico e imágenes más logradas reaparece
la noción de insularidad, de esa tierra rodeada de agua; de una belleza
paradisíaca, no ajena a los humanos problemas; y que se integra, desde sus
particularidades, a otra totalidad aún mayor. La temática social, implícita en
estos versos, será analizada con posterioridad:
Por siglos me sentí un ser privilegiado pues moraba
en un planeta azul y aunque no lo comenté con nadie me sentí doblemente
favorecida porque la isla que habitaba era la más azul de aquel planeta […]
casi nadie se dio cuenta del cambio de la isla que fue perdiendo su azul
inigualable, poco a poco, paso a paso, fue pasando a un tono verde claro que se
fue haciendo profundo […] (Muñoz
Maceo, 2005, p.68).
Con una convergencia singular, marcada por
diferencias sutiles, las nociones de isla y país van decantándose y surge la
identidad ya no dentro del “otro”, sino dentro del propio sujeto lírico,
lográndose una conciencia del significado de patria:
Un país es herida que causa dolor pero también
alegría de saber existes. Es como una llaga curada, huella del dolor y la
añoranza.
Un país es una gran nostalgia de amaneceres que
resumen la existencia, de rostros que vieron su luz antes que el tuyo, que
dijeron palabras como tierra, cielo, aguas, en la misma lengua en que dices
amor, ausencia, sangre.
Un país es como una sombra, tu propia sombra y si
falta eres solo muerte (Muñoz
Maceo, 2005, p. 53).
La percepción de lo imprescindible desde el “yo”
poético, desde una individualidad que se reconoce en lo colectivo, en una
presencia muchas veces marcada por ausencias que sobrepasan a los ancestros y
nos acercan a otros conflictos de la sociedad que han ido ganando espacios,
como la emigración, hace su poesía menos evidente y a la vez más inmediata. Lo
que puede resultar tangencial en estos versos de autorreafirmación, se
convierte en una variación temática en el poema “Oráculo”, donde aparece por
primera vez en la poetisa la emigración como motivo poético:
Alguien va decir adiós, a levantar la mano como ave
y doblará el sendero. […] Alguien que no me es ajeno torcerá caminos, sin dejar
una marca sobre el suelo, una hoguera o un faro. No atará a su cuerpo el hilo
que escapa del pecho. Llevará consigo cantos ancestrales, soledad de quien todo
ha perdido. Dará otro rumbo a Argos, buscará otra Ítaca (Muñoz Maceo, 2005, p. 72).
Resonancias clásicas se funden en estos versos
donde el objeto lírico es sumido en la impersonalidad del pronombre “alguien”
para ahondar en los sentimientos de pérdida y abandono, constantes en el
poemario. Como una marca distintiva dentro de la tradición no es el sujeto
lírico quien, desde la posición de emigrado, de lo que tiene nuestra historia
lírica magistrales ejemplos, explora su nostalgia o añora
La ciudad retorna como una constante desde Sobre
hojas…, pero al contrario de los dos poemarios anteriores que brindan una
perspectiva de nacimiento y agitación, la ciudad de El llanto… es caos y
fin. En un juego de correspondencias, la angustia y destrucción del sujeto
lírico se desplazan hacia ella. Marcado está como recurrente el motivo de la
soledad que sí se encontrará presente en los tres poemarios y que escogerá el
sujeto lírico para desarrollar el tema en sus múltiples variaciones:
He visto la ciudad desierta en la noche, cenizas de
angustia caer sobre sus techos y calles. ¡Cuánta soledad! No corro el riesgo de
hallarte, de oírte, de disipar el silencio, la amargura. ¿Cuánto soporta un
corazón? No se apartan mis ojos del camino, no cierro las ventanas, no apago mi
lámpara aunque la ciudad se llene de cenizas y yo con ella (Muñoz Maceo, 2005, p.67).
Muy ligado al tema de la patria se encuentra la
crítica social, que si bien se erige como una temática propia,
indiscutiblemente la unen lazos muy estrechos al tema anterior.
En Sobre hojas que nadie ve no resulta una
temática común y mucho menos predominante, la crítica social, la inmediatez del
momento y el compromiso con la realidad emergen, presas aún del coloquialismo
generacional:
Ese hombre que ordena
el día en una hoja
especialista en reuniones,
maestro en planteamientos,
velador de sillas para debate,
amante del papeleo
aunque casi no sepa su nombre
[…]
Cuánta pena siento por él, por ellos,
en este instante. (Muñoz Maceo, 1994, p.57).
Uniforme y
sin mucho alcance poético resulta la manera de enfocar este tema que parte
usualmente de la presentación de lo que se desea mostrar y culmina con la toma
de partido por parte del sujeto lírico:
Ahí están las voces
en reclamo
de los hijos
que un día
salieron al
trabajo y no volvieron
[…]
Levanto mi
voz con sus voces,
junto a
ellas mi puño
mi esperanza
[…] (Muñoz Maceo, 1994, p.69).
Si bien tiene momentos en que las preguntas
retóricas anafóricas y otros aislados recursos intentan mantener el hálito poético que conduce la
colección, la evidente denuncia prima y disminuye la trascendencia del alcance
poético. Estos versos, no carentes de valor sino de posibilidades, muestran una
realidad que se imponía y que por su importancia, todos los poetas del momento
se sintieron abocados a tratar:
En mis manos las monedas
de diversos colores y países
[…]
A qué indio, a qué hombre de este Continente
le urge este bolívar
para aplacar su hambre
y sobrevivir un poco hasta mañana.
Acaso a un niño en Santiago o en Antofagasta
le sea necesario este pedazo de cobre
para huir del frío
y no vender periódicos en medio del crepúsculo
[…]
A quiénes ayudar
con este
puñado de monedas. (Muñoz Maceo,
1994, p.75).
Esta temática, que no es tratada dentro de Amargo
ejercicio y regresa bajo un cariz novedoso en El llanto de Dios,
donde la crítica se aleja de la inmediatez presente en su primer libro, deja
aparte la contextualización y va a la reflexión más elaborada y esencial sobre
la naturaleza de los conflictos y su repercusión en el ser humano:
La realidad tiene dos rostros, es como un espejo.
Una parte te vuelve intacto y la otra mal ajedrezado. Aunque no quieras mirarla
va a permanecer indiferente en espera de que caigas del limbo, alguien quiebre
el silencio con una palabra, hurgue en la herida sangrante. Me niego a mirarle
el rostro contrahecho, me niego a cortar este retoño de esperanza (Muñoz Maceo, 2005, p.33).
Sin embargo, también resonancias intertextuales son
empleadas como recursos para trazar paralelos históricos y asegurar un sentido
a la lectura que vuelve a hacerse del discurso antibélico y proamericanista de
una época:
Ha vuelto la paloma a equivocarse, a errar el
vuelo; extravió el batir de sus alas en el viento de esta rosa que en vano
indica el sitio del corazón.
Busca el amor y
da tan solo con el desamparo de tus manos vertidas y distantes; ha buscado la
rama del olivo y se pierde en el diluvio, en el fuego de la guerra. (Muñoz Maceo, 2005, p.11).
La crítica social, metafóricamente convertida en un
inmenso cuadro de superposiciones ya explotado con anterioridad, tiene
reminiscencias del infierno dantesco, rescatando de la tradición clásica
motivos que resultan arquetípicos y que vienen incorporados a la crítica
social:
[…] Parecía
tan sencillo, había tan escasa distancia entre el azul y el verde. Al menos eso
parecía, pero cuando quisimos pasar de un color a otro notamos las barreras,
los fosos profundísimos donde las bestias abrían fauces ansiando la caída que
nos tornaría presas. Los hábiles buscaron pasadizos. Los Tartufos pasaban de un
color a otro y en los dos eran intocables. Solo los ilusos continuamos halando
el cordón de seda que hacía sonar la campanita cada vez que sacaba una palabra
[…] (Muñoz Maceo, 2005, p.68).
Con la primacía metafórica de los colores, animales
y objetos; muy atada al sentido de cubanidad, de patria, de nación; con un
avance notable en la forma de realizar la crítica social, hecho evidente entre
el primer y último libro; y siempre con un sujeto lírico partícipe y cómplice
de los diferentes momentos históricos recreados, es moldeado el carácter
antropocéntrico de estos tres poemarios representativos de la lírica de Lucía
Muñoz Maceo y son determinados la insularidad, la naturaleza, la ciudad y la
familia como motivos esenciales dentro de ella. Entonces la mujer, como centro
de su propio universo en la poesía de
Bibliografía:
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TORRES CUEVAS, EDUARDO. En busca de la cubanidad.
En: SONIA ALMAZÁN Y MARIANA SERRA. Cultura cubana siglo XX. Tomo I.
[1] Sobre la primera representante de su sexo en imponerse dentro de la
lírica cubana no existe en la actualidad un criterio unánime: Max Henríquez
Ureña en el Panorama histórico de la literatura cubana señala a N. Cruz
en 1763; mientras que José Lezama Lima en su Antología de la poesía cubana
se inclina por la marquesa de Jústiz de Santa Ana con su “Dolorosa métrica
espreción del sitio, y entrega de
[2] 1990. Premio Nacional de Poesía “Frank País”. Premio Nacional de Poesía
“Rubén Martínez Villena”/ 1988. Premio de Poesía “4 de Abril” de Santiago de
Cuba/ 1986. Mención Única de Poesía en el Concurso “José María Heredia” en
[3] Unión Nacional de Escritores y
Artistas de Cuba. Surge en el año 1961 y es una organización social con fines
culturales y artísticos. Representa a la
mayoría de los artistas de la isla y posee una sede en cada provincia del país.