corpora
VIGENCIA DIACRÓNICA
Y ACTUAL DEL
SUFIJO -ICO
Francisco Gómez Ortín
(Universidad
de Murcia)
Preámbulo
Me propongo reivindicar la antigüedad y
pervivencia del sufijo –ico, desde los albores del romance primigenio hasta el
mismo siglo XXI, en las tres etapas evolutivas de la lengua, a saber,
castellana, española e hispánica. Tal sufijo, de innegable carácter
patrimonial, constituye un hecho lingüístico de notorio abolengo. Adviértase
que el sufijo morfológico –ico, no solo denota el valor nocional de ‘pequeñez’,
propio del diminutivo, sino que connota mayormente los sentidos afectivo y el intensificador o
superlativo.
Tocante al dialecto murciano, sostenemos que
el sufijo en –ico es el tenaz residuo de
un uso medieval, arraigado en Murcia. Lo que no empece a que este morfema –ico
sea hoy en toda la Región, por su frecuencia de uso, signo emblemático de nuestra identidad lingüística
a fuer de elemento típico del geolecto murciano.
(A
este propósito, recuerdo, que estando en Madrid, mientras se tramitaba el
expediente de monumento para la iglesia
franciscana de Cehegín (1976), fui varias veces a ver al Comisario de
Bellas Artes, Chueca Goitia. Antes de ir, llamaba para saber si este podría
recibirme. La telefonista siempre saltaba: “Espere un momentico”. Intrigado, un
día le pregunté de dónde era, y me dijo, “de Lorca”. ¡Acabáramos!).
Bueno,
y a todo esto, yo le endosaría maldiciones gitanas mil al “desaborío” de Bill
Gates, ese putrefacto a dólares, que la ha tomado con Murcia, condenándola
porque empleamos el sufijo –ico. Cada vez que se teclea un –ico, salta como un
resorte el corrector automático,
mudándote el murciano –ico en el “ultrapijo” –ito, y todo por ignorar el
“sabijondo” Gates que el Diccionario Académico
registra ambos sufijos en plano de igualdad. (Remito al lector al artículo “Murcia, informáticamente
reprobada”, de mi obra Filologando
(Murcia, 2010, 118-119).
Divido
todo el ingente material allegado en
tres grandes secciones:
E
S P A Ñ A - M U R C I A -
O R I H U E L A
- I -
E S P
A Ñ A - A
M É R
I C A
HABLA
JUDEO-ESPAÑOLA
Si
hay algún argumento tumbativo de necesidad, que demuestre el uso medieval del
sufijo –ico, es el lenguaje y simple existencia actual de los judíos
sefarditas, descendientes de los expulsados de España en 1492.
«Pascual
RECUERO, Diccionario Básico Ladino-Español, Barcelona 1977:
kantoniko
, dim. de kantón ‘rinconcillo’.
lexikos,
dimin. de lexos ‘lejos’.
lubiezika,
dimin. de lubya ‘lluvia’.
sonaziko
‘sonajico’´
talblika
(sic) de tabla ‘mesa’
tantiko
‘poco’, dimin. de tanto
tiesteziko
‘tiesto, maceta’.
Enrique
SAPORTA BEJA (sefardí), Refranes de los judíos sefardíes de Salónica y otros
sitios de Oriente. Barcelona, Ametller, 1978:
Adova
un palico, se faze fermosico (p. 3)
Ya
te aferraré en una calejica estretcha (3).
El
amor es un guzanico que entra por el ojico (9).
Aspricos
(=monedas) y haspicos (=niños) no están cayadicos (13).
Está
como un birbiliko (=ruiseñorcito, pajarito en general) (24)
De
dos caricas (=hipócrita) (37).
Cayeron
los dedicos, quedaron los aniyicos (41).
Al
cazalico, medio cristianico (43).
Cedasico
nuevo, ¿onde lo meteré? (44).
Codrerico
es: ya se asará (=corderico) (47).
Quien
come la papica, frega la oyica (48).
Cuniadica,
culevrica (55). Tacha a las cuñadas de hipócritas.
Nuerica,
culevrica (141).
Pastelico
y banio no mos manque todo el año (154) ».
De repente, nos topamos con dos textos
paralelos, que prueban contundentemente la expansión del sufijo –ico por toda
la geografía peninsular, tanto occidental o castellana como oriental o
aragonesa:
“en
Pere Rossell, en Perico Rossell fill seu” (= don Pere Rosell, don Perico Rosell
hijo suyo) (Año 1296. Acta del homenaje
prestado por el Concejo y moradores de Orihuela a Jaime II de Aragón, en J. García Soriano, Vocabulario del Dialecto
Murciano. Madrid, 1932, 162) (= VDMu).
“Perico,
ve en un salto al vicario del arzobispo, que te dé una carta de descomunión”
(Arcipreste de TALAVERA (1398-1470), Corbacho o Reprobación del amor
mundano, año 1438).
N A
V A R
R A
Por
supuesto que el –ico es también popular en otras regiones hispánicas, como
Navarra (navarrico, pamplonica), sin contar la más conocida, Aragón (la
Pilarica). Estampo aquí un párrafo de Andrés Amorós sobre el –ico navarro:
«Aquí llaman momenticos a los varios hechos más destacados que forman las
fiestas de San Fermín. “Por detrás del barullo masificado, los navarros
aprecian muchos entrañables “momenticos” (así los llaman): “el baile de la
alpargata”; la ilusión de los niños cuando los persiguen los kilikis
Caravinagre y Verrugas; la increíble reliquia del encierrillo; la entrega del
“Gallico” (otro –ico) en la Sociedad Napardi; la melancolía del vals de
Astrain; el silencio en los jardines, junto a la catedral… Al fondo de todo, la
alegría de vivir y el sentido de la amistad de este pueblo… De esta corrida,
¿quedan “momenticos” para el recuerdo? Muy pocos: el valor sereno de Jiménez
Fortes» (“Momenticos” de San Fermín, en ABC, 12 julio 2012, 45).
Sobre
los sufijos diminutivos hay dos estudios exhaustivos, que voy a desplegar. Uno
es el de Fernando GONZÁLEZ OLLÉ, Los sufijos diminutivos en castellano
medieval. Origen e historia de los sufijos diminutivos. Madrid, CSIC, 1962).
O
L L É
“El
sufijo –ico resulta de problemático origen, hasta el punto de que su
procedencia es ibérica, celta, vasca, africana o germánica, según las diversas
teorías propuestas. El sufijo se encuentra actualmente en romances hispánicos
(españoles y portugueses), gascón, dialectos réticos, sardos y rumanos (319).
El origen vasco ha sido propuesto por Cejador, para quien –ico procede “del
éuskaro –ko con –i temática, cuyo timbre sutil le comunicó el valor
diminutivo”. Dejando aparte esta explicación impresionista, la opinión de
Cejador merece ser considerada, pues el vasco posee, en efecto, un sufijo –ko,
que indica pertenencia (Iruñako, arbolako ostua ‘la hoja del árbol’), pero que
también actúa como sufijo diminutivo (zatiko, mutilko, aitako, etc.). Bajo la
forma –ik, Rohlfs ha señalado en los Pirineos un sufijo que sirve para formar
diminutivos y adjetivos, agregando que “el origen de este sufijo es oscuro. Es
seguro que no procede de la tradición latina. Su limitación a España y
Aquitania hablaría en favor de lo ibérico; no obstante, queda por investigar su
origen exacto. La presencia de –ik en ambas vertientes pirenaicas; la
existencia de un sufijo diminutivo vasco en –ko; el testimonio de la mayor
densidad inicial de –ico en aragonés (como sigue ocurriendo) que en otras zonas
peninsulares, (323) // los tres hechos parecen delimitar, si bien de forma
vaga, una zona propia o característica del sufijo. El sufijo pudo pasar al
vasco por medio de los numerosos préstamos léxicos que ha recibido de la lengua
céltica” (324).
“Los
más antiguos diminutivos con el sufijo son apodos (Traserico, Saricco, Moriko)
del siglo X. El adjetivo Cobico (año 1260) también aparece documentado, como
apodo, con los sufijos –illo y –ete. En el Inventario real de 1499 el sufijo
–ico es el más frecuente, superior a –illo e –ito. En el de 1500, aunque menos
usado que –ito (11 casos por 17), sigue prevaleciendo notablemente sobre el
tradicional –illo (2 casos). El primer testimonio literario del uso del sufijo
–ico se encuentra en el poema anónimo Elena y María: “panicos” (paños menores).
Reaparece en autores ya avanzados del siglo XV, con un carácter perfectamente
definido: es el sufijo que encierra mayor capacidad expresiva de orden afectivo
y sentimental (Cota, Enzina, Alvarez Gato, etc.). Así, en la Crónica de Lucas
de Iranzo, se utiliza exclusivamente al hablar de la niña, hija del
protagonista: “señorica, donosica”, o al narrar una representación navideña:
“asnico”, el que conduce a la Virgen y al Niño. En Juan del Enzina aparece
siempre en los pasajes de mayor efusividad: “tan buen ganadico”; “cesticas,
florecicas, cosicas” muestran la complacencia por la naturaleza y la actividad
pastoril; “morenica” será la Virgen, etc., del mismo modo que “lindicas” serán
del Niño, en una poesía de Montesino. El cotejo de dos derivados diminutivos de
una misma palabra resulta muy relevante: “pastorica” en el mismo Juan del
Enzina, es mucho más afectivo que el más general “pastorcilla” (Lucas Fernández
no utilizará más que la primera de estas formas). En Ysopete, el lobo llama al
cordero “Benito” o “Benitillo”; pero cuando quiere ganarse su confianza, le
denomina “Benitico”. En la Celestina, en el acto XIX, el de tono más
íntimamente lírico de toda la tragicomedia, en la evocación de su jardín, los
diminutivos efusivos de Melibea, todos presentan el mismo sufijo: “verduricas,
fontecica, templadico” (325).
“Pero de su arraigo en la lengua hablada da
prueba la antroponimia contemporánea: entre los servidores de los Reyes
Católicos, frecuentemente designados por un hipocorístico, es –ico el sufijo
más generalizado: Ysabelica, Fernandico, Juanico. Para las formaciones en –ico
no puede prescindirse de zatico (diminutivo de la voz vasca zati con el sufijo
–ko de dicha lengua), documentado desde Berceo (325).- Zatico es ‘pedazo de
pan’.
“Los
datos que sobre la historia del sufijo proporcionan los textos aragoneses
estudiados resultan de importancia, pues suministran testimonios inequívocos de
su uso en épocas, como el siglo XIV, de las que no se conoce ninguno en
castellano. Contra lo que suele creerse, en aragonés medieval, según reflejan
los documentos, no era el sufijo más generalizado (papel que desempeñaba –ete).
Los primeros testimonios ocurren en antropónimos: “Exemenico” (a. 1354);
“Martinico” (a. 1369). En apelativos, el primer diminutivo es “cabsica” (a.
1386). En la mitad inicial del siglo XV apenas crece su empleo (5 casos frente a 45 de –ete, 8 de –illo y 8 de
–uelo); pero en la segunda pasa a ser el sufijo más usual (30 casos, frente a
27 de –ete), con frecuencia superior al resto peninsular” (326).
Intercalo
aquí varias piezas sueltas de mis
rebuscos personales:
Bachiller
Rodrigo de REYNOSA (1450-1530): “Si te vas a bañar, Juanica / dime a cuáles
baños vas” (Coplas. Madrid, Taurus, 1970, 131). “Canta, Jorgico, canta. No
queré cantá” (Coplas, año 1524. Ed. de Laura Puerto. Salamanca, Universidad, 2008).
ANÓNIMO:
“¡Ay, que non era, / mas ay, que non hay / quien de mi pena se duela. / Madre,
la mi madre, / el mi lindo amigo / moricos de allende / le llevan cativo;
/cadenas de oro, / candado morisco. Ay, que non era...” (Cancionero de Palacio,
s. XV).
ANÓNIMO:
“Pastorcillo, tú que vienes; pastorcico, tú que vas” (Cancionero de F. Ocaña,
cit. en Don Quijote, P. II, cap. 73).
Rodrigo
FERNÁNDEZ DE SANTAELLA: “Capsella, de capsa, por cesta: chica cesta o cestica o
vasico para guardar alguna cosa” (Vocabularium Ecclesiasticum, Methinae del
Campo, Apud Guillermum de Milis, 1551 (1ª ed. 1499).- “Rumusculus, diminutivo,
por chico rumor o rumorcico, o familla, que es chica fama” (O. c., s/v.)
Juan
de VALDÉS (Cuenca 1509 – Nápoles 1541): “Me parece cosa fuera de propósito que
queráis vosotros ahora que perdamos nuestro tiempo hablando en una cosa tan
baja y plebeya como es punticos y primorcicos de lengua vulgar” (Diálogo de la
Lengua, a. 1535).
El
segundo estudio definitivo sobre la diacronía del tema que nos ocupa es el de
Emilio NÁÑEZ FERNÁNDEZ: El diminutivo. Historia y funciones en el español
clásico y moderno. Madrid, Gredos, 1973. Extractamos:
N
Á Ñ E Z
“Juan
de Valdés usa el sufijo –ejo y, sobre todo, -ico, además de los tradicionales
–illo y –uelo. En Valdés el diminutivo en general tiene una significación
disminuidora en la que se apoya la descripción. En el Lazarillo, los
diminutivos –illo y –uelo expresan la ironía y el humor. La valoración positiva
se manifiesta sobre todo por el sufijo –ico y el –ito” . “Los sufijos
diminutivos en Santa Teresa, ordenados según su importancia numérica, son: -illo.
–ito, -ico, -uelo. El número de sufijos –ito alcanza casi al de –illo, y es con
mucho superior al –ico. Los sufijos –ito e –ico denuncian en deliciosos
diminutivos el amor que vivificó el corazón de la Santa, expresado de manera
más fina por el –ito que por el –ico. Santa Teresa, que no tenía prejuicios
literarios, da cabida preferentemente al sufijo –ito, que se impone cada vez
con mayor firmeza” (258).
“En
Fr. Luis de Granada la escasez de diminutivos de la Guía de Pecadores, frente a
la abundancia en la Introducción del Símbolo de la Fe, se justifica `por el
distinto tema de ambas obras; si bien
éste último es más fino que aquél; el número de los en –ito es aproximadamente
igual a los en –ico” (258).
“Los
sufijos diminutivos en Cervantes, ordenados cuantitativamente son: -illo, -ico,
-ito, -uelo, -ete, -ejo (Quijote: -illo 114, -ico 49, -ito 32). El valor
principal del sufijo –illo es el disminuidor, sin olvidar el ponderativo y
humorístico, y también el despectivo. Los sufijos –ico e –ito expresan la
máxima afectividad y cariño, de aquí que sean ellos los más idóneos para formar
diminutivos de gran sabor irónico y humorístico. El –ico tiene regusto
regional, que en Cervantes es un rasgo evocador de La Mancha; en cambio, el
–ito es más fino, e incluso la ironía manifestada con este sufijo es más
delicada. Es curioso que en el Quijote casi la totalidad de diminutivos en –ico
e –ito están en la segunda parte” (259).
“Los
diminutivos en Lope de Vega están formados sobre los sufijos siguientes
ordenados por su frecuencia, a saber: -illo, -ito, -uelo, -ico y –ete. Los
sufijos diminutivos en Quevedo, en cuanto a su prelación cuantitativa, son:
-illo, -ito, -ico, -uelo, -ete (260).
“A
lo largo de los siglos XVI y XVII se observa una creciente especialización axiológica
de los sufijos –illo, -uelo y –ete en sentido negativo; -ejo, escasamente
empleado, también acentúa ese matiz. Los sufijos de valoración positiva son
–ico e –ito preferentemente; en la oposición que surge entre ambos sufijos por
expresar dicha valoración, se resuelve a favor del sufijo –ito, que pasa a ser
el más numeroso y el preferido por los escritores que no posean como nota
característica el regionalismo. En la expresión de la ironía y el humor toman
parte de manera sobresaliente los sufijos axiológicos positivos –ito e –ico”
(261).
“En
Galdós, la abundancia del diminutivo es abrumadora. De los sufijos el más
frecuente es, con mucho, el –ito: después, -illo, -ino, -uelo y –ete, y por
último, -ejo, -ico y –uco. La preferencia por el sufijo –ito es manifiesta,
como rasgo del lenguaje popular, madrileño y doméstico” (324). “En Miró, los
sufijos diminutivos, según su ordenación cuantitativa, son: -illo, -ito, -ico,
-uelo, -ejo y –ete. El diminutivo en Miró es un
rasgo descriptivo de afectividad y sensualidad. Apenas usa el diminutivo
de valoración peyorativa; todos los sufijos acentúan en deliciosas
descripciones de gran belleza el carácter dicho anteriormente. El sufijo –ico
es un rasgo del regionalismo alicantino. Los sufijos diminutivos en Azorín,
según su ordenación numérica, son: -ito, -illo, -ico, -uelo, -ete, -ejo e –ino.
En Azorín el diminutivo es un trazo que despierta la imaginación, es un rasgo
sensorial e imaginativo. El diminutivo en Azorín es fino y delicado, apoyándose
sobre la descripción del objeto o de la persona menudos. No pocas veces está
tomado sin ninguna coloración axiológica, sino como un rasgo que realza en
nuestra imaginación el objeto descrito. Cuando aparecen los valores vivos del
sufijo suele ser en escenas que retratan un hecho de la vida común, en especial
con el sufijo –ico, de carácter regional; con esta finalidad es empleado el
–ito.” (325).
“A
partir del siglo XVIII los sufijos diminutivos acentúan el carácter axiológico
que poseen al terminar el Siglo de Oro, pasando a ser los sufijos –ito e –illo
los que señalan la máxima presencia de derivados. El –ito es el más importante
de todos los sufijos diminutivos, desplazando al –illo en cuanto al empleo
cuantitativo. El diminutivo participa en todas las funciones del lenguaje, y
éste adquiere gracias a él gran belleza y ductilidad” (326).
“A
medida que –ito asciende en el horizonte de la frecuencia de uso y multiplicidad de funciones, el
empleo de –ico se hace tópico. Si el empleo de –ito parte del ambiente popular hasta
extenderse a todos los ámbitos sociales, el de –ico se restringe poco a poco al
empleo tradicional y se refugia en la pintura rústica y regional” (366).
“Porcentajes
de –ico: Galdós, 0’5; Pérez de Ayala,
1’5; Miró, 11; Azorín, 9. Los dos índices superiores, el de Miró y Azorín
señalan el carácter regional de este sufijo; en ambos ocupa el tercer puesto
por su frecuencia. Esta nota de regionalismo levantino del sufijo –ico se
percibe por el alto nivel de La Voluntad, 11’5 y de Las confesiones de un pequeño
filósofo, 15, en tanto que disminuye considerablemente en las otras dos obras,
Un pueblecito, 2, y El paisaje de España visto por los españoles, 1’5” (369).
“Porcentaje
de –ito: R. de la Cruz, 58; Bretón, 82; Galdós, 70’5; Miró, 23; Pérez de Ayala, 37; Azorín, 52. “El sufijo
–ito ha pasado a ser el de uso más frecuente. En Galdós, el sufijo –ito se da
con un número de 1.163 de un total de 1.651, lo que le presta una mayoría
abrumadora. No cabe duda de que el prestigio de la villa y corte intervino decisivamente
en la enorme difusión alcanzada por el sufijo –ito” (370).
DIMINUTIVO SIN
VALOR O PLEONÁSTICO
El desgaste del sufijo –ico, por su
doble valor diminutivo y afectivo, ha despojado al sufijo de su originario
concepto empequeñecedor o de chico tamaño, obligando a añadir expresamente
“pequeño”, como necesario pleonasmo:
“Una
casica pequeña junto con la dicha iglesia de Santa Ana, que es en el arrabal de
Marçuela” (Carta de donación a la iglesia de Santa Ana, 1492, 31 julio, en
Repartimiento de Baza (f. 47 r.), de María del Carmen Pareja Serrano. Granada
1981.
“Un
caballico pequeño” (Libro de Visitas del convento de Vélez-Blanco, año 1731,
fº. 144 y 152). “Un caballo pequeño” (O. c., fº 155, año 1733).
“El
corico pequeño que había encima con el descubierto” (Acta de reunión de la
Cofradía de la Purísima en el convento, en 1621 (cit. en P. Agustín Nieto, San
Francisco, de Murcia).
“Subasta
del botín en Murcia: “una almohadica de lienzo... almohadilla pequeña (p. 84),
almohadica pequeña (85), una cabecerica vieja...un cobertorico pequeño (86),
colchicas...un colchoncico pequeño... una cortinica pequeña (87), una mantyca
vieja... pañizuelo... una sabanica vieja y rota...una sabanica pequeña y
vieja…una sabanica pequeña (88), una sabanica rota (89), una camisica
pequeña... una camisica morisca, pequeña… una pequeñica, vieja y rota… una
camisica pequeñica de niño una camisica
pequeña, una pequeñita (una vez), una camisilla vieja (una vez), una pequeña
(tres veces) (92), un racelico” (96). Subasta en Mula: “una almohadica pequeña,
una almohadica (97)… un colchonzuelo pequeño… una mantica blanca, unos
pañizuelos (98)… una sabanica pequeña” (99) (María Martínez Martínez, “La
cabalgada de Alhama (Almería)”, en
Miscelánea Medieval Murciana, XI (1984).
Fr.
Diego de Estella, ofm. (1524 – 1578): “No son más parte para afearla que un
lunarico muy pequeño en un rostro de grande hermosura y lindeza” (Cien
Meditaciones devotissimas del Amor de Dios. 1ª ed. 1576. Medit. 18ª. Madrid,
Cisneros, 1960, p. 104).
Juan
Goytisolo: “Llevaban un aparatico asín de pequeño y nos echaron más de cien
retratos” (La Chanca. Barcelona, Seix y
Barral, 1981, 48).
DOCUMENTOS
(PESQUISAS CLÁSICAS)
Vuelco
aquí el grueso de mis hallazgos, que corroboran la apabullante realidad del uso
español del sufijo –ico en escritores eminentes, antiguos y modernos.
GIL
VICENTE (Lisboa 1465 – Évora 1536): “Diga tú, el pastorcico, / que el ganadico
guardas” (Auto da Sibila Cassandra, en Canciones populares de la Edad de Oro.
Selección de Santiago Magariños. Barcelona, Ediciones Lauro, 1944, 64).
Fr.
Antonio de GUEVARA, ofm. (Treceño, Cantabria, 1481 – Mondoñedo, Lugo, 1545):
“Esto fue lo que entonces me pedistes en la cámara, que lo demás, que
callandico me pedistes a la oreja, no es menester repetirlo en esta carta”
(Epístolas familiares de Don... Parte primera. Salamanca, casa de Pedro Laso,
1577).
S.
Ignacio de LOYOLA (Loyola, Guipúzcoa, 1491 – Roma 1556): “Al grupo de Íñigo se
les añadió Juan López de Reinalde, paje francés del virrey de Navarra don
Martín de Córdoba, que estaba recuperándose de una herida en el hospital de la
Antezana, al que Íñigo llamaba Juanico por su juventud, y que acabó siendo
franciscano. A Ribadeneira le solía llamar Perico, así que le gustaban los
diminutivos” (Enrique García Hernán, Ignacio de Loyola. Madrid, Taurus, 2013,
167).
LAZARILLO
(Anónimo): “Noté aquella palabra de mi hermanico” (tratado I, en Novela
Picaresca. Madrid, Aguilar, 1946, 85).
S.
Juan de ÁVILA (Almodóvar del Campo, Ciudad Real, 1500 – Montilla, Córdoba,
1569: “Aun se ha visto una gallina morir por sus pollicos, por que ellos no reciban daño” (Escritos
sacerdotales. Edición de Juan Esquerda Bifet. Madrid, BAC, 2000, 251).
Fr.
Luis de GRANADA (Granada 1504 – Lisboa 1588): “Bolsica. En la bolsica de la
hiel se hallaron tres peloticas, cada una tan grande como una avellana”
(Introducción del Símbolo de la Fe, parte 2, cap. 25, § 19) (cit. en D.
Autoridades). “Bolsico. El bolso
pequeño. - “Lo mismo hacen las yeguas, en semejante peligro, para defender sus
potricos” (cit. en DAutoridades, s/v. potrico).
Juan
de TIMONEDA (Valencia 1520 – ibidem 1583): “Pasced a vuestro solaz, / la mi
ovejica, / pues sois bonica./ ... cosa no usada, / grande ni chica, / pues sois
bonica” (Auto de la Oveja perdida, en Canciones populares del Siglo de Oro.
Barcelona, 1944, 73).
Fr.
Diego de ESTELLA, ofm. (Estella, Navarra, 1524 - Salamanca 1578): “Mendigando
de ellas una gotica de aguas turbias y desabridas” (Cien Meditaciones
devotissimas del Amor de Dios. Madrid,
Cisneros, 1960, 60.- 1ª ed. 1576).
San
Juan de la CRUZ (Fontiveros, Ávila, 1542 – Úbeda, Jaén, 1591). El príncipe de los poetas místicos utiliza el –ico afectivo en
el sublime Cantico Espiritual, cumbre de la poesía lírica española (Canción 32,
p. 711):
“La
blanca palomica /
al
arca con el ramo se ha tornado;/
y
ya la tortolica /
al socio deseado/
en
las riberas verdes ha hallado”
Llama a la alma “blanca palomica” por la blancura y limpieza
que ha recibido de la gracia que ha hallado en Dios… Aquí hace comparación de
el alma a la paloma de el arca de Noé, tomando por figura aquel ir y venir de
la paloma al arca… así como la paloma que salió de la arca de Noé se volvió a
ella con un ramo de oliva en el pico… así esta tal alma vuelve al arca del
pecho de su Criador con el ramo de oliva, que es la clemencia y misericordia
que Dios ha usado con ella… (712) Y así la palomica no solo vuelve ahora a la
arca de su Dios blanca y limpia…
“Y
ya la tortolica /
al
socio deseado /
en
las riberas verdes ha hallado.
También llama aquí a la alma
“tortolica”, porque en este caso ha sido como la tortolilla cuando ha hallado
al socio que deseaba… Es de saber que de la tortolica se escribe que cuando no
halla al consorte, ni se asienta en ramo verde ni bebe el agua clara ni fría…
esta tal alma anduvo buscando a su Amado, como la tortolilla”.
(721)
“Y el mosto de granadas gustaremos… Las granadas significan los divinos
misterios de Cristo… así como las granadas
tienen muchos granicos, todos nacidos y sustentados en aquel seno
circular” (Obras Completas de San Juan de la Cruz. Ed. crítica de Lucinio Ruano
de la Iglesia, cd. 13ª ed. Madrid, BAC, 1991).
Mateo
ALEMÁN (Sevilla 1547 – México 1615): “Que trahigan bolsa, bolsico y retretes”.
“Quien tiene quatro y gasta cinco no ha menester bolsico” (Guzmán de Alfarache,
I, Madrid, 1599, f. 151). “Unas aceitunicas acebuchales, porque se comiesen
pocas” (Madrid, Clásicos Castellanos, nº 114, p. 28)
Miguel
de CERVANTES (Alcalá de Henares 1547 – Madrid 1616). Novelas Ejemplares, 1614.
(La Gitanilla): “¡Torna a cantar, Preciosica, que no faltarán cuartos!” (777).
“Para papel siquiera que me dé la señora Preciosica –dijo el paje- estaré contento” (ibid.). “Mira, Cristina,
respondió Preciosa… Advierte, Cristinica, y está cierta de una cosa” (778).
“Admirados quedaron los que oían a la Gitanica, así de su discreción como del
donaire con que hablaba” (ibid.). “Dadle vos, doña Clara, un real a Preciosica”
(780). “- ¡Por vida de don Juanico, mi hijo – dijo el anciano - , que aún sois
más hermosa de lo que dicen, linda gitana! – Y, ¿quién es don Juanico, su hijo?
– preguntó Preciosa… - En verdad que pensé –dijo Preciosa- que juraba vuesa merced por algún niño de dos
años. ¡Mirad qué don Juanico, y qué brinco!” (785). “Yo sé del señor don
Juanico, que es algo enamoradizo… A esto respondió don Juan: - En verdad,
gitanica, que has acertado en muchas cosas” (786). “¡Sonetico tenemos!” (787).
“Enamorado de Preciosa, aquella hermosa gitanica a quien hicisteis los versos…
Si esto es así, aquí está la gitanica” (795). “¿No veis cuál se ha quedado el
gitanico podrido de hurtar” (800). “Su marido mandase que aquella gitanica no
entrase en la cárcel” (800). “Aquella gitanica que os sacó las lágrimas de los
ojos” (802) (Obras Completas de Miguel de Cervantes Madrid, Aguilar, 1952).-
Como denominación normal prevalece Gitanilla, el sufijo más usado. Con sutil
criterio el autor combina los dos
sufijos –ico/ito (Preciosica, gitanica, Cristinica, don Juanico).
“De
Guadalcanal es (el vino), y aún tiene un es no es de yeso el señorico… Comprar
las candelicas de mi devoción… Le encargó que pusiese otras dos candelicas a
los santos” (Rinconete y Cortadillo, en O. c. , 844).
“Costancica,
di a Argüello que lleve a estos galanes” (926). “Y si no, míralo por
Costancica” (931) (La ilustre fregona, en O. c.).
Don
Quijote: “Bonico soy yo para esso, mal me conoce” (P. I., c. 25).
“Sanchico” y “Marica” (P. II., cap. 5,
1288). “Sanchica” (P. II. cap. 5, 1289 y c. 17, 1504) “Mirad con qué se vienen
los señoricos ahora a hacer burla de las aldeanas… La señora, haciéndose algún
tanto atrás, tomó una corridica, y puestas ambas manos sobre las ancas de la
pollina, dio con su cuerpo sobre la albarda” (P. II, c. X, 1305). “Perrilla,
perrica, perricos” (P. II, cap. 25,
1362). “¿No ven aquel moro que
callandico y pasito a paso, puesto el dedo en la boca, se llega por las
espaldas de Melisendra?” (P. II, c. 26, 1363).
Fr.
Diego de ARCE, ofm. (Madrid 1553 – Tuy 1616): “Inventaron sus Tephilin, que son
unos pergaminicos, en que con letra muy menuda están escriptas algunas
sentencias de las divinas letras” (Miscelánea primera de Oraciones
eclesiásticas. Murcia, por Diego de la Torre, 1606).
Luis
de GÓNGORA (Córdoba 1561 – ibidem 1627): “Hermana Marica, / mañana que es
fiesta, / no irás a la amiga, / ni yo iré a la escuela” (Letrilla).- La moderna
acepción peyorativa del apelativo “marica”, aplicada al homosexual desde el
siglo XVII, provocó que el diminutivo del nombre propio María se cambiara en
Marita, incluso en zonas, como Orihuela,
donde el –ico familiar es de uso intensivo.
Lope
de VEGA (Madrid 1562 – ibidem 1635): “A Toralico” (hijo del marqués de
Toral), (carta de Lope, 1619, en
Epistolario de Lope, ed. por González Amezúa). “Mande Vexª. a Vallejo se
acuerde de Marzelica” (carta de Lope al duque de Sessa, febrero 1617, O. c.).
José
de VALDIVIELSO (Toledo 1565 – Madrid 1638): “Florecicas azules, / el verde
romero” (El peregrino 9, 104). “Ventecico mormurador, /que lo miras y andas
todo” (El peregrino 12, 104).
Fr.
Antonio FERRER, ofm. (Valencia 1572 – ibidem 1644):” A los animales de la
tierra y del agua sustentáys también, proveyendo al vallenazo de las sardinas;
y al jurel del gusarapico...a la ovejita de la yerva tierna” (Arte de conocer y
agradar a Jesús. Orihuela 1631, 982).
Francisco
de QUEVEDO (Madrid 1580 – Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645): El
protagonista de la novela Vida del Buscón Don Pablos es llamado Pablicos a
veces.
Antonio
ENRÍQUEZ GÓMEZ (¿Cuenca, 1590? – Madrid 1663?): “Mis padres me dieron por
nombre don Gregorio Guadaña; cuando niño, me llamaban Gregorico; cuando
muchacho, Gregorillo; y cuando hombre Gregorio” (Vida de don Gregorio Guadaña,
en La Novela Picaresca Española. Madrid,
Aguilar, 1946, 1687).
Fr. Antonio de PANES, ofm. (Granada 1621 –
Torrente, Valencia, 1676): “Allí la mayor y menor fueron luego del contagio
heridas, sin tener más socorro que el que el Señor las administrava por medio
de la otra hermanica: ésta iva cada día una legua y pedía que le diessen con
que socorrer a sus pobrecitas hermanas” (Chronica de la Provincia de S. Juan
Bautista de Religiosos Menores Descalzos. P. II. Valencia 1666, 652).
José
Francisco de ISLA, sj. (Vidanes, León, 1703 – Bolonia 1781). Fr. Gerundio de
Campazas: “Y ya que te vas suavizando un poquitico, hablemos en confianza”
(Prólogo, 18). “¿No le hubiera sido mejor averiguar si había en Alemania y en
Italia algunos frailes vestidos de obispos, que gastar el calor natural en
inquirir si, dos mil o tres mil años ha, los niños y las niñas de los gentiles
se vestían de diosecicos y diosecicas de devoción, así como se visten ahora de
frailicos y monjicas de devoción muchos niños y niñas de los cristianos? (p.
55). “Santas Teresas de barro en sus urnicas de cartón” (p. 67. Lib. I, cap.
I). “Del cual no se apartaba un punto nuestro Gerundico, porque le daba
confites” (cap. IV, párrafo 5) (Obras escogidas del P. J. Francisco de Isla, en
BAE, 15. Madrid, Rivadeneyra, 1850).
Don
Ramón de LA CRUZ CANO (Madrid 1731 –
ibidem 1794): “pobrecica, honradica,
callandico, Teresiquia (18, 97 y 102),
Teresica (30, 59), ovejiquia, queridica, viudica, quarticos, señoriquio,
Penchico (67), Penchiquio (100), esperancica,
tamborilico, guitarricos” (Las labradoras de Murcia, zarzuela en dos actos. Madrid, Imp. Antonio Muñoz del
Valle, 1769). “Zarzuela con música del maestro don Antonio Rodríguez de Hita,
titulada Las labradoras de Murcia, que se estrenó en Madrid, en el coliseo del
Príncipe, en septiembre de 1769. Las labradoras se llaman “Olaya” y
“Florentina”, y los labradores “Pencho” y “Antolín”. Al fin del libreto se dice
en una nota: “Que las voces que se advierten de letra bastardilla son las
propias del arte de la seda en el Reyno de Murcia, como algunas terminaciones
en ica y en iquio lo son de los labradores de la Huerta” (Justo García Soriano,
Anales de la Imprenta en Murcia y Noticia de sus Impresores, en Biblioteca del
Murciano, II. Madrid 1941, 644)
ANÓNIMO:
Conversaciones de Perico y Marica. Publicado en el periódico El Censor (1788).
José
MARCHENA (Utrera, Sevilla, 1768 – Madrid 1821): Cuentos escogidos de Voltaire.
Traducción del Abate Marchena. Contiene: Zadig, Juanico y Perico.
José
Mª. PEMÁN (Cádiz 1897 – ibidem 1981) : “Iba el buen lego, con su cantarillo,/
por la veredica,/ bendiciendo a Dios” (Balada de las dudas del lego, en Espigas
y Azucenas, agosto 1934, 355).
Retazos sueltos del sufijo –ico, extraídos de mi
cosecha:
Madrileñismos.-
La actual iglesia de Nuestra Señora de Montserrat en Madrid fue fundada en 1643
por Felipe IV, para albergar a los monjes castellanos expulsados o huídos de la
abadía de Montserrat catalana. Se la conocía con el diminutivo del
“Monserratico”, porque había dos monasterios de benedictinos en Madrid: San
Martín, frente a las Descalzas Reales, y Montserrat, en calle San Bernardo, más
pequeño.
Gerónimo
QUINTANA: “Querían dedicarse a nuestro Señor en el hospitalico de nuestra
Señora de la Paz (416)… que passassen a
estas recogidas al hospitalico de los Peregrinos (417)” (Historia de Madrid.
Madrid 1629).
Los
gilicos, eran popularmente llamados así los franciscanos descalzos de San Gil,
en Madrid.
DICCIONARIO
DE AUTORIDADES (1726 – 1739)
Tanto
el primer DRAE, como antes Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana
(1611), recogen muchas voces en –ico, algunas ya lexicalizadas.
“Es
fecundissima esta Lengua en los diminutivos y aumentativos, cuyas derivaciones
son varias en ito, en illo, en ote, en azo: como de perro, perrito, perrillo,
perrote, perrazo; de macho, machito, machillo, machote...o en ita y en illa:
como de tabla, tablita, tablilla, tablote... y de este género se pueden sacar
diminutivos y aumentativos de casi todas las voces” (t. I, prólogo,VI, por Juan
Isidro Faxardo, académico). Omisión absoluta de -ico y -uelo.
“Bolsico. V. FR.
LUIS DE GRANADA.
“Braserico
y Braserillo. Diminutivo de Brasero. Brasero pequeño. Covarrubias, en la
palabra Brasa. “El servir en el Invierno las viandas en braserico es muy
antiguo”.
“Patica.
Dim. La pata pequeña”. “Poner de paticas en la calle. Phrase que vale despedir
a uno, echandole fuera de su casa”.- Esta frase, modernamente estereotipada en
patitas, antiguamente era paticas.
“Patico.
Dim. El pato pollo. Trahe esta voz Nebrija en su Vocabulario. Lat. Pullus
anserinus”.
“Patena:
“Se llama assimismo el platico algo concavo, redondo y sin borde, que se pone
sobre el Caliz, en el qual se ofrece la hostia”.
“Paxarilla
. Dim. Páxara pequeña”.
“Paxarico
o Paxarillo. Dim. Páxaro pequeño. Sandoval. Hist. Etióp. Lib. 3, “Que si
aquella música deleita nuestros oídos, no menos deleita al paxarico que canta”.
“Paxarita.
Dim. La páxara pequeña”.
“Paxarito.
Dim. El páxaro pequeño”.
“Perrico,
Perrillo, o Perrito, ta. Dimin. El perro u perra pequeño. Lat. Catulus. Fr. L.
de Granada. Symb. part. 1, cap. 14,
& 4. “No puedo dexar de maravillarme de la suavidad y regalo de la
providencia divina en haber criado otra especie mui diferente de canes, que son
perricos de falda”. Alfarache. part. 1,
lib. 3, cap. 7. “Digan las mismas damas, quan essencial cosa sea y lo que
importa tener perritos falderillos”.
“Ventanica
o Ventanilla. Dim. La ventana pequeña. Mármol, Descripción, lib. 1, cap. 19,
“Acostumbran hacer unas torres angostas y
mui altas con muchas ventanillas”. Palafox, Vida de Sor Margarita de la
Cruz, lib. 4 cap. 4, “Quanto a las audiencias, las daría por el comulgatorio,
que es una ventanica de una tercia corta en quadro”.
“Ventanico
u Ventanillo. Dim. Llaman a los postigos pequeños de las ventanas”.
ALMERÍA -
GRANADA - JAÉN
Pedro
BARROS GARCÍA: “a) Diminutivo.- Con valor estrictamente diminutivo es poco
corriente el empleo de –ico, siendo sustituido por –illo, -ito, y en algunos
casos, -uelo. Cuando el valor diminutivo
va unido al afectivo, es corriente el empleo alternativo de –ico e –illo:
faldica/faldilla, primico/primillo, hermanico/hermanillo. A veces esta
alternancia da lugar a una matización semántica: mujercica ‘afectivo’/
mujercilla ‘despectivo’; malico ‘enfermo’/ malillo ‘travieso’; cochecico ‘coche
de niño pequeño’/ cochecillo ‘coche bueno o malo según el contexto’.
b)
Afectivo.- El empleo del sufijo –ico con valor afectivo es todavía muy
abundante: juerguecica, papaíco, mamaíca, abuelico, solecico, morcillica, tiempecico, mañanica,
cafecico, etc. La alternancia entre –ico e –illo, así como los bajos
porcentajes registrados entre los informantes más jóvenes, son indicativos de
un lento pero progresivo retroceso en el uso de este sufijo, quizás presionado
por el empleo de otros diminutivos en
los medios de comunicación y en los
manuales escolares. Al propio tiempo, -ito que ha sido considerado como
“cursi” por uno de nuestros informadores de edad media, alcanza altos
porcentajes entre los más jóvenes, con valor nocional. Creemos, por tanto, que
estamos asistiendo a una fase de transición, de reajuste de estos sufijos, que
puede acabar con el empleo de –ico en un espacio de tiempo no muy lejano –dos o
tres generaciones-, si no se produce una reacción de tipo contrario. (p. 37).
Conclusiones.-
1. El sufijo –ico es todavía bastante frecuente entre los granadinos y los
pocos datos que ofrecían los mapas del ALEA se debían a su escaso empleo como
diminutivo. 2. Los barrios tradicionales y céntricos de la ciudad, con una
población establecida en ellos a lo largo de generaciones –Realejo, Albaicín,
S. Antón, Virgen de las Angustias, Magdalena, etc.- mantienen vigentes las
características lingüísticas de la ciudad, y por lo tanto, han aportado los
porcentajes más elevados en el empleo del sufijo. 3. El factor edad se ha
revelado bastante decisivo. Los jóvenes no llegan al 20%, apreciándose en ellos
un notable incremento del uso de –ito con valor nocional y ponderativo, prefiriendo
–illo para el afectivo. Las personas comprendidas entre los 35 y los 50 años
son los que con más agrado y frecuencia emplean el sufijo –ico. 4. En cuanto a
los valores con los que es empleado, se demuestra que es poco usado como
diminutivo, que tiene todavía una gran frecuencia como afectivo, tendiendo a
reducirse en los más jóvenes, y que es
bastante general su utilización como ponderativo (p. 38) (“Niveles de empleo
del sufijo –ico en la ciudad de Granada”, Philologica I. Homenaje a Antonio Llorente
Maldonado. Salamanca 1989, pp. 33-38).
Francisco
GÓMEZ ORTÍN: “En Baza (Granada) el
morfema o sufijo –ico goza de gran popularidad (bonico, solica, enteretico,
llenico, mocica, tres añicos, besico, “ahora mismitico”, “un momentico”.
“abuelico” ‘tipo de pan casero’). Toponimia menor: calle Tabernica, Peñicas,
Casicas; paraje El Vaíco (= vadico), por haber habido en tiempos un vado para
cruzar alguna corriente de agua o charquerío de agua estancada, al igual que el
Vaíco, de Calasparra (Murcia), que antaño salvaba la Acequia Mayor (“Habla y
Folclore de Baza y su Comarca”, en
Filologando. Murcia 2010, 132-133)
Francisco
José RUEDA CASSINELLO: “La influencia del ICO, terminación que cabalga desde
Aragón por toda la cordillera ibérica hasta llegar a Murcia y Almería, es aquí
muy importante” (Diccionario Almeriense, Prólogo a la 1ª ed., 1981, en 2ª ed.
Almería 1991, p. 6)
Alejandro
Faustino IDÁÑEZ DE AGUILAR. Sufijo
–ico: “Al orico, al orete, al oretico, ‘junto a la lumbre’. Toponimia: Santiago-Pontones
(Anchuricas, Castillico, Olivico, Vadico, Dornajico,). Segura de la Sierra
(Hornico, Cerrico). (Vocabulario del Nordeste andaluz. El habla de las Sierras
de Segura y de Cazorla. Jaén 2001).
DICTAMEN MAGISTRAL DE
GRANDES FILÓLOGOS
No
me resisto a concluir este artículo sin consignar aquí los juicios inapelables
de sendos filólogos cumbreros, lo que estimo un decisivo y apodíctico fallo:
Ramón
MENÉNDEZ PIDAL (La Coruña 1869 – Madrid 1968): “El sufijo –cc- en su variante
con i, -ico fue en los Siglos de Oro el diminutivo más usual y literario, y hoy
se sigue empleando como tal en muy diversas regiones de España” (p. 68)... “El
sufijo –ico, a pesar de su vivacidad en el español clásico y dialectal, no está
muy difundido en la toponimia peninsular. La boga de este sufijo mediterráneo
debió de ser impulsada desde el Africa romana, donde en las inscripciones de la
época imperial aparece aplicado a nombres de mujer: Bonicca, diminutivo de
bonus, Karica, de carus. Luego se halla en inscripciones españolas Pusinnica,
diminutivo del más usado nombre de mujer Pusinna. Hoy –ico se usa para
diminutivos en los dialectos del Sur de Italia y en toda la Península Ibérica,
pero sobre todo en las regiones costeras que miran al África, desde Granada
hasta Cataluña” (69) (Historia de la Lengua Española. ed. Diego Catalán.
Madrid, RAE., 2005).
Rafael
LAPESA MELGAR (Valencia 1908 –Madrid 2001): “En el Siglo de Oro, el sufijo
diminutivo preferido era –illo: -uelo tenía mayor vitalidad que ahora, sobre
todo en poesía, pero –ico e –ito le disputaban la popularidad. Autores de las
dos Castillas usan –ico (pasico, polvico, menudico) hasta la época de Calderón,
sin la limitación geográfica que después ha hecho a –ico en la península,
exclusivo de Aragón, reino de Murcia y Andalucía oriental” (395). “El
diminutivo –ico (ratico, gallico), aunque en otras épocas fue corriente en toda
España, muestra hoy peculiar arraigo en Navarra y Aragón, desde donde extiende
su dominio hasta la Mancha oriental, Murcia y el Oriente andaluz” (494). “En el
alto Mijares y en Fanzara (Castellón), el sufijo diminutivo –ico, -ica ofrece
en algunos puntos la variante –iquio, -iquia (casiquia, mociquio), que después
encontraremos en el murciano” (498). “De procedencia aragonesa es el sufijo
diminutivo –ico, -iquio, que ofrece en el reino de Murcia dos peculiaridades:
una consiste en que su acento pasa a la vocal precedente en contracciones como mejoraico,
cansaica, temporaica; la otra peculiaridad murciana es la k y la yod de iquio
se funden en una articulación africada sorda postpalatal o mediopalatal, que en
Tarazona de la Mancha se ha identificado
con la c prepalatal (zapaticho, puchericho, burricho)” (518). “En
América, de los sufijos españoles el que tiene verdadera vitalidad para formar
diminutivos es –ito (ahorita, allicito, yaíta), usado con gran profusión e
incluso repetido para reforzar la expresividad (ahoritita). En este refuerzo,
el habla de las Antillas y Costa Rica, así como la de los indios del Ecuador,
añade –ico al primer –ito (chiquitico, hijitico, ahoritica), o agrega el –ico a
palabras en cuya última sílaba hay una –t (zapatico, latica, potrico, ratico,
toitico), por lo que los costarricenses reciben de los demás centroamericanos
el dictado de hermaniticos o ticos; en los antropónimos antillanos se oye
Juanico, Manuelico” (585-586) (Historia de la Lengua Española. 9ª ed. Madrid,
Gredos, 1988).
Santiago
ALONSO GARROTE (Astorga 1858-1927): “Sufijos. El diminutivo más usado es –in,
-ina. Los diminutivos en –ico son también abundantes, y los en –illo e –ito
poco frecuentes, corresponden a la irrupción del castellano moderno. En –ico:
cachico, ratico, pequeñico, morico (de moro, negro), lejicos, poquitico, solico
(sol y solo), despacico, cabecica, mocico, casica, güertica, sastrico, caminico,
salica (sala), grandico, mañanica, zapatico, etc. Es el diminutivo empleado
preferentemente por los clásicos, entre ellos el insigne leonés padre Isla, siendo también el escogido para
terminar los apelativos familiares y cariñosos” (El dialecto vulgar leonés
hablado en Maragatería y tierra de Astorga. 1ª ed. 1909. 2ª ed. Madrid, CSIC, 1947, 72).
Gonzalo
MANSO DE ZÚÑIGA (Haro, Rioja, 1902 – San Sebastián 1982): “Así como en Aragón,
Ribera de Navarra, Rioja Baja y ciudad de Vitoria se sigue usando el antiguo
diminutivo en ico o ica, en la región altoriojana no se emplea esta modalidad,
ni tampoco el moderno ito o ita, y la disminución se hace en illo o illa. Por
ejemplo: majillo, -illa” (Modalidades de la Rioja Alta, en Berceo, III, 1948,
39).
José
Luis GIRÓN ALCONCHEL: “En la morfología derivativa los diminutivos más
frecuentes eran, por este orden, -illo, -ico e -ito. También se usaba -uelo,
sobre todo en poesía. El sufijo –ico era la forma cortesana en el siglo XVI,
sin las connotaciones aragonesas y murcianas de hoy, pero en el XVII aumentó el
prestigio de –ito, e –ico ganó en rusticidad y evocación dialectal, lo que
explica que en el Quijote se use para caracterizar el habla rústica” (Cambios
gramaticales en los Siglos de Oro, en Historia de la Lengua Española.
Coordinador, Rafael Cano. Barcelona, Ariel, 2004, 861).
Alonso ZAMORA VICENTE (Madrid 1916 – ibidem
2006, académico de la RAE): “(El sufijo –ico) Se usa en toda la Península y
especialmente en Albacete y Murcia (donde se debe quizá a la colonización
aragonesa) y en la Andalucía oriental” (Dialectología Española. 2ª ed. Madrid,
1967, 278-79).
Manuel
SECO REYMUNDO (Madrid 1928, académico de la RAE): “Los sufijos apreciativos
denotan unas veces tamaño (en los nombres) o intensidad (en los adjetivos y
adverbios): piedrecita “piedra pequeña”; poquito “bastante poco”. Otras veces, unida
o no a las ideas anteriores, expresan una actitud personal del hablante con
respecto a lo que menciona: suavecito “gratamente suave”; grandón
“desgarbadamente grande”. Según los conceptos de tamaño y de intensidad, sin
duda más “palpables” que las impresiones subjetivas, los sufijos apreciativos
suelen dividirse en diminutivos y aumentativos. Los primeros aportan a la base
la idea de “pequeño” o “escaso”, y con esta idea suele ir unida la expresión
del afecto o del interés del hablante: mi hermanito puede significar no solo
“mi hermano pequeño”, sino al mismo tiempo, “mi hermano, a quien tengo cariño”;
y a menudo esta expresión puede dominar y borrar la otra: mi mujercita no es ya
“mi pequeña mujer”, sino “mi querida mujer”. En algunos casos, el sufijo
diminutivo, pese a su nombre, es intensificador: me levanté tempranito
significa que “me levanté bien temprano” (Gramática esencial del español.
Introducción al estudio de la lengua. 2ª ed. Madrid, Espasa-Calpe, 1989, 208).
Apostilla.-
Pedro J. del Real Francia –Juan M. Sánchez Miguel: “Es abundante, sobre todo en
la zona este de nuestra provincia, el empleo del sufijo –ico: añico, ajico,
pequeñico, toíco, rasgo característico del aragonés (Diccionario del Habla de
la provincia de Ciudad Real. Ciudad Real, Diputación, 2007, 18).
Los
“ticos” costarricenses evidencian la
expansión del sufijo –ico por el área hispanoamericana. Este sufijo,
trasplantado al continente americano, arraigó principalmente en tierras de Colombia, Venezuela y
Costarrica. Lo prueba un texto recentísimo del impresentable
venezolano Maduro: “Yo entré solo a la capilla chiquitita de madera a las ocho
de la mañana. Y estaba orando y recordándolo, y de repente entró un pajarito
chiquitico, y me dio tres vueltas aquí arriba” (La Verdad, diario, ed. Orihuela- Vega Baja, 11- 11- 2013, p.
28).
- II -
R
E G I Ó N D E M U R C I A
Si
alguien intenta demostrar que Murcia es
el paraíso del sufijo –ico (con permiso
de Aragón y Navarra), lo tiene facilísimo, ya que le basta con salir a la calle
de cualquier población dentro del espacio dialectal murciano y ponerse a
escuchar a viandantes, para convencerse al punto de que el –ico, en todos los
niveles diastráticos de habla, normal y corriente, informal o coloquial, es
el sufijo espontáneo, natural y predilecto de cualquier murcianoparlante,
nativo o enraizado en esta tierra.
ANTROPONIMIA
MURCIANA
Nos
aprestamos a abordar el tema del sufijo –ico en Murcia. Tan abundante es el
acervo que tengo compilado sobre el uso del morfema –ico en el ámbito murciano,
que me veo obligado a reducir mis aportes, descartando el material toponímico y
los numerosos textos literarios murcianos acarreados. Me ceñiré ahora a un aspecto muy importante en el campo de
la Antroponimia, cual es la Onomástica
religiosa, es decir, el tratamiento que la devoción popular da a sus santos y
vírgenes más idolatrados, volcando fervor, emoción y cariño sobre sus iconos
religiosos.
Hay,
en el plano religioso, un peculiar
ejemplo del uso regional o suresteño del –ico,
rezumante de sentimiento tradicional, al par que de actualísima vigencia.
Obsérvese cómo coinciden el oriolano y el murciano, el yeclano o el villenero
al piropear con el mismo entrañable nombre de “Morenica” a sus respectivas
patronas, Monserrate, Fuensanta, Purísima o Virtudes. A su vez, tanto el
jumillano invocando a su Abuelica Santa Ana, como el cartagenero a su
Pequeñica, junto con el calasparreño a su Pequeñica (Esperanza), e incluso el
bastetano al llamar Piedaíca a su Virgen de la Piedad, están proclamando el
vínculo lingüístico que los aúna, que no es otro que el geolecto murciano. No se restringe este caso a la sola Región de
Murcia, sino que sobrepasa los límites del hoy desmembrado Reino de Murcia,
invadiendo las zonas aledañas que componen el territorio dialectal murciano, o
sea, el área de la “Andalucía murciana”, junto a las periferias manchega y
valenciana.
Albacete.-
Patrona, “La Virgen de los Llanos, La Morenica, como la llamamos los
albaceteños en la intimidad de nuestros rezos y en el amor de nuestros cariños”
(José Conde García, Travesuras y andanzas (Memorias de un niño, contadas por un
viejo). 2ª ed. Almansa, Imp. Hijo de Antonio Molina, 1957, 174).
Almoradí
(Alicante).- “A San Abdón y San Senén se les ha conocido siempre por Los
Santicos de la Piedra. Hay constancia de que sus imágenes han estado presentes
en las cinco iglesias de este pueblo. Se desconoce cuándo se inició la devoción
hacia estos mártires, aunque podría tener algo que ver con una enorme epidemia
que comenzó en Cataluña y que alcanzó el reino de Valencia. Orihuela sufrió
terriblemente aquel azote y al quedar libre de la enfermedad el día 30 de
julio, Orihuela –y este núcleo que padeció la plaga-, declaró fiesta oficial a
San Abdón y San Senén y se acordó celebrar todos los años una procesión. Se les
denomina los Santicos de la Piedra porque a ellos desde tiempos remotos los
agricultores de Almoradí se dirigían en oración, pidiendo que el granizo no
destrozara las cosechas. Aunque el sector agrícola ya no sea tan predominante,
no ha decrecido la devoción por Los Santicos de la Piedra a lo largo del
tiempo” (La Verdad, diario, ed. de
Orihuela-Vega Baja, 27.07.12).
Aspe
(Alicante).- “Aspe aguarda a su patrona.
Cada dos años Hondón de las
Nieves y Aspe comparten la imagen de la patrona desde que en 1839 el primer
municipio se separó del segundo. La figura pasó a pertenecer al término
municipal de Hondón, pues la tradición cuenta que fue en la ermita de los
Hondones donde se apareció la Virgen en 1418. La patrona deberá recorrer en
romería los más de ocho kilómetros que separan las dos poblaciones. La comitiva
acompañará a la también conocida como “La Serranica” a su vuelta a Aspe. Un
Colegio de Aspe se llama La Serranica, como también la banda de cornetas y
tambores” (Luis Candela, en La Verdad,
diario ed. de Orihuela-Vega Baja, 3.8.12)
Baza
(Granada).- Patrona, la Virgen de la
Piedad, hallada en 1497, en la iglesia de La Merced: Piedaíca, nombre familiar
femenino.- La patrona de Zújar, cerca de Baza, es la Virgen de la Cabeza:
Cabecica, nombre popular femenino.
Calasparra
(Murcia).- La Pequeñica. Esta imagen de
menor tamaño, se lleva siempre en las
andas junto a su homónima de vestir, la patrona de Calasparra, Virgen de la
Esperanza (Luis Armand Guillén, Bosquejo histórico de la Virgen de la
Esperanza. Murcia 1958, 10).
Caravaca
(Murcia).- La patrona de Caravaca es la Cruz o Veracruz, de ahí que abunde el
nombre femenino de Crucica (o Crucita).
Cartagena
(Murcia).- La Pequeñica. Llamada así por su pequeño tamaño, es la Dolorosa de la Cofradía Marraja, que sale
en Viernes Santo.- Antonio Ramos Carratalá (cartagenero): “mi Virgencica de la
Caridad”.
Cehegín
(Murcia).- Patrona de Cehegín, Nuestra Señora de las Maravillas. “¡Qué bonita
es la maravilla de la Virgencica de las Maravillas!” (Antonio Ramos Carratalá,
Cehegín y su Virgen, en Revista de Fiestas de Cehegín, 1955). Nombres
hipocorísticos de Maravillas: Mavi, Villas, Maravillicas, Villicas.
Cieza
(Murcia).- “La imagen de la Virgen de
los Dolores, restaurada por la escultora ciezana, ha vuelto a la calle San
Sebastián, para presidir el popular callejón de la Virgencica” (A. Semitiel, La
Verdad, 31-12-1998).
Jumilla
(Murcia).- Santa Ana, titular del convento.- José Luis Castillo-Puche, yeclano:
“Es la Abuelica, la Patrona” (114). “La caravana de carros y devotos que iban detrás de la Abuelica era
interminable” (romería a Santa Ana del Monte) (222) (El vengador. Barcelona
1956).
Llano
de Molina (Murcia).- Patrona de esta pedanía de Molina de Segura, ubicada en la
Vega Media del Segura, es la Purísima, a la que sus devotos invocan con el encendido piropo
¡Purisimiquia!, remachado a veces con la
irrebatible interjección ¡pijo! Tan murcianísimo dardo, lanzado a la patrona,
revela un extremado sentimiento religioso que roza el paroxismo, convirtiendo el simple nombre en comprimida
plegaria. A la vez, el superlativo Purísima, meramente denotativo nominal, se
trasforma, mediante el sufijo –iquia, en
expresión connotativa de irreprimible carga afectiva.
Lorca
(Murcia).- Virgen de los Dolores, o Doloricas, titular de la cofradía o
Hermandad de Labradores (azules): “Viva la Doloricas”, vitorean los azules en
la procesión del Viernes Santo.
Torre
Pacheco (Murcia).- Adorable ermita de la Virgen del Pasico.
Villena
y Sax (Alicante).- Patrona de ambos pueblos es la Virgen de las Virtudes. “La
Morenica abandonó ayer su santuario de
Las Virtudes para regresar a la ciudad. La Morenica –como se conoce
popularmente la imagen de la Virgen debido a su tez morena -, devotas mujeres
de Villena la portan a hombros, dándole
vueltas dentro de los muros del templo religioso. Decenas de voluntarias se dan
cita cada año en el santuario con la voluntad de pasear a la “Virtudica” – como
la llaman coloquialmente -, y de esta forma, cumplir con alguna promesa
realizada a la Virgen de las Virtudes” (R. Bernabeu, corresponsal de La Verdad, diario, Orihuela-Vega
Baja, 29.08.11).
Yecla
(Murcia).- “¡Viva la Morenica!” (José Luis Castillo-Puche. El vengador.
Barcelona 1956, 114). Alude a la Patrona de Yecla, La Purísima del Castillo.- A su vez, la escritora yeclana
Pilar Polo Carreres siembra su obra Teatro de cariciosos antropónimos en –ico
(Andresico, Marujica, Conchica, Sebastianica,
Rosarico, Carmencica,
Madalenica).
De
la Región Murciana, como es obvio, podría ofrecer un cúmulo inmenso de datos,
pero refreno mi impulso, seleccionando varios textos de escritores murcianos,
que salpimento con refranes, coplas y locuciones:
Bartolomé ALCÁZAR, sj. (n. Murcia): “Luego nació la
criatura; y al punto començó a llorar y mover los bracicos” (433)… “Quando
hazia cesticas para sustentarse” (456) (Vida de San Julián. Madrid 1692).
Vicente
MEDINA (Archena, Murcia, 1866 – Rosario de Santa Fe, Argentina, 1937):
“poquico, miraicas, abonico, olorcico”. “Siempre te conocería: “yo sé que dirás
nenico, yo sé que dirás nenica, te llamarás Carmencica, Rosarico,
Doloricas”(99) (Aires murcianos, 1ª ed.
1898, Murcia 1981).
José
Sebastián DE ERICE, diplomático (n. Caravaca): “Entre las nubes bajas del cielo
vienés, parece que llega el sonar del Angelus, el rumor del agua por la
acequia, el apelativo en “ico” (Añoranza, en Revista de Fiestas de la Cruz. Caravaca 1960).
Gregorio JAVIER GÓMEZ (n. Caravaca): “Mi
Carmencica se muere esta noche” (111).
“El padre del Antoñico tiene uno” (115). “Pronto, muy prontico” (120).
“Déjame que lo lleve un poquico” (188). (Caravaca de la Cruz, Barcelona 1961).
Alfonso
MARTÍNEZ-MENA (n. Alhama de Murcia):
“Junto al convento de las monjicas” (25) “Las mocicas aguardaban junto a interminables
hileras de cántaros” (26). (El espejo de Narciso. Murcia, Universidad, 1910).
José
Luis CASTILLO-PUCHE (Yecla, Murcia, 1919 – Madrid 2004): “Ya estaban sobre la
mesa los espárragos, las aceitunas
negras o verdes, las habicas tiernas (164)… Mi madre les ponía una botella de
vino con unas olivicas al terminar la semana” (185) (El amargo sabor de la
retama. Barcelona 1979). “Déjame, Pepico” (así llamaba al autor su madre)
(Conocerás el poso de la nada. Barcelona 1982,
75).
Refranes murcianos (Francisco Gómez Ortín,
Folclore del Noroeste Murciano. I. Murcia 1996):
“Agustinico
llovío, año perdío” (Alude al pronóstico agrícola del día de San Agustin, 28 de
agosto, asimismo llamado el “Cabañuelón”).
“Olivica
comía, huesecico al suelo” (también se usa en Orihuela).
“Mucho
te quiero, perrico, pero pan poquico”. (A los murcianos cursifinolis les
abochorna decir poquico, y prefieren un “pelín”, rimando con “Madrid” y Berlín).
“Cada perrico se lame su pijico” (recogido en
Cehegín, después de publicada mi obra antedicha Folclore del Noroeste).
Copla popular: “En la casa que hay tres
Juanes, / ¿cómo los podrán nombrar? / Juanico, Juan y Juanele, / Juanele,
Juanico y Juan” (Folclore del Noroeste Murciano. II. Cancionero. Murcia 2003,
100). - El sufijo –ele diminutivo es mucho menos frecuente que –ico.
Emilia GARCÍA COTORRUELO: “Sufijo –ico. Es el
sufijo diminutivo. En español de los siglos XV y XVI –ico era de uso muy
amplio, no dialectal. Luego decayó en las Castillas, León, Extremadura y
occidente de Andalucía, pero se conservó en Aragón, Murcia y Granada, oyéndose
también en Santander (Gª. Lomas), Alto Aller (R. Castellano) y en otros
dialectos españoles. Es el sufijo diminutivo de mayor vitalidad dentro de
nuestra habla, siendo preferido por todas las clases sociales, incluso la
rústica, en la que ha desplazado por completo al anticuado –iquio, cuyo uso
perdura en la Huerta de Murcia, con tendencia a desaparecer (Gª Soriano). En
palabras bisílabas acabadas en -e, llanas en –en y en otros casos, el sufijo
toma la forma –cico, como en aragonés meridional: liebrecico, jovencico,
buenecico, etc. Alguna vez se oye –tico:
llenetico. Sobre el carácter diminutivo del sufijo predomina el valor afectivo.
Son numerosísimos los casos de toponimia terrestre y marinera que conservan el
sufijo: El Cabecico, Castillicos / La
Macetica, Las Playicas. En los apellidos, nombres y motes –ico da idea de baja
estatura: El Juanitico, El Pequeñico, o
designan al hijo o hijos del que los lleva: Los jacinticos, Los charquericos.
Es curiosa la formación de un superlativo mediante este sufijo (llenetico,
reventaico, cuajaico). El diminutivo –ico sustituye al –ito, casi en desuso,
que se considera como rasgo de
afectación o se encuentra en palabras fijadas por el uso: señorita, bonito, saquito”
(Estudio sobre el Habla de Cartagena y su Comarca. Madrid, Anejo III del
Boletín de la Real Academia Española, 1959, 97-99).
Isidoro VALVERDE: “En la esquinica de la
replaceta de Roldán con la calle Don Roque se jugaba al palico” (35). “Salazón,
que con pan y un tomatico hace las delicias del cartagenero” (44). “Se vendían
a diez pesetas unos buenos jamonicos –como dicen las cartageneras castizas”
(60). “Rollicos de San Antón” (76). “La casica de la olivera” (80). “Sus casas
tienen delante un jardincico cercado o una terracica con piso de cemento” (88)
(Cartagena entrañable. 3ª ed. Cartagena 1995).
El dialecto murciano posee vocablos peculiares, que expresan ‘el
lugar resguardado del frío o viento’,
como sinónimos de ‘socaire, amparo, abrigo’.
Lorca:
“a la espontica”, de esponta (Diego Ruiz Marín, Vocabulario de las Hablas
Murcianas. Murcia 2000; no VDMu ni A. Ibarra, Materiales para el Habla de
Lorca. Murcia 1996).
Jumilla:
“al reselcico, de resés (VDMu, del valenciano racés, lugar defendido de los
vientos). Al resel, al reselcico (Emiliano Hernández Carrión, El léxico de
Jumilla. Murcia 2004).
Noroeste
Murciano: “al orico, al oretico”, ‘al amor de la lumbre’, con refuerzo de
sufijos, ete/ico (VDMu, Moratalla; Francisco Gómez Ortín, Vocabulario del
Noroeste Murciano. Murcia 1991, y A.
Idáñez de Aguilar, Vocabulario del Nordeste Andaluz. Jaén 2001).
- I
I I –
O R
I H U
E L A (
C O
M A R
C A)
Puesto
que mi residencia actual es la ciudad de Orihuela, sería imperdonable no cerrar mi exposición con un capítulo imprescindible
sobre el uso del –ico en la amplia comarca oriolana, ubicada al sur de la
provincia de Alicante y limítrofe con la Región de Murcia, de cuya capital
dista unos 20 kms. ¿Cómo no dedicarle siquiera un “parrafico” (afectuoso, no
pequeño) a la cariciosa habla de esta
“Orihuelica”, tachonada de –icos, con los que
a menudo te tropiezas, dada su tozuda vigencia en toda clase de
personas?
El
filólogo José GUILLÉN GARCÍA afirma: “El sufijo –ico es el de mayor vitalidad.
En principio tiene carácter diminutivo: miajica, piasico, bujerico; pero en
general tiene un valor expresivo que envuelve a los objetos, a los animales y a
las personas, con un sentimiento de amabilidad, de cariño, de conmiseración, de
sencilla e íntima cordialidad: miá qué bonico”, probetico, éjalo ya, te daré
unas peseticas, he mercao este par de gallinicas, tráete el legonico. Se dan
algunas formaciones directas: jovenico, montonico; otras reforzadas: manesica,
llenetico; o cruzadas: serquetica, mosetico. En ocasiones, las palabras
formadas con este sufijo tienen un sentido abundancial o aumentativo: tie
perricas (bastantes), es jovenico (muy joven), en la mañanica (muy temprano).
También se usa con adverbios: serquica, lenjicos, aborica, trempanico; incluso
en los compuestos: apuricamente, escasicamente, mesmicamente” (El Habla de
Orihuela. Orihuela 1999, 60-61) (1ª ed.
Alicante, 1974).
He
captado un ejemplo sorprendente del uso prístino del –ico en Orihuela: “en Pere
Rossell, en Perico Rossell fill seu” (Año 1296, Acta del homenaje prestado por
el Concejo y moradores de Orihuela a Jaime II de Aragón, en J. Gª. Soriano,
VDMu, 162).- El tratamiento en equivale a mossén (don).
Al
diminutivo -ico se le adjudica ternura, volcada
incluso hacia el disminuído
mental, al llamado “tonto” del pueblo, al que antes se le solía tratar con mofa
y crueldad, si bien se les aplicaba el diminutivo afectivo, “Andresico el
tonto”. ¿Sería el bufón oficial de la ciudad? El caso es que aparecen ayudas del Consell para este
“Andressico el tonto… se le fassa un vestit com es costum cascun any… a
Andressico per haver fet una figura lo día de la processo en la placeta del
Sacriste, pera fer dos camisses, 16 reals” (Archivo Municipal de Orihuela, años
1627-28, cit. en J. Ojeda Nieto,
Orihuela imaginada. Murcia 2012, 187).
Un
microtopónimo, el Hoyico, situado en La Aparecida, pedanía de Orihuela, señala
un pequeño hoyo, zanja o hundimiento en el suelo, donde la tradición religiosa
localiza la aparición o encuentro, en 1736, de un lienzo con la pintura de la Virgen de Belén, actual patrona de dicha
pedanía.
En
el siglo XX pulularon periódicos de opuesto signo político, que solían
enzarzarse en agrias y estériles polémicas. El Renacer, periódico de
izquierdas, se enfrentaba a El Pueblo de Orihuela, de derechas. Este replicaba
a aquel: “Si se empeñan en atacar vidas privadas, sabremos decir muchas cosas
que pudieran molestar a los que con tanto descoco suelen escribir. Conste que
en ello no tenemos inconveniente, Sidorico, Armengolico y demás compañeros icos.
¡Que todos nos conocemos! ¡Orihuela no es Madrid!” (El Pueblo de Orihuela,
3-12-1930, nº. 144, en Antonio J. Mazón Albarracín, La Segunda República y la
Guerra Civil vistas desde el Puente de Rusia. 2ª ed. Orihuela 2010, 51).
María
Antonia Guil Vegara, oriolana: “Las viejas paredes de la “ermitica”, 73; “La
hoguerica de San José”, 93. “maticas… lechuguicas”, 181 (La Olivera, novela.
Orihuela 2007).
Rótulos
de tiendas actuales en Orihuela: “El Molinico del Puente”, “El Pucherico”
(comida para llevar), “La Olivica” gourmet (encurtidos) “El Puentecico” -
“Calzados Marianico” (siglo XX)
Calle
Pocico de Santiago (en barrio del Rabaloche), detrás de Santiago.
Captados
directamente en Orihuela: enteretico, llenetico (valor superlativo, con doble
sufijo, valenciano-murciano, ete/ico). Vendedor ambulante de la ONCE: “me quea
un rematico” (Vereda Buena Vida).
CALLOSA DE SEGURA (Alicante).- José María
RIVES GILABERT: “Es frecuente el uso de los sufijos –ico, -ica en sustitución
del clásico diminutivo, abonico, despasico, pequeñica, también implicados a los
nombres familiares, siendo corriente oir el clásico Antoñico, Josefica,
Luisico, que no cabe duda suenan más cariñosos e íntimos” (10). “Miajica. Un
pedasico de algo. Una cosa pequeña. Se piensa que el enfermo va mejor cuando ha
tomado una miajica de leche” (154). “Miajinica. Un poquito de alguna cosa.
Menos que una miaja o miajica. La pedimos para probar algún alimento” (ibid.).
“Pobretico. Se dice del que le tenemos lástima o se muere. Es un pobretico o
probetico, que también suena así” (188). “Poquico. Menos que poco. Cuando no
queremos comer mucho pedimos que nos pongan un poquico” (190). (Con valor semántico de simple superlativo =
muy poco). “A casico hecho”. A cada
santico le llega su fiestesica” (259)
“Cada maestrico tiene su librico”
y “Cada perrico se lame su
pijico” (264), “Culico veo, culico deseo” (266). (Diccionario costumbrista
Callosino y de la Vega Baja. Callosa de Segura 2007).
CATRAL
(Alicante).- José María Cecilia Rocamora: “ico/a, diminutivos de indudable
procedencia aragonesa, que en ocasiones derivan en iquio/a, (bonico,
Teresiquia)” (“El habla popular catralense”, en
Alquibla, revista de investigación del Bajo Segura, nº 8, 2002, 225).
Miguel
HERNÁNDEZ.- Para certificar el empleo
del –ico en Orihuela, nadie más
acreditado que el poeta oriolano universal Miguel Hernández. Reproduzco párrafos sobre el particular,
tomados de mi libro Otro Miguel Hernández (Orihuela 2012, 67-71):
“Una
de las notas clave del dialecto murciano es el empleo común y pertinaz, en
Orihuela y Murcia (huerta, pueblos y ciudades) del sufijo –ico, con sus múltiples valores (afectivo,
diminutivo, irónico, despectivo, intensificador). Téngase en cuenta que el
reino de Murcia, aunque parte integrante de la Corona de Castilla, poseía
identidad propia, quedando, por su lejanía, al margen de la influencia
centralista de la Corte y de los medios culturales de Castilla, lo que
conllevaría más aislamiento, y por ende, más arcaismo del lenguaje. (67)
Concretamente, el epistolario de
Miguel Hernández evidencia su idiolecto con el uso caricioso del –ico oriolano,
sobre todo en las cartas a su esposa Josefina Manresa. En la Correspondencia
del poeta he podido contabilizar 135 veces el –ico afectivo (nenica,
Josefinica, morenica, tontica, hijica, vidica, amanosica, Antoñico, animalicos,
despacico, pequeñico, juntico, poquico a poquico, etc.)
Dibuja Miguel Hernández en prosa una
escena maternal desenfadada, donde la cohetería de los –icos se dispara
incontenible. La madre, amamantando a su cría, monologa delirante: “¡Ay, qué
putica que es esta hijica!... ¿Quieres hacer caquica? ¡Mi rosica del año! Toma
tetica, toma tetica… ¡Ay, qué putica que es esta hijica!” (Obras Completas, I,
“Monaguillo”, 709).
Para concluir la descripción del
–ico en Orihuela, referimos aquí tres
anécdotas sucedidas a sendos personajes naturales de esta:
1º
Luis Almarcha, siendo ya obispo de León, refirió en 1957 su primer encuentro
con Miguel como poeta: “Volvía un atardecer con su rebaño. Se acercó a
saludarme como otras veces, y todo sudoroso me dijo: - ¿Quiere ver unos versos?
Estaban escritos a lápiz. – Oh, muy bien, Miguelico, me gustan. Y él, con su
sonrisa ingenua me dijo: -Pues me han puesto una multa, porque mientras
escribía, no he visto ramonear las cabezas” (Eutimio Martín, Universidad de
Aix-en-Provence, “Análisis de un memorial en verso”, en Francisco Javier Díez
de Revenga, Estudios sobre Miguel Hernández. Murcia 1992, 241).
2º
“Recuerdo cuando el poeta Leopoldo de Luis y yo le llevamos unas flores a
Josefina Manresa, su viuda, oriunda de Cox, pueblo cercano a Orihuela. Tenía un
modestísimo taller de costura en Elche. Era una mujer muy triste y muy hermosa.
Quizá no tuviera una clara conciencia de quién fue su marido. Cuando me atreví
a preguntarle cómo era Miguel, me dijo: Siempre estaba con sus versicos.
Después sonrió con tristeza y volvió a la Singer. Tenía trabajo” (Manuel
Alcántara, La Verdad, de Alicante,
20-11-2009).- El sufijo “versicos” no es en modo alguno diminutivo ni
despectivo, sino superlativo o ponderativo en alto grado, transido de infinito
cariño reverencial hacia la poesía de Miguel, que, aunque ella no la
comprendiera, sentía más que sabía que fue la razón vital de su idolatrado
marido poeta.
3º
Esta crónica periodística demuestra la persistencia actual del –ico en
Orihuela: “La alcaldesa de Orihuela, Mónica Lorente, al inaugurar el parque del
soto de Molins, desveló que en no pocas ocasiones los dos representantes de la
pedanía, acompañados de vecinos, han estado “pozalico en mano, regando y
cuidando los árboles” (Joaquín Andreu, corresponsal de La Verdad, ed. Orihuela, Vega Baja, 17-11-2009, 8)
Y como remate conclusivo de este
prolijo ensayo, sirva mi personal experiencia a modo de firma y colofón. La
joven doctora oftalmóloga, que me operó de cataratas el año pasado, decía:
“¡abra los ojicos!”, queriendo suavizar
la fuerza del imperativo, y dulcificando a la par la híspida fonética de
la voz ojos, compuesta de una áspera “j” velar, con escolta de dos vocales “oes” cerradas.
¡VALE
(Salud, Adiós), paciente lector amigo!