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Revista de estudios filológicos
Nº26 Enero 2014 - ISSN 1577-6921
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VIGENCIA  DIACRÓNICA  Y  ACTUAL  DEL  SUFIJO  -ICO

Francisco Gómez Ortín

(Universidad de Murcia)

                 

 

Preámbulo

 

   Me propongo reivindicar la antigüedad y pervivencia del sufijo –ico, desde los albores del romance primigenio hasta el mismo siglo XXI, en las tres etapas evolutivas de la lengua, a saber, castellana, española e hispánica. Tal sufijo, de innegable carácter patrimonial, constituye un hecho lingüístico de notorio abolengo. Adviértase que el sufijo morfológico –ico, no solo denota el valor nocional de ‘pequeñez’, propio del diminutivo, sino que connota mayormente  los sentidos afectivo y el intensificador o superlativo.

   Tocante al dialecto murciano, sostenemos que el sufijo en –ico es el tenaz residuo  de un uso medieval, arraigado en Murcia. Lo que no empece a que este morfema –ico sea hoy en toda la Región, por su frecuencia de uso,  signo emblemático de nuestra identidad lingüística a fuer de elemento típico del geolecto murciano.  

(A este propósito, recuerdo, que estando en Madrid, mientras se tramitaba el expediente de monumento para la iglesia  franciscana de Cehegín (1976), fui varias veces a ver al Comisario de Bellas Artes, Chueca Goitia. Antes de ir, llamaba para saber si este podría recibirme. La telefonista siempre saltaba: “Espere un momentico”. Intrigado, un día le pregunté de dónde era, y me dijo, “de Lorca”. ¡Acabáramos!).

Bueno, y a todo esto, yo le endosaría maldiciones gitanas mil al “desaborío” de Bill Gates, ese putrefacto a dólares, que la ha tomado con Murcia, condenándola porque empleamos el sufijo –ico. Cada vez que se teclea un –ico, salta como un resorte el corrector  automático, mudándote el murciano –ico en el “ultrapijo” –ito, y todo por ignorar el “sabijondo” Gates  que el Diccionario Académico registra ambos sufijos en plano de igualdad. (Remito al  lector al artículo “Murcia, informáticamente reprobada”, de mi obra Filologando (Murcia, 2010, 118-119).

 

Divido todo el ingente  material allegado en tres grandes secciones:

 

E S P A Ñ A     -        M U R C I A      -      O R I H U E L A

 

-    I   -

 

      

E  S  P  A  Ñ  A     -       A  M  É  R  I  C  A

                         

HABLA JUDEO-ESPAÑOLA

 

Si hay algún argumento tumbativo de necesidad, que demuestre el uso medieval del sufijo –ico, es el lenguaje y simple existencia actual de los judíos sefarditas, descendientes de los expulsados de España en 1492.

«Pascual RECUERO, Diccionario Básico Ladino-Español, Barcelona 1977:

kantoniko , dim. de kantón ‘rinconcillo’.

lexikos, dimin. de lexos ‘lejos’.

lubiezika, dimin. de lubya ‘lluvia’.

sonaziko ‘sonajico’´

talblika (sic) de tabla ‘mesa’

tantiko ‘poco’, dimin. de tanto

tiesteziko ‘tiesto, maceta’.

Enrique SAPORTA BEJA (sefardí), Refranes de los judíos sefardíes de Salónica y otros sitios de Oriente. Barcelona, Ametller, 1978:

Adova un palico, se faze fermosico (p. 3)

Ya te aferraré en una calejica estretcha (3).

El amor es un guzanico que entra por el ojico (9).

Aspricos (=monedas) y haspicos (=niños) no están cayadicos (13).

Está como un birbiliko (=ruiseñorcito, pajarito en general) (24)

De dos caricas (=hipócrita) (37).

Cayeron los dedicos, quedaron los aniyicos (41).

Al cazalico, medio cristianico (43).

Cedasico nuevo, ¿onde lo meteré? (44).

Codrerico es: ya se asará (=corderico) (47).

Quien come la papica, frega la oyica (48).

Cuniadica, culevrica (55). Tacha a las cuñadas de hipócritas.

Nuerica, culevrica (141).

Pastelico y banio no mos manque todo el año (154) ».

                           

          De repente, nos topamos con dos textos paralelos, que prueban contundentemente la expansión del sufijo –ico por toda la geografía peninsular, tanto occidental o castellana como oriental o aragonesa:

“en Pere Rossell, en Perico Rossell fill seu” (= don Pere Rosell, don Perico Rosell hijo suyo) (Año 1296.  Acta del homenaje prestado por el Concejo y moradores de Orihuela a Jaime II de Aragón, en  J. García Soriano, Vocabulario del Dialecto Murciano. Madrid, 1932, 162) (= VDMu).

“Perico, ve en un salto al vicario del arzobispo, que te dé una carta de descomunión” (Arcipreste de TALAVERA (1398-1470), Corbacho o Reprobación del amor mundano,  año 1438).

 

N  A  V  A  R  R  A

 

Por supuesto que el –ico es también popular en otras regiones hispánicas, como Navarra (navarrico, pamplonica), sin contar la más conocida, Aragón (la Pilarica). Estampo aquí un párrafo de Andrés Amorós sobre el –ico navarro: «Aquí llaman momenticos a los varios hechos más destacados que forman las fiestas de San Fermín. “Por detrás del barullo masificado, los navarros aprecian muchos entrañables “momenticos” (así los llaman): “el baile de la alpargata”; la ilusión de los niños cuando los persiguen los kilikis Caravinagre y Verrugas; la increíble reliquia del encierrillo; la entrega del “Gallico” (otro –ico) en la Sociedad Napardi; la melancolía del vals de Astrain; el silencio en los jardines, junto a la catedral… Al fondo de todo, la alegría de vivir y el sentido de la amistad de este pueblo… De esta corrida, ¿quedan “momenticos” para el recuerdo? Muy pocos: el valor sereno de Jiménez Fortes» (“Momenticos” de San Fermín, en ABC, 12 julio 2012, 45).

 

Sobre los sufijos diminutivos hay dos estudios exhaustivos, que voy a desplegar. Uno es el de Fernando GONZÁLEZ OLLÉ, Los sufijos diminutivos en castellano medieval. Origen e historia de los sufijos diminutivos. Madrid, CSIC, 1962).

                                 

O L L É

 

“El sufijo –ico resulta de problemático origen, hasta el punto de que su procedencia es ibérica, celta, vasca, africana o germánica, según las diversas teorías propuestas. El sufijo se encuentra actualmente en romances hispánicos (españoles y portugueses), gascón, dialectos réticos, sardos y rumanos (319). El origen vasco ha sido propuesto por Cejador, para quien –ico procede “del éuskaro –ko con –i temática, cuyo timbre sutil le comunicó el valor diminutivo”. Dejando aparte esta explicación impresionista, la opinión de Cejador merece ser considerada, pues el vasco posee, en efecto, un sufijo –ko, que indica pertenencia (Iruñako, arbolako ostua ‘la hoja del árbol’), pero que también actúa como sufijo diminutivo (zatiko, mutilko, aitako, etc.). Bajo la forma –ik, Rohlfs ha señalado en los Pirineos un sufijo que sirve para formar diminutivos y adjetivos, agregando que “el origen de este sufijo es oscuro. Es seguro que no procede de la tradición latina. Su limitación a España y Aquitania hablaría en favor de lo ibérico; no obstante, queda por investigar su origen exacto. La presencia de –ik en ambas vertientes pirenaicas; la existencia de un sufijo diminutivo vasco en –ko; el testimonio de la mayor densidad inicial de –ico en aragonés (como sigue ocurriendo) que en otras zonas peninsulares, (323) // los tres hechos parecen delimitar, si bien de forma vaga, una zona propia o característica del sufijo. El sufijo pudo pasar al vasco por medio de los numerosos préstamos léxicos que ha recibido de la lengua céltica” (324).

“Los más antiguos diminutivos con el sufijo son apodos (Traserico, Saricco, Moriko) del siglo X. El adjetivo Cobico (año 1260) también aparece documentado, como apodo, con los sufijos –illo y –ete. En el Inventario real de 1499 el sufijo –ico es el más frecuente, superior a –illo e –ito. En el de 1500, aunque menos usado que –ito (11 casos por 17), sigue prevaleciendo notablemente sobre el tradicional –illo (2 casos). El primer testimonio literario del uso del sufijo –ico se encuentra en el poema anónimo Elena y María: “panicos” (paños menores). Reaparece en autores ya avanzados del siglo XV, con un carácter perfectamente definido: es el sufijo que encierra mayor capacidad expresiva de orden afectivo y sentimental (Cota, Enzina, Alvarez Gato, etc.). Así, en la Crónica de Lucas de Iranzo, se utiliza exclusivamente al hablar de la niña, hija del protagonista: “señorica, donosica”, o al narrar una representación navideña: “asnico”, el que conduce a la Virgen y al Niño. En Juan del Enzina aparece siempre en los pasajes de mayor efusividad: “tan buen ganadico”; “cesticas, florecicas, cosicas” muestran la complacencia por la naturaleza y la actividad pastoril; “morenica” será la Virgen, etc., del mismo modo que “lindicas” serán del Niño, en una poesía de Montesino. El cotejo de dos derivados diminutivos de una misma palabra resulta muy relevante: “pastorica” en el mismo Juan del Enzina, es mucho más afectivo que el más general “pastorcilla” (Lucas Fernández no utilizará más que la primera de estas formas). En Ysopete, el lobo llama al cordero “Benito” o “Benitillo”; pero cuando quiere ganarse su confianza, le denomina “Benitico”. En la Celestina, en el acto XIX, el de tono más íntimamente lírico de toda la tragicomedia, en la evocación de su jardín, los diminutivos efusivos de Melibea, todos presentan el mismo sufijo: “verduricas, fontecica, templadico” (325).

 “Pero de su arraigo en la lengua hablada da prueba la antroponimia contemporánea: entre los servidores de los Reyes Católicos, frecuentemente designados por un hipocorístico, es –ico el sufijo más generalizado: Ysabelica, Fernandico, Juanico. Para las formaciones en –ico no puede prescindirse de zatico (diminutivo de la voz vasca zati con el sufijo –ko de dicha lengua), documentado desde Berceo (325).- Zatico es ‘pedazo de pan’.

“Los datos que sobre la historia del sufijo proporcionan los textos aragoneses estudiados resultan de importancia, pues suministran testimonios inequívocos de su uso en épocas, como el siglo XIV, de las que no se conoce ninguno en castellano. Contra lo que suele creerse, en aragonés medieval, según reflejan los documentos, no era el sufijo más generalizado (papel que desempeñaba –ete). Los primeros testimonios ocurren en antropónimos: “Exemenico” (a. 1354); “Martinico” (a. 1369). En apelativos, el primer diminutivo es “cabsica” (a. 1386). En la mitad inicial del siglo XV apenas crece su empleo (5  casos frente a 45 de –ete, 8 de –illo y 8 de –uelo); pero en la segunda pasa a ser el sufijo más usual (30 casos, frente a 27 de –ete), con frecuencia superior al resto peninsular” (326).

 

 

                    

Intercalo aquí varias  piezas sueltas de mis rebuscos personales:

Bachiller Rodrigo de REYNOSA (1450-1530): “Si te vas a bañar, Juanica / dime a cuáles baños vas” (Coplas. Madrid, Taurus, 1970, 131). “Canta, Jorgico, canta. No queré cantá” (Coplas, año 1524. Ed. de Laura Puerto.  Salamanca, Universidad, 2008).

ANÓNIMO: “¡Ay, que non era, / mas ay, que non hay / quien de mi pena se duela. / Madre, la mi madre, / el mi lindo amigo / moricos de allende / le llevan cativo; /cadenas de oro, / candado morisco. Ay, que non era...” (Cancionero de Palacio, s. XV).

ANÓNIMO: “Pastorcillo, tú que vienes; pastorcico, tú que vas” (Cancionero de F. Ocaña, cit. en Don Quijote, P. II, cap. 73).

Rodrigo FERNÁNDEZ DE SANTAELLA: “Capsella, de capsa, por cesta: chica cesta o cestica o vasico para guardar alguna cosa” (Vocabularium Ecclesiasticum, Methinae del Campo, Apud Guillermum de Milis, 1551 (1ª ed. 1499).- “Rumusculus, diminutivo, por chico rumor o rumorcico, o familla, que es chica fama” (O. c., s/v.)

Juan de VALDÉS (Cuenca 1509 – Nápoles 1541): “Me parece cosa fuera de propósito que queráis vosotros ahora que perdamos nuestro tiempo hablando en una cosa tan baja y plebeya como es punticos y primorcicos de lengua vulgar” (Diálogo de la Lengua, a. 1535).

 

 

El segundo estudio definitivo sobre la diacronía del tema que nos ocupa es el de Emilio NÁÑEZ FERNÁNDEZ: El diminutivo. Historia y funciones en el español clásico y moderno. Madrid, Gredos, 1973. Extractamos:

                                  

N Á Ñ E Z

        

“Juan de Valdés usa el sufijo –ejo y, sobre todo, -ico, además de los tradicionales –illo y –uelo. En Valdés el diminutivo en general tiene una significación disminuidora en la que se apoya la descripción. En el Lazarillo, los diminutivos –illo y –uelo expresan la ironía y el humor. La valoración positiva se manifiesta sobre todo por el sufijo –ico y el –ito” . “Los sufijos diminutivos en Santa Teresa, ordenados según su importancia numérica, son: -illo. –ito, -ico, -uelo. El número de sufijos –ito alcanza casi al de –illo, y es con mucho superior al –ico. Los sufijos –ito e –ico denuncian en deliciosos diminutivos el amor que vivificó el corazón de la Santa, expresado de manera más fina por el –ito que por el –ico. Santa Teresa, que no tenía prejuicios literarios, da cabida preferentemente al sufijo –ito, que se impone cada vez con mayor firmeza” (258).

“En Fr. Luis de Granada la escasez de diminutivos de la Guía de Pecadores, frente a la abundancia en la Introducción del Símbolo de la Fe, se justifica `por el distinto tema de ambas obras;  si bien éste último es más fino que aquél; el número de los en –ito es aproximadamente igual a los en –ico” (258).

“Los sufijos diminutivos en Cervantes, ordenados cuantitativamente son: -illo, -ico, -ito, -uelo, -ete, -ejo (Quijote: -illo 114, -ico 49, -ito 32). El valor principal del sufijo –illo es el disminuidor, sin olvidar el ponderativo y humorístico, y también el despectivo. Los sufijos –ico e –ito expresan la máxima afectividad y cariño, de aquí que sean ellos los más idóneos para formar diminutivos de gran sabor irónico y humorístico. El –ico tiene regusto regional, que en Cervantes es un rasgo evocador de La Mancha; en cambio, el –ito es más fino, e incluso la ironía manifestada con este sufijo es más delicada. Es curioso que en el Quijote casi la totalidad de diminutivos en –ico e –ito están en la segunda parte” (259).

“Los diminutivos en Lope de Vega están formados sobre los sufijos siguientes ordenados por su frecuencia, a saber: -illo, -ito, -uelo, -ico y –ete. Los sufijos diminutivos en Quevedo, en cuanto a su prelación cuantitativa, son: -illo, -ito, -ico, -uelo, -ete (260).

“A lo largo de los siglos XVI y XVII se observa una creciente especialización axiológica de los sufijos –illo, -uelo y –ete en sentido negativo; -ejo, escasamente empleado, también acentúa ese matiz. Los sufijos de valoración positiva son –ico e –ito preferentemente; en la oposición que surge entre ambos sufijos por expresar dicha valoración, se resuelve a favor del sufijo –ito, que pasa a ser el más numeroso y el preferido por los escritores que no posean como nota característica el regionalismo. En la expresión de la ironía y el humor toman parte de manera sobresaliente los sufijos axiológicos positivos –ito e –ico” (261).

“En Galdós, la abundancia del diminutivo es abrumadora. De los sufijos el más frecuente es, con mucho, el –ito: después, -illo, -ino, -uelo y –ete, y por último, -ejo, -ico y –uco. La preferencia por el sufijo –ito es manifiesta, como rasgo del lenguaje popular, madrileño y doméstico” (324). “En Miró, los sufijos diminutivos, según su ordenación cuantitativa, son: -illo, -ito, -ico, -uelo, -ejo y –ete. El diminutivo en Miró es un  rasgo descriptivo de afectividad y sensualidad. Apenas usa el diminutivo de valoración peyorativa; todos los sufijos acentúan en deliciosas descripciones de gran belleza el carácter dicho anteriormente. El sufijo –ico es un rasgo del regionalismo alicantino. Los sufijos diminutivos en Azorín, según su ordenación numérica, son: -ito, -illo, -ico, -uelo, -ete, -ejo e –ino. En Azorín el diminutivo es un trazo que despierta la imaginación, es un rasgo sensorial e imaginativo. El diminutivo en Azorín es fino y delicado, apoyándose sobre la descripción del objeto o de la persona menudos. No pocas veces está tomado sin ninguna coloración axiológica, sino como un rasgo que realza en nuestra imaginación el objeto descrito. Cuando aparecen los valores vivos del sufijo suele ser en escenas que retratan un hecho de la vida común, en especial con el sufijo –ico, de carácter regional; con esta finalidad es empleado el –ito.” (325).

          “A partir del siglo XVIII los sufijos diminutivos acentúan el carácter axiológico que poseen al terminar el Siglo de Oro, pasando a ser los sufijos –ito e –illo los que señalan la máxima presencia de derivados. El –ito es el más importante de todos los sufijos diminutivos, desplazando al –illo en cuanto al empleo cuantitativo. El diminutivo participa en todas las funciones del lenguaje, y éste adquiere gracias a él gran belleza y ductilidad” (326).

          “A medida que –ito asciende en el horizonte de la frecuencia   de uso y multiplicidad de funciones, el empleo de –ico se hace tópico. Si el empleo de –ito parte del ambiente popular hasta extenderse a todos los ámbitos sociales, el de –ico se restringe poco a poco al empleo tradicional y se refugia en la pintura rústica y regional” (366).

“Porcentajes de –ico: Galdós, 0’5;  Pérez de Ayala, 1’5; Miró, 11; Azorín, 9. Los dos índices superiores, el de Miró y Azorín señalan el carácter regional de este sufijo; en ambos ocupa el tercer puesto por su frecuencia. Esta nota de regionalismo levantino del sufijo –ico se percibe por el alto nivel de La Voluntad, 11’5 y de Las confesiones de un pequeño filósofo, 15, en tanto que disminuye considerablemente en las otras dos obras, Un pueblecito, 2, y El paisaje de España visto por los españoles, 1’5” (369).

“Porcentaje de –ito: R. de la Cruz, 58; Bretón, 82; Galdós, 70’5; Miró, 23;  Pérez de Ayala, 37; Azorín, 52. “El sufijo –ito ha pasado a ser el de uso más frecuente. En Galdós, el sufijo –ito se da con un número de 1.163 de un total de 1.651, lo que le presta una mayoría abrumadora. No cabe duda de que el prestigio de la villa y corte intervino decisivamente en la enorme difusión alcanzada por el sufijo –ito” (370).

     

 

DIMINUTIVO  SIN  VALOR  O  PLEONÁSTICO

 

          El desgaste del sufijo –ico, por su doble valor diminutivo y afectivo, ha despojado al sufijo de su originario concepto empequeñecedor o de chico tamaño, obligando a añadir expresamente “pequeño”, como necesario pleonasmo: 

“Una casica pequeña junto con la dicha iglesia de Santa Ana, que es en el arrabal de Marçuela” (Carta de donación a la iglesia de Santa Ana, 1492, 31 julio, en Repartimiento de Baza (f. 47 r.), de María del Carmen Pareja Serrano. Granada 1981.

“Un caballico pequeño” (Libro de Visitas del convento de Vélez-Blanco, año 1731, fº. 144 y 152). “Un caballo pequeño” (O. c., fº 155, año 1733).

“El corico pequeño que había encima con el descubierto” (Acta de reunión de la Cofradía de la Purísima en el convento, en 1621 (cit. en P. Agustín Nieto, San Francisco, de Murcia).

“Subasta del botín en Murcia: “una almohadica de lienzo... almohadilla pequeña (p. 84), almohadica pequeña (85), una cabecerica vieja...un cobertorico pequeño (86), colchicas...un colchoncico pequeño... una cortinica pequeña (87), una mantyca vieja... pañizuelo... una sabanica vieja y rota...una sabanica pequeña y vieja…una sabanica pequeña (88), una sabanica rota (89), una camisica pequeña... una camisica morisca, pequeña… una pequeñica, vieja y rota… una camisica pequeñica de niño  una camisica pequeña, una pequeñita (una vez), una camisilla vieja (una vez), una pequeña (tres veces) (92), un racelico” (96). Subasta en Mula: “una almohadica pequeña, una almohadica (97)… un colchonzuelo pequeño… una mantica blanca, unos pañizuelos (98)… una sabanica pequeña” (99) (María Martínez Martínez, “La cabalgada de Alhama (Almería)”, en  Miscelánea Medieval Murciana, XI (1984).

Fr. Diego de Estella, ofm. (1524 – 1578): “No son más parte para afearla que un lunarico muy pequeño en un rostro de grande hermosura y lindeza” (Cien Meditaciones devotissimas del Amor de Dios. 1ª ed. 1576. Medit. 18ª. Madrid, Cisneros, 1960, p. 104).

Juan Goytisolo: “Llevaban un aparatico asín de pequeño y nos echaron más de cien retratos”  (La Chanca. Barcelona, Seix y Barral, 1981, 48).

 

 

DOCUMENTOS (PESQUISAS CLÁSICAS)

 

Vuelco aquí el grueso de mis hallazgos, que corroboran la apabullante realidad del uso español del sufijo –ico en escritores eminentes, antiguos y modernos.

 

GIL VICENTE (Lisboa 1465 – Évora 1536): “Diga tú, el pastorcico, / que el ganadico guardas” (Auto da Sibila Cassandra, en Canciones populares de la Edad de Oro. Selección de Santiago Magariños. Barcelona, Ediciones Lauro, 1944, 64).

Fr. Antonio de GUEVARA, ofm. (Treceño, Cantabria, 1481 – Mondoñedo, Lugo, 1545): “Esto fue lo que entonces me pedistes en la cámara, que lo demás, que callandico me pedistes a la oreja, no es menester repetirlo en esta carta” (Epístolas familiares de Don... Parte primera. Salamanca, casa de Pedro Laso, 1577).

S. Ignacio de LOYOLA (Loyola, Guipúzcoa, 1491 – Roma 1556): “Al grupo de Íñigo se les añadió Juan López de Reinalde, paje francés del virrey de Navarra don Martín de Córdoba, que estaba recuperándose de una herida en el hospital de la Antezana, al que Íñigo llamaba Juanico por su juventud, y que acabó siendo franciscano. A Ribadeneira le solía llamar Perico, así que le gustaban los diminutivos” (Enrique García Hernán, Ignacio de Loyola. Madrid, Taurus, 2013, 167). 

LAZARILLO (Anónimo): “Noté aquella palabra de mi hermanico” (tratado I, en Novela Picaresca. Madrid, Aguilar, 1946,  85).

S. Juan de ÁVILA (Almodóvar del Campo, Ciudad Real, 1500 – Montilla, Córdoba, 1569: “Aun se ha visto una gallina morir por sus pollicos, por que  ellos no reciban daño” (Escritos sacerdotales. Edición de Juan Esquerda Bifet. Madrid, BAC, 2000, 251).

Fr. Luis de GRANADA (Granada 1504 – Lisboa 1588): “Bolsica. En la bolsica de la hiel se hallaron tres peloticas, cada una tan grande como una avellana” (Introducción del Símbolo de la Fe, parte 2, cap. 25, § 19) (cit. en D. Autoridades).  “Bolsico. El bolso pequeño. - “Lo mismo hacen las yeguas, en semejante peligro, para defender sus potricos” (cit. en DAutoridades, s/v. potrico).

Juan de TIMONEDA (Valencia 1520 – ibidem 1583): “Pasced a vuestro solaz, / la mi ovejica, / pues sois bonica./ ... cosa no usada, / grande ni chica, / pues sois bonica” (Auto de la Oveja perdida, en Canciones populares del Siglo de Oro. Barcelona, 1944, 73).

Fr. Diego de ESTELLA, ofm. (Estella, Navarra, 1524 - Salamanca 1578): “Mendigando de ellas una gotica de aguas turbias y desabridas” (Cien Meditaciones devotissimas del Amor de Dios.  Madrid, Cisneros, 1960, 60.- 1ª ed. 1576).

San Juan de la CRUZ (Fontiveros, Ávila, 1542 – Úbeda, Jaén, 1591).  El príncipe de los  poetas místicos utiliza el –ico afectivo en el sublime Cantico Espiritual, cumbre de la poesía lírica española (Canción 32, p. 711):

“La blanca palomica /

al arca con el ramo se ha tornado;/

y ya la tortolica /

 al socio deseado/  

en las riberas verdes ha hallado”

 Llama a la alma  “blanca palomica” por la blancura y limpieza que ha recibido de la gracia que ha hallado en Dios… Aquí hace comparación de el alma a la paloma de el arca de Noé, tomando por figura aquel ir y venir de la paloma al arca… así como la paloma que salió de la arca de Noé se volvió a ella con un ramo de oliva en el pico… así esta tal alma vuelve al arca del pecho de su Criador con el ramo de oliva, que es la clemencia y misericordia que Dios ha usado con ella… (712) Y así la palomica no solo vuelve ahora a la arca de su Dios blanca y limpia…

“Y ya la tortolica /

al socio deseado /

en las riberas verdes ha hallado.

          También llama aquí a la alma “tortolica”, porque en este caso ha sido como la tortolilla cuando ha hallado al socio que deseaba… Es de saber que de la tortolica se escribe que cuando no halla al consorte, ni se asienta en ramo verde ni bebe el agua clara ni fría… esta tal alma anduvo buscando a su Amado, como la tortolilla”.

(721) “Y el mosto de granadas gustaremos… Las granadas significan los divinos misterios de Cristo… así como las granadas  tienen muchos granicos, todos nacidos y sustentados en aquel seno circular” (Obras Completas de San Juan de la Cruz. Ed. crítica de Lucinio Ruano de la Iglesia, cd. 13ª ed. Madrid, BAC, 1991).          

Mateo ALEMÁN (Sevilla 1547 – México 1615): “Que trahigan bolsa, bolsico y retretes”. “Quien tiene quatro y gasta cinco no ha menester bolsico” (Guzmán de Alfarache, I, Madrid, 1599, f. 151). “Unas aceitunicas acebuchales, porque se comiesen pocas” (Madrid, Clásicos Castellanos, nº 114, p. 28)

Miguel de CERVANTES (Alcalá de Henares 1547 – Madrid 1616). Novelas Ejemplares, 1614. (La Gitanilla): “¡Torna a cantar, Preciosica, que no faltarán cuartos!” (777). “Para papel siquiera que me dé la señora Preciosica –dijo el paje-  estaré contento” (ibid.). “Mira, Cristina, respondió Preciosa… Advierte, Cristinica, y está cierta de una cosa” (778). “Admirados quedaron los que oían a la Gitanica, así de su discreción como del donaire con que hablaba” (ibid.). “Dadle vos, doña Clara, un real a Preciosica” (780). “- ¡Por vida de don Juanico, mi hijo – dijo el anciano - , que aún sois más hermosa de lo que dicen, linda gitana! – Y, ¿quién es don Juanico, su hijo? – preguntó Preciosa… - En verdad que pensé –dijo Preciosa-  que juraba vuesa merced por algún niño de dos años. ¡Mirad qué don Juanico, y qué brinco!” (785). “Yo sé del señor don Juanico, que es algo enamoradizo… A esto respondió don Juan: - En verdad, gitanica, que has acertado en muchas cosas” (786). “¡Sonetico tenemos!” (787). “Enamorado de Preciosa, aquella hermosa gitanica a quien hicisteis los versos… Si esto es así, aquí está la gitanica” (795). “¿No veis cuál se ha quedado el gitanico podrido de hurtar” (800). “Su marido mandase que aquella gitanica no entrase en la cárcel” (800). “Aquella gitanica que os sacó las lágrimas de los ojos” (802) (Obras Completas de Miguel de Cervantes Madrid, Aguilar, 1952).- Como denominación normal prevalece Gitanilla, el sufijo más usado. Con sutil criterio  el autor combina los dos sufijos –ico/ito (Preciosica, gitanica, Cristinica, don Juanico).

          “De Guadalcanal es (el vino), y aún tiene un es no es de yeso el señorico… Comprar las candelicas de mi devoción… Le encargó que pusiese otras dos candelicas a los santos” (Rinconete y Cortadillo, en O. c. , 844).

          “Costancica, di a Argüello que lleve a estos galanes” (926). “Y si no, míralo por Costancica” (931) (La ilustre fregona, en O. c.).

Don Quijote: “Bonico soy yo para esso, mal me conoce” (P. I., c. 25). “Sanchico”  y “Marica” (P. II., cap. 5, 1288). “Sanchica” (P. II. cap. 5, 1289 y c. 17, 1504) “Mirad con qué se vienen los señoricos ahora a hacer burla de las aldeanas… La señora, haciéndose algún tanto atrás, tomó una corridica, y puestas ambas manos sobre las ancas de la pollina, dio con su cuerpo sobre la albarda” (P. II, c. X, 1305). “Perrilla, perrica, perricos” (P. II,  cap. 25, 1362).  “¿No ven aquel moro que callandico y pasito a paso, puesto el dedo en la boca, se llega por las espaldas de Melisendra?” (P. II, c. 26, 1363).

Fr. Diego de ARCE, ofm. (Madrid 1553 – Tuy 1616): “Inventaron sus Tephilin, que son unos pergaminicos, en que con letra muy menuda están escriptas algunas sentencias de las divinas letras” (Miscelánea primera de Oraciones eclesiásticas. Murcia, por Diego de la Torre, 1606).

Luis de GÓNGORA (Córdoba 1561 – ibidem 1627): “Hermana Marica, / mañana que es fiesta, / no irás a la amiga, / ni yo iré a la escuela” (Letrilla).- La moderna acepción peyorativa del apelativo “marica”, aplicada al homosexual desde el siglo XVII, provocó que el diminutivo del nombre propio María se cambiara en Marita, incluso en zonas, como Orihuela,   donde el –ico familiar es de uso intensivo.

          Lope de VEGA (Madrid 1562 – ibidem 1635): “A Toralico” (hijo del marqués de Toral),  (carta de Lope, 1619, en Epistolario de Lope, ed. por González Amezúa). “Mande Vexª. a Vallejo se acuerde de Marzelica” (carta de Lope al duque de Sessa, febrero 1617, O. c.).

José de VALDIVIELSO (Toledo 1565 – Madrid 1638): “Florecicas azules, / el verde romero” (El peregrino 9, 104). “Ventecico mormurador, /que lo miras y andas todo” (El peregrino 12, 104).

Fr. Antonio FERRER, ofm. (Valencia 1572 – ibidem 1644):” A los animales de la tierra y del agua sustentáys también, proveyendo al vallenazo de las sardinas; y al jurel del gusarapico...a la ovejita de la yerva tierna” (Arte de conocer y agradar a Jesús. Orihuela  1631, 982).

Francisco de QUEVEDO (Madrid 1580 – Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645): El protagonista de la novela Vida del Buscón Don Pablos es llamado Pablicos a veces.

Antonio ENRÍQUEZ GÓMEZ (¿Cuenca, 1590? – Madrid 1663?): “Mis padres me dieron por nombre don Gregorio Guadaña; cuando niño, me llamaban Gregorico; cuando muchacho, Gregorillo; y cuando hombre Gregorio” (Vida de don Gregorio Guadaña, en  La Novela Picaresca Española. Madrid, Aguilar, 1946,  1687).

Fr.  Antonio de PANES, ofm. (Granada 1621 – Torrente, Valencia, 1676): “Allí la mayor y menor fueron luego del contagio heridas, sin tener más socorro que el que el Señor las administrava por medio de la otra hermanica: ésta iva cada día una legua y pedía que le diessen con que socorrer a sus pobrecitas hermanas” (Chronica de la Provincia de S. Juan Bautista de Religiosos Menores Descalzos. P. II. Valencia  1666, 652).

José Francisco de ISLA, sj. (Vidanes, León, 1703 – Bolonia 1781). Fr. Gerundio de Campazas: “Y ya que te vas suavizando un poquitico, hablemos en confianza” (Prólogo, 18). “¿No le hubiera sido mejor averiguar si había en Alemania y en Italia algunos frailes vestidos de obispos, que gastar el calor natural en inquirir si, dos mil o tres mil años ha, los niños y las niñas de los gentiles se vestían de diosecicos y diosecicas de devoción, así como se visten ahora de frailicos y monjicas de devoción muchos niños y niñas de los cristianos? (p. 55). “Santas Teresas de barro en sus urnicas de cartón” (p. 67. Lib. I, cap. I). “Del cual no se apartaba un punto nuestro Gerundico, porque le daba confites” (cap. IV, párrafo 5) (Obras escogidas del P. J. Francisco de Isla, en BAE, 15. Madrid, Rivadeneyra, 1850).    

Don Ramón de  LA CRUZ CANO (Madrid 1731 – ibidem 1794): “pobrecica, honradica,  callandico, Teresiquia (18, 97 y 102),  Teresica (30, 59), ovejiquia, queridica, viudica, quarticos, señoriquio, Penchico (67), Penchiquio (100), esperancica,  tamborilico, guitarricos” (Las labradoras de Murcia, zarzuela  en dos actos. Madrid, Imp. Antonio Muñoz del Valle, 1769). “Zarzuela con música del maestro don Antonio Rodríguez de Hita, titulada Las labradoras de Murcia, que se estrenó en Madrid, en el coliseo del Príncipe, en septiembre de 1769. Las labradoras se llaman “Olaya” y “Florentina”, y los labradores “Pencho” y “Antolín”. Al fin del libreto se dice en una nota: “Que las voces que se advierten de letra bastardilla son las propias del arte de la seda en el Reyno de Murcia, como algunas terminaciones en ica y en iquio lo son de los labradores de la Huerta” (Justo García Soriano, Anales de la Imprenta en Murcia y Noticia de sus Impresores, en Biblioteca del Murciano, II. Madrid 1941, 644)

ANÓNIMO: Conversaciones de Perico y Marica. Publicado en el periódico El Censor (1788).

José MARCHENA (Utrera, Sevilla, 1768 – Madrid 1821): Cuentos escogidos de Voltaire. Traducción del Abate Marchena. Contiene: Zadig, Juanico y Perico.

José Mª. PEMÁN (Cádiz 1897 – ibidem 1981) : “Iba el buen lego, con su cantarillo,/ por la veredica,/ bendiciendo a Dios” (Balada de las dudas del lego, en Espigas y Azucenas, agosto 1934, 355).

 

 

Retazos  sueltos del sufijo –ico, extraídos de mi cosecha:

 

Madrileñismos.- La actual iglesia de Nuestra Señora de Montserrat en Madrid fue fundada en 1643 por Felipe IV, para albergar a los monjes castellanos expulsados o huídos de la abadía de Montserrat catalana. Se la conocía con el diminutivo del “Monserratico”, porque había dos monasterios de benedictinos en Madrid: San Martín, frente a las Descalzas Reales, y Montserrat, en calle San Bernardo, más pequeño.

Gerónimo QUINTANA: “Querían dedicarse a nuestro Señor en el hospitalico de nuestra Señora de la Paz (416)… que passassen  a estas recogidas al hospitalico de los Peregrinos (417)” (Historia de Madrid. Madrid 1629).

Los gilicos, eran popularmente llamados así los franciscanos descalzos de San Gil, en Madrid.

 

 

DICCIONARIO DE AUTORIDADES (1726 – 1739)

 

Tanto el primer DRAE, como antes Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana (1611), recogen muchas voces en –ico, algunas ya lexicalizadas.

          “Es fecundissima esta Lengua en los diminutivos y aumentativos, cuyas derivaciones son varias en ito, en illo, en ote, en azo: como de perro, perrito, perrillo, perrote, perrazo; de macho, machito, machillo, machote...o en ita y en illa: como de tabla, tablita, tablilla, tablote... y de este género se pueden sacar diminutivos y aumentativos de casi todas las voces” (t. I, prólogo,VI, por Juan Isidro Faxardo, académico). Omisión absoluta de -ico y -uelo. 

“Bolsico.  V.  FR. LUIS DE GRANADA.

“Braserico y Braserillo. Diminutivo de Brasero. Brasero pequeño. Covarrubias, en la palabra Brasa. “El servir en el Invierno las viandas en braserico es muy antiguo”.

          “Patica. Dim. La pata pequeña”. “Poner de paticas en la calle. Phrase que vale despedir a uno, echandole fuera de su casa”.- Esta frase, modernamente estereotipada en patitas, antiguamente era paticas.

“Patico. Dim. El pato pollo. Trahe esta voz Nebrija en su Vocabulario. Lat. Pullus anserinus”.

“Patena: “Se llama assimismo el platico algo concavo, redondo y sin borde, que se pone sobre el Caliz, en el qual se ofrece la hostia”.

“Paxarilla . Dim. Páxara pequeña”.

“Paxarico o Paxarillo. Dim. Páxaro pequeño. Sandoval. Hist. Etióp. Lib. 3, “Que si aquella música deleita nuestros oídos, no menos deleita al paxarico que canta”.

“Paxarita. Dim. La páxara pequeña”.

“Paxarito. Dim. El páxaro pequeño”.

“Perrico, Perrillo, o Perrito, ta. Dimin. El perro u perra pequeño. Lat. Catulus. Fr. L. de Granada. Symb. part. 1, cap. 14,  & 4. “No puedo dexar de maravillarme de la suavidad y regalo de la providencia divina en haber criado otra especie mui diferente de canes, que son perricos de falda”.  Alfarache. part. 1, lib. 3, cap. 7. “Digan las mismas damas, quan essencial cosa sea y lo que importa tener perritos falderillos”.

“Ventanica o Ventanilla. Dim. La ventana pequeña. Mármol, Descripción, lib. 1, cap. 19, “Acostumbran hacer unas torres angostas y  mui altas con muchas ventanillas”. Palafox, Vida de Sor Margarita de la Cruz, lib. 4 cap. 4, “Quanto a las audiencias, las daría por el comulgatorio, que es una ventanica de una tercia corta en quadro”.

“Ventanico u Ventanillo. Dim. Llaman a los postigos pequeños de las ventanas”.

 

                     

ALMERÍA   -  GRANADA  -  JAÉN

 

Pedro BARROS GARCÍA: “a) Diminutivo.- Con valor estrictamente diminutivo es poco corriente el empleo de –ico, siendo sustituido por –illo, -ito, y en algunos casos, -uelo.  Cuando el valor diminutivo va unido al afectivo, es corriente el empleo alternativo de –ico e –illo: faldica/faldilla, primico/primillo, hermanico/hermanillo. A veces esta alternancia da lugar a una matización semántica: mujercica ‘afectivo’/ mujercilla ‘despectivo’; malico ‘enfermo’/ malillo ‘travieso’; cochecico ‘coche de niño pequeño’/ cochecillo ‘coche bueno o malo según el contexto’.

b) Afectivo.- El empleo del sufijo –ico con valor afectivo es todavía muy abundante: juerguecica, papaíco, mamaíca, abuelico,  solecico, morcillica, tiempecico, mañanica, cafecico, etc. La alternancia entre –ico e –illo, así como los bajos porcentajes registrados entre los informantes más jóvenes, son indicativos de un lento pero progresivo retroceso en el uso de este sufijo, quizás presionado por el empleo de otros diminutivos  en los medios de comunicación y en los  manuales escolares. Al propio tiempo, -ito que ha sido considerado como “cursi” por uno de nuestros informadores de edad media, alcanza altos porcentajes entre los más jóvenes, con valor nocional. Creemos, por tanto, que estamos asistiendo a una fase de transición, de reajuste de estos sufijos, que puede acabar con el empleo de –ico en un espacio de tiempo no muy lejano –dos o tres generaciones-, si no se produce una reacción de tipo contrario. (p. 37).

Conclusiones.- 1. El sufijo –ico es todavía bastante frecuente entre los granadinos y los pocos datos que ofrecían los mapas del ALEA se debían a su escaso empleo como diminutivo. 2. Los barrios tradicionales y céntricos de la ciudad, con una población establecida en ellos a lo largo de generaciones –Realejo, Albaicín, S. Antón, Virgen de las Angustias, Magdalena, etc.- mantienen vigentes las características lingüísticas de la ciudad, y por lo tanto, han aportado los porcentajes más elevados en el empleo del sufijo. 3. El factor edad se ha revelado bastante decisivo. Los jóvenes no llegan al 20%, apreciándose en ellos un notable incremento del uso de –ito con valor nocional y ponderativo, prefiriendo –illo para el afectivo. Las personas comprendidas entre los 35 y los 50 años son los que con más agrado y frecuencia emplean el sufijo –ico. 4. En cuanto a los valores con los que es empleado, se demuestra que es poco usado como diminutivo, que tiene todavía una gran frecuencia como afectivo, tendiendo a reducirse  en los más jóvenes, y que es bastante general su utilización como ponderativo (p. 38) (“Niveles de empleo del sufijo –ico en la ciudad de Granada”, Philologica I. Homenaje a Antonio Llorente Maldonado. Salamanca 1989, pp. 33-38).

Francisco GÓMEZ ORTÍN: “En Baza (Granada)  el morfema o sufijo –ico goza de gran popularidad (bonico, solica, enteretico, llenico, mocica, tres añicos, besico, “ahora mismitico”, “un momentico”. “abuelico” ‘tipo de pan casero’). Toponimia menor: calle Tabernica, Peñicas, Casicas; paraje El Vaíco (= vadico), por haber habido en tiempos un vado para cruzar alguna corriente de agua o charquerío de agua estancada, al igual que el Vaíco, de Calasparra (Murcia), que antaño salvaba la Acequia Mayor (“Habla y Folclore de Baza y su Comarca”,  en Filologando. Murcia 2010, 132-133) 

Francisco José RUEDA CASSINELLO: “La influencia del ICO, terminación que cabalga desde Aragón por toda la cordillera ibérica hasta llegar a Murcia y Almería, es aquí muy importante” (Diccionario Almeriense, Prólogo a la 1ª ed., 1981, en 2ª ed. Almería 1991, p. 6)

Alejandro Faustino IDÁÑEZ DE AGUILAR.   Sufijo –ico: “Al orico, al orete, al oretico, ‘junto a la lumbre’. Toponimia: Santiago-Pontones (Anchuricas, Castillico, Olivico, Vadico, Dornajico,). Segura de la Sierra (Hornico, Cerrico). (Vocabulario del Nordeste andaluz. El habla de las Sierras de Segura y de Cazorla. Jaén 2001).

 

        

DICTAMEN  MAGISTRAL DE  GRANDES FILÓLOGOS

 

No me resisto a concluir este artículo sin consignar aquí los juicios inapelables de sendos filólogos cumbreros, lo que estimo un decisivo y apodíctico fallo:

  

Ramón MENÉNDEZ PIDAL (La Coruña 1869 – Madrid 1968): “El sufijo –cc- en su variante con i, -ico fue en los Siglos de Oro el diminutivo más usual y literario, y hoy se sigue empleando como tal en muy diversas regiones de España” (p. 68)... “El sufijo –ico, a pesar de su vivacidad en el español clásico y dialectal, no está muy difundido en la toponimia peninsular. La boga de este sufijo mediterráneo debió de ser impulsada desde el Africa romana, donde en las inscripciones de la época imperial aparece aplicado a nombres de mujer: Bonicca, diminutivo de bonus, Karica, de carus. Luego se halla en inscripciones españolas Pusinnica, diminutivo del más usado nombre de mujer Pusinna. Hoy –ico se usa para diminutivos en los dialectos del Sur de Italia y en toda la Península Ibérica, pero sobre todo en las regiones costeras que miran al África, desde Granada hasta Cataluña” (69) (Historia de la Lengua Española. ed. Diego Catalán. Madrid, RAE., 2005).

Rafael LAPESA MELGAR (Valencia 1908 –Madrid 2001): “En el Siglo de Oro, el sufijo diminutivo preferido era –illo: -uelo tenía mayor vitalidad que ahora, sobre todo en poesía, pero –ico e –ito le disputaban la popularidad. Autores de las dos Castillas usan –ico (pasico, polvico, menudico) hasta la época de Calderón, sin la limitación geográfica que después ha hecho a –ico en la península, exclusivo de Aragón, reino de Murcia y Andalucía oriental” (395). “El diminutivo –ico (ratico, gallico), aunque en otras épocas fue corriente en toda España, muestra hoy peculiar arraigo en Navarra y Aragón, desde donde extiende su dominio hasta la Mancha oriental, Murcia y el Oriente andaluz” (494). “En el alto Mijares y en Fanzara (Castellón), el sufijo diminutivo –ico, -ica ofrece en algunos puntos la variante –iquio, -iquia (casiquia, mociquio), que después encontraremos en el murciano” (498). “De procedencia aragonesa es el sufijo diminutivo –ico, -iquio, que ofrece en el reino de Murcia dos peculiaridades: una consiste en que su acento pasa a la vocal precedente en contracciones como mejoraico, cansaica, temporaica; la otra peculiaridad murciana es la k y la yod de iquio se funden en una articulación africada sorda postpalatal o mediopalatal, que en Tarazona de la Mancha se ha identificado  con la c prepalatal (zapaticho, puchericho, burricho)” (518). “En América, de los sufijos españoles el que tiene verdadera vitalidad para formar diminutivos es –ito (ahorita, allicito, yaíta), usado con gran profusión e incluso repetido para reforzar la expresividad (ahoritita). En este refuerzo, el habla de las Antillas y Costa Rica, así como la de los indios del Ecuador, añade –ico al primer –ito (chiquitico, hijitico, ahoritica), o agrega el –ico a palabras en cuya última sílaba hay una –t (zapatico, latica, potrico, ratico, toitico), por lo que los costarricenses reciben de los demás centroamericanos el dictado de hermaniticos o ticos; en los antropónimos antillanos se oye Juanico, Manuelico” (585-586) (Historia de la Lengua Española. 9ª ed. Madrid, Gredos, 1988).

Santiago ALONSO GARROTE (Astorga 1858-1927): “Sufijos. El diminutivo más usado es –in, -ina. Los diminutivos en –ico son también abundantes, y los en –illo e –ito poco frecuentes, corresponden a la irrupción del castellano moderno. En –ico: cachico, ratico, pequeñico, morico (de moro, negro), lejicos, poquitico, solico (sol y solo), despacico, cabecica, mocico, casica, güertica, sastrico, caminico, salica (sala), grandico, mañanica, zapatico, etc. Es el diminutivo empleado preferentemente por los clásicos, entre ellos el insigne leonés padre  Isla, siendo también el escogido para terminar los apelativos familiares y cariñosos” (El dialecto vulgar leonés hablado en Maragatería y tierra de Astorga. 1ª ed. 1909.  2ª ed. Madrid, CSIC, 1947, 72).

Gonzalo MANSO DE ZÚÑIGA (Haro, Rioja, 1902 – San Sebastián 1982): “Así como en Aragón, Ribera de Navarra, Rioja Baja y ciudad de Vitoria se sigue usando el antiguo diminutivo en ico o ica, en la región altoriojana no se emplea esta modalidad, ni tampoco el moderno ito o ita, y la disminución se hace en illo o illa. Por ejemplo: majillo, -illa” (Modalidades de la Rioja Alta, en Berceo, III, 1948, 39).

José Luis GIRÓN ALCONCHEL: “En la morfología derivativa los diminutivos más frecuentes eran, por este orden, -illo, -ico e -ito. También se usaba -uelo, sobre todo en poesía. El sufijo –ico era la forma cortesana en el siglo XVI, sin las connotaciones aragonesas y murcianas de hoy, pero en el XVII aumentó el prestigio de –ito, e –ico ganó en rusticidad y evocación dialectal, lo que explica que en el Quijote se use para caracterizar el habla rústica” (Cambios gramaticales en los Siglos de Oro, en Historia de la Lengua Española. Coordinador, Rafael Cano. Barcelona, Ariel, 2004, 861).

  Alonso ZAMORA VICENTE (Madrid 1916 – ibidem 2006, académico de la RAE): “(El sufijo –ico) Se usa en toda la Península y especialmente en Albacete y Murcia (donde se debe quizá a la colonización aragonesa) y en la Andalucía oriental” (Dialectología Española. 2ª ed. Madrid, 1967, 278-79).

Manuel SECO REYMUNDO (Madrid 1928, académico de la RAE): “Los sufijos apreciativos denotan unas veces tamaño (en los nombres) o intensidad (en los adjetivos y adverbios): piedrecita “piedra pequeña”; poquito “bastante poco”. Otras veces, unida o no a las ideas anteriores, expresan una actitud personal del hablante con respecto a lo que menciona: suavecito “gratamente suave”; grandón “desgarbadamente grande”. Según los conceptos de tamaño y de intensidad, sin duda más “palpables” que las impresiones subjetivas, los sufijos apreciativos suelen dividirse en diminutivos y aumentativos. Los primeros aportan a la base la idea de “pequeño” o “escaso”, y con esta idea suele ir unida la expresión del afecto o del interés del hablante: mi hermanito puede significar no solo “mi hermano pequeño”, sino al mismo tiempo, “mi hermano, a quien tengo cariño”; y a menudo esta expresión puede dominar y borrar la otra: mi mujercita no es ya “mi pequeña mujer”, sino “mi querida mujer”. En algunos casos, el sufijo diminutivo, pese a su nombre, es intensificador: me levanté tempranito significa que “me levanté bien temprano” (Gramática esencial del español. Introducción al estudio de la lengua. 2ª ed. Madrid, Espasa-Calpe, 1989, 208).

 

Apostilla.- Pedro J. del Real Francia –Juan M. Sánchez Miguel: “Es abundante, sobre todo en la zona este de nuestra provincia, el empleo del sufijo –ico: añico, ajico, pequeñico, toíco, rasgo característico del aragonés (Diccionario del Habla de la provincia de Ciudad Real. Ciudad Real, Diputación, 2007, 18).

 

 

Los “ticos” costarricenses evidencian  la expansión del sufijo –ico por el área hispanoamericana. Este sufijo, trasplantado al continente americano, arraigó principalmente  en tierras de Colombia, Venezuela y Costarrica. Lo  prueba  un texto recentísimo del impresentable venezolano Maduro: “Yo entré solo a la capilla chiquitita de madera a las ocho de la mañana. Y estaba orando y recordándolo, y de repente entró un pajarito chiquitico, y me dio tres vueltas aquí arriba” (La Verdad, diario, ed. Orihuela- Vega Baja, 11- 11- 2013, p. 28).               

                         

                          

-  II -

R E G I Ó N   D E   M U R C I A

 

Si alguien intenta  demostrar que Murcia es el paraíso del sufijo –ico (con  permiso de Aragón y Navarra), lo tiene facilísimo, ya que le basta con salir a la calle de cualquier población dentro del espacio dialectal murciano y ponerse a escuchar a viandantes, para convencerse al punto de que el –ico, en todos los niveles  diastráticos de habla,  normal y corriente, informal o coloquial, es el sufijo espontáneo, natural y predilecto de cualquier murcianoparlante, nativo o  enraizado  en esta tierra. 

                          

ANTROPONIMIA MURCIANA

 

Nos aprestamos a abordar el tema del sufijo –ico en Murcia. Tan abundante es el acervo que tengo compilado sobre el uso del morfema –ico en el ámbito murciano, que me veo obligado a reducir mis aportes, descartando el material toponímico y los numerosos textos literarios murcianos acarreados. Me ceñiré ahora a  un aspecto muy importante en el campo de la  Antroponimia, cual es la Onomástica religiosa, es decir, el tratamiento que la devoción popular da a sus santos y vírgenes más idolatrados, volcando fervor, emoción y cariño sobre sus iconos religiosos.

Hay, en el plano religioso,  un peculiar ejemplo del uso regional o suresteño del –ico,  rezumante de sentimiento tradicional, al par que de actualísima vigencia. Obsérvese cómo coinciden el oriolano y el murciano, el yeclano o el villenero al piropear con el mismo entrañable nombre de “Morenica” a sus respectivas patronas, Monserrate, Fuensanta, Purísima o Virtudes. A su vez, tanto el jumillano invocando a su Abuelica Santa Ana, como el cartagenero a su Pequeñica, junto con el calasparreño a su Pequeñica (Esperanza), e incluso el bastetano al llamar Piedaíca a su Virgen de la Piedad, están proclamando el vínculo lingüístico que los aúna, que no es otro que el geolecto murciano.  No se restringe este caso a la sola Región de Murcia, sino que sobrepasa los límites del hoy desmembrado Reino de Murcia, invadiendo las zonas aledañas que componen el territorio dialectal murciano, o sea, el área de la “Andalucía murciana”, junto a las periferias manchega y valenciana.

Albacete.- Patrona, “La Virgen de los Llanos, La Morenica, como la llamamos los albaceteños en la intimidad de nuestros rezos y en el amor de nuestros cariños” (José Conde García, Travesuras y andanzas (Memorias de un niño, contadas por un viejo). 2ª ed. Almansa, Imp. Hijo de Antonio Molina, 1957,  174).

Almoradí (Alicante).- “A San Abdón y San Senén se les ha conocido siempre por Los Santicos de la Piedra. Hay constancia de que sus imágenes han estado presentes en las cinco iglesias de este pueblo. Se desconoce cuándo se inició la devoción hacia estos mártires, aunque podría tener algo que ver con una enorme epidemia que comenzó en Cataluña y que alcanzó el reino de Valencia. Orihuela sufrió terriblemente aquel azote y al quedar libre de la enfermedad el día 30 de julio, Orihuela –y este núcleo que padeció la plaga-, declaró fiesta oficial a San Abdón y San Senén y se acordó celebrar todos los años una procesión. Se les denomina los Santicos de la Piedra porque a ellos desde tiempos remotos los agricultores de Almoradí se dirigían en oración, pidiendo que el granizo no destrozara las cosechas. Aunque el sector agrícola ya no sea tan predominante, no ha decrecido la devoción por Los Santicos de la Piedra a lo largo del tiempo” (La Verdad, diario, ed. de Orihuela-Vega Baja,  27.07.12).

Aspe (Alicante).- “Aspe aguarda a su patrona.  Cada  dos años Hondón de las Nieves y Aspe comparten la imagen de la patrona desde que en 1839 el primer municipio se separó del segundo. La figura pasó a pertenecer al término municipal de Hondón, pues la tradición cuenta que fue en la ermita de los Hondones donde se apareció la Virgen en 1418. La patrona deberá recorrer en romería los más de ocho kilómetros que separan las dos poblaciones. La comitiva acompañará a la también conocida como “La Serranica” a su vuelta a Aspe. Un Colegio de Aspe se llama La Serranica, como también la banda de cornetas y tambores” (Luis Candela, en La Verdad, diario ed. de Orihuela-Vega Baja, 3.8.12)

Baza (Granada).- Patrona,  la Virgen de la Piedad, hallada en 1497, en la iglesia de La Merced: Piedaíca, nombre familiar femenino.- La patrona de Zújar, cerca de Baza, es la Virgen de la Cabeza: Cabecica, nombre popular femenino.

Calasparra (Murcia).- La Pequeñica. Esta imagen  de menor tamaño,  se lleva siempre en las andas junto a su homónima de vestir, la patrona de Calasparra, Virgen de la Esperanza (Luis Armand Guillén, Bosquejo histórico de la Virgen de la Esperanza. Murcia 1958, 10).

Caravaca (Murcia).- La patrona de Caravaca es la Cruz o Veracruz, de ahí que abunde el nombre femenino de  Crucica  (o  Crucita).

Cartagena (Murcia).- La Pequeñica. Llamada así por su pequeño tamaño, es  la Dolorosa de la Cofradía Marraja, que sale en Viernes Santo.- Antonio Ramos Carratalá (cartagenero): “mi Virgencica de la Caridad”. 

Cehegín (Murcia).- Patrona de Cehegín, Nuestra Señora de las Maravillas. “¡Qué bonita es la maravilla de la Virgencica de las Maravillas!” (Antonio Ramos Carratalá, Cehegín y su Virgen, en Revista de Fiestas de Cehegín, 1955). Nombres hipocorísticos de Maravillas: Mavi, Villas, Maravillicas, Villicas.

Cieza (Murcia).-  “La imagen de la Virgen de los Dolores, restaurada por la escultora ciezana, ha vuelto a la calle San Sebastián, para presidir el popular callejón de la Virgencica” (A. Semitiel, La Verdad, 31-12-1998).

Jumilla (Murcia).- Santa Ana, titular del convento.- José Luis Castillo-Puche, yeclano: “Es la Abuelica, la Patrona” (114). “La caravana de carros y devotos  que iban detrás de la Abuelica era interminable” (romería a Santa Ana del Monte) (222) (El vengador. Barcelona 1956).

Llano de Molina (Murcia).- Patrona de esta pedanía de Molina de Segura, ubicada en la Vega Media del Segura, es la Purísima, a la que sus devotos  invocan con el encendido piropo ¡Purisimiquia!, remachado a veces con la  irrebatible interjección ¡pijo! Tan murcianísimo dardo, lanzado  a la patrona,  revela un extremado sentimiento religioso que roza el paroxismo,  convirtiendo el simple nombre en comprimida plegaria. A la vez, el superlativo Purísima, meramente denotativo nominal, se trasforma, mediante el sufijo –iquia, en  expresión connotativa de irreprimible carga afectiva.

Lorca (Murcia).- Virgen de los Dolores, o Doloricas, titular de la cofradía o Hermandad de Labradores (azules): “Viva la Doloricas”, vitorean los azules en la procesión del Viernes Santo.

Torre Pacheco (Murcia).- Adorable ermita de la Virgen del Pasico.

Villena y Sax (Alicante).- Patrona de ambos pueblos es la Virgen de las Virtudes. “La Morenica abandonó ayer su  santuario de Las Virtudes para regresar a la ciudad. La Morenica –como se conoce popularmente la imagen de la Virgen debido a su tez morena -, devotas mujeres de Villena  la portan a hombros, dándole vueltas dentro de los muros del templo religioso. Decenas de voluntarias se dan cita cada año en el santuario con la voluntad de pasear a la “Virtudica” – como la llaman coloquialmente -, y de esta forma, cumplir con alguna promesa realizada a la Virgen de las Virtudes” (R. Bernabeu, corresponsal de La Verdad, diario, Orihuela-Vega Baja,  29.08.11).

Yecla (Murcia).- “¡Viva la Morenica!” (José Luis Castillo-Puche. El vengador. Barcelona 1956, 114). Alude a la Patrona de Yecla, La Purísima  del Castillo.- A su vez, la escritora yeclana Pilar Polo Carreres siembra su obra Teatro de cariciosos antropónimos en –ico (Andresico, Marujica, Conchica, Sebastianica,  Rosarico, Carmencica,  Madalenica).

 

De la Región Murciana, como es obvio, podría ofrecer un cúmulo inmenso de datos, pero refreno mi impulso, seleccionando varios textos de escritores murcianos, que salpimento con refranes, coplas y locuciones:

Bartolomé  ALCÁZAR, sj. (n. Murcia): “Luego nació la criatura; y al punto començó a llorar y mover los bracicos” (433)… “Quando hazia cesticas para sustentarse” (456) (Vida de San Julián. Madrid 1692).

Vicente MEDINA (Archena, Murcia, 1866 – Rosario de Santa Fe, Argentina, 1937): “poquico, miraicas, abonico, olorcico”. “Siempre te conocería: “yo sé que dirás nenico, yo sé que dirás nenica, te llamarás Carmencica, Rosarico, Doloricas”(99)  (Aires murcianos, 1ª ed. 1898, Murcia 1981).

José Sebastián DE ERICE, diplomático (n. Caravaca): “Entre las nubes bajas del cielo vienés, parece que llega el sonar del Angelus, el rumor del agua por la acequia, el apelativo en “ico” (Añoranza, en Revista de Fiestas de la Cruz.  Caravaca 1960).

 Gregorio JAVIER GÓMEZ (n. Caravaca): “Mi Carmencica se muere esta noche” (111).  “El padre del Antoñico tiene uno” (115). “Pronto, muy prontico” (120). “Déjame que lo lleve un poquico” (188). (Caravaca de la Cruz, Barcelona 1961).

Alfonso MARTÍNEZ-MENA (n.  Alhama de Murcia): “Junto al convento de las monjicas” (25) “Las mocicas aguardaban junto a interminables hileras de cántaros” (26). (El espejo de Narciso. Murcia, Universidad, 1910).

José Luis CASTILLO-PUCHE (Yecla, Murcia, 1919 – Madrid 2004): “Ya estaban sobre la mesa los espárragos,  las aceitunas negras o verdes, las habicas tiernas (164)… Mi madre les ponía una botella de vino con unas olivicas al terminar la semana” (185) (El amargo sabor de la retama. Barcelona 1979). “Déjame, Pepico” (así llamaba al autor su madre) (Conocerás el poso de la nada. Barcelona 1982,  75).

 Refranes murcianos (Francisco Gómez Ortín, Folclore del Noroeste Murciano. I. Murcia 1996):

“Agustinico llovío, año perdío” (Alude al pronóstico agrícola del día de San Agustin, 28 de agosto, asimismo llamado el “Cabañuelón”).

“Olivica comía, huesecico al suelo” (también se usa en Orihuela).

“Mucho te quiero, perrico, pero pan poquico”. (A los murcianos cursifinolis les abochorna decir poquico, y prefieren un “pelín”, rimando con “Madrid”  y Berlín).

 “Cada perrico se lame su pijico” (recogido en Cehegín, después de publicada mi obra antedicha Folclore del Noroeste).

 Copla popular: “En la casa que hay tres Juanes, / ¿cómo los podrán nombrar? / Juanico, Juan y Juanele, / Juanele, Juanico y Juan” (Folclore del Noroeste Murciano. II. Cancionero. Murcia 2003, 100). - El  sufijo –ele  diminutivo es mucho menos frecuente que –ico.

 Emilia GARCÍA COTORRUELO: “Sufijo –ico. Es el sufijo diminutivo. En español de los siglos XV y XVI –ico era de uso muy amplio, no dialectal. Luego decayó en las Castillas, León, Extremadura y occidente de Andalucía, pero se conservó en Aragón, Murcia y Granada, oyéndose también en Santander (Gª. Lomas), Alto Aller (R. Castellano) y en otros dialectos españoles. Es el sufijo diminutivo de mayor vitalidad dentro de nuestra habla, siendo preferido por todas las clases sociales, incluso la rústica, en la que ha desplazado por completo al anticuado –iquio, cuyo uso perdura en la Huerta de Murcia, con tendencia a desaparecer (Gª Soriano). En palabras bisílabas acabadas en -e, llanas en –en y en otros casos, el sufijo toma la forma –cico, como en aragonés meridional: liebrecico, jovencico, buenecico, etc.  Alguna vez se oye –tico: llenetico. Sobre el carácter diminutivo del sufijo predomina el valor afectivo. Son numerosísimos los casos de toponimia terrestre y marinera que conservan el sufijo: El Cabecico,  Castillicos / La Macetica, Las Playicas. En los apellidos, nombres y motes –ico da idea de baja estatura: El Juanitico,  El Pequeñico, o designan al hijo o hijos del que los lleva: Los jacinticos, Los charquericos. Es curiosa la formación de un superlativo mediante este sufijo (llenetico, reventaico, cuajaico). El diminutivo –ico sustituye al –ito, casi en desuso, que se considera  como rasgo de afectación o se encuentra en palabras fijadas por el uso: señorita, bonito, saquito” (Estudio sobre el Habla de Cartagena y su Comarca. Madrid, Anejo III del Boletín de la Real Academia Española, 1959, 97-99).

 Isidoro VALVERDE: “En la esquinica de la replaceta de Roldán con la calle Don Roque se jugaba al palico” (35). “Salazón, que con pan y un tomatico hace las delicias del cartagenero” (44). “Se vendían a diez pesetas unos buenos jamonicos –como dicen las cartageneras castizas” (60). “Rollicos de San Antón” (76). “La casica de la olivera” (80). “Sus casas tienen delante un jardincico cercado o una terracica con piso de cemento” (88) (Cartagena entrañable. 3ª ed. Cartagena 1995).

 

 El dialecto murciano posee  vocablos peculiares, que expresan ‘el lugar   resguardado del frío o viento’, como sinónimos de ‘socaire, amparo, abrigo’.

Lorca: “a la espontica”, de esponta (Diego Ruiz Marín, Vocabulario de las Hablas Murcianas. Murcia 2000; no VDMu ni A. Ibarra, Materiales para el Habla de Lorca. Murcia 1996).

Jumilla: “al reselcico, de resés (VDMu, del valenciano racés, lugar defendido de los vientos). Al resel, al reselcico (Emiliano Hernández Carrión, El léxico de Jumilla. Murcia 2004).

Noroeste Murciano: “al orico, al oretico”, ‘al amor de la lumbre’, con refuerzo de sufijos, ete/ico (VDMu, Moratalla; Francisco Gómez Ortín, Vocabulario del Noroeste Murciano. Murcia 1991, y  A. Idáñez de Aguilar, Vocabulario del Nordeste Andaluz. Jaén 2001).

  

 

-  I  I  I –

 

O  R  I  H  U  E  L  A    ( C  O  M  A  R  C  A)

 

 

Puesto que mi residencia actual es la ciudad de Orihuela, sería imperdonable  no cerrar mi exposición con un capítulo imprescindible sobre el uso del –ico en la amplia comarca oriolana, ubicada al sur de la provincia de Alicante y limítrofe con la Región de Murcia, de cuya capital dista unos 20 kms. ¿Cómo no dedicarle siquiera un “parrafico” (afectuoso, no pequeño) a la cariciosa  habla de esta “Orihuelica”, tachonada de –icos, con los que  a menudo te tropiezas, dada su tozuda vigencia en toda clase de personas?

 

El filólogo José GUILLÉN GARCÍA afirma: “El sufijo –ico es el de mayor vitalidad. En principio tiene carácter diminutivo: miajica, piasico, bujerico; pero en general tiene un valor expresivo que envuelve a los objetos, a los animales y a las personas, con un sentimiento de amabilidad, de cariño, de conmiseración, de sencilla e íntima cordialidad: miá qué bonico”, probetico, éjalo ya, te daré unas peseticas, he mercao este par de gallinicas, tráete el legonico. Se dan algunas formaciones directas: jovenico, montonico; otras reforzadas: manesica, llenetico; o cruzadas: serquetica, mosetico. En ocasiones, las palabras formadas con este sufijo tienen un sentido abundancial o aumentativo: tie perricas (bastantes), es jovenico (muy joven), en la mañanica (muy temprano). También se usa con adverbios: serquica, lenjicos, aborica, trempanico; incluso en los compuestos: apuricamente, escasicamente, mesmicamente” (El Habla de Orihuela. Orihuela 1999,  60-61) (1ª ed. Alicante, 1974).

 

He captado un ejemplo sorprendente del uso prístino del –ico en Orihuela: “en Pere Rossell, en Perico Rossell fill seu” (Año 1296, Acta del homenaje prestado por el Concejo y moradores de Orihuela a Jaime II de Aragón, en J. Gª. Soriano, VDMu, 162).- El tratamiento en equivale a mossén (don).

 

Al diminutivo -ico se le adjudica ternura, volcada  incluso  hacia el disminuído mental, al llamado “tonto” del pueblo, al que antes se le solía tratar con mofa y crueldad, si bien se les aplicaba el diminutivo afectivo, “Andresico el tonto”. ¿Sería el bufón oficial de la ciudad? El caso es que  aparecen ayudas del Consell para este “Andressico el tonto… se le fassa un vestit com es costum cascun any… a Andressico per haver fet una figura lo día de la processo en la placeta del Sacriste, pera fer dos camisses, 16 reals” (Archivo Municipal de Orihuela, años 1627-28,  cit. en J. Ojeda Nieto, Orihuela imaginada. Murcia 2012, 187). 

 

Un microtopónimo, el Hoyico, situado en La Aparecida, pedanía de Orihuela, señala un pequeño hoyo, zanja o hundimiento en el suelo, donde la tradición religiosa localiza la aparición o encuentro, en 1736, de un lienzo con la pintura de la  Virgen de Belén, actual patrona de dicha pedanía.

 

En el siglo XX pulularon periódicos de opuesto signo político, que solían enzarzarse en agrias y estériles polémicas. El Renacer, periódico de izquierdas, se enfrentaba a El Pueblo de Orihuela, de derechas. Este replicaba a aquel: “Si se empeñan en atacar vidas privadas, sabremos decir muchas cosas que pudieran molestar a los que con tanto descoco suelen escribir. Conste que en ello no tenemos inconveniente, Sidorico, Armengolico y demás compañeros icos. ¡Que todos nos conocemos! ¡Orihuela no es Madrid!” (El Pueblo de Orihuela, 3-12-1930, nº. 144, en Antonio J. Mazón Albarracín, La Segunda República y la Guerra Civil vistas desde el Puente de Rusia. 2ª ed. Orihuela 2010, 51).

 

María Antonia Guil Vegara, oriolana: “Las viejas paredes de la “ermitica”, 73; “La hoguerica de San José”, 93. “maticas… lechuguicas”, 181 (La Olivera, novela. Orihuela 2007).

 

Rótulos de tiendas actuales en Orihuela: “El Molinico del Puente”, “El Pucherico” (comida para llevar), “La Olivica” gourmet (encurtidos) “El Puentecico” - “Calzados Marianico” (siglo XX)

 

Calle Pocico de Santiago (en barrio del Rabaloche), detrás de Santiago.

Captados directamente en Orihuela: enteretico, llenetico (valor superlativo, con doble sufijo, valenciano-murciano, ete/ico). Vendedor ambulante de la ONCE: “me quea un rematico” (Vereda Buena Vida).

                      

         

 CALLOSA DE SEGURA (Alicante).- José María RIVES GILABERT: “Es frecuente el uso de los sufijos –ico, -ica en sustitución del clásico diminutivo, abonico, despasico, pequeñica, también implicados a los nombres familiares, siendo corriente oir el clásico Antoñico, Josefica, Luisico, que no cabe duda suenan más cariñosos e íntimos” (10). “Miajica. Un pedasico de algo. Una cosa pequeña. Se piensa que el enfermo va mejor cuando ha tomado una miajica de leche” (154). “Miajinica. Un poquito de alguna cosa. Menos que una miaja o miajica. La pedimos para probar algún alimento” (ibid.). “Pobretico. Se dice del que le tenemos lástima o se muere. Es un pobretico o probetico, que también suena así” (188). “Poquico. Menos que poco. Cuando no queremos comer mucho pedimos que nos pongan un poquico” (190).  (Con valor semántico de simple superlativo = muy poco).   “A casico hecho”. A cada santico le llega su fiestesica” (259)  “Cada maestrico tiene su librico”  y  “Cada perrico se lame su pijico” (264), “Culico veo, culico deseo” (266). (Diccionario costumbrista Callosino y de la Vega Baja. Callosa de Segura 2007).

          CATRAL (Alicante).- José María Cecilia Rocamora: “ico/a, diminutivos de indudable procedencia aragonesa, que en ocasiones derivan en iquio/a, (bonico, Teresiquia)” (“El habla popular catralense”, en  Alquibla, revista de investigación del Bajo Segura, nº 8, 2002, 225).

 

Miguel HERNÁNDEZ.-  Para certificar el empleo del –ico en Orihuela,  nadie más acreditado que el poeta oriolano universal Miguel Hernández.  Reproduzco párrafos sobre el particular, tomados de mi libro Otro Miguel Hernández (Orihuela 2012, 67-71):        

“Una de las notas clave del dialecto murciano es el empleo común y pertinaz, en Orihuela y Murcia (huerta, pueblos y ciudades) del sufijo  –ico, con sus múltiples valores (afectivo, diminutivo, irónico, despectivo, intensificador). Téngase en cuenta que el reino de Murcia, aunque parte integrante de la Corona de Castilla, poseía identidad propia, quedando, por su lejanía, al margen de la influencia centralista de la Corte y de los medios culturales de Castilla, lo que conllevaría más aislamiento, y por ende, más arcaismo del lenguaje. (67)

          Concretamente, el epistolario de Miguel Hernández evidencia su idiolecto con el uso caricioso del –ico oriolano, sobre todo en las cartas a su esposa Josefina Manresa. En la Correspondencia del poeta he podido contabilizar 135 veces el –ico afectivo (nenica, Josefinica, morenica, tontica, hijica, vidica, amanosica, Antoñico, animalicos, despacico, pequeñico, juntico, poquico a poquico, etc.)

          Dibuja Miguel Hernández en prosa una escena maternal desenfadada, donde la cohetería de los –icos se dispara incontenible. La madre, amamantando a su cría, monologa delirante: “¡Ay, qué putica que es esta hijica!... ¿Quieres hacer caquica? ¡Mi rosica del año! Toma tetica, toma tetica… ¡Ay, qué putica que es esta hijica!” (Obras Completas, I, “Monaguillo”, 709).

          Para concluir la descripción del –ico  en Orihuela, referimos aquí tres anécdotas sucedidas a sendos personajes naturales de esta:

1º Luis Almarcha, siendo ya obispo de León, refirió en 1957 su primer encuentro con Miguel como poeta: “Volvía un atardecer con su rebaño. Se acercó a saludarme como otras veces, y todo sudoroso me dijo: - ¿Quiere ver unos versos? Estaban escritos a lápiz. – Oh, muy bien, Miguelico, me gustan. Y él, con su sonrisa ingenua me dijo: -Pues me han puesto una multa, porque mientras escribía, no he visto ramonear las cabezas” (Eutimio Martín, Universidad de Aix-en-Provence, “Análisis de un memorial en verso”, en Francisco Javier Díez de Revenga, Estudios sobre Miguel Hernández. Murcia 1992, 241).

2º “Recuerdo cuando el poeta Leopoldo de Luis y yo le llevamos unas flores a Josefina Manresa, su viuda, oriunda de Cox, pueblo cercano a Orihuela. Tenía un modestísimo taller de costura en Elche. Era una mujer muy triste y muy hermosa. Quizá no tuviera una clara conciencia de quién fue su marido. Cuando me atreví a preguntarle cómo era Miguel, me dijo: Siempre estaba con sus versicos. Después sonrió con tristeza y volvió a la Singer. Tenía trabajo” (Manuel Alcántara, La Verdad, de Alicante, 20-11-2009).- El sufijo “versicos” no es en modo alguno diminutivo ni despectivo, sino superlativo o ponderativo en alto grado, transido de infinito cariño reverencial hacia la poesía de Miguel, que, aunque ella no la comprendiera, sentía más que sabía que fue la razón vital de su idolatrado marido poeta.

3º Esta crónica periodística demuestra la persistencia actual del –ico en Orihuela: “La alcaldesa de Orihuela, Mónica Lorente, al inaugurar el parque del soto de Molins, desveló que en no pocas ocasiones los dos representantes de la pedanía, acompañados de vecinos, han estado “pozalico en mano, regando y cuidando los árboles” (Joaquín Andreu, corresponsal de La Verdad, ed. Orihuela, Vega Baja, 17-11-2009, 8)

              

        Y como remate conclusivo de este prolijo ensayo, sirva mi personal experiencia a modo de firma y colofón. La joven doctora oftalmóloga, que me operó de cataratas el año pasado, decía: “¡abra los ojicos!”, queriendo suavizar  la fuerza del imperativo, y dulcificando a la par la híspida fonética de la voz ojos, compuesta de una áspera “j” velar, con escolta de dos vocales  “oes” cerradas.

 

¡VALE (Salud, Adiós),  paciente lector amigo!