tintero
Antología de relatos
Marcos Winocur
(Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). México)
Marcos
Winocur ha publicado varios libros, destacándose Las clases olvidadas en la revolución cubana
(serie general # 43) editado por Crítica en España y reeditado en México,
Argentina y Chile.
El
autor, es Doctor en Historia (EPHE-Sorbona). Su tesis ha sido editada en
microfichas para bibliotecas, Hachette, París.
Ha
colaborado en los diarios Excélsior y
La Jornada, y en las revistas, Plural, La Pensée, Europe, Le Mouvement Social, Bajo el Volcán, El Búho, Crítica, Elementos, Lateral, La Insignia (internet) y en otras
publicaciones como los fascículos de venta en puestos de periódicos (coleccionables)
Fabbri, Italia; Centro Editor de América Latina, Argentina.
Ha
impartido cursos y conferencias. Actualmente es profesor e investigador en la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), México.
Un
día Marcos Winocur declara: “La Historia no da
lecciones sino sorpresas y, para sorpresas, mejor las fabrico yo”. Y se aboca a
la Literatura.
ADIÓS, MI AMOR, O CÓMO CORTAR A SU PAREJA
Marcos Winocur
Usted
quiere cortar a su pareja y no sabe cómo. Aquí le presentamos varias ideas para
que elija según sus gustos y pareceres. Naturalmente, se descartan algunas
opciones muy radicales como el veneno.
1.
Método del shock
Usted
regresa a casa a comer, diario lo hace, pero esta vez, en lugar de sentarse a
la mesa, pasa a la recámara y empaca. Finalmente, cuando la sopa está ya fría,
aparece en el comedor con una valija en cada mano y anuncia:
-
Lo siento, mi reina, tu amiga Carmelita y yo nos hemos enamorado perdidamente,
me voy. Nunca te olvidaré, cariño mío, cualquier cosa te entiendes con mi
abogado.
Una
recomendación. Salga lo más rápido posible.
2. Método del rollo teórico
Invite
a su pareja a cenar a un buen restaurante, no se fije en gastos. Y entre
platillo y platillo, sin olvidar de regarlos con buen vino, aborde el tema:
-Mi
amor, es triste reconocerlo, el romanticismo se acabó, todo ha cambiado, la
política, la sociedad, las costumbres, todo, fíjate nomás la informática, el
psicoanálisis, te estarás preguntando qué tiene que ver, mucho, vivimos en la
aldea global, fíjate nomás el Internet, y todo, la familia no es lo que era
antes, la pareja no es lo que era antes, todo ha cambiado, claro, me sigues
cayendo bien, pero tampoco yo soy el mismo...
Una
recomendación. Como ambos se encuentran en lugar público, quizá no le pongan el
plato de sombrero, pero no se fíe.
3. Método indirecto
Usted,
confiéselo, no se atreve a abordar el tema de frente. ¿Qué hacer? Muy sencillo,
comportarse como si el destino lo traicionara haciéndole dejar
"involuntariamente" indicios comprometedores. Aquí le proporcionamos
una lista, que desde luego no es excluyente.
-
La foto de la otra en su billetera; ahora bien, si pasa el tiempo sin que la
pareja la detecte en uno de sus periódicos chequeos, a usted
"accidentalmente" se le cae la foto delante de ella.
-
Cita con la otra en un lugar conocido, a la vista de todos.
-
Aparecen comprobantes de gastos inexplicables, preferentemente de florería.
-
El clásico rouge en una camisa.
-
Frecuentes llegadas a altas horas de la noche, explicaciones confusas.
-
Usted mismo envía anónimos a su pareja con el cuento.
Finalmente,
ocurre el efecto buscado, viene el interrogatorio, indicios a la vista. Es un
momento peligroso, trate de que no se le escape algo así:
-
Ja, ja, te gané de mano, la
cornuda eres tú, lero, lero.
Y
más bien muéstrese acongojado, lleno de pena, retorciéndose las manos,
balbuceando:
-Te
lo puedo explicar...
Una
recomendación. Por si las moscas, cúbrase.
4. Método expeditivo
Para terminar, mencionaremos un método que lo
pone a salvo de reproches u objetos más contundentes. Dicho sea en tres líneas:
-¡Querida...!
Voy por cigarros, orita regreso.
-Sí,
vida, no te tardes.
Y
todavía lo están esperando.
Habrá advertido el lector, es el
hombre quien en los cuatro casos toma la iniciativa y la mujer la cortada. ¿Y si fuera al revés? Se procede de idéntica
manera, olvidándonos que vivimos en México.
ADOLESCENTEANDO
Marcos Winocur
P’al pinche
Mariano
I
Ernesto
Fidel abrió la puerta y repartió dos que tres ¿qué onda, güey? en su versión
abreviada: ¿quionda, güey? Y sin más, enderezó hacia
el sector electrónico, situado al fondo de la sala. Ernesto Fidel hace varios
meses ha dejado la casa de su progenitora y vive la libertad en un cuarto
rentado con sus cuates. Pero se diría que no ha abandonado del todo la casa
materna, conserva las llaves de la puerta de la calle, entra y sale cuando
quiere, estacionándose las horas en el sector electrónico. A su frente, la compu; a los costados, la tele y el aparato de sonido.
Conecta los tres y a los tres atiende simultáneamente: el aparato de sonido a
todo volumen, sin perderse canción; la tele, cancelado el audio, sin perder
imagen; la compu en Internet, sin perder
operatividad. Si el sistema se tarda, la espera es cubierta tocando la
guitarra. Oído, vista, dedos, están a la orden. Sin contar el teléfono, perteneciente
al sector. Si suena, lo atiende sin descuidar el resto. Audífono apretado entre
cabeza y hombro, sostiene la plática telefónica. No sé cómo le hace, pero le
hace.
Ernesto
Fidel ha formulado dos confesiones a su madre. Una, que ha pasado de la mota a
la coca. Otra, "tranqui, jefa, he decidido no
suicidarme".
Por
cierto, no esperaba respuestas de este tenor:
-
Hijito, abusado, no te excedas, ojo al crack.
-
Hijito, qué bueno tu decisión de no suicidarte.
No
esperaba ese tipo de respuestas, pero tampoco el bofetón que le soltó su madre.
En realidad, ella sintió al instante: más que cinismo, hay un pedido de
auxilio. Y al mismo tiempo: que de una vez sepa mi parecer. Y soltó el bofetón.
Después
de eso, Ernesto Fidel se pintó por semanas, hoy el hijo pródigo ha regresado y,
en lugar de pasar al sector electrónico, se quita los tenis y los calcetines en
la sala, no, qué digo, si no trae calcetines, y parte al jardín a jugar
descalzo con la perra, mientras él y la jefa se miran de reojo, sin siquiera saludarse.
II
Suena
el teléfono a las 2 am, es Ernesto Fidel:
-
¡Mamá, se me rompió el condón! ¿Qué hago?
Pausa.
- Hijito, me figuro que ya es tarde para
remendarlo, la
próxima
vez te los compras de mejor calidad…
- Pero si es de los tuyos, lo tomé de tu
buró…
- ¡Santo Dios…! A propósito: ¿has seguido
con el tratamiento de los chochitos?
- ¡Ay, mamá, cómo crees? ¡A mí tus
pinches brujos me cagan!
Y corta.
III
Así, dos problemas. Uno, el condón.
Otro, "he decidido no suicidarme". Lejos de tranquilizar, suena como:
"cualquiera de estos días...". Por lo demás, esa declaración está
ligada a sus dichos de que ha pasado de la mota al pericazo.
Y desde luego, para los chavos en especial, no se trata de adquirir una cultura
de la droga, sino de su consumo salvaje metiéndose de todo un poco.
Precisamente, no hemos salido del tema del suicidio: una práctica que se
convierte en modo de autodestrucción lento, vía destruir el organismo, vía
quitarse años de vida.
Y bien, Ernesto Fidel se ha pintado
por semanas, hoy ha vuelto a casa de su madre, no se dirigen la palabra, sólo
se miran de reojo mientras el joven juega con la perra.
¿Cómo abordar el tema, cómo no ser una
madre represora, pero tampoco la que todo consiente? ¿Tomar a broma lo del
suicidio? ¿Dejarlo pasar…?
Ataquemos - se dice la madre - por el tema uno, la ruptura del condón.
-
¿Y qué pasó, eh, ya ni me saludas pero la otra noche bien que me diste el fonazo a las dos… ¿Qué pasó, estaba tu novia en periodo
fértil?
Ernesto
Fidel deja de jugar con la perra, sonríe, y se acerca a su madre. El contacto
se ha restablecido.
Vocabulario de mexicanismos
abusado:
alerta, atento a lo que pueda suceder
compu:
computadora
cuate: a mitad de camino entre amigo y compañero
chochitos:
nombre dado a pequeñas cápsulas recetadas en medicina alternativa
jefa:
mamá
mota:
mariguana
pericazo: toma de
cocaína, generalmente aspirándola por la nariz
se
pintó: desapareció
AL DESIERTO SE VIAJA CON CORBATA
Marcos Winocur
INTRODUCCION
Un
cuento trata de un viajero que muerto de sed atraviesa el desierto, cuando a lo
lejos divisa a otra persona, corre, la interpela por agua, pagará lo que sea y
ella, por toda respuesta, le ofrece corbatas en venta. ¿Corbatas en el
desierto? ¿Para qué las querría? -se dice el viajero perplejo mientras el otro
se aleja.
La escena se repite dos veces más con
nuevos vendedores de corbatas. El viajero, ya desesperado, ve a lo lejos las
palmeras de un oasis. No, no es un espejismo, con sus últimas fuerzas llega y
advierte que está fuertemente custodiado. Déjenme pasar, ruega a los
guardianes, pagaré lo que sea. Y el que parece el jefe contesta:
-No trae corbata puesta, no puede
pasar.
El viajero muere.
Ninguno de los vendedores le había
informado sobre el carácter absolutamente necesario de la corbata en el
desierto, sólo ella podía haberle salvado la vida. Por lo demás, la creencia
del viajero viene programada según esta ecuación: agua en el desierto =
mercancía. Y ésta se compra y se vende, para eso existe. Sin dinero, pues, no hay agua, se entiende
bien. Pero ¿sin corbata...?
Es que la ecuación ha cambiado,
quedando así: agua en el desierto = corbata.
De modo que, en lugar de dinero,
corbata. Ahora bien, el viajero dio con
el lugar donde estaba el agua, un oasis, le faltó la corbata. Suena absurdo,
pero ¡es así! La ahora percibida como nueva realidad dicta esa curiosa ley del
desierto, en lugar de dinero, corbata, ésta le fue ofrecida en venta sin que la
comprara. Y bien, corbata = mercancía
es
una ecuación que se mantiene. En realidad, la corbata se compra con dinero como
siempre, y el desierto le adjudica un valor agregado: salvoconducto para
acceder al agua.
¿La corbata desmiente las
convicciones, desmiente la lógica, inamovibles hasta entonces? ¡Peor para las
convicciones y la lógica! El desierto manda, decide cómo se accede al agua,
dicta su propia ley.
EL
CUENTO VA A LA UNIVERSIDAD Y SE TITULA DE EPISTEMÓLOGO
Y bien, cambiamos ahora el decorado,
pero, ya verán, sin abandonar desierto, oasis y corbata. Mudamos a otro
escenario, el más vasto posible, llevando el cuento al ámbito de la naturaleza
física.
Y les diré la razón de este giro. Hay
una doble identidad en el nuevo escenario. El desierto es el desierto y además
representa al universo como expresión que en la Tierra más se le parece. Dos
disputas, una con el mar y otra con los cielos, que también eran candidatos a
representar al universo, fueron resueltas a favor del desierto: no es surcado
por barcos ni por aviones, los lentos camellos de siempre, mar y cielos se han
empequeñecido, el desierto sigue siendo esa interminable llanura de arena y
viento donde las distancias no se han acortado. Es, sin duda, lo terrenal que
más se parece al universo, es así como el desierto ha sido nombrado su
representante en la Tierra.
Y bien, ya podemos hablar con más
soltura de ambos. El viajero no murió por un capricho, sino en virtud de una
ley del desierto, que él ignoraba. Por otro lado, la naturaleza física nos dice
que la luz se basta a sí misma para recorrer los espacios, no necesita de nada
que la sostenga. Esto era ignorado a fines del siglo XIX por los viajeros que,
telescopios al ojo, se internaban en las arenas del cosmos. Y decían: la luz,
que sin cesar nos llega de las estrellas, se propaga por los espacios gracias
al soporte que le presta un éter universal. Y no se concebía que la luz pudiera
viajar desde tan remotas distancias sin esa suerte de vías férreas.
En estos virtuales viajeros del espacio
no peligraban sus vidas, pudieron cómodamente rectificar el error desde los
telescopios.
Pero veamos el caso más de cerca. Los
vendedores de corbatas toman el rol de
los experimentos en la ciencia física. Ponen en evidencia una sorprendente nueva
circunstancia: así como en el desierto se ofrecen corbatas en venta, la luz se
propaga en el vacío sin requerir de soporte alguno. Ambos son datos que la realidad impone a quienes la
transitan, sea un viajero, sean los hombres de ciencia. Y a continuación, se
cede la palabra a la teoría, que organiza los datos recibidos, a saber: las
corbatas –devela la guardia del oasis-
son absolutamente necesarias para obtener agua en el desierto; la luz -devela la teoría de la relatividad- se
propaga de por sí, el éter resulta absolutamente... innecesario. La realidad ha
sido subvertida, puesta de cabeza, una nueva lectura del entorno se ha
impuesto. En ese sentido -dirá el
epistemólogo Popper- las teorías padecen de intrínseca falsedad:
existen para ser con el tiempo desmentidas.
Ningún experimento dio cuenta del éter,
en su búsqueda se obtuvo incluso el efecto contrario: quedó en entredicho su
existencia misma como ocurrió al
verificarse la constancia de la velocidad de la luz en el vacío. ¿Cómo, el éter
no venía a frenarla? No, puesto que, siendo de presencia universal y
uniforme -se argumentaba en su
defensa- no se está midiendo la velocidad de la luz en el vacío, sino en
el éter, que le sirve
de soporte. A esta altura del debate, surge una llamarada: ¡el éter es indistinguible del vacío! Es
decir, el éter conserva su carácter de
hipótesis plausible pero del todo inútil, a la cual la ciencia y la epistemología le
aplican la navaja que el filósofo empirista Occam
pidió prestada a Mamacita Naturaleza: la navaja que corta allí donde encuentra
lo superfluo.
CONCLUSIONES
¿La luz viaja por los espacios sin
necesidad de otro sostén que no sea ella misma? “Credo quia
absurdum”, decía Tertuliano. “Creo porque es absurdo”,
aquí reaparece la fe con distinto objeto: fe en la empiria,
en la percepción experimental de los hechos físicos, en el procesamiento de
datos, el hombre los constata reservándose un as en la mano: también la
percepción de los hechos, como la teoría que ella inspira, son hijos de lo
provisorio. Verdaderos en tanto son. Falsos en tanto no serán.
En fin, la guardia del oasis ha surgido
en el desierto para ejecutar el último acto donde el protagonista de la obra es
el infeliz viajero. Como la ciencia y su aliada filosófica, la epistemología,
la guardia del oasis es inmisericorde. Tal cual
aquéllas liquidan el asunto éter, la guardia del oasis deja morir al
viajero ante las vedadas puertas del agua. Y la luz, festejada por el ojo que
la ve, navega indiferente por el negro que la retiene y por el blanco que la
devuelve. Como cualquier otro objeto
físico dotado de masa, esto es,
capacidad de interacción gravitatoria, viaja en el vacío por sus
pistolas.
Las ideas, cárceles de larga duración,
decía el historiador Fernand Braudel.
Pero un día se rompen las rejas, las viejas ideas dejan de aprisionar el
cerebro, y de las nuevas se apropia la generación joven. Toca una relectura del
entorno, Mamacita Naturaleza se complace a condición de no plantearle
indiscretamente por qué las cosas son así.
¿Puede inferirse una fórmula, una
ecuación para la navegante de los espacios?
Claro que sí, es la siguiente: fuente de luz + vacío = propagación de la
luz.
Al desierto se viaja con corbata. Al
cosmos se viaja sin éter. No se vaya a confundir y tras la escafandra lleve
puesta una preciosa corbata roja digna de
las cámaras de televisión, mientras se pregunta qué lo sostiene, si las
dunas, el camello o el éter.
¡A PARÍS, A TOMAR LAS ARMAS DEL CONOCIMIENTO!
Marcos Winocur
Allá
por los buenos tiempos de los años sesenta y setenta, cuando florecían las
becas para latinoamericanos, fue un girar los ojos hacia fuera y en primer
lugar emergió París. La cultura francesa, el encanto y la leyenda de la Ciudad
Luz, y una constelación de celebridades nos urgían. Lévi-Strauss
en Antropología, Piaget en Educación, Lacan en
Psicoanálisis, Althusser y Foucault filósofos, Barthes en Lingüística, Touraine
en Sociología, los historiadores Braudel, Labrousse, Pierre Vilar, Romano,
Le Goff, Le Roi Ladurie...
Claro, cada nación que se tiene por
culta presenta al mundo su equipo de intelectuales. ¿Y qué ocurre? Uno de
ellos, por propia gravitación y una ayudita de los medios, queda colocado de
capitán. Por ejemplo, para la segunda mitad de los años cuarenta y los
cincuenta, el escritor francés Jean-Paul Sartre. ¿Quién no ha oído hablar de
él?
Pero vale la pena retroceder un poco
más. En la primera mitad de los cuarenta, Francia cae bajo la ocupación alemana
y se abre un paréntesis a la espera del fin de la guerra. Y antes, en los años
treinta ¿quién marchaba al frente de los intelectuales franceses? Varios lo merecían, vamos a pasar lista.
André Gide había trascendido su oficio de novelista
al replanteo de la ética, era escuchado y objeto de polémica. Paul Valéry,
poeta y ensayista, reinaba en los salones. Romain Rolland, tempranamente premio Nobel, despertaba admiración
entre los jóvenes. Henri Barbusse, autor de populares
novelas, socialista, hacía sentir su presencia en la calle. Henri Bergson,
premio Nobel de literatura -sólo
otorgado a dos filósofos, él y Bertrand Russell-, era la figura en la universidad y fuera de
ella, atrayendo multitudes a sus cursos. Un alumno, el biólogo Jacques Monod, lo recuerda así: su “filosofía tuvo un éxito
extraordinario (...) en mi juventud no se tenía la menor posibilidad de aprobar
el bachillerato de no leer La evolución creadora”, su obra capital. En fin, son
nombres hoy olvidados pero en los años
treinta brillaron con luz intensa.
¿Quién,
entonces, marchaba al frente entre los intelectuales franceses en aquellos
años? Me inclino por Henri Bergson, cuyas ideas
influyeron largamente el pensamiento de posguerra.
Vino
la Segunda Guerra Mundial y todo cambió. Para empezar, en su curso murieron
Bergson, Rolland y Valéry y, tiempo después, Gide. Habían vivido una época y la acompañaban en su
cierre. No sólo se requerían nuevas respuestas, sino que las preguntas mismas
habían cambiado. La guerra, la ocupación alemana, la resistencia, los campos
nazis de exterminio, la bomba atómica. El mundo de los años treinta necesitaba reconceptualizarse. Una respuesta la dio el marxismo, otra,
las posiciones existencialistas, con Jean-Paul Sartre a la cabeza, quien
representa un nuevo tipo de intelectual, no limitado a las letras sino opinando
un poco de todo y firmando manifiestos. Y así, hombre de vocación filosófica,
autor de ensayos, teatro y narrativa, director de una publicación memorable, Les
temps modernes, Sartre,
político, llegó a ser fundador de un partido de breve existencia, sin contar su
también corto romance con el marxismo. En fin, siempre inclinado a opinar, a
definir posiciones y, si no lo hacía, se sentía mal: traicionaba su misión de
intelectual comprometido.
Junto
a Sartre, y a la vez polemizando con él, se destaca otro escritor, Albert
Camus. A la época, no llega a eclipsar a Sartre; sin embargo, el futuro será
más generoso con Camus y lo salvará del olvido: lleva vendidas más de siete
millones de copias de su novela El extranjero. Sartre, en cambio, a pesar de
actitudes teatrales como renunciar al premio Nobel o vender periódicos maoístas
en la calle, se fue opacando en beneficio de...
...Althusser! Claro, para los años sesenta y parte de los
setenta, tiempo de revoluciones tercermundistas y del mayo francés, el
intelectual de punta debía ser marxista. Con un toque heterodoxo, desde luego;
sí, con algo del estructuralismo. ¿Que pertenece al Partido Comunista Francés?
Bien, eso no es del todo malo, lo vacuna contra los desbordes gauchistes (de ultraizquierda). Y por otro lado, no se
siente que sea un intelectual atado a la disciplina partidaria. El intento de Althusser, entre otros como Gramsci
y Lukas, es renovar al marxismo, darle una dinámica
acorde con los tiempos. Y la Francia que ve desmoronarse su imperio colonial,
que viene de ser golpeada en el Dien Bien-Phu de Indochina y en la batalla de Argel, no pudo impedir
que el consenso colocara a Althusser al frente del
equipo.
El
paso hacia el marxismo -ni el propio Sartre dejó de darlo- remonta el
sentimiento de angustia padecido como secuela de la guerra. Las caves, el underground parisino, albergaron por la segunda mitad de
los cuarenta y por los cincuenta a jóvenes llamados existencialistas. Sus
padres, antes de la guerra y de la ocupación alemana, habían creído en los
valores consecuentes a la idea del progreso ilimitado. Después de la guerra,
los hijos, decepcionados de todo, se refugiaron en las caves hasta que el
marxismo llamó a las puertas y, regresando a la superficie, de él solicitaron
una borrachera que los librara de la angustia; sería la acción social, y ya
despuntaban los años sesenta; motivos para la lucha y para la solidaridad no
faltaban en el mundo, sin contar el propio mayo francés.
Fue
entonces cuando Althusser pasó a capitán. Pero al
marxismo heterodoxo sucedería el reflujo del marxismo y para ese tránsito hacía
falta un…
...Foucault!
Estamos ya en los años setenta, ha llegado la hora de un filósofo de lectura amena
y cuya homosexualidad favorece su imagen, más aún: parece encarnarla pues
Foucault surge como el intelectual de los marginados. Y con él estamos a las
puertas de la posmodernidad. Y ante ellas muere en los ochenta dejando vacante
el trono que desde entonces así permanece. Nadie es hoy un Bergson, un Sartre,
un Althusser, un Foucault, los cuatro filósofos,
consumados maestros de la polémica y de las frases brillantes a lo largo del medio siglo que va entre los
años treinta y los ochenta, sucediéndose como capitanes de la selección
nacional francesa de los intelectuales.
Claro,
hay pretendientes... me luce que pierden el tiempo: el trono mismo tal vez esté
de más y dejarlo vacante es riesgoso, puede, en un descuido, aposentarse una
computadora de las que juegan ajedrez y derrotan a los campeones. En cuanto a
mí, me he quedado huérfano, sin intelectual guía. Y entonces ¿cómo haré para
pensar?
BREVEDAD, I
LOVE YOU
Marcos Winocur
Cada
vez que alguien amenaza con darme una explicación, elevo mis plegarias a la
diosa Brevedad. Pero a la gente no le importa, aunque luego diga: “lo bueno, si
breve, dos veces bueno”. Que, les diré, se llega a la misma conclusión
invirtiendo los términos: lo bueno, si bueno, dos veces bueno.
En fin, a la gente no le importa, salvo ciertas capas de
jóvenes estudiantes. “¿Ta mi ma?”, me dijo el otro
día por teléfono el hijo de mi mujer, queriendo significar: ¿está mi mamá? Al
parecer, se trata de limitarse a una o dos sillas, digo, a una o dos sílabas.
Claro, puede prestarse a confusiones y el “¿ta mi ma?” querer decir: ¿tallaste mi madera? O bien: ¿tanta
miniserie malísima? En fin, yo rindo homenaje a la juventud que, a contar de la
masificación de la telefonía celular, se ha volcado a comunicarse de la manera
más abreviada posible, dejando mensajes
que serán leídos y contestados a la manera del antiguo chat, pero más
veloces y sin entablar una conversación, atendiendo a necesidades de la vida
social y de la vida práctica.
Les diré, acordándome de un viejo cuento,
trasladé la brevedad al seno de mi familia y puse a mi hijo el nombre de
Nicasio. Les explico. Un cuate, también en la onda de abreviar, bautizó a su
hijo con una letra: “O”. El niño se llama “O” y, se dijo el cuate: ¿qué más
corto que una sola letra? Podrán empatarme pero nunca seré superado. Otro cuate
salió entonces al paso. Sí hay un nombre más corto que “O”. ¿Cuál? Éste: Casio. ¿Cómo...? Sí, Casi-O. No se habían repuesto de la
sorpresa, cuando yo anuncié. Tengo uno más corto todavía. ¿Cuál? Éste: Nicasio,
es decir, Ni-casi-O. Y con ese nombre bauticé a mi hijo, que se llama Nicasio Winocur.
Hay verdaderas luchas por lograr las
mejores marcas, vean las olimpíadas, que vienen de la época de los griegos. A
mí me entusiasman los record en brevedad. Por ejemplo, el cuento más corto. En
la mejor tradición, la mini de Tito Monterroso:
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.” Y también esta otra, cuyo
autor se adivina: “Hágase la luz. Y la luz se hizo”. Fíjense, se plantea el
conflicto: ¿será acatada la orden de Dios? Y el desenlace, neto, sin
ambigüedades: “Y la luz se hizo”. Una chulada de brevedad.
Y una tercera mini, que a la vez es
un dicho: “Veni, vidi, vinci.” Su autor, Julio César, el gran romano antiguo.
Vean. Es una estructura del cuento perfectamente ajustada. Una acción y tres
momentos: “veni”, el protagonista llega al lugar de
los hechos, al escenario. La segunda
palabra corresponde al desarrollo del cuento y testimonia el reconocimiento del terreno antes de la
batalla. Es: “vidi”. Claro, desde el comienzo se sabe
que el protagonista y relator en primera persona es Julio César, de modo que no
estamos hablando de la recolección de las rosas en otoño, sino de la guerra. Y
la tercera palabra da el desenlace del cuento: “vinci”.
¿No es genial? Entre “vidi” y “vinci” está
sobreentendido que hubo la batalla cuyo resultado se da en la tercera palabra.
Un cuento donde nada falta, donde nada sobra. Tres brevísimas palabras, cada
una comienza con la misma letra, toda una historia condensada con elegancia en
la escritura. Y como el lector sabe, tanta es su universalidad que se ha
convertido en proverbio latino de cita usual.
¿Cómo ves? Chido, dice mi amigo, el
joven abreviador del “¿ta mi ma?”. Y uno de sus cuates,
que ha leído este artículo, agrega: chingonsísimo. Y
un tercero cierra los elogios, esta vez con dos palabras: de pelos.
Y yo, encantado: “llegué, escribí, me
leyeron”. ¿A qué más podría aspirar?
Vocabulario mexicano
Chido:
muy bueno
Chingonsísimo: requetebueno
De
pelos: que viene justo a propósito.
CONSEJOS PARA PRESENTAR UN LIBRO
Marcos Winicur
Sucede
que suena el teléfono y es para invitarte a participar en una presentación de
libro. Sí, resulta que eres cuate del autor, o fuiste su maestro en alguna
época, cuando le auguraste un brillante porvenir en las letras; o supuestamente
eres entendido en la materia.
De
una manera u otra, el autor está convencido de que te hace un favor, rechazar
su invitación te asegura un enemigo jurado de por vida... ni modo. Y bien, con
anticipación el autor te envía un ejemplar de su libro, lo lees y
necesariamente tu juicio oscilará entre dos extremos: “¡magnífico!” y
“¡horroroso!” pasando por un “no está mal”. En los dos últimos casos es
aconsejable reservarse los propios juicios. Pues, bien visto ¿a santo de qué
entrar a juzgar si el libro es bueno o malo, si ha sido escrito con la cabeza o
con las patas? Hay manera de salir del paso sin calificar, sin comprometer un
juicio.
Mi
consejo es limitarse a una recreación del texto. Me explico. Si se trata de
narrativa o poemas, puedes seguir al autor a los cielos de la fantasía, dando
cuenta de las imágenes suscitadas por tan estimulante lectura. Si se trata de
ensayos, puedes descender con el autor a los profundos interrogantes del ser.
Una frase como “nunca había visto un libro así” no te compromete y el
auditorio, más que la ironía encubierta, retendrá la excepcionalidad
manifiesta. Y luego están tiempo y
alteridad, lo uno en lo otro y lo otro en lo uno, muerte, nostalgia, el
no ser de las cosas, soledad, hombre lúdico e interactivo, posmodernidad,
imaginario, alienado, multimedia y multimercadeo,
identidad, incomunicación, ah, no, ésta ya pasó de moda. En fin, no faltan
referentes a los cuales echar mano.
Conviene a esta altura asociar al autor con
ilustres predecesores en las letras. ¿Quién podría negar que está bajo la
influencia de Rulfo, de Vallejo o de Joyce? ¡Aguas! Se trata de dignas
filiaciones y no que el autor se los haya fusilado. Altamente recomendable es
traer a colación a un escritor descubierto no hace tanto. Por ejemplo, si se
trata de poesía, Vasko Popa. Ignorado por años,
circula entre nosotros gracias a Octavio Paz y ha sido objeto de estudios y
ediciones críticas. Además ¡escribe en idioma servocroata!
Con las guerras desatadas entre las nacionalidades y etnias de la
ex-Yugoslavia, su mención todavía es oportuna.
Y se leen unos versos del autor presentado
junto a otros de Vasko Popa, el efecto es increíble.
Desde los más dormidos entre el público, hasta los más despiertos, se
confunden, ya nadie sabe quién es quién: si el autor presentado o el tomado
como referente. Han sido colocados a la par, uno es famoso, el otro no tardará
en serlo. Y tú, presentante, no has tenido necesidad de arriesgar juicio alguno
ni eres responsable de la mala comprensión del auditorio.
Otra
variante vine a aprender hace poco. Se trata de introducir una conferencia en
la presentación, así nada tenga que ver. Sí, una conferencia propia, para tu
lucimiento personal, que por cierto no estaba programada. ¿De qué tema? No
importa, tú arrancas bien lejos en la Historia, por ejemplo, la Edad Media.
Allí, explicas, primaba la conciencia colectiva bajo manto de religiosidad.
Después, con el Renacimiento, la Reforma, la Revolución Industrial y la
Revolución Francesa, el individuo se hizo su lugar. Pero lo perdió con el
advenimiento del comunismo, otra vez entró a dominar la conciencia colectiva,
esta vez bajo manto político. A su caída, el hombre recupera su individualidad,
su rol protagónico. Así, con ese diástole-sístole de la Historia, has
demostrado tu sapiencia ¡cubriste los siglos! ¿Qué tiene que ver eso con el
libro presentado? Nada y todo -y así concluyes tu conferencia-: con el hombre
libre de ataduras y responsable de su destino, culmina el decurso histórico y
la obra de nuestro autor. No, me rectifico: ...culmina el decurso histórico
“donde se inscribe” la obra de nuestro autor. Claro, no conviene exagerar. Y te
has echado tu propio rollo erudito a costa del presentado, sin que pueda
reclamar nada pues tu conferencia remató a favor suyo.
¿No
que ibas a salir del paso sin comprometer juicio? Bueeeno,
uno solito, y ya sabes, “uno es ninguno”, unito de
despedida nomás, como dejando un buen recuerdo para que me vuelvan a invitar...
BORGIANA Y CORTAZARIANA
Marcos Winocur
A
Borges y Cortázar los une la condición argentina, ella los ha llevado a morir
lejos de su tierra, en Europa, como siglo y medio atrás el padre de la patria,
don José de San Martín. Tal vez han querido recuperar tardíamente el Viejo
Mundo de sus antepasados, y allí descansar para siempre. Del argentino, en
efecto, se dice que no desciende del mono sino de los barcos: aquellos que hace
muchos años llevaron a los inmigrantes europeos al puerto de Buenos Aires para
ser afincados en las ciudades y en las pampas.
De
esa nostalgia incurable dan cuenta muchas expresiones argentinas, como el
tango; y en quienes fuimos arrojados al exilio y luego optamos por el trastierro, la nostalgia se acentuó. En ella se inscriben
las tumbas de los dos escritores, Borges en Ginebra, Cortázar en París. Claro
que esto no es suficiente para asociarlos, es decir, sus obras, tan disímiles
en apariencias, se ven complementarias
en esa desesperación por dar con la metafísica en lo cotidiano. Uno es capaz de
ir por la raíz de la vida al fondo de un instrumento musical, el otro marchará
allí donde lo uno sin cesar se hace dos. Es El perseguidor de Cortázar, es El
jardín de los senderos que se bifurcan de Borges, dos de sus cuentos más celebrados.
Cortazariana
El
26 de agosto se cumplirán 90 años del nacimiento de Julio. El día
siguiente será también su aniversario:
se cumplirán 90 años y un día. El 28 de agosto serán dos días, y así de
seguido. En una palabra ¿por qué los aniversarios han de contarse por años y no
cada 24 horas? ¿Se acuerdan de aquel personaje estrafalario, El Sombrerero del
libro Alicia en el país de las maravillas? Con sus amigos, grandes tomadores de
té, festeja los cumpleaños en ciertas fechas y en las demás... ¡feliz no
cumpleaños! Y todos brindan gozosos con las tazas en alto. La ventaja práctica,
a más de pasársela de fiesta en fiesta, es la siguiente: no hay cómo
equivocarse, todos los días del año se cumplen aniversarios de cuanto se
quiera, sea el nacimiento de Julio o del lector, el triunfo en una batalla o un
descubrimiento científico. A elegir. Está en la voluntad de cada uno, claro,
los cumpleaños pasan a llamarse cumpledías; eso sí, cumplehoras me
parece una exageración.
Estoy
seguro que Julio, padre de los cronopios, estaría de
acuerdo con estas reformas. Y también que uno de sus fans decidiera hacerle un
regalo de cumpledías, a saber: un texto escrito a su
manera, que divido en Introducción, Desarrollo y Conclusiones. Ahí les va.
Introducción.
Del paso por la secundaria, el lector recordará haber estudiado los doble-u y
los doble-v, tipologías humanas del tipo cronópico
pero actualizadas a los tiempos que corren. Así, el mundo no se divide, como
creíamos, entre izquierda y derecha (con su inevitable centro) ni entre ricos y
pobres, ganadores y perdedores, buenos y malos, mujeres y hombres (con su
inevitable centro) gordos y flacos, locos y menos locos, montescos y capuletos.
No, ninguna de esas divisiones tiene hoy vigencia, sino la de doble-u y
doble-v, según se explica a continuación.
Desarrollo.
¿Que quiénes son? Veamos. Un doble-u va al cine y compra palomitas a la
entrada. Por el contrario, un doble-v se niega a ser verde.
Un
doble-u canta y canta. Por el contrario, un doble-v nunca aprueba su examen de
inglés.
Pero
sería un error considerar que uno se define por la positividad y el otro por la
negatividad.
Pues,
y en esto reside la diferencia, un doble-u no tiene la más remota idea de la
teoría de la relatividad; en cambio, si es doble-v, recibe devueltas por el
correo todas las cartas que remitió a Albert Einstein.
Y
a ambos les gustan los helados de fresa.
En
una palabra, iba a decir: se parecen como dos gotas de agua, pero no, daría una
imagen errónea; más bien se parecen como las esferas de dos relojes: una marca
las doce del día y la otra las doce de
la noche.
Así
son los doble-u, así son los doble-v.
Conclusiones.
Y bien, reciba Julio el homenaje de estas líneas; hoy, en su nuevo cumpledías, el cual coincide con su nuevo aniversario
luctuoso o cumplemuerte.
Borgiana
Con
don Jorge Luis es otra cosa. Un aire metafísico nos empuja por bibliotecas sin
fin y pone candados a la pasión. Además de ser impropio a su personalidad, no
tiene caso recordar que cada día se cumplen sus aniversarios pues 1999 fue año
borgiano por excelencia en cada hora y en cada minuto: se conmemoró el
centenario de su nacimiento. Con don Jorge Luis caben travesuras pero pocas,
como el inventar una referencia de fuente en nota de pie de página,
aparentemente histórica. Pero el conjunto de su obra es tan adusto como su
porte, invariablemente de traje, así lo vemos en las fotos. Donde don Jorge
Luis es metafísico de lo absurdo, Julio
es cotidiano de lo absurdo. Y desde esa plataforma, ambos disparan la ironía.
Julio juega con ella, don Jorge Luis la traduce en escepticismo. Y bien, en esa
ironía me apoyo para declarar a la vista
de todos:
-
Soy superior a Borges.
Parece
que el lobo hubiera entrado al gallinero, tal el alboroto que se produce.
-
Jo, jo, jo - las carcajadas
son tan fuertes que la vecina se asoma a espiar entre la ropa tendida a secar
en la azotea.
-
¿Cómo es posible, cómo es posible que exista un tipo tan, tan infatuado?
No
me dejan explicar, no escuchan. Finalmente puedo decir algo:
Cada
uno de ustedes también lo es, es superior a don Jorge Luis.
Más
risotadas y alguien pregunta:
-
¿Cuál es el número de teléfono del manicomio?
Y
otro:
-
Se trata de un locus demagógicus, ahora nos quiere
hacer cómplices con eso de que nosotros...
Interrumpo
a los gritos:
-
Hay una razón, Borges está muerto y todos nosotros estamos vivos, por eso somos
superiores a él.
Estupor.
Aprovecho
para agregar:
-
Soy, somos superiores a él, a Napoleón, Bogart, Chaplin, Cantinflas y tantos
otros famosos...
-
Pero ¿qué estás diciendo? La obra de Borges no muere, es perdurable.
-
No lo niego, soy su admirador. No dije que soy superior a su obra ni osé
comparar mis pobres escritos de tinterillo con los suyos. Pero Borges, la
persona, se nos adelantó. Not dead,
but gone before, reza, según Amado Nervo,
el proloquio inglés: no muerto, se nos adelantó.
Desconcierto,
sigo aprovechando la situación para echar mi rollo:
-
Lo siento, es así. Ninguna página escrita, ninguna batalla, ninguna hazaña del
pasado iguala la posesión de la vida, don Jorge Luis estaría de acuerdo. Y la
memoria viva de su obra no le sirve para regresar a las calles de su Buenos
Aires, y tomarse un cafecito con Bioy Casares mientras el argumento de un
relato le ronda la cabeza; y sentir la admiración de los lectores como olas rompiéndose
contra esa roca que fue él mismo, ni agregar una línea más a su obra, cerrada
para siempre. No, no puede. Y tal vez tampoco lo deseara, cansado, como
escribió, de ser Borges. Pero, claro, es ya otra historia, una historia del
jardín de los senderos que se bifurcan. ¿O de los Borges que se bifurcan?
Otro
diría: universos paralelos donde habitan plurales Borges, donde el autor es un
personaje más de su narrativa. Veamos.
1. pierde su madre tempranamente, se casa, tiene hijos y
amoríos, no pasa de ser un escritor entre tantos;
2. se da a la bebida, escribe un par de cosas
geniales, muere muy joven;
3. recibe el premio Nobel;
3a. recibe el premio Nobel y el día de la
ceremonia es asesinado por alguien que se apellida Chapman;
3b. recibe el premio Nobel y el día de la
ceremonia pronuncia un discurso incendiario y lleno de insultos, gran
escándalo;
3c. recibe el premio Nobel y el día de la
ceremonia pronuncia un discurso incendiario y lleno de insultos, indiferencia
general, es juzgado como vulgar recurso publicitario;
3d.
recibe el premio Nobel y el día de la ceremonia pronuncia un discurso
incendiario y lleno de insultos, indiferencia general, es juzgado como vulgar
recurso publicitario; desesperado, Borges se suicida, dejando una breve nota:
"soy valiente".
Pero
no es todo, tengo algo especial para don Jorge Luis a partir de nuestro
universo, ni que de encargo, a su
medida:
4. no
se han inventado la tele ni el futbol, tampoco el premio Nobel; toda ceguera es
curable; no existen las esquinas
azules, todas son rosadas; la
política se ha
extinguido; sí hay más allá, los universos se suceden.
Así,
don Jorge Luis.
Final
Borges,
Cortázar, se nos adelantaron y en algún momento -no desesperar- les daremos
alcance. El pasado les pertenece, el presente por ahora continúa en nuestras
manos. El futuro nos echará a todos sobre la misma mesa como piezas revueltas
de dominó. Llegará, más tarde o más temprano, don Olvido, dos veces vestido de
muerte.
Descansen
en paz, uno en París, el otro en Ginebra. Como Rulfo, García Márquez, Neruda,
son latinoamericanos universales, están aquí y allá, sus obras vivas en los
lectores y cuentan con lectores por el mundo entero. Y el ser universales
acentúa su derecho a morir y yacer donde quieran, allí estarán en su patria
bajo el murmullo de hojas que caen en otoño y de hojas de papel que la mirada
encendida da vuelta de una en una.