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Revista de estudios filológicos
Nº25 Julio 2013 - ISSN 1577-6921
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Antología de relatos

Marcos Winocur

(Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). México)

 

Marcos Winocur ha publicado varios libros, destacándose Las clases olvidadas en la revolución cubana (serie general # 43) editado por Crítica en España y reeditado en México, Argentina y Chile.

El autor, es Doctor en Historia (EPHE-Sorbona). Su tesis ha sido editada en microfichas para bibliotecas, Hachette, París.

Ha colaborado en los diarios Excélsior y La Jornada, y en las revistas, Plural, La Pensée, Europe, Le Mouvement Social, Bajo el Volcán, El Búho, Crítica, Elementos, Lateral, La Insignia (internet) y en otras publicaciones como los fascículos de venta en puestos de periódicos (coleccionables) Fabbri, Italia; Centro Editor de América Latina,  Argentina.

Ha impartido cursos y conferencias. Actualmente es profesor e investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), México.

Un día Marcos Winocur declara: “La Historia no da lecciones sino sorpresas y, para sorpresas, mejor las fabrico yo”. Y se aboca a la Literatura.

 

ADIÓS, MI AMOR, O CÓMO CORTAR A SU PAREJA

Marcos Winocur

 

Usted quiere cortar a su pareja y no sabe cómo. Aquí le presentamos varias ideas para que elija según sus gustos y pareceres. Naturalmente, se descartan algunas opciones muy radicales como el veneno.

1. Método del shock

Usted regresa a casa a comer, diario lo hace, pero esta vez, en lugar de sentarse a la mesa, pasa a la recámara y empaca. Finalmente, cuando la sopa está ya fría, aparece en el comedor con una valija en cada mano y anuncia:

- Lo siento, mi reina, tu amiga Carmelita y yo nos hemos enamorado perdidamente, me voy. Nunca te olvidaré, cariño mío, cualquier cosa te entiendes con mi abogado.

Una recomendación. Salga lo más rápido posible.

          2. Método del rollo teórico

Invite a su pareja a cenar a un buen restaurante, no se fije en gastos. Y entre platillo y platillo, sin olvidar de regarlos con buen vino, aborde el tema:

-Mi amor, es triste reconocerlo, el romanticismo se acabó, todo ha cambiado, la política, la sociedad, las costumbres, todo, fíjate nomás la informática, el psicoanálisis, te estarás preguntando qué tiene que ver, mucho, vivimos en la aldea global, fíjate nomás el Internet, y todo, la familia no es lo que era antes, la pareja no es lo que era antes, todo ha cambiado, claro, me sigues cayendo bien, pero tampoco yo soy el mismo...        

Una recomendación. Como ambos se encuentran en lugar público, quizá no le pongan el plato de sombrero, pero no se fíe.

          3. Método indirecto

Usted, confiéselo, no se atreve a abordar el tema de frente. ¿Qué hacer? Muy sencillo, comportarse como si el destino lo traicionara haciéndole dejar "involuntariamente" indicios comprometedores. Aquí le proporcionamos una lista, que desde luego no es excluyente.

- La foto de la otra en su billetera; ahora bien, si pasa el tiempo sin que la pareja la detecte en uno de sus periódicos chequeos, a usted "accidentalmente" se le cae la foto delante de ella.

- Cita con la otra en un lugar conocido, a la vista de todos.

- Aparecen comprobantes de gastos inexplicables, preferentemente de florería.

- El clásico rouge en una camisa.

- Frecuentes llegadas a altas horas de la noche, explicaciones confusas.

- Usted mismo envía anónimos a su pareja con el cuento.

Finalmente, ocurre el efecto buscado, viene el interrogatorio, indicios a la vista. Es un momento peligroso, trate de que no se le escape algo así:

- Ja, ja, te gané de mano, la cornuda eres tú, lero, lero.

Y más bien muéstrese acongojado, lleno de pena, retorciéndose las manos, balbuceando:

-Te lo puedo explicar...

Una recomendación. Por si las moscas, cúbrase.

              4.  Método expeditivo                          

 Para terminar, mencionaremos un método que lo pone a salvo de reproches u objetos más contundentes. Dicho sea en tres líneas:

-¡Querida...! Voy por cigarros, orita regreso.

-Sí, vida, no te tardes.

Y todavía lo están esperando.

            Habrá advertido el lector, es el hombre quien en los cuatro casos toma la iniciativa y la mujer la cortada.  ¿Y si fuera al revés? Se procede de idéntica manera, olvidándonos que vivimos en México.

 

ADOLESCENTEANDO

Marcos Winocur

 

P’al pinche Mariano

I

Ernesto Fidel abrió la puerta y repartió dos que tres ¿qué onda, güey? en su versión abreviada: ¿quionda, güey? Y sin más, enderezó hacia el sector electrónico, situado al fondo de la sala. Ernesto Fidel hace varios meses ha dejado la casa de su progenitora y vive la libertad en un cuarto rentado con sus cuates. Pero se diría que no ha abandonado del todo la casa materna, conserva las llaves de la puerta de la calle, entra y sale cuando quiere, estacionándose las horas en el sector electrónico. A su frente, la compu; a los costados, la tele y el aparato de sonido. Conecta los tres y a los tres atiende simultáneamente: el aparato de sonido a todo volumen, sin perderse canción; la tele, cancelado el audio, sin perder imagen; la compu en Internet, sin perder operatividad. Si el sistema se tarda, la espera es cubierta tocando la guitarra. Oído, vista, dedos, están a la orden. Sin contar el teléfono, perteneciente al sector. Si suena, lo atiende sin descuidar el resto. Audífono apretado entre cabeza y hombro, sostiene la plática telefónica. No sé cómo le hace, pero le hace.

Ernesto Fidel ha formulado dos confesiones a su madre. Una, que ha pasado de la mota a la coca. Otra, "tranqui, jefa, he decidido no suicidarme".

Por cierto, no esperaba respuestas de este tenor:

- Hijito, abusado, no te excedas, ojo al crack.

- Hijito, qué bueno tu decisión de no suicidarte.

No esperaba ese tipo de respuestas, pero tampoco el bofetón que le soltó su madre. En realidad, ella sintió al instante: más que cinismo, hay un pedido de auxilio. Y al mismo tiempo: que de una vez sepa mi parecer. Y soltó el bofetón.

Después de eso, Ernesto Fidel se pintó por semanas, hoy el hijo pródigo ha regresado y, en lugar de pasar al sector electrónico, se quita los tenis y los calcetines en la sala, no, qué digo, si no trae calcetines, y parte al jardín a jugar descalzo con la perra, mientras él y la jefa se miran de reojo, sin siquiera saludarse.

II

Suena el teléfono a las 2 am, es Ernesto Fidel:

- ¡Mamá, se me rompió el condón! ¿Qué hago?

Pausa.

-         Hijito, me figuro que ya es tarde para remendarlo, la

próxima vez te los compras de mejor calidad…

-         Pero si es de los tuyos, lo tomé de tu buró…

-         ¡Santo Dios…! A propósito: ¿has seguido con el tratamiento de los chochitos?

-         ¡Ay, mamá, cómo crees? ¡A mí tus pinches brujos me cagan!

        Y corta.

III

          Así, dos problemas. Uno, el condón. Otro, "he decidido no suicidarme". Lejos de tranquilizar, suena como: "cualquiera de estos días...". Por lo demás, esa declaración está ligada a sus dichos de que ha pasado de la mota al pericazo. Y desde luego, para los chavos en especial, no se trata de adquirir una cultura de la droga, sino de su consumo salvaje metiéndose de todo un poco. Precisamente, no hemos salido del tema del suicidio: una práctica que se convierte en modo de autodestrucción lento, vía destruir el organismo, vía quitarse años de vida.

          Y bien, Ernesto Fidel se ha pintado por semanas, hoy ha vuelto a casa de su madre, no se dirigen la palabra, sólo se miran de reojo mientras el joven juega con la perra.

          ¿Cómo abordar el tema, cómo no ser una madre represora, pero tampoco la que todo consiente? ¿Tomar a broma lo del suicidio? ¿Dejarlo pasar…?

          Ataquemos  - se dice la madre -  por el tema uno, la ruptura del condón.

- ¿Y qué pasó, eh, ya ni me saludas pero la otra noche bien que me diste el fonazo a las dos… ¿Qué pasó, estaba tu novia en periodo fértil?

Ernesto Fidel deja de jugar con la perra, sonríe, y se acerca a su madre. El contacto se ha restablecido.

Vocabulario de mexicanismos

abusado: alerta, atento a lo que pueda suceder

compu: computadora

cuate:  a mitad de camino entre amigo y compañero

chochitos: nombre dado a pequeñas cápsulas recetadas en medicina alternativa

jefa: mamá

mota: mariguana

pericazo: toma de cocaína, generalmente aspirándola por la nariz

se pintó: desapareció

 

 

AL DESIERTO SE VIAJA CON CORBATA

Marcos Winocur

 

INTRODUCCION

Un cuento trata de un viajero que muerto de sed atraviesa el desierto, cuando a lo lejos divisa a otra persona, corre, la interpela por agua, pagará lo que sea y ella, por toda respuesta, le ofrece corbatas en venta. ¿Corbatas en el desierto? ¿Para qué las querría? -se dice el viajero perplejo mientras el otro se aleja.

          La escena se repite dos veces más con nuevos vendedores de corbatas. El viajero, ya desesperado, ve a lo lejos las palmeras de un oasis. No, no es un espejismo, con sus últimas fuerzas llega y advierte que está fuertemente custodiado. Déjenme pasar, ruega a los guardianes, pagaré lo que sea. Y el que parece el jefe contesta:

         -No trae corbata puesta, no puede pasar.

         El viajero muere. 

         Ninguno de los vendedores le había informado sobre el carácter absolutamente necesario de la corbata en el desierto, sólo ella podía haberle salvado la vida. Por lo demás, la creencia del viajero viene programada según esta ecuación: agua en el desierto = mercancía. Y ésta se compra y se vende, para eso existe.  Sin dinero, pues, no hay agua, se entiende bien. Pero ¿sin corbata...?

          Es que la ecuación ha cambiado, quedando así: agua en el desierto = corbata.         

          De modo que, en lugar de dinero, corbata.  Ahora bien, el viajero dio con el lugar donde estaba el agua, un oasis, le faltó la corbata. Suena absurdo, pero ¡es así! La ahora percibida como nueva realidad dicta esa curiosa ley del desierto, en lugar de dinero, corbata, ésta le fue ofrecida en venta sin que la comprara. Y bien, corbata = mercancía

es una ecuación que se mantiene. En realidad, la corbata se compra con dinero como siempre, y el desierto le adjudica un valor agregado: salvoconducto para acceder al agua.

          ¿La corbata desmiente las convicciones, desmiente la lógica, inamovibles hasta entonces? ¡Peor para las convicciones y la lógica! El desierto manda, decide cómo se accede al agua, dicta su propia ley.

EL CUENTO VA A LA UNIVERSIDAD Y SE TITULA DE EPISTEMÓLOGO

         Y bien, cambiamos ahora el decorado, pero, ya verán, sin abandonar desierto, oasis y corbata. Mudamos a otro escenario, el más vasto posible, llevando el cuento al ámbito de la naturaleza física.

         Y les diré la razón de este giro. Hay una doble identidad en el nuevo escenario. El desierto es el desierto y además representa al universo como expresión que en la Tierra más se le parece. Dos disputas, una con el mar y otra con los cielos, que también eran candidatos a representar al universo, fueron resueltas a favor del desierto: no es surcado por barcos ni por aviones, los lentos camellos de siempre, mar y cielos se han empequeñecido, el desierto sigue siendo esa interminable llanura de arena y viento donde las distancias no se han acortado. Es, sin duda, lo terrenal que más se parece al universo, es así como el desierto ha sido nombrado su representante en la Tierra.

          Y bien, ya podemos hablar con más soltura de ambos. El viajero no murió por un capricho, sino en virtud de una ley del desierto, que él ignoraba. Por otro lado, la naturaleza física nos dice que la luz se basta a sí misma para recorrer los espacios, no necesita de nada que la sostenga. Esto era ignorado a fines del siglo XIX por los viajeros que, telescopios al ojo, se internaban en las arenas del cosmos. Y decían: la luz, que sin cesar nos llega de las estrellas, se propaga por los espacios gracias al soporte que le presta un éter universal. Y no se concebía que la luz pudiera viajar desde tan remotas distancias sin esa suerte de vías férreas.

       En estos virtuales viajeros del espacio no peligraban sus vidas, pudieron cómodamente rectificar el error desde los telescopios.

       Pero veamos el caso más de cerca. Los vendedores de corbatas  toman el rol de los experimentos en la ciencia física. Ponen en evidencia una sorprendente nueva circunstancia: así como en el desierto se ofrecen corbatas en venta, la luz se propaga en el vacío sin requerir de soporte alguno. Ambos son datos  que la realidad impone a quienes la transitan, sea un viajero, sean los hombres de ciencia. Y a continuación, se cede la palabra a la teoría, que organiza los datos recibidos, a saber: las corbatas –devela la guardia del oasis-  son absolutamente necesarias para obtener agua en el desierto; la luz  -devela la teoría de la relatividad- se propaga de por sí, el éter resulta absolutamente... innecesario. La realidad ha sido subvertida, puesta de cabeza, una nueva lectura del entorno se ha impuesto. En ese sentido  -dirá el epistemólogo  Popper-  las teorías padecen de intrínseca falsedad: existen para ser con el tiempo desmentidas.

        Ningún experimento dio cuenta del éter, en su búsqueda se obtuvo incluso el efecto contrario: quedó en entredicho su existencia misma  como ocurrió al verificarse la constancia de la velocidad de la luz en el vacío. ¿Cómo, el éter no venía a frenarla? No, puesto que, siendo de presencia universal y uniforme  -se argumentaba en su defensa-  no se está midiendo  la velocidad de la luz en el vacío, sino en el éter, que  le  sirve  de soporte. A esta altura del debate, surge una llamarada:  ¡el éter es indistinguible del vacío! Es decir, el éter conserva su carácter de  hipótesis plausible pero del todo inútil,  a la cual la ciencia y la epistemología le aplican la navaja que el filósofo empirista Occam pidió prestada a Mamacita Naturaleza: la navaja que corta allí donde encuentra lo superfluo.                   

  CONCLUSIONES    

        ¿La luz viaja por los espacios sin necesidad de otro sostén que no sea ella misma? “Credo quia absurdum”, decía Tertuliano. “Creo porque es absurdo”, aquí reaparece la fe con distinto objeto: fe en la empiria, en la percepción experimental de los hechos físicos, en el procesamiento de datos, el hombre los constata reservándose un as en la mano: también la percepción de los hechos, como la teoría que ella inspira, son hijos de lo provisorio. Verdaderos en tanto son. Falsos en tanto no serán.                      

        En fin, la guardia del oasis ha surgido en el desierto para ejecutar el último acto donde el protagonista de la obra es el infeliz viajero. Como la ciencia y su aliada filosófica, la epistemología, la guardia del oasis es inmisericorde. Tal cual  aquéllas liquidan el asunto éter, la guardia del oasis deja morir al viajero ante las vedadas puertas del agua. Y la luz, festejada por el ojo que la ve, navega indiferente por el negro que la retiene y por el blanco que la devuelve. Como  cualquier otro objeto físico dotado de masa, esto es,  capacidad de interacción gravitatoria, viaja en el vacío por sus pistolas.

         Las ideas, cárceles de larga duración, decía el historiador Fernand Braudel. Pero un día se rompen las rejas, las viejas ideas dejan de aprisionar el cerebro, y de las nuevas se apropia la generación joven. Toca una relectura del entorno, Mamacita Naturaleza se complace a condición de no plantearle indiscretamente por qué las cosas son así.

          ¿Puede inferirse una fórmula, una ecuación para la navegante de los espacios?  Claro que sí, es la siguiente: fuente de luz + vacío = propagación de la luz.

          Al desierto se viaja con corbata. Al cosmos se viaja sin éter. No se vaya a confundir y tras la escafandra lleve puesta una preciosa corbata roja digna de  las cámaras de televisión, mientras se pregunta qué lo sostiene, si las dunas, el camello o el éter.

 

¡A PARÍS, A TOMAR LAS ARMAS DEL CONOCIMIENTO!

Marcos Winocur

 

Allá por los buenos tiempos de los años sesenta y setenta, cuando florecían las becas para latinoamericanos, fue un girar los ojos hacia fuera y en primer lugar emergió París. La cultura francesa, el encanto y la leyenda de la Ciudad Luz, y una constelación de celebridades nos urgían. Lévi-Strauss en Antropología, Piaget en Educación, Lacan en Psicoanálisis, Althusser y Foucault filósofos, Barthes en Lingüística, Touraine en Sociología, los historiadores Braudel, Labrousse, Pierre Vilar, Romano, Le Goff, Le Roi Ladurie... 

          Claro, cada nación que se tiene por culta presenta al mundo su equipo de intelectuales. ¿Y qué ocurre? Uno de ellos, por propia gravitación y una ayudita de los medios, queda colocado de capitán. Por ejemplo, para la segunda mitad de los años cuarenta y los cincuenta, el escritor francés Jean-Paul Sartre. ¿Quién no ha oído hablar de él?

           Pero vale la pena retroceder un poco más. En la primera mitad de los cuarenta, Francia cae bajo la ocupación alemana y se abre un paréntesis a la espera del fin de la guerra. Y antes, en los años treinta ¿quién marchaba al frente de los intelectuales franceses?  Varios lo merecían, vamos a pasar lista. André Gide había trascendido su oficio de novelista al replanteo de la ética, era escuchado y objeto de polémica. Paul Valéry, poeta y ensayista, reinaba en los salones. Romain Rolland, tempranamente premio Nobel, despertaba admiración entre los jóvenes. Henri Barbusse, autor de populares novelas, socialista, hacía sentir su presencia en la calle. Henri Bergson, premio Nobel de literatura  -sólo otorgado a dos filósofos, él y Bertrand Russell-,  era la figura en la universidad y fuera de ella, atrayendo multitudes a sus cursos. Un alumno, el biólogo Jacques Monod, lo recuerda así: su “filosofía tuvo un éxito extraordinario (...) en mi juventud no se tenía la menor posibilidad de aprobar el bachillerato de no leer La evolución creadora”, su obra capital. En fin, son nombres hoy olvidados pero en  los años treinta brillaron con luz intensa.

¿Quién, entonces, marchaba al frente entre los intelectuales franceses en aquellos años? Me inclino por Henri Bergson, cuyas ideas  influyeron largamente el pensamiento de posguerra.

Vino la Segunda Guerra Mundial y todo cambió. Para empezar, en su curso murieron Bergson, Rolland y Valéry y, tiempo después, Gide. Habían vivido una época y la acompañaban en su cierre. No sólo se requerían nuevas respuestas, sino que las preguntas mismas habían cambiado. La guerra, la ocupación alemana, la resistencia, los campos nazis de exterminio, la bomba atómica. El mundo de los años treinta necesitaba reconceptualizarse. Una respuesta la dio el marxismo, otra, las posiciones existencialistas, con Jean-Paul Sartre a la cabeza, quien representa un nuevo tipo de intelectual, no limitado a las letras sino opinando un poco de todo y firmando manifiestos. Y así, hombre de vocación filosófica, autor de ensayos, teatro y narrativa, director de una publicación memorable, Les temps modernes, Sartre, político, llegó a ser fundador de un partido de breve existencia, sin contar su también corto romance con el marxismo. En fin, siempre inclinado a opinar, a definir posiciones y, si no lo hacía, se sentía mal: traicionaba su misión de intelectual comprometido.

Junto a Sartre, y a la vez polemizando con él, se destaca otro escritor, Albert Camus. A la época, no llega a eclipsar a Sartre; sin embargo, el futuro será más generoso con Camus y lo salvará del olvido: lleva vendidas más de siete millones de copias de su novela El extranjero. Sartre, en cambio, a pesar de actitudes teatrales como renunciar al premio Nobel o vender periódicos maoístas en la calle, se fue opacando en beneficio de...

...Althusser! Claro, para los años sesenta y parte de los setenta, tiempo de revoluciones tercermundistas y del mayo francés, el intelectual de punta debía ser marxista. Con un toque heterodoxo, desde luego; sí, con algo del estructuralismo. ¿Que pertenece al Partido Comunista Francés? Bien, eso no es del todo malo, lo vacuna contra los desbordes gauchistes (de ultraizquierda). Y por otro lado, no se siente que sea un intelectual atado a la disciplina partidaria. El intento de Althusser, entre otros como Gramsci y Lukas, es renovar al marxismo, darle una dinámica acorde con los tiempos. Y la Francia que ve desmoronarse su imperio colonial, que viene de ser golpeada en el Dien Bien-Phu de Indochina y en la batalla de Argel, no pudo impedir que el consenso colocara a Althusser al frente del equipo.

El paso hacia el marxismo -ni el propio Sartre dejó de darlo- remonta el sentimiento de angustia padecido como secuela de la guerra. Las caves, el underground parisino, albergaron por la segunda mitad de los cuarenta y por los cincuenta a jóvenes llamados existencialistas. Sus padres, antes de la guerra y de la ocupación alemana, habían creído en los valores consecuentes a la idea del progreso ilimitado. Después de la guerra, los hijos, decepcionados de todo, se refugiaron en las caves hasta que el marxismo llamó a las puertas y, regresando a la superficie, de él solicitaron una borrachera que los librara de la angustia; sería la acción social, y ya despuntaban los años sesenta; motivos para la lucha y para la solidaridad no faltaban en el mundo, sin contar el propio mayo francés.

Fue entonces cuando Althusser pasó a capitán. Pero al marxismo heterodoxo sucedería el reflujo del marxismo y para ese tránsito hacía falta un…

...Foucault! Estamos ya en los años setenta, ha llegado la hora de un filósofo de lectura amena y cuya homosexualidad favorece su imagen, más aún: parece encarnarla pues Foucault surge como el intelectual de los marginados. Y con él estamos a las puertas de la posmodernidad. Y ante ellas muere en los ochenta dejando vacante el trono que desde entonces así permanece. Nadie es hoy un Bergson, un Sartre, un Althusser, un Foucault, los cuatro filósofos, consumados maestros de la polémica y de las frases brillantes  a lo largo del medio siglo que va entre los años treinta y los ochenta, sucediéndose como capitanes de la selección nacional francesa de los intelectuales.

Claro, hay pretendientes... me luce que pierden el tiempo: el trono mismo tal vez esté de más y dejarlo vacante es riesgoso, puede, en un descuido, aposentarse una computadora de las que juegan ajedrez y derrotan a los campeones. En cuanto a mí, me he quedado huérfano, sin intelectual guía. Y entonces ¿cómo haré para pensar?

 

BREVEDAD,  I LOVE YOU

Marcos Winocur

 

Cada vez que alguien amenaza con darme una explicación, elevo mis plegarias a la diosa Brevedad. Pero a la gente no le importa, aunque luego diga: “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Que, les diré, se llega a la misma conclusión invirtiendo los términos: lo bueno, si bueno, dos veces bueno.

          En fin, a la  gente no le importa, salvo ciertas capas de jóvenes estudiantes. “¿Ta mi ma?”, me dijo el otro día por teléfono el hijo de mi mujer, queriendo significar: ¿está mi mamá? Al parecer, se trata de limitarse a una o dos sillas, digo, a una o dos sílabas. Claro, puede prestarse a confusiones y el “¿ta mi ma?” querer decir: ¿tallaste mi madera? O bien: ¿tanta miniserie malísima? En fin, yo rindo homenaje a la juventud que, a contar de la masificación de la telefonía celular, se ha volcado a comunicarse de la manera más abreviada posible, dejando mensajes  que serán leídos y contestados a la manera del antiguo chat, pero más veloces y sin entablar una conversación, atendiendo a necesidades de la vida social y de la vida práctica.

          Les diré, acordándome de un viejo cuento, trasladé la brevedad al seno de mi familia y puse a mi hijo el nombre de Nicasio. Les explico. Un cuate, también en la onda de abreviar, bautizó a su hijo con una letra: “O”. El niño se llama “O” y, se dijo el cuate: ¿qué más corto que una sola letra? Podrán empatarme pero nunca seré superado. Otro cuate salió entonces al paso. Sí hay un nombre más corto que “O”. ¿Cuál? Éste: Casio. ¿Cómo...? Sí, Casi-O. No se habían repuesto de la sorpresa, cuando yo anuncié. Tengo uno más corto todavía. ¿Cuál? Éste: Nicasio, es decir, Ni-casi-O. Y con ese nombre bauticé a mi hijo, que se llama Nicasio Winocur.

          Hay verdaderas luchas por lograr las mejores marcas, vean las olimpíadas, que vienen de la época de los griegos. A mí me entusiasman los record en brevedad. Por ejemplo, el cuento más corto. En la mejor tradición, la mini de Tito Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.” Y también esta otra, cuyo autor se adivina: “Hágase la luz. Y la luz se hizo”. Fíjense, se plantea el conflicto: ¿será acatada la orden de Dios? Y el desenlace, neto, sin ambigüedades: “Y la luz se hizo”. Una chulada de brevedad.

          Y una tercera mini, que a la vez es un dicho: “Veni, vidi, vinci.” Su autor, Julio César, el gran romano antiguo. Vean. Es una estructura del cuento perfectamente ajustada. Una acción y tres momentos: “veni”, el protagonista llega al lugar de los hechos, al escenario.   La segunda palabra corresponde al desarrollo del cuento y testimonia el  reconocimiento del terreno antes de la batalla. Es: “vidi”. Claro, desde el comienzo se sabe que el protagonista y relator en primera persona es Julio César, de modo que no estamos hablando de la recolección de las rosas en otoño, sino de la guerra. Y la tercera palabra da el desenlace del cuento: “vinci”.

          ¿No es genial? Entre “vidi” y “vinci” está sobreentendido que hubo la batalla cuyo resultado se da en la tercera palabra. Un cuento donde nada falta, donde nada sobra. Tres brevísimas palabras, cada una comienza con la misma letra, toda una historia condensada con elegancia en la escritura. Y como el lector sabe, tanta es su universalidad que se ha convertido en proverbio latino de cita usual.

          ¿Cómo ves? Chido, dice mi amigo, el joven abreviador del  “¿ta mi ma?”. Y uno de sus cuates, que ha leído este artículo, agrega: chingonsísimo. Y un tercero cierra los elogios, esta vez con dos palabras: de pelos.

          Y yo, encantado: “llegué, escribí, me leyeron”. ¿A qué más podría aspirar?

 

Vocabulario mexicano

Chido: muy bueno

Chingonsísimo: requetebueno

De pelos: que viene justo a propósito.

 

 

CONSEJOS PARA PRESENTAR UN LIBRO

Marcos Winicur

 

Sucede que suena el teléfono y es para invitarte a participar en una presentación de libro. Sí, resulta que eres cuate del autor, o fuiste su maestro en alguna época, cuando le auguraste un brillante porvenir en las letras; o supuestamente eres entendido en la materia.

De una manera u otra, el autor está convencido de que te hace un favor, rechazar su invitación te asegura un enemigo jurado de por vida... ni modo. Y bien, con anticipación el autor te envía un ejemplar de su libro, lo lees y necesariamente tu juicio oscilará entre dos extremos: “¡magnífico!” y “¡horroroso!” pasando por un “no está mal”. En los dos últimos casos es aconsejable reservarse los propios juicios. Pues, bien visto ¿a santo de qué entrar a juzgar si el libro es bueno o malo, si ha sido escrito con la cabeza o con las patas? Hay manera de salir del paso sin calificar, sin comprometer un juicio.

Mi consejo es limitarse a una recreación del texto. Me explico. Si se trata de narrativa o poemas, puedes seguir al autor a los cielos de la fantasía, dando cuenta de las imágenes suscitadas por tan estimulante lectura. Si se trata de ensayos, puedes descender con el autor a los profundos interrogantes del ser. Una frase como “nunca había visto un libro así” no te compromete y el auditorio, más que la ironía encubierta, retendrá la excepcionalidad manifiesta. Y luego están tiempo y  alteridad, lo uno en lo otro y lo otro en lo uno, muerte, nostalgia, el no ser de las cosas, soledad, hombre lúdico e interactivo, posmodernidad, imaginario, alienado, multimedia y multimercadeo, identidad, incomunicación, ah, no, ésta ya pasó de moda. En fin, no faltan referentes a los cuales echar mano.

 Conviene a esta altura asociar al autor con ilustres predecesores en las letras. ¿Quién podría negar que está bajo la influencia de Rulfo, de Vallejo o de Joyce? ¡Aguas! Se trata de dignas filiaciones y no que el autor se los haya fusilado. Altamente recomendable es traer a colación a un escritor descubierto no hace tanto. Por ejemplo, si se trata de poesía, Vasko Popa. Ignorado por años, circula entre nosotros gracias a Octavio Paz y ha sido objeto de estudios y ediciones críticas. Además ¡escribe en idioma servocroata! Con las guerras desatadas entre las nacionalidades y etnias de la ex-Yugoslavia, su mención todavía es oportuna.

 Y se leen unos versos del autor presentado junto a otros de Vasko Popa, el efecto es increíble. Desde los más dormidos entre el público, hasta los más despiertos, se confunden, ya nadie sabe quién es quién: si el autor presentado o el tomado como referente. Han sido colocados a la par, uno es famoso, el otro no tardará en serlo. Y tú, presentante, no has tenido necesidad de arriesgar juicio alguno ni eres responsable de la mala comprensión del auditorio.

Otra variante vine a aprender hace poco. Se trata de introducir una conferencia en la presentación, así nada tenga que ver. Sí, una conferencia propia, para tu lucimiento personal, que por cierto no estaba programada. ¿De qué tema? No importa, tú arrancas bien lejos en la Historia, por ejemplo, la Edad Media. Allí, explicas, primaba la conciencia colectiva bajo manto de religiosidad. Después, con el Renacimiento, la Reforma, la Revolución Industrial y la Revolución Francesa, el individuo se hizo su lugar. Pero lo perdió con el advenimiento del comunismo, otra vez entró a dominar la conciencia colectiva, esta vez bajo manto político. A su caída, el hombre recupera su individualidad, su rol protagónico. Así, con ese diástole-sístole de la Historia, has demostrado tu sapiencia ¡cubriste los siglos! ¿Qué tiene que ver eso con el libro presentado? Nada y todo -y así concluyes tu conferencia-: con el hombre libre de ataduras y responsable de su destino, culmina el decurso histórico y la obra de nuestro autor. No, me rectifico: ...culmina el decurso histórico “donde se inscribe” la obra de nuestro autor. Claro, no conviene exagerar. Y te has echado tu propio rollo erudito a costa del presentado, sin que pueda reclamar nada pues tu conferencia remató a favor suyo.

¿No que ibas a salir del paso sin comprometer juicio? Bueeeno, uno solito, y ya sabes, “uno es ninguno”, unito de despedida nomás, como dejando un buen recuerdo para que me vuelvan a invitar...

 

BORGIANA Y CORTAZARIANA

Marcos Winocur

 

A Borges y Cortázar los une la condición argentina, ella los ha llevado a morir lejos de su tierra, en Europa, como siglo y medio atrás el padre de la patria, don José de San Martín. Tal vez han querido recuperar tardíamente el Viejo Mundo de sus antepasados, y allí descansar para siempre. Del argentino, en efecto, se dice que no desciende del mono sino de los barcos: aquellos que hace muchos años llevaron a los inmigrantes europeos al puerto de Buenos Aires para ser afincados en las ciudades y en las pampas.

De esa nostalgia incurable dan cuenta muchas expresiones argentinas, como el tango; y en quienes fuimos arrojados al exilio y luego optamos por el trastierro, la nostalgia se acentuó. En ella se inscriben las tumbas de los dos escritores, Borges en Ginebra, Cortázar en París. Claro que esto no es suficiente para asociarlos, es decir, sus obras, tan disímiles en apariencias,  se ven complementarias en esa desesperación por dar con la metafísica en lo cotidiano. Uno es capaz de ir por la raíz de la vida al fondo de un instrumento musical, el otro marchará allí donde lo uno sin cesar se hace dos. Es El perseguidor de Cortázar, es El jardín de los senderos que se bifurcan de Borges, dos de sus cuentos más celebrados.

          Cortazariana

El 26 de agosto se cumplirán 90 años del nacimiento de Julio. El día siguiente  será también su aniversario: se cumplirán 90 años y un día. El 28 de agosto serán dos días, y así de seguido. En una palabra ¿por qué los aniversarios han de contarse por años y no cada 24 horas? ¿Se acuerdan de aquel personaje estrafalario, El Sombrerero del libro Alicia en el país de las maravillas? Con sus amigos, grandes tomadores de té, festeja los cumpleaños en ciertas fechas y en las demás... ¡feliz no cumpleaños! Y todos brindan gozosos con las tazas en alto. La ventaja práctica, a más de pasársela de fiesta en fiesta, es la siguiente: no hay cómo equivocarse, todos los días del año se cumplen aniversarios de cuanto se quiera, sea el nacimiento de Julio o del lector, el triunfo en una batalla o un descubrimiento científico. A elegir. Está en la voluntad de cada uno, claro, los cumpleaños pasan a llamarse cumpledías; eso sí, cumplehoras  me parece una exageración.

Estoy seguro que Julio, padre de los cronopios, estaría de acuerdo con estas reformas. Y también que uno de sus fans decidiera hacerle un regalo de cumpledías, a saber: un texto escrito a su manera, que divido en Introducción, Desarrollo y Conclusiones.  Ahí les va.

Introducción. Del paso por la secundaria, el lector recordará haber estudiado los doble-u y los doble-v, tipologías humanas del tipo cronópico pero actualizadas a los tiempos que corren. Así, el mundo no se divide, como creíamos, entre izquierda y derecha (con su inevitable centro) ni entre ricos y pobres, ganadores y perdedores, buenos y malos, mujeres y hombres (con su inevitable centro) gordos y flacos, locos y menos locos, montescos y capuletos. No, ninguna de esas divisiones tiene hoy vigencia, sino la de doble-u y doble-v, según se explica a continuación.

Desarrollo. ¿Que quiénes son? Veamos. Un doble-u va al cine y compra palomitas a la entrada. Por el contrario, un doble-v se niega a ser verde.

Un doble-u canta y canta. Por el contrario, un doble-v nunca aprueba su examen de inglés.

Pero sería un error considerar que uno se define por la positividad y el otro por la negatividad.

Pues, y en esto reside la diferencia, un doble-u no tiene la más remota idea de la teoría de la relatividad; en cambio, si es doble-v, recibe devueltas por el correo todas las cartas que remitió a Albert Einstein.

Y a ambos les gustan los helados de fresa.

En una palabra, iba a decir: se parecen como dos gotas de agua, pero no, daría una imagen errónea; más bien se parecen como las esferas de dos relojes: una marca las doce del día y la otra  las doce de la noche.

Así son los doble-u, así son los doble-v.

Conclusiones. Y bien, reciba Julio el homenaje de estas líneas; hoy, en su nuevo cumpledías, el cual coincide con su nuevo aniversario luctuoso o cumplemuerte. 

          Borgiana

Con don Jorge Luis es otra cosa. Un aire metafísico nos empuja por bibliotecas sin fin y pone candados a la pasión. Además de ser impropio a su personalidad, no tiene caso recordar que cada día se cumplen sus aniversarios pues 1999 fue año borgiano por excelencia en cada hora y en cada minuto: se conmemoró el centenario de su nacimiento. Con don Jorge Luis caben travesuras pero pocas, como el inventar una referencia de fuente en nota de pie de página, aparentemente histórica. Pero el conjunto de su obra es tan adusto como su porte, invariablemente de traje, así lo vemos en las fotos. Donde don Jorge Luis es metafísico de lo absurdo,  Julio es cotidiano de lo absurdo. Y desde esa plataforma, ambos disparan la ironía. Julio juega con ella, don Jorge Luis la traduce en escepticismo. Y bien, en esa ironía  me apoyo para declarar a la vista de todos:

- Soy superior a Borges.

Parece que el lobo hubiera entrado al gallinero, tal el alboroto que se produce.

- Jo, jo, jo - las carcajadas son tan fuertes que la vecina se asoma a espiar entre la ropa tendida a secar en la azotea.

- ¿Cómo es posible, cómo es posible que exista un tipo tan, tan infatuado?

No me dejan explicar, no escuchan. Finalmente puedo decir algo:

Cada uno de ustedes también lo es, es superior a don Jorge Luis. 

Más risotadas y alguien pregunta:

- ¿Cuál es el número de teléfono del manicomio? 

Y otro:

- Se trata de un locus demagógicus, ahora nos quiere hacer cómplices con eso de que nosotros...

Interrumpo a los gritos:

- Hay una razón, Borges está muerto y todos nosotros estamos vivos, por eso somos superiores a él.

Estupor. 

Aprovecho para agregar:

- Soy, somos superiores a él, a Napoleón, Bogart, Chaplin, Cantinflas y tantos otros famosos... 

- Pero ¿qué estás diciendo? La obra de Borges no muere, es perdurable. 

- No lo niego, soy su admirador. No dije que soy superior a su obra ni osé comparar mis pobres escritos de tinterillo con los suyos. Pero Borges, la persona, se nos adelantó. Not dead, but gone before, reza, según Amado Nervo, el proloquio inglés: no muerto, se nos adelantó.

Desconcierto, sigo aprovechando la situación para echar mi rollo:

- Lo siento, es así. Ninguna página escrita, ninguna batalla, ninguna hazaña del pasado iguala la posesión de la vida, don Jorge Luis estaría de acuerdo. Y la memoria viva de su obra no le sirve para regresar a las calles de su Buenos Aires, y tomarse un cafecito con Bioy Casares mientras el argumento de un relato le ronda la cabeza; y sentir la admiración de los lectores como olas rompiéndose contra esa roca que fue él mismo, ni agregar una línea más a su obra, cerrada para siempre. No, no puede. Y tal vez tampoco lo deseara, cansado, como escribió, de ser Borges. Pero, claro, es ya otra historia, una historia del jardín de los senderos que se bifurcan. ¿O de los Borges que se bifurcan?

Otro diría: universos paralelos donde habitan plurales Borges, donde el autor es un personaje más de su narrativa. Veamos.

1.  pierde su madre  tempranamente, se casa, tiene hijos y amoríos, no pasa de ser un escritor entre tantos;

2.  se da a la bebida, escribe un par de cosas geniales, muere muy joven;

3.   recibe el premio Nobel;

3a.  recibe el premio Nobel y el día de la ceremonia es  asesinado  por alguien que se apellida Chapman;  

3b.   recibe el premio Nobel y el día de la ceremonia pronuncia un discurso incendiario y lleno de insultos, gran escándalo;

3c.  recibe el premio Nobel y el día de la ceremonia pronuncia un discurso incendiario y lleno de insultos, indiferencia general, es juzgado como vulgar recurso publicitario;

 3d.  recibe el premio Nobel y el día de la ceremonia pronuncia un discurso incendiario y lleno de insultos, indiferencia general, es juzgado como vulgar recurso publicitario; desesperado, Borges se suicida, dejando una breve nota: "soy valiente".

Pero no es todo, tengo algo especial para don Jorge Luis a partir de nuestro universo, ni que de encargo,  a su medida:

 4.  no se han inventado la tele ni el futbol, tampoco el premio Nobel; toda ceguera es curable; no existen  las  esquinas  azules,  todas son rosadas;  la  política  se  ha  extinguido; sí hay más allá, los universos se suceden.

Así, don Jorge Luis.

          Final

Borges, Cortázar, se nos adelantaron y en algún momento -no desesperar- les daremos alcance. El pasado les pertenece, el presente por ahora continúa en nuestras manos. El futuro nos echará a todos sobre la misma mesa como piezas revueltas de dominó. Llegará, más tarde o más temprano, don Olvido, dos veces vestido de muerte.

Descansen en paz, uno en París, el otro en Ginebra. Como Rulfo, García Márquez, Neruda, son latinoamericanos universales, están aquí y allá, sus obras vivas en los lectores y cuentan con lectores por el mundo entero. Y el ser universales acentúa su derecho a morir y yacer donde quieran, allí estarán en su patria bajo el murmullo de hojas que caen en otoño y de hojas de papel que la mirada encendida da vuelta de una en una.