tritonos
NUEVO
TIPO DE INTERTEXTUALIDAD: ¿QUÉ ES EL INTERTEXTO
DE ÉPOCA? EL PAPEL DEL INTERTEXTO DE
ÉPOCA EN EL PROCESO DE TRADUCCIÓN
Vladimer
Luarsabishvili
(Universidad Estatal de Ilia, Facultad de Ciencias y
Artes, Tbilisi, Georgia)
tato_luarsabishvili@iliauni.edu.ge
RESUMEN:
Nuestro artículo versa sobre la definición de un
nuevo término, intertexto de época y sobre
la distinción de sus tipos (estructural
y semántico). Hemos estructurado este
trabajo en cuatro partes: en la primera hacemos una reseña panorámica de la
historia de la intertextualidad; en la segunda definimos el término propiamente;
en la tercera analizamos la importancia de la época histórico-literaria en el
proceso de traducción; y en la cuarta investigamos el papel del intertexto de época en el proceso de traducción.
Palabras clave: Intertextualidad; intertexto de época;
traducción.
ABSTRACT:
In the present article we aim to define the new term
– the epochal intertext and to distinguish
its types (structural and semantic). It consists of four parts: in the first
part we panoramically describe the history of the intertextuality; in the
second part we define the new term; in the third parte we analyse the
importance of the historic and literary epoch in the process of translation;
and in the fourth part we investigate the role of epochal intertext in the translation.
Keywords: Intertextuality; epochal intertext;
translation.
1. Introducción
Es bien conocido el papel de la intertextualidad en
el proceso de traducción.[1] Pero,
a pesar de la abundancia de información, esta cuestión sigue suscitando un vivo
interés en los círculos profesionales. Y, sobre todo, en lo que se refiere la
importancia de la época en la traducción.
Nuestro
artículo trata de la definición de este nuevo término, intertexto de época y de la distinción de sus tipos (estructural y semántico). Lo estructuramos en cuatro partes: en la primera
hacemos una reseña panorámica de la historia de la intertextualidad; en la
segunda definimos el término; en la tercera analizamos la importancia de la
época histórico-literaria en el proceso de traducción; y en la cuarta
investigamos el papel del intertexto de
época en el proceso de traducción.
1.1 Breve historia de la historia de la
intertextualidad. En el
Diccionario de
época – Fecha de un suceso desde el cual se empiezan
a contar los años; 2. Período de tiempo que se distingue por los hechos
históricos en él acaecidos y por sus formas de vida; 3. Espacio de tiempo; 4.
Temporada de considerable duración.[2]
En la
Antología de Teoría y Crítica, el término “intertextualidad” se define así:
[Intertextuality is] a text’s dependence on prior
words, concepts, connotations, codes, conventions, unconscious practices, and
texts. Every text is an intertext that borrows, knowingly or not, from the
immense archive of previous culture.[3]
El término “intertextualidad” se documenta por
primera vez en el siglo XX. En la formación de su definición contribuyeron los
trabajos del científico ruso M. M. Bajtin. Este lingüista destaca la naturaleza
dialógica de cualquier discurso, partiendo del hecho de que la memoria del continente
del texto conserva los textos escritos (o leídos) anteriormente. Un nuevo texto
escrito por el autor (que es remitente y, al mismo tiempo, es un lector/destinatario),
se halla escrito por medio de reminiscencias de textos redactados con anterioridad.
Las relaciones entre dos textos son dialógicas, lo que explica la presencia de
un conjunto de voces diversas en el discurso.
Esta
polifonía está compuesta por voces libres, que no están encadenadas a las del
autor sino que, más bien, son independientes:
“Dostoievski, igual que Prometeo de Goethe, no crea esclavos
carentes de voz propia (como lo hace Zeus), sino personas libres, capaces de
enfrentarse a su creador, capaces de no estar de acuerdo con él, e incluso capaces
de oponérsele” (Bajtin, 1993).
Junto
con los conceptos de dialogía y polifonía, Bajtin investigó sobre el carnaval y
los géneros carnavalescos, lo que más tarde contribuyó al desarrollo de la
teoría de intertextualidad. En particular, en 1967, Julia Kristeva hizo una
distinción entre los términos de “intertextualidad” y “carnavalización”.[4]
Según
A. Haberer:
“There is no doubt that this concept was not created ex nihilo out of the fertile brain of
Julia Kristeva. But she was the first to use it in print in an article on
Bakhtin, whom she had read in
Por todo esto, nos parece adecuado comenzar nuestra
reseña con la aportación de Kristeva.
En
opinión de Kristeva, cada nuevo texto se inspira en los textos precedentes, lo
que implica que cada texto porta implícitamente información previa,
conocimiento del pasado y experiencia:
Kristeva (1969) hace hincapié en el proceso según el
cual un texto mira hacia lo que precede, añade a su forma ideológicamente
neutra todo el volumen de significación que lo sustenta y se nutre de la
experiencia, de la previa información, etc. (Hatim, B, Mason, I., 1995).
“Todo texto se construye como un mosaico de citas, todo
texto resulta de la absorción y transformación de otros textos precedentes”
(pág. 163).[5]
Kristeva
añadió el contexto cultural a lo intertextual, subrayando el papel del primero
en el desarrollo del segundo:
[...] no es un punto (un sentido fijo), sino un
cruce de superficies textuales, un diálogo de varios escritos;
del escritor, del destinatario (o del personaje), del contexto cultural o
actual.[6]
Kristeva
nos habla de dos ejes del discurso: uno horizontal, sujeto-destinatario, y el
otro vertical, texto-contexto. El primero equivale al diálogo, mientras que el
segundo tiene un carácter ambivalente. Estos dos ejes coinciden para revelar un
hecho capital: “cada palabra (o texto) es un cruce de palabras o textos en el
que es posible leer otra palabra.” (Kristeva, 1978).
Dos autores más que suscitan nuestro interés son
Roland Barthes y Michel Foucault. Sobre manera suscitan nuestro interés sus
reflexiones en lo que respecta al rol de autor. En su libro Arqueología del saber, Foucault establece
vínculos entre autor e intertextualidad, y afirma:
“Y es porque los márgenes de un libro no están jamás
neta ni rigurosamente cortados: más allá del título, de las primeras líneas y
el punto final, más allá de su configuración interna y la forma que lo
autonomiza, está envuelto en un sistema de citas de otros libros, de otros
textos, de otras frases, como un nudo en una red” (Foucault, 1979).
Barthes analiza las voces y el texto y, respecto a este
último, lo denomina una “trenza”, compuesta de códigos:
“Estas voces trenzadas –o trenzantes– forman la
escritura: cuando está sola la voz no trabaja, no transforma nada, expresa; pero desde el momento en que
interviene la mano para reunir y entremezclar los hilos inertes, hay trabajo,
hay transformación” (Barthes, 1989).
La
obra de Gérard Genette supone un paso adelante en el estudio de la
intertextualidad. Este autor también se apoya en Bajtin y propone cinco
relaciones transtextuales: la intertextualidad, el paratexto, la
metatextualidad, el hipertexto, y la architextualidad (Genette, 1989). Genette
subraya como la más importante la cuarta relación – el hipertexto.
Beaugrande
y Dressler (1981, 182) tratan las dimensiones, activa o pasiva, de la referencia
intertextual en términos de mayor o menor mediación,
respectivamente. Así, en su opinión la mediación se define del siguiente modo:
“Y esto es que lo que acaba ocurriendo cuando se
hace uso del conocimiento de otros textos pertinentes para la elaboración del
texto de que se trate. Cuando la distancia entre éste y los textos previamente
conocidos es grande (gracias a factores como el paso del tiempo), la mediación
es mayor. Por ejemplo, todo lo que queda de algún prototipo de la “comedia de
costumbres” son las convenciones del propio género; de hecho, la perpetuidad de
los géneros y los tipos textuales puede explicarse a partir de esta amplia
forma de mediación. Y, al revés, la mediación es menor en el caso de citas
textuales o referencias a textos conocidos de todos. La mediación mínima, por
último, es también requerida en actividades como la respuesta, la refutación o
la evaluación de otros textos en la conversación.” (Beaugrande, Dressler, 1981)
En
otro plano, Lemke (1985) identifica dos tipos de relaciones intertextuales. La
primera establece relaciones entre elementos de un texto dado; la segunda se
ocupa de las correspondencias entre distintos textos.
Hatim y Mason distinguen dos funciones de la
intertextualidad, activa y pasiva:
“[...] es mejor considerar la intertextualidad como
un número de sistemas semióticos de significación [...] Pero las funciones
intertextuales no son siempre tan activas. Hay formas pasivas de la
intertextualidad que, a fin de cuentas, se limitan casi a cumplir con el
requisito básico de que los textos han de ser internamente coherentes, esto es,
inteligibles” (pág. 162).
Si un texto
escrito por un autor es un conjunto de textos escritos antes, es lógico que un
nuevo texto represente la unidad de los discursos que lo componen
históricamente. Los discursos creados en tiempos diferentes se diferencian por
sus épocas. Y lo único que podría conectar estos discursos sería la epocalidad,
es decir, los vínculos intertextuales entre los epístemas. Más importante resulta
señalar la relación intertextual en los textos de aquellos autores entre los
que no se confirma ninguna relación.
2. Intertexto de época. Definición del término.
Barthes afirma lo siguiente:
“Hoy en día sabemos que un texto no está constituido
por una fila de palabras, de las que se desprende un único sentido, teológico,
en cierto modo (pues sería el mensaje del Autor-Dios), sino por un espacio de
múltiples dimensiones en el que concuerdan y se contrastan diversas escrituras,
ninguna de las cuales es la original: el texto es un tejido de citas
provenientes de los mil focos de la cultura. [...] el escritor se limita a
imitar un gesto siempre anterior, nunca original; el único poder que tiene es
el de mezclar las escrituras” (Barthes, 1987).
El intertexto de época es la unión estructural-temática
de textos coetáneos, que se basa en la identidad epistémica de una misma época.
Si
partimos de la teoría de la intertextualidad de Genette, podemos dibujar un
esquema: el autor escribe un texto (hipertexto), para lo cual se basa en un
texto previo (hipotexto) que lee el lector:
En lo
que se refiere al papel del intertexto de época en la traducción, vamos
permitirnos la licencia de cambiar nuestro esquema. En concreto, dejamos los
componentes de hipertexto y hipotexto y sustituimos lector por epístema/cultura
y autor por traductor:
Estos
dos componentes (epístema/cultura y traductor) desempeñan un papel de más
relevancia en el caso de la intertextualidad de época. Aquí es importante el discurso,
como en el caso anterior, pero un discurso de época.
El
esquema ofrecido puede ser generalizado en la dirección de “cultura”. Si nos
basamos en el punto de vista de Deleuze y Guattari:
El libro es
forzosamente un calco: calco de sí mismo, calco del libro precedente del mismo
autor, calco de otros libros, cualquiera que sean las diferencias, calco
interminable de conceptos y palabras empleadas, calco del mundo presente,
pasado o por venir (Deleuze, Guattari, 2000).
En
tal caso “cultura” puede conectar textos no de sólo de una única época, sino de
distintas épocas. Los epístemas de distintos tiempos serían dependientes unos
de otros. En particular, las huellas de los epístemas anteriores en el tiempo
se revelarán en los epístemas posteriores.
En
opinión de De Beaugrande y Dressler (1981) un texto es definido como suceso
comunicativo que encuentra siete estandartes de la textualidad: cohesión,
coherencia, intencionalidad, aceptabilidad, informatividad, situacionalidad e
intertextualidad. El término “intertextualidad” representa la mutua relevancia
que se establece por un lado entre la creación y recepción de un texto
determinado, y por otro, con el conocimiento. De este modo, el autor incluye en
el texto los elementos de textos no leídos personalmente por él y el lector los
reconoce. En el caso de la intertextualidad de época, el traductor debe conocer
las peculiaridades del epístema/cultura de la lengua original para que su
traducción sea relevante.
Redundando
en este tema, podemos recordar los dos tipos de intertextualidad subrayados por
Lemke. Debemos tener en cuenta que textos diferentes pueden pertenecer a una misma
época pero ser productos de diferentes autores, incluso en el caso de que la
relación entre autores no esté conformada.
Hatim
y Mason (1990) distinguen al menos cuatro tipos de relaciones intertextuales:
1. Relaciones con otras partes del mismo texto;
2. Relaciones manifiestas entre textos, como
enunciados realizados en dos ocasiones diferentes;
3. Relaciones intertextuales sutiles entre textos y
otros textos del mismo tipo que posean la misma temática;
4. Relaciones con muchos otros textos que se refieran
a la misma temática.
La primera
relación se ajusta a la opinión de Lemke sobre los elementos entre un texto; la
segunda y tercera corresponden al caso segundo distinguido por este autor; en lo
que se refiere al cuarto, esto puede resultar ser un caso del intertexto de
época cuando encontramos textos creados en distintas épocas.
Los
tipos del intertexto de época. Pueden ser de dos tipos: estructural y semántico. El tipo semántico
revela la relación que codifica significaciones en las expresiones lingüísticas.
La semántica del discurso que pertenece a una época pero a diferentes culturas
sin duda tendrá la significación homogénea que puede ser explicada por la
identidad epistémica. Estas relaciones semánticas las estudia la intertextualidad semántica de época.
El
tipo estructural investiga la
estructura del discurso. Un discurso de la misma época puede ser diferente
semánticamente pero igual estructuralmente.
Lotman
destaca que el desarrollo de la semiótica de la cultura cambió la noción del
texto:
La
conformación de la semiótica de la cultura – disciplina que examina la
interacción de sistemas semióticos diversamente estructurados, la no
uniformidad interna del espacio semiótico, la necesidad del poliglotismo
cultural y semiótico – cambió en considerable medida las ideas semióticas
tradicionales. El concepto de texto fue objeto de una transformación
sustancial. Los conceptos iniciales de texto, que subrayaban su naturaleza
unitaria de señal (¿signo?), o la unidad indivisible de sus funciones en cierto
contexto cultural, o cualesquiera otras cualidades, suponían implícita o
explícitamente que el texto es un enunciado en un lenguaje cualquiera. La
primera brecha en esta idea que parecía obvia, fue abierta precisamente cuando
se examinó el concepto del texto en el plano de la semiótica de la cultura. Se
descubrió que, para que un mensaje dado pueda ser definido como ‘texto’, debe estar
codificado, como mínimo, dos veces. Así, por ejemplo, el mensaje definible como
‘ley’ se distingue de la descripción de cierto caso criminal por el hecho de
que pertenece a la vez al lenguaje natural y al jurídico, constituyendo en el
primer caso una cadena de signos con diversos significados, y en el segundo,
cierto signo complejo con un único significado. Lo mismo se puede decir sobre
los textos del tipo de la ‘plegaria’ y otros.
Respecto a los casos de complicación estructural del
texto, Lotman (2003)[7] era
de la opinión de que el texto no sólo transmite la información depositada sino
que la transforma y produce nuevos mensajes.
En estas condiciones la función socio-comunicativa
del texto se complica considerablemente. La podemos reducir a los siguientes
procesos:
1.
El
trato [obshohenie] entre el emisor y
el destinatario. El texto cumple la función de un mensaje dirigido por el
portador de la información al auditorio.
2.
El
trato entre el auditorio y la tradición cultural. El texto cumple la función de
memoria cultural colectiva. Como tal, muestra, por una parte, la capacidad de
enriquecerse ininterrumpidamente, y, por otra, la capacidad de actualizar unos
aspectos de la información depositada en él y de olvidar otros, bien
temporalmente o por completo.
3.
El
trato del lector consigo mismo. El texto –esto es particularmente esencial en
lo que respecta a los textos tradicionales, antiguos, que se distinguen por un
alto grado de carácter canónico– actualiza determinados aspectos de la
personalidad del propio destinatario. En el curso de ese trato del receptor de
la información consigo mismo, el texto interviene en el papel de mediador que
ayuda a la reestructuración de la personalidad del lector, al cambio de la
autoorientación estructural de la misma y del grado de su vínculo con las
construcciones metaculturales.
4.
El
trato del lector con el texto. Al manifestar propiedades intelectuales, el
texto altamente organizado deja de ser un mero mediador en el acto de la
comunicación. Deviene un interlocutor de iguales derechos que posee un alto
grado de autonomía. Tanto para el autor (el emisor) como para el lector (el
destinatario), puede actuar como una formación intelectual independiente que
desempeña un papel activo e independiente en el diálogo. Resulta que en este
respecto la antigua metáfora ‘platicar con el libro’ está llena de profundo
sentido.
5.
El
trato entre el texto y el contexto cultural. En este caso el texto no
interviene como un agente del acto comunicativo, sino en calidad de un
participante en éste con plenos derechos, como una fuente o un receptor de
información. Las relaciones del texto con el contexto cultural pueden adquirir
un carácter metafórico, cuando el texto es percibido como sustituto de todo el
contexto, al cual él, en un determinado aspecto, es equivalente; o también un
carácter metonímico, cuanto el texto representa el contexto como cierta parte
del todo.[8]
Además, puesto que el contexto cultural es un fenómeno complejo y heterogéneo,
un mismo texto puede entrar en diversas relaciones con las diversas estructuras
de los distintos niveles del mismo. Por último, los textos, como formaciones
más estables y delimitadas, tienden a pasar de un contexto a otro, como ocurre
por lo común con las obras de arte relativamente longevas: al trasladarse a
otro contexto cultural, se comportan como un informante trasladado a una nueva
situación comunicativa: actualizan aspectos antes ocultos de su sistema
codificador. Tal ‘recodificación de sí mismo’ en consonancia con su situación
pone en evidencia la analogía entre la conducta sígnica de la persona y el
texto. Así pues, el texto, por una parte, al volverse semejante a un
macrocosmos cultural, deviene en algo más importante que sí mismo y adquiere
rasgos de un modelo de cultura, y, por otra parte, al volverse semejante a una
persona autónoma, tiende a llevar a cabo una conducta independiente.
Es
muy importante tomar en consideración la tendencia mencionada desde el punto de
vista del intertexto de época. Según el esquema de cinco componentes de Lotman,
para nuestro dibujo son importantes los componentes 1, 3 y 4 en lo que se
refiere al autor/lector; y para los componentes epístema/cultura – 1, 2, 4 y,
sobre todo, 5. Según el quinto punto, la cultura ya no es tan sólo una parte
del texto, sino también un componente mayor que lo define. En el proceso de la
traducción, el componente cultural se transmite de un espacio (de la lengua
original) al otro (a la lengua meta), para lo cual se realizan los necesarios cambios,
el texto adopta un nuevo código.
El
texto, en lo referente a su contenido, posee una estructura. Para conservar los
efectos semánticos o reforzarlos, el autor utiliza los paralelismos. Los paralelismos
pueden tener una misma significación o la opuesta. En el segundo caso, la
estructura del texto resulta más definida y compleja. En este caso es
interesante el caso en el que en la línea no coinciden formas semánticas y
estructurales, por ejemplo como en el caso del encabalgamiento. Entonces, un
grupo simultaneo ¿simultáneamente? (o grupos, si tal grupo se repite en la
segunda estrofa) junto con el significado semántico, adquiere una función
emocional, que resulta más evidente en el caso de la utilización de los
paralelismos opuestos.
En el
caso del verso libre, es posible expresar el significado semántico sin función
emocional. En el caso de la prosa dialógica, debido a su naturaleza polifónica basada
en el carácter rítmico de la lengua, se subraya un núcleo semántico que será
acompañado por la función emocional, como en el caso del texto poético.
3.
La importancia de la época histórico-literaria en el proceso de la traducción.
Intentamos evaluar la importancia de la época histórico-literaria
en el proceso de la traducción o, dicho de otro modo, durante el proceso de
traducción resulta indispensable que el traductor conozca la historia de la
literatura.
Para empezar,
debemos mencionar que cada cultura posee su propio arte tradicional de la
traducción. En la historia de la literatura se admite que la literatura
traducida es una herramienta útil para enriquecer la pobre literatura de la
cultura meta. Esta idea fue expresada no solamente por los escritores, sino también
por los teóricos de la traducción, basta mencionar al autor de la teoría
polisistémica de la traducción, Itamar Even-Zohar.
En relación con las tres posibilidades de adaptación
del texto traducido a la cultura meta, Even-Zohar señalaba el caso de una
literatura “joven”, que recibe los modelos preparados de una literatura “vieja”
a través de la traducción; también se aplica cuando la literatura meta es débil,
-le sirve como ejemplo la literatura gallega que acoge muchos textos desde la
literatura española.
Hablando
sobre el primer caso, podemos mencionar a la literatura vasca. Es bien sabido
que, a pesar de su rica tradición en literatura oral, el primer texto escrito
en euskara data del año 1545. Y en este caso el papel de la literatura
traducida es enorme, recordemos los textos traducidos por Gabriel Aresti.
Si
nos basamos en lo más arriba mencionado, lógicamente las literaturas con
tradición más pobre deben presentar una mayor cantidad de obras traducidas. A
pesar de que en nuestro tiempo muchos gobiernos convocan subvenciones de
traducción (nos puede servir de ejemplo el gobierno vasco que cada año
subvenciona procesos de traducción, además de la existencia de la asociación
profesional de traductores e intérpretes de o hacia la lengua vasca [EIZIE]),
paradójicamente las literaturas “ricas” son las que poseen más tradición en el
campo de la traducción. Podemos citar las escuelas de traducción en Bagdad o en
China (las traducciones realizadas del sánscrito al chino de los Sutras budistas).
Pero, a partir de la segunda mitad del siglo XX (aquí jugó un rol relevante la
abolición de los estados totalitarios) los gobiernos de los países europeos
empezaron a estimular la traducción de los textos desde las culturas extranjeras.
A
pesar de los diferentes puntos de vista sobre los métodos de traducción, nadie
discute el asunto de que el texto traducido necesita hallar su lugar en la
cultura meta. Creemos que un traductor debe conocer no solamente los
fundamentos de la historia de la literatura, sino también las etapas del desarrollo
histórico de la cultura meta. Porque el solo hecho de dominar a la perfección
la lengua meta no garantiza una traducción adecuada. Desde este punto de vista,
suscita nuestro interés la edición de textos bilingües y la posibilidad de leer
un texto original al lado de su equivalente ya traducido.
Partiendo
de las ideas de los formalistas rusos, Itimar Eve-Zohar propuso una teoría
polisistémica de la traducción. Gideon Toury desarrolló posteriormente estas
ideas en su estudio descriptivo de la traductología, cuya dirección contraria tomó
Chesterman al presentar normas prescriptivas. A finales del siglo XX Bassnet y
Lefevere desarrollaron los aspectos culturales que determinan el papel de la
cultura en la traducción.
4. El papel del
intertexto de la época en el proceso de la traducción.
Si en
nuestro dibujo la parte mayor la ocupa el lector, entonces, hablando sobre el
papel del intertexto de la época en
el proceso de la traducción, parece necesario tener en cuenta la importancia de
la época en que vive este lector. Queremos decir que cada lector acarrea
consigo las características de la época en que vive, y esto hay que tomarlo en
consideración durante el proceso de traducción. Como buen ejemplo de esto nos
puede servir el primer intento de traducir al ruso una pieza de Friedrich von
Schiller “Los bandidos”. La traducción fue realizada por N. Sandunóv del alemán,
en 1793. El traductor era un hombre de ideas democráticas y anti-feudales. Es curioso
que la traducción fue llevada a cabo no desde la variante del texto de 1781, sino
desde el original modificado, que data del año 1782. El mayor cambio se reflejó
en el debilitamiento del alma rebelde (hecho que disminuyó la tensión expresada
en texto), y en la idea de la inmortalidad del alma; así como en las expresiones
materialistas y el subjetivismo rebelde. Así mismo, en la escena de cerco a los
bandidos desapareció la figura del pastor, ocupando su lugar un comisario, y
Karl Moor, antes de entregarse al gobierno, obligó a los otros protagonistas a convertirse
en “ciudadanos honrados”.
Durante
la traducción, N. Sadunov devolvió el personaje del pastor (con ello es
evidente que conocía la primera versión del texto) y en la última escena, en
lugar de la reconciliación, Karl Moor cae al suelo y muere.
Dice
Lotman que, teniendo en cuenta lo anterior, es indudable que la traducción de
Sadunov estaba condicionada por las necesidades del comienzo del siglo XVIII y
también determinó el tratamiento democrático de los textos de Schiller en la
literatura rusa.
Queremos
decir que en la traducción de la pieza desempeñó un papel determinante el
factor del intertexto de la época. La adecuación de la traducción al texto
original resultó condicionada por la época o, mejor dicho, por los
acontecimientos históricos. Evidentemente, si la traducción hubiera sido
realizada por primera vez en siglo XX, o si el traductor hubiera tenido otra
ideología diferente a la que tenía Sadunóv, posiblemente habría surgido otro
texto distinto. Esto se explica por el hecho de que el traductor se corresponde
en nuestro dibujo a ambos componentes: en primer lugar, él es un lector (cuando
lee el texto original), y luego se convierte en autor (cuando traduce el
original a la cultura meta). Podemos concluir que el intertexto de la época
adquiere durante la traducción un carácter doble: su percepción y transferencia
se realizan a través del lector y del traductor.
5.
Conclusiones.
Basándonos
en la teoría de la intertextualidad, en su historia y su desarrollo, no nos parece
carente de relevancia investigar los elementos intrínsecos que asocian el texto
traducido a la cultura original. Si prestamos atención a la época en que fue
creado un texto, a los acontecimientos sociales y políticos de su entorno,
podemos afirmar que el papel de la cultura en la creación de dicho texto resulta
de una influencia enorme. Y no sólo en casos de literatura social, como la
poesía social de Blas de Otero, de Gabriel Celaya o de Gabriel Aresi; sino también
en los movimientos universales como, el caso del romanticismo por un lado y,
por otro, el caso del costumbrismo. Si los cuadros de costumbres reflejan una
época y tradición, la poesía más íntima de Bécquer o Heine expresa lo divino
romántico de la misma época. Por eso, la definición del término de intertexto de época nos parece
obligatoria. Y, con su definición se señalan/ponen de relieve sus tipos, porque
un texto no es sólo una estructura, sino también una semántica, un fondo y
significado. Y las conexiones entre los dos representan un papel importante en
el proceso de la traducción.
La
transmisión de la semántica y estructura del texto durante la traducción es
importante. Teniendo en cuenta la época del texto original, el traductor puede
encontrar más fácilmente las formas equivalentes de la lengua original en la
lengua meta.
De
una manera empírica, podemos separar en dos grupos todos los casos de relación
entre texto original y el traducido. El primer grupo, cuando los textos
pertenecen a la corriente literaria universal; y el segundo, cuando pertenecen a
una corriente unilateral.
Como
ejemplo de corriente literaria universal podemos tomar los textos del período
romántico. Es probable que para traducir algún texto romántico sería
conveniente leer algunos textos románticos de la cultura meta. Y aquí se
encuentra el papel de la intertextualidad: traduciendo a Bécquer encontramos en
su poesía huellas de Heine, traduciendo a Tiutchev hallamos a Heine también;
pero no son menos interesantes que los casos de los textos, las relaciones
entre cuyos autores no se muestra la historia de la literatura. En este caso
podemos hablar sobre los vínculos intertextuales entre los epístemas, lo que
sería lógico, puesto que, por ejemplo, el romanticismo es una corriente
literaria universal, temprana en algunas culturas y más tardía en otras, pero
universal.
Como
ejemplo de una corriente literaria unilateral podemos tomar como ejemplo el
costumbrismo, que se trata de un fenómeno del mundo hispano y latinoamericano. ¿Cómo
se puede encontrar una decisión acertada en estos casos concretos durante la
traducción? O, ¿a qué podemos llamar una decisión acertada? Pues bien, hablando
del costumbrismo como fenómeno unilateral, es decir, de España y Latinoamérica,
no podemos olvidar los textos de Richard Steele, Joseph Addison o Étienne de
Jouy. Esto significa, en última instancia, que diferentes culturas, a pesar de
la estética específica de la corriente literaria, pueden poseer ciertas semejanzas
epistémicas. Esto es debido a la intertextualidad, porque, por ejemplo, es bien
sabida la influencia de Jouy en los autores costumbristas españoles.
Entonces,
merece la pena distinguir un tipo de intertextualidad nueva, un intertexto de época. Porque así podemos
definir en qué consiste o en qué parte del texto está codificado el mensaje de
la cultura original para poder transmitirlo en la cultura meta. Si un mensaje
contiene una parte estructural de texto, sería conveniente conservar la
estructura más que el significado; y al contrario, si el texto está codificado
por su significado, podemos cambiar la forma y no el fondo. Pero es posible que
ambas partes –estructural y semántica-, contengan los mensajes que codifican un
texto que puede ser codificado como mínimo dos veces. Surge la pregunta: ¿qué
hacemos en este caso?
Al
traducir textos complejos, y cada texto puede ser complejo al estar codificado
dos o más veces, el traductor revela los mensajes del texto ocultos en la
cultura original. Estos se expresan mediante la traducción y transmitirlos a la
cultura meta ahora es más importante que decodificarlos leyendo un texto
original. Algunos de estos códigos pertenecen a la época en la que fue creado el
texto original. Por eso, entender mejor las peculiaridades de la época
histórica-social es importante para un traductor. Y sólo si comprendemos
debidamente la teoría podremos esbozar una traducción adecuada.
7.
BIBLIOGRAFÍA
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Lotman, I. M. (2003, Noviembre). La semiótica de la
cultura y el concepto de texto. Entretextos. Revista Electrónica Semestral de
Estudios de
[1] Destacan en relación a este tema varias
investigaciones: http://hispanismo.cervantes.es/documentos/lvovskaya.pdf,
http://www.tonosdigital.es/ojs/index.php/tonos/article/viewFile/311/222,
http://www.ugr.es/~greti/puentes/puentes9/03-Christiane-Nord.pdf.
[2] RAE, Diccionario de la lengua española, Vigésima
Segunda Edición, 2001, Editorial Espasa Calpe, Madrid. pág. 943.
[3] “Introduction to Theory and Criticism,” The Norton Anthology of
Theory and Criticism, 21.
[4] Bakhtine, le mot, le dialogue et le roman, Critique, #239.
[5] Ibídem, pág. 163.
[7] Ibídem, pág. 5/6.
[8] Relaciones análogas surgen, por ejemplo, entre el
texto artístico y su título. Por una parte, éstos pueden considerarse como dos
textos independientes dispuestos en diversos niveles de la jerarquía
‘texto-metatexto’. Por otra parte, pueden considerarse como dos subtextos de un
único texto. El título puede referirse al texto que él designa como arreglo al
principio de la metáfora o al de la metonimia. Puede estar realizado con ayuda
de palabras del lenguaje primario, elevadas al rango del metatexto, o con ayuda
de palabras de un metalenguaje, etc. Como resultado, entre el título y el texto
que él designa surgen complejas corrientes de sentido que generan un nuevo mensaje.