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Revista de estudios filológicos
Nº24 Enero 2013 - ISSN 1577-6921
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DE MAR A MAR, LA VIDA ENTRE DOS MUNDOS

Carmen Agulló Vives

 

Albacete (España), 30 octubre, 2012

 

 

          Antes de que naciera Laura Antillano conocí a Luisa Plá en 1948, matriculada en Primer Curso de Filosofía y Letras como yo en la Universidad de Murcia.

          Miguel Sánchez Plá me manda desde el otro lado del mar el artículo dedicado por la escritora venezolana a mi querida Luisa con motivo de su fallecimiento el pasado día 3 de los corrientes.

          Me dicta el corazón unas palabras para completar su semblanza pues, si bien ha muerto en su país de adopción en el que ha discurrido la mayor parte de su vida, no es menos cierto que la vida de Luisa Plá en España, su vida de soltera, fue rica y fecunda, en especial los años de su Licenciatura en Murcia (1948-53) que la prepararon para desarrollar de manera tan brillante su acción docente en Venezuela.

 

          De los quince alumnos que terminamos la carrera en 1953 solamente yo he tenido el privilegio de mantener comunicación con esta excelente compañera de estudios por esos azares que nos vinculan de modo imprevisto.

 

          Echo la vista atrás y compruebo con asombro el paralelismo en la distancia que ha unido nuestras vidas.

          De entrada destacaré que Luisa armaba la revolución cuando llegaba a Murcia y se instalaba en el Colegio Mayor Femenino durante unos días para conectar con la marcha de los estudios. Estaba matriculada con Dispensa de Escolaridad (solo estuvo como Oficial el último año de carrera) porque era Profesora de Francés en el Instituto de Enseñanza Media de Albacete. Nunca supe cuándo había nacido porque le gustaba presumir de “chica mayor” con todos los compañeros, sobre todo las “niñas” como nos llamaba. Había en ella un instinto maternal innato que de modo explícito traducía diciendo mi vocación verdadera es la de repartir pan con chocolate a mis niños. A mí me decía eres un angelón con esa cara de niño de leche condensada, nadie pensará que estás en la Universidad. Lo de la leche condensada se refería a una marca comercial titulada “El Niño” que, en el envoltorio del bote, mostraba un rostro infantil sonriente y robusto. Pero yo soy una chica mayor. Y nos quedábamos pendientes de sus relatos sobre experiencia docente y compostura. No lo olvidéis, antes de salir de casa para el Instituto, hay que limpiarse los zapatos, peinarse muy bien y cuidar que la ropa esté impecable.

          En nuestras tertulias después de la cena en el Colegio Mayor siempre era Luisa la que llevaba la voz cantante. Profesora en ejercicio, educada en Francia, nieta de un famoso músico, Antonio Jiménez-Manjón que hizo carrera en América, mi mamá nació en Chile, y se le iluminaban sus negros ojazos al hablar de América. Predestinada estaba a cruzar el charco en busca de las raíces americanas por parte de madre. Quien esto escribe por aquellas fechas no había salido de España, ni de la provincia de Alicante, imagine el lector la huella que tales palabras dejaban en su mente.

 

          Al leer el artículo de Laura Antillano he de evocar los queridos nombres de nuestros maestros murcianos. Quien ha sido alumno de Valbuena Prat ¿cómo no va a trasmitir su entusiasmo y conocimiento de nuestro Teatro de los Siglos de Oro? ¿Cómo no va a interesarse por la novela quien ha seguido cursos con Baquero Goyanes? ¿Cómo no va a volcar su actividad en un Departamento de Historia del Español quien ha sido alumna directa de Muñoz Cortés, a su vez tan vinculado con don Ramón Menéndez Pidal? Nos mostraba un día fuera de clase don Manuel  una bonita foto suya con don Ramón y una de nosotras dijo qué orgullosos se sentirán sus nietos al verlo retratado con Menéndez Pidal. Nuestro entonces jovencísimo catedrático respondió: Señorita, espero que mis nietos se sientan orgullosos de mí. Se cumplió el vaticinio, doña Marga aún vive para disfrutar de biznietos estudiantes universitarios. Hermosa familia la de Muñoz-Cortés–Zielinski. Luisa hubiera disfrutado mucho hablando en francés con doña Marga, pero esta se incorporó a la Universidad murciana cuando ya habíamos terminado la carrera nosotras.

 

          Vuelvo a los paralelismos. Cuando ingresamos en la Universidad en 1948 yo ignoraba que solo dos años después pasaría de la enseñanza Oficial a la Libre y tuve el compromiso de encargarme de las clases de Griego en mi Colegio de Bachillerato de Elche y, por tanto, era, como Luisa, estudiante y Profesora de Enseñanza Media ¡con mi cara de angelón! Impartía clase a quienes dos años atrás me conocían como alumna del Colegio, algunos eran de mi edad e incluso mayores.

 

          Ya Licenciadas, se separaron nuestras vidas cierto tiempo. Luisa se casó y cruzó el Atlántico en busca de sus raíces, yo permanecí unos años impartiendo clases en mi Colegio de Elche hasta que conseguí, por Oposición, plaza en la Escuela de Magisterio de Córdoba, ciudad de mis amores, que abandoné por sugerencia paterna para trasladarme a la Escuela de Albacete, si no en busca de las raíces, las mías levantinas siempre y marineras, si por la proximidad geográfica en época en la que los transportes públicos no estaban muy desarrollados en España, hablo de los años 60 del pasado siglo. Andalucía estaba en el fin del mundo desde Alicante, hoy al alcance de la mano. Es el caso que hace cincuenta años que resido en La Mancha, en la misma ciudad en cuyo Instituto (que por cierto está a la vuelta de mi casa) daba clases de Francés la incomparable “chica mayor” que era Luisa Plá.

 

          Como hace más de cincuenta años que vengo escribiendo versos por Navidad para felicitar a los amigos, el nombre de Luisa no ha faltado de mi agenda y ella hasta me ha llamado por teléfono en alguna ocasión para agradecerme el envío de mis versos y libros. Fue en 1999 cuando nos vimos en Albacete, quizá uno de sus últimos viajes a Europa, y quedó constancia de este encuentro en una fotografía, que hice en casa de María Victoria Plá, en la que aparecen las dos hermanas y detrás de ellas José Luís Rodríguez, un compañero de promoción que se desplazó desde Murcia para saludar a Luisa. Me ha sorprendido en extremo la anotación de la fecha al dorso de la cartulina: 3, octubre, 1999, exactamente trece años de vida le quedaban a una Luisa exultante todavía pese a que me contó de sus dolencias e intervenciones quirúrgicas.

 

          En diciembre de 2000 asistí en Valencia de España a un Congreso Mundial de Lecto-Escritura y, entre el maremágnum de asistentes, tuve ocasión de cruzar unas palabras con una congresista que iba en silla de ruedas y me llamó la atención por su desenvoltura. Me dijo que venía de Valencia de Venezuela. De inmediato le pregunté su conocía a Luisa ¡Cómo no, la profesora Plá! Nos intercambiamos direcciones y la estuve felicitando por Navidad hasta que no obtuve respuesta a mi último correo. Se llama Elisabel Rubiano Albornoz y he encontrado en Google su brillante trayectoria profesional. De mar a mar, y entre dos mundos sigue el contacto en la lengua que nos une. Luisa Plá en mi recuerdo, en mi memoria, no olvidaré que un día me dijiste desde allá por el hilo del teléfono: No volveré, en el cielo nos veremos. Que así sea.

 

Cierro con la fotografía de Albacete, 3, octubre, 1999

 

          Va en apéndice el artículo de Laura Antillano, tal como llegó a mi bandeja, poco legible por las manchas del papel.