teselas
Trampa 22,
Joseph Heller
(RBA Bolsillo, Barcelona, 2007)
Los
oficiales de la sala estaban obligados a censurar las cartas que escribían los
soldados enfermos, ingresados en otros pabellones. Era una tarea muy monótona,
y a Yossarian le decepcionó descubrir que la vida de
los soldados era sólo ligeramente más interesante que la de los oficiales. Al
primer día dejó de sentir curiosidad, y para ahuyentar el aburrimiento se
inventó juegos. Un día declaró guerra a muerte a los modificadores, y eliminó
cuantos adverbios y adjetivos aparecían en las cartas que caían en sus manos.
Un día después, su creatividad se elevó a un plano superior, al tachar el
contenido completo de las cartas, excepto precisamente los artículos. Con este
sistema experimentaba la sensación de establecer mayor dinamismo en las
tensiones interlineales, y en casi todos los casos dejaba un mensaje mucho más
global. No tardó en anular parte de los encabezamientos y firmas, manteniendo
íntegro el texto. En una ocasión tachó una carta completa a excepción del
encabezamiento, «Querida Mary», y al final añadió: «Te echo de menos
terriblemente. A. T. Tappman, capellán, ejército de
Estados Unidos». A. T. Tappman era el capellán del
grupo.
(pp. 10-11)
La
pregunta les molestó, porque Snowden había muerto al
sobrevolar Aviñón cuando Dobbs
se volvió loco y le arrebató los mandos a Huple.
El
cabo se hizo el tonto.
-
¿Qué? –preguntó.
-
Que dónde están los Snowden de antaño.
-
Lo siento, no le entiendo.
-
Où sont les Neigedens d’antan? –contestó Yossarian para facilitarle las cosas.
-
Parlez en anglais,
por lo que más quiera –replicó el cabo–. Je ne parle pas français.
(pág. 51)
La habían herido en un
ataque aéreo.
-
Dove? –preguntó Yossarian,
conteniendo el aliento.
-
Napoli.
-
¿Alemanes?
-
Americani.
-
A Yossarian le dio un vuelco el corazón y se enamoró.
Pensó si querría casarse con él.
-
Tu sei pazzo –le comentó la chica riendo agradablemente.
-
¿Por qué? –preguntó Yossarian.
-
Perchè non posso sposare.
-
¿Por qué?
-
Porque no soy virgen –contestó ella.
-
¿Y eso qué tiene que ver?
-
¿Quién se casaría conmigo? Nadie quiere a una chica que no es virgen.
-
Yo sí. Yo me casaré contigo.
-
Ma non posso sposarti.
-
¿Por qué?
-
Perchè sei pazzo.
-
¿Por qué?
-
Perchè vuoi sposarmi.
Yossarian arrugó la frente, regocijado y confuso.
-
No quieres casarte conmigo porque estoy loco, y dices que estoy loco porque
quiero casarme contigo, ¿no es eso?
-
Si.
-
Tu sei pazz’! –le dijo en voz muy alta.
-
Perchè? –le gritó Luciana indignada; sus inevitables
pechos se elevaban y descendían con delicioso coqueteo bajo la camisa rosa al
incorporarse en la cama–. ¿Por qué estoy loca?
-
Porque no quieres casarte conmigo.
-
Stupido! –le gritó, y le pegó en el pecho
airadamente con el dorso de la mano–. Non posso sposarti! Non capisci? Non posso sposarti!
-
Ya, entiendo. ¿Y por qué no puedes casarte conmigo?
-
Perchè sei pazzo.
-
¿Y por qué estoy loco?
-
Perchè vuoi sposarmi.
-
Porque quiero casarme contigo. Carina, ti
amo –le explicó, y la cogió dulcemente para acercarla a la almohada–. Ti amo molto.
- Tu sei pazzo –replicó en un
susurro, halagada.
-
Perchè?
-
Porque dices que me quieres. ¿Cómo puedes querer a una chica que no es virgen?
-
Porque no puedo casarme contigo.
La
chica volvió a incorporarse bruscamente, con gesto amenazador.
-
¿Por qué no puedes casarte conmigo? –preguntó, dispuesta a zurrarle de nuevo si
no le convencía la respuesta–. ¿Solo porque no soy
virgen?
-
No, no, cariño. Porque estás loca.
(pp. 229-231)