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Revista de estudios filológicos
Nº24 Enero 2013 - ISSN 1577-6921
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teselas

Trampa 22, Joseph Heller

(RBA Bolsillo, Barcelona, 2007)

 

          Los oficiales de la sala estaban obligados a censurar las cartas que escribían los soldados enfermos, ingresados en otros pabellones. Era una tarea muy monótona, y a Yossarian le decepcionó descubrir que la vida de los soldados era sólo ligeramente más interesante que la de los oficiales. Al primer día dejó de sentir curiosidad, y para ahuyentar el aburrimiento se inventó juegos. Un día declaró guerra a muerte a los modificadores, y eliminó cuantos adverbios y adjetivos aparecían en las cartas que caían en sus manos. Un día después, su creatividad se elevó a un plano superior, al tachar el contenido completo de las cartas, excepto precisamente los artículos. Con este sistema experimentaba la sensación de establecer mayor dinamismo en las tensiones interlineales, y en casi todos los casos dejaba un mensaje mucho más global. No tardó en anular parte de los encabezamientos y firmas, manteniendo íntegro el texto. En una ocasión tachó una carta completa a excepción del encabezamiento, «Querida Mary», y al final añadió: «Te echo de menos terriblemente. A. T. Tappman, capellán, ejército de Estados Unidos». A. T. Tappman era el capellán del grupo.

(pp. 10-11)

 

          La pregunta les molestó, porque Snowden había muerto al sobrevolar Aviñón cuando Dobbs se volvió loco y le arrebató los mandos a Huple.

          El cabo se hizo el tonto.

          - ¿Qué? –preguntó.

          - Que dónde están los Snowden de antaño.

          - Lo siento, no le entiendo.

          - sont les Neigedens d’antan? –contestó Yossarian para facilitarle las cosas.

          - Parlez en anglais, por lo que más quiera –replicó el cabo–. Je ne parle pas français.

(pág. 51)

 

         

La habían herido en un ataque aéreo.

          - Dove? –preguntó Yossarian, conteniendo el aliento.

          - Napoli.

          - ¿Alemanes?

          - Americani.

          - A Yossarian le dio un vuelco el corazón y se enamoró. Pensó si querría casarse con él.

          - Tu sei pazzo –le comentó la chica riendo agradablemente.

          - ¿Por qué? –preguntó Yossarian.

          - Perchè non posso sposare.

          - ¿Por qué?

          - Porque no soy virgen –contestó ella.

          - ¿Y eso qué tiene que ver?

          - ¿Quién se casaría conmigo? Nadie quiere a una chica que no es virgen.

          - Yo sí. Yo me casaré contigo.

          - Ma non posso sposarti.

          - ¿Por qué?

          - Perchè sei pazzo.

          - ¿Por qué?

          - Perchè vuoi sposarmi.

          Yossarian arrugó la frente, regocijado y confuso.

          - No quieres casarte conmigo porque estoy loco, y dices que estoy loco porque quiero casarme contigo, ¿no es eso?

          - Si.

          - Tu sei pazz’! –le dijo en voz muy alta.

          - Perchè? –le gritó Luciana indignada; sus inevitables pechos se elevaban y descendían con delicioso coqueteo bajo la camisa rosa al incorporarse en la cama–. ¿Por qué estoy loca?

          - Porque no quieres casarte conmigo.

          - Stupido! –le gritó, y le pegó en el pecho airadamente con el dorso de la mano–. Non posso sposarti! Non capisci? Non posso sposarti!

          - Ya, entiendo. ¿Y por qué no puedes casarte conmigo?

          - Perchè sei pazzo.

          - ¿Y por qué estoy loco?

          - Perchè vuoi sposarmi.

          - Porque quiero casarme contigo. Carina, ti amo –le explicó, y la cogió dulcemente para acercarla a la almohada–. Ti amo molto.

          - Tu sei pazzo –replicó en un susurro, halagada.

          - Perchè?

          - Porque dices que me quieres. ¿Cómo puedes querer a una chica que no es virgen?

          - Porque no puedo casarme contigo.

          La chica volvió a incorporarse bruscamente, con gesto amenazador.

          - ¿Por qué no puedes casarte conmigo? –preguntó, dispuesta a zurrarle de nuevo si no le convencía la respuesta–. ¿Solo porque no soy virgen?

          - No, no, cariño. Porque estás loca.

(pp. 229-231)