reseñas
EXERCICES DE SURVIE DE JORGE SEMPRÚN
Jaime Céspedes
(Université d’Artois. Arras.
Francia)
La editorial Gallimard publicó en noviembre de 2012 el
libro póstumo de Jorge Semprún Exercicies de survie, que debería
aparecer traducido al español en breve. Según se dice en la propia obra, el
autor llevaba escribiéndolo desde 2005, lo que puede parecer sorprendente
cuando vemos que solamente 95 páginas aparecen en el volumen de Gallimard, sin
contar la introducción de Régis Debray. Como era habitual en el autor, sus
proyectos se interrumpían mutuamente y en esta ocasión varias razones pueden
ser aducidas para entender por qué Semprún no pudo terminar este libro, entre
las cuales estarían los numerosos homenajes que recibió en sus últimos años de
vida, su colaboración en los guiones de los telefilmes franceses Aquellos
fueron los años (Ah, c’était ça la vie!, 2008) y Tiempo de
silencio (Le Temps du silence, 2010) y la edición de una selección
de sus discursos desde 1986 con el título de Pensar en Europa (2006),
titulada en su edición francesa Vous avez une tombe au creux des nuages
(2010).
Con Exercices de survie se cierra un año de
publicaciones destacadas en la bibliografía sempruniana. En enero, la editorial
Grasset recuperó en un libro titulado Si la vie continue... las
entrevistas que el periodista Jean Lacouture le había hecho en 1996 para France
Culture. En abril, la misma editorial Gallimard, en su colección “Quarto”,
reeditó en un solo volumen titulado Le Fer rouge de la mémoire toda la
literatura llamada concentracionaria de Semprún, es decir, sus cinco obras
relacionadas con su experiencia como deportado en el campo de concentración de
Buchenwald desde principios de 1944 hasta la liberación del mismo en abril del
año siguiente. Incluye esta edición una generosa cronología ilustrada del autor
en setenta páginas, un glosario de autores, obras, hechos y otras referencias
recurrentes en sus libros, y una selección de otros textos menores, algunos de
los cuales aparecieron ya en el citado volumen Vous avez une tombe au creux
des nuages y otros como prólogos a obras de terceros. En marzo,
A pesar de que la obra que comentamos en estas líneas, Exercices
de survie, deba ser considerada con todo derecho como una obra inacabada,
no hemos de pensar que las páginas publicadas por la editorial habitual del
autor estén en estado de borrador absoluto. Semprún declaró en muchas ocasiones
que tardaba mucho tiempo en dar por terminado un libro, que escribía sin plan
estructural preconcebido, y que la finalización de sus manuscritos era el
resultado de mucho tiempo de reflexión y correcciones. Precisamente por ello
tenemos ahora unas páginas tan cuidadas como de costumbre, escritas y retocadas
a lo largo de seis años, aunque fuese de manera interrumpida. Las páginas que
debían continuar las que están publicadas seguramente sí tengan una apariencia
de borrador menos homogéneo. El propio Semprún afirmó que “la primera parte
está prácticamente terminada” en 2010, en el documental L’Écriture et
La intención de Semprún en Exercices de survie es
plantear la cuestión que más necesitaba aclaración de entre todas las que
componen su compleja imagen autobiográfica y pública, una cuestión de la que
reconocía en el citado documental haber “hablado muy poco” en sus anteriores
obras: la de precisar hasta qué punto fue torturado por
Semprún no había insistido antes de su obra póstuma en el
hecho de que fue torturado, aspecto que solía omitirse en la mayoría de las
presentaciones que se hicieron del autor en vida, que sí insistían en su
carácter de resistente y de deportado, lo que nunca fue suficiente para que
Semprún fuese condecorado oficialmente en vida al nivel que lo fueron otros
resistentes como Stéphane Hessel (antiguo deportado de Buchenwald también y
condecorado con
Cierto es que para que Semprún alcanzase altos reconocimientos
oficiales jugaba en su contra el hecho de que hubiese sido uno de los Prominenten
del campo de concentración de Buchenwald, cuestión que reconoció y explicó en
la anteriormente citada Viviré con su nombre, morirá con el mío. Semprún
fue acogido por los comunistas que organizaban el campo internamente, lo que,
sumado al hecho de que hablaba perfectamente alemán, le permitió ser designado
para ocupar un puesto de tipo administrativo y verse exento de la posibilidad
de ser enviado a un campo de trabajo externo donde se moría por extenuación.
Pero cierto es también que Semprún podría haber sido condecorado ‘simplemente’
como resistente, independientemente de la posición que ocupó después en el
campo de concentración. De hecho, ya desde su primera obra, El largo viaje
(1963) Semprún nunca dejó de afirmar que fue resistente en un maquis en Borgoña
en el verano de 1943. Sin embargo, su propio estilo narrativo también jugaba en
contra de ese anhelado reconocimiento, sobre todo a causa de tres de sus más
evidentes características: su alto grado de literariedad, su falta de precisión
en detalles y fechas, y el hecho de que reconociese abiertamente en sus
entrevistas e incluso en sus propios libros que introducía elementos inventados
en obras que se acogen en principio al pacto autobiográfico. Tal fue siempre la
particularidad del pacto autobiográfico de Semprún: el lector tiene que aceptar
el hecho de que algunos elementos estén inventados, justificando el autor su
inclusión como necesaria para la verosimilitud del conjunto del relato
autobiográfico. La intención de Semprún no es en última instancia ficcional: a
nivel pragmático, sus obras concentracionarias son recibidas por la mayoría de
sus lectores como autobiografías más que como novelas. Sin embargo, si el grado
o porcentaje nunca determinado con precisión por el autor ni por sus narradores
de lo inventado en el contenido de sus obras concentracionarias no ha impedido
que puedan ser leídas como autobiografías, este hecho sí ha impedido que su
contenido pueda ser plenamente considerado como un testimonio fehaciente para
los historiadores.
Semprún, sin renunciar a ese tipo de pacto en ninguna de
sus obras concentracionarias, se esforzó por reclamar más atención de los
historiadores. El mejor ejemplo de ello quizá sea su afirmación en La
escritura o la vida, en el telefilme Tiempo de silencio (que es
fundamentalmente una adaptación de La escritura o la vida) y
precisamente en las páginas finales de Exercices de survie de que el
teniente del ejército norteamericano Alfred Rosenberg contó con su testimonio
en los días inmediatamente posteriores a la liberación del campo de
concentración para elaborar el informe oficial conocido como The Buchenwald
Report. Como leemos en las páginas finales (de las publicadas) de Exercices
de survie, Semprún quería desarrollar e insistir de nuevo en su encuentro
con Rosenberg en las páginas que debían completar el libro. Seguramente habría
dado allí más datos que en La escritura o la vida de su encuentro con
él, aunque en un discurso de 2003 (“Las víctimas del nacionalsocialismo”,
recogido en el volumen Pensar en Europa) ya había revelado que en La
escritura o la vida el personaje de Alfred Rosenfeld representaba a Albert
Rosenberg y que cambió el nombre para proteger su intimidad, literalmente “por
respeto del narrador: ignoraba si el oficial estadounidense había muerto ya o
si seguía vivo. En este último caso, ¿podría haberse sentido herido por la
imagen que yo había trazado de él?”. Sin embargo, la propia justificación de
Semprún en ese discurso pudo perjudicar su supuesta calidad de testimonio
histórico, ya que no parecía que hubiese razón alguna para pensar que el
oficial pudiese sentirse particularmente “herido” por la imagen que Semprún
daba de él en La escritura o la vida, cuando lo llamaba Alfred
Rosenfeld. ¿De qué podría haberse sentido herido cuando lo que se dice de él en
ese libro es elogioso? ¿Acaso ese encuentro fue uno de los elementos que
Semprún suele inventar? ¿O no se produjo en los términos en que Semprún lo
recrea? Lo que sí está claro es que esa denominación desautorizaba al verdadero
Albert Rosenberg en
Lo que sí muestran las páginas publicadas es el esfuerzo
de Semprún por ser considerado como alguien que sufrió la tortura de los nazis
antes de su traslado a Buchenwald. Dado que su insistencia en definirse como
“exdeportado” y más tarde como “deportado” no conllevó un reconocimiento
oficial en Francia como resistente merecedor de las más altas distinciones por
méritos de guerra, Semprún decidió desarrollar el episodio autobiográfico con
el que mejor podía insistir de nuevo implícitamente en ello. Semprún nunca
achacó la tortura a la que afirmó haber sido sometido a la policía o a los
soldados franceses del régimen de Pétain, sino solamente a policías y soldados
nazis, cuya identidad, como es normal, desconocía. Aunque no siempre contó, a
lo largo de sus libros, los detalles de la situación de su detención de la
misma manera, siempre afirmó haber sido detenido y encarcelado directamente por
nazis. La intención principal de las páginas que tenemos de Exercices de
survie es no solamente declarar que fue torturado, sino también fijar el
nivel de tortura que sufrió, pues era consciente de que en sus obras nunca
había abordado con detalle esta cuestión, como hemos dicho, lo cual puede
relacionarse con su principio literario de no pretender ganarse el afecto del
lector por medio de una enumeración o descripción de crueldades que para
Semprún eran signo de mala literatura, como muy a menudo insistían en declarar
los narradores y personajes autobiográficos de sus obras.
La estrategia argumentativa para establecer hasta qué
grado fue torturado consiste en exponer primero, por medio del narrador, los
diferentes niveles de tortura que ejercían los nazis, que, tal como se dice en
la página 32, podrían resumirse en seis, literalmente: “golpes de porra,
suspensión en una cuerda con las manos esposadas, privación de sueño, bañera,
desgarramiento de uñas, descargas eléctricas in crescendo”, para afirmar
después el narrador, en una sola ocasión (en la página 56) que “la bañera fue
el último estadio del tratamiento que me fue infligido, sin resultado, antes de
ser olvidado de repente como una carga inútil por una Gestapo saturada de
trabajo” (traducción literal nuestra del original francés). Con ello quiere
manifestar Semprún que, aunque no fuese torturado “hasta el final”, no puede
quedar duda de que sí fue torturado, dando a entender en su manera de contarlo
que si
Así, Exercices de survie funciona pragmáticamente
como el intento de Semprún por añadir plenamente la calificación de “torturado”
a la de “deportado” o “exdeportado” con que se identificaba continuamente en
sus libros y entrevistas, con el fin de ser plenamente reconocido al más alto
nivel oficial como el resistente que fue en
[1] No estando
la traducción española publicada todavía, siempre nos referimos aquí a las
páginas de la edición francesa.