perfiles
Cayetano Alcázar
Molina,
historiador
riguroso y universitario constante
Francisco Javier
Díez de Revenga
(Universidad de Murcia)
La figura de Cayetano Alcázar trasciende de
los límites de la historia de la Universidad de Murcia, aunque formó parte de su
claustro desde el día 1º de abril de 1926, fecha de su toma de posesión tras
haber obtenido en reñidas oposiciones la cátedra de Historia de España de la
naciente Universidad murciana. De su facultad de Filosofía y Letras fue Decano
y en ella permaneció
Cayetano Alcázar
Molina (años cuarenta)
hasta la Guerra de España, tras la que
obtendría por concurso de traslado, en 1939, la cátedra en Valencia e
inmediatamente en Madrid. Casado con Amanda Junquera, desde los años treinta
mantendría una gran amistad con Carmen Conde, quien viviría en el domicilio de
Alcázar en Madrid, refugiada y salvo de sus denunciadores cartageneros, cuando
Cayetano era alto responsable del Ministerio de Educación Nacional con el
ministro José Ibáñez Martín desde su cargo de Director General de Enseñanza
Universitaria.
Datos biográficos y académicos
Cayetano Alcázar Molina nace en
Madrid el 27 de marzo de 1897 y muere en Santander el 19 de agosto de 1958,
cuando participaba en un curso en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo,
que él mimo había contribuido a restablecer
y fomentar en la década anterior desde la Dirección General de Enseñanza
Universitaria. La fundación de la Universidad de Verano de Santa María de la
Rábida también debe mucho a sus gestiones.
Estudió en el Colegio del Santo Ángel de la
Guarda y después en las Escuelas Pías de San Antón. Ingresó en la Universidad
Central de Madrid, para realizar estudios de Derecho y Filosofía y Letras
(Sección de Historia). Doctor en Filosofía y Letras y Licenciado en Derecho con
los cursos aprobados para el Doctorado en Derecho, sus investigaciones
iniciales se centraron en la cultura del s. XVIII español y en la ciudad de
Madrid, además de en la historia del Correo.
Profesor Ayudante de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad Central, profesor Auxiliar de la Cátedra de Historia
Contemporánea de Instituto Consular y Diplomático de Madrid sustituyendo a Eloy
Bullón, entabla una estrecha amistad con Pedro Sainz Rodríguez, Juan de Contreras
Marques de Lozoya y Román Riaza. De hecho, fue fundador e impulsor con Pedro
Sainz Rodríguez de la revista de orientación conservadora Filosofía y letras (1915-1922), que años más tarde se encargaría de
estudiar en un libro lleno de emocionados recuerdos personales.
Discípulo de Antonio Ballesteros Beretta,
su tesis doctoral versó sobre El correo
en América, y fue publicada, en 1920, con el título de Historia del correo en América. Notas y documentos para su estudio, con
prólogo de José Ortega Munilla.
Funcionario por oposición del Cuerpo de
Oficiales de Correos, fue profesor por oposición de Historia del Correo en la
Escuela Nacional de Correos de Madrid, y en febrero de 1926, Catedrático por
oposición de Historia de España en la Universidad de Murcia en la que se encarga
también por acumulada de la cátedra de Historia General de la Cultura de la
Universidad de Murcia, ya en 1935.
En noviembre de 1926 será nombrado director
del Colegio Mayor Universitario recién creado en la Universidad de Murcia, y el
14 de marzo de 1928 será elegido Decano de la Facultad de Filosofía y Letras. Pronuncia
el discurso de apertura del curso académico 1930-1931 sobre Las colonias alemanas en Sierra Morena (publicado en 1930).
Casado, en 1928, en Madrid con Amanda
Junquera Butler no tuvo hijos.
Durante la Guerra de España, la Universidad
de Murcia dejaría de impartir sus enseñanzas por lo que sería trasladado a la
Universidad de Valencia, por orden de la Subsecretaria de Instrucción Pública,
en octubre de 1937.
Rehabilitado tras la correspondiente depuración
por orden ministerial de 24 de enero de 1940, se traslada por concurso a la
Cátedra de Historia Moderna y Contemporánea de España de la Universidad de
Valencia (2-10-1940), de la que no llega a tomar posesión, ya que provisionalmente se le había destinado a la cátedra de
Historia de España Moderna de la Universidad Central, que obtiene en propiedad en
enero de 1943, aunque la desempeñaba desde 1940. En régimen de acumulada desempeñaría
también de Historia de España de la Edad Moderna y Contemporánea (1947-1948).
En la Universidad Central sería en dos ocasiones Secretario General, entre 1944
y 1946 y entre 1951 y 1958, hasta su muerte.
Entre sus numerosos discípulos destacan los
historiadores Vicente Palacio Atard, José Cepeda Adán y José María Jover
Zamora.
Dibujo de Enrique
Segura (Revista Nacional de Educación,
1946)
En enero de 1946 fue nombrado por el
Gobierno del general Franco, a propuesta del Ministro de Educación Nacional
José Ibáñez Martín, Director General de Enseñanza Universitaria, al
independizarse esta Dirección General y, en cierto modo, sustituir en ella a
Luis Ortiz Muñoz, que había sido Director General de Enseñanza Media y
encargado del despacho de la Dirección General de Enseñanza Universitaria desde
1942 y ser nombrado ahora Subsecretario de Educación Popular. Ibáñez Martín, en
la toma de posesión, no ahorró elogios a su nuevo colaborador: «Alcázar es
realmente un privilegiado de la Providencia en todos los órdenes. Alma limpia y
clara, que no sabe conocer la enemistad ni el rencor, que tiene su espíritu
abierto a todas las cosas favorables y buenas para la vida española; es un
catedrático universitario brillante, amigo entrañable mío, que sabrá continuar
la obra iniciada por don Luis Ortiz Muñoz.» Cesará en julio de 1951 al final
del mandato de Ibáñez Martín, cuando fue nombrado nuevo ministro Joaquín
Ruiz-Giménez y fue sustituido en la Dirección General por Joaquín Pérez Villanueva.
Con Pedro Laín Entralgo, Ciriaco Pérez
Bustamante y Fray Justo Pérez de Urbel (abril, 1953)
Desarrolla también una actividad académica
muy intensa en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas como miembro
del Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo y como uno de los organizadores del
Instituto Jerónimo Zurita del que llego a ser vicesecretario (1940-1944) y
secretario (1945), así como director de La Escuela de Historia Moderna del
CSIC, secretario de la revista Hispania y redactor de la Revista de Indias desde 1940.
Realizó actividades de investigación en el
exterior destacables. Así, cuenta con una pensión de diez meses de la
Universidad Central en 1923, para investigar en Londres, Berlín, Roma o Nápoles,
y en 1930 es pensionado por la Universidad de Murcia para investigar en París y
Viena sobre el siglo XVIII español en relación con la política internacional.
En 1932 es la Junta de Ampliación de Estudios la que le concede una pensión para estudiar un año los hombres del
despotismo ilustrado en París y en Roma, y en 1935 obtiene una bolsa de viaje
de la Universidad de Murcia para estudiar en Viena y Nápoles.
Con Carmen Conde,
Amanda, Jorge Guillén, Juan Fernández Figueroa y Antonio Oliver (Madrid, 1951)
También es destacable su participación en
congresos y encuentros internacionales, desde el Congreso de Ciencias Históricas
de Varsovia, en 1932, donde presenta la ponencia «El despotismo ilustrado en
España», que luego publicaría en París el Bulletin
du Comité International des Sciences Historiques, en 1933, o el Congreso sobre la Enseñanza de la Historia en
Basilea en 1934. En 1932 representaría a la Universidad de Murcia en la conmemoración
del centenario de la Universidad de Ámsterdam. Tras la guerra asistiría como
miembro de la Delegación del CSIC al IX Congreso de Ciencias Históricas de
París (28 de agosto-3 de septiembre de 1950) y como representante de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central al V Congreso
Internacional de Estudios Sardos Cagliari (septiembre de 1953). En 1952 participó
en el Homenaje al cardenal Alberoni en Piacenza (Italia). En diciembre de 1957
volvería a Cagliari al Congreso de Historia de la Corona de Aragón, con la
ponencia La política postal española en
el Mediterráneo durante el siglo XVI. En 1958 acudiría a Peñíscola a los
Coloquios de Erudición Local, con los miembros del Instituto de Estudios
Madrileños Gómez Iglesias y Simón Díaz.
Con Entrambasaguas,
Carmen Conde, Amanda y otros en la Exposición de Molina Sánchez en el Ateneo de
Santander, agosto de 1946
Fue tesorero de la Asociación de Ciencias
Históricas, y cofundador, en 1951, con Luis Araújo-Costa Blanco, Joaquín de
Entrambasaguas, Ernesto Giménez Caballero, Agustín González de Amezúa, Enrique
Lafuente Ferrari, Luis Moya Blanco y José Simón Díaz, del Instituto de Estudios
Madrileños, del que fue su tercer director, tras Amezúa y Entrambasaguas.
Con Vicente Aleixandre
en el jardín de la casa de Velintonia, donde ambos vivían (años 50)
Desarrolló cursos en el Estado Mayor
Central del Ejército sobre «Formación científica del historiador moderno», en
el Primer curso de metodología y crítica
históricas. En la Universidad Internacional Menéndez Pelayo impartió
docencia durante numerosos cursos y en la Universidad de Verano de La Rábida
todos los veranos entre 1943 y 1951 y en 1956. Y, por último, en el Instituto
Histórico Jurídico de la Sociedad Francisco Juárez, en un curso de verano en
Burgos, dio la última lección de su vida un día antes de su muerte, sobre La sociedad en la época carolina. Era el
18 de agosto de 1958. Habían viajado Amanda y él desde Santander a Burgos en un
Renault 4-4 y regresaron a la capital cántabra a los dos y media de la
madrugada. La tarde del 19, como de costumbre, caminó desde su hotel por la
avenida de Los Castros hasta el recinto de las Llamas, en una tarde desapacible
y tormentosa, y al llegar al aula para dar su clase, cayó fulminado de un
ataque al corazón. Era el 19 de agosto de 1958.
En Málaga, agosto de
1944
Un prólogo de
Unamuno
El primer libro de Cayetano Alcázar fue La juerga de la estudiantina (Libros,
patronas, aulas y …), publicado en 1916, por lo tanto cuando el autor
contaba con diecinueve años. En sus páginas recupera el autor sus años
estudiantiles, en un pequeño volumen, de acuerdo con la denominación que él
mismo da al libro en la página de dedicatoria a sus amigos y compañeros Pedro
Sainz Rodríguez y José Antón y Oneca, «conjunto deshilvanado de memorias
estudiantiles». El libro, pasados los años, ofrece un interés muy especial
debido al prólogo que firma nada menos que Miguel de Unamuno. En una entrevista
que le hicieron a Alcázar muchos años después, en la revista Posta Española en 1956, se relata que a
los diecinueve años, el joven Cayetano escribió a don Miguel de Unamuno
pidiéndole un prólogo para su primer libro, lo que éste aceptó dando comienzo a
una amistad y una admiración que iría luego incrementándose a través del
tiempo, primero en España y después en París, donde Unamuno cumplía su
destierro. El propio Alcázar evoca en la entrevista aquellos días: «Le recuerdo
en algunos paseos por los parques de París; era admirable su espíritu crítico y
su profundo sentido de amor por España.»
La juerga de la estudiantina (1916)
El prólogo, fechado en Salamanca el
24 de octubre de 1916, como obra de quien es, es muy sugerente e interesante,
aunque no sorprendente, ya que nos refleja al Unamuno más acerado reflexionado
sobre la vida universitaria: «Estas son notas de un estudiante que desde las
aulas, o al salir de ellas, mira cara a cara al mundo. ¿Es que el aula no es
mundo? En cierto sentido no, no lo es; en otro lo es demasiado. El aula es un
claustro cerrado al mundo la mayor parte de las veces. Al mundo en que vale la
pena vivir. Porque en el aula se dura y no se vive.»
Y lógicamente, Unamuno aprovecha
para censurar de forma satírica y aun burlesca el mundo de la enseñanza, pero
de la enseñanza universitaria, de lo que él denomina «la pedagogía oficial»,
que reconoce que el joven Cayetano Alcázar ha sabido describir y censurar al
mismo tiempo muy bien: «El autor de estas notas, Cayetano Alcázar, ha pasado,
como hemos pasado todos, por las vergüenzas y tristezas de nuestra pedagogía
oficial. Ha sentido cómo en nuestras aulas se prepara alas futuras “fuerzas
vivas de la población que solo trabajan en levantar muertos.” De esas fuerzas
vivas, que son lo más muerto que hay, surgirán los profesionales de la
arbitrariedad, alias políticos.»
No es menor la ración de sátira que
adjudica don Miguel a los catedráticos de Universidad, y él sabía muy bien por
qué. Aprovecha las reflexiones sobre los libros de texto de Cayetano Alcázar
para arremeter contra Su Majestad el catedrático de Universidad, que advierte
que no está sometido a control alguno, como los maestros de enseñanza primaria,
que tienen sus inspectores: «El autor de estas notas arremete contra los libros
de texto. Otros hemos arremetido contra ellos antes y otros seguirán
arremetiendo, Pero esto no basta. No basta mientras el profesor sea más que un
libro de texto parlante. No son mejores los que han hecho un libro de texto
malo. Y el profesor, incapaz o incapacitado, tonto o entontecido, seguirá
impunemente imponiendo, si quiere, so pena de suspensión, sus necedades. Nadie
le irá a la mano, o a la boca. S. M. el Catedrático es intangible. Y si alguna
vez le llega a tocar, será, no lo dudéis, porque no votó al candidato
ministerial o por algo así; S. M. el Catedrático tiene derecho a desbarrar. Hay
inspección técnica, aunque sea mala y pro
formula, para el pobre maestro de escuela primaria; pero S. M. el
Catedrático secundario o terciario —casi en el sentido geológico— es
inviolable. Sobre él no hay autoridad verdadera. Porque sus superiores
jerárquicos —¡qué bien esto de la jerarquía”— no lo son más que
administrativamente.» Por supuesto, las siguientes reflexiones van contra la
enseñanza pública y contra quienes la administran, porque ya nadie cree en la
enseñanza pública: «Muy buena parte de los catedráticos con como curas ateos»,
concluye con una observación del más genuino Unamuno.
Y para terminar se pregunta por el
destino de este libro que está prologando: «Estas quejas de Alcázar, ingenuas y
sencillas ¿servirán de algo? Todo sirve de algo. Que sirvan por lo menos para
desacreditar aun más lo que está ya
desacreditado.» Y, al final, precavido en su sátira, teme que si se extiende la
conformidad y el silencio todo irá a peor. Por lo que clama para concluir: «¿Vamos
por esto a callarnos? ¡No! Ahora le toca chillar al autor de estas notas de un
estudiante».
Un prólogo de
Ortega y Munilla
Para obtener una idea muy clara de la categoría
intelectual de Cayetano Alcázar en sus años de formación, existe un documento
que ofrece notas de indudable interés para fijar el perfil del joven
investigador a la altura de 1920, cuando nuestro historiador contaba apenas
veintitrés años. En efecto, José Ortega Munilla, el veterano escritor y
periodista, sería el encargado de escribir el prólogo, en su condición de
Cronista Nacional de Correos, del libro que recogía la tesis doctoral de
Cayetano Alcázar, Historia del correo en
América. Notas y documentos para su estudio. No se ahorra el padre de
Ortega y Gasset elogios desde el primer párrafo en el que lo denomina «el
ilustrado y meritísimo funcionario del Cuerpo Nacional de Correos» para señalar
a continuación que «es un joven que nació con el amor a los libros. Pudo
dedicarse a los placeres que su posición le brindaba. Prefirió aceptar la noble
y áspera disciplina de los estudios. Universidad y bibliotecas le atrajeron, y
en las aulas magistrales y en las mesas cargadas de volúmenes pasó los días, en
tanto que fuera se regocijaba la mocedad y triunfaba el vano deleite.» Tras
valorar la importancia que Correos tiene para la civilización nacional y el
valor de su historia, elogiará Ortega Munilla del mismo modo la calidad del
libro que está presentando y cuyos contenidos comenta en este prólogo: «Este
libro de Cayetano Alcázar es una lección histórica. Constituye la prueba de que
iniciativas novísimas de otros pueblos progresivos y ricos son viejas en
nuestra legislación.»
Y destaca que ya es hora de que sean los
españoles los que aborden el estudio de la historia y no sólo los extranjeros
los que alaben las glorias patrias: «Extranjeros son los que nos ensalzan.
Porque aquí, ignorantes y matricidas sólo curan de fomentar la odiosa leyenda
negra. Ha llegado el momento de la justicia, y Cayetano Alcázar presenta a los
insignes maestros de la Posta que van a favorecernos con su visita
demostraciones palmarias de que España fue siempre iniciadora, siempre singular
en sus iniciativas, siempre fecundísima en sus ideas y en cada momento amiga de
la universal concordia, que se manifiesta mejor que de ningún otro modo en el
comercio de los pliegos que llevan de parte a parte ideas, intereses y la
continua licitación de los amores humanos». Precisamente, en relación la
historia de América y de la labor de los españoles allí, es donde Ortega
Munilla más valora la aportación de Cayetano Alcázar: «El libro quiere
rectificar la punible indiferencia que hasta ahora se ha observado en todo lo
referente a los asuntos de América, y contribuir a la rectificación de erróneos
conceptos que formaron la leyenda negra contra España, mostrando dentro de la
esfera postal cómo aquí nuestra admirable legislación de Indias referente a los
Correos, y con el nombramiento de los hombres más eminentes de su tiempo, como
el Dr. Lorenzo Galíndez de Carvajal, y Carlos III con el establecimiento de los
Correos Marítimos, mostraron siempre un interés y un cariño grande en todo
cuanto afectaba a nuestras relaciones con América.»
Sigue la descripción del contenido de la
obra para destacar aquellos aspectos que suponen una aportación más original.
Pero sobre todo lo que más valora Ortega Munilla es que el autor se ha servido
de documentación original procedente de los ricos archivos en relación la historia
de América, especialmente el Archivo de Indias, y más aún el estudio minucioso
de esos documentos y de las disposiciones legales sobre el correo en su
relación con América: «Las leyes de Indias referentes al Correo, sus numerosas
disposiciones tocantes a la misma materia del Cedulario que se conserva en el
Archivo Histórico Nacional, ocupa otra parte de la obra, citándose las
disposiciones adoptadas por España para la buena organización del servicio y
demostrándose cómo fueron preocupación constante las comunicaciones con América
y los problemas que a la misma afectaban.»
Historia
del correo en América (1920)
Y, por último, en la conclusión, elogios
hacia el libro y hacia su autor, al que conoce desde que éste era un niño, lo que
le hace reflexionar, con emoción, sobre sus cualidades y bondades
intelectuales. Por eso el libro habrá de ser un instrumento para que mejor sea
conocida la labor de España en América: «Este libro será, sin duda, uno de los
lauros de España en el Congreso de la Posta. Y su autor merecerá un homenaje:
el que corresponde a los estudiosos que rebuscan en los olvidados archivos
esencias de la gloria nacional. Yo, que conocí a Cayetano Alcázar cuando era
niño y ahora le encuentro revestido de lauros académicos, ocupando con brillo
un puesto en la Administración de Correos, siento un intenso regocijo. Es que
los niños que jugaron en torno mío en la edad madura sienten los deberes que me
aprisionaron y que me obligan aún. Es dulce mirar cómo la idea conductora se
comunica a través de las edades, y lo que yo amé cuando florecía en mis
primeros atisbos de la existencia, sigue actuando en los nuevos espíritus. Así
se conserva a través de las generaciones el amor al ideal primario.»
Para terminar con un convencido elogio del
joven investigador que merece todo su respeto y admiración: «Cayetano Alcázar
es un ánimo prestigioso que busca en el estudio su esperanza de prestigios
venideros. Él trabaja mientras los otros huelgan. Felices los que así proceden.
En la fecha presente, el libro de este mozo esclarecido será el timbre de honor
que España necesita... Ruego a los maestros que llegan de lejanas tierras para
honrarnos con su visita que lean el volumen presente. En él hallarán temas de
elogio para España.»
El recuerdo de los
discípulos
A la muerte de Cayetano Alcázar, tanto José Cepeda Adán
como Juan Velarde Fuertes, ambos discípulos dilectos, dedicaron sendos
artículos, en las revistas Hispania y Arbor respectivamente, a evocar la
figura, ya desaparecida, de su maestro. Además de glosar ambos las aportaciones
científicas llevadas a cabo a lo largo de su carrera por Alcázar, dejaron constancia de algunos rasgos
personales que definen muy bien su carácter y cuyo testimonio no puede estar ausente de este perfil, ya que muestran el lado
más humano del personaje.
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Dibujo en la revista Hispania (1958)
Para Cepeda era un hombre muy equilibrado.
«Yo diría que la razón que le llevó a elegir el siglo XVIII como uno de sus
temas preferidos fue la profunda y arraigada idea de buscar el equilibrio, el
punto medio que dominaba su vida. Hombre
de frases acertadas, hay una que recordamos repetía frecuentemente y ha quedado
en nosotros como un lema: “buscar a los hombres por lo que nos une y no por lo
que nos separa”. Y ella se ajustó siempre, procurando salvar distancias y
uniendo partes en discordia. Esta personalidad se alcanzaba a comprender en
toda su hondura en el trato diario, en el que iba derramando con sencillez
—sobre todo con sencillez, de la que era esclavo— acciones continuas de
desprendimiento y generosidad…»
En el mismo sentido se expresa
Velarde Fuertes cuando destaca que «nos faltará en adelante su palabra de aliento en el trabajo, o la frase
ingeniosa que rompe la tensión de un instante, o la mano que amistosamente se tiende
hacia los demás. Pero nos queda un recuerdo suyo valioso, como lo que sale de
las raíces del alma, y una incitación que es ya nuestro patrimonio
imperecedero. Tuvo él confianza en los jóvenes, porque ellos significan la
posibilidad de continuar y remozarse. Él vivió, con total entrega, para la
universidad.» Y, justamente, desde el punto de vista intelectual, resume
Velarde las características de su personalidad, desde su formación: conciencia
universitaria y lealtad a al cultura española, «afirmándolas en un sentido de
solidaridad afectiva hacia todo lo auténticamente español y universitario. Con
el gracejo acostumbrado de su conversación se explicaba muchas veces acerca del
“ruedo ibérico” y de las cuadrillas que lidian en él a lo largo del tiempo; pero
era siempre para deplora que un espíritu más generoso que el ordinario no
hiciera factible la armonía creadora de todos cuantos son llamados a sucederse
en las tareas constructivas de nuestro país y de nuestra universidad, porque
creía, como el sabio antiguo, “que más tiempo es de aplicar medicinas que de
gastar en querellas”».
Quizá una de las notas que más
quedaron prendidas en el recuerdo de sus discípulos era el afán por los viajes
de Alcázar, que le dotó desde joven de una mente abierta y de una curiosidad
universal. Cepeda señala que «su curiosidad le lleva muy joven a emprender
largos viajes para conocer Europa, esa
Europa tan amada por él. Pocos hombres hemos conocido que tuvieran un espíritu
tan abierto y tan enamorado para las cosas europeas. Era un espectáculo verle
recorrer los rincones de París o Bruselas, que conocía maravillosamente y a los
que volvía siempre para gozarlos de nuevo, sin dejar nuca de considerarse un
español neto, incluso en sus reacciones ingeniosas a los contrastes de España.»
Del mismo modo, Velarde Fuerte anota: «Alcázar fue un viajero incansable. El
trabajo profesional, la necesidad de consultar los archivos, las relaciones
interuniversitarias, unas veces; otras, su curiosidad universal y el deseo del
trato con todos los hombres, le llevaron a recorrer los caminos de la vieja Europa en frecuentes ocasiones.»
Con Antonio
Oliver y Gerardo Diego en los Juegos Florales de La Roda (mayo, 1948)
«Hay muchos géneros de magisterio, y
el de Alcázar fue modelo de generosidad, sencillez y optimismo», escribe
Cepeda, mientras que Velarde destaca su sentido de la amistad: «Porque Alcázar,
con su desbordante cordialidad humana, cultivaba la amistad; la amistad que
sabía debe ser considerada como el mayor bien de los hombres, la espada que
está a nuestro lado en la paz y el la guerra. Flor de ese cultivo era el modo
exuberante que tenía de darse a los demás, de vivir las preocupaciones de su
prójimo amigo, de ayudar a resolverlas cuando era hacedero. Desde la vida
íntima de la familia, hasta los círculos más abiertos de los colegas, de los
discípulos, de los subordinados, se extendía el ámbito de su amistad generosa.
Sentimental e impresionable, hombre bondadoso y de afectos entrañables, ha
vivido las alegrías de los demás amigos y también sus penas.»
Con Amanda, Dámaso Alonso, Eulalia Galvarriato y otros en
Santander,
(agosto de 1944)
En ese sentido, Cepeda, en un
artículo ya de 1966, en el primer número de la Revista del Instituto de Estudios Madrileños, y por tanto ya con cierta
distancia, revela una anécdota que define al personaje con exactitud, en el
terreno de la generosidad y del desprendimiento hacia los demás, especialmente
manifiesto cuando ocupó el cargo en el ministerio: «Pone en su gestión un
especialísimo cuidado en la situación general y personal de sus compañeros
repartidos por el área de las distintas universidades. Inquiría y estudiaba el
problema de cada cual y procuraba resolverlo en la esfera de sus posibilidades,
y cuando su deseo se estrellaba con los “imponderables”, como él decía, le
invadía una profunda tristeza. Como un recuerdo muy a tono con su carácter y su
dedicación de estos años de gestión, aún queda cariñosamente incorporado al
lenguaje de los catedráticos españoles la definición de “cayetanas” a una
gratificación inventada por él no se sabe cómo en unos años de apreturas
económicas; símbolo hoy, en su día fueron un alivio notable que llenó de
alegría a aquel hombre pendiente siempre de la situación de sus compañeros.» Y
en el mismo artículo, ya desde la distancia de la muerte, evoca Cepeda los rasgos personales más
definidos de Cayetano Alcázar: «su simpatía, su agudeza, talento rápido,
entrega a los demás y maestría silenciosa y cotidiana, dispuesto siempre con su
dinamismo trepidante a la acción de cualquier clase que fuera.»
Catedrático en
Murcia
La llegada a Murcia de Cayetano
Alcázar, dado que iba precedido de muy buenos informes, no pasó inadvertida
para la sociedad de Murcia y la prensa local se hizo eco no sólo de su
incorporación a la Facultad de Filosofía y Letras, sino también a lo largo de
los años siguientes hasta 1934 de numerosas actividades en las que participó.
Era normal, por otra parte, que la prensa diera cuenta de las actividades de
los catedráticos de Universidad, que eran muy pocos y que en la sociedad
intelectual de Murcia suponían una aportación intelectual sobresaliente y muy
respetada.
La primera noticia que tenemos de Cayetano
Alcázar en la prensa murciana corresponde al momento en el que obtiene la
cátedra en las oposiciones celebradas en Madrid. La Verdad, el 14 de febrero
de 1926, inserta un suelto titulado «La cátedra de Historia de España» que dice
así: «Madrid 13—11’30 h.- (Primera conferencia telefónica).- Tras brillantes
ejercicios, de reñida Oposición, ha obtenido la cátedra de Historia de España
en la Universidad de Murcia el joven doctor don Cayetano Alcázar.» Y la
siguiente, bien curiosa por cierto, hace referencia al banquete que se le
ofrece al nuevo catedrático en Madrid. Interesa por las personalidades que le
acompañaron en tan feliz acontecimiento. Es El
Liberal de Murcia, de 5 de marzo, el que lo recoge en sus páginas con el
título de «En el Hotel Ritz. Banquete a un catedrático de la Universidad de
Murcia»: «En el Hotel Ritz se celebró el banquete organizado en honor del nuevo
catedrático de Historia de España de la Universidad de Murcia, don Cayetano
Alcázar. Asistieron al acto significadísimos elementos de la intelectualidad
madrileña, figurando entre los comensales la ilustre escritora doña Blanca de
los Ríos, los catedráticos Ballester[os], Ibarra, Hilario Ayuso, marqués de
Salcillo y Jaén. También concurrieron muchos jefes y oficiales del Cuerpo de
Correos, al que ha pertenecido hasta ahora el festejado. Ofreció el banquete
don Bienvenido Calvo, el cual dedicó grandes elogios al Señor Alcázar por sus
indiscutibles méritos. El catedrático don Antonio Jaén pronunció un elocuente
discurso ensalzando el idealismo sano y avanzado del joven maestro, que es uno
de los mayores prestigios del profesorado español. El señor Alcázar agradeció
sinceramente emocionado las frases laudatorias pronunciadas en su honor. Dijo
que por encima de todas las cosas ama a sus ideas y que las defenderá siempre
aunque para ello tuviera que hacer los mayores sacrificios. Fue ovacionado».
Levante
Agrario será el que dé la noticia el 14 de abril de 1926 de la toma de posesión de la
cátedra, en un suelto titulado justamente «Toma de posesión». Interesan desde
luego los adjetivos empleados para designar al decano de la Facultad y al nuevo
catedrático junto a los encendidos elogios dedicados a este último: «Con las
formalidades de rigor y ante el ilustre y prestigioso Decano de la Facultad de
Filosofía y Letras de nuestra Universidad D. Baldomero Diez; tomó posesión de
la Cátedra de Historia ganada en recientes y reñidas oposiciones, el cultísimo
escritor don Cayetano Alcázar. El Sr. Alcázar que era catedrático de Historia
de la Escuela Superior de Correos de Madrid, viene a esta Universidad, rodeado
del prestigio, que supo ganar con su activa y fecunda labor, que le han dado un
puesto de honor entre los historiadores y literatos españoles: Reciba el nuevo
catedrático nuestra cordial enhorabuena extensiva a la Facultad a que
pertenece, que cuenta ya entre sus componentes con persona del mérito y talento
de don Cayetano Alcázar.»
La Universidad de
Murcia en 1926 (Barrio del Carmen)
Acababa de cumplir el nuevo catedrático 29
años. Llegaba, en efecto, a la naciente Universidad de Murcia en la que ya
impartían sus enseñanzas algunos catedráticos recién nombrados, como el poeta
Jorge Guillén, que había tomado posesión de su cátedra de Lengua y Literatura
Españolas el 10 de febrero de aquel año. Alcázar será nombrado, ya en
septiembre, Director del Colegio Mayor Universitario, que estaba situado frente
al edificio de la Universidad y frente a la iglesia del Carmen, en la calle del
Carmen número 1, en los pisos tercero y cuarto, con espléndidas vistas a la
plaza. De acuerdo con un Real Decreto de 22 de agosto se habían reorganizado
las normativas respecto a los colegios mayores y el Patronato de la Universidad
de Murcia había adquirido los locales pertenecientes al Hotel Regina para
instalar allí el colegio de acuerdo con el nuevo concepto que habían de tener
estas residencias, tal como recoge la prensa de aquellos días. Así, La Verdad, el 24 de noviembre de 1926
anuncia que los alumnos ya pueden solicitar esa residencia para el curso que
comenzaría el 1 de diciembre, y del mismo modo informa que ha ido nombrado
director del Colegio el Dr. Alcázar, «cuyas cualidades de afectuosidad y
entusiasmo por la enseñanza son
notorias, es segura garantía de acierto para bien de los alumnos y
enaltecimiento de nuestra Universidad.»
Edificio que albergó
el Colegio Mayor en 1926
(Foto Gloria Nicolás, La Opinión)
Del prestigio del personaje en la ciudad da
idea este suelto de Levante agrario de 26 de septiembre de 1926: «Marchó a Madrid, cl Catedrático de esta
Universidad, don Cayetano Alcázar. Buen viaje.»
Las labores de Alcázar en Murcia
fueron muy diversas. Participó activamente en las actividades de extensión
universitaria. Y así lo recoge El Liberal el 30 de marzo de 1927, cuando anuncia lo siguiente: «Universidad de
Murcia. La labor de extensión cultural que como en anteriores cursos organiza
el Rectorado de esta Universidad dará comienzo el día 31 del corriente mes con
una conferencia ilustrada con proyecciones, que, seguramente, resultará tan
instructiva como atrayente para todo amante del saber. El próximo jueves, pues,
a las siete de la tarde desarrollará dicha conferencia que versará sobre “El
descubrimiento de la tumba de Tutankh-amen”, el catedrático de Historia y
director del Colegio Mayor de esta Universidad doctor don Cayetano Alcázar
Molina. Se proyectarán las diapositivas obtenidas por el propio e ilustre
descubridor de la famosa tumba, Mr. Howard Carter.»
Y es el propio El Liberal de 1 de abril de 1927 el que con el título «En la
Universidad. Una conferencia sobre Tutankh-amen» informa «Anoche se celebró en
la Universidad la anunciada conferencia sobre Tutankh-amen a cargo del profesor
de Historia de dicho centro y director del Colegio Mayor don Cayetano Alcázar
Molina. El aula de Física, donde se celebró el acto, se vio concurridísima. El
señor Alcázar empezó su conferencia con unas ligeras observaciones acerca del
reinado del Faraón. Seguidamente se proyectaron interesantes vistas de la ruta
seguida por los descubridores en el valle celeste, hasta encontrar la famosa
tumba de Tut-ankh-amen. También se proyectaron vistas de las galerías y
departamentos descubiertos, con los objetos y utensilios del Faraón que se
exhibieron luego separadamente, pudiéndose aprecia la perfección del arte
egipcio en tan remota época. El señor Alcázar fue explicando someramente, dada
la profusión de proyecciones, las vistas más interesantes de la famosa jornada
de Mr. Howard Carter. Al terminar la primera parte de las proyecciones el
conferenciante dio lectura a una parte de las interesantísimas memorias de
Howard Carter en las que el descubridor de Tutankh-amen expone la enorme
impresión que experimentó al descubrir el primer portal de la escalera que
conduce a la tumba. El público escuchó con mucho interés al conferenciante y le
tributó aplausos.»
Los tres periódicos, Levante Agrario, La Verdad y El Tiempo del 14 de marzo de 1928
recogen el nombramiento de Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, bajo el
título «La voz de la Gaceta. El
decano de Filosofía y Letras de Murcia»: «Madrid, 13. - La Gaceta de hoy publica entre otras disposiciones de menor
importancia la siguiente: Nombrando decano de la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Murcia a don Cayetano
Alcázar Molina.»
Interesante fue lo que ocurrió en
Murcia en octubre de 1928. El día 21 de ese mes se habrían de cumplir los cien
años de nacimiento en Murcia del conde de Floridablanca. Por lo que se deduce
de la prensa de los días previos, las fuerzas vivas no pensaban conmemorar con
la solemnidad exigida el centenario del político murciano, ilustrado y liberal.
El diario El Liberal escribió un duro
editorial y abrió una suscripción popular para llevar flores al monumento que
hay en el jardín de Floridablanca, y Vicente Llovera, que había sido diputado
en Cortes y comisario regio de la Universidad, escribe un agresivo artículo en
el que mostraba su indignación ante la pasividad de las fuerzas vivas, artículo
que publica El Tiempo el 7 de
octubre, y que termina con este expresivo párrafo: «Confío que don Cayetano
Alcázar, Catedrático de Historia de nuestra Universidad, admirable historiador
de Los hombres de Carlos III, suplirá
espléndidamente este olvido de la patria de Floridablanca». El día 18 terminaba El Liberal su editorial preguntándose
si no tendría flores el monumento a Floridablanca, y el día 19, en otro
artículo, insiste en ello y da cuenta del éxito de la suscripción popular para
costear las flores, a la que se suman muchos murcianos conocidos y
desconocidos, cuya relación con la cuantía de la aportación, se va publicando
en los números de estos días. Los estudiantes de la Universidad de Murcia
afirman que ellos, que lo ven todos los días en su monumento desde las ventanas
del edificio universitario, allí estarán en el monumento el día 21:
«Respondiendo, pues, a íntimos impulsos, los estudiantes contestarán a una
pregunta, llena de amarga ansiedad, que se lanzó en un editorial de El Liberal de ayer: Floridablanca, el
ministro liberal y murciano de Carlos III, tendrá flores el domingo en su
monumento» (artículo de F. F. Montiel Giménez); y la Universidad se apresura a
publicar una nota anunciando conferencias, naturalmente de don Cayetano
Alcázar.
Monumento a
Floridablanca en el Barrio del Carmen
(Al fondo, edificio
que albergó el Colegio Mayor en 1926)
Las conferencias aparecen también
anunciadas el 19 octubre 1928 en El Tiempo. Es interesante advertir los términos de la nota, no
habituales en un anuncio normal y corriente de unas conferencias: «Universidad.
Conferencias sobre el Conde de Floridablanca. Coincidiendo con su centenario la
Universidad organiza dos conferencias sobre el Conde de Floridablanca, a cargo
del catedrático de Historia de España de la misma don Cayetano Alcázar. Tendrán
lugar el sábado 20, del corriente, a las cinco de la tarde, y el domingo 21, a
las once de la mañana en el edificio de este Centro. El señor Alcázar,
especializado en los estudios de los
hombres del reinado de Carlos III, autor de un sugestivo libro sobre Olavide,
que prepara otro sobre el glorioso Conde murciano, aportará a estas
disertaciones toda su gran preparación de especialista y todo su entusiasmo por
esa época, excepcional en nuestra Historia. La Universidad entiende cooperar
con la organización de estos actos el tributo de justicia debido a la gran figura nacional del Conde de Floridablanca,
con el ánimo sereno en que inspira todos
sus actos de cultura.»
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El Liberal destaca el éxito del Homenaje a Floridablanca (Murcia, 1928)
El 20 de octubre El Liberal y Levante Agrario recogen junto a la relación de la creciente
suscripción popular y el mismo programa de actos, pero con una adición final
muy significativa, en la que figuran los oradores que intervendrán en la ofrenda,
pertenecientes a todas las formaciones políticas, desde los conservadores a los
republicanos, incluido el representante de los estudiantes: «Domingo 21.—A las
once de la mañana, el señor Alcázar continuará su disertación sobre el Conde de
Floridablanca. A las doce, ante el monumento elevado a su memoria en el jardín
de su nombre, se celebrará el sencillo homenaje de ofrendar la gran cantidad de flores. El monumento será
artísticamente adornado con guirnaldas y flores. Después pronunciarán discursos
alusivos al acto los señores don Ricardo Serna Alba, don Manuel Navarro, F.
Félix Montiel, don José Moreno Galvache, don Vicente Llovera, don Cayetano
Alcázar y don Mariano Ruiz-Funes.» Tanto Moreno Galvache (republicano) como
Lloverá (conservador) fueron multados por el Gobernador Civil con mil pesetas
cada uno por extralimitarse en sus intervenciones, y un acto que había
preparado el Círculo Mercantil para la tarde del domingo fue suspendido. La
dictadura militar y su representante en Murcia no pudieron, evidentemente,
soportar tantos aires de libertad. La crónica del acto y la nota oficiosa del
Gobierno Civil, con las sanciones, aparece en El Liberal de 23 de octubre.
Respecto a la cuantía de la multa, hay que
señalar que era altísima, lo cual advertimos si observamos en la prensa de
aquellos días que los donativos para la ofrenda floral del monumento en su
mayoría eran de 50 céntimos. El estudiante F. F Montiel Giménez dio 1 peseta y
Cayetano Alcázar 5 pesetas. Otros dieron algo más: José Loustau (rector de la
Universidad), Mariano Ruiz-Funes y Emilio Díez de Revenga, 10 pesetas cada uno.
Vicente Llovera y José Moreno Galvache, 25 pesetas cada uno. El periódico
costaba 10 céntimos. Si hacemos una sencilla regla de tres, y pensamos que 10
céntimos podría ser 1 euro de hoy, y que cincuenta céntimos (el donativo más
habitual) 5 euros, 1.000 pesetas, el importe de la multa, corresponderían a la
cantidad actual de 10.000 euros (1.600.000 pesetas de 2001).
En efecto, el 23 de octubre, El Liberal, a toda página proclama el
éxito de los actos que detalla en una información exhaustiva de los discursos
con los siguientes titulares a toda plana: «La iniciativa de El Liberal. El domingo se celebró el
acto grandioso de llevar flores al monumento de Floridablanca. Toda Murcia
acudió con entusiasmo a tomar parte de la romántica ofrenda.» Y en esa misma
página daba cuenta de las sanciones, de la suspensión del homenaje del Círculo Mercantil, mientras recogía la nota
del Gobierno Civil en la que como indica el periódico «se hacen apreciaciones
subjetivas sobre el homenaje».
1929 se inicia con la noticia en La
Verdad del 15 de enero de un banquete en homenaje a José Ibáñez Martín,
catedrático de Geografía e Historia del Instituto de Murcia y Presidente de la
Diputación, que acababa de obtener la cátedra del Instituto San Isidro en
recientes y reñidas oposiciones: «…ha surgido entre un grupo de buenos amigos y
sinceros admiradores, de distintos matices ideológicos y políticos, y sin que
en ellos resalte otro denominador común que el de la justicia y la simpatía, la
idea de ofrecerle un amplio banquete que sirva para expresarle elocuentemente
los sentimientos de felicitación por su resonante éxito, a la vez que de
adhesión personal y de pesar por su futura y lamentable ausencia de esta
ciudad, en la que, dotado de tan buen talento y excelentes prendas de carácter,
conquistó e señor Ibáñez desde su llegada…» Y aparecen los firmantes de la convocatoria, fechada en Murcia el 14 de
enero de 1929. Es interesante su reproducción: «Federico Salmón, Cayetano
Alcázar, Andrés Sobejano, Gonzalo Valcárcel, Mariano Ruiz-Funes, Luis Gestoso,
Francisco Martínez García, César M. Calderón, José Viñas, Víctor Sancho,
Antonio Hernández Ros.» La relación de Cayetano Alcázar con Ibáñez Martín se inicia
ahora, y culminará en los años en que fue su director general de Enseñanza Universitaria, hasta el final de
su ministerio de Educación Nacional en 1951.
A Cayetano Alcázar le correspondió,
por riguroso turno, pronunciar la lección inaugural del curso académico
1929-1930, crucial en la historia de la Universidad, porque meses antes se
había decretado por el gobierno del General Primo de Rivera y por el célebre
ministro de Instrucción Pública Callejo, la supresión de la Universidad de
Murcia. Tras muchas gestiones y protestas, el gobierno rectificó
provisionalmente y permitió que la Universidad continuara su actividad.
Naturalmente, tales circunstancias aparecen
en las palabras preliminares del discurso académico, lo que recoge muy bien el
diario El Tiempo de 2 de octubre, con
el título de «En la Universidad», tras dar detallada cuenta de las autoridades
asistentes al acto presidido por el nuevo rector, Recaredo Fernández de
Velasco, al que acudieron profesores, estudiantes, claustros de los restantes centros
de enseñanza y público en general: «El profesor de Historia de España, don
Cayetano Alcázar, estaba encargado del discurso inaugural, del que extractamos
lo siguiente: Precepto obligado de la vida universitaria es el discurso de
apertura, que refleja las vicisitudes ocurridas en el curso académico. La
Universidad de Murcia ha sentido el dolor de la muerte y la alegría del
renacer. El mismo poder que decretó su muerte, le ha dado la vida, y en estos
instantes es lícito adherirnos y sentir el júbilo de la medida reparadora que
restablece un Centro de cultura en la vida de España. La Universidad d Murcia,
por su historia, merecía continuar viviendo al lado de sus hermanas las
restantes españolas. La labor en ella realizada en reciente crónica puesta de manifiesto
claramente lo demuestra, y las recientes disposiciones de reforma universitaria
encontrarán aquí más rápida y acertada ejecución que en ningún otro sitio. La
debida justicia ha sido pues otorgada y todos debemos felicitarnos. Pone el
orador de relieve el noble empeño del Iltmo. señor Rector, don Recaredo F. de
Velasco, que ha salvado la obra realizada por el anterior Rector don José
Loustau. El señor Fernández de Velasco ha trabajado entusiásticamente, y la
Universidad de Murcia, merced a la clara comprensión del Excmo. señor Primo de
Rivera y del Gobierno de S. M., va a reanudar su vida. […] Es de desear que una
vez restablecida la Universidad, persistan en su interés, que no vean en su
conservación el logro provisional de sus deseos. En todos los órdenes debe
encontrar ayuda la Universidad. Es menester el esfuerzo de todos para
consolidar, cultivar y engrandecer la Universidad murciana.» Y el periódico a
continuación muestra un pormenorizado extracto del discurso inaugural Historia de la colonización de Sierra Morena.
No sabemos nada más de Alcázar hasta 1931,
cuando aparece en El Liberal de 21 de
mayo la noticia de su nuevo nombramiento para el decanato de la Facultad «a
favor de don Cayetano Alcázar», tal como publica la Gaceta. Ya en 1932, los días 4 y 5 de febrero, acude a la
Universidad Popular de Cartagena como representante de la Universidad de Murcia
para pronunciar unas lecciones bajo el título de «Dos Ministros del Reinado de
Carlos III», y con el siguiente contenido: 1. Los Ministros reformadores: su
patriotismo. - Aranda: del motín de Esquilache a la expulsión de la Compañía de
Jesús. Su embajada en París. 2. Floridablanca. - El Fiscal del Consejo de
Castilla. - El Embajador en Roma. Espíritu religioso e ideas políticas. El 6 de
marzo, El Liberal recoge la reseña de
unas conferencias que han tenido lugar en el Instituto organizadas por la
Asociación Profesional de Estudiantes de Bachillerato (F. U. E.), entre las que
destaca la de Cayetano Alcázar sobre «Floridablanca y la Universidad murciana
del siglo XVIII», muy interesante por cierto a tenor de lo que la reseña
describe de su contenido en relación con el funcionamiento, durante el siglo
XVIII, del Seminario de San Fulgencio como universidad y el establecimiento por
el obispo Rubín de Celis de una Facultad de Filosofía en 1777. «Una gran salva
de aplausos premió la labor del Sr. Alcázar, cuyas dotes de orador expuso
envidiablemente, siendo felicitado por cuantos ocupaban la presidencia.»
Cayetano y Amada en la
huerta de Murcia (1936)
En mayo la Universidad de Murcia organizó
un ciclo de conferencias de extensión cultural, en realidad «dos interesantes
conferencias por el catedrático y decano de la Facultad de Letras de esta
Universidad, don Cayetano Alcázar Molina, cuyos temas serán: para el viernes:
«Floridablanca y Murcia-1728-1790». Para el sábado: «Floridablanca y
Murcia-l790-1808», tal como anuncia el diario El Tiempo, que ofrece el día 15 una reseña completa de las
disertaciones: «Como se había anunciado en la Prensa, ha dado en nuestra
Universidad dos interesantísimas conferencias el ilustre catedrático de este
Centro y Decano de la Facultad de Letras don Cayetano Alcázar. Numeroso y
escogido público acudió las tardes del viernes y el sábado a escuchar la
autorizada palabra del cultísimo profesor que disertó sobre el tema, “Floridablanca”.
En la primera de las conferencias celebrada el viernes a las seis y media de la tarde el docto profesor estudió a
Floridablanca en su relación con Murcia su tierra en el periodo 1728-1790 aportando
el señor Alcázar abundancia de originales datos y exponiendo el
desenvolvimiento del eximio estadista, en esos años, con la galanura y
documentación peculiares en el conferenciante. Muchos aplausos y felicitaciones
recibió el señor Alcázar al finalizar su primera conferencia. Ayer sábado, a la
misma hora ofreció su segunda amena e interesante disertación el erudito
catedrático. Describió el vivir y la actuación del conde de Floridablanca y su
relación con nuestra ciudad desde 1791 a 1808, admirando a sus oyentes por el
cabal estudio hecho y expuesto con la brillantez de conceptos y la facilidad de
palabra que adornan al prestigioso catedrático. La selecta concurrencia tuvo
para el señor Alcázar muy justas alabanzas y sinceros aplausos, a los que unimos
sinceramente los nuestros lamentando que la falta de espacio que merecen.
Parece ser que la Universidad, se dispone a editar estas admirables
conferencias del distinguido profesor, con lo cual, a la vez que rendir el
debido honor, al señor Alcázar tributará el delicado e interesante homenaje a
la figura el preclaro murciano Conde de Floridablanca, para el cual tuvo el
conferenciante especiales palabras de exaltación, ensalzando la justicia de los
homenajes que Murcia le viene rindiendo.»
Otra significativa actividad de Alcázar en
la Universidad de Murcia viene recogida el El
Liberal de 25 de abril de 1934, en
cuyas páginas se anuncia un ciclo de conferencias de alta categoría, organizado
por el activo decano de Filosofía y Letras, «a cargo de los siguientes
profesores: Don Antonio Ballesteros, catedrático de la Universidad Central y
académico. Doña, Mercedes Gaibrois de Ballesteros, académica de la Historia.
Don Claudio Sánchez Albornoz, catedrático y académico. Don Cayetano Alcázar
Molina, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de esta Universidad que
disertará sobre «Los revolucionarios españoles del siglo XVIII». Don Augusto
Fernández de Avilés y Álvarez Ossorio, director del Museo Arqueológico
provincial, sobre «Los problemas arqueológicos de la Región murciana». Don
Andrés Sobejano Alcayna, bibliotecario de la Universidad, sobre «La pintura
glosada por la Poesía» y «Eruditos murcianos». Dr. W. Bierhenke, Lector de
alemán del Colegio Mayor, sobre «Investigaciones etnográficas en la huerta de
Murcia».— «La barraca». Los días y horas serán anunciados oportunamente.»
Sabemos por El Liberal del 13 de mayo
que Ballesteros habló de «La génesis del descubrimiento de América» y que
Mercedes Gaibrois lo hizo sobre «María de Hungría», pero Sánchez Albornoz, al parecer,
no llegó a venir a Murcia.
Otras conferencias pronunció en Murcia
Alcázar a lo largo de aquel 1934. Había comenzado en enero con «La vida escolar en Murcia en el siglo
XVIII» para la Asociación Profesional de Estudiantes de Derecho (F. U. E.) (El Liberal, 23 de enero) y cerró el
curso con otra muy sugestiva, según las reseñas que los periódicos publicaron.
En los salones de la Casa de la República, habló don Cayetano de «Alegría y
dolor de España. Desde Quevedo a Unamuno», y es El Tiempo de 2 de junio, quien hace la más detallada reseña.
Ya no habrá noticias directas de las
actividades públicas de don Cayetano ni durante 1935 ni durante 1936. Como
sabemos, la guerra impidió que la Universidad de Murcia siguiera sus
actividades, y sus catedráticos fueron destinados a otros centros. Cayetano
Alcázar partió hacia Valencia, en octubre de 1937 para incorporarse a esa
Universidad, por orden de la Subsecretaría de Instrucción Pública. Su relación
directa con Murcia y con su Universidad había finalizado.
Isabel de Ambía,
Amanda Junquera Butler
Siempre en segundo plano, bien como
esposa del catedrático universitario bien como amiga íntima de la escritora
Carmen Conde, a lo largo de una convivencia personal entre ambas que duró medio
siglo, Amanda Junquera Butler, con el seudónimo de Isabel de Ambía, desarrolló también una actividad intelectual
que en este perfil de Cayetano Alcázar merece ser recordada, ya que además de
autora de bien valorados cuentos, realizo diversas traducciones y otros
trabajos editoriales. El seudónimo elegido tiene que ver con la localidad
gallega de Junquera de Ambía, de donde procedía su familia.
Nacida
en Madrid en 1898, casó con Cayetano Alcázar en 1928, tal como recogió la
prensa murciana. En efecto, la prensa local se haría eco también de esta
interesante noticia, aparecida el El
Liberal 8 de julio de 1928: «En la iglesia parroquial de Santa Bárbara, de
Madrid, han contraído matrimonio la distinguida señorita Amanda Junquera y el
catedrático don Cayetano Alcázar, decano de la Facultad de Letras de la
Universidad de Murcia. La feliz pareja ha salido para el extranjero. Nuestra
enhorabuena.»
Y fue Amanda hasta la muerte de
Cayetano su compañera inseparable, siempre atenta a lo que fuese necesario para
hacer la vida de Cayetano, tan activa, posible. Juntos hicieron todos los
viajes a los que Alcázar era tan dado tanto desde el punto de vista profesional
como en los descansos veraniegos en viajes turísticos privados, en los que
muchas veces fueron acompañados por Carmen Conde. Como recuerda Velarde Fuertes
en su artículo de 1958, Amanda fue para Cayetano «compañera inseparable de su vida […] que puso siempre en la melodía
del alma de Alcázar un contrapunto de ternura, delicadeza y cultivada poesía».
Amanda y Carmen
Conde (hacia 1940)
Su relación con Carmen Conde ha sido
estudiada ya con cierto detalle. El 3 de febrero de 1936, en uno de los actos
académicos de la Universidad Popular de Cartagena, que tuvo lugar en la
Universidad de Murcia, Carmen Conde conoce a Amanda Junquera Butler. A las muy
pocas semanas, Carmen Conde dedicaría a Amanda una prosa poética, «Naranja»,
fechada el 7 de marzo de 1936 y que permaneció inédita hasta que la incluyera
en su libro de memorias Carmen en 1986: «Para
Amanda, en memoria de esta primavera».
Amanda con Carmen
Conde y Clemencia Miró (El Escorial, junio 1941)
La
amistad entre ambas mujeres, fortalecida durante el transcurso de la inminente
Guerra de España, se desarrolla de forma inmediata e impulsiva y se pone de
relieve en una intensa correspondencia. El traslado de Carmen a Murcia, ya
durante la Guerra, les va a permitir fomentar esa unión espiritual y personal,
que se va a fortalecer aún más cuando sus maridos están fuera de la Región, uno
en el frente de Baza (Antonio Oliver Belmás) y otro desplazado a la Universidad de Valencia, y finalmente también
movilizado en el mismo frente de guerra. Los destinos de Amanda y Carmen
confluirán muchas veces en su itinerario, desde su estancia en el Parador de
Ifach, durante el viaje a Valencia, donde Cayetano se había trasladado para dar
clase de Historia de España, por ser la única Universidad abierta y estar en
ella algunos amigos entrañables como Dámaso Alonso. Llegaron a Ifach el 27 de
junio de 1937 y en el Parador permanecieron hasta el día 30. Y de allí a
Valencia donde se matricularon en la Universidad: allí intimaron con Carmen
Iglesias, Concha Zardoya y Josefina Escolano, conocida por el seudónimo de
María de Gracia Ifach.
Cayetano Alcázar con
Amanda, Antonio Oliver y la madre de Carmen Conde, María Paz Abellán
(Navacerrada, 1948)
Tras la Guerra de España, en abril de 1939,
Carmen y Amanda llegan a Madrid, procedentes de Valencia, y se refugian en casa
de la hermana menor de Amanda. Allí permanecen hasta el cambio de domicilio de
Cayetano Alcázar y Amanda Junquera, que alquilan una vivienda en el inmueble
propiedad del poeta Vicente Aleixandre, en la calle Velintonia 5. En esa casa vivirían hasta la muerte de
Amanda en 1986, con mayor o menor presencia de Carmen por temporadas, en el
piso superior de la casa que Vicente compartía con su hermana Conchita.
La presencia de Amanda Junquera da forma e
intensidad a muchos de los versos de Carmen Conde en los que es posible
advertir la amistad íntima de ambas así como las experiencias compartidas. El
mejor ejemplo es el «Canto a Amanda», fechado en Velintonia el 14 de junio de
1945: «Los años que transcurren junto a ti / son sueño del que nunca he
despertado / sin el hallazgo, Amanda, de tus ojos». Carmen Conde dedicó a
Amanda muchos de sus libros, con dedicatorias de lo más expresivo, como hemos
estudiado en nuestra aportación («Carmen Conde: dedicatorias a Amanda») al
volumen En un pozo de lumbre. Estudios
sobre Carmen Conde (Murcia, Fundación Cajamurcia, 2008).
Cayetano, Amanda,
Carmen Conde y Eulalia Galvarriato
(Jardines de Piquío, Santander, 1944)
También Cayetano Alcázar le dedicó algunos
libros, con dedicatorias no menos expresivas, tal y como se lee en los
ejemplares que se conservan en el patronato Carmen Conde Antonio Oliver de
Cartagena. Así, en La colonización
alemana de Sierra Morena: «A Amanda, A la plus grande, et plus sublime
pettite de tout le monde, avec l' amour et le vie; a la Reine, a la Glorie; a
Florence. Tout. julio-926 Alcázar.» O en Los
hombres del reinado de Carlos III: D. Pablo de Olavide: «Para Amanda, por
Amanda, en Amanda, con toda su pequeña gloria, y mi cariño Grande. Por el
infinito Santo de las horas en que leímos juntos, y rezamos a Dios, con nuestro
amor, caminando, las almas unidas, por la tierra. Siempre tu Tanito».
La única obra de creación de Isabel de
Ambía publicada en forma de libro fue Un
hueco en la luz, que, con prólogo de Joaquín de Entrambasaguas, se publicó
en Madrid, en la colección Cuadernos de Literatura del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, en 1947.
En Roma, septiembre de
1952
También realizó numerosas traducciones,
desde 1942: Mediterráneo báltico de
Ana María Speckel , que publica Espasa-Calpe, en 1942 con prólogo suyo; Eugenio de Saboya de Alejandro Tassoni
Estense, también con prólogo de Isabel de Ambía (Madrid, Espasa-Calpe, 1943); La poesía con Juan Ramón [Jiménez], del
hispanista italiano Carlos Bo, con prólogo de José María Alfaro (Editorial
Hispánica, 1943); El duque de los
Abruzzos y sus empresas de Adriano Augusto Michieli, con nota preliminar
suya (Madrid, Espasa-Calpe, 1943); Personajes
de la Inquisición de William Thomas Walsh, con prólogo de Cayetano Alcázar
(Madrid, Espasa-Calpe, 1948 y con reediciones en 1953 y 1963). Y Memorias. La edad de los secretos, traducción de Le temps des secrets de
Marcel Pagnol (Barcelona, Juventud, 1963). Y prologó el libro Vivir y cavilar de José María Chacón y Calvo (Barcelona, [Seminario
de Literatura Española de la Universidad] , 1950). En enero-marzo de 1952, el
número 1, inaugural de la Revista de
Literatura del CSIC, recogió su relato «Por el sueño». En ese mismo número
colaboraban varios amigos: Vicente Aleixandre, con «El árbol», Carmen Conde, con
«Dos poemas», Rafael Morales, con «A la rueda de un carro», y Camilo José Cela,
con «Tres geografías».
Realizó también algunos ensayos que
fueron publicados en monográficos y homenajes: «La obra de Concha Espina» con
Irene Behn (Cuadernos de Literatura
Contemporánea, 1, 1942); «Junto a
Gabriel Miró» (Cuadernos de Literatura
Contemporánea, 5-6, 1942); «Don Ramón del Valle Inclán en Roma», (Cuadernos de Literatura Contemporánea,
1942); «Magia en la vida y en la obra de don Ramón María del Valle-Inclán», (Cuadernos de Literatura Contemporánea, 18,
1946); «Homenaje a Gabriela Mistral» en Gabriela Mistral premio Nobel, Madrid,
Talleres de Blass 1946, en el que también colaboran Vicente Aleixandre, Gerardo
Diego, Consuelo Bergés, Dámaso Alonso, Carmen Conde, Clemencia Miró, Concha
Zardoya, Antonio Oliver, Antonio Espina, Gregorio Marañón, Amira de la
Rosa-Ginés de Alvareda, Carlos Bousoño, Ángel Valbuena Prat y Josefina Romo
Arregui.
En la Plaza de San Marcos de Venecia, leyendo la Stampa (septiembre 1952)
En 1947, la Antología
española de Francisco Broch y Llop, en su cuarta edición (Padua, CEDAM, 1947),
incluye los textos de Amanda «Don Ramón del Valle Inclán en Roma» y «Junto a Gabriel Miró», precedidos de una breve
semblanza de la autora. En 2006 ha sido incluida por Isabel Díez Ménguez, en su Antología de cuentistas madrileñas (Madrid,
La Librería, 2006).
Amanda Junquera Butler murió en Madrid el
27 de diciembre de 1986. Su entierro tuvo lugar, en la intimidad, el día 28 en
el cementerio de Torrelodones.
Esquelas
Labor
historiográfica
El estudio y la valoración de la
obra historiográfica de Cayetano Alcázar ya la llevaron a cabo sus discípulos
José Cepeda Adán y Juan Velarde Fuertes, con títulos más que sobrados, en los
artículos publicados a raíz de la muerte del catedrático y posteriormente. Recientemente
el historiador Juan Hernández Franco, al abordar la nueva edición del libro de
Alcázar sobre Floridablanca, dedicó un pormenorizado estudio preliminar al
análisis de la labor investigadora de nuestro personaje, con referencias
detenidas a todas y cada una de sus obras y en especial a sus exégesis sobre el
político murciano de Carlos III, al que don Cayetano dedicó estudios durante
toda su vida.
Con Lola Planes, Valbuena Prat y José Planes y Paquita
Briones (esposa de Valbuena) (años 50)
El primer trabajo historiográfico de
Cayetano Alcázar lo publica cuando todavía es estudiante, a los veinte años, en
la revista de su Universidad, por él fundada, Filosofía y Letras, con el título de «La prensa política en las
Cortes de Cádiz. Apuntes para su estudio», aunque su dedicación investigadora
iría enseguida por otro camino, conducente a la realización de la tesis
doctoral y especializándose en la historia del correo en España, ámbito
profesional que, como funcionario por oposición de Correos, le era muy próximo.
Obtuvo el titulo de doctor y publicó diversos estudios como El espíritu corporativo de la posta española y la Historia del correo en América.
Notas y documentos para su estudio, que contaría con el ya citado prólogo
de José Ortega y Munilla. Ambos aparecieron en 1920. En 1928 todavía publicaría
una aportación más a este ámbito de investigación: Los orígenes del correo moderno en España. Dado que para el trabajo
e la tesis tuvo que especializarse en documentación sobre historia de América,
nunca abandonó su perfil americanista, a los que volvería con algunos trabajos
relacionados con la historia de América, como Conquistadores y virreyes españoles en América, de 1930, o Los virreinatos en el siglo XVIII, de
1936.
El libro sobre Floridablanca en su última edición (2008)
Uno de lo objetos de estudio de
Alcázar, al que dedicó más atención a lo largo de su carrera, como ya hemos
señalado, fue el conde de Floridablanca, que ya aparece en uno de sus más
tempranos estudios, La responsabilidad en
la Historia de España. Memoria leída en el Ateneo de Madrid, el día 22 de
enero de 1923, y que continuará en el
libro de 1929, El conde de Floridablanca
(notas para su estudio), y, sobre todo en el de 1934, El Conde de Floridablanca, su vida y su obra, hasta llegar a lo
artículos de los años cincuenta publicados en la Revista del Instituto de Estudios Políticos, titulados «España en
1792. Floridablanca. Su derrumbamiento del gobierno y sus procesos de
responsabilidad política» (1953) e «Ideas políticas de Floridablanca. Del
despotismo ilustrado a la Revolución francesa y Napoleón (1766-1808)» (1955).
Juan Hernández Franco, que se ha ocupado en
diversos escritos de las aportaciones de Alcázar al estudio de Floridablanca,
resume en 2009 sus aportaciones con esta síntesis: «En el siglo xx, Moñino ha tenido en Cayetano Alcázar
Molina a uno de sus principales biógrafos. El enorme trabajo desarrollado sobre
el ministro, le lleva a situarlo como uno de los hombres claves del despotismo
ilustrado español promotor de una “revolución desde arriba”,
y, en concreto, como “uno de los pocos hombres de Estado que España ha tenido
en su Historia contemporánea”. Cayetano Alcázar además de un excelente
conocedor del método historicista, era un regeneracionista y, en su ontología,
concedía enorme valor a lo español, a España y a los principios derivados del
catolicismo. Por eso opina que Floridablanca, aun siendo un hombre del siglo xviii,
“se parece más al espíritu de catolicidad y lucha de España con el que [se]
asocia al siglo xvi” que al espíritu nórdico que se
atribuye a la decimoctava centuria y del que son buena muestra las pelucas y
casacas, el volterianismo y el jansenismo y su consecuencia: el impulso destructor,
que había prendido en “sus clases directoras”, comenzando por el rey y
continuando por la nobleza e, incluso, afectando a los obispos. Aunque
finalmente, en vísperas de la revolución francesa, España da marcha atrás, se
aleja del ser nórdico, recupera su esencia de Levante. En una palabra:
“retrocede de nuevo”. Y a ese hombre del Levante, “magnífico español” en la ejecución del
programa de reformas, Alcázar le atribuye bastantes más méritos que a Carlos
III, “[que] dejaba hacer a sus ministros;
[que] reinaba pero no gobernaba”. Por el contrario los ministros, y en
particular Floridablanca, se sintieron atraídos por los principios ilustrados y
querían alejar a “España de hondas y
tradicionales raíces”, a la vez que
deseaban una “humanidad mejor”, haciendo
uso de paliativos renovadores. Por todo ello, Alcázar denomina a Floridablanca
y a los restantes representantes del despotismo ilustrado —situándose en el
tiempo histórico del antiguo régimen— “los revolucionarios de entonces”.»
Una conferencia pronunciada el día 10 de mayo
de 1926 en el Centro de Intercambio Intelectual Germano-Español sobre La colonización alemana de Sierra Morena representa el inicio de
otra de sus dedicaciones que culmina en estudios posteriores como el titulado Los hombres del reinado de Carlos III. D.
Pablo de Olavide (el colonizador de Sierra Morena), de 1927 y el discurso
leído en la solemne inauguración del curso académico 1929-1930, en la
Universidad de Murcia, sobre Las colonias
alemanas de Sierra Morena.
Con Carmen Conde,
Eulalia Galvarriato, Amanda y Petra Fernández de las Redondas (madre de Dámaso
Alonso) (Santander, agosto, 1944)
Uno de los trabajos más entrañables para el
propio autor, fue el volumen que dedicó al estudio de la revista Filosofía y Letras que él mismo había
llevado adelante con algunos compañeros universitarios como Pedro Sainz
Rodríguez. Publicado en 1953, defendía el sentido universitario y el carácter
innovador y amistoso de la revista, y en la presentación del volumen, según
recuerdan sus discípulos, la emoción acudió a sus palabras cuando evocaba a ese
grupo de amigos entrañables que hicieron la revista. Como escribe Cepeda, «para
todos tiene unas palabras de cariño y
quiere de este modo salvar los esfuerzos de una generación que amaba a España y
luchaba desde los claustros de la Universidad con su espíritu nuevo.»
En la bibliografía que se ofrece a continuación,
se advertirá que los intereses de Alcázar se irán abriendo hacia otros campos
de investigación, siempre en los ámbitos e la Edad Moderna, siglo XVIII,
Ilustración y Romanticismo, y que en sus últimos meses estaba embarcado en la magna
empresa de la edición de la Historia de
España de Aguado Bleye, en la que colaboró en diferentes ediciones.
Nota
final:
Agradezco a Caridad Fernández e Isabel Ortuño, del Patronato Carmen
Conde-Antonio Oliver de Cartagena, su colaboración en la consulta de la
documentación referente a Cayetano Alcázar así como en la recopilación de la
información gráfica, y a su Director el Dr. Cayetano Tornel Cobacho las
facilidades que me han permitido contar con un fondo documental tan valioso.
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estudiantina (Libros, patronas, aulas y …), prólogo de Miguel de Unamuno,
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«El
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desde el punto de vista americano, del profesor Merriman, de la Universidad
de Harvard. (Conferencia leída en el Ateneo de Madrid), traducción, 1922.
El gigante enfermo, de Guillermo
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Comunicaciones, julio y agosto de 1922.
La responsabilidad
en la Historia de España. Memoria leída en
el Ateneo de Madrid, el día 22 de enero de 1923, en la Sección de Ciencias
históricas por el Secretario Primero, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra,
1923.
Prólogo
a Ricardo Ortiz Vivas, Apuntes para la
historia del Correo. Historia de los carteros urbanos, Madrid, [s.n.], 1924.
La colonización
alemana de Sierra Morena. Páginas escritas con los datos utilizados en la
conferencia pronunciada el día 10 de Mayo de 1926 en el Centro de Intercambio
Intelectual Germano-Español por Cayetano Alcázar Molina, Madrid, Centro de
Intercambio Intelectual Germano-Español, 1926. Conferencias dadas en el Centro
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Landaluce y sus relaciones con los emigrados en París. Documentos para la
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de Rivadeneyra, 1926.
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reinado de Carlos III. D. Pablo de Olavide (el colonizador de Sierra Morena), Madrid, Biblioteca
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del correo moderno en España,
Madrid, Imprenta Municipal, 1928. Tirada aparte
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El conde de Floridablanca
(notas para su estudio), Madrid, Publicaciones de la Universidad de Murcia,
Sucesores de Rivadeneyra, 1929.
Las colonias
alemanas de Sierra Morena. (Notas y
documentos para su historia), discurso
leído en la solemne inauguración del curso académico 1929-1930, Publicaciones
de la Universidad de Murcia, Madrid,
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