estudios
Trascendencia de la ortografía en la clase de español
como lengua extranjera y su aplicación didáctica
David
Sánchez Jiménez
(Universidad de Washington. Facultad de Ciencias y Artes. Departamento de Español y Portugués. Seattle, Estados Unidos)
Resumen:
El
presente artículo propone una reflexión sobre la trascendencia de la ortografía
para el propio hablante en la lengua nativa y en el aprendizaje de una lengua
extranjera por parte de un no nativo. En primer lugar, se revisan desde una
perspectiva cognitiva las dificultades que encuentra el aprendiz extranjero en
el procesamiento de la ortografía en ambas rutas, la fonológica y la
ortográfica. A continuación, se estudia cómo afectan la ortografía literal y la
fraseológica al significado del texto. De igual modo, se analiza la relevancia
que estas faltas tienen en el ámbito sociocultural. Finalmente, se propone un
modelo de actuación con algunas medidas didácticas concretas que remedien las
carencias existentes en esta materia.
Palabras
clave: didáctica, ortografía, lengua extranjera, procesamiento
ortográfico, comunicación, cognitivismo
abstract:
This article proposes a
reflection on the importance of spelling for the speaker in his own native
language and in learning a foreign language by a non-native speaker. First,
from a cognitive perspective, the difficulties encountered by a foreign learner
in the processing of spelling in both the following ways: phonological and
orthographic are examined. Further, it is studied how the literal orthography and
the phraseology affect the meaning of the text. Likewise, the relevance that
these mistakes bring in the sociocultural field is analyzed. Finally, a
performance model is recommended with some specific didactic methods to fill in
the existing gaps in this area.
Key words: foreign language
teaching, spelling, orthographic processing, communication, cognitivism
1. INTRODUCCIÓN: ORTOGRAFÍA Y COMUNICACIÓN
Nebrija y Bello han situado la
ortografía en un lugar trascendental como pilar sobre el que reside la unidad
de la lengua. De ello se sobreentiende su relevancia para la comunicación
escrita, por erigirse la ortografía como mediador en el mutuo entendimiento
entre el emisor y el receptor de un mensaje escrito, quienes encontrarán
mayores dificultades en el intercambio comunicativo en función de las
desviaciones fonográficas ocurridas en el código que esté utilizando el emisor.
La importancia de su dominio, por ende, reside en que es fundamental conocer la
ortografía para comunicarse por escrito y en que nuestro interlocutor entienda
nuestro mensaje. En cambio, la ortografía carece de significado en sí misma,
pues no es más que es un instrumento de la comunicación para escribir
apropiadamente y transmitir el significado de forma clara, precisa y sin ambigüedades.
No es, como decimos, un objetivo en sí misma, sino una técnica complementaria o
auxiliar de lo realmente fundamental, que es saber hablar, leer y escribir con
fluidez. Siguiendo el esquema de la
comunicación de Jakobson (1984), esta transmisión de significados no sería
posible si el escritor codificara el mensaje en un código diferente, es decir,
que no utilizara la misma convención del que éste hace uso. En tal caso, el
mensaje resultaría de difícil descodificación, por lo que la comunicación no se
establecería de forma eficaz e incluso podría llegar a abortarse. De la
trascendencia que la correcta escritura tiene para la comunicación ya se hace
eco la RAE en el “Discurso proemial de la Orthographia de la Lengua Castellana” de su Diccionario
de Autoridades: “sin ella no se puede comprender bien lo que se escribe ni
se puede percibir con claridad conveniente lo que se quiere dar a entender” (cit.
Ruiz de Francisco, 1994: 35).
TRASCENDENCIA
DE LA ORTOGRAFÍA EN LA HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA
No pasa desapercibida tampoco la
repercusión que tiene la ortografía en la historia de la lengua escrita,
especialmente si nos detenemos en comparar cuán diferentes son los textos
escritos conservados en la prehistoria literaria del castellano de los que actualmente
disponemos. Las formas de regular el código escrito se han ido modificando en
el transcurrir de los siglos y hoy no se entienden, sino con dificultad, las
lecturas del pasado. A esto contribuyen el vocabulario obsoleto y las
construcciones sintácticas, sin duda, pero no hemos de minusvalorar tampoco la
responsabilidad que en ello tienen la paleografía y los propios cambios
ortográficos que han venido modificando la imagen escrita de la lengua a lo
largo de los siglos. Cambios, por otro lado, tan justificados como necesarios,
como apuntaba ya Nebrija en su Gramática
Castellana a la altura de 1492. Fue este gramático el que primero puso
fuera de toda duda la trascendencia y la necesidad poner atención en la
práctica de esta materia.
De
allí començando a declinar el imperio de los romanos:
junta mente començó a caducar la lengua latina: hasta
que vino al estado en que la recebimos de nuestros
padres: cierto tal que cotejada con la de aquellos tiempos: poco más tiene que hazer con ella que con la aráviga.
Lo que diximos de la lengua ebraica.
griega y latina: podemos mui más clara mente mostrar en la castellana: que tuvo
su niñez en el tiempo de los juezes y reies de Castilla y de León: y començó a mostrar sus fuerças en tiempo del mui esclarecido y
digno de toda la eternidad el rei don Alonso el
sabio. […] Esta hasta nuestra edad anduvo suelta y fuera de regla: y a esta
causa a recebido en pocos siglos muchas
mudanzas, porque si la queremos cotejar
con la de oi a quinientos años: hallaremos tanta
diferencia y diversidad” (Nebrija, 1492: Prólogo)[1].
En las palabras de Nebrija se
percibe una preocupación secular que ha ocupado a los ortógrafos y a los
tratadistas a lo largo de la historia (c.f. Esteve
Serrano, 1982; Martínez Alcalde, 1998; Sánchez Jiménez, 2007). En concreto,
fijar la ortografía con el fin de conservar la unidad del idioma y que la
perdurabilidad de la lengua escrita permita al ser humano entenderse a través
de los siglos sin el riesgo de que el español derive en otras lenguas, como
ocurriera con el latín. Por ello, Nebrija trató de dar respuesta a una de las
principales preocupaciones del hombre renacentista, la elaboración de un código
escrito uniforme con el que comunicarse de forma eficaz y que perdurara en el
tiempo. Este humanista propuso simplificar las grafías heredadas del sistema
latino en la lengua española, adoptando el criterio de la pronunciación de
Quintiliano, que eliminaba las letras vacías y sobrantes, con el fin de dejar un
oficio para cada letra, y que esta se correspondiera con un fonema. Este sería
el primer atisbo de reforma ortográfica de la lengua española. El destierro de
las huecas carcasas de la lengua latina tenía como objetivo mantener únicamente
las grafías que se usan como una pura trascripción de los fonemas del habla,
dando lugar a un sistema en el que reinara una correspondencia biunívoca, una
ortografía fonémica (Mosterín,
1981) que evitara la arbitrariedad en el uso de pares, como b/v, g/j, c/z.
Que de veintitrés figuras de letras que
tenemos prestadas del latín para escribir el castellano, solamente nos sirven
por sí mismas estas doce: a, b, d, e, f, m, o, p, r, s, t, z; por sí mismas y
por otras estas seis: c, g, i, l, n, u; por otras y no por sí mismas estas
cinco: h, q, k, x, y. Para mayor declaración de lo cual habemos aquí de
presuponer lo que todos los que escriben de ortografía presuponen: que así
tenemos de escribir como pronunciamos, y pronunciar como escribimos, porque
en otra manera en vano fueron halladas las letras (Nebrija, 1492, Libro I: cap.
V)[2].
Pero el temor a que se
diversificara el español y a perder el prestigio de los tesoros hallados en la
lengua latina, infundió energías renovadas y una mayor competencia a las voces
disidentes que proponían conservar estas grafías, contrarias a modificar el
sistema. Para ello alegaban que dar forma material a los sonidos de las
diferentes pronunciaciones habidas en la península −y, más adelante, en los
territorios transatlánticos− podría dar lugar a que se multiplicara el
español en otros sistemas paralelos. Como consecuencia de este recelo, siglo a
siglo, los sonidos se fueron distanciando del latín progresivamente, pero
conservando aún su ortografía latina. La reforma encargada de simplificar la
ortografía española −tal como proponía Nebrija− se acometió
únicamente en tres momentos puntuales de la historia: Alfonso X en el siglo
XIII (español medieval), siglos XVI-XVII (español moderno) y la reforma
académica del siglo XIX (español contemporáneo) (c.f. Esteve Serrano, 1982; Martínez de Sousa, 1991; Sánchez Jiménez, 2007).
En el siglo XX no faltarán tampoco
propuestas como las de Polo (1974), Martínez de Sousa (1991) o Mosterín (2002), por mencionar solo algunos hitos
destacados, en un intento por mejorar esta situación. Sin embargo, estas voces
serán desoídas una y otra vez por aquellos que se encargan de proteger, fijar y
dar esplendor a la lengua, arguyendo razonamientos de tipo histórico-político (c.f. Polo, 1974; Esteve Serrano, 1982; Martínez de Sousa,
1991).
TRASCENDENCIA
DE LA ORTOGRAFÍA EN LA CLASE DE ELE (ESPAÑOL COMO LENGUA EXTRANJERA)
3.1. La relación de la
ortografía con el significado
El concepto de signo lingüístico
enunciado por Saussure (1945) y la doble articulación del lenguaje que defiende Martinet (1993) son dos puntos de partida que ponen
de manifiesto la correlación entre la lengua oral y la escrita, así como el
interés que tiene para el significado el correcto uso de los signos gráficos.
De esta estrecha relación de la ortografía con el significado se infiere que la
enseñanza del sistema gráfico en el ámbito de la clase de lenguas extranjeras
no tiene valor alguno si se presenta de manera aislada, pues esta cobra total
sentido en el momento de escribir un texto, como parte integrada dentro de una
actividad comunicativa y, principalmente, durante el proceso de composición.
En cuanto a cómo afecta la
ortografía al significado y, en especial, en cómo interfiere en la comunicación
de un estudiante que aprende una lengua extranjera, resulta incuestionable que
el error ortográfico de la letra dificulta la lectura y produce ambigüedad,
pero raramente impide la comprensión del mensaje del texto, como podemos apreciar
en la figura 1:
FIGURA 1: Enmienda del PNV y Ezker Batua en el parlamento vasco [http://www.elpais.com/articulo/espana/Parlamentarios/vascos/proponen/aprovar/ayudas
/hinundaciones/elpeputec/20090923elpepunac_8/Tes]
Debido a estas faltas de ortografía
el receptor tardará más tiempo en procesar la imagen léxica en la lectura
–incluso obligándonos a la relectura–, pudiendo incluso surgir ambigüedades que
creen malentendidos o pérdidas de significado parciales que hasta podrían
repercutir en la semántica del texto. No obstante, será posible la recuperación
del significado global del mensaje que se quiere transmitir en la mayoría de
los casos a través del contexto lingüístico. Sin embargo, y con el fin de
evitar este tipo de malentendidos y las dificultades que conlleva su
procesamiento, es conveniente auxiliar al escritor de una lengua extranjera en
la mejora progresiva de su ortografía, para procurar con ello una comunicación
más eficaz y sin interpretaciones varias ni ambiguas en la producción de sus
textos escritos.
2.2. El procesamiento de la ortografía de
la palabra
En su tesis doctoral, Pujol Llop (1999) define las dificultades que encuentran los
hablantes de español de la escuela secundaria en Cataluña en el procesamiento
de la ortografía y los problemas de interferencia que pueden llegar a existir
con la lengua catalana. Este autor define el procesamiento ortográfico como un
elemento que nos permite “comprender mejor las causas que originan las distintas
equivocaciones ortográficas y proponer, por tanto, una didáctica más adecuada a
cada tipo de error” (Pujol Llop, 2002: 210).
El procesamiento que media a partir
de la selección de la unidad significativa que se desea escribir hasta la
plasmación sobre el papel del signo gráfico no se solventa únicamente con la transcripción fonética de la palabra
almacenada en el archivo de léxico-fonológico (Cuetos, 1991), sino que se hace
necesario también recurrir en numerosas ocasiones a la memoria de la imagen gráfica de la palabra. Por esta
razón, los modelos de procesador ortográfico (Cuetos, 1991; Luelsdorff,
1991) distinguen dos rutas claramente diferenciadas en la recuperación de un
lexema para su escritura, la ruta fonológica y la ruta ortográfica.
FiGURA 2: Modelo de procesador ortográfico
(Cuetos, 1991: 47).
Ambas vías se hallarán implicadas
en el procesamiento de la ortografía y se complementarán con frecuencia en el
desarrollo cognitivo de la recuperación léxica.
3.2.1.
La ruta fonológica
En la ruta fonológica las realizaciones fónicas pueden ser transcritas
mediante las reglas del sistema ortográfico por la conversión de los fonemas en
grafemas. Es decir, el sujeto procesa la información auditiva atribuyendo a lo
oído una categoría fonológica a la que posteriormente se le hace corresponder
un elemento grafemático. Dicha ruta permite
identificar palabras desconocidas que nunca antes habían sido escritas mediante
la identificación de los sonidos y la transcripción de los mismos. En este sentido,
hemos de poner especial cuidado en nuestra clase de lenguas extranjeras en la
percepción de los fonemas de la L2 (segunda lengua) del estudiante con respecto
a su L1 (primera lengua) que podrían causar desviaciones en la transcripción
debido a una incorrecta percepción del sonido. De este modo, habrá que insistir
en el aula en la percepción de los sonidos del español que causen mayores
problemas a los aprendientes, teniendo siempre en cuenta su lengua materna.
Otras medidas didácticas de uso
obligado que el docente ha de poner en práctica son descritas en la siguiente
secuencia de actuación: a) la asistencia en la identificación de las unidades
de la secuencia sonora; b) la insistencia en resaltar el contexto fonológico de
los sonidos; c) la indicación explícita del solapamiento de unos fonemas con
otros en un contexto en el que el sonido aparece debilitado, como en pescado, psicológico, transición, excelente,
constipado. Además de esta descripción general, en el caso de que los
fonemas de la L1 del aprendiente sean cercanos a los de la L2 español que está
estudiando, el solapamiento interlingüístico puede
llevar a la sustitución de unos sonidos por otros en función de la L1 (p. e.
/l/ por /r/ o /b/ por /p/, en chino) y a su consecuente conversión gráfica de
forma errónea (p. e. “brado” por prado, “cloqueta” por croqueta, “cludo”
por crudo, en chino).
Del mismo modo, las
correspondencias fonema-grafema varían en las distintas lenguas causando
errores por interferencia. Obsérvese como ejemplo el caso del sonido /s/, que
en español se transcribe como “s”, mientras que en italiano se hace como “ss”, o la /b/, que en español tiene dos correspondencias
gráficas, “b” y “v”, mientras que el inglés solo contempla la “b”. Por este
motivo, el conocimiento fonológico por sí solo no garantiza una correcta
ortografía, y aunque el español cuenta con una ortografía superficial esencialmente fonológica, es conveniente
practicar en el aula las reglas de correspondencia entre el sistema fonológico
y el grafemático.
Como refleja Laudursoff en su Ortographia de 1991, la perceptibilidad fonética y la correspondencia fonema-grafema están
íntimamente relacionadas con cuestiones de universalidad lingüística. Es decir,
estos dos factores pueden inducir a error en tanto que la fonética y su
representación ortográfica varían de una lengua a otra. Es por esto que la
universalidad en estas reglas de conversión garantizará una adquisición en la
L2 más rápida y eficaz. Por ejemplo, la adquisición de la vocal abierta /a/ o
del fonema velar /k/ será asimilada sin dificultad por la mayoría de los
estudiantes extranjeros, a diferencia de otros sonidos más idiosincrásicos del
sistema fonológico español, como /θ/, /ʎ/ o /x/. En muchos casos, tales fonemas serán
desconocidos por los aprendientes foráneos y generarán problemas en su
comprensión auditiva, transcripciones erróneas e interferencias, al igual que
sucede con otros temas de gramática, como pueden ser los pasados españoles,
temas como ser y estar o las preposiciones. De este modo, cuanto menor sea el número
de fonemas idiosincrásicos y más sonidos comparta con otras lenguas un idioma,
más fácil le resultará su aprendizaje a un discente extranjero de una lengua
fonéticamente próxima.
3.2.2.
La ruta ortográfica
En los casos en los que se presente
arbitrariedad en la unidad léxica, esto es, en los que haya más de un grafema
para representar un fonema o exista un grafema que pueda representar dos
fonemas, no será posible aplicar una regla de distribución gráfica. Se optará
entonces por recuperar la palabra desde la memoria léxica a través de la ruta ortográfica. A esto se debe que la
selección del vocabulario con el que se trabaja en la lección de ortografía resulte
de vital importancia. Del mismo modo, las herramientas que propicien esta
selección serán instrumentos de incalculable valor para la enseñanza de la
ortografía, como es el caso de los vocabularios de frecuencia y los análisis de
errores:
- Vocabularios
de frecuencia: para identificar el léxico
arbitrario más frecuente que puedan necesitar los estudiantes en función
del nivel y de los fines específicos para los que aprenden la lengua (c.
f. Barberá, 1988).
- Análisis
de errores: para conocer el léxico disortográfico de los aprendices de un nivel,
especialidad y nacionalidad concretos, así como la frecuencia de aparición
de los errores y sus causas (c. f. Sánchez, 2010).
Hemos de tener también en cuenta
que el funcionamiento de las dos rutas descritas está sometido a variación. Si
se trata de palabras familiares para el aprendiz, este las recuperará más
rápidamente por la ruta ortográfica, mientras que en las menos habituales o
sujetas a poca práctica escritora, será la ruta fonológica la que actúe (Cuetos,
1991; Pujol Llop, 1999; 2000). No obstante, ambas se
complementan y, como advierte Pujol Llop (2000: 238),
la ruta ortográfica se activa con frecuencia para comparar las formas gráficas
posibles de los distintos vocablos y reducir con ello la posibilidad de error. Cuando
se neutralizan los fonemas oclusivos o vibrantes en posición implosiva, dando
pie a los arhifonemas, o en los usos dialectales que
con frecuencia conducen a error, habrá que recuperar la forma correcta de la
palabra desde la vía ortográfica. Sin embargo, si las palabras que contienen
estos sonidos se escuchan por vez primera, la opción más óptima para el sujeto será
la de buscar modelos ortográficos de unidades léxicas similares que le sirvan
de referencia. El aprendiz activa con ello la estrategia del procesamiento ortográfico por analogía (Nation, 1997). Dichos patrones ortográficos le permiten al
aprendiz contrastar el parecido con otras unidades léxicas conocidas, aunque
esta estrategia tampoco asegura totalmente la evitación del error, pues en
ocasiones la analogía podría resultar errónea.
2.3. La
ortografía de la frase
Las características sintagmáticas
de la ortografía pueden determinar igualmente la grafía correcta de la palabra
a partir de su naturaleza morfológica y de las relaciones sintácticas que se
establecen con otras palabras (Morin, 2003; Camps et al., 2004). De este modo, el reconocimiento de las unidades
significativas permite la diferenciación de categorías gramaticales como el
verbo, el adjetivo o el sustantivo, dentro de las redes asociativas de tipo
morfológico que se establecen entre las palabras, como en: coger, cojo, cojera, traduzco, traducido, traducción. De igual
forma, la distinción ortográfica de las unidades léxicas se hace necesaria
debido a la particular naturaleza semántica de las palabras homófonas: Té, te,
hasta, asta, etc.
Las redes asociativas de carácter
morfológico y semántico están vinculadas a la recuperación de la forma ortográfica
de las palabras (Pujol Llop, 2000: 234). Por esta
razón, Camps et al. (2004: 27-33)
advierten sobre la necesidad de incluir actividades que potencien este tipo de
relaciones léxicas y que fomenten el uso de este mecanismo asociativo en la
lección de ortografía.
Sin
embargo, como señala Polo (1974), las faltas ortográficas más graves que
afectan al significado no se producen en la ortografía de la letra, sino en la
puntuación, materia que se relaciona de manera estrecha con la estructura de la
frase y, por lo tanto, con el modo en el que se transmiten las ideas.
La parte más importante de la ortografía
es, en nuestro concepto, la del nivel sintagmático o de la frase; o, si se
quiere, la que está por encima de la lexicografía […] Es decir, que,
invirtiendo el esquema tradicional, establecemos la jerarquía de arriba hacia
abajo: cuanto más cercano al pensamiento se halle un nivel lingüístico, más
graves serán sus errores y más mérito tendrán sus aciertos. Evidentemente,
saber puntuar u organizar un texto por párrafos es mucho más formativo que
escribir vivir o bibir la información pertinente es de mayor trascendencia en la
puntuación que en los otros niveles (Polo, 1974: 530).
Constatamos en la figura 2, tomada
de Cassany (1995: 174-175), cómo una mínima
modificación en la ortografía sintagmática puede alterar el significado del
mensaje. Se trata de una historia ambientada en el Medievo sobre el cuento Paraula per paraula de María Novell. El caballero y trovador Beltrán del Venet escribió un serventesio escatológico para molestar a su rival, Huguet Trencacolls. El trovador de Beltrán encargado de recitarlo, Orcell, temiendo por su vida, decidió incluir algunos
cambios en la puntuación al ofrecérselo a Huguet.
FIGURA 3. Extracto de la relaboración
del cuento Paraula per paraula (Cassany, 1995: 174-175)
En
este sentido, resulta ciertamente explícita la Ortografía de la lengua española de la RAE (2010) cuando expone la
función de la puntuación como medio para organizar el discurso −a partir
del patrón entonativo o prosódico de la lengua
oral− y para evitar la ambigüedad como una interpretación inadecuada de
los textos escritos.
los signos de puntuación
son los signos ortográficos que organizan el discurso para facilitar su
comprensión, poniendo de manifiesto las relaciones sintácticas y lógicas entre
sus diversos constituyentes, evitando posibles ambigüedades y señalando el
carácter especial de determinados fragmentos […] De la puntuación depende en
gran medida la comprensión cabal de los textos, de ahí que las normas que la
regulan constituyan un aspecto básico de la ortografía (RAE, 2010: 281).
Por todo ello, el control de los
aspectos implicados en la ortografía es un requisito fundamental para el
aprendiente que estudia una lengua extranjera si éste pretende realmente
dominar la lengua escrita. La ortografía ha de concebirse como una parcela más
dentro de esta destreza activa, que permite la transmisión de significados con
claridad y la efectividad mediante el uso de un código carente de ambigüedades.
Es también cierto que existe otra serie amplia de factores que inciden en la
comunicabilidad de los enunciados, y que algunos de ellos intervienen más
directamente que la ortografía en el malentendido o en la incomprensión del
texto, como los que se corresponden con el nivel léxico y con el sintáctico.
Esto explica que en la clase de ELE tradicionalmente se haya centrado la
atención en la corrección y en la didáctica de estos errores, considerados
prioritarios, en detrimento de la enseñanza de la ortografía, que ha sido
marginada en las distintas metodologías didácticas de ELE (c. f. Sánchez
Jiménez, 2009).
2.4. La
trascendencia sociocultural de la ortografía
Por otra parte, la correcta
ortografía se entiende en el contexto nativo como un barómetro cultural y
educativo que afecta a la valoración académica del sujeto cuando escribe un
texto. Se considera la desviación ortográfica en las comunidades educadas como
una lacra social fuertemente ligada al desprestigio, que puede llegar a impedir
la consecución de un título universitario o un empleo relacionado específicamente
con la práctica escrita. En otras palabras, un uso inapropiado de la ortografía
puede vetar al individuo de la participación en ciertos ámbitos sociales,
educativos y laborales. Casares (1941) se refiere a este fenómeno como el
“fetichismo de la ortografía”, en un intento por alarmar de lo desproporcionado
de esta valoración social negativa asociada con los errores cometidos en la
ortografía literal. El estudiante de español como lengua extranjera no se
librará de esta convención peyorativa, especialmente cuando haya adquirido el
nivel de maestría e intercambie sus escritos en un contexto nativo. Sin tenerse
en cuenta el grado de coherencia del texto, el orden en la sintaxis, las
funciones implicadas en la composición, la riqueza de su estilo o su adecuación
a la audiencia a la que se dirige[3],
se juzgará irremediablemente el nivel de sus escritos en el ambiente académico
universitario y sociolaboral por el número de faltas ortográficas cometidas.
3. HACIA UNA
DIDÁCTICA EFICAZ DE LA ORTOGRAFÍA EN ELE
Además de la mínima presencia de la
materia ortográfica en los materiales y en el diseño de la programación de los
cursos en ELE, su tratamiento explícito y relacionado con materias tan
significativas como la expresión escrita o la gramática suele, en general,
brillar por su ausencia. El docente se limita −por volver a un ejemplo
clásico− a presentar la irregularidad ortográfica en la conjugación
verbal, pero raramente se detiene a practicar estos cambios de un modo
inductivo. Este hecho permitiría a los aprendices procesar cognitivamente la
regla relacionada con la lección que se está exponiendo en clase (Camps et al., 2004). En caso de actuar de este modo inductivo, se propiciaría que
−mediante la costumbre en la resolución de los problemas ortográficos de
forma reflexiva− los estudiantes puedan asimilar la relevancia
significativa que conllevan los cambios gráficos realizados en las palabras.
Del mismo modo, les prepararía para predecir dichos cambios en otros casos
futuros similares, en lugar de continuar con la tendencia yerma de memorizar
vagamente una serie ilimitada de reglas y palabras.
Otro factor que incide en el escaso
tratamiento de la ortografía en el aula de ELE es la tolerancia del propio
docente hacia el error ortográfico, pues hay otros contenidos prioritarios en
el programa del curso en los que insistir −léxicos, morfológicos,
sintácticos−, hecho que redunda en la escasa motivación del estudiante de
ELE para combatirlo, tal y como revela la investigación de Sánchez Jiménez (2006). En este estudio se ofrecen algunas
pautas didácticas a partir del análisis de errores con las que abordar estos
problemas, causados principalmente por la falta de atención y de motivación. El
mismo autor (Sánchez Jiménez, 2009) aporta unos años más tarde otras
herramientas didácticas y procedimentales para combatir este tipo de error en
el aula de ELE.
En este sentido, cuando se enseña
el formato de escritura de una carta, no se suele incidir en los rasgos
relacionados con la puntuación del texto o en el uso de mayúsculas y
minúsculas, por considerarse estos irrelevantes para el aprendizaje de la
expresión escrita en el aula de ELE. Como consecuencia de este comportamiento,
el aprendiz tiende a aplicar las reglas de puntuación que rigen en su lengua
materna (Sánchez Jiménez, 2006: 174), sustituyendo las propias de la L2 que
está aprendiendo. De poco servirá entonces enseñar de forma aislada en las
primeras clases el uso de las mayúsculas cuando se explica el listado de los
días de la semana o los meses del año. En este contexto, el aprendiente se
sentirá desbordado por la gran cantidad de nuevos contenidos y saturado por la
memorización del vocabulario que está adquiriendo. Las reglas ortográficas
resultan, en estas circunstancias, accesorias e intrascendentes, al no haber
sido aplicadas a una situación comunicativa concreta. Lo más probable es, en
consecuencia, que se olvide la regla explicada por el docente y que cuando
necesite aplicarla al escribir la fecha en una carta no sea capaz de
recuperarla. Debido a esto, cometerá el error ortográfico influido por la
permanencia de la regla desde la lengua de origen.
Una actuación más productiva en
cuanto a la aplicación de esta norma ortográfica de las mayúsculas consistiría
en presentarla dentro de un contexto comunicativo en el que el estudiante
tuviera la oportunidad de reparar su error, porque en la didáctica de la
ortografía debe ser necesaria y prioritaria la concienciación del estudiante de
su falta. Es decir, que haya una exposición a la misma por parte del
aprendiente en el momento en que está trabajando con el modelo de carta. Esta
corrección vinculada a un acto comunicativo le reportará distintos beneficios,
entre los que destaca la inmediatez de la exposición a la reparación en el
mismo instante en el que se comete el error. Esta circunstancia le permite al
escritor reflexionar sobre la falta y aclararla en el mismo momento de la
escritura, tanto como hacerle consciente de la relevancia de la ortografía en
la desambiguación de los contenidos del escrito y de la necesidad de mantener
una adecuada higiene ortográfica en el texto. El aprendiz que descubre el error
ortográfico en este proceso de composición ha de almacenarlo luego en un
fichero cacográfico para su posterior consulta y revisión periódica, con el fin
de comprobar si esta falta se ha superado en la práctica ulterior. Este
procedimiento permite fijar la desviación ortográfica de forma eficaz, así como
personalizar los errores que cometen los estudiantes en la materia, contribuyendo
a su identificación y eliminación progresiva a lo largo del proceso de
adquisición de una L2.
Cuando la ortografía es llevada al
aula de ELE suele hacerse una severa merma de su representatividad y
trascendencia y, como consecuencia, llega a carecer de cualquier tipo de
motivación para el aprendiz. En los casos en los que la ortografía se integra
en el programa del curso, la metodología empleada dista bastante de ser la más
apropiada. Tal hecho ocurre así debido a que en el común de los casos se
reciclan en el aula de ELE los materiales para la enseñanza de la ortografía a
nativos, especialmente en los cursos de nivel avanzado, superior y de
perfeccionamiento, y se practica de forma mecánica y descontextualizada. Por lo
tanto, no se cubren las necesidades de aprendizaje de los estudiantes de
acuerdo con los fines por los cuales aprenden la lengua, ni se atiende a las
dificultades concretas que les supone su L1 en dicho proceso en materia
ortográfica. Se insiste únicamente en la memorización de reglas, la primacía de
ejercicios repetitivos, el aprendizaje de palabras inusuales de bajo
rendimiento –valgan como ejemplo las excepciones a las reglas de obligado
conocimiento, como avutarda, precaver,
ebanistería, exacerbar, Jenofonte, espliego– y todo ello se lleva a cabo
lejos de un contexto comunicativo de uso real en el que el alumno se pueda
implicar mínimamente (Sánchez Jiménez, 2006; 2009). El léxico disortográfico se practica mediante ejercicios de huecos,
identificación del vocablo –sin indicación sobre su pertenencia a una familia
de palabras relacionadas– o en un ejercicio en el que al aprendiente le basta
con elegir la opción correcta dentro de un grupo de palabras, sin necesidad de
contextualizarla dentro de una oración, como se aprecia en la figura 4, ejemplo
clásico en este tipo de práctica:
FIGURA
4: Práctica de las reglas ortográficas de c/z (Cascón Martín, 1998: 57).
En el caso de que aparezcan
oraciones, como sucede en las figuras 5 y 6, estas no constituyen un
significado coherente o útil para el desarrollo de la competencia sociopragmática de los estudiantes y, con frecuencia,
carecen de todo interés para el aprendiz.
FIGURA.
5: Ejemplos de las reglas ortográficas de g/j (Cascón Martín, 1998: 69).
FIGURA
6: Práctica de las reglas ortográficas de g/j (Cascón Martín, 1998: 70).
Por este motivo resulta esencial
enmendar el panorama actual de la didáctica de la ortografía y propiciar una
dinámica más comunicativa dentro de este ámbito de la enseñanza de ELE.
Además de presentarse la enseñanza de la ortografía como
una cuestión aislada en la clase de ELE, los materiales específicos de apoyo
dirigidos a nativos para el autoaprendizaje de la ortografía tienen la
desventaja de plantear su contenido al margen del resto de los aspectos
lingüísticos (Pujol Llop, 1999: 15; Camps et al.,
2004: 5; Sánchez Jiménez, 2009: 7), con las contadas excepciones de aquellos
que han sabido adaptarse al ámbito de ELE (Chamorro et al., 1995; Tena Tena, 1998; 1999; López,
E., Rodríguez y Topolevsky, 1999; Iglesias Casal y
Prieto Grande, 2000; González Hermoso y Romero Dueñas, 2001). Otra de las
grandes carencias de este tipo de métodos −centrados en la ortografía de
la letra− reside en que apenas se enseña la puntuación en la expresión
escrita, ni se pone en relación con la entonación, con la que tan estrechamente
se relaciona. Es igualmente importante subrayar la perspectiva cognitiva de la
ortografía, como preconizan Laudursoff (1991), Cuetos (1991) y Pujol Llop (1999; 2002). La atención al procesamiento ortográfico
permite identificar y categorizar el error ortográfico, hecho que posibilita la
opción de ofrecer una respuesta didáctica apropiada en cada contexto concreto a
partir de las dificultades específicas que puedan aparecer en la percepción
fónica de los sonidos y en la convención grafemática de los mismos. Es prioritario, por lo tanto, poner en relación la enseñanza de
la ortografía con la práctica de la fonética y de la fonología.
En resumen, la mejora de la
didáctica de la ortografía en la clase de lengua extranjera pasa por la
necesidad de aplicar una metodología que sea sistemática y que responda a los
problemas concretos que se les presentan a los estudiantes en la práctica
diaria de la escritura. De este modo, es imprescindible que esta materia halle
un hueco en la programación, así como que en cada lección se persiga un
objetivo definido, claro y concreto. Estos contenidos deben estar ligados a un
diseño didáctico coherente en el que cada nuevo elemento presentado constituya
un avance con respecto al paso anterior. Finalmente, para que la enseñanza de
la ortografía resulte más efectiva, ha de integrarse en un contexto
comunicativo específico dentro del marco general de la práctica escrita, así
como también en las actividades de gramática. Mediante esta contextualización
del componente ortográfico se persigue reforzar el valor significativo que
posee esta materia. En este sentido, es indispensable que el docente informe en
todo momento al aprendiente de la repercusión que la ortografía tiene para la
comunicación escrita en la sociedad, pues sólo así será plenamente consciente
de la importancia de su estudio.
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[1] El subrayado es mío. Se mantiene la ortografía de la época.
[2] El subrayado es mío. Se
mantiene la ortografía de la época.
[3] Para una revisión en
profundidad de los componentes que intervienen en la composición de un texto
(desde la perspectiva del aprendiente de una segunda lengua), pueden
consultarse los tratados teóricos de Grabe y Kaplan, 1996; Hyland,
2003; Cassany, 2005.