estudios
CONTAMINACIÓN
MATERIALISTA EN PANAMÁ: ATRACCIÓN POR EL “MERCADO”, AFÁN DE POSESIÓN E INTENTOS DE ESPECULACIÓN EN DOS CUENTOS
DE ROGELIO SINÁN
Giuseppe
Gatti
(Università
Resumen: El presente estudio se
concentra en la producción cuentística del poeta y narrador panameño Rogelio
Sinán (1902 - 1994) apuntando a subrayar no solo la
calidad artística de su reconocida obra poética, sino poniendo en evidencia la
importancia de su extensa actividad de narrador en el marco de los
experimentalismos formales del ámbito cultural centroamericano de los años ‘30.
Los dos relatos objetos del presente estudio forman parte de una antología
titulada La boina roja y otros cuentos,
publicada en 1998; su selección se ha basado en la evidencia de un tema
dominante común, vinculado con comportamientos y actitudes de personajes
profundamente dependientes de las leyes del mercado y obsesionados por un
materialismo de raíz amoral. En el primer cuento que se examina, “Lulú antes
los tribunales”, la estructura narrativa muestra el rol protagónico que ejerce
la evidencia de que todo se puede vender y la dependencia de sus antihéroes de
todo tipo de recompensa económica. Dos elementos en particular, se pondrán de
relieve en nuestro estudio: en primer lugar, se observará cómo no existen en el
relato personajes positivos que puedan ejercer un rol catártico en la
conciencia de los demás “actores”; la trama rechaza voluntariamente la
posibilidad de que algún personaje secundario desempeñe un papel de enseñanza
ética, de manera tal que en los personajes del cuento no se vislumbra
posibilidad de una crisis moral ni de un profundo proceso de autoanálisis. El
segundo elemento se relaciona con las teorías sobre la modernidad líquida
elaboradas por Zygmunt Bauman: su enfoque acerca de la exaltación de la
subjetividad y de la celebración del éxito material se conecta con el texto de
Sinán en tanto que el relato evidencia la exaltación antiética de todo lo que
es transitorio y rentable, ensalzando la relación privilegiada con el mercado
como fuente de legitimación de las acciones humanas. La trama del segundo
relato, “Descuento”, puede leerse como una transposición narrativa de las
negociaciones comerciales: la práctica de la transaciones entre vendedor y
comprador se traslada a la interacción entre un niño y el dueño de un modesto
quiosco de libros. En este caso, se centrará la atención en el vínculo
existente entre el desarrollo psicológico del nimio intercambio comercial
descrito y el concepto de intelectualismo urbano articulado por Max Weber y
reelaborado por Georg Simmel. A lo largo de todo el texto de Sinán –hasta el sorpresivo
desenlace– se percibe la presencia del “individuo calculador”,
imprescindiblemente ligado a la fantasmagoría mercantil del paisaje urbano y
capaz de concebir todas sus relaciones, sociales e individuales, como un
“inmenso problema aritmético”.
Palabras
clave: Rogelio Sinán – narrativa panameña – vanguardia
centroamericana– cultura materialista – intelectualismo urbano.
Abstract: Our study analyses the
short-story’s production of the Panamanian poet and writer Rogelio Sinán (1902
- 1994); we will underline not only the artistic quality of his well-known
poetical work, but also the importance of his narrator's extensive activity in
the frame of the experimental creation of the Central American cultural area of
the thirties. Both short stories analyzed in the present study belong to the
anthology La boina
roja y otros cuentos, published in 1998 and its selection is based on
the evidence of a dominant common topic, linked with behaviors and attitudes of
characters deeply dependent on the laws of the market and obsessed with a
materialism of amoral root.
In the first tale that we examine, “Lulú antes
los tribunales”, the narrative structure shows the leading role
that exercises the evidence that everything can sell and exhibits the
dependence of his antiheroes of all kinds of economic reward. In our study we
will especially emphasize the following two elements: first, we will observe
the absence in the tale of a positive character who could exercise a cathartic
role in the conscience of the other “players”; the plot rejects voluntarily the
possibility that some secondary personage plays a role of ethical education. In
that way, the characters of the story does not glimpse any possibility of a
moral crisis, nor a deep process of self-analysis. The second element is
connected to the theories on the “liquid modernity” elaborated by Zygmunt
Bauman: his analysis about the exaltation of the subjectivity, the provisional
nature of the relations and the celebration of the material success connects
with Sinán's text: the story demonstrates the anti-ethic exaltation for
transitory objects and a profitable way of life, by sterssing the deep
connection with the market as source of legitimization of the human actions.
In the plot of the second story,
"Descuento", we can read as a narrative transposition of the
commercial negotiations: the practice of the transactions between seller and
buyer moves to the interaction between a child and the owner of a modest kiosk
of books. In this case, we will concentrate the attention on the existing link
between the psychological development of the insignificant commercial exchange
described in the tale and the concept of urban intellectualism developed by Max
Weber and re-elaborated by Georg Simmel. We will underline the presence of a
“selfish human being”, along the whole Sinán's text - up to the surprising
conclusion; this presence is indispensably tied to the mercantile
phantasmagoria of the urban landscape and it demonstrates the existence of a
way of life that conceives all relations, social and individual, as a “immense
arithmetical problem”.
Keywords:
Rogelio Sinán – Panama’s literature – avant-garde in Central America –
materialistic culture – urban intellectualism.
Mécaniquement, sous le ciel pluvieux il se rendait à son bureau, le
quittait, mangeait et se couchait à neuf heures pour recommencer, le jour
suivant, une vie pareille ; peu à peu, il glissait à un alourdissement absolu
d’esprit (Joris-Karl Huysmans).
En tu
frenesí por ampliar el campo de las experiencias de vida, en tu afán por desarrollar
simultáneamente las facultades múltiples con que te ha dotado la naturaleza,
vas perdiendo de vista el lugar a donde te diriges (José Asunción Silva).
Los estudios teóricos dedicados al análisis de la
producción literaria del panameño Rogelio Sinán (seudónimo de Bernardo
Domínguez Alba, Taboga, 1902 - Panamá, 1994) apuntan
mayoritariamente a subrayar la calidad artística de su obra poética,
colocándola –a la manera de una destacada excepción– dentro del marco
histórico-cultural de los apaciguados movimientos vanguardistas surgidos en
América Central en la década del ’20 del siglo pasado. No obstante, es
significativo observar cómo Hugo Verani, en su extenso trabajo La vanguardias literarias en Hispanoamérica
(manifiestos, proclamas y otro escritos), al poner en evidencia la modestia
innovadora de los aportes de las vanguardias centroamericanas[1], se empeña en negar
la primacía que se le otorga a la producción poética de Sinán y enfatiza la
importancia de su extensa actividad de narrador; afirma Verani lo siguiente: “En
los [...] países centroamericanos, la producción vanguardista se desarrolla en
forma menos favorable y con resultados más modestos. Hay voces aisaldas de
indudable jerarquía: el panameño Rogelio Sinán, autor de Onda (1929), libro de poesía pura, logrará mayor reconocimiento por
su narrativa” (Verani, 1986: 22).
La crítica dominante concuerda en considerar el poemario de
Sinán al que se hace mención como el primer texto poético panameño de rasgos
puramente vanguardistas, cuyas huellas se visulmbran ya en el título, que
remite al movimiento cimbreante de clara inspiración futurista de las ondas
electromagnéticas. Se suele, sin embargo, aplazar la fecha de introducción de
los preceptos vanguardistas en el pequeño estado centroamericano al año 1933,
cuando Roque Javier Laurenza publica su estudio Los poetas de la generación republicana, un texto que –en palabras
de Trinidad Barrera– “se convierte involuntariamente en una especie de
manifiesto que aglutina las diversas fuerzas de vanguardia dispersas, [en el
que se incluyen a] Rogelio Sinán, Demetrio Herrera Sevillano y Ricardo
Bermúdez” (Barrera, 2006: 51). En lo que a nuestro estudio se refiere, datar el
incipit de las líneas estéticas
vanguardistas en Panamá a la década del ’30 conlleva la posibilidad de colocar
al primero de los dos relatos que se analizan en pleno auge vanguardista, en un
contexto cronológico y cultural que supone un desafío formal a la retórica
imperante, tanto en la poesía como en la narrativa.
La tensión
que Sinán demostró a lo largo de su extensa trayectoria literaria hacia una
continua experimentación formal y una honda frecuentación de todo frente
genérico lo coloca en un lugar privilegiado dentro de las letras panameñas,
convirtiéndolo no solo en el principal renovador de las líneas
estético-temáticas nacionales sino sobre todo en el más distinguido valedor de
la definitiva consolidación en el país del género cuentístico. En su estudio Narradores panameños, Carlos Fuentes
invoca este rol determinate que Sinán desempeñó dentro del panorama literario
de la década del ’30 y señala cómo en el pequeño país del istmo “son los
vanguardistas, Rogelio Sinán el primero, quienes definitivamente nacionalizan
la narración corta. Es decir, los auténticos creadores de la cuentística istmeña
son los miembros de la vanguardia” (Fuentes, 1984: 12). Es indudable que parte
de la fuerza renovadora de los textos más iconoclastas de Sinán debe atribuirse
a su formación cosmopolita, que se desarrolló en el extranjero, tanto durante
los años del aprendizaje académico (período en que el autor vivió entre Roma y
Santiago de Chile) como durante su actividad de diplomático en
tuvo mucho
que ver su formación académica en Roma y Santiago de Chile entre 1923 y 1929 y
las funciones diplomáticas que desempeñó en Calcuta y México. Estos contactos
con el exterior le permitieron hacer amistad con maestros de la talla de
Carpentier, Borges o Asturias [...]. De ahí nació probablemente ese ímpetu
experimentalista que jalona toda su producción en cualquiera de sus frentes
genéricos (Romero, 2004: 138-139).
Los dos relatos objetos del presente estudio forman parte
de una antología titulada La boina roja y
otros cuentos, publicada en 1998, cuatro años después del fallecimiento de
Sinán, dentro del marco del proyecto “Educación y desarrollo para la
reconstrucción centroamericana”, auspiciado por
El objetivo de nuestro estudio consiste en el análisis de
dos relatos pertenecientes, respectivamente, a la primera y a la última de las
etapa mencionadas: la elección de escoger dos cuentos cronológicamente muy
alejados entre sí encuentra su justificación en el interés por examinar las
modalidaes en que Sinán describe –sirviéndose de una retórica que se apoya tanto
en la parodia como en estrategias de transposición narrativa– comportamientos y
actitudes de personajes que se consolidan como ejemplos de individuos
profundamente dependientes de las leyes del mercado y obsesionados por el
dinero. Los personajes de ambas narraciones se ofrecen, aun si de manera
matizada en el segundo relato, como blanco ideal para la amarga y paródica
representación que Sinán hace del materialismo capitalista y del afán de
riqueza, invariable a lo largo de las décadas.
a)
“Lulú
antes los tribunales”, o la desaparición de la conciencia
El primer relato que se examina, “Lulú antes los tribunales”,
forma parte de la producción narrativa más temprana del autor
panameño: el texto se compuso
en la década del ‘30 y, precisamente, vio la luz en la ciudad india de Calcuta
en 1939. El personaje masculino central es un extranjero, el Belga Loy, hombre
que lleva años instalado en Panamá con su enorme y agresivo perro alsaciano
Karonte, cuyo nombre pronuncia transformando la “r” en “g”, de manera tal que
el nombre el animal se convierte en su boca en un cacofónico “Kagonte”. Desde
el comienzo de la trama Sinán reflexiona en clave paródica sobre las actitudes
del Belga, ridiculizando su fijación por cruzar a su ejemplar canino solo con
una perra de pedigree inmaculado y
pone en el centro de la atención la obsesión que el hombre manifiesta por las potenciales
ventajas económicas subyacientes al posible cruce: “Estaba bien cruzarlo con
una perra fina, claro! Y eso de acuerdo con ciertas condiciones, bien
entendido. O la mitad de los cachorros o un buen porcentaje sobre la venta de
estos. ¡ni más ni menos!” (Sinán, 1998: 55). Unas pocas líneas más adelante,
Sinán insiste en subrayar el animus
explotador que el Belga vierte sobre cada contacto posible entre su enorme
alsaciano y la perrita de una procaz y seductora vecina: “lo que a mí me rebela
es la ridícula [...] pretensión de creer que [...] porque Lulú se pasa el santo
día coqueteando desde el balcón con Kagonte, yo voy a permitir que el cruce se
efectúe sin ninguna ganancia de mi parte” (Sinán, 1998: 55). A la ridícula
forma de pronunciar el nombre del perro y a las pretensiones de ganancias
vinculadas con el potencial emparejamiento de los dos animales, el narrador
suma un tercer motivo digno de observación: se trata de la osmosis onomatopeica
entre las actitudes provocadoras de la perrita Lulú y las de su dueña, la
coqueta vecina de enfrente, doña Aldina, cuyos modales expresan una voluntad de
seducción inequívoca.
Paralelamente, Sinán crea una estructura narrativa de
amargas reflexiones sobre el rol protagónico que ejerce la evidencia de que
todo se puede vender: un servicio fotográfico que dé inmediata cuenta de una
muerte violenta en la calle puede representar una importante fuente de ganancia
para el periodista que llegue primero a sacar las fotos más escalofriantes del
asesinato. Y las probabilidades de una recompensa económica aumentan si se consigue
retratar también a los testigos directos del accidente, así como se desprende
del fragmento que sigue: “La policia. La prensa. Los empelados del hospital.
[...] Un momento, un momento! Decía un fotógrafo. ¡Una instantánea! Se pusieron
en pose trás el cadaver. - ¡clic!” (Sinán, 1998: 58). La crítica mordaz sobre
la falta de moral en los personajes llega a la paradoja de que los presentes se
ofrecen –con vanidoso entusiasmo– a ser fotografiados al lado del cadaver. En
el contexto social representado, todo –nos muestra Sinán– puede tener un valor
comercial: las fotos garantizan un éxito mayor cuanto más crudas y
escalofriantes sean las escenas que reflejan. Sinán amplía el horizonte de su
crítica y parodia la ausencia de escrúpulos en las actitudes de gran parte del
mundo del periodismo, describiendo la cruda insensibilidad de las fotografías
que aparecen en los periódicos locales:
El
semanario traía un sinnúmero de fotografías interesantes. En primer plano se
destacaba la figura radiante del Belga Loy, vestido de soldado con su gorrita
de medio lado. [...] La figura del muerto se veía varias veces: en la morgue,
desnudo, después de la autopsia; en la calle, con los de la ambulancia y los
curiosos que nunca faltan (Sinán; 1998: 59-60).
No solo las preocupaciones morales decaen frente a la
posibilidad de algún tipo de ganancia económica, sino que los mismos parámetros
éticos comúnmente compartidos se ven trastocados por completo, al punto que las
imágenes de un ser humano desmembrado por una fiera (el agresivo alsaciano de Loy)
se convierten en “interesantes” instrumentos para satisfacer una curiosidad
morbosa.
El examen del espacio físico demuestra cómo la ciudad que
Sinán opta por presentar al lector es un escenario de rasgos sociales y
culturales voluntariamente contradictorios, que se tambalean entre dos
extremos; el autor elige una ubicación de la historia que privilegia y pone en
evidencia la cara más capitalista y burguesa de la ciudad, a la vez que se detiene
en la descripción de los ritmos acompasados de sus rincones más típicos y en la
lentitud de barrios anclados en el pasado. La promulgación de una nueva ley que
preve la obligación para todo dueño de perro de poner a su mascota una chapa de
cobre necesaria para su identificación (y que implicaría también el pago de un
“impuesto canino municipal”) funciona de pretexto para la descripción de escenas
de la vida cotidianas ancladas a un ritmo existencial premoderno: “Y todo el
santo día veíase por las calles a un
viejo carretón, parapetado a manera de jaula, tirado por la sombra de un
caballo y montado por dos negros de presa andrajosos y malolientes. Uno de los
mulatos casi siempre iba a pie llevando al hombro una mugrienta y enorme red
muy parecida a esas que sirven para cazar mariposas” (Sinán, 1998: 53).
En este escenario, no es secundario destacar cómo el
itinerario vital que el personaje de Loy recorre, llevado por sus necesidades materialistas,
no sólo convierte la posesión del dinero y el conseguimiento del prestigio
social en elementos “indispensables” para él[3], sino que –al
mismo tiempo–, los transforma en objetos sin “aura”, elementos que ya han
perdido su autenticidad porque el individuo también ha perdido la suya. En
relación con esta pérdida, nos parece determinate subrayar cómo no existen en
el relato personajes positivos que puedan ejercer un rol catártico en la
conciencia de Loy y de los demás actuantes: la estructura de la trama desecha
voluntariamente la posibilidad de que algún personaje secundario desempeñe un
papel de enseñanza ética. En los antihéroes que actúan en el cuento no hay
posibilidad de una crisis moral ni de un profundo proceso de autoanálisis, elementos
esenciales al momento de plantear un regreso potencial hacia valores éticos
olvidados. Al querer ensalzar la imposibilidad para sus protagonistas de
llegar a una nueva madurez perceptiva, Sinán anula toda oportunidad de un
enfrentamiento del ser a su propia conciencia, y paralelamente crea las
condiciones para que nadie se vea sometido a soportar moralmente las
consecuencias de sus elecciones. En este sentido, el comportamiento que los
protagonistas mantienen a lo largo de la historia evidencia la imposibilidad de
una redención, entendiendo con este término referirnos a la aparición de un
factor (un ser humano o un evento) que desbarate sus frágiles valores materialistas
y convierta sus despreocupaciones éticas en una saludable crisis moral. En la
estructura narrativa que Sinán construye no se vislumbra ninguna fuerza
redentora, de manera tal que los personajes no viven ninguna experiencia catártica
que implique la negación de su parte de todo lo que habían conseguido –en
términos materiales– y de lo que habían considerado justo.
Esta observación permite enlazar nuestro análisis con
algunos rasgos esenciales que el sociólogo y filósofo norteamericano Marshall
Berman identifica en la conducta del personaje de Fausto: en su trabajo Todo lo sólido se desvanece en el aire,
Berman subraya de la siguiente manera la condición fáustica: “[Fausto] no podrá
crear nada a menos que esté dispuesto a permitírselo todo, a aceptar el hecho
de que todo lo que se ha creado hasta ahora [...] debe ser destruido para
emprender el camino de otras creaciones” (Berman, 2000: 40). Al igual que Fausto,
los personajes del relato de Sinán deberían enfrentarse a una inversión radical
de perspectivas para percibir no sólo la ausencia de ética que estuvo guiando
sus actos, sino sobre todo para someterse a la obligación de una elección. Una opción
que, desde la perspectiva de los lectores, pasa obligatoriamente por preguntarse
cuál sería el elemento capaz de hacer que los personajes se entreguen a una
redención moral y renuncien a las fáciles ganancias logradas en un “régimen” de
total ausencia de escrúpulos. La construcción paródica de la narración parece
demostrar cómo Sinán opta por una voluntaria ausencia de condena moral, lo cual
deja a sus antihéroes el camino abierto para terminar de hundirse éticamente a
cambio de la salvaguardia de sus bienes materiales (el Belga Loy) y del
florecimiento de su futuro profesional (los fotógrafos y los periodistas).
Frente a las implicaciones morales que estas reflexiones conllevan, los
personajes del relato se demostrarán incapaces de dar siquiera el primer paso:
no solo no sabrán tomar conciencia de su bajeza moral sino que no tendrán la
lucidez suficiente para renunciar a su materialismo y destruir lo creado (por
ejemplo, renunciando a publicar las imágenes en la prensa). Aceptar vender sus
almas para aumentar sus propias ganancias es –en ellos– un proceso inconsciente,
en el que falta tanto la percepción de estar engañándose a sí mismos, como la
preocupación ética que subyace a este proceso.
Escribía Italo Calvino que “las ciudades, como los
sueños, están construidas de deseos y de miedos, aunque el hilo de su discurso
sea secreto, sus reglas absurdas, sus perspectivas engañosas, y toda cosa
esconda otra” (Calvino, 1974: 45). En
A partir de los estudios del norteamericano Anthony
Giddens acerca del concepto de life
politics, Bauman advierte sobre el peligro de que, en nuestros días, la
idea de “política de la vida” se esté basando en una perspectiva rígidamente
individualista. Según el sociólogo polaco, esta “política” se está convirtiendo
en el emblema del predominio de la búsqueda solitaria de la felicidad a
cualquier precio y de un infructuoso y solitario intento por encontrar certezas
personales: la esencia de tales actitudes hace que la política de la vida en la
contemporaneidad acabe por coincidir con el concepto de modernidad líquida.
Tanto la life politics como la idea
de modernidad líquida elaborada por Bauman no son nada más que el resultado de
la exaltación de la subjetividad, de la provisionalidad de las relaciones y de
la celebración del éxito material. La fragmentación generada por esta liquidez
de los cuerpos sólidos –reglas, modelos y códigos–, propios de una fase
anterior de la modernidad, no puede dejar de reflejarse en las decisiones
existenciales del ser humano. La modernidad líquida y esta modalidad de
“política de la vida” que se está afirmando en nuestra época coinciden en la
exaltación de todo lo que es transitorio y pasajero, en el dominio de las elecciones
individuales sobre las colectivas y en la relación privilegiada con el mercado
como fuente de legitimación de las acciones humanas.
Es así cómo, frente a las crecientes oportunidades de
acción, el individuo se ve obligado a ponerse a prueba y verificar sus
capacidades, pero sobre todo se ve forzado a elegir qué tipo de objetivos
priorizar y en la persecución de qué meta concentrar sus energías. En esta
modificación del concepto de individualidad, y en la dificultad de modificar un
proyecto de vida concebido como centro de la propia biografía, se coloca la
crítica de Sinán y el hundimiento moral de sus mismos personajes. Uno de los
rasgos del individuo prototípico de la modernidad líquida se manifiesta en celebrar
la privatización de la identidad –en oposición a una visión colectiva de la
interacción humana–, y si bien este elemento no está presente en el cuento de
Sinán, sí lo están otros dos aspectos idiosincráticos de la vida líquida: nos
referimos a la fragilidad del ser y su creciente atracción por el “mercado”,
por un lado, y a una cierta idea de “progreso”, por otro. La presteza del
individuo contemporáneo para cambiar de tácticas continuamente, en búsqueda de
las oportunidades que se le presenten según la disponibilidad del momento, se
une a la afirmación de un nuevo concepto de progreso, que Bauman describe así:
Ahora, el progreso representa la amenaza de un
cambio implacable e inexorable que, lejos de augurar paz y descanso, presagia
una crisis y una tensión continua que imposibilitarán el menor momento de
respiro. El progreso se ha convertido en algo así como un persistente juego de
las sillas en el que un segundo de distracción puede comportar una derrota
irreversible y una ecxlusión inapelable. En lugar de grandes expectativas y
dulces sueños, el progreso evoca un insomnio lleno de pesadillas (Bauman, 2010:
21).
En los personajes del cuento de Sinán se vislumbra la
existencia de aquellos elementos que Bauman identifica como principios fundamentales
de la modernidad líquida; según su interpretación de la realidad actual, en los
itinerarios biográficos del sujeto parecen estar cada día más presentes almenos
dos características esenciales: la incapacidad de apuntar a la consecución de
objetivos a largo plazo y la incapacidad de mantenerlos ligados a la definición
de la propia identidad moral. Así, en ausencia de la estabilidad, el espacio
vital del sujeto acaba resultando un contenedor vacío solo capaz de garantizar
la construcción de episodios biográficos puntuales, que no impiden otros tipos
de experimentación y que están grabados “dentro” y “por” un tiempo fugaz.
Tanto en el siglo XX como en este comienzo del nuevo
siglo, según asevera el sociólogo polaco, estaríamos asistiendo a la definitiva
transformación de la sociedad de productores en sociedad de los consumidores:
en este sistema, cada miembro se convierte en mercancía y es justamente esta
característica –transformarse en un producto/servicio destinado a ser consumido–
lo que permite al individuo ser considerado, con pleno derecho, parte de la
sociedad misma. En en relato, el objetivo de Loy es convertir a su amado perro
en una mercancía apetecible, del mismo modo que los actos antiéticos de los
fotógrafos son orientados a responder al desafío del mercado y mantener su
elevado appeal profesional, y de allí
que empiece su perdición. Sus estrategias comerciales para trepar coinciden con
la descripción que Bauman en su artículo “La libertà nellʼera liquido-moderna:
muoversi da un posto allʼaltro” hace de la sociedad de
consumidores: “Essere
membro della società
dei consumatori è
impresa improba e battaglia senza fine. La paura di non riuscire a
conformarsi allo standard è stata soppiantata dalla paura di essere inadeguati,
ma non è diventata per questo meno assillante”[4].
A estas condiciones típicas de la modernidad líquida, y
a estas presiones que permean la sociedad de consumidores, se añade otro tipo
de temor, que enlaza nuevamente con los estudios de Berman y que remite al
miedo a perder los privilegios logrados. En relación con este riesgo, el
ensayista norteamericano sostiene que –desde siempre–, el deseo de conquistar
el poder (y el dinero) y mantenerlo se acompaña en el ser humano de una doble
tensión, pues existe en el hombre que tiende a estos objetivos una parte de
narcisismo y otra de pura arrogancia: “El deseo narcisista de poder, más violento en quienes
son más poderosos, es la historia más vieja del mundo. [...] Fausto se ve cada
vez más arrastrado por la arrogancia del poder” (Berman, 2000: 60). En “Lulú antes los tribunales”,
la indiferencia de parte de los fotógrafos y de los mismos sujetos
fotografiados por el trágico destino ajeno (la muerte violenta del “cazador de
perros”) y la ausencia de un cuestionamiento moral de parte del dueño del perro
asesino son el resultado de esta arrogancia y adquieren los rasgos de una
verdadera ceguera del espíritu, una ceguera que Sinán vincula con un arribismo
lindante con el cinismo, y que el autor hace surgir de la misma estructura
paródica del relato, en el que la ausencia de remordimiento y la dependencia de
la despiadada lógica de los números son presentados como condiciones esenciales
para el desenlace de la trama.
En
conclusión, el relato puede leerse como una transposición literaria de fuertes
connotaciones paródicas y de crítica social, a la manera de una reflexión sobre
una “cuestión moral”; para conseguirlo, Sinán elige como escenario de la
narración una ciudad en la cual la sociabilidad a veces hipócrita de
b)
“Descuento”, o pequeños números para grandes transaciones
En la introducción de nuestro estudio se ha subrayado la
importancia de la labor renovadora de las letras nacionales llevada a cabo por Rogelio
Sinán ya a partir de finales de los años ‘20; la lectura de su producción
tardía demuestra cómo su escritura de la madurez –la que se desarrolla a partir
de la década del ‘70– ha enlazado con una característica idiosincrática de la
narrativa hispanoamericana de las últimas décadas: la brevedad del texto literario,
que se impone como una de las tendencias que marcan la moderna concepción de la
escritura en el subcontinente americano. Esperanza López Parada defiende esta
teoría y en su estudio Una mirada al
sesgo. Literatura hispanoamericana desde los márgenes señala cómo
cuando
uno rastrea la literatura hispanoamericana [...] descubre obras configuradas
con fragmentos, microrrelatos, prólogos, misceláneas, prosas poéticas,
collages, antologías y sobre todo encuentra una fuerte voluntad de
descolocarse, de cultivar y ocupar las fronteras, cuestionando las viejas
categorías retóricas” (López Parada: 1999: 11).
La relación existente entre las anteriores reflexiones de
López Parada acerca de la centralidad del microrrelato en las letras de
Hispanoamérica y el cuento de Sinán que nos ocupa en este segundo apartado
reside precisamente en la brevedad de la narración –una página y media de
extensión– que atribuye al texto un estatus de “escrito limítrofe”, colocándolo
entre el cuento “clásico” y el género del microrrelato puro.
El narrador panameño compuso “Descuento” a distancia de más de
treinta años de la publicación de “Lulú
antes los tribunales”: al formar parte de la etapa de madurez del autor (vio la
luz en Panamá en 1971), la narración coincide cronológicamente con las líneas
estéticas trazada por Augusto Monterroso, haciendo de la brevedad una suerte de
ideología que se sirve del arma de la humildad para “oponerse” a la soberbia de
la narrativa extensa. Una modalidad de escritura que se esconde y se descubre
alternativamente y que permite afirmar que “la prosa breve, la escritura breve
reconoce ser menos ambiciosa [...] Admite su impotencia, admite resignada ese
punto definitivo que la enmudece, que se le impone con fuerza odiada y
respetada a la vez, fuerza que ella acata e incorpora” (López
Parada: 1999: 88).
Dentro del género fronterizo al que pertenece, “Descuento”
no es un microrrelato cuya trama permanezca en un estado embrionario, así como
ocurre –en cambio– en la obra de otro maestro del género, Oliverio Girondo: en
una recopilación como Espantapájaros
(1932), la carencia de un plot narrativo
coherente demuestra cómo el centro del discurso no reside tanto en su diseño
interno, sino más bien en la estructura, articulada alrededor de una serie de
ideas, ingeniosidades y agudezas que solo esperan el momento de estallar[5]. La cuestión de la
pertenencia a la categoría del cuento “clásico” tanto para Espantapájaros como para otros textos híbridos de características
parecidas es planteado por Saúl Yurkievich quien observa cómo el problema no
reside en “el perfilamiento o figura externa del discurso, sino en el diseño
interno [...]. Abanico de virtualidades, el potencial narrativo queda en estado
germinal, como una mostración de eventualidades que no alcanzan a urdir
historia” (Yurkievich, 2007: 103-104). A pesar de la brevedad de la narración,
en “Descuento” Sinán logra presentar una trama que se hilvana según un
desarrollo argumental lógico y que puede leerse como una transposición narrativa
de los cálculos implícitos en las negociaciones comerciales: en el texto se
traslada la práctica de las transacciones entre vendedor y comprador a la
interacción entre un niño y el dueño de un modesto quiosco de libros, cuyos colores
e imágenes deslumbran al pequeño; su mirada se detiene con asombro y maravilla
en esos “libros fantásticos! ¡Volúmenes preciosos lujosamente encuadernados y
con ilustraciones bellísimas! Deben costar un dineral” (Sinán, 1998: 189). Esta
superexposición de las mercancías en los espacios ciudadanos nos permite
conectar con el valor de exemplum que
los planes de desarrollo urbano promovidos en Europa a lo largo del siglo XIX
tuvieron en el subcontinente americano: las remodelaciones del tejido de calles
y plazas que tuvieron lugar en ciudades como París, Londres y Berlín
(emblemática fue la reforma radical que realizó el barón de Haussmann en distintos
barrios céntricos de la capital francesa) acabaron convirtiendo por primera vez
en la historia a la ciudad en un espacio abierto, no solo expuesto a la mirada
de sus habitantes sino también apto para el despliegue de una oferta comercial
que nunca había disfrutado de condiciones logísticas tan favorables. Del mismo
modo, en una suerte de emulación del ejemplo europeo, en América Latina los
nuevos paseos urbanos arbolados, los grandes bulevares y las anchas aceras
transformaron no sólo el panorama de la ciudad, sino que –como sostiene Álvaro
Salvador– permitieron al “ciudadano desocupado [...] entretener su ocio con la
contemplación de las mercancías expuestas a sus ojos” (Salvador, 2006: 51). La
internacionalización de los mercados dio lugar a una ampliación de las redes de
exportación e importación, haciendo posible el desplazamiento de productos por
todo el planeta y creando una dinámica económica en la que todo podía ser vendido y
comprado, como mercancía. Los lugares privilegiados de estos intercambios son
los grandes centros urbanos, donde los bienes son expuestos sin restricciones a
todos los habitantes; así lo confirma Salvador al señalar cómo “la
transformación de las ciudades hace que esos objetos puedan exhibirse
democráticamente ante la mirada de todos los ciudadanos” (Salvador, 2006: 51).
La creciente expansión de este proceso genera, a su vez, una consecuencia
esencial para nuestro enfoque: a medida que se expande la fantasmagoría de la
exposición y se extiende la exigencia de competitividad entre productores,
proveedores y vendedores, la mirada del público de potenciales compradores
pierde la inocencia implícita en la simple contemplación y se convierte en una
componente esencial de las dinámicas comerciales.
La aplicación al relato de Sinán de las presentes
reflexiones permite observar cómo el protagonista principal, un niño de barrio,
muestra una gestión atenta y precavida de sus escasos recursos, tal y como
ocurriría –mutatis mutandis– en el
departamento administrativo de una empresa multinacional; no es casual que el
autor se sirva del verbo “invertir” para referirse a los posibles empleos de la
única moneda de la que dispone el jovencito: “Acaba de encontrar una moneda y
quiere invertirla sabiamente; pero aún no logra decidirse entre el anhelo de
gastarse el dinero en algo útil o regodearse con golosinas y refrescos” (Sinán,
1998: 189).
Al llegar al centro de la plaza y acercarse a los bancos
que exponen sus mercancías, el niño queda maravillado por la monumental cantidad
de bienes expuestos a la vista y por la sorprendente –para sus ojos– calidad de
los objetos. A pesar de que la trama se desarrolle siguiendo el hilo de una
narración en tercera persona, la reconstrucción que Sinán hace del momento de
deslumbramiento vivido por el niño se realiza a través de la descripción de un
elemento intangible, es decir de las sensaciones experimentadas por el
jovencito en su acercamiento al vendedor y sus productos. Tanto la dinámica de los
movimientos del niño alrededor del banco de libros como su posterior, breve
negociación con el vendedor son presentadas al lector según modalidades de transposición
narrativa, una forma que permite conectar la insignificante “aventura
comercial” del niño con los estudios llevados a cabo por Max Weber y Georg
Simmel sobre el concepto de intelectualismo urbano. Este último, en particular,
en sus teorías sobre el capitalismo racional occidental moderno, sostiene que
la figura del individuo calculador está imprescindiblemente ligada al paisaje
urbano y que éste –en el momento de enfrentarse a la multiplicidad de estímulos
del mundo– concibe todas sus relaciones, sociales e individuales, como un
“inmenso problema aritmético” (Simmel, 1976: 612) en el que las personas y las
cosas se convierten en un sistema de números. La adaptación de las reflexiones anteriores al cuento de Sinán confirma cómo todo ser
humano se ve obligado a pensar y actuar según códigos sociales fundados en el
cálculo, según un riguroso intelectualismo: se trataría de códigos que no sólo
le imponen la impasibilidad frente a la “humanidad”, sino que –y es clave para
nuestro análisis– lo fuerzan a mantener una condición de compromiso constante
con la cuantificación del universo a su alrededor. El peso de esta obligación
excluyente para formar parte de este mundo es evidenciado por Sinán en el monólogo
interior que el pequeño protagonista mantiene en varios momentos de la breve trama.
Frente a la exposición de las mercancias del quiosco, admirado
por las imágenes de los fabulosos castillos impresas en los volúmenes, el niño necesita
fortalecerse en su papel de potencial comprador antes de llegar a establecer
con el vendedor una breve negociación. Así, el cuento tiene que crear
previamente los presupuestos para su desenlace mostrando una serie de actitudes
que los personajes van modificando a lo largo del texto. Por el lado del
comprador, es determinante observar cómo la inseguridad infantil que los
titubeos inicales del niño ponen en evidencia, frente a un asunto que pertenece
al mundo de los adultos, va desapareciendo en pos de una toma de conciencia de
su rol de “pequeño” cliente. Éste demuestra ser consciente de la limitación de
sus recursos y así reflexiona, prudente: “tendré que contentarme con algo
moderado, de pocas páginas y de muy bajo precio. Claro que él no va a ser tan
tonto como para dejarse engatusar. En el momento oportuno hará valer sus fueros
de comprador” (Sinán, 1998: 189).
El examen del comportamiento del segundo actor
demuestra cómo la postura inicialmente firme del vendedor, acostumbrado a no
conceder descuentos sobre los precios exigidos, se ve superada por su preocupación
acerca de la posible deshonestidad del niño: el hombre se acerca al joven por
el temor de que éste sustraiga a escondidas algunos de los libros que se
ofrecen a su mirada; el narrador omnisciente relata así el desplazamiento
físico del vendedor y los motivos subyacientes a su cambio de posición: “el
librero no lo pierde de vista. Lo mejor es un pilluelo de los que nunca faltan.
Se aproxima al mocoso por si acaso intenta escapar” (Sinán, 1998: 190).
Sólo en un segundo momento se accede a la fase de la la
verdadera negociación, que se abre con la pregunta directa, sin preámbulos, que
el niño dirige al vendedor, al mostrarle un cautivante cuadernillo de tapa en
colores en el que “un terrible dragón tiene cautiva a una princesa indefensa”
(Sinán, 1998: 190); el intercambio se desarrolla de forma escueta, casi solo
mediante números: “–¿Cuánto cuesta éste? –Cinco centavos! Dice el otro,
despreciativamente. Recordando que tiene que defender sus intereses, el
rapazuelo arguye: - ¿Y con el descuento? Tomado de sorpresa, el librero no sabe
si indignarse o reírse. Opta por lo último y... le regala el libro” (Sinán,
1998: 190).
El desenlace plantea un cambio radical de perspectiva respecto
de la visión inicial, centrada en el predominio del intelectualismo urbano; el
cambio de actitud del librero resulta clave para una relectura del texto: un
precio considerado ínfimo por los adultos es percibido por una mente infantil como
un monto consistente, lo cual justifica el atrevimiento del pedido de un
descuento. La expresión verbal (“¿Y con el descuento?”) que patentiza la perspectiva
ingenua del niño ejerce el rol de elemento de ruptura de las expectativas: su
inocencia trastoca la percepción del vendedor, quien, tomado de sorpresa,
acepta el desafío de una nueva interpretación del concepto mismo de precio.
Así, concluyendo, el abandono momentáneo de su postura de mero comerciante le
otorga la posibilidad de franquear el límite de los códigos sociales fundados
en el cálculo y, al mismo tiempo, garantiza la reconciliación del lector con el
texto y el sistema de valores que plantea.
BIBLIOGRAFÍA
CITADA
Barrera,
Trinidad (2006): La vanguardias
hispanoamericanas. Madrid, Sintesis.
Bauman,
Zygmunt (2010): Tiempos líquidos.
Barcelona, Tusquets.
Berman,
Marshall (2000): Todo lo sólido se
desvanece en el aire. México, Siglo XXI.
Calvino,
Italo (1974): Las
ciudades invisibles. Buenos
Aires, Ediciones Minotauro.
Fuentes, Carlos (1984): Narradores
panameños. Caracas, Doble Fondo Editores.
López Parada, Esperanza (1999): Una
mirada al sesgo. Literatura hispanoamericana desde los márgenes. Madrid,
Iberoamericana.
Romero,
Ángela (2004): “Recuento de la experiencia de la transgresión: repertorio de
minificción panameña” En: Noguerol Jiménez, Francisca (2004): Escritos disconfornes. Nuevos modelos de
lectura, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, (pp. 137-151).
Salvador,
Álvaro (2006): El impuro amor de las
ciudades. Madrid, Visor Libros.
Simmel,
Georg (1976): Filosofía del dinero,
Madrid, I.E.P.
Sinán, Rogelio (1998): La boina roja y otros cuentos. San José
de Costa Rica, EDUCA.
Verani, Hugo (1986): La vanguardias
literarias en Hispanoamérica (manifiestos, proclamas y otro escritos). Roma,
Bulzoni.
Saúl
Yurkievich (2007): A través de la trama.
Sobre vanguardias literarias y otras
concomitancias. Madrid, Iberoamericana-Vervuert.
[1]
Colocándola en una posición alejada de la general tendencia de la literatura
centroamericana hacia un conformismo formal, el crítico argentino destaca la
excepción de Nicaragua, país en el que la labor de José Coronel Utrecho
(1906-1994) fue esencial por sus contenidos iconoclastas y su afán de ruptura
con la tradición, sobre todo a partir de la publicación de su “Oda a Rubén
Darío”, en 1927.
[2]
Como se ha adelantado, la extensa trayectoria literaria de Sinán abarca varios
géneros que incluyen, además de una amplia producción poética y narrativa,
incursiones en la crítica literaria, en el teatro infantil y la participación
en proyectos de investigación; puesto que nuestro análisis se limita a la producción
ficcional del autor, se citan aquí sólo sus textos
narrativos, que incluyen dos novelas, Plenilunio (Panamá,1947) y La isla mágica (Instituto Nacional de Cultura,
Panamá, 1979) y un extenso elenco de recopilaciones de
relatos: A la orilla
de las estatuas maduras (Panamá, 1946); Todo un conflicto de sangre
(Panamá, 1946); Dos aventuras en el lejano oriente (Panamá, 1947; La
boina roja y otros cuentos (Panamá, 1954); Los pájaros del sueño
(Panamá, 1957; Cuna común (Ediciones de la revista “Tareas”, Panamá,
1963); Cuentos de Rogelio Sinán (Editorial Universitaria
Centroamericana, San José de Costa Rica,
1971); Homenaje a Rogelio Sinán. Poesía y Cuento (Prólogo de Enrique
Jaramillo Levi, Editorial Signos, México, 1982; El candelabro de los malos
ofidios y otros cuentos (Editorial Signos, Panamá, 1982).
[3]
Ironizando sobre este “prestigio social” irrenunciable, Sinán transpone con
agudeza conductas humanas al mundo animal; frente a las provocativas actitudes
de la perra Lulú, bonita pero de linaje plebeyo, el perro Karonte actúa así:
“apenas alzaba la vista, la volvía a bajar con profundo desprecio. ¡Mejores
perras había visto en Europa! ¡No faltaba más! ¡Puaf! ¡Una perrilla
insignificante!” (Sinán, 1998: 56).
[4] “Ser miembro de la sociedad de consumidores es una empresa ímproba y
una batalla sin fin. El miedo de no poder adecuarse a los estándares ha sido
sustituido por el miedo de resultar inadecuados, pero no se ha convertido, por
ello, en algo menos agobiante” (Bauman, 2010:50–51), [La traducción es mía].
[5] López
Parada define los microrrelatos contenidos en Espantapájaros como textos que “permanecen en un estado
embrionario, guardando su potencial narrativo y plenos de virtualidades, pero
carentes de historia. [...] Lo fundamental de su discurso no es tanto el diseño
interno, ni la lexis, como el logos, la disposición de este discurso: una serie
indefinida de eventualidades, una pululación de ocurrencias que no buscan más
que desencadenarse y dispararse” (López Parada, 1999: 18-19).