La deriva de la Universidad
Pablo
Zambrano
http://elpais.com/diario/2012/01/27/opinion/1327618808_850215.html
La
deriva, al parecer inexorable, de la Universidad española tiene múltiples facetas. El
certero artículo de Juan Goytisolo (Más y más cosas,
pero menos importantes, publicado en EL PAÍS el 21 de enero de 2012), y en
concreto la referencia a las teorías de Ananda K. Coo-moraswany sobre el
avasallamiento de numerosas lenguas asiáticas, africanas u oceánicas por
versiones reducidas de las llamadas "lenguas de cultura", me lleva a
reflexionar brevemente sobre uno de los múltiples factores perniciosos que
contribuyen a tal deriva universitaria: la imposición del globish,
es decir, de un inglés básico, global y utilitario de alrededor -siendo muy
optimista- de 1.000 palabras, como lengua internacional de trabajo, incluso en
las disciplinas humanísticas. Para nuestras autoridades académicas, que un
artículo o una monografía sobre Joyce, Balzac, Dante
o Lorca estén escritos en inglés se ha convertido en
criterio de calidad per se, independientemente en
muchísimos casos de la profundidad y calidad del contenido. El inglés asegura
la difusión internacional, se nos recuerda casi amenazadoramente. Creo hablar
no solo en nombre propio, sino en el de muchos amigos y colegas del vasto campo
de las humanidades si me permito recordar que: a) estamos hartos de que a los
estudios humanísticos se les vengan aplicando desde la Administración
las plantillas de valoración de otras áreas científicas que, con todo el
respeto a las mismas, no son comparables; b) que nuestros estudios exigen la
utilización de una lengua rica en matices, flexible, con capacidad para el
análisis de los complejos terrenos del arte o la filosofía; c) que, con
independencia de las lenguas que uno maneje con soltura en su vida cotidiana y
laboral, como investigadores tenemos todo el derecho y casi la obligación de
expresarnos en una lengua que nos permita transmitir con seguridad nuestro
pensamiento; d) que no entendemos de qué va el discurso oficial de convertir al
español en lengua internacional si cada vez más se nos conmina a redactar
nuestros trabajos no ya en francés, alemán o inglés (¡ojalá!)
sino en globish; y e) que, en mi modesta opinión,
aceptar dicha imposición supone acatar acríticamente
un discurso globalizador y simplificador sobre la
cultura en el que el globish igual vale para un roto
que para un descosido, igual para disertar sobre Shakespeare,
Flaubert o San Juan de la Cruz que sobre Lady Gaga o Justin Bieber.