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Revista de estudios filológicos
Nº23 Julio 2012 - ISSN 1577-6921
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EL DISCURSO POLÍTICO DE RAFAEL CORREA (PRESIDENTE DE ECUADOR)

 

Esperanza Morales López

(Universidad de A Coruña*)

 

 

Resumen

 

Este trabajo analiza desde un punto de vista pragmático-discursivo y retórico-argumentativo las características ideológicas (o construcciones discursivas) de las alocuciones del presidente Correa entre octubre y diciembre de 2009. El análisis revela que este significado se construye, en primer lugar, a través de la recontextualización del lema de su partido (revolución ciudadana) a otros contextos para equiparar el término revolución con el de cambio, en aspectos concretos de la vida ecuatoriana. En segundo lugar, se observan las siguientes macro-funciones sociales o macro-estrategias: a) la defensa argumentativa de su ideología política (un socialismo moderado); b) la legitimación propia para construir su imagen política como un presidente cercano a las clases populares y que actúa con valores éticos; y c) la deslegitimación de sus oponentes políticos y de los grupos sociales que se oponen a sus reformas.

 

 

Palabras clave: Análisis del discurso político, discurso político latinoamérico, discurso político ecuatoriano, análisis crítico del discurso, estrategias pragmático-discursivas, estrategias retórico-argumentativas, estrategia de deslegitimación.

 

 

* Esta investigación es parte del proyecto CEI, financiado por el Ministerio Español de Ciencia e Innovación y Fondos Feder (HUM2007-61936FILO). Para contactar con la autora: e.morales.lopez@udc.es [1]


 

 

 

  1. Introducción

 

La historia política de este país durante el siglo XX fue de gran inestabilidad, con diversos regímenes militares que se sucedieron hasta la instauración de la democracia en 1979. Con todo, esta nueva etapa tampoco produjo estabilidad. Entre 1997 y 1998 los efectos devastadores del Niño y la bajada de los precios del petróleo llevaron al país a la bancarrota, lo que provocó una subida espectacular de la inflación. En 2000, el presidente Mahuad dolarizó la economía del país, causando otra gran alza de precios. Su sucesor en el cargo, el presidente Novoa, continuó con este proceso, aplicando también un duro plan de austeridad impuesto por el FMI; al mismo tiempo se producía el colapso financiero de varios de sus principales bancos, así como un gran fraude a los pequeños inversores.

En respuesta, los movimientos sociales se echaron a la calle, organizando grandes huelgas y protestas, con riesgo incluso de guerra civil. A pesar de este clima de tensión social, la macroeconomía logró estabilizarse unos años después por el efecto mismo de la dolarización. En 2002 el antiguo golpista Lucio Gutiérrez consiguió el apoyo de los indígenas con la promesa de acabar con la corrupción. Sin embargo, una vez en el poder dio marcha atrás en sus objetivos iniciales, lo que provocó nuevas protestas y su destitución en 2005. En noviembre de 2006, fue elegido Rafael Correa, con la promesa de elaborar una nueva constitución. La Asamblea Constituyente redactó esta nueva Carta Magna con un claro perfil social y fue aprobada en referéndum en 2008. Ello obligó a convocar nuevas elecciones generales, siendo Correa reelegido por cuatro años más. Es el periodo democrático más estable en la historia reciente del país, aunque en septiembre de 2010 se produjo un cierto conato de golpe de estado, sofocado en el mismo día.

          Este político, y su nuevo partido Alianza País, representaba un cambio respecto a los políticos tradicionales. Era una persona alejada de la primera línea de la contienda política (aunque había sido ministro de economía con el presidente anterior), relativamente joven, de clase media trabajadora, pero formada con becas en universidades extranjeras. Aunque nacido en la costa (en Guayaquil), conocía bien el mundo rural indígena, su pobreza y la lengua indígena mayoritaria del país, el quichua. Políticamente dice situarse en el espectro de una izquierda moderada (o “socialismo del siglo XXI”) y se autodefine como socialista cristiano de izquierdas: “Yo no soy comunista, mi formación tiene fuentes cristianas, basada en la verdadera teología de la liberación, que no concuerda con el materialismo dialéctico” (La Hora, 2-12-2009).

Después del referéndum constitucional y de la reelección de Correa, el debate político ha continuado muy activo en el país por la discusión de los borradores de las diferentes leyes que necesitan ser adecuadas al nuevo texto constitucional. Este es el periodo que se está construyendo en el presente, pero que se presenta difícil por los intereses económicos de las grandes familias capitalistas y de las clases que tradicionalmente lo han gobernado (Sousa de Santos 2009, y Quijano, 2000 y 2005, ofrecen interesantes interpretaciones sobre el contexto andino en el que se sitúa Ecuador).

En este contexto socio-político, mi objetivo en este trabajo ha sido analizar las construcciones discursivas más características de las alocuciones de Rafael Correa en el periodo de tres meses que pasé en el país como observadora participante (concretamente, de octubre a diciembre de 2009); aunque mi conocimiento in situ de su contexto político se había iniciado en mi primer viaje en julio de 2008, momento que coincidió con las últimas discusiones sobre el borrador final de la Constitución. Como analista del discurso, la nueva etapa democrática que se había abierto en el país con la citada Constitución me pareció muy interesante estudiarla; me planteé hacerlo, en primer lugar, desde el análisis del discurso político (el objetivo de este artículo), para posteriormente compararla con el análisis de discursos de diversos grupos sociales (Morales López 2012a).

 

 

  1. Metodología

 

El material empírico y su contexto

El periodo indicado para la recogida de los datos (reitero, de octubre a diciembre de 2009) coincide con el debate público de leyes tan importantes como la del agua, la de la minería y la de la educación superior. A pesar del apoyo otorgado por las clases populares y por casi todos los grupos sociales a Correa en la redacción de la nueva constitución y en las últimas elecciones (como ya he indicado), en el momento de mi investigación había disparidad de opiniones sobre la voluntad firme del presidente para desarrollar por consenso las reformas que propone la nueva Constitución. Estas dudas motivaron manifestaciones de diversos grupos sociales en defensa de sus reivindicaciones. A este ambiente de movilización aludirá el presidente en los discursos seleccionados.

          Los datos analizados provienen de dos fuentes: a) los discursos que Correa realiza en un programa en directo todos los sábados en la cadena estatal Ecuador TV, desde un punto diferente del país y con la presencia también del público local, principalmente de las clases populares; un programa que, en principio, podría considerarse de formato semejante al realizado por Hugo Chávez en Venezuela (Aló presidente) (Bolívar 2009); este material lo descargué en formato de audio de la web de Presidencia (www.presidencia.gov.ec);[2] y b) fragmentos de sus alocuciones recogidas en los periódicos locales (versión escrita y digital) de la ciudad de Machala (suroeste de Ecuador), en la que me ubiqué durante mi estancia.

          La diversidad de los datos se justifica por un interés amplio en la investigación que actualmente realizo sobre el discurso político. En trabajos anteriores  (Morales López y Prego Vázquez, 2002; Pujante y Morales López, 1996-7, 2008 y 2009) nos centramos en el análisis de géneros discursivos concretos, la posición más generalizada en este tipo de investigaciones, pero no necesariamente la única, como indica Charaudeau (2009a, p. 50-51), y Capt et al. (2009). Sin embargo, en este momento me interesa también explorar las posibilidades del análisis del discurso político teniendo en cuenta la perspectiva de los ciudadanos receptores. En este sentido, lo que unifica a los dos tipos de datos analizados en este trabajo es que son datos relativamente accesibles al ciudadano de la ciudad en la que residía y, a través de ellos, este ciudadano puede percibir los aspectos ideológicos clave de su Presidente.

En ambos casos, se trata de discursos mediatizados por las nuevas tecnologías, ya que la ciudadanía tiene acceso a ellos principalmente a través de la televisión y de los periódicos locales; y puede volver a consultarlos a través de Internet. Asimismo, el ciudadano los recibe como discursos fragmentados (también en grados diversos); en el caso del programa televisivo citado, porque a lo largo de la alocución del presidente se van intercalando actividades diversas (tales como la actuación musical de grupos locales desde donde se transmite el programa o la intervención de algún otro político; incisos que pueden no aparecer en la versión en audio colgada en la web del Gobierno); en los datos procedentes de los periódicos locales, porque se ha realizado una selección de los aspectos más destacados a través de las citas directas entrecomilladas insertadas en la crónica periodística correspondiente.   

          A lo largo de esta circulación de los discursos de Correa en el periodo concreto elegido, mi objetivo ha sido analizar las diferentes construcciones discursivas, cuya finalidad comunicativa no es solamente de tipo ilocutivo (la transmisión de una intención política concreta), sino sobre todo perlocutivo; es decir, son prácticas discursivas utilizadas para construir una determinada visión ideológica y conseguir así la adhesión del ciudadano al proyecto político propio.

Entiendo por construcciones discursivas algo parecido a los signos ideológicos de Voloshinov (1929, p. 101), que activan objetivaciones simbólicas del mundo (Berger y Luckmann 1968, p. 85, 163); también semejante a nociones como visiones del mundo (Bourdieu 1990, p. 130) o marcos cognitivos (Lakoff 2007), entre otras propuestas (véase al respecto Medina Audelo 2008).

Aunque otros enfoques de análisis son posibles, la investigación de estas construcciones discursivas, en ese momento concreto del contexto ecuatoriano, ofrece la ventaja de proporcionar una cierta visión de conjunto de un momento político; y, al mismo tiempo, abrir la posibilidad para una comparación futura con la evolución de este mismo político o de otros presidentes.[3] 

 

Método de análisis

          Para el análisis he utilizado el enfoque cualitativo, tal como es usual en la tradición etnográfica (Duranti 1997). Tras el conocimiento de la situación socio-política del país como observadora participante, el primer paso fue la descarga del material de las fuentes indicadas y la posterior trascripción de los fragmentos más relevantes; a continuación la selección de los distintos recursos lingüísticos y argumentativos más destacados, que se repetían en los diferentes discursos, procediendo a continuación a su análisis e interpretación en relación con el contexto situacional (Scollon y Wong Scollon 2001, p. 17-21; Widdowson 2004, p. 35).

          He realizado el análisis teniendo en cuenta los siguientes objetivos. En primer lugar, he procedido a la selección de los mecanismos pragmático-discursivos relevantes que transmiten la intencionalidad de los actos de habla correspondientes (en mi opinión, la unidad básica de creación de significado, como indica también Halliday, 2002, p. 174; y Beaugrande 1996b, p. 524), así como las diferentes inferencias. Estos mecanismos, construidos con elementos discursivos de cualquier nivel tanto lingüístico como semiótico (Hodge y Kress, 1988, p. 2), constituirían los distintos indicios de contextualización propuestos por Gumperz (1982, p. 131); su papel es crucial también en la construcción de los distintos marcos cognitivos.

Entiendo esta noción de marcos cognitivos en el sentido de Goffman (1974, p. 21; y Bateson 1972), como esquemas interpretativos de la experiencia, que pueden construirse y re-contextualizarse con fines político-persuasivos (Lakoff 2007).

El segundo objetivo ha sido determinar cuáles son las funciones socio-políticas de los discursos analizados, en un sentido coincidente con lo que Thompson (1990, p. 59-60) denomina estrategias generales de construcción simbólica de la ideología (legitimación, disimulación, etc.); y Wodak et al. (1999, p. 33) macro-estrategias discursivas.

En tercer lugar, he procedido al análisis de las estrategias pragmático-discursivas de tipo micro y de los diferentes tipos de argumentos utilizados para la construcción de tales funciones sociales; para la descripción de este nivel, he recurrido principalmente a las aportaciones de propuestas funcionalistas sobre la argumentación, como la de Perelman y Olbrechts-Tyteca (1958) (también Pujante, 2003), y la Pragmadialéctica (Van Eemeren y Grootendorst 2004).

          El hilo conductor de estos diferentes enfoques es que se trata de perspectivas que comparten la siguiente visión sobre el discurso: funcionalista (el objetivo inicial es el análisis del significado señalando a continuación las construcciones discursivas que vehiculan tales significados)  y constructivista (desde esta posición, la realidad no es independiente de las prácticas discursivas). Desde tales posiciones, el papel del analista del discurso incluye tanto una labor descriptiva como interpretativa.      

 

 

  1. Aproximación teórica

          El trasfondo teórico de este trabajo es la concepción del análisis discursivo como una tarea ecléctica e interdisciplinaria (estoy así influenciada por el enfoque de la complejidad; Morin 1990, entre otros). Ello supone, por un lado, considerar este eclecticismo como una hipótesis de partida en cualquier investigación; pero aún más en el estudio del discurso dada su naturaleza fronteriza. Como indica Beaugrande (1996a, p. 22-26), el discurso es en sí mismo un campo transdisciplinario, situado estratégicamente para analizar temas diferentes desde ángulos diversos. En consecuencia, el análisis del discurso que se plantee ya desde el inicio la conjunción de metodologías diversas es un objetivo prioritario en mi investigación (Morales López 2012a,b).

          Por otro lado, hay que reconocer el difícil encaje que los estudios discursivos han tenido en la tradición lingüística y, por ello mismo, la necesidad del analista crítico del discurso de buscar en otras disciplinas sociales soluciones teóricas y metodológicas a su quehacer concreto –así se observa también en Reisigl y Wodak (2001), entre otros investigadores del análisis crítico del discurso[4]–. En mi opinión, la perspectiva pragmático-discursiva proporciona instrumentos de análisis válidos para el nivel de los actos de habla, pero resulta insuficiente para el nivel de las estrategias y argumentaciones; para ello, es imprescindible acudir a la tradición pragmático-argumentativa.   

          En cuanto a la definición de discurso, precisar que concibo esta unidad como un fenómeno semiótico, no solo lingüístico, tal como defienden autores como Hodge y Kress (1988, p. 2): “meaning resides so strongly and pervasively in other systems of meaning, in a multiplicity of visual, aural, behavioural and other codes, that a combination of words alone is not enough”. Asimismo, considero el discurso como una realidad socio-cognitiva, en donde la construcción de significado es inseparable de las prácticas comunicativas (en la línea sugerida por la tradición americana de Goffman, Gumperz y Hymes), y de las construcciones cognitivas de los actores sociales, en una relación también dialéctica con la acción humana, como he indicado más arriba (véase también Scollon y Wong Scollon, 2001, p. 268). Esta idea, por ejemplo, la había ya formulado el mismo Vygotsky, en los años treinta, cuando afirmaba que “la relación entre pensamiento y palabra no es un hecho, sino un proceso, un continuo ir y venir del pensamiento a la palabra y de la palabra al pensamiento” (1934, p. 166).[5] Y ha sido también desarrollada más tarde por constructivistas como Maturana y Varela (1990: 21).

          Desde esta perspectiva, la construcción de ideologías (un tipo más de significado) no puede separarse del proceso discursivo (Thompson 1990), siempre en conexión con sus contextos socio-históricos concretos (Charaudeau 2009b, p. 272). Como ya indicaba también Voloshinov (1929, p. 35, 46), el lugar auténtico de lo ideológico se encuentra en el material sígnico, que cada época y cada grupo social han creado; y que se continúa creando en la actualidad a través de los nuevos modos de comunicación que ha ideado la sociedad tecnológica (Castells 2009).

Finalmente, no quiero dejar de mencionar que, con el análisis de los discursos de este político ecuatoriano, me sumo al trabajo ya fructífero de otros investigadores que han analizado los discursos políticos de diferentes líderes del continente americano, en una tradición discursiva ya bien consolidada (Bolívar 2001, 2009; Raiter 1999, 2009; Carbó 2003; Chumaceiro y Gallucci 2008; Montesano Montessori 2009; entre otros).

 

 

  1. Análisis de los datos

Para mostrar los resultados del trabajo analítico realizado, me centraré en el desarrollo de los siguientes dos aspectos: a) desvelar el significado del lexema revolución, que Correa usa reiteradamente, así como su función en las colocaciones en las que aparece (&4.1); y b) presentar las principales macro-funciones de su discurso (&4.2).

 

4.1. El significado del término “revolución”

          Uno de los términos que Correa utiliza repetidamente es el de revolución, a veces formando parte de la construcción revolución ciudadana; por ejemplo, en el eslogan político de su partido Alianza País (fundado por él mismo): “Por la revolución ciudadana”. Dado el contexto de la izquierda latinoamericana, me parecía importante analizar el significado de esta construcción como un posible indicio de contextualización de inferencias sobre la ideología de Correa.

En el ejemplo 1 siguiente aparece uno de los casos más ilustrativos. El presidente se está refiriendo a la manifestación de apoyo a su política que había tenido lugar en Quito y que organizó su partido como forma de contrarrestar otras manifestaciones realizadas en su contra:

 

(1) (audio nº 1, 24-10-2009):

  1. […] Bueno esta fue una concentración esplendorosa,
  2. este es uno de los gobiernos más populares
  3. de la historia de este país;
  4. inéditamente hace menos de seis meses
  5. el pueblo nos ratificó en las urnas en una sola vuelta.
  6. En la Plaza de San Francisco hubo al menos unas treinta mil personas;
  7. nosotros no es que-
  8. más tal vez, ¿verdad? unas cuarenta mil.
  9. Nosotros no es que hacemos y
  10. “venga, firme, regístrese”,
  11. como hicieron en la marcha universitaria, ¿verdad?
  12. que a los universitarios se le obligaba a ir;
  13. sino que era gente espontánea
  14. que vino de CADA RINCÓN DE LA PATRIA
  15. a decir “hoy más unidos que nunca
  16. por la Revolución Ciudadana, por el cambio de este país”. […]
  1. Que haya gente que se oponga, estamos en democracia,
  2.   pero oponerse democráticamente […]
  3.   Insisto, hay que cambiar este país…

 

En (84), la expresión sintáctica yuxtapuesta que construye (por… por…, como parte de un eslogan que supuestamente corea la población) parece confirmar que la construcción revolución ciudadana es sinónima de cambio. Asimismo, el adjetivo modificador  indica que es un cambio que tiene como agente a la ciudadanía, al pueblo que le votó mayoritariamente; finalmente, las expresiones modales “hay que cambiar este país” (116) y “la transformación que nos mandó el pueblo…” (124, no incluido) corroboran el poder delegado que tiene como presidente para realizar este cambio.

El término revolución aparece también con otros adjetivos, por ejemplo revolución universitaria (ej. 2); una colocación utilizada por Correa en el contexto de las manifestaciones contra la reforma de la Ley de Educación Superior, para justificar ante el pueblo la urgencia de la reforma en este ámbito:

 

(2) Correa declaró tras la reunión de ayer [entre Gobierno y universidades]: “La Universidad puede contar con el apoyo del Gobierno Nacional” y descartó que el Gobierno “sea el enemigo de la universidad”. Ante las protestas de los actores universitarios, el Gobierno defiende que es necesaria una “revolución universitaria y que el Estado recupere el rol de regulación del campo de la educación superior” (El Nacional, 21-10-09).

 

Como se observa, el adjetivo ha restringido el ámbito de aplicación del término revolución, a diferencia de la propuesta tan general que aparecía en el ejemplo (1). Asimismo esta expresión revolución universitaria se inserta como parte de una de las dos proposiciones que constituyen el acto asertivo o representativo siguiente (Searle 1975, p. 458): “El Gobierno defiende…”; ello muestra que la segunda proposición funciona como aclaración de lo que entiende por revolución universitaria: “que el Estado recupere el rol…”.[6]       

Finalmente, en el ejemplo (3c) se utiliza el lexema en cuestión con valor de modificador: cambios revolucionarios, para referirse a la reforma de la política salarial que se promovía desde su Gobierno:

 

(3c) […] Correa previó una “fuerte oposición” del sector privado a su iniciativa [elevar el salario mínimo a 320 dólares; véase (5a)], pero señaló que no le interesa porque “aquí se necesita pasar de esa mentalidad explotadora a una de justicia”… “Decir que mi empresa es rentable, que tengo utilidades, pagando 218 dólares es basar la rentabilidad en la explotación laboral, porque ese no es el salario justo, es el mínimo legal para evitar un mal mayor que es el desempleo”, afirmó el presidente… “Si no hacemos cambios revolucionarios en la política salarial, tampoco lograremos resolver el problema de la inequidad”, sostuvo (El Nacional, 22-11-2009).

 

En este caso, el co-texto en el se inserta esta otra colocación (cambios revolucionarios) muestra que su significado es, de nuevo algo concreto: la propuesta de subida del salario mínimo profesional, de 218 a 320 dólares. 

Por tanto, el análisis de los ejemplos (2) y (3c) muestra que la construcción ideológica que se activa es la de sendos marcos cognitivos (Lakoff 2007) que abogan, respectivamente, por la reforma de la universidad para conseguir más calidad y por la subida del salario mínimo. Esta interpretación parece diferente del uso que Hugo Chávez hace del término revolución, tal como ha sido investigado por Adriana Bolívar (2009). Por medio de la metodología cuantitativa, esta autora ha indagado en el significado que Chávez le atribuye a este término, dando como resultado su relación con las revoluciones históricas de América Latina, con la doctrina de Simón Bolívar y con la revolución cubana.

En los ejemplos de Correa mostrados vemos cómo el desplazamiento metafórico del significado del término revolución implica una recontextualización (Sarangi 1998, p. 305) ideológica distinta a la esperada dado el contexto político regional; como diría Bajtín (1975, p. 96-97), se ha producido una asociación del término revolución con voces ajenas diferentes: en Correa el marco cognitivo activado se refiere a problemas más cotidianos, como el de la reforma educativa y la laboral.

Ello supone también una divergencia respecto a dos de las características que Charaudeau (2009b, p. 267-268) asocia a los discursos populistas: la de negar la dimensión temporal (haciendo creer que los cambios son posibles enseguida) y la de proponer medidas vagas (en la línea también de los “significados vacíos” que propugnaba Laclau en su descripción del populismo, Laclau 2005, p. 126). La construcción que se ha activado en los ejemplos de Correa anteriores propone, por el contrario, cambios concretos relacionados con las leyes que en ese momento se debatían en la clase política y en la ciudadanía. 

          En este punto, me parece oportuno hacer referencia a un debate metodológico actualmente presente en las investigaciones discursivas. En concreto, se trata de la controversia respecto a la necesidad o no de utilizar datos computarizados para el análisis discursivo, tal como proponía Beaugrande (1996b), entre otros autores. La defensa que en general se hace de la ventaja del acceso a estos datos computarizados se basa en la posibilidad de obtener patrones (de formas léxicas, colocaciones, etc.) que pueden no emerger con corpus más pequeños.

En Morales López (2011) he defendido esta metodología para el análisis del discurso, pero complementaria del tradicional análisis cualitativo de los datos (un ejemplo de ello es el trabajo mencionado de Bolívar,  2009). Pero no tendría cabida en la investigación presente, por las razones aludidas en el apartado de metodología: mi objetivo es el estudio de los diversos recursos discursivos a través de los cuales este actor político construye su ideología, en este momento particular en el que se intenta articular una nueva democracia en este país.

Con todo, este método basado en la búsqueda de ocurrencias también puede ser incompleto. Así lo explica Charaudeau (2009a, p. 60), al referirse a esta polémica, porque aspectos como la pluralidad de sentidos, la interdiscursividad (entre otras características), no siempre se hacen evidentes con este tipo de análisis. Para ello se impone, continúa este autor (p. 62), una lógica de la investigación que parta de la premisa de que el corpus no es algo dado de antemano, sino que se construye en relación dialéctica con la hipótesis teórica de partida y con los objetivos concretos de cada trabajo –véase también Capt et al. (2009)–.

 

 

4.2.   Macro-funciones en la construcción de su ideología

Una vez analizado el eslogan de este político y las subsiguientes recontextualizaciones del término revolución, pasamos a detallar las macro-estrategias que construye, en torno a las cuales se aglutinan los diversos mecanismos pragmático-discursivos y argumentativos presentes en los discursos del periodo analizado. Son las siguientes:

 

4.2.1.  La defensa argumentativa  de su perfil sociopolítico

Como ya hemos indicado en el apartado referido al contexto, Correa se presenta de manera explícita con un programa de izquierda alejada del marxismo (aunque respetuosa también de las opciones cubana y venezolana). Este carácter moderado es significativo en el contexto ecuatoriano porque existe otro partido político de tendencia más izquierdista, el MPD, bastante influyente en el sector educativo, aunque había perdido apoyos en otros grupos sociales.

En consonancia con esta afirmación socio-política moderada, es reiterado el uso de procedimientos discursivos diversos para defender su tendencia social. En primer lugar, se destaca la enumeración de los logros sociales que va alcanzando su partido, por medio de actos asertivos que funcionan a manera de ejemplos argumentativos. Como indica Perelman (1997, p. 36), la finalidad de la argumentación no es, como en la demostración, probar la verdad de una conclusión a partir de unas premisas, sino transferir sobre las conclusiones la adhesión acordada en las premisas. En este sentido, Correa utiliza los ejemplos a manera de argumentos basados en la estructura de lo real (Perelman y Olbrechts-Tyteca 1958, cap. II, 3ª P.; t. Aristóteles Retórica), convirtiéndose en la prueba evidente de que va ejecutando su programa político y por ello no está defraudando a la población que lo votó. Veamos tres ejemplos al respecto:

 

(4) Durante su cadena sabatina, el presidente Rafael Correa informó que, mediante un decreto, derogó las patentes de las farmacéuticas transnacionales que operan en el país y en su lugar emitir licencias obligatorias… “Se firmó el decreto para que más de 2.000 medicinas puedan ser producidas en el país o importar sin patentes (…) Nunca más medicinas con patentes, nunca más agroquímicos con patentes” […] (Opinión, 25-10-2009).

 

(5) (a) Correa planteó nuevo salario. “Vamos a proponer el concepto de salario digno, que ninguna empresa pueda declarar utilidades hasta que todos sus trabajadores hayan ganado 320 dólares”, dijo Correa en su informe semanal de labores.

     (b) El mandatario socialista añadió que ese monto “es el umbral para que una familia pueda cubrir sus necesidades básicas”, y planteó que los empresarios repartan al menos “un 5% (de las ganancias) entre todos” los empleados […] (El Nacional, 22-11-2009).

 

(6) (a) “Durante el Enlace Ciudadano nº 147 el Primer Mandatario subrayó que este salario mínimo de &320 debería ser sueldo legal que cada empresa debería pagar a sus trabajadores, “pero de ninguna manera puede ser considerado como un salario justo”.

     (b) Enfatizó que con esta decisión se busca que el sueldo de los trabajadores sea equitativo, pues hay empleados que trabajan en petroleras que perciben hasta &200.000 de utilidades, mientras que otros trabajadores artesanales nunca recibirán utilidades. … “pero no vamos a buscar que se desaparezcan empresas, ni desempleo”, acotó (Opinión 22-11-2009).

         

Como vemos, en estos ejemplos lo relevante discursivamente es la relación argumentativa de los logros sociales conseguidos: en materia de salud (derogación de las patentes a las farmacéuticas), en salario (aumento del salario mínimo) y en reparto de beneficios a los empleados en las empresas. Esta exposición se acompaña con otros procedimientos discursivos y argumentos diversos que refuerzan la fuerza ilocutiva de estas aserciones:

- Estructuras negativas enfáticas para referirse a su oposición contundente al modelo neoliberal: “nunca más… nunca más agroquímicos con patentes” (4); “que ninguna empresa pueda declarar utilidades…” (5a).

     - Expresiones deónticas con el verbo modal deber, por medio de las cuales contrapone dos realidades, la existente y la que se propone construir en el país: “este salario mínimo… debería ser sueldo legal que cada empresa debería pagar a sus trabajadores” (6a).

     - Argumentos basados en pruebas externas al discurso; en este caso ofrece cantidades numéricas exactas para corroborar la veracidad de sus logros: “[el salario mínimo de 320 dólares] es el umbral para que una familia pueda cubrir sus necesidades básicas” (5b); “Decir que mi empresa es rentable, que tengo utilidades, pagando 218 dólares…” (5c); “hay empleados que trabajan en petroleras que perciben hasta &200.000 de utilidades…” (6b).

     - Finalmente, argumentos basados en valores, que a diferencia de los anteriores suponen admitir que un objeto, un ser o un ideal debe ejercer, sobre la acción y las disposiciones a la acción, una influencia concreta (Perelman y Olbrechts-Tyteca 1958, p. 133). En este caso, Correa apela a principios que son lugares comunes o topoi de la izquierda (utilizo el término topoi en el sentido aristotélico): la crítica al modelo neoliberal y la defensa de la justicia social para resolver el problema de la pobreza. Veamos como ejemplos: Nosotros no creemos en los derechos de propiedad neoliberales, de apropiarse hasta del conocimiento” (4); “aquí se necesita pasar de esa mentalidad explotadora a una de justicia” (5c); “… resolver el problema de la inequidad” (5c); “pero de ninguna manera puede ser considerado como un salario justo” (6a).

         

4.2.2. La legitimación propia: la construcción de su imagen política

Otra característica de sus discursos es la legitimación propia por medio de la construcción personal de su imagen política. La legitimación es una de los modos de manifestarse la ideología, tal como Thompson (1990, p. 60-62) reconoce en su trabajo sobre este tema. Siguiendo a Weber, este autor presenta tres tipos de fundamentos en los que puede basarse esta legitimación: de tipo racional, tradicional (apelando a valores de la historia) y carismático.

En el caso que nos ocupa, este político intenta construir estrategias basadas en el tercer tipo; es decir, su legitimación personal construyendo una determinada imagen (face) de sí mismo. Entiendo la noción de imagen en el sentido de Goffman como “el valor positivo que una persona reclama para sí… [U]na persona tiene o está en o mantiene la cara cuando la línea que sigue efectivamente presenta de la persona una imagen que resulta interiormente coherente…” (1967, p. 13-14).

Es importante recordar que Correa aparece en el escenario político ecuatoriano en un momento de gran crisis de los partidos políticos tradicionales, y consigue la adhesión de las clases populares y de los movimientos sociales (estos últimos con gran poder en el debate político ecuatoriano) porque promete incluir en una nueva constitución gran parte de sus reivindicaciones sociales. Sin embargo, al mismo tiempo, es una persona desconocida para el gran público, lo que le obliga a defender continuamente tanto su programa político (es lo que se ha hecho evidente en la descripción del punto 4.2.1), como su propia persona (el buen proceder, según Goffman 1967, p. 73-74). Esta defensa le sirve también para contrarrestar las continuas críticas que recibe de sus oponentes tanto de la derecha como de la izquierda.

En este sentido, la imagen que Correa quiere construir en lo que dice y en lo que muestra (es decir, también con los signos de carácter semiótico) es la de un personaje político moderno, que actúa de manera ética y cercana a los ciudadanos de las clases populares.[7]

Nos detenemos en primer en la descripción discursiva de este personaje, tal como aparece en el ejemplo (7). En oposición a la crítica realizada por su propio hermano, Correa se presenta como una persona con valores éticos que no cede a la presión de beneficios para sus allegados (145-150); también como alguien cercano a quien el poder no la está alejando de la vida real de los ciudadanos (151-158):

 

(7) (audio nº 1, 24-10-2009):

138.  […] Pero en todo caso, en todo caso, compañeros,

139.  en todo caso, les insisto,

140.  la idea es confrontar, crear problemas,

141.  desgastar al Gobierno.

142.  ¡Que no nos roben la esperanza!

143.  Yo no me engaño,

144.  PESE a todos esos ataques.

145.  Mi hermano nos ha acusado

146.  de que yo estoy rodeado de un círculo rosa.

147.  Yo creo que su problema es que nunca le he dejado entrar al círculo, ¿verdad?

148.  al supuesto círculo. (Voces del público).

149.  En todo caso, que estoy rodeado de un círculo rosa,

150.  que se me ha subido el poder a la cabeza y no veo la realidad.

151.  Yo soy un hombre que viaja

152.  en el primer asiento del carro, con los vidrios abiertos,

153.  paso visitando el país,

154.  paso dialogando, escuchando, compañeros;

155.  y les puedo decir,

156.  no nos han logrado robar la esperanza;

157.  y el apoyo al Gobierno nacional es inmenso

158.  en cada rincón de la patria.

159.  ¡Los pueblos no son tontos!

160.  No es que nos apoyan porque “el presidente me cae bien,

161.  porque el presidente me cae mal,

162.  es simpático, antipático”.

163.  Ello es porque los pueblos por primera vez

164.  están viendo la patria- la plata del petróleo invertida en su bienestar,

165.  están viendo las carreteras, los puertos, los aeropuertos […]

 

Para demostrar estas afirmaciones de honestidad construye tres argumentos basados nuevamente en pruebas externas: a) no ha incluido a ninguno de sus familiares en su equipo de gobierno (147-149); b) sigue estando próximo a la gente porque viaja con el mínimo protocolo (151-154), y c) puede ofrecer ya resultados en los logros sociales (en 164-184, proporciona una larga lista de ellos, de los que solo he incluido el inicio). En el segundo argumento, es significativa la repetición del pronombre de primera persona en singular (un uso enfático en español), con el cual resalta más el carácter personalista de esta construcción argumentativa: “Yo soy un hombre que viaja en el primer asiento del carro, con los vidrios abiertos…” (151-152).

             Asimismo, utiliza el pseudo-discurso directo (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1958, p. 281) con el fin de recontextualizar ciertos comentarios que la gente dice de él: “porque el presidente me cae bien, porque el presidente me cae mal, es simpático, antipático” (160-162). Aunque este procedimiento discursivo transmite la aparente intencionalidad de una simple aserción para dar cuenta de que la gente le vota por sus logros sociales, en realidad el contexto en el que se inserta muestra que es una estrategia discursiva para implicar lo contrario: corroborar la repercusión mediática de su personalidad política.  

Desde el punto de vista semiótico, es un político que construye también su imagen con aspectos visuales: aprovecha que es relativamente joven para un cargo como el de presidente para vestirse con estilo desenfadado y con camisas de toque indigenista. Este último rasgo es particularmente significativo en el contexto ecuatoriano porque es una persona nacida en la costa, una zona culturalmente muy diferente a la Sierra y a la Amazonía (con población mayoritariamente indígena); por tanto, este gesto es un indicio de contextualización que activa su alianza con este colectivo.

Debido a este interés por su imagen pública, es calificado negativamente por la oposición, como populista. Sin embargo, comparando este hecho con la tendencia personalista del político actual en la sociedad mediática, quizás esta actitud sea simplemente un componente más de la política moderna que él sabe explotar con éxito.

Además, si comparamos la macro-función que analizamos en este apartado con la anterior (la defensa argumentativa del programa político), se observa que Correa parece querer establecer un equilibrio entre los procedimientos discursivos demostrativos (la defensa de su programa por medio de argumentos; es decir, el logos aristotélico) y los emocionales  (el ethos y el pathos) (Aristóteles Retórica cap. 7; Perelman 1997, p. 111; Adam 1999, p. 109); una prueba más de la difícil separación entre el par convender-persuadir (Perelman y Olbrechts-Tyteca 1958, p. 69).    

         

4.2.3. La deslegitimación de sus adversarios políticos

La tercera función que se observa en casi todos los discursos analizados es la deslegitimación (Wodak et al. 1999, p. 41) de sus adversarios delante de sus seguidores. Esta función, opuesta a la de legitimación, supone la división del espacio político entre el nosotros y los otros (Van Dijk 2003, p. 57), con la consiguiente presentación negativa de estos últimos (Reisigl y Wodak 2001, p. 44-45). Para algunos investigadores sociales (por ejemplo, Laclau 2005, p. 193-5; véase también Montesano Montessori 2009), esta estrategia tiene su origen en el carácter antagónico del espacio social, lo que implica siempre la necesidad de establecer fronteras.

El contexto socio-político nuevo en el que Correa desarrolla su quehacer político conlleva también la construcción de este espacio antagónico frente a dos tipos de adversarios: por un lado, los partidos políticos que ocupan también como el suyo un lugar en la Asamblea (el parlamento nacional); y, por otro, los diversos movimientos sociales (indígenas, grupos de mujeres, etc.) y otros grupos profesionales (el colectivo docente, trabajadores artesanos, etc.) que vigilan muy de cerca sus promesas electorales. En la historia reciente de este país, los grupos sociales han tenido un rol importante, apoyaron a Correa en las elecciones, pero, como ya he indicado, empezaron a ser más críticos cuando comenzó el debate sobre las diferentes leyes. El papel de cada uno de estos grupos se hace más activo según sea el desarrollo de la ley que en ese momento se esté debatiendo públicamente, tal como veremos en los ejemplos.   

En la mayoría de los discursos analizados encontramos recursos comunicativos diversos cuya función es la construcción de esta macro-función social. Mencionamos, en primer lugar, el uso del pseudo-discurso directo utilizado para imitar irónicamente a sus oponentes; como ejemplo, véase el siguiente fragmento:

 

(8) (audio nº 1, 24-10-2009):

 

  1. […] La estrategia de la derecha es crear confrontaciones-
  2. crear confrontaciones y así irnos desgastando,
  3. como el primer año,
  4. ¿se acuerdan?
  5. Pero les ganamos en todas las elecciones ¿verdad? […]
  6. El primer año, sobre todo desde abril pasó toda una campaña
  7. que “Correa el provocador,
  8. que Correa el que atenta la libertad de expresión,
  9. que Correa el violento
  10. que Correa enemigo de las mujeres, etc.”.
  11. Les ganamos una y otra vez,
  12. se le acaba la cuerda, pero vuelven a tomar ínfulas
  13. cuando creen que tienen cierto apoyo.
  14. Lastimosamente, en esto se han unido supuestos grupos de izquierdas
  15. que normalmente estaban con los gobiernos progresistas,
  16. como cierto sector indígena,
  17. como cierto sector de maestros,
  18. como cierto sector universitario.
  19. Nosotros estaremos siempre con la verdad, compañeros.
  20. Aquí todo el mundo habla de cambio mientras cambia el resto.
  21. “A mí que no me cambien nada,
  22. que no me toquen mis privilegios”.
  23. Aquí tenemos que cambiar todos por el bien del país. (Aplausos)
  24. Y pondremos las cosas en su orden sea donde sea, compañeros.

 

La parte entrecomillada en (92-95) y (106-107) indica que Correa reconstruye las supuestas palabras de sus oponentes con un tono de voz distinto para mostrar así el desdoblamiento de personajes. Se trata entonces de un recurso que supone una elaboración mayor de esta deslegitimación, puesto que realiza una crítica negativa de sus oponentes recontextualizando, al mismo tiempo, de manera jocosa e irónica sus propias palabras. En el caso de (92-95), con la imitación enfatiza el papel desestabilizador de la oposición con sus continuas críticas a su persona, y en (106-107) resalta el inmovilismo de algunos sectores profesionales para afrontar la regeneración política del país.

El efecto de esta deslegitimación queda reforzado por medio de otras estructuras discursivas; en este ejemplo, destacamos una construcción retórica paralelística: como cierto… como cierto… como cierto…. (101-103). Esta construcción le permite referirse a cada uno de los actores de las leyes, en ese momento en marcha, que habían organizado manifestaciones en su contra: los indígenas, la universidad y los maestros; y, además, con el uso reiterado del indefinido (cierto sector…) realiza estratégicamente una división entre aquellos que supuestamente le apoyarían y aquellos que se opondrían a sus reformas en el seno mismo de estos grupos sociales. Con ello, quiere demostrar que él también tiene apoyos en el seno de estos grupos.

Otro recurso del que se sirve frecuentemente es el de expresiones coloquiales, principalmente metáforas (Lakoff y Johnson 1980), para calificar negativamente a tales adversarios o a sus actuaciones. En (8) califica a los políticos de la derecha como personas a las que “se les acaba la cuerda, pero vuelven a tomar ínfulas” (96-98), para resaltar el interés que tienen de nuevo por controlar el país. Y en otro fragmento (del audio nº 3, 24 octubre 2009, no incluido en los ejemplos) califica a los que él denomina inmovilistas del mundo académico como personas cuya actuación es como una argolla, un amarre (15-16) y que solo buscan “el mismo amarre de siempre, la misma distribución de la torta de siempre” (33-34); otros casos serían “eso es lo que no quieren, soltar la torta” (56-57), “que solo quieren seguir manejando la universidad” (63), una “universidad en estado crítico” (98). En todos estos enunciados, se aprecia el uso de metáforas poco elaboradas, procedentes del discurso cotidiano y, por tanto, fáciles de comprender para su electorado; principalmente, las clases populares.

Si realizamos una comparación, por ejemplo, con la deslegitimación que se realiza en la política española, constatamos que es también una función frecuente, pero que tiende a dirigirse solamente al partido con el que se compite por el poder real en cada momento (Morales López y Prego Vázquez 2002). Sin embargo, la diferencia entre Correa y los dirigentes políticos españoles (principalmente, en el nivel de las elecciones nacionales o estatales) es que en estos segundos no es frecuente la deslegitimación de los grupos sociales o instituciones que están en contra de las medidas gubernamentales.

  Según opiniones recogidas en conversaciones con diversos sectores sociales de Ecuador, esta actuación (que el presidente criticara continuamente a los sectores sociales e institucionales que se manifestaban en la calle en su contra) estaba provocando cierto malestar y con ello Correa estaba perdiendo apoyo en el seno de estos mismos grupos. De hecho, aunque no podemos establecer una relación directa de causa-efecto entre esta función discursiva y la pérdida de su popularidad, quizás esta actitud tan beligerante haya tenido algo que ver también en el resultado tan ajustado del referéndum que este político promovió en la primavera de 2011 (para pedir el apoyo en la reforma de algunos  aspectos de la Constitución, junto a otras preguntas de tipo social). Frente a la mayoría holgada que había conseguido en la votación del texto constitucional y luego en las elecciones siguientes (2009), esta vez logró un escaso 51% del total de la participación. El mismo Correa reconoció explícitamente en los medios de comunicación que necesitaba realizar cambios en su política. 

 

 

5. Interpretación final y conclusiones

 

En este trabajo he presentado el análisis del significado ideológico que Correa construye en los discursos pronunciados de octubre a diciembre de 2009. En su conjunto, este significado se concreta en las siguientes tres macro-funciones: a) mostrar que su ideología política es la de un socialista moderado, que tiene como objetivo prioritario mejorar aspectos concretos de las clases populares ecuatorianas (excluidas del neoliberalismo radical); b) presentarse como un presidente cercano a las clases populares, que actúa con valores éticos; y c) deslegitimar a sus oponentes políticos y a los grupos sociales que en ambos casos se oponen a sus reformas urgentes.

Tales significados se activan por medio de los siguientes recursos lingüísticos y pragmático-argumentativos: a) colocaciones léxicas en los que el lema de su partido revolución ciudadana se ha ido recontextualizando para adquirir significados relacionados con cambios sociales concretos; b) argumentativos diversos (principalmente ejemplos, pero también otros basados en pruebas externas y en valores), a través de los que justifica los logros sociales de su gobierno; c) el uso de otros argumentos basados en pruebas externas, así como otros indicios lingüísticos y semióticos que activan aspectos más emocionales para construir una imagen positiva de sí mismo; y d) la imitación irónica de las palabras de sus oponentes y el uso de metáforas, extraídas del discurso coloquial, para deslegitimar a estos oponentes políticos.

Desde un punto de vista crítico, el uso reiterado de la deslegitimación no solo de sus adversarios políticos sino de los grupos sociales más críticos con algunas de sus decisiones políticas (pero que le apoyaron en las anteriores elecciones) es el aspecto más controvertido del significado construido. Si consideramos las funciones socio-políticas que definirían el discurso político en las democracias actuales, es obvio que la defensa del programa político y la legitimación propia (en cuanto construcción positiva del personaje político) podrían considerarse imprescindibles en este tipo de géneros discursivos, por el efecto perlocutivo inherente a los mismos. El actor político no solamente presenta su intención a la ciudadanía, sino sobre todo busca la adhesión de esta a su proyecto y, por tanto, su voto. Para ello, los recursos lingüísticos y pragmático-retóricos que utiliza un político no solamente tienen que mostrar la verdad de los hechos (por ejemplo, por medio de la exposición razonada y el diálogo argumentativo crítico, en el sentido propuesto por Habermas 1981), sino también su fuerza (Charaudeau 2009b: 263) apelando para ello a las emociones. El legado de Goffman (y la noción de imagen) me parece clave para describir este segundo aspecto.

Sin embargo, nos podemos plantear también desde el análisis crítico del discurso (entiendo el término crítico en el sentido de Horkheimer 1972, p. 3-4; más información en Morales López 2011) si la función de la deslegitimación es inherente a la definición de discurso político, aunque constatemos cada vez más su omnipresencia como estrategia persuasiva (Castells 2009; Pujante y Morales López 2009). Pensamos más bien que su presencia constante en la mayoría del discurso político actual es uno de los ejemplos más claros de que el discurso político se acerca a otros géneros basados en la propaganda (en la comunicación estratégica, según Habermas 1981, p. 367); y, por tanto, más cerca también de la manipulación y de tendencias populistas extremas (Laclau 2005, p. 195; Charaudeau 2009b, p. 275).

Cuestionarnos el carácter inherente o no de esta función de la deslegitimación implica introducir el factor ético en el análisis discursivo; un aspecto que suscita recelo a ciertos investigadores, pero que desde los estudios de la complejidad (Morin 1990) y desde posiciones constructivistas del conocimiento se considera un elemento imprescindible del quehacer científico (Maturana y Varela 1990). Si la noción de incertidumbre es la característica más repetida desde esta visión de la ciencia, en sustitución de la vieja idea de que es posible la realidad objetiva fuera de los sujetos y de sus condiciones de emergencia (Porcel 2006), el cuestionamiento ético de las realidades que construimos y de las interpretaciones científicas que hacemos es un aspecto fundamental.

Por este motivo, creemos que es legítimo plantearnos al final del análisis discursivo del presidente Correa si la estrategia política que ha elegido de basar buena parte de sus discursos sobre la deslegitimación es un recurso políticamente eficiente para conseguir sus objetivos políticos de cambio social. El futuro mostrará si este político de izquierdas, bien formado para realizar cambios profundos en el país, es capaz de discernir, precisamente, entre la deslegitimación sin más y la crítica legítima a sus oponentes.

 

 

 

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[1] Más información sobre el proyecto CEI en http://cei.udc.es y http://ruc.udc.es.dspace La estancia de tres meses que realicé en Ecuador para la recogida de los datos constituye la primera parte de un año sabático que me concedió mi universidad, proporcionándome además una beca para ello. Quiero agradecer a Rosa López  Machuca (dirigente del MMO) y a su hijo Rolando el tiempo que dedicaron para ayudarme a entender la vida política ecuatoriana y sus claves contextuales. Asimismo, las discusiones sobre los discursos de Correa que tuve con diferentes profesores y estudiantes de la Universidad Central de Quito y de la Universidad Técnica de Machala me sirvieron de gran ayuda.

 

[2] Por limitaciones de acceso a la tecnología necesaria, no pude realizar la grabación en vídeo de estos discursos.

 

[3] Es la estrategia que hemos seguido al realizar el análisis del discurso político de la derecha en España. Las diferentes etapas analizadas desde 1995 hasta 2007 mostraron los cambios en la construcción discursiva que realizó el candidato de la derecha José María Aznar, así como la pervivencia de otros rasgos en su sucesor, Mariano Rajoy.

 

[4] Por razones de espacio, no puedo extenderme en explicar cómo entiendo el término crítico en el análisis discursivo y las diferencias según los distintos grupos y/o escuelas; véase al respecto Morales López (2011b).

 

[5] Véase Raiter y Zullo (2004) para una explicación detallada de la aportación de este autor ruso.

 

[6] Con esta afirmación, el presidente se está refiriendo a la polémica sobre el alcance de la autonomía universitaria, a raíz de la publicación de la evaluación realizada a las distintas universidades del país. Varias de ellas fueron calificadas negativamente, por lo que el Gobierno defendía, en la citada ley, la creación de un órgano compuesto por expertos para velar por la calidad de estos centros.

 

[7] Dentro de esta macro-función, otro objetivo de Correa es presentarse como un líder con autoridad suficiente para resolver el grave problema de la corrupción del país. Sin embargo, por razones de espacio prescindo de esta parte, que desarrollaré en otro trabajo.