estudios
Jorge L. Catalá Carrasco
(Newcastle University)
jorge.catala-carrasco@newcastle.ac.uk
Resumen
La noche es virgen (1997), cuarta novela de Jaime Bayly, pretende transgredir un discurso
literario peruano ya existente y basado en aspectos como la oralidad del
lenguaje, Lima como Arcadia / la horrible
o el erotismo. Bayly combina dichos aspectos en una novela inconformista que
incorpora la tradición con el propósito último de confrontarla. El habla limeña
fluye con sorprendente agilidad y Lima excede sus opuestos en una realidad
inaprensible. El tratamiento del erotismo en la novela se estudia a través de
la trilogía de Michel Foucault Histoire
de la sexualité.
Abstract
Jaime Bayly’s fourth novel La noche es virgen (1997) attempts to go beyond an existing
Peruvian literary discourse based on aspects such as the orality of language,
Lima as Arcadia / la horrible and
eroticism. Bayly combines those aspects in a non-conformist novel which incorporates
the tradition with the ultimate purpose of confronting it. Limeño’s speech flows
astonishingly quickly and
Palabras clave: erotismo, literatura peruana, oralidad, espacio
carcelario.
Transgredir es,
según el diccionario etimológico de Corominas, “pasar a través” y proviene de
la voz latina transgrědi. Su uso
en lengua española data de al menos 1571 (Corominas, 2000, p. 580). Aunque si
revisamos la definición que aporta el diccionario de
La identidad
sexual en el espacio amenazador urbano planea sobre la obra de Jaime Bayly,
exponente de lo que se ha llamado con displicencia literatura light, sin evaluar en profundidad su
novedoso discurso homoerótico en el contexto de la novelística peruana
reciente. El crítico peruano Marcel Velázquez Castro, en una reseña para la
revista literaria digital Ajos &
Zafiros, aun reconociendo debilidades literarias en la obra de Jaime Bayly,
lo ha calificado como el narrador joven peruano más
importante de la década de los noventa (Velázquez, 1998).[i] Sin
embargo Iván Thays, una de las voces más relevantes de las letras peruanas en
la actualidad, ha definido a Bayly como un escritor comercial, subrayando el
poco oficio literario con el que dota a sus novelas (Thays, 1998). El análisis
de La noche es virgen, cuarta novela de Bayly, ganadora el
mismo año del XV Premio Herralde de Novela en España, tiene el propósito de
argumentar no sólo la pertenencia del texto a una tradición literaria definida
sino la adecuación y la transgresión de esa misma tradición en el marco de la
realidad limeña de fin de siglo.
Los tres planos que guían la
discusión, es decir, La oralidad del lenguaje, Lima como síntesis de locus eremus / amoenus y el erotismo al
margen, son aspectos parcialmente elaborados con anterioridad por otras voces
literarias[ii]
pero que en manos de Bayly consiguen sorprender al lector sobre una realidad
que se le presenta con total crudeza, a medio camino entre el sarcasmo y la
autocrítica denigratoria. La obra de Michel Foucault, en especial sus certeras
reflexiones en torno a la sexualidad en su trilogía Histoire de la sexualité
y su estudio sobre el nacimiento de la prisión en Surveiller et punir,
servirán de marco teórico en el que encuadrar nuestro análisis. No en vano la
relación entre la sexualidad y el espacio sugiere una tecnología de control del
segundo sobre el primero (Foucault, 1980, p. 150).
Consideraciones previas
La novela utiliza un narrador
homodiegético protagonista de la historia, Gabriel Barrios, un enfant
terrible de la burguesía acomodada limeña. Presentador de televisión con
éxito y ambiguo en su orientación sexual, Gabriel conoce una noche a Mariano,
el líder de un grupo musical de los bajos fondos limeños, con el que mantiene
una relación amorosa que le hace pensar en una ilusoria felicidad. La novela
refuerza la interacción amor/odio del protagonista con su espacio vital a la vez
que se desarrolla una identidad sexual que viene en gran medida predeterminada
por el locus eremus y/o amoenus que es Lima. Por esta razón, el
tema del erotismo junto con la apropiación de géneros estratégicos del protagonista,
es uno de los ejes del texto y merece una especial atención.
La
masificación de Lima, causada por los flujos migratorios durante el siglo XX,
ha supuesto para la nómina de narradores peruanos una resemantización de la
capital, que de Arcadia ha mutado a la
horrible, erigiéndose como epicentro de una parte significativa de la
narrativa peruana de los noventa. Karl Kohut menciona, en la introducción al
volumen recopilatorio del Simposio Internacional de enero de 1994, una clara
tendencia de la narrativa de los noventa, al sugerir que “[l]a literatura
habría seguido las enormes corrientes migratorias de estos años que llevaron a
millones de habitantes de la sierra a la capital” (Kohut, 1998, p. 15). Esa
voluntad por narrar Lima (o como veremos, una parte de Lima) tiene su origen
tanto en los procesos demográficos aludidos, como en la profunda crisis que ha
soportado el país, agudizándose en los ochenta con los inoperantes gobiernos de
Belaúnde Terry (1980-1985) y Alán García (1985-1990), que dejaron el país a
finales de los ochenta en una situación de inusitado caos y violencia. David
Wood, retomando un análisis de Carlos Iván Degregori sobre la migración en el
Perú, señala una manifiesta diferencia en las migraciones de los años cincuenta
y sesenta de las que se produjeron dos décadas después. Mientras las primeras
respondían a un período de expansión y apertura política que facilitaba la
inserción de los migrantes en el espacio urbano, los movimientos demográficos
de los ochenta fueron una escapada de la violencia política que golpeó las
zonas rurales durante el conflicto armado contra Sendero Luminoso (Wood, 2000,
p. 20).
Por
otro lado, como ha destacado James Higgins, la narrativa de las dos últimas
décadas de siglo carece de aquellas novelas totales que en los sesenta, de la
mano de José María Arguedas y Mario Vargas Llosa, trataron de ofrecer una
visión panorámica de la sociedad en obras como Todas las sangres (1964) y Conversación
en la catedral (1969) (Higgins,
2000, p. 5). La explicación más socorrida, menciona Higgins, es que la realidad peruana
contemporánea es tan compleja que resulta casi imposible formarse una clara
idea de hacia dónde va el Perú como nación. Un razonamiento que acaso invita a
la reflexión sobre los dramáticos cambios de las últimas décadas en Perú pero
que está lejos de aportar una explicación satisfactoria que esclarezca tal
complejidad.
La
ausencia de dichas novelas totales en la década de los noventa ha sido cubierta
por obras que aportan una dosis de visibilidad a una parte de la sociedad
peruana (limeña en gran medida) que hasta la fecha había permanecido
silenciada. El crítico Marcel Velázquez en El
revés del marfil (2001) se refiere a la aparición del sujeto homoerótico en
la novela peruana como una nueva aportación en la década de los noventa,
destacando los nombres de Jaime Bayly y Carmen Ollé (Velázquez, 2002, pp.
194-195). Con la salvedad de escasos antecedentes en esta tradición, Duque (1934) de José Diez-Canseco, En busca de Aladino (1993) de Oswaldo
Reynoso y Salón de belleza (1994) de
Mario Bellatin, nos encontramos ante un nuevo escenario que problematiza un
discurso no incursionado hasta el momento. Lima se sitúa como el centro de una
corriente literaria que aborda cuestiones de género e identidad. Escritores
como Bayly u Ollé ahondan en una temática que, desde el contexto citadino de
Lima, se aproxima a las dificultades para desarrollar una sexualidad
alternativa. En la novela de Ollé, Las
dos caras del deseo, [iii]
se propone un discurso en torno a la indefinición sexual, postura antagónica a
la de Bayly en la novela que nos ocupa, ya que pese a las inconsistencias del
protagonista con respecto a su identidad sexual, hay una clara voluntad por
definirse dentro de un sistema binario marcado por la dualidad homo/hetero.
La liberación lingüística del relato
A
nivel lingüístico, La noche es virgen
destaca por el uso coloquial del lenguaje,[iv] virtud que ha recogido
la crítica de manera unánime (Thays, 1998; Faverón, 1998; Planas, 1998; Cueto,
2000, p. 39; Fontaine, 2000, p. 51; Bermúdez, 2000, p. 86; Ruz, 2003, p. 30;
McAleer, 2009, p. 187-189). Es indudable la importancia del lenguaje oral en La noche es virgen, mezcla de registros
y fusión de narración con diálogo a través de un narrador protagonista en una
suerte de acelerada lectura que asemeja la página escrita con un interlocutor
informal:
me contestó la vieja y yo todo respetuoso
le dije buenos días, ¿está mariano por favor?, y ella con una voz de
amargada brava me dijo ¿quién lo llama?, y yo pensé y a ti qué
chucha, pásame con el puto de tu hijo y no jodas, pero le dije con mi voz
de flemático señorito inglés de parte de gabriel, y ella, ya con
manifiestas ganas de joder, ¿gabriel qué? y yo pensé gabriel qué te
importa, necia, llama al fumón de tu hijo y deja de inflarme las pelotas,
pero siempre educadito como me enseñó mi mamá gabriel barrios (Bayly,
1997, p. 30-31).
Del mismo modo, al abordar el
monólogo interior la narración no pierde su ritmo, siendo ésta una de las
características globales de la novela, que se presenta a modo de correcalles
limeño:
(aclaro, by
the way, que eso no es del todo cierto. no voy a negar que a veces he
salido medio pichangueado o estón en mi programa, pero ésa es la excepción a la
regla. la regla, ¿cuál es la regla? ya no me acuerdo. lo único que sé es que
cuando a tu hembrita no le viene la regla, estás jodido.)
no te distraigas, chino, estábamos en el haití.
he entrado para llamar por teléfono a mi carnal mariano... (Bayly, 1997, p. 96).
Bayly equipara el
lenguaje hablado al escrito, prescindiendo de reglas ortográficas que impiden
expresar ese continuo fluir de conciencia. Se apoya en la hipérbole al
abordar las prosopopeyas que lindan con
lo grotesco: “qué fea eres, desgraciada. Pareces una momia paracas, eres fiel
retrato de la itinerante momia juanita. Yo, con esa cara, me corto las venas y
me dejo ir nomás, porque es un insulto a la sociedad civil salir a la calle con
esa carótida” (Bayly, 1997, p. 51). Como se ha apuntado el carácter oral que
imprime Bayly a la novela le sirve para acelerar la narración que tiene su
correlato en la historia narrada, con una sucesión vertiginosa de escenas en
las que prima la inmediatez y la agilidad. Por otro lado, pese a desarrollar en
términos generales una narración en primera persona a lo largo de la obra,
Bayly oscila entre la primera y la segunda persona en ciertas ocasiones, con el
fin de crear una esfera íntima con el lector:
no hay como vivir
en la casa de tus padres, digo yo. quédate allí mientras puedas, corazón. te lo
digo yo, que ahora vivo solo y extraño a morir el calor de un hogar cristiano
donde te lavan a mano ajada tus calzoncillos y te sirven tres comidas
calientitas todos los días y encima, con suerte, siempre hay una empleada
traviesa y ricotona con la que te puedes ganar un poquito. quédate en la casa
de tus viejos y olvídate de miami, cariño. hazme caso (Bayly, 1997, p. 56).
La narración es
precipitada pero elaborada al mismo tiempo, cuidada en su aparente
despreocupación. Precisamente, Bayly destaca por el juego autobiográfico que
desarrolla en sus novelas con el que consigue confundir y atrapar al lector. El
propio Bayly, en una conferencia dictada en
Desde
el punto de vista lingüístico, La noche
es virgen muestra unas claras influencias respecto al uso del lenguaje
oral, que la vincula con dos escritores peruanos precedentes: Ricardo Palma
(1833-1919) y Oswaldo Reynoso (1931). Con respecto a Palma, me adscribo a la
postura de Héctor Fernández quien destaca la adaptación del argot de ciertos
sectores de la población limeña con fines paródicos. Fernández subraya que
mientras Palma combina la ironía, el entretenimiento, el saber de la historia y
el lenguaje popular, Bayly usa modismos de la juventud, se aprovecha de la
jerga de la drogadicción para ofrecer una representación irreverente de la
realidad limeña (Fernández, 1998, p. 9).
De
Reynoso, Bayly toma el uso específico del dialectalismo urbano limeño, que
utilizó en novelas como Los inocentes (1961)
o En octubre no hay milagros (1965).
Reynoso, perteneciente a
La
liberación lingüística de la narrativa peruana, en palabras de Luis Fernando
Vidal, cabría buscarla en Vargas Llosa y Oswaldo Reynoso (Vidal, 1987, p. 33).[vi]
Con Reynoso y Vargas Llosa, dice Vidal, los personajes adquieren una vital
naturalidad y espontaneidad liberándose de eufemismos y circunloquios. Pero más
aún, Vidal recalca que en estos dos escritores, el erotismo y la sexualidad
brotan de manera libre y franca, sentando un precedente para la posterior
narrativa peruana. Jaime Bayly recoge dicha herencia literaria pero le aporta
una dosis de sarcasmo y crudeza, con la finalidad de épater no sólo a la clase media limeña, sino que ha traspasado
fronteras hasta alcanzar una dimensión internacional tanto en Latinoamérica,
como en el sur de los EE.UU. y España. Según Ruz, dos son las razones de su
éxito: en primer lugar una voluntad deliberada por el escándalo y el
consecuente interés de los medios de comunicación. En segundo lugar, Bayly ha
desarrollado un estilo que comulga con parte de la narrativa joven peruana pero con la intención de llegar a un
público lector más amplio (Ruz, 2003, p. 29-30). No en vano, La noche es virgen aterrizó en España con
el reconocimiento del premio Herralde bajo el brazo y pronto se convirtió en un
éxito de ventas. Fue un momento especialmente propicio cuando en España las
novelas de la “Generación X” coincidían con la obra de Bayly en temática,
oralidad, estilo y captación de público lector.
Bayly
se distanciará del discurso de la collera para retratar, en un juego
autobiográfico, las frustraciones de un joven de buena familia en su búsqueda
de una sexualidad propia. La liberación lingüística del relato adquiere en
Bayly unas altas cotas de expresividad, fruto de su fusión del discurso directo
e indirecto, del diálogo con el monólogo interior, esgrimiendo un lenguaje
coloquial limeño con un ritmo narrativo trepidante. Si para un limeño es un
lenguaje fácilmente reconocible, para un español se produce un deleite basado
en la extrañeza, una suerte de neo-barroco postmoderno. Otros escritores
peruanos como Alonso Cueto, que en lo formal se acercan al ejercicio
estilístico de oralidad que practica Bayly, han reconocido influencias en su
obra, llegando a elogiar el manejo de su lenguaje oral como uno de los logros
más importantes que haya alcanzado un escritor en lengua española hoy día
(Cueto, 2000, p. 39). Bayly adecua la oralidad del lenguaje al contexto limeño
de los noventa, sin acomodarse en una predecible traslación del estilo de
Reynoso o Vargas Llosa en un contexto más actual. Afina el oído y azuza la
escritura para actualizar sus modelos y ofrecer al lector un discurso propio,
estilizado y transgresor en su propia vuelta de tuerca lingüística. Una vez
analizados los aspectos lingüísticos de La
noche es virgen, la discusión debe girar hacia el componente espacial de la
novela.
Amor/Odio en Lima la horrible
Para
comprender el contrapunteo entre el locus
amoenus y eremus que simboliza
Lima en la novela, cabe remontarse hasta las Tradiciones Peruanas (1860)
de Ricardo Palma, quien ensalzó el periodo colonial de manera nostálgica,
representando Lima en una suerte de Arcadia idealizada que pervivió en el
inconsciente colectivo peruano hasta el discurso desmitificador de Sebastián
Salazar Bondy en Lima la horrible (1968). Para Salazar Bondy “Ricardo
Palma resultó, enredado en su gracia, en el más afortunado fabricante de aquel
estupefaciente literario” (Salazar, 1968, p. 13). En un esfuerzo por devolver a
la realidad del siglo XX la ciudad de Lima, Salazar Bondy destaca la presencia
del indígena, que de la sierra se asienta en la ciudad en una frustrada
integración urbanística que ya en los años noventa culmina con los barrios
chabolistas denominados eufemísticamente “pueblos jóvenes”. Palma y Salazar
Bondy son portadores de dos discursos antagónicos que en manos de Bayly se
aúnan de manera consciente a cómo se vio
en la sección anterior al tratar la liberación lingüística del relato. Se
acepta la tradición, se utiliza y se adecua con afán de superación.
En la novela el
espacio limeño presenta características carcelarias, aspecto que también ha
señalado Ruz: “Lima can thus both symbolize a prison and constitute a site of
freedom at the same time” (Ruz, 2003, p. 27). El referente carcelario fue
elaborado con anterioridad por Julio Ramón Ribeyro o Enrique Congrains, cuyos
relatos enfatizan los compartimentos estancos que son espacios normados de la
ciudad (Vidal, 1987, p. 33). En Bayly, esos espacios normados se tratan a
través de una óptica erótica, por lo que el discurso foucaultiano se antoja pertinente.
Para Foucault la tradicional asignación binaria respecto a la sexualidad es un
método de control individual de carácter coercitivo, similar al que opera en
una prisión:
toutes les
instances de contrôle individuel fonctionnent sur un double mode: celui du
partage binaire et du marquage (fou-non fou; dangeroux-inoffensif;
normal-anormal); et celui de l’assignation coercitive, de la répartition
différentielle (qui il est; où il doit être; par quoi le caractériser, comment
le reconnaître; comment exercer sur lui, de manière individuelle, une
surveillance constante (Foucault, 2007, p. 232).
En Surveiller et punir ([1975] 2007) tienen todavía un peso
considerable las metáforas de la línea divisoria y el círculo, “lugares comunes
que organizan el pensamiento occidental y que al mismo tiempo presuponen y
afirman la nítida demarcación de zonas opuestas” (Sharman, 1999, p. 34). A
medida que el pensamiento del filósofo francés evoluciona, las metáforas del
tejido y la espiral dan cuenta de la compleja trama entre dos tipos de poderes,
Le Pouvoir y les pouvoirs. Este segundo plano, entrelazamiento de micro poderes
(pouvoirs) y su efecto de conjunto (Pouvoir) que se proyecta como resultado
de esas interacciones, es el que interesa para este análisis. Gabriel se
enfrenta a ese binarismo (a la metáfora de la línea divisoria) que opera en la sociedad
limeña y que responde a una tradición común en todo Occidente que privilegia la
heterosexualidad frente otras prácticas eróticas. Gabriel, por tanto, está
dentro de la condición anormal, al no
comulgar con los dictámenes de una moral, que se cree natural y no construida.
La novela se tensa entre los espacios de libertad que deja la ciudad y aquellos
que imponen su control individual y su vigilancia sobre el individuo. En otras
palabras, hay una constante interpelación entre el espacio normado de la ciudad
y aquellos territorios en los que distintos poderes entran en conflicto, como
ocurre durante la noche, un espacio de mayor permeabilidad para el individuo,
en el que puede re-construirse de nuevo e interactuar en una red distinta de pouvoirs.
En
la novela se ejemplifica una de las características esenciales del sistema
carcelario: la vigilancia. Dicha característica ya es mencionada por Marcel
Velázquez cuando se refiere a que la ciudad oficial se instaura como un
gran vigilante en la novela, dominada por valores tradicionales (Velázquez,
2002, p. 228). Esta mirada coercitiva es ejercida por los habitantes de Lima
sobre Gabriel en virtud de la profesión del protagonista. Gabriel presenta un
programa de entrevistas en el que provocativamente conversa con personajes
famosos del Perú. Su trabajo es definido por él mismo como una cárcel (Bayly,
1997, p. 105), otra más de las numerosas referencias que inundan la novela y
contribuyen a generar ese sentimiento claustrofóbico en la obra. La profesión
del protagonista sirve de ejemplo para la problemática de la vigilancia que se
apunta. A través de su late night show
Gabriel consigue llegar a miles de televidentes que lo observan y vigilan constantemente. La televisión funciona
en la novela como catalizador de la vigilancia. El que aparece en el televisor,
Gabriel, es vigilado metafóricamente como le ocurre a un preso: ‘Il est vu,
mais il ne voit pas; objet d’une information, jamais sujet dans une communication’
(Foucault, 2007, p. 234). La
pantalla es también un medio de control e incluso un mecanismo de excitación
erótica como postula Alonso Cueto en su novela Grandes miradas, en la que se recrea el perverso juego
vouyerístico de Vladimiro Montesinos,
asesor personal de Alberto Fujimori durante la década de 1990: “Los tiene a su
merced en esa pantalla. Sus ojos son órganos sexuales que penetran en la mente
y la piel ajenas, la cámara es la extensión del falo, la posesión es una operación
vasta y detallada” (Cueto, 2008, p. 98-99). Pero la pantalla, con sus goces
eróticos que también utiliza Gabriel Barrios en la novela de Bayly, también
puede volverse contra uno.[vii]
El sujeto que aparece en la pantalla carece
de visión, lo que evidencia una libertad restringida frente al conjunto de la
sociedad limeña.
La
televisión se define como un medio de comunicación masivo, sin embargo,
funciona de manera inversa para el protagonista de la novela. Gracias al efecto
de la televisión, Gabriel se convierte en objeto de una información. La
televisión, por tanto, se resemantiza en la novela como un dispositivo de
vigilancia que invierte la dirección y el número de los vigilantes y los
vigilados. Si recordamos la idea de García Canclini de la teleparticipación,
los televidentes en la novela participan a distancia de las correrías de este
presentador de moda. Es más, fuera del horario televisivo, Gabriel es
preguntado por ciudadanos anónimos que le
conocen pero que él no conoce. Conocimiento
parcial y deficiente, al estilo de sombras chinescas sobre el que se construye
una verdad edulcorada. Por lo tanto, la propuesta de análisis toma la estructura
panóptica de modo inverso a como lo plantea Foucault. De un solo individuo que
vigila a cientos de presos, pasamos por efecto de la televisión, a muchos
individuos (televidentes) que vigilan a un solo preso (Gabriel).
En
el establecimiento penitenciario la torre central mantiene una visión panóptica
sobre el conjunto de los reclusos: ‘Le Panoptique est une machine à dissocier
le couple voir-être vu: dans l’anneau périphérique, on est totalment vu, sans
jamais voir; dans la tour centrale, on voit tout, sans être jamais vu’
(Foucault, 2007, p. 235). La visión que se obtiene desde la torre, recalca
Foucault, es matizada por el efecto de las sombras en las celdas de los
reclusos. Existe una deficiencia en esa vigilancia que impide ver la imagen
completa, el cuerpo físico. En la ciudad, la televisión es el medio que ejerce
esa visión panóptica (y también el punto de vista), con la diferencia de que
hay un cambio en la dirección de la vigilancia y en el número de vigilantes.
Gabriel va a ser un individuo vigilado, expuesto a las miradas de miles de
vigilantes que a su vez de manera recíproca reciben un conjunto de modelos de
comportamiento que determinan cómo debe ser la audiencia. Una vigilancia
recíproca, a fin de cuentas, una interacción de pouvoirs en la que ni Gabriel es tan solo un exitoso presentador,
ni los televidentes meros consumidores de dieta televisiva. Jesús
Martín-Barbero nos recuerda que el consumo es un espacio para la creación de
significados (Martín-Barbero,
2001, p. 91). Los televidentes-vigilantes
(y vigilados) van a tener acceso a una visión sesgada y parcial como ocurre en
el establecimiento penitenciario. No van a ver más allá de la imagen que
Grabriel ha fabricado para salir en pantalla. Los consumidores ven un personaje
artificialmente construido para ese espacio concreto. Sin embargo, para los
televidentes esa identidad del personaje que ven frente a ellos se asume como
auténtica, lo cual delata una respuesta condicionada por los modelos a los que
son expuestos.
La situación de
vigilancia descrita, impone en Gabriel una conciencia de su restringida
libertad que le persigue en su vida diaria: “necesito ir a comprar coca porque en hora y media arranca el programa,
y siento que la gente me mira y dice manya,
ahí va el atorrante de barrios” (Bayly, 1997, p. 101). La violencia de este
espacio agresor deriva en un constante sentimiento de escape de la capital
peruana, que se mezcla con un sentimiento nostálgico por la ciudad donde ha
crecido. Se encuentran variados ejemplos de esta paradoja durante la novela: “ser
gay o bi en lima es una cosa muy fuerte, créanme […] pronto me voy a ir de esta asquerosa ciudad donde no puedo ser como me
da la gana de ser […] sabes que es una ciudad perdida y sin futuro, pero es
tu ciudad y la quieres así. me acaricia, eso sí, un vientecillo fresco y
risueño. porque no hay como el clima delicioso de mi lima natal. qué nostalgia
[…] en ese momento odio lima. puede ser una ciudad tan deprimente. y conste que
no pido mucho, sólo pido una ciudad donde pueda caminar de noche sin que me
salten ratas encima” (Bayly, 1997, p. 64; p. 78; p. 83; p. 92).
“yo soy gay pero tampoco soy dogmático, cariño”
El análisis
conduce a plantearse el tratamiento del erotismo en la novela. Bayly introduce en
el discurso de la collera a un protagonista joven y exitoso, de clase
media-alta, frívolo y clasista. Lima se convierte en escenario desde el que
problematizar un erotismo al margen del discurso oficial, en una sociedad
conservadora de raíces católicas a la que Gabriel pertenece y con la que
comulga respecto a las representaciones de clase que de ella se derivan. Es una
destacable novedad en la narrativa peruana y cabe reconocerle a Bayly haber
dado presencia literaria al erotismo no normativo. En el atropellado discurso
de Gabriel Barrios no existe una definición clara – y por ende tranquilizadora,
conforme a la norma –de su sexualidad. Bayly emplaza su protagonista en un
espacio contestatario en el que no es exclusivamente ni homosexual ni
heterosexual. Es una actitud consciente de situarse en un discurso indócil
frente a una categorización sexual estable y aceptada socialmente. Es por tanto
una postura política que, lejos de abogar por una reivindicación de minorías
gays, lesbianas o bisexuales que no le interesan, reclama un espacio público para
la vindicación de una identidad sexual distinta a la norma. Es una postura
política a la vez que egocéntrica, reivindicadora al igual que profundamente
individualista.
En este punto se
propone la obra de Foucault en torno a la sexualidad, con la finalidad de
establecer un posible marco comparativo para entender la erótica en La noche
es virgen. En L’Usage des
plaisirs (1984), Foucault reflexiona sobre la bisexualidad en
En La noche es virgen, además de presenciar dicha evolución de
la erótica entre varones (entre Gabriel y Mariano) y la incorporación de la
mujer en el discurso (en el personaje de Nina), se erosiona la división binaria en el ámbito sexual
(aquella basada en el sexo, no en el género) ya que, frente al discurso que
categoriza y ordena el comportamiento del individuo, la novela se posiciona en
un terreno que cuestiona esas rígidas designaciones: “yo soy gay pero tampoco
soy dogmático, cariño, y si no me puedo agarrar un chico, me levanto a una
hembrita nomás” (Bayly, 1997, p. 104). Es manifiesta la voluntad del
protagonista por eludir un discurso que concuerde con una estructura monocorde
y ortodoxa que entiende la sexualidad como un sistema binario de relaciones en
el que un individuo como Gabriel Barrios no tiene cabida.
A la hora de
describir a Mariano, Gabriel incide en su belleza pero también destaca al
referirse a su pelo largo que “te daba un aire andrógino a hembrita confundida
[…] ¿por qué coño será que me gusta siempre la gente confundida?” (Bayly, 1997,
p. 20). Se cuestiona en la obra la estabilidad natural de los sexos por un
espacio más dinámico de los géneros. El deseo erótico se supedita a la belleza
(como nos recuerda Foucault en
Ahora
bien, el punto de inflexión sobre la sexualidad en ambos periodos vendría
marcado por la influencia de la religión cristiana y la reprobación de las
prácticas homoeróticas en cualquier contexto. La doctrina cristiana las censura
por contravenir la sexualidad orientada hacia la reproducción y asumida como
natural, es decir, la heterosexualidad bajo la institución del matrimonio. El
espacio privado deviene público, agudizando aspectos como el de la moralidad ya
en la época romana pero que pervive hasta nuestros días.
Se debería
explicar en este punto cómo se entendían las relaciones adulto-chico y bajo qué
parámetros morales y cívicos gozaban de aceptación en
El
homoerotismo entre adultos (ni siquiera existía una palabra para tal práctica,
menciona Foucault) era censurado ya que en esa relación uno de los dos adultos
tendría que ejercer un rol pasivo y el deber cívico de todo ciudadano varón
respecto a la república era incompatible con la sumisión a otro hombre. Por
consiguiente, las relaciones adulto-chico, tenían un periodo temporal
específico, una reglamentación y una metodología, que de traspasarla llevaría
al adulto a incurrir en su desprestigio social, dada su falta de moderación. En
La noche es virgen, Gabriel va a
tomar el rol del adulto que corteja
al chico, que lo busca y le presta
numerosas atenciones para conseguir sus favores. Gabriel conoce a Mariano en un
espacio público (un club nocturno), como ocurría en la antigüedad, ya que los
adultos cortejaban a los muchachos en los espacios abiertos, siendo el gimnasio
el lugar por excelencia. En el club nocturno, Gabriel admira de Mariano su
estética rockera, con ropas ajustadas, sudado por el concierto, como también lo
estaba el adolescente en el gimnasio. En ambos casos, tenemos a una persona que
busca, que corteja, que persigue a su objeto de placer.
La
noche es el momento y el espacio preciso para la caza. Durante la noche Gabriel
puede confundirse más fácilmente y escapar temporalmente de la constante
vigilancia a la que está sometido. La noche equipara los estatus sociales de
los individuos, que se mezclan en lugares comunes, clubes nocturnos, salas de
conciertos, bares, donde pueden aparentar ser otra persona y/o adoptar una
identidad distinta a la que mantienen a la luz del día. La noche es un espacio
de fluctuación de les pouvoirs que
escapa al ojo vigilante de Le Pouvoir.
Las relaciones homoeróticas están dentro del dominio del silencio en La noche es virgen, por subvertir la ley
natural reproductiva que incita hacia lo que Adrienne Rich definió como compulsory heterosexuality.[viii]
Pese a ello, la noche permite espacios de mayor libertad, en los que tantear el
juego erótico y es precisamente lo que hace Gabriel cuando conoce a Mariano.
Pero mientras ese cortejo era aceptado socialmente en
Gabriel,
de la misma forma que un ciudadano buscaba a un eromenos en el gimnasio, intenta conseguir los favores de Mariano
comportándose como si de un mecenas de la música se tratara: “le di la plata a
mariano y él me agradeció emocionadísimo y me dijo que se iba a comprar una
guitarra […] y que con esa guitarra iba a dar un conciertazo de putamadre el
próximo sábado, y yo orgullosazo, sacando pecho, dándomelas de mecenas criollo”
(Bayly, 1997, p. 131). En el primer acto homoerótico entre Mariano y Gabriel es
éste es el que penetra a Mariano. Se repite de este modo el esquema del
homoerotismo en Grecia, siendo el adulto el que ejerce un rol que Foucault
describe como activo sobre su objeto
de placer, que corresponde a las atenciones tomando el rol pasivo (Foucault, 2000, p. 279-280). Según este discurso las
relaciones sexuales implican poder y dominación entre los individuos. Pero en
el contexto limeño, las categorías activo
y pasivo adquieren otras
connotaciones. Como apunta Ruz al mencionar un estudio de de M. Arboleda, el
rol activo se refiere a aquél que goza de una mayor aceptación social, muchos
de los cuales llevan una doble vida. Pasivo,
en cambio, define a aquellos con una baja estimación social y que usan el
término gay para identificarse.
Arboleda usa una tercera categoría, la de moderno,
para referirse a aquellos que son flexibles en sus roles sexuales, no
limitándose al activo o pasivo (Ruz, 2003, p. 21).
Las relaciones
homoeróticas en la novela implican un mutuo deseo y un placer compartido. En
Finalmente,
las relaciones eróticas adulto-chico solían evolucionar de la aphrodisia (la erótica) a la philia (la amistad) una vez se había
traspasado el periodo establecido para tales relaciones eróticas. En la novela
de Bayly encontramos un indicio de esta situación y una distorsión de este
comportamiento. En primer lugar, Mariano escoge a una mujer (Nina) en
sustitución de Gabriel al final de la novela, quedando éste desconsolado. Esta
elección puede interpretarse como una forma de adecuarse a las normas de la
sociedad que impulsa al hombre a buscar una mujer con la que formalizar una
relación de pareja convencional. En
Los
tres planos que se anunciaban al comienzo del ensayo como ejes de la discusión
tenían en común haber sido tratados con anterioridad por la historia literaria
peruana desde enfoques diversos. El motivo por el que Bayly recupera e inserta
su novela en dicha tradición bien pudiera responder a la voluntad del escritor
por incorporar sus fuentes literarias por un lado, respondiendo de esa manera a
las acusaciones de escritor comercial o de producir literatura light. Con La noche es virgen Bayly no sólo trasciende la mera incorporación
de su narrativa en un discurso literario limeño –más que peruano –sino que
transgrede dicho discurso situándose en un territorio contestatario y polémico,
alentado por la referencia autobiográfica. El corpus lingüístico del habla
limeña es desbordante y fresco, un retrato sociológico de cuidada factura. El
texto de la obra se corresponde con el con-texto, necesariamente limeño, donde
la ciudad no es ni locus amoenus ni eremus, ni
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Notas
[i] No se indica la página por tratarse de un texto digital. En lo sucesivo si la referencia carece de página implica una fuente digital. En ese caso se copia la dirección en la sección de obras citadas.
[ii] En primer lugar, Ricardo Palma, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique y Oswaldo Reynoso han desarrollado un discurso con una primacía de la oralidad del lenguaje en gran parte de sus obras. En segundo lugar, Palma y Sebastián Salazar Bondy son el contrapunteo necesario entre Lima como Arcadia y Lima la horrible. Por último, Bayly retoma la figura del marginado reconstruyéndola en outsider (José Diez-Canseco incorporó la figura del marginado de la urbe limeña a la literatura nacional) desde parámetros nuevos. Los protagonistas de sus novelas son de clase media-alta limeña, pero su marginalidad reside en su apuesta por una sexualidad fuera de la norma.
[iii] Para un análisis de esta obra ver Jorge Catalá Carrasco ‘La alteridad sexual en Las dos caras del deseo (1994) de Carmen Ollé’ en Chasqui: revista de literatura latinoamericana (vol. 38 n. 1 mayo 2009).
[iv] Tener hambre o sueño ‘nazi’ para indicar intensidad, así como el uso de sufijos o prefijos aumentativos como en ‘conchudazo’ o ‘superrefinada’ son algunos de los múltiples ejemplos. Expresiones del tipo ‘tuve un cherry con mi enamorado’, ‘cantó mostro’, ‘es muy churro’ o ‘se caga de risa’, conforman la novela como un documento sonoro del habla limeña.
[v] Vargas Llosa fue el valedor de Jaime Bayly en España, asegurándole un contrato para su primera novela, No se lo digas a nadie, con la casa editora Seix Barral, con la que Vargas Llosa ha publicado gran parte de su obra.
[vi] Una primera versión reducida de este texto en forma de ponencia para el seminario ‘Problemas, imágenes y concepciones de lo urbano en el Perú’, celebrado en noviembre de 1985 para conmemorar los 20 años del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo –DESCO– fue posteriormente publicado con el mismo título en Presencia de Lima en la literatura (1986).
[vii] Cuando en el año 2000 apareció el primer Vladivideo (con este nombre se conocen los vídeos en los que aparecía el asesor Vladimiro Montesinos sobornando a líderes políticos, empresarios o periodistas no afines al régimen de Fujimori) supuso la caída automática de Fujimori y del propio Montesinos.
[viii] Adrienne Rich acuñó la frase compulsory heterosexuality en un artículo publicado en la revista Signs en 1980. Véase ‘Compulsory Heterosexuality and Lesbian Existence’ en The Lesbian and Gay Studies Reader, ed. Henry Abelove et al. (London: Routledge, 1993), pp. 227-254.
[ix] Irónicamente, la palabra moderno comienza a ser utilizada en el siglo V, recuerda Habermas, con el fin de delimitar el presente cristiano del pasado romano-pagano (Habermas, 2002, p. 375).