REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


¿TIENE FUTURO LA FILOSOFÍA?:

NUNCA FUE TAN HERMOSA LA BASURA, DE JOSÉ LUIS PARDO

 

Juan Antonio López Ribera

(I.E.S. “Villa de Abarán”, Abarán)

 

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(Círculo de Lectores / Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2010)

 

¿Puede la filosofía sobrevivir en la sociedad del siglo XXI? ¿Puede la filosofía tener cabida en una sociedad posmoderna, es decir, en una sociedad que desconfía de cualquier construcción textual que intente explicarla de manera totalizadora, en una sociedad que parece empeñada en desterrar el pensamiento? Con Nunca fue tan hermosa la basura, recopilación de artículos y ensayos escritos entre 1994 y 2008, José Luis Pardo incide en la idea de que el papel de la filosofía hoy día reside en dar respuestas a la actualidad, en abordar críticamente algunos aspectos de la realidad cotidiana.

La posmodernidad ha provocado que la literatura actual mire el mundo desde una óptica intrahistórica, una vez abandonada la pretensión de explicar la realidad desde sus páginas. La filosofía, necesariamente, tiene que recorrer el mismo camino, y José Luis Pardo, con libros como La intimidad (1996), La regla del juego. Sobre la dificultad de aprender filosofía (2004), Esto no es música. Introducción al malestar de la cultura de masas (2007) o el que ahora mismo nos ocupa, es quien está marcando el paso en España.

Nunca fue tan hermosa la basura (título tomado de un verso de Juan Bonilla) recupera algunos artículos y ensayos cuyas ideas, en opinión de su autor, permanecen vivas a pesar del tiempo transcurrido; algo que, según Pardo, constituye la esencia del género ensayístico, «cuyo éxito depende siempre de haber conseguido internarse, aunque sólo sea un ápice, en un territorio inexplorado o inesperado, y de haber logrado iluminar un ángulo de la cuestión que permanecía ciego antes del intento, pues ni siquiera estaba entre los objetivos explícitos y declarados del trabajo emprendido» (pág. 8).

En la introducción del libro, titulada “Lo nuestro no tiene futuro”, José Luis Pardo, además de explicar la razón de ser de la obra, también se lamenta de la progresiva sustitución de la ética por la estética en la sociedad actual, algo que provoca la infravaloración de cualquier obra humana hasta el nivel de basura, es decir, su valor es provisional, efímero, el valor de un mero objeto de consumo. Ante esta situación, la tarea de los “trabajadores de la cultura” resulta ingrata e incluso incómoda: «es posible que el único porvenir de los trabajadores de la cultura sea el de convertirse en «productores de contenidos» para alimentar esa maquinaria de comunicación omnívora que exige materiales renovables, reciclables, para que el sistema se mantenga siempre joven. Se percibe, entonces la incomodidad que afecta a la tarea crítica del intelectual como productor de residuos no reciclables: basuras hermosas y malditas, indigestos interludios de resistencia al irreflexivo argumento implícito que justifica una y otra vez y en todas partes el avasallamiento de los contenidos, en todos los órdenes de la existencia, en beneficio de unos contenedores siempre rutilantes y vacíos» (págs. 14-15).

Juan Luis Pardo divide Nunca fue tan hermosa la basura en cuatro partes. La primera de ellas, titulada «A cualquier cosa llaman arte», viene encabezada por el ensayo “Estética y nihilismo. Ensayo sobre la falta de lugares”; en él, Pardo reflexiona sobre la noción de lugar y su progresiva disolución como señal de identidad del ser humano; como consecuencia, nuestro autor reivindica el papel del arte como creador de lugares, precisamente porque está “fuera de lugar”: «El arte es un ejercicio de traslación, de traducción; siempre versión, nunca original, enseña a los hombres de un lugar su falta de originalidad y, además, tiene una función primaria: les permite no ser originales, tomar distancias con respecto a su lugar» (pág. 32). El siguiente ensayo de esta primera parte, “¿Qué quiere un niño?”, gira en torno al juguete, que, según Pardo, actúa como «túmulo de nuestros deseos» (pág. 49), como recuerdo de una época sin límites, de «un mundo que no puede ser ya nunca más el nuestro, un mundo anterior a la distinción entre el bien y el mal o entre la realidad y la ficción» (pág. 48). A continuación, nos encontramos con un “Ensayo sobre la falta de argumentos”, en el que nuestro autor se lamenta de la pérdida de autenticidad del arte y la cultura en general en una sociedad tan tecnificada como la nuestra; para dilucidar la causa de esta situación, Pardo lleva a cabo un amplio recorrido por los postulados del arte de vanguardia y sus influencias posteriores. A la falta de argumentos le sigue un “Ensayo sobre la falta de personalidad”, en el que Pardo analiza pormenorizadamente la figura de Bartleby, protagonista de Bartleby el escribiente, la famosa novela corta de Herman Melville, como símbolo de la personalidad vacía, sólo enjuiciable por sus silencios y su actitud declinatoria, y un “Ensayo sobre la falta de vivienda”, un texto que reflexiona sobre los términos de dignidad e intimidad a partir de la manida expresión “derecho a una vivienda digna”. Les sigue uno de los ensayos más interesantes del libro, “Nunca fue tan hermosa la basura”, que arranca con la siguiente afirmación: “ninguna otra forma de sociedad anterior o exterior a la moderna ha producido basura en una cantidad, calidad y velocidad comparables a las de las nuestras” (pág. 163). Eso nos conduce, a decir del autor, a una sociedad repleta de lo que él llama no-lugares o lugares-basura, fruto de un paradigma-basura, «porque no hay en realidad ningún nuevo paradigma hacia el cual estemos transitando, sino únicamente la destrucción sistemática y concertada de aquel bajo el cual vivíamos» (pág. 175). Acaba esta primera parte del libro con un breve artículo publicado en El País en 2007 titulado “Cuerpos desnudos”, sobre el culto al cuerpo, tan de moda en la sociedad actual.

La segunda parte de Nunca fue tan hermosa la basura lleva por título «El vientre de la ballena», y se inicia con una “Carta abierta a Richard Sennett a propósito de La corrosión del carácter”, en la que Pardo, a partir del mencionado libro de Sennett, reflexiona sobre el trabajo y el papel que juega en nuestras vidas. “Mother & Child Reunion”, con el leit motiv de la canción de The Beatles “She’s leaving home”, compuesta por Paul McCartney y en la que se relata la huida de casa de una chica adolescente en busca de diversión, es un lúcido ensayo que nos habla sobre la distancia intergeneracional y la herencia ideológica y moral que los padres quieren dejar a sus hijos. Le siguen tres artículos muy breves publicados en El País: “No-ficción”, sobre el creciente descrédito de la ficción; “Los tiempos no están cambiando”, en el que Pardo desmiente la idea de que avanzamos hacia un futuro mejor, de que la línea evolutiva de nuestra historia sigue progresando: «no, los tiempos no están cambiando, no estamos transitando hacia ningún nuevo paradigma. El que teníamos, es cierto, está averiado, desprestigiado, erosionado, corroído y hecho pedazos, pero no tenemos ningún recambio para él ni ningún otro lugar hacia el que transitar» (pág. 224); y “¡Es el marco, imbécil!”, un comentario sobre el libro de George Lakoff No pienses en un elefante, en el que se analizaban las causas por las que, según su autor, el partido republicano había tomado la delantera en cuanto a estrategia electoral en la carrera hacia la Casa Blanca (hablamos del año 2007); la cuestión clave era lo que Lakoff denomina marco: la imagen y el contexto asociados al candidato. “Poesía e Historia” reflexiona sobre la mitificación de algunas figuras históricas, como el Che Guevara, que se han convertido en meros símbolos vacíos de contenido debido a la continua confusión entre Poesía (ficción) e Historia (realidad). Pone fin a esta segunda parte del libro el ensayo “El conocimiento líquido. En torno a la reforma de las universidades públicas”, una fuerte crítica a la reforma de la enseñanza universitaria; para Pardo, el problema comienza cuando se produce la sustitución de la asignatura por el crédito, lo que conlleva una indiferenciación del conocimiento, pero eso es sólo el principio: otros problemas son, por ejemplo, la continua injerencia del sector privado en los proyectos de investigación por cuestiones de financiación, o el poco rigor con que se realizan dichos proyectos (más grave aún en el caso de proyectos financiados por el Estado –el cual se encarga, por otra parte, de señalar las prioridades–, como ocurre en el campo de las Humanidades).

«Más prozac y menos Platón» es el título de la tercera parte de Nunca fue tan hermosa la basura. Abre el fuego “Literatura y filosofía”, un ensayo sobre el proceso de degeneración pública de la filosofía de manos de supuestos expertos en inteligencia emocional, que la han prostituido hasta convertirla en autoayuda barata (el blanco no explícito de las críticas es Menos prozac y más Platón de Lou Marinoff). “De dónde son los cantantes” trata sobre las distintas formas de aprehensión de la realidad (palabras, músicas, sonidos, etc.), y reivindica el papel de los que no se conforman con sólo eso: «Hay quien, además de hablar, quiere saber de qué habla, quiere saber la verdad de lo que dice. Hay aquellos a quienes las palabras y los signos les saben a poco, los filósofos» (pág. 297). A continuación, José Luis Pardo escribe sobre la metáfora, “ruina del concepto” según Nietzsche, en el ensayo “El concepto vivo o ¿Dónde están las llaves? Ensayo sobre la falta de contextos”. Por último, “Las desventuras de la potencia (otras consideraciones inactuales)” tiene la intención de deshacer la «oposición entre metafísica de la ausencia y metafísica de la presencia mostrando su perfecta equivalencia y sugerir, sin ninguna pretensión de originalidad (sino únicamente a fuerza de repetir cosas bien conocidas), otra manera de interpretar el primado del acto sobre la potencia que pudiera servir, precisamente, para escapar de esa alternativa» (pág. 321).  

La cuarta y última parte del libro es la más breve, y parece funcionar a modo de epílogo. En ella encontramos dos entrevistas a José Luis Pardo a propósito de la publicación de su libro La regla del juego (2004) (bajo el nombre de “Entrevista a José Luis Pardo” y “Sobre la nostalgia de sentido”) y las respuestas a un “Cuestionario filosófico” de la Revista Kaliedro en febrero de 2007.

En una sociedad cada vez más sustentada sobre valores efímeros y escenarios banales, José Luis Pardo tiene muy claro que la verdadera tarea del intelectual es ser crítico con ella y separar el grano de la paja, es decir, señalar qué es valioso, qué merece sobrevivir al aplastante olvido; en definitiva, señalar lo que no es o no se ha convertido en basura.

La pregunta lógica podría ser: ¿y cómo hemos llegado a esta situación? En pocas palabras, sustituyendo la ética por la estética. La basura de la que nos habla José Luis Pardo no es otra cosa que el producto del esteticismo generalizado que gobierna nuestro mundo, y que se traduce en un nihilismo infructuoso. Si todo tiene el mismo valor, entonces nada lo tiene. Así podrían resumirse los tiempos que corren.

Es por ello que nuestro autor reivindica el arte como lugar en el que reside lo puramente humano, precisamente por no ser un lugar concreto, material, un lugar-basura; algo que no es, en definitiva, transitorio, reciclable. El arte es una experiencia del mundo con vocación de trascendencia, y en él se encuentra el refugio de la verdad del espíritu humano, de lo auténtico en un mundo de simulacros.

  Pero que nuestras palabras no lleven a equívoco al amable lector de esta reseña. Nunca fue tan hermosa la basura no es una crítica amarga, ceñuda y muchos menos apocalíptica de una sociedad putrefacta y abocada al desastre. No es una diatriba contra el mundo. Ni mucho menos. Los artículos y ensayos de José Luis Pardo son un intento de comprender la compleja realidad que nos rodea, una realidad que bien podría definirse con la metáfora de la basura, pero una basura, como reza el título del libro, que también tiene su lado hermoso. Ahí reside la tarea de la filosofía hoy día, en abordar críticamente y desde las más diversas perspectivas –como bien hace José Luis Pardo en Nunca fue tan hermosa la basura– el mundo que nos ha tocado habitar, siempre en constante búsqueda de lo verdadero, eso que nos hace sentir anclados a la tierra, eso que merece la pena salvar del gran vertedero de la sociedad moderna. Esa hermosa basura que no puede ser reciclada.