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UNA MUJER EN BIRKENAU, DE SEWERYNA SZMAGLEWSKA
Christina Holgado Sáez
(Facultad de Ciencias Empresariales. Universidad de
Huelva)
Es war einmal ein Land, das hieβ Deutsch.
Schön
war es, gehügelt und flach
und
wuβte nicht, wohin mit sich.
Da
machte es einen Krieg, weil es überall
auf
der Welt sein wollte und wurde klein davon.
Nun
gab es sich eine Idee, die Stiefel trug,
gestiefelt
als Krieg heimkam, harmlos tat und schwieg,
als
habe sie Filzpantoffeln getragen,
als
habe es auswärts ichts Böses zu sehen gegeben.
Doch
rückläufig gelesen, konnte die gestiefelt Idee
als
Verbrechen erkannt werden: so viele Tote.
Da
wurde das Land, das Deutsch hieβ, geteilt (…)[1]
Günter
Grass, Die Rättin, p. 107-108.
En 1914 estalla la I Guerra Mundial,
finalizaba con la derrota de Alemania, el resultado: más de nueve millones de
muertos hasta noviembre de 1918, momento en que tiene lugar la abdicación del
emperador Guillermo. Las consecuencias: severas cláusulas de ejecución
inmediata, aceptación de su “íntegra culpabilidad” y liberación de los
criminales de guerra (Jiménez Burillo, 2007, p. 11); en estas condiciones se
firmaría el Tratado de Versalles, suponiendo una gran vergüenza para el pueblo
alemán. A estos acontecimientos proseguiría la República de Weimar, fundada en
1919, que, atacada por partidos de derecha e izquierda, se convertirá en el perfecto
pretexto en manos de A. Hitler para alcanzar las máximas cotas de poder: 1. Ese
mismo año se funda el NSDAP (Nationalsozialistische Deutsche
Arbeiterpartei: Partido Nacional Socialista Obrero Alemán), Hitler se
afiliará con posterioridad convirtiéndose en jefe máximo del partido el 9 de
noviembre de 1923. 2. El carácter democrático de Weimar se asociaba a la “humillación
nacional” (Echazarreta/López García, 2000, p. 2), tal es así que desde
“Cuando el cuerpo se ha secado hasta
adoptar formas infantiles, cuando las manos y las piernas son como palos,
cuando la boca se llena de la sequía que produce el tifus, cuando cada bocado
de comida desencadena un nuevo brote de disentería, cuando el mero olor de la
sopa del Lager[3] le
provoca náuseas, cuando no recibe ninguna ayuda, ni protección ni medicinas,
¿de dónde nace, en qué rincón del organismo aumenta y florece la mágica
voluntad de vivir, tan fuerte que puede vencer incluso la Muerte en todas sus
formas? ¿De dónde sale esa fuerza de voluntad inquebrantable que te impulsa a
la supervivencia?” (1ª parte, año 1942: “Es sólo una gripe”, p. 65)
Como recompensa, el siglo XX pudo conocer
lo que en aquellos lugares ocurrió: los supervivientes, testigos incalculables,
que jamás olvidarán el dolor, los castigos, las enfermedades sufridas, los
experimentos pseudo médicos, el frío, el calor, el odio incomprensible que
suscitaban y, fundamentalmente, los más apreciado por el ser humano: el individuo
único, diferente del resto, para convertirse en un número de “n” cifras, en
resumen, perder el sentido de la individualidad.
La doctora Garlicka abandonaba el trabajo subrepticiamente para visitar a enfermas en
los barracones, examinándolas con la ayuda de una vela, la doctora K. conocía
los trucos para conseguir medicamentos, Edyta L. evitó que su hermana fuera
condenada al crematorio, Barbara C.-Ch. remendaba edredones para las
prisioneras más necesitadas, Maria I., jefa del barracón 11, era fácilmente
sobornable, a cambio de comida liberaba del duro trabajo, Walentyna K., las
doctoras W. y J., Kasia L. … Más allá de nombres, apellidos, letras, origen,
credo, todas compartían una misma idea: gracias a ellas muchas mujeres evitaron
ser ejecutadas, combatieron enfermedades o incluso sufrieron en menor medida el
frío intenso del invierno y del otoño polaco. Permanecerían en el olvido sin el
ejercicio de evocación de Seweryna Szmaglewska (1916-1992), cuya narración de
desasosegante dureza, combinada con un sorprendente lirismo, se convierte en la
memoria de innumerables mujeres que no vivieron para contarlo.
Nacida en Przygłow (Polonia), estudió
ciencias sociales y literatura polaca en las universidades de Łódź,
Cracovia y Varsovia, publicando sus primeros relatos a la edad de 20 años.
Formó parte de la resistencia polaca, Armia
Krasowa; en 1942 fue detenida y enviada a Auschwitz, donde permanecerá 3
años. Su supervivencia contribuyó a la finalización del libro, en julio de
1945, apenas seis meses después de que la autora escapara del campo; publicado
en otoño de 1945 se traducirá en su momento a 20 idiomas; hasta 2006 sería ignorado
en España. La calidad de los relatos de Szmaglewska, primeros testimonios de un
testigo del campo de exterminio y aceptados como prueba documental en los
procesos de Nuremberg en 1946, contribuyeron tanto para aportar una valiosa
información a las autoridades encargadas de perseguir y juzgar a los criminales
de guerra nazis, como para conocer la organización del “Lager”.
De forma muy llamativa el lector puede
interpretar qué sentimientos, vivencias y horrores se le descubrirán gracias a una
ilustración que ocupa la sobrecubierta al completo: una perfecta alambrada, a
través de sus líneas de color oxidado destacan unas siluetas borrosas, como
pinturas embadurnadas, de las fronteras electrificadas de un campo de
concentración. En el interior del libro se proporciona un plano detallado (p.
9) de Birkenau (Auschwitz-II), diseño gráfico de R. Placzek, acompañado de un
listado exhaustivo (p. 8) de la ubicación de los campos –tanto masculinos como femeninos–,
crematorios[4] II al V
equipados cada uno con una cámaras de gas, hospital para hombres, puestos de
guardia de las SS, zonas de enterramientos en masa, cocinas, almacenes de ropa,
zona de cuarentena de ingreso para mujeres, torres de vigilancia, ramal del
ferrocarril y de descarga –de judíos, naturalmente– (denominada “Judenrampe[5]”),
baños, retretes y lavabos, cuartos de pelar patatas, lugares donde se esparcían
las cenizas de los prisioneros asesinados, almacenes con bienes saqueados a los
deportados, comandancia y barracones de los puestos de mando, campos para
mujeres y hombres de diferentes nacionalidades, para familias judías, gitanas,
sectores donde se quemaban cadáveres al aire libre, entre otros.
Esta autobiografía, a través de
un relato muy realista y estremecedor, descubre al lector en qué consistía la rutina
diaria y la supervivencia de las mujeres en el campo de concentración, hechos
vividos, sin necesidad de ser exagerados, u observados directamente por esta fabulosa
narradora. Lugar: Birkenau (Auschwitz II),
“De vez en cuando una selección limpia el campo de quienes se han
quedado sin fuerzas, de quienes por un momento se han detenido en su lucha
contra las difíciles condiciones de vida. Y ésta es la forma más eficaz de
aniquilar a miles de personas. La muerte natural causada por enfermedad. Nadie
ha tenido que fusilarlas, nadie les ha inyectado nada, no han tenido que
contagiarles el tifus porque los piojos lo propagan de forma más eficaz que
cualquier método artificial. Los piojos, que es imposible erradicar por falta
de agua y de una muda de ropa interior, pueblan las mantas y los cuerpos, y
noche y día nos inoculan el tifus a las prisioneras.
Así es Birkenau en pocas palabras.” (2ª parte, año 1943: “Es kommt hoher Besuch[6]”,
p. 178)
Las experiencias de la
protagonista se estructuran en tres densos apartados con previa introducción (p.
11-14) y posterior epílogo (p. 401-405): primera parte, año 1942 (p. 15-132), segunda
parte, año 1943 (p. 133-290), y tercera parte, años 1944-1945[7]
(p. 291-400). Las primeras informaciones que se proporcionan en la introducción
detallan la nacionalidad de los muertos: polacos detenidos por la Gestapo o
capturados por su colaboración en el levantamiento de Varsovia, rusos,
yugoslavos, checos, holandeses, franceses, belgas, italianos, ucranianos,
estonios, delincuentes comunes alemanes, niños de diferentes nacionalidades,
algunos nacidos en el seno del campo, y también gitanos[8],
cuya condición era homóloga a la judía; sin distinción de género y edad, todos
sucumbieron en las cámaras de gas. Del mismo modo, el masivo número de personas
que entraban en Auschwitz II, así como la imposibilidad de verificar la
identidad de los que vivían o habían fallecido, obligó a las autoridades a
adoptar otras medidas de identificación de prisioneros: tatuarlos; con esta
medida pasaron por alto que aquellos que lograran escapar se convertirían en
pruebas vivientes[9], incluso
a pesar de los intentos por destruir los certificados de defunción ante el
avance a un ritmo inesperadamente rápido del Ejército Rojo. Finalmente, hace
hincapié en las escenas grabadas en su retina de las selecciones, en las que
ancianos, niños e inválidos eran conducidos al bloque 25 (el bloque de la
muerte); en los enfermos de tifus[10]
y disentería[11] que
agonizaban durante horas tirados en el fango; sin olvidar a artistas, genios,
personas con talento, personalidades del pasado que lo podrían haber sido en el
futuro. En enero de 1945 se abrieron las puertas de Birkenau, miles de personas
salieron, ésta fue la reacción de la población alemana:
“ …, cuando en el camino de
Oświęcim-Gross Rosen se formó una procesión de varios kilómetros
compuesta por unos miserables encorvados por la fatiga, y cuando esta procesión
ocupó por completo los caminos de Silesia, dejando por doquier sobre la nieve
la figura negra de algún prisionero rematado por un SS, los silesios de las
ciudades y pueblos cercanos se detenían sorprendidos. Se echaban las manos a la
cabeza y hacían la señal de la cruz sobre las siluetas lejanas de los
prisioneros; eso sí, desde los umbrales de sus casas, sin atreverse a acercarse
al siniestro camino.
- ¡No puede ser! –decían–. ¿Acaso había tantas
personas en Oświęcim? ¡Es increíble!
A los prisioneros les estaba prohibido pronunciar
una sola palabra, así que no podían detenerse para gritarles:
- ¡No es increíble! Al contrario, lo que veis es
sólo una mínima parte de los que estábamos en Oświęcim. Éramos muchos
más. Somos tan sólo un puñado, algunos de los supervivientes. …” (Introducción,
p. 13)
Año
1942. Escenario: coyes[12],
colchones rellenos de virutas o juncos de los estanques cercanos, un millar de
mujeres en un barracón sin tabiques ni separaciones, silbatos a las 4:00 de la
mañana para comenzar el recuento prolongado en caso de fugas, medio litro de
café en sucias escudillas como alimento para afrontar la dura jornada de
trabajo, prisioneras desplomándose en las filas ante la mirada impasible de las
jefas de barracón; aquellas que no se presentaban, porque se escondían para
morir en paz, eran buscadas por las Kapos[13] y
Oberkapos[14]
en compañía de la decana del campo, Lagerälteste[15],
continuas luchas contra la invasión de piojos, ataques de perros guardianes,
hambruna (los nazis experimentaban sobre el mínimo de ingesta necesaria para
sobrevivir y rendir en el trabajo) (Jiménez Burillo, 2007c, p. 42), duchas con
agua fría, suicidios provocados por la falta de esperanza de que la liberación
llegaría algún día, escenas que se vivían diariamente en Auschwitz II-Birkenau,
una superficie fangosa de
Año
1943. Escenario: el número identificativo que se llevaba en la ropa es ahora
punzado en el antebrazo izquierdo de los prisioneros (salvo alemanes y Volksdeutsche[16]),
niños y bebés tampoco están exentos de estas prácticas, tatuándolos en el muslo
(un número de cinco cifras se extendía desde la ingle hasta la rodilla).
Heinrich Himmler, la única visita que recibe Birkenau, hace que salten las
alarmas: se programan ejecuciones para ese día, se realizan selecciones
especialmente inhumanas, los camiones, repletos de gente, se dirigen a los
crematorios, en el campo de los hombres aumentan los sonidos de las horcas y de
los gritos humanos por los látigos de goma. Los castigos están a la orden del
día; escribir a la luz de una vela, emplear retales para confeccionar
bolsillos, intercambiar palabras con un marido repentinamente encontrado,
enviar una carta sin pasar por la censura del campo, satisfacer la necesidad de
comer, pueden conllevar la pena de muerte o la cadena perpetua a trabajos por
tiempo indefinido. El Stehbunker[17]
y los potros de madera, en los que se azotaba inmovilizando de pies y manos con
correas, provocaban bajas humanas. Los actos perversos de los mandos femeninos,
comparables en crueldad al de sus homólogos masculinos, se hacen patentes a lo
largo del relato, destacando: Aufseherin[18]
J. Bormann, conocida por “la mujer de la perra”, E. H. Hasse, M. Drechsler, Oberaufseherin[19]
M. Mandel, entre otras. En esta época se crea un prostíbulo en el bloque 24ª,
al que los prisioneros califican Puff[20],
prostitutas alemanas y mujeres de diverso origen trabajarán en él, saciando
la sed de oficiales y prisioneros, a los que se les premiaba por buen
comportamiento y colaboración. Hasta la actualidad se ignora si las propias
prisioneras servían de carnaza sexual ante el apetito masculino, exento en
largas temporadas. El genocidio masivo comenzará a partir de entonces, los
crematorios trabajan día y noche, llevando a cabo extracciones de dientes de
oro a los que van a morir; del mismo modo se acumulan montañas de cadáveres
frente a los barracones del hospital, sirva el dato de 300 mujeres muertas al
día desde el otoño de 1943 al invierno de 1944.
Años 1944-1945: Escenario: otras formas de
exterminio: a) el trabajo diario, siete días a la semana y los domingos, un par
de horas menos, constituirá otra modalidad de exterminio entre la población
femenina; b) el ácido cianhídrico, ciclón-B[21],
se suministra en las cámaras de gas que trabajan mucho más deprisa que los
hornos crematorios; c) experimentación médica a través de inyección u
operaciones quirúrgicas en el bloque 10, la primera consiste en inocular con un
virus que produce una enfermedad, tras la cual la mayoría de mujeres fallece de
forma rápida bajo observación facultativa; la segunda, en cortar trozos de
útero, extirpación de ovarios y cosas parecidas, la gran parte no sobrevive y
muere al cabo de un tiempo. A continuación los SS buscarán más conejillos de
Indias; d) J. Rudolf Mengele, oficial médico en jefe de Auschwitz, y apodado “el ángel de la muerte”, realiza
duras selecciones decidiendo con un gesto quién viviría: a la derecha ancianos,
niños, mujeres embarazadas e incapacitados; a la izquierda las mujeres jóvenes
y hombres de evidente buen estado de salud. La moral quebrantable en los
prisioneros del campo de concentración se refleja en las escenas previas a las
selecciones nocturnas realizadas por los SS y los Sonderkommando[22],
borrachos de vodka; que apremian a los
judíos para bajarse de los vagones y les obligan a entregar sus pertenencias:
joyas, productos alimenticios de diversos países (manteca de ganso, lonjas de
tocino ahumado y bacón, confituras de fresa, ciruela y melocotón, vodka,
vinagre, chocolate, patatas, pan, sacos de azúcar, gansos vivos, jamones
enteros, barriles de miel, vinos, frutas ), oro, jabón, etc., en los que
frecuentemente y en vano esconden objetos valiosos. Las cantidades de comida tan asombrosas no
sólo abastecen a los SS, el SK[23]
y la cocina del Lager, sino también a
los testigos del desmantelamiento de los que llegan, a los que les está
permitido coger las sobras, pero no ayudar a los indefensos. La autora describe
la amoralidad así:
“No puedes comportarte como un hermano,
pero sí te dejan actuar como una hiena. … Por cada mano que decide no
participar en el botín, hay diez manos, cientos y miles de ellas que buscarán
hasta el objeto más nimio. … Algunos dicen que es mejor coger lo que se pueda
antes de dejárselo a los alemanes. Pero sólo es una excusa más para tu
avaricia. Una vez que has dado el primer paso comienzas poco a poco a cambiar
de actitud. … La idea de apropiarse de lo ajeno, aunque sea por un tiempo
breve, seduce a muchos. … Birkenau se ha convertido en una selva en la que
resulta fácil perder el rumbo. … Aquí caen los caparazones de los principios,
los moldes de las buenas conductas que a veces en una vida normal pueden ayudar
a un hombre, a un don nadie, a atravesar muchas situaciones de manera ejemplar
sin que se dé cuenta de que es un cero a la izquierda.” (3ª parte, años 1944-1945: “Zyklon”, p. 306-309)
Las noches de muertes se mezclan con las orgías
nocturnas de los SS, hombres y mujeres, rodeados de opulencia, esplendor y
exquisitas viandas. Las visiones de libertad se aproximarán a Auschwitz II en
el periodo de 1944-1945, durante los que se sucederán las derrotas del ejército
alemán. A partir de ahora comenzará el proceso de desmantelamiento hacia otros
campos en Alemania y fugas cada vez más a menudo y de forma más organizada, las
cuales propician un mercadeo de artículos con la finalidad de sobornar a los SS
y soldados alemanes; el vodka, bebida para el olvido, ocupará el primer lugar
en el listado de trueque. En el invierno un mando nazi dirigirá Birkenau y expresará
el objetivo de la permanencia de los judíos en el Lager:
“En invierno un comandante nuevo que se
apellida Krause se hace cargo del campo. Su cara, como la de un retrato alemán
antiguo, tiene rasgos típicamente germanos. … Se detiene delante de un grupo de
prisioneras y le pregunta a Perschel, que lo acompaña, cómo se explica que
algunas prisioneras tengan números muy bajos. ¿Quiere decir esto que estas
prisioneras llevan en Oświęcim un año, dos o incluso más?
- Jawohl, Herr
Kommandant. Así es, mi comandante.
Krause está indignado. Clava su mirada en los ojos
enfermizos de Perschel y declara que un prisionero de campo de concentración no
debería vivir más de seis semanas. Si no está muerto en ese tiempo, eso
significa que ha aprendido a hacer chanchullos y por eso hay que exterminarlo.”
(3ª parte, años 1944-1945: “La liquidación del campo”, p. 392)
Los crematorios dejan de funcionar y los vagones
sirven para transportar cascotes de los barracones, camastros, edredones y
mantas, maquinaria e instrumental de los crematorios. Toda huella de los
crímenes perpetrados deben esfumarse y Birkenau desaparecer.
Llegados al final de este trabajo, cierren estas
líneas el principio del escepticismo en las mujeres prisioneras por medio de
las palabras de Seweryna:
“Probablemente todas las prisioneras empiezan el día con la misma
pregunta: “¿Cuántos días como éste me quedan?”. Como el tiempo pasa y nada
cambia, los días de la pregunta se sustituyen por semanas, después por meses. Y
pasan los años, y el sol naciente continúa dando la bienvenida a las filas de
mujeres que se dirigen al trabajo con sus uniformes de rayas. Y entonces nadie
tiene valor ya en el corazón para preguntar: “¿Cuándo?”. (1ª parte, año 1943:
“Arbeit … Arbeit … Arbeit”, p. 31)
Bibliografía:
Nota 1. GRASS, G. Die Rättin, Darmstadt: Luehterland, 1986.
Nota 2. HERNÁNDEZ, J. El
Reich de los mil años. Un viaje en el tiempo a la Alemania nazi (1933-1945),
Madrid: La Esfera de los Libros, 2010, p. 57-72.
ECHAZARRETA CARRIÓN, J./LÓPEZ GARCÍA, G. “Manipulación de las masas y
propaganda en la Alemania nazi”, en: Actas del V Congreso de la Asociación de
Historia Contemporánea, Valencia, 2000, p. 1-10.
ELSTERMANN, K. (autor) Sobreviviendo al Ángel de la Muerte. La
Historia de una superviviente del infame doctor Mengele de Auschwitz (DVD).
Directora: Britta Wauer. Alemania: Divisa Home Viedo, 2008.
JIMENEZ BURILLO, F. El holocausto nazi. Barcelona: Editorial UOC, 2007.
TORÁN, R. Los
campos de concentración nazis. Palabras contra el olvido, Barcelona:
Península, 2005.
[1] Traducción: Había una
vez un país, cuyo nombre era Alemán./Era hermoso, ondulado y llano/y no sabía
qué hacer de sí mismo./Entonces hizo una guerra, porque quería/estar en el
mundo entero y así se hizo pequeño./Tuvo una idea que calzaba botas,/y se fue,
con sus botas de guerra, a ver mundo,/volvió como guerra, se hizo el inocente y
se calló,/como si llevara botas de fieltro,/como si por ahí fuera no hubiera
visto nada malo./Sin embargo, leyendo hacia atrás, esa idea con botas/podía
reconocerse como crimen: tantos muertos./Entonces el país, llamado Alemán, fue
dividido (…).
[2] a) Ley de la
Restauración de la Administración Pública (07/04/1933), b) Otra leyes
promulgadas en abril de 1933: una, limitaba el número de estudiantes en las
escuelas y universidades, otra, destinada a reducir la “actividad judía” en las
profesiones médicas y legales, c) (14/07/1933) Leyes que permiten la
esterilización de gitanos, minusválidos y alemanes de color (Torán, 2005, p.
32), d) Leyes de Nuremberg (Nuremberger
Gesetze) (15/09/1933), compuestas por la Ley de Ciudadanía Alemana y la Ley
para la protección de la sangre y el honor alemanes, e) (1936) creación del “Ahnenpass”, documento de pureza de
sangre o pasaporte racial, f) otros decretos limitaron el reembolso que podían
obtener los médicos judíos del seguro de salud estatal.
[3] Lager (alemán),
traducción: campo. Esta palabra forma parte de otra compuesta,
“Konzentrationslager”.
[4] Según informes de las SS (Schutzstaffel), la élite de la Gestapo, diariamente podían ser
quemados 4.756 cadáveres. Fuente: http://www.corazones.org/lugares/polonia/auschwitz/auschwitz_concentracion.htm.
Consulta: 08/07/2011.
[5] Allí, junto a la línea del tren, se llevaba a cabo
la selección de los recién llegados tan pronto como bajaban de los vagones en
que venían apretujados como ganado.
[6] Traducción: “Se acerca
una visita importante”.
[7] En 1945 se hundió el
III Reich y con él una ideología enemiga acérrima de la libertad, basada en el
odio y en el desprecio absoluto de la vida humana.
[8] El Centro de Investigaciones de Higiene Racial y
Herencia Biológica de la Oficina de Salud del Reich, fundado en 1936 y dirigido por el doctor R. Ritter,
proporcionó uno de los fundamentos para el exterminio al certificar que los
gitanos pertenecían a una raza inferior, eran sumamente desequilibrados, sin
carácter, imprevisibles, pocos de fiar, remisos al trabajo, caprichosos e
irritables (Toran, 2005, p. 60)
[9] La superviviente Gerda
Rother (apellido de soltera), posteriormente Gerda Schrage (apellido de
casada), confiesa al periodista Knut Elstermann que se hizo arrancar su número
de prisionera en la consulta de un médico, lo guardó en un diminuto recipiente
que conservaría la piel gracias al alcohol. Ella misma afirma que lo conservó
como prueba de su estancia en Auschwitz.
[10] Enfermedad infecciosa
grave, caracterizada por provocar fiebre alta, diarrea, hemorragias
intestinales, escalofríos, exantema (erupción cutánea), cefalea, delirio o
postración, aparición de costras negras en la boca y a veces presencia de
manchas punteadas en la piel. Transmitida por la picadura de diferentes
artrópodos como piojos, pulgas, ácaros y garrapatas.
[11] Enfermedad infecciosa
que se caracteriza por diarreas dolorosas con sangre y mucosidad e inflamación
del intestino.
[12] Andamios de madera que hacían las veces de
camastros en los barracones de las mujeres. En los propios de los hombres se
denominaban “sirgas”.
[13] Kapo: prisioneras que dirigían una cuadrilla e
identificadas por un brazalete amarillo.
[14] Oberkapo: Kapos
de rango superior en la jerarquía oficiosa del campo.
[15] Lagerälteste: veterana; prisionera que llevaba mucho tiempo en el campo y que por ello disfrutaba de ciertos privilegios. Identificadas con un brazalete negro.
[16] Personas de origen alemán nacidas fuera de las
fronteras del Reich.
[17] Celda para estar de pie. Lugar exclusivo para los
hombres, sus medidas limitadas (un metro cuadrado) y una ventana enrejada,
grande como las palmas de dos manos, era ocupado por cuatro hombres y un cubo.
El castigo, con una duración de una semana o más tiempo, se cumplía por las
noches, dado que por la mañana debían acudir al trabajo. Aplicado durante un
tiempo prolongado provocaba la muerte natural por agotamiento, ya que los
penalizados permanecían de pie tarde y noche.
[18] Una SS en funciones de capataz o guardia.
[19] Una SS que desempeña el puesto de guardia mayor.
[20] Nombre coloquial con el que se conocen los
prostíbulos en lengua alemana.
[21] El gas ciclón-B, originariamente, servía para
exterminar insectos y roedores. La muerte de una persona bastaba con 4 gr., una
tonelada suponía la desaparición de 250.000 sujetos. Se estima que
[22] Cuadrilla de trabajadores que tenía la función de
conducir a los prisioneros a las cámaras de gas y de incinerar sus cadáveres.
[23] Sonderkommando.
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