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EL
ARTE POÉTICA DE “OBLICUA” (PRIMER NÚCLEO TEMÁTICO-COMPOSITIVO DE EL ALMA OBLICUA, DE VICENTE CERVERA
SALINAS)
Miguel
Ángel Rubio Sánchez
(Universidad
de Murcia)
Resumen: El arte poética de “Oblicua” es un
estudio individualizado e inmanente de cada uno de los poemas que forman el
decálogo de “Oblicua” (primer núcleo temático-compositivo de El alma oblicua), aunque en ningún
momento se ha obviado, cuando las condiciones así lo requerían, una
aproximación de calado exegético-hermenéutico. Todo ello se ha llevado a la
práctica, previa descripción hermenéutica, estudiando el modelo constructivo en
el cual se fundamenta la creación de este conjunto de poemas, es decir,
mediante el circunloquio y el ardid como huellas del ejercicio del pensamiento. El
presente trabajo se centra en el texto original, y no en la traducción de la
edición bilingüe.
Abstract: Vicente Cervera Salinas´ “Oblicua” poetic art
is both an individual and immanent research on every poem that is part of Oblicua´s decalogue (first composing thematic
core). We shouldn´t forget that it is also an exegetic and hermeneutic
approach, whenever required. All this
has been put into practice after a hermeneutic description, by means of
studying the constructive model upon which the creation of this corpus
of poems is based. That is to say, by means of circumlocution and trick as
signs of thought. The research is focused on the original version and not on
the bilingual ediction.
Palabras clave: Poesía española contemporánea,
Vicente Cervera Salinas, estudio, arte poética, Oblicua.
Key
words: Spanish contemporary poetry, Vicente Cervera Salinas, research, poetic
art.
"A Vicente Cervera, que en su afán de didactismo (vía socrático-mayéutica)
nos invitó a otear y formar parte del Aleph"
1-. Descripción hermenéutica
Portada de "El alma oblicua" en la edición bilingüe español-francés |
El alma oblicua[1] es una obra cifrada, en la amplitud
de claves de la cultura, en la que Vicente Cervera Salinas, como hacedor de la
misma, no sólo tiene la intención de proyectar, en la magia y comunión del
verso, los circunloquios del
pensamiento, sino que, además, este poemario está claramente emparentado con el
movimiento de la Estilística, por lo que, en un principio, interpreta esos estados de ánimos que están y fluyen
fuera de la rectitud, como los ardides esquivos y resueltos que traza el
pensamiento en la reformulación de lo que viene dado como razón o teoría. De
este modo, se puede inferir que a todos los estados “esperados” en la
reacciones del pensamiento, les conviene una expresión “recta” y, por tanto, ajustada
a los cánones y límites impuestos por la razón, pero a todo lo que va más allá,
a todas las operaciones que el espíritu (alma) realiza por y sobre el
pensamiento -ahora sujeto almado- les corresponde, en este presente de la
creación literaria, una expresión distinta, que podemos hallar en la propia “inventio”,
en la que el decurso del hallazgo de las ideas y de las palabras se convierte
en un proceso indagatorio y de refinamiento exquisito; en la “dispositio”, en
la que las operaciones textuales no sólo van orientadas a un reglado
posicionamiento y acople a los esquemas sintácticos prefijados y predestinados,
sino que, además, en este caso concreto, Cervera Salinas anhela una proyección
formal que esté gobernada por lo cabalístico, la música y la geometría. El
poema se convierte, de esta forma, en un punto actualizado, en el que, como si
se tratase de la ejecución de un acorde, convergen en la línea del flujo
temporal las ciencias, las artes, el pensamiento y la palabra, es decir, el
alma fusionada a un cuerpo que la formaliza y se desenvuelve en una cultura
determinada. El pensamiento, bajo este molde, siempre reconfigura la realidad:
la propia manera de mirar distorsiona y crea una realidad hondamente humana, la
percibida por el poeta. Cervera Salinas, transfigurado en yo poético y
conocedor excelso del juego y comunión de la literatura, entiende que la
retórica (ars bene dicendi) se convierte en un medio para crear una nueva
realidad en la gramática (ars recte dicendi) y por encima, visto está, de la
realidad misma.
[…]Mira
como son miríadas
de
cristales los que pautan el
espacio,
junto a ti, compartiendo
en
la caída esa unión de gravedad
y
ligereza, hasta forjar la blanca
superficie,
que otros pasos huellan,
aman
y culminan.
(Cervera
Salinas, 2010a, p.40)
El
poeta, siguiendo los parámetros de Martin Heidegger y de la Fenomenología,
entiende que la realidad no existe en un punto absoluto de definición, sino
que, por el contrario, la formulación de la misma viene pautada por lo
caleidoscópico, por los diversos acercamientos que siempre tienden a
enriquecerla. Vicente Cervera, “animale rationale”, concibe que el hombre se relaciona
perpetuamente con todo aquello que lo circunda y, por ello, ha de erigir, como
forma de vida, la reflexión para llegar al conocimiento de toda su circunstancia.
El pensamiento que ejecuta la “res cogitans”, con el fin de hallar su verdad y
darle luz en la formalización literaria, sobre esa realidad sumergida es
doblemente inquisidor, en cuanto que la deconstruye mediante la interrogación
para darle una construcción más solida, una vez que ha sido filtrada por el
tamiz del pensamiento. De ahí se deduce que la literatura es un intento por
hacer un mundo mejor, pero no al estilo de Rubén Darío, que construyó un mundo
evasivo para huir de la condena de su vida, sino un mundo en el que el poeta ha
querido dejar patente su verdad.
[…]Os
confieso
que
fui fiel a esa serpentina,
a
ese sendero siempre abierto hacia
otras
nuevas direcciones. Os confieso
una
verdad que allí aprendí: no
se
renuncia ni a la muerte al devenir.
Siempre
el reposo se hace guía.
Siempre la guía se
desprende
Hacia
otro fin. […]
(Cervera
Salinas, 2010a, p. 20)
2-.
El circunloquio y el ardid como huellas del ejercicio del pensamiento.
La
“res cogitans”, dibujo que desdibuja la realidad, entiende que por encima de la
Trinidad Cristiana está, también siguiendo los parámetros esbozados por
Francisco Rico[2],
el número cuatro como paradigma de la perfección, porque cuatro son los puntos
cardinales, cuatro son los elementos y en cuatro partes ordena Vicente Cervera
la realidad de esta su alma oblicua. Por ello, la estructura del poemario es
tetranuclear (Oblicua, Gramática, Cautiva y Panóptica).
Oblicua,
primer núcleo compositivo de este poemario, comulga plenamente con la diatriba
entre Heráclito y Parménides. De este modo, el hacedor, plenamente consciente
del sentido del devenir y de la perpetua mutación del presente, decide preparar,
muy prudencialmente, a modo de aviso de caminantes (a la vez dialoga con la cultura en la que
está inserto), al lector para la tarea hermenéutica a la que se va enfrentar en
su comunión con la otredad en lo más extenso de su paradigma. Por todo lo
reseñado, el poema “Alma Oblicua”[3],
como si se tratase de un arte poética, nos reitera que, el poeta, sin
disociarse del uso de la razón, nos va a
abducir hacia aquellos laberintos siempre complejos que el pensamiento traza
hasta llegar a la consecución del conocimiento, una veces de manera pausada,
otras de manera vertiginosa. Es la complejidad del ser, la que, desplegando el ejercicio de pensar, puede trasvasar los moldes de la razón.
También, como podremos cotejar en la
cita que a continuación vamos a encontrar, el poema se convierte en un claro
artificio, en el que siguiendo las huellas del decadentista Manuel Machado,
para confeccionar sucesivos retratos,
que compactados en su totalidad por el proceso de lectura, han de formar la
verdad del poeta, del ser y su justa definición.
[…] Sólo
quiero
desbrozar
futuras selvas presentes
comuniones.
En mí abocan
hondonadas.
Precipicios aparecen en el
llano.
Soy la ruta esquiva y sinuosa
en
el plano inmaculado. La sesgada
dirección
de toda línea. Alma
oblicua
que ama, al fin, la rectitud.
(Cervera
Salinas, 2010a, p.16)
En
un mundo de espejos y de dualidad, de principio y fin, de aviso para caminantes
que van a embarcar en la ardua tarea del conocimiento y de, como es debido
esperar, hitos en el camino para
recobrar fuerzas, este primer núcleo, Oblicuo, en el alma, con el fin de hallar
sus rectos atributos, se ejecutan las tareas propias del circunloquio y el
ardid como revisión de los presupuestos dados, pero también el deseado
descanso. De ahí que el poema encargado de dar cierre a esta primera parte de
la ordenación tetranuclear sea “Yacimientos”[4],
en el que el poeta invita al lector al esparcimiento, para finalmente darle la
“Bienvenida”[5] al
proceso de conocimiento ya no sólo del poeta, porque el curioso lector también
revisa sus planteamientos, sino del propio ser y cultura.
En el poema “yacimientos”,
tal y como se apuntó anteriormente, el yo poético se sitúa, en la fase
compositiva de esta joya ontológico-literaria,
desde la distancia propia que otorga la reflexión y la descripción,
porque son operaciones que el alma ejecuta de manera pródiga desde el exterior,
con el fin de llevarlo todo al terreno del autoconocimiento y la revisión del
yo. Es una representación ciertamente misteriosa, y es que el poeta, en un
esfuerzo de leer el texto de la vida en su verticalidad, vislumbra que a lo
largo de toda su existencia el ser humano no hace más que practicar mímesis de
la posición que le obligará a adoptar, irremediablemente, la muerte a un cuerpo
ya despojado de su alma. Por ello, de manera muy dadivosa, el poeta invita al
lector a que yazca y descanse ahora con
él, descansando de la labor hermenéutica a la que la lectura lo ha arrojado. La
reflexión contempla y permite discernir dos modos del yacer. Por un lado, como
algo agradable y sus diversos estados y representaciones, por otro lado, la posición final en la que quedaremos para
no se sabe qué.
recostado. Así, yacer es
vida
y pujamos cada día por yacer
en el descanso que sereno o
convulso
nos adueña. En el término
marcado
nos espera algún espacio de
quietud
definitiva […]
(Cervera salinas, 2010a,
p.54).
Al hilo de lo tratado, y teniendo en cuenta los parámetros reseñados en la
introducción de este trabajo, entendemos que la creación de “Hijos del devenir”[6]
supone certeramente la ejecución y puesta en marcha de la reflexión destinada a
esa revisión de los materiales que fraguan el pensamiento de la cultura, entre
los que se encuentran la literatura paremiológica. Así la praxis de reflexionar
permite, al yo poético, desmontar la sentencia que sin más había pasado y
viajado vestida de literatura paremiológica, como se señaló anteriormente:
“Sólo un camino conduce/ al bien, e infinitos, al error.” (Cervera Salinas,
2010, p.18) Frente al hombre medieval, que estaba férreamente convencido de que
no merecía la pena pensar si no era para llegar a una tesis, Vicente Cervera, homo
ludens, representación y paradigma del hombre moderno y ensayístico, entiende
que no importa tanto llegar a esa tesis como fin, sino que lo realmente
importante es el camino que desarrolla el pensamiento mientras traza y triza su
parsimoniosa ejecución. El reposo se entiende como un punto de reformulación y
de arranque sobre lo andado vislumbrando nuevas direcciones, nuevas vías de
conocimiento y, por tanto, un conocimiento más puro. Frente al ser está el
hombre como perpetuo devenir, como reformulación constante de su definición siempre
ensayística, es decir, la raíz y el ala, lo que viene como dado y los puntos
que puede, potencialmente, desarrollar de ese principio germinal. Tal y como
podemos inferir de nuestro razonamiento, se trata de una metamorfosis continua
del pensamiento, que transforma y recrea
al ser. Entonces, hemos de entender que la vida no está resuelta, porque el
presente siempre está sujeto a la apertura de las nuevas vías de conocimiento
y, por consiguiente, el futuro no puede estar cifrado.
No perfeccionas
una línea
que
trazaste única: como el sol,
como
la noche, como el fuego
como
la marea, alcanzas los átomos
de
la intensidad, luego te eclipsas.
Y
procreas devenires sin parar.
(Cervera
Salinas, 2010a, p. 22).
En
el aparato introductorio de este trabajo, se habló de la preocupación del vate
cantor por la música, y de la interrelación de ésta con el contenido, ya que la
música también consiste en reubicar los sonidos en el tiempo como una labor de
simetría y matemática de un idioma universal que solo habla el alma. Pues bien,
pautado este entendimiento, si nos adentramos a la melodía del poema “Bajada al metro”[7],
podremos apreciar la alternancia y conjugación de dos ritmos enfrentados y en
diálogo: por un lado, uno apresurado y ciertamente dinámico, como el devenir,
por otro lado, otro cadencioso, como el
alma del ser, más inmutable. Por consiguiente, Los periodos descriptivos adoptan ese tono que
permite prefigurar el decadentismo que acompaña a la atmósfera de la vida; en
cambio, el tono apresurado da cuenta, en clara relación con nuestros autores
áureos, de la fugacidad del tiempo y de la vida misma -sentencia caducifolia
donde las haya-. El hacedor no tiene solamente la intención de quedarse en este
tópico, sino que recoge la comprensión de la esencia de la vida formulada, esta
vez, con la escalera y el corredor. El mito de Ariadna y el Minotauro se repite
hasta lo inmemorial, como en Borges, para dejar de ser mito y adoptar la forma
papable de atropellada rutina. Por lo tanto, siguiendo el hilo al que nos
arrastran estos esquemas, el poeta nos lega una visión de la vida en la que
todo es una perpetua agonía y, por ello, mientras la vida se consuma, siempre
se están cogiendo trenes y ejecutando despedidas.
y
convertido en procesión de la rutina
sin
ofrenda y sin ritual, ya nada esperes.
Sólo el ojo
intermitente. Sólo el pábilo
en
secretas extinciones. Sólo la ebriedad
de
lo fugaz. Ese disparo súbito.
Esa
perpetua ráfaga. Ese estertor.
Esa
agonía.
(Cervera
Salinas, 2010a, p. 26)
En
“Escaleras abajo”[8],
el yo poético, tras realizar las pertinentes maniobras de acoplamiento con la
música que rueda y ha de rodar por sobre la vida, plantea el encuentro y fusión
de dos sujetos, aunque, llegados a este punto y vislumbrando desde el amplio
prisma que nos brinda el entendimiento filosófico de la propia existencia, es
posible extrapolar la interpretación a un punto convergente que ha de surgir
necesariamente de la fructífera relación, en simbiosis y osmótica, del sujeto, “res
cogitans”, con el cosmos y su circunstancia. Así, el punto presente se
transforma en el momento propicio para la certera revisitación y revisión del
tiempo mismo, en cuanto que la percepción ha cambiado: la de lo vivido, como praxis
de la memoria que procura la resurrección del pasado, y la de lo que queda por
vivir, presente presentido. El hacedor, Vicente Cervera, a pesar del camino
recorrido en la curva de la vida, ha entrado en una nueva dinámica, donde se
halla en un punto, gravitando, por encima de su circunstancia, para así poder
desbrozar el camino que le ha de llevar a lo inconmensurable, al lugar en el que
definitivamente lo humano y su orbe está y reside más cerca del saber y de la
virtud. No obstante, lo subversivo, como era lógico esperar, siempre se
presenta como una amenaza, aunque el vate cantor lo contempla como algo
inofensivo en esta carrera de la edad. Se trata de una manera de entender el
tiempo y de autoanalizarse en un punto de la existencia en el que ha cambiado
su concepto y relación con el mundo. El poema, artificio textual y poético, se
convierte de esta forma en uno de los sucesivos dibujos que van configurando el
retrato en movimiento que nunca se ha de terminar, porque el poeta sobrevive
bajo las leyes del tiempo. La práctica de confeccionar una pintura con
palabras, como medio de autoanalizarse con el fin de fijar una filosofía y
entendimiento de la vida, es algo que también lleva a cabo, nuevamente, en Escalada y otros poemas[9].
También, asimismo, el creador se sirve de la escalera como un lugar en el que
ubicar el tiempo en un espacio para trazar la línea axial y siempre asimétrica
del presente.
[…]
Y la vida
no
resbala gravitando hacia abajo
en
la escalera. Hay un inmenso
territorio, todavía, que explorar.
En la vista se ha
grabado
-era
añoso, pero acabad e cumplir
su
renacer-. En la vista se ha
sellado
el tiempo subversivo del tropiezo
hacia
lo inconmensurable.
(Cervera
Salinas, 2010a, p.30).
El
Bardo de la reflexión, Cervera Salinas, con “Los zapatos amarillos”[10], nos sumerge en una descripción del objeto
reseñado, en la que debido a la casuística de su color y peculiar extrañeza,
crea el ambiente propicio para desplegar el ejercicio de una reflexión
descriptiva en torno a ese referente y, en cierto modo, dinámica dentro del
estatismo, tanto por el ritmo, como por el contenido. Así, por un lado, podemos
percibir casi sensorialmente su exquisitez; pero, por otro lado, el alma parece
entender que portar esa prenda es un síntoma inequívoco de provocación y
jactancia. El yo poético intenta dilucidar en qué consiste exactamente esa excelsitud,
y acaba dilucidando que la pasmosa y ajetreada singularidad de los zapatos se debe a la extrañeza de lo
amarillo, a los heraldos amarillos.
[…]Sublimaban
El airoso ritmo
del claquet, la
contradanza
del charol, el arabesco
entobillado
del flamenco. Solaz del
pícaro,
refugio fulgurante del payaso,
talón
de Aquiles del dorado dandy
adamascado.
[…]
Que
su huella no será sino
la
ciega geografía donde anidan
los
heraldos amarillos. Mensajeros
de
regiones que no fueron
profanadas, ni en sonoros
pasos del vértigo vertidas.
(Cervera Salinas, 2010a, p. 32 y 34).
Todo
poema, al igual que cualquier otro producto estético, es hijo de unas
circunstancias culturales determinadas, en cuanto que se ha engendrado en un
diálogo entre espacio y tiempo, en el que el poeta hace de traductor para el
mundo y sus espectadores. Entonces, cualquier producto literario, para llamarse
tal y ostentar su nombre, ha de participar de las leyes de la “literariedad”,
que son aquellas que dictaminan que algo se ajusta a los cánones de un género
determinado. No obstante, si queremos ir un poco más allá, y darle esa singular
calidad que sólo unas contadas obras poseen, tendremos que hablar de la
“poeticidad”. Si lo que, realmente, anhelamos encontrar, de manera
concupiscente o no, es una obra sublime
dentro del decálogo de mandamientos del buen gusto, no podemos quedarnos aquí,
sino que lo realmente definitivo y definitorio sería que una obra fuese
intertextual, es decir, que sea porosa, que en su rostro esté dibujada la personalidad de su autor, pero que se puedan adivinar, en la verdad de
sus líneas, las huellas y sedimentos de todo lo que se ha fraguado en nuestra
cultura en su devenir.
De este modo,
el poema “Cristalizado”[11]
va adoptando una corporeidad determinada, previas instrucciones y modelado
pautados en el pensamiento, hacia una irremediable claridad. Más allá de la
verdad humana a la que remite, este
texto, en concreto, se convierte en un emblema de los motores de la
intertextualidad, ya que sus frentes y conexiones con otros textos se
despliegan a un abanico muy amplio, que va desde Claudio Rodríguez y su Don de la Ebriedad hasta El
Fausto, de Goethe. Según lo expuesto, en un primer momento, el poema tiene
un arranque enérgico y rotundo, como toda la savia nueva, para poco a poco ir
diluyéndose en la magia de la palabra que también quedará impregnada de esa
vida. En clara consonancia con la base rítmica está el contenido mismo del
poema, porque precisamente la temática gira en torno a esos momentos álgidos y
sus posteriores sombras y paréntesis, por ejemplo: tras la embriaguez de los
amantes, está el advenimiento de la traición o el abandono.
Aparte del
tono apelativo, clara intertextualidad a Fausto, podemos hallar, siempre en una
dilucidada sintonía con los vestigios que deja el fulgor mencionado en el
párrafo anterior, la descripción de esa sensación de frío que quema, lo
estático como residuo del movimiento, lo que queda donde hubo, esto es, el eco
que deja el eco… Al final, como en toda buena composición y partitura, la melodía se ha acabado y se ha paralizado la
danza de la vida, donde se puede vislumbrar que todo era artificiosidad.
Es cierto. Tras el velo
azul,
la pesadilla. Tras la embriaguez
que consumaron los amantes, la
traición o el abandono. Grises también,
querido Fausto, se me revelan las hojas
del árbol de la vida.
(Cervera Salinas, 2010a, p.389)
La razón,
resuelta de este modo, se vuelve contra el ser al dictarle y reprocharle los
errores, y decirle, de manera esclarecedora y reiterativa, que ha estado
poseído por el delirio y que ha actuado como tal.
Entonces, el
yo poético percibe que la búsqueda de soluciones inesperadas, como arrojarte a
un nuevo brote de pasión, son hechos que no hacen otra cosa sino dejar patente,
como ya señalase Gil de Biedma, la cualidad más visible del ser humano: la
derrota. El poeta, nuevamente inserto en la reconfigurada isotopía de la
energía y su posterior llenado de ausencia, recurre ahora a la imaginería de la luz, para
dar cuenta que donde hubo, luz, vida, ahora sólo quedan los estertores de la
misma, porque ésta, como todo, también se va consumando. Surge el choque entre
la realidad y el deseo, entre lo que deseaste ser y el ser que ahora eres. En
esa caída hacia la realidad, los conceptos quebrados caen como cristal claro
junto a ti para formar el suelo que nuevamente has de construir y, así, vierte
la idea de lo cíclico y la renovación.
[…] Las lámparas
de
antiguas maravillas amortiguan
su
fulgor, hasta extinguirse.
Tal
vez allí, cristalizado,
se
congele el corazón hasta apretarse
como
blanco latido. […]
[…]mira
como son miríadas
de
cristales los que pautan el
espacio, junto a ti,
compartiendo
en
la caída esa unión de gravedad
y
ligereza, hasta forjar la blanca
superficie, que otros pasos huellan,
aman y culminan.
(Cervera Salinas, 2010a, p.40).
Siempre, por encima de La Biblia como
manual de comportamiento y de la religión en sí, está, en la cosmología de
Cervera Salinas, la filosofía como manual y apólogo de la libertad. De este
modo, en “Cinética amoral”[12],
excelsa criatura poética donde las haya, el yo poético se desliza sobre un
terreno de naturaleza descriptiva, en el que utiliza una tercera persona que
otorga esa sensación de estar contemplando la historia desde fuera y, por otro
lado, se mueve en un territorio fronterizo a una primera persona, extensiva a
un nosotros, ubicada dentro de la circunstancia vital del poeta.
Ningún Gólgota lo espera,
ni se hicieron las
tinieblas.
Un versículo sin números
en el evangelio de los
sueños
lo descubre a lomos de un
blanco
alazán. Perseguido,
se aleja raudo, e intrépido
alarga la distancia
que lo separa de un lienzo
también blanco, donde una
mujer
repite la angustia de su
rostro.
(Cervera Salinas, 2010a,
p.42)
La mecánica constructiva
del poema se fundamenta, como se puede observar en las líneas que entretejen
este acercamiento a este retrato continuo –y también fundamentado en el movimiento-
del pensamiento del hacedor, en el trasvase de los signos religiosos a una
explicación enteramente personal y, en cierto modo, guiada por la racionalidad.
Por ello, el estudio de la velocidad a la que se produce ciertos procesos,
entre ellos el del juicio sobre lo que es lícito o no dentro del código humano,
se convierte en una postura muy definida desde el primer verso. Certeramente,
ese texto sin palabras, que fundamenta el comportamiento del poeta, es el que
ha aprendido en sus múltiples lecturas y confrontaciones perpetuas con los
espejos en los que uno se ve reflejado y distorsionado en el proceso de la
lectura, y también es el que ahora le permite enjuiciar los acontecimientos
desde el prisma de lo cabal. Entonces, la cinética amoral de este Jesús del
movimiento, a quien nadie glorificará con palmas o con espinas, es una rememoración,
o revisión si así se quiere, de un hecho profundo que caló al poeta y que él,
tal vez no hizo, siguiendo las pautas de La Biblia como manual de conducta, lo
esperado, lo prefijado, como en la ejemplar vida de Jesús, pero a cambio se
evitó para sí el sufrimiento de ambos, que hubiese supuesto transitar los pasos
de lo prefijado y de lo esperado. Supone de alguna manera la liberación
definitiva de un proceso que hubiese
ocasionado la destrucción, aunque en esa huida también podemos asistir a la tristeza que deja habitada, tras de sí, en
la mujer, reflejo de ese mismo sentir. Nadie dijo nunca que vivir fuese fácil
y, de igual manera, nadie nos advirtió que tomar una decisión, entendida como
praxis del pensamiento y de lo que somos, como modelo de lo aprendido y cifrado
en nuestro ser, respecto a un problema, fuese fácil. En definitiva, nuevamente,
en la estructura filosófica y del pensamiento que subyace bajo las líneas que
configuran y dan forma al hecho poemático, se puede atisbar, de nuevo, el
enfrentamiento de esas dos manera de entender la realidad: la de Heráclito o la
de Parménides, es decir, el movimiento o el ser. Queda patente que para Cervera
Salinas la libertad, como puesta en marcha del ejercicio de pensar y escudriñar
lo que a uno le rodea con el objeto de ser consciente de ello, solo puede ser
hija del movimiento y de un ser en perpetua reformulación.
Ha escapado de un destino,
que ya no habrá de marcarnos
bajo el imperio atroz
del sufrimiento. En un texto
sin palabras, ha elegido
finalmente el mandamiento
irreductible de atravesar
-a rienda suelta y sin coronas-
el libérrimo escenario
del desierto y la deserción
Hay un texto sin palabras donde
Elijo la cinética amoral
De este Jesús del movimiento,
a quien nadie glorificará
con palmas ni con espinas.
(Cervera Salinas, 2010a, p.44).
El poema “Nuestras muertes cotidianas” [13] es
una lección sobre cómo hay que entender y vivir la vida, es decir, estamos ante
un nueva y renovada manera de asimilar y plasmar el tópico del Carpe Diem. En realidad la muerte cotidiana no se
refiere a la de un sujeto en concreto, sino que, tal y como se puede inferir de
la verdad que nos lega el texto, es extensiva a una amalgama de circunstancias
que el poeta, al igual que nosotros, percibe, respira y lo van minando en el
devenir de los días mismo. Por ello, el día postrero se convierte, a pesar de
ser el momento más íntimo, en una cita indiferente, porque ya ha advenido
tantas veces que se convierte, definitivamente, en algo trivial y sin sustancia
que ya perdió su magnanimidad en torno al suspiro definitivo. Es un poema que, al igual que ocurre con otros
de esta serie, empieza siendo muy brioso para ir apagando su fuerza en la
medida en que vida y muerte se solapan y abrazan en el diálogo brutal del
silencio.
Se precipitan sin belleza.
Arden sin llamarada.
Bostezan
más que viven, no exigen
el concepto ni la voz que
los defina.
Titubean. Sin compás.
Deshabitadas,
exprimen el mal que
presienten
e inspiran, […]
(Cervera Salinas, 2010a,
p.46).
Estos acontecimientos, a
los que el yo poético hace referencia de manera ejemplar, se convierte en un
muestrario y, de ahí, el hecho de que pasen desapercibidos. Cervera Salinas reitera
la idea de negarles onomástica –y su pertinente bautismo- amparándose en la
disparidad y constante renovación que
tan bien los define… Su hábitat natural reside en todo aquello que nos circunda,
tanto a nosotros, como al poeta, pero
especialmente son palpables en la impostura, esto es, en las personas abatidas
y sin definición. Sus presas más fáciles, insiste el bardo cantor, son, acaso,
los jóvenes que han perdido su juventud y ya rezuman por las grietas de la
edad, o bien, los adultos que han sufrido algún trauma a lo largo de su vida.
Todo ello remite a aquella cuasimáxima, que aparecía en una de la obras de
Gabriel García Márquez, y que decía que no hay nadie tan joven que no pueda morir
mañana, ni nadie tan viejo que no pueda vivir un día más.
[…]
Y anida
en
todo aquel que no duda en
cobijarse, una vez más y siempre,
en la impostura. […]
(Cervera Salinas, 2010a, p.48)
Para cerrar oportunamente, y como es
debido, este estudio monográfico, vamos a pasar al análisis del poema “Bienvenida”[14],
que, paradójicamente, es el encargado de cerrar esté decálogo, el cual cumple la función de retratar, en movimiento,
al ser con el fin de definir su sustancia y los circunloquios que, abanderados
por la libertad, descubren la respiración de un alma sobre las manidas e
imperfectas circunstancia de un mundo gris, que obliga a buscar la luz para
poder seguir amarrado a la síntesis de la vida.
Así, el yo poético, en este texto, nos enseña, haciéndonos
partícipes de su conocimiento, que la verdadera pasión no sólo se acerca una
vez en la vida, pero siempre hay que tener el ánimo dispuesto para su
advenimiento y posterior recepción. Por tanto el poeta, en el mar de sombras en
el que lo sumerge la realidad, se pregunta, siempre desconfiando de la
percepción –tal y como dicta la madre filosofía-, si no será esta alguna
veleidad que permita ver algo donde no lo hay. Finalmente, antes de concluir su
canto, Cervera Salinas deja plasmado, en forma de filosofía poemática, la idea
de que hay un deseo de que la historia
no se repita. Por consiguiente, ante esta nueva posibilidad de bienvenida, no
será una y por siempre la vez que la pasión nos cale, y su espíritu será
renovado por la dinámica del movimiento, frente al estatismo del ser que lo
dejaría desvencijado. El hacedor, para la construcción formal del poema, se
sirve de un nosotros que alberga de manera efectiva al lector en esta especie
de himno a la vida.
Y enuncio, en grito
agradecido,
que ha fecundado el grano de
lluvia
propicia, y que estamos aquí
para decirnos unos a otros
que así permaneceremos sin
creer
que sólo una y única por siempre
sea la vez que la pasión
se acerca y se avecina.
(Cervera Salinas, 2010a,
p.58 y 60).
3-.
Conclusión.
Para
cerrar este trabajo, en este apartado perorativo, quisiera dejar constancia de que la división del poemario, por parte de su autor,
Vicente Cervera Salinas, en cuatro partes de diez poemas cada una, es un claro
ardid, urdido a modo de radiografía vital, para dejar un decálogo de ese ser en
movimiento, que se desliza por y sobre el tiempo con la voluntad de erigirse
con una voz y personalidad única y dinámica, que ha de quedar fraguada en el
devenir de ese retrato en movimiento.
El
artificio del decálogo, más allá de esa definición del ser en movimiento y
construcción, también sugiere, en la circunstancia matemática, geométrica y
musical que envuelve la áurea de la creación, la noción del doble pentagrama.
Si observamos detenidamente la línea temático-creativa que recorre esta parte del
poemario, nos podremos percatar que bajo el trazado melódico (línea narrativa)
opera la arquitectura de acordes (la línea del pensamiento zigzagueando en el
descubrimiento de la realidad). Se trata, como podemos inferir, de una
partitura de piano, donde la música suena definitivamente en la ejecución
conjunta e interpretativa de los dos pentagramas. Así, también, siguiendo el
hilo de lo hilvanado, es importante recordar que otro de los libros de este
mismo poeta lleva por título La
partitura. El decálogo, por tanto, son las diez líneas que conforman los
dos pentagramas.
Dentro
de los acontecimientos que el yo poético nos ha legado, con el fin de crear ese
retrato dinámico y en comunión con la filosofía de Heráclito, nos ha hecho
revisar y darle un nuevo entendimiento a la filosofía del ser de Parménides, en
cuanto que este ser –ahora- no es algo estático, sino que está sujeto a un
reformulación y perenne metamorfosis que lo va redefiniendo y ajustando a las circunstancias
y las singladuras. El acercamiento, visto desde este punto de vista, hace que
la filosofía de Martin Heidegger, la fenomenología del ser y el tiempo, se
convierta en uno de los puntos álgidos de la creación literaria, porque, al no
ver la realidad como algo absoluto, el yo poético tiene la posibilidad de crear
tantas realidades posibles como puntos de vista. De este modo, la realidad, la
circunstancia del poeta y su propio ser, se convierten en algo caleidoscópico y
enteramente rico por el conjunto de definiciones siempre relativas, en
movimiento y sumativas.
Además
de todo lo expuesto, la riqueza ciertamente excelsa de este gran poemario,
viene avalada por su exquisita porosidad con todas las disciplinas y su
pertinente puesta en marcha en el “arte facto” del poema, en el que comulgan
retórica, etimología, filosofía, ciencias, música, nuestros autores áureos
(especialmente Quevedo) y multitud de textos que han fraguado nuestra cultura.
No obstante, Cervera Salinas, en “oblicua”, primer núcleo temático-creativo de
su alma oblicua, siempre deja que el lector, tras sus versos, pueda respirar el
verdor y la esperanza de una vida llena de conocimiento.
Finalmente,
para concluir con este estudio, me gustaría recordar aquel verso de La metamorfosis, de Ovidio, que decía
aquello de “In noua fert animus mutatas
dicere formas corpora”[15]
(mi intención es hablar de cuerpos transformadas en nuevas formas), porque así
es como se ha construido, en verdad, este retrato en movimiento del ser en su
lucha con el tiempo. También, con el fin de llevar a cabo una comprensión
dilucidada del entramado que rige esta obra, hemos de recordar que Vicente
Cervera Salinas, además de su labor como hacedor poético, es ensayista, y entre
sus obras de este género cabe destacar La
poesía y la idea. Fragmentos de una vieja querella[16], estudio en el que plasma cómo la poesía y la
filosofía nacieron juntas, pero después, con el paso del tiempo, se separaron y
discurrieron cada una por caminos diferentes. ¿No será, acaso, “oblicua” o El alma oblicua en sí, el reencuentro y
conciliación definitiva, en la persona de Vicente Cervera, de estas dos maneras
de asomarse al alma racional de lo que es el ser en su relación con su
circunstancia?
4-.
Bibliografía citada.
CERVERA SALINAS, V. El alma oblicua /
l´âme oblique, París: Les editions du Paquebot, 2010.
CERVERA SALINAS, V. Escalada y otros poemas, Madrid: Verbum, 2010.
CERVERA SALINAS, V. La poesía y la
idea. Fragmentos de una vieja querella, Murcia: editorial Universidad de
Murcia, 2007.
RICO, F. El pequeño mundo del hombre.
Varia fortuna de una idea en la cultura española, nueva edición corregida y
aumentada, Barcelona: editorial Círculo de Lectores, 2008.
[1] -. Vicente Cervera Salinas: El alma oblicua / L´âme oblique, con imágenes
de Julio Silva y prólogo de Françoise Morcillo, Les editions du Paquebot,
París, 2010.
[2] -. Vid. Francisco Rico: El pequeño mundo del hombre. Varia fortuna de
una idea en la cultura española, nueva edición corregida y aumentada,
editorial Círculo de Lectores, Barcelona, 2008.
[3] -. Op. Cit., pág. 14.
[4] -. Op. Cit., pág. 52.
[5] -. Op. Cit., pág. 58.
[6] -. Op. Cit., pág. 18.
[7] -. Op. Cit., pág. 24.
[8] -. Op. Cit., pág. 28.
[9] -. Vicente Cervera Salinas: Escalada y otros poemas, editorial
verbum, Madrid, 2010.
[10] -. Op. Cit., pág. 32.
[11] -. Op. Cit., pág. 38.
[12] -. Op. Cit., pág. 42.
[13] -. Op. Cit., pág. 46.
[14] -. Op. Cit., pág. 58.
[15] -. Vid. Publio Ovidio Nasón: Metamorfosis, I, 1.
[16] -.
Vid. Vicente Cervera Salinas: La poesía y la idea. Fragmentos de una
vieja querella, editorial Universidad de Murcia, Murcia, 2007
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