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José Rizal
PENSAMIENTO DE UN FILIPINO[1]
Vasco Caini (ed.)
Cuando contemplo la lucha presente entre las corporaciones
religiosas y los elementos avanzados de mi país; cuando leo los numerosos
escritos publicados por uno y otro partido en defensa de sus ideas y de sus
principios, se me ocurre preguntarme a veces si yo, como hijo del país, no
debería tomar parte y declararme por uno de ambos bandos, pues nada de mi
patria debía serme indiferente, o si, más prudente y mejor aleccionado, mi
papel sería el de permanecer neutral, presenciar y vigilar la lucha para ver
qué partido triunfa, y declararme tan pronto por él, para recoger así fácilmente
el fruto de la victoria.
Mi vida ha sido una continua duda y una continua vacilación. ¿Por
qué partido me he de declarar?
Examinemos detenidamente el asunto, y después veremos.
¿Qué ventajas ofrece declararse antifraile?
¡Ninguna a la
verdad! Por más que examine la cosa, más la encuentro necia e imprudente. Eso
de luchar porque el país progrese… el país progresará si puede y si no, no.
Además, ¿qué me importa a mí el que la generación que venga goce de más o menos
libertades que yo, tenga mejor o peor instrucción, haya para todos justicia o
no la haya? La cuestión es que yo, mi número uno, no lo pase mal; la cuestión
es el presente. Más vale pájaro en mano que ciento volando, dice el refrán. La
caridad bien entendida empieza por uno mismo, dice otro. Aquí tengo dos
refranes a mi favor, y no hay siquiera medio refrán en contra. Por de pronto,
combatiendo a las órdenes religiosas, se arriesga uno a ir a la cárcel, preso o
deportado a alguna isla. Vaya, menos mal, yo tengo ganas de viajar, conocer las
islas, cosa que no se puede hacer mejor que yendo deportado. No se necesitan pasaportes
y va uno más seguro. ¡Ir a la cárcel!
¡Bah! todo el mundo va a la cárcel:
así se tiene casa gratis, porque lo que es, yo no pago. Deportación y cárcel es
pues lo de menos, pero ¿y si me… si se acaba el número uno, si se aprovechan de
un motín y me acusan como autor de él, me forman consejo de guerra y me mandan
a la otra vida?[2]
… iHm! Eso es un serio inconveniente de ser antifraile. ¿Qué me importa que los
frailes no quieran la instrucción del país? Ellos tendrán su razón. Yo estoy
conforme con ellos. Desde niño ya me costaba trabajo ir a la escuela y más
trabajo todavía salir de ella porque el profesor me tenía a veces preso.
Póngase a votación la cosa y se verá que todos los niños votarán por los
frailes, pidiendo la supresión de toda clase de enseñanza. Que los frailes se
oponen a que se enseñe el castellano... ¿y qué hay con eso? ¿Para qué necesitaremos
saber el castellano, si tenemos nuestra rica lengua tagala, la visaya, la
ilocana, etc.? ¿Para qué necesitaremos el castellano? ¿Para saber los hermosos
cuentos y teorías de libertad, progreso y justicia y quedarnos después con las
ganas? ¿Para entender las leyes, saber nuestros derechos y encontrarnos
después en la práctica con otras leyes y otras cosas bien diferentes? ¿Para qué
nos serviría saber el castellano? Con Dios nos entendemos en todos los idiomas…
si fuese el latín, digo, vaya: el cura dice que Dios oye antes los rezos en latín
que los rezos en tagalo; por eso las misas están en latín y los curas viven en
abundancia, y nosotros los tagalos estamos mal. ¿Pero, y el castellano? ¿Para
comprender los insultos y juramentos de los guardias civiles? Para eso no hay
necesidad de saber el español: basta saber comprender el lenguaje de los
culatazos, y tener el cuerpo un poco sensible. Y de qué nos serviría, si está
prohibido contestar, porque a uno le pueden formar expediente por resistencia a
la fuerza, y como a uno le juzga el mismo cuerpo de la Guardia Civil, se tiene
seguro el presidio. La verdad es también que a mí me gusta viajar y visitar las
islas, aunque sea atado codo con codo. En esto pues de no enseñar el español,
estoy conforme con los frailes. Ahora, que digan que viven así o asá, que
tienen muchas mujeres, queridas, que no respetan casadas, viudas ni doncellas,
etc., yo tengo aquí mi opinión particular. Digo yo, el que puede tener dos,
tres y cuatro mujeres, ¿por qué no las ha de tener? La culpa la tienen las
mujeres. El cura además tiene de bueno que no deja perecer de hambre a sus
queridas, como hacen muchos hombres, sino que las mantiene, las viste bien,
protege a sus familias, y deja buena herencia a sus hijas o sobrinas. Y si
pecado hay en ello, él las absolverá en seguida y sin grandes penitencias.
Francamente, si yo fuese mujer y tuviese que prostituirme, lo haría antes con
un cura, por de pronto seré la querida de un semi-Jesucristo, o de un sucesor
de Dios en la tierra, como les llama el acto de contrición. En esta parte creo
yo que es por envidia porque murmuran contra los frailes sus enemigos. Dicen
que acaparan todas las haciendas, todo el dinero del pueblo... Los chinos hacen
lo mismo; en el mundo el que puede enriquecerse se enriquece, y supongo yo que
un fraile por el mero hecho de ser un fraile, no dejará de ser hombre. ¿Por qué
no se perseguiría entonces a los chinos y a los comerciantes? Y además ¿quién
sabe? Tal vez nos quitan el dinero para dejarnos pobres y para que subamos más
prontamente al cielo. Todavía les tendremos que agradecer este cuidado. Les
acusan también de vender caros escapularios, correas, velas, rosarios, etc. Esto
es quejarse sólo por quejarse. Compre el que quiera y el que no, no. Cada
mercader pone el precio que quiere a sus mercancías. El chino vende su tinapà
unas veces dos por un cuarto, y otras tres por dos cuartos. ¿Por qué lo que toleramos
en el chino comerciante de tinapá, no lo habremos de tolerar en el cura
comerciante de escapularios? ¿Es por ventura el cura menos hombre que el
chino? Digo, es pura mala voluntad. Que griten y digan que el fraile por su dinero
y su poder se impone al gobierno, ¿qué me importa a mí? ¿Qué me importa que
mande éste o aquél si al fin de todo tendré yo que obedecer? Porque si el cura
no manda, mandará cualquier cabo de carabineros y todo será lo mismo. En
resumidas cuentas, no veo yo razón alguna para declararme en contra de los
curas frailes.
Veamos ahora si hay ventajas en declararse a favor de ellos contra
los liberales filipinos.
Dicen los frailes que estos son todos ateos... eso yo no lo sé: no
conozco más que a uno que se llama Mateo, pero no importa. Dicen que todos se
van al infierno. Francamente, aunque no debemos juzgar mal de nadie, pero el sucesor
de Dios en la tierra esta exento de esta prohibición. Él sabrá mejor que
nadie a donde iremos después de muertos, y si no lo sabe él, digo que nadie lo
podrá saber mejor. Los frailes mandan a muchos de sus enemigos al destierro; de
esto no puedo ni debo quejarme: yo tenía un pleito y lo he ganado porque mi
adversario era casualmente antifraile y se fue al destierro cuando ya
desesperaba yo de ganar y no tenía ya dinero para sobornar a los oficiales de
mesa y regalar caballos al Juez y al gobernador. ¡Dios es misericordioso! Le
formaron expediente gubernativo a Capitán Juan, que tiene una hija muy bonita a
quien prohíbe que vaya al convento a besarle la mano al cura: ¡bien hecho! Eso
es dudar de la santidad del Padre, y merecía el destierro debidamente. Además
¿qué iba él a hacer de su hija? ¿Por qué guardarla con tanto cuidado si al fin
no ha de ser monja? Y aunque tuviese que ser monja, ¿no dicen por ahí ciertos
ruidos que las monjas de Sta. Clara y los frailes franciscanos se entienden muy
bien? ¿Qué mal hay en ello? ¿No son las monjas esposas de Jesucristo? ¿No son
los frailes sucesores de él? ¿Para qué tantas mujeres para él solo? Nada, nada,
los frailes tienen razón en todo y yo me voy a declarar por ellos en contra de
mis paisanos. Los liberales filipinos son antiespañoles, así lo dicen los
frailes, y yo no quiero ser antiespañol. La prueba de que lo son, es... que
así lo dicen los frailes. Pero, ¿y si triunfan los liberales? Y si, cansados,
perseguidos y desesperados con tantas prisiones y destierros, arriesgan un día
el todo por el todo, arman aquí lo que en España[3], degüellan a sus enemigos
y los matan en venganza de tantos actos que ellos llaman violentos y brutales,
de tantas prisiones, destierros y ejecuciones cometidas a instancias de ellos?
¿Y si sucede todo esto y si triunfan? Entonces podrán también extender hasta a
mí sus venganzas... iEh! ieh! Pensemos bien si esto es posible.
¿Es posible en Filipinas una matanza de frailes? ¿Es posible aquí
una carnicería parecida a lo que hubo en toda España hace 60 años, como dicen?
No; el filipino no ataca jamás a uno que esta desarmado, a uno que no se
defiende. Lo vemos en los muchachos que se pelean: el más grande se priva de
sus ventajas y ofrece al más pequeño luchar con un solo brazo; no principia el
ataque antes que el otro esté en guardia. No; el indio será tonto, simple, fanático
y todo lo que se quiera, pero siempre conservará cierto instinto de
caballerosidad, y tiene que estar muy, muy ofendido, tiene que estar en el
último grado de la desesperación para cometer asesinatos y carnicerías
parecidas. Pero, ¿si hacen con los frailes lo que estos hicieron con los
herejes el día de S. Bartolomé en Francia? Dicen las historias que los
católicos se aprovecharon de la noche estando los herejes reunidos en París y
los degollaron y asesinaron... ¿Si los antifrailes filipinos, temiendo hagan
los frailes con ellos lo que hicieron en Francia, se aprovechan de la lección y
se adelantan? ¡Santo Dios! ¿Si en esta lucha suprema de la existencia, viéndose
todos amenazados así en su vida como en sus haciendas y en su libertad,
arriesgan el todo por el todo y se dejan llevar a excesos, llevados del terror
que infunden las actuales circunstancias? iDesgracia de las desgracias! ¿Qué
sería entonces de mí si me declaro ahora por los frailes? Lo mejor es no
decidirse. Mientras el gobierno no pacifica los ánimos, malo es tomar parte en
estos asuntos. Sería conveniente mandar al destierro, al cadalso a todos los
liberales filipinos para extirpar la semina... pero, ¿y sus hijos, sus
parientes, sus amigos... la conciencia de todo el país? ¿No hay ahora más
antifrailes que antes del 72? Cada filipino preso o desterrado abre los ojos a
ciento y gana otros tantos para su partido. Si pudieran ahorcar a todos los
filipinos y quedarnos nosotros los frailes y yo para gozar del país, sería lo
mejor, pero... entonces yo sería el esclavo de todos ellos, tendría que
trabajar por ellos y sería peor.
¿Qué hacer? ¿Qué hace el gobierno? El liberalismo es una planta
que no muere nunca, decía ese condenado Rizal... Decididamente me quedaré
neutral: la virtud está en el término medio.
Sí, seré neutral: ¿qué me importa a mí que triunfe el vicio o la
virtud si me he de encontrar entre los vencidos? La cuestión es vencer, y la
victoria más segura es la victoria hecha. Esperar a que maduren las brevas y
cogerlas. Ver que partido ha de triunfar; y cuando ya estén entonando el himno,
unirme a él, cantar más fuerte que los demás, insultar a los vencidos, hacer gestos,
declamar para que los demás crean en el ardor y en la sinceridad de mis convicciones. ¡He aquí la verdadera
sabiduría! Que los tontos y los quijotes se dejen matar para que triunfen sus
ideales; yo quiero que ellos se maten para que triunfe el mío. ¡Su ideal es la
justicia, la igualdad, la libertad! iMi ideal es vivir en paz y abundancia!
¿Cuál es más bello y más útil, la libertad de imprenta por ejemplo o un capón
rellenado? ¿Cuál es más grande, la igualdad de derechos o unos cartuchos todos
iguales llenos de monedas de cuatro duros? Igualdad por igualdad, prefiero la
igualdad de las monedas que permite apilarlas y esconderlas. Que triunfen los
frailes, que triunfen los liberales, la cuestión es entenderse después con los
triunfadores. ¿Qué me importa a mí la patria, la dignidad humana, el progreso,
el patriotismo? ¡Todo eso no vale nada si no se tiene un cuarto!
José Rizal, Tomo VII, Escritos políticos e históricos, Edición del
Centenario, Comisión Nacional del Centenario de José Rizal, Manila, 1961. p.
11-17.
[1] Un hombre que había dedicado cada minuto de su vida y su vida misma a la patria, dispara una feroz y sarcástica arenga contra los conservadores, de los cuales debía haber muchos en torno. El artículo había sido escrito probablemente en 1884, en España, cuando Rizal tenía 24 años, para ser publicado, pero ningún periódico lo publicó. Hubiera desencadenado toda la ira frailuna. De forma indirecta, critica a los filipinos cuya única aspiración consistía vivir en paz y en abundancia, sin importarles patria, dignidad humana, progreso o patriotismo.
[2] En efecto, le acusaron de haber sido el fundador del Katipunan, que inició la revolución en el 1896 y fue condenado a muerte.
[3] Retana dice: "Las turbas en España han
cometido con los frailes horrores mucho mayores, y con menos motivo, que los
filipinos con los frailes, a quienes respetaron la vida mientras los tuvieron
prisioneros, siendo así que tan fácil les hubiera sido a los insurgentes
despachar para el otro mundo, si no a todos, a casi todos los frailes". (Vida
y Escritos de Rizal, Nota 198, pág. 169).
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