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ESTUDIO
DE LAS CAMPAÑAS DE DOS REFERENDOS: 1966 Y 1976
Paz
Carrillo Navarro
(Universidad de Murcia)
RESUMEN:
En este artículo nuestro propósito es
estudiar, a partir de una serie representativa de documentos electorales, las
características fundamentales de las
campañas de dos referendos: el referéndum franquista de 1966 y el referéndum
predemocrático de 1976. Estas dos campañas electorales, marcadas de una forma
clara por los contextos políticos y sociales de cada una de ellas, presentan
diferencias palpables, pero también algunas semejanzas, sobre todo desde un
punto de vista estructural. Nos proponemos, pues, con este trabajo, hacer un
poco de historia de la propaganda electoral de nuestro país a partir del
análisis de los documentos de estos dos referendos, así como establecer una
comparación entre el quehacer propagandístico que rodea a uno y otro
referéndum. En nuestro análisis nos ceñiremos exclusivamente a documentos
impresos que fueron exhibidos o distribuidos durante el periodo de cada una de
las campañas electorales.
PALABRAS CLAVE:
Propaganda electoral, Lingüística,
Pragmática, Historia.
SUMARY:
Our
intention with this article is to study, from a representative series of
electoral documents, the main characteristics of two referendums: the 1966
Franco referendum and 1976 predemocratic referendum. These two electoral
campaigns, clearly marked by their own political and social contexts, present
some obvious differences, but some similarities too, above all from a
structural point of view. We intend with this piece of work, to make some
history about the electoral propaganda of our country from the analysis of the
documents of these two referendums, as well as to establish a comparison
between the propaganda task that surrounds both referendums. Our analysis will stick exclusively to
written documents that were exhibited or distributed during the period of each
electoral campaign.
KEY WORDS:
Election propaganda, Linguistics, Pragmatics, History.
1.
INTRODUCCIÓN
El estudio de la historia reciente de
cualquier país resulta siempre crucial para conocer el desarrollo de los
acontecimientos actuales, pero en el caso de España adquiere aún si cabe mayor
sentido. Del mismo modo que el desenlace de la guerra civil hizo nacer un
régimen dictatorial que se prolongó hasta
En este artículo nuestro propósito es
estudiar, a partir de una serie representativa de documentos electorales, las
características fundamentales de las
campañas dos referendos: el referéndum franquista de 1966 y el referéndum
predemocrático de 1976. Estas dos citas electorales, separadas en el tiempo por
diez años, presentan una clara diferencia que se basa en los contextos
políticos en los que cada una de ellas se desarrolló. Nos proponemos, por lo
tanto, hacer un poco de historia de la propaganda electoral de nuestro país a
partir del análisis de los documentos de estas dos citas, una, la del referéndum
de 1966, sin a penas trascendencia política y la otra, la del referéndum de
1976, con una importancia crucial para el futuro político de España.
Estableceremos también, salvando las distancias que acabamos de mencionar, una
comparación entre el quehacer propagandístico que rodea a uno y otro
referéndum. En nuestro análisis nos ceñiremos exclusivamente a documentos
impresos que fueron exhibidos o distribuidos durante el periodo de cada una de
las campañas.
2. CAMPAÑAS ELECTORALES.
CARACTERÍSTICAS
Según el DRAE, un referéndum es un procedimiento jurídico por el que se someten
al voto popular leyes o actos administrativos cuya ratificación por el pueblo
se propone[1].
La ratificación o no de dichas leyes o actos administrativos depende en gran
medida de la forma en que éstos sean propuestos al pueblo. Dicho de otro modo,
depende de propaganda electoral que realice el gobierno durante el periodo de
la campaña electoral.
Toda campaña electoral se concreta en
una serie de elementos materiales: carteles, folletos, programas, octavillas,
pegatinas, etc., que son expuestos o repartidos durante dicha campaña. Estos documentos
propagandísticos no han de ser estimados como elementos aislados, ya que de su
consideración por separado no se podrían extraer conclusiones extrapolables a
toda la campaña. Herreros apunta en cuanto a la unidad de una campaña
electoral:
El análisis de los manifiestos de
una campaña electoral, en sus formas publicitarias, conlleva poner al
descubierto el sentido presente en todos ellos, o sentido común, de obligada sumisión a las directrices de la
campaña, más que el estudio y descripción particularizada de cada una de las
«piezas» o unidades que la componen.
Para hablar en rigor de una
campaña, se exige la existencia de manifiestos con unos niveles de
significación que afecten a la totalidad de los mismos, independientemente de
las adaptaciones singulares propias del medio en que se difunden[2].
A continuación, este autor señala:
Esta supeditación a las
directrices de la campaña, obliga a mantener una coincidencia conceptual,
aunque los manifiestos difieran en los aspectos formales. No obstante, esta
divergencia se ha de dar en lo estrictamente accidental o contingente, impuesto
por la adaptación del lenguaje a los medios empleados, pues, en buena ortodoxia
propagandística, el esquema formal deberá mantenerse allí donde sea posible,
como un elemento identificador más del emisor[3].
En efecto, para que una campaña
electoral pueda llamarse así, sus manifiestos han de cumplir con una serie de
condiciones temáticas y formales que son comunes a todos ellos, y sin las que
el receptor no sería capaz de identificarlos como pertenecientes a la misma
campaña. De esta manera, la coherencia y la unidad de una campaña electoral
pasan por la identificación por parte del elector de una serie de elementos que
son comunes a todos los documentos distribuidos o exhibidos durante el periodo
destinado a la propaganda electoral. Han de mantenerse, por lo tanto, las
líneas conceptual y formal de la campaña. Las únicas variaciones aceptables
serían las que estuvieran al servicio de la adecuación al medio en el que se
difunde la propaganda. En nuestro caso, teniendo en cuenta estas reflexiones,
ya que nos ceñimos exclusivamente en este trabajo a documentos electorales
impresos, las diferencias entre los elementos deberían ser las mínimas.
A la vista de todas estas
consideraciones, el eslogan resulta ser un elemento propagandístico
imprescindible para dar unidad a la campaña. Presente en todos los documentos
de una campaña electoral, el eslogan se convierte así en el elemento
cohesionador por excelencia. Existen también otros elementos unificadores de
naturaleza extralingüística (tipografía, colores, imágenes,…), pero es, sin
duda, el eslogan el que hace posible que un documento sea identificado como
perteneciente a una campaña determinada.
Hay que resaltar, sin embargo, que
una campaña que cumpla con estos requisitos de cohesión y de unidad no tiene el
éxito garantizado. Si bien es cierto que las campañas electorales tienen como
objetivo conseguir el mayor número de votos posible, es bien sabido que el
porcentaje de votos que proviene de los electores indecisos (parte de la
población a la que van destinadas las campañas principalmente, según los
expertos) es bastante reducido. Los mensajes de las campañas propagandísticas
están destinados a mover a la acción, por lo que éstos deben estar en
consonancia con todo lo que rodea al elector en el momento del voto. Sin duda,
el contexto en el que se emite un texto propagandístico es fundamental para comprender
los mensajes de las campañas debido a la vinculación que existe entre ellos. A
la pregunta de si sirven para algo las campañas electorales, Martínez y Méndez
responden así:
Las campañas
publicitarias funcionan, al menos algunas. Sin embargo, no hay consenso ni
entre los teóricos ni entre los políticos profesionales sobre la utilidad de
las campañas electorales. Para algunos, las elecciones se ganan o se pierden
antes del día de la votación. Las campañas, entonces, sirven para consolidar o
amplificar las tendencias de voto. Para otros, su utilidad radica en que
movilizan al electorado fiel y pueden ser usadas para incidir en los grupos de
votantes indecisos[4].
No
obstante, es cierto que no se puede relacionar de un modo directo la idoneidad
o calidad de una campaña electoral desde un punto de vista comunicativo
atendiendo únicamente a los resultados obtenidos en las elecciones, ya que en
el voto de un elector operan muchos factores que no tienen que ver
estrictamente con la propaganda electoral.
3.
Señala Molinero que
el régimen franquista se impuso
por la fuerza, pero también quería convencer, de aquí la importancia asignada a
la acción propagandística para consolidar el nuevo orden[5].
Incluso para una dictadura, lo que
opina el pueblo del gobierno es siempre importante. De hecho, toda la tarea
propagandística del régimen franquista gira en torno a reconstruir a su medida
el pensamiento de los ciudadanos. La imagen que el gobierno quería ofrecer al
pueblo no es la de la realidad de las actividades políticas llevadas a cabo,
sino la de un estado que ponía su empeño en realizar una política de justicia
social para erradicar la pobreza y velar por el bienestar de los ciudadanos. El
objetivo, por lo tanto, era conseguir ganarse la voluntad política de los
ciudadanos, para lo que este gobierno se sirvió, además de los métodos
violentos que acompañan a todo régimen dictatorial, de la manipulación
propagandística de los medios de comunicación.
En efecto, la propaganda política
resultó imprescindible para sostener el régimen franquista. El franquismo
heredó los métodos propagandísticos para captar a las masas ideados por los
falangistas años antes, en tiempos de la guerra. Las consignas falangistas y
todos los recursos empleados para mover a la acción al pueblo en esta época se
adaptaron y se repitieron con la misma fuerza después. De este modo, los
valores y el ideario del régimen fueron repetidos de manera insistente en los
medios de comunicación. Como apunta Sevillano:
Junto al aparato
cultural, la propaganda constituye otro destacado instrumento adoctrinador,
sobre todo al ser divulgados sus mensajes sistemática y reiterativamente a
través de los distintos medios de comunicación, por lo que la política
informativa y la labor propagandística también fueron importantes elementos de
disputa por el poder en el franquismo, sobresaliendo las dificultades que
siempre tuvo el partido único para obtener un control firme y duradero de los
resortes de la propaganda[6].
Como ocurre en todo régimen
autoritario, la información se convierte en propaganda. Los medios de
comunicación se supeditan a la autoridad del Estado como único responsable de
garantizar el bien común. Esto lleva consigo la manipulación de la información
por parte del Gobierno. La prensa fue el medio de comunicación que más se
resintió del severo control que ejercía sobre ella el régimen franquista[7].
La manipulación y el control de la
información, como venimos advirtiendo, fueron dos elementos clave sobre los que
el franquismo construyó su edificio propagandístico. Sin embargo, es necesario
señalar que, en esta causa, un papel igualmente importante desempeñó la
repetición hasta el desgaste durante décadas de una serie de eslóganes que
todavía hoy día seguimos asociando con el franquismo.
La dictadura franquista, como los
fascismos en general, precisó de una serie fórmulas que le permitieran hacerse
con la adhesión incondicional y emocional del pueblo. De esta forma, el franquismo
estableció los cauces de adhesión hacia su líder mediante una serie concreta de
eslóganes. Señala Sempere:
Los gritos
fueron pocos, pero políticamente inequívocos. Sólo cuatro encontraron la vía
franca del Decreto:
“¡FRANCO, FRANCO,
FRANCO!”
“¡VIVA FRANCO!”
“¡ARRIBA ESPAÑA!”
“¡ESPAÑA, UNA, GRANDE
Y LIBRE!”[8]
El empleo hasta la saciedad de estos
eslóganes, que vieron la luz en 1937, suponen, en opinión de Sempere, el
comienzo del desarrollo del eslogan político en España:
Si para
la publicidad comercial española el poder del slogan comienza a tener
relevancia a partir de la década desarrollista y el desembarco multinacional,
para la política el slogan empieza a ser beligerante a partir del inicio de la
era franquista[9].
Otro de los eslóganes más explotados
por el franquismo fue 25 AÑOS DE PAZ. En 1964, el
ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, puso en marcha una enorme
campaña propagandística con la que se proponía conmemorar los veinticinco años
de paz en España. El objetivo de dicho eslogan era presentar el periodo de paz
desde el final de la guerra como un gran triunfo del régimen de Franco. Para conseguirlo
se prefirió dejar de lado el discurso belicista que se había llevado a cabo
hasta el momento para no discriminar a los vencidos de abril de 1939, en
beneficio de un tono más conciliador. En definitiva, se pretendía asociar el
concepto de paz a las mejoras económicas y sociales que empezaban ya a
percibirse en nuestro país.
Los numerosos carteles que se
difundieron en 1964 con motivo de esta campaña propagandística presentaban el
eslogan ESPAÑA EN PAZ. Con dichos carteles se pretendía una vez más, quería
transmitir la idea de que el gobierno franquista se preocupaba en primer lugar
del bienestar social de los ciudadanos.
Dos
años después de esta campaña propagandística tuvo lugar otra, la campaña
electoral con motivo del referéndum de 1966. En dicha campaña, a pesar de que,
como veremos ahora, se vuelve a explotar la idea de que el régimen es el
garante de la paz en España, no hay rastro de estos dos eslóganes que tan
rentables fueron para el franquismo. Tampoco
se optó por recuperar otros eslóganes más emblemáticos a los que aludíamos
antes siguiendo la cita de Sempere, quizá porque evocaban una etapa anterior
del franquismo que ya se había superado. Lo cierto es que
no podemos decir que
dicha cita electoral constituyera un motivo para la creación de nuevos
eslóganes.
4. EL REFERÉNDUM FRANQUISTA DE 1966
Los españoles fueron convocados por
segunda vez a las urnas el 14 de diciembre de 1966. En este caso se celebraba
el referéndum nacional para aprobar la nueva Ley Orgánica del Estado. Por esta
ley, se separaba el cargo de Jefe de Estado (que equivalía al del Rey) del
cargo de Presidente del Gobierno. Si bien el Jefe de Estado se limitaba de
muchas facultades, se otorgaba otros muchos poderes. De nuevo, la participación fue elevadísima. El
resultado fue rotundo a favor del sí, con una oposición más bien testimonial.
La obsesión del Estado en este
referéndum, como en el anterior, era conseguir una alta participación de la
población a favor del sí, para lo que se llevó a cabo una presión propagandística
extraordinaria sobre los electores. La propaganda se basó en la identificación
del voto afirmativo con un sí a Franco. El apoyo se logró fundamentalmente por
medio de la coacción. Se explotó la idea de que votar era un deber patriótico,
de manera que el voto era obligatorio y, en algunos casos, se obligó a algunos
ciudadanos a presentar el certificado de voto para evitar represalias de tipo
económico. El temor por las repercusiones de la abstención impulsó el voto en
muchas regiones de España.
Sin embargo, además de a la coacción,
el gobierno franquista recurrió también a la propaganda electoral para
asegurarse el éxito. Ofrecemos a continuación una muestra de algunos de estos documentos
electorales que circularon por el país en diciembre de 1966 para promover el
voto positivo entre la población. Se trata de siete octavillas y un cartel:
fig.
1 fig. 2 fig. 3
fig. 4 fig. 5
fig. 6 fig. 7 fig. 8
Atrae nuestra atención lo diferentes
que son estos documentos entre sí: aparecen octavillas de varios colores con
distinto diseño que nada tienen que ver con el cartel de la misma campaña, no
existe homogeneidad en el mensaje ni en la tipografía empleada, existe un
empleo excesivo del texto y prácticamente ausencia de la imagen. Por otro lado,
no se puede decir que estos documentos respondan a una campaña electoral
organizada en torno a un eslogan determinado, puesto que prácticamente cada
documento presenta un eslogan diferente: FRANCO NOS DIO
Cabe destacar que estos documentos
electorales proponen además una serie de eslóganes vinculados no solamente con la ley que el gobierno somete a referéndum, sino
con la propia figura del dictador. Si está claro que dicho referéndum en ningún
momento tuvo visos de ser un proceso legítimo, estos documentos
propagandísticos y sus eslóganes, irían destinados más que a conseguir el voto
afirmativo (que el gobierno tenía asegurado con posibles acciones
fraudulentas), a crear en la ciudadanía la conciencia de que Franco estaba
llevando a España, por medio de sus leyes y su gobierno, a la prosperidad. Así,
encontramos eslóganes como ¡SÍ! A LAS
LEYES DE FRANCO (fig. 4) en el que la ley que se refrenda se relaciona
directamente con la propia persona de Franco; o como VOTA SÍ A FRANCO EN EL
REFERÉNDUM NACIONAL DE 1966 (fig. 8), en el que ya no hay ni siguiera una
alusión a dicha ley. Estos eslóganes van acompañados de la utilización hasta la
saciedad de términos como paz, futuro o progreso, que se vinculan directamente a la gestión del gobierno
franquista.
Podemos concluir, después de estas
reflexiones en torno a estos documentos propagandísticos, que no estamos ante
una campaña electoral organizada. A pesar de los medios
de lo que se disponía y de la experiencia propagandística con la que
contaba el gobierno de Franco, no se contó con una campaña electoral previa al
referéndum de 1966. La estructuración de una campaña electoral, según las
directrices propagandísticas que anteriormente hemos esbozado, requiere,
efectivamente, de un conocimiento profundo del hecho propagandístico, pero
también requiere que no se pierda de vista un objetivo claro: conseguir el voto
del elector hacia el sí o hacia el no. Y es aquí donde, a nuestro modo de ver,
hace aguas la campaña electoral de este gobierno: el objetivo no era que los
ciudadanos acudieran a votar sí
(puesto que se utilizaron otros métodos de coacción), sino favorecer una imagen
determinada de Franco. Este hecho explicaría también la ausencia de un eslogan
unificador. No se precisa en este caso de un eslogan, de un «grito de guerra»,
en torno al cual unir a la población. Estamos ante una campaña basada más en
las explicaciones y en las demostraciones que en la pasión y la irreflexión,
dos conceptos, éstos últimos, con los que el eslogan está estrechamente
vinculado.
La propaganda llevada a cabo por la
oposición franquista desde la clandestinidad o el exilio consistió precisamente
en intentar desmontar las bases propagandísticas sobre las que se cimentaba la
campaña del Régimen. En algunas de las hojas u octavillas distribuidas por los
grupos opositores se pide la abstención haciendo alusión a la farsa que supone
la cita electoral: tanto el voto positivo como el negativo darán como ganador a
Franco (figs. 9 y 10). En otros casos el objetivo es informar al ciudadano de
que la propaganda franquista quiere convencerlo de que el voto es obligatorio
cuando en realidad no lo es y se le pide, de nuevo, la abstención (fig. 11).
fig. 9 fig. 10 fig.
11
En otros documentos electorales la
oposición pretende hacer ver al elector que los términos antes señalados como paz, progreso,
futuro, que el gobierno ha hecho
suyos, no se corresponden con la realidad española del momento (figs.12 y 13).
Ante esta situación, se continúa pidiendo la abstención.
fig. 12
fig. 13
Por supuesto, todos estos
documentos no constituyen una campaña electoral. La falta de medios y de
coordinación, pero por encima de esto, la condición de clandestinidad de los
grupos opuestos al régimen, impidieron la organización de una campaña electoral
estructurada.
5. EL REFERÉNDUM
PREDEMOCRÁTICO DE 1976
El 5 de julio de 1976,
Adolfo Suárez juró su cargo como Presidente del Gobierno de España. El nuevo
gabinete, tras un periodo de distensión política durante el verano de 1976, propuso
en septiembre su proyecto de reforma política. Dicho proyecto debía ser
aprobado primero por los dos tercios de las Cortes y, posteriormente,
refrendado por los españoles. Después de conseguir el 18 de noviembre más de los
dos tercios a favor necesarios de las Cortes, el proceso seguía adelante.
El día elegido para la celebración del
referéndum fue el 15 de diciembre de ese mismo año. El 94% de los votantes dijo
sí al proyecto de reforma política, en el
primer proceso electoral libre desde febrero de 1936. Se podían considerar unas
elecciones libres si se tiene en cuenta que el resultado de las mismas no fue
manipulado por el Gobierno, como había ocurrido durante la dictadura. Sin
embargo, no se puede concluir que los españoles participaran en unas elecciones
democráticas, puesto que aún no existían las libertades propias de una
democracia.
Se llevó a cabo una única campaña desde
el Gobierno que promovía la participación de la ciudadanía en el referéndum a
favor del sí. Las fuerzas de la
oposición, todavía ilegales pero toleradas, hicieron un llamamiento a la
abstención, ya que no veían claro que la intención del Gobierno fuera la de
romper con las ligaduras franquistas y replantear todo el sistema de nuevo.
Desde este punto de vista, el dilema de la votación del referéndum giraba en
torno a la participación o la abstención, ya que la oposición se inclinaba por
pedir a su electorado que no votara un referéndum en el que tanto el sí como el no supondría una victoria para los franquistas. Cuanto más a la
izquierda se situaba la oposición, más se inclinaba por la abstención. Si bien
es cierto que la abstención alcanzó el 23%, los que se abstuvieron albergaron
la esperanza de la victoria del sí.
La batalla electoral se centró,
pues, en dos bandos: el del sí y el
de la abstención. Pero existió una gran desigualdad entre los medios económicos
y mediáticos de que dispuso cada uno de estos bandos. Mientras que el Gobierno
contó con grandes presupuestos para sufragar los gastos de su campaña y con
poder para limitar las actividades propagandísticas de sus adversarios, la
oposición se encontraba en una situación desfavorable: clandestinidad (en
algunos casos exilio o cárcel) y escasos medios económicos.
Ahora bien, a pesar de todos los medios
económicos invertidos, la campaña de
a) Carteles propagandísticos cuyo objetivo
es la participación electoral:
fig.14 fig. 15 fig. 16
fig. 17 fig. 18
b) Carteles propagandísticos cuyo objetivo
es el sí:
fig. 19 fig. 20 fig. 21
A la vista de estos carteles, hay
que señalar, en primer lugar, que la propaganda del gobierno es casi
exclusivamente textual. En general, se descuida la presentación estética del
manifiesto: a penas aparecen imágenes y el texto, a menudo en una disposición poco
atractiva, es excesivo. Herreros enumera los errores metodológicos en cuanto a
los aspectos comunicativos de esta campaña institucional:
En los aspectos exclusivamente
comunicativos de la campaña, es necesario destacar:
1. Bisoñés en los
planteamientos estéticos y de contenido.
2. Descoordinación en las
líneas de comunicación. Se evidencia en su falta de unidad.
3. Ausencia de unidad en
los criterios formales. Anarquía en el empleo de estilos tipográficos,
cromáticos y formatos. Tratándose de un solo emisor, parece que sean varios y
enfrentados.
4. Planteamiento
incongruente con la realidad social del electorado, al hacer descansar en el
texto toda la carga comunicativa, tratándose de un pueblo que está en niveles
tercermundistas en hábitos de lectura.
5. Error grave en la
falta de recurso del empleo de la imagen.
6. Errores de bulto,
imperdonables a profesionales, en la composición de los manifiestos. Existen
vallas con más de cuarenta palabras[10].
No
es necesario observar muy detenidamente los manifiestos anteriores para
comprobar la diversidad formal y conceptual que existe entre ellos. No podemos
identificar un eslogan unificador, sino un conjunto de ellos que nada tienen
que ver entre sí. A decir verdad, parece increíble que todos estos carteles
formen parte de la misma campaña electoral. Por otro lado, tal como señala
Herreros, en la creación de estos manifiestos no se tuvo en cuenta el público
mayoritario al que iban destinados: un electorado en gran parte casi analfabeto
con escasa o ninguna experiencia en la participación en citas electorales.
Existía una intención común que,
como Jiménez y Ortiz apuntan, se convirtió en una verdadera obsesión:
[…] lo prioritario y, según han
relatado algunos de los protagonistas, lo obsesivo era marcar diferencias con
respecto al anterior referéndum del 66, y en segundo lugar animar a votar
afirmativamente y a combatir la abstención que proponía toda la oposición[11].
Sin embargo, esta preocupación por
marcar las diferencias con el referéndum franquista, no se tradujo en un
suficiente distanciamiento. Es curioso comprobar cómo uno de los eslóganes
utilizados en la campaña del Gobierno para el referéndum del 1976, HABLA,
PUEBLO (fig. 15), no era del todo novedoso para los electores. Aquellos
votantes que tuvieran buena memoria podían identificarlo como el mismo que fue
utilizado por los propagandistas que trabajaban para el gobierno de Franco en
el año 1966 (fig. 2):
fig. 2
fig. 15
Además del eslogan HABLA, PUEBLO hay
otros elementos comunes en estos dos documentos propagandísticos. En la
octavilla de la campaña del referéndum franquista (fig. 2) aparece un
imperativo, «Vota», que es sustituido por la imagen de la emisión de un voto en
el cartel del referéndum del 76 (fig. 15). El mensaje, pues, que se intenta
transmitir a los ciudadanos en ambos casos va encaminado a fomentar la
participación electoral. Por otro lado, los dos documentos presentan en la
parte inferior central una rúbrica que relaciona el manifiesto propagandístico
con un emisor institucional. En el caso de la octavilla franquista la rúbrica
es «Referéndum Nacional»; en el caso del cartel del referéndum del 76, «Referéndum:
15 de diciembre». Queda de manifiesto, por lo tanto, que a pesar de ser uno de
los objetivos principales de la campaña, no se consigue marcar la distancia,
por lo menos desde un punto de vista estrictamente propagandístico, con
respecto al referéndum franquista.
Algunos autores, como Jiménez y
Ortiz, son de la opinión de que esta sensación de caos en la estructura
propagandística de la campaña electoral se debió a que los creadores de dicha
campaña no pusieron demasiado empeño en su trabajo:
Si además de la falta de
concreción del mensaje en un solo eslogan, y pobres elementos gráficos,
añadimos la anarquía de colores utilizados, sin unidad de criterios y una
tipografía, más bien basada en un muestrario de los diferentes tipos de letras
disponibles en ese momento en el mercado, utilizando los cuerpos de letra de
manera inconexa, llego a la conclusión de que la mayoría de los profesionales
no tuvieron especial afecto al trabajo que realizaron, que las empresas
publicitarias estuvieron más pendientes del monto económico que tenía la
campaña y que
Como podemos comprobar, las causas de
este caos propagandístico en la organización de la campaña de este referéndum
predemocrático son variadas: la falta de experiencia en publicidad y propaganda,
el escaso interés por parte de los creativos, las prisas[13]…
En cualquier caso, son razones muy diferentes a las que estarían en el origen
de la desastrosa organización de la campaña para el referéndum del 66.
Por otro lado, si nos referimos a
las actividades propagandísticas llevadas a cabo por la oposición al gobierno,
no puede hablarse en rigor de una campaña electoral estructurada, sobre todo si
nos centramos en los partidos de la oposición que pedían la abstención. Estos
partidos o grupos políticos propugnaban la abstención como única alternativa
ante la posibilidad de la instauración de una reforma que, desde su punto de
vista, no garantizaba el cambio. Sin embargo, eran conscientes de que la
verdadera derrota del cambio político vendría de la mano de la victoria del «no»
en el referéndum que pedía la derecha franquista. La escasa participación de
estos partidos en los medios de comunicación no favoreció que el electorado
comprendiera los motivos que dichos grupos tenían para pedir la abstención.
En efecto, estos partidos sufrieron
una verdadera discriminación mediática. Su presencia en los medios de
comunicación fue tan limitada que no se puede concluir que los diferentes
manifiestos emitidos por estos grupos constituyan una campaña. Se trataría más
bien de un conjunto de manifiestos sueltos (carteles, octavillas, pintadas…)
emitidos por diferentes grupos o partidos pero con una unidad conceptual. El «concepto-clave»
común a todos estos manifiestos de la oposición, siguiendo a Herreros y a otros
autores[14],
sería: «Ante la falta de libertades, abstención». Podemos observar este
denominador común en los siguientes ejemplos:
fig. 22 fig. 23
fig. 24
fig. 25
Puede decirse, pues, que hay más
unidad conceptual en los manifiestos de los diferentes partidos de la oposición
que en la campaña llevada a cabo por el Gobierno. Sin embargo, algunos de los
defectos de forma que advertíamos en los carteles institucionales se repiten en
estos documentos de la oposición: un uso excesivo del texto, escasez de
imágenes y la falta de atención a la estética del documento.
6. CONCLUSIONES
Considerando las reflexiones de las
páginas anteriores se puede llegar a la conclusión de que ni los diez años
transcurridos entre los dos referendos, ni los cambios políticos experimentados
en este periodo hicieron evolucionar la forma de hacer propaganda en nuestro
país. Los errores propagandísticos cometidos por un gobierno dictatorial como
el franquista, se repitieron en el referéndum predemocrático de 1976. Si en el
referéndum franquista observábamos la ausencia de un eslogan unificador, la
presencia de mensajes textuales muy largos, y la ausencia absoluta de la
imagen, no podemos decir que el plebiscito que abrió las puertas hacia la
democracia española mostrara una evolución con respecto a éste en cuanto a las
formas propagandísticas de su campaña.
Por otro lado, dejando a un lado el
referéndum de 1966, enmarcado contextualmente en un régimen dictatorial en el
que se empleaba la coacción como principal medida de persuasión, antes de
finalizar este trabajo creemos necesario apuntar una última idea. Si bien es
cierto que en las páginas anteriores hemos puesto de manifiesto las grandes deficiencias
de la campaña electoral que precedió al referéndum de 1976, hay que reconocer,
sin embargo, que, a la vista de los resultados obtenidos en dicho referéndum,
la campaña consiguió sus objetivos de manera exitosa. A decir verdad, además de
un resultado más que favorable para el sí, se consiguió, como afirma Jiménez y
Ortiz, algo mucho más importante: estimular y activar a una masa electoral nada
acostumbrada a las urnas[15].
Estamos, por lo tanto, ante un ejemplo
más que claro de cómo los resultados de una cita electoral no están
condicionados exclusivamente por una campaña bien concebida y desarrollada.
Como se ha dicho con anterioridad, son muchos los factores que inciden en estos
resultados.
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Pedro (1978): «Introducción», en Olivier Reboul (1975): Le slogan, Bruselas, Editions Complexe, S.P.R.L., D.P.I. Edición
castellana: El poder del slogan,
Valencia, Fernando Torres Editor, 1978.
Sevillano Calero, Francisco (1998): Propaganda y medio de comunicación en el
franquismo, Alicante, Universidad de Alicante.
[1] Véase la entrada Referéndum en el Diccionario de
[2] Herreros Arconada, Mario (1986):
«Referéndum de la reforma política: 1976», en
AA. VV. (1986): 1976-1986: Diez
años de publicidad política, Madrid, Ayuntamiento, p. 24
[3] Íbidem.
[4] Martínez, Antonia y Mónica Méndez
(2004): «Los partidos: agentes eficaces», en AA.VV (2004), Las campañas
electorales y sus efectos en la decisión de voto. Vol. III. Cómo seguir una
campaña electoral, Valencia, Tirant lo Blanch, p. 23.
[5] Molinero, Carme (2005): La captación de las masas. Política social y
propaganda en el régimen franquista, Madrid, Cátedra, p. 39.
[6] Sevillano Calero, Francisco (1998): Propaganda y medio de comunicación en el
franquismo, Alicante, Universidad de Alicante, p. 52.
[7] Para ver algunos ejemplos de este
control de la prensa durante el franquismo, véase Carrillo Navarro, Paz (2009):
El eslogan electoral español (1975-2000).
Estructuras fundamentales, Tesis Doctoral, Murcia, Universidad de Murcia,
Facultad de Letras, pp. 161-164.
[8] Sempere, Pedro (1978): «Introducción»,
en Olivier Reboul (1975): Le slogan,
Bruselas, Editions Complexe, S.P.R.L., D.P.I. Edición castellana: El poder del slogan, Valencia, Fernando
Torres Editor, 1978, p.15.
[9] Op.
cit., p. 14.
[10] Jiménez Ichaurrandieta, Joaquín y
Jocobo Ortiz Bru (1993): «Campañas para referéndum», en Arceo Vacas, Luis
(dir.) (1993): Campañas electorales y “publicidad
política” en España (1976-1991), Barcelona, Promociones y publicaciones
universitarias, p. 32.
[11]
Íbidem.
[12] Íbidem.
[13] Véase Carrillo (2009), p. 173.
[14] Herreros, Op. cit. (1986), p. 33;
Jiménez y Ortiz, op. cit, p. 462.
[15] Op. cit., p. 463
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