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LA
LOZANA ANDALUZA Y EL GÉNERO
PICARESCO: PANORAMA CRÍTICO Y ALGUNOS MATICES
Víctor
Sierra Matute
(Universidad
Autónoma de Madrid)
Resumen
Algunos
críticos citan el Retrato de la Lozana andaluza como precursor
de la novela picaresca; otros van más allá y afirman que
la Lozana "es la primera novela picaresca"; y, sin embargo,
parte de la crítica niega cualquier vinculación entre ambos. Ante afirmaciones
tan radicalmente opuestas, creemos necesario realizar una nueva lectura
la Lozana poniendo atención a los elementos que comparte con
la picaresca y los elementos que la alejan de esta para, de esta forma,
acometer un análisis crítico y exhaustivo. En el presente artículo pretendemos
analizar en qué medida es estrecha la relación entre la Lozana andaluza
y el género picaresco y si puede afirmarse, por tanto, que está íntimamente
ligada a los orígenes del género.
Palabras
clave: Retrato de la Lozana
andaluza, Francisco
Delicado, novela picaresca.
Abstract
Some
critics believe El retrato de la Lozana andaluza to be the antecedent of
the picaresque novel, others go one further and state that Lozana is the
first one; however, part of the literature denies the connection between said
work and the genre. As we consider these diametrically opposed points of
view, we believe a new approach to La Lozana is necessary: one that pays
special attention both to those aspects that link the work to the picaresque
novel and to those that separate it from the genre. The present essay's
aim is to analyze the relation between La Lozana andaluza and the picaresque
novel, trying to establish whether Delicado's work is closely related
to the origins of the genre or not.
Key words: Retrato de la Lozana andaluza, Francisco Delicado, picaresque novel.
No se puede pasar por alto el hecho de
que las lecturas del Retrato de la Lozana andaluza han estado
condicionadas por las singulares circunstancias que rodean a esta obra. Se
trata de un texto que, a pesar de su originalidad, no ha ejercido influencia
ninguna sobre la literatura posterior, puesto que el único ejemplar del Retrato
no fue descubierto —en la Biblioteca Imperial de Viena— hasta los años cuarenta
del siglo XIX, ni tampoco hay
citas directas o indirectas que apunten a su difusión, por mínima que fuese,
entre el público de los siglos XVI y
XVII. Por otra parte, desde
principios del siglo XX ha
existido una excesiva preocupación por establecer el género al que pertenece la
obra, lo que ha ocasionado que desde los años veinte se haya visto en la Lozana
la obra precursora de la picaresca, y que esta opinión se haya repetido una y
otra vez, hasta llegar al punto de que muchos autores la hayan dado por
sentada.
Uno de los primeros críticos
en analizar las características de La Lozana andaluza fue don Marcelino
Menéndez Pelayo. El filólogo santanderino incluye la obra en sus Orígenes de
la novela y, aunque algunos de sus comentarios no la dejan muy bien parada
(afirma que «el vicio se presenta allí su disfraz que le haga parecer amable[i]»,
o que contiene un «doctrinal teórico y práctico del libertinaje[ii]»),
pero da con algunas de las claves de la obra que, lamentablemente, no han sido
atendidas por la crítica. A propósito de sus fuentes, dice:
En rigor, la Lozana no tiene antecedentes
literarios. Nació de la vida y no de los libros: fue un producto mórbido de la
corrupción romana[iii].
Y también:
[...] la jerga mestiza y tabernaria en que está escrito
el Retrato de la Lozana es constante y sistemática, como trasunto de lo que el
autor oía por las calles, el mismo Delicado lo confiesa: “[...] conformaba mi
hablar al sentido de mis orejas, que es la lengua materna y el común hablar
entre mujeres[iv] [...]”
Don Marcelino, además, no
duda en incluirla entre las obras de interés novelístico que figuran en su
mencionado estudio, y da los motivos precisos que le llevan a ello:
[...] tiene para la historia de la novelística el interés
de algunos cuentos, en general muy conocidos, [...]. Pero en la Lozana
tiene más gracia, porque está puesto, no en narración, sino en acción[v].
Y realiza una comparación
entre el Retrato y uno de sus precedentes, La Celestina, donde
afirma que el primero «sólo podía asimilarse los elementos picarescos[vi]»
de la segunda.
Pero las palabras más
interesantes que le dedica a la obra son las que intentan definir su tipología:
No es comedia, ni novela tampoco, sino un retablo más
bien cinematógrafo de figurillas obscenas, que pasan haciendo muecas y
cabriolas, en diálogos incoherentes. En rigor, puede decirse que la Lozana no
está escrita, sino hablada, y esto es lo que da tan singular color a su estilo
y constituye su verdadera originalidad[vii].
Citando como única fuente a
Menéndez Pelayo, George Tyler Northup presenta —en su manual de literatura
española[viii]—
la obra de Delicado como la primera novela picaresca y considera que los
prejuicios de la crítica ante «el libro más obsceno de la literatura española»
han ocasionado que se pase este hecho por alto:
The first of the picaresque novels was the Retrato
de la Loçana Andaluza, […which] is composed in prose dialogue, like the Celestina,
is peripatetic, lacks plot-structure, has an anti-heroine, and one hundred and
twenty-five incidental characters […]. The natural prejudice which many critics
entertain toward it has blinded them to the fact it deserves mention as the
first of a series[ix].
Probablemente Northup haya malinterpretado lo que
Menéndez Pelayo —al que cita en varias ocasiones— quiere expresar cuando habla
de «elementos picarescos», que el filólogo santanderino entiende como una
suerte de picardías y no lo hace así el autor norteamericano. Aquí comienza
serie de estudios que califican el Retrato como obra picaresca.
En
el ámbito hispánico, es Ángel Valbuena Prat[x]
el primero en defender la filiación de La Lozana andaluza y la
picaresca, haciendo especial hincapié en los rasgos de su protagonista. El
planteamiento de este es continuado por Antonio Vilanova[xi],
quien afirma que Aldonza y Rampín «apuntan ya de manera incipiente los rasgos
peculiares de la creación picaresca y señalan el primer intento de sustitución
de la alcahueta por la cortesana y el rufián por el pícaro[xii]».
En particular, con respecto al personaje de Aldonza destaca que la Lozana
es la única mujer celestinesca que nos permite
percibir nítidamente cómo el tipo de mujer pícara surge en la novela castellana
de la transformación de la vieja Celestina en una rufiana joven y hermosa[xiii].
De este modo, el autor considerará el Retrato
como el «primer ejemplo de relato biográfico de un personaje novelesco a lo
largo de toda su vida tal como será concebido por la novela picaresca[xiv]»
y, en definitiva, como el origen del género.
Por
su parte, Albert Ian Bagby[xv]
en un artículo de 1970 lleva a cabo una comparación del personaje de Aldonza y
«algunos personajes universalmente aceptados como genuinos pícaros» que le
lleva a señalar la influencia de Francisco Delicado en las novelas picarescas
posteriores:
Seguramente, en la estructura, en ciertos
aspectos de la novela misma, como en diversas características del personaje
picaresco, también se puede notar la huella dejada por la Loçana en las
subsecuentes novelas del género, incluso en el Lazarillo[xvi].
Si bien Bagby matiza que «como es natural, esta
influencia hemos de verla más acentuada en las novelas de pícaras que en las de
pícaros[xvii]»,
no duda al adscribir la Lozana al género picaresco, lo que queda
reflejado en el título de su artículo, «La primera novela picaresca española», afirmación que Nicasio Salvador Miguel no dudó
en calificar de «craso desatino[xviii]».
La
distinción que plantea Bagby entre pícaros y pícaras está también presente en
la tesis de E. Rosalinda García[xix],
quien identifica la codicia como el móvil fundamental de la figura de la
pícara, lo que se ve claramente ejemplificado en Aldonza, cuyo comportamiento,
según la autora, la identifica como la primera de la historia. Este
planteamiento lo seguirá Pamela S. Brakhage[xx]
en su obra The Theology of La Lozana Andaluza, de 1986, quien afirma que
el formato general del argumento de la novela es picaresco[xxi].
Bruno
M. Damiani[xxii],
siguiendo a Vilanova, considera la Lozana una obra de transición entre La
Celestina y la picaresca, y afirma que, aunque es posible que la Lozana
no se pueda considerar propiamente picaresca, muchas de sus características la
identifican como un antecedente del género. Algunas de estas características
son los muchos y diferentes personajes, representantes de diversas clases
sociales, o la sátira que hace Delicado de los individuos corruptos y de su
comportamiento y costumbres, con una clara finalidad didáctica. Además, desde
un punto de vista formal, el autor considera que la protagonista y el mundo que
la rodea se describen en una sucesión de escenas que recuerdan el argumento
episódico de la picaresca, como ya había apuntado Brackhage. Finalmente, la
presentación de los personajes fundamentales de la obra, Lozana y Rampín, también
acercan, según Damiani, al género del Lazarillo. Mientras que considera
que el personaje criado se acerca a la picaresca por su servicio a varios amos
(«In the three months prior to the encounter with Lozana, [Rampín] had server
two masters, a cleric and a squire[xxiii]»),
de Aldonza afirma:
Like the pícaro, Lozana is seen as the
product of her dishonorable background and sordid upbringing. […] The course of
Lozana’s life is also very similar to that of the pícaro. The essence of
both is the description of a youth, born or plunged into a dishonorable
environment, leaves home, struggles in a life of vagabondage, and reaches
maturity with some degree of social success. […] Egoism, materialism, and a
perversion of moral values are traits easily discernible in Delicado’s
protagonist as well as the pícaro[xxiv].
Serán varios los autores que, siguiendo la línea
de Damiani, identifiquen el Retrato como un antecedente de la novela
picaresca, señalando a la vez su herencia celestinesca.
Años
más tarde, Ángela Olalla Real[xxv]
entiende la figura del pícaro como el
pobre que sufre los efectos del desorden social existente en los siglos xvi y xvii,
sin dudar la inclusión de La Lozana andaluza en este género:
Y eso es un ‘pícaro’: un ‘pobre’ que trata de
salir adelante en medio de una realidad en la que el ascenso de la burguesía y
la instauración de un nuevo código de valores morales, los ha dejado casi fuera
de proceso; y eso es la «literatura picaresca» de esta primera etapa del siglo xvi, y más aún el texto de La Loçana
andaluza, situado en Italia donde el ascenso burgués fue más fuerte y anterior
a España y donde, por supuesto, los residuos de la ideología feudal […] tienen
mucha menos fuerza[xxvi].
En definitiva, desde que Bruno M. Damiani
estableciera la filiación del Retrato al género picaresco, la mayoría de
los estudios posteriores —con la excepción de Nicasio Salvador Miguel— la han
dado por sentada, muchas veces de espaldas al texto. Precisamente por ello
creemos necesaria la revisión de este planteamiento.
El primer y gran argumento en contra de
la perseguida adscripción genérica de la Lozana es el anteriormente
anunciado hecho de que esta no pudiera ser leída por ninguno de los autores que
conformaron la categoría de «novela picaresca», hecho que, si bien es conocido
por la mayor parte de la crítica, no parece estar en la mente de quienes
parecen ofrecerla como obra fundacional o precursora del género. Como ya había
advertido Nicasio Salvador Miguel[xxvii], la revolución que
supusieron los estudios de Fernando Lázaro Carreter y sus seguidores en torno a
la picaresca[xxviii]
no ha sido tenida en cuenta por la crítica delicadiana que hemos mencionado.
Salvador Miguel apunta que el solo desconocimiento del Retrato «basta
para probar que no actuó como modelo genérico de los pícaros literarios ni como
molde distintivo y estructural del género[xxix]», que se fraguó cuando
Mateo Alemán —como quería Lázaro Carreter, que acertó en cuanto a la génesis,
aunque quizá sus planteamientos acotaron en exceso el concepto picaresca—
incorporó ciertos elementos formales y temáticos del Lazarillo de Tormes
a su Guzmán de Alfarache y que se consolidó sólo cuando hubo conciencia
de género por parte de autores, editores y lectores[xxx].
Volviendo a los estudios citados,
pensamos que, además de utilizar con ligereza el término «picaresca», pecan sin
duda de reduccionismo, ya que basan sus afirmaciones en la naturaleza de Lozana
y su compañero Rampín. No podemos aceptar que se considere «picaresca»
cualquier forma de narración que retrate las costumbres de una serie de personajes
marginales —si bien este es uno de los contenidos fundamentales del género—
sencillamente porque existen otras condiciones esenciales que ha de cumplir
toda novela picaresca, las cuales evitan que el cómputo de obras se dispare y
que en el corpus resultante no tengan cabida todas aquellas que nunca han sido
consideradas como tal.
Dichos estudios tampoco ahondan lo
suficiente en la cuestión y se limitan a presuponer —directamente, sin una
reflexión alrededor de la poética del género— que el Retrato es
picaresca o está muy relacionado con ella. El modus operandi habría de
ser ampliar el rango de condiciones necesarias para que una obra pertenezca a
la picaresca, categoría de por sí discutida, pero será necesario tener en
cuenta algunas de las pautas connaturales al género sobre las que haya un
relativo consenso[xxxi];
sólo así podremos determinar el grado de pertenecia de la Lozana a este
antes de aceptar o no los alegatos que la proponen como antecedente o, incluso,
como «la primera novela picaresca».
Empecemos, por ejemplo, por una de las
características esenciales de la picaresca: el «diseño pseudoautobiográfico».
En el Retrato no lo vemos por ningún lado. Cierto es que, a través de
los diálogos con otros personajes, se nos cuentan las vivencias de Lozana en
Roma añadiendo, además, una prehistoria narrada por el Autor (mamotretos I-IV) que nos descubre los orígenes de
Aldonza. Pero la fusión de las figuras de narrador y protagonista está ausente
y, por tanto, esta forma de biografía se aleja mucho de la primera persona
autobiográfica que caracteriza a la novela picaresca, donde predomina el punto
de vista único del protagonista. En la Lozana, lejos de encontrarse una
sola perspectiva narrativa, podemos encontrar, de primeras, hasta tres: el
diálogo del autor con el lector, el diálogo de los personajes entre sí y el
diálogo del autor con los personajes. Todo ello se multiplicará
exponencialmente si tenemos en cuenta el significativo hecho, remarcado ya
desde su llegada a Roma (mamotreto V),
de que Lozana emplea su astucia para engañar, mentir, modificar su personalidad
y transformarse. Se nos dice explícitamente que Lozana se hace pasar por
conciudadana de quienes son engañados por ella[xxxii]:
Y acordándose de su patria, quiso saber luego quién estaba aquí de
aquella tierra y, aunque fuesen de Castilla, se hacía ella de allá por parte de
un su tío, y si era andaluz, mejor, y si de Turquía, mejor, por el tiempo y
señas que de aquella tierra daba, y embaucaba a todos con su gran memoria.
Halló aquí de Alcalá la Real, y allí tenía ella una prima, y en Baena otra, en
Luque y en la Peña de Martos natural parentela. Halló aquí de Arjona y
Arjonilla y de Montoro, y en todas estas partes tenía parientas y primas (v, 26).
La obra vuelve a incidir en ello un par de mamotretos después, cuando
Lozana dialoga con un grupo de andaluzas conversas (mamotreto VII). La protagonista ofrece nuevos
datos de su biografía:
LOZANA.—Señora, de once años fui con mi señora a
Granada, que mi padre nos dejó una casa en pleito por ser él muy putañero y
jugador, que jugara el sol en la pared.
SEVILLANA.—¡Y duelos le vinieron! ¿Teniendo hijas
doncellas, jugaba?
LOZANA.-¡Y qué hijas! Tres éramos y traíamos zarcillos de plata. Y yo
era la mayor; fui festejada de cuantos hijos de caballeros hubo en Córdoba, que
de aquéllos me holgaba yo (VII, 31).
Tras su plática, Lozana se ausenta y las andaluzas aprovechan para
hablar a sus espaldas, a sabiendas de que les está engañando:
BEATRIZ.— ¡Ay, prima Hernández, no lo hagáis, que nos deshonrará como
a mal pan! ¿No veis qué labia y qué osadía tiene y qué decir? Ella se hará a la
usanza de la tierra, que verá lo que le cumple (vii, 33).
De nuevo, se recalca el hecho de que
Lozana no cuenta toda la verdad, sino que la manipula y transforma a su antojo,
y algunos personajes del Retrato lo comentan, lo que supone una clara
advertencia al lector. Y, por si fuera poco, el juego narrativo se torna aún
más complejo cuando, al final de la primera parte (mamotreto XVII), se interrumpe el hilo
argumentativo para recrear una escena entre el Autor y Rampín: el criado de
Lozana ha llegado en el momento en que el Autor está, años después, escribiendo
la historia. El Autor se nos muestra como un personaje que afirma que apunta
datos sobre la Lozana —actitud que, como reconoce él mismo, le recriminan— para
elaborar la obra, confesando a Rampín que nunca será capaz de reproducir la
realidad tan fielmente como ellos. Tras esta escena, en el siguiente mamotreto,
el Autor retoma la historia de Lozana y Rampín. El Autor, omnipresente, irá
apareciendo en varios pasajes de la obra (mamotretos XXIV-XXVII, XLII-XLIII...), donde espía a Lozana o le
solicita nuevas anécdotas con las que nutrir su obra. Pero su presencia como
personaje incide directamente en la perspectiva que Delicado ha querido dotar a
su obra y que la separa sustancialmente de la picaresca: las andanzas de Lozana
se nos están comunicando desde el punto de vista del Autor, que, además, puede
estar siendo engañado por la protagonista y Rampín, ya que las tretas y tejemanejes
constituyen el modus operandi de la prostituta y su ayudante. Así se
insinúa el mamotreto XXIV, donde
Lozana intenta engañar al Autor. Debemos considerar, por tanto, que toda la
narración está siendo supeditada a las mentiras que la protagonista le cuenta.
Por otro lado, y gracias a este
particular modo de contar, el Retrato no sigue la linealidad propia de
una novela picaresca, donde suelen actuar las relaciones causa-efecto y desde
donde se nos ofrece, de forma ordenada, la vida de un pícaro. La Lozana distribuye
el material en forma de mamotretos, pequeños episodios casi independientes y
entre los cuales pueden transcurrir segundos o años; amén de no ser
estrictamente sucesivos, ya que Delicado los desordena mediante saltos en el
tiempo, técnica mucho más propia de la novela moderna que de un relato
renacentista.
Si podemos asegurar que, por tanto, La
Lozana andaluza se distancia de la estructura pseudoautobiográfica de la
picaresca, también podemos afirmar que no existe un caso, strictu sensu, desde
el que se enuncie. No podemos decir que Lozana rememore su vida desde una
situación culminante de esta, desde un hecho que funcione como «magdalena
proustiana» y desde el cual la protagonista, arrepentida o resignada, evoque
toda su trayectoria vital. Bien es verdad que Lozana decide abandonar, tras un
sueño agorero al final de la obra, el oficio de alcahueta. También abandona,
por cierto, el nombre con el que ejerce la prostitución, Lozana, como había
abandonado el de Aldonza cuando comenzó a ejercerla. Sin embargo, esta decisión
no es la causa motriz del relato, ya que lo es exclusivamente la intención
documental del Autor (y, en primera instancia, la intención de Delicado de
retratar y censurar algunas actitudes previas al Saco de Roma). En la novela picaresca
el caso es la situación clave que dirige el relato del pícaro y da sentido a la
rememoración, dotando a la historia de dos temporalidades diferentes (el
momento desde el que se narra y el momento de lo narrado). Su ausencia se hace
patente en La Lozana andaluza.
También debemos descartar, por
anacrónicos, los argumentos que ligan directamente La Lozana andaluza a
la picaresca de mujeres, señalándola como fuente primaria de este subgénero y
saltando por encima de las novelas fundacionales sin considerar que el
protagonista femenino es una innovación respecto a estas. Siguiendo este
razonamiento, tampoco podemos tener en cuenta, por el mismo motivo, aquellas
características de la picaresca que, sin estar presentes en Lazarillo y Guzmán,
lo están en obras posteriores como parte del desarrollo del género. Tal es
el caso del «servicio a varios amos», rasgo que va descendiendo en la novela
picaresca y que está ausente en la vida de Lozana. La protagonista es, como
afirma un valijero a propósito de las prostitutas romanas (mamotreto XX), alcahueta de sí misma. Además, el
paso de amo en amo de la novela picaresca suele estar acompañado de constantes
cambios de lugar y de tiempo, y permite al pícaro realizar crítica social y
moral dependiendo del tipo que encarne su señor. Este aspecto tampoco aparece
en el Retrato, donde los cambios de lugar sólo se dan en la prehistoria
(viajes de Lozana por España y por Europa antes de acabar finalmente en Roma) y
no se emplean para hacer crítica de unos y otros.
En este sentido, no creemos que haya en
la Lozana un compromiso ideológico explícito —también característica
esencial del género picaresco— ni una particular filiación ideológica del autor
desde la que se realice una denuncia social, si bien el autor «retrae» ciertas
actitudes del mundo prostibulario de Roma. Hace un repaso de los principales
tipos de prostitutas (mamotretos XX y
XXI, entre otros), de sus
artimañas y de sus clientes, pero tras las escenas no se esconde un juicio
moral que censure excesivamente estos usos. Las palabras del autor en la «Carta
dedicatoria» son esclarecedoras:
Solamente diré lo que oí y vi [...] con menos culpa que Juvenal, pues
escribió lo que en su tiempo pasaba (5).
[...] y también por traer a la memoria munchas cosas que en nuestros
tiempos pasan, que no son laude a los presentes ni espejo a los a venir. [...]
mi intención fue mezclar natura con bemol, pues los santos hombres por más
saber, y otras veces por desenojarse, leían libros fabulosos y cogían entre las
flores las mejores (6).
La «Carta dedicatoria», como vemos, es
más una reivindicación —a la vez que una disculpa— del carácter realista de la
obra y de la imitatio de la naturaleza que una condena social o moral.
Por si quedasen dudas de la ausencia de reprobación, hacia el final de la obra,
Lozana intenta presentar su oficio, a modo de disculpa, como una obra de
caridad (mamotreto LXI); y el
autor, en la «Excusa» del epílogo, se manifiesta en los mismos términos:
Lozana fue una mujer muy audaz [...], se guardaba muncho de hacer cosas
que fuesen ofensa a Dios y a sus mandamientos (328).
Pero no podemos dar la espalda a la
omnipresencia, durante toda la obra, de los augurios del Saco de Roma, que se
presenta como condena; siempre, eso sí, en boca de los personajes:
SILVIO.— Pues por eso es libre Roma, que
cada uno hace lo que se le antoja, agora sea bueno o malo y mira cuánto, que si
uno quiere ir vestido de oro o de seda, o desnudo o calzado, o comiendo o
riendo, o cantando sempre vale por testigo, y no hay quien os diga mal hacéis ni
bien hacéis y esta liberdad encubre muchos males. ¿Pensáis vos que se dice en
balde, por Roma, Babilón, sino por la mucha confusión que causa la libertad? (XXIV, 129).
En cualquier caso, Delicado salva a
Lozana y Rampín —que hacen constantemente alegatos a favor de su libertad— de
las desgracias del Saco de 1527, por lo que podemos decir que el «retrato» ha
funcionado en ambos sentidos.
Otro
de los aspectos en los que se ha fijado la crítica para relacionar el Retrato
de la Lozana andaluza con la novela picaresca es la semejanza de sus
protagonistas —tanto Rampín como Lozana— con la figura del antihéroe. Si bien
es cierto que ambos son ingeniosos y astutos, se mueven en las proximidades de
la delincuencia e intentan ascender en la escala social —objetivo, que en
parte, alcanzan—, hay en ambos algunos elementos que los diferencian del
pícaro. Fundamentalmente dos: el
determinismo imperante en la novela picaresca y el servicio al amo. El primero
no existe como tal en la Lozana, ya que Aldonza tiene cierto un origen
relativamente vil —su padre es jugador, su familia es judía— pero
posteriormente va encaminada al matrimonio y no existe una relación de
desgracias que la empujen a un destino fatal; tampoco de Rampín puede decirse
que esté condicionado por su origen, del que apenas se nos informa; no creemos,
pues, que la ascendencia de los personajes actúe sobre la configuración
narrativa de la obra. Respecto al servicio, la protagonista no sirve a señor
alguno, mientras que Rampín ha servido a dos amos antes que a Lozana. Además,
estos no mantienen la típica relación amo/sirviente de la picaresca: Rampín
comienza siendo un criado, pero la confianza que Lozana deposita en él desde el
principio lo acaban convirtiendo en su marido. Si tenemos en cuenta que los
engaños de los pícaros son, la mayoría de las veces, en perjuicio de sus amos,
no podemos decir que haya mucha semejanza entre Lozana y Rampín y los pícaros
al uso.
En definitiva, si tenemos en cuenta los
rasgos mencionados, creemos que no existen suficientes evidencias como para
afirmar que la Lozana esté emparentada con la picaresca, y mucho menos
que sea la primera obra de este género. Es más, muchas de las características
aquí señaladas apuntan a lo contrario. Es por ello que, frente a los estudios
que incluyen La Lozana andaluza en un género determinado y bajo unas
pautas establecidas a posteriori, estamos mucho más cerca de la
descripción que realizó Menéndez Pelayo sobre la naturaleza de la obra. Así lo
reitera Louis Imperiale cuando cuestiona la adscripción genérica de La
Lozana andaluza al considerarla
una obra híbrida (novela dialogada, drama narrado; la crítica
delicadiana italiana habla hasta de texto “irregolare”) que no se deja encerrar
dentro de los parámetros de un género específico[xxxiii].
Por nuestra parte, también creemos que el
Retrato hace acopio de algunas pocas fuentes como La Celestina,
la comedia Thebaiada y el Asno de Oro introduciendo
características de estas (el personaje de la alcahueta o la semejanza inicial
con el viaje de conocimiento) pero partiendo de la observación y experiencia
propia del autor. La Lozana andaluza es, sin duda, una de las más
singulares obras nuestra literatura, supuso una auténtica novedad en la época,
proponiendo una forma diferente y original de narrar que, sin embargo, no tuvo
la continuidad ni el éxito que le proporcionó el Guzmán al Lazarillo.
De haberlos tenido quizá hubiese cambiado sensiblemente la historia de las
letras españolas.
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[i] Marcelino Menéndez Pelayo, Orígenes de la novela. Madrid: Gredos (Nueva Biblioteca Románica Hispánica), 2008, p. 483.
[ii] Ibid., p. 502.
[iii] Ibid., p. 494.
[iv] Ibid., pp. 498-499.
[v] Ibid., pp. 500-501.
[vi] Ibid., p. 492.
[vii] Ibid., p. 491.
[viii] George Tyler Northup, An Introduction to Spanish Literature. Chicago: The University of Chicago Press, 1925, p. 173.
[ix] Ibid.: «La primera novela picaresca fue el Retrato de la Loçana Andaluza, que está compuesta en prosa dialogada, como la Celestina, es peripatética, no tiene estructura argumental, tiene una anti-heroína y ciento veinticinco personajes secundarios […]. Los prejuicios que despierta en muchos críticos han impedido que vean que merece presentarse como la primera de una serie».
[x] Ángel Valbuena Prat, Historia de la literatura española, vol. I, 6ª edición. Barcelona: Gustavo Gili, 1963, p. 486; y La novela picaresca española. Madrid: Aguilar, 1943, p. VI.
[xi] Francisco Delicado, La Loçana andaluza, ed. de Antonio Vilanova. Barcelona: Selecciones Bibliográficas, 1952.
[xii] Ibid., p. XXXI-XXXII.
[xiii] Ibid., p. XXXIX.
[xiv] Ibid., pp. XXXVII-XXXVIII.
[xv] Albert Ian Bagby, «La primera novela picaresca española». En La Torre, XVIII, San Juan de Puerto Rico, 1970, pp. 83-100.
[xvi] Ibid., p. 88.
[xvii] Ibid.
[xviii] Nicasio Salvador Miguel, «Huellas de ‘La Celestina’ en ‘La Lozana andaluza’». En Estudios sobre el Siglo de Oro. Homenaje al profesor Francisco Ynduráin. Madrid: Editora Nacional, 1984, p. 440.
[xix] E. Rosalinda García, The Picaresque Tradition of the Female Rogue, Differences from and Similarities with the Pícaro. Nueva York: Columbia University, 1973, p. 143.
[xx] Pamela S. Brakhage, The Theology of La Lozana andaluza. Maryland: Scripta Humanistica, 1986. pp. 29-77.
[xxi] Ibid. p. 6: «The plot of La Lozana andaluza is episodic and it’s picaresque».
[xxii] Bruno M. Damiani, «La Lozana andaluza as Precursor to the Spanish Picaresque». En C. Benito Vessels y M. Zappala (ed.), The Picaresque. A Symposium to the Rogue’s Tale, Newark-Londres-Toronto: University of Delaware Press-Associated University Presses, 1994, pp. 57-68.
[xxiii] Ibid., p. 61: «En los tres meses que preceden a su encuentro con Lozana, Rampín había servido a dos amos, un clérigo y un escudero».
[xxiv] Ibid., pp. 58-60: «Al igual que el pícaro, Lozana es un producto de un pasado sin honor y de una crianza sórdida. […] El curso de la vida de Lozana es también muy similar al del pícaro. La esencia de ambos es la descripción de un joven, que ha nacido o se ha visto repentinamente inmerso en un entorno vil, y que abandona su casa para sobrevivir en una vida errante, para alcanzar la madurez con cierto grado de éxito social. […] El egoísmo, el materialismo y la perversión de los valores morales son rasgos fácilmente distinguibles en la protagonista de Delicado, así como en el pícaro».
[xxv] Ángela Olalla Real, «”Tú no has llegado a Roma para soñar”. Algunas notas sobre La Lozana andaluza». En Estudios sobre Literatura y Arte dedicados al Prof. Emilio Orozco Díaz, Granada: Universidad de Granada, 1979, pp. 559-579.
[xxvi] Ibid. p. 562-563.
[xxvii] Nicasio Salvador Miguel, art. cit., pp. 429-459.
[xxviii] Fernando Lázaro Carreter, «Para una revisión del concepto ‘novela picaresca’». En Actas del Tercer Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas. México: El Colegio de México, 1970, pp. 27-45; y ‘Lazarillo de Tormes’ en la novela picaresca, Barcelona, 1972, pp. 195-229.
[xxix] Nicasio Salvador Miguel, art. cit., p. 439.
[xxx] Vid. Claudio Guillén, «Luis Sánchez, Ginés de Pasamonte y los inventores del género picaresco». En Homenaje a Rodríguez-Moñino. Madrid: Castalia, 1967, I, pp. 221-231.
[xxxi] Para un panorama sobre poética de la picaresca en la actualidad, vid. La novela picaresca española, Florencio Sevilla Arroyo (ed.) Madrid: Castalia, 2001, pp. XI-XVII; Antonio Rey Hazas, Deslindes de la novela picaresca. Málaga: Universidad, 2003; y Juan Antonio Garrido Ardila, El género picaresco en la crítica literaria. Madrid: Biblioteca Nueva, 2008.
[xxxii] Francisco Delicado, La Lozana andaluza, Jacques Joset y Folke Gernert (ed.) Barcelona: Centro para la Edición de los Clásicos Españoles-Galaxia Gutenberg, 2007. Seguimos, en todas las citas, esta edición, mencionando entre paréntesis al final de estas el número de mamotreto y la página.
[xxxiii] Louis Imperiale, El contexto dramático de «La Lozana andaluza». Potomac: Scripta Humanistica, 1991, p. 274.
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