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ELLOS Y
NOSOTROS, de Pablo Feced (Quioquiap)[1]
(Edición y notas de Vasco Caini)
No
creo fuera debilidad mía, creo más bien que no hay castila[2] bago[3]a
quien no cause impresión indefinible, al poner el pie en Manila, el abigarrado
conjunto de desgarbados cuerpos, rostros lampiños y fisonomías muertas.
El grave y majestuoso árabe que en
Port-Said[4] se
tropieza y se ve cruzar impasible por las orillas de aquella enorme acequia[5], causa
respeto; es un antiguo rival[6]. Horror
y repulsión inspira el hijo de los peñascales de Adén[7], con su
negruzco, su sucio traje y la cabeza cubierta por casquete de cal[8]. Mezcla
de atracción y desconfianza el vivo e inquieto parsi, el mercachifle del
índico. Extrañeza y antipatía el grave cíngalo[9] de
atusadas patillas, moño femenil y largo sayal[10];
repugnancia, por fin, el rudo cooli[11] de
largo cuerpo y larga trenza.
La
impresión que en Manila recibe el viajero es distinta. Esta colección de
adolescentes, de niños grandes, como los llama un escritor del país, dan a la
capital del Archipiélago cierto aspecto de hospicio suelto. La barba es en los
individuos y en las razas signo de virilidad[12].
Así,
al primer encuentro, el filipino es simpático; vésele acercarse sin miedo ni
desconfianza, y al contemplar de cerca estos rostros inmóviles, tan limpios de
pelo como de signos de energía, estos ojos medio dormidos y medio entornados,
la actitud humilde, y al escuchar su voz oscura y temblorosa, imaginase uno
tener a su lado un sonámbulo.
Hay
sobre todos éstos un motivo de simpatía profunda. Sin barbas y sin fisonomía,
sin apellido a veces y a veces casi sin ropa, el filipino es un español, es
nuestro compatriota. Esto no lo saben los españoles netos hasta no poner el pie
en las sucias y desiertas calles de
No
se ha hecho todavía, que sepamos, un detenido estudio científico de estos
cuerpos, con relación a su especialidad orgánica, hoy que tanta importancia se
da a esta rama de la antropología. El eminente Virchou[14], al
examinar algunos cráneos filipinos, anota, entre otras particularidades
diferenciales (sic) del tipo caucásico, cierta conformación de las regiones
frontal y nasal, el aplastamiento anormal de la nariz y el estado prognático
tan marcado de las mandíbulas.
Este
aplanamiento frontal, el prognatismo facial, la rudimentaria nariz, la
desproporción entre el tronco y las extremidades inferiores, la estrechez
torácica, la color rojiza y el aspecto general de esta raza, recuerdan
habitualmente, aun entre gente indocta, la teoría darwinista y el antecedente
antropoide de estas gentes.
Así,
el grave Bowring[15],
dice del indio[16]
que «tiene más de cuadrumano que de bípedo, pues sus manos son largas y los
dedos de los pies tan ágiles y diestros, que se sirve de ellos perfectamente
para trepar a los árboles, por la jarcia de los buques y para otras varias
funciones activas».
Gagor[17] habla
de mujeres y niños que, por no encorvarse, cogen con los dedos de los pies los
cangrejos y moluscos apresados en sus redes, y también por no encorvarse se ve
a todas horas convertir al indio en ágiles manos sus anchos y desnudos pies.
Así,
Y
es que por cualquier lado que se les mire siempre aparece el pigmeo y siempre un abismo entre
ellos y nosotros. Lástima que estas diferencias, estas distancias,
estos abismos, no los vea la ciencia oficial, la rutina burocrática, ni desde
tras las ahumadas conchas[18] de las
oficinas, de Manila, a veces ni desde los confortables despachos de la plazuela
de Santa Cruz[19]
otras.
«Aquí
no hay más que españoles», dice al poner el pie en Malacañán[20] cada
gobernador general, y sazona su arenga de rúbrica recalcando con atildada
oratoria esa fraternidad imaginaria. «Es altamente justo y oportuno - decía
hace tres años
La
ley convencional y artificiosa podrá pretender borrar esas diferencias; pero
Así,
la Exposición[23]
que se proyecta, y que en su día será juzgada, no dará, cualquiera que sea su
éxito, el resultado de que[24] «el
peninsular se acostumbre a no ver en el filipino sino a un hermano al que está obligado a
guardar las mayores deferencias y consideraciones»; ni tampoco dará
el resultado de que el filipino no vea en
¿Qué
entiende el pobre indio de cuerpo flaco y flaco cacumen; qué entienden ni aún
los de flamante camisa[25] y
bastón autoritario[26] de
todas las maternidades y fraternidades, civilizaciones y culturas con que
quiere regalarle el oído la regia Comisaría[27]? Con
todos los trabajos de propaganda hechos aquí[28] y desde
allá, todavía ignoran las tres cuartas partes, por lo menos, de los indios que
allá en los jardines del Retiro se les prepara espléndida fiesta; más de las
cuatro quintas partes ni han leído ni oído leer la encomiástica y regia
alocución, y más de las cinco sextas ni saben lo que es cultura y civilización,
ni sospechan que son hermanos nuestros.
La
ignorancia de estas gentes de lo que es y de lo que en España pasa, corre
pareja con la sabiduría oficial en lo que al Archipiélago concierne.
Aquí,
ni en sueños existe entre estas gentes esa aspiración de que
España
implantó aquí su dominio casi desde el primer día, organizó como pudo su
administración, dio a esta raza sumisa, tras largos años de contacto, cierta
domesticidad social, la sacó en gran parte del atraso primitivo y de la
oscuridad de las selvas, la libertó de la piratería y la morisma pero, a pesar
de esto, o hay que volver del revés el castellano, o no puede en serio decirse,
como muy seriamente decía hace tres años un centro administrativo, que «España
ha colocado estas islas poco a poco al nivel de los pueblos cultos».
Ciudades
de chozas, caminos de charcas, puentes de troncos, costas bravas, campos
yermos, cuerpos sin ropa, cerebros sin ideas; en los montes, todos tribus
independientes y selváticas[29], y
aquí, en los llanos, sus hermanos, ayer todavía, en 1850, cuando se les impuso
apellidos[30],
no muy seguros aún, montón inanimado de humanos seres; una civilización en
embrión y una sociedad en pañales.
No
los culpemos a ellos, no nos culpemos tampoco nosotros. «Dios crió diversidades
de razas, - decía el siglo pasado un fraile filipino - así como formó
diversidad de flores»; y a unas razas, debió añadir, les dio la energía de la
voluntad, el vuelo del pensamiento, el impulso irresistible del progreso, y a
otras les negó aquellos altos atributos, estrechó los horizontes del alma y las
inmovilizó en las selvas.
Ni
es cuestión de educación y enseñanza; «poco más que la doctrina cristiana
aprende una andaluza - dice un viajero alemán[31],
comparando con la nuestra esta raza - y es, sin embargo, en su juventud una
criatura encantadora». Menos educación, menos enseñanza que los indios de estas
oficinas recibe el gañán de nuestras montañas y, sin embargo, bajo aquella
corteza se ve palpitar una energía, una personalidad, toda la majestad de un
hombre, el corazón que luchó en las Navas[32], en
Lepanto[33] y
Bailén[34]; el
brazo que levantó las moles de nuestras catedrales, el factor ignorado y
potente que engendró a España[35].
Contacto
más largo, labor más enérgica no han borrado diferencias con el negro y el
gitano. Tampoco aquí entre ellos y nosotros.
Referencias
- Enciclopedia
universal ilustrada europeo americana, ESPASA-CALPE, tomo XXIII, Madrid,
1924.
- Luis Ángel Sánchez Gómez, Ellos y Nosotros y Los Indios
de Filipinas, Revista española del Pacífico, n.8, Año 1998.
- John Schumacher, The
Propaganda Movement, 1880-1895: the creation of a Filipino Consciousness,
Ateneo de Manila University Press, 1997, ISBN 9789715502092.
[1] Quioquiap era el seudónimo del brillante
periodista español Pablo Feced y Temprado, (2-3-1834/30-11-1900). Nació en Aliaga,
Teruel, Aragón, España, y murió en Macao, China. Vivió en Filipinas desde 1884
hasta 1888 en la provincia Camarines Sur, en el sur de la isla de Luzón, en una
finca rústica adquirida por su hermano mayor José. Este había sido muchos años
en Filipinas magistrado y alcalde mayor en diversas provincias: quizás que haya
influido sobre las ideas de su hermano menor. Desde 1885, Pablo colaboró con el
periódico madrileño republicano El
Liberal y con el Diario de Manila.
Sus artículos presentaban sin tapujos el abierto rechazo, el sincero desprecio
que sentía por la población filipina y por la política que España aplicaba en
la colonia, porque no azuzaba la tradicional superioridad de los españoles frente a los indígenas. Casi
todos estos artículos fueron reunidos en el volumen intitulado Filipinas: Esbozos y pinceladas, Manila, 1888. El artículo Ellos y nosotros apareció en el
periódico El Liberal el 13 febrero
1887 y estaba fechado en Catlagan a 1 de diciembre de 1886. La colonia filipina en Madrid rechazó los ataques de Quioquiap primeramente con un artículo
de contestación directa del 16 de febrero de 1887, en el mismo periódico, por
el filipino Graciano López y Jaena, intitulado Los indios de Filipinas. Más
tarde, con el artículo de José Rizal Sobre
la indolencia de los filipinos, publicado durante 1890 en la revista
Sus textos, aunque no
representaban la orientación seguida por la política española en Filipinas,
eran bien apreciados de la colonia española en estas islas, así como de la
intelectualidad de la madre patria. Nótese el siguiente juicio: …D. Pablo Feced (Quioquiap), pintor nervioso
y delicadísimo, aunque un poco
amanerado, del paisaje y las costumbres de aquel Archipiélago, Padre
(agustino) Francisco Blanco García, profesor en el Real Colegio del Escorial, La literatura española en el siglo XIX,
Parte segunda, Cap. XIII, p. 261, Madrid, Sáenz de Jubera Hermanos editores,
Campomanes 10, Madrid, 1891.
Las ideas racistas tienen raíces lejanas (y también … benditas).
[2]Tagalo: castellano, español peninsular. En
Filipinas se distinguían en orden de importancia: español peninsular (nacido en España), filipino (español nacido en Filipinas), mestizo-castila (hijo de un
progenitor español y un progenitor malayo), mestizo-sangley
(hijo de un progenitor español y un progenitor chino), sangley (hijo de chinos), indio (hijo de nativos malayos), negrito (hijo de nativos aetas, antiquísimos habitantes de las
islas).
[3]Tagalo: nuevo (recién llegado).
[4] Ciudad egipcia en el embocadero septentrional del
canal de Suez.
[5] El canal de Suez
[6] Alude a las luchas seculares por la liberación de España
de los moros.
[7] Ciudad del Yemen, un poco al sur del Mar Rojo.
[8] Casquete con cal para tiñosos.
[9]Cingalés, de la isla de Ceylán, hoy Sri Lanka.
[10]Sayo de tela de lana
burda.
[11]Chino que trabaja en
una colonia.
[12]Los asiáticos tienen de
ordinario barba más rala que los occidentales.
[13] Metáfora común por Manila.
[14]Rudolf Virchow,
científico alemán (1821-1902). Publicó diversos trabajos sobre antropología
física de Filipinas. Entre ellos, un artículo titulado Sobre los cráneos de los antiguos pobladores de las Islas Filipinas y
especialmente sobre los cráneos artificialmente desfigurados de la misma
procedencia, Revista de Antropología, Madrid, 1874.
[15]Sir John Bowring,
políglota, economista, diplomático, viajero, escritor, eminente unitarista
inglés, (1792-1872); escribió, entre muchas otras operas, Una visita a las islas filipinas, Ramírez y Giraudier, Manila 1876.
[16]Así, con un cierto
desprecio, los españoles llamaban los filipinos nativos.
[17]Andreas Feodor Jagor,
1817-1900, naturalista y antropólogo alemán; en 1859-60 había explorado las
Filipinas y en 1873 publicó una especie de guía turística: Viaje por Filipinas, Aribau
y Cia., Madrid, 1875, hoy aun editada en alemán.
[18]En las ventanas en vez
de los cristales se ponían chapas delgadas de nácar.
[19]Alude a la residencia
del Ministerio de Ultramar en Madrid.
[20]Desde comienzos del
siglo XIX, residencia oficial del Gobernador General de Filipinas y, después,
hoy también, del Presidente de
[21]Como una carta de
identidad y de carta fiscal extendida en aquel tiempo en las Filipinas.
[22]Se trata del desestanco
del tabaco, decretado en 1881.
[23]Se refiere a
[24]Los textos
entrecomillados que siguen son tomados de una comunicación de
[25]Camisa confeccionada en
fibra brillante de piña (ananas),
ricamente bordada, y que se viste, hoy también, por fuera del pantalón (barong tagalo).
[26]Se refiere a los gobernadorcillos, máxima autoridad
pertinente a los nativos, parecidos a mayores y jueces de primera instancia, y
que llevaban un bastón de borlas, símbolo de autoridad.
[27]Comisaría Regia de la
exposición de Filipinas.
[28]El autor escribía de
las Filipinas.
[29]Tribus animistas que
por su braveza y por su ubicación en lugares inaccesibles, quedaron
independientes y no convertidas al cristianismo.
[30]En el 1849, por decreto
del Gobernador General Narciso Clavería, fueron impuestos a todos los nativos
apellidos de origen español.
[31]Feodor Jagor, Viaje por Filipinas, Aribau y Cia.,
Madrid 1875, fin del Cap. III. En verdad, habla de las mestizas (de padre
español) y da una interpretación sicológica más que racista.
[32]Las navas de Tolosa,
localidad de la célebre victoria sobre los moros del 1212.
[33]En griego Nàupaktos, donde la flota turca fue exterminada en el 1571 por la coalición de vénetos,
españoles y otros, bajo el mando de don Juan de Austria.
[34]Localidad en Andalucía,
donde soldados y rebeldes españoles exterminaron una armada francesa en el
1808.
[35]El autor habrá quedado sorprendido, cuando, diez años después, los dóciles filipinos, armados de cuchillos, se rebelaron con éxito contra los españoles. Él, vuelto a Filipinas en 1896, viejo ya, guerreó contra los insurrectos filipinos hasta el 1898, cuando las islas fueron cedidas a los USA.
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