|
ANÁLISIS ESTILÍSTICO-FORMAL
DE UN ARTÍCULO DE JULIO CAMBA
Juan L. de
(Universidad del
País Vasco)
RESUMEN.- No abunda la investigación teórica
española sobre el comentario de textos periodísticos. Desde el ámbito de
PALABRAS CLAVE: comentario de textos
periodísticos / filología / interdisciplinariedad / análisis estilístico-formal
/ estilo periodístico / voluntad de
estilo
SUMMARY.- Theoretical research in
KEY WORDS:
journalistic text analysis / philology / interdisciplinarity / formal stylistic
analysis / journalistic style / will of style
ALGUNAS CUESTIONES PREVIAS
Estimulante, sí. Pero no resulta tarea
fácil hoy en día, al menos es nuestro caso, abordar el comentario de un texto
periodístico. Habitualmente nuestro ámbito de trabajo es el filológico, el
estudio de la literatura, área en la que abunda una valiosa producción de
aparato crítico. Muy diferente es el estado de la investigación teórica española
respecto al objeto que ahora nos ocupa. Como con acierto observa Manuel
Martínez Nicolás, predomina en este campo “un intuitivismo descriptivo de corto vuelo teórico” y una “escasez de
la investigación empírica fundamentada en la teoría social y las humanidades”[1].
El profesor de
…ha
arraigado ese intuitivismo descriptivo
al que antes nos hemos referido. Sobre prácticas
y técnicas periodísticas abundan, en efecto, los trabajos que vienen a ser
el resultado de combinar la transmisión acrítica de los saberes instituidos por
la práctica profesional realmente existente y una aversión contumaz por la
“teoría” y el desarrollo de dispositivos conceptuales fuertes. Y esta es la actitud heurística que prevalece en muchos de
los manuales pretendidamente destinados a la capacitación en técnicas
periodísticas, en los que puede leerse recomendaciones
absolutamente anodinas. Por ejemplo, que el lenguaje
informativo debe ser claro, fluido, equilibrado, expresivo, gramaticalmente
correcto y ordenado; y que debe evitar la torpeza, la confusión, la vulgaridad,
el telegrafismo, la vacuidad, la pobreza expresiva, el lenguaje burocrático, la
solemnidad y la extravagancia. Y a la definición de cada una de esas recomendaciones, sacadas de un manual
publicado a la altura de 1994, dedica el autor un mínimo de media página. En
otro manual, éste sobre la entrevista
periodística y editado en 1993, puede leerse: “Para hacer una buena
entrevista hace falta: 1. Prepararla; 2. Saber llevarla. Falta una tercera
parte: 3. Redactarla adecuadamente”, algo que sirve al comentarista del manual,
David Vidal Castell, para “ejemplificar la inanidad de una caterva de
manualillos y opúsculos”. En otro de estos manuales, sobre producción de la información televisiva, publicado en 1998, se
proponen unos tipos de presentación de la
noticia que permite a los autores distinguir entre “(noticia) no editada,
parcialmente editada y completamente editada”. Quizá estos ejemplos no puedan
ser tenidos por representativos, pero probablemente tal ramplonería conceptual
tampoco sea algo excepcional en este ámbito.[2]
En la misma línea insistía Miquel de
Moragas, profesor de
Otra
medida fundamental sería la promoción de estudios y enfoques
interdisciplinares, más allá del marco estricto de las facultades y
departamentos “de comunicación”. Debemos reconocer que la comunicación es un
fenómeno que reclama la atención de las diversas Ciencias Sociales. Esto debe
concretarse en programas interdisciplinares de investigación, rompiendo la
actual tendencia gremial al aislamiento de los expertos en comunicación, los
que actúan en centros especializados, respecto de los investigadores de las
diversas Ciencias Sociales y Humanidades, interesados también en la
comunicación.
Huérfanos, pues, de material teórico
adecuado pero imbuidos de esta voluntad de interdisciplinariedad intentaremos
abordar modestamente nuestra tarea. La hemos titulado análisis estilístico-formal.
Vaya por delante que empleamos el término estilístico
en un sentido muy lato. Las poéticas clásicas grecolatinas y las poéticas
medievales concebían el estilo con carácter normativo. Se imponía el estilo al
escritor para que se acomodara al buen gusto. A cada género correspondía un
estilo (sublime, medio o simple). En la actualidad, tras la revolución
romántica, la noción de estilo ha perdido, claro, esa impronta preceptiva. La
decisión libérrima -y extremadamente difícil-, la elección individual que el
escritor ha de hacer del material lingüístico en la página blanca, definen hoy
el concepto. Sea como fuere es el autor quien ha de optar. Desde que en su
discurso de ingreso a
Decíamos que nosotros vamos a utilizar
el adjetivo estilístico en un sentido
muy lato. Sin referencia académica a escuela. Para nuestro trabajo estilístico significa, lisa y
llanamente, relativo al estilo, relacionado con él. No podría ser de otra
manera. Nos sumamos a aquellas certeras y medidas palabras de José María Paz
Gago cuando decía:
Así pues, para
nosotros y en esta tesitura, cuando tratemos de elucidar el estilo de Julio
Camba al amor de uno de sus textos estaremos tratando de caracterizar su forma
de escribir. Ni más ni menos que su forma de escribir. Recuperaremos así, un
tanto paradójicamente y en cierto modo sólo a título de homenaje, una
definición básica de estilo aportada ya por Michael Riffaterre hace muchos
años: “Por estilo literario entiendo toda forma escrita individual de intención
literaria”[5]…
A fin de cuentas, en palabras ahora de Luis Núñez Ladevèze, el estilo no es más que “la selección de las
palabras para expresar las ideas”[6].
Es decir, y por llegar ahora al tema que nos ocupa, el nivel estilístico del
periodismo sería aquél “en el que el periodista actúa como escritor que elige
ciertos medios de expresión que considera más adecuados, selecciona unas
palabras y desecha otras, recurre a unos giros y prescinde de otros”[7].
Nuestro comentario estilístico-formal
responderá, pues, en cierta manera, a los sabios consejos de José Domínguez
Caparrós:
En el
caso del comentario estilístico /…/ conviene diferenciar claramente lo que es
la descripción del estilo del texto, y lo que es una interpretación del mismo.
Para la descripción del estilo, hay que conocer perfectamente los instrumentos
que una larga tradición -desde la elocutio
retórica a la moderna estilística- pone al alcance del analista. Figuras
fónicas, sintácticas, cambios de significado o tropos, figuras de pensamiento,
métrica /…/ son instrumentos imprescindibles que debe conocer forzosamente
quienquiera pretenda hacer un comentario estilístico.[8]
Bien es verdad
que el lenguaje periodístico informativo, en general y salvo excepciones, es
muy poco dado a figuras retóricas… También atenderemos a José Antonio Hernández
Guerrero y María del Carmen García Tejera cuando nos señalan que el comentario
estilístico “pretende definir el perfil caracterizador de una obra o de un
autor mediante el examen de los elementos formales -fónicos, gramaticales y
léxicos- que se repiten con mayor insistencia”[9].
Claro está que aunque trabajaremos fundamentalmente con el artículo elegido
haremos referencia a otros de los de la vasta producción periodística de Julio
Camba.
En definitiva, en cuanto al método se
refiere, aunque persuadidos del elemental rigor y coherencia que debe presidir
toda investigación que se estime como tal, haremos ante todo una apuesta por el
respeto al texto; como bien diría Jesús María Lasagabaster: “El modelo
(crítico) es necesario, pero sólo el texto merece respeto”[10].
Apostamos por la claridad de un camino recorrido concienzudamente a lo largo
del cual sólo se impone la obra como presupuesto. Bástenos recordar las
palabras de Georges Dumézil: “La méthode est le chemin après qu’on l’a
parcouru”[11].
SOBRE PERIODISMO Y LITERATURA
Con mucha frecuencia el lenguaje
periodístico puramente informativo peca -si es que peca- de ser plano en
exceso. Un lenguaje sin vuelo formal ni literario. Estilísticamente pobre. Es
como si el lenguaje periodístico reclamara para sí y para siempre dos
características irrenunciables, la claridad y la sencillez, que le obligaran a
aceptar que, como concesión máxima, “tenemos que adiestrarnos en el uso
cultivado del lenguaje común”[12].
Esa planura no sería exclusiva de la verbalidad. También las imágenes
fotográficas estarían contagiadas:
Si
bien se podría acusar a la prensa diaria de utilizar la fotografía como una
simple complementariedad del texto escrito, como “ilustración” de una noticia,
cuya importancia radica en el código lingüístico, no es menos cierto que no
atendemos suficientemente al hecho de leer la imagen como leemos las palabras
(responsabilidad que comparten los periódicos en general por la pobreza
expresiva y artística de sus fotografías)[13]
Cualquier
manual de estilo periodístico insiste una y otra vez en que el lenguaje de la
prensa escrita o hablada ha de ser, de una u otra forma, irremediablemente
chato. Como normas de redacción es frecuente que se postulen algunas tales como
vocabulario accesible, frases cortas, claridad y precisión, impersonalidad,
moderación en los adjetivos,…[14] El periodismo televisivo no se escapa a esta
tónica. Como cualidades se subrayan habitualmente la concisión, la claridad y
la sencillez -¡cómo no!-, la concordancia, la corrección,…[15]
A
nadie se le escapa, no obstante, que hay un tipo de periodismo que supera lo
meramente informativo. Que supera este páramo estilístico. Se trata en general
de artículos o columnas o crónicas, llámeseles como se quiera, de textos de
autor, en definitiva, firmados, con evidente voluntad de estilo. Una especie de
híbrido agenérico entre la narrativa y el ensayo, entre el relato breve y la
miniatura argumental. Como una píldora, como una cápsula estética. En España
hay una larga tradición en este sentido. De entre los contemporáneos de Julio
Camba (“el mejor periodista español -y ya es decir- del siglo XX”[16])
cabría destacar nombres como los de Manuel Blanco, Luis Bonafoux, Mariano de
Cavia, Joaquín Dicenta, Enrique Gómez Carrillo, José María Salaverría,…
Escritores que elevaron el periodismo a la categoría de ejercicio literario.
La
primera prosa de Camba -luego ya no- está influida por el triunfante Modernismo
de entonces. La verdad es que ya numerosos modernistas se prodigaron en la
prensa escrita y la ennoblecieron. La hicieron brillar:
…salgamos
al paso de cualquier connotación rebajadora que a la función periodística
podamos aquí atribuirle. En aquellos tiempos, finales del siglo XIX, la prensa
era algo muy distinto -y superior- a la inane y seca información de noticias a
que, desafortunadamente en gran medida, vino después a reducirse lo que en sí
podía (y puede) comportar una noble misión orientadora y educativa: o sea, el
periodismo. En las crónicas que aquellos modernistas escribían -Martí, Manuel
Gutiérrez Nájera, Julián del Casal, Rubén Darío- está la fragua /…/ del
lenguaje modernista en toda su variedad y riqueza estilística. Y también el
cauce natural, en la conquista de su originalidad, para cada escritor.[17]
Nos interesa
subrayar aquí, insistimos, cómo estos autores y otros, y más tarde el propio
Julio Camba, levantaron el lenguaje periodístico a la altura de lo literario,
hicieron en sus escritos un cierto juego estético que embellecía las páginas en
que se publicaban.
EL ARTÍCULO DE JULIO CAMBA
Julio Camba (Villanueva de Arosa, 1884
– Madrid, 1962), amén de articulista, corresponsal en el extranjero y cronista
parlamentario, fue una curiosa mezcla de anarquista juvenil y maduro exquisito,
“asiduo gourmet de los mejores
restaurantes y bon vivant que se
aloja en los mejores hoteles”[18].
Autor de miles de artículos, periodista sui
géneris, analista de la realidad y contador de noticias en el amplio
sentido de esta palabra. Sus noticias no son exactamente pura y dura
información, sino comentario, anécdota, sutileza, humor. Algo a caballo entre
el género periodístico y la ficción literaria:
La
noticia también está abierta a modos de leer normalmente asociados a los
géneros de ficción, especialmente cuando se refiere a desastres, guerras,
relatos de interés humano, investigaciones de familias “privadas” y de
escándalos “públicos”, etcétera.[19]
Relatos de
interés humano. Eso son las noticias de Julio Camba. Un pequeño juguete
informativo y humanista que ocupa y entretiene al lector.
Hemos seleccionado uno que nos parece
representativo de su quehacer, tanto formalmente -ya lo estudiaremos-, cuanto
por su contenido levemente crítico y social. Se publicó en El Mundo[20]
el seis de enero de 1908 y dice así:
Palabras de un mundano
LOS REYES MAGOS
Para que los Reyes Magos dejen algo en
las botas de un chico, lo primero que necesita el chico es tener botas. Esta
profunda reflexión no es mía; me la ha comunicado un golfo a quien yo visité en su domicilio -estatua de Recaredo, plaza
de Oriente- para pedirle noticias acerca de los Reyes Magos.
-Yo me echo a dormir -me dijo el golfo- y si los Reyes quieren traernos
algún regalo, que me traigan botas…
Ignoro si los Reyes habrán satisfecho
este deseo de un niño descalzo e indocumentado; pero me figuro que no. En los
países de la fantasía no se fabrican botas. Las botas son un producto
industrial, y los Reyes Magos no suponen que pueda albergarse un niño allí
donde no ven un par de pequeñas botas. Por eso hay tantos niños en Madrid a
cuyo lado ha pasado anoche, sin advertirlos, la milagrosa caravana. ¡Dulces!
¡Estampas! ¡Juguetes!... Los Reyes Magos traen de todo para todos los niños;
pero aquél que no tenga con qué recoger su parte en el rico tesoro de la superstición,
se quedará sin ella. El ideal vive de realidad, y en este caso la realidad
consiste en un par de botas y un trozo de balcón o un quicio de puerta.
Hay muchos niños que carecen de esto y
que en la noche de los Reyes no reciben su visita. ¡No se extrañen luego los
Reyes de que esos niños no crean en ellos!
Los niños aman la superstición; pero
cuando no pueden sostenerla -la superstición es un lujo del espíritu-, la
sustituyen por el librepensamiento. Yo tengo un amigo que, durante todo el día
de ayer, ha estado buscando dinero para hacerle (SIC) a sus chicos un regalo de
Reyes. No pudo encontrarlo, y -ya bien entrada la noche- reunió en torno suyo a
las criaturas y les dio una conferencia filosófica.
-No aguardéis a los Reyes Magos -les
dijo-. Los Reyes Magos no existen. Esos regalos que los niños encuentran en sus
botas al día siguiente de la noche de Reyes no son de los Reyes: son de los
padres de los niños. No quiero engañaros…
Sí que querría engañarles. ¡Es muy
agradable para un padre engañar a sus hijos con golosinas! Por su parte los
niños hubieran agradecido, mucho más que la lección racionalista de su papá,
una chuchería cualquiera de orden infantil. Pero las chucherías cuestan dinero,
y el racionalismo no. Por eso son tan poco creyentes y tan poco supersticiosos
los niños pobres.
Los niños pobres no creen en los Reyes.
Los Reyes no existen para ellos. Sin embargo, todavía hay quien se extraña de
la precocidad escéptica de los niños pobres.
EL ANÁLISIS.
Pasemos, pues, sin más demora, al
análisis del texto. Estructuralmente, comienza éste con un párrafo
pseudoenjundioso, con aparentes pretensiones de hondura. Pretensiones que de
inmediato desdice el carácter perogrullesco del aserto de apertura, que formalmente
es un aserto cargado de una lógica impecable (“Para que los Reyes Magos dejen
algo en las botas de un chico, lo primero que necesita el chico es tener
botas”). El inicio, pues, presenta una interesante paradoja: lo que formalmente
es una argumentación perfecta contrasta,
desde el punto de vista de lo semántico,
con un contenido sin duda jocoso y burlón. De este contraste nace el
tono irónico presente ya en este comienzo, tono que será omnipresente a todo lo
largo y ancho del artículo hasta el punto de convertirse en uno de sus
elementos constitutivos. Así pues, Camba anuncia desde ya el aire que va a
soplar por todo el texto y pone alerta al lector. También aprovecha este primer
párrafo para introducir a dos de los personajes que le van a servir de hilo
conductor. En realidad, dada la brevedad del texto -al que apenas nos atrevemos
a llamar relato-, se tratará de dos personajes en esqueleto, prácticamente sin
desarrollo narrativo, casi innominados, referidos tan sólo por un apelativo
(“un golfo”) y el pronombre personal
de primera persona.
Tras ese principio el artículo continúa
en estilo directo con una elocución del golfillo. Se reproducen sus palabras en
un registro lo suficientemente popular como para otorgarles autenticidad. En
efecto, la elipsis del verbo principal de la cláusula condicional -“si los
Reyes quieren traernos algún regalo, (me gustaría) que me traigan botas”- confiere al periodo la vulgaridad
adecuada. Quizá la verosimilitud hubiera sido aún mayor introduciendo alguna
partícula especialmente vulgarizadora (“si los Reyes quieren traernos algún
regalo, pues que me traigan botas”)… Por
otra parte, el juego de voces agiliza un texto que, por sus dimensiones y sus
propias características, ya es de por sí ligero.
El tercer párrafo recupera la narración
en primera persona. Empalma coherentemente con los anteriores, sosteniendo así
la unidad textual. Se vuelve a la construcción formalmente argumentativa.
Comienza el párrafo estableciendo tres premisas y una inferencia. A saber:
primera premisa, en los países de la
fantasía -lugar de residencia de los Reyes Magos- no se fabrican botas;
segunda, las botas son un producto industrial de este mundo de abajo que los
Reyes Magos, por supuesto, no compran; tercera, los Reyes Magos ignoran que pueda
haber un niño allá donde no hay botas. ERGO (“por eso”) hay muchos niños en
Madrid que se han quedado sin regalos. La lógica formal, casi silogística, es
aplastante… Un segundo periodo argumentativo acentúa la aparente formalidad del
texto: los Reyes traen de todo para todos pero quien no tenga botas ni casa se
quedará sin nada. El lenguaje supuestamente sentencioso (“el ideal vive de
realidad”) coadyuva a crear esta impresión de densidad intelectual. Como vemos,
Camba insiste en su táctica estilística: oponer a una forma fríamente
propositiva y racional unos contenidos en clave menor. Ese desequilibrio sigue
destilando ironía… A mitad de párrafo se introduce un caso de estilo directo
libre (“¡Dulces! ¡Estampas! ¡Juguetes!”) que dinamiza una escritura, como
sabemos, ya de por sí liviana.
El párrafo largo alterna con el corto.
En efecto, el siguiente, el cuarto, es muy breve. Esta alternancia aporta un
nuevo punto de elasticidad al artículo. Su tono menudo, pues, se reafirma. La trabazón estructural es
impecable: el pronombre demostrativo neutro (“esto”) se refiere al párrafo
anterior e imbrica congruentemente el discurso. Éste sigue peculiarizándose por
su carácter argumental, a pesar de que esta vez el texto no lleve conector
consecutivo explícito. La oración exclamativa es, no obstante, claramente
conclusiva: puesto que muchos niños carecen de botas y de casa y no son
visitados por los Reyes, ¡son incrédulos, no creen en los Magos! La rigurosidad
dialéctica del molde formal sigue pareciendo excesiva a la trivialidad que se
cuenta. Se mantiene por tanto ese desfase forma/fondo que singulariza el
artículo.
El plural genérico “los niños”, que ya
aparecía en los párrafos tercero y cuarto, empieza siendo sujeto de las
primeras frases del quinto. Buen procedimiento de unificación textual esta red
de referencias que se repiten en las partes. Otra vez el lenguaje aforístico
(“la superstición es un lujo del espíritu”) y el vocabulario cultista
(“librepensamiento”) contribuyen a dar ese barniz de disfrazada intensidad
ensayística. Para compensarlo irónicamente, de inmediato pasa Camba de la
generalización teórica a la particularización que rasea: “Yo tengo un amigo
que…”. Deliberado descenso al terreno de lo anecdótico que recuerda al lector
que se halla ante un texto de entretenimiento. Este párrafo quinto introduce
también personajes esqueléticos: su amigo y los hijos de éste, de nuevo
anónimos. Con ellos se abandona el tono sentencioso y se pasa a lo mínimamente
narrativo. Se cuenta una microhistoria muy adecuada al cariz ligero que se
procura. En este quinto párrafo hemos detectado la única errata, quizá el único
error gramatical; donde pone “hacerle” debiera poner “hacerles”, con énclesis
de ese pronombre personal átono de tercera persona plural, indicativo en este
caso del correcto objeto indirecto del verbo (“a sus chicos”).
Otra vez en el párrafo sexto se recurre
al estilo directo. Camba juega sabiamente, ya lo sabemos, con la alternancia de
voces que flexibiliza la lectura. Que la ameniza. Este párrafo es el del
descubrimiento del gran secreto (“Los Reyes Magos no existen”). Pero no se
utiliza el lenguaje mágico, simbólico, el lenguaje elevado propio de la
revelación de los grandes misterios, sino el registro liso y llano, corriente y
moliente, que mantiene el texto en su perseguido tono menor.
En el párrafo séptimo retoma el hilo
narrativo la primera persona. Se retoma también el engañoso estilo
argumentativo que conocemos. Una adversativa (“pero”) y una consecutiva (“por
eso”) constituyen su soporte formal: los niños hubieran preferido una chuchería
a una lección; pero las chucherías son caras; por eso los niños pobres son
incrédulos y poco supersticiosos… La mezcla de registros léxicos muy distantes,
el culto (“racionalismo”) y el infantil (“chucherías”), ayuda también a la
consecución de la ironía que se pretende. Como también lo hace el rimbombante
apotegma: “las chucherías cuestan dinero, y el racionalismo no”, que es una
pura demasía. Estos desfases, estos manifiestos desequilibrios, provocan la sonrisa
del lector; son, como venimos diciendo, los causantes del tono chancero que
impregna el texto.
El parrafillo final es reiterativo y
epilogal. Reiterativo porque repite lo ya dicho con anterioridad; no añade casi
nada nuevo. Epilogal porque concluye. Dos oraciones cortas y yuxtapuestas le
sirven a Julio Camba para rematar la faena: una referida a la consabida
incredulidad de los niños pobres, la otra a la inexistencia de los Reyes. La
adversativa final, definitiva, cierra a la perfección el artículo; quien lo
haya leído ya no se extraña: en los niños pobres puede el realismo de la
pobreza sobre la fantasía de la infancia.
Aparte de esta secuenciación
paragráfica hay otra estructuración más elaborada y compleja, una clara
progresión formal. Un primer núcleo gira en torno a la figurilla del golfo
descalzo e indocumentado, en torno a su minúscula anécdota personal. Toma el
relevo, al principio del tercer párrafo, una leve digresión teórica sobre las
consecuencias de la carencia de botas, que implica, claro, la ausencia de
regalos. A partir del quinto párrafo alterna nuevamente otra secuencia
anecdótica: la referida al amigo y sus hijos. Concluye el artículo mediando el
séptimo párrafo y prolongándose por el final con un nuevo vuelo teórico en
torno a la incredulidad y el escepticismo de los niños pobres.
Esta alternancia estructural entre lo
concreto y lo abstracto, entre la personalización y la teoría, marca el texto.
Más aún cuando lo concreto y personal es anónimo y diminuto, y lo abstracto y
teórico es sobre lo inmensamente pequeño. Camba insiste, pues, en construir su
artículo con el andamiaje de lo decididamente menor.
EL ESTILO DE JULIO CAMBA
El estilo periodístico del Julio Camba
articulista, aunque sencillo y claro, juega con la literatura. Emplea trucos
específicamente literarios. El uso del estilo directo y directo libre como
mecanismo para insertar anécdotas narrativas (el golfillo, el amigo) es un
recurso propio del relato. Estas microanécdotas y el simple esbozo de sus
delgadísimos personajes sirven de comodín en el discurso: valen tanto por el
tono ligero que generan cuanto por ser apoyatura formal de la idea que se
comunica.
Camba incide sobre una realidad
doméstica y social, la de la pobreza, a través de la antítesis que genera la fantasía
de los Reyes Magos. Titula el artículo así, “Los Reyes Magos”, pero en lugar de
mostrar cómo la realidad infantil vive de esa fantasía, muestra lo contrario:
“el ideal vive de realidad” y, lamentablemente, muchas veces es insostenible.
La pobreza no favorece la fantasía, la fantasía hay que nutrirla con vida. Lo
importante no es que los Reyes Magos necesiten botas, el hecho es que los niños
las necesitan…
Hay en Camba una clara conciencia de
esa compleja relación entre ficción y realidad que es la clave del arte y, en
particular, del arte literario. Quizá por eso en este artículo de contenido
social, irónicamente reivindicativo, los recursos formales en los que se apoya
también sean literarios en lugar de ser estrictamente argumentativos, que es lo
propio de un artículo de opinión.
Por supuesto la ironía, como venimos
diciendo, es la clave del texto. No sólo porque éste está montado sobre lo que
podríamos llamar un oxímoron estructural: la manifiesta desproporción entre su
forma sentenciosa -falsamente ensayística y literaria- y su flaco contenido.
Sino también por la presencia de algunos chispazos humorísticos que iluminan la
página como farolillos de fiesta. Así, por ejemplo, resulta patéticamente
gracioso establecer como “domicilio” de un sintecho la base de una de las
colosales estatuas de los reyes godos -Recaredo- que adornan
El estilo de Julio Camba es un estilo
deliberadamente menor, muy adecuado al tono de lo que pretende transmitir. Huye
del periodismo plano, pero no busca ni la alta literatura ni la profundidad
filosófica. “Yo soy un escritor decorativo y me dedico a una literatura fácil,
superficial y pintoresca”, escribía autorretratándose en un artículo en El Mundo del 26 de abril de 1908[21].
En otro de ABC del 8 de octubre de
1913 recomienda a sus lectores que le lean “como se lee a un amigo” porque “la
cuestión es pasar el rato”; y añade: “No me tomen nunca completamente en serio.
Ni completamente en serio ni completamente en broma”[22].
Tiene, pues, muy claro nuestro autor, como apunta también en ABC el 9 de diciembre del mismo año, que
“el tono general de mis trabajos es un poco ligero y un poco humorístico”[23].
Periodismo literario el suyo, por tanto, buena literatura periodística
voluntariamente resuelta sin complicaciones. Más consistente que una burbuja.
Pero burbuja al fin y al cabo. Así escribía en
He
adquirido la facultad de convertir todas las cosas en artículos de periódicos.
Ya pueden ustedes darme las cosas más absurdas: un gabán viejo, un par de
gemelos de teatro, una máquina de afeitar, un pollo asado, una mujer bonita… De
cada una de esas cosas yo les haré a ustedes una columna de prosa periodística,
o, si ustedes lo prefieren, les haré a ustedes la columna con todas esas cosas
juntas.[24]
BIBLIOGRAFÍA
-Abril, Gonzalo, Teoría General de
-Camba, Julio, Esto, lo otro y lo de más allá, Madrid,
Cátedra, 1994.
-Ídem, Páginas escogidas, Madrid, Espasa Calpe,
2003.
-Collins, Jeff,
“Grupo de medios de
-Domínguez
Caparrós, José, Crítica literaria,
Madrid, UNED, 1991.
-Hernández
Guerrero, José Antonio y María del Carmen García Tejera, Teoría, historia y práctica del comentario literario, Barcelona,
Ariel, 2005.
-Jiménez, José
Olivio, “Introducción” a José Martí, Ensayos
y crónicas, Madrid, Cátedra, 2004.
-Lasagabaster
Madinabeitia, Jesús María, La novela de
Ignacio Aldecoa. De la mimesis al símbolo, Madrid, SGEL, 1978.
-Libro de estilo de ABC, Barcelona,
Ariel, 1995.
-Martínez
Nicolás, Manuel, “Masa (en situación) crítica. La investigación sobre
periodismo en España: comunidad científica e intereses de conocimiento” en Anàlisi, Nº 33, Barcelona, 2006.
-Mendieta,
Salvador, Manual de estilo de TVE,
Barcelona, RTVE-Labor, 1993.
-Moragas, Miquel
de, “Investigación de la comunicación y política científica en España”
(ponencia inédita leída en
-Núñez Ladevèze, Métodos de redacción periodística y
fundamentos de estilo, Madrid, Síntesis, 1993.
-Ídem, Introducción al periodismo escrito,
Barcelona, Ariel, 1995.
-Paz Gago, José
María,
-Riffaterre,
Michael, Ensayos de Estilística
Estructural, Barcelona, Seix Barral, 1976.
-Vilches,
Lorenzo, La lectura de la imagen. Prensa,
cine, televisión, Barcelona, Paidós, 1990.
-VV.AA., Métodos de análisis de la prensa. Encuentros
sobre metodología del análisis de la prensa
(en torno a EL PAÍS), Madrid, Casa de Velásquez, 1987
-VV.AA., Précis de Littérature Comparée, Paris.
PUF, 1989.
[1] Manuel
Martínez Nicolás, “Masa (en situación) crítica. La investigación sobre
periodismo en España: comunidad científica e intereses de conocimiento” en la
revista Anàlisi, Nº 33, Barcelona,
2006, p. 135.
[2] Ibídem, p. 157.
[3]
“Investigación de la comunicación y política científica en España”. Leída en
[4] José
María Paz Gago,
[5] Michael
Riffaterre, Ensayos de Estilística
Estructural, Barcelona, Seix Barral, 1976, p. 38.
[6] Luis
Núñez Ladevèze, Métodos de redacción
periodística y fundamentos del estilo, Madrid, Síntesis, 1993, p. 113.
[7] Ídem, Introducción al periodismo escrito,
Barcelona, Ariel, 1995, p. 16.
[8] José
Domínguez Caparrós, Crítica literaria,
Madrid, UNED, 1991, p. 16.
[9] José
Antonio Hernández Guerrero y María del Carmen García Tejera, Teoría, historia y práctica del comentario
literario, Barcelona, Ariel, 2005, p. 190.
[10] Jesús
María Lasagabaster Madinabeitia, La
novela de Ignacio Aldecoa. De la mimesis al símbolo, Madrid, SGEL, 1978, p.
32.
[11] Citado
por Yves Chevrel, “Les études de réception” en VV.AA., Précis de Littérature Comparée, Paris, PUF, 1989, p. 180.
[12] Luis
Núñez Ladevèze, Métodos…, op. cit., p. 146.
[13] Lorenzo
Vilches, La lectura de la imagen. Prensa,
cine, televisión, Barcelona, Paidós, 1990, 3ª reimpresión, p. 190
[14] Cfr. Libro de estilo de ABC, Barcelona,
Ariel, 1995, pp. 47 y ss.
[15] Cfr.
Salvador Mendieta, Manual de estilo de
TVE, Barcelona, RTVE-Labor, 1993, pp. 13 y ss.
[16] Pedro
Ignacio López García, “A propósito de Julio”, prólogo a Julio Camba, Páginas escogidas, Madrid, Espasa Calpe,
2003, p. IX.
[17] José
Olivio Jiménez, “Introducción” a José Martí, Ensayos y crónicas, Madrid, Cátedra, 2004, p. 18.
[18] Marco
Parajón, “Introducción” a Julio Camba, Esto,
lo otro y lo de más allá, Madrid, Cátedra, 1994, p. 15.
[19] Jeff
Collins, “Grupo de medios de
[20] Nosotros
lo tomamos de Julio Camba, Páginas
escogidas, op. cit., pp. 51-52
[21] “La
neurastenia y la literatura” en Ibídem,
p. 74.
[22] “Mi
nombre es Camba” en Ibídem, p. 564.
[23]
“Explicaciones necesarias” en Ibídem,
p. 591.
[24] “Cómo escribo los artículos” en Ibídem, pp. 555-556
|