REVISTA ELECTRîNICA DE ESTUDIOS FILOLîGICOS


DESDE EL RING SIDE:

EL ÔNUEVO PERIODISMOÕ DE MANUEL ALCçNTARA EN MARCA (1967-1978)

Fernando S‡nchez G—mez y Emy Arma–anzas

(Universidad del Pa’s Vasco)

 

 

Resumen. En esta investigaci—n se demuestra que Manuel Alc‡ntara es un autor del Nuevo Periodismo Espa–ol, mediante la comparaci—n de sus pautas de trabajo y tŽcnicas literarias utilizadas como periodista deportivo especializado en boxeo en Marca, con las del New Journalism Estadounidense (Wolfe 1976; Scanlon 1979; Arma–anzas 1993 y Chill—n 1999).

El an‡lisis del ag™n o competici—n en la escritura pugil’stica de Alc‡ntara es el punto de partida de nuestros estudios sobre el conjunto de su obra en prensa (Arma–anzas 2008; Arma–anzas y S‡nchez G—mez 2009b). Esta l’nea de investigaci—n revela que sus textos sobre boxeo en Marca contienen las claves poŽticas que introduce en sus columnas personales (Arma–anzas y S‡nchez G—mez 2009a).

 

Palabras clave: Manuel Alc‡ntara. Lenguaje agon’stico Cr—nica de boxeo. Periodismo deportivo. Nuevo Periodismo Espa–ol.

 

Abstract. This paper shows academically that Manuel Alc‡ntara is an author of Spanish New Journalism, by comparing their patterns of work and literary techniques as a sports journalist specializing in boxing in Marca, with the New Journalism of the U.S. (Wolfe 1976, Scanlon 1979; Arma–anzas 1993 and Chill—n 1999). The agonist or competitive analysis in the writing of Manuel Alcantara is the starting point of our studies on the overall work of the author (Arma–anzas 2008; Arma–anzas & S‡nchez G—mez 2009b). This research has revealed that his pugilistic writings in Marca contains many of poetics keys introduced by this author in his personal columns (Arma–anzas & Sanchez Gomez 2009a).

 
Key words: Manuel Alc‡ntara. Competition language. Boxing chronicle. Sports Journalism. New Journalism.

 

 

1. Manuel Alc‡ntara, un autor del Nuevo Periodismo

La etapa de Manuel Alc‡ntara como cronista de boxeo en Marca (1967-1978) reœne todos los requisitos del Nuevo Periodismo. Del mismo modo que lo ven’an haciendo sus contempor‡neos del New Journalism, Alc‡ntara firm— cr—nicas, reportajes, entrevistas y art’culos de tema pugil’stico conforme a las nuevas tŽcnicas literarias y de trabajo empleadas por los nuevos periodistas.

 

Por otra parte, esta escritura agon’stica del autor es una cuesti—n trascendente para la comprensi—n del conjunto de su obra en prensa. En ÇLa columna con gancho de Manuel Alc‡ntara o las reminiscencias de un ex cronista de boxeoÈ (Arma–anzas y S‡nchez G—mez 2009a), demostramos c—mo la lucha es un lugar comœn de sus columnas personales tres dŽcadas despuŽs de cesar como cronista de boxeo profesional y de perder el pugilato el interŽs del pœblico y de los medios de comunicaci—n en Espa–a.

 

En esta investigaci—n, justificamos la consideraci—n de Manuel Alc‡ntara como autor del Nuevo Periodismo Espa–ol. Con este objetivo, establecemos el correlato entre las tŽcnicas literarias y de trabajo period’stico propias del New Journalism (Wolfe 1976; Scanlon 1979; Arma–anzas 1993 y Chill—n 1999), con las ejercidas por Alc‡ntara, a travŽs de una muestra aleatoria de sus textos period’sticos especializados en boxeo, publicados en Marca entre 1967 y 1978.

 

 

2. Los nuevos periodismos

Se denomin— New Journalism a una forma diferente de acercarse a la realidad y de obtener la informaci—n necesaria para trabajar los textos que, posteriormente, eran redactados incorporando, de manera novedosa, tŽcnicas literarias que conviv’an con las period’sticas, que tambiŽn se hab’an renovado. Si bien encontramos ejemplos de un periodismo diferente al tradicional en la dŽcada de los 50, como en el caso del periodista y escritor Gabriel Garc’a M‡rquez, es en los a–os 60 cuando la nueva forma de hacer periodismo adquiere peso entre los profesionales.

 

Por entonces, en Estados Unidos, un buen nœmero de periodistas incorporaron a su quehacer unas tŽcnicas renovadas cuya gŽnesis y caracter’sticas quedar’an luego explicadas a travŽs de libros, m‡s tarde traducidos al espa–ol (Wolfe 1976; Scanlon 1979), que recopilaban tambiŽn trabajos period’sticos de diversos autores en las publicaciones se–eras de la nueva tendencia: Esquire, New York, The New Yorker, The Village Voice, Harper«s Magazine, Rolling Stone..., al igual que en los suplementos dominicales y secciones especiales de The New York Herald Tribune, entre otros peri—dicos.

 

El New Journalism se produjo simult‡neamente pero de forma aislada en la prensa de distintos pa’ses. Fue una tendencia que renov— la manera de ver y de acercarse a los hechos y a las personas para contarlo luego tambiŽn de otra manera, en los peri—dicos y revistas.

 

 

2.1. El New Journalism Estadounidense

Los new journalists norteamericanos observaron la realidad revolucionada de los a–os 60 y 70 con ojos renovados, lo que les permiti— ocuparse de temas que la prensa no cubr’a hasta entonces, bien porque no los ve’a, porque no los consideraba importantes o por silenciarlos.

Los nuevos periodistas norteamericanos convirtieron en protagonistas a algunos personajes que nunca habr’an salido en las p‡ginas de la prensa o, al menos, no con tanto relieve. Quiz‡, por primera vez, qued— patente que la sociedad no era solo lo institucional (fiel protagonista en los diarios) sino que estaba formada tambiŽn por tendencias y movimientos sociales, grupos, m‡s o menos grandes y reivindicativos, muy diversos en sus actitudes y gustos.

Se acercaron a las citadas cuestiones con otra forma de trabajar y lo contaron con unas tŽcnicas narrativas period’stico-literarias que desconcertaron al pœblico e, incluso, a los propios colegas. Los textos del Nuevo Periodismo produjeron un gran impacto porque se apartaban radicalmente del periodismo que se ven’a haciendo hasta entonces y produc’an un efecto de duda sobre la verdad de lo narrado, al haber introducido tŽcnicas literarias.

 

Como primer reportaje del Nuevo Periodismo, se se–ala el de Gay Talese, pe­riodista del diario The New York Times, publicado en oto–o de 1962 en la revista Esquire. A juicio de Wolfe, Talese comienza creando un clima y un tono que Çcon unos cuantos reto­ques todo el art’culo pod’a leerse como un relato breve (...) nadie estaba habituado a considerar que el reportaje tuviera una dimensi—n estŽ­ticaÈ, (1976: 20, 21).

 

Los nuevos periodistas vieron la necesidad de revitalizar el estilo, porque el len­guaje period’s­tico se estaba quedando anqui­losado frente a la inmediatez de la televisi—n, del cine. Se trasvasaron entonces tŽcnicas de la novela al reporterismo, a travŽs de las cuales se relataba, de forma no­vedosa, lo que ocurr’a en los reivindicativos movimientos sociales de los 60Õs: nudismo, feminismo, revoluci—n sexual, el power, el hinduismo, los mœsicos convertidos en ’dolos y, entre todo aquello, el mundo del boxeo.

 

El New Journalism supuso un cambio radical a la hora de abordar el trabajo en prensa y, en conse­cuencia, el cuestionamiento abierto de viejas formas de hacer periodismo, (Arma–anzas 1993):

Los autores del Nuevo Periodismo, adem‡s de introducir novedades en la escritura con la adopci—n de figuras literarias, marcaron una diferencia radical con respecto al periodismo convencional al hacerse responsables del cariz que tomaban sus textos, de sus juicios de valor expresados tanto impl’cita como expl’citamente, en vez de delegar la opini—n exclusivamente en boca de los protagonistas de los hechos como se ven’a haciendo habi­tualmente en periodismo.

Esta postura ti–— tanto los textos interpreta­tivos (reportajes y cr—­nicas) como los textos de opi­ni—n, bien en su vertiente argumentativa como en los denomi­nados de creaci—n. As’, un grupo de pe­riodistas comenzaba a narrar en prensa lo que acontec’a de una manera muy diferente a como se ven’a haciendo habitualmente. Esto es, la manera tradicional de trabajar en prensa no resultaba adecuada para lo que estos periodistas quer’an narrar ahora.

 

Tom Wolfe (1976: 38) afirmaba desconocer el origen de la denominaci—n New Journalism:

Seymour Krim me dijo que la oy— por primera vez en 1965, cuando era redactorÐjefe de Nugget y Peter Hamill le llam— para encargarle un art’culo titulado ÇEl Nuevo PeriodismoÈ sobre gente como Jimmy Breslin y Gay Talese. Fue a finales de 1966 cuando se oy— hablar por primera vez a la gente del ÔNuevo PeriodismoÕ en las tertulias, que yo recuerde. No estoy seguro... A decir verdad, jam‡s me ha gustado esa etiqueta (...) Sin embargo, la etiqueta de ÔNuevo PeriodismoÕ acab— por pegar (...) En la Žpoca, mediados de los sesenta, uno s—lo de daba cuenta de que por arte de magia exist’a una cierta agitaci—n art’stica en el periodismo, y de que este hecho resultaba nuevo en s’ mismo.

 

Adem‡s, tambiŽn consideraba que los nuevos periodistas formaban un reducido Çgrupo compactoÈ (ibid.). Para Tom Wolfe (cit. en Arma–anzas, 1993):

El Nuevo Periodismo no ha sido considerado como una escuela, ni si­quiera un mo­vimiento (carec’a de manifiestos, de cama­rillas o de clubs, etc.), sino simple­mente una tendencia del periodismo norteamericano con­tempor‡neo en la que participaron perio­dis­tas con diferente pro­cedencia y orientaci—n profe­sional, con distinta actitud ante los fe­n—me­nos sociales del momento y un estilo de tra­bajar tambiŽn diverso aunque gozara de ras­gos comu­nes.

 

Como decimos, en los or’genes del New Journalism se encuentra el agitado clima social que viv’a Estados Unidos en los a–os 60 y 70, con una socie­dad bur­guesa en crisis, en cuyo seno naci— el movimiento hippie, pacifista, anti guerra de Vietnam. Era una sociedad en pleno proceso de renova­ci—n, que ansiaba encon­trar unos valores m‡s idealistas que le hicieran olvidar la guerra y que dio paso a lo que Wolfe llam—: Çla grieta generacionalÈ, Çla contraculturaÈ, Çla conciencia negraÈ, Çla permisividad sexualÈ, Çla muerte de DiosÈ, Çel dinero r‡pidoÈ.

 

En su opini—n, el hueco de­jado por los novelistas, que ya no relataban lo que estaba ocu­rriendo en su socie­dad en ese momento, lo cubri— el New Journalism. Para el estudioso de esta etapa, Albert Chill—n (1999: 237):

Es una Ôfr’vola aseveraci—nÕ de Wolfe decir que los grandes novelistas realistas sociales norteamericanos de principios de siglo ÑDreiser, Faulkner, Hemingway, Dos Passos, Hammet, Caldwell, Steinbeck, LewisÑ no ten’an herederos, por lo que los nuevos periodistas deb’an encarar el reto de escribir la gran cr—nica de la Žpoca.

 

A esto anterior, el propio Chill—n (ibid.) a–ade que:

Wolfe parece olvidar que los a–os sesenta y setenta conincidieron con la madurez creativa de escritores tan importantes como (...) Vladimir Nabokov, J.B. Salinger, Ralph Ellison, James Baldwin, Saul Bellow, Bernard Malamud, Philiph Roth, John Updike, John Barth o Jerzy Koscinski. Y aœn podr’a a–adirse que dos de los m‡s importantes novelistas de ficci—n de la posguerra, Truman Capote y Norman Mailer, se convirtieron precisamente en abanderados de la nueva non-fiction period’stico-literaria.

 

Paul Scanlon, director de la prestigiosa revista norteamericana Rolling Stone, fundada en 1967, que inicialmente se dedic— a la mœsica rock pero que luego ampli— sus contenidos, ofrece varias claves de ese New Journalism. Para Žl, los nuevos periodistas se caracterizaban principalmente por aportar soluciones originales al tratamiento de la informaci—n, lo que le daba a los temas m‡s habituales un cariz novedoso. Eran Çsoluciones nuevas a temas de siempreÈ, (ibid.):

El Nuevo Periodismo, como el Çestilo Rolling StoneÈ, es una cuesti—n de actitud m‡s que de forma. Los temas son diversos; los estilos aœn m‡s. En conjunto, deben constituir un ejemplo de lo que en realidad es el estilo Rolling Stone: no una forma de escribir, sino una actitud.

 

Scanlon (ibid.) tambiŽn describe algunos de los planteamientos novedosos tenidos en cuenta por los nuevos periodistas:

Se escribe para todos los pœblicos, se introducen distintas personas narrativas, hay mezcla con aspectos del viejo periodismo, se trata de escribir bien y de informar bien, los periodistas se ocupan de temas diversos que abarcan otras ‡reas socio-culturales: mœsica, deportes, sucesos, energ’a nuclear, fen—menos atmosfŽricos, esc‡ndalos pol’ticos, movimientos sociales, modasÉ en definitiva, atend’an a todo lo emergente.

 

Podemos decir que dos periodistas que asisten al mismo evento, uno recurrir‡ a f—rmulas consagradas a la hora de recoger informaci—n, escribir y plasmar el acontecimiento o el hecho en su texto, y el nuevo periodista dar‡ soluciones innovadoras a esa misma informaci—n, ampliar‡ la recogida de datos, organizar‡ el texto de manera original combinando distintas estructuras, dar‡ voz a otros protagonistas, mezclar‡ el yo informativo con otras voces narrativas, acudir‡ a un lenguaje innovador donde las distintas jergas y registros se pueden encontrar en un mismo escrito.

 

Sucede de esta forma porque los textos del Nuevo Periodismo tienen Çuna cosa en comœnÈ:

Representa cada uno un problema que el escritor hubo de resolver, bien la recopilaci—n de material, bien la estructura de Žste; el de abordar y narrar un acontecimiento tal como se presenta o el de intentar interpretarlo. Y hasta quŽ grado interpretarlo. No hay nada ins—lito en estos planteamientos. Todo periodista, sea cu‡l sea la publicaci—n para la que escriba, se enfrenta con dilemas similares. Lo que quiz‡ sea œnico, si uno quiere experimentar (sin olvidar los principios b‡sicos), si uno quiere arriesgar unas cuantas innovaciones, son las soluciones, (ibid.).

 

Estos principios del New Journalism, como hemos dicho antes, se recopilaron en libros junto a reportajes, entrevistas, art’culos que diversos autores hab’an ido publicado en la prensa norteamericana, como es el caso de The Rolling Stone Style, (Scalon 1971) y de The New Journalism, (Wolfe 1973). Pero las ediciones en espa–ol, cuyas portadas reproducimos en la p‡gina siguiente, tardaron varios a–os en ver la luz: ocho en el primer caso y tres en el segundo.

 

Portadas de las ediciones españolas de algunas de las más representativas obras del New Journalism.

 

En Nuevo Periodismo y Reportajes, junto a una antología de textos de la nueva tendencia, Wolfe y Scanlon explican los presupuestos teóricos y estéticos del New Journalism estadounidense.

 

En Los Ángeles del Infierno, el nuevo periodista Hunter S. Thompson se introduce en la legendaria banda de moteros.

 

 

Los nuevos periodistas considera­ban que el novelista estaba en la cœspide literaria y social. Era su modelo a imitar. Por lo que ten’an el obje­tivo de comenzar en el periodismo, acumular experiencia, ir depurando su es­tilo y luego abandonarlo para escribir una novela de Žxito. Segœn Wolfe (ibid.):

(É) resultaba dif’cil expli­car lo que signifi­caba para el Sue–o Americano la idea de escribir una novela en los a–os cua­renta, los cin­cuenta, hasta principios de los sesenta. La Novela no era una simple forma lite­ra­ria. Era un fen—meno psicol—gico.

 

Adem‡s del reconocimiento social, la novela pod’a suponer tambiŽn un incremento en los ingresos del redactor. La publicaci—n de un best seller ten’a grandes posibilidades de ser llevado m‡s tarde al cine, lo que comportaba unas ganancias millonarias para el autor, requerido tambiŽn en muchas ocasiones como guionista.

 

Mailer y Capote representan dos de los mayores ejemplos de escrito­res atra’dos por la no-ficci—n, que intervinieron en el Nuevo Periodismo junto a los profesionales que inclu’an sus textos en diarios y re­vistas, as’ como en publi­caciones del movimiento underground nor­teamericano. Norman Mailer fue un apasionado del boxeo. Narr— en prensa la cr—nica de la victoria del pœgil Joe Frazier sobre Cassius Clay, en la que este œltimo perdi— el t’tulo mundial de los pesados en 1971. Por su calidad literaria, los textos pugil’sticos de Mailer se recogieron posteriormente en libros como The Fight (1975), entre otros.

 


      

El boxeador pacifista Muhammad Ali, antes Cassius Clay, portada de la revista Esquire en 1968


En el caso de Truman Capote, su novela-reportaje A sangre fr’a Ñque narra la vida y la muerte de dos j—venes que asesinaron a una familia de granjerosÑ se public— por cap’tulos en el suplemento dominical The New Yorker en 1965 y al a–o siguiente apare­ci— como libro. Capote, que es­tuvo cinco a–os reconstruyendo la historia de este mœltiple crimen, entrevis­t‡n­dose con los dos criminales en prisi—n a la manera de un periodista, no llam— a su obra periodismo; afirm— que hab’a inventado un nuevo gŽnero literario, Çla no­vela de no-ficci—nÈ.

 

En algunos casos, la asunci—n de las tŽcnicas novel’sticas fue absoluta, como dice Chill—n (op. cit., 243):

las novelas-reportaje o non-fiction novels, de Norman Mailer (The Executioner«s Song), Gay Talese (Honor Thy Father), Joyce Carol-Oates (Them [Ellos]), Tom Wolfe (The Right Stuff), John Gregory Dunne (The Studio) y, entre otras m‡s, sobre todo de la can—nica In Cold Blood, sin duda la obra que m‡s perfectamente ha conjugado el prop—sito documental del reportaje en profundidad con los procedimientos de escritura de la novela realista.

 

Este intercambio de tŽcnicas y planteamientos entre el periodismo y la literatura se ha prolongado a lo largo de los a–os. Tom Wolfe ha trabajado tambiŽn la fic­ci—n con esquemas perio­d’s­ticos en su famosa novela La ho­guera de las va­nidades, publicada en 1987 y llevada despuŽs al cine como ocurri— con A sangre fr’a. Para escribirla, Wolfe se dedic— tres a–os a re­coger datos en los ba­rrios neoyorquinos al modo de un re­portero, ayud‡n­dose de las tŽcnicas del Nuevo Perio­dismo que tan bien domi­naba. Una obra escrita casi exactamente a la manera de Thackeray, Dickens y Balzac.

 

Wolfe ya hab’a anticipado en ÇLa izquierda exquisita & Maumauando a los para­choquesÈ lo que iba a realizar luego en La ho­guera de las vanidades: introducirse en la vida de la alta sociedad neoyorquina de la mano del director de mœsica Leonard Bernstein, y en los suburbios de San Francisco, en el texto pe­riod’stico; y entre los yuppies y, como contraste, en el Bronx, en la novela. ÀLa finalidad?, contar el momento que viv’a la alta y la baja sociedad norteamericana: en el reportaje, a travŽs de unos hechos concretos y de unos personajes reales por medio de una estructura narrativa literaturizada. En la novela, el fin era crear un mundo propio a travŽs de la universalizaci—n de casos particulares, reales o no (Arma–anzas, 1993).

 

 

 

 

 
2.2. El Nuevo Periodismo Hispanoamericano

El periodismo literario en HispanoamŽrica ha alcanzado altas cotas de calidad, a travŽs de las cr—nicas, reportajes, semblanzas y art’culos de grandes escritores como Gabriel Garc’a M‡rquez, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Julio Cort‡zar. Este œltimo, admirador de la estŽtica del boxeo en la cancha de Luna Park.

 

Nos vamos a detener, por su entrega al periodismo, en Garc’a M‡rquez, quien ya en 1950 hab’a ensalzado la narrativa de un joven escritor norteamericano de 23 a–os, Truman Capo­te. Garc’a M‡rquez admiraba en Žl que sus es­critores predilectos fueran William Faulkner y Marcel Proust, ambos muy influyentes en los nuevos periodistas. Como les hab’a ocurrido a los autores norteamericanos, los textos period’sticos que Garc’a M‡rquez ven’a publicando en la prensa colombiana fue­ron una escuela de estilo y de aprendizaje de una ret—rica original, que le sirvieron de tras­fondo de su obra de ficci—n. Al igual que en el New Journalism, Garc’a M‡rquez se movi— siempre, simult‡nea y c—modamente, en dos planos: el de la literatura y el del pe­rio­dismo.

 

Realidad-ficci—n. En su doble condici—n de periodista y escritor, Garc’a M‡rquez (1991: 95-97) aborda la oposici—n binaria realidad/ficci—n como una de las cuestiones de discusi—n del Nuevo Periodismo. Este dilema lo lleva al terreno de la verdad/falsedad en ÇÀQuiŽn cree a Janet Cooke?È:

(...) en pe­riodismo un s—lo dato falso desvirtœa sin remedio los otros datos ver’dicos. En la ficci—n, en cambio, un solo dato real bien usado puede volver ver’dicas a las criaturas m‡s fant‡sticas (...) en periodismo hay que apegarse a la verdad, aunque nadie la crea, y en cambio en litera­tura se puede inventar todo, siempre que el autor sea capaz de hacerlo creer como si fuera cierto.

 

Pueden mencionarse muchas obras del Nobel Garc’a M‡rquez para tratar de lo ver’dico, si bien traemos aqu’ el reportaje ÇRelato de un n‡ufragoÈ, publicado en catorce entregas en el peri—dico El Espectador de Bogot‡. En Žl, narra la aventura de Luis Alejandro Velasco, miembro de un destructor de la Marina de guerra colombiana, que pas— diez d’as de 1955 en una balsa a la deriva, siendo el œnico superviviente de los ocho tripulantes que cayeron al mar Caribe.

 

Garc’a M‡rquez (1972: 8) opt— porque el n‡ufrago firmara el texto y por darle la palabra, de manera que le puso a relatar su desventura en primera persona dado su Çinstinto excepcional del arte de narrar, una capacidad de s’ntesis y una memoria asombrosasÈ. En veinte sesiones de seis horas diarias durante las cuales el periodista y escritor tomaba notas y preguntaba, Çlogramos reconstruir el relato compacto y ver’dico de sus diez d’as en el mar. Era tan minucioso y apasionante, que mi œnico problema literario ser’a conseguir que el lector lo creyeraÈ.

 

Le’do este reportaje novelado fuera de las p‡ginas del peri—dico, aœn tiene m‡s apariencia de relato literario, como ocurr’a cuando se edit— como libro, en 1970, firmado ya por Garc’a M‡rquez (Arma–anzas, 1993).

 

En la imagen superior, un joven Garc’a M‡rquez cuando era reportero. A la izquierda, portada de Relato de un n‡ufrago.

   
 


2.3. El Nuevo Periodismo Espa–ol

De manera coet‡nea a la eclosi—n y proliferaci—n de los nuevos periodismos en Estados Unidos y Europa, se desarroll— en Espa–a entre finales de los sesenta y primeros ochenta Çuna corriente period’stico-literaria marcada, entre otras cosas, por una actitud de acento cr’tico e intelectual, heredada de la mejor tradici—n period’stica espa–olaÈ, (Chill—n, 1999: 352).

En Europa, al igual que en Estados Unidos, se viv’a en la dŽcada de los 60 un mo­vimiento de renovaci—n de las libertades pœblicas, ini­ciado por los intelec­tuales y los estudiantes universitarios, que influir’a decisivamente en todos los ‡mbitos sociales durante dŽcadas.

 

Los factores que intervinieron en la aparici—n de esta tendencia en Espa–a fueron (ib’d.):

El relajamiento de la r’gida censura franquista; la llegada a la mayor’a de edad profesional de una generaci—n nacida despuŽs de la Guerra Civil e influida por los ecos de Mayo del 68 y la contracultura estadounidense; la aparici—n de nuevas cabeceras no controladas por la prensa del Movimiento y vinculadas a la cultura de izquierdas (...) la bœsqueda por parte de algunos periodistas y medios de nuevas fomas de escritura (...)

 

A juicio de V‡zquez Montalb‡n (1999: 12), esta coincidencia temporal en el surgimiento de nuevos periodismos en distintos pa’ses se produce por una evoluci—n en las interrelaciones entre emisor y receptor en la comunicaci—n universal:

El Nuevo Periodismo patentado por la cultura norteamericana y los otros nuevos periodismos no se explica como un fen—meno de colonizaci—n, sino de coincidencia en la evoluci—n de la interrelaci—n universal entre escritor (emisor) y el lector (receptor).

 

En Espa–a, escritores y periodistas como Francisco Umbral, Manuel V‡zquez Montalb‡n, Manuel Vicent llevaban a–os practic‡ndolo en diarios como Informaciones, Madrid, El Correo-Catal‡n, Tele-expres, La Vanguardia o El Norte de Castilla, completamente ajenos al New Journalism. De todos modos, habr’a que esperar todav’a algunos a–os para que, con la democracia, nuevas cabeceras como El Pa’s y Diario 16 dieran cabida a periodistas m‡s j—venes, que tambiŽn contribuyeron a la renovaci—n del periodismo cl‡sico. Chill—n (1999: 351 y 352) pone de relieve que el Nuevo Periodismo Espa–ol:

No ha contado, a diferencia del estadounidense, con un profeta estent—reo como Tom Wolfe, ni con manifiestos program‡ticos, ni tampoco con una figura de genio indiscutido, a lo Truman Capote. Pero s’ con un magn’fico y variopinto elenco de publicaciones y autores, unidos por su comœn bœsqueda de la excelencia y la innovaci—n a travŽs Ñentre otras cosasÑ de la vindicaci—n de una escritura de calidad, destilada del conocimiento de la rica tradici—n period’stico-literaria aut—ctona y for‡nea.

 

Espa–a ha tenido siempre una gran tradici—n de periodismo literario, practicado por escritores e intelectuales de las generaciones del 98, del 27 y otros movimientos culturales. Chill—n (ib’d.) llama a los nuevos periodistas Çlos nietos de LarraÈ pero Žstos beben tambiŽn de otras fuentes; sobrepasan su influencia.

Chill—n no incluye en su estudio del Nuevo Periodismo a Manuel Alc‡ntara. Cuando lo cierto, es que el periodismo deportivo especializado en boxeo lo lleva a cabo este autor mediante un acercamiento directo a los hechos que se narran, un minucioso trabajo posterior de documentaci—n y con una extraordinaria voluntad de estilo. Caracter’sticas fundamentales de la nueva tendencia period’stica.

 

En la p‡gina siguiente reproducimos cuatro portadas de algunos de los semanarios m‡s importantes del œltimo tercio del siglo XX en Espa–a, en los que intervienen con sus textos los primeros nuevos periodistas.



3. El Nuevo Periodismo de Manuel Alc‡ntara en Marca (1967-1978)

En Espa–a, el caso de Manuel Alc‡ntara es madrugador. En un pa’s entonces famŽlico en el juego pol’tico, las p‡ginas de deportes ofrec’an la cancha adecuada para la renovaci—n de la escritura period’stica. M‡s aœn si el lugar era Marca, marbete de la competici—n (Arma–anzas, 2008: 241).

 

Manuel Alc‡ntara comienza su colaboraci—n fija en Marca en 1967, con el encargo de cubrir la intensa actividad pugil’stica que hab’a entonces en Espa–a en la llamada segunda Edad de Oro del Boxeo, cuando eran figuras Carrasco, Legr‡, Vel‡zquez, Urtain entre otros (Toro, 2008).

Con anterioridad, desde finales de los 50, la firma de Alc‡ntara pod’a leerse habitualmente en Marca. El diario deportivo reproduc’a sus columnas personales de Arriba, al mismo tiempo que le ced’a espacios para que opinase sobre deportes, especialmente de fœtbol.

 

 

 

 

Alc‡ntara ocupar‡ en Marca el puesto de cronista de boxeo dejado por Fernando Vadillo, que ficha por la competencia, el diario As. Desde el mismo momento de su entrada, la publicaci—n se vuelca con Alc‡ntara. Marca va a enviarle por todo el mundo para que narre in situ los combates, va a cederle sus mejores p‡ginas (primeras, contraportadas, dobles planas) para que la estrella de la publicaci—n desarrolle con total libertad creativa todos los gŽneros period’sticos y va a reconocerlo en todo momento como Ônuestro poetaÕ (Marca, 30.10.69, p. 6).

 

 

Marca cuenta as’ con un experto en deportes con una faceta poŽtica muy apreciada por el diario, que tambiŽn se hace eco de los distintos premios literarios y period’sticos que va recibiendo Alc‡ntara. Este autor posee muy profundos conocimientos del noble arte, cuya estŽtica ha llamado la atenci—n de todos los poetas desde Homero a Julio Cort‡zar; adem‡s, su voluntad de estilo es notoria: conoce los secretos de la escritura creativa y va a demostrar que es posible hermanar la precisi—n period’stica con la calidad de p‡gina.

 

Asegura Paul Scanlon que todo periodista, sea cu‡l sea la publicaci—n para la que escriba y los dilemas que se le planteen, tiene que tomar sus propias resoluciones. Las de Alc‡ntara han sido sumergirse a fondo en el mundo del boxeo: gimnasios, vestuarios, federaciones, hospitales, viajes con los pœgiles por todo el mundo, hoteles, estadios, para contarlo todo, lo m‡s completa y vivamente posible desde el ring side o al borde del cuadril‡tero.

 

Con un estilo muy apreciado por sus lectores, Manuel Alc‡ntara cubri— los combates de la segunda Edad del Oro del boxeo en Espa–a. Ram—n S‡nchez (29.03.02) recuerda que en esta Žpoca dorada se vivieron

Unos a–os en los que el periodista no se limitaba a cubrir la actualidad sino que no ten’a inconveniente en, antes de la entrevista de turno, calzarse los guantes y hacer unos asaltos con las figuras. En aquel tiempo, los managers m‡s prestigiosos, como Kid Tunero, Renzo Casadei, Pampito Rodr’guez, los hermanos Del R’o y Pedro Par’s, no daban abasto para encarrilar las trayectorias deportivas de todos aquellos que pretend’an hacerse con un nombre entre las doce cuerdas. Pero tras los d’as de vino y rosas lleg— la Žpoca de las vacas flacas.

Con la transici—n, la progres’a crey— ver en el boxeo una reminiscencia del reciente pasado (ÇEste deporte no es de izquierdas ni de derechasÈ, ha dicho atinadamente Arroyo) y pareci— aliarse para cortar por lo sano. Para ello, nada mejor que poner un bozal a los medios informativos, con la colaboraci—n de un influyente grupo de periodistas afines elevados a puestos directivos. Poco a poco, cronistas de la talla de Fernando Vadillo o Manolo Alc‡ntara vieron recortadas sus atribuciones. Fue el principio del fin.

 

Manuel Alc‡ntara le dar‡ un final m‡s Žpico a su carrera profesional como cronista de boxeo, anunciando que dejar‡ de acudir a las veladas tras ver morir al peso medio Rubio Melero: ÇFue una l‡stima: conmigo el boxeo ten’a mala prensa y buena literaturaÈ, (Alc‡ntara, 1991: 116).

 

 

4. Los gŽneros en el ÔNuevo PeriodismoÕ

Los gŽneros period’sticos son perfectamente delimitables en la teor’a y en la pr‡ctica. Precisamente Alc‡ntara es uno de los autores que as’ lo ha demostrado a lo largo de su dilatada carrera. La diferencia entre gŽneros la reconoce hasta un heterodoxo de la escritura como Umbral (Bernal y Chill—n, 1985: 207):

ÇDentro del peri—dico los gŽneros se siguen manteniendo bastante claramente: el reportaje, la cr—nica del extranjero, el editorial, la entrevista, la cr’tica de teatro. Luego, quien se permite las hibridaciones es la firma, porque el periodista de firma puede hacer lo que le dŽ la ganaÈ.

 

En el Nuevo Periodismo, el estilo es el periodista. Es un periodismo que incorpora una escritura muy personal, subjetiva, de firma. Esta puerta abierta a la creatividad, lleva al nuevo periodista a emplear recursos de unos gŽneros period’sticos en otros. Lo que no significa que haya producido una abolici—n de gŽneros, ni que el nuevo periodista no supiese distinguirlos. Si encontramos un fragmento de una entrevista en la entradilla en un reportaje o en mitad de un art’culo de opini—n Ñcomo a veces sucede con los textos de Alc‡ntaraÑ se trata de un empleo de los nuevos recursos. Estos no interfieren en la funci—n originaria de cada gŽnero. El nuevo periodista no confunde la entrevista con el reportaje ni con el art’culo ni el papel de cada uno, sino que echa mano de lo que necesita en cada momento produciendo textos mucho m‡s atractivos.

 

 

El reportaje.  Por encima de todos los gŽneros, el reportaje, Çescrito en buena parte mediante convenciones representativas tomadas de la tradici—n novel’stica Ñy, muy en particular, de la novela realista tout courtÈ, (Chill—n, 1999: 243). Este es el caso de ÇBeth Ann y la macrobi—ticaÈ de Robert Christgau, reportaje novelado corto que se public— en 1965 en el New York Herald Tribune.

 

Tom Wolfe (1976: 20, 21) comentaba sobre el reportaje que Gay Talese public—, en 1962, en la revista Esquire, que Çlos pasajes de ilaci—n de escenas, los pasajes explicativos, pertenec’an al estilo convencional de perio­dismo de los a–os cincuenta, pero se pod’an refundir f‡cilmente. El ar­t’culo se pod’a trans­formar en un cuento con muy poco trabajoÈ. Periodistas, entre ellos Wolfe, creyeron que Talese se lo hab’a inventado. ÇLa resoluci—n elegante de un reportaje era algo que nadie sab’a c—mo tomar, ya que nadie estaba habituado a considerar que el reportaje tuviera una dimensi—n estŽ­ticaÈ. Estaba ocurriendo lo mismo que con el Relato de un n‡ufrago de Garc’a M‡rquez. Se introduc’a un nuevo concepto en el campo del reportaje: Ç(...) consist’a en hacer posible un periodismo que se le­yera igual que una no­velaÈ, como dec’a Wolfe (1976: 18). El reportaje era, adem‡s, el texto que proporcionaba un margen m‡s amplio para escribir por­que, con este tŽrmino, se estaba denominando un texto que no es la noti­cia pro­piamente di­cha. Dentro del reportaje ten’an cabida un amplio haz de temas, desde los de interŽs humano, hasta los de corte pol’­tico (Arma–anzas, 1993).

 

Apariencia de ficci—n y estŽtica eran los dos elementos detectados por Tom Wolfe que, en su opini—n, entraban a formar parte, de manera novedosa, de un texto period’stico, en este caso, de un reportaje. ÀDe d—nde proced’an esos aspectos que estaban dando al relato in­formativo/interpretativo una dimensi—n nueva? De la aplicaci—n de unas caracter’sticas for­males propias de la narraci—n literaria que transgred’an las convenciones narrativas codifi­cadas por el periodismo convencional. Es decir, el empleo de todos los recursos expresivos de que dispone la lengua, perte­nez­can o no tradicionalmente a la novela o al periodismo.

 

Asimismo, el uso de cualquiera de los procedimientos na­rrativos posibles utilizados en literatura. Se da la mezcla de multitud de recur­sos estil’sticos en sus textos, tomados de la novela realista y naturalista del XIX, de las narraciones propias del teatro, del relato breve, etc. Tom Wolfe (1976: 189), para escribir ÇLa izquierda exquisita & Maumauando a los para­choquesÈ (1970), afirma que introdujo el procedimiento por Žl llamado Çla voz de proscenioÈ:

En el primero de ellos, de La Izquierda Exquisita, el milieu es La Avenida Park en el cl‡sico sentido social, y al contar la historia intentŽ captar el tono afectado que, aœn inconscientemente, prevalece en ese mundo. En el segundo, de Maumauando los parachoques, el milieu se halla en el extremo opuesto de la escala social, en la vida de los subusbios de San Francisco, y ah’ he narrado deliberadamente la historia en el tono callejero de los militantes negros.

Para llevar esto a cabo, descubr’ que deb’a renunciar a ciertas expresiones obvias del slang, para evitar que mi trabajo se diluyera en el tipismo.

 

Este autor continœa explicando que se apoy— en detalles de la vida social, con el fin de introducir al lector en la vida emotiva de los personajes. Vuelve a traer a colaci—n la fina l’nea divisoria entre realidad y ficci—n, pero Wolfe (1976: 190) aclara las posibles dudas sobre lo ver’dico de los datos que emplea: Çfui a la fiesta de los Bernstein con la intenci—n expresa de escribir sobre ella, saquŽ bloc y bol’grafo delante de todo el mundo y tomŽ notas en mitad del living durante los acontecimientos que describoÈ. Lo que le confiere un nuevo tono al reportaje es el acercamiento de Wolfe a los hechos concretos y a los personajes reales y su descripci—n por medio de una estructura narrativa literaturizada.

 

En el caso de Garc’a M‡rquez, la pr‡ctica del reportaje como gŽnero le sirvi— para la prepa­raci—n de la re­dacci—n de obras literarias de nuevo corte. El reportaje era un planteamiento distinto a lo que hasta entonces este autor hab’a he­cho en periodismo y, a la vez, otra manera de aprender a narrar. Se trataba de contar c—mo ocurr’an las cosas sin dejar de ser fundamental el arte narrativo (Arma–anzas, 1993).

 

Los reportajes sol’an iniciarse con alguna anŽcdota m‡s o menos especta­cular, para volver inmediatamente despuŽs a la historia central que se va construyendo. La estructura del reportaje se basaba en el relato minucioso de los datos informativos: una vez indagados los hechos, se re­constru’an con voluntad de abarcarlo todo. Es decir, con una trama argumental del texto muy consistente, se finalizaba en una conclusi—n que en literatura tambiŽn es frecuente en ciertos relatos, como es el caso de los cuentos in­fantiles, por ejemplo (Arma–anzas, ibid.).

 

La entrevista. En el Nuevo Periodismo la entrevista trasciende como gŽnero y se convierte tambiŽn en tŽcnica de investigaci—n para la obtenci—n de datos previos a la escritura de otros textos como la cr—nica, el gran reportaje, la novela-reportaje o la propia entrevista, entre otros. Esta nueva dimensi—n de la entrevista, como fuente de conocimiento, es una tŽcnica de estudio procedente de la SociolingŸ’stica estadounidense de mediados del siglo XX.

 

Como gŽnero period’stico, la entrevista va a incorporar todos los hallazgos estil’sticos del Nuevo Periodismo, entre los que destacamos la descripci—n de ambientes donde se mueven los entrevistados, su retrato f’sico y moral, su manera de hablar, de comportarse, de responder a las preguntas, de moverse, el registro de los detalles anecd—ticos, incluso la reproducci—n literal del acento y del habla del personaje entrevistado.

 

Los recursos mencionados tienen la intenci—n de captar lo m‡s fielmente posible y de la manera m‡s enriquecedora la personalidad de los protagonistas, su ideolog’a, moralidad, su manera de ser, entre otras cuestiones de esta visi—n polifacŽtica que pretend’a aportar el New Journalism.

 

Como tŽcnica de trabajo para la obtenci—n de datos, previa a la redacci—n de otros gŽneros period’sticos, incluida la propia entrevista, el nuevo periodista se infiltra y mimetiza con el paisanaje. Conversa y convive con los protagonistas de su relato como si fuera uno m‡s de ellos para acceder a su intimidad. De esta presencia continua puede obtener el registro minucioso de los detalles ambientales que le servir‡ para recrear la atm—sfera del acontecimiento. Los textos que surg’an de estas tŽcnicas de trabajo, conten’an detalles de ambiente, descripci—n esfŽrica de los personajes, escenas y di‡logos que se transcrib’an completos, dando como resultado textos v’vidos que pod’an leerse como si fuesen literatura, pero se trataba de periodismo.

 

El conocimiento tan pr—ximo que consigue el nuevo periodista conversando con los protagonistas, se completa con un largo y profundo trabajo de fuentes documentales. Esta minuciosidad del trabajo period’stico en ocasiones acab— en novela-reportaje. Es el caso paradigm‡tico de A sangre fr’a. De hecho, en los agradecimientos de esta obra (1982: 7), Truman Capote menciona sus tŽcnicas para obtener informaci—n: la observaci—n, la documentaci—n y las entrevistas que mantuvo tanto con las personas implicadas o afectadas directamente por el caso, como con los distintos expertos en cuestiones legales, forenses y penitenciarias para reunir datos de car‡cter pericial: 

Todos los materiales de este libro que no derivan de mis propias observaciones han sido tomados de archivos oficiales o son resultado de entrevistas con personas directamente afectadas; entrevistas que, con mucha frecuencia abarcaron un per’odo considerable de tiempo (...)

 

 

La cr—nica. Tuvo para los nuevos periodistas mucha importancia, hasta el punto de que se lleg— a decir (Chill—n, 1999: 237) que los nuevos periodistas quer’an escribir Çla gran cr—nica de la ŽpocaÈ que les hab’a tocado vivir. La cr—nica period’stica es un gŽnero muy apropiado para narrar los acontecimientos que se desarrollaron esos a–os y que portaban el aire fresco, inŽdito de la Žpoca. Como la gran protesta contra la intervenci—n de Estados Unidos en la guerra de Vietnam que se concret— en 1967 en la sonada marcha hacia el Pent‡gono. Ah’ estaba el ciudadano Norman Mailer expresando su sentir contra la intervenci—n militar, para narrar despuŽs en Los ejŽrcitos de la noche el importante hecho que reuni— a tantos j—venes pacifistas.

 

En el periodismo espa–ol la cr—nica es un gŽnero con una larga tradici—n literaria, al igual que el art’culo de opini—n: cr—nicas de viajes, parlamentarias, de costumbres... Los nuevos periodistas espa–oles dieron otra vuelta de tuerca a la interpretaci—n poŽtica de la realidad que permite la cr—nica, pero ahora con las nuevas tŽcnicas y enfoques renovados de los temas. Son los casos, entre otros, de Manuel V‡zquez Montalb‡n, con su ÇCr—nica sentimental de Espa–aÈ; de JosŽ Luis Mart’n Prieto, con el seguimiento informativo de los juicios del 23-F, recogidos posteriormente en el libro TŽcnica de un golpe de Estado. El juicio del 23 F; de Francisco Umbral, cronista de la sociedad posmoderna.

 

TECNICA DE UN GOLPE DE ESTADO. EL JUICIO DEL 23-F. MARTIN PRIETO. COLECCION 80 GRIJALBO. 1» EDICION. (Militaria - Libros y Literatura Militar)

Obras de tres grandes autores

del Nuevo Periodismo Espa–ol:

Mart’n Prieto, Carmen Rigalt

y Francisco Umbral

 


4.1. Los gŽneros del Nuevo Periodismo de Manuel Alc‡ntara en Marca

El nuevo periodismo de Alc‡ntara no encontr— l’mites en Marca a la hora de hacer el seguimiento informativo completo y especializado del mundo del boxeo. La cr—nica ser‡ la que narre el trepidante desarrollo de los combates. Para trabajarla como un nuevo periodista, antes de la cita del cuadril‡tero, Alc‡ntara controlar‡ informativamente todo cuanto se mueva alrededor de los mismos. Adem‡s, para enriquecer el texto, nos lo contar‡ a travŽs de entrevistas con los protagonistas, de reportajes sobre las horas previas al match y expresando su opini—n de experto en art’culos que tratan sobre los m‡s controvertidos asuntos del pugilato que vienen a redondear su categor’a profesional de perito en luchas.

Es decir, Manuel Alc‡ntara logra que los diversos gŽneros period’sticos por Žl practicados ofrezcan en su conjunto una realidad m‡s completa del mundo pugil’stico.

 

 

La cr—nica de boxeo. En la cr—nica, Alc‡ntara narra la inmediatez de unos hechos desarrollados a lo largo de un tiempo determinado que se mide en asaltos de tres minutos. Como testigo directo de la acci—n que transcurre en el cuadril‡tero, da cuenta de la misma Ñel desarrollo de una velada pugil’stica y su resultado finalÑ, la interpreta, ofreciendo el sentido que para Žl tiene, y valora como experto, d‡ndole al gŽnero su impronta personal. TambiŽn nos da la temperatura del espect‡culo vivido por el pœblico, describiendo lo que sucede en la grada y al borde del ring (Arma–anzas 2008).

 

A juicio del director cinematogr‡fico JosŽ Luis Garci, gran experto en boxeo del que ya hemos introducido en otras investigaciones atinados comentarios sobre Alc‡ntara, las cr—nicas pugil’sticas de este son muy superiores a las de Mailer.  Reproducimos una de las mejores cr—nicas del Nuevo Periodismo, pero no solo del Espa–ol, sino tambiŽn Estadounidense. Se trata de ÇSafari de medianocheÈ, en la que Alc‡ntara relata el choque entre Urtain y Weiland (Marca, 04.04.1970, p. 3).


 

 

 

 

El reportaje. Los reportajes pugil’sticos de Alc‡ntara en Marca combinan lo mejor del periodismo literario con un riguroso trabajo informativo que le ha hecho estar al d’a de todo lo referente al boxeo.

Alc‡ntara ha puesto en conocimiento del lector las clasificaciones de los campeonatos, por categor’as o pesos, le ha dado todos los datos sobre la evoluci—n de cada uno de los pœgiles, en quŽ estado de forma saltaban al ring, quŽ tipo de entrenamiento segu’an, los mejores golpes de cada uno, la val’a y el dominio psicol—gico de los preparadores deportivos, hasta el sudor que se respiraba en el gimnasio.

 

Alc‡ntara tambiŽn describe las ciudades donde tienen lugar los encuentros, quŽ expectativas se generaban en la afici—n, c—mo transcurr’an las horas previas al match, c—mo era el hotel en el que se alojaban los boxeadores a quienes acompa–aba por todo el mundo como enviado especial de Marca. TambiŽn d—nde y quŽ com’an, quŽ informaban los mŽdicos sobre su forma f’sica, quŽ se contaba en los peri—dicos extranjeros sobre el combate.

 

En definitiva, son reportajes en los que Alc‡ntara narra todo cuanto sucede alrededor de los protagonistas en cada momento, porque pasa todo el tiempo con ellos.

 

En la p‡gina siguiente, reproducimos un reportaje de Alc‡ntara a doble p‡gina en Marca, (30.12.72, pp. 18 y 19) en la que el experto explica el estado del boxeo espa–ol en 1972.

 

 

 

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La entrevista. Alc‡ntara va a denominar a la entrevista ÔConversaci—nÕ, en homenaje al que fuera uno de sus grandes maestros, CŽsar Gonz‡lez-Ruano, que llamaba as’ a las suyas (cf. Bibliograf’a).

Para llevar a cabo la cobertura informativa del boxeo, nuestro autor conversa con todos sus protagonistas: pœgiles, managers, entrenadores, empresarios, directivos de federaciones deportivas, cronistas de boxeo de otros peri—dicos y aficionados que mantienen una intensa correspondencia con Alc‡ntara a travŽs de la secci—n de cartas al director, que en Marca se llamaba ÒBuz—n de MarcaÓ.

 

Alc‡ntara utiliza la entrevista como punto de partida para la escritura de los otros gŽneros period’sticos. Del mismo modo que sus colegas estadounidenses del New Journalism, recurre a la obtenci—n de datos a travŽs de esta tŽcnica de investigaci—n. Luego, estos datos se tratan minuciosamente, combin‡ndolos con un esmerado trabajo de documentaci—n en el que le hace sitio no solo a la actualidad, sino tambiŽn a una amplia literatura de boxeo, que luego asomar‡ en sus textos junto con otros referentes de su vasta cultura poŽtica.

 

La entrevista o conversaci—n de Alc‡ntara en Marca, ahora como gŽnero period’stico donde plasma su mano a mano con los protagonistas del pugilismo, alcanza cotas de muy alta calidad. Su texto no presenta la estructura habitual de pregunta/respuesta, sino la de una conversaci—n en la que la transici—n entre las preguntas y las respuestas sucede a travŽs de descripciones del entrevistado. Estas se refieren a su forma de moverse, a lo que hace con las manos mientras habla, la ropa que viste, su porte, el entorno de la conversaci—n, lo que sucede alrededor. Adem‡s de lo que piensa el entrevistado, Alc‡ntara nos hace conocer algo de su manera de ser y de comportarse.

 

En la imagen de la p‡gina siguiente, Alc‡ntara conversa con el campe—n Pedro Carrasco (Marca, 26.06.72, u.p.).


 

 

 


El art’culo de opini—n. Como especialista en boxeo, Alc‡ntara desarrolla en Marca una intensa actividad de articulista. Estos art’culos se circunscriben exclusivamente al ‡mbito pugil’stico. No puede tratar en ellos libremente de otro tema, porque el peri—dico le ha cedido ese espacio de opini—n, precisamente, para que opine del boxeo en calidad de experto.

 

Esta es otra de las diferencias que encontramos para sostener que los art’culos de opini—n de Alc‡ntara son otro gŽnero distinto a sus columnas personales. Aun con sus recursos poŽticos mas frecuentes, en el art’culo de opini—n el tratamiento del tema es m‡s profundo; no admite la ligereza de la columna personal. El art’culo es el texto de un experto. En este caso, el de un especialista en boxeo con la obligaci—n de tratarlo en toda su amplitud.

 

En sus art’culos de opini—n Alc‡ntara ir‡ ocup‡ndose como experto de cuestiones relacionadas œnica y exclusivamente con el boxeo. Como su reglamento, el entrenamiento de los pœgiles, la capacidad de los entrenadores para dominar psicol—gicamente a sus luchadores, la labor que realizan las instituciones deportivas, ministerios, federaciones, normativas, legislaciones, el estado cochambroso de los gimnasios de entonces, incluso de los tongos, las puestas ilegales o la situaci—n nacional e internacional que vive este deporte.

TambiŽn vamos a encontrar en Marca art’culos en los que talla el perfil o semblanza de los pœgiles, los verdaderos protagonistas de la acci—n, con los que Alc‡ntara se muestra m‡s piadoso pero igual de certero.

 

En la p‡gina siguiente reproducimos algunos de los art’culos de boxeo de Alc‡ntara en Marca.

 

     

 

 

 

5. El nuevo modo de obtener datos del New Journalism

La manera que el new journalist utilizaba para obtener datos que luego introducir’a en los textos period’sti­cos se innov— no s—lo a la hora de trabajar la informaci—n, sino tambiŽn la opini—n. El nuevo modo de acercarse a la realidad se caracteriz— por el empleo de las siguientes tŽcnicas:

 

Asiste a los escenarios de la acci—n. El new journalist Jimmy Breslin con­virti— en costumbre la llegada al escenario de los acontecimientos mucho antes de su de­sa­rrollo con el fin de recoger datos del ambiente y descubri— la conveniencia de que un co­lum­nista saliera al exte­rior y recogiera material personalmente. ƒl, cada d’a preguntaba al redac­tor-jefe de informa­ci—n lo­cal quŽ noticias y citas con personajes hab’a; eleg’a una y la cubr’a como un repor­tero; final­mente, la desarro­llaba en su columna.

 El nuevo periodista participa en los  acontecimientos: Norman  Mailer presenta  
en 1969 su candidatura a la alcald’a de Nueva York. En primer plano, Jimmy Breslin

 

   

La documentaci—n previa. Los autores del Nuevo Periodismo estaban traspasando los l’mites conven­cionales del perio­dismo en la forma de hacerse con esos datos, mucho m‡s ambiciosa, m‡s intensa y detallada, que consum’a m‡s tiempo del que empleaban en su trabajo los re­porte­ros m‡s convencionales, inclu­yendo los de in­vesti­gaci—n. Ten’an que reunir todo el ma­terial que un periodista per­sigue e ir todav’a m‡s all‡, (Arma–anzas 1993).

 

Estos datos servir‡n tambiŽn para las novelas-reportaje. Como en el caso de  los apuntes tomados por Garc’a M‡rquez en su viaje por Valledupar y la zona ba­na­nera para uno de sus proyectos de novela. La primera intenci—n del autor fue la de utilizar ese mate­rial para escribir una serie de cr—nicas. En esta misma direcci—n se enmarca la postura de Tom Wolfe, quien sitœa el modo de re­coger material que se da en el Nuevo Periodismo en la literatura de viajes de fines del XVIII y comienzos del XIX, cuya idea era la de crear una au­tobiograf’a a base de viajar al extranjero.

 

ÇLa herramienta con la que se trabaja transforma el resultado del mismo tra­bajo, el modo de recoger el material iba a constituir la base de su historia y, en consecuencia, a influir en el objetivo del propio texto de los nuevos periodistasÈ, (Arma–anzas, ibid.).

Cercanía del nuevo periodista con los protagonistas de sus textos. Arriba a la derecha, Mailer echa un pulso con el boxeador Muhammad Ali, personaje real de su libro The Fight.

A la derecha, cartel anunciador de la gran pelea de Ali contra Foreman en Kinshasa, narrada por Mailer en el citado libro

 

 


Convivencia con los protagonistas. La convivencia de los nuevos periodistas con los protagonistas de sus historias les permit’a conocer con todo detalle c—mo se comportaban realmente estos en la intimidad de su vida cotidiana; incluso los acompa–aban a su trabajo, para ver c—mo se desenvolv’an de manera natural.

Esta convivencia consis­t’a en pasarse d’as ente­ros con las per­so­nas sobre las cuales iban a escribir, con el fin de acer­carse a su vida emocional. Esto conduc’a a incluir en los textos period’sticos unas descripciones que los lectores s—lo en­con­traban en las novelas o en los rela­tos breves. Es decir, cuando se pasa del reportaje tradicional al Nuevo Periodismo se descubre que la unidad fun­damental de trabajo no es el dato, sino la es­cena.

 

 

6. Las tŽcnicas literarias del New Journalism

Las tŽcnicas literarias que los nuevos periodistas adoptaron para sus textos proced’an de la novela realista de Balzac, Fielding, Dickens, Gogol, Smollet con lo que consegu’an ÇinmediatezÈ, Çrealidad concretaÈ, Çimplicaci—n emocionalÈ, calidad para ÇabsorberÈ o ÇatraparÈ (Wolfe, 1973: 31).

 

A juicio de Chill—n (1999: 241), tambiŽn se vieron influidos por los recursos de la novela epistolar del XVIII, de la novela behaviorista norteamericana, de la psicol—gica de Joyce, Woolf, Musil, Dostoievski, James, Svevo; de gŽneros testimoniales como memorias, cr—nicas, dietarios, cuadros de costumbres, ensayos, narraciones de viajes, retratos. Incluso de gŽneros literarios de ficci—n: la nouvelle o la short-story. Sin dejar de lado otros medios de expresi—n y comunicaci—n: el cine, el teatro, la televisi—n, la poŽtica del rock, la escritura contracultural de la generaci—n beat y la literatura experimental de algunas vanguardias del XX.

 

La impronta literaria que alcanzaron los textos de los nuevos periodistas derivaba principalmente del recurso a cuatro procedimientos tŽcnicos propios de la escritura novel’stica: la construcci—n escena por escena, considerado por Wolfe el m‡s importante. El registro total del di‡logo; la narraci—n en tercera persona y, por œltimo, la descripci—n detallada de personajes, situaciones y ambientes.

 

 

6.1. La construcci—n escena por escena

Se trata de relatar re­curriendo lo me­nos posible a la mera narraci—n hist—rica en la que el autor ex­plica lo que pasa fuera de la es­cena, m‡s propia del periodismo tradicional. El relato avanza a travŽs de escenas sucesivas Ñcada una compuesta sobre todo por descripciones y di‡logosÑ, reduciendo al m’nimo posible el uso de sumarios narrativos. Las palabras, los gestos, los acontecimientos y senti­mientos son dramatizados directamente, de manera que los reporteros Çpudiesen realmente observar las escenas en las vidas de otras personas tal como suced’anÈ (Wolfe 1973: 31).

 

En la pr‡ctica, los textos del Nuevo Periodismo combinaban la citada construcci—n escena por escena con la explicaci—n del autor de lo que ocurr’a fuera de ella, as’ como con otros de los recursos tŽcnicos que tratamos a continuaci—n.

 

 

6.2. Registro del di‡logo en su totalidad

Otro procedimiento tomado de la Literatura por los nuevos periodistas es el registro de los di‡logos en su totalidad. Sustitu’an las declaraciones cl‡sicas del periodismo convencional por la transcripci—n fiel de las pala­bras textuales de los protagonistas. Captaban as’ el amplio repertorio de la variaci—n,  destacando el ideolecto, el slang, la jerga, el argot, los recursos expresivos de cada persona as’ como los rasgos fonŽticos in­tercalados en cualquier conversaci—n: interjecciones, onomato­peyas, etc.

 

Importaba tanto lo que los interlocutores dec’an como su forma de hablar. Incluso, en ocasiones, para darle m‡s realismo, los di‡logos transcritos comenzaban in media res, como hizo Gay Talese en ÇEl Rey como hombre de mediana edadÈ, que retrataba al que fuera boxeador Joe Louis.

Todo contri­bu’a a caracterizar a los personajes y las situaciones de forma m‡s completa, a que los personajes de la historia transmitieran al lector una emoci—n lo m‡s fiel posible a su propio es­tado de ‡nimo. As’, el pœblico podr’a llegar a conocer de forma m‡s directa los comportamientos, la manera de ser de los personajes de los relatos informa­tivos. En conjunto, algo completamente nuevo en el modo de hacer periodismo.

 

Entonces se dio la paradoja de que cuando los nuevos periodis­tas estaban in­cluyendo el di‡logo realista en sus tex­tos, muchos de los novelistas resum’an los di‡logos de sus obras, present‡ndolos de manera m‡s abstracta.

 

 

6.3. Narraci—n en tercera persona

Cada escena se le presenta al lector a travŽs de los ojos de un personaje concreto. ÇNo era s—lo el cultivo del punto de vista en tercera persona lo que caracterizaba a los nuevos periodistas, sino una libertad hasta entonces inŽdita para utilizar cualquier punto de vista apto para dirigir el curso de la narraci—nÈ, (Chill—n 1999: 268).

 

Siguiendo la estela de Dickens, Thackeray y Sthendal, algunos nuevos periodistas aplicaban a la escritura un punto de vista omnisciente editorial, ÇaquŽl en el que las prerrogativas cognoscitivas y expresivas del narrador son m‡ximas: lo sabe todo sobre los hechos que narra, conoce los pensamientos y los sentimientos de los personajes, posee el don de la ubicuidad y, adem‡s, puede interrumpir el relato a su antojo para valorar el curso de los acontecimientosÈ, (ibid.).

 

Aunque es imposible el conocimiento real de los pensamientos y sentimientos de los personajes, los nuevos periodistas pod’an acercarse lo bastante gracias a un exhaustivo trabajo previo de investigaci—n, ya explicado, manteniendo con ellos largas entrevistas, consultar fuentes documentales, cotejarlo todo con otros testimonios orales as’ como sacar sus propias deducciones, ya que, al encontrarse de lleno sumergidos en los escenarios de la acci—n, pod’an obtenerlos por observaci—n directa.

 

 

6.4. Descripci—n de personajes, situaciones y ambientes

El re­trato global del comportamiento de los personajes, tŽcnica tambiŽn propia de la literatura, fue asimismo traspasada al periodismo. Consiste en describir minu­cio­samente toda una se­rie de deta­lles propios de los protagonistas como de las personas que giran a su al­rede­dor, y que el nuevo periodista conoce muy bien porque ha convivido con ellos: gestos, miradas, maneras de moverse y de vestir, h‡bitos, cos­tumbres. As’ como des­cripciones de los escenarios donde los personajes se mueven, con el fin de conocer mejor su psicolog’a, su status de vida, la atm—sfera donde se desenvuelven, al igual que hi­cie­ron los es­critores decimon—nicos con los personajes de sus novelas.

 

Los profesionales de la literatura, en aquel momento, no practicaban esta aproximaci—n a los hechos a travŽs de la recogida de material in situ para ser utilizado en sus obras. Se hab’an alejado del modo c—mo las grandes novelas de P’o Baroja, Balzac, Charles Dickens, James Joyce o Dostoievsky, manten’an, en este sentido, una relaci—n con la cr—nica period’s­tica.

 

 

6.5. Otros recursos estil’sticos del Nuevo Periodismo

El mon—logo interior. Wolfe es el reportero que m‡s lejos ha llevado la incorporaci—n del mon—logo interior de la novela, al modo de Joyce, al reportaje. Lo ha hecho Çtratando de lograr la transcripci—n fonŽtica de los sonidos del pensamiento Ñtal como se da en el mag’n de cada cual, de manera desordenada y autom‡ticaÑ mediante un uso inŽdito de los recursos tipogr‡ficos. Wolfe no duda en repetir letras, utilizar enf‡ticamente interrogaciones y exclamaciones, prodigar los puntos suspensivos, usar y hasta abusar de onomatopeyas, pleonasmos, anacolutos, cursivas, mayœsculas, negritas...È (Chill—n 1999: 284 y 285). Y, adem‡s, emitiendo juicios sobre los pensamientos de los personajes.

Los nuevos periodistas ten’an otro mŽtodo menos atrevido para representar los pensamientos de los protagonistas: el estilo indirecto libre, tŽcnica que conjugaba la narraci—n externa de las acciones de los personajes con la exposici—n escŽnica de sus pensamientos, sensaciones y sentimientos, como hizo Capote en A Sangre fr’a

 

 

La voz del narrador. El narrador se abstiene de introducirse en el relato para opinar aunque es la voz œnica que lo sabe todo, pero que ya no juzga abiertamente. Es lo que llama Chill—n (1999: 271) la omnisciencia neutral, practicada por Capote, Mailer en La canci—n del verdugo (1979), Talese y Ross en sus novelas-reportaje. Con ella, el narrador no puede conquistar al lector con disgresiones efectistas (como hace a veces Wolfe) sino por medio de la cohesi—n arquitect—nica del texto. 

 

Con la tŽcnica del narrador testigo, el nuevo periodista se convierte en observador subjetivo y a menudo, participante. As’ lo hizo Norman Mailer en Los ejŽrcitos de la noche, cr—nica en la que narr— la manifestaci—n contra el Pent‡gono como protagonista y como testigo de la misma.

 

Precisamente, la voz del narrador era uno de los grandes problemas que se le planteaba a la llamada lite­ratura de no-ficci—n. La mayor’a de los escritores de no-ficci—n lo ha­c’an segœn una vieja tradi­ci—n brit‡nica que daba a entender que el narrador debe asumir una voz tranquila, cultivada, distinguida, que aœn hoy en periodismo se relaciona con la ob­jetividad de lo na­rrado, mientras que es una cuesti—n de personalidad, de bri­llan­tez del autor. Tom Wolfe califica este tono de ÇbeigeÈ, equivalente, a su entender, al Çdia­lecto de los malos periodistas de Nueva YorkÈ, tan frecuentemente utilizado aœn.

 

Transcripci—n del lenguaje de los personajes. A la hora de escribir, el periodista tiene que hacerse cargo de la explicaci—n de situaciones con el fin de resumir la infor­maci—n que ha reunido en varias entrevistas con los protagonistas. El autor del Nuevo Periodismo a veces adoptaba el lenguaje del personaje, lo imitaba con el fin de crear la ilusi—n de integrarse en la historia, de que ve’a la acci—n a travŽs de la mirada de alguien que se halla realmente en el escenario y forma parte de Žl.

 

 

7. TŽcnicas de trabajo y literarias de Alc‡ntara como nuevo periodista

En investigaciones anteriores (Arma–anzas, 2008; Arma–anzas y S‡nchez G—mez, 2009b) se ofrecen cientos de ejemplos, extra’dos de nuestra muestra de cr—nicas de boxeo de Manuel Alc‡ntara en Marca (1967-1978).

 

En los citados trabajos se ha estudiado ampliamente la escritura agon’stica; el trasvase entre tŽrminos de distintos campos sem‡nticos, as’ el lexic—n bŽlico, telœrico y zool—gico adquir’an el sentido deportivo de la competici—n; la sensaci—n de inmediatez que el cronista aporta a la cr—nica de boxeo mediante el uso del verbo en tiempo presente; la exposici—n cronol—gica de los hechos que suceden en el cuadril‡tero, en la grada y al borde del ring, donde est‡ Alc‡ntara; la muy atractiva figuraci—n ret—rica de sus cr—nicas de boxeo bajo el signo de ag™n, elemento que determina la inventio y la dispositio del texto pugil’stico de Alc‡ntara.

 

Asimismo, la alternancia entre estilos. Vimos c—mo Alc‡ntara mezclaba en sus cr—nicas de boxeo el lenguaje est‡ndar period’stico con el coloquial, el literario con el especializado propio de la jerga del boxeo; nos detuvimos ampliamente en la adjetivaci—n de sus cr—nicas de boxeo. TambiŽn atendimos a la atractiva creaci—n neol—gica en las distintas categor’as gramaticales, fundamentalmente nombres propios de nuevo cu–o con el que Alc‡ntara bautiza a los luchadores; el ethos del cronista de boxeo que se introduce en su texto; los referentes culturales y los rasgos de humor que atenœan la narraci—n agon’stica.

En la presente investigaci—n tomamos textos del periodismo pugil’stico de Manuel Alc‡ntara en Marca pertenecientes a distintos gŽneros period’sticos. Se especificar‡ a cu‡l de ellos pertenece cada ejemplo de la manera siguiente: cr—nica (C), reportaje (R), entrevista (E) y art’culo (A).

 

7.1. TŽcnicas de trabajo de Manuel Alc‡ntara

Se documenta previamente. Los diferentes ejemplos que estamos viendo nos dan idea del trabajo de documentaci—n previa que realiza el cronista de boxeo, que se entrevista con los pœgiles en el entorno del combate. Pero tambiŽn, en otros fragmentos de sus textos se nota el trabajo de archivo pugil’stico de Alc‡ntara, su conocimiento de la reglamentaci—n del boxeo, que le mantiene al d’a sobre el estado de la cuesti—n, principalmente en los art’culos de opini—n especializados en boxeo:

 

1.    [É] Cuando Urtain llevaba cinco combates ya hab’a quienes opinaban que era Çmejor que PaulinoÈ. Entonces el cronista escribi— en estas p‡ginas un art’culo llamado ÇDesagravio a PaulinoÈ, donde recordaba que Uzcudun lo fue todo en el boxeo menos campe—n mundial, y que en sus doce a–os de carrera se enfrent— a tipos del calibre de Joe Louis, Max Baer, Mar Schmeling, Primo Carnera, Risko, Henney, Mickey Walker, Godfrey, La Pantera Negra y muchos m‡s que le dar’an un buen susto a Frazier y un buen trabajo, a m‡s del consiguiente susto, a Cassius Clay. Todos los citados y alguno m‡s hubieran hecho picadillo al Henry Cooper del 10 de noviembre del 70 que derrot— a Urtain... [É], (ÇDespuŽs del desenlaceÈ, Marca, 12.11.70, p. 9). (A)

 

 

Convive y conversa con los protagonistas. Marca quer’a hacerle saber al pœblico que iba a leer informaci—n de primera mano. El recurso habitual era el fotogr‡fico, que mostraba a Manuel Alc‡ntara en el aeropuerto junto a los deportistas y al resto del equipo. El peri—dico aseguraba as’ que su redactor especializado en boxeo viajaba con los pœgiles, que conviv’a con ellos y que iba a ofrecer una informaci—n obtenida en el mismo lugar de la acci—n.

 

Otro recurso gr‡fico consist’a en se–alar, a la altura de la cabeza de titulaci—n, el tipo de comunicaci—n que establec’a el diario con su enviado especial, en aquella Žpoca, generalmente, Çtelef—nicaÈ. Desde Ginebra, por telŽfono, Manuel Alc‡ntara, que se encuentra comiendo con el pœgil Mariano Garc’a y su entrenador, Pedro Par’s, dicta la siguiente cr—nica previa al combate contra Chervet, considerado el mejor pœgil suizo de todos los tiempos:

 

2.    [É] Est‡n frente a frente, mano a mano, en el peque–o restaurante. Pedro Par’s y Mariano Garc’a tienen unos sueters de cuello algo, grises, como comprados en el mismo sitio. Dos sueters idŽnticos, con la l—gica diferencia de talla entre un pluma retirado y un mosca en activo. El restaurante se llama La Camargue y el maitre es de Santiago de Compostela.

                      Ñ La que se va a formar en Vallecas como gane.[É], (ÇHora de VallecasÈ,                                  Marca, 13.10.72, p. 23), (C).

 

Presencia la acci—n. Esta pod’a ser lo mismo en el estadio donde tendr’a lugar el combate como en el gimnasio donde se entrenaban los pœgiles.

 

3.    [É] En la habitaci—n de al lado est‡ el gimnasio, sonoro y trepidante, y aqu’, frente a las duchas, Pedro Carrasco y yo, solos. Hablando. La foto de Pedro en la habitaci—n del hotel de Los çngeles se ha quedado en el banco de listones. Desde all’ hace caranto–as Çel gordoÈ de bigote hitleriano y charlotesco y Çel flacoÈ que ten’a una cara de bobo que aœn est‡ sin superar en el cine [É], (ÇCarrasco y su enemigo ’ntimoÈ, Marca, 26.06.72, p. 13), (R).

 

Como nuevo periodista, Alc‡ntara no tiene l’mite horario para su trabajo, esto es, no cubre solo el combate del que tiene que hacer su cr—nica, sino que pasa el d’a entero con los boxeadores. Antes y despuŽs del enfrentamiento, le encontramos dispuesto a recoger datos de su convivencia con el mundo del boxeo.

 

En la imagen de la p‡gina siguiente podemos encontrar al cronista de boxeo de Marca en tres momentos diferentes de su trabajo: en el aeropuerto, acompa–ando al pœgil Pedro Carrasco; en el gimnasio donde no pierde detalle del ceremonial de los guantes y, por œltimo, tomando notas durante una entrevista.

 

 

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7.2. TŽcnicas literarias de Manuel Alc‡ntara

Construcci—n del acontecimiento escena por escena. En el ejemplo que reproducimos a continuaci—n, Alc‡ntara entra al gimnasio para hacer un reportaje sobre Pedro Carrasco. Mientras acompa–a al pœgil por las distintas estancias, Manuel Alc‡ntara capta todo cuanto ocurre ante sus ojos. El resultado es este fragmento, verdaderamente extraordinario, en el que reconstruye para el lector de Marca la atm—sfera y ruido de fondo del gimnasio. Alc‡ntara no pierde detalle de lo que hacen los pœgiles, de los personajes que entran y salen, identifica cada olor y sonido del entrenamiento, la marca del calzado de los luchadores o la publicidad de sus camisetas, entre otros detalles:

 

4.    [É] Suena el gimnasio mientras hablamos. El ya legendario gimnasio montaraz de Las Matas. Hac’a un calor horroroso al entrar, tanto que ni los perros ten’an ganas de ladrarnos, pero el calor aumenta viendo entrenar. Restalla la serpiente capicœa de la comba. Golpea la ÇperaÈ el ‡rbol redondo del neum‡tico. Bambolea el saco su torso de peso m‡ximo en estado de flotamiento.

Huele intensamente a sudores mezclados: a sudor de negro de Ghana, de australiano, de hispanoamericano, de Çjoven promesa madrile–aÈ. Pero el sudor huele siempre igual, del mismo modo que la sangre siempre es colorada. Frente al espejo se establece la t‡ctica coqueter’a del estilo y en el centro del cuadril‡tero se hace ÇsombraÈ y se sue–a el k.o. ideal, mientras se lanzan golpes y m‡s golpes a un adversario transparente.

Suena el timbre de los tres minutos, con una urgencia de despertador, con una agudeza conminativa de Çviajeros al trenÈ. Al tren de la Gloria o de su prima, la Fama. Al tren de los billetes grandes, de los coches deportivos, de los aut—grafos en la acera, de las palmadas en la espalda y del ÇÁhola, campe—n!È.

Gulino, macizo y empapado, lanza una y otra vez el directo de izquierda. Blay, con unas irreprochables zapatillas blancas marca ÇWallsportÈ, le pega al saco. Agat‡ngelo mima a ÇHurac‡nÈ Gonz‡lez. Manolo del R’o le recomienda a alguien: ÇÁNo bajes la derecha! ÁNo bajes la derecha!È. Miguel Molleda hace gimnasia en la tabla con una fe portentosa.

Trabaja m‡s que nadie, con m‡s ganas que nadie. Miguel Molleda se entrena como se entrenan los campeones antes de serlo. Veo a Otero, de paisano, y a un hermano de Pedro Carrasco en el cercan’simo ring side.

Entra Gerardo L—pez Quesada, el mecenas de esta valiente poblaci—n del sudor y la resina. Saluda a los chicos. Suya es la hospitalidad y la ejerce con sencillez y se–or’o. Antonio Garc’a Blasco tiene puesto un suŽter azul, listado con los colores de la bandera espa–ola.

Los boxeadores llevan en el pecho marcas de bebidas que ellos no pueden ingerir: aperitivos italianos, amargos como una derrota, y co–acs, seud—nimos de esos que se cr’an lejos de la localidad llamada Cognac [É], (ÇCarrasco y su enemigo ’ntimoÈ, Marca, 26.06.72, p. 13), (R).

 

 

O en este otro, donde Alc‡ntara explica paso por paso c—mo debe ser exactamente el camino que lleve a un pœgil a ser campe—n:

 

5.    [É] Preparar a un pœgil no es s—lo obligarle a que sea formalito, como creen muchos, hay que hacerle trabajar, desde luego, y controlarle las ocasiones de dispersi—n. Pero hay que hacer m‡s cosas. (Algunos preparadores se conforman con perseguir al ni–o Cupido para que no tenga ocasi—n de echar mano al carcaj. Con eso y prohibir el tabaco y el alcohol opinan que est‡ hecho todo. Luego, mucho saco, mucha comba, muchos guantes y a dormir. No. Para tener a un boxeador a punto, su cuidador debe dominarle psicol—gicamente. Este dominio no se logra m‡s que con respeto.

El pœgil debe confiar absolutamente en que el hombre que lo dirige har‡ en todo momento lo que m‡s le convenga a Žl Ñno lo que m‡s le convenga a los dosÑ, y debe estar convencido de que tiene all’ a un padre severo, que es al mismo tiempo su mejor amigo [É], (ÇMedidas justasÈ, Marca, 30.10.69, p. 13). (A)

 

 

Alc‡ntara registra el di‡logo en su totalidad. En el reportaje titulado ÇCarrasco y su enemigo ’ntimoÈ (Marca, 26.06.72, p. 13), Alc‡ntara introduce, de manera novedosa, una entrevista que hace la funci—n de entradilla; algo muy atractivo para la Žpoca:


 

6.      [É] ÑNo. Esta no la ten’a. Es simp‡tica, Àverdad?

A Pedro Carrasco le acaban de regalar una foto suya, captada all‡ en Los çngeles, la v’spera del segundo ÇpleitoÈ. La tiene entre las manos vendadas y sonr’e al verse en la habitaci—n del hotel, serio y preocupado, junto a una descomunal ampliaci—n de Stan Laurel y Oliver Hardy, aquellos campeones de la risa de entonces, que batieron todos los rŽcords de recaudaci—n dentro de los pesos libres.

Estamos los dos solos en el vestuario contiguo a la sala de entrenamiento. Nos hemos sentado frente a la cabinas de las duchas, en un banco hecho de listones que tiene algo de asiento sin barnizar de tranv’a antiguo.

 

     ÑCuando suba al ring ya habr‡ desaparecido.

Me lo dice mientras se toca la nariz y el p‡rpado del ojo izquierdo. Se refiere a dos hematomas espectaculares en color y cinemascope.

 

ÑEs que el negrito pega como una mula. Lleva raz—n Tony Ortiz: parece que en vez de pu–os tiene dos navajas. Pero yo prefiero un sparring as’; necesito un hombre que aprieteÉ

 

Alude a Eddie Blay, el welter de Ghana que se llev— una medalla de bronce en la Olimpiada de Tokio y que hizo un nulo en Madrid con el paname–o Alfonso (Pipermint) Frazer, que ahora es campe—n del mundo. Eddie Blay, el welter de betœn, que es uno de los ap‡tridas del boxeo y una vez se pega aqu’ y otras en Pav’a, en Mil‡n, en Siracusa, en Berl’n o en Barcelona. Un hombre que no ha perdido nunca un combate, aunque tres o cuatro veces el ‡rbitro haya declarado vencedor por puntos a su rival. Vale m‡s tener un manager, un empresario y una Federaci—n a la espalda que dos navajas en los pu–os.

 

Ñ S’. He preferido que sea en casa. Sacrificando lo que sea, pero en casa. Aqu’ lo tengo todo: mi pœblico, mi ambiente, este gimnasioÉ

 

 

O se lo imagina directamente:

 

7.    [É] El mŽdico le habr‡ dicho:

     ÑCampe—n, ap‡rtese los laureles de las sienes, que quiero reconocerle [É],(ÇLa cabeza      del bombarderoÈ, Marca, 04.10.69, p. 13), (A).

 

Imita el lenguaje de los personajes de sus textos period’sticos

 

8.    [É] Y todav’a aguarda una nueva ocasi—n ante el vencedor del ef’mero manito Chango Carmona [É], (ÇUna ojeada a lo nuestroÈ, 30.12.72, p. 18), (R).

 

 

 

El mon—logo interior

 

9.    [É] ÀSon los nubarrones en el horizonte econ—mico lo que retrae a los j—venes? No lo creo: todo el que va a un gimnasio piensa que va a ser la excepci—n. ÀEs quiz‡ el desastroso final de sus antecesores en el duro oficio? Tampoco es probable: Nadie escarmienta en cabeza ajena [É], (Un ejemplo a no seguir, 11.07.69, p. 13), (A)

 

 

La narraci—n en tercera persona

 

10.[É] Personalmente, el cronista gusta m‡s de los combates entre los medios, que no en balde se llama categor’a reina, donde se aœna el ritmo de los pesos m‡s livianos con el poder’o de los altos [É], (ÇUn ejemplo a no seguirÈ, Marca, 11.07.69, p. 13), (A).

 

11.[É] Y el cronista se f’a m‡s de Fleischer que de esas computadoras, que ahora, a la vista de los resultados obtenidos por cada uno, entablan los imaginarios combates entre Clay y Jack Dempsey, o bien entre Tunney y Rocky Marciano (É) De ah’ que, una vez m‡s, se encuentre el cronista en la obligaci—n de advertir a los que fueron y quieren seguir siendo, contra viento, marea y calendarios, que mediten en estos ejemplos insignes. De ah’ tambiŽn que el cronista, una vez m‡s, se ponga del lado del boxeador [É], (ÇLa cabeza del bombarderoÈ, Marca, 04.10.69, p. 13), (A).

 

El cronista de boxeo, como a Žl le gusta denominarse, interviene en sus textos en primera persona, opinando abiertamente, manifestando sus preferencias. Esta alternancia en el uso de las personas del verbo, mejora el ritmo al que avanza el texto:

 

12.[É] cuando Miguelito Ors me ofreci— el micr—fono al borde del ring del Albert Hall, opinŽ entonces, muy en caliente, que JosŽ no hab’a perdido y que no podr’a asegurar que hab’a ganado [É], (ÇNada menos que todo un boxeadorÈ, Marca, 29.01.69, p. 9), (A).

 

13.[É] No es que Çcualquier tiempo pasado fue mejorÈ sino que fue el nuestro. Y uno no se resigna a aceptar que las mejores Žpocas de su deporte favorito no coincida con sus mejores Žpocas vitales. En fœtbol, por ejemplo, se puede calcular la edad del que escribe, segœn tenga nostalgia de los remates de Monjard’n, L‡ngara o de ZarraÉ [É], (ÇPoker de asesÈ, Marca, 19.04.70, p. 13), (A).

 

 

Alc‡ntara describe a personajes, situaciones y ambientes. Alc‡ntara retrata moral, f’sica y deportivamente a los protagonistas.

 

14.[É] Se ha producido un caso de redenci—n moral que nos gustar’a suponer permanente. De aquella criatura salvaje que pegaba a las mujeres en los bares venezolanos, se embriagaba de modo descalificador, no aparec’a por el campo de entrenamiento, y se jugaba hasta el œltimo cŽntimo de sus nutridas bolsas, al Morocho de ahora hay un gran trecho [É], (ÇEl patio y la calleÈ, Marca, 10.05.69, p. 9.), (A).

 

15.[É] El desfile de negros zumbones que iba noqueando [Urtain] no nos impresionaba ni poco ni mucho, ni tampoco la amplia n—mina de camioneros abatidos. Observamos que en la impresionante lista de sus k.o. hab’a una sola conmoci—n cerebral. Los dem‡s se retorc’an en el suelo, con mayor o menor acierto histri—nico [É], (ÇDespuŽs del desenlaceÈ, Marca, 12.11.70, p. 9), (A).

 

16.[É] Pero la simpat’a mayor y la admiraci—n es para el muchacho que trepa por las escalerillas, se quita el bat’n de seda, aprieta las mand’bulas para que se encaje bien el Bocado, golpea un pu–o con otro para que se ajusten los guantes y se queda tenso, alerta, con algo de tigre o de gladiador antiguo esperando que suene la campana del primer salto [É], (ÇLa cabeza del bombarderoÈ, Marca, 04.10.69, p. 13), (A).

 

17.[É] Escu‡lido, l’vido, pelirrojo, el aspecto del ex minero es como para augurarle una r‡pida visita a la lona. Es bastante m‡s alto que Sen’n, pero su pinta, m‡s que de aspirante al t’tulo europeo de los gallos, es la de aspirante a Don Tancredo en cualquier plaza del sur de su pa’s [É], ÇUn hŽroe de la resistenciaÈ, 03.02.72, p. 5), (C).

 

Alc‡ntara describe las ciudades a donde acude. En el ejemplo, Ginebra, hasta donde se ha desplazado el cronista en calidad de enviado especial de Marca, para cubrir el combate entre Mariano Garc’a y Chervet. Nos plasma lo m‡s caracter’stico de la capital suiza y su relaci—n con el boxeo:

 

18.[É] Ha anochecido muy pronto en Ginebra y la ciudad est‡ como siempre: neutral y pasteurizada. Mucho silencio y mucho orden. Nadie toca el claxon, nadie habla fuerte, nadie tira un papel al sueloÉ Tampoco hay nadie que se apasione por el boxeo. La velada no ser‡ ofrecida por televisi—n, entre otras cosas porque habr’a muy poca gente ante las pantallas. En el Pabell—n de los Deportes caben tres mil personas solamente y no suele llenarse. La clientela adicta no est‡ formada por suizos, sino por emigrantes: espa–oles, italianos y muchos etcŽteras. No es que exista poca afici—n al boxeo, es que existe poca afici—n a cualquier cosaÉ [É], (ÇHora de VallecasÈ, Marca, 13.10.72, p. 23), (C).

 

Describe los platos del restaurante donde acompa–a en su almuerzo a pœgiles y preparadores:

 

19.[É] Sonr’e Marian’n, frente a una chuleta del tama–o de un minimosca, pero con guarnici—n [É], (ÇHora de VallecasÈ, Marca, 13.10.72, p. 23), (C).

 

El mundo del boxeo es algo s—rdido. Por lo que estas tŽcnicas literarias de la novela decimon—nica resultan —ptimas para describir a ex boxeadores sonados que cazan moscas en la cama de un hospital de Colorado o los que han empobrecido y piden limosna a la puerta de un cochambroso gimnasio.

 

20.[É] Un negro semiciego y harapiento deambula por los alrededores de los locales donde boxe—. Espera encontrarse con cualquiera de aquellos que le palmeaban las espaldas y le llamaban Çcampe—nÈ. Si no rehœyen su encuentro y aœn le reconocen puede pedirles un d—lar. [É], (ÇUn ejemplo a no seguirÈ, Marca, 11.07.69, p. 13), (A).

 

 

8. Conclusiones

1. Esta investigaci—n demuestra que Manuel Alc‡ntara pertenece a la tendencia del Nuevo Periodismo. En sus once a–os como nuevo periodista deportivo en el diario Marca (1967-1978), este autor escribi—, al borde del ring, cr—nicas, reportajes, entrevistas y art’culos especializados en boxeo, haciŽndolo con las tŽcnicas y las pautas de trabajo period’stico propias del New Journalism o Nuevo Periodismo. Alc‡ntara vol— de un continente a otro siguiendo la carrera deportiva de los pœgiles; estuvo presente en los ceremoniales de los guantes y del pesaje que establec’a la categor’a de los luchadores; asisti— a los entrenamientos, se entrevist— con los boxeadores en el vestuario, antes y despuŽs de los combates.

Para poder desarrollar su trabajo, Manuel Alc‡ntara convivi— literalmente durante m‡s de una dŽcada con los protagonistas de sus textos: los boxeadores, estos nuevos gladiadores urbanos del siglo XX que saltaban al Çcadalso encordado del ringÈ para abrirse paso en la vida a golpes.

 

2. Todo ello lo cuenta Alc‡ntara en sus textos de boxeo con las tŽcnicas literarias y de trabajo del Nuevo Periodismo: construye el acontecimiento escena por escena, registra los di‡logos fielmente y en su totalidad, utiliza el punto de vista en tercera persona, aunque tambiŽn intercala narraciones en distintas personas del verbo, as’ como utiliza el recurso al mon—logo interior. El cronista Ñcomo a Žl le gusta denominarseÑ tambiŽn se detiene en la descripci—n de personajes, situaciones y ambientes.

 

3. El trabajo como periodista deportivo de Manuel Alc‡ntara se ajusta perfectamente a los presupuestos te—ricos del New Journalism norteamericano. Por lo tanto, se trata de un antecedente de alt’sima calidad period’stica y literaria del movimiento denominado Nuevo Periodismo Espa–ol.

 

4. Manuel Alc‡ntara es uno de los ejemplos m‡s tempranos de que en Espa–a se hac’a Nuevo Periodismo mucho antes de que llegase la noticia de que exist’a en Estados Unidos una nueva tendencia en la forma de trabajar en prensa: el New journalism, cuya primera obra traducida lleg— a Espa–a, publicada por Anagrama, en 1976: El Nuevo Periodismo, de Tom Wolfe.

 

5. El rescate para el ‡mbito de los estudios acadŽmicos del periodismo deportivo especializado en boxeo de Manuel Alc‡ntara en Marca est‡ siendo muy importante para los estudios actuales de Period’stica y de Literatura. No solo aporta un nombre m‡s que hasta ahora estaba ausente de la n—mina de los nuevos periodistas, sino que ha mostrado una de las claves literarias del gŽnero period’stico por el que m‡s tarde ser’a reconocido este autor: sus columnas personales.

 

6. El estudio en profundidad del periodismo especializado en boxeo de Manuel Alc‡ntara en Marca arroja nuevas pruebas para considerar la columna personal y el art’culo de opini—n como dos gŽneros period’sticos distintos y perfectamente diferenciados por tener caracter’sticas propias.

 

 

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