PONER EN ESCENA
LA CORTESÍA. SIGNOS
,
GESTOS Y MODOS DEL ARTE DE DAR A CONOCER Y DEL SABER RECONOCER. (ESPAÑA,
SIGLO XVI)
Estrella Ruiz Gálvez
(Universidad de Caen)
Resumen
Los estudios sobre la sociedad
cortesana, los rituales regios y el valor jurídico de los gestos han puesto en
evidencia la importancia de ese verdadero sistema de comunicación constituido
por las ceremonias y los gestos codificados. Los
textos que se estudian aquí se corresponden con dos situaciones muy diferentes
pero perfectamente tipificadas. El primer texto es un “romance” de frontera. El segundo texto pertenece al ceremonial de
los colegios universitarios de Salamanca.
Abstract
Studies about the courtly society, royal rituals and the legal value of gestures have proved the importance of that real communication system which comprises ceremonies and coded gestures. The texts studied here refer to two very different, but perfectly typified situations. The first text is a frontier ballad or romance fronterizo. The second one is part of the ceremonial of the University Colleges of Salamanca.
Los estudios de Norbert Elias
sobre la sociedad cortesana
[1]
, otros más recientes
como los de Ralph Giesey
[2]
y de Jean-Claude
Schmitt
[3]
sobre los rituales
regios y el valor jurídico de los gestos han puesto en evidencia la importancia
de ese verdadero sistema de comunicación constituído por las ceremonias y los gestos codificados. Nuestro mundo sigue
siendo a pesar de las apariencias, un mundo de lo escrito. El mundo de los
gestos significantes, que dicen y hacen saber, es el mundo anterior a lo que
Mac Luhan llama la “Galaxia Gutenberg”. En ese primer mundo impregnado de lo
audio-visual los gestos podían adquirir el valor de actos jurídicos, los ritos
eran eficientes y el Derecho se decía según las fórmulas consagradas para ese
uso. Ceremoniales, ritos, gestos, fórmulas, constituyen así una red de
información. Utilizados solos o combinados entre ellos, forman diferentes sistemas
de representación o lenguajes codificados para cada tipo de relación.
Los textos que presento aquí
corresponden a dos situaciones muy diferentes pero perfectamente tipificadas,
en donde se ponen en juego dos códigos y dos representaciones simbólicas. El
primer texto, sacado de un “romance”
de frontera pone en escena un interrogatorio “mundano” con vistas a una
identificación/reconocimiento en el contexto social. Hay aquí, una doble
polaridad femenino-masculino. El segundo texto pertenece al ceremonial de los
Colegios Universitarios de Salamanca, pone en escena el sistema de
representación simbólica del orden jerárquico interno de un Colegio, los
personajes son todos de sexo masculino y los polos son los de la
superioridad-inferioridad.
En ambos
casos nos hemos esforzado para descifrar el sentido de los gestos y de las
fórmulas, para poner en evidencia lo que hay de característico y propio al
grupo, para comprender la lógica de encadenamiento del sistema de preguntas y
respuestas, ya sean verbales o transmitidas por mímicas.
-I-
El romance de frontera
El romance
de Don Bueso cuenta la historia de una joven raptada por los moros y encontrada
por su hermano quien, habiendo partido a la aventura para encontrar una esposa
« a buen precio », vuelve a su casa sin esposa pero con una hermana.
Este
típico romance de frontera es un relato con dos niveles narrativos que expone
en realidad las etapas de una desidentificación seguida de una identificación y de
un reconocimiento.
La primera
parte
[4]
hace referencia a un
proceso de desclasamiento y de desidentificación : la joven princesa
cubierta de « oro y piedras preciosas » es raptada y hecha
prisionera. De ser princesa en tierra cristiana, pasa a ser esclava en tierra
de los moros. En este proceso de inversión incluso su belleza se convierte
en un elemento negativo :
-Tomeis vos, señora,// esta cautiva,// que en España
toda//no la hay tan bonita
Tomeis vos, señora//esta cautivada//que en todo tu reino no la hay tan galana.
-No quiero yo, no//a la cautivita,// que el rey es mancebo, la enamoraría.
[5]
A causa de su belleza, o mejor
dicho, porque debe perder esa marca de identidad suplementaria que es su
belleza, la joven debe dejar ese medio natural que es el suyo, el del palacio,
para encontrarse haciendo las tareas más duras, las más serviles, las más
alejadas desde todo punto de vista de sus costumbres :
-Mandadla,
señora//con el pan al horno//allí dejará//hermosura el rostro ..;
mandadla,
señora//a lavar al río//allí dejará//hermosura y brío.
[6]
El horno, el río… el cambio es
completo. Hay una desclasificación y una desidentificación con respecto al personaje
del principio.
El romance utiliza la iteración
para contarnos la monótona dureza de la existencia de la joven durante los
siete años de vacas flacas. La dejamos en la fuente, tan fría, y el romance
comienza a contarnos otro relato, el de Don Bueso que se va a la frontera, a la barra para buscar amiga, es decir barragana :
una mujer a quien la ausencia de familia o de calidad social le impiden
exigir el pago de arras matrimoniales, permitiendo de este modo, bien un enlace
sin grandes gastos, bien un concubinato en el cual todo el mundo puede
encontrar ventajas
[7]
.
Don Bueso encuentra a la amiga
que busca en la fuente, y comienza entonces un diálogo que se aparenta a un
interrogatorio de estado civil. Don Bueso comienza por averiguar cuál es la
religión de la joven : ¿judía?... ¿mora?...
-Quita de
ahí, mora,// Hija de judía,// deja a mi caballo//beber agua limpia
[8]
.
La joven
contesta con vehemencia
[9]
que ella es cristiana y,
según algunas versiones, bautizada en
pila, es decir bautizada con todas las de la ley. Un bautismo consignado
por escrito y realizado segun los ritos y las ceremonias que se imponen. La
joven añade detalles sobre su condición de cautiva
[10]
, que explican sus
actividades en la fuente, y que desmienten la realidad de esa situación, en
suma aparente: « Yo no soy lo que parezco ser, no hago lo que debiera
hacer ».
El joven
decidido a verificar este discurso, busca algunos indicios. Mira las manos de
la joven y nota su blancura y su belleza :
¡Oh que lindas manos//en el agua fría!//¿si venís, la
niña //en mi compañía ?
¡Oh qué blancas manos //
en el agua clara! // si quereis la niña venir en compaña ?//
[11]
Teniendo en cuenta los siete
años durante los cuales la joven fue día tras día a la fuente, comprendemos que
la observación sobre las manos blancas y finas, perfectamente irrealista, tiene
una función de connotación social para el receptor
del
texto. Las mujeres bien nacidas tienen
bellas manos, y las bellas manos siempre denotan una mujer de calidad.
Don Bueso propone pues a la
joven que parta con él, pero la joven que acaba de recuperar una identidad de
cristiana de buena cuna, añade un rasgo que la sitúa inmediatamente entre la
gente de honor : la joven prefiere seguir siendo esclava a tomar el riego
de perder su honor :
Con un hombre solo //Yo a fe no me iría //por los altos
montes//miedo te tendría
[12]
.
Ahora le toca a Don Bueso
identificarse. Este último prueba su calidad de gentilhombre pronunciando la
fórmula acuñada para garantizar la seguridad que la joven le pide de manera
implícita :
Juro por mi espada, //mi espada dorida //de no hacerte
mal //más que a hermana mía
[13]
.
¡Hermana! palabra
premonitoria, especie de guiño hacia el receptor del texto, pero que denota
también el reconocimiento explícito de una igualdad social.
Lo que se ha convertido en un
reconocimiento mutuo va a afinarse cada vez más con los versos que siguen en el
romance. La joven desea conocer de manera más precisa el rango jerárquico del
gentilhombre, su educación, su nivel de riqueza. Estos son indicios que, en una
situación normal, se detectan a través de la vestimenta que normalmente
constituye un primer elemento para la identificación. Aquí son los paños de la
reina los que van a permitir la identificación del caballero por la joven:
P. ¿Paños de la reina//Yo qué los haría ?
[14]
R. Los de grana y oro//tráelos vida mía//los de holanda y plata//al
río echarías
[15]
.
Esta respuesta equivale a una
manera simbólica de vestirse. El joven se pone las vestimentas reales y se
deshace del resto.
Los versos siguientes
corresponden al derecho de interrogatorio
del caballero, este va a posicionar a la joven poniendo en juego otros
elementos del código social, las buenas maneras :
P. Y digas, la niña,/,la niña garrida,//¿has de ir en las ancas//o has de
ir en la silla ?
[16]
La joven responde sin dudar :
R. -Montaré en las ancas//que es más honra mía
[17]
.
La joven ha demostrado así su
crianza, su buena educación. Don Bueso está muy contento, ha encontrado una
joven muy aceptable que no costará nada a nadie y que, además, tendrá por Don
Bueso el agradecimiento que se debe a su salvador. Ambos emprenden juntos el
camino y es a partir de aquí
[18]
cuando la identificación
social va a acompañarse de la doble identificación familiar. La joven reconoce
el paisaje que atraviesan y lo identifica como el de su país natal :
-¡Ay campos de Grana,//ay campos de Oliva//veo los
palacios//donde fui nacida !
[19]
La joven no es sólo una natural de esa región, es también
la hija de un rey y hermana de un tal Don Bueso… ! !
Cuando el rey mi padre// plantó aquí esta oliva,//él se
la plantaba,//yo se la tenía, (…)
mi hermano Don Bueso //los toros corría (…)//mi hermano Don Bueso //caballos domaba.
[20]
Los versos 123 y
siguientes enuncian el reconocimiento social y familiar de la infanta niña, y
como en los cuentos, el autor del hallazgo, aquí Don Bueso llega al palacio anunciando
la buena nueva, dirigiéndose directamente a su madre :
¡Abrid puertas,
madre //puertas de alegría // por traeros nuera //traigo vuestra hija !
[21]
La reina madre hace un recibimiento más bien mitigado a
la joven. Le cuesta reconocer a su hija en esa joven pálida, deslavazada y
carente de prestancia
Para ser mi hija
//¡qué descolorida !
[22]
Descolorida : pálida, o más bien insignificante… La
reina cristiana, como la reina mora, encuentra cosas que decir en cuanto al
físico de la joven. Demasiado bonita para la una y demasiado insignificante
para la otra…. Pero una constatación se impone al llegar a este punto de la
historia : la joven no tiene nombre, no tiene una identidad
individualizada y su fisico no corresponde al recuerdo que su madre tiene de ella,
por lo tanto, el reconocimiento, su identificación en tanto que infanta niña,
se debe al crédito que se otorga a lo que ella dice, a un discurso avalado por
las buenas maneras de la joven, por su perfecto conocimiento de un código de
conveniencias mundanas : su crianza. Esta crianza, este saber comportarse
mundano, esta ciencia del gesto y de las apariencias, se impone frente a la
esencia nominal o a la realidad física.
Este romance que en su forma presente
data de finales siglo XVI, si no XVII, conoce diferentes versiones; sin embargo,
el tema central siempre está constituído por el interrogatorio mundano. Algunas
versiones acentúan la vehemencia del diálogo entre los protagonistas. La joven
que Don Bueso llama aquí « mora,
hija de judía », será llamada en otra versión : « perra hija de judía… ». La joven
siempre responderá de la misma manera categórica : « reviente el caballo y el que en él venía ».
[23]
Señalemos que este romance,
ampliamente difundido por toda
la Península
y muy popular, define en pocas palabras
las condiciones indispensables para poder pretender a una alianza
matrimonial : buen origen religioso, buen origen social, sentido del honor
que, en la versión femenina, rima con pudor.
El buen origen social se define
según los tópicos de rigor : bellas manos de la joven, cuya blancura no ha
estropeado el frío del agua de la fuente; bellas y ricas vestimentas,
compostura y buenas maneras. La belleza parece secundaria. Refiriéndose a una
situación histórica muy anterior, este romance se sirve conscientemente del
código de las buenas maneras y de las conveniencias sociales para transcribir
el proceso de reconocimiento y ha utilizado este código, porque la amplitud de
su difusión garantizaba la inmediata comprehension del desarrollo de los hechos
del relato. Los Cortesanos y los Galateos – españoles y no españoles-, habían
difundido unas normas de comportamiento y de compostura que constituían un
verdadero carnet de identidad de exhibición indispensable para el reconocimiento
social.
Romance
de Don Bueso
1.
Lunes era Lunes //de
Pascua florida//guerrean los moros/los campos de Oliva
5
!Ay Campos
deOliva//ay Campos de Grana//tanta buena gente//llevan cautivada
Tanta buena gente//
10.que llevan cautiva//y entre
ellos llevaban// a la infanta niña//cubierta la llevan //de oro y perleria/
15. a
la reina mora /la
presentarían ;//Tomeis vos señora //esta cautiva//que en España toda/
20. no la hay tan
bonita//tomeis vos, señora, esta cautivada,//que en todo tu reino//no la hay
tan galana/
25.-No quiero yo no//a la
cautivita// que el rey es mancebo/la enamoraría//no la quiero no,/
30 a
la cautivada// que el rey es mancebo//me la enamorara//
mandadla, señora,//con el pan al horno//
35 alli dejará// hermosura el
rostro// mandadla señora/ a lavar al río //allí dejará
40 hermosura y brío//Paños de
la reina//va a lavar la niña//lloviendo, nevando/la color perdía/
45 la niña lavando//la niña
torciendo//aun bien no amanece//los paños tendiendo// Madruga Don Bueso//
50.al romper el día// a tierra
de moros//a buscar amiga//hallola lavando// en la fuente fría//
55 –Quita de ahí mora//hija de
judía//deja a mi caballo//beber agua limpia//-Reviente el caballo//
60 y quien lo
traía !//queyo no soy mora//ni hija de judía//sino una cristiana//que aquí
estoy cautiva//
65-oh qué lindas manos//en el
agua fría//si venís la niña// en mi compañía ?
70- Oh qué blancas manos en el
agua clara ¿si queris la niña venir en compaña ?//-Con un hombre solo//yo
a fe no me iría//
75 por los montes sola//miedo
le tendría !//-Juro por mi espada// mi espada dorida//de no hacerte mal//
80 más que a hermana
mía//-Pues ir caballero//de buen grado iría// ¿paños de la reina//yo que los
haría ? //
85-los de grana y oro//traelos
vida mía//los de holanda// y plata al río echarías// - Y digas la niña//
90 la niña garrida// ¿has de
ir// en las ancas//o has de ir en la silla ?//- Montaré en las ancas// que
es más honra mía//
95. Tomóla Don Bueso // a
ancas la subía// Tierras van andando//tierras conocía// tierras va mirando
100 da en llorar la niña// -
por qué lloras flor//por qué llora, vida// ! Maldígame Dios// si yo mal te
haría !//
105 Ay Campos de Grana// ! Ay Campos de
Oliva//veo los palacios//donde fuí nacida// Cuando el rey mi padre//
110. plantó aqui una oliva//él
se la plantaba, yo se la tenía//mi madre la reina//bordaba y cosía//
115. Yo como chiquita la seda
torcía//mi hermano Don Bueso// los toros corría//yo como chiquita//
120. la aguja enhebraba// mi
hermano Don Bueso// caballos domaba//.- ! Abrid puestras Madre//puertas de
alegría//
125.-por traeros nuera//traigo
vuestra hija !// Si me traes nuera// sea bienvenida//Para ser mi
hija//
130. qué descolorida//- Qué
color mi madre// qué color querría!// si hace siete años que pan no comía//
135 sino eran los berros//de
una fuente fría//do culebras cantan // caballos bebían !// ! Si no
eran los berros
140. de unas aguas margas//do
caballos beben//y culebras cantas! // !Valgáme Dios valga//y Santa
Maria//
145. ! Ay campos de Grana //
ay campos de oliva !
-II-
Los ceremoniales de los Colegios Mayores
La identificación de la
pequeña infanta se hizo a partir de un interrogatorio donde la buena pregunta
traía la buena respuesta, en el código que vamos a presentar ahora la
identificación del individuo como miembro de un grupo, el sitio que ocupa en su
seno, su rango y función se dan a entender por las apariencias vestimentarias,
los gestos codificados, el posicionamiento físico que dan a conocer la
situación jerárquica. La palabra, por el
contrario, está aquí sometida a secuestro.
El mundo universitario de los
tiempos anteriores a las catástrofes del siglo XX es un mundo en donde las
relaciones sociales están estrictamente reglamentadas y significadas mediante
un complejo sistema de signos y unas « ceremonias » que ocupan un
lugar considerable en las Constituciones de cada institución. Los
« ceremoniales » codifican los gestos midiendo las distancias y
situando a los colegiales en función de una estructura jerárquica que cobra así
realidad material. De hecho, los Colegios Mayores siguen el modelo de San
Clemente de Bolonia, fundado en el siglo XIV por Gil de Albornoz y siguen de
cerca las Constituciones de este Colegio uno de los más puntillosos sobre la
cuestión de los ceremoniales.
1.
Función y razón de
los ceremoniales universitarios
a. La noción de « respeto »
Las Constituciones de San
Clemente, empezaban justamente la existencia de una relación entre los
ceremoniales y el respeto, la existencia de una relación entre la educación o crianza y la medida o comedimiento :
« Todo lo que es buena
crianza y comedimiento es respeto y todo respeto es ceremonia ».
[24]
Respeto
[25]
y comedimiento o medida
[26]
son conceptos que nos
llevan a las nociones de tiempo y espacio, dos funciones que ordenan los gestos
de los ceremoniales que los colegiales deben aprender a ejecutar
[27]
. En la estrucutura jerárquica, Tiempo y Espacio son significantes que dicen el orden
social.
Los reglamentos interiores de
los colegios constituyen una puesta en escena del orden social en
circunstancias que conciernen los ejercicios universitarios, la vida
comunitaria y la frecuentación común de la capilla que sigue un ritual muy
estricto. Las relaciones sociales son objeto de ordenamientos extremadamente
detallados
[28]
y los organismos de tutela de estos institutos universitarios muestran un
extraordinario apego a estas disposiciones cuya existencia y aplicación cobran
valor de principios de base de las Constituciones. Don Francisco Delgado,
visitador del Colegio de San Bartolomé, empieza por poner en claro el caracter
prioritario del aprendizaje de esas ceremonias que de hecho condicionan la
inserción social de los nuevos colegiales :
Lo primero, que han de ser diligentes en leer las
Constituciones del Arzobispo nuestro señor y en aprender las ceremonias y
observancias del colegio del Maestro de Ceremonias
[29]
.
Además esas ceremonias son intangibles en la
forma e incontestables en el fondo :
Que no introduzcan novedad (…) no dar entrada en
ninguna manera a novedades aunque sea en cosas menudas (…) que no importa
sino mucho cualquier novedad y hace mucho daño porque por aquella aunque
sea en cosas menores, se abre puertas para que haya novedad en cosas mayores
[30]
.
La eficacia que se atribuye a
estas ceremonias no deja de tener similitud con la eficiencia de los ritos
sacramentales. Al igual que éstos, esas ceremonias se fundan en la repetición
mecánica y ciega de los mismos gestos. Repetidos siempre, nunca
explicados :
Que ningún particular pueda disputar si es buena
o mala ceremonia y principalmente los colegiales nuevos, porque por la
experiencia se ve que todas ellas son justas y convenientes y que de no
guardarlas aun las que parecen de poca importancia se siguen grandes inconvenientes
[31]
.
b. El derecho al « respeto » y su expresión.
Las ceremonias son aquí
sinónimo de regla, norma, ley y deben ser observadas obligatoriamente. Tienen
una función social, la de significar la jerarquía y mantener el orden. Son en
realidad el procedimiento específico de ese derecho al respeto que pertenece a
la justicia y que releva por esto del primer juez del Reino. La orden del Rey
que introduce la visita de Don Francisco Delgado al Colegio de San Bartolomé
es, según los términos empleados, una declaración explícita del principio que
acabamos de enunciar :
Porque a nos como Rey y señor pertenece proveer y
remediar (…) que las dichas constituciones, estatutos, bulas y ceremonias y
buenas costumbres sean guardadas y observadas y que las personas que hayan
venido contra ello sean castigadas….
[32]
Justicia, dice el célebre
catecismo de Ripalda, es dar a cada uno su derecho
[33]
. El derecho al respeto se
expresa con ceremonias eficientes que se aproximan a las fórmulas de derecho y
que incuestionablemente forman un sistema procesal de clara formulación
jurídica.
c.El reconocimiento mutuo : una obligación
La visita que Don Francisco
Delgado, arzobispo de Jaén, efectúa en 1565 al Colegio de San Bartolomé en
Salamanca, tenía como objetivo una puesta en orden de las ceremonias y de las
Constituciones generales. Cuando se va, este hombre, antiguo alumno de San
Bartolomé, deja un opúsculo dirigido al Maestro de Ceremonias que es en
importancia el segundo personaje del colegio, después del Rector. Allí explica
claramente las razones que hacen obligatorias las ceremonias :
Ningún género de veneno hay tan eficaz para
enajenar los ánimos y las voluntades y hacerlos discordes y contrarios (…) como
pensar uno que otro le menosprecia, y piénsalo cuando no le da la honra que se
le debe, porque piensa que se hace por tenerle en poco y tómalo por injuria (…)
Es dificultoso (…) que uno ame al que piensa que le niega la honra que se le
debe
[34]
.
No basta con respetar a su
prójimo, hay que poder testimoniarle ese respeto honrándole según las normas,
es decir : empleando el lenguaje específico de los ceremoniales, verdadera
gramática de la cortesía. Estamos además en un sistema en el que se existe en
la mirada del otro, y el desconocimiento del código de cortesía, la no
aplicación de las fórmulas canonizadas, entraña, un deshonor para el colega que
está en situación de sentirse ofendido y, por lo tanto, de reclamar lo que se
le debe. La « descortesía » es « desorden » y trae consigo
el « desorden ».
El único antídoto contra ese veneno de la
suceptibilidad, la única manera de evitar el desorden social que genera
consiste en la estricta observancia de las ceremonias :
…se tomaba por medio necesario haber grande
cuidado de honrarse y reverenciarse unos a otros sobremanera (…) y el que
prevenía y más cuidado y diligencia ponía en honrar a los demás aquél era
tenido por más honrado y no se entendía que la honra que daba a los otros
aunque se diese de gracia le quitaba a si, sino que le añadía porque Honor est
in honorante y esto conciliaba mucho los ánimos y causaba amor y
conformidad
[35]
.
Ese honor que sólo existe en
el testimonio del otro, ese respeto que depende de la actitud del otro resultan
extremadamente fragilizantes. Además los testimonios de respeto y de honor son
creadores de obligaciones, -podríamos decir sinalagmáticos- puesto que la
persona honrada por el testimonio de su prójimo se ve en la obligación de
corresponder testimoniando a su vez el debido respeto al otro. El reconocimiento
es siempre mutuo. Alonso Núñez de Castro
[36]
ha escrito unas páginas
esclarecedoras sobre ese sistema de intercambios honoríficos que recuerdan la
noción de « potlatch ». La finalidad es, además, la misma : la
paz social
[37]
.
La jerarquía del Colegio
releva de la antigüedad que se tiene en él. El nuevo participa de todos los trabajos y el antiguo de todos los honores. Debemos precisar sin embargo que ese
título de antiguo no está sólo
relacionado con el tiempo, connota también calidades, virtudes y conocimientos
que pueden ser atribuídos a ciertas personas en virtud de otros criterios.
2.
El sistema de
representación
El alumno del Colegio tiene
quince días para aprender las reglas de la casa. Pasado este lapso, toda
infracción podrá ser castigada. Esas reglas se distribuyen en diez capítulos
divididos por puntos, sumando, en el caso del Colegio de Cuenca, unas cincuenta
páginas escritas con letra bien apretada. Las ceremonias son mayoritariamente
dirigidas hacia la representación del órden jerárquico, los gestos dan a
entender la identidad y las diferencias de nivel en el seno de una sociedad
colegial.
El alumno recientemente
escogido llega acompañado de dos otros colegiales frente al Maestro de
Ceremonias. En la cámara de este último y en su presencia el barbero del
colegio procede a afeitar la barba del nuevo alumno. Ceremonia ésta de la más
alta importancia si nos atenemos a los discursos de los interesados
[38]
. Esta barba que se debe
sacrificar al colegio puede relacionarse con los cabellos tonsurados del
religioso y con los cabellos cortados de las monjas. La cabellera tiene siempre
una connotación sexual. Es el signo de un estado, el anuncio de una cierta
actitud en relación con la sexualidad. El alumno del colegio debe atenerse a la
obligación de celibato, lo que excluye el matrimonio e incluso el compromiso
matrimonial durante sus estudios. La infracción a la regla de celibato se
sanciona con la expulsión.
El Maestro de Ceremonias lleva
al nuevo colegial a la capilla en donde están reunidos los demás alumnos. Le
muestra el lugar que le corresponde y luego le presenta al Rector. El alumno se
arrodilla y escucha la alocución del Rector mientras se despoja de su manteo común. Acto siguiente se levanta
y se pone el manto específico del Colegio sobre el cual se pone la beca. El Maestro de Ceremonias presenta
oficialmente al nuevo colegial, al recién nacido del grupo colegial. Sus colegas le
demuestran su acogida abrazándolo por orden jerárquico de antigüedad. El
colegial, que también ha pronunciado la fórmula de adhesión, es intronizado en
lo que se convierte, o que debería convertirse, en su nueva familia.
Su primer y casi único deber
durante los quince primeros días consiste en aprender todo lo que concierne a
las famosas ceremonias. Debe conocerlas de memoria. La enseñanza está a cargo
del Maestro de Ceremonias que dará una lección diaria de una hora a los recién
llegados
[39]
.
Toda posible infracción al código debe ser señalada obligatoriamente :
…cualquier colegial que supiere que otro ha
quebrado alguna ceremonia, ha de avisar a uno de estos cuatro de cabecera, los
cuales han de tener mucho cuidado con denunciarles. Cuando fueren negligentes, los castiga el señor Rector, porque no denuncian
[40]
.
En el Colegio de Fonseca los
castigos corren por cuenta del Maestro de Ceremonias
[41]
.
a) Las ceremonias
identificadoras : el emplazamiento social
1. Quedarse en « su sitio » :
… en el punto que eran colegiales tomaban nuevo
ser y profesión y contraían nuevo parentesco y hermandad
[42]
.
Esta nueva naturaleza (nuevo
ser) que el colegio trata de dar a su recién llegado conlleva un cierto
distanciamiento que se manifiesta más que por llevar una vestimenta particular,
que en resumidas cuentas es propia a toda la clase estudiantil, por la
selección estricta de las relaciones.
El colegial habla en el
colegio « dando pruebas de humildad con palabras buenas y medidas »
[43]
.
Habla también, aunque con
ciertos límites, en
la
Universidad. Pero
en la calle el colegial deberá evitar
escrupulosamente hablar con los artesanos, los obreros, manuales, zapateros,
panaderos, posaderos »
[44]
. La lista es larga. Le
está prohibido entrar en sus tiendas y, con más razón aún, en sus casas. La
única tienda que el colegial puede visitar es la librería.
El colegial no puede en ningún
caso dirigir la palabra a las mujeres. Las visitas a los conventos de
mujeres se limitan a aquellos en donde se encuentran sus hermanas. Las
relaciones humanas deben mantenerse lo más impersonales posible. Así se podrán
evitar las preferencias hacia otros colegiales, porque esto podría
interpretarse como parcialidad y
monipodio
[45]
.
El colegial no puede relacionarse a través de relaciones afectivas. Tampoco
puede contraer obligaciones : por ejemplo se le prohíbe ser padrino en los
casamientos o en los bautismos
[46]
. Debe, en resumidas
cuentas, aprender cuál es su lugar, aprender a mantenerse en él evitando cuidadosamente
todo desbordamiento y esto incluso también en lo que concierne las fórmulas de
cortesía que serán escogidas según el repertorio, muy sobrio, que da el
Colegio. Según el colegio de Cuenca, el estudiante debe limitarse a una
cortesía de crianza evitando la
palabra de servidor : Besa a vuestra
merced las manos. Esto evitará las fórmulas de tipo « soy el esclavo
de vuestra merced » o « me pongo a los pies de vuestra merced »,
fórmulas muy mal vistas en el ambiente de los colegios.
[47]
Los colegiales tampoco se
tutean :
…. No se llamen de vos ni de tú, sino siempre de merced
[48]
.
Les está
prohibido hablar de teatro y de mujeres, salvo si se trata de damas de gran
calidad (señoras de prenda). Existen
sin embargo sabias perífrasis que permiten nombrar a esa gente innombrable, de
las que, sin embargo, debe hablarse : a las mujeres de « poca
cuenta » se las llama excusadas,
a las obras de teatro : trabajos,
y a los actores : trabajadores.
[49]
Como el
Colegio se convierte en la nueva tierra de cada colegial, les está prohibido
invocar la tierra de origen o de prevalerse de los apoyos y relaciones dejados
allí
[50]
.
2) Mantenerse en su sitio.
« Quiso
la naturaleza que el rostro, los ojos,
cabeza, manos y pies manifiesten con sus obras lo que cada uno en si es,
así como vemos que en la ligereza de los ojos y meneo de la cabeza se deduce la
liviandad del juicio y de la pesadumbre del andar, de la gravedad y severidad
del aspecto consideramos ser el hombre prudente, sabio, severo y de buen juicio
(…) de esta manera acontece pronosticar lo que un hombre es en si, mirando la manera de su vestir, en los
colores y apresto en su manera de andar en la condición y naturaleza de la
gente con que más comunica (…) por experiencia vemos que la lengua fue la
muestra de nuestro saber porque en el hablar se conoce más que en otra cosa
ninguna el entendimiento y prudencia del hombre y lo mismo nos muestra nuestra
experiencia en el vestir y en el andar »
[51]
.
Esta larga
cita que hemos sacado de Cristóbal de Villalón, pone de relieve la preocupación
del « parecer » y la desconfianza hacia los signos exteriores como la
vestimenta, los gestos, el andar, que hablan a pesar nuestro, que nos denuncian
y nos traicionan. Las disposiciones (« ceremonias ») del Colegio,
sobre todo durante los primeros años, tienen como objetivo suprimir esas
fuentes de información para el exterior que son los gestos, las vestimentas, la
palabra. Mientras espera llegar a ser verdaderamente « prudente », el
colegial deberá aprender a parecerlo o al menos aprender a no dar a conocer su verdadera naturaleza individual.
Debe nuestro escolástico (estar) de continuo con grande aviso en su persona y en todas
las obras que hiciere nunca se descuide teniendo aquella gravedad y severidad competente al lugar y conversación donde
estuviere con los ojos y meneos de varón modesto porque es cosa muy necesaria
al sabio la modestia y la gravedad (…) use de estas virtudes sin afeites muy al
natural con tanto aviso que muestre
ser hecho a descuido y esté tan ingenioso sobre sí que no le puedan tachar (…)
a ninguno se muestre ser desgraciado ni desabrido, sino muy cortés y bien
criado
[52]
.
El programa de conducta
evocado por Hernán Perez de Oliva, que Villalón hace figurar en su obra,
recomienda el control de sí mismo, la disciplina de hierro. Una disciplina que
el Colegio traduce en gestos y ritos, llamados « ceremonias » ;
éstas tratan de provocar el nacimiento de una segunda naturaleza, de una
personalidad de clase en donde la prudencia, la gravedad, la modestia, la
reserva son obligatorias.
El problema reside en el hecho
de que ésto no se logra inmediatamente. Por eso el colegial, mientras se
esfuerza en llegar a ser alguien verdaderamente « prudente », deberá
aprendrer a disimular su imprudencia, o al menos a no proclamarla a través de
sus gestos y sus vestimentas. Nada que temer por ese lado, porque nadie es más
« insignificante » que un nuevo colegial. El uniforme vestimentario
es obligatorio
[53]
.
Los colegiales están vestidos
por el Colegio que les da una vestimenta por año, siempre del mismo paño. Los
signos distintivos son suprimidos : jubones,
mangas de raso, calzas de seda…
[54]
Calzado si pueden llevar
pero simple : sin orejas ni lazos.
No pueden llevar botas. Éstas evocan al caballo y al caballero mientras que el
colegial se desplaza a lomos de mula. Los cabellos se llevan cortos. Las
barbas, los bigotes, tufos, guedejas,
copetes y otras fantasías de moda deben suprimirse. En lo que concierne a
los gestos, el colegial debe caminar con un paso « decente » y
« medido »
[55]
. En cuanto a la palabra,
nada habrá que temer por ese lado, porque el nuevo colegial no puede hablar sin
pedir permiso para hacerlo « con signos de humildad »-« al
antiguo »
[56]
.
El « nuevo » no habla más que si su superior le interroga, y jamás se
dirige directamente al antiguo ; si camina por la calle, se limita
simplimente a responder
[57]
. En resumidas cuentas,
mientras espera aprender « como se ha de haber con el habla », se
quedará mudo
[58]
.
b) Reconocer al
otro : el territorio y la ubicuación.
1) El
territorio
El colegial aprenderá al
contrario, a testimoniar al antiguo el reconocimiento de su superioridad.
Al estudiante de un gran
colegio las salidas en solitario le están prohibidas
[59]
y esto por razones de decoro;
debe entonces pedir la compañía de un joven colegial que está obligado a
aceptar el servicio de acompañamiento sin buscar a otro para su reemplazo y con
solicitud :
Ha de ponerse a la puerta con
tanta diligencia que aguarde al antiguo y no el antiguo a él (…). Se ha de
quitar el bonete en entrado el antiguo en el patio y se lo ha de volver a
quitar tres o cuatro pasos antes que llegue a él, y no cubrirse hasta que haya
pasado un cuerpo delante
[60]
.
Este servicio de
acompañamiento que sólo puede ser exigido por los colegiales que tienen al
menos tres años de antigüedad, se concibe para hacer entender a los demás la
situación preeminente del colegial antiguo, reconocida de este modo y
proclamada por el nuevo colegial
[61]
.
En un sistema de
representación jerárquica las diferencias de niveles se expresan en términos
derivados de la noción de espacio. Estas diferencias se miden según cuatro
ejes, a saber, la distancia entre los dos (más cerca/más lejos), la precedencia
(delante/detrás), la preferencia lateral (derecha/izquierda), la preeminencia
(más alto/más bajo).
Según este sistema la
distancia jerárquica, procedente del tiempo, está en relación directa con la
distancia física que separa a los dos colegiales : un cuerpo, dos
metros ; medio cuerpo, un metro. La distancia con relación al Rector
es de dos cuerpos. La noción de cuerpo engloba la idea de sombra, responde a la
noción de territorio : esta extensión física de la entidad real que es
función de la categoría social, pero también de la virtu personal; el respeto es el reconocimiento explícito de esa
expresión natural de la persona
[62]
.
Los colegiales caminan pues a
distancia. Forman sin embargo una unidad indestructible, la persona que se les
acerque deberá tomar la derecha del más antigüo de los colegiales puesto que el
nuevo colegial se sitúa con relación al mayor y que es este tipo de relación lo
que le identifica. El « nuevo » es aquí, un signo. Muchos puntos de
las recopilaciones ceremoniales insisten sobre la naturaleza indestructible del
binomio. El punto 18 del Colegio de Cuenca especifica que los colegiales deben impedir
que nadie pueda meterse entre ellos dos. Deben también caminar por la misma
acera « sin dejar calzada por el medio »
[63]
… Y es que lo que camina
por las calles de Salamanca no es una pareja de colegiales sino una
representación del orden jerárquico.
Las relaciones jerárquicas son
en el sentido primero del término, relaciones « verticales » ya que
su significancia implica el concepto de altura. El reconocimiento de la
superioridad del otro se traduce por gestos que intentan reducir la altura
física del que reconoce. Esos gestos conciernen la cabeza que se inclina y que
se despeja quitandóse el sombrero, y las rodillas que se pliegan. Los pajes
sirven de rodillas, lo que significa : « tú eres grande y yo soy
pequeño », o mejor, « tu eres grande y yo me reconozco por debajo
tuyo ».
En la sociedad de los Colegios, que es por
definición una sociedad fraterna, las únicas ceremonias que comportan la
inclinación de rodillas conciernen la capilla. Por el contrario las relaciones
entre los colegiales solicitan sin cesar al sombrero. El colegial del Colegio
de Cuenca debe bonete a los más
antigüos y a los colegiales de los otros tres grandes establecimientos (San
Bartolomé, Fonseca, El Arzobispo). Magnánime, se quitará su bonete delante de
los estudiantes de los otros colegios para no crear problemas, por no indignarlos. También se lo
quitará delante de las damas de calidad, pero sin ir más lejos. El Colegio debe
bonete a los títulos de Castilla, a los caballeros de las cuatro órdenes
militares, a los catedráticos de Teología, de Derecho Canónico y de Derecho
Civil. Además de hacerlo ante estos dignatarios de superioridad reconocida, el
colegial se verá en la obligación de alzar bonete cada vez que escuche
pronunciar el nombre del fundador que, con estar difunto, para los demás, ha de
estar siempre vivo en el corazón de sus beneficiarios. El deber de bonete puede
acompañarse de una fórmula en latin. El colegial alza bonete también cuando
bien un alumno antiguo bien el Rector estornudan
[64]
. Y no se limitan a alzar
bonete, deben además, quedarse con la cabeza descubierta durante un lapso de
tiempo cuidadosamente contado en función de la distancia jerárquica que se debe
testimoniar.
Las Ceremonias del Colegio de
Cuenca
[65]
especifican que el nuevo
colegial que espera la llegada del antiguo con la cabeza descubierta, no puede
volver a ponerse el bonete hasta que se encuentre a una distancia de un cuerpo
y medio con relación al antiguo. Con respecto al Rector el acto es aún más
largo; el colegial deberá esperar que el Rector termine de subir las escaleras,
que haya abierto la puerta del corredor, y que haya ya entrado por el pasillo
[66]
… Por otra parte, no debe
esperar en cualquier lado : cuando se es verdaderamente novicio se debe
esperar a nivel del poste sin apoyarse y sin sentarse. Cuando se es menos
novicio se puede esperar en la puerta
[67]
.
2)
El espacio
Las ceremonias que hemos
descrito conciernen el respeto de ese espacio particular que se llama el
territorio personal de una entidad. Veremos ahora, sin dejar de lado la noción
de espacio, como se manifiesta el respeto cuando se trata del derecho de
ocupación de un espacio público.
El Rector, como sabemos, es la
más alta autoridad del Colegio. Cuando el colegial se encuentra en la calle con
el Rector está obligado a cederle el paso y debe hacerlo siguiendo unos gestos
codificados. Según las ceremonias del Colegio de Cuenca
[68]
el colegial que se
encuentra con el Rector en la calle debe detenerse a « seis pasos »
de él, sacarse el bonete que guardará en sus manos, cederle el paso y quedarse
en esa posición hasta el momento en que el Rector le hará saber por signos que
puede pasar él.
Después de ceder el paso,
deberá ceder el sitio : según las ceremonias de Cuenca, el colegial que se
encontrara con el Rector o con un colegial más antiguo durante una visita, debe
dejar inmediatamente el lugar
[69]
.
En las ceremonias del colegio
de Fonseca
[70]
se especifica que el nuevo colegial deberá siempre dar su sitio y dejar el
lugar aunque el antiguo colegial no se lo exija : Aunque no lo quisiera.
Ningún colegial puede entrar
en una casa en donde se encontrara ya el Rector o un colegial más antiguo. Es
más : en sabiéndolo el novicio debe retirarse inmediatamente.
[71]
Hay sin embargo espacios en
donde la competencia es inevitable,
la Universidad
es el lugar de encuentro obligatorio
de los unos y los otros. Evitar estos encuentros es la finalidad misma de las
disposiciones en la materia. Si el joven colegial se encuentra con el mayor en
los locales universitarios, como no se puede marchar, deberá detenerse y
pegarse contra la pared o contra el pilar más próximo : arrimarse a alguna pared o pilar. Debe,
pues, fundirse en el paisaje, desaparecer, borrar su presencia, manteniendo una
distancia cuidadosamente medida : la mitad del patio.
El colegial no puede en ningún
caso pasearse delante del Rector o delante del antiguo. Sucede, sin embargo,
que el encuentro se haga entre dos colegiales del mismo rango. El Colegio de
Cuenca lo ha previsto todo :
Dos
colegiales antiguos o nuevos no se pueden pasear juntos ni cada uno de por sí
en una misma nave de escuelas
[72]
.
Deben obligatoriamente
compartir el terreno. Cada uno puede pasearse por un pasillo del claustro sin
encontrar al otro. Se puede también pasear por el patio pero haciendo del pozo
central una frontera. Última variante : pueden pasear uno por el patio et
otro por el claustro, aún si es del lado de los pilares : « aunque
sea por los postes »
[73]
.
Según este código, la
distancia jerárquica se acrecienta en función del lugar. Se considera que el
espacio universitario representa el lugar de exaltación del Rector, o al menos
el de su mayor brillantez. Su territorio simbólico crece en consecuencia. El nuevo, es decir el inferior, lo reconoce
aumentando la distancia física entre los dos. Se deduce por lo tanto que el
mantenimiento de esta distancia implica el estatismo del que así le reconoce,
siendo el paso -por definición- una progresión y por consecuencia, una
disminución de las distancias y una amenaza virtual para el otro. Finalmente el
colegial obedece aquí a uno de los principios de base de la comunidad colegial.
Esa división del terreno es la representación simbólica del principio de la
no-competencia entre los colegiales sobre un mismo puesto. La prohibición que
se le hace a los colegiales de sentarse en un mismo banco va en este mismo
sentido
[74]
. El nuevo o inferior tiene un lugar bien definido, siempre detrás del antiguo. Se le está formalmente
prohibido sentarse delante –o antes- del antiguo
[75]
.
Sin embargo se le prohibe
también al antiguo quedarse sentado
si no hay sitio para el nuevo…..
El orden se invierte cuando se
trata de ceremonias eclesiásticas en las cuales los nuevos toman el primer rango « para todo lo que concierne las
procesiones »; en éstas, los nuevos forman la primera fila de los que
llevan los cirios y los doseles. Una manera de recordar quizá que en el Reino
de los cielos, los últimos serán los primeros. Esto está totalmente de acuerdo
con el protocolo de la liturgia.
El nuevo aprende a reconocer el territorio de su superior y a
testimoniar el respeto debido a todo lo que le concierne. Aprende también a
limitarse a su territorio que es personal strictu
sensu, la extensión, aunque sea verbal, le está totalmente prohibida. A su
vez él también es respetado en su territorio. Los castigos corporales están
absolutamente prohibidos así como las injurias. Los castigos se imparten según
un sistema en que la significación jerárquica es prioritaria. Éstos conciernen
la desclasificación y la exclusión. La desclasificación se deja ver sobre todo
durante las comidas.
El refectorio, que participa
al mismo sistema de representación jerárquica, tiene una mesa central llamada
de cabecera en la cual se sientan el
Rector y los cuatro colegiales más antiguos, y dos mesas laterales llamadas de
pie (los pies) reservadas a los
nuevos.
El colegial castigado deberá
comer en la mesa de los « familiares », esos colegiales de segundo
rango que deben hacer las tareas domésticas en el universo del colegio y cuya
mesa se sitúa a continuación y prolongando la de « los pies ».
La exclusión se significa haciendo
comer al colegial castigado en una mesa aparte : la mesilla o picola.
También puede verse castigado en su cuarto o definitivamente expulsado, lo que
era raro
[76]
.
Evidentemente el colegial que
pasa aproximadamente nueve años y medio en el colegio aprende allí lo que el
paje aprende en la casa noble, es decir, a reconocer su lugar y el de los
demás, a entrar en el rango en donde se sitúa, y a proclamar alto y fuerte su
respeto por el orden establecido. Esos gestos repetidos sin cesar se
conviertene en mecánismos y contribuyen sin duda, a formar personalidades y
también carácteres.
Esto era lo que se esperaba de
esos Colegios que suministraban los hombres que habían de formar el aparato de
Estado.
Hacerse reconocer y existir en la mirada del otro :
Está ya el
mundo de tal manera que habían de ser más largas las vidas para aprender los
puntos y novedades y maneras que hay de crianza (…) el caso es que ya yo no
sabía cómo vivir cuando aquí yo me metí porque no se toma de burla cuando hay
descuido en tratar con las gentes mucho más que merecen, sino que tan de veras
lo toman por afrenta que es menester hacer satisfacciones de vuestra intención,
si hay como digo descuido, y aun plegue a Dios lo crean (…) no cumple perder
puntos en puntos del mundo so pena de no dejar de dar ocasión a que se tienten
los que tienen su honra puesta en estos puntos. Traíame fatigada y nunca
acababa de hacer satisfacciones porque no podía aunque lo estudiaba dejar de
hacer muchas faltas en esto que como lo digo no se tiene en el mundo por
pequeña. Y es verdad que en las religiones que de razón habíamos en estos casos
estar disculpados, hay disculpa ? No que dicen que los monasterios han de
ser corte de crianza y de saberla (…) He
pensado si dijo algún santo que había de ser corte para enseñar a los que
quisieren ser cortesanos del cielo, y lo han entendido al revés (…) Aun si se
pudiera aprender de una vez pasara, más aun para títulos de cartas es ya
menester haya cátedra adonde se lea como se ha de hacer a manera de decir,
porque ya se deja papel de una parte ya de otra y a quien no se solía poner
magnífico se ha de poner ilustre. Yo no sé en qué ha de parar porque aun no he
yo cincuenta años y en lo que he vivido he visto tantas mudanzas que no sé
vivir
[77]
.
Los dos ejemplos que hemos presentado
brevemente, aunque diferentes en cuanto al nivel de elaboración y en cuanto a
su lugar de aplicación, forman parte de un mismo sistema de representación
social. Si tomamos en cuenta el testimonio de los contemporáneos, este sistema
ha intensificado su presión durante el siglo XVI. La carta de Santa Teresa que
hemos puesto como epígrafe, muestra una impaciencia y un cierta irritación que
no era ella la única en sentir frente a unas relaciones sociales de tan
acrecentada complejidad. He aquí que desde hace un cierto tiempo los
testimonios de respeto se han vuelto obligatorios. Y esos testimonios se
presentan bajo formas variadas y específicas que son de conocimiento forzoso.
La gente parece ávida de reconocimiento.
La sociedad de los Reyes
Católicos era ciertamente mucho menos simple de lo que se ha dicho, pero los
testimonios que conciernen la inflación honorífica parecen ocupar un período
que comienza en los años treinta del siglo XVI y cuya tendencia va
amplificándose a pesar de una cierta resistencia :
Desta
mudanza y nueva costumbre inducida en la tierra ha nascido un gran dolor, que
nuestro ser sea todo palabras sin verdad y que nuestra buena crianza consista
en las grandes salutaciones de muy adornadas y elegantes palabras, de cortesías
muy afectadas como beso las manos y pies de vuestra ilustrísima señoría (…) soy
esclavo de vuestra merced y otras semejantes liviandades que nuestra España usa
y que corrompen y infaman nuestra buena opinión
[78]
.
Aquí es Cristóbal de
Villalón quien habla y afirma que las cosas se han vuelto tan complicadas que
la gente, como ya no sabe cómo hacer, prefiere no escribir cartas :
… queriendo escribir cosas de
que tenemos necesidad lo dexamos de hacer porque no sabemos como se intitulará,
como se porna (sic) la cortesía su
junto a la cruz o abajo, como irá la firma y junto a ella como pornan (sic). Así que por no incurrir en mala
crianza faltando en algunas liviandades dejan de escribir : porque si
alguna de estas liviandades no van a sabor del que recibe la carta luego es tenido
el que la escribe por bárbaro nescio (sic)
[79]
.
Los años que van de 1520 o
1530 hasta la mitad del siglo, aportan un numero de cambios considerable en
todos los sectores. En lo que concierne al tema que nos ocupa, todo parece
indicar la existencia de una evolucion considerable en el código de
comportamiento social, un cambio también en la expansión de su aplicación, un
cambio en fin, a nivel de su coercisión.
Estos son los años de la
aparición del Cortesano de
Castiglione
[80]
,
los años en que Amadís de Gaula -bajo ciertos aspectos, otra
« biblia » del código de cortesía de la época- alcanza la mayor
difusión. Pero los testimonios sobre el tema revelan, por su caracter de
saturación, un estado de cosas que se relaciona muy dificilmente con la
atmósfera amable y refinada de esas obras. Sería también difícil relacionar
esos testimonios con la preocupación pedagógica y formadora de los manuales de
civilidad del tipo del Galateo
[81]
. Esas obras son
reveladoras de una mayor exigencia cualitativa en el terreno de las relaciones
sociales cotidianas : una exigencia que era ampliamente compartida.
En realidad esas formas de
reconocimiento social, tan exigentes y
coercitivas, son manifestaciones
epidérmicas de un fenómeno más vasto y más profundo. Los protocolos de Corte,
las ceremonias de los Colegios, los códigos de cortesía forman parte de un
sistema de clasificación social y, por ello, mismo, de los mecanismos de
exclusión y de cerradura social. Sirven para separar, dividir, ordenar. Su peso
se hace sentir tanto más cuanto que el cuerpo social siente la necesidad de
distinguir, clarificar, precisar, separar : es decir resituar. Por su
orientación esos códigos participan de la vasta política de reorganización y de
reestructuración social comenzada en España desde finales del siglo XV. Los
cambios en los ceremoniales de la corte en donde se impone el protocolo
borgoñón (1547) se incluyen en el contexto, pero sólo son una manifestación
específica de esa campaña
[82]
de remodelación a la que
se somete la sociedad española de la época. Pocas naciones habrán conocido
tantos cambios en tan poco tiempo. Esos códigos a los cuales España parece tan
apegada, son ciertamente, un factor de inmovilismo social, pero son también
estabilizadores y tranquilizadores. Ahora bien, en el mundo hispánico, en donde
la suceptibilidad iba a la par de la sospecha, existía una gran necesidad de
confortarse, y de encontrarse en el reconocimiento social. Para ser conocido,
hacía falta ser reconocido y hacerse reconocer : es decir se debía dar a ver, hacer oir, poner en escena
ese status social al cual se pretendía pertenecer. En resumen, se debía
utilizar el buen código, paso primordial en una sociedad en donde el status de
la gente dependía muy a menudo del testimonio de los demás : basta con
pensar en las encuestas sobre los candidatos a los Colegios o a los testimonios
de las probanzas de hidalguía
[83]
. Era también una actitud
peligrosa que podía reducir la existencia a una representación y la esencia a
un simple reflejo en la mirada del otro. La insistencia con la cual se pide
este reconocimiento denuncia a menudo la angustia, el miedo a la exclusión o a
la descalificación. En este contexto y en un sistema en el cual los signos
tenían valor de prueba no es extraña la fusión entre significación y eficiencia.
El sistema no era exclusivo de España pero el contexto social daba a las
relaciones de identificación-reconocimiento una intensidad y una acuidad que
llegaban a lo dramático.
Por otra parte, identificar la
calidad esencial de una persona o hacer reconocer su propia superioridad
obligando al otro a significarla por medio de una extensión territorial o por
la cesión del sitio, no son empresas que relevan del terreno de lo nimio. Son
reflejos fundamentales que, desde siempre, nos conducen a la noción de vivir y
sobrevivir, a la noción de poder, Ahora bien, los ceremoniales son, ante todo,
representaciones simbólicas de la fuerza, son puestas en escena del poder
[84]
.
En los dos ejemplos que hemos
utilizado encontramos por un lado, una identificación social próxima a las
lecciones del Galateo, y por el otro,
un ceremonial de puesta en escena del respeto jerárquico. Dos facetas en suma
de una cuestión mucho más vasta y mucho más compleja.
[24]
San Clemente, Dis.III,
CII.
[28]
Felix G. Olmedo, Humanistas y
pedagogos españoles, Diego Ramirez de Villaescusa, Madrid, 1994. Hemos
trabajado sobre las Constituciones de los Colegios siguientes: San Clemente de
Bolonia, Statuta collegii Hispanorum
Bononia, 1648 (abreviación: San Clemente); San Bartolomé, Constituciones Colegii Divi Bartholomaei,
Salamanca, 1598 (abreviación: San Bartolomé); Santa María Magdalena (llamado
“del Arzobispo”), Constitutionis Collegii
D. Mariae Magdalenae, Salmantica, 1653 (abreviación: Magdalena); Fonseca, Constitutionis quibus insigne ac
celeberrimum Divi Jacobi Zebedaei collegium, Salmantica, 1658 (abreviación:
Fonseca); Zebedeo llamado “de Cuenca”, Constitutiones
et Statuta Collegii majoris Conchensis, Salamanca, 1658 (abreviación:
Cuenca).
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