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Camilo Fernández Cozman
(Universidad Nacional de
San Marcos. Lima)
SUMILLA
"La ironía y la
desmitificación son procedimientos esenciales en la poesía de Antonio Cisneros,
quien critica los íconos impuestos por las culturas hegemónicas. El poeta
peruano se burla de los aportes de la cultura occidental y asume así una
posición periférica para incentivar la actitud crítica de sus lectores".
Palabras claves: ironía, desmitificación,
culturas, hegemónicas
ABSTRACT
Irony and
demystification are essential proceedings in Antonio Cisnero’s poetry, who
criticizes the imposed hegemonic icons. The Peruvian poet laughs about the
contributions of the Western culture and assumes a peripheral position to
encourage the critic attitude of his readers.
Key words:
irony, demystification, icons, hegemonic
Todo poeta es producto de una tradición. La obra artística no nace en el
vacío, sino que responde a un contexto cultural que explica su surgimiento.
Aislar un poema significa condenarlo a que no dialogue con la tradición;
reducirlo a los contenidos que expresa, implica olvidar el puntilloso trabajo
con el lenguaje que realiza su diestro hacedor.
La obra de Antonio Cisneros (Lima, 1942) se enmarca en el
ámbito de la lírica peruana de los años sesenta. Como hemos señalado en un
libro sobre el tema[1], esta
poesía (representada por Cisneros, Rodolfo Hinostroza, Marco Martos, Luis
Hernández, Javier Heraud, Julio Ortega, Mirko Lauer, Juan Ojeda, entre otros)
se caracteriza fundamentalmente por la conciencia estructural del poema (los
poetas, basados en Ezra Pound y T.S.Eliot, son plenamente conscientes de que el
texto poético debiera tener una estructura); el papel de la síntesis (se
realiza una simbiosis entre el pulido artístico del poema y el mensaje de
crítica social que brota de este último); el verso narrativo y conversacional (se
revela el gusto por la anécdota y el empleo de un tono coloquial, lección de
Pound y Eliot); y la cita cultural (Cisneros, Hinostroza, Hernández y Martos
emplean referencias culturales en sus textos y citan a Bertold Brecht, Antonio
Machado, César Vallejo, Walt Whitman, etc.)
Cisneros destaca por el empleo de una ironía desmitificadora a diferencia de Heraud, quien practicaba un
lirismo heredero de Antonio Machado. Definamos esta categoría. La ironía es una
figura literaria por la cual el escritor da a entender exactamente lo contrario
de lo que afirma. Se trata de una burla sutil y disimulada a través de la cual
se busca provocar una sonrisa en el lector tomando temas que, habitualmente,
son vistos de manera seria: la familia, el progreso social, las relaciones
amorosas, etc. Según
Ahora pasemos al siguiente concepto. Umberto Eco afirma que “cuando se
habla de desmitificación, con
referencia a nuestro tiempo, asociando el concepto a una crisis de lo sagrado y
a un empobrecimiento simbólico de aquellas imágenes que toda una tradición
iconológica nos había acostumbrado a considerar como cargadas de significados
sacros, lo que se pretende indicar es el proceso de disolución de un repertorio
simbólico institucionalizado”[3].
Cisneros emplea la ironía para desmitificar algunas ideas acuñadas en el
repertorio simbólico de las instituciones de la cultura oficial. Aquí mito quiere decir idea falsa, impuesta por
las culturas hegemónicas con el fin de que las culturas emergentes se vean
obstaculizadas en su desarrollo y no puedan progresar creativamente ni tengan
capacidad crítica para enjuiciar el pasado ni iluminen su presente desde una
óptica ciertamente esclarecedora.
Cisneros, premunido de la ironía como procedimiento poético, está en
contra de la seriedad en el tratamiento poético de los temas, asimismo recusa
el tono demasiado sentimental, y eventualmente cursi, que se observa en la
lírica romántica. También rechaza la poesía de ostensible compromiso
político-partidario que se manifiesta, por ejemplo, en Canto general (1950) de Pablo Neruda. Cisneros muestra una
predilección por una escritura de temple irónico que cuestiona la noción de
gravedad y circunspección en lo que respecta al abordaje literario de temas
como el amor o la defensa de los marginados.
Para analizar la ironía desmitificadora en la obra poética de Cisneros,
privilegiaremos tres poemarios, donde se emplea dicho procedimiento con mucha
asiduidad: Comentarios reales (1964),
Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968) y Como higuera en un campo de golf (1972). Primero daremos una visión
panorámica de cada uno de estos tres libros y luego nos centraremos en el
análisis de un poema en particular.
A)
En Comentarios reales --título
que evoca la célebre crónica del Inca Garcilaso de
En la segunda parte del poemario (“Hombres, obispos,
soldados”) se desmitifica la imagen del conquistador, quien, según la historia
oficial, trajo la religión católica, el idioma castellano, el progreso y la
cultura occidental a nuestras tierras. A estos personajes, el yo poético los
califica de “Negociantes de cruces/ y aguardiente,/ comenzaron las ciudades/
con un templo”, es decir, se trata de mercaderes de la fe, quienes, ebrios,
edifican un templo en cada nueva ciudad. Los conquistadores tienen “las viejas
armaduras oxidadas” y son culpables de que hoy algunos peruanos puedan
“compartir su lecho con algunos/ parientes cancerosos”. Negocio insensato,
cáncer y ebriedad estéril son –según el poeta-- algunas huellas dejadas por las
huestes de Francisco Pizarro en el Perú.
En “Consejo para un viajero” se intenta desmitificar la
imagen del virrey Toledo (cuya importancia ha sido reconocida por historiadores
como Raúl Porras Barrenechea), el cual es calificado como el “Señor de Muerte”, “pues alacranes/
cantan bajo tu lengua”. Se enfatiza que dicho personaje pudiera tener lepra u
otra enfermedad, pues el locutor personaje se dirige a él y le remarca que “no
beses mujer e hijos”. Se sugiere la posibilidad de que Toledo pudiera contagiar
a su familia con un mal incurable. Aquí observamos cómo Cisneros intenta
influir en el lector para que este cambie su idea acerca de la historia oficial
y construya una historiografía más crítica, donde pueda polemizar con la
reconstrucción del pasado que han realizado algunos historiadores de tendencia
algo conservadora.
En “Cuestión de tiempo”, el locutor personaje se dirige a
Almagro para increparle el mal negocio que hizo. Llegó hasta Atacama, pero allí
no encontró el soñado oro, sino solo piedras y arena. Sin embargo, ha dejado
herederos: en 1964, hay buitres que “cosechan
(…) unos bosques tan altos de metales”. Aquí observamos cómo el
Virreinato ha dejado a sus descendientes en la época republicana. Cisneros
parece adscribirse a la visión de José Carlos Mariátegui, quien pensaba que “[l]a aristocracia colonial y monárquica se
metamorfoseó, formalmente, en burguesía republicana. El régimen
económico-social de
Analicemos
“Túpac Amaru relegado” porque permite observar, con claridad meridiana, el
temple desmitificador de la lírica de Cisneros respecto de algunos personajes
idealizados por la historia oficial:
Hay
libertadores
de
grandes patillas sobre el rostro,
que
vieron regresar muertos y heridos
después
de los combates. Pronto su nombre
fue
histórico, y las patillas
creciendo
entre sus viejos uniformes
los
anunciaban como padres de la patria.
Otros
sin tanta fortuna, han ocupado
dos
páginas de texto
con
los cuatro caballos y su muerte.
Los
libertadores, como San Martín o Bolívar, son concebidos por la historia oficial
como los forjadores de
Se observa una crítica
fuertemente desmitificadora: los libertadores no participan directamente en la
lucha bélica, sino que dirigen a lo lejos la acción de los ejércitos. No
obstante, el nombre de San Martín o Bolívar ocupa buena cantidad de páginas en
los textos escolares, los cuales no dedican mucho espacio al elogio de los
soldados anónimos que dejaron su vida por
liberar al Perú del yugo de España. La sinécdoque cobra vuelo cuando se
afirma que las patillas (vale decir, los libertadores) siguen creciendo en la memoria
oficial del Perú y ello da pie a un símil de naturaleza paternal: son considerados
“como padres de la patria”. Sería interesante precisar la estructura analógica
en este caso. La patria es la hija; el libertador, el padre. Este es el
progenitor de aquella, de manera que el Perú no tendría un pasado glorioso
(según la historia oficial) sin San Martín ni Bolívar.
En los tres versos finales cobra
primacía la metonimia de causa (el accionar de los caballos) en vez de efecto
(el estrangulamiento del personaje aludido en el poema). Aquí se observa la
valoración (“Otros sin tanta fortuna”) que realiza el locutor respecto del legado de
Túpac Amaru II. El texto plantea que deberíamos tener otra historia, la cual tendría que dar mayor preponderancia a
ciertas figuras olvidadas por la historia oficial, por ejemplo, Túpac Amaru
II.
El poema analizado desmitifica
a los libertadores, quienes son vistos por las culturas hegemónicas y por los
textos escolares como modelos de conducta ética. En realidad, solo tienen
grandes patillas y no eran valerosos ni probos. Esperaban sentados a su
escritorio el resultado de las batallas y no participaron tan activamente en
ellas, como sí lo hicieron aquellos soldados sin nombre que sí entregaron sus
vidas para liberar al Perú del dominio español.
B)
Poemario que obtuvo el Premio Casa de las Américas
en 1968, Canto ceremonial contra un oso
hormiguero revela un temple también desmitificador. En “Karl Marx died 1883 age
En “Crónica de Lima”, el yo poético afirma sin ambages:
“Trato de recordar los nombres de los Héroes, de los Grandes Traidores./
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí”. Se trata de la posibilidad de
reescribir la historia desde una posición periférica a partir del cual el locutor
asocia a los héroes con la isotopía de la traición. Aquí el sujeto ocupa la
posición de alguien que busca destruir el prestigio que ciertos personajes
tienen en el ámbito de la historia oficial. En tal sentido, este poema continúa
la línea desmitificadora que anida en Comentarios
reales, donde –como hemos dicho antes— los héroes son concebidos como seres
que solo tienen largas patillas que se lucen en los textos escolares, vehículos
de transmisión e imposición del saber hegemónico de una generación a la otra.
Abordemos ahora el análisis de “Kensington, primera
crónica” porque allí se percibe, de modo diáfano, la vocación desmitificadora
de Cisneros en relación con ciertos mitos acuñados en la tradición cristiana.
Transcribamos el poema:
Yo caminé por estas mismas calles con la comodidad de un buey, ufano
como el más alto de los olmos, y los dioses
eran conmigo, alegre peatón
sobre los cráneos de los ingleses muertos en la guerra, mesador de las
barbas,
y brillaba
como un árbol de moras en medio del verano, Cristo sobre las aguas,
glorioso,
cerdo feliz.
Y fue el tiempo de tratados y de alianzas con el jefe de las tribus:
Hombres de Australia, hombres del Canadá, hombres de Irlanda,
todos los bárbaros
metiendo lagartijas en el culo de
y sin remordimiento.
Dulce
Morgan,
viajero entre las ramas y los campos del aire,
lejos de los tejados que guarecen a los adoradores del Tío Coronel en la
Malasia,
De Betty Boop, de
donde las muchachas guerrean con los reyes normandos, de los baños
donde los muchachos se drogan a la sombra de su viejo prestigio:
Dios salve al Rey.
Aquí se observa una
ironía irreverente y desacralizadora. Primero, tenemos a “Cristo sobre las
aguas” concebido como un “cerdo feliz”. La pureza de la figura del Mesías en su
gloria termina absolutamente destruida por el yo poético que la asocia con la
figura de un puerco sumergido en la dicha. Segundo, observamos cómo
C)EL PROCEDIMIENTO DESMITIFICADOR EN COMO HIGUERA EN UN CAMPO DE GOLF
En este poemario, Cisneros desmitifica determinados
productos culturales, verbigracia, ciertos lugares de gran prestigio en la
historia universal, algunos autores
representativos del mundo contemporáneo y hasta las relaciones de oferta y
demanda esenciales para el funcionamiento de la sociedad capitalista.
En “Dos postales”, el poeta derriba un ícono, es decir,
Egipto (cuna de una gran cultura), poniendo el nombre de este país al lado de
una medicina que sirve para aliviar las consecuencias de una ebriedad
dionisíaca: “las caravanas ya volvieron de Egipto/ y dan noticia / del borracho
que busca un alka-seltzer”. La contigüidad entre “Egipto” y “borracho” provoca
una sonrisa en el lector porque ambos términos pertenecen a isotopías
absolutamente alejadas y allí radica uno de los recursos medulares que materializa
el empleo de la ironía en la escritura
de Cisneros.
En “Denuncia de los elefantes (demasiado bien
considerados en los último tiempos)”, el locutor coloca a Brecht al lado Wana
Tarzán y llega a la conclusión de que si
bien el dramaturgo alemán manifestó afecto hacia los elefantes, fue Tarzán el
que llegó a comunicarse más eficientemente con estos últimos. Se ha invertido
la jerarquía: Tarzán hizo más por los paquidermos que Brecht porque con aquel
estos aprendieron inglés.
En “Fin de temporada en el Mediterráneo (aquí no se habla
de pescadores)”, el yo poético ironiza las relaciones comerciales en el mundo
capitalista: “Una vela es a crédito, al contado son dos. La grasa para un año:
burguesía/ inexperta/ Enrique el
Navegante: para un fin de semana”. Así Cisneros se burla de la poca experiencia
de la clase burguesa en el ámbito de los negocios. La burguesía –al decir del
poeta-- se sustenta en la actividad comercial, pero no sabe manejarse con
idoneidad en el ámbito de la oferta y la
demanda.
Ahora nos dedicaremos al análisis de “En
He abierto el Diario de Colón en la página 27 (Cultura Hispánica, 1968).
Treinta y seis muchachos –entre los 20 y 23 años—han abierto el Diario
De Colón en la página
27.
“Y
como siempre trabajase por saber dónde se cogía
el oro.” (Cierro el libro/ cierran los libros.)
El Almirante ha quedado como un chancho y el público se indigna.
Para la próxima clase: página 46 (op.cit.).
Colón es uno de los
íconos más celebrados por la historia oficial. Incluso sus cartas culturalmente
marcadas son estudiadas en los cursos de literatura hispanoamericana colonial.
El locutor personaje se asume como un profesor de
CODA
Desmitificador, irreverente, a veces lúcidamente procaz,
Cisneros es uno de los grandes poetas de los años sesenta. Su obra evidencia
que la cultura universal es, para él, un rompecabezas; de ahí el juego con las
referencias que son empleadas, casi siempre, irónicamente en el poema. Cisneros
se burla de esa poesía acartonada, demasiado seria, y desea que su escritura
(plena de tono narrativo) sea siempre una provocación, un acicate para que el
lector asuma una actitud crítica respecto de los íconos acuñados por la
tradición hegemónica.
[1] Fernández Cozman, Camilo. Rodolfo Hinostroza y la poesía de los años sesenta. Lima:
Biblioteca Nacional del Perú, 2001, pp. 71-102.
[2] Cf. Arduini, Stefano. Prolegómenos a una teoría general de las figuras. Murcia:
Universidad de Murcia, 2000.
[3] Eco, Umberto. Apocalípticos
e integrados. Barcelona: Ed. Lumen, 1985, p. 249.
[4] Mariátegui, José Carlos. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima:
Biblioteca Amauta, 1991, p. 249.
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