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Historias de la corte de Heian
(Homenaje a Shikibu Murasaki y las damas de la corte)
El tocado o el cambio de plan docente
José María Perceval
El favorito Fujiwara to Korechika
estaba absolutamente irritado. Desde muy temprano, abrió las cortinas de su Kichô y dirigiéndose a un secretario que dormitaba en una
estera, redactó en magnífica caligrafía su carta al consejo de estado
reclamando una rápida resolución imperial ante un escándalo que sacudía la
agitada vida de la ciudad de Heian Kyo.
El consejo de
Estado hizo firmar al emperador una orden tajante: era inaceptable que los
nobles de tercer rango de la corte llevasen el tocado chino de quince pulgadas
con coleta de veinticinco pulgadas. La elegancia, atestiguada durante dos
siglos desde que se imitó esta moda de la corte Tang,
aseguraba que el tocado de los nobles de tercer rango debía ser de
Los secretarios
volvieron a redactar la propuesta como documento de estado, el lenguaje de la
administración – mezcla de chino imperial y japonés de la corte -. No fue
posible la aprobación del texto por el emperador que se había ido a contemplar
la magnífica ladera de cerezos en flor del monte Hiei
con sus tres mil templos. Dos días después aprobaba el texto escribiendo el día
del mes de su puño y letra ya que el año y el número del mes no son función
imperial y son escritos por los secretarios del ministro de la derecha y del
ministro de la izquierda respectivamente.
El borrador fue
enviado al ministerio de Asuntos Centrales. El ministro devolvió un informe de
reconocimiento al emperador y, después de una ceremonia sagrada, abrió el
manuscrito y lo devolvió para la aprobación automática del mismo. Se colocó en
el decreto el término ‘Yo proclamo’, situado bajo su título oficial.
Un carruaje
partió días después rumbo al gabinete del ministro Ayudante Mayor que, tras un
retraso de varios días ya que se encontraba en su residencia de Jui, escribió el término ‘recibido’. Esto no obstaba a que
el documento repitiera la misma ceremonia en el Ministerio del Ayudante Menor,
aunque en este caso el ministro escribió sobre el documento el término
‘realícese’. Otro carruaje llevó el documento al gabinete de escribanos que
realizaron una copia que fue enviada de nuevo al Gran Consejo de Estado para
realizar un informe de reconocimiento.
Seguidamente,
postrado ante sus pies, el ministro de la mano derecha pasó el documento al
emperador que escribió el término ‘aprobado’ en la copia original y, encargo
encarecidamente su devolución al Gran Consejo.
Los lingüistas de
la Comisión Imperial analizaron el documento, con un estudio minucioso para
eliminar cualquier defecto estilístico y lo devolvieron de nuevo al gabinete de
escribanos para realizar diversas copias para el Archivo imperial, el templo
mayor budista, el templo Shinto, y una copia menos
formal al gabinete de la emperatriz (este duplicado estaba traducido al japonés
de la corte ya que las damas tenían estrictamente prohibido el chino imperial).
Estas copias se
hallaban firmadas por el primer ministro de Asuntos Centrales y todos los
funcionarios que trataron el asunto. Todas las copias fueron, finalmente,
enviadas al palacio imperial donde se celebró la gran ceremonia de estampación
del “Seiin No Gii” (la
estampación del gran sello imperial).
Después de esta
ceremonia que tuvo momentos de emoción indescriptibles, y muchos comentarios
sobre la posición de prestigio otorgada al ministro de la derecha que había avanzado
un palmo hacia el trono imperial, situándose en el escalón inferior al príncipe
imperial Genji, el edicto fue proclamado.
El favorito Fujiwara to Korechika
se levantó la mañana siguiente absolutamente irritado. Desde muy temprano,
abrió las cortinas de su Kichô y dirigiéndose a un
secretario que dormitaba en una estera, redactó en magnífica caligrafía su
carta al consejo de estado reclamando una rápida resolución imperial ante un
escándalo que sacudía la agitada vida de la ciudad de Heian
Kyo.
En los dos años
transcurridos, el tocado de los nobles de tercer rango de la corte - el tocado
chino de quince pulgadas con coleta de veinticinco pulgadas - había aumentado
en grosor dos pulgadas. Era necesario rehacer el decreto imperial y, con gran
furia, despertó a uno de los secretarios que dormitaba en una estera para
acabar con este desvergonzado, inconveniente e insolente modo de proceder.
La maquinaria
imperial se puso de nuevo en funcionamiento.
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