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El culto a la salud y la belleza. La retórica del
bienestar, de J.A. Díaz, R. Morant y D. Westall
José M. Bernardo
Paniagua
(Universidad de Valencia)
Díaz, J.A.; Morant,
R.; Westall, D. (2007). El culto a la
salud y la belleza. La retórica del bienestar. Biblioteca nueva: Madrid, 218
págs.
El contenido de este trabajo ha de entenderse básicamente
como una propuesta de análisis e interpretación desde una perspectiva
lingüística o, más exactamente sociolingüística, de la dinámica publicitaria,
propagandística e incluso informativa que define la acción de los responsables,
dueños, de ese nuevo emporio económico que algunos han definido como “el
negocio de la salud” y, en última instancia, pretende construir discursos
encaminados a dictar normas y cánones de salud y belleza que los consumidores
han de asumir como la “naturalización” de lo radicalmente artificial o, lo más
peligroso, tremendamente nocivo.
Si hubiera que hacer una valoración general y sucinta de
este libro, me inclinaría por atribuirle el calificativo de necesario y no
precisamente por su oportunismo, que los autores rechazarían de plano con toda
la razón, sino por su densidad y, especialmente, coherencia textual entendida
como la argumentación lógica y fundamentada de una tesis tan acertada como
adecuada y, además, por la pertinencia de formular, defender y verificar esa
tesis dentro de un campo del saber como el lingüístico, el del lenguaje, que,
por causas extrañas, está siendo muy relegado en la formación y práctica de la
comunicación, de los comunicadores, como si la praxis comunicativa no tuviera
su fundamento y soporte ineludible en el lenguaje, como si la comunicación no
fuese sólo y únicamente lenguaje conformado de múltiples formas.
Partiendo de las afirmaciones vertidas en el párrafo anterior,
que, en cierto modo, pueden ser tomadas como una posible hipótesis de lectura,
por más que quizás los propios autores, y también otros lectores, puedan
tacharla de parcial o fragmentaria, considero razonable desarrollar el análisis
e interpretación de esta obra a
partir del supuesto
planteado. En efecto, y más allá del título de la obra que quizás peque de
ambiguo, salvo por la connotación que conlleva el término retórica, es evidente
que este trabajo tiene un carácter eminentemente lingüístico en el sentido más
auténtico del término y de acuerdo con las exigencias epistemológicas y
científicas del mismo. De hecho, incide en aquellas cuestiones que definen esta
disciplina que tiene entre sus objetivos fundamentales estudiar y explicar la
relación existente entre la expresión y contenido tanto desde el punto de vista
sincrónico como diacrónico dando la trascendencia que se merece la sociedad en
la que surge y a la que sirve como base de la comunicación que define las
interrelaciones que la conforman.
En este sentido y desde esa perspectiva ha de
entenderse la propia estructura del trabajo ya que su contenido pone en
evidencia la interconexión inexcusable entre sociedad y lenguaje, el papel
determinante del lenguaje en la construcción de la realidad social y, al mismo
tempo, las implicaciones del cambio social en el cambio de la forma de
expresarse los ciudadanos y en la creación terminológica, a veces con afanes
relacionados con la desinformación. En resumidas cuentas, estamos hablando del
proceso de creación que define la dinámica del saber y actuar lingüístico
centrado en un aspecto muy específico como es la construcción de unos discursos
encaminados a servir al objetivo de “naturalizar” una ideología, sin duda
perversa, en torno a lo que los dueños de la sociedad consideran bello y
saludable.
Teniendo en cuenta lo dicho, es absolutamente pertinente
el amplio análisis que, a modo de diagnóstico, realizan los autores del texto
sobre la sociedad actual y, de forma especial, la dinámica consumista que la
caracteriza y una de cuyas implicaciones claves es la extensión de la misma a
lo que se califica como “culto al cuerpo y a la salud” y se traduce en la
construcción de discursos persuasivos elaborados con la finalidad de provocar
una forma de pensar y actuar regida por unos cánones estéticos de carácter
narcisista que conduce, a través de una gran dosis de desinformación, a “la
tiranía de la belleza y la delgadez” que, precisamente en virtud de esa
persuasión mediática, conlleva a confundir bienestar con lo que, en palabras de
Debord, es simple y llanamente la plasmación de la
lógica del espectáculo y de la apariencia.
Como se ha dicho, esa lógica, que no es ni más ni menos
que una derivación del principio del negocio y del beneficio que rigen el
capitalismo, es el fundamento de la construcción lingüística de los discursos,
entre otras cosas porque los medios de comunicación a través de los cuales se
trasmiten son considerados por sus dueños como industrias que producen
determinadas mercancías que generan un doble beneficio: el que proviene de la
distribución y venta de las mismas y, sobre todo, el que conduce a la
conformación de una ideología encaminada a crear la necesidad de consumir
determinados productos que se consideran propios y peculiares de la sociedad
actual.
En este contexto social es en el que surge un determinado
lenguaje que responde a las exigencias de su caracterización y al servicio de
las cuales se pone una retórica persuasiva eficaz que conlleva el uso de
recursos relacionados con la creación de ciertos campos semánticos, conexión
analógicas, versiones polisémicas, usos metafóricos,
construcciones léxicas que aludan a dinámicas saludables e incluso ecológicas
y, de forma especial, adjudicación de calificativos tales como sano,
saludable o fresco a ciertos núcleos sintagmáticos con el objetivo de producir
la tan falsa como utópica (irreal e irrealizable) sensación e ingenua fiducia en los consumidores de que el consumo de
determinados productos, falazmente avalados a veces por el recurso a la
llamada por Bunge pseudociencia,
puede cambiar el rumbo y ritmo de la naturaleza.
Volviendo a la tesis inicial con la finalidad de incidir
en la relevancia sociolingüística de este libro y, al mismo tiempo, poner de
relieve algunas conclusiones en torno la lectura que se ha propuesto en esta
reseña sobre esta obra, nos parece importante insistir en la coherencia
discursiva del desarrollo del estudio en cuanto plasmación de una dinámica
investigadora que hemos definido como lingüística porque revela una doble
vertiente.
Primero, la necesidad de asumir, por parte de los
lingüistas, el reto de desentrañar, deconstruir, el
entramado conformado por los responsables de la comunicación
mediático-publicitaria en función de los supuestos que rigen el proceso de construcción
discursiva y textual; o lo que es lo mismo como una forma específica (retórica)
de usar el lenguaje eficazmente en situaciones concretas y de acuerdo con
intereses socioideológicos al servicio de los dueños
de la sociedad actual denominada con acierto “del consumo”, “del espectáculo”,
“financiaera”, “posmoderna”, “mediatizada”… o,
sencillamente “capitalista”, aunque sea el “capitalismo de ficción” al que se
refiere Verdú.
En segundo lugar, porque esa denominada deconstrucción desde soportes epistemológicos de carácter
lingüístico o sociolingüístico constituye, al mismo tiempo, la puesta en
práctica de una función social, muchas veces olvidada o eludida, del
científico, en este caso el estudioso del lenguaje, que se plasma aquí en la
denuncia de retóricas aberrantes con respecto a la estructura y dinámica
discursivas empleadas por los profesionales y los señores de los medios
de comunicación que, alejados del compromiso con el rigor de la verdad en la
lectura y construcción de la realidad, conforman discursos que trasportan
mensajes sólo aparentemente vacíos ya que, en realidad, son portadores de una
carga persuasiva al servicio de negocios tan peligrosos como los que
pretenden convertir la salud, la felicidad o la juventud en mercancía de una altísima
rentabilidad.
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