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METAMORFOSIS DE LAS MARAS EN CENTROAMÉRICA
Sus miembros han decidido cambiar de aspecto para no
ser identificados tan fácilmente por la policía
Juan
Carlos Llorca (Associated Press)
23 de diciembre de 2007
CHIMALTENANGO,
Guatemala.— Los nuevos mareros
van por la calle sin ninguna característica que les delate. Vestidos con ropa
formal y sin un solo tatuaje visible, los pandilleros están más activos que
nunca en sus extorsiones y otros delitos.
Los
asesinatos en Guatemala, que grupos de derechos humanos han calificado de
campaña de limpieza social, y las leyes antimaras de
Honduras y El Salvador hicieron que los pandilleros adoptaran un perfil bajo y
métodos más sofisticados para delinquir.
"Ahora
van bien planchados, con su camisa limpia, pero igual nos cobran el impuesto
[extorsión], igual arman las balaceras. Acá se oyen tiros todos los días",
dijo Aura Escobar, una residente del barrio El Mezquital, donde recientemente
el gobierno emprendió una campaña para limpiar las paredes de los grafitos de las
pandillas.
También
las formas de delinquir han evolucionado. Sammy
Rivera, asesor de seguridad de
Ingrid
Vicente Rodríguez, una mujer que dejó a su esposo, su trabajo en el gobierno,
sus estudios de leyes y a sus hijos para seguir a un pandillero, es uno de esos
casos. Con su ayuda, dice, las pandillas de la peligrosa zona de Villa Nueva
encontraron nuevas formas de delinquir.
"Ellos
son unos muchachos sin experiencia de lo que se puede hacer. Con todo lo que yo
sabía, los sacaba de presos, me ganaba dinero fácil. Si el juez me pedía mil
quetzales [de soborno], les decía que eran tres mil [unos 400 dólares] y ellos
me los daban... no sabían ni manejar ni carro ni moto, yo les enseñé a todos a
manejar", dijo Ingrid en una entrevista. Esta ex pandillera es ahora
testigo protegido en un caso que se lleva contra unos pandilleros.
"Si
de una extorsión salían 40 mil quetzales [unos 5,300 dólares] al mes, a mí y a
otras dos personas que somos ‘estudiadas’, nos tocaban unos 10 mil [unos 1,300
dólares]", añadió.
Además
de sus estudios, tenía en su favor no parecer pandillera. "Así me era muy
fácil traer armas de El Salvador, ya con eso me ganaba cinco mil quetzales
[unos 660 dólares] en un día", recuerda al referirse cómo sus actividades
criminales le reportaban mucho más de lo que podía ganar como recepcionista en
el Ministerio de Finanzas o si hubiera concluido sus estudios para convertirse
en abogada.
Ingrid
Vicente Rodríguez dejó la pandilla tras el nacimiento de su hijo. Abandonar esa
organización le costó que los mareros mataran a su
hermano y, luego, a su compañero sentimental.
La
ex pandillera y los policías que la contactaron para convertirla en testigo
protegido aseguran que ella fue de las primeras personas con estudios en formar
parte de una mara. Ella entró a la clica [célula]
denominada Coronados Locos, de Ciudad del Sol, en Villanueva, en 2002.
Ahora,
explica, la mayoría de pandillas han adoptado el modelo de contar con
pandilleros o, al menos, asesores con estudios secundarios o de universidad.
El
subdirector de la policía de El Salvador, José Luis
Tovar, también indicó que en el país vecino hay pandilleros con estudios
universitarios. Agregó que antes las maras estaban
integradas por jóvenes que buscaban el dominio del territorio sobre otras
pandillas y que ahora lo que buscan es el lucro.
Aseguró
que en su país también han detectado que se dedican a secuestros. "Hay
casos en que varias clicas de estas organizaciones criminales operan de forma
coordinada para hacer un plagio", dijo.
El
gobierno de Guatemala envió el Ejército a las zonas donde más notoria era la
actividad de las pandillas e impulsó el plan de limpieza de paredes.
En
El Salvador y Honduras, los pandilleros respondieron de la misma forma a las
leyes antimaras o a los planes de "mano
dura". "Como los tatuajes servían para que un juez los identificara
como miembros de una pandilla, ahora son más discretos", explicó el
comisario de la policía hondureña, Héctor Iván Mejía.
Los
"placazos", como llaman a los grafitos, y
los tatuajes en lugares cada vez más visibles formaban parte del estatus dentro
de la pandilla. Tatuados con los números o las letras de su pandilla, los
jóvenes se congregaban en las esquinas de los barrios para
"representar" a su grupo.
"Hoy
ya ni se puede salir a la calle, donde nos miren [los policías] allí nos dejan
[muertos]. Por eso les decimos [a los nuevos pandilleros] que no se tinteen [pinten] la cara", dijo Héctor Giovanni
Estrada, un pandillero de 25 años de edad apodado el "Little
Crazy", quien tiene su cara completamente
tatuada con los símbolos de su pandilla.
Estrada
está preso junto con otros miembros de
Tanto
la policía como vecinos de las comunidades afectadas por pandilleros han sido
señalados de ser responsables de la muerte y tortura de pandilleros, una
"limpieza social" que ha dejado cientos de pandilleros y otros
supuestos delincuentes en los últimos cuatro años.
Para
estos pandilleros que decidieron tatuarse completamente la cara, tampoco quedan
muchas opciones. "Yo cuando salga me voy a juntar con mis homies [compañeros de pandilla], a ver qué hacemos",
dijo en la prisión de Chimaltenango el pandillero
José Daniel Galindo, de 22 años, que se hace llamar "El Criminal".
Los
demás pandilleros que decidieron tatuarse completamente están presos,
escondidos o muertos.
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