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SUBVERSIÓN DE LOS ROLES SOCIALES Y DE GÉNERO EN CINCO HORAS CON MARIO
Guiomar C. Fages
(University of Kansas)
Resumen: Este
artículo analiza el cuestionamiento de los roles de género y sociales de la
protagonista, Carmen, al reconocer ésta que no quería tener tantos hijos, y
llevar a cabo un intento fallido de adulterio. A pesar de que a primera vista
pudiera parecer que Carmen se adhiere a la propaganda de
Palabras
clave: mujeres-franquismo-Sección Femenina-familia- sociedad
española-relaciones de género.
Summary:
This article analyzes the social and gender roles assigned to the main
character, Carmen. In the novel, she
clearly states that she never wanted to have so many children and, most
importantly, she tried to commit adultery.
Although, at the beginning it looks like Carmen follows the government’s
rules and adscribes herself to the principles of Sección Femenina, after a close up reading we realize that this is
not the case. Carmen reveals herself as
a very unhappy wife who subverts the social and gender roles traditionally
assigned to the Spanish woman.
Key
Words: Women-francoism-Sección
Femenina-family-Spanish society-gender roles.
Introducción
Cinco horas con Mario se publicó en 1966, casi una
década antes de la muerte de Franco en 1975, y refleja la sociedad española
durante la dictadura franquista en una ciudad de provincias castellana. Como temas
principales a destacar tenemos: la familia, la política y la religión. Sin
embargo, se incluyen temas complementarios tales como la educación de los hijos,
la justicia social, el orden y las relaciones de género. A pesar de que a
primera vista pudiera parecer que Carmen se adhiere al discurso oficial y a la
propaganda de
En 1983 Josefina Molina realizó
una adaptación cinematográfica bajo el título de Función de noche que, sin embargo, se aparta completamente de la
obra ya que utiliza el personaje de Carmen para exponer la realidad de la mujer
separada-divorciada en
Análisis de la novela
Para analizar la obra,
estableceremos una división a tres niveles: estructural, temática y
estilística. Estructuralmente, la obra
se divide en cuatro partes: la primera es la esquela mortuoria de Mario; la
segunda corresponde al capítulo introductorio; la tercera es el corpus
narrativo de la novela, o sea, la narración central con veintiocho capítulos y
finalmente, la cuarta y última parte corresponde al último capítulo y al
epílogo. Las dos primeras partes, la esquela y el capítulo introductorio están
sin numerar, aunque el relato central lleva los capítulos numerados.
Temáticamente, el argumento central es el perdón
póstumo que Carmen le pide a Mario para expiar su sentimiento de culpa. Lo más
interesante es que no sabemos hasta el final de la novela el verdadero motivo
de Carmen y, de esta forma se va tejiendo la trama con múltiples subtemas que
cubren todos los aspectos de la sociedad española de la postguerra: familia,
política y religión y, especialmente los que preocupan a Carmen: educación de
los hijos, orden y justicia social, relaciones de género y con Mario.
Estilísticamente, la novela se construye a partir
del monólogo que Carmen mantiene con Mario, de cuerpo presente, al leer en voz
alta y de forma desordenada los epígrafes bíblicos subrayados por éste en vida.
Precisamente, dichos epígrafes dan coherencia narrativa a la obra y voz tanto a
Mario como a Carmen. A pesar de que Carmen es la narradora principal, su voz se
desdobla en un canon polifónico en el que cobra vida no solamente Mario, sino
toda una serie de personajes influyentes para ambos cónyuges, tanto familiares
como amistades y, en el caso de Mario también sus colegas del Instituto. Todas
estas voces forman el entramado de la novela y una narración basada en
estructuras binarias de oposición, como bien ha señalado J.C. Smith. Para
empezar tenemos la oposición de género protagonizada por Carmen y Mario que, a
la vez, complementa la oposición entre
La obra se abre con la esquela mortuoria de Mario
lo que nos indica que la narración va a ser en el pasado y, lo más importante,
que Mario carece de voz narrativa
propia. Como consecuencia, su voz narrativa será la de su mujer, Carmen. Ya al
principio de la novela, en el velatorio de Mario, la focalización narrativa se
centra en Carmen que aprovecha la atención para centrar la narración en la
dirección necesaria y, de este modo, crear un sentimiento positivo acerca de
ella en el lector. Por ello, la manipulación discursiva de Carmen sitúa la voz
narrativa de Mario en un segundo plano, convirtiéndola en una voz narrativa
subordinada. Sin embargo, cómo respuesta a la manipulación discursiva de Carmen
tenemos los versículos bíblicos que Mario había subrayado en su Biblia. La
importancia es doble ya que, si bien por un lado sirven de vocativo al
principio de cada capítulo para expresar los pensamientos de él, su forma de
vivir y de entender la vida, por el otro crean tensión narrativa al contener la
filosofía de Carmen. Como veremos más adelante, estas dos filosofías, o modos
de entender la vida, son totalmente opuestas y es precisamente esta oposición o
estructura binaria la base sobre la que se construye la narración.
Marco crítico referencial
En la interpretación que Carmen
hace de los epígrafes hay otra relación de oposición entre la interpretación
literal, que corresponde a Carmen, y la metafórica de Mario. Algunos críticos,
como Manzo Robles, ven la ironía como el gran componente de Cinco horas con Mario[2]:
"la ironía (llegando al sarcasmo) -además del soliloquio- es la
herramienta fundamental de Delibes en Cinco
horas con Mario" (4). Si bien es cierto que la ironía mueve gran parte
de la obra, como insiste Manzo Robledo, el elemento principal que cohesiona el
texto y le da tensión narrativa es precisamente la lectura a varios niveles
fruto de la lectura de los versículos bíblicos. La imagen que nos vamos
formando de Mario, su filosofía, su modo de vivir depende no solamente de los
pensamientos y críticas de Carmen, sino también por la voz narrativa de otros
personajes. Estas otras voces narrativas van complementando el relato con
anécdotas en donde el protagonista era Mario y, que aparecen en el texto
mediante el estilo indirecto libre, por el cual Carmen incluye anécdotas y
discursos de terceras personas dentro de su propio discurso. Al principio
nuestras simpatías como lectores tienden a dirigirse hacia Mario y Carmen
aparece como el contrapunto de éste[3].
Mediante el monólogo de Carmen con Mario y, basándonos en la relación de
oposición, podemos establecer las diferencias básicas entre los dos personajes.
Por un lado, Carmen representa
Al contrario de Mario que ve la
Guerra Civil como un fratricidio, Carmen siguiendo con los privilegios de clase
en los que se educó, ve la Guerra Civil como una época de fiesta:
[Y]o lo pasé divinamente en la guerra, por qué voy a decir otra cosa, con
las manifestaciones y los chicos y todo manga por hombro, ni me daban miedo las
sirenas ni nada. [R]ecuerdo que mamá nos hacía ponernos medias y peinarnos a
Julia y a mí para bajar al sótano de doña Casilda, imagina. (91).
Por ello, es necesario efectuar una lectura
a diferentes niveles para darse cuenta
de que, si bien es cierto que Mario y Carmen representan las dos
Españas, Carmen tiene un gran resentimiento en contra de Mario y, aunque
algunos críticos como Gonzalo Sobejano la critican, tachándola de mujer necia y
simplista (155), la realidad es que
Carmen, a pesar de su aparente simplicidad y falta de escolaridad, se siente
una mujer frustrada al lado de Mario. Inútilmente intenta hacerse oír por su
marido sin conseguirlo y, lo más importante, nunca quiso tener muchos hijos. Es
precisamente este subtexto muy sutilmente escondido que nos hace percatar de la
insatisfacción sexual y marital de Carmen, dándole un giro radical a la novela.
Hasta el final del libro no sabemos el verdadero motivo de Carmen al leer los
epígrafes, ni de su monólogo que no sigue ningún orden establecido, no existe
coherencia lineal ni temporal, y en el que se suceden los saltos temporales.
Será al final del libro cuando se descubre que el propósito de Carmen era
obtener el perdón póstumo de Mario al confesarle su adulterio frustrado con
Paco. El monólogo sirve entonces para que Carmen se desahogue y exculpe su
pena, que aún acentúa más el sentimiento de culpa de ésta al estar Mario muerto
y no poder ni responderle ni perdonarle.
Roles sociales y de
clase
Algunas preocupaciones de Carmen,
como el estatus social, se repiten y llegan a convertirse en obsesión. Es el
caso del Seiscientos que Carmen tanto ansiaba y que Mario nunca le compró y que
se convierte en el hilo conductor del relato. Según Carmen la razón por la cual
le fue infiel a Mario fue precisamente su negativa a comprarle el ansiado y
deseado utilitario. Esta obsesión por el Seiscientos que Mario nunca le compró
puede considerarse como el tema del primer nivel de lectura, o sea el fracaso
marital de Mario al no poder cumplir con los anhelos materiales de Carmen, sin
embargo, ella misma se auto disculpa:
Por eso mismo me será muy difícil perdonarte,
cariño, por mil años que viva, el que me quitases el capricho de un coche. Comprendo
que a poco de casarnos era un lujo, pero hoy un Seiscientos lo tiene todo el
mundo, Mario, hasta las porteras si me apuras, que a la vista está. Nunca lo
entenderás, pero a una mujer, no sé como decirte, le humilla que todas sus
amigas vayan en coche y ella a patita (47)[4]
Esta obsesión de Carmen se convierte en reproche y en
crítica personal en contra de los valores de Mario: "¿Puedes decirme que
has enderezado tú, para qué has vivido, di, si no has podido comprar a tu mujer
un triste seiscientos?" (170).
Para Carmen el origen social de la
persona lo dice todo, viene a ser como una tarjeta de presentación en sociedad.
De hecho, una gran parte de los problemas de Carmen con Mario viene de la
diferencia de clase, cómo ella misma se encargará de hacernos saber en su
momento.
El gran
referente social para Carmen es su propia madre por la que siente una
desmesurada admiración al venir de familia acomodada. Para Carmen su madre al
saber mantener las apariencias la convierte en modelo de conducta a seguir:
[P]ero mamá provenía
de una familia muy acomodada de Santander, y hecha a lo mejor. Mamá era una
verdadera señora, Mario, tú la conociste y, antes, ¡para qué te voy a
decir!, que me gustaría que la hubieras visto recibir antes de la guerra, qué
fiestas, qué trajes, un empaque que no veas cosa igual. (71)[5]
Carmen en realidad ansiaba ser como su madre mas al no
conseguirlo lo intenta con su hija Menchu. Para ello se opone a que ésta siga
estudiando y quiere que aproveche los mejores años de su vida para encontrar
novio, casarse, y de este modo perpetuar sus enseñanzas y modelo de vida. Los
consejos de la madre de Carmen cobran voz en boca de ésta y se dejan sentir
como sentencias en contra de Mario. Hay un momento en que la madre de Carmen
parece oponerse al noviazgo de Carmen con Mario por ser de clase social
inferior:
Y yo, otra cosa no, pero cada cual con los de su clase, buena era mamá,
desde chiquitina, fíjate, al tiempo que a rezar, "casarse con un primo
hermano o con un hombre de clase inferior es hacer oposiciones a la
desgracia", date cuenta, y yo no estaba por la labor, que no es que vaya a
decir que tú fueses un marqués, clase media, eso, más bien baja si quieres,
pero gente educada, de carrera, que te confieso que con mamá anduve frita. (71)
A pesar de todo, Carmen convence a su madre y ésta le da
su beneplácito cuando le dice: "´con ese chico, ya todo un catedrático,
puedes ser feliz, hija´, como lo oyes, Mario, que yo me puse como loca,
natural" (71).
Carmen hace una comparación entre su madre y la de Mario
para justificar el carácter de Mario y sus manías. Mientras su madre era una
señora y una mujer recta, la madre de Mario era una mujer alegre y de clase
baja, características que sacaban de quicio a Carmen:
Mamá, aunque me esté mal el decirlo, era la persona más ecuánime que he
conocido, siempre tan sonriente, tan pulcra, ni una voz más alta que otra, una
de esas personas que te sedan, Mario, que hay que ver cómo murió, ni perder la
compostura. [T]u madre era graciosa, Mario, la persona más gloriosa del mundo,
qué felicidad ser así, quién pudiera, recuerdo el día que me enseñó la
fresquera en el ventanillo del baño, que yo náuseas, te lo juro, ganas de
devolver. [Q]ue yo creo, lo pienso muchísimas veces, que si tú nunca tuviste
ambición, entiéndeme, en el buen sentido, es por haberte criado en un ambiente
tan mezquino (131).
La madre de Mario, según Carmen, es la culpable de la
falta de ambición de Mario y de su personalidad aunque también entra en juego
la clase social, "un ambiente tan mezquino" (131) como dice Carmen
refiriéndose a la casa en donde se crió Mario. Carmen contrapone las dos
mujeres con su clase social; mientras la madre de Carmen era pulcra y ecuánime
(131), la madre de Mario era graciosa y el ambiente de la casa mezquino (131). Esta
obsesión con la clase social inferior de Mario de Carmen se repite a lo largo
de toda la narración y es una forma de criticar la crianza de Mario,
especialmente el papel de la madre de Mario. Carmen siempre compara su propia
familia, de clase media alta según ella, con la de Mario que era de clase media
baja, por esto se queja de los gustos de Mario, o mejor dicho la falta de
ellos, y de que no le ha dado las comodidades que una chica de su clase se
merece:
Sinceramente, ¿tú crees que ése era plan para una chica de clase media más
bien alta? No nos engañemos, Mario, las cosas salen de dentro y tú, desde que
te conocí, tuviste gustos proletarios, porque no me digas que al demonio se le
ocurre ir al Instituto en bicicleta.
Dime la verdad, ¿te correspondía eso a ti? Desengáñate, Mario, cariño, la
bici no es para los de tu clase (53)
Carmen se aferra a la idea de que las muchachas que
estudian son unos marimachos y que las chicas de clase no deben estudiar, sino
casarse con un buen partido. A ello va a dedicar Carmen sus energías una vez
muerto Mario. "Y cuando acabe, si Dios me da medios, que esa es otra, la
lanzaré, en cuanto se quite el luto, fíjate que no es cosa de desperdiciar los
mejores años, pero nada de trabajar, otra manía que Dios te haya perdonado,
Mario, porque, ¿desde cuándo trabajan las señoritas?" (77). Carmen contrapone el marimachismo de las
chicas intelectuales con las chicas que tienen encanto femenino al no estudiar
y dedicarse al hombre en cuerpo y alma; de ahí que se niegue a que la hija,
Menchu, siga estudiando:
[L]o mismo que lo de Menchu con los estudios, a la niña no la tiran los
libros y yo la alabo el gusto, porque en definitiva, ¿para qué va a estudiar
una mujer, Mario, si puede saberse? ¿Qué saca en limpio con ello, dime? Hacerse
un marimacho, ni más ni menos, que una chica universitaria es una chica sin feminidad,
no le des más vueltas, que para mí una chica que estudia es una chica sin sexy
[...] que a la hora de la verdad, con todo vuestro golpe de intelectuales, lo
que buscáis es una mujer de su casa. (75)
Roles de género
Sin embargo, el tema del segundo
nivel de lectura es la frustración e insatisfacción sexual de Carmen con Mario
y, que obviamente es el tema que más nos interesa. A pesar de que el régimen
franquista esperaba que la mujer casada procreara innumerables hijos para la
patria, Carmen nos hace saber que ella nunca quiso tener tantos hijos: “[Q]ue
no soy de tener muchos hijos, por lo que sea” (153). Sin embargo el gran
reproche de Carmen a Mario viene por el hecho de que éste no respetaba la
opinión de ella en cuanto a las relaciones sexuales:
[F]igúrate si te conoceré, si nunca me has hecho
caso, Mario, cariño, jamás de los jamases, ni siquiera cuando te advertía que
eran días malos, tú a lo tuyo, "no mezclemos las matemáticas en esto,
"no seamos mezquinos con Dios", dale, claro que yo como un palo, a
ver que esperabas, encima, y que digas que Dios nos ha tenido de su mano, que
no soy de tener muchos hijos, por lo que sea, que si yo soy una de esas
artesanas conejas que los echan a pares, para que te voy a contar. (153)
La frustración sexual de Carmen es evidente cuando aclara
que durante la relación sexual ella estaba “como un palo” (153) con lo cual el
coito se convertía en un penoso deber marital y, lo más significativo que Mario
no tenía en cuenta los “días malos” (153). Carmen está frustrada sexualmente
con Mario puesto que durante todo el relato nos sigue recordando que éste sólo
quería mantener relaciones sexuales cuando a él le apetecía y no al revés, lo
cual contradice el carácter tolerante y liberal de Mario:
Y luego, a la noche ni caso, que no he visto hombre más apático, hijo mío,
y no es que a mí eso me interese especialmente, que ni frío ni calor, ya me
conoces, pero al menos contar conmigo, que los días buenos los
desaprovechabas y luego, de repente, zas, el antojo, en los peores días, fíjate
[que] luego la que andaba reventada nueve meses, desmayándose por los rincones
era yo, que lo que es tú con tus clases y tus tertulias tenías bastante, a ver,
que así, cualquiera. ¿Y quieres más? ¿Es que crees que una es de
cartón-piedra, que ni siente ni padece? ¿Es que no te dabas cuenta de mi
humillación cada vez que estaba gorda y me negabas? [...] porque los días
buenos no querías y en los malos, zas, se te antojaba, que eso sí, luego te
molestaba hasta mi vientre. ¿Qué culpa tiene una de abultarse así, me lo
quieres decir? (45)
Esta frustración de Carmen se
convierte en humillación cuando Mario negaba a Carmen “[c]ada vez que estaba
gorda” (45). Esta cita nos ilustra la
contradicción del personaje de Mario; por un lado, es un intelectual
provinciano frustrado con la situación política del momento y, por el otro un
fracaso como marido al no colmar las expectativas de su propia esposa. A pesar
de que Mario quiere que la hija, Menchu, estudie y se forme como una mujer
independiente, en el caso de su mujer la perpetúa a vivir en su ignorancia y la
mantiene en un estado constante de frustración emocional y sexual. Carmen
intenta despertar el deseo de Mario pero fracasa y Mario sigue manteniendo
relaciones sexuales con Carmen cuando a él le apetece, sin tenerla a ella en
cuenta:
Pero para ti no había ya días buenos ni malos, que hay que ver la noche que
empecé a hacerte cosquillas con el pie ¿te acuerdas?, una insinuación, a ver,
que menudo respingo, hijo de mi alma, y, luego, sin venir a cuento, venga a
hipar, como si te mataran, vamos, déjame en paz, que me dejaste fría, que al
fin y al cabo, si yo hacía eso era por tu bien, que lo que es a mí... (249-50)
El hecho de que Carmen se lamente varias veces de lo
mismo nos reafirma la noción de que Mario es un personaje contradictorio y un
reflejo de la sociedad patriarcal al tratar a su mujer de forma opuesta a lo
que predicaba. Carmen, por el otro lado, se queja repetidamente de su
frustración y de la poca ayuda que recibía de Mario para las tareas de la casa
o la educación de los hijos:
¿No es natural que teniendo tú la primera clase a las once y estando yo
bregando desde las nueve, te hicieras cargo del pequeñín? Sí, ya sé que son
latosos, qué me vas a decir a mí, imagínate, un trago, pero es una cosa por la
que hay que pasar, que los hombres a nada unos mártires, que me gustaría a mí
verte dando a luz, uno y no más [...] que los hombres sois todos unos egoístas y
el día que os echan las bendiciones, un seguro de fidelidad, ya podéis dormir
tranquilos (45-6)
La conducta ideal matrimonial y
sexual de Carmen se nutre de imágenes ficticias y de referentes externos,
especialmente de su amiga Valen, y que Carmen intenta adaptar en vano a su relación
matrimonial con Mario. Esta frustración empieza en la noche de bodas cuando
Mario se da la vuelta y se pone a dormir, humillando de nuevo a Carmen la cual
lo recordará infinidad de veces en el relato:
Luego lo de Madrid, el viaje de novios, que me
hiciste pasar una humillación que no veas, un desprecio así, que empiezo por
reconocer que estaba asustada, que sabía que tenía que pasar algo raro, por lo
de los hijos, a ver, pero creí que era una vez sólo, palabra de honor, y estaba
resignada, te lo juro, sea lo que sea, pero tú te acostaste y "buenas
noches", como si te hubieras metido en la cama con un carabinero,
figúrate, tanto control, tanto control, que ni a Valen se lo he contado. (113)
Carmen estaba asustada sin saber el motivo real porque
“sabía que tenía que pasar algo raro” (113) y porque la educación de la época
señala que la mujer tiene que ser inocente e ignorante respecto al sexo y
llegar a la noche de bodas con esta ignorancia. En este sentido Carmen siguió
las reglas sociales y de género pero Mario no, de ahí la humillación de Carmen.
Al estar enfrentada a una situación para la que no estaba preparada, Carmen se
quedó sin saber como reaccionar a la vez que se sintió insultada por su propio
marido. La importancia de la noche de bodas se repetirá a lo largo de todo el
libro y Carmen no perdona a Mario por el desprecio que le hizo. De nuevo Carmen
entra dentro de la retórica oficial según la cual la noche de bodas es un mal
trago para la mujer, pero necesario:
Y no es que me cogiera de nuevas ni mucho menos, que siempre he oído
decir que la noche esa es de campeonato, que no se disfruta, que es un trago,
pero no sé de nadie, ni de uno, fíjate, que se diese media vuelta y buenas
noches.
Y no me vengas con que por respeto y que hay ocasiones en que hay que dominar
al bruto, porque nos duela o no, animales somos, Mario, y lo que es peor,
animales de costumbres, que una mujer por muy sanos principios que tenga, en
una situación así acepta antes una brutalidad que un desprecio, y a mí ya me
conoces. Lo de la noche de bodas, Mario, te pongas como te pongas, es algo que
no olvidaré por mil años que viva (115)
Según predicaba la doctrina oficial, la noche de bodas se
consideraba como la meta final de una serie de sacrificios por parte de la
mujer honrada. Sin embargo, Mario no cumplió con las expectativas de género ni
las de Carmen, dando paso al principio de su frustración sexual y marital de
ella. De hecho, Carmen entra de lleno en la propaganda oficial al clasificar a
las mujeres de forma maniqueísta: "[Q]ue lo que pasa es que entre una
perdida y una mujer decente todavía hay distancia y, en el fondo, todavía queda
algo digno en vosotros y es lo que sale a flote cuando os casáis, ni más ni menos,
ni menos ni más" (112). La noche de bodas es el episodio que sigue al
noviazgo y que culmina en el matrimonio y Carmen no es una excepción a la
regla. Para Carmen el noviazgo es el paso decisivo para una mujer ya que, en la
época, el matrimonio es el único futuro que tiene y de ahí la importancia del
ritual: "[É]ramos solteros entonces, estaría bueno, pero, si mal no
recuerdo, llevábamos hablando más de dos años y unas relaciones así son
respetables para cualquier mujer, Mario" (41).[6]
La importancia del noviazgo estriba
sobre todo, tal y como reconocerá Carmen, en la declaración: "[Q]ue a mí
las cosas bien hechas, Mario, y la declaración para ser novios es como la
bendición para ser marido y mujer, la misma cosa" (124). La declaración
para ser novios lleva implícita la obligación de matrimonio, como un contrato
social. De ahí también la importancia de "formalizar" el noviazgo:
[Q]ue para mí, la declaración de amor, fundamental, imprescindible,
fíjate, por más que tú vengas con que son tonterías, que no lo son, no son
tonterías, ya ves tú, que, te pones a ver, y el noviazgo es el paso más
importante en la vida de un hombre y de una mujer, que no es hablar por hablar,
y, lógicamente ese paso debe de ser solemne, inclusive, si me apuras, ajustado
a unas palabras rituales, acuérdate de lo que decía la pobre mamá, que en
paz descanse (127)
Carmen continúa las enseñanzas de los rituales "femeninos"
que le vienen de su madre, siguiendo con la perpetuación social y de clase de
las funciones y destinos reservados a las mujeres. Anna Balletbò habla de la
importancia de educar a la mujer empezando por la niña (16) y esto fue lo que
hizo
La revista (Mis chicas), nacida
en el marco de los cupos fijos de papel-prensa, se inserta ideológicamente en
el ambiente de separación educativa propugnada oficialmente a partir de la
visión de que los roles que niños y tienen reservados en la sociedad son
diferentes. [...] preocuparse de la belleza personal, es decir, prepararse para
gustar al hombre, ser calladas y obedientes, desear ardientemente la futura
maternidad y sublimarla, de momento, dedicando una cuidada atención a la niña
oficial de la revista, "Mariló", y especialmente a "Chupete" (Balletbò 16-17)
Este ideal de obediencia y sumisión se enfatiza
especialmente durante el primer franquismo, ya que de lo que se trataba era de
erradicar los modelos de conducta femenina anteriores. Como señala Batllebò, la mujer durante
[Q]ue el matrimonio
será un Sacramento y todo lo que tú quieras, pero el noviazgo, cariño, es la
puerta de ese Sacramento, que no es una nadería, y hay también que formalizarlo,
que ya sé que fórmulas hay muchísimas, montones, qué me vas a decir a mí, desde
"el te quiero" al "me gustaría que fueses la madre de mis
hijos" con todo lo cursi que sea, figúrate de sorche y de criada, pero, a
pesar de todo, es una fórmula y, como tal, me vale (128)
Carmen toma
como referente de madre a la suya propia, a la cual no deja de ensalzar ni un
solo momento en toda la novela, e intenta trasmitir las mismas cualidades a sus
hijas, especialmente a la mayor, Menchu.
"¿Sabes lo que decía mamá a este respecto? Decía, verás, decía,
"a una muchacha bien, le sobra con saber pisar, saber mirar y saber
sonreír y estas cosas no
las enseña el mejor catedrático".
¿Qué te parece? (76).
Carmen defiende la vocación de madre para su hija como
algo noble y mantenerlas en su ignorancia para poder casarlas bien, cosa que
ella no logró. A esto dedicará sus energías Carmen a partir de ahora,
repitiendo los prejuicios de género sexual y transmitiéndolos a sus hijas. Sus dardos venenosos van a parar a Encarna,
la cuñada, una intelectual que comprendía a Mario, y a la cual ve como una mala
influencia para Menchu: "Lo que la pasa a tu cuñada, cariño, es que es un
marimacho, que de feminidad, cero, como yo digo" (157-8). Los valores que
[H]ay vocaciones para pobres y vocaciones para gente bien, cada uno en su
clase [P]ero para las niñas no hay vocación que valga, la ley del embudo como
yo digo, eso no rige, y si tienen vocación de madre, lo más noble que puede
haber, que se aguanten y al Instituto, por la sencilla razón de que las niñas
no pueden ser ignorantes, qué menos que el bachiller, que me herías en lo más
vivo. (147)
Carmen no ha expresado en ningún momento en todo el
relato que ella tuviera vocación de madre pero, sin embargo, ha expresado
implícitamente su deseo de no tener muchos hijos (131), lo cual va en contra de
los postulados oficiales y de la doctrina de género de la sección
Femenina.
Subversión de los
roles de género y sociales: la importancia de la autoridad
Carmen es una fiel defensora de los
valores de clase y de género impuestos por la sociedad; de ahí la importancia
de las apariencias. Consecuentemente
cuando su hermana Julia se queda embarazada de un brigadista italiano en
Al lado de tanto culto al Hombre se halla la Madre, pero no olvidemos que
en la tradición judeo-cristiana esa Madre siempre tiene a un niño en brazos, y
no a una niña, porque esa Madre es Madre de lo masculino.
Toda la legislación franquista está inspirada en esta visión de la
maternidad, por tanto las madres solteras no son madres porque no tienen una
cabeza de familia, es decir, un hombre que legitime esa maternidad. Y en esa
negación de lo femenino se halla la negación de la propia maternidad como algo
que pertenece a las mujeres. (84-5)
Carmen ve a la familia como un apartado del gobierno y
defiende el orden y la obediencia ciega al Estado que suple, según ella, la
función de los padres cuando éstos faltan. El discurso oficial toma voz en el
discurso de Carmen ya que ella es incapaz, por su falta de educación y por su
clase social, de formular pensamientos propios sobre todo de carácter político:
"Hay una cosa evidente, Mario, que nos guste o no tenemos que aceptar, y
es que un país es como una familia, lo mismito, quitas la autoridad y ¡catapún!,
la catástrofe" (244). La misma opinión la comparte Yaw Agawu-Kakraba:
But
perhaps where we encounter Carmen functioning "within" the discourse
of the Francoist system is in her replication of those patriarchal paradigms
with their well defined gender roles. [H]er obsession with authority echoes the
belief of the conservative right that the caudillo (Franco) represented the
paternal figure in whose hands the destiny of the nation rested. (66)
Carmen siempre
siguió las normas dictadas por su madre, a la que siempre recuerda como una
gran señora. Carmen defiende la autoridad de los padres como esencial y como el
único pilar de la familia: "Respeto y admiración por los padres es lo
primero que hay que inculcar en los hijos, Mario, y esto no se consigue sino
con autoridad, que siendo blando con ellos te crees que les haces un favor y a la larga, todo lo
contrario" (148). De igual manera,
según Carmen, hay que aceptar la autoridad del gobierno a ciegas ya que el
gobierno hace de padre protector de sus hijos dando por supuesto que éstos no
saben defenderse por sí mismos:
Desengáñate de
una vez, Mario, el mundo necesita autoridad y mano dura, que algunos hombres os
creéis que sólo por eso, sólo por el mero hecho de ser hombres, ya se terminó la
disciplina de la escuela y estáis pero que muy equivocados, es preciso callar y
obedecer, siempre, toda la vida, a ojos cerrados, que buena perra habéis cogido
ahora con el diálogo (151)
Carmen no discute la autoridad, la ve necesaria y como un
valor familiar más que hay que pasar a los hijos:"[E]n la vida hay que
obedecer y someterse a una disciplina desde que se nace, primero con los padres
y, luego, la autoridad, en definitiva la misma cosa " (170). De esta simbiosis entre familia y autoridad que
Carmen defiende surgirá el enfrentamiento entre Carmen y Mario cuando el
guardia del parque le pega a Mario.
Carmen acusa a Mario de no querer obedecer y defiende al Estado como
padre protector que mira por el bien de su prole, aunque esto implique el uso
de la violencia:
En sustancia, lo que te he dicho mil veces, que vosotros os creéis que esto
es un circo donde cada cual puede hacer lo que le dé la gana y estáis muy
equivocados, aquí igual que en casa, la misma cosa, con la salvedad de que en
lugar de los padres es la autoridad, pero siempre debe haber uno que diga esto
se hace y esto no se hace y ahora todo el mundo a callar y a obedecer,
únicamente así pueden marchar las cosas (154)
Esta idea de la autoridad que recurre a la violencia
institucionalizada la comparte también Phyllis Zatlin Boring con el mismo
ejemplo del guardia que golpea a Mario cuando éste se cae de la bicicleta:
Whatever
is done either by Mother or the State, is done for the good of the individual;
even beating and torture by the police are all to the good as we must learn to
accept authority. Mario has claimed that the police had beaten him; Carmen both
denies the truth of his story and tells him that such a beating, had it taken
place, would have been for his own good. (83)
Carmen es una buena madre, según ella, porque obedece y
hace obedecer a sus hijos, ya que la casa donde mandan los padres es como si
mandara el Estado. Phyllis Zatlin Boring
en su estudio sobre la madre española en dos obras de Delibes, Cinco horas con Mario y El príncipe destronado, señala la
paradoja de la madre implacable con su familia como respuesta a la represión
social que sufre, llegando en ocasiones a convertirse en una tirana como en el
caso de Doña Perfecta o Bernarda Alba (81) y, a esta categoría corresponde
Carmen:
Gradually,
the wife, who finds her activities restricted to home, family and the Church,
begins to assume increasing authority within that framework and emerges in her
maturity as a domineering and even terrifying figure. She is the ally of the Church and the
enemy of progress; she is tyrannical in her control of her children and
totally ruthless in opposing anyone who gets in her way. (81-82)
La alianza con
Ya le oyes a papá, cuando la República un guirigay, no había quien se
entendiese, que ¿por qué?, hijo mío no seas cerril, pues porque no había
autoridad, que para que te hagas una idea, es lo mismo que si un día les
decimos a Mario, Menchu, Alvaro, Borja y Aran, hala, comer lo que queráis,
chillar a vuestro antojo, acostaros a la hora que os dé la gana, sois los amos
de la casa, mandáis lo mismo que papá y mamá, ¿imaginas el desbarajuste? (154)
La referencia
política del desorden de
[Q]ue si tu
dices "no me gusta pero acepto la decisión de la mayoría", pues todos
contentos, fijo, que después de todo, esa es la democracia si no te he
entendido mal. [P]ara vivir en el mundo hay que ser más flexible, tener un
poquito de correa, que mucho predicar la tolerancia y después hacéis lo que os
da la realísima gana (110)
La maniobra de Carmen es quedar libre de culpa ya que no
solamente le roba el discurso a Mario, sino que usa la falsa molestia para
desentenderse de su interpretación al decir "si no te he entendido
mal"(110). Esta táctica es la que
usa precisamente para auto-exculparse de su intento fallido de adulterio con
Paco. A lo largo de la novela Carmen nos
ha ido hablando de Paco, sobretodo de su meteórico ascenso socio-económico, y
de los encuentros "casuales" en la parada de autobús. Carmen nos para
el desenlace final, la confesión a Mario de su fallido adulterio con Paco. Sin
lugar a dudas Carmen se siente deslumbrada desde el principio por las
adquisiciones materiales, sobre todo el coche, de Paco debido a su nueva clase
social de nuevo rico. A Carmen le gustaba Paco de joven pero se abstuvo de
salir con él ya que era de clase obrera:
[Q]ue hubo una época que me gustó Paco, como lo oyes, yo era una niña,
desde luego, que entonces apenas
si reparaba en que ni hablar sabía, porque la familia de Paco, era un poco así,
¿cómo te diría?, bueno, un poco, lo que se dice una familia artesana, y en
cuanto le rascabas asomaba el bruto. (118)
Más adelante Carmen se irá fijando en Paco al escalar
éste socialmente y, tener lo que Mario nunca tuvo y que Carmen siempre soñó: un
coche. El ascenso social borra las
imperfecciones que antes pudiera tener Paco, como el no saber hablar. "[Q]ue Paco sería burdo y así pero
siempre luchó entre su extracción humilde y un natural educado. Ya le ves
ahora, un señor, un verdadero señor "(120). A partir de aquí Carmen
empieza a medio confesar a Mario su encuentro con Paco:
Y una cosa que no te he dicho, Mario, que el otro día, hará cosa de dos
semanas, el 2 del pasado para ser exactos, Paco me llevó al centro en su
Tiburón, un cochazo de aquí hasta allá, no vea cosa igual, que yo estaba parada
en la cola del autobús y, de repente, ¡plaf!, un frenazo, pero de película,
¿eh? (120)
Carmen se contradice de nuevo. Primero dice que hace unas dos semanas vio a
Paco, pero acto seguido nos da la fecha exacta. La paradoja de Carmen es que no
se contradice sino que nos presenta la información de esta manera para
auto-exculparse. Inmediatamente, Carmen confiesa que se subió al coche de Paco
sin pensárselo dos veces, y lo presenta como un acto irreflexivo:
[P]ero Paco
sin vacilar, "te llevo", que yo me colé sin pensar siquiera
lo que hacía. Y ¡qué coche, Mario, de sueño, vamos! Con decirte que se me
iba la cabeza, pero es que ni notar los baches [s]ólo de verme encerrada en un
coche con un hombre que no eras tú, que, eso sí, Paco no es el que era, que
manera de expresarse, Mario, pocas palabras pero las justas, en un medio tono,
sin descomponer la cara por nada, como la gente bien (121)
Carmen no se siente culpable por irse con Paco, aunque
parezca que sí al decir que estaba en un coche con un hombre que no era su
marido. De nuevo Carmen entra en n contradicción con las normas sociales y de
género al irse con un hombre que no es su marido. Sin embargo, acto seguido
empieza a hablar del coche y, lo más importante, a revelarnos el encuentro con
Paco. Debido al arribismo social de Paco, éste ya habla como la gente bien, o
sea en medio tono. Las descripciones de Paco a partir de ahora serán positivas
y el clímax vendrá cuando Carmen se pone a llorar y a pedirle perdón a Mario,
sabiendo que es imposible porque está muerto. Esta última escena es
significativa. Es dudoso que Carmen quisiera el perdón de Mario, sólo intenta
seguir las normas sociales a pesar de haberlas quebrantado puesto que era lo
socialmente aceptable.
Conclusión
Este artículo ha analizado la subversión de los roles
sociales y de género en la figura de Carmen para demostrar que, a pesar de la
insistencia del gobierno y de la Sección Femenina en cuanto a los roles a
seguir por la mujer española de la postguerra, la negativa de Carmen a tener
muchos hijos y su intento fallido de adulterio, producto de su profunda
insatisfacción sexual y marital, ponen en entredicho los modelos oficiales de
conducta femenina.
Consecuentemente, cómo se ha
demostrado con ejemplos de la novela, concluimos que en Cinco horas con Mario (1966) de Miguel Delibes existe una
subversión de los roles sociales y de género.
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[1] Para un
análisis completo de Función de noche
ver el artículo de Susan L. Martín-Márquez: “La literatura proyectada por una
lente feminista: Josefa Molina y la adaptación cinematográfica” en Letras Peninsulares 7:1 (1994): 351-68.
[2] Sobre el
papel de la ironía, así como otros recursos estilísticos en la novela ver el
artículo de J.C. Smith “Los versículos bíblicos y la estructura binaria de Cinco horas con Mario” en Hispanic Journal 3: (Spring 1982): 21-40
y el de Harold L. Boudreau “Cinco horas
con Mario and the Dynamics of Irony” Anales
de la novela de postguerra 2 (1977): 7-17.
[3] Sobre la
actitud del lector consultar el artículo de Ann Davies.
[4] Delibes, Miguel (1971). Cinco
horas con Mario. Barcelona:
Ediciones Destino. Todas las citas se refieren a esta edición.
[5] Todos los subrayados
son míos.
[6] Para mayor información sobre el
ritual e importancia del noviazgo en la postguerra ve el estudio de Carmen Martín
Gaite (1999), Usos amorosos de la
postguerra española. Barcelona:
Editorial Anagrama.
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