REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Abril rojo, Santiago Roncagliolo

(Barcelona, Círculo de Lectores, 2006)

 

 

         El fiscal Chacaltana puso el punto final con una mueca de duda en los labios. Volvió a leerlo, borró una tilde y agregó una coma con tinta negra. Ahora sí. Era un buen informe. Seguía todos los procedimientos reglamentarios, elegía sus verbos con precisión y no caía en la chúcara adjetivación habitual de los textos legales. Evitaba las palabras con ñ –porque su Olivetti del 75 había perdido la ñ– pero conocía suficientes palabras para no necesitarla. Podía escribir «cónyuge» en lugar de «señor esposo», o «amanecer» en lugar de «mañana». Se repitió satisfecho que, en su corazón de hombre de leyes, había un poeta pugnando por salir.

(p. 14)

 

 

         a veces ablo con ellos. siempre.

         me recuerdan. y yo los recuerdo porque fui uno de hellos.

         aun lo soy.

         pero ahora ablan más. me buscan. me piden cosas. pasan su lengua caliente por mis orejas. quieren tocarme. me lastiman.

         es una señal.

         es el momento. . está llegando.

         vamos a hincendiar el tiempo y el fuego creará un mundo nuevo.

         un nuevo tiempo para ellos.

         para nosotros.

         para todos.

(p. 25)

 

 

         en esta ciudad los muertos no están muertos. caminan por las calles y les venden caramelos a los niños. saludan a los mayores. rezan en las iglesias.

         a veces son tantos que me pregunto si yo también estaré muerto. quizá esté desoyado y descuartizado, mis pedasos arrastrándose por el suelo de un estanque. todo lo que veo es sólo lo que ven mis ojos que quizá ya no estén aquí.

         quizá ya no me doy cuenta.

         pero él sí está muerto. . sus cenizas no pueden vagar por ahí. su brazo ya no es un brazo. su piel ya no tiene nada que cubrir. por eso me habla azí. por eso se queja. y yo le digo ya no puedes hacer nada, ijo del diablo. ja. ya no puedes hacer nada.

         demasiados pecados. todos acumulados en el pecho como los gusanos que te comen. el fuego. pero tú ya no puedes hacer nada. estás limpio.

         gracias a mí.

         e venido desde el infierno a salvarte. e limpiado las cloacas de tu sangre y tu semen para que no haya más pecados como tú. bastardo. lo e hecho por ti. tu piel servirá para alimentar a los perros. tu saliva. tu saliva.

         algún día, los hombres –los muertos– mirarán atrás y dirán que conmigo comenzó el siglo XXI.

         pero tú ya no verás el siglo XXI.

         estás limpio.

         por mí.

(p. 53)

 

 

         - Mamacita. Estoy buscando a Justino Mayta Carazo. ¿Lo has visto?

         La vendedora no quitó la vista de sus retablos y telares. Dijo:

         - ¿Quién será, pues?

         - ¿No conoces a Justino? ¿No vives en el pueblo, tú?

         - ¿Cómo será, pues?

         - ¿Sabes dónde está esta dirección?

         - Aquicito nomás, por ahí.

         Luego masculló varias frases en quechua. El fiscal entendió que «aquicito nomás» podía significar «a dos días de camino». Recordó lo difícil que resultaba interrogar a un quechuahablante, sobre todo si, además, no le da la gana de hablar. Y nunca les da la gana. Siempre temen lo que pueda pasar. No confían.

(p. 56)

 

 

         ¿as estado ablando de mí, padrecito?

         ¿as estado ablándole de mí a dios?

         áblale de mí. dile que me haga un sitio. yo haré que te escuche. , te escuchará. podrás poner tu cabesita calva sobre su regaso y lamer tus piernas. te dejará tocarlo, bajar tu mano por su espalda. te gustará. abre la boca, padrecito. así. déjame ver tu lengua zanta. déjame ver tus dientes vlancos. me gustan las cosas vlancas, puras. tengo una golosinita para ti. prueba el cuerpo de cristo.

         eso es, mucho mejor. ahora estás tranquilito ¿sabes? mejor quedarse tranquilo. ya todo está llegando al final. ya se acaba, ya. pasiensia. todas las cosas tienen que tener un final para poder volver a empesar. , yo, todos tendremos un final. . el mío también está cerca. pero el tuyo ya llegó. ja. hijo del diavlo.

         estás sucio ¿sabes? sucio como los menesterosos de la ciudad. hoy es el día para lavarte. yo te dejaré limpio inmaculado. oh, te gustará. no digas nada, padresito, no hables con la boca llena. es sucio. así está mejor. ¿ves cómo te va limpiando, padresito? estás todo lleno de pecado. todos te recordamos aquí por eso. los cuerpos que quemaste te recuerdan por eso. ¿ya lo as holvidado? ¿ya te as holvidado de sus cuerpos desapareciendo en tu horno? ¿de sus cenizas?

         ellos no te han olvidado a ti. están ahí, con dios, como estarás tú, y se acuerdan de ti todos los días. ellos ya no pueden volver a vivir, sus cuerpos ya no están. mejor. ahora tienen vida para siempre ¿no es así? bida de verdad. ahora te encontrarás con ellos, porque estás limpio, ya puedes verlos. conversarán, sí. por los siglos de los siglos.

         muévete un poco. el agua santa te tiene que tocar todo. es como un bautizo ¿lo entiendes? un sacramento. un bautizo de fuego para ti. eso aprendimos contigo. el fuego limpia. si no ¿cómo pues?

         ¿oyes algo? parece que tienes una visita ¿has invitado a otro menesteroso para lavarlo? eres caritativo. eres bueno. ¿quién es? ah, ya sé quién es. . nos hemos bisto antes. ha llegado pronto. ¿le has estado hablando de mí, padrecito? eso es bueno, no te guardo rencor. vamos a unirlo a los nuestros ¿sí? vamos a quererlo mucho con nuestras lenguas de fuego. vamos a lavarlo también de sus impurezas, padrecito. tenemos mucho que compartir.

(pp. 223-224)

 

 

         Todas las personas con que hablo mueren.

         - Vete –respondió ella, primero en un susurro, luego en un alarido–. ¡Vete! ¡Hijo del diablo!

         Sonaba inocente como insulto. Pero el fiscal Chacaltana sabía lo que significaba. Supaypawawa. Hijo del diablo. Era la traducción directa de lo peor que se le puede decir a alguien en quechua.

(p. 240)