REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


Cánticos del lago y Antigua vía, de Zoé Jiménez Corretjer

Andrea Gallo

(UniversitàCaFoscariVenezia; Universidad de Valladolid)

                           

 

Zoé Jiménez Corretjer, Cánticos del lago, Filadelfia, Xlibris, 2007, pp. 55; Antigua vía, Filadelfia, Xlibris, 2007, pp. 54.

 

Zoé Jiménez Corretjer (San Juan, 1963), es una poetisa representativa de la literatura contemporánea de Puerto Rico. Pertenece a una familia de intelectuales y académicos entre los que se destacan el poeta modernista Luis Lloréns Torres y el escritor Juan Antonio Corretjer. Ella también ha cultivado el estudio de la literatura española e hispanoamericana, es en efecto autora también de ensayos, especializada en la narrativa contemporánea de mujeres; ha publicado El fantástico femenino en España y América: Martín Gaite, Rodoreda, Garro y Peri Rossi y acaba de publicar otro libro de ensayos titulado: La mano que escribe: Literatura, arte y pensamiento. (Filadelfia, Xlibris, 2007). Además de escribir crítica se dedica a la poesía y a la narrativa. La literatura en su isla caribeña es un instrumento privilegiado de afirmación de la propia identidad puertoriqueña: un matrimonio entre cultura antillana, tradición literaria hispanoamericana y una profunda vinculación con España, su idioma y su civilización.

Jiménez Corretjer se puede incluir en la generación literaria del Ochenta, es decir, un grupo de escritores que nació en la Universidad de Puerto Rico y que, con respecto a la anterior generación de los Setenta, se considera políticamente menos beligerante. Se trata de un movimiento, si así podemos decir, más bien heterogéneo, que sin embargo manifiesta un lenguaje fuertemente irónico, surrealista, con intento de crítica social; desde el punto de vista formal, aunque cultivan una poesía más bien lírica, estos autores tienden a rechazar la forma métrica tradicional y prefieren el verso libre.

Zoé Jiménez en su trayectoria poética suma todo esto y también su experiencia personal que le ha permitido vivir entre tres países diferentes: Puerto Rico, España y Estados Unidos. Después de varias colecciones de poesía y una de narrativa, publica hoy dos nuevos poemarios: Cánticos del Lago y Antigua Vía.

Cánticos del Lago está compuesto por unos treinta breves poemas en verso libre. Escritos hace unos años, inspirados en el Oriente y en la filosofía Zen; incluye dos epígrafes, uno chino, sacado de los textos de Han Shan (VIII sec.), el otro japonés del poeta clásico Fujiwara No Teika (XI sec.). En sus poemas, el sujeto lírico canta la fusión del Yo con los elementos de la naturaleza. Sus versos nos sumergen en mundos acuáticos y vegetales en los que la imagen del lago es el motivo poético central: “El lago/ frío como un mar pequeño/ grande como una gota de invierno/ es mi latido y mi rumor/ la consciencia de que habito/ evaporada en filamentos” (p. 28). Como nota, Isaac Donoso en uno de los tres estudios preliminares que analizan la colección (los otros están firmados por Eugenia Toledo-Keyser y Aida Toledo) Cánticos intenta poetizar el simple latido de la naturaleza, y describe como nuestros latidos se armonizan con los del mundo natural: “Habito en el templo de la naturaleza/ soy yo junto al pino/ hasta que el pino permanezca” (p. 26).

La poesía (que por la fuerza volitiva del Yo poético, es una poesía netamente occidental), utiliza la cultura asiática para manifestar una voluntaria alienación en la fusión con la naturaleza. De la misma manera en que, en la pintura oriental, la figura humana es, no ya sujeto, sino parte de una totalidad; aquí en Cánticos el sujeto poético se hace parte de este organismo pulsante y cósmico que manifiesta su propia intención de reducirse a un elemento más entre los muchos del infinito ser.

Compuesto después y de distinta inspiración, es el breve cancionero amoroso Antigua vía, un homenaje a la civilización y literaturas clásicas sentidas como patrimonio de la común cultura euro-americana. Componen el libro unos veinte textos, estos también en verso libre, caracterizados por un estilo sobrio y elegante, a trechos casi esencial donde se mezclan y amalgaman, la simplicidad de lo cotidiano y la solemnidad del canto nostálgico de un amor ya vivido sólo en el recuerdo y dónde se evocan atmósferas y lugares de la antigua Roma.

Verso tras verso, entre antiguas y marmóreas ruinas, vestigios empolvados de un lejano pasado glorioso, y la gracia de una naturaleza mediterránea en la estación primaveral, se van desenvolviendo los recuerdos de una historia de amor cifrada, plenamente comprensible sólo para los dos protagonistas que la vivieron. Antigua vía se connota como una acumulación de fragmentos, recuerdos, sensaciones, gestos, voces de una vida en parte vivida y en parte soñada. Un recorrido dentro la palabra, un viaje a lo largo de una antigua vía, en búsqueda de lo que fue y de lo que queda de un amor hoy ya adormecido en la indiferencia de la cotidianidad: “Todas mis rutas me conducen/ a las piedras salvajes del este [...]/ Busco el perfume que no me regalaste [...]/  encuentro que mi pasado/ Estaba escrito en el muro viejo de la esquina”.