|
Antonio Sánchez Portero
RESUMEN
Se expresa con frecuencia
la convicción de que es imposible, a estas alturas, tras más de tres siglos de
infructuosa búsqueda, desvelar el nombre que se oculta tras el del Licenciado
Alonso Fernández de Avellaneda, el autor del Quijote apócrifo. No lo creo yo así. Es cuestión de encontrar el
camino adecuado. Un primer paso es reunir a todos los candidatos; otro, recoger
las características, particularidades y requisitos que debe reunir el autor
anónimo. Cumplir estos objetivos es lo que se pretende con este artículo.
ABSTRACT
Frecuentely it is said, it is imposible the convition at this time,
after more than three centuries of fruitless investigation. To discover the
name which is hidden beyond of de Licenciado Alonso Fernández of Avelleda, the
author of de apocriphal Quijote. I do not believe so. It is the purpose to find
the appropiate way. The first step is to reunite all of the candidates. Another
one, is to collect the characteristics, particularity and requisites, that
investigators must reunite the anonymous author. To provide these objetives, is
what is pretended with this article.
Quizás, en su
momento, si no de dominio público, pero sí en los medios literarios y cultos,
sería conocido el nombre del autor y de
los posibles colaboradores que habían hecho factible que se publicase el
denominado Quijote apócrifo ─el otro Quijote─, bajo el
seudónimo del Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, para amargarle a
Miguel de Cervantes el último periodo de su existencia.
Por este motivo, por no ser ningún
secreto, nadie se molestó en plasmar fehacientemente este dato para la
posteridad, y así se hubiesen evitado miles y miles de horas de incesante
investigación, y miles y miles de páginas impresas.
Lo expresado hasta aquí ─salvo lo de los miles─ es una hipótesis. Lo que sí pude
afirmarse como realidad, es que Cervantes, aprovechando que lo ocultaba su
competidor, por su parte no tenía ningún interés en divulgar su nombre, aunque
sólo fuese por una razón tan poderosa como la de evitar que su rival alcanzase
a su costa la inmortalidad. Porque además de otros ejemplos, tenía bien cerca
el de Mateo Alemán, quien al citar al continuador de su Guzmán de Alfarache ─a Juan Martí─, lo catapultó a la fama, he hizo que su nombre, asociado
al suyo, perviva en la actualidad.
Desaparecidos
los actores y pasado algún tiempo, ante la falta de noticias y al amor de la
universal proyección que adquiría paulatinamente una obra cumbre como es el Quijote, comenzó a fraguarse uno de los
mayores arcanos de la literatura española y, acaso, de la universal: el enigma
de la identidad de Avellaneda. Y como conclusión lógica, comenzaron a surgir
las especulaciones en pos de conocer el nombre que se ocultaba tras el controvertido
escritor.
Como he podido observar, por lo común,
el impulso para iniciar la tarea puede surgir por varios motivos: Por asumir el
investigador un reto, por responsabilidad profesional, por continuar otra
investigación o simplemente por curiosidad; y puede ir precedido por un estudio
más o menos minucioso, o ser motivado por la intuición o por la casualidad que
llevan al descubrimiento de alguna pista nueva, conexión, relación personal o
referencia textual relacionados con Cervantes, con Avellaneda o con sus obras.
Y a partir de este momento inicial, una
vez “localizado” el posible autor, comienza la búsqueda de todos aquellos
datos, motivos, elementos, matices, indicios que favorecen a éste, a “su”
candidato, arrimando el ascua a su sardina, no siempre con la objetividad
necesaria, empleando a veces métodos poco ortodoxos, aportando pruebas poco
consistentes, incluso carentes de la más elemental lógica y, si se me permite
el símil, sacando pelos de una calavera; con la mira puesta en llegar a “un”
resultado, no al “bueno”, al definitivo. Y claro que hay aproximaciones, y que
se sacan unas conclusiones, pero, a la postre, se falla el tiro o este sale por
la culata. Y se pueden poner muchos ejemplos.
No obstante, gran parte de estos
trabajos, aunque no han conseguido su objetivo, son estimables y algunos muy
meritorios, porque aportan gran cantidad de valiosos datos, que pueden ser
aprovechados para ulteriores investigaciones. De hecho, reconozco que me han
servido de valiosísima ayuda, evitándome mucho trabajo, lo que agradezco de
verdad de la buena. Lo que pediría ─no siempre se hace─, es que se cite la fuente de la que uno se beneficia.
Por otro lado, estimo que, por lo
general, no se tienen en cuenta a priori unas premisas fundamentales que de ser
aplicadas evitarían mucho trabajo que, al fin, es inútil. Dichas, pueden
resumirse en los siguientes párrafos, en los que he procurado recoger
extractadas las conclusiones coincidentes a las que han llegado muchos investigadores.
Conviene advertir que, si bien algunas
conclusiones han sido establecidas después de investigaciones y estudios,
alguna otra ─una de capital
importancia─, fue aportada
por el propio Cervantes, quien expresó con reiteración y firmeza que “el
fingido y tordesillesco autor del falso Quijote
es aragonés”. Algunos investigadores aceptan y dan por buena, sin reservas,
esta afirmación; mientras otros no y defienden y argumentan que Cervantes no
conocía a Avellaneda y, por tanto, no sabía cual era su naturaleza[i].
Otras conclusiones a las que se han
llegado son:
* Así
como hasta avanzado el siglo XX la mayor parte de los críticos tenía una
opinión peyorativa y muy negativa sobre el Quijote
de Avellaneda, últimamente su valoración ha cambiado radicalmente y se nos dice
que estamos ante una buena novela, de una calidad incuestionable, sin duda creada
por un escritor de oficio, de amplia trayectoria, con experiencia y con otras
obras en su acervo. El Quijote
apócrifo no puede ser el resultado espontáneo de una esporádica fase de
inspiración, ni un fruto que se saca uno de la manga por un enfado o una
venganza, aunque éstos sean algunos de los móviles posibles. Hay que ir pensando
en un escritor de campanillas que quiso competir con el mismísimo Cervantes.
Para Gómez Canseco no hay dudas. En la
“Introducción” de su edición del Quijote
de Avellaneda expone:
El
fingido autor tordesillesco no era un don nadie ayuno de letras y de erudición.
Su obra rezuma literatura por todos los lados y lo mismo trae un verso de
Petrarca que una cita de Santo Tomás, un personaje de la Biblia que un epigrama
de Lope, una sentencia de Aristóteles que un romance o una novela de Bandello. ─Y también─: Quien se escondía tras de la
máscara de Alonso Fernández de Avellaneda hubo de ser un hombre culto, asentado
en la sociedad de la época, de convicciones tan sólidas como simples, y poco
dispuesto a cuestionarlas.
* Avellaneda, además de conocer muy
bien Toledo, Madrid y Alcalá y el ambiente y alrededores de estas ciudades ─lo que puede estar al alcance de
muchos posibles autores─; demuestra un
profundo conocimiento del Valle del Jalón y, concretamente, de Calatayud y sus
alrededores y de Zaragoza, con detalles a los que sólo puede acceder alguien
estrechamente relacionado con estos lugares y con Aragón. Esta particularidad,
unida a la afirmación de Cervantes de que “es aragonés”, limita
considerablemente el número de posibles candidatos.
* Algunos investigadores coinciden en
que Avellaneda pudo ser dominico o, al menos religioso. También que debía ser
autor de comedias. Estas condiciones estimo que no son determinantes, pero
pueden servir de ayuda.
* Se desprende de su “Prólogo” y así se deduce de algunos
pasajes de la novela, que Avellaneda era muy amigo de Lope de Vega; así como
también enemigo de Cervantes. Y opinan algunos investigadores que entre éstos
hay que buscarlo.
* Otra exigencia ─estimo que capital─ en la que nadie que yo sepa ha
reparado, es la de que Avellaneda tiene que ser poeta, y de cierta categoría, a
juzgar por los numerosos versos que se incluyen en la novela.
También es
para tenerse en cuenta la siguiente consideración: Un escritor mediocre, un
segundón (admitiendo que es capaz de escribir esta obra) se hubiese dado con un
canto en los dientes para poder presumir de ser el autor de esta novela, y lo
hubiera proclamado a los cuatro vientos; por otra parte, un primera figura, un
consagrado, no hubiese tenido ningún inconveniente en enfrentarse directamente
con Cervantes, alardeando de su obra, máxime teniendo la seguridad de no
incurrir en ningún delito, porque era práctica habitual continuar una obra
literaria iniciada por otros. Luego, el que se publicase la novela con seudónimo
─lo que sin duda obedece a un motivo especial─ es una circunstancia importante que nos debe hacer reflexionar y
empujarnos a sacar las oportunas conclusiones.
Expuestas
estas premisas, ha llegado el momento de reunir a todos los candidatos:
La
referencia más antigua que conozco de una lista de optantes a ser el licenciado
Alonso Fernández de Avellaneda se halla en el Latassa (1884), y en estas
“Bibliotecas Antigua y Nueva” nos encontramos con los siguientes nombres:
Lupercio Leonardo de Argensola
Bartolomé Leonardo de Argensola
Mateo Alemán
Fray Andrés Pérez
Fray Alonso Fernández
Juan Blanco de la Paz
Fray Luis de Aliaga
Se incrementa esta lista con la
aportación del Espasa. En esta enciclopedia encontramos además:
Gaspar Schöpe, polígrafo alemán
Lope de Vega
Fray Luis de Granada
Alfonso Lamberto, poeta
Tirso de Molina
Pedro Liñán de Riaza
Juan Martí
Gabriel Leonardo Albión
Incluso el mismo Miguel de
Cervantes
Patrocinado por Tomás Ximénez Embún (Antecedentes literarios que prepararon y
causas históricas que produjeron la publicación del Quijote de Avellaneda,
en Álbum cervantino aragonés, Madrid,
1905, pp. 71-98), también entra en liza:
Vicencio Blasco de Lanuza
Ramón D. Perés, (Historia de la Literatura Española e Hispanoamericana, Barcelona,
Sopena, 1957) añade:
Juan Ruiz de Alarcón
Alfonso Pérez de Montalbán
En “Nota preliminar” a la edición del Quijote de Avellaneda, de “Colección Crisol”, de Aguilar (1960), se incluyen,
aparte de alguno ya citado:
Alonso de Ledesma, de Segovia,
poeta
Arsenio Gutiérrez Palacios, en un
artículo publicado en “Heraldo de Aragón” (1967) y en otros diarios incorpora
a:
Alonso Fernández de Zapata,
abulense
Por su parte, el
cervantista Martín de Riquer, en Aproximación
al Quijote (1970), incrementa la lista con los nombres de:
Francisco de Quevedo
Cristobal de Fonseca
Guillén de Castro
Castillo de Solórzano
Vicente García (Rector de
Vallfogona)
y, especialmente, Jerónimo de
Pasamonte
Juan Domínguez Lasierra, en el artículo
“El paso Honroso”, Turia (2005), recoge a:
Francisco López de Úbeda
Juan de Valladares
Mira de Amescua
Gonzalo de Céspedes y Meneses
Salas Barbadillo
Y facilitado por Javier
Blasco (Valladolid, Instituto Castellano Leonés de la Lengua, Beltenebros Minor,
2005), incorporo a:
Baltasar Navarrete
Como se aprecia, es una lista variada y
amplia y, hasta me atrevo a decir que para todos los gustos[ii].
Posteriormente, gracias a la aportación
de Enrique Suárez Figaredo[iii] puedo añadir los nombres
de:
Fray Isidoro Aliaga (Hermano de
Fray Luis)
Ginés Pérez de Hita
Luis Fernández de Córdoba y
Aragón, Duque de Sessa
Fray Hortensio Félix de Paravicino
Una vez que tenemos juntos a todos los
candidatos (creo haber leído en algún lugar que alguien ha propuesto a Doménikos
Theotokópoulos, El Greco); así como un resumen de las principales características
que debe poseer Avellaneda, se debería confeccionar un molde o traje virtual
para comprobar cómo y en qué medida se acomoda a dichos candidatos, con el fin de saber a quienes hay que descartar
inmediatamente, y jugar con o contemplar sólo a los pocos que tengan alguna
posibilidad.
Hay, por ejemplo, un caso muy
significativo: el de Fray Luis de Granada, que falleció en 1588, diecisiete
años antes de que Cervantes publicase la Primera Parte de su Quijote y, hasta el momento, no ha sido
borrado de la oficiosa “lista” rutinaria.
Otros lo tienen difícil, como Mateo
Alemán, quien en 1608 emigró a Mejico, donde falleció en 1614; o Juan Ruiz
Alarcón, nacido en esta nación americana, a donde regresó en 1608, y no volvió
a España, a Madrid, hasta 1613; o Tirso de Molina, por más que José Luis
Madrigal asegure que es el autor buscado[iv]. O como Fray Andrés
Pérez, natural del Reino de León, que es candidato por ser el autor de La Pícara Justina, obra que se atribuye
también a otro candidato a Francisco López de Úbeda, de Toledo; así como a
Baltasar Navarrete, elevado por este motivo a la categoría de candidato por
Javier Blasco.
Sobre la mayoría de los candidatos,
expongo sucintamente los datos biográficos y bibliográficos que conozco en el
citado libro La identidad de Avellaneda,
el autor del otro Quijote, y debo decir que descarto a la mayoría por
apartarse de forma ostensible del molde que conforman las premisas
establecidas.
Es el caso de Fray Cristóbal de
Fonseca, natural de Santa Olalla (Toledo) propuesto por Narciso Alonso Cortés,
y descabalgado por él mismo; o Alonso Castillo Solórzano, que nació
precisamente en Tordesillas en 1584, por lo que cuando salió el Quijote podía tener veintiún años y no
es fácil que fuese aludido por “sinónimos voluntarios” ni de ninguna otra
manera por Cervantes, y su primera obra conocida se publicó en 1625; Juan de
Valladares y Valdelomar, presbítero, que nació en Cordoba y fue propuesto por Arturo
Marasso valiéndose de anagramas y de coincidencias que ve entre la
autobiografía de Valladares y el Quijote
de Avellaneda.
Guillén de Castro es valenciano y amigo
de Lope, pero no me consta que conociese a fondo los lugares aragoneses donde
se desarrolla la acción del Quijote
de Avellaneda. Si podía conocerlos Francisco de Quevedo, que nació
en Madrid, poeta, autor de El Buscón don
Pablos. Estuvo preso en el
Palacio de Cetina (Comarca Comunidad de Calatayud). Se encontraba en Madrid en
1606, pero a resultas de un duelo tuvo que huir de España, en 1611, y, en Sicilia
desempeñó en 1613 misiones políticas y diplomáticas. No es fácil creer que en
estas circunstancias, lejos del centro de gravedad donde se guisó, sea el autor
de la novela en cuestión.
Aragoneses y conocedores
de su tierra eran Lupercio Leonardo Argensola, pero cuando se gestó el apócrifo
se encontraba en Nápoles, al servicio del Conde de Lemos, y falleció allí en
1613. Su hijo, Gabriel Leonardo Albión, por aquellas fechas, también se encontraba
en Nápoles.
El candidato que durante esta larga
historia ha gozado del favor de los estudiosos y ha sido asociado con mayor
fuerza y durante más tiempo a Avellaneda, es el aragonés Fray Luis de Aliaga.
Pero no puede ser él si nos atenemos a su trayectoria literaria. También queda
descartado automáticamente Lope de Vega como autor de la novela de Avellaneda,
en cuyo “Prólogo” se dice:
…pues
él [Cervantes] tomó por tales el ofender a mí [que soy el autor] y particularmente
[a mi amigo Lope de Vega] a quien tan justamente celebran las naciones
extranjeras y la nuestra debe tanto por haber entretenido honestísimamente y
fecundamente tantos años los teatros de España…
Sin
embargo, según mi opinión, expresada, argumentada y documentada en el citado
libro, tanto Aliaga como Lope de Vega tuvieron una decisiva participación en la
elaboración del seudónimo, en la edición del libro y en las circunstancias en
que se realizó.
Hay otros
aragoneses en liza, como Pedro Liñán de Riaza[v], Bartolomé
Leonardo Argensola, Vicencio Blasco de Lanunza, Alfonso Lamberto (aragonés,
según Menéndez Pelayo; y seudónimo del segoviano Alfonso de Ledesma, según
Francisco Vindel), y Jerónimo de Pasamonte.
Últimamente
ha cobrado auge la hipótesis de que Avellaneda es Jerónimo de Pasamonte,
natural de Ibdes, pueblo de la Comarca Comunidad de Calatayud. Fue el eminente
y prestigioso cervantista Martín de Riquer quien abrió esta vía de
investigación a partir de 1969, pero defiende su conjetura con cautela y muchas
reservas. Otros, sin embargo la defienden a capa y espada, como el destacado
profesor e investigador Alfonso Martín Jiménez.
Mi opinión
es que esta teoría se asienta sobre una base poco firme y hace agua por muchos
lados. Lo manifiesto en el artículo ¿Qué
pudo suceder entre Miguel de Cervantes y Jerónimo de Pasamonte? ¿Es éste
Avellaneda, el autor del Quijote apócrifo?, publicado en la Biblioteca
Virtual Miguel de Cervantes.
Los libros
y artículos en los que se aboga por determinados candidatos, han sido
muchos, así como aquellos en los que se
aducen las razones para descartar a otros. Las réplicas, contrarréplicas,
cruces de opiniones y comentarios son también muy numerosos en cantidad y, a
veces, no tanto en calidad y en consistencia. Este no es el momento de
recogerlos porque ocuparían decenas de páginas.
Por lo que este
artículo toca a su fin, ya que el principal motivo que me ha movido a
redactarlo, que es el de reunir a todos los candidatos a ocupar el puesto de Avellaneda,
ya está cumplido; y de paso, como apéndice, el de marcar unas pautas para poder
encontrar al candidato bueno. Me canso de leer que esta es una misión
imposible. No lo creo así. Es más, yo tengo un candidato, pero no voy a
desvelar su nombre aquí. Aunque mucho me temo que he debido de dejar alguna
pista por la que pueda ser identificado.
Calatayud,
7 de julio de 2007
[i] .─
Sánchez
Portero, Antonio: TRES AFIRMACIONES
CAPITALES QUE DEBERÍAN PROMOVER LA RECONSIDERACIÓN DE ALGUNOS ANÁLISIS Y
OPINIONES SOBRE EL QUIJOTE: Cervantes
conocía el Quijote de Avellaneda antes de comenzar a escribir la segunda parte
del suyo. ─Cervantes
sabía quién era Avellaneda. ─Así como Avellaneda imitó y se inspiró en Cervantes,
éste se inspiró e imitó a Avellaneda., publicado en la
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
[ii] .─ Esta lista, tal como está recogida aquí, así como
muchos datos que avalan mi exposición anterior, se encuentra en mi libro La identidad de Avellaneda, el autor del
otro Quijote, publicado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Ficha
de Obra, Referencia 19961.
[iii] .─ Suárez Figaredo, Enrique: Cervantes, Figueroa y el crimen de Avellaneda, Barcelona, Ediciones
Carena, 2004. En ester libro es donde por primera vez he visto reunidos a todos
los candidatos (pág. 25) con especificación de los datos que conoce su autor,
como origen, fechas de nacimiento y defunción, cargos que ocuparon, etc.; y
también un cuadro (págs. 385-389) dando el nombre del “proponente” de los
“candidatos” y los “textos” aportados por ellos.
[iv] .─ Sánchez Portero, Antonio: Cervantes y Avellaneda y, entre ambos Quijotes, Tirso de Molina y Liñán
de Riaza, artículo publicado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes,
Ficha Obra, Referencia 23.432.
[v] .─ La opinión actual considera a este poeta natural de
Toledo o de un pueblecito alcarreño, limítrofe con Aragón. Estimo que no es así
y expongo mis razones en el artículo El
‘toledano’ Pedro Liñán de Riaza ─candidato a sustituir a Avellaneda─ es aragonés,
de Calatayud, publicado en la Revista LEMIR, nº 11, 2007.
|