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LA PRESENCIA DE LOS GÉNEROS RETÓRICOS EN LA REALIDAD COMUNICATIVA DE
LA EMPRESA
María
del Mar Gómez Cervantes
(Universidad de Murcia)
RESUMEN
Con este estudio pretendemos mostrar la persistencia, pervivencia
y aplicabilidad de los principios teórico-retóricos que vieron la luz con
los inicios de la sistematización retórica, en la época clásica. En concreto,
nos vamos a referir a la teoría de Aristóteles sobre los géneros retóricos,
intentando trasvasar los planteamientos realizados al respecto por el estagirita,
en concreto en su teorización sobre los géneros demostrativo y deliberativo,
a la situación comunicativa que se adscribe a un entorno de tanta actualidad
como es el propiamente empresarial.
With this
study we aim to show the persistence, survival and applicability of the
theoretical and rhetorical principles that came into existence with the birth
of rhetorical systematization in the classical age. We are going to specially
focus on Aristotle’s theory about rhetorical genres, trying to transfer the
Stagirist’s approach and ideas to the communicative situation that defines a
typical business environment nowadays.
Keywords: Rhetoric, Rhetorical genres, Enterprise,
Internal Communication, External Communication.
Siendo una realidad fácilmente reconocible la importancia
que tiene la comunicación en todas las actividades que se desarrollan en la
empresa[1], nuestra propuesta nace
con la intención de dar cuenta de la tradición y la trayectoria vital que este
tipo de actividades comunicativas cuentan, desde el punto de vista teórico-
retórico.
De este modo, intentaremos establecer un vínculo,
perfectamente justificado, entre los tipos de comunicación existentes en la
empresa, abarcándolos de un modo genérico, y la tipología de géneros retóricos
establecida, inicialmente, por Aristóteles y derivada de un intento de
reconocer al acto retórico desde un punto de vista amplio, esto es, teniendo en
cuenta al que habla, sobre lo que habla y a quién, y en tanto que siendo un
intento éste de sistematizar una realidad comunicativa ya existente y abstraída
para su estudio.
Así, comenzaremos por establecer y justificar la tipología
de comunicación en la empresa a la que nos vamos a remitir en el desarrollo de
este estudio, a partir de la consulta de fuentes del ámbito propiamente
empresarial. Seguidamente trataremos sobre los géneros retóricos y toda la
tradición teórica posterior que los avala y que los ha intentado actualizar
mediante su adscripción a una situación determinada. Bien es verdad que, entre
estos dos puntos iniciales -el primero de ellos de raigambre más puramente
científico y empresarial y el otro de carácter más humanista y retórico- se
hace necesario establecer una “zona de transición” en la que vislumbraremos
nuestra concepción lingüístico-retórica de dichas formas de expresión en la
empresa.
Finalizaremos
intentando conciliar a ambos ámbitos acotados, es decir, la tipología existente
sobre la comunicación empresarial y la tipología de géneros retóricos, amén de
tener en cuenta los posibles desajustes existentes, sin obviar la dificultad
que supone establecer una identificación rigurosa y definitiva cuando se trata
de este tipo de cuestiones que derivan de la realidad en un estado abstracto, y
que se convierten en nuestro material de estudio y, por ende, de
sistematización.
1.
Tipos de comunicación en la
empresa.
Establecer una tipología que se corresponda con los
diferentes actos comunicativos que se llevan a cabo en la empresa, resulta una
labor de difícil consecución. Esta dificultad es reconocida por autores como
Carrillo y Tato quienes, en su artículo “La nueva dimensión de la comunicación
empresarial en el entorno de los activos intangibles. La
comunicación espiral”, atribuyen esta ardua tarea al hecho de que la
comunicación sea una joven ciencia en la que es casi imposible hablar en
términos de exactitud:
“…tanto en el terreno empresarial como
académico, gran parte de la tarea que se realiza, consiste en explicar, acotar
y definir lo que hacemos y a lo que nos dedicamos. Las discrepancias se
producen, cuando profesionales y académicos intentamos defender posiciones,
creando una visión fragmentada, que por otro lado es habitual en disciplinas
que se encuentran en fase de juventud, el tema de la integración-fragmentación
de la comunicación no es nuevo y ha sido muchas veces referido por los grandes
autores”. (Carrillo y Tato, 2004)
De esta forma, no nos pueden sorprender las distintas y
tan variadas propuestas que se han llevado a cabo por autores, de toda índole
profesional, con la única intención de establecer una sistemática ordenación de
los diferentes modos en los que se hace presente la comunicación en la empresa[2].
A nosotros nos parece adecuado el reconocimiento y la
distribución en tipologías comunicativas que aparece repetida en distintos
artículos y manuales concernientes a esta cuestión y que distinguen, de un modo
bastante genérico, entre comunicación interna y comunicación externa[3]. De esta forma nos
apropiamos de la distinción que llevan a cabo, entre otros autores, Etxebarría
(en Etxebarria, 1999), y que se concreta en la diferenciación entre, por un
lado, una comunicación externa que ocuparía parte de las que podríamos considerar
como las dos grandes áreas horizontales, a saber, la publicidad y las RRPP
(Relaciones Públicas) y, por otro lado, la comunicación interna que ocuparía un
espacio independiente en el seno mismo de la empresa[4].
Concretada, pues, nuestra elección
sobre la forma que, consideramos, se adecua más a nuestra manera de concebir la
comunicación en la empresa, pasaremos ahora a profundizar en cada una de las
divisiones comunicativas establecidas, según sea externa o interna disponiendo,
de esta forma, el terreno para el estudio retórico que nos proponemos llevar a
cabo de aquéllas.
Así, en lo concerniente a la comunicación externa, y
siguiendo a Bartolí (en Bartolí, 1992), son varias las subtipologías a las que
se adapta dicha comunicación externa. Las principales son las siguientes:
-La comunicación externa operativa. Que es aquella
que se realiza para el desenvolvimiento diario de la actividad empresarial, se
efectúa con todos los públicos externos de la compañía, a saber, clientes,
proveedores, competidores, administración pública, etc.
-La comunicación externa estratégica. Tiene por
finalidad enterarse de los posibles datos de la competencia, la evolución de
las variables económicas, los cambios en la legislación laboral, etc, que
pueden ser relevantes para una probable posición competitiva de la empresa.
-La comunicación externa de notoriedad. Su
finalidad es la de mostrar a la empresa como una institución que informa dando
a conocer sus productos, mejorar su imagen, etc. Las formas de darlo a conocer
serían mediante la publicidad, la promoción, donaciones, patrocinio, etc.
Se trata, por lo tanto, de un tipo
de comunicación de entre cuyos recursos, canales y herramientas de comunicación
destacan los siguientes (Sánchez Calero: 2005):
el mecenazgo y el patrocinio; la intervención y organización de ferias,
congresos y exposiciones; la asistencia permanente a todo tipo de actos y
conferencias relacionadas con temas punteros del sector; la realización de
monográficos sobre su actividad empresarial; la realización de publicidad o
publirreportajes, revistas de comunicación externa distribuidas sólo a públicos
externos (clientes, accionistas, proveedores, etc), las jornadas de puertas
abiertas, y un sin fin de actividades que ayudan a incrementar la cultura y la
imagen empresarial en los ámbitos local, nacional e internacional.
Se trata, por lo tanto, de un tipo de comunicación que
tiene como objetivo que los clientes y el entorno comprendan lo que la compañía
ofrece, es decir, generar credibilidad, estar por delante de las expectativas
de los clientes e integrar las sugerencias e ideas de los mismos en la oferta
de servicio que presta su organización.
Por su parte, la comunicación interna, especialmente
orientada a la colaboración para crear un compromiso por parte de sus
integrantes y la cohesión de los valores que forman parte de la cultura
empresarial, está recibiendo un especial impulso en los últimos años[5], sobre todo entre autores
que pretenden trasvasar las limitaciones establecidos por una predominante
atención a la comunicación externa y, sobre todo, a la expresión publicitaria
que han llevado a cabo las empresas[6].
De este modo, entre otros autores, José Manuel Alarcón Aguín, en la revista
electrónica Microsoft para empresas y profesionales hace el siguiente
apunte:
“Es muy fácil caer en la tentación de
descuidar la comunicación interna a favor de las relaciones públicas y los
mensajes que se envían al exterior (marketing, ventas, imagen corporativa) […].
Sin embargo una buena comunicación con el cliente interno (no hay que olvidar
este concepto) es fundamental para que éste “compre” nuestros valores, se
sienta respaldado y por lo tanto la organización reciba impulsos de sus
miembros y sea más competitiva” (Alarcón Aguín, 2005)
Al igual que hicimos con el estudio de la comunicación
externa, en este caso, también hay que subrayar las subtipologías que se
enmarcan en este tipo de comunicación interna y que se afianzan con la
repetición, -mucho más unánime que en el caso de la externa-, que se hace, en
los diversos manuales, del siguiente esquema comunicativo[7]:
Los canales por los que se suele transmitir este tipo de
comunicación interna, muestran una preponderancia de la modalidad oral sobre
la escrita, dominando de este modo reuniones, entrevistas, presentaciones,
charlas, etc, que pueden tener diferentes configuraciones y estatus, según
el tema a tratar.
No obstante, la distinción que hemos llevado a cabo entre
los dos tipos de comunicaciones -interna y externa-, es pertinente para un
estudio de la comunicación en la empresa, de forma general, si bien es verdad
que ambas no se encuentran tan alejadas entre sí en la práctica, dándose entre
ellas una inexorable relación de complementariedad. Tengamos en cuenta que en
los dos casos se trata de conseguir un objetivo común, a saber, la buena imagen
de la empresa y la creación de una identidad adecuada para la misma[8].
De esta forma, con la propuesta de una comunicación en
espiral que llevan a cabo Carrillo y Tato, y que aludíamos y representábamos
más arriba, se muestra esta correspondencia entre ambos tipos de comunicación,
al tiempo que se reconoce su proyecto común de crear una buena imagen de la
empresa:
“Situamos a la comunicación en la
empresa, en forma de espiral, de manera que sea el flujo que gestiona y
administra la imagen de la organización desde el interior hasta el exterior,
pero no de forma separada, sino integrada comprendiendo que la comunicación
interna debe ser gestionada convenientemente para fortalecer debidamente la
comunicación externa o corporativa” (Carrillo y Tato: 2004)
2.
La comunicación en la empresa
desde la perspectiva lingüístico-retórica
Desde nuestro punto de vista, y dada nuestra formación y
nuestros intereses estrictamente lingüístico-retóricos, vamos a considerar a
los “actos comunicativos” que hemos reconocido como pertenecientes a cada una
de estas tipologías comunicativas, (interna y externa), como hechos retóricos
en el sentido en el que concibe este término Albaladejo Mayordomo, y que lo
traemos a colación con la siguiente cita:
“El hecho retórico es la realidad
comunicativa constituida por la construcción, comunicación e interpretación de
los discursos retóricos. Los elementos del hecho retórico son el orador, el
oyente, el texto o discurso retórico, el referente de éste, el código, el canal
y el contexto de la comunicación retórica”. (Albaladejo Mayordomo,1999,10)
Nos parece adecuado apuntar al respecto, dada la
trascendencia que dicha distinción va a tener en el transcurso de nuestro
estudio, que uno de los elementos principales que distingue a estos dos tipos
de comunicaciones que se dan en la empresa, (interna y externa), tiene su
correspondencia, -siguiendo la definición de Albaladejo Mayordomo sobre el
hecho retórico-, con el referente,
distinguiéndose éste según se trate de discursos pertenecientes a la
comunicación interna o externa, tal y como veremos inmediatamente.
Así, consideramos que si bien los discursos que se
engloban en la tipología de la comunicación interna tienen su referente
principal en la empresa (reconocida ésta en su acepción más humana, como
agrupación de personas que desempeñan una función en el desarrollo, progreso y
evolución del organismo para el que trabajan), en el caso de los discursos
retóricos que se enmarcan en el otro tipo de comunicación, acogerán al producto
como su referente fundamental. El punto de convergencia entre ambos tipos de
discursos retóricos, independientemente del referente al que aludan, será la
finalidad persuasiva que los define y por lo que se elaboran.
Con esta caracterización de los discursos empresariales
que hemos realizado a partir de la cita de Albaladejo Mayordomo y, dada la
fundamentación retórica con la que vamos a estudiar esta realidad comunicativa,
nos parece adecuado, antes de proseguir, dar una adecuada justificación a esta
orientación retórica con la que llevaremos a cabo nuestro estudio.
De esta forma, el modo de abarcar la expresión
comunicativa y la discursividad de la empresa, va a suponer la abstracción y
sistematización de una realidad ya existente y que se convertirá en nuestro
material de estudio[9]. Establecido este programa
de actuación, coincidimos en definir la Retórica tal y como lo hace Albaladejo
Mayordomo:
“La Retórica es posterior a la
comunicación mediante el lenguaje en discurso, de cuya realidad ha extraído sus
componentes y categorías, pero, una vez configurada la Retórica como sistema y
consolidada como disciplina, ha influido en la propia comunicación, siendo así
que los participantes en ésta, sobre todo los productores, pero también los
receptores, han sido conscientes de su actividad comunicativa discursiva y de
las posibilidades que de perfeccionarla ofrece la tékne rhetoriké, el arte o técnica retórica, es decir, la
Retórica”. (Albaladejo Mayordomo 2005: 9)
Se concibe, por lo tanto, la Retórica como una forma de
interacción continua entre teoría y praxis de la comunicación discursiva que
es, precisamente, el enfoque que nosotros consideramos apropiado para proceder
a nuestro estudio de una situación tan real como son los distintos tipos de
discursos que se dan en la empresa[10].
Delimitado, por lo tanto, nuestro campo de estudio que se concreta en
los discursos producidos en el ámbito empresarial, y establecida la orientación
teórica de la que nos vamos a valer para proceder a su análisis, pasaremos a
determinar qué contenidos precisos son los que vamos a extraer de la amplia
teoría de la Retórica para proceder a dicho análisis. Se hace preciso, por lo
tanto, que establezcamos unos límites a nuestro estudio, dada la amplitud de
los dos ámbitos que pretendemos conciliar, a saber, la producción discursiva
que se enmarca en el seno de la empresa y, por otro lado, la extensión teórica
que ostenta la perspectiva Retórica.
3.
Los géneros retóricos
“De la oratoria se cuentan tres especies,
pues otras tantas son precisamente las de oyentes de los discursos. Porque
consta de tres cosas el discurso: el que habla, sobre lo que habla y a quién; y
el fin se refiere a éste, es decir al oyente […]. Hay el que juzga acerca de
las cosas futuras, como miembro de la asamblea; hay el que juzga acerca de las
cosas pasadas, como juez; otro hay que juzga de la habilidad, el espectador, de
modo que necesariamente resultan tres géneros de discursos en retórica:
deliberativo, judicial y demostrativo”. (Aristóteles Retórica: 1358 b)
Con esta cita queremos representar los inicios mismos de
esta distinción de los géneros retóricos[11] que se ha mantenido
durante toda esta tradición retórica, con más o menos estabilidad[12], hasta nuestros días,
formando parte del concepto de lo que Albaladejo Mayordomo denomina como Rhetorica Recepta[13].
De esta forma, Aristóteles, lleva a cabo una
caracterización de estos tres géneros retóricos que él mismo ha distinguido,
teniendo en cuenta una serie de parámetros, de entre los que nos interesan
destacar algunos como son el asunto, el tiempo, los fines
y el tipo de participación del auditorio correspondientes a cada uno de
ellos[14]. Dada la importancia de
tener en cuenta esta distinción y caracterización, vamos a exponerla en un
cuadro que concrete estos contenidos con la finalidad de dejar asentadas las
propiedades que definen a estos especimenes retóricos, en su acepción
aristotélica, lo cual nos será de gran utilidad en el desarrollo de nuestro
estudio.
|
ASUNTO |
TIEMPO |
FINES |
TIPO
DE PARTICIPACIÓN DEL AUDITORIO |
DELIBERATIVO |
Persuasión
y disuasión como actividades que se derivan de aconsejar |
El
tiempo futuro |
Lo
útil y lo dañoso[15] |
Como
árbitro |
JUDICIAL |
Acusación
y defensa |
El
tiempo pasado |
Lo
justo y lo injusto |
Como
árbitro |
DEMOSTRATIVO |
La alabanza y el vituperio |
El
tiempo presente |
Lo
honroso y lo feo |
Como
espectador |
Establecida la concepción aristotélica de
los tres géneros retóricos, nosotros nos vamos a centrar, dados los objetivos
que nos proponemos, en dos de estos géneros subrayados, a saber, el género
deliberativo o suasorio y el género demostrativo o epidíctico.
Con respecto al primero de los señalados,
hemos de decir que, más adelante, el propio Aristóteles hace ver que los
objetivos que ha de seguir este tipo de género no son otros que aquellos medios
que hagan factible la consecución de una determinada finalidad, de manera que
los lugares comunes a este tipo de expresiones no son otros que aquellos que
tratan “acerca del bien y lo conveniente en absoluto” (Aristóteles: Retórica,
1362a).
Por otro lado, la concreción del género
demostrativo o epidíctico, llevaría al estagirita a realizar una precisión que
afinase los objetivos que se pretenden con este género, aparte de ensalzar y
reprochar:
“…se puede mostrar aquello por lo
que se comprenderá cómo somos de carácter, lo cual era, decíamos, un segundo
argumento retórico; ya que con los mismos medios podremos convencer sobre
nosotros mismos y sobre otros en cuanto a crédito en virtud”. (Aristóteles: Retórica,1366a)
Sin
entrar en las aportaciones realizadas a lo largo de toda la tradición retórica
que llega a nuestros días sobre el estatus de los citados géneros, creemos
conveniente, sin embargo, detenernos en la consideración que, al respecto, nos
deja ver Albaladejo Mayordomo, en tanto en cuanto su aportación nos conducirá a
la actualización de dichos géneros, según las necesidades y realidades
comunicativas de hoy día, así como el establecimiento de nuestra propia teoría
al respecto de los géneros retóricos.
Así, este autor entiende los géneros
retóricos en los siguientes términos:
“Son la base de las clases del
hecho retórico; son clases de discurso entendido éste como el lógos que, desde un espacio textual,
engloba orador, oyente y referente en el conjunto del hecho retórico” (Albaladejo
Mayordomo, 1999: 59).
Así, si bien nos parece muy acertada esta
definición de los géneros retóricos, teniendo en cuenta ese concepto de hecho
retórico al que nosotros aludíamos ya con anterioridad, nos parece aún mas
interesante la distinción que el propio Albaladejo Mayordomo realiza con
respecto a los citados géneros. Para tal finalidad, este autor procede a la
citada diferenciación por medio de dos criterios, a saber, la capacidad de
decisión, o no, del oyente al que van dirigidos los discursos y, por otro lado,
la acción asociada a la decisión y, por ende, vinculada a los discursos
deliberativo y judicial, discursos éstos dirigidos a persuadir, y considerando,
por lo tanto, la acción del conocimiento como propio de los discursos
epidícticos, especialmente orientados a convencer.
El cuadro que resumiría estas diferencias
podría establecerse en los siguientes términos:
GÉNEROS |
OYENTES DECIDEN |
OYENTES NO DECIDEN |
DIRIGIDOS A LA ACCIÓN (Persuaden) |
DIRIGIDOS AL CONOCIMIENTO (Convencen) |
DELIBERATIVO |
+ |
|
+ |
|
JUDICIAL |
+ |
|
+ |
|
DEMOSTRATIVO |
|
+ |
|
+ |
Esta concepción de los géneros por parte
de Albaladejo Mayordomo nos hará volver sobre ella en el siguiente punto de
nuestro estudio cuando se proceda a la conciliación entre el tipo de discursos
o hechos retóricos propiamente empresariales, en sus dimensiones interna o
externa, y los dos géneros retóricos en los que nos hemos detenido más, a
saber, el género deliberativo y el género demostrativo.
4.
La conciliación entre hechos
retóricos, propiamente empresariales y los géneros deliberativo y epidíctico.
De esta manera llegamos al
establecimiento de una relación, no libre de restricciones ni limitaciones,
entre la mayoría de los discursos que se producen en esa acotación de la
comunicación empresarial que hemos denominado como “comunicación interna” y,
por otro lado, la mayoría de los discursos que se corresponden con las
necesidades que se derivan del ámbito de la llamada “comunicación
externa”. Queremos hacer ver, no obstante,
que no hablamos de una identificación plena entre ambos tipos de expresiones
comunicativas y los respectivos géneros retóricos, ni tampoco nos parece
factible generalizar esta vinculación a la totalidad de discursos que se
integran en cada una de las tipologías comunicativas establecidas, si bien, en
términos generales, nos parece que podría existir una relación que nos
proponemos analizar seguidamente.
Así, asumimos que los discursos
argumentativos que se producen en las reuniones, presentaciones o entrevistas
que se llevan a cabo en el seno mismo de la empresa, (en su forma de
comunicación interna) tendrían su correspondencia con los discursos
pertenecientes al denominado género deliberativo[16], e integrarían los
elementos del discurso que ha señalado Aristóteles, de modo que el orador sería
el directivo, o cualquier otro profesional especialmente encargado de
desarrollar esta labor directiva; los oyentes serían los integrantes de la
empresa; y el referente sería la empresa, en los términos en los que la
definíamos con anterioridad, es decir, en su acepción más humana, puesto que de
sus componentes profesionales depende la buena marcha de dicha organización.
Por otro lado, y haciendo referencia a
los parámetros establecidos por Aristóteles para la distinción de los tres
géneros, consideramos que, con ciertas reservas, el tiempo, el asunto y los
fines señalados como propios del discurso deliberativo estarían en la línea de
los que caracterizan a los discursos empresariales en su dimensión interna[17], puesto que el orador
organiza su discurso a partir de una serie de consejos o recomendaciones
mediante las cuales se pretende persuadir a los oyentes del mismo sobre cómo se
habrán de organizar, en general, las actividades de las que depende el
funcionamiento de la empresa, al tiempo que se trata de acciones a las que se
procederá en un futuro, es decir en un momento posterior a cuando son
anunciadas. Además se establecen con la finalidad de conseguir, en este caso,
el beneficio de la propia empresa. En realidad, la buena marcha de dicha
organización tendría su más inmediata consecuencia en la creación de una buena
imagen de la misma.
En la línea de descripción del género
deliberativo, reconocemos que, desde sus inicios, se ha planteado al discurso
político como manifestación de la teoría que caracteriza a este género[18]. De esta forma, en otro
de sus artículos, Albaladejo Mayordomo caracteriza al discurso deliberativo,
haciendo una posterior correspondencia de éste con los discursos políticos
considerados como tales. Si nos damos cuenta, estos rasgos señalados por el
autor español son perfectamente aplicables al discurso empresarial que estamos
tratando[19]:
“…están orientados a la decisión
de los oyentes, éste es el punto de destino de la propuesta de realidad y la
condición de la efectividad de la realidad propuesta. En su discurso
deliberativo el orador propone a los oyentes una realidad con unas determinadas
características […] pero se trata de una realidad que solamente por una
decisión de los oyentes institucionalmente facultados para decidir a propósito
del discurso que oyen e interpretan, será efectiva o tendrá una vía para su
posible transformación en realidad efectiva” (Albaladejo Mayordomo: 2001)
Y más adelante y con respecto a los
discursos políticos deliberativos hace ver lo siguiente:
“Los discursos políticos
deliberativos son los que tratan de la cosa pública con propuestas de realidad
-propuestas de realidad en un sentido determinado- por parte de los oradores a
los oyentes que son los que pueden decidir sobre dichas propuestas con sus
votos. (Albaladejo Mayordomo: 2001)
Asimismo muchos de los aspectos
caracterizadores del discurso político, en tanto que perteneciente éste al
género deliberativo, que han sido subrayados en los distintos artículos de la
obra Quintiliano y la formación del orador
político, vemos que tienen su correspondencia con las características del
discurso empresarial en su vertiente interna. Así, la advertencia que se nos
hace sobre la necesidad de emplear una argumentación y una acción o
pronunciación adecuada al tipo de auditorio, con la finalidad de su persuasión,
tal y como refleja Juan Lorenzo en su artículo “El discurso político: entre la
argumentación y la puesta en escena” (Lorenzo, 1998: 113-132), es igualmente
reconocible en los discursos empresariales. Y es que, en realidad, es la
persuasión la finalidad de todo este tipo de discursos tal y como procede a la
caracterización retórica que los define. Así nos lo muestra Fernández Camacho
en su artículo “Procedimientos comunes en la comunicación política y la comunicación
empresarial” mediante la siguiente afirmación:
“Tanto la comunicación empresarial
como la comunicación política se caracterizan por la intención manifiesta de
sus fuentes de modificar la conducta del receptor en algún sentido, ya sea
induciendo al consumo o estimulando la participación política, es decir,
conseguir que compre un producto o una marca, logrando su voto para un partido
político o generando un clima de confianza hacia un dirigente político o una
institución” (Fernández Camacho, 2002:160)
En lo concerniente al género epidíctico o
demostrativo nos parece adecuado establecer un vínculo, de nuevo teniendo en
cuenta las restricciones necesarias, con respecto a algunos de los discursos
que podemos englobar en la genérica denominación de “comunicación externa”[20]. En este caso, el orador
podría ocupar el rol de vendedor, de profesional encargado de las Relaciones
Públicas de la empresa, o bien de mediador que lleva a cabo las funciones
pertinentes a las relaciones con otras empresas con las que se intenta
establecer algún tipo de interrelación[21]. Por otro lado y con
respecto al auditorio, nos encontramos con un oyente variado que responde, no
obstante, a una característica común, a saber, se muestra necesitado de un
determinado producto o servicio que, por otro lado es el que se le ofrece. Éste
producto o servicio será, además, el referente de este tipo de discursos, tal y
como veíamos con anterioridad.
De nuevo, los parámetros establecidos por
Aristóteles para la caracterización del género epidíctico parecen
corresponderse con la mayoría de estos discursos, de manera que nos encontramos
con que se trata de discursos argumentativos que, sobre todo, están orientados
a ensalzar las cualidades de un determinado producto o servicio; que se
establecen en un tiempo presente; y que, al igual que se hizo notar más arriba,
tienen como fin ensalzar determinadas cualidades como puede ser lo honroso de
tal referente. Bien es verdad que, quizás, habría que añadir más cualidades a
la ya destacada por Aristóteles, pero, no obstante, la anotada por el
estagirita, sin duda, también tiene cabida en este tipo de discurso.
Desde nuestro punto de vista, y, en
principio, contra lo establecido por Albaladejo Mayordomo, el género epídictico
sí que estaría orientado a la persuasión de los oyentes a los que va dirigido
y, por ende, éstos tendrían capacidad de decisión ante tales argumentaciones[22].
De hecho, consideramos que la apuesta por
la imagen de la empresa se convierte en el objetivo compartido por ambos tipos
de comunicaciones y los discursos integrados en ambas, puesto que la fluidez
comunicativa y las habilidades expresivas mostradas en el plano interno de la
empresa, consideramos, pueden traslucirse en una imagen de confianza externa y,
por ende, se convertiría en una baza importante para una óptima comunicación
con el cliente, proveedor, directivo de otra empresa, etc. y, por ende, para su
persuasión.
La buena imagen de la empresa y, como
consecuencia, la persuasión serían el punto de convergencia entre ambos tipos
de comunicaciones que son posibles en el seno mismo de la empresa y, por lo
tanto, también entre los dos géneros que estamos estudiando con más
profundidad, a saber, el deliberativo y el epidíctico[23]. Habría que admitir, por
lo tanto, la existencia de una zona de intersección entre ambos.
A la conclusión de que los discursos
epidícticos también están orientados a la persuasión de los oyentes y que, por
ende, pretenden despertar en ellos el debate de su decisión, llegamos desde dos
perspectivas. En primer lugar, dado que consideramos que los tres géneros
anotados por Aristóteles lo son en tanto que retóricos, por lo que si tenemos
en cuenta la definición que el estagirita hace, al inicio de su obra, de la
Retórica, en tanto que arte que establece los medios para la persuasión, parece
inevitable admitir que tal finalidad se aprecie en todas las divisiones o
fragmentaciones discursivas que de ella se derivan:
“Por consiguiente, que no es de
ningún género definido la Retórica sino como la dialéctica, y que es útil, resulta
evidente, y que no es su misión persuadir, sino ver los medios de persuadir que
hay para cada cosa particular […]. Sea la Retórica la facultad de considerar en
cada cosa lo que cabe para persuadir […] mas la Retórica sobre cualquier cosa
dada, por así decirlo, parece que es capaz de considerar los medios
persuasivos, y por eso decimos que no tiene su artificio acerca de ningún
género específico”. (Aristóteles: Retórica, 1355b)
Por otra parte, consideramos que los
límites que pueden establecerse entre “persuadir” y “convencer” son bastante
débiles y minuciosos. Para ello nos remitimos a la obra de Perelman y
Olbrecht-Tyteca, de donde nos consta que Albaladejo Mayordomo se nutre para
establecer dichos límites entre persuadir y convencer y, por ende, hemos de
tener en cuenta la siguiente anotación que hacen estos autores:
“Nosotros, nos proponemos llamar persuasiva a la argumentación que sólo
pretende servir para un auditorio particular, y nominar convincente a la que supone que obtiene la adhesión de todo ente de
razón. El matiz es mínimo y depende, esencialmente de la idea que el orador se
forma de la encarnación de la razón” (Perelman y Olbrecht-Tyteca, 1989: 67)
Y más
adelante hacen otra apreciación interesante estos autores mediante los
siguientes términos:
“Desde nuestro punto de vista, es
comprensible que el matiz entre los términos convencer y persuadir sea
siempre impreciso y que, en la práctica, se suprima. Pues, mientras que las
fronteras entre la inteligencia y la voluntad, entre la razón y lo irracional
pueden constituir un límite preciso, la distinción entre diversos auditorios es
mucho más confusa, y esto tanto más cuanto que la imagen que el orador se forma
de los auditorios es el resultado de un esfuerzo siempre susceptible de poder
anularlo[24]” (Perelman y
Olbrecht-Tyteca, 1989: 69)
No obstante, como decíamos con
anterioridad, es el propio Albaladejo Mayordomo el que resuelve esta
controversia sobre el discurso epidíctico, y su carácter persuasivo, y lo hace
a partir de la distinción inicial entre componente genérico y género retórico.
Así, este autor concibe el componente genérico como lo que permite que un
discurso se adscriba a un determinado género, de manera que Albaladejo
Mayordomo establece los siguientes tipos de componentes genéricos: el componente
genérico judicial, el componente genérico deliberativo y el componente
genérico demostrativo o epidíctico. De esta forma, se considera que los
discursos retóricos, de un modo general:
“...tienen más de un componente
genérico como constituyente textual, son discursos que contienen varios
componentes genéricos; sin embargo, puede detectarse en los discursos que uno
de estos componentes genéricos que actúan como constituyentes es el componente central o dominante, el cual determina la adscripción
genérica del discurso de que se trate”. (Albaladejo Mayordomo, 1999: 9).
De esta manera, más adelante, se hace la
siguiente apreciación que restringe la caracterización anterior del género
epidíctico, en tanto que género en el que el oyente no podría decidir y en el
que no se estaría dispuesto para la acción y, por ende, para la persuasión:
“No está excluida, pues, del
discurso del género epidíctico la posibilidad de decisiones relacionadas con la
acción en un futuro a largo plazo, para las cuales es imprescindible la
convicción en el presente de la recepción del discurso […]. Esta posición de
los discursos del género epidíctico responde a la presencia en la constitución
de los mismos de un componente discursivo deliberativo y de un componente discursivo
judicial sin ocupar el lugar central, el cual corresponde al componente
genérico discursivo epidíctico dentro del conjunto de estos tres componentes
genéricos constituyentes del texto retórico” (Albaladejo Mayordomo, 1999: 18)
En realidad, si acogemos esta concepción morfológica
de los géneros retóricos que nos ofrece Albaladejo Mayordomo, podremos, de
alguna manera, justificar el hecho de que cuando intentamos establecer una
sistematización de la realidad comunicativa, tal y como nosotros lo hemos hecho,
hay que tener en cuenta que no se pueden hacer afirmaciones de manera tajante.
De esta forma, no parece nimio advertir que los distintos tipos de discursos
empresariales, objetivo de nuestro estudio, no los podemos hacer corresponder
de forma rigurosa y definida, a ningún modelo de género determinado, sin tener
en cuenta las posibles excepciones que pueden existir entre ellos y que, de
algún modo, pueden provocar una fisura en el armazón de nuestra teoría[25].
No podemos tampoco olvidar que la distinción y
caracterización de los tres géneros que lleva a cabo Aristóteles se corresponde
con las necesidades comunicativas y las circunstancias contextuales y sociales
de una determinada época histórica, por lo que, si bien es factible, en mayor o
menor medida, la adecuación de esta teoría a las necesidades y realidades
comunicativas que se viven en la actualidad, dada su generalidad y
aplicabilidad, hay que tener también en cuenta las restricciones y limitaciones
propias de un anacronismo teórico como es éste el caso.
Este último aspecto subrayado es el que hace notar Alain
Jaillet en su obra La Rhétorique de
l´expert. Analyse de discours de consultants en entreprise en donde, tras
el reconocimiento de los tres géneros que distingue Aristóteles y hecha la
caracterización de éstos atendiendo al tiempo, a los actos, al sistema de
valores, etc. que el estagirita atribuye a cada uno de ellos en su labor de
diferenciación, llega a la siguiente conclusión:
“Ces caractéristiques seront grosso modo
reprises au fil des siècles, puisqu´elles étaient eficaces. Certes, elles
correspondaient à une époque, celle de la démocratie grecque, dont le modèle
cultural était vraisemblablemet différent du nôtre. Les publics ont donc
sensiblement évolué. Par example, envisageons un chef d´entreprise que mobilise
un expert sur une importante question d´organisation du travail. Il n´est ni
juge, ni assemblée, ni spectateur” (Jaillet, 1998: 42).
5.
Conclusión
Con este estudio consideramos que
hemos cumplido nuestros propósitos si en él hemos dado cuenta de la posibilidad
que ofrece la Retórica para llevar a cabo un acercamiento a las distintas
situaciones comunicativas que son vigentes, actualmente, en nuestra sociedad,
de entre las cuales hay que tener en cuenta a la empresa como un espacio de
emergente actividad comunicativa.
De este modo, y al mismo tiempo, hemos intentado hacer ver
la adaptación y efectividad que ostentan algunas de las contribuciones teóricas
realizadas durante los inicios mismos de la Retórica y, por ende, de los primeros
planteamientos sistematizadores que, al respecto, fueron llevados a cabo.
Con estos objetivos hemos intentado conciliar dos ámbitos,
aparentemente distantes, tales como son el más novedoso y actual terreno
comunicativo, el de la empresa y, por otro lado, la teorización retórica más
antigua sobre los géneros retóricos como es la establecida por Aristóteles,
teniendo en cuenta la necesidad de ser cautelosos y no generalizar con tales
planteamientos originales.
Terminaremos con una cita del profesor y gran teórico
Albaladejo Mayordomo que nos hace ver la adaptabilidad que muestra la Retórica
a las necesidades derivadas de cualquier momento histórico, lo cual lleva a
este autor a plantear la concepción de una Retórica
Social cuya labor sería la de:
“…prestar atención a los nuevos espacios
que se abren constantemente en la comunicación y en la reflexión sobre ésta en
una sociedad que siempre está cambiando y que requiere justamente una
comunicación cada vez más acorde con su propia realidad y con la conciencia que
se tiene de ésta, ello sin olvidar su interés para una explicación histórica de
la comunicación discursiva”. (Albaladejo Mayordomo, 2005: 21)
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Otras direcciones de Internet consultadas
y citadas: www.barcelonactiva.com
[1] Así, en
un artículo aparecido en Internet, con fecha 18/03/2005 y titulado “La
comunicación empresarial es considerada cada vez más relevante”, se ponen de
manifiesto las siguientes cifras y datos que nos parecen de enorme interés:
“
En el desarrollo de esta noticia, a
la que remitimos, se desvelan otros datos que dan testimonio de la importancia
y la especialización, cada vez más en ascenso, que está recibiendo la
comunicación en la empresa. Esta noticia la podemos encontrar en la dirección www.barcelonactiva.com., en la
sección “Hemeroteca”.
[2] Entre
las tan variadas propuestas nos encontramos con, por ejemplo, la de Arranz (en
Arranz, 1999) quien distingue entre: La comunicación comercial, la
publicidad; la comunicación comercial no publicitaria (en
donde integra, de entre otras, la promoción, el marketing directo, el
merchandising, etc) y la comunicación corporativa no publicitaria (que
abarca, por ejemplo: las relaciones con los medios, las relaciones
institucionales, los actos, las relaciones personales, etc). Otra tipología es
la que nos ofrece Van Riel (en Van Riel, 2003) distinguiendo tres como las
principales formas de comunicación empresarial, a saber, la comunicación de
marketing; la comunicación organizativa y la comunicación de
dirección. Por su parte, Carrillo y Tato, en el artículo anteriormente citado,
proponen una esquematización de la comunicación en espiral que se corresponde
con la siguiente representación:
[3] La
manera como se plantean los contenidos de muchos masters, cursos, asignaturas y
títulos de especialidad que ofrecen los distintos centros, reglados y no
reglados, y que se corresponden con esta delimitación de la comunicación en la
empresa, es sintomático de la generalidad con la que se concibe tal
distribución de la misma. Como ejemplos de este hecho podremos subrayar algunos
como el “Curso de Técnico en Comunicación Interna y Externa de
[4] Por su
parte, Pau Llop, en su artículo “Ganar dentro y afuera con la comunicación”
atribuye esta distribución de la comunicación en la empresa, así como la
importancia que se le concede a la preparación comunicativa de los empresarios,
a una moda anglosajona. Así nos lo hace ver con los siguientes términos:
“Los departamentos de
comunicación se multiplican en la empresa española. La costumbre empresarial
del mundo anglosajón, nos llega como una moda más, pero con un poder de
implantación interesante. La importancia de la comunicación interna y externa
de la empresa ya no es obvia sólo en el caso de las grandes multinacionales”.
(en Pau, 2006)
[5] Los
autores que apuestan por este predominio de la comunicación interna coinciden
en anclar el inicio de este reconocimiento en el momento en el convergen dos
elementos fundamentales, a saber, la implantación del sistema político de la
democracia, de un modo generalizado y reconocido, y, por otro lado, con la
crisis del taylorismo. Como sabemos, con Frederik W. Taylor comenzó un proceso
de estructuración y gestión de la empresa que imposibilita la contribución ni
la participación expresa de los trabajadores, a cambio de conseguir saciar su
deseo de aprovechar al máximo el potencial productivo de la industria. De esta
forma nos lo explican McDonald y Tarner en su obra Aprenda a comunicarse con
éxito en el trabajo:
“Se dice que la
industria moderna empezó cuando Frederik W. Taylor y otros convencieron a los
hombres de negocios de que si dividían los procesos más importantes o las
actividades de trabajo en una serie de pequeñas actividades especializadas,
podrían conseguir unos incrementos masivos de productividad. Estos pioneros de
la industria moderna demostraron tener razón y así empezó la era de la
producción en masa. Pero las condiciones cambiaron y el proceso de especialización
creó otros problemas que en ese momento no fueron reconocidos [...]. Una de las
consecuencias de la especialización ha sido la división constante de las
operaciones empresariales tanto horizontal como verticalmente [...]. Con el
tiempo cada una de estas divisiones ha creado barreras que dificultan tanto la
comunicación como la comprensión de cómo funciona la empresa” (McDonald y
Tarner, 2002: 26,27).
Asimismo han sido muchos los autores
que han subrayado la necesidad de llevar a cabo una humanización de la empresa
y por ende conseguir una mayor fluidez en la comunicación, con la finalidad de
conseguir mejoras en cuanto a su progresión productiva. De entre estas obras
hay que destacar, no cabe duda, la de Senge
[6] Este
hecho viene representado por Gómez y Patiño de una forma alegórica cuando hace
la siguiente apreciación:
“Se da mucha importancia a la
ropa externa, a la que se ve, a la que la gente puede valorar, olvidando en
ocasiones que el éxito de que una ropa externa siente bien reside en la calidad
y el diseño de la ropa interior” (Gómez y Patiño, 1998)
[7] De entre
los manuales que hacen esta representación de la comunicación interna de la
empresa, podemos destacar el de Trujillo y García Gabaldón, Teorías y
técnicas de negociación. Comunicación y Cortesía verbal. (Trujillo y García
Gabaldón, 2004: 84, 85).
[8] Para
Sánchez Calero, la comunicación interna y la comunicación externa son “dos
caras de una misma moneda” (Sánchez Calero: 2005). Por su parte, Puyal hace el
siguiente apunte al respecto:
“La comunicación exterior con
clientes, intermediarios, proveedores, competencia, medios de comunicación y
público en general es tan vital para la organización como la comunicación
interna. Entre ellas además debe existir una alta integración” (Puyal: 2001)
[9] Esta
existencia previa del material de estudio de
“…si el lenguaje es
fundamentalmente interactivo, se deduce fácilmente que
[10] En otro
de los artículos de Albaladejo Mayordomo nos encontramos con otras anotaciones
sobre el arte de
“
[11] No cabe
duda de que esta distinción en géneros retóricos se convierte en un ejemplo
representativo de la labor sistematizadora que lleva a cabo
[12] Decimos
con más o menos estabilidad dada la incorporación de nuevos géneros, a los ya
reconocidos por Aristóteles. De entre los autores más próximos al estagirita
que dudaron de dicha distribución de los géneros, nos encontramos con
Quintiliano de quien nos parece representativa la siguiente afirmación:
“Pero también se hizo
anteriormente algún leve ataque (contra esta división), tanto entre algunos
griegos, como en Cicerón en sus libros De oratore, y hoy día
aproximadamente promovido por el escritor de mayor autoridad de nuestro tiempo,
en el sentido de que no sólo parece haber estos varios géneros de discursos, sino
que son innumerables. Porque si colocamos como tercera parte la tarea de alabar
y censuramos, ¿en qué género nos parecerá hallarnos cuando nos lamentamos,
consolamos, apaciguamos, excitamos, aterramos, corroboramos, enseñamos,
aclaramos lo que se ha dicho con claridad, narramos, suplicamos, agradecemos,
felicitamos, reprochamos, vituperamos, describimos, recomendamos, comunicamos,
deseamos, suponemos y otras tantas cosas más? (Quintiliano: Instituciones
Oratorias: II, 4, 333).
Otros autores posteriores también
han contribuido en la modificación de esta inicial segmentación de los géneros
realizada por Aristóteles, tales como Melanchton que trata del genus epitrepticum y el genus paraeneticum, como derivaciones
del género deliberativo, así como Spang para quien la publicidad es un género
retórico diferente, lo cual lo deja ver con toda rotundidad mediante la
siguiente afirmación: “Hay razones suficientes para considerar que la
publicidad es la última aportación de
[13] Este
concepto nos hace ver la tradición con la que cuentan algunos contenidos de la
teoría retórica, de entre los cuales se encuentran la distinción de los géneros
retóricos. De una manera amplia, Albaladejo Mayordomo trata sobre la
aplicabilidad de
“ Con la noción de Rhetorica Recepta pretendo explicar que
el sistema retórico es un sistema histórico que recibimos de la etapa más
consolidada de su desarrollo […]. Es, pues, el sistema retórico latino de
origen griego y su representación, lo que, como legado retórico de
[14] Bien es
verdad que, siguiendo a Aristóteles, podríamos hacer notar otras diferencias
entre estos géneros como, por ejemplo, las proposiciones de las que ha de
disponer el orador según el asunto que trate, es decir el tipo de premisas que
se habrá de emplear en consonancia con el tipo de género, pero nosotros nos
detendremos en los parámetros establecidos más arriba para proceder a la
distinción que nos proponemos entre los géneros aristotélicos.
[15] Por su
parte, Cicerón, haría ver que los fines que ha de pretender el género
deliberativo son, además de lo útil, lo digno. (Cicerón:
[16] Consideramos
que esto se da en mayor grado si tenemos en cuenta que este género se vincula
con el estado de la conjetura y de lo opinable, tal y como nos lo haría ver el
propio Quintiliano: “Y, en primer lugar, deberá deliberarse por causa de la
cosa en sí misma, sobre la que se solicitan opiniones, en virtud de otras
razones que desde fuera se interponen” (Quintiliano: Instituciones Oratorias,
III, 8, 399).
[17] David
Pujante, en su artículo “Hacia una caracterización retórica del discurso
persuasivo empresarial” generaliza y considera que todos los discursos que se
producen en la empresa, sean del tipo que sean, podrían tener su
correspondencia con el género deliberativo:
“Atendiendo a la tradición
retórica de los géneros discursivos (proveniente de Aristóteles), el mensaje
persuasivo empresarial, sea del tipo que sea y se dé en las circunstancias que
se dé, podemos considerarlo similar al discurso deliberativo o suasorio.
Recordemos que Aristóteles define el género deliberativo como aquel en el que
se toman decisiones futuras (en su caso políticas; en este caso, relacionadas
con la empresa: dar una imagen de la empresa, ofrecer un puesto en ella,
comprar un producto de esa empresa, relacionarse de cualquier manera positiva
con dicha empresa)” (Pujante, 2003: 63).
Y, más adelante, hace la siguiente
apreciación:
“Ciertamente todos los
discursos que intervengan en la configuración de la imagen de la empresa de
cara al mundo exterior o al de sus propios empleados, así como todos los
discursos que se den en el proceso de selección de personal para dicha empresa,
y posteriormente los discursos que se constituyan en los convenios entre tal
empresa y los sindicatos, todos ellos serán de una manera o de otra discursos
de carácter deliberativo. Igualmente de carácter suasorio serán los discursos
destinados a la venta de productos de la empresa”. (Pujante: 2003: 63)
[18] Pujante,
citando a Lausberg, considera que el caso modelo de este tipo de discurso es el
político puesto que “es el discurso político pronunciado ante la asamblea
popular, en el que el orador recomienda una acción futura o la desaconseja”
(Pujante, 2003: 91).
[19] Sería
muy interesante estudiar la relación existente entre los discursos políticos y
los discursos empresariales. En este sentido, Albaladejo Mayordomo, (Albaladejo
Mayordomo: 2001), hace la distinción entre los discursos políticos electorales
y los discursos políticos parlamentarios. Así, y en tanto que éstos últimos van
dirigidos, primariamente, a los representantes políticos que se sitúan en la
cámara y, de un modo, digamos, indirecto a los ciudadanos que han de decidir
con su voto, podríamos considerar que ésta es una situación parecida a la que
se da en la empresa, en tanto en cuanto la persuasión del conjunto de sus
profesionales para la buena marcha de ésta esconde, a su vez, una intención
oculta que es la creación de una buena imagen que suponga la correspondencia,
por parte de los clientes, proveedores, otras empresas, etc, con la compra de
los productos que, al fin y a la postre, es la finalidad que prima en este tipo
de organizaciones.
[20] La
extensa aplicación de este género la advierte Quintiliano cuando intenta
vislumbrar las tareas reconocibles bajo el dominio del género epidíctico: “Mas
la práctica romana incorporó también esta tarea al marco de los negocios [etiam negotiis en latín], porque
también los elogios fúnebres están frecuentemente en conexión con alguna
obligación pública, y por decisión del Senado se confía muchas veces a los
magistrados; y alabar a un testigo, igual que hacer lo contrario [...]”
(Quintiliano: Instituciones Oratorias, III, 7, 387).
[21] Hemos de
advertir que, al tratar de la comunicación externa de la empresa, no nos
basamos única y exclusivamente en la publicidad. Asimismo, nos gustaría hacer
notar que, con respecto a la publicidad, precisamente, existen ciertas
controversias entre aquellos que la consideran como un género aparte de los
reconocidos por Aristóteles, como es el caso de Spang, tal y como lo veíamos
con anterioridad, y, por otro lado, aquellos otros que la consideran como un
subgénero del género epidíctico. A una conclusión intermedia es a la que llega
González Bedoya,: “...No cabe duda de que, sin prejuzgar si el publicitario
constituye un género retórico nuevo, la publicidad tiene un gran parentesco con
el clásico género epidíctico”(González Bedoya, 1990: 207)
[22] Al
respecto, habría que tener en cuenta la anotación que realiza Quintiliano en
los siguientes términos: “¿Y podrá negar alguien que los panegíricos son
epidícticos? Y, con todo, tienen la forma de discurso persuasivo”
(Quintiliano: Instituciones Oratorias, III, 4, 337). Más adelante, e
inmediatamente después de haber expuesto los tres géneros que distingue
Aristóteles y habiendo llevado a cabo la caracterización que de ellos hace el
estagirita, nos dice Quintiliano:
“Las demás clases [de
discursos] caen dentro de estos tres géneros: y de estas clases no se
encontrará alguna en la que no debamos alabar o vituperar, persuadir o
disuadir, pretender algo o rechazarlo. Comunes a ellas son también el granjearse
los ánimos, narrar, enseñar, elevar, rebajar, moldear por excitación o
apaciguamiento de los sentimientos los estados anímicos de los oyentes”
(Quintiliano: Instituciones Oratorias, III, 4, 337)
[23] La
relación entre ambos géneros ya es reconocida por Aristóteles en su Retórica de la siguiente manera:
“Son de aspecto común el elogio
y los consejos, pues lo que se expone en un discurso deliberativo, basta
cambiarlo de forma y resultan encomios. Puesto que sabemos lo que se debe hacer
y cómo hay que ser, es preciso al decir esto como consejo, cambiar y dar la
vuelta a la frase […]. De manera que cuando se quiere ensalzar, hay que mirar
qué es lo que se podría aconsejar; y cuando se quiere aconsejar, hay que mirar
qué es lo que se podría alabar. La expresión será contraria por necesidad,
según se traslade lo que prohíbe a lo que no prohíbe” (Aristóteles: Retórica,1368a).
Asimismo,
esta misma relación sería reconocida, más tarde, por Quintiliano tras haberse
detenido en el estudio del género demostrativo, de la siguiente manera: “Pero
en su totalidad tiene el discurso de alabanza una cierta semejanza con los
ejercicios de los discursos deliberativos, ya que por lo general se
recomienda allí las mismas cosas, aquí se las alaba” (Quintiliano: Instituciones
Oratorias, III, 7,397)
[24] Por su
parte, Pujante, también hace ver la discutida distinción entre la persuasión y
la convicción en su Manual,
y a partir del comentario que hace a ciertas deficiencias de la obra de
Perelman y Olbrecht-Tyteca. Así nos dice el autor español:
“Finalmente hemos de decir que
Perelman, pese a su búsqueda de racionalización discursiva, tampoco renuncia a
la eficacia práctica de la argumentación retórico-jurídica, en la que es
imprescindible el aspecto persuasivo, que él sin embargo considera relacionado
con lo irracional, ya que opta por la argumentación convincente, recreando así
una vez más la antigua distinción fantasmal entre convicción y persuasión,
propiciada desde una perspectiva filosófica”. (Pujante, 2003: 341)
[25] En otro de sus artículos Albaladejo
Mayordomo, teniendo en cuenta el concepto de interdiscursividad, hace vez la factibilidad con la que se produce
la mezcolanza entre los distintos tipos de géneros retóricos y, por ende, entre
los diferentes tipos de discursos. Así nos dice este autor:
“Los géneros oratorios de
Aristóteles constituyen lo que podemos considerar como una clasificación básica
de los discursos, que puede ser desarrollada en otros géneros o subgéneros
discursivos y que incluso admite la combinación de distintos componentes
genéricos”. (Albaladejo Mayordomo, 2005: 26)
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