REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS


EL SÍNDROME DE ULISES

Entrevista a ROSA MARÍA AGUILERA GUZMÁN

por Mariel Reinoso

 

 

Rosa María Aguilera Guzmán Licenciada en Psicología por la Universidad Iberoamericana (1979) y Maestra en Ciencias de la Salud con especialidad en Salud Mental Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México (2001). Desde 1998 trabaja aspectos de Salud Mental y Migración Internacional México-EEUU, en particular las repercusiones de la ausencia física paterna por migración internacional en niños y jóvenes de comunidades rurales mexicanas con alto índice de expulsión migratoria. Actualmente se desempeña como investigadora del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, en la Dirección de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales.

 

 

 D: El síndrome de Ulises o mal del inmigrante es una de las enfermedades psicológicas de estos tiempos. Pero ¿qué es este mal?

 RMA: Tanto en España como en Estados Unidos de Norteamérica y en cualquier sociedad occidental y hegemónica hay una tendencia a clasificar, una necesidad de normar‚ cualquier fenómeno que no se desarrolle dentro de los parámetros esperados. Esta necesidad explica el afán de los españoles de clasificar‚ las vivencias de los inmigrantes marroquíes en su territorio, como el de los norteamericanos de asignar diferentes nombres a los inmigrantes: latinos, hispanos, chicanos, latinoamericanos, México-americanos, de primera, segunda y tercera generación.

 

Esta necesidad de clasificar, de asignar cualidades al distinto‚, al diferente, al extraño, en una palabra al otro, se debe a la incapacidad de estas sociedades de convivir con lo nuevo, con lo desconocido, y al temor que les provoca enfrentarse a situaciones donde no tienen el control. De ahí que desde el poder y, en el caso de los EEUU con los inmigrantes mexicanos, con hostilidad extrema, se difunda el miedo a los distintos (1). Ése es el origen del grupo Minuteman Project en EEUU.

 

Otra manera de expresar temor ante situaciones nuevas, también desde el poder, pero en esta ocasión desde el poder del experto, desde la ciencia de la salud, es patologizar‚ lo diferente, asignarle la cualidad de anormal‚, de enfermedad‚ y, por tanto, de señalar situaciones que requieren ser vigiladas, controladas y, en caso extremo, criminalizadas.

 

Lo primero que hay que tener claro si se quiere hablar del tema es que el así bautizado síndrome de Ulises‚ no es una enfermedad, ni un mal que ataca como si fuera una epidemia a la que hay que combatir, por más que así nos lo quieran hacer ver los expertos‚ de las sociedades hegemónicas. Se trata de respuestas adaptativas que todos los seres humanos presentamos ante situaciones extremas y que no podemos, de entrada, asignarles la etiqueta de enfermedad‚, puesto que las causas que provocan su aparición, permanencia e intensidad se ubican en el ámbito social, dejando poco margen de acción a la persona.

 

D:¿Cuándo se descubrió?

 

RMA: El nombre de Síndrome de Ulises‚ tiene su origen en España a raíz del incremento de importantes flujos migratorios a su territorio provenientes de Marruecos y Turquía. Joseba Achotegui, psiquiatra y profesor titular de la Universidad de Barcelona asignó este nombre para describir las características que creyó descubrir en los inmigrantes y lo llamó problema del siglo XX‚. Su autor afirmó a inicios de 2004 que llevaba trabajando desde los 80‚s con inmigrantes y que dicho síndrome inició a presentarse los últimos 5 años. Lo asoció a las cada vez más difíciles condiciones de vida para los inmigrantes en España y a que, debido a las desigualdades del mundo en que vivimos, cada vez más personas intentan entrar por todos los medios en los países más ricos en busca de un futuro mejor. El autor lo concibe como un problema social causado por la globalización.

 

D:¿Cómo se manifiesta en las personas? ¿Cuáles son los síntomas?

 

RMA: Según Achótegi, sus potenciales afectados son todos los inmigrantes ilegales o los que corren el riesgo de pasar a serlo. Según diversas estimaciones, alrededor del 2% de la población se encuentra en este estado en España, es decir, casi un millón de personas. Le ha dado un sentido restringido porque para él sólo están afectados los casos más extremos, no todos los inmigrantes. Los síntomas asignados por su autor, quien los llama focos de tensión‚ son:

La soledad: Una vez que la persona llega a un país que no es el suyo se encuentra con un panorama más que desolador. No pueden traer a la familia porque primero tienen que tener estabilidad económica. Además, el hecho de que sus familiares más cercanos, como sus hijos, especialmente en el caso de las mujeres, se hayan quedado en el país de origen produce una nostalgia difícil de superar.

El sentimiento del fracaso. Piensan que tanto esfuerzo no les ha servido porque no pueden progresar en el mercado y no pueden conseguir trabajo.

Viven situaciones muy duras en la lucha por la supervivencia. Su preocupación principal es dónde comer y dónde dormir.

Pasan situaciones de terror. Por ejemplo, es común en los que llegan en pateras (pequeños barcos que con frecuencia se hunden), sientan pavor, poco tiempo después, al agua.

Habla de la peculiaridad de otros síntomas que también se presentan:

 

No es un trastorno depresivo estándar, "porque aunque sienten mucha tristeza, más que estar deprimidos, se encuentran apesadumbrados". Y la apatía clásica de la depresión, en este caso, se transforma en ganas de luchar. Tampoco les rondan por sus cabezas ideas de muerte, al contrario, tienen ganas de vivir.

 

Presentan frecuentemente síntomas de ansiedad: "nerviosismo, tensión, viven obsesionados con sus preocupaciones". Esto les causa insomnio. Además, se encuentran solos porque no tienen ninguna red de apoyo social, con lo que están muy asustados. "Piensan que nadie les va a ayudar y no tienen ninguna confianza en las instituciones porque no tienen papeles", añade.

 

La reacción más común es la constante desorientación en la que se encuentran los inmigrantes. Tienden a interpretar lo que les sucede desde su cultura, lo que provoca que muchas veces "atribuyan todo lo negativo que les sucede al mal de ojo o a las supersticiones". En los niños, este trastorno les hace mostrarse más agresivos.

 D:¿El síndrome sólo se da en individuos de origen de países no desarrollados que crean demasiadas ilusiones y expectativas sobre su nuevo destino o puede pasarle a cualquier inmigrante, aunque este cambio de residencia sea entre los países del primer mundo?

 

RMA: El autor del síndrome considera que el estatus de legal‚ o ilegal‚ es el que tiene más peso en la probabilidad de que aparezcan los síntomas. Distingue entre:

Los que entran de forma clandestina en un estado, sobre todo a través de redes de tráfico de personas. A cambio de realizar el "viaje deseado" deben pagar una importante cantidad de dinero. La mayoría no está en posesión de todo el dinero en el momento mismo de emprender el viaje, por eso, una vez en el país elegido, se ven obligados a desembolsar lo que costó el viaje más intereses. El fenómeno de las pateras que llegan desde África al estrecho de Gibraltar y a las Islas Canarias ha subido un 23% desde 2002, según datos de la Cruz Roja.

La otra clase de inmigrantes ilegales la componen los que viven legalmente en un país, pero que se convierten en ilegales al permanecer en él cuando se les acaba el permiso de residencia o el visado. Con frecuencia no pueden renovar este permiso porque carecen de un contrato de trabajo en regla o porque el que tenían se les acabó.

El autor agrega que hay que tomar en cuenta que, cuando los seres humanos se encuentran en situaciones extremas, no importa su origen, su raza, su etnia, su clase social o su género, todos tendemos a responder igual.

 

D: ¿Qué tiempo pasa entre la llegada del inmigrante a un país y la aparición del síndrome?

 

RMA: La aparición de los síntomas que componen el síndrome no es forzosa; está relacionada con los factores ya mencionados (estatus migratorio, redes sociales de apoyo, tipo de migración realizada [personal, con pareja, con familia, con amigos]) y con características personales tales como habilidad para manejar el estrés, la capacidad de adaptación a condiciones diferentes y a los cambios de cultura que implica atravesar fronteras. Habrá personas que nunca lleguen a presentarlo y habrá otras que aún en la preparación del viaje ya los presenten.

 

D: ¿Existen personas con mayor predisposición a tener el síndrome que otras en su similar condición?

RMA: Todo depende de los antecedentes personales, de pareja, de familia, incluso comunitarios y sociales de cada inmigrante. No es lo mismo llegar a un país y a una cultura nueva con el apoyo de tu pareja, a hacerlo a sabiendas que ésta se opuso a la decisión de emigrar.

 

D: Los inmigrantes que llegan a un país desconocido con su familia, tienen menos posibilidades de padecer este mal?

RMA: Dependerá del tipo de dinámica familiar que se tenga y de la calidad de la relación entre los miembros de la familia. Puede ser que la migración sea vivida, aunque de manera inconsciente, como la última oportunidad para permanecer unidos. En estos casos se tendrán que enfrentar varias situaciones a la vez: la adaptación a la nueva cultura, la búsqueda de trabajo y la realidad de que la relación familiar no cumple las expectativas, lo que puede provocar la situación contraria a la planteada: la presencia de la familia es un factor más de tensión para el inmigrante.

 

D: ¿Es una de las causas principales del etnocentrismo y la cultura de ghetto que se da en algunos grupos?

RMA: Como ya se afirmó, vivimos en un mundo cada vez más temeroso a lo diferente. Si el inmigrante percibe discriminación, xenofobia y se le trata como criminal, es lógico que busque protegerse. Nuevamente se recomienda, para la comprensión más integral de estos temas, la lectura de: Ross R, Concheiro L (2006). Uno + one + uno Un día sin inmigrantes: La gigantesca fiesta liberadora de los invisibles. En Memoria, No. 209, Julio, páginas 5-15.

 

Así como esta otra publicación: Fernández R, Ordorica AP (2006). Adiós al laissez-faire migratorio. Nexos, No. 343, Julio.

 

D: ¿Cuáles son los pasos a seguir frente a un paciente con el síndrome de Ulises?

 

RMA: Achotegui afirma que visualiza dos vías de intervención: la primera es actuar sobre las causas sociales que provocan la inmigración (pobreza, desempleo, injusta distribución de la riqueza), pero agrega, eso escapa a nuestra labor como profesionales de la psiquiatría.

 

La segunda es una opción de tipo paliativo: el consejo más adecuado para quienes padezcan este síndrome, en opinión de su creador, es que se dirijan a un profesional, ya sean médicos, servicios sociales u ONG‚s. El objetivo es reducir el sufrimiento de estas personas, con apoyo psicológico, farmacológico, de salud o legal.

 

Hay que resaltar que si un inmigrante decide acudir a los servicios de salud como está indicado, puede encontrarse con situaciones como:

 

- Los profesionales de salud de primer nivel no estén capacitados para entender su situación.

 

- Los profesionales de salud de primer nivel pueden recibir peticiones para realizar protocolos de investigación con estas personas, las que serán utilizados como conejillos de indias, si no se procede de acuerdo a la normatividad ética para estos casos.

 

El autor del síndrome afirmó que "Es importante no desmoralizarles. Les entrevistamos y les ayudamos a que clarifiquen su situación, porque a veces cometen más errores que empeoran sus condiciones de vida".

 

Además de asesorarles, en ocasiones es necesario prescribirles fármacos. Pero cuenta este experto que estos inmigrantes son personas fuertes y capaces. "Hay que ser así para animarse a emprender estas odiseas. Y cuando reciben ayuda, lo notan mucho y lo agradecen".

 

Reconoce que en su experiencia, es muy complicado que los inmigrantes acudan a los servicios de salud y que el trabajo que realiza sólo llega a la punta del iceberg. Las principales preocupaciones de los inmigrantes son tener un trabajo digno, un lugar donde vivir, un salario que le permita sufragar sus gastos y enviar parte a sus familiares en el país de origen y, en la medida de lo posible, arreglar su situación legal, tener papeles‚ que acrediten su estancia. Por lo general, no acuden a los servicios de salud, ya sea por miedo, desconocimiento o desconfianza en los profesionales y porque no suele haber una adecuada comunicación porque los profesionales de salud desconocen el marco de referencia cultural de los inmigrantes.

 

D: ¿Es superable?

 

RMA: Lograr superar estas situaciones dependerá más de factores sociales que de personales. En los primeros está la causa del mal, en los segundos sólo se encuentran paliativos.

 

 D: Con programas de apoyo y orientación a las personas por parte de los países receptores de inmigrantes, ¿sería posible que este síndrome atacara a menos personas?

 

RMA: Su autor se ha dedicado a poner en marcha programas de ayuda e intervención. Admite que se está delante de un tema muy complejo desde el punto de vista social y político y que desde la medicina y la psicología sólo se pueden advertir y poner en marcha medidas de tipo asistencial. Considera que no se puede mirar hacia otro lado, aunque solos, los profesionales de salud, no puedan solucionar el problema en su totalidad.

 

Difiero de la opinión del autor porque, en mi experiencia de trabajo con los familiares de emigrantes mexicanos en EEUU, éstos ubican el origen de sus malestares emocionales en la violación, por parte del Estado mexicano, de uno de sus derechos humanos más elementales: tener un trabajo digno en su propio país.

 

Achotegui afirma que visualiza dos vías de intervención: la primera es actuar sobre las causas sociales que provocan la inmigración (pobreza, desempleo, injusta distribución de la riqueza), pero agrega, eso escapa a nuestra labor como profesionales de la psiquiatría‚.

 

Y yo pregunto: ¿está fuera de la posibilidad del profesional de salud pronunciarse sobre la liberalización completa de maíz y frijol contemplada para el 2008, tal y como lo estipula el Tratado de Libre Comercio, aún a sabiendas que tal medida dejará sin empleo a más campesinos, lo que originará sin duda la aparición en más personas de los malestares ya referidos? O bien, ¿le será posible participar con argumentos propios a la salud mental en grupos que promueven la renegociación del capítulo sobre agricultura?, ¿es válido el argumento de no participar en dichos grupos porque son asuntos políticos‚ y no académicos?, ¿en dónde inicia lo político‚ y termina lo académico?

 

Está claro que este dilema es de los investigadores, porque la mayoría de los pobladores de las comunidades rurales saben perfectamente qué hacer: reivindicar su derecho a no migrar y a tener trabajo digno en su propio país.

 

(1) Para mayor comprensión del tema ver: Ross R., Concheiro L. (2006). Uno + one + uno Un día sin inmigrantes: La gigantesca fiesta liberadora de los invisibles. En Memoria, No. 209, Julio, pp. 5-15.

 

*La entrevista ha sido publicada en la revista mejicana Destiempos.com, nº. 7, Marzo-Abril de 2007:

 http://www.destiempos.com/n7/rosamariaaguilera_n7.htm