|
BREVE HISTORIA DE LOS QUE YA NO ESTÁN, Kevin
Brockmeier
(Barcelona, Emecé, 2006)
Fue justo el tiempo suficiente para
que la niña reparara en el globo y exclamara:
- ¡Es mío! ¡Te lo dije! – dijo la
pequeña, dirigiéndose a su madre–. Un hombre lo atrapó en su balcón. ¡Te dije
que el globo no se había perdido ni rompido!
- Roto –la corrigió su madre–.
Gracias, muchísimas gracias –le dijo a Luka mientras
aceptaba el globo de sus manos.
(Pág. 108)
Hielo.
Escarcha. Escarchado. Nivelado. Paso a nivel. Vías férreas. Vagón de cola. Cola
de novia. Anillo de bodas. Anillo de fuego. Anillo de hielo. Hielo. Iceberg. Glaciar. Cuchilla.
Navaja de afeitar. Tropezar. Caer. Otoño. Octubre. Noviembre. Diciembre.
Navidad. Cruz. La cruz señala el punto. Tesoro. Oro. Plata. Campanas de plata.
Campanas de Navidad. Trineo. Nieve. Hielo.
Suelo. Ratones. Gatos. Bigotes. Tijeras. Papel. Ángeles de papel. Milhojas.
Dulces. Ambrosía. Ambrose Bierce. México. Mexicano. Frijoles saltarines. Saltar a la
comba. Cuerda. Puente de cuerdas. Abismo. Grieta. Témpano. Iceberg. Hielo.
Laura arrastraba el trineo y las
palabras brincaban adelante y atrás en su cabeza como bolas de ping-pong, en un continuo y ondulante
zumbido azul que no hacía el menor esfuerzo por detener o controlar. Intentaba
encontrar una palabra por cada paso que daba, buscando ese equilibrio ideal
entre locomoción física y mental que le impedía pensar demasiado acerca de si
llegaría o no a la colonia de cría de los pingüinos, y qué encontraría allí si
llegaba, y cómo se tomaría las cosas si eran ciertos los informes que había
leído y todos, todos en el mundo, todos aquellos que alguna vez había conocido,
estaban muertos. No sabía (ni quería saber) la respuesta.
Respuesta. Pregunta. Cuestión.
Mención. Tensión.
Su paso remolcando el trineo medía
algo menos de medio metro, cuarenta y tantos centímetros, lo cual significaba
(lo había calculado), que podía cubrir algo más de un kilómetro por cada dos
mil quinientas palabras que le vinieran a la mente. Si sus cálculos eran
correctos, aún le faltaban casi veintinueve kilómetros y alrededor de setenta y
dos mil palabras. El trineo le había fallado poco después de cruzar la bahía de
la Niebla, descendiendo sobre los patines por una extensión llana de hielo
perfectamente uniforme. Las aletas se habían atascado y todo el inmenso
vehículo se había seguido deslizando lentamente por el hielo, incrustándose
unos quince centímetros en la nieve antes de detenerse del todo con un chirrido.
Probó todo lo que se le ocurrió para volver a poner el motor en marcha, pero no
sabía de mecánica, y pronto se convenció de que el vehículo estaba averiado más
allá de su capacidad para repararlo.
(Pp. 165-166)
|