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UNA NOVELA PARA EL SIGLO XXI: VENTAJAS DE VIAJAR EN TREN,
DE ANTONIO OREJUDO
(Universidad de Murcia)
RESUMEN
El presente artículo tiene como
objetivo analizar la segunda novela del escritor madrileño Antonio Orejudo, Ventajas de viajar en tren. Este
estudio, además de revelar las claves narrativas de la propia novela, permite
señalar algunos de los rasgos propios de la literatura del grupo de autores
españoles nacidos en los años sesenta, coetáneos de Orejudo. En primer lugar,
se exponen las condiciones socioculturales en que estos autores, ahora
cuarentones, ejercen su quehacer literario. A continuación se lleva a cabo el
análisis de Ventajas de viajar en tren,
atendiendo a aspectos tales como su vinculación con la narrativa cervantina, su
reinterpretación lúdica de la tradición literaria española y la disposición
estructural de la historia que narra la novela.
PALABRAS CLAVE
Antonio Orejudo, literatura española actual, cervantismo, metaliteratura, juego, humor, desmitificación.
En el año 2000, Antonio
Orejudo (1963) publicó Ventajas de viajar
en tren, galardonada con el XV Premio Andalucía de Novela. No era ni su
primera novela ni su primer premio. Cuatro años antes, este escritor madrileño,
profesor de la Universidad de Almería, se había iniciado en la ficción con Fabulosas narraciones por historias
(Lengua de Trapo), merecedora del Premio Tigre Juan[1]. En
ella, Orejudo nos relata, desde un prisma desmitificador y con mucho humor, los
entresijos de la Residencia de Estudiantes durante los años 20, en plena
efervescencia de la Generación del 27, a través de las figuras de tres amigos,
Patricio, Martiniano y Santos[2].
Ventajas de viajar en tren supuso la confirmación de Orejudo como
uno de los autores a tener más en cuenta dentro del panorama literario español.
Su segunda novela, sorprendente, audaz y muy divertida, presenta la historia de
una mujer que se ve obligada a ingresar a su marido en un hospital psiquiátrico
tras descubrir sus tendencias coprófagas. En el viaje de vuelta en tren, esta
mujer conoce a Ángel Sanagustín, psiquiatra del hospital donde está ingresado
su marido y especialista en el diagnóstico de enfermedades mentales por medio
de los textos escritos por los enfermos. Éste le hace una singular pregunta a
nuestra protagonista: “¿Le apetece que le cuente mi vida?” A partir de ahí, nos
sumergimos en una historia delirante, disparatada, donde multitud de voces se
entrecruzan y se confunden para dibujar un submundo en el que podemos encontrar
desde locos que parecen cuerdos hasta oscuras conspiraciones del gobierno,
pasando por macabros negocios diseñados para satisfacer a pervertidos sexuales
y descubrimientos que podrían alterar radicalmente nuestra percepción de la
historia literaria. Un cóctel de elementos que Orejudo convierte en auténtica
literatura con mayúsculas.
Aparte de una lectura
más que recomendable, Ventajas de viajar
en tren es, a mi parecer, una clara muestra de los caminos que la novela
española del siglo XXI transitará. Nuestro trabajo va a ocuparse de analizar
esta segunda novela de Antonio Orejudo con el fin de extraer algunos de sus
rasgos principales. Estos rasgos pretenden trascender su particularidad y ser
útiles como pequeñas ventanas desde las que asomarse a esta fértil generación
de escritores, la de los nacidos en los años sesenta, la de los que ahora
rondan la cuarentena. Sus obras bien han demostrado que merece la pena detener
la mirada en ellos. Y seguro que continuarán demostrándolo en un futuro no muy
lejano.
1. UNA GENERACIÓN LIBRE.
Antonio Orejudo
pertenece a la generación de escritores nacidos en la década de los sesenta.
Una generación que del régimen franquista sólo ha conocido su agonía, y cuya
adolescencia se corresponde con una democracia también adolescente, en
transición a la vida adulta. La consolidación de esta democracia, a finales de
los años ochenta y a lo largo de los noventa, será el marco en que estos
escritores comiencen a publicar sus primeras obras.
Estamos ante una
generación que ya no arrastra consigo el estigma de la guerra; las heridas del
trágico conflicto se sienten lejanas, en parte gracias a la recuperación del
sistema democrático tras cuarenta años de férrea dictadura. No es que ignoren
este terrible episodio de nuestra historia, pero ya no es algo que haya marcado
su existencia, como ocurría con las generaciones anteriores.
Quizá por ello estos
escritores han superado los dos tipos de novela casi hegemónicos que se
cultivaron tras la guerra: 1) el llamado realismo social, que pretende ser un fiel reflejo de la realidad de la
posguerra española; esta vertiente novelesca está entroncada con la novela
realista decimonónica, y cuenta entre sus filas con autores como Ignacio
Aldecoa o Jesús Fernández Santos, y 2) la novela de carácter experimental, más
interesada en innovar aspectos técnicos, lingüísticos y formales que en contar
una historia; dos de sus autores más significativos son Juan Benet y Luis
Goytisolo. En la novela que nos ocupa, Ventajas
de viajar en tren, su protagonista femenina, Helga Pato, es editora; su
figura permite a Orejudo, entre otras cosas, expresar sin tapujos su aversión
hacia estas dos clases de novelas:
Durante
meses le siguieron llegando esos melancólicos bodegones sobre la guerra civil,
la preguerra civil o la posguerra civil, que los nacidos en los años cuarenta y
cincuenta se empeñaban en recrear una y otra vez en narraciones que confundían
la seriedad con el tedio, la ñoñería con la sensibilidad, y que incluían
personajes que se llamaban Inés o Alfonso, y complementos circunstanciales del
tipo «con la lenta parsimonia del verdugo». […] Tampoco le interesaban ya las
novelas tiovivo, la especialidad de su marido, esas páginas reflexivas,
falsamente reflexivas, que no llegaban a ninguna parte, que daban vueltas y
vueltas para deleite del lector a una anécdota más o menos trivial, más o menos
original, hasta que se paraban en el mismo punto del que habían partido…
(pp.
62-63)
Las obras de este grupo de escritores ya no se adscriben a ninguno de
estos dos paradigmas narrativos; las novelas de estos autores rechazan tanto el
compromiso social como la ostentación formal. Ellos quieren contar historias,
quieren recuperar la anécdota, desahuciada por tanto experimento, pero sin
ninguna pretensión de realismo crítico, de enjuiciamiento de la realidad. En
cierto modo, es un retorno a una concepción tradicional del relato,
incorporando los logros de la novelística moderna. Los textos de esta
generación son, en buena medida, producto de una muy cuidada armonía entre
tradición y modernidad, siempre superando los postulados de cualquier
literatura anterior (de ahí que en ocasiones se apliquen a estas obras términos
como “postmodernidad” o “postrealismo”).
Orejudo y sus coetáneos, justo es decirlo, han podido disfrutar, y
disfrutan, de un marco muy favorable para la creación literaria. Antes nos
referíamos al fin de la dictadura franquista y la llegada de la democracia, que
proporciona al escritor un nuevo y más amplio horizonte ante el folio en
blanco. Pero no hay que olvidar que el escritor contemporáneo disfruta a diario
de un bombardeo de información que un escritor de hace cincuenta años nunca
hubiera imaginado. El escritor de hoy vive en la sociedad de la información, en
la sociedad de los medios de comunicación, que ejercen una influencia innegable
en su escritura; el escritor de hoy se sienta ante el televisor, navega por
internet y recibe y manda e-mails. Además, no sólo tiene acceso a una mayor
información, sino que también se nutre de otras artes aparte de la literatura:
pintura, cine, música, etc. El autor contemporáneo tiene asumido el hecho de
que la literatura ya no es un circuito cerrado, sino que interactúa con otros
ámbitos artísticos.
Esta fulminante globalización de los medios de comunicación y de la
información que proporcionan a la sociedad ha permitido un mayor aperturismo en
el mercado editorial español. Este fenómeno, que comenzó con el boom
hispanoamericano, permite que el escritor pueda disponer, más fácilmente, de
obras extranjeras y, por tanto, ampliar su espectro de influencias literarias.
Así lo dice Fernando Valls (2003: 36) al señalar algunas de las características
de la novela española actual: “Algunas de las virtudes pero también varios de
sus defectos provienen de la asimilación de la narrativa inglesa,
norteamericana y centroeuropea que tanta repercusión ha tenido en España”.
Trataremos esta cuestión más adelante.
No creo que sean necesarios más argumentos para poder afirmar que el
escritor de hoy es completamente libre a la hora de llevar a cabo la creación
literaria. Germán Gullón (2003: 34) no puede ser más claro al respecto: “Los
narradores escriben con una conciencia en libertad, se mueven de un tema a otro
con absoluta libertad, sin que las trabas personales o sociales les corten en
su narración”. Los autores de la generación de Orejudo gozan de total libertad
al escribir; no sufren más censura que la que ellos mismos quieran imponerse.
Por lo demás, son totalmente libres a la hora de escoger la materia de sus
narraciones.
Es entonces, cuando el escritor es y se siente libre, el momento de dar
un paso más. Esa libertad recuperada debe emplearse para imprimir un nuevo giro
al universo literario, acorde con los tiempos que corren. Germán Gullón (2003:
34), de nuevo, nos da la clave: el rechazo de cualquier traba por parte de
estos autores “consigue que episodios distantes se acerquen, y comprendamos
mejor en una época en que los grandes discursos han perdido su capacidad de
explicar el mundo, que las actividades humanas están más cerca de lo que
pensamos”. El escritor ya no escribe mirando al mundo, porque ha asimilado que
su discurso ya no tiene por qué tomarlo como referente. El escritor puede
conjugar en su narración elementos totalmente dispares, elementos nunca antes
asociados entre sí; el ejercicio de libertad de estos autores consiste
principalmente en esto. Precisamente, Gullón cita Ventajas de viajar en tren como claro ejemplo de esta cuestión.
Lo que los escritores de la generación de Orejudo buscan esencialmente
es encontrar nuevos caminos con los que explorar el mundo y los afectos
humanos, siempre huyendo de las ópticas adoptadas por sus predecesores. El
nuevo panorama social ha propiciado la abolición de patrones desde los que
examinar la realidad; no hay un punto de partida, un centro desde el que mirar
el mundo. La novela no está exenta de esta situación, y por ello, fusiona
elementos muy lejanos entre sí en un intento por encontrar ese punto de referencia,
ese faro que ilumine el camino. Las novelas de la generación de Orejudo, al no
tener modelos de conducta, crean el suyo propio. Ahí reside su libertad.
Ventajas de viajar en tren es
fiel reflejo de esta circunstancia. Sería inútil buscar su centro, su base. Es
una reunión de situaciones y personajes que terminan creando una pseudo
realidad en la que el lector es susceptible de vislumbrar más o menos
paralelismos y conexiones con nuestro mundo. Pero en ningún momento la novela
se postula como trasunto de la realidad. Es una realidad en sí misma. Es un
mundo (o submundo, como lo habíamos llamado anteriormente) en el que se dan
cita conspiraciones gubernamentales y literarias, negocios de pornografía
infantil y tráfico de órganos, perversiones sexuales, locos suplantando a
médicos, inmigrantes, novelas que sirven como soporte ideal a la publicidad
comercial, un marido coprófago, y un largo etcétera. Todos estos son los
caminos que Orejudo ha decidido recorrer en su segunda novela. Con todos estos
temas, personajes y contextos ha creado un mundo; un mundo que, como hemos
dicho más arriba, pone en íntima relación elementos que nada tienen que ver
entre sí y que pocas veces antes habían sido tratados en una narración de
ficción.
Pero, en ese deseo de explorar nuevos caminos, el escritor debe manejar
una serie de conocimientos que obtendrá mediante un exhaustivo proceso de
documentación. Al ser una característica propia de la literatura actual el afán
por adentrarse en senderos poco transitados por la literatura, el novelista
debe hacerse con una serie de conocimientos enciclopédicos acerca de la materia
que quiera tratar en su obra. Pero no lo hace como lo podría hacer un autor
decimonónico, por una voluntad de precisión en aras de la verosimilitud, sino
porque esos conocimientos se convierten, en la narrativa actual, en parte
esencial de la trama. Los conocimientos sobre enfermedades mentales que Antonio
Orejudo revela en Ventajas de viajar en
tren no son un simple adorno, un alarde de exhibicionismo o un ejercicio de
pedantería, sino que cumplen un papel fundamental dentro de la narración. Este
rasgo es muy común en esa “narrativa inglesa, norteamericana y centroeuropea
que tanta repercusión ha tenido en España” de la que hablaba Valls un poco más
arriba. A modo de ejemplo, podemos citar al norteamericano Chuck Palahniuk
(1964), que en su celebérrima El club de
la lucha (El Aleph, 1999, 2ª ed.) nos da una auténtica lección sobre
explosivos, o al francés Michel Houellebecq (1958), cuya última novela, La posibilidad de una isla (Alfaguara,
2005), gira en torno a cuestiones que atañen a distintos ámbitos científicos,
como la biología, la física o la genética. Sin duda, el deseo de abordar temas
poco comunes y los conocimientos enciclopédicos que el autor necesita para ello
es un rasgo definitorio de la literatura contemporánea.
Para acabar este apartado, los nombres, para saber de quién hablamos. En
Orejudo (2004) podemos encontrar autores como Fernando Marías, Marcos Giralt
Torrente, Eloy Tizón, Lorenzo Silva, Luis Magrinyá, Lucía Etxebarría, Juana
Salabert, Andrés Ibáñez, Juan Bonilla, Luisa Castro, Javier Azpeitia, Lola
Beccaría, Germán Sierra o Antonio Álamo. En Sánchez Magro (2003), donde se
califica a este grupo de escritores como “generación inexistente” por su
carencia de identidad y su indeterminación dentro del panorama literario
español, se añaden a la lista Felipe Benítez Reyes, José Carlos Somoza, Ángela
Vallvey y Belén Gopegui. Y aún cabría engrosar la nómina con nombres como
Rafael Reig, Javier Cercas, Ignacio Martínez de Pisón, Francisco Casavella,
Martín Casariego, y muchos más.
2. REALIDAD Y FICCIÓN: LA HUELLA CERVANTINA.
Antes decíamos que la novelística de Orejudo y sus compañeros en la
cuarentena era fruto de la unión de tradición y modernidad. Estos autores no
pueden obviar las innovaciones que el género novela ha experimentado en el
último siglo, pero no dejan que este factor ahogue su narración. Los autores de
la cuarentena tienen muy claro que la novela está para contar cosas, para
desarrollar una historia que mantenga el interés del lector. Es por esto que
los autores de esta generación vuelven la mirada hacia el autor que nos contó
la primera gran historia de la novela moderna: Cervantes. Su Quijote es el germen de todo lo que ha
llegado a ser la novela, y su impronta llega hasta nuestros días.
Antonio Orejudo es un autor cervantino. Él mismo lo ha afirmado en
varias entrevistas; de hecho, en su currículum cuenta con una edición de las Novelas Ejemplares de Cervantes
(Castalia, 1997). Pero no hace falta que él nos lo diga: cuando leemos sus
novelas, especialmente Ventajas de viajar
en tren, podemos respirar en sus páginas ese halo cervantino. En la segunda
novela de Orejudo podemos encontrar efluvios quijotescos, pero también están
muy presentes en ella las Novelas
ejemplares, concretamente las dos más célebres, El casamiento engañoso y El
coloquio de los perros. De hecho, el primer capítulo de la novela se titula
“El casamiento engañoso”, y no es por casualidad.
A continuación expondré las que, en mi opinión, son las cuatro
cuestiones donde mejor se puede apreciar la huella de Cervantes en la narrativa
de Antonio Orejudo:
a) El conflicto realidad/ficción: Ventajas de viajar en tren presenta una historia donde la realidad
y la ficción se entrecruzan y confunden constantemente. Este conflicto alcanza
en literatura una de sus mayores cimas, si no la mayor, en el Quijote de Cervantes, pero ya estaba
presente en boca de Berganza en su Coloquio
de los perros:
Digo que todos los pensamientos que he dicho, y muchos más, me
causaron ver los diferentes tratos y ejercicios que mis pastores y todos los
demás de aquella marina tenían de aquellos que había oído leer que tenían los
pastores de los libros; porque si los míos cantaban, no eran canciones
acordadas y bien compuestas, sino un «Cata
el lobo dó va, Juanica» y otras cosas semejantes; y esto no al son de
chirumbelas, rabeles o gaitas, sino al que hacía el dar un cayado con otro o al
de algunas tejuelas puestas entre los dedos; y no con voces delicadas, sonoras
y admirables, sino con voces roncas, que, solas o juntas, parecía, no que
cantaban, sino que gritaban, o gruñían. Lo más del día se les pasaba
espulgándose o remendando sus abarcas; ni entre ellos se nombraban Amarilis,
Fílidas, Galateas y Dianas, ni había Lisardos, Lausos, Jacintos ni Riselos;
todos eran Antones, Domingos, Pablos o Llorentes; por donde vine a entender lo
que pienso que deben de creer todos: que todos aquellos libros son cosas
soñadas y bien escritas para entretenimiento de los ociosos, y no verdad
alguna; que a serlo, entre mis pastores hubiera alguna reliquia de aquella
felicísima vida, y de aquellos amenos prados, espaciosas selvas, sagrados
montes, hermosos jardines, arroyos claros y cristalinas fuentes, y de aquellos
tan honestos cuanto bien declarados requiebros, y de aquel desmayarse aquí el
pastor, allí la pastora, acullá resonar la zampoña del uno, acá el caramillo
del otro.
(pp. 308-309)
La misma desilusión que Berganza
experimenta al darse cuenta que sus amos pastores no actúan igual que en las
novelas pastoriles es la que manifiesta el protagonista del capítulo titulado
“Trastorno paranoico de tipo somático” en Ventajas
de viajar en tren. En él, un chico ha permanecido postrado en una cama
durante los primeros veinte años de su vida por una enfermedad en los huesos.
No se ha relacionado con nadie en todo ese tiempo. Su visión del mundo y del
amor se ha forjado por medio de la lectura de poesía amorosa y el visionado de
películas pornográficas. Pero a la hora de enfrentarse al mundo, y entablar
relación con Rosita, una chica coja, descubrirá que sus dos fuentes de
información principales están muy lejos de reflejar la realidad cotidiana del amor
y el sexo:
¿Alguien
me puede decir en qué poema de Petrarca, Garcilaso, Castillejo, Bécquer o Gil
de Biedma hay taras, defectos físicos o simples asimetrías? Y no hablo de
imperfecciones de la piel que pueden ser una hermosa huella del paso del
tiempo, etcétera, etcétera, etcétera; hablo de tener una pierna más larga que
la otra, me cago en la hostia.
(pág. 106)
Y lo
peor de todo fue cuando me llegó el momento de la eyaculación. Hice lo que
había visto hacer tantas veces a los profesionales del sexo: saqué mi pene y lo
llevé hasta su boca, tratando de vaciarme en el interior de la misma con toda
mi buena intención. Me sorprendió su reacción. Se incorporó escupiendo. Empezó
con arcadas y terminó vomitando allí mismo, encima de las sábanas. Decir, no dijo
nada. Se enjuagó la boca, se vistió y se fue.
(pág. 108)
Como vemos, la situación es la misma
en el Coloquio y en Ventajas de viajar en tren. Un personaje
construye una imagen ideal del mundo que le rodea por influencia de la lectura,
de la ficción. Todo ese idílico mundo se derrumba cuando tiene que enfrentarse
con la realidad, vulgar, ramplona, decepcionante. Así lo expresa el
protagonista del capítulo de Ventajas de
viajar en tren del que hablábamos más arriba:
¿Qué
puedo decir? La vida real me pareció mucho más monótona, monocorde e
insustancial que esa otra vida que reflejaba la literatura. Eso es lo que dicen
los escritores, ¿no? Pues es verdad. Así como los personajes de una buena
novela usan registros verbales diferentes, yo pensaba que cada persona hablaba
de un modo marcadamente distinto, y que una conversación, como las discusiones
de las novelas, era un corredor de voces entremezcladas, que se contaminaban
las unas de las otras, formando una especie de caleidoscopio verbal. ¡Qué decepción!
En la vida real casi todas las personas hablan como en el telediario, o peor.
(pág. 103)
El protagonista de este capítulo
podría considerarse un Quijote del siglo XXI. Un personaje que configura su
perspectiva vital por medio de los libros, los cuales, inevitablemente, acaban
traicionándolo. Se da cuenta de que los libros son mentirosos cuando se da de
bruces en el mundo. No sabe lo que es la ficción; para él, los libros son
realidad. Don Quijote es engañado por los libros de caballerías, y el personaje
de Ventajas de viajar en tren por los
libros de poesía amorosa y por las películas pornográficas. Y aunque hayan
pasado cinco siglos, el conflicto entre realidad y ficción continúa.
Pero no es éste el único personaje
quijotesco de la novela. Helga Pato, la protagonista femenina, se nos presenta
de la siguiente manera al comienzo del capítulo “Las personas”:
El problema de Helga Pato con las personas era que
confundía a los narradores con los autores y a éstos algunas veces con los
personajes.
(pág. 59)
De nuevo, un
personaje cuya existencia se verá marcada por su nula capacidad para distinguir
entre realidad y ficción.
Éste es uno de los ejes sobre los que
gira Ventajas de viajar en tren. La
confusión entre realidad mundana y ficción habitualmente idealizadora tiene su
raíz en la inmortal historia del hidalgo manchego, aunque vemos que el genio
cervantino ya había esbozado esta cuestión en obras anteriores. Acabamos con
una reflexión muy significativa sobre el tema contenida en el primer capítulo
de la novela de Orejudo:
Es cierto que todo aquello podía ser un cuento,
palabras, pero es que si nos ponemos así, no hacemos nada en la vida; siempre
nos sucederá lo mismo; que lo único que tenemos son palabras. Por eso es tan difícil
averiguar la verdad algunas veces. No es que yo sea un nihilista, nada de eso;
me limito a constatar un hecho. Lo único que dejamos las personas cuando nos
esfumamos es un puñado de palabras. Pero una cosa son las palabras y otra muy
distinta la verdad. Algunas veces coinciden y otras no. Las palabras están ahí,
las podemos leer y escuchar, aunque muchas veces tampoco sepamos qué significan
exactamente; pero la verdad es muy difícil señalarla con el dedo.
(pág. 32)
b) Metaliteratura: Ventajas
de viajar en tren comienza de la siguiente manera:
Imaginemos a una mujer que al volver a casa
sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda. Imaginemos
que este hombre no regresa jamás de su ensimismamiento, y que ella tiene que internarlo
en una clínica para enfermos mentales al norte del país. Nuestro libro comienza
a la mañana siguiente, cuando esta mujer regresa en tren a su domicilio tras
haber finalizado los trámites de ingreso, y el hombre que está sentado a su
lado, un hombre joven, de nariz prominente, ojos saltones y alopecia prematura,
que viste un traje azul marino y lleva sobre las rodillas una peculiar carpeta
de color rojo, se dirige a ella con esta pregunta tan peregrina:
- ¿Le
apetece que le cuente mi vida?
(pág. 7)
En un solo párrafo, Orejudo plantea la
situación y pone en marcha la historia. El detonador de la acción es la
pregunta del hombre del tren: “¿Le apetece que le cuente mi vida?” A partir de
ahí, comienza el nudo de la novela.
Además del planteamiento inicial tan
sintético, pero no por ello menos brillante, de este párrafo interesan otras
cosas. La primera palabra es “Imaginemos”. Aparece dos veces. ¿Por qué? Es una
marca metaliteraria. El narrador no comienza su novela narrando los hechos
directamente, sino que nos dice que imaginemos esos hechos que nos va a narrar.
Todo lector, mientras avanza en su lectura, va imaginando los hechos que se le
van refiriendo; pero el narrador de la novela de Orejudo explicita ese proceso
mental del lector, al colocar ese “imaginemos” a la cabeza de su narración. El
narrador está llevando a cabo un juego metaliterario, al plasmar sobre el papel
lo que ocurre en la mente de todo lector cuando lee ficción, ese “pacto
narrativo” mediante el cual el lector otorga un estatuto de verdad a los hechos
que está leyendo.
El narrador juega con esa condición
indispensable de la lectura de ficción desde el mismo principio de la novela,
recalcando así la condición de ficción de los hechos y consiguiendo una mayor
libertad de movimientos para su historia. Es algo parecido a lo que hace
Cervantes cuando introduce a Cide Hamete Benengeli, su traductor, e incluso a
sí mismo, en la narración del Quijote:
añade a su novela un tinte de ambigüedad que deriva en una mayor libertad a la
hora de narrar. Orejudo actúa con la misma intención en el comienzo de Ventajas de viajar en tren, y así su
narrador (mejor dicho, sus narradores) pueden campar a sus anchas a lo largo de
toda la novela, hasta el punto de que, hacia el final, uno de los personajes
dice lo siguiente:
-Si la gente se cree a pies juntillas lo que
Martín, o cualquier otra persona, cuenta en un viaje de tren, como si hubiera
una ley que obligara a contar la verdadera biografía, eso es problema de la
gente. ¿Acaso hubo entre ustedes un pacto tácito –le preguntó a Helga– o un
acuerdo explícito de sinceridad que le impidiera a él juguetear o inventarse su
vida, si es que eso le entretiene y le madura?
(pág. 129)
En definitiva, ese juego metaliterario
que Orejudo plantea en la primera página le sirve para enfatizar el carácter
ficticio de su narración con el fin de ensanchar los límites de la
verosimilitud de la historia, llegando incluso a prescindir de tal condición,
como veremos más adelante.
Hay otra marca metaliteraria en este
párrafo: “Nuestro libro”. El narrador no dice “nuestra narración” o “nuestra
historia”, es decir, no hace referencia a los hechos ficticios que se van a
relatar, sino al soporte material de esos hechos ficticios. La cuestión
metaliteraria recorre toda la novela de Orejudo, pero creo que con esta primera
página queda muy claro cuál es el propósito del autor madrileño a la hora de
valerse de este recurso que tanto ha marcado la literatura de nuestro tiempo.
c) ¿Novela o conjunto de relatos?:
Ventajas de viajar en tren puede
leerse como una novela o como un libro de relatos. En esto se relaciona con las
dos “novelas ejemplares” más populares de Cervantes, El casamiento engañoso y El
coloquio de los perros. La historia de Campuzano y Peralta, respectivamente
narrador y narratario en El casamiento
engañoso y autor y lector en El
coloquio de los perros, ofrece al lector la libertad de leerse como una o
dos novelas; esta cuestión aún sigue debatiéndose por los teóricos
cervantistas. Orejudo, por otra parte, nunca ha escondido su deuda con
Cervantes: “Ventajas de viajar en tren
debe mucho a dos novelas cervantinas, El
casamiento engañoso y El coloquio de
los perros, que pueden leerse como una novela o como dos. ¿Qué me atrae de
estas dos novelas ejemplares? La libertad del lector para elegir si está ante
una o ante dos novelas. El lector de Ventajas
de viajar en tren también puede elegir si está leyendo una novela o una
colección de cuentos” (Gómez Espada, 2004).
d) Ruptura de la verosimilitud: Otro fuerte vínculo entre Cervantes y
Orejudo es su poco apego a un elemento que tradicionalmente se ha considerado
requisito imprescindible en todo texto de ficción: la verosimilitud. Se ha
discutido mucho los supuestos descuidos de Cervantes en el Quijote, como el episodio del robo del rucio de Sancho, que
Cervantes explica como un fallo del impresor (que también entra a formar parte
en la segunda parte de la novela de ese juego de autores, narradores,
traductores, etc. en busca de la ambigüedad). Fueran descuidos o no, estas
supuestas inverosimilitudes no desmerecen ni un ápice la novela cervantina; al
contrario, le añaden una nueva dimensión interpretativa que no ha hecho sino
enriquecer su lectura a lo largo de los años.
En Ventajas
de viajar en tren, Orejudo comete un intencionado acto de inverosimilitud
al final de la novela. El protagonista, Martín Urales de Úbeda, que había
muerto poco antes, reaparece en la última página de la novela. Lo podemos
comprobar en estos dos fragmentos:
La muerte viene siempre a destiempo, y en ocasiones
se convierte además en un acontecimiento absurdo y cómico que nos haría reír si
no fuera por lo que tiene de irremediable. Martín, por ejemplo, estaba
entusiasmado y después estaba deshecho, convertido en un montón de ceniza que
la funeraria municipal trasladó al Anatómico Forense en una bolsa de basura,
por si no fuera suficiente esperpento haber muerto carbonizado en la cumbre de
un ingente montón de mierda.
(pág. 138)
En el tren volvió a encontrarse con Martín Urales.
No parecía muerto. Tenía muy buen aspecto. Vestía con elegancia un traje gris,
una camisa asalmonada y corbata de lazo. Llevaba sobre sus rodillas una carpeta
de color verde, semejante a la que había olvidado en ese mismo tren tres
semanas atrás, que parecía proteger con unas manos huesudas, pero al mismo
tiempo delicadas, en las que Helga no había reparado todavía. Sus ojos grandes
y pardos la miraban limpiamente y con franqueza.
- No
esperaba volver a verlo –confesó Helga tratando de aparentar normalidad–. Pensé
que estaba muerto.
- Es
natural. Le ha pasado a mucha gente; pero no le dé más importancia. Son las
ventajas de viajar en tren. ¿Le apetece un poquito de conversación?
(pág. 140)
Esta ruptura de la
verosimilitud es un claro síntoma de la concepción lúdica de la literatura que
posee Orejudo. Considerar la literatura como un juego también es la filosofía
de Cervantes en el Quijote. La
metaliteratura, de la que hemos hablado más arriba, también se vincula
estrechamente con esta concepción de la literatura. Una novela cuyo autor
comparta esta filosofía casi necesariamente atenta contra los preceptos
literarios tradicionales, entre ellos la verosimilitud. Orejudo, en boca de uno
de sus personajes, lleva a cabo toda una declaración de principios respecto a
este tema:
Cuántas veces me hubiese gustado
tener al autor frente a mí para pedirle que me explicara mejor un párrafo o
para sugerirle que se callara. Además, la verosimilitud me aburre. ¿Para qué
tanto esfuerzo en parecer real si todo el mundo sabe que no es más que un
libro? Y, la verdad, para que me reflejen el interior de mis contemporáneos,
mejor me quedo en casa.
(pág. 137)
Concebir la literatura
como un juego es algo muy propio del siglo XX, tanto en el género novela como
en el cuento. Pero podemos considerar a Cervantes y su Quijote como pioneros de esta moderna concepción de la literatura.
La literatura del siglo XX ha conseguido que la vulneración de elementos como
la verosimilitud no nos parezca extraña, es más, se convierte en rasgo
definitorio del nuevo modo de hacer literatura.
Cervantes, a principios
del siglo XVII, ya entendió que el escritor debía ser libre. Poner reglas a un
acto creativo como es la literatura es poco menos que un absurdo. El siglo XX,
sacudido por la guerra, la destrucción y la muerte, fue quien derribó
definitivamente todas las barreras que impedían al escritor expresarse con
total libertad. Un autor como Kafka tuvo que convertir a su protagonista en un
repugnante insecto para expresar todo su desasosiego y angustia vitales. En
Hispanoamérica, Borges y Cortázar exploraban todos los mundos que había más
allá del nuestro, tomando el testigo del autor de La metamorfosis. El absurdo del mundo se manifestaba en la
literatura. Tras la II Guerra Mundial, ese absurdo se alía con el humor, el
disparate y el grotesco. En Francia, aparece Boris Vian, que ofrecía novelas
devastadoras como Escupiré sobre vuestra
tumba o La espuma de los días y
relatos como los contenidos en Las
hormigas, surrealistas, inverosímiles y delirantes. Más adelante, en
Norteamérica, Kurt Vonnegut escribe Matadero
cinco, donde un chico, Billy Pilgrim, superviviente del bombardeo de la
ciudad alemana de Dresde durante la II Guerra Mundial, es secuestrado por los
extraterrestres del planeta Trafalmadore; el argumento es suficiente para darse
cuenta de que estamos ante una novela que plantea de principio una situación
absurda, que luego se ve aderezada con mucha ironía, humor y una fuerte crítica
a un mundo demolido por la guerra.
Estos son sólo algunos
ejemplos de la procedencia de ciertos elementos presentes en Ventajas de viajar en tren. Todos estos
escritores a los que se ha hecho referencia son fabuladores ante todo, escritores
que quieren contarnos una historia. Su narrativa es de estirpe cervantista,
donde a la noción de juego se añade la de crítica a la realidad mediante el
absurdo, el disparate y el humor. La verosimilitud ya no es un principio
capital en su obra, pues no están dispuestos a que nada coarte sus textos. En
mi opinión, estos autores son algunas de las influencias indiscutibles de
Orejudo[3].
3. LITERATURA CONTRA LA
LITERATURA.
La disponibilidad de un
mayor número de recursos bibliográficos ha permitido a la generación de Antonio
Orejudo despegarse de sus más inmediatos predecesores literarios. Los autores
nacidos en los años sesenta no son “hijos” de la generación anterior, pues han
podido disfrutar de un amplísimo abanico de literaturas procedentes de
cualquier rincón del mundo. Su inventario de lecturas es muchísimo más variado
y rico, abarca un espacio geográfico mucho más extenso, y eso inevitablemente
influye, también, en su forma de interpretar la literatura de su país, desde
los clásicos hasta las obras de su momento.
Y tampoco hay que
olvidar el buen humor y las ganas de juego que tienen estos autores. El
semblante lóbrego de las generaciones anteriores, atormentadas por una
posguerra aún peor que la guerra, se torna ahora en una actitud más lúdica y
desenfadada, que no quiere decir frívola ni despreocupada. Como señalaba al
principio, sobre estos escritores no planean las sombras de la guerra ni las
miserias de la posguerra, por lo que el panorama les es propicio para imprimir un
nuevo rumbo a la novela, donde las influencias extranjeras, la nueva mirada
sobre los clásicos derivada de la destrucción del principio de autoridad y la
figura del homo ludens, entre otras
cosas, formen parte del entramado literario. García Galiano (2004: 60) lo
resume muy bien: “Una narrativa que sin perder el sentido lúdico –tan difícil
de encontrar en nuestra literatura de posguerra, como es sabido– apuesta por
convertir la creación literaria, también, en una investigación sobre el ser
humano”.
Sobre la base de ese sentido lúdico, Orejudo
y sus compañeros de letras entablan una relación muy especial con la tradición
literaria española. Estos autores no leen a los clásicos, de los que son
profundos conocedores, bajo el principio de autoridad, sino que aplican sobre
ellos una mirada desprejuiciada, zanjando ese miedo a tocar algo “sagrado”, y
rescribiendo en cierta manera la historia de nuestra literatura. Las siguientes
palabras de García Galiano (2004: 60) lo expresan más claramente: “Repaso crítico
a nuestra tradición literaria e histórica, revisión que es, a la vez, fiel y
guiñolesca. En palabras de un retórico del siglo XVI podemos decir que se
trata, en general, de fabulosas
narraciones por historias, y viceversa”.
En Ventajas de viajar en tren esta reinterpretación de nuestra
tradición literaria no tiene tanta presencia, salvo en un episodio muy
concreto. En el capítulo “Las personas”, Helga Pato viaja a Nueva York, y allí
se encuentra con su antiguo director de tesis, Adrián Montoro, que está muy
afectado por un descubrimiento que ha alterado por completo su concepción de la
literatura: la secta de los anagramáticos.
Uno de estos documentos era una
especie de diario en el que Van der Hoffen explicaba que desde los tiempos de
la primitiva poesía heroica ciertos poetas habían aprendido a diseminar en sus
textos con fines variados palabras o sonidos diversos, los anagramas. Montoro mismo había descubierto eso nada menos que en
Garcilaso de la Vega. Cuando se topó con aquel fenómeno, todavía en Alemania,
no había sabido darle sentido, había pensado que era simple casualidad o, como
mucho, un jueguecito retórico. Pero a la luz del diario de Van der Hoffen, todo
adquiría una nueva dimensión. Garcilaso de la Vega había salido de Toledo contra
su voluntad, para acompañar a Carlos V por Italia y Francia. Durante este
período había escrito los versos en los que Montoro detectó anagramas antes de
saber que se llamaban así y antes de saber que existía una técnica para
componerlos. Garcilaso diseminó total o parcialmente, anagramáticamente, la palabra TOLEDO: aquí TO, allí LE, allá DO o
TLE o ELT, o íntegramente, TO-LE-DO, para persuadir al Emperador de que
volviera, para que no se olvidara de aquella ciudad.
(pág. 82)
Helga lo oyó hablar de un grupo
de poetas y escritores que desde hacía muchos siglos hasta hoy formaban una
logia conocedora de sofisticadas técnicas hipnóticas, que utilizaban para
sugestionar a los lectores, capaz de anular el juicio y de hacer creer a quien
leyese sus escritos lo que a ellos pudiera convenirles o lo que les encargaba
el patrón de turno. Él, Montoro, había desentrañado su poderosa y desconocida
técnica. Desde entonces lo seguían, dijo, lo llamaban por teléfono, lo
presionaban de todas las maneras imaginables para que no hiciera público este
estudio, pero a él le daba igual que lo asesinaran, como estaba seguro de que
acabarían haciendo.
- Descubrir que mis escritores favoritos,
los grandes, Helga, los que tú sabes, los únicos que me han impedido hasta
ahora perder definitivamente la fe en el ser humano, pertenecen a la indecente
secta de los anagramáticos ha sido para mí una decepción tan grande, que todas
las amenazas que recibo para que no publique el libro, todos los registros a
que me someten, las persecuciones y hasta las agresiones que he sufrido me
resultan inofensivas comparadas con el daño que me ha hecho todo esto.
(pp. 84-85)
La reinterpretación de
nuestra historia literaria, bajo el sello lúdico, es patente en estas páginas
de Ventajas de viajar en tren.
Orejudo nos presenta a un personaje atormentado porque ha descubierto que las
grandes obras y los grandes autores forman parte de una conspiración con fines
poco literarios. Los grandes textos de nuestra literatura, que servían a este
personaje como bálsamo anímico, son sólo instrumentos para difundir una serie
de mensajes subliminales con los que controlar la voluntad de los lectores.
Donde es más claro ese
proceso de desmitificación de los clásicos literarios castellanos es, como
señalaba sutilmente García Galiano, en la primera novela de Orejudo, Fabulosas narraciones por historias. En Ventajas de viajar en tren, esa
reinterpretación de los clásicos, bajo el signo de la conspiración, abarca una
mayor extensión cronológica, pero es desarrollada de manera muy superficial; en
Fabulosas narraciones por historias, esa reinterpretación sólo
se centra en un grupo concreto de escritores, la Generación del 27, pero es
desarrollada más intensamente, siendo uno de los ejes de la novela. Es más, Fabulosas narraciones por historias es
una auténtica reescritura de aquella época, pues se nos presenta a la
Generación del 27 como producto, de nuevo, de una conspiración, dirigida por
Ortega y Gasset, para lanzar a un grupo de poetas con fines comerciales. Al
igual que hiciera con Garcilaso en Ventajas
de viajar en tren, Orejudo proyecta una mirada sin prejuicios, con un aire
socarrón, sobre una parcela de nuestra literatura que sólo ha merecido elogios
y con ello su conversión en un dogma literario prácticamente intocable.
Llegados a este punto,
creo oportuno citar el último título de otro cuarentón, Rafael Reig: Manual de literatura para caníbales (Debate,
2006). Esta obra, una singular mezcla de narrativa, ensayo y crítica literaria,
tiene como hilo conductor la historia de la familia Belinchón, una familia de
escritores donde cada uno de sus miembros está destinado a ir siempre un paso
por detrás de la estética literaria vigente. Son neoclásicos cuando irrumpe el
movimiento romántico, son románticos cuando reina el realismo, son realistas
cuando triunfa el modernismo, y así sucesivamente. Esto da pie a Reig para
reconstruir toda nuestra historia literaria moderna, adoptando, como Orejudo,
un enfoque sin prejuicios, cargado de humor, ironía y crítica, como el que sólo
puede tener un buen conocedor y amante de nuestras letras.
Más que para
reinterpretar nuestra tradición literaria, Orejudo, en Ventajas de viajar en tren, encuentra una oportunidad inmejorable
para perpetrar una feroz crítica contra el sistema literario actual,
concretamente sobre las figuras del editor y del crítico literario. En el
capítulo “Las personas”, Helga Pato, editora, recibe el manuscrito de una
novela titulada Lobotomía, escrita
por un joven vasco llamado Ander Alkarria. En ella ve la ocasión perfecta para
llevar a cabo una nueva estrategia comercial: insertar publicidad entre sus
páginas. El discurso que pronuncia ante el autor no tiene desperdicio:
-He leído tu dossier y LA OBRA me ha
parecido excelente está escrita con mucha rabia interior se nota que eres un
rebelde sólo hay una cosa que no me gusta la veo no sé cómo decirte muy
fragmentaria me hubiera gustado que fuera más no sé más lineal ya sé que la
vida no es lineal que la vida es fragmentaria que nuestro mundo es un mundo
fragmentario y que nuestra percepción es también fragmentaria lo que pasa es
que las novelas no tienen por qué reflejar fielmente la vida eso está muy bien
para el siglo diecinueve pero estamos en el veintiuno Ander en el siglo
veintiuno cómo pasa el tiempo además para reflejar la vida ya está el cine
aunque la vida sea un lío que lo es tú podrías esforzarte un poquito más y
escribir una historia clarita a la gente le gustan las cosas lineales la gente
hoy día no tiene tiempo para andar pegando trocitos tú eres un escritor y a los
escritores se les paga para que tengan imaginación uno de los autores que
represento quería escribir una novela policíaca y el otro día cometió un crimen
para ver cómo funcionaba la policía quería ver si acudía rápidamente al lugar
del crimen cómo trataba al detenido todo eso bueno pues lo han cogido y lo han
metido en la cárcel y allí está sin poder escribir una línea pendiente de
juicio Vicente Foiegrass se llama no sé si te suena si eres escritor invéntatelo
todo qué más da cómo sea la vida la gente te paga para que la imagines ya sé
que tú no escribes para vender eso por descontado pero no está de más hablar de
ventas que sepas que las editoriales se están peleando por ti que me están
poniendo mucho dinero sobre la mesa por LA OBRA el único inconveniente es que
es muy fragmentaria que hay mucho espacio en blanco y que no amortizan el papel
el papel se ha puesto carísimo…
(pp.
65-67)
Y sigue y sigue. Un discurso
totalmente prefabricado, encaminado única y exclusivamente a lograr de la
novela un mayor rendimiento comercial. Una crítica certera hacia esos editores
que no buscan valores literarios en los libros, sino económicos. Orejudo
acierta plenamente al reproducir el discurso sin signos de puntuación, para
transmitirnos esa sensación de perorata ya muchas veces pronunciada y
escuchada.
La figura del crítico literario sí que
merece por parte de Orejudo un mayor escarnio. Finalmente, Alkarria publica su
novela, y llegan las críticas; entre ellas se nos reproduce esta auténtica
joya:
El libro de Ander me ha gustado mucho. Trata de un
chico joven que escribe guiones de las cosas que pasan en el telediario, en los
partidos, etcétera. La idea es muy original y me ha gustado. También me ha
gustado porque pone entre los capítulos como si dijéramos unos anuncios de
publicidad que te pueden servir a lo mejor porque quieres comerte una pizza que
te apetece y no encuentras en ese momento el teléfono y vas al libro y lo
encuentras y mientras esperas la pizza pues lees un cacho. El lenguaje que
utiliza es muy rico y variado abundando los nombres comunes o sustantivos, los
adjetivos calificativos y los verbos como mirar, decir, pensar, etcétera, por
ejemplo. También me ha gustado la foto que pone, aunque parece mayor de lo que
dice. Yo lo conocí en la presentación del libro y me pareció un chaval muy
simpático y dicharachero, que estaba de acuerdo conmigo en todo y luego me
invitaron a cenar y me puse morado, la verdad. Luego nos fuimos a unas discotecas
con otras personas del mundo de las letras. Sólo decir que nos lo pasamos
requetebién, aunque me sentaron mal los calamares. Análisis del contenido:
decir que como hoy la falta de tiempo es un problema de todos y todo el mundo
va con prisa a todos los sitios, como el trabajo, la universidad, a comer,
etcétera, me pienso que el libro está escrito en trocitos por eso. Los
personajes son muy reales, teniendo mucha entidad psicológica, que parecen
totalmente extraídos de la más cruda sociedad. El protagonista es
individualista, aunque tiene buen corazón, es sincero, trabajador, celoso y le
gusta dormir. Su novia no aparece mucho, pero yo me la imagino guapa y
comprensiva y con los ojos azules, y yo creo que es importante para él. Mi
opinión personal en resumen es que el libro está bastante bien y trata
problemáticas actuales con un lenguaje rico y variado como he mencionado.
(pp. 68-70)
Un espectáculo
desolador el de estas palabras. En ellas nos topamos con un crítico
absolutamente inepto, en el que se reúnen todos los defectos posibles. Es un
individuo incapaz de desprenderse del juicio subjetivo, que antepone la
anécdota al análisis crítico (seguramente porque ni siquiera sabe qué es eso).
No va más allá de tres o cuatro tópicos comunes (“la idea es muy original”,
“lenguaje rico y variado”, “trata problemáticas actuales”), y hasta para
exponerlos es vago, impreciso. Se detiene en tonterías como la presentación del
libro, la foto del autor en la solapa o cómo se imagina a la novia del
protagonista de la novela. Todo ello escrito con un estilo torpe y descuidado.
Con estos dos ejemplos,
Orejudo carga las tintas contra dos de los sectores más influyentes en la
literatura actual. En primer lugar, contra los editores, que hacen más mal que
bien al ir siempre en busca de los beneficios económicos y preocuparse muy poco
por publicar literatura de calidad; y después contra los críticos, a los que
ataca aún con más fuerza, mostrando su poca o nula capacidad para llevar a cabo
su trabajo de manera seria y útil.
Ya sea a través de una
mirada irónica y burlona sobre los clásicos, ya sea a través de una dura
crítica hacia todo lo que rodea al libro, Antonio Orejudo se perfila como un
gran conocedor de nuestras letras, hacia las que siente auténtica devoción y
respeto. Si no fuera así, no podría ofrecernos esa nueva perspectiva sobre
ellas tan novedosa, tan alejada de tópicos y prejuicios, o esa crítica tan
necesaria hacia un sistema donde la literatura es otro negocio más y donde los
que deberían separar el grano de la paja son unos perfectos incompetentes.
4. EN BUSCA DE LA IDENTIDAD
PERDIDA.
Si algo caracteriza a Orejudo y sus
compañeros cuarentones, como hemos dicho antes, es su afán por contar
historias, su inclinación hacia la fábula[4]. Las
obras de estos autores han redescubierto el placer de narrar, de urdir una
trama que mantenga en vilo al lector hasta la resolución final. Han recuperado
ese hálito de misterio que posee toda buena historia, ese algo oculto que ve la
luz al final de la narración y cuyo desentrañamiento es la feliz recompensa del
lector.
Ventajas
de viajar en tren es una novela cuyo tema principal es la suplantación de
la identidad. Esa suplantación se lleva a cabo mediante la palabra escrita o el
discurso oral, lo cual da lugar a un entrecruzamiento de historias y voces que
provocan la duda y la incertidumbre en el lector. En mi opinión, Ventajas de viajar en tren se podría
leer como una novela de misterio donde se trata de descubrir o aclarar quién es
quién mediante distintos testimonios, orales o escritos. Esos testimonios son
pistas falsas, obstáculos en el camino hacia la verdad, una verdad muy
particular y muy dudosa (debido, entre otras cosas, a la ruptura de la
verosimilitud, de la que ya hemos hablado) en el caso de la novela de Orejudo.
García Galiano hace una precisión muy
acertada a este respecto. Cuando señala algunos de los rasgos de la narrativa
de la generación de Orejudo, escribe: “Cierta asunción del marco policiaco,
pero no como en la generación anterior en busca de un apoyo para la intriga,
sino como esquema narrativo de búsqueda, de indagación, como útil imagen
estructural arquetípica que pueda ayudar a contestar la eterna y postergada
pregunta, “¿quién soy yo?” (2004: 59). La novela de estos escritores sigue el
esquema de la novela de misterio no sólo como forma de disponer los hechos,
sino porque ellos consideran que puede ser la clave para disipar las dudas
metafísicas que atenazan al hombre. Por esta razón insisto en que a pesar de
que estos autores desean, sobre todo, contar una historia, no descuidan por
ello el ámbito psicológico y la preocupación existencial.
Vamos a detenernos en el primer
capítulo de Ventajas de viajar en tren,
“El casamiento engañoso”. Su estructura es clave para lograr ese efecto de
búsqueda, de indagación de la verdad, en este caso sobre la identidad de un
enfermo mental, Martín Urales de Úbeda. Tras la insólita pregunta del doctor
Sanagustín a Helga[5],
“¿Le apetece que le cuente mi vida?”, que es, por así decirlo, la llave de la
fábula, se refieren tres relatos unidos por un marco, recurso que vincula
estrechamente la novela de Orejudo con la más antigua tradición literaria. La
siguiente tabla refleja la estructura de este primer capítulo de Ventajas de viajar en tren:
|
Narrador |
Medio |
Narratario |
||
MARCO |
Ángel Sanagustín |
Oral |
Helga Pato |
||
|
Relato
1 |
Amelia Urales de Úbeda |
Escrito |
Ángel Sanagustín |
|
|
Relato
2 |
Amelia Urales de Úbeda |
Oral |
Ángel Sanagustín |
|
|
Relato
3 |
Martín Urales de Úbeda |
Oral |
Ángel Sanagustín |
|
MARCO |
Ángel Sanagustín |
Oral |
Helga Pato |
||
El marco es el monólogo (no lo podemos
llamar conversación, pues Helga no llega a pronunciar palabra) de Ángel
Sanagustín en el tren. En él cuenta tres historias relacionadas con su paciente
Martín Urales de Úbeda:
- Relato
1 (pp. 18-31): Es la carta que Amelia Urales de Úbeda envía a Sanagustín
para contarle las andanzas de su hermano, Martín. Martín entra en el ejército
como soldado y es destinado a Yugoslavia para investigar el asesinato de una
joven doctora sevillana. Allí se ve envuelto en un turbio negocio de
pornografía infantil y tráfico de órganos.
- Relato 2 (pp. 31-52):
Sanagustín decide visitar a Amelia. Ésta le cuenta la verdadera historia de su
hermano. El ingreso de Martín en el ejército fue rechazado, por lo que se hizo
basurero. Para intentar enderezar su vida, marcha a Yugoslavia y allí se
enamora de una joven doctora sevillana. Al volver a casa, y para no disgustar a
su padre, miente por última vez: ha sido expulsado del ejército. Después cae en
las drogas, y su trabajo como vendedor de enciclopedias lo cobra en cocaína.
Tras haber sustraído cierta cantidad de dinero, deja el trabajo y se esconde en
Madrid. Terminada la historia, se produce una revelación sorprendente: Amelia
resulta ser Martín disfrazado. Todo lo que le ha contado a Sanagustín es
mentira.
- Relato
3 (pp. 52-57): Martín Urales asegura a Sanagustín que hay una conspiración
de los basureros en colaboración con el gobierno para controlar a la gente
mediante el análisis de las basuras. Urales ha permanecido varios años
encerrado en su sótano, almacenando su propia basura, para evitar que lo maten.
Sanagustín se muestra escéptico, razón por la cual Urales le lleva a observar
el trabajo de los basureros; ambos se suben a uno de sus camiones, pero Martín
termina cayendo dentro. Sanagustín dice que no ha vuelto a verlo.
Tras estas tres historias en torno a
la figura de Martín Urales, el marco reaparece, certificando así la estructura
circular del capítulo. El tren se detiene, y Sanagustín baja a comer algo. Le
pide a Helga que cuide de una carpeta roja que porta consigo y que contiene el
manuscrito de un libro sobre la esquizofrenia. Pero el tren arranca y
Sanagustín no vuelve a montar. Helga queda en posesión de la carpeta y decide
examinar su contenido. Aquí acaba el primer capítulo de la novela.
El segundo capítulo se titula “Las
personas”, y es una biografía a grandes rasgos de Helga Pato, desde su boda con
W, escritor, hasta el ingreso de éste en un psiquiátrico del norte debido a su
coprofagia. Es entonces cuando conoce a Sanagustín y llega a sus manos la
carpeta roja. Los capítulos tercero, cuarto, quinto y sexto de Ventajas de viajar en tren reproducen el
contenido de esa carpeta. Son cuatro “narraciones” de pacientes de Sanagustín,
experto en el diagnóstico de enfermedades mentales mediante el análisis de
textos escritos por los propios enfermos. Las resumo:
1) “Coprofilia”.
Delirante reflexión sobre los accidentes de avión.
2) “Depresión
postesquizofrénica”. Una mujer cuenta la historia de su matrimonio, durante
el cual fue degradada sexualmente por su marido hasta el extremo de convertirse
en un auténtico perro.
3) “Trastorno
paranoico de tipo somático”. Un chico ha estado postrado hasta los veinte
años de edad en una cama, aquejado de una enfermedad en los huesos. Su visión
del mundo se ha fraguado a partir de la poesía amorosa y las películas
pornográficas. Cuando llegue el momento de tratar con una chica real,
descubrirá lo engañosos que son los libros y las películas.
4) “Acatisia”.
Un inmigrante africano que se hace llamar Míchel del Madrí cuenta su odisea
para llegar a España, donde sueña con convertirse en futbolista.
En estos textos, los pacientes
“cuentan su vida”, igual que Sanagustín hace en el tren. No es mera
coincidencia, pues en el último capítulo de la novela se produce una nueva
revelación: el psiquiatra Ángel Sanagustín es Martín Urales.
Todo lo demás, el secuestro, las muertes, las
cartas y las narrativas eran cuentos inventados por Martín.
(pág. 130)
Martín Urales es un esquizofrénico
ingresado en el psiquiátrico, pero tiene libertad para salir cuando lo desee,
pues hablar con la gente es parte de su rehabilitación. Pero lo único que hace
es adoptar múltiples personalidades y engañar a quien no le conoce. De esta
manera, se ha hecho pasar por un psiquiatra, por su hermana e incluso por otros
cuatro pacientes diferentes avalados por sus propios textos escritos de puño y
letra, además de inventarse su propia biografía un par de veces por lo menos.
En Ventajas de viajar en tren, el
lector se mueve en un mundo de locos, en el que la excitada imaginación de estos
se traduce en identidades falsas; un mundo donde nadie es quien dice ser y
donde la palabra, tanto escrita como oral, es vehículo propicio para la
impostura, para la suplantación… para la ficción, al fin y al cabo.
5. CONCLUSIÓN: VENTAJAS DE LEER A OREJUDO.
Sin ninguna pretensión de
exhaustividad, estas páginas han expuesto los principales rasgos y virtudes de
la segunda novela de Antonio Orejudo, Ventajas
de viajar en tren. El objetivo al analizar esta obra era doble: 1) intentar
desentrañar las claves de su funcionamiento, y 2) ofrecer con ello un claro
ejemplo de algunos de los caminos que el género novela está recorriendo en este
recién comenzado siglo XXI.
Orejudo forma parte del grupo de
jóvenes autores que rondan la cuarentena, que carecen de demonios –como la
guerra– que exorcizar en sus obras y que no sienten la necesidad de mirar al
pasado para construir su futuro. Su narrativa nace en un entorno sociocultural
muy distinto; su obra ve la luz en la época de la comunicación, de la
información globalizada y de la crisis de valores, y todo eso inevitablemente
influye en su quehacer literario. La literatura de Orejudo y sus coetáneos es
producto de un fluir constante de influencias entre literaturas, de un discurso
compartido de las artes que se plasma en las páginas de sus novelas.
No por ello dan de lado a la
tradición. Orejudo, en Ventajas de viajar
en tren, la ha hecho suya; la ha observado con ojos desprejuiciados y la ha
reinterpretado bajo un prisma lúdico, donde siempre se respira un amor profundo
por las letras. Más acerado se muestra con la literatura de su tiempo, en
concreto con todo lo que la rodea, que no la convierte más que en un producto
comercial, al que entre unos y otros han extirpado su verdadera esencia.
García Galiano recoge en muy pocas
palabras gran parte del espíritu de este grupo de escritores: “Sentido lúdico,
reflexión metaliteraria y, en general, cervantismo de la mejor estirpe, así
como un aceptable sentido del humor” (2003: 59). Uno de los logros más
destacables de Orejudo en Ventajas de
viajar en tren ha sido la recuperación del humor, un bien escaso en la
literatura española. Un humor hijo de Cervantes, que con las aventuras de su
hidalgo manchego nos ofreció una inestimable lección de vida. Una buena dosis
de humor siempre es saludable, sobre todo para un autor que desea ante todo
narrar, contar una historia; Orejudo, y también algunos de sus compañeros, han
recuperado la fábula y la sonrisa, elementos que nunca deberían haberse perdido,
y más aún en una literatura que tiene como cumbre el Quijote.
Ventajas
de viajar en tren sería un ejemplo perfecto para la afirmación de García
Galiano. Ahora bien, esas palabras no recogen, como es presumible, todo lo que
la novela de Orejudo ofrece a su lector. Ventajas
de viajar en tren plantea una interesantísima reflexión sobre los límites y
posibilidades de la ficción. Cada una de sus páginas cuestiona la delgada línea
que separa realidad y ficción, hasta el punto de entremezclarse y confundirse.
Esto provoca que la propia verosimilitud de la novela se vea puesta en
entredicho, sobre todo en su imprevisible final. Todo esto debe enmarcarse
dentro de las nociones de juego y de metaliteratura, cuya naturaleza alberga
siempre el deseo de tambalear los cimientos de la tradición.
En estos parámetros se mueve la
segunda novela de Orejudo. En mi opinión, es en esa conjunción, en esa
simbiosis entre el deseo de contar una historia que ante todo seduzca al
lector, el afán por contarla, además, con el mejor humor (el que arranca con
Cervantes), y la reflexión metaliteraria, perfectamente ligada con la historia,
donde reside el secreto del éxito de Ventajas
de viajar en tren como obra literaria, y donde Orejudo se convierte en una
voz única dentro del panorama literario español.
“Todo lo que sucede en la novela no es
más que la conversación de un hombre y una mujer y las consecuencias que ésta
tiene en la vida de ella” (Gómez Espada, 2004). Con estas palabras, el propio
Orejudo señalaba el punto de partida de Ventajas
de viajar en tren. A partir de esa premisa argumental, el lector se sumerge
en un mundo poliédrico, al que el lector puede asomarse desde muchos sitios y
de muchas maneras. Con estas páginas he intentado exponer algunas de las claves
de ese mundo de la forma más clara y precisa posible. Ya sólo me queda
invitarles a disfrutar de esta magnífica novela que es Ventajas de viajar en tren, y así descubrir las ventajas de leer a
Orejudo.
6. BIBLIOGRAFÍA.
-
CERVANTES, Miguel de (1989): El
casamiento engañoso y El coloquio de
los perros, en Novelas ejemplares II,
Madrid, Cátedra, pp. 279-359.
- GARCÍA
GALIANO, Ángel (2004): “Desarraigo, adolescencia y extravagancia: esbozo de
poética en la narrativa de mi generación”, en OREJUDO, Antonio (2004), pp.
39-64.
- GÓMEZ
ESPADA, Ángel (2004): “Entrevista a Antonio Orejudo”, en Tonos Digital, número 7 (www.um.es/tonosdigital/znum7/entrevistas/antonioorejudo.htm).
Fecha de consulta: 23 de septiembre de 2006.
-
GULLÓN, Germán (2004): “La novela española (1980-2003)”, en OREJUDO, Antonio
(2004), pp. 15-37.
-
OREJUDO, Antonio (1997): “El primer paso”, en Tonos Digital, número 2 (www.um.es/tonosdigital/znum2/Recortes/todo.htm).
Fecha de consulta: 1 de noviembre de 2006.
-
OREJUDO, Antonio (2001a): “Buscando el baúl de los recuerdos: novela, sociedad,
ideología y compromiso”, en Tonos Digital,
número 2 (www.um.es/tonosdigital/znum2/estudios/OrejudoTonos2.htm). Fecha de
consulta: 1 de noviembre de 2006.
-
OREJUDO, Antonio (2001b): Ventajas de
viajar en tren, Barcelona, Círculo de Lectores.
-
OREJUDO, Antonio (coord.) (2004): En
cuarentena. Nuevos narradores y críticos a principios del siglo XXI,
Universidad de Murcia.
-
SÁNCHEZ MAGRO, Andrés (2003): “La generación que sólo existió un día”, en La Razón digit@l, 20 de julio de 2003 (www.larazon.es/ediciones/anteriores/2003-07-20/noticias/noti_cul01.htm).
Fecha de consulta: 25 de julio de 2003.
- VALLS,
Fernando (2003): La realidad inventada.
Análisis crítico de la novela española actual, Barcelona, Crítica.
[1] Véase
OREJUDO, Antonio (1997) para una mordaz visión sobre la primera obra del autor
literario.
[2] En 2005,
Antonio Orejudo publicó su tercera novela, Reconstrucción
(Tusquets). Situada en la Europa convulsa del siglo XVI, tras el cisma de
Lutero, Orejudo aplica una mirada irónica y desmitificadora (como ya hiciera en
Fabulosas narraciones por historias)
sobre las continuas rebeliones contra la Iglesia que se dieron en la época,
abordando temas como el fanatismo religioso o el ideal perdido, tan en conexión
con nuestra sociedad actual.
[3] Es
curioso el guiño de Orejudo a El proceso
de Kafka en el capítulo “Las personas”: el marido de Helga Pato se llama W.
[4] “Frente
al actual predominio de la introspección, reclamo una actitud extravertida;
frente a la tendencia de crear subjetividades y de contar el mundo sólo a
través de sus ojos [del novelista], prefiero las denominadas composiciones
corales, en las que los personajes y las ideologías se rebaten y contaminan
mutuamente. […] yo prefiero una novela más cercana al teatro, con un predominio
de la acción sobre la introspección, prefiero que a los personajes les sucedan
cosas por fuera, incluso aquellas que les suceden por dentro; prefiero ser
expuesto al discurrir de múltiples puntos de vista antes que ver la vida a
través de una sola conciencia” (Orejudo, 2001a).
[5] En el
primer capítulo de la novela no se le da nombre a este personaje, es “la
mujer”. Su identidad se da a conocer en el segundo capítulo. El lector será tan
amable de concederme esta licencia.
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