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PROPUESTAS PARA LA NUEVA RETÓRICA EMPRESARIAL. LA PROGRAMACIÓN NEUROLINGÜÍSTICA Y LA
METODOLOGÍA DEL PROBLEM SOLVING
María del Mar Gómez Cervantes[1]
(Universidad de Murcia)
RESUMEN: El estudio de la
comunicación en el ámbito de la empresa ha de contar necesariamente, en el
momento actual, con el conocimiento y la valoración de las metodologías
conocidas como Programación Neurolingüística y problem solving. El
análisis de ambas corrientes constata un planteamiento estrictamente pragmático
que hunde sus raíces en la teoría de la Escuela de Palo Alto y la denominada
Nueva Comunicación. Así, a partir de esta base pragmática, este estudio se
dividirá en tres partes correspondientes a las secciones: retórica-pragmática;
gramática-pragmática y pragmática-pragmática, indicando, en cada caso, las
aportaciones realizadas por cada una de las corrientes psicológicas señaladas.
Abstract:
Nowadays, a study of the communication in business setting from a psychological
point of view implies well known methodologies such as Neurolinguistic
Programming and Problem Solving. The analysis of both of them confirms a
pragmatic approach, which is nearly related to “New Communication” theory of
0.
Este artículo ha de situarse en el contexto de un amplio estudio sobre la
comunicación en la empresa, realizado con el propósito de considerar los
diversos enfoques y disciplinas que se han empleado, (y se emplean) en su
análisis, cada uno de los cuales lo hace en términos diferentes, tal y como
corresponde a perspectivas de estudio distintas. Así, y dado el especial auge y
el gran interés que está recibiendo la comunicación en la empresa, llegando,
incluso, a ser reconocida como un elemento indispensable y decisorio en las
diferentes situaciones de interacción, -todas ellas propiamente empresariales, tanto
de tipo interno como externo -, no resulta baladí que dicho fenómeno se
convierta en objeto de estudio de diversas disciplinas, entre las cuales,
habría que destacar la Psicología.
Tengamos
en cuenta que, si admitimos a la Psicología como una ciencia que se orienta,
especialmente, hacia el tratamiento de la conducta o comportamiento humano, no
podremos descartar su interés por el estudio de la comunicación, máxime si
consideramos que el hombre pasa la mayor parte de su vida comunicándose con sus
semejantes.
De
esta forma, establecidos los dominios de esta ciencia, entre los que hay que
mencionar el estudio de la comunicación, y advertidos de la importancia del
intercambio comunicativo en un contexto de tanta actualidad como es la empresa,
pasaremos ahora a delimitar qué enfoques, de procedencia psicológica, han
tratado esta cuestión en los últimos años y cuál ha sido el planteamiento que,
desde este punto de vista, ha recibido
este fenómeno.
Así,
con respecto a la delimitación establecida, hemos de subrayar los acercamientos
realizados por parte de la Programación Neurolingüística,
conocida como PNL, en tanto que escuela de pensamiento pragmático, así como
diferentes planteamientos metodológicos que han sido elaborados para el
abordaje de tal cuestión, de entre los cuales hemos de destacar el llamado problem solving[2].
El
hecho de que limitemos nuestro estudio a estos dos enfoques precisamente hemos
de justificarlo por la aplicabilidad que caracteriza a ambos, así como por la
convergencia de los mismos en ciertos principios, teóricos y metodológicos, que
descubren en ellos un origen común. De hecho, en sendos planteamientos podemos
registrar su precedente más inmediato en la Escuela de Palo Alto y la
concepción que ésta tiene de la Nueva Comunicación.
Así,
estos principios por los que se rige la, también denominada, “Escuela
Invisible” quedarán constatados mediante el análisis que llevaremos a cabo,
seguidamente, de estas dos formas de abordar el fenómeno de la comunicación en
la empresa.
1. El
estudio psicológico de la comunicación. Un enfoque estrictamente pragmático.
Tal y
como procede a una disciplina cuyo objeto de estudio se basa en el
comportamiento humano, el planteamiento que se deriva de ella para el estudio
de la comunicación, no cabe duda, estará regido por un interés inusitado hacia
el “cómo” del proceso comunicativo en cuestión. De esta forma, y como cabe
esperar, se insta hacia unos planteamientos de tipo práctico (praxis)
que fundamentarán la orientación eminentemente pragmática[3]
de estos estudios. Así nos lo hacen ver los autores de estas obras. En primer
lugar, reproduciremos una cita de Chantal Selva con
el fin de esclarecer el modo como se plantea la PNL llevar a cabo el estudio de
la negociación:
“La negociación se apoya sobre el cómo
funciona mentalmente mi interlocutor en esta situación precisa y no por qué.
Esto es lo que retiene nuestra atención porque el cómo nos revela el medio más eficaz para motivar a nuestro
interlocutor a partir de su propio modelo de mundo único y original” (Selva, 1998:
89)
Por
otra parte, la metodología del problem solving también remite a un estudio del proceso
comunicativo, abordándolo desde el punto de vista del “como” y lo hace ver de
la siguiente manera:
“Al problem-solving estratégico no le interesa conocer la verdad
profunda y el porqué de las cosas, sino solamente «cómo» hacerlas funcionar del
mejor modo posible. Su primera preocupación es la de adaptar el propio
conocimiento a la «realidad» parcial que cada vez tiene que afrontar, poniendo
a punto estrategias fundadas en los objetivos a alcanzar y en posición de
adaptarse, paso a paso, a la evolución de la «realidad». (Nardone
et al, 2005: 21)
Vemos,
por lo tanto que, en ambos casos, se trata de establecer una metodología cuya
aplicabilidad se orienta al funcionamiento, (conducta interna y/o externa), de
los implicados en el proceso comunicativo[4].
Asimismo,
y dado el carácter inexorablemente pragmático por el que se rigen ambas líneas
psicológicas, no puede sorprendernos su modo de plantear un estudio de la
comunicación en la empresa basado, estrictamente, en la exposición de una serie
de técnicas, estrategias y métodos que pretenden, mediante su aprendizaje y
posterior puesta en práctica, hacer mejorar el proceso comunicativo y,
consecuentemente, permitir alcanzar al comunicador en cuestión el éxito
previsto[5].
Como vemos, se trata de un planteamiento especialmente incardinado a la
actualización de unas habilidades pragmáticas adquiridas.
Además,
no cabe duda de que este talante aplicado que es adquirido por la PNL y la
metodología del problem solving
tiene su fundamento en la teoría por la que se rige la Escuela de Palo Alto.
Tengamos en cuenta que, concebida la comunicación como “la matriz en la que se
encajan todas las actividades humanas”, en la teoría que rige la Nueva
Comunicación se reconocen tres enfoques, de carácter eminentemente pragmático,
como son el principio de causalidad circular, el principio de
totalidad y el principio de regulación.
Así,
en el Prefacio de la Segunda Edición Castellana de la obra Teoría de la Comunicación Humana[6],
el Doctor Carlos E. Sluzki, Director de la Mental Research Institute, nos hace ver
lo siguiente con respecto al propósito de los autores de este libro Watzlawick, Beavin Bavelas y D. Jackson:
“Comenzar a estudiar los fenómenos de la
comunicación humana desde el punto de vista pragmático significa para quien los
explora no sólo la apertura de un campo fascinante sino la dura tarea de desaprender mucho de lo aprendido (…).
Un interés y una dificultad adicional provienen del hecho de que los fenómenos
de la comunicación humana presentan múltiples niveles de análisis, y el
análisis de cualesquiera de ellos en forma aislada puede empobrecer
notoriamente lo observado. Pero, por otra parte, de no hacerse así –restringiendo
selectivamente los observables-, el monto de la información que se intercambia
en toda situación de interacción humana es tan enorme que su estudio resultaría
poco menos que imposible” (Watzlawick, 1991: 12-13).
De
esta forma, y en tanto que nos parece la síntesis perfecta a la orientación
pragmática de esta “Universidad Invisible”, como la denominaría Y. Wikin[7],
reproduciremos a continuación los cinco axiomas que, con respecto a la
comunicación dejan ver los tres integrantes de esta Escuela. Como podremos
observar, esta síntesis parte de unos presupuestos establecidos ya por Bateson, decano de esta Universidad tan especial, y que se
centran en el reconocimiento de la comunicación desde el punto de vista holístico y, principalmente, fundamentado en un proceso de
interacción. De hecho, no podemos hablar del nuevo concepto de comunicación por
parte de la Escuela de Palo Alto, sin tener en cuenta el proceso de
interacción, surgido del concepto de cismogénesis[8]
de Bateson, así como de la adopción de la teoría de
la cibernética[9] y la
teoría general de los sistemas[10]
para explicar el proceso comunicativo, frente al modelo telegráfico de Shannon y Weaver. De este modo, y
aceptada esa modalidad circular a la que responde el proceso comunicativo, se
admite la incidencia del denominado feedback
o retroacción.
Establecidos,
pues, estos principios, la comunicación se admite en tanto que regida por los
siguientes axiomas:
1) La imposibilidad de no comunicar. Del
mismo modo que no es posible la “no- conducta” o el “no comportarse”, no puede
aceptarse que podamos dejar de comunicar, puesto que se admite que toda
conducta en una situación de interacción tiene valor de mensaje.
2) Los niveles de contenido y relaciones de
la comunicación. De esta forma se hace ver que una comunicación no sólo
transmite información sino que, al mismo tiempo, impone conductas. De esta
manera, en cada intervención de un interlocutor, hay que tener en cuenta la
incidencia de aspectos de carácter propiamente referencial, con aquellos otros que son de tipo conativo, de manera que los primeros
transmiten los “datos” de la comunicación y, por su parte, los segundos hacen
ver cómo debe entenderse dicha comunicación.
3) La puntuación[11]
de la secuencia de hechos. A partir de la concepción de que la puntuación organiza los hechos de la conducta y,
por ende, resulta vital para las interacciones en marcha, se establece que,
desde el punto de vista cultural, compartimos muchas convenciones de puntuación
que, si bien no son ni más ni menos precisas que otras versiones de los mismos
hechos, sirven para reconocer secuencias de interacción comunes e importantes.
4) Comunicación digital y analógica. Con
esta distinción, se establece la diferenciación entre la comunicación de tipo
verbal y la de tipo no verbal, respectivamente, las cuales se conciben de forma
conjunta en su actualización. No obstante, podemos observar que se le concede
una mayor importancia a la comunicación no verbal que la verbal, tal y como nos
dejan ver los autores:
“Sugerimos
que la comunicación analógica tiene sus raíces en períodos mucho más arcaicos
de la evolución y, por lo tanto, encierra una validez mucho más general que el
modo digital de la comunicación verbal relativamente reciente y mucho más
abstracta” (Watzlawick, 1991: 63).
Asimismo
se considera que el aspecto relativo al contenido se transmite en forma
digital, mientras que el aspecto relativo a la relación es de naturaleza
predominantemente analógica.
5) Interacción simétrica y complementaria.
Esta distinción se hace corresponder con las relaciones basadas en la igualdad
o en la diferencia. En el primer caso, los participantes tienden a igualar
especialmente su conducta recíproca, y así su interacción puede considerarse simétrica. En el segundo caso, la
conducta de uno de los participantes complementa la del otro, constituyendo un
tipo distinto de gestalt que recibe el nombre de complementaria.
Así,
tras la exposición de estos cinco axiomas en los que se sustenta esta “Nueva
Comunicación”, como vemos de corte pragmático, los autores nos advierten de su
carácter tentativo y de su heterogeneidad, puesto que “tienen su origen en
observaciones muy variadas de los fenómenos de la comunicación” (Watzlawick, 1991: 71).
A
partir, por lo tanto, de esta base teórica eminentemente pragmática, la
metodología señalada por la PNL y el problem solving para el modo de análisis de la comunicación en
la empresa, se ramifica en tres enfoques que se convertirán en el esquema
fundamental de este estudio, a saber, el enfoque retórico-pragmático[12];
el enfoque gramático-pragmático y, por último, el que vamos a denominar como
pragmático-pragmático. Así, el esquema que vamos a seguir se podría ilustrar de
la siguiente manera:
1.1. Enfoque retórico-pragmático
Los tres aspectos fundamentales de la
comunicación en la empresa que son abarcados por la metodología de la PNL y del
problem solving
y que cuentan con el citado enfoque son los que siguen:
·
La finalidad eminentemente persuasiva de los diálogos
empresariales.
·
El empleo del lenguaje no verbal, actio
para la Retórica.
·
La integración de metáforas, símiles u otro tipo de tropos
en los discursos, nivel de la elocutio retórica
1.1.1. La finalidad
eminentemente persuasiva de los diálogos empresariales.
Así, si comenzamos por el análisis de la
finalidad de este tipo de discursos, no resulta nimio que traigamos a colación
este aspecto dentro del punto retórico- pragmático, si tenemos en cuenta que,
precisamente, al tratar de la finalidad de un discurso nos situamos en la
teoría propiamente pragmática; pero si, además, tenemos en cuenta que la
finalidad que se persigue es la persuasión, no cabe duda que estamos frente a
una tendencia teórica procedente de la tradición retórica[13].
De esta forma, es continua la referencia,
a lo largo de los libros que analizamos, a la obtención del éxito,
(persuasión), pretendido por medio de la aplicación de estos métodos y técnicas
que nos presentan estas dos líneas de procedencia psicológica. Así, y a modo de
ejemplo, el manual de Catherine Cudicio nos hace ver
este aspecto en las páginas introductorias de su obra, mediante la
aplicabilidad que tiene la metodología de la Programación Neurolingüística
con respecto a las situaciones de venta:
“Cuando tenemos un objetivo preciso a
alcanzar en una relación, las técnicas de la PNL cobran todo su valor. Uno
de los terrenos de aplicación favoritos de la PNL es la venta, o en un sentido
más amplio la persuasión (...) Cuando hablamos de venta, evocamos las
situaciones de interacción donde uno de los interlocutores trata de convencer
al otro (que no pide por lo general otra cosa que ser convencido, pese a que el
vendedor suela creer lo contrario) de que se interese por lo que le propone, se
trate de un producto, una idea o un servicio” (Cudicio,
1991: 13) (subrayado nuestro).
A
pesar de que esta afirmación pueda suscitar ciertas contradicciones en relación
con esa identificación expresa entre la persuasión y la venta, bien es verdad
que en ella se pone de manifiesto que existe un vínculo muy fuerte en cuanto a
la aplicación de las técnicas ofrecidas y, por otro lado, la obtención de la
finalidad persuasiva en el proceso de la venta.
Asimismo,
en la metodología del problem solving se pone en evidencia esta misma finalidad
perseguida. De esa forma se considera que esta fase final del proceso de
comunicación supone el paso desde un tipo de comunicación inductiva a la
comunicación impositiva, correspondiéndole a ésta última la exposición
de indicaciones concretas para el cambio. Así los autores traen a colación a Julliet para expresar la finalidad deseada de todo el
proceso comunicativo llevado a cabo, en este caso, en el contexto mismo de la
empresa:
“Manipular[14]
al otro es hacer que desee hacer, por sí mismo y con ganas, lo que, en
realidad, quiero que haga (...). Él piensa que decide voluntariamente, cuando
soy yo quien lo dirige indirectamente. Dado que él mismo lo desea y tiende a
ello, no tengo que forzarlo ni esforzarme para conseguirlo” (Julliet, 1996: 209)
Del
mismo modo, a lo largo de toda la explicación de este método se tiene en cuenta
a los intervinientes como “persuasor” y “persuadido”.
En
realidad, no puede sorprendernos que, precisamente, desde un enfoque
eminentemente psicológico se trate acerca de la persuasión, siendo éste un
terreno de confluencia entre la Retórica y la Psicología[15],
y, por otro lado, el fin más pretendido en las comunicaciones empresariales.
Esta confluencia de disciplinas la podríamos representar de la siguiente
manera:
De
hecho, José Antonio Hernández Guerrero y María del Carmen García Tejera nos
desvelan esta interrelación con afirmaciones como las que siguen:
“La base teórica de esta reflexión está constituida por
tres principios: la Retórica es una asignatura pluri
e interdisciplinar; la Psicología constituye el epicentro de las Ciencias
Humanas y el fundamento de la Retórica, y, finalmente, el ser humano es
lenguaje: el alma del hombre es la palabra” (Hernández et al 2004: 41)
y, a tenor de estas afirmaciones, más adelante,
expondrán lo siguiente los autores:
“La consecuencia lógica será que la
Retórica debe incluir el estudio del control de las emociones del orador y de
los oyentes, la comprensión científica de los aspectos irracionales del
psiquismo, el análisis de los mecanismos de la emoción, la identificación de
las raíces de la torpeza y el malestar emocional y un inventario de los
procedimientos para vencerlos” (Hernández et al 2004: 46)
No
obstante, bien es verdad que esta interconexión e interdisciplinariedad que
estamos admitiendo con estas citas, es algo que no se admite como un
descubrimiento actual[16]
sino que, antes bien, ya en la tradición retórica de la Antigüedad Clásica se
reconocía la importancia de ciertos resortes psicológicos en cuanto a la
pretendida persuasión del orador, aspecto éste que ha sido estudiado por
Antonio López Eire, y que nos lo hace ver de la
siguiente manera:
“Pero
mucho más interesante que la invención misma de la retórica por parte de los
antiguos griegos, que fue ya de por sí una maravilla que abrió el camino al
humanismo de la ciencia, es el descubrimiento que seguidamente los mismos helenos hicieron de dos facultades del lenguaje, la
facultad poética o productora de mundos verbales y la psicagógica
o seductora de las almas y las voluntades” (López, 2000: 15)
Y es
que, en realidad, no podemos olvidar el poder taumatúrgico y mágico que, desde
el punto de vista de los rétores clásicos, tenía la
palabra, lo cual sería ensalzado por algunos, como Gorgias,
y denunciado por otros, como Platón[17].
1.1.2. El
empleo del lenguaje no verbal, actio para la Retórica
Pasaremos
ahora a considerar el segundo aspecto de los destacados más arriba, a saber, el
relativo a la comunicación no verbal y su constante apelación en las
metodologías a las que estamos dedicando este estudio.
No cabe duda de que la importancia concedida a este aspecto también
hunde sus raíces en la teoría mantenida por la Escuela de Palo Alto, en tanto
que precedente más inmediato. Tengamos en cuenta que será, precisamente, desde
el seno mismo de sus planteamientos de donde surjan importantes contribuciones
al respecto como los estudios de proxémica de Hall, la teoría formulada por Birdwhistell
para quien dos terceras partes de la comunicación personal no se verbaliza, o Goffman, autor del concepto de “dialecto corporal” o
“dialecto del compromiso” que se exteriorizaría por medio de recursos como el
vestido, la postura, la expresión del rostro y la actividad instrumental[18].
Así, la importancia de la comunicación no verbal en la metodología de
la PNL es tal y tan reconocida, que no debe de sorprendernos que nos
encontremos con afirmaciones como la expuesta por Chantal
Selva[19]:
“El método de negociación que nos
proporciona la PNL propone entonces comunicar prioritariamente a nivel de lo no
verbal a fin de dar un apoyo sólido a la expresión de lo verbal. El impacto de
las palabras que empleamos es firme o inseguro para nuestro lenguaje corporal,
el cual se nos escapa” (Selva 1998: 46-47)
Bajo
este principio, la observación de las expresiones no verbales de nuestro
interlocutor, así como la adaptación de nuestro modo de expresarnos a este
nivel, se considerará como algo esencial e, incluso, imprescindible para la
obtención del éxito perseguido. De esta forma, la observación se convertirá en
una actividad imprescindible en el transcurso del proceso comunicativo. De
hecho, se insta al inicio mismo de la conversación a tener en cuenta las
expresiones no verbales que lleva a cabo nuestro interlocutor con la finalidad
de reproducirlas nosotros mismos y, consecuentemente, establecer, desde el
inicio, una zona común, compartida, de confianza mutua que se habrá de mantener
a lo largo de todo el proceso para asegurar el éxito. Con esta finalidad, se
establecen dos conceptos propios de la Programación Neurolingüística
como son el de calibración y el de sincronización, que nos vienen
definidos en la obra de Chantal Selva, ambos
conjuntamente, de la siguiente manera:
“…en principio debemos observar todo lo
que es observable, utilizar nuestro sentido de la observación como si fuera
aparato fotográfico, en todos los momentos de la negociación. En PNL este
procedimiento se llama calibración.
Luego, debemos reproducir instantáneamente lo que hemos observado, imprimir a
nuestro propio cuerpo las características de la fisiología de nuestro
interlocutor. Este es el procedimiento de la sincronización” (Selva, 1998: 48)
No
obstante, y a pesar de que se considere como imprescindible el empleo de esta
metodología de la sincronización y el calibrado al inicio de la conversación,
bien es verdad que es recomendable que se tenga en cuenta su empleo y recurso a
lo largo de todo el proceso comunicativo con la intención de alcanzar, de este
modo, una “zona” común y compartida con el interlocutor y, consecuentemente, una
situación de confianza, imprescindible para llegar a la obtención del éxito
perseguido.
Esta
misma recomendación inicial nos la encontramos en la metodología del llamado problem solving,
denominada como “calcado comunicativo” y en tanto que paso previo a la
“conversación estratégica”; recomendación ésta que comentaremos en estos
momentos por ser coincidente con la promulgada por la Programación Neurolingüística, a pesar de que más tarde volveremos sobre
otras sugerencias realizadas por el método del problem
solving en relación con la expresión no verbal.
En
este caso, la imitación y adaptación de las expresiones no verbales de nuestro
interlocutor reconocen su antecedente en la Escuela de Palo Alto:
“La regla comunicativa principal, que ha
caracterizado todos los enfoques de tipo estratégico a partir del trabajo de
Milton Erickson[20],
consiste en «observar, aprender y utilizar el lenguaje del cliente». Esta
técnica, definida por Bandler y Grinder[21]
como «técnica del calcado», se basa en la utilización del lenguaje y de las
modalidades representacionales de nuestro
interlocutor con el fin de entrar en sintonía con sus modalidades de percepción
de la realidad, crear un clima de sugestión positiva y así reducir notablemente
su resistencia al cambio”. (Nardone et al,
2005: 68)
No
obstante, y al igual que ocurriese con la metodología diseñada por la
Programación Neurolingüística, se recomienda el
empleo del lenguaje no verbal en otras situaciones, durante el transcurso del
proceso comunicativo, como por ejemplo para dar paso a la intervención de
nuestro interlocutor, al que se le inducirá a tomar la palabra por medio de
algún tipo de guiño o señal, así como en el desarrollo de la conversación de
tal manera que éste pueda reconocerse comprendido y correspondido por el
orador, en este caso en proceso de escucha.
Asimismo,
y además de la observación inicial a la que se insta por medio de estos
procedimientos de “calcado comunicativo”, según la denominación propuesta por
la metodología del problem solving y “calibrado”, en términos de la PNL, ésta
última sugiere que durante el transcurso de la comunicación tengamos en
consideración el tipo de “sistema de representación sensorial” de nuestro
interlocutor. Este aspecto, original y de enorme importancia para esta corriente
de pensamiento, se define como el modo en que nosotros, predominantemente y
desde un punto de vista sensorial, percibimos nuestro entorno. Esto, sin duda
alguna, contribuirá a formar nuestra percepción del mundo o “mapa” de la
realidad[22].
Con
este fin, habremos de adivinar el tipo de sistema de representación sensorial
de nuestro interlocutor, en ese momento preciso, mediante dos procedimientos, a
saber, las claves visuales y la selección de palabras. Con respecto al primer
criterio se considera muy importante la observación de los llamados “micromovimientos involuntarios de los ojos”, que nos
informan sobre el canal sensorial del pensamiento de nuestro interlocutor y su
sistema de representación sensorial.
De
esta forma, en la mayoría de los manuales referidos a las técnicas de la PNL,
se nos ofrece la siguiente distribución de movimientos oculares:
Claves visuales:
·
Mirada hacia lo alto y la derecha: imágenes evocadas.
·
Mirada hacia lo alto y la izquierda: imágenes construidas.
Claves auditivas:
·
Mirada lateral a la derecha: sonidos evocados.
·
Mirada lateral a la izquierda: sonidos creados.
·
Mirada hacia abajo y hacia la derecha: diálogo interior.
Claves kinestésicas:
·
Mirada hacia abajo y hacia la izquierda: pensamiento kinestésico.
·
Mirada hacia abajo: pensamiento kinestésico.
Lo importante, por lo
tanto, es el reconocimiento de la aparición dominante de una clave, porque ésta
nos informa sobre el sistema de representación sensorial dominante; es decir,
si se trata de una persona que accede a la realidad de una forma visual,
auditiva o kinestésicamente. Y, por otra parte,
también hay que observar con atención las secuencias recurrentes de dichas
claves que, esta vez, dan testimonio de la forma de procesar o canalizar los
pensamientos por parte de esa persona, es decir, si se trata de una persona que
piensa visualmente; piensa utilizando sonidos, o bien, lo hace poniendo en
marcha sensaciones táctiles, olfativas, gustativas, sensaciones interiores o
emociones.
Con respecto al segundo criterio, la
selección de palabras, se hace ver que existe un vínculo muy fuerte entre el
sistema de representación dominante y la nota referencial de los términos
empleados en un momento determinado de la conversación. De esta forma, no se
han de pasar por alto las siguientes asociaciones:
·
Persona que tiene una dominante visual, empleo de
enunciados como:
“Ves,
está claro para mí”; “Tu idea es demasiado vaga o luminosa”; “Tu propuesta me
abre horizontes, inesperados de brillantes expectativas”; “Las cosas están
claras entre nosotros, no podíamos quedar en esa confusión”.
·
Persona que tiene una dominante auditiva, empleo de
enunciados como:
“Eso
no me dice nada”; “Escúcheme bien”; “Oigo bien lo que usted me dice”; “¿Qué
entiende usted por eso?”: “Su propuesta me interpela”; “Eso suena bien”; “De
acuerdo”; “¿Qué canción es esa?”.
·
Persona que tiene una dominante kinestésica,
empleo de enunciados como:
“Capto tu idea porque es concreta,
sólida, fiable, firme o sensible”; “Tengo en la punta de la lengua lo que usted
quiere decir”; “No me cae bien lo que usted me propone”; “Usted me alivia de
una preocupación”; “Guardo el asunto bajo la manga”; “Confío mantener el
contacto con usted”, etc[23].
La importancia de tener en cuenta el
sistema de representación sensorial de nuestro interlocutor se revela como
decisiva a la hora de llevar a cabo nuestro discurso, puesto que en base a él
habremos de proceder, seleccionando los aspectos pertinentes, tanto en nuestra
expresión verbal como en nuestra expresión no verbal, es decir, posturas,
gestos o distancias establecidas con nuestro interlocutor. Además, el hecho de
que traigamos a colación esta cuestión del sistema de representación sensorial
en este aparte, dedicado a la expresión no verbal, se debe a que éste se
manifiesta mediante recursos precisamente no verbales, así como por la razón de
que la PNL exija que se lleve a cabo la sincronización con nuestro interlocutor
según su propio sistema de representación sensorial.
Por su parte, la metodología del problem solving
considera primordial la expresión no verbal durante los momentos previos al
establecimiento de la expresión verbal propiamente dicha, en tanto que será en
estos instantes en los que se desarrolle la percepción de esa “primera
impresión” que desarrollará un papel fundamental a lo largo de todo el proceso
comunicativo. Así nos lo hacen ver los autores que promueven este método:
“Se trata de
impresiones que se crean a nivel perceptivo y emotivo, no del todo conscientes,
y que son capaces de influenciar fuertemente toda la interacción sucesiva,
porque sobre la estela de estas sutiles percepciones se estructuran creencias
propias y verdaderas que, una vez formadas, resulta difícil modificar” (Nardone et al, 2005: 52-54)
Estas impresiones, por lo tanto, se hacen
depender de dos tipos de comunicaciones, por un lado, la comunicación no
verbal estática, compuesta de factores estrechamente ligados a nuestra
apariencia estética, tales como el peinado, el maquillaje, la barba, el estilo
que utilizamos al vestir, los complementos que llevamos (gafas, reloj, joyas),
etc. y, por otro lado, la comunicación no verbal dinámica, que la
conforman todos aquellos elementos no verbales que preceden a la comunicación
de tipo verbal, para después acompañarla en el curso de toda la interacción[24].
Se trata de la mirada y el contacto ocular; la postura, la gestión del espacio,
los gestos; la mímica facial o los aspectos paralingüísticos.
El hecho de que se lleve a cabo el
tratamiento de estos aspectos relativos a la comunicación o expresión no verbal
en este punto dedicado a un enfoque retórico-pragmático, se justifica si
tenemos en consideración que una de las partis
artis que se distinguen en la tradición retórica
es, precisamente, la dedicada a la actio[25].
Asimismo, el dominio que sobre ésta
pueden tener planteamientos propiamente pragmáticos nos lo hacen ver teóricos
como Albaladejo Mayordomo en citas como la que sigue:
“La actio
es una operación que aparece vinculada con la pragmática por ser la que permite
la comunicación efectiva del texto retórico, lo cual la sitúa directamente en
el ámbito pragmático del hecho retórico (...) Con la actio,
en lo que tiene de comunicación del texto retórico, se proyectan hacia una
estructura directamente pragmática los resultados de las operaciones de inventio,
dispositio y elocutio, las estructuras
semánticas y sintácticas del discurso retórico” (Albaladejo, 1991: 173).
En lo
que concierne a la posible controversia existente en cuanto a la índole
propiamente textual de la actio, frente a la
poca duda que ofrecen al respecto el resto de operaciones retóricas, nos dice
lo siguiente Albaladejo Mayordomo:
“El que sea una operación de actualización de un texto
previamente construido le proporciona necesariamente una armazón pragmática de
índole textual en virtud de la cual el orador adapta su realización de esta
operación a cada una de las partes del discurso y en todo momento se mueve
sobre la base de que la expresión lingüística que está emitiendo es un texto y
posee una organización codificada”. (Albaladejo, 1991: 173-174).
Con todo, y a
pesar de tales reconocimientos por parte de estos grandes teóricos actuales,
hemos de advertir que esta operación retórica ha sido, durante mucho tiempo,
ignorada y olvidada por toda una tradición de autores retóricos[26].
De esta forma nos hace ver Albaladejo Mayordomo que, entre los autores clásicos
que más han tratado acerca de esta cuestión, han sobresalido Cicerón, Quintiliano o el autor de la obra Rhetorica
ad Herennium. Otros menos destacados han sido Fortunaciano, Sulpicio Víctor o Marciano Capella[27].
Así, la anónima
obra Rhetorica ad Herennium
encuentra la causa de esta desatención hacia la actio,
durante la época clásica, en el hecho de ser considerada como propia de
los sentidos por lo que, consecuentemente, resultaba desfavorecida por la
elaboración y el conocimiento de una técnica primordialmente centrada en el
texto, con un planteamiento próximo al de la Retórica de Aristóteles[28].
Después de la
época clásica, la actio continuó sumida en la
ignorancia, situación ésta que se daría durante la Edad Media. En este caso, la
justificación de esa desatención la encuentra Chico Rico en la siguiente razón:
“Con el auge de las artes
dictaminis, la comunicación
retórico-argumentativa comenzó a sufrir el trasvase del eje acústico-momentáneo
al eje visivo-estable, con la consecuencia que ello supuso con respecto a la
parcial desintegración del esquema retórico de la producción y de la recepción
textual” (Chico Rico, 1988: 112-113)
No obstante, y en
una época anterior a la recuperación que la actio
está teniendo actualmente, (como sabemos revivida bajo la protección de la
teoría pragmática), durante los siglos XVI y XVII ésta volvería a ser
proclamada, en este caso, bajo la forma de la Retórica Sagrada en los tratados
de predicación del Siglo de Oro, y con la finalidad de conseguir la efectividad
del sermón, que es presentado a los oyentes con la potenciación que suponen la
voz y los gestos.
Así, y volviendo
a los planteamientos clásicos sobre la actio,
destacaremos el tratamiento que de ella haría el gran rétor
Quintiliano, en su libro XI de su Instituto
Oratoria quien orientaría sus recomendaciones al respecto bajo la
protección de la importante aportación del aptum
y haciendo ver al orador que, también en esta operación retórica, ha de
mantener la ética y el carácter moral recomendado para la elaboración de su
discurso y, por ende, en el resto de fases.
De esta forma, a la actio
se la vincula con el oficio del orador que se especifica en el movere y se destacan, al respecto, tres centros de
interés, a saber, 1) el estudio de la voz (sus dos características: el volumen
y la calidad; la distinción entre cantante y orador, siendo el cantus obscurior el
propio del orador); 2) el estudio del gesto (habla de la cabeza, de la
fisonomía –los ojos, las cejas, las narices, los labios, etc,
a continuación de los gestos de las manos, clasificándolos, y finalmente de los
gestos prohibidos); 3) el estudio de la toga (donde muestra su tradicionalismo
en el vestir que considera apropiado para el orador).
Con todo, Quintiliano hace ver la necesidad de adaptar todos estos
elementos de la actio al propio carácter del
orador y no sólo con respecto a los preceptos generales: “Quare
norit se quisque, nec tantum ex communibus
praeceptis, sed etiam ex
natura sua capiat consilium formandae actionis” (XI.3.180).
De esta forma, la
aplicabilidad de las recomendaciones realizadas por Quintiliano
al respecto se deja ver con la actualización que de ellas hacen grandes
teóricos como Ortega Carmona en su obra El arte de negociar. Retórica
comercial, en donde nos encontramos con una adaptación de muchas de las
sugerencias de Quintiliano con respecto a la
situación que requieren las negociaciones propiamente empresariales.
De esta forma,
Ortega Carmona admite la siguiente función con respecto a la Cinésica:
“Su aplicación justa y oportuna potencia la personalidad y
traza un arco de relación importantísimo. Lógico es que tenga uso decisivo en
el diálogo entre negociadores con las personas a quienes se dirigen ofertas o
con las que se establecen contactos comerciales” (Ortega, 2005: 323)
1.1.3. La
integración de las metáforas, símiles u otro tipo de tropos en los discursos,
nivel de la elocutio retórica
Llegamos así al
tratamiento de la última cuestión subrayada con anterioridad, esto es, a las
cuestiones relativas a la elocutio que son
tenidas en cuenta en las obras que estamos estudiando, y en tanto que es
recomendado su empleo en las situaciones de comunicación empresarial. Al
respecto se hace de obligada atención los aspectos relativos a la metáfora[29],
reconocida ésta como el tropo de mayor rentabilidad y eficacia para la
expresión de este tipo de discursos.
De esta forma,
son tres las funciones primordiales que son subrayadas en lo concerniente a su
empleo, a saber:
·
La expresión indirecta de nuestra intención persuasora,
reconocida por el problem solving.
·
Conseguir el fin del bloqueo de nuestro interlocutor y,
por ende, la consecución de su decisión según nuestros propios intereses, tal y
como deja ver la PNL.
·
Conseguir un ámbito de “imprecisión” e “inconcreción” en el discurso de manera que, al ser
completadas por nuestro interlocutor todas esas zonas “oscuras”, logremos que
éste sea persuadido a pesar de que, en este caso, él quede convencido de haber
llegado a tales conclusiones por iniciativa propia y no siendo especialmente
inducido por nosotros. Esta finalidad se muestra coincidente en ambas
metodologías psicológicas.
Todo esto queda
plasmado en los manuales que estamos tratando de la forma en que lo vamos a ver
a continuación.
Comenzaremos por
mostrar ese carácter de manipulación disminuida que se adhiere al empleo
indirecto de una proposición. Así, y en cuanto a la enumeración de técnicas
como los aforismos, las anécdotas, las historias o las metáforas, nos dicen los
autores del método problem solving lo siguiente:
“...permiten comunicar importantes contenidos explotando
la forma indirecta de la proyección y la identificación con la que a menudo una
persona actúa frente a personajes y situaciones de una historia. Esta modalidad
minimiza la resistencia de la persona, en cuanto no la somete a ninguna
solicitud directa” (Nardone et al, 2005: 92)
Por su parte, la
Programación Neurolingüística aplicada a la
negociación, y en relación con la función de desbloqueo, define la metáfora
como “llamada abierta cuando debe encontrarse la solución y estimula, estimula
la creatividad en la búsqueda de una salida; es cerrada cuando sugiere la
solución e incita a adherirse a ella” (Selva, 1998: 134). De esta forma, a esta
técnica especialmente orientada a la capacidad emotiva, imaginativa e intuitiva
de las personas se le reconocen las siguientes funciones:
·
Permite pasar un mensaje a nivel del inconsciente cuando
la lógica está bloqueada. Amplía inmediatamente la lógica de las cosas.
·
Permite volver a enmarcar la situación en un sentido
positivo redefiniendo globalmente los diferentes factores.
·
Sugiere soluciones evitando las resistencias que
despertarían una opinión directa.
Finalmente, y
siendo éste un punto coincidente entre la PNL y la metodología del problem solving,
hemos de destacar la función de la metáfora reconocida en tanto que supone
implicación (intelectiva y, consecuentemente, subjetiva) de nuestro
interlocutor, dado el carácter de imprecisión al que evoca su empleo. Así, la
Programación Neurolingüística, integrándola dentro
del llamado Milton Model[30],
junto a otros recursos muy próximos a ella como la comparación, el marco del
“como si” o las historias y aforismos, recomienda su empleo en tanto que:
“sirve para darle al cliente la impresión de que es él
quien decide. Actúan delimitando voluntariamente zonas de imprecisión que el
cliente mismo completa. Así cobra la certeza de ser el único que decide, y
asume el compromiso necesario para tomar su decisión” (Cudicio,
1991: 138).
Esta misma
función, por lo tanto, será la subrayada por Nardone,
Mariotti, Milanese y Fiorenzal, haciéndonoslo ver de la siguiente manera[31]:
“Al fin de este recorrido, el persuasor, además, debe
proponer una metáfora descriptiva, un aforismo o una explicación que describa
la situación presentada, de tal modo que el interlocutor se pueda reconocer
(...) darán así vida a un proceso persuasivo por el que la persona llegará
gradualmente a reconocerse en la nueva visión propuesta por el persuasor, pero
creyendo que ha llegado sola” (Nardone et al,
2005: 207).
Como vemos, se
hace un especial hincapié en el recurso de la metáfora, en tanto que tropo más
frecuente y hermoso, o, como lo define Pujante “el tropo más destacado, el
tropo por antonomasia” (Pujante, 1999:196), aunque, bien es verdad, también se
alude, de un modo más vacilante, junto a la metáfora a otros recursos retóricos
como el aforismo, la historia, las anécdotas, las comparaciones, o el marco del
“como si”, todos ellos bastante cercanos
al procedimiento por el que se distingue la metáfora.
Asimismo, cabe
destacar que, entre todos las funciones que se le han otorgado al empleo de la
metáfora, (y que acabamos de enumerar), a pesar de su variedad, no cabe duda
que todas ellas se reducen, en este contexto, a una única e importante función,
a saber, la persuasión. Este hecho no nos ha de parecer excesivamente novedoso
si tenemos en cuenta que ya Quintiliano vehicularía hacia dicho tropo la labor designada, tal y
como nos lo hace ver Pujante:
“La finalidad de la metáfora en el discurso retórico pasa
por tres puntos: mover, caracterizar, hacer evidente. «Nam
tralatio permouendis animis plerumque et signandis rebus ac sub oculos
subiciendis reperta est» (VIII. 6.19). En primer lugar ha sido inventada para
mover los espíritus (aspecto emocional relacionado con las pasiones, no con el
deleite; un vector más en la suma de fuerzas persuasivas). En segundo, para
caracterizar las cosas, para darles relieve (otra característica en pro de la
utilidad, tampoco del deleite). Y en tercer lugar, para que lo que decimos se
haga evidente a nuestros ojos, para que se vea (esta última finalidad también
redunda en beneficio de la persuasión, pues hace imagen de la palabra)
(Pujante, 1999: 207).
Como podemos
observar a tenor de esta descripción realizada el empleo de la metáfora no
está, única y exclusivamente, adherida al fin del ornatus,
puesto que ya los grandes teóricos clásicos, como Quintiliano,
encontraron en su empleo otras finalidades como es la de la persuasión, de
extrema utilidad en el contexto empresarial.
1.2. Perspectiva
gramático- pragmática
Si bien en este
caso vamos a tratar cuestiones propiamente gramaticales y, consecuentemente,
adheridas al estudio de la lengua desde un punto de vista interno e
“inamovible”, hemos de advertir que nuestra investigación se va a centrar en el
tratamiento de la Semántica, único aspecto éste que es el tratado por estos
manuales cuyo contenido está expresamente orientado al estudio sobre la
comunicación en la empresa y que derivan de planteamientos propiamente
psicológico-pragmáticos.
Se hace, por lo
tanto, obligatorio que advirtamos la posición tan discutida y desconcertante
que ocupa la disciplina de la Semántica entre los estudios gramaticales y los
estudios de raigambre estrictamente pragmática, máxime si tenemos en
consideración que, al estudio al que se dirigen los citados manuales es al
ámbito de la connotación, en tanto que significado personal, individual y
subjetivo que se le da a un término[32].
Se trata, por ende, de una dotación de significado que depende del empleo, de
la actualización que se haga del término en cuestión[33].
La complejidad
que supone este planteamiento de influencias mutuas entre disciplinas y áreas
puede prestarse a una mayor clarificación si atendemos al siguiente esquema:
Como vamos a comprobar,
la Semántica, según el tratamiento que se le concede por parte de estas
teorías, se convierte en materia de estudio de la Psicología, haciendo ver que
la Lingüística adopta una extensión que le confiere un “barniz”
interdisciplinar y la hace objeto de otros acercamientos científicos que
aprecian, como éste es el caso, la confluencia de aspectos de carácter
subjetivo.
No obstante, no podemos estimar como original
el tratamiento de estas cuestiones propiamente semánticas por parte de la
Programación Neurolingüística o de la metodología del
problem solving,
si tenemos en cuenta la aportación de, entre otros, Castilla del Pino que, en
calidad de psiquiatra profesional, ha tratado también tales planteamientos
relativos al significado del léxico, igualmente desde una perspectiva
pragmática. De esta forma, Castilla del Pino nos define el significado de la
siguiente manera, a partir de la teoría establecida por Quine[34]:
“Significado de un signo (en este caso lingüístico) es el
resultado conjunto de la apreciación subjetiva, por parte del hablante, del
objeto o referente, y la apreciación subjetiva, por parte del oyente, del
sujeto del habla” (Castilla del Pino, 1974: 48)
Tal subjetividad
que se encuentra adherida al significado de un término ha de corresponderse,
sin duda alguna, a un estudio del lenguaje que supere los límites establecidos
por una lingüística estructural y, consecuentemente, que esté vinculada al
aspecto denotativo del significado. Con tal propósito este psiquiatra nos hace
la siguiente apreciación más adelante:
“Para la denotación de la realidad se precisa otro
lenguaje, el lenguaje formalizado, el lenguaje en el que la subordinación a los
hechos y a sus relaciones sea su cometido principal. La sintaxis lógica del
lenguaje, en el sentido de Carnap, sería un campo de
investigación lingüística en el que se prescinde de los usuarios del lenguaje y
de los designata de expresiones lingüísticas;
una teoría, en suma, que no se interesa por el sentido de la expresión, sino
por las clases y la jerarquía de los símbolos de que están formadas tales
expresiones” (Castilla del Pino, 1974: 83).
De esta forma,
más adelante, acatada la posibilidad de llevar a cabo la creación de otro tipo
de lenguaje que sí tenga en cuenta todos aquellos aspectos que no son de una
estirpe lingüística propiamente formalizada, el autor de Introducción a la hermeneútica del lenguaje llega a la siguiente
conclusión: “Si es posible entonces construir una gramática para los contextos,
entonces la gramática de la Academia es escasamente útil” (Castilla del Pino,
1974: 84).
De esta forma,
pasaremos a reproducir el tratamiento de este aspecto en los casos que nos
interesan para, posteriormente, analizar a qué fundamentación teórica es a la
que responden.
Así, en las obras
que conforman nuestro material de estudio se tiene en cuenta que el empleo que
se hace del léxico, en general, es lo que, a fin de cuentas, le otorga un
significado a los términos[35].
Asumiendo de esta manera este aspecto de la Semántica, se llegan a conclusiones
como la expresada por Selva en su obra y que reproducimos a continuación:
“Las palabras son signos simbólicos arbitrarios a partir
de los cuales codificamos nuestra experiencia, pero no tienen significación en
sí mismas. Es la experiencia precisa a la cual nos envían la que les da su
significación real. En efecto, la significación de las palabras está
intrínsecamente ligada al modelo de mundo de cada uno; ahora bien, se sabe que
éste es único para cada individuo” (Selva, 1998: 65).
Con
este principio como base teórica se considera que para lograr, con éxito, el
proceso de venta o de negociación, el negociador o vendedor específico habrá de
estar atento al tipo de significación que tiene para su interlocutor los
términos empleados por él. De hecho, tener en cuenta este aspecto, no tiene
otro cometido más que el de lograr afianzar un vínculo entre ambos, un espacio
de confianza mutua, que, a fin de cuentas, asegure el éxito pretendido, la
persuasión.
De
esta forma, se concibe que el paso establecido entre la propia representación
del mundo, de base estrictamente semántica, y, por otro lado, la expresión
externa de la misma, supone un paso o transición que, sin duda alguna, está
orientado a las implicaciones de cambios o transformaciones, al modo como lo
entendía Noam Chomsky en su Gramática Generativo
Transformacional[36].
Asumiendo el hecho de que es inevitable la producción de
tales transformaciones, la Programación Neurolingüística
propone el empleo de lo que denomina como “metamodelo”,
el cual nos viene definido por Selva de la siguiente manera:
“Es un cuestionario y un compendio de informaciones útiles, surgido de
los trabajos de la gramática transformacional generativa, y que apunta a hacer
elevar el nivel de profundidad, es decir la experiencia real de la persona que
se expresa, a fin de poder encontrarla en su terreno” (Selva, 1998: 67).
La
finalidad, por lo tanto, a la que apunta el empleo de este tipo de
cuestionario, es reconocida por Cudicio en las
páginas de su obra de la siguiente manera:
“La PNL puso a punto una serie de preguntas a formularse ante los
sobreentendidos más corrientes que aparecen en el lenguaje (…). Partiendo de
los descubrimientos de los lingüistas, la PNL nos propone la teoría de los
universales del modelaje de la experiencia: esta
expresión designa la existencia de tres tipos de filtros que ocupan lugar, por
una parte, entre la realidad y lo que percibimos, por otra entre nuestra
percepción de la realidad y lo que elegimos para comunicar” (Cudicio, 1991: 101).
Así,
más adelante se nos mostrará que estos tres tipos de filtros son: la omisión,
la generalización y la distorsión. De esta forma, las omisiones
apuntan especialmente a verbos no especificados, a comparaciones o a
operaciones modales del tipo de “tengo que” o “¿qué pasa si no?”; por otro
lado, las generalizaciones hacen mención al uso de términos sin índice de
referencia, cuantificadores universales o afirmaciones cerradas, como: “Está
bien, o mal”. Por último, las distorsiones englobas son formas de expresión
como las referidas a las nominalizaciones, las adivinanzas o ciertas relaciones
de causa/efecto[37].
Se
insta, por lo tanto, al empleo de términos precisos, clarificadores, que
expongan con precisión y firmeza cuáles son las pretensiones de nuestro
interlocutor y de qué manera podemos nosotros adecuar nuestro discurso a su
propio modelo de la realidad[38].
Asimismo,
y también en conexión con el componente connotativo de los términos empleados,
nos encontramos en estas obras con una recomendación continuada sobre la
utilización de unos determinados términos, considerados “positivos” y eficaces,
al tiempo que se desecha el uso de otros tantos en consonancia con su
designación como “negativos”. En este caso, el especial cuidado que ha de poner
el comunicador empresarial a la hora de llevar a cabo la elaboración de sus
discursos, está especialmente orientado al hecho de suscitar en su interlocutor
unas determinadas impresiones, positivas o negativas, según los casos. Como
podemos comprobar, incluso la denominación con la que se distingue a este
léxico parece muy poco científica y sobrepasa la rigurosidad de una ciencia
como la Lingüística, siendo, precisamente, éste su origen.
A tal
respecto, en la obra La PNL aplicada a la negociación, Selva hace una
serie de recomendaciones, con respecto al empleo de determinados enunciados que
nosotros, para una mayor claridad, los vamos establecer, oponiéndolos, en el
siguiente cuadro:
EVITAREMOS |
UTILIZAREMOS |
Las palabras negras: “Temor”; “Preocupación”; “Problema”; “Duda”; “Inquietudes”. |
“Quédese tranquilo”; “Despreocúpese”; “Por supuesto”; “Es una cuestión de...” |
Las expresiones dubitativas: “Puede ser”; “Me parece”; “Pienso”; “Creo”; “Si usted lo desea”. |
“Completamente”; “Es mi punto de vista”; “Yo le aconsejo”; “Yo le propongo”. |
Las interrogativas-negativas que llevan a una respuesta negativa: “¿No piensa usted que...?”; “¿No cree usted que...?” |
“¿Piensa usted que...?”; ¿Cree usted que..?” |
La
razón por la que se recomienda el empleo de este tipo de afirmaciones, de
talante “positivo”, la hallamos en la descripción del problem
solving explicitada de la siguiente manera:
“Es importante evitar utilizar fórmulas negativas respecto a la
perspectiva del otro, ya que esto crea una fuerte rigidez y aumenta enormemente
la resistencia al cambio (...) Sea cual sea el tipo de demanda o indicación,
además, se marca mucho más eficazmente si se expresa en términos positivos” (Nardone et al, 2005: 72).
Se realza, por lo tanto, que el léxico empleado destaque,
ante todo, por su carácter de precisión y, por otro lado, por el hecho de que
hagan resurgir en nuestro interlocutor una buena impresión y una sensación de
admisión, seguridad, confianza y positivismo.
1.3. Enfoque pragmático-pragmático
Esbozado, mediante todo el planteamiento realizado hasta
el momento, el marco propiamente pragmático en el que se centra nuestro
estudio, pasaremos, seguidamente, a tratar aquellos aspectos de raigambre
puramente pragmática, que son tenidos en cuenta, a modo de sugerencias para la
mejora de la comunicación en la empresa. Con este cometido, vamos a comenzar
por la declaración abierta sobre la adquisición de esta postura pragmática por
parte de los autores de la obra Terapia estratégica para la empresa. Así
nos lo hacen ver los autores:
“...Aquí sin embargo, no nos ocuparemos de los aspectos lingüísticos,
sintácticos y semánticos de la comunicación, pero, en la línea de la Escuela de
Palo Alto, consideraremos sus aspectos «pragmáticos», es decir, el estudio de
los efectos que nuestro modo de comunicar puede producir en el comportamiento y
en la percepción que las personas tienen de la realidad” (Nardone
et al, 2005: 54).
De esta manera, no nos ha de parecer especialmente
sorprenderte el hecho de que se trate de la comunicación en la empresa como
expresión de actos de habla, al modo como eran concebidos por parte de Austin en su obra Cómo hacer cosas con palabras. La
sugerencia de asumir de tal modo tales intervenciones personales, se nos
presenta en las obras que estamos estudiando de forma explícita e implícita,
según se trate. Así en la obra de Nardone, y el resto
de psicólogos autores de la misma, nos encontramos con una declaración y un
reconocimiento expreso de las intervenciones realizadas en el contexto de la
empresa haciendo ver la necesidad de pasar “de un lenguaje «descriptivo-indicativo»
a un lenguaje «conminatorio-performativo»”.
Por su parte, desde el punto de vista de la Programación Neurolingüística, se hace una apreciación muy sugerente
cuando se establecen los criterios por los que se habría de regir la estructura
gramatical de la proposición. De esta forma, en la obra dedicada a la
negociación se recomienda que las proposiciones han de estar “en primera
persona y en tiempo presente” (Selva, 1998:108). No cabe duda que tales apuntes
no pueden sino hacernos considerar los criterios establecidos por Austin para describir los actos de habla realizativos (perfomative
utterances).
Otro aspecto de índole pragmática que nos encontramos en
las citadas obras es el tratamiento del contexto como elemento ha tener en
cuenta por parte de los comunicadores empresariales. Así se nos hace ver desde
el planteamiento realizado por la Programación Neurolingüística:
“Se nos podría ocurrir también otras
preguntas; nuestro objetivo es hacer tomar conciencia al vendedor de que un
comportamiento que observa en su cliente se inscribe siempre en un contexto al
menos en dos niveles: el contexto personal del cliente, el del intercambio o
interacción” (Cudicio, 1991: 26)
Tal consideración del contexto, tiene su precedente más
inmediato en la teoría de la Escuela de Palo Alto, de tendencia estrictamente
pragmática, de manera que se considera al contexto como una de las categorías
analíticas fundamentales para el estudio de la comunicación. Así pues, las
acciones, las interacciones, no pueden entenderse, desde el punto de vista de Watzlawick y sus colegas, si no se ubican en un contexto,
sin atender al sistema en el que se realizan o tienen lugar, lo que les llevará
a hablar de “encuadrar las observaciones”. En este mismo tenor, los mismos
investigadores, tal y como nos lo hace ver Marta Rizo en su artículo: “El
camino hacia la «Nueva Comunicación». Breve apunte sobre las aportaciones de la
Escuela de Palo Alto”, se situaron en lo que se denomina investigación hic et nunc. Así en
la obra Teoría de la comunicación humana, los autores realizan la siguiente
apreciación:
“Si,
por el contrario, se estudia directamente la comunicación de un
individuo con los miembros de su entorno (...) se puede llegar a identificar
diferentes modelos comunicativos de valor diagnóstico, que permitan determinar
una estrategia de intervención terapéutica tan apropiada como sea posible. Este
tipo de enfoque constituye más bien una investigación hic
et nunc que una investigación del sentido
simbólico, de las motivaciones o de las causas deducidas del pasado” (Rizo,
2004).
Este apunte supuso una novedad al respecto, concediéndole
gran importancia al momento actual, a la situación comunicativa que, enmarcada
en un contexto determinado, pero presente, es portadora del significado
sustantivo que caracteriza a esa misma situación interactiva.
Pero, no hay duda, si del estudio del carácter pragmático
de estos planteamientos se trata, no podemos descuidar la atención a un factor
clave en estas obras sobre el proceso comunicativo en la empresa. Se trata de
la sugerencia sobre el empleo de las interrogaciones, un recurso éste que, por
parte de la Programación Neurolingüística, es
concebido como elemento fundamental para reconocer el “mapa” de la realidad que
tiene nuestro interlocutor y, en consecuencia, llevar a cabo la elaboración de
nuestro discurso de manera que logre impactar en él y, por ende, consigamos
desplazarlo hacia nuestros propósitos.
Se tratará, por lo
tanto, de un elemento cuya función corre en paralelo con el empleo de la
observación puesto que, en ambos casos, el objetivo es alcanzar un espacio
común e intermedio, entre los intervinientes en el
proceso interactivo.
Junto a esta función, la PNL también tiene en cuenta el
uso de las fórmulas interrogativas cuando de lo que se trata es de clarificar
los términos imprecisos e indefinidos que contienen una gran carga de
subjetividad. Se trata del llamado “metamodelo” y se
define al modo como lo hemos hecho con anterioridad.
Por su parte, en la actualización de la metodología del problem solving se
propone el empleo de interrogaciones reconociendo su disposición en forma de
“embudo” de manera que nuestro interlocutor se implique mediante sus
respuestas, y confluya al punto clave respecto a sus aserciones precedentes.
De
esta forma, se denomina a este tipo de interrogaciones como interventoras-discriminantes y, de entre
sus funciones, destaca la que exponemos a continuación en tanto en cuanto tiene
reminiscencias en la finalidad que, a ellas, les otorgaba la PNL. Así nos dicen
los autores:
“Estas preguntas permiten determinar cuál es el sistema de percepción
y de reacción de la realidad de la persona y, al mismo tiempo, producir ya una
primera forma de intervenir reestructurante[39]
sobre tal realidad”. (Nardone et al, 2005: 75)
No cabe duda, pues, que lo que se pretende mediante el
empleo de este recurso de las interrogaciones, tanto desde el punto de vista de
la PNL como del problem solving,
es el acercamiento a nuestro interlocutor, diseñando, por ende, un plan que
tenga como fin más inmediato su persuasión mediante su aproximación a nosotros
y la adopción de una postura cercana a nuestros propósitos. Todo esto, tal y
como cabe esperar, se encuentra en sintonía con esa estructura interaccional y el empleo del llamado feedback que
ya vendría dado por medio de la propuesta teórica de la Escuela de Palo Alto,
del modo como lo vimos al principio.
Para ello, en ambos casos, se recomendará el empleo de
interrogaciones abiertas en tanto en cuanto éstas suponen una implicación y
contribución de nuestro interlocutor que supera con creces la simple respuesta
afirmativa o negativa a la que se prestan las interrogaciones cerradas.
La justificación que encontramos para el tratamiento de la
cuestión relativa a las interrogaciones en este punto preciso, la hallamos en
toda una tradición lingüístico gramatical que ha realizado la distinción entre dictum y modus,
noción esta última que no deja de ser de raigambre propiamente pragmática[40].
De este modo, y en paralelo al estudio de la interrogación
y de su puesta en práctica, habremos de considerar la importancia que se le
concede a la escucha. Este aspecto es especialmente destacado por la
Programación Neurolingüística denominándolo como
“escucha receptiva” y considerándola como piedra angular de la negociación,
haciéndola, de este modo, depender de seis pilares fundamentales, a saber: el
silencio; el empleo de preguntas abiertas; la reformulación; las preguntas de
precisión; los estímulos y el resumen final.
Por su parte, la estrategia del problem
solving recomienda que se le haga ver a nuestro
interlocutor que estamos siguiendo la conversación, mediante el empleo de
expresiones no verbales, puesto que, “la investigación experimental ha
demostrado que, además de los guiños, también los gestos de autotocamiento
por parte del que escucha comunican al otro la sensación de ser escuchado con
atención” (Nardone et al, 2005: 69). Se
desaconseja, en este caso, las expresiones verbales como “sí, tiene usted
razón” o “estoy perfectamente de acuerdo” en tanto en cuanto:
“esta técnica está hoy tan utilizada y se
ha abusado tanto que crea inmediatamente en el otro una reacción de rechazo más
que de proximidad, pues se advierte demasiado abiertamente el intento de fingir
un acuerdo para caer bien al interlocutor”(Nardone et
al, 2005: 70)
2. Conclusión
A lo largo de todo este estudio hemos podido comprobar la
relevancia que está teniendo, actualmente, el estudio de la comunicación en la
empresa, de manera que, tal y como procede en un fenómeno que está en plena actividad,
su análisis y atención se está llevando a cabo por medio de ciencias,
aparentemente dispares, de entre las cuales destaca la Psicología, concebida
ésta en su vertiente más puramente pragmática y activa.
Así, no nos puede extrañar que, al respecto, surjan
planteamientos que se derivan de una confluencia Psico-Lingüística que toman
forma a partir de criterios establecidos por la Retórica, la Gramática (en su
vertiente menos formalizada) o la propia Pragmática lingüística.
El hecho de que nos hayamos decantado, precisamente, por
la demostración del modo como se analiza el citado fenómeno desde el punto de
vista psicológico, procede de un intento por dar muestra del carácter inter y pluridisciplinar que tiene la comunicación en la
empresa, al tiempo que diésemos cuenta del tratamiento, tan peculiar, que se le
concede desde este enfoque tan preciso. Un enfoque éste que, tal y como ha
quedado expuesto, se centra, única y exclusivamente, en la vertiente más
eminentemente práctica de este hecho, atendiendo a los intervinientes
en ese proceso comunicativo en tanto que seres con unas intenciones concretas
que determinan su conducta y su modo de proceder.
Hemos analizado, por lo tanto, la comunicación
empresarial, desde un punto de vista eminentemente personal y humano a partir
de la concepción preliminar del individuo como “una combinación original de
filtros sensoriales, de creencias, de valores y de metaprogramas”
(Selva, 1998: 103).
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[1] La elaboración de este estudio, al
igual que el resto de tareas investigadoras que estoy desarrollando, ha contado
con la supervisión, la anotación y la apreciación, siempre tan profesional como
acertada, del profesor de la Universidad de Murcia José Miguel Hernández Terrés. Asimismo, he de agradecer al profesor y decano de
la Facultad de Letras de la citada Universidad, José María Jiménez Cano, el
hecho de que, cordialmente, incluya este estudio en la revista Tonos Digital.
[2] En concreto nos centraremos en las
obras citadas a continuación: La PNL aplicada a la negociación de Chantal Selva y Cómo vender mejor con la PNL de
Catherine Cudicio, en tanto que manuales representativos
en la línea de la Programación Neurolingüística; y,
por otro lado, la obra Terapia estratégica para la empresa, en donde los
autores Giorgio Nardone,
Roberta Mariotti, Roberta Milanese
y Andrea Fiorenza, presentan su modelo comunicativo
estratégico aplicado a las situaciones comunicativas que se viven en la
empresa, al cual denominan como problem solving. Bien es verdad que esta denominación, dada su
polisemia, puede llevar a confusiones con respecto a otro tipo de metodologías
o estrategias aplicadas a la resolución de diversas situaciones que se dan en
el contexto de la empresa. Esto ha obligado a los autores a realizar la
siguiente aclaración:
“Por este motivo,
parece indispensable aclarar que cuando hablamos de problem
solving estratégico, nosotros nos referimos a un
modelo particular de solución de problemas con una base epistemológica y lógica
bien precisa y evolucionada, distinta de los otros modelos”. (Nardone et al, 2005: 13)
[3] El término “Pragmática” lo
empleamos en la acepción de “aplicada”, pues la Pragmática Lingüística, como
sabemos, no se define por ser, necesariamente, aplicada a la solución de
determinados problemas de comunicación, tal y como es el objeto de este
artículo.
[4] De hecho, para la Escuela de Palo
Alto se pueden emplear como sinónimos los términos “conducta” y “comunicación”,
siendo la ciencia que se encargará de su estudio la Pragmática.
[5] Así nos lo hace ver Chantal Selva en su obra:
“Se advierte al
lector, que encontrará aquí más un modelo de negociación que una aproximación
teórica ya que la PNL se define como un modelo de comunicación y no una teoría
de la comunicación. Se relaciona con el cómo y no con el por qué” (Selva, 1998:
14)
[6] Ésta es la traducción al español
de un título en inglés tan representativo como Pragmatics of Human Communication.
[7] A pesar de que dicha denominación
aparezca en la página 29 de la obra de Y. Wikin La Nueva Comunicación, el propio autor
reconoce que se trata de una expresión inventada por Derek
J. de Solla Prince en su obra Little Science, Big Science y retomada por Diana Crane,
en su obra Invisible Colleges,
Difusión of Knowledge in Scientific Communities, para
hablar de las redes de conexión que dominan una disciplina científica. Además,
el propio Wikin advierte que él lo emplea para referirse
a la Escuela de Palo Alto sin conservar la idea de poder y control que incluyen
en ella estos dos sociólogos de las ciencias.
[8] María José Lucerga
Pérez en su artículo “Gregory Bateson: Lectura en
clave semiótica de una aventura epistemológica del siglo XX” explica la
perspectiva interactiva bactesoniana, traducida al
campo de la teoría de la comunicación, de la siguiente manera:
·
“El
objeto de interés no es en primera instancia el sujeto enunciador
sino la constitución de patrones interactivos o lo que Bateson
llama “contexto cualitativos de conducta”.
·
En
la constitución de dichos contextos, el tipo de relación que se establece es
tanto el criterio definidor como el procedimiento organizador.
·
La
retroacción del contexto sobre los interlocutores tiene importantes
consecuencias pragmáticas y semióticas, pues no sólo determina la conducta de
éstos sino que marca igualmente su desarrollo como sujetos comunicativos” (Lucerga, 2003)
[9] El proyecto de la cibernética
tiene sus orígenes en la persona de Nobert Wiener, científico a quien le fue encargado el estudio del problema de la conducta de tiro
de los cañones antiaéreos durante la Segunda Guerra Mundial, a partir de cuyo
estudio reconoció el principio del feedback. De esta forma, hemos de
decir que, junto al modelo de la cibernética surgiría otro, precisamente de un
antiguo alumno de Wiener, Claude
Shannon quien elaboraría la «teoría matemática de la
comunicación» que se correspondería con un modelo comunicativo puramente lineal
que se oponía al modelo circular (retroactivo) de Wiener.
Tengamos en cuenta que Shannon trabajaría para la
compañía Bell Telephone,
de modo que su trabajo, como el de otros muchos ingenieros de
telecomunicaciones, iban incardinados a la mejora del rendimiento del
telégrafo, es decir, aumentar la velocidad de transmisión del mensaje,
disminuir las pérdidas en el curso de la transmisión, determinar la cantidad de
información que es posible emitir en un tiempo dado, etc.
No obstante, bien es verdad, que Wiener no consideraría del todo factible la aplicación
matemática de la cibernética en las ciencias humanas, aunque sí daba muestras
de estar de acuerdo con la proyección de sus conceptos formales: “La
clarificación conceptual de los aspectos formales de las relaciones sociales
pueden aportar una contribución positiva a la ciencia de la sociedad” (Wiener, 1964: 88), haría ver el propio científico. Así,
esta línea de estudio sería la continuada por Bateson
y los miembros de la Escuela de Palo Alto.
[10] Esta teoría tiene su procedencia
en un grupo de investigación animado por el biólogo austrocanadiense
Ludwing von Bertalanffy que desarrollaría un trabajo paralelo al de Wiener y la cibernética. Así, Bertalanffy
y su grupo intentan construir una teoría general de los sistemas, de manera que
se proponen “investigar los principios que se emplean para los sistemas en
general, sin preocuparse de su naturaleza física, biológica o sociológica”. De
esta forma, un sistema es definido como “un complejo de elementos en
interacción, interacciones cuya naturaleza no es aleatoria”. (Bertalanffy, 1968: 31)
[11] El término inglés “punctuation” se traduce en esta obra por “puntuación”, si
bien nos vemos en la obligación de aclarar que lo empleamos con el sentido de
“pausa” o “acotación” del continuum conversacional
y no en el sentido, al que primeramente lo vincularíamos, de “puntuación
ortográfica” que lo relacionaría con la expresión escrita.
[12] La convergencia entre la Retórica
y la Psicología se reconoce ya en la Retórica de Aristóteles y en toda
una tradición que llega hasta nuestros días. De esta forma, Kibédi
Varga hace ver lo siguiente:
“...des Aristote, la rhétorique est inconcevable sans la connaissance de l´âme, qu´il s´agit
de toucher et de persuader...Les
aspects psychologiques de l´activité rhétorique mériteraient donc la même attention que celle que les aspects linguistiques et philosophiques ont depuis longtemps
obtenue, notamment de la part des spécilistes de la stylistique et de l´argumentation”
(Kibédi, 1987: 67)
[13] Esto es, precisamente, lo que nos
hacen ver los autores del problem solving mediante la siguiente afirmación:
“En efecto, una
comunicación estratégica se caracteriza por estar siempre orientada en
dirección a un objetivo a alcanzar. El «persuasor» se propone guiar al otro
para que asuma una posición particular que lo llevará a modificar la propia
percepción –y por lo tanto la propia reacción – respecto a una realidad
determinada (...)” (Nardone et al, 2005: 65).
Además, y como método para
conseguir tal modificación, se trae a colación toda la tradición teórica de la
Retórica, decantándose por la posición al respecto de los sofistas, frente a la
tradición dialéctica clásica que deriva de Sócrates, Platón, Aristóteles o
Descartes.
[14] Son muchos los autores que se han
tratado acerca del concepto de “manipular” de entre los cuales destaca Alfonso
López Quintás y su obra La revolución oculta.
Manipulación del lenguaje y subversión de valores, en donde se advierte
sobre la necesidad de reconocer la maniobra de la manipulación, y a sus
impulsores, así como la afección que ésta tiene en nuestro modo de vida actual.
[15] Presentamos, al respecto, las
palabras de Isabel Paraíso en su artículo “Psicoanálisis y Retórica” en donde
se nos representa la persuasión como integrada por elementos racionales e irracionales:
“De entrada,
diríamos que la persuasión está integrada por elementos racionales (convicción
mediante el razonamiento), pero también por elementos irracionales: lo que
podemos llamar la «seducción» del oyente por parte del orador (no en vano un tercer
significado de la palabra es precisamente «seducción», «fascinación»). Todo
ello, por supuesto, dentro de los límites de «tò prépon» (aptum), lo
adecuado a las circunstancias” (Paraíso, 1994: 295)
[16] El reconocimiento de esta
tradición ya es aludida por Hernández Guerrero y García Tejera de la siguiente
manera: “La Retórica es una disciplina eminentemente psicológica. Esta
naturaleza está confirmada, además, por la tradición clásica y por el
pensamiento moderno” (Hernández et al 2004: 41).
[17] Así nos lo hace ver, entre otros,
López Eire, en otra de sus obras y mediante la
siguiente cita:
“El discurso
retórico tiene, según este sofista de Leontinos, el
mismo poder de arrastre de almas que la poesía, que, en su opinión, no es más
que discurso sometido a metro, es decir, a una especial recurrencia externa
basada en la secuencia de sílabas breves y largas. Pero tan psicagógica,
tan cautivadora de los espíritus y extraviadora de
las mentes es la poesía como el discurso retórico, o sea, un discurso en prosa
bien elaborado con fines persuasivos, es decir, seductores de almas (...)
Justamente aquí radicaba la causa por la que Platón desconfía en un principio y
terminó luego atacando abiertamente a la Retórica. El argumento-discurso, el logos, dotado innegablemente de fuerza psicagógica o arrastradora de
almas, puede ser medicina o veneno” (Eire, 1995: 22,
23)
[18] Para una ampliación y mejor
conocimiento de dichas teorías remitimos a: Hall,
1968; Birdwhistell, 1970 y Goffman,
1963.
[19] Recordemos al respecto cómo la teoría
de la Escuela de Palo Alto también incidía mayoritariamente en la comunicación
de tipo analógica frente a la de tipo digital.
[20] En Erickson,
1980. Como sabemos, Milton H. Erickson fue un médico
estadounidense, innovador y pionero en las técnicas de hipnosis aplicadas a la
psicoterapia. Colaboró con el grupo de Palo Alto, en particular contribuyó en
el proyecto de estudio sobre la comunicación que dirigió Bateson,
durante los años cincuenta y sesenta.
[21] En Bandler
et al, 1975. Richard Badler
y John Grinder, propusieron
en 1973 una serie de principios donde decían básicamente que la mente y el
lenguaje se pueden programar de tal forma que actúen sobre el cuerpo y la
conducta del individuo. De hecho, ellos se dedicaron a observar detenidamente y
reproducir la conducta (posturas, gestos, representaciones internas, actitud, etc) de tres terapeutas especialmente elegidos por la
excelencia de sus resultados, que fueron Fritz Perls (fundado de la Terapia Gestáltica),
Milton Erickson (refundador de la hipnosis, a la cual
llevó a escalas muy altas de eficacia) y Virginia Satir
(terapeuta familiar). Todas estas investigaciones se llevaron a cabo en la
Escuela de Palo Alto. Hemos de destacar también que de estos dos autores es de
donde procede el nombre y la idea original de la Programación Neurolingüística.
[22] Este concepto es definido por
Catherine Cudicio de la siguiente manera“…es una
representación constituida por un conjunto de datos que se utilizan tanto para
aprender como para transmitir conocimientos y evaluar rendimientos en el campo
del aprendizaje y de la adquisición” (Cudicio, 1991:
24). En realidad, esta denominación de “mapa”, según se nos indica en muchos
manuales relativos a la PNL procede del autor Korzybski
quien, en su Semántica general, hace ver que “El mapa no es el
territorio”, alusión metafórica ésta que remite a la abstracción del lenguaje,
que sería retomada, más tarde, por la Programación Neurolingüística
y, anteriormente, por Bateson y la Escuela de Palo
Alto. Nosotros abordaremos más adelante esta cuestión sobre la abstracción del
lenguaje.
[23] Todos estos enunciados que hemos
referido a modo de ejemplo, han sido extraídos de la obra de Chantal Selva La PNL
aplicada a la negociación, páginas 52,53 y 54.
[24] Bien es verdad que, al modo como lo
hiciese la Escuela de Palo Alto, se concibe a la expresión no verbal y la
expresión verbal de una forma conjunta. Así nos lo hacen ver los autores de
esta obra con citas como la que sigue:
“Por comodidad
expositiva analizaremos estos factores de manera separada, pero recordando que
la primera impresión es el resultado de todo un conjunto, es decir, de una
Gestalt unitaria en la cual el todo será siempre y en todos los casos más que
la suma de las partes individuales que la componen” (Nardone
et al 2005: 57)
[25] A pesar de las controversias
existentes con respecto a la denominación de esta operación retórica, oscilando
entre pronuntiatio y actio,
nos quedamos con la conclusión a la que llega Quintiliano
al respecto, puesto que tras reconocer que Cicerón había establecido una
distinción entre ellas, hace ver que “se puede usar ambas denominaciones
indiferentemente”(XI, 3, 1-2).
[26] Este aspecto no pasa desapercibido
para David Pujante quien, en su obra El hijo de la persuasión. Quintiliano y el estatuto retórico nos hace ver lo
siguiente con respecto a la actio: “Es la
clave del éxito y uno de los puntales de la Retórica, oculto incluso por los
propios tratados de Retórica, como si fuera la parte más oscura y vergonzante”
(Pujante, 1999: 284).
[27] El predominio de autores clásicos
que han tenido en consideración las cuestiones relativas a la actio, consideramos que también se debe al consabido
predominio e importancia que, durante esta época, tuvo el teatro, puesto que en
ambos casos se tiene en cuenta el espectáculo, la declamación y la influencia
sensitiva a la que están orientadas.
[28] Albaladejo Mayordomo en la citada
obra, justifica el escaso tratamiento de la actio
por parte de la Retórica clásica de la siguiente manera:
“Como la memoria, la actio no recibió de la Retórica clásica una atención
comparable a la que los tratadistas prestaron al bloque fundamental de la inventio,
dispositio y elocutio; el ser una
operación que había de ser activada, al igual que la memoria, después de
que el texto retórico estuviera construido, la situaba en una posición final de
necesidad obvia o sobreentendida” (Albaladejo, 1991: 169-170)
[29] Este predominio con respecto al
recurso de la metáfora puede tener sus antecedentes en Bateson
quien inauguraría el llamado método abductivo, que
insta a un tipo de razonamiento por analogía. De este modo, se pretenden
establecer relaciones entre hechos, a veces muy alejados, con la finalidad de
deducir la forma en que nosotros aprehendemos el mundo, lo que Bateson denomina como “epistemología”, con e
minúscula. Esta metodología queda explicitada en la obra La Escuela de Palo
Alto. Historia y evolución de las ideas esenciales, de la siguiente manera:
“después de haber puesto en evidencia una cierta estructura relacional que
explica la evolución de un fenómeno, se buscan otros fenómenos que revelen el
mismo tipo de estructura” (Wittezaele et al, 1994: 48).
[30] Se trata de un modelo presentado
por Richard Bardler y Hohn Grinder en su obra Trance Formation,
en donde se establece un “código del lenguaje de la persuasión” (Cudicio, 1991: 137) a partir de la práctica de Milton Erickson
[31] Tengamos en cuenta que, junto a la
metáfora descriptiva, se cita el empleo de preguntas
discriminantes-interventoras y paráfrasis reestructuradoras,
todo ello con la finalidad de crear una modalidad comunicativa verbal
reconocida como “inductiva”, ya que hace que “el otro llegue al descubrimiento
de una determinada realidad teniendo la sensación de que llega solo y de ser
hábilmente conducido” (Nardone et al 2005:
76). Se establece, por lo tanto, una gran diferencia entre este tipo de
comunicación y la conocida como “verbal impositiva”, la cual supone “la
proposición de indicaciones concretas de cambio” (Nardone
et al, 2005: 78).
[32] A pesar de que, entre otros
teóricos, Kerbrat Orecchioni
en su obra Connotación ponga en duda que el binomio
denotación/connotación, pueda corresponderse, de un modo íntegro, con el de
lengua/habla, respectivamente, nosotros consideramos que tal vinculación podría
admitirse y podría, consecuentemente, considerarse válida.
[33] A estas mismas conclusiones
llegan, entre otros, Roland Barthes
o Richards, lo cual ponen de manifiesto en citas como
las que recogemos a continuación, a modo de ejemplo. Así Barthes
dirá lo siguiente:
“El porvenir
pertenece sin duda a una lingüística de la connotación, pues a partir del
sistema primario que le brinda el lenguaje humano, la sociedad desarrolla sin
cesar sistemas de sentidos secundarios, y esta elaboración, manifiesta o
enmascarada, racionalizada se encuentra muy cerca de una verdadera antropología
histórica” (Barthes, 1970)
Por su parte, Richards
hace la siguiente apreciación al respecto: “...por estudiar cómo funciona [una
lengua], quiero decir estudiar los tipos de significado que el lenguaje maneja,
la conexión entre uno y otro, su interferencia; en resumen, la psicología de la
situación de habla” (Richards, 1967).
Bien es verdad que son muchos los
ejemplos que podríamos citar para mostrar el carácter propiamente pragmático de
la Semántica, (en oposición a su estatus estrictamente gramatical), si bien
hemos seleccionado los anteriores por parecernos más representativos.
[34] La proximidad de los
planteamientos semánticos que nos presenta Del Pino son muy próximos a la
concepción semántica, holística, de Quine, la cual se
deja traslucir en algunas citas como las que siguen:
“Conocer una palabra
tiene dos aspectos: Un aspecto consiste en estar familiarizado con su sonido y
ser capaz de reproducirlo (...) el otro aspecto, el aspecto semántico, consiste
en saber como usar la palabra (...) cada uno de nosotros en cuanto aprende su
lenguaje, es un estudioso de la conducta de sus vecinos; y a la inversa, él es
objeto de estudio de conducta de su vecino” (Quine, 1969: 45).
[35] De esta forma se constata la
declaración realizada por Korzybski en la que
afirmaba: “el mapa no es el territorio”. Tal estimación surgía de la idea de
que todos los intentos humanos de explicar la realidad son y han sido
construcciones, representaciones, modelos de la realidad, mapas de territorios.
Toda conceptualización parte de una percepción,
limitada por nuestra propia estructura humana. A partir de una toma de
conciencia de esa percepción obtenemos una idea, un concepto, una palabra, una
acción.
Así, esta afirmación de “el mapa no
es el territorio” trascendería hasta la teoría mantenida por la Escuela de Palo
Alto. De hecho, Bateson llevaría a cabo una labor con
el propósito de no confundir los niveles de abstracción y, llegaría a
conclusiones muy parecidas a las de Korzybski cuando
dijese “la palabra «gato» no maúlla”. Además es conocida la consideración que Bateson habría tenido hacia este filósofo polaco, de modo
que llegaría a atribuir su crédito a este precursor con afirmaciones como:
“De hecho, es el tipo de contradicción que Korzybski y la escuela de la semántica general intentan
corregir en su terapia. Su tratamiento consiste en entrenar a sus pacientes en
no confundir los niveles de abstracción. De hecho, su tratamiento sigue las
líneas de la resolución de la paradoja que Rusell ha
intentado afirmando la regla de que ninguna clase debe ser considerada nunca
como un miembro de ella misma” (Wittezaele, 1994:
80.)
[36] Así nos lo hace ver en citas como
las que siguen:
“...Por consiguiente, el componente
sintáctico de una gramática debe especificar, para cada oración, una estructura
latente (subyacente), que determina su interpretación semántica, y una estructura
patente (superficial), que determina su interpretación fónica. La primera
es interpretada por el componente semántico; la segunda, por el componente
fonológico” (Chomsky, 1975: 18).
Y más adelante, y con respecto a las
transformaciones, Noam Chomsky, hará la siguiente
apreciación:
“La idea central de la gramática transformacional es que
son, en general, distintas y que la estructura patente viene determinada por la
repetida aplicación de ciertas operaciones formales llamadas “transformaciones
gramaticales” a objetos de naturaleza más elemental” (Chomsky, 1975: 18).
[37] Esta especificación viene dada por
Catherine Cudicio en la página 103 de la obra que
estamos estudiando. Por su parte las “violaciones” que nos expone Chantal Selva en su obra son bastante próximas a estas. No
obstante las vamos a enunciar a continuación.
·
Con
respecto a la omisión: La omisión simple; la supresión del índice de referencia;
la omisión del comparativo o el verbo no específico.
·
Con
respecto a la generalización: los cuantificadores universales; el origen
perdido de ciertas reglas o juicios; los operadores modales referidos a la
necesidad o la posibilidad; ciertas nominalizaciones.
·
Con
respecto a la distorsión: la relación causa/efecto; la equivalencia compleja y
el lector de pensamiento (el sujeto que pretende conocer). (Selva, 1991:
68-69).
[38] Junto a este procedimiento, y con
la misma finalidad, Chantal Selva, en la página 70 de
su obra, también trae a colación el de Alain Cayrol denominado “brújula del lenguaje” que, al igual que
la aplicación de los metamodelos, apuesta por la
clarificación de las palabras. De esta forma, partiendo de las
generalizaciones, se pretenden hacer explícitas las cuestiones relativas a los
hechos, las reglas, los juicios y las suposiciones que no estén expresos de
forma muy clara.
[39] Reestructurar es un concepto que
nos viene definido más adelante, en la obra que estamos analizando, y que muestra
bastantes semejanzas con respecto al procedimiento neurolingüístico
orientado al cambio en nuestra percepción de la realidad, es decir, nuestro
“mapa” conceptual. Nardone, Mariotti,
Milanese y Fiorenza nos
definen la reestructuración de la siguiente manera: “Reestructurar significa
cambiar el fondo o la visión conceptual y/o emocional en relación al cual se
experimenta una situación, poniéndola dentro de otro marco que se adapta,
igualmente bien o incluso mejor, a los «hechos» de la situación concreta” (Nardone et al, 2005: 82).
Al servicio de esta finalidad se
encontrarán los procedimientos de la interrogación y de la paráfrasis y otros
muchas técnicas también apuntadas en esta obra como la paradoja, el empleo de
metáforas e historias, el marco de “como si”, etc.
[40] Para una ampliación sobre el
carácter pragmático de los enunciados interrogativos, remitimos a la Gramática
Descriptiva de la Lengua Española, en concreto, al capítulo 61 “Los
enunciados interrogativos. Aspectos semánticos y pragmáticos” de Mª Victoria Escandell Vidal en donde se nos hace ver que:
“En ausencia de un contexto y una situación determinados, emitir una oración interrogativa equivale simplemente a expresar una función proposicional abierta: el objetivo con que se haga y las circunstancias que rodeen su emisión constituyen ya aspectos pragmáticos del significado” (Escandell, 1999: 3934)
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