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CÉSAR MORO Y
LOS ECOS DEL SURREALISMO[1]
FRANCÉS EN EL PERÚ
Camilo
Fernández Cozman
(Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, Universidad San Ignacio de Loyola. Perú)
Un
cuadro de Salvador Dalí frente al rostro de Luis Buñuel en cierta galería de
arte. La escena se completa: Federico García Lorca está leyendo Poeta en
Nueva York mientras algún niño cierra los párpados con sigilo y se sumerge
en el mundo de los sueños. Una mujer escribe la palabra “libertad” y desconfía
del vertiginoso avance de la ciencia: desea reemplazar el logos por el mito y
hacer del erotismo una crítica de la civilización contemporánea porque percibe
que alguien, en la penumbra, controla el movimiento de los cuerpos que se unen
al compás del viento. La fantasía y la locura se confunden. Decía André Breton[2]
que los locos eran víctimas de su imaginación, mas respiraban el aire de la
libertad mientras, en la orilla opuesta, un rostro yacía encadenado al crepitar
de las máquinas. Mejor reemplazar el método de Comte por el hilo del deseo,
pues el poeta también es hacedor de conocimiento. Stéphane Mallarmé afirmaba,
en el prefacio a Un Coup de dés jamais n’abolira le hasard, que todo el
poema tenía el hálito de una hipótesis[3]:
un científico era hermano del poeta, quien esparcía las palabras como el racimo de notas musicales a lo largo de la
página en blanco: un pentagrama donde bullen los vocablos debajo de la lluvia y
al borde del silencio.
Hay un
río que viene de Mallarmé y llega al surrealismo sobre la base de la crítica de
la racionalidad positivista. Debemos escuchar los ecos del deseo y abandonar la
dictadura del pensamiento cartesiano. En “L’amoureuse”, Éluard afirma :
“Elle a la forme de mes mains/ La couleur de mes yeux”. Es decir, los límites entre el
cuerpo del yo poético y la esfera corporal de la amada no quedan claros. ¿Cómo
explicar el sentido de estos versos a partir del pensamiento de Comte, quien
negaba al poeta la posibilidad de producir conocimiento?
Que
este breve introito sirva para abordar la recepción del surrealismo francés en
el Perú y cómo ello se hace palpable en Lettre d’amour[4],
de César Moro (1903-1956), el más importante poeta surrealista peruano. Un
árbol se pierde si no se ve al interior de un bosque o de una pradera. El
artista no es nada sin la tradición que se construye día a día. Quisiera
referirme a cómo llegaron las primeras resonancias de la escuela de Breton al
Perú y quiénes fueron los que sometieron a crítica los aportes de esta última
porque ello permitirá situar la poesía de Moro en el ámbito de la tradición
cultural.
A) LA
RECEPCIÓN DEL SURREALISMO FRANCÉS EN EL PERÚ. TRES CASOS REPRESENTATIVOS
Hay
tres autores muy ligados a la recepción del surrealismo francés en el Perú:
Xavier Abril (1905-1990), José Carlos Mariátegui (1894-1930) y César Vallejo
(1892-1938)[5].
El primero difundió, en América Latina, los aportes de la escuela de Breton y
abordó la inserción de ésta en el ámbito de la cultura occidental; el segundo
abrió las páginas de la revista Amauta y puso de relieve la crisis de la
civilización capitalista a través del análisis de las propuestas de algunas
escuelas vanguardistas que cuestionaron el paradigma del realismo decimonónico;
el tercero sometió a crítica las propuestas surrealistas manifestando una
conciencia crítica respecto de las contribuciones de la literatura europea
después de la Primera Guerra Mundial.
Por su parte,
César Moro empleó, con mayor asiduidad, una praxis surrealista eligiendo, de
manera muy creativa, el francés como lengua poética y buscando la metáfora
vanguardista de términos alejados y la enumeración caótica como recursos para
cuestionar la primacía de la racionalidad occidental. Así, daba primacía al eje
del deseo que se evidenciaba a través de una verdadera cadena de tropos
interminables y de una apología del exceso y del paroxismo verbal.
Uno de los
pilares de la difusión del surrealismo francés en el Perú fue Xavier Abril[6],
poeta y crítico literario que abordó, en Exégesis trílcica (1980), los
profundos vínculos que había entre Mallarmé y Vallejo; pues evidenció, de modo
indubitable, que el escritor de Santiago de Chuco se nutrió de Un Coup de
Dés... para la estructuración de algunos poemas de Trilce (1922). Un
artículo de Abril en la revista Amauta, dirigida por José Carlos
Mariátegui, es la puerta de entrada para comprender la recepción del
surrealismo en el Perú. ¿El título? “Estética del sentido en la crítica nueva”[7].
Allí afirma que “[l]os más nuevos, los surréalistes, queremos un cinema del
sueño. Para ello hace falta una vida del sueño. Una cultura del sueño”[8]
.
Aquí se puede observar el
fecundo vínculo que, para Abril, se establece entre el movimiento de las
imágenes cinematográficas y la dinámica del discurso onírico: en ambos casos predominan los
aspectos visuales y la noción de montaje. Pienso que el poema surrealista
realiza una yuxtaposición de imágenes de corte onírico, cuya secuencialidad es
realizada a través de un proceso de montaje. En forma parecida, el discurso
cinematográfico se construye sobre la base de imágenes que son concebidas de
manera algo independiente y después se fusionan a través de un proceso de
montaje.
Además, Abril concibe la
necesidad de “una vida del sueño”. En tal sentido, considero que allí se
percibe la idea de que el surrealismo constituye un modus vivendi; es
decir, hay una forma surrealista de concebir el mundo y las relaciones
intersubjetivas. Cuando un poeta asume con fe la escritura automática, se
entrega a la dinámica del discurso onírico, rechaza radicalmente la oprimente
racionalidad positivista, valora los aportes del discurso del loco y asume el
mundo de manera lúdica, está materializando un modus vivendi surrealista
al poner el deseo como centro de la existencia y rechazar así las cadenas de
una racionalidad basada en el culto a lo útil.
Abril también alude a que
resulta imprescindible cultivar “una cultura del sueño”. Sin duda, la cultura
implica un proceso de clasificación y remite a una forma de concebir el mundo.
Por eso, Abril está subrayando los lazos que deben existir entre las diversas
creaciones del ser humano a partir de un eje articulador: el sueño. Situado en
un contexto posterior a la Primera Guerra Mundial, Abril cuestiona la primacía
de la ciencia que, desde una perspectiva positivista, se planteaba –en el siglo
XIX—como un discurso superior al mito, al poema o al texto religioso. Los
positivistas decimonónicos creían que un libro de biología o de física era
superior a un relato mítico o a un manual de filosofía metafísica. Sin embargo,
la crisis del paradigma científico positivista después de la Primera Guerra
Mundial permitió el renacimiento de otras formas de acercarse al mundo. Se
comenzó a valorar más la expresión de la subjetividad o el carácter espontáneo
del deseo frente al asfixiante control racionalista. Entonces reaparecieron
otros discursos (como el del loco o el del niño) que cuestionaban, de modo
ostensible, la primacía del racionalismo de la ciencia positiva.
En
tal sentido, “una cultura del sueño” significa una puerta abierta a la libre expresión
de la subjetividad sin ataduras racionalistas ni rindiendo pleitesía al “omnipotente” método científico. Se trata de
unificar las distintas prácticas culturales (el cine, la literatura, el mito,
etc.) a través de la idea de que no hay conocimiento sin lenguaje y no hay
lenguaje sin una visión subjetiva que impregna la observación de todos los
fenómenos cotidianos. Por eso, asumir la subjetividad significa poner sobre el
tapete que detrás de toda percepción de un objeto hay un sujeto provisto de intereses
y deseos que busca expresarse, de modo analógico, a través de una práctica
cuestionadora de la primacía de la ciencia positiva.
Abril remarca que el
surrealismo es el genuino “círculo totalizador” de otras escuelas vanguardistas
como el dadaísmo o el futurismo porque posee un estrecho vínculo con dos hitos
en el ámbito de la cultura: el psicoanálisis y el marxismo[9].
Pienso que hay un hilo conductor entre Freud y los surrealistas a partir del
tamiz de la imaginación onírica que constituye una crítica de la censura
instaurada por los paradigmas racionalistas. Acercarse al mundo de los
sueños (a través de la escritura
automática o de la práctica terapéutica psicoanalítica) significa valorar la
introspección como método de conocimiento y buscar una concienciación de los
procesos inconscientes.
Creo, además, que existe
un vínculo fecundo entre el marxismo y la escuela surrealista. Los postulados
del marxismo intentaban convertir el reino de la carencia en el reino de la
satisfacción de las necesidades materiales gracias al trabajo y a la labor
transformadora del hombre en el río de la historia; todo ello basado en la idea
de que la contradicción posibilita el desarrollo y el progreso. Los
surrealistas, desde su particular punto de vista, anhelaban liberar al ser
humano del yugo del pensamiento dirigido; por eso, se trataba de situar a la
rosa “en una dinámica fecunda de contradicciones de más alcance, en la que la
rosa fuese sucesivamente aquella rosa que proviene del jardín, la que cumple
una función singular en un sueño, la que no se puede separar de ‘un ramo
óptico’, la que puede cambiar totalmente sus propiedades al pasar a la
escritura automática, aquella que tan sólo conserva de la rosa cuanto el pintor
ha querido conservar en un cuadro surrealista, y, por fin, aquella rosa,
totalmente distinta a sí misma, que regresa al jardín”[10].
Es decir, la noción de contradicción permite dibujar un puente que va desde
Breton y llega hasta Marx de modo insoslayable: la oposición entre dos o más
elementos posibilita el desarrollo y la síntesis. Por eso, la rosa –en la
visión de Breton—ha experimentado un proceso de mutación hasta retornar al
jardín como un ente radicalmente transformado.
Mariátegui estuvo muy atento a la difusión de los movimientos de
vanguardia en América Latina. Amauta, revista dirigida por él, dio a
conocer algunos artículos significativos para el abordaje del surrealismo como
corriente artística que significa una crítica de la modernidad a través del
empleo de un lenguaje onírico y de una escritura automática como poderosos
instrumentos para cuestionar la racionalidad oprimente que ha primado en el
mundo moderno.
Como indica Ricardo Silva-Santisteban, “[e]l interés de
Mariátegui en los movimientos de vanguardia es patente y en especial por el
movimiento superrealista. Aparentemente, Mariátegui le solicitó a Abril la
dirección de Breton, pues el poeta peruano se la señala escuetamente en una
carta fechada el 8 de octubre de 1928”[11]
Mariátegui tiene tres artículos[12]
que fueron posteriormente incluidos en su libro El artista y la época
(1959). Se trata de “El grupo suprarrealista y ‘Clarté’”, “El balance del suprarrealismo” y “El
superrealismo y el amor”[13].
Quisiera abordar el contenido de estos tres ensayos porque son manifestaciones
de cómo fue la recepción del surrealismo francés en el Perú.
En “El grupo suprarrealista y Clarté”, Mariátegui
afirma, de modo contundente, que la escuela de Breton es una protesta
espiritual[14]
que recusa la civilización capitalista, defiende el irracionalismo, coincide
con el marxismo en su repudio del statu quo y constituye un nuevo
romanticismo por su búsqueda de la libertad del espíritu. La fusión del grupo
suprarrealista –al decir de Mariátegui—y de la revista Clarté es un
indicio inequívoco de que los seguidores de Breton han optado por un cambio
profundo de las estructuras sociales para dar paso a la liberación de los
deseos. Pienso que ello materializa la fe en la utopía vanguardista de un mundo
donde se tomen en cuenta los discursos (como el del niño o el del
esquizofrénico) tradicionalmente excluidos de la dinámica de las relaciones
intersubjetivas.
En “El balance del suprarrealismo”, Mariátegui señala que la
escuela de Breton ha tenido un proceso cuya infancia posee un inocultable
nombre: el dadaísmo. “Pero nada rehúsan –dice Mariátegui—tanto los
suprarrealistas como confinarse voluntariamente en la pura especulación
artística. Autonomía del arte, sí; pero,
no clausura del arte. Nada le es más extraño que el arte por el arte”[15].
Como ha señalado Pierre Martino, fue Victor Hugo uno de los primeros en
emplear, en Francia, la expresión “arte por el arte”. Théophile Gautier
defendía, en 1856, la idea de la autonomía del arte: “el arte para nosotros no
es el medio, sino el fin”[16].
En tal sentido los parnasianos (Leconte de Lisle, Théodore de Banville, entre
otros) siguieron la concepción de Gautier, poniendo de relieve el esteticismo,
la erudición pintoresca, el predominio descriptivista-exterior y la admiración
por la cultura greco-latina. Por eso, cuando Mariátegui afirma que Breton y sus
seguidores recusan el arte por el arte, está comprobando que en ellos se halla
manifiesta una vocación antiparnasiana. En el primer manifiesto surrealista,
Breton reconoce el aporte de los simbolistas como Stéphane Mallarmé y Arthur
Rimbaud. Allí el autor de Nadja subraya que “Rimbaud es surrealista en
la vida práctica y en todo. Mallarmé es surrealista en la confidencia”[17].
En otras palabras, los surrealistas se alejan de los principios parnasianos y
se acercan a la noción de escritura vidente de Rimbaud y al “laboratorio
lingüístico” de Mallarmé.
En “El superrealismo y el amor”, Mariátegui destaca la filiación
romántica o neorromántica del movimiento liderado por Éluard, Breton, Aragon y
Soupault. En Francia, los primeros manifiestos literarios en la modernidad
fueron escritos por Madame de Staël y Victor Hugo. En De Alemania (1810)
y en el prólogo a Cromwell (1827) hay un rechazo, a veces implícito, a
los postulados del neoclasicismo francés y, por lo tanto, una predilección por
los principios artísticos, enarbolados por el romanticismo cuyas resonancias
venían desde Alemania. Hugo afirma: “Que
el poeta evite, sobre todo, copiar, sea quien sea el modelo, tanto si es
Shakespeare como Molière, tanto si es Schiller como Corneille”[18].
Creo que Breton, en sus manifiestos, continúa la línea trazada por Hugo y
acentúa más la vocación parricida.
Mariátegui subraya,
en “El superrealismo y el amor”, que “[n]o es contradictorio ni anómalo profesar
los principios de Freud sobre la libido y confesar el más poético y romántico
sentimiento del amor”[19]. Ello se observa, con claridad meridiana, en el poema “On ne peut me
connaître”, de Éluard:
Tous les deux
On fait à mes lumières
d’homme
Un sort meilleur
qu’aux nuits du monde
A.3) CÉSAR VALLEJO, CRÍTICO DEL SURREALISMO
A diferencia de Abril y de Mariátegui, Vallejo fue un crítico despiadado
del surrealismo en dos textos: “Autopsia del superrealismo” y el poema “Un hombre
pasa con un pan al hombro”. En tal sentido, la perspectiva de Vallejo se
asemeja a la del poeta chileno Vicente Huidobro, quien recusaba el
planteamiento de Breton cuando éste decía que el surrealismo era un
“automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por
escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un
dictado del pensamiento, sin intervención reguladora de la razón, ajeno a toda
preocupación estética o moral”[21].
Huidobro señala que la palabra “’pensar’ ya implica control (...) Desde el
instante en que os preparáis para escribir, el pensamiento surge controlado”[22].
Es decir, no se puede reflexionar al margen de las normas que establecen
ciertas pautas al interior de un sistema lingüístico o cultural. Cuando
pensamos, estamos asumiendo, necesariamente, ciertos principios que controlan
nuestros actos de habla: no es posible, según Huidobro, la escritura
automática, pues todo acto comunicativo presupone el funcionamiento de ciertas
leyes que rigen la ejecución de nuestros discursos.
En “Autopsia del superrealismo”, Vallejo evidencia su
rechazo a las escuelas literarias porque éstas plantean triviales fórmulas “en
vez de devenir austero laboratorio creador”[23]
y ofrecen “una receta más de hacer poemas sobre medida”[24].
El surrealismo, para Vallejo, no constituye una excepción a la regla ni
representa aporte constructivo alguno. La doctrina surrealista, según el autor
de Trilce, ya se halla en el pensamiento de Guillaume Apollinaire.
Influido por la ortodoxia marxista, Vallejo le niega --algo
injustamente-- toda originalidad al movimiento de Breton y remarca que éste
construye baladíes juegos de salón, es decir, ejercicios lúdicos muy
cerebrales. Acto seguido, Vallejo traza el desarrollo de la escuela surrealista
y su vinculación al pensamiento anarquista debido al carácter nihilista de este
último; finalmente, aborda la vinculación de aquélla con el marxismo. Esta
adhesión es vista exenta de toda autenticidad, pues Vallejo piensa que los
surrealistas no variaron, sustancialmente, sus métodos cuando se sintieron
cercanos al pensamiento de Marx.
Hay un texto de Poemas humanos (1939) donde se alude,
de manera muy crítica, a Breton. Se trata de “Un hombre pasa con un pan al
hombro”:
Un hombre pasa con un
pan al hombro
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?
Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de
su axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?
Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la
mano
¿Hablar luego de Sócrates al médico?
Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Breton?
Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?
Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después, del infinito?
Un albañil cae de un techo, muere y ya no
almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?
Un comerciante roba un gramo en el peso a un
cliente
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?
Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?
Un paria duerme con el pie a la espalda
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?
Alguien va en un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?
Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con qué valor hablar del más allá?
¿Cómo hablar del no-yo sin dar un grito?
(5 nov. 1937)[25]
Son trece dísticos en los cuales el yo poético contrasta la
cruda realidad (marcada por el hambre, el sufrimiento y la crisis de valores)
frente a las construcciones teóricas de la cultura occidental. El dolor del
paria o del que tirita de frío es una realidad mucho más contundente que la
pintura de Picasso o las teorías sobre el yo profundo. El psicoanálisis queda
como una doctrina llena de limitaciones frente a la evidencia de que alguien
“extrae un piojo de su axila”. La innovación, en el ámbito tropológico, está
–desde el punto de vista valorativo—muy por debajo del padecimiento del
albañil, quien, sin almorzar, se encuentra con las garras de la muerte.
En los versos 7 y 8, Vallejo se refiere al adalid del
movimiento surrealista. Sucede que un cojo pasa ofreciendo el brazo a un niño,
entonces el yo poético se pregunta: “¿Voy, después, a leer a André Breton?”;
aquí se observa una crítica a ciertos principios del surrealismo. Para Vallejo,
no tienen sentido la práctica lúdica, la escritura automática y el relato de
los sueños que predominan en los poemas de Breton, porque la cruda realidad
supera toda ficción. No hay nada más sorprendente que un contexto marcado por
la carencia y el sufrimiento del sujeto pobre. Después de percibir esa
atmósfera llena de penuria, no resulta pertinente elucubrar ejercicios lúdicos
que nos quitan el profundo vínculo que debe haber siempre entre el ser humano y
el mundo real a partir de la solidaridad como principio moral esencial. Vallejo
parece decirnos que los textos de Breton nos alejan de la rica interrelación
que debiera haber, en todo momento, entre el hombre y su entorno real, sediento
de una manifestación de solidaridad y de cooperación mutua.
César Moro escribió gran
parte de su obra poética en francés. Concibió, en español La tortuga
ecuestre (1938-1939)[26],
en cuyo título el autor textual “pone en relación dos órdenes: lo animal, lo
acuático, terrestre y lo construido (en tanto connota estatua) y aéreo, lo que
plantea una zona de indeterminación, de entrecruzamiento de elementos que
alteran lo real”[27].
Sin embargo, fue en la lengua de Baudelaire donde Moro produjo sus textos más
significativos, razón por la cual se trata de un fenómeno de bilingüismo: un
hispanohablante que emplea creativamente el francés con fines literarios y para
internacionalizar la literatura peruana porque este idioma poseía un enorme
prestigio en el contexto vanguardista. Recordemos que Vicente Huidobro, uno de
los representantes del creacionismo, también empleó el francés y escribió buena
parte de su poesía en dicha lengua[28].
Como Moro, Huidobro concibió la posibilidad de un nuevo público lector y la
posibilidad de insertarse en la discusión sobre la vanguardia artística como
fenómeno internacional. Por su parte, César Vallejo escribió algunas obras de
teatro y textos de crítica teatral en la lengua de Rimbaud[29];
así, pudo polemizar con los adalides de la dramaturgia contemporánea.
Moro escribió Le Château du grisou (1939-1841), Lettre
d’amour (1942), Pierre des soleis (1944-1946), Amour à mort
(1949-1956), Trafalgar Square (1953), Derniers poèmes
(1953-1955), entre otros. Su poesía se nutrió de la imaginación onírica y
manifestó la idea de que la vigilia era un fenómeno de interferencia, poniendo
de relieve la predilección por el mundo de los sueños a través de una serie
interminable de imágenes, donde es posible observar un fragmentarismo
vanguardismo y un cuestionamiento del paradigma modernista. Ello implicó la
asunción de una modernidad periférica a través de una crítica de la
racionalidad instrumental y de un paroxismo verbal, donde el exceso sea visto
como la posibilidad de un diálogo entre el hombre y la naturaleza sobre la base
de un uso lúdico del lenguaje.
Pienso que Lettre d’amour es un poema fundamental
porque permite abordar el funcionamiento de los cuatro elementos (el aire, el
fuego, la tierra y el agua), la vigilia como fenómeno de interferencia, la
simbología cromática y la posibilidad de llegar a un nombre sagrado, el cual
reconcilie a la poesía con el discurso mítico y el ritual cosmogónico. Nombrar
significa ordenar los entes del universo y clasificar las distintas formas de
experiencia. Y no es posible concebir una cultura sin la clasificación como procedimiento
cognitivo.
B.1) CESAR MORO Y LETTRE D’AMOUR
Veamos el poema:
entouraient
à l’approche de l’aube
quand tes pieds plus chauds que des nids
flambaient dans la nuit
d’une lumière bleue et pailletée
Je pense à ton corps faisant du lit le ciel et les
montagnes
suprêmes
de la seule réalité
avec ses vallons et ses ombres
avec l’humidité et les marbres et l’eau noire reflétant
toutes
les étoiles
dans chaque oeil
Ton sourire n’était-il pas le bois retentissant de mon
enfance
n’étais-tu pas la source
la pierre pour des siècles choisie pour appuyer ma tête?
immobile braise d’où partent la voie lactée
et ce chagrin immense qui me rend plus fou qu’un
lustre
de
toute beauté balancé dans la mer
Intraitable à ton souvenir la voix humaine m’est odieuse
toujours la rumeur végétale de tes mots m’isole dans la
nuit totale
où tu brilles d’une noirceur plus noire que la nuit
Toute idée de noir est faible pour exprimer le long
ululement
de noir sur
noir éclatant ardemment
dans la prison où ton absence me laisse
dans la solitude où ce poème m’abandonne
dans l’exil où chaque heure me trouve
Je ne réveillerai plus
Je ne résisterai plus à l’assaut des grandes vagues
venant du paysage heureux que tu habites
Resté dehors sous le froid nocturne je me promène
sur cette planche haut placée d’où l’on tombe net
Raidi sous l’effroi de rêves successifs et agité dans le
vent
d’années de songe
averti de ce qui finit para se trouver mort
au seuil des châteaux désertés
au lieu et à l’heure dits mains introuvables
aux plaines fertiles du paroxysme
et de l’unique but
ce nom naguère adoré
je mets toute mon adresse à l’épeler
suivant ses transformations hallucinatoires
Tantôt une épée traverse de part en part un fauve
ou bien une colombe ensanglantée tombe à mes pieds
devenus rocher de corail support d’épaves
d’oiseaux carnivores
Un cri répété dans chaque théâtre vide à l’heure du
spectacle
inénarrable
Un fil d’eau dansant devant le rideau de velours rouge
aux flammes de la rampe
Disparus les bancs du parterre
j’amasse des trésors de bois mort et de feuilles vivaces
en argent corrosif
On ne se contente plus d’applaudir on hurle
mille familles momifiées rendant ignoble le passage d’un
écureuil
Cher décor où je voyais s’équilibrer une pluie fine se
dirigeant rapide
sur
l’hermine
d’une pelisse abandonnée dans la chaleur d’un feu d’aube
voulant adresser ses doléances au roi
ainsi moi j’ouvre toute grande la fenêtre sur les nuages
vides
réclamant aux ténèbres d’inonder ma face
d’en effacer l’encre indélébile
l’horreur du sang
à travers les cours abandonnées aux pâles végétations
maniaques
Vainement je demande au feu le soif
vainement je blesse les murailles
au loin tombent les rideaux précaires d l’oubli
à bout de forces
devant le paysage tordu dans la tempête
(México, D.F. décembre 1942)
B.1.1) Los cuatro elementos
En Lettre d’amour, observamos la poética de los cuatro elementos:
el fuego, el aire, la tierra y el agua. En “Unión libre”, Breton había escrito:
Mi mujer de ojos de sabana
Mi mujer de ojos de agua para beber en prisión
Mi mujer de ojos de
bosque siempre bajo el hacha
De ojos de nivel de
agua de nivel de aire de tierra y de fuego[30]
Aquí observamos cómo
el autor de Nadja concibe que la mujer es la síntesis de casi todo el
universo, pues condensa los cuatro elementos, la naturaleza y gran parte de las
experiencias en el mundo, como se puede apreciar, con nitidez, si leemos “Unión
libre” en su totalidad. Se trata de un poema donde el sintagma anafórico “Mi
mujer” se repite obsesivamente a lo largo del poema y pone de relieve una
asociación del ser amado con innumerables objetos que pueblan el mundo.
Por su parte,
Moro piensa que el fuego es el elemento cosmogónico más poderoso: los pies del
ser amado (“tes pieds plus chauds que
des nids/ flambaient dans la nuit”) se
asocian con la imagen de la calidez y con el ardor en la noche. Las holoturias,
desde el punto de vista de la organización espacial, completan la escena, pues
rodean al yo poético y al ser amado en una atmósfera marcada por la proximidad
del alba.
También el fuego se
enlaza, en Lettre d’amour, con las sensaciones auditivas y las visuales
(“le long ululement/ de noir sur noir éclatant ardemment”) a partir del empleo
de las sinestesias. Se entiende tradicionalmente la sinestesia como un tipo de
metáfora adjetival[31].
Baudelaire y Rimbaud la emplearon con maestría en los poemas “Correspondances”
y “Voyelles”, respectivamente. Las palabras “long” y “noir” materializan, en el
texto de Moro, una sensación visual; en cambio, el término “ululement” subraya
el funcionamiento de un nivel auditivo. En tal sentido, se percibe una fusión
de sensaciones, como si el color se escuchara o el sonido se dibujara en una
pintura. El adverbio “ardemment” subraya el vínculo entre el acto de
resplandecer y el fuego. Es como si la luz fuera una manifestación inequívoca
de este último en una esfera marcada por el erotismo.
Asimismo, el fuego se asocia fuertemente con una
representación teatral, sin embargo, la sala yace vacía en el momento del
espectáculo del amor: “Un fil d’eau dansant devant le rideau de velours rouge/
aux flammes de la rampe”. En la metáfora nominal “flammes de la rampe” se
observa un lazo muy profundo entre la línea de luces en el proscenio del teatro
y las llamas. Es como si el acto erótico implicara la materialización del
espectáculo de un paroxismo corporal indescriptible, donde la danza del hilo
del agua posibilitara la cabal fusión de los amantes en el espacio privilegiado
del deseo.
El agua cobra primacía en el poema de Moro y se materializa
en las imágenes de la humedad y del agitado mar. Las olas representan la
violencia del acto erótico; en cambio, la lluvia encarna la mesura: “Cher décor
où je voyais s’équilibrer une pluie fine”. Además, la lluvia genera la
comunicación entre la esfera de lo alto (el cielo) y la esfera de lo bajo (el
lecho de los amantes). No hay que olvidar que en la segunda estrofa se dice que
el cuerpo del ser amado casi convertía el lecho en el cielo y, por lo tanto, la
experiencia erótica involucraba una vivencia algo “religiosa”[32],
donde la fusión corporal configuraba un rito de redención y una apología del
exceso.
El aire aparece en la imagen del viento y de la tempestad.
Veamos esta metáfora nominal: “Raidi sous l’effroi de rêves successifs et agité
dans le vent/ d’années de songe“, donde se observa el funcionamiento de tres
dominios semánticos: el aire, el tiempo y la ilusión[33].
El yo poético, inmóvil, percibe el terror de la cadena interminable de los
sueños ante la presencia del viento que se enlaza fuertemente con la
posibilidad de sumergirse en el universo de la ilusión y en el discurrir
temporal como una especie de liberación interior.
La tierra, en el poema de Moro, se manifiesta en la idea del
bosque resonante de la infancia, en los valles y el rumor vegetal. El poeta
alude a “plaines fertiles du paroxysme”, donde la noción de fertilidad y de
exceso se unen en el tejido metafórico. Aquí observamos el funcionamiento de
dos dominios semánticos: el de la naturaleza y el del deseo. El primero se
asocia con la fertilidad; y el último, con el hecho de sobrepasar los límites
para la materialización plena del acto erótico. Pero hay una confluencia entre
ambos dominios semánticos de manera que las llanuras tienen una fuerte
connotación erótica en el poema; y el paroxismo, por su parte, está
“naturalizado” porque se vincula sólidamente al mundo de los espacios donde
prepondera solamente la música de los árboles.
Breton decía, en el primer Manifiesto
del surrealismo (1924) que el sueño es “continuo y con trazas de tener una
organización y estructura”[34];
por ello, consideraba a la vigilia “como un fenómeno de interferencia”[35].
Lo ideal sería, según el autor de Nadja, que el ser humano se entregara
completamente a los sueños, pues “[e]l espíritu del hombre que sueña queda
plenamente satisfecho con lo que sueña”[36].
En Lettre d’amour se afirma “Je ne me réveillerai
plus“ y ello implica que el yo poético piensa que el estado de vigilia es un
fenómeno de interferencia y no queda sino entregarse a las llamas del deseo
tratando de asumir, hasta la muerte, la cadena de sueños interminables: “Raidi
sous l’effroi de rêves successifs”. No importa si estos últimos producen temor
en el hablante lírico. Lo importante es comprender que la vigilia permite
renunciar al paroxismo y domesticar el deseo cuando, en realidad, lo importante
es sobrepasar los límites racionales para asumir la “revolución surrealista” de
manera cabal y así reemplazar el método científico por el automatismo onírico.
Sumergirse en el sueño
significa vivir como si uno fuera un actor en el teatro con butacas vacías
(“théâtre vide”), candilejas y escenas indescriptibles. Al final del poema se
alude a que caen los telones bastante precarios ante la tempestad que no sino
el deseo que se ha volcado sobre la naturaleza y ha producido un movimiento
cósmico interminable.
En Lettre d’amour
hay una simbología cromática. El negro es el color más relevante, pues revela
el brillo del cuerpo del ser amado que supera con intensidad a la noche: “tu
brilles d’une noirceur plus noire que la nuit”. Asimismo, el resplandor “du
noir sur noir éclatant ardemment” manifiesta el deseo erótico. No cabe duda de
que la sensación cromática aquí se ha tornado en un indicio de un erotismo
profundo que posibilita la fusión de los cuerpos.
Otro color esencial en el poema es el azul que se asocia con
la luminosidad y el brillo: “d’une lumière bleue et pailletée”. El paisaje se
configura de la siguiente manera: una noche muy oscura y los pies del ser amado
brillan provistos de una luz azul. Si se toma en cuenta la alusión a “nids” y,
en la siguiente estrofa, a “ciel”, entonces resulta pertinente considerar que
el azul se vincula al cielo y a la posibilidad de convertir el lecho del amor
en el cielo supremo.
También tenemos el color rojo en la siguiente metáfora: “Un
fil d’eau dansant devant le rideau de velours rouge”. Se trata de una “metáfora
orientacional”[37]
porque establece, desde una óptica cognitiva, una organización espacial: hay un
objeto que danza delante de una cortina de terciopelo rojo. En efecto,
el rojo aquí simboliza el triunfo del fuego (=el deseo) sobre los otros elementos
y el profundo vínculo que se instaura entre la música y la representación
teatral del acto erótico frente a unas butacas vacías.
El yo poético se esfuerza
por deletrear un nombre sagrado: “ce nom naguère adoré/ je mets toute mon
adresse à l’épeler”. Se trata de toda una travesía por aprehender las sílabas y
letras de aquella palabra divina que motiva un fervor de profunda raigambre
“religiosa”. Sin embargo, dicho nombre (que evoca el cuerpo del ser amado)
evidencia innumerables transformaciones alucinantes, por lo tanto, posee una
connotación mítica en el poema porque conlleva la búsqueda de la palabra del
origen que permite ordenar los distintos objetos del universo.
Se trata, sin duda, de un término que motiva una profunda adoración en
el hablante lírico. Buscar dicho nombre significa reconciliar al poema con el
discurso mítico y el ritual cosmogónico. El mito implica una relación sagrada
con los objetos del mundo y el empleo de un lenguaje que, alejándose de todo empobrecedor
racionalismo, se acerque a la poesía y configure un universo de relaciones
intersubjetivas donde el hombre se reintegre creativamente a la naturaleza y
rechace la dictadura de la racionalidad instrumental. En ese contexto aparece
el ritual cosmogónico. Frente a la crisis del paradigma de ciencia después de
la Primera Guerra Mundial, los surrealistas reemplazaron el método científico
por la escritura automática y así crearon sistemas de formación de universo
basados, a veces, en los cuatro elementos fundamentales (aire, fuego, tierra y
agua)[38]
y en la fluencia interminable de imágenes oníricas, expresión suprema de
libertad frente a la racionalidad instrumental.
La búsqueda de un nombre por parte del yo poético, en Lettre
d’amour, significa que el hombre se reconcilia con el mito y formula una
cosmogonía: el universo se formó cuando el hombre se dio cuenta de la necesidad
de comunicarse con sus semejantes y para ello buscó afanosamente las palabras
como si éstas fueran seres humanos que dicen, al oído, su mensaje infinito.
César Moro es un gran
poeta surrealista. No resulta fácil escribir poesía de tanta calidad en una
lengua ajena. Generalmente el uso del código literario exige al hablante un
dominio de los aspectos prosódicos y rítmicos del idioma hasta percibir las
eufonías y disonancias de este último.
Moro
aprendió algo tardíamente el francés, pero al final bregó con la sintaxis y la
fonética de esta lengua hasta llegar a dominarlas y ofrecernos poemas que, con
el paso del tiempo, han quedado como monumentos de la literatura
latinoamericana. Por eso, sería digno de elogio leer la poesía de César Moro en
una noche de lluvia, frente al mar, y cuando asoma, leve y majestuosamente, el
alba.
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[1] La expresión “surréalisme” debiera
traducirse como “superrealismo”, “suprarrealismo” o “sobrerrealismo” porque el
prefijo “sur” significa, en francés, “sobre”. En español, “surrealismo” tiene,
morfológicamente, un sentido disímil, pues el prefijo “sur” no tiene la
acepción precisa que posee en francés; sin embargo, es el término que se ha
impuesto por el uso.
[2] “Estoy plenamente dispuesto a
reconocer que los locos son, en cierta medida, víctimas de su imaginación”.
André Breton. Manifiestos del surrealismo. Barcelona, Ed. Labor, 1992,
p. 19.
[3]
« La fiction affleurera et se dissipera, vite, d’après la mobilité de
l’écrit, autour des arrêts fragmentaires d’une phrase capitale dès le titre
introduite et continuée. Tout se passe, par raccourci, en hypothèse ; on
évite le récit ». Stéphane Mallarmé. Poesías.
Seguido de Otras poesías/ Anécdotas o poemas/ Igitur/ Una jugada de dados.
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[4] La primera vez que se publicó Lettre
d’amour fue en México por Éditions Dyn en 1944.
[5] Hay que recordar que el poeta
peruano José María Eguren (1874-1942), en un ensayo (“El nuevo anhelo”) también se refiere al
surrealismo en estos términos: “Pero si en la realidad se descubren bellezas
que parecen soñadas, ante todo el surrealismo es una realidad de sueños”. Obras completas. Edición, prólogo y notas
de Ricardo Silva-Santisteban. Lima, Mosca Azul, 1974, p.
294. Cf. Ricardo Silva-Santisteban. “André
Breton en el Perú”. En: André Breton. Poemas. Traducción de Armando
Rojas. Lima, Jaime Campodónico/ Editor, 1993, p. 15.
[6] Yazmín López Lenci afirma que
“Xavier Abril es el primer poeta peruano que tiene contacto directo con el
surrealismo francés, entre los años 1925 y 1927, y uno de los iniciadores de la
resonancia de este movimiento en español”. Cf. El laboratorio de la
vanguardia literaria en el Perú. Lima, Editorial Horizonte, 1999, pp.
101-102.
[7] Xavier Abril. “Estética del
sentido en la crítica nueva”. En: Amauta, No. 24. Lima, junio de 1929,
pp. 49- 52.
[8] Ibídem, p. 52.
[9]
Cf. Camilo Fernández Cozman. Las ínsulas extrañas de Emilio
Adolfo Westphalen. 2da. edición. Lima, Fondo Editorial de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Dedo Crítico Editores, 2003, p. 48.
[10] André
Breton. Op. cit., p. 183. Se trata de las
ideas del segundo manifiesto surrealista.
[11]
Ricardo Silva-Santisteban “André Breton en el Perú”. En: André
Breton. Poemas. Lima, Jaime
Campodónico/Editor, 1993, p. 8.
[12] Silva-Santisteban (véase nota
anterior) alude a otro artículo de Mariátegui (“Nadja, por André
Breton”) publicado en Variedades, No. 1141. Lima, 15 de enero de 1930.
Allí Mariátegui afirma: “Proponiendo a la literatura los caminos de la
imaginación y del sueño, los suprarrealistas no la invitan verdaderamente sino
al descubrimiento, a la recreación de la realidad”. Luego dice que no se puede
describir la realidad sin la fantasía y que “yo no me sentiré nunca lejano del
nuevo realismo, en compañía de los suprarrealistas”.
[13] Mariátegui emplea,
indistintamente, los términos “suprarrealismo” y “superrealismo” como sinónimos
de “surrealismo”.
[14] Cf. José Carlos Mariátegui. El
artista y la época. Lima, Empresa Editora Amauta, 1988, p. 42.
[15] Ibídem, pp. 47-48.
[16] Pierre Martino. Parnaso y
simbolismo (1850-1900). Buenos Aires, Ed. El Ateneo, 1948, p. 26.
[17] André
Breton. Op. cit. p. 46.
[18]
Victor Hugo. Manifiesto
romántico.
Barcelona, Editorial Península, 1971, p. 62
[19]
José Carlos Mariátegui. Op. cit., p. 54.
[20] Cf.
G. Durozoi [y] B. Lecherbonnier. El surrealismo. Teoría,
temas, técnicas. Madrid, Ed. Guadarrama. 1974, p. 176. Para
estos autores, los surrealistas concebían que la mujer ordenaba los deseos
latentes (p. 177).
[21] André
Breton. Op. cit. p. 44.
[22] Vicente Huidobro. Poesía y
poética (1911-1948). Madrid, Alianza Editorial, 1996, p. 130.
[23] César Vallejo. Ensayos y
reportajes completos. Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2002,
p. 420.
[24] Ibídem, p. 415.
[25] César Vallejo. Poesía completa
III. Lima, Pontifica Universidad Católica del Perú, 1997, pp. 241-242.
[26] La primera edición de La
tortuga ecuestre apareció póstumamente en el volumen La tortuga ecuestre
y otros poemas, 1924-1949. Lima, Ediciones Trigondine, 1957. La
recopilación fue de André Coyné.
[27] Elena Altuna. “César Moro:
escritura y exilio”. En: Revista de crítica literaria latinoamericana,
No. 39. Lima, Latinoamericana Editores, 1er. semestre de 1994, p. 110.
[28] Por ejemplo, los poemarios Horizon
carré (1917) y Saisons choisies
(1921), entre otros.
[29] Vallejo, en
el género teatral, pergeñó algunas piezas en francés (La Mort y Le
Jugement dernier, por ejemplo) y escribió artículos sobre temas
relacionados al género dramático (Notes sur une nouvelle esthétique
theâtrale, 1934, verbigracia).
Vallejo no fue un escritor surrealista.
[30] Javier Sologuren. Razón
ardiente. Poesía francesa de Apollinaire hasta nuestros días. Lima,
Colmillo Blanco Editores, 1988, p. 81. (Se trata de la compilación de unos
textos de poesía francesa traducidos magistralmente por Sologuren). El texto original dice así: “Ma femme aux
yeux de savane/ Ma femme aux yeux d’eau pour boire en prison/ Ma femme aux yeux
de bois toujours sous la hache/ Aux yeux de niveau d’eau de niveau d’air de
terre et de feu”. El poema “L’Union libre” pertenece a Clair de terre
(1931).
[31] Fontanier, en un tratado clásico
sobre el tema, concibe que hay metáforas de nombre, de adjetivo, de participio,
de verbo y de adverbio. Cf. Pierre Fontanier. Les figures du discours.
Paris, Flammarion, 1977. Para
este autor, la metáfora es un tropo por semejanza. En tal
sentido, “Les Tropes par ressemblance consistent à présenter une idée sous le
signe d’une autre idée plus frappante ou plus connue, qui, d’ailleurs, ne tient
à la première par aucun lien que celui d’une certaine conformité ou
analogie » (p. [99]).
[32] “Religiosa” porque se trata de una
vivencia donde se rinde culto al cuerpo del amado como si éste fuera un
demiurgo.
[33] “Songe” tiene, en el poema de Moro,
el sentido de ilusión y fantasía.
[34] André
Breton. Op. cit., p. 27.
[35] Ibídem, p. 28.
[36] Ibídem, p. 29.
[37]
Cf. George Lakoff y Mark Johnson. Metáforas de la vida
cotidiana. Madrid, Cátedra, 1995, p. 50.
[38] Por ejemplo, en “Unión libre”, de
Breton y en la poesía de Paul Éluard se observa la construcción de una
cosmogonía basada en los cuatro elementos.
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