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FÁBULAS ANTIGUAS DE CHINA
NOTA DEL EDITOR
En este libro se
incluyen 121 notables fábulas antiguas de China, la mayoría de las cuales
pertenecen a los siglos III y IV antes de nuestra era y a los siglos XVI y
XVII. Hasta hoy día, las fábulas siguen circulando en los labios del pueblo
chino y usándose como citas en los textos.
Los libros citados por primera vez en
cada fábula de esta edición son mencionados debajo del texto; sus autores y la
época en que escribieron las anécdotas se citan también al final de la página.
PREFACIO
Por Wei Jinzhi*
En este libro se
recogen las mejores fábulas antiguas de China, de diferentes periodos. Es fácil
notar que en esta colección las fábulas de los siglos III y IV antes de nuestra
era y las de los siglos XVI y XVII constituyen la parte más importante, porque
en esos dos periodos la fábula china llegó a su apogeo.
Durante el periodo de los siglos III y
IV antes de nuestra era, la dominación feudal de la dinastía Zhou comenzó a derrumbarse y los Estados subdivididos de
China se invadieron los unos a los otros. La tierra podía ser vendida y
comprada libremente y ciertos nobles se empobrecieron y se convirtieron en
gentes sencillas, mientras algunas de estas últimas empezaron a asimilar
cultura; por consiguiente surgió una gran cantidad de pensadores y políticos y
se desarrolló una competencia entre diversas escuelas ideológicas. Esos
pensadores y políticos no sólo habían asimilado la cultura antigua de China y
poseían abundantes conocimientos de historia, sino que también visitaban a
menudo diversos Estados, se ponían en contacto con las masas y estaban al
corriente de la vida del pueblo, y de las fábulas –alegorías inspiradas en
anécdotas de la vida y las leyendas históricas– que el pueblo usaba como una forma
de comunicación. Por eso, al satirizar o censurar a los gobernantes, al
disputar o polemizar con los sabios contemporáneos, al enseñar a sus
discípulos, y hasta al escribir libros o doctrinas, usaron a menudo gran
cantidad de fábulas populares para reforzar la persuasión de sus doctrinas. De
ellos Han Feizi, Zhuang Zi y Lie Zi
fueron los que emplearon más fábulas. Claro está que las concepciones
científicas de esos pensadores y políticos constituyeron el tesoro de la
cultura antigua de China y alcanzaron lucimiento en la historia de China; y las
fábulas que usaron esos sabios como medios de comunicación se conservaron y
asimilaron después más ampliamente gracias a sus obras, y fueron empleadas en
las luchas de la vida cotidiana. Eso ocurrió porque esas fábulas creadas y
pulidas por el pueblo no sólo poseían un manifiesto colorido en las imágenes y
un carácter típico en las ideas sino que también eran concisas, fáciles y
comprensibles para las gentes.
Después de la unificación de la
dinastía Han, en el siglo II antes de nuestra era, el dominio feudal se va
intensificando de día en día. Los gobernantes prohíben las diversas escuelas
ideológicas, haciendo de la de Confucio la ideología oficial. Tanto la elección
de los temas como el empleo del personal* se realizan
conforme al criterio de las obras clásicas de la escuela de Confucio,
considerándose las fábulas populares como despreciables charlas callejeras. En
realidad las fábulas populares satirizaban a menudo a la sociedad y a los
acontecimientos contemporáneos y desfavorecían mucho a los gobernantes; por eso
no es de extrañar que estos últimos quisieran eliminarlas. Por consiguiente
aunque las fábulas siguieron produciéndose como siempre entre el pueblo, son
muy escasas las que pasaron a los libros, y sólo unas pocas se escribieron de
manera casual. Es de notar que Liu Zongyuan, del siglo VIII, y Su Shi,
del siglo XI, escribieron unas cuantas fábulas y el último, una recopilación
titulada Miscelánea de Ai Zi. Fueron ambos literatos
famosos de China y los dos sufrieron reveses políticos. Escribieron fábulas
para satirizar a la sociedad y a los acontecimientos contemporáneos. Además, Liu Ji, del siglo XIV, que vivió
en el periodo de la dominación de China por los mongoles, conoció los tremendos
sufrimientos del pueblo y escribió Yu Li
Zi, compuesto en su mayor parte de fábulas.
Aunque estas fábulas desempeñaron un papel de medios para las luchas, carecen
de colorido popular, porque la mayoría de ellas fueron escritas por literatos y
sabios. No obstante, las mejores de ellas no son, como es natural, peores que
las del pasado.
En los siglos XVI y XVII, la
dominación de la dinastía Ming iba decayendo cada
día, los cortesanos poderosos y los eunucos se disputaban el poder y las
riquezas, las calamidades incesantes y los impuestos fabulosos hicieron más
insoportable la vida para el pueblo y surgieron así quejas y maldiciones a
granel. Los intelectuales progresistas de aquel tiempo adoptaron con frecuencia
las anécdotas populares graciosas y las redactaron en forma de fábulas para
satirizar a la sociedad y a los acontecimientos contemporáneos. Jiang Yingke, autor de Relatos de Xuetao,
y Zhao Nanking, autor de Elogio de la Risa, por ejemplo, tenían pasiones políticas, pero
fueron eliminados por los cortesanos poderosos y los eunucos, y no tuvieron
otro remedio para desahogarse que escribir fábulas satirizando las maldades de
su tiempo. Feng Menglong,
compilador de Tesoro de los Chistes,
entre otros libros, además de recolectar y adaptar muchas fábulas, recopiló
numerosas obras de otras especies de la literatura popular, que se conservan
hasta ahora gracias a su trabajo. Puede ser considerado un personaje de mérito
en la literatura popular china. En resumen, en ese periodo no sólo surgieron
muchos escritores de fábulas y todos con obras propias, sino que también éstas
están saturadas de la riqueza de la vida del pueblo. En este aspecto heredaron
y desarrollaron la excelente tradición de las fábulas de los siglos III y IV
antes de nuestra era.
Por último, se debe aclarar que todas
las fábulas recopiladas en esta colección son obras de los escritores antiguos,
y aunque muchas circulan de boca en boca entre el pueblo, y entre ellas algunas
excelentes, no han sido recopiladas en esta colección.
DE CÓMO EL VIEJO TONTO REMOVIÓ LAS MONTAÑAS
Las montañas Taihang y Wangwu tienen unos
setecientos li* de contorno y diez mil ren** de altura.
Al norte de estos montes vivía un
anciano de unos noventa años al que llamaban El Viejo Tonto. Su casa miraba
hacia estas montañas y él encontraba bastante incómodo tener que dar un rodeo
cada vez que salía o regresaba; así, un día reunió a su familia para discutir
el asunto.
- ¿Y si todos juntos desmontásemos las
montañas? – sugirió –. Entonces podríamos abrir un camino hacia el Sur, hasta
la orilla del río Hanshui.
Todos estuvieron de acuerdo. Sólo su
mujer dudaba.
- No tienen la fuerza necesaria, ni
siquiera para desmontar un cerrejón – objetó –. ¿Cómo podrán remover esas dos
montañas? Además, ¿dónde van a vaciar toda la tierra y los peñascos?
- Los vaciaremos en el mar – fue la
respuesta.
Entonces el Viejo Tonto partió con sus
hijos y nietos. Tres de ellos llevaron balancines. Removieron piedras y tierra
y, en canastos los acarrearon al mar. Una vecina, llamada Jing,
era viuda y tenía un hijito de siete u ocho años; este niño fue con ellos para
ayudarles. En cada viaje tardaban varios meses.
Un hombre que vivía en la vuelta del
río, a quien llamaban El Sabio, se reía de sus esfuerzos y trató de
disuadirlos.
- ¡Basta de esta tontería! – exclamaba
–. ¡Qué estúpido es todo esto! Tan viejo y débil como es Ud.
no será capaz de arrancar ni un puñado de hierbas en esas montañas. ¿Cómo va a
remover tierras y piedras en tal cantidad?
El Viejo Tonto exhaló un largo
suspiro.
- ¡Qué torpe es Ud.!
– le dijo –. No tiene Ud. ni siquiera la intuición
del hijito de la viuda. Aunque yo muera, quedarán mis hijos y los hijos de mis
hijos; y así sucesivamente, de generación en generación. Y como estas montañas
no crecen, ¿por qué no vamos a ser capaces de terminar por removerlas?
Entonces El Sabio no tuvo nada que
responder.
Lie Zi[1]
LA SOSPECHA
Un hombre perdió
su hacha; y sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de caminar del
muchacho –exactamente como un ladrón. Observó la expresión del joven –idéntica
a la de un ladrón. Observó su forma de hablar –igual a la de un ladrón. En fin,
todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto.
Pero más tarde, encontró su hacha en
un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos
y acciones del muchacho le parecían muy diferentes de los de un ladrón.
Lie Zi
DEMASIADOS SENDEROS
Un vecino de Yang Zi, que había perdido una
oveja, mandó a todos sus hombres a buscarla y le pidió al sirviente de Yang Zi que se uniera a ellos.
- ¡Qué! – exclamó Yang
Zi –. ¿Necesita Ud. a todos
estos hombres para encontrar una oveja?
- Son muchos los senderos que puede
haber seguido – explicó el vecino. Cuando regresaron, Yang
Zi preguntó al vecino:
- Bueno, ¿encontraron la oveja?
Este contestó que no. Entonces Yang Zi preguntó por qué habían
fracasado.
- Hay demasiados senderos – respondió
el vecino –. Un sendero conduce a otro, y no supimos cuál tomar; así es que
regresamos.
Yang Zi se quedó hondamente pensativo. Permaneció silencioso
largo tiempo y no sonrió en todo el día.
Sus discípulos estaban sorprendidos.
- Una oveja es una nadería – dijeron
–, y ésta no era ni siquiera suya. ¿Por qué tiene Ud.
que dejar de hablar y sonreír?
Yang Zi no respondió, y sus discípulos se llenaron de
perplejidad. Uno de ellos, Mengsun Yang, fue a contarle a Xindu Zi lo que ocurría.
- Cuando hay demasiados senderos –
dijo Xindu Zi –, un hombre
no puede encontrar su oveja. Cuando un estudiante se dedica a demasiadas cosas,
malgasta su tiempo y pierde su ruta. Usted es discípulo de Yang
Zi y aprende de él; sin embargo, parece que no ha
llegado a comprenderle nada. ¡Qué lástima!
Lie Zi
EL OBSEQUIO DE LAS PALOMAS
Era costumbre en Handan cazar palomas para regalarlas al príncipe el día de
Año Nuevo. Esto agradaba tanto al soberano que repartía valiosas recompensas.
Alguien le preguntó la razón de esta costumbre.
- El día de Año Nuevo dejo las palomas
en libertad para demostrar mi bondad – contestó el príncipe.
- Como sus súbditos saben que Ud. necesita palomas para libertarlas, todos se dedican a
cazarlas – comentó el otro –. Y el resultado es que al cazarlas, mueren muchas.
Si Ud. realmente quiere salvarlas, es mejor que
prohíba su caza. Tal como están las cosas, Ud. las
caza para libertarlas y su bondad no puede reparar el daño que ocasiona.
El príncipe asintió.
Lie Zi
EL PLÁTANO TALADO
Un hombre tenía un plátano seco.
- El conservar un plátano seco trae mala suerte – dijo su vecino.
Pero cuando el dueño del árbol lo hubo
talado, el vecino le pidió un poco de leña para el fuego.
- El viejo sólo quería leña – pensó el
hombre enfadado –. Por eso me dijo que derribara mi árbol. Somos vecinos, e
incluso así me engaña de esta manera. ¡Esto ya es demasiado!
Lie Zi
EL TÍTULO DE PROPIEDAD PERDIDO EN EL CAMINO
Un hombre del
Reino de Song paseaba por un camino cuando encontró
un título de propiedad, abandonado. Se lo llevó a su casa y lo escondió; y
secretamente calculaba con frecuencia las partidas.
- Voy a ser rico – le dijo a un
vecino.
Lie Zi
EL HOMBRE QUE NO VIO A NADIE
Había una vez un
hombre en el Reino de Qi que tenía sed de oro. Una
mañana se vistió con elegancia y se fue a la plaza. Apenas llegó al puesto del
comerciante en oro, se apoderó de una pieza y se escabulló.
El oficial que lo aprehendió le
preguntó:
- ¿Por qué robo el oro en presencia de
tanta gente?
- Cuando tomé el oro – contestó –, no vi a nadie. No vi más que el oro.
Lie Zi
EL COCHERO VANIDOSO
Un día Yan Zi, Primer Ministro del Reino
de Qi, salió en su carroza. La mujer de su cochero,
desde el portal observó cómo su marido, engreído y presumido, conducía los
cuatro caballos desde el pescante.
Cuando el cochero regresó a casa la
mujer le dijo que quería abandonarle.
El marido preguntó el porqué.
- Yan Zi es Primer Ministro de Qi –
repuso ella –. Es famoso a través de todos los Reinos. Pero hoy lo vi sumido en sus pensamientos y sin darse aires. Tú eres un
simple cochero; sin embargo te das gran importancia y estás muy satisfecho de
ti mismo. Por eso te quiero dejar.
Desde entonces, el marido se comportó
con modestia. Cuando Yan Zi,
sorprendido, inquirió el motivo de este cambio, el cochero le dijo la verdad.
Entonces Yan Zi lo
recomendó para un puesto oficial.
Yan Zi[2]
EL SEÑOR YE AMABA LOS DRAGONES
Al señor Ye le
gustaban tanto los dragones que los tenía pintados o tallados por toda la casa.
Cuando se enteró el verdadero dragón de los cielos, voló a la tierra y metió su
cabeza por la puerta de la casa del señor Ye y su cola por una de las ventanas.
Cuando el señor Ye lo vio, huyó asustado, casi se volvió loco.
Esto demuestra que el señor Ye, en
realidad, no amaba tanto a los dragones. Sólo le gustaba aquello que se le
parecía, pero en ningún caso el auténtico dragón.
Shen Zi[3]
DIEZ MIL ONZAS DE ORO
En el Reino de Qi vivía un tal Dongguo Chang quien tenía la costumbre de expresar en alta voz sus
deseos. Una vez dijo que le gustaría poseer diez mil onzas de oro. Uno de sus
discípulos le preguntó si podría ayudarlo en caso de que sus deseos se
realizaran.
- No – le contestó – necesitaré ese dinero
para comprarme un cargo oficial.
Sus discípulos se indignaron. Todos lo
abandonaron pasándose al Reino de Song.
Por haberse apegado demasiado a lo que
aún no poseía, perdió lo que tenía.
Shang Zi[4]
EL PARO Y EL GIGANTESCO ROCHO
Había una vez un
pájaro llamado rocho, de cuerpo tan enorme como la montaña Taishan
y alas como nubes que cubrían los cielos. Cuando se remontaba por los aires, se
levantaba un ventarrón; y, en cada vuelo abarcaba 90.000 li deslizándose sobre el vapor brumoso, bajo el cielo azulado. Una
vez iba volando hacia el Mar del Sur.
- ¿Hacia dónde irá? – se preguntaba un
paro riéndose –. Yo salto unos cuantos ren y luego bajo a divertirme entre los arbustos. Esto es
más que suficiente para mí. ¿A dónde más querrá ir?
Aquí se puede ver la diferencia de
punto de vista entre el grande y el pequeño.
Zhuang Zi[5]
UNGÜENTO PARA MANOS AGRIETADAS
En el Reino de Song había una familia que elaboraba un ungüento para las
grietas en las manos; por eso, de generación en generación, se dedicaban al
lavado de ropa. Un hombre oyó hablar de la cosa y ofreció 100 monedas de oro
por la receta.
- Hemos estado, por generaciones, en
este negocio de la lavandería – argumentaba la familia, mientras discutía la
oferta –. Pero jamás ganamos más que unas cuantas monedas de oro. Sin vacilar
debemos venderla.
Por entonces, el Reino de Yue invadía el Reino de Wu; y el hombre que habían comprado
la receta, se la regaló al príncipe de Wu, quien al punto lo nombró general.
Ese invierno, sus tropas entraron en un combate naval con las de Yue, derrotando totalmente al enemigo. Y el príncipe
recompensó al general con un feudo.
Así, el mismo ungüento para las manos
agrietadas pudo ganar un feudo, o simplemente aliviar a los lavanderos.
Todo depende del uso que se dé a las
cosas.
Zhuang Zi
EL PÁJARO VÍCTIMA DE LA BONDAD
Una gaviota
descendió en un suburbio de la capital de Lu. El marqués de Lu
le dio la bienvenida y la festejó en el templo, disponiendo para ella la mejor
música y los más importantes sacrificios. Pero el ave estaba aturdida y parecía
bien triste, no atreviéndose a tragar un bocado de carne o una sola copa de
vino. Al cabo de tres días, murió.
El marqués de Lu
agasajó a la gaviota como a él le gustaba ser agasajado y no como a ella le
habría gustado.
Zhuang Zi
EL ARTE DE MATAR DRAGONES
Zhu Pingman fue a Zhili Yi para aprender a matar dragones. Estudió tres años y
gastó casi toda su fortuna hasta conocer a fondo la materia.
Pero había tan pocos dragones que Zhu no encontró dónde practicar su arte.
Zhuang Zi
EQUIVOCADA
Como Xi Shi, la famosa belleza, sufría
del corazón, a menudo fruncía el entrecejo a la vista de los vecinos.
En el mismo pueblo, una niña fea la
vio, y creyendo que aquel gesto era encantador, cruzaba sus manos sobre el
pecho y fruncía el entrecejo ante todo el mundo. Pero, al verla, el rico atrancaba
sus puertas y no volvía a salir; el pobre huía llevándose a su mujer y a sus
hijos.
¡Pobrecilla! Podía admirar el ceño de Xi Shi, pero no sabía por qué era
hermosa.
Zhuang Zi
LA RANA EN EL POZO
En un pozo poco
profundo vivía una rana.
- ¡Mira qué bien estoy aquí! – le decía a
una gran tortuga del Mar del Este –. Cuando salgo puedo saltar alrededor, sobre
el brocal, y cuando regreso puedo descansar en las hendiduras de los ladrillos.
Puedo chapalear, sacando sólo la cabeza fuera del agua, hasta llenar mi corazón
de gozo; o andar sobre el lado suave con los pies sumergidos hasta los
tobillos. Ni los cangrejos, ni los renacuajos pueden compararse conmigo. Soy
amo del agua y señor de este pozo. ¿Qué más puede ambicionar un ser? ¿Por qué
no vienes aquí, más a menudo, a pasar un rato?
Antes que la tortuga del Mar del Este
pudiera meter su pie izquierdo en el pozo, sin saber cómo, ya su pie derecho se
había enganchado con algo. Se detuvo y retrocedió; entonces comenzó a describir
a la rana el océano.
- Tiene más de mil li de ancho y más de mil ren de
profundidad. En otros tiempos había inundaciones nueve años de cada diez; sin
embargo, el agua del océano no aumentaba. Después hubo sequía siete años de
cada ocho, sin embargo, el agua del océano no disminuía. Se ha mantenido igual
a través de los años. Por eso me gusta vivir en el Mar del Este.
La rana, en el pozo insignificante, se
quedó atolondrada y sintió algo de vergüenza.
Zhuang Zi
LA CARPA EN EL CARRIL SECO
Zhuang Zhou no tenía dinero. Un día fue a ver al Marqués Guardador
del Río para pedirle prestado un poco de grano.
- Está muy bien – dijo el marqués –.
Pronto habré recogido los impuestos de mi feudo; entonces le prestaré
trescientas monedas de oro. ¿Qué le parece?
Zhuang Zhou, muy indignado, le contó esta historia: Cuando ayer
venía hacia acá oí una voz que me llamaba; mirando en torno vi
una carpa tendida en un carril seco del camino.
- ¿Qué le pasa, carpa? – le pregunté.
- Soy oriunda del Mar del Este – contestó
–. ¿No tiene Ud. un cubo de agua para salvar mi vida?
- Muy bien – le dije –. Muy pronto
visitaré a los príncipes Wu y Yue, en el Sur, y le
haré llegar el agua del Río del Oeste. ¿Qué le parece?
La carpa se indignó muchísimo.
- Estoy fuera de mi elemento habitual
– dijo –, y no tengo donde residir. Un cubo de agua me salvaría, pero Ud. no me da sino promesas inútiles. Pronto tendrá que
buscarme en la pescadería.
Zhuang Zi
DE CÓMO DOS PASTORCILLOS PERDIERON SUS OVEJAS
Dos pastorcillos,
Zang y Gu, salieron juntos
con sus rebaños y perdieron sus ovejas. Cuando el patrón preguntó a Zang qué había estado haciendo, contestó que leyendo.
Cuando interrogó a Gu, dijo que jugando a las damas.
Estuvieron haciendo cosas diferentes;
sin embargo, ambos, por igual, perdieron sus ovejas.
Zhuang Zi
TRES O CUATRO CASTAÑAS
Un amaestrador de
monos, en el Reino de Song, era muy aficionado a
estos animales y mantenía un gran número de ellos. Era capaz de entenderles, y
los monos a él. Por supuesto, tenía que apartar una porción de la comida de su
familia para dársela a ellos. Pero llegó un día en que no sobraba comida en
casa y él quiso disminuir la ración de los monos. Temía, sin embargo, que no
estuviesen de acuerdo con esto, y decidió engañarlos.
- Les daré tres castañas cada mañana y
cuatro cada tarde – les dijo –. ¿Será suficiente?
Todos los monos se alzaron en señal de
protesta.
- Bueno, ¿qué les parece entonces: cuatro
en la mañana y tres en la tarde?
Los monos, esta vez, volvieron a
ponerse en cuclillas, bastante satisfechos.
Zhuang Zi
EL PRÍNCIPE Y SU ARCO
El príncipe Xuan era aficionado a disparar flechas y le agradaba que le
dijeran que era un arquero fuerte. Pero la verdad era que no podía tender un
arco que pesara más de treinta libras. Cuando mostraba su arco a sus
acompañantes, éstos simulaban tratar de arquearlo, pero lo hacían sólo hasta la
mitad de su extensión.
- ¡Debe pesar por lo menos noventa
libras! – exclamaban todos –. Nadie, salvo Su Alteza, puede manejar un arco
así.
Y esto llenaba al príncipe de
satisfacción.
Aunque tendía un arco de sólo 30
libras, hasta el fin de su vida creyó que éste pesaba 90. Eran 30 de hecho y 90
de nombre. Por mantener fama inmerecida, el príncipe dejó la verdad por el
camino.
Yin Wen Zi[6]
PARA APRENDER A JUGAR A LAS DAMAS
El juego de damas
es un arte menor, pero aun siendo así, hay que concentrar toda la atención al
aprenderlo. Qiu, el mejor jugador de damas del país,
tenía dos discípulos. Uno de ellos seguía con plena atención lo que Qiu decía, mientras el otro, aunque también escuchaba al
maestro, no hacía más que pensar en los cisnes del cielo y ansiaba tomar su
arco y su flecha para cazarlos. Por eso no aprendió tanto como el otro. No
porque fuese menos inteligente.
Mencio[7]
EL LADRÓN DE POLLOS
Había una vez un
hombre que robaba cada día un pollo a sus vecinos.
- Es malo robar – le advirtió alguien.
- Voy a enmendarme – prometió el
ladrón de pollos –. Robaré un pollo al mes, desde ahora; y ninguno desde el
próximo año.
Si él sabía que estaba cometiendo una
mala acción debió haberse corregido de inmediato, ¿por qué esperar otro año?
Mencio
LA DIFERENCIA ENTRE CINCUENTA BU* Y CIEN
- He hecho cuanto
he podido por el Estado – dijo el príncipe Hui de Liang a Mencio –. Cuando se
pierde la cosecha en el Oeste del río, traslado la gente al Este o traigo grano
del Este para socorrerla. Si la cosecha es pobre en el Este, hago lo mismo.
Observo a los gobernantes de otros reinos y ninguno hace tanto como yo por su
gente; sin embargo, su población no ha decrecido, y la mía no ha aumentado.
¿Puede Ud. decirme por qué?
- Ya que a Su Majestad le gusta combatir
– contestó Mencio –, permítame tomar de ahí un
ejemplo. Una vez que suenan los tambores, las tropas entran en combate.
Aquellos que son derrotados abandonan sus corazas y huyen arrastrando sus
armas. Suponga que un hombre corre cien bu y otro cincuenta, ¿tiene derecho el que ha corrido
cincuenta a reírse del que ha corrido cien?
- Claro que no – replicó el príncipe
–. No se habrá alejado cien bu, pero volvió las espaldas lo mismo.
- Si Su Majestad comprende esto –
respondió Mencio –, no debiera esperar a que la
población de su Reino sea más numerosa que la de ningún otro país vecino.
Mencio
TIRAR DE LOS BROTES PARA AYUDARLES A CRECER
A un hombre del
Reino de Song le pareció que los vástagos en sus
campos no crecían bastante aprisa. En vista de ello, dio a todos y a cada uno,
un estirón; y se fue a casa casi exhausto.
- Hoy estoy muy cansado – dijo a su
familia –. He estado ayudando a los brotes a crecer.
Su hijo salió corriendo al campo y
encontró todas sus plantas muertas.
Casi todos querrían ayudar a los
vástagos en su crecimiento; pero algunos consideran todo esfuerzo inútil y no
lo intentan, ni siquiera desbrozando el campo; otros tratan de ayudarles
dándoles un estirón. Esto último, por supuesto, es peor que inútil.
Mencio
EL HOMBRE QUE TEMÍA A LOS FANTASMAS
Al sur de Xiashou vivía un hombre llamado Juan Shuliang.
Era tonto y extremadamente miedoso. Una vez que iba caminando por un camino con
un hermoso claro de luna, vio al agachar la cabeza a su sombra ante él. Se
imaginó que un espíritu maligno estaba tendido a sus pies. Al levantar los
ojos, su mirada tropezó con dos mechones de su pelo y creyó que un demonio se
encontraba a sus espaldas. Asustado, se dio vuelta y el resto del recorrido lo
hizo retrocediendo. Al llegar a su casa cayó al suelo y entregó el alma.
Xun Zi[8]
LA CURA
Ju era un célebre
médico del Reino de Qin. Había operado de un tumor al
rey Xuan, y cuidado las hemorroides del rey Hui. A ambos los había mejorado. Un tal señor Zhang, que padecía de un tumor en la espalda, rogó a Ju que lo curara.
- ¡Ahora esta espalda ya no me
pertenece, cuídela como a usted le dé la gana, doctor! – dijo al facultativo. Ju lo trató y lo sanó.
Es indudable que Ju
era excelente en el arte de curar, pero la plena confianza que Zhang le manifestara fue también un factor importante en
esta mejoría.
Shi Zi[9]
EL HOMBRE AL FONDO DEL POZO
Hubo en otro
tiempo en el Reino de Song, un tal señor Ding que no tenía pozo. Cada día, un hombre de la servidumbre
dedicaba todo su tiempo para asegurarle el servicio del agua, pues debía ir a
buscarla muy lejos. Para simplificar el trabajo, Ding
hizo cavar un pozo en el patio.
- Al hacer cavar ese pozo en mi patio,
me he ganado un hombre – le dijo a un amigo.
Este amigo se lo contó a otro, y,
pasando de boca en boca, la observación se convirtió en esto:
«El Señor Ding,
al cavar un pozo en su patio, encontró a un hombre.»
Estas palabras se divulgaron a través
de toda la región y llegaron a oídos del rey, quien hizo llamar a Ding para saber de qué manera había encontrado a un hombre
en el fondo de su pozo.
Ding le
explicó:
- Ese pozo cavado en mi patio, me
evitó el tener que acarrear el agua desde tan lejos y por lo tanto me
proporcionó dos brazos más para los trabajos de casa, ¡eso es todo!
Zi Hua Zi[10]
MARCANDO LA BARCA PARA LOCALIZAR LA ESPADA
Un hombre del
Reino de Chu cruzaba un río cuando se le cayó la
espada al agua. Al momento hizo una marca al costado de la barquilla.
- Aquí fue donde cayó mi espada –
dijo.
Cuando la barca atracó se sumergió en
el agua para buscar su espada, bajo el punto que había marcado. Pero como la
barca se había movido y la espada no, el método para localizar la espada
resultó ineficaz.
Discursos de Lü Buwei[11]
HIJO DE UN BUEN NADADOR
Un hombre iba
caminando por la orilla del río, cuando vio a alguien que estaba por arrojar a
un niño pequeño al agua. El niño gritaba, aterrorizado.
- ¿Por qué quiere lanzar a esa
criatura al río? – preguntó al paseante.
- Su padre es un buen nadador – fue la
respuesta.
No se puede concluir que el hijo de un
buen nadador haya de saber nadar.
Discursos de Lü Buwei
EL ROBO DE LA CAMPANA
Cuando la familia
de Fan cayó en decadencia, un hombre vio en su casa una campana y quiso
robarla. Era demasiado grande para transportarla en hombros, y cuando trató de
quebrarla con un martillo fue tal el estrépito que temió que otros oyeran y se
la quitaran. Rápidamente se tapó los oídos.
Tenía razón en preocuparse de que
otros oyeran el ruido; pero era estúpido tapar sus propios oídos.
Discursos de Lü Buwei
CASTIGANDO AL CABALLO
Un viajero en el
Reino de Song metió a su caballo en un arroyo porque
éste se negaba a avanzar; luego lo volvió a montar para partir. El caballo se
negó de nuevo a nadar. Lo castigó otra vez en la misma forma. Esto se repitió
tres veces.
Ni el más experto jinete habría ideado
un medio mejor de asustar al caballo; pero si no es un jinete, sino un simple
asustador, el caballo se negará a llevarle.
Discursos de Lü Buwei
LA ANCIANA INTELIGENTE
Una anciana era
amiga de una joven casada, cuya suegra sospechaba que ella había robado un
trozo de carne y por eso quería echarla de casa. La muchacha, desesperada, fue
a lamentarse a la vieja.
- ¿Dónde puedes ir? – decía esta
última –. Voy a conseguir que tu suegra te llame.
Entonces se presentó en casa de la
joven con un haz de paja.
- Mis perros están peleando por un
pedazo de carne – dijo –. Así es que quiero lumbre para encender un fuego para
darles golpes.
Tan pronto como la suegra oyó esto,
mandó llamar a su nuera.
Esta anciana no estaba dotada de
elocuencia, y el tomar un haz de paja para pedir lumbre no es la manera
corriente de producir una reconciliación; pero cuando se produce como es
debido, se logran buenos resultados.
Comentarios de Han Ying
acerca del Libro de la Poesía[12]
PINTAR FANTASMAS
Había un artista
que pintaba para el príncipe de Qi.
- Dígame – dijo el príncipe –, ¿cuáles
son las cosas más difíciles de pintar?
- Perros, caballos y cosas semejantes
– replicó el artista.
- ¿Cuáles son las más fáciles? –
indagó el príncipe.
- Fantasmas y monstruos – aseguró el
artista –. Todos conocemos a los perros y a los caballos y los vemos todos los
días; pero es difícil pintarlos como son. Por eso son temas complicados. Pero
los fantasmas y los monstruos no tienen forma precisa y nadie los ha visto nunca;
por eso es fácil pintarlos.
Han Fei Zi[13]
EL MURO DESMORONADO
Había una vez un
hombre rico en el Reino de Song. Después de un
aguacero, el muro de su casa comenzó a desmoronarse.
- Si no repara ese muro – le dijo a su
hijo –, por ahí va a entrar un ladrón.
Un viejo vecino le hizo la misma
advertencia.
Por cierto, aquella misma noche le fue
robada una gran suma de dinero.
Entonces el hombre rico elogió la
inteligencia de su hijo; pero desconfió de su viejo vecino.
Han Fei Zi
PALILLOS DE MARFIL
Cuando el rey Zhou pidió palillos de marfil, Qi
Zi se preocupó. Temía que en cuanto el rey tuviera
palillos de marfil no se contentaría con la vajilla de barro y querría vasos de
cuerno de rinoceronte y jade; y en vez de fríjoles y verduras, pediría manjares
exquisitos, como cola de elefante y cachorros de leopardo. Difícilmente estaría
dispuesto a vestir telas burdas y a vivir bajo un techo de paja; y encargaría
sedas y mansiones lujosas.
- Me siento inquieto, temo el final de
todo esto – dijo Qi Zi.
Cinco años después, en efecto, el rey Zhou tenía un jardín repleto de manjares, torturaba a sus
súbditos con hierros candentes y se embriagaba en un lago de vino. Y así perdió
su reino.
Han Fei Zi
POR QUÉ ZENG SHEN MATÓ AL CERDO
Un día, cuando la
mujer de Zeng Shen salía
para el mercado, su hijo lloró y clamó que lo llevara con ella.
- ¡Vuélvete a casa! – y para
apaciguarlo, agregó: - Cuando yo regrese mataré al cerdo para ti.
Al regresar vio a Zeng
Shen que estaba a punto de matar al cerdo.
Rápidamente lo detuvo.
- Fue un decir – protestó –, sólo para
calmar al niño.
- ¿Cómo puedes engañar al chico de esa
manera? – le recriminó Zeng Shen
–. Los niños no saben nada, pero imitan a sus padres y aprenden de ellos.
Cuando tú defraudas al niño, le enseñas a mentir. Si una madre engaña a su
hijo, éste no confiará en ella; no es la forma de educarlo.
Zeng Shen mató al cerdo.
Han Fei Zi
EL HOMBRE QUE SIMULABA TOCAR LA DULZAINA
Cuando el
príncipe Xuan del Reino de Qi
pedía un concierto de dulzaina, solía tener hasta trescientos músicos tocando
al unísono. Por esto un letrado, llamado Nanguo,
solicitó un lugar en la orquesta y el príncipe, tomándole simpatía, le asignó
un sueldo más que suficiente para mantener a varios cientos de hombres.
Después de la muerte del príncipe Xuan, subió al trono el príncipe Min,
a quien le gustaban los solos.
En vista de eso, el letrado huyó.
Han Fei Zi
EL VENDEDOR DE LANZAS Y ESCUDOS
En el Reino de Chu vivía un hombre que vendía lanzas y escudos.
- Mis escudos son tan sólidos – se
jactaba –, que nada puede traspasarlos. Mis lanzas son tan agudas que nada hay
que no puedan penetrar.
- ¿Qué pasa si una de sus lanzas choca
con uno de sus escudos? – preguntó alguien.
El hombre no replicó.
Han Fei Zi
PARA COMPRAR UN PAR DE ZAPATOS
En el Reino de Zheng un hombre decidió comprar un par de zapatos nuevos.
Se midió el pie, pero olvidó la medida en el asiento y se fue al mercado sin
ella.
Allá encontró al zapatero.
- ¡Oh!, me
olvidé de traer la medida… - dijo, y presuroso regresó a su casa.
Cuando volvió al mercado, la feria se
había terminado y no pudo comprar los zapatos.
- ¿Por qué no se los probó? – le
preguntó uno de sus vecinos.
- Me fío más de la regla – respondió.
Han Fei Zi
UNA RECETA PARA LA INMORTALIDAD
Un desconocido
hizo saber al príncipe de Yan que podría hacerlo
inmortal; y el príncipe mandó a uno de sus súbditos a aprender este arte. Pero
antes que el hombre pudiera aprenderlo, el desconocido murió. Entonces el
príncipe, furioso, ejecutó a su súbdito.
No se dio cuenta de que el desconocido
le había engañado, y culpó de tardanza a un inocente. Eso demuestra la torpeza
del príncipe; porque un hombre aprecia más que todo su vida, y si el
desconocido no supo conservar la suya, ¿cómo iba a guardar la del príncipe?
Han Fei Zi
EL PERRO QUE AVINAGRABA EL VINO
Había, en el
Reino de Song, un tabernero cuyo vino era excelente.
No engañaba en la cantidad, era cortés con sus clientes y su enseña pendía en
el lugar más visible. Sin embargo, no podía vender su vino, que llegaba a
hacerse ácido. Preguntó a Yang Qian,
un anciano a quien conocía bien, cuál sería la explicación.
- ¿Es bravo su perro? – inquirió Yang Qian.
- Sí, en verdad lo es – contestó el
tabernero –. ¿Pero qué relación tiene eso con el hecho de que mi vino no se
venda?
- La gente teme a su perro. Cuando
mandan a un niño con dinero y un jarro a comprar vino, el perro sale a su
encuentro, a morderle. Esto es lo que avinagra su vino y la razón por la que no
lo vende.
Han Fei Zi
ESPERANDO QUE APARECIERA LA LIEBRE
Era un campesino
del Reino de Song. Un día, una liebre que corría
atolondrada se estrelló contra un árbol de su campo, se desnucó y cayó muerta.
Entonces el campesino abandonó su azadón y esperó bajo el árbol que apareciera
otra liebre. No llegaron más liebres, pero el campesino llegó a ser el
hazmerreír del Reino.
Han Fei Zi
DOS CULEBRAS SE MUDARON DE CASA
Dos culebras
querían abandonar un pantano que se estaba secando.
- Si tomas la delantera y yo te sigo –
dijo la culebra chica a la culebra grande –, los hombres se darán cuenta que
nos vamos y alguno te matará. Es mejor que me lleves a cuestas, cada una con la
cola de la otra en la boca. Entonces los hombres pensarán que somos un Dios.
Y así cogidas, cruzaron la carretera.
Todo el mundo les cedía el paso, exclamando: «¡Este es un Dios!»
Han Fei Zi
EL ARCO Y LA FLECHA
Un hombre
presumía, diciendo: «Mi arco es tan bueno que no necesita flecha». Otro
afirmaba: «Mi flecha es tan buena que no necesita arco».
El hábil arquero Yi
los oyó y les dijo: - Sin arco, ¿cómo puede disparar la flecha? Y sin flecha,
¿cómo puede dar en el blanco?
Así, se valieron a la vez del arco y
de la flecha; y Yi les enseñó a los dos hombres a
disparar.
Han Fei Zi
VENDE EL JOYERO Y LE DEVUELVEN LAS PERLAS
Un hombre,
natural del Reino de Chu, decidió vender unas perlas
en el Reino de Zheng. Hizo un joyero de madera
finísima, perfumado con especias, con incrustaciones de jade y otras piedras
preciosas y, forrado en plumas de martín pescador.
Resultó que un hombre de Zheng compró el estuche, pero devolvió las perlas al
vendedor.
Este individuo puede ser considerado
un hábil vendedor de joyeros; pero, en ningún caso, se le puede reconocer como
vendedor de perlas.
Han Fei Zi
EL CORDERO QUE VISTIÓ PIEL DE TIGRE
Un cordero vistió
la piel de un tigre.
Al mismo tiempo se pavoneaba con
orgullo, balaba con alegría frente a la hierba tierna. De pronto divisó a lo
lejos a un lobo que venía, y empezó a temblar como una hoja. Había olvidado que
se encontraba bajo la piel de un tigre.
Fa Yan[14]
DISPUTA ENTRE LA BECADA Y LA ALMEJA
Una almeja estaba
abriendo su concha para calentarse al sol cuando una becada le dio un picotazo.
La almeja atrapó con rapidez el pico
del pájaro y lo retuvo con fuerza.
- Si no llueve hoy o mañana – dijo la
becada –, habrá aquí una almeja muerta.
- Si no puedes darte el lujo de
desprenderte hoy o mañana – dijo también la almeja-, habrá aquí una becada
muerta.
Como ninguna cedió, un pescador que
por ahí pasaba atrapó a las dos.
Anécdotas de los Reinos Combatientes[15]
EL ZORRO QUE SE APROVECHÓ DEL PODER DEL TIGRE
Andando de
cacería, el tigre cogió a un zorro.
- A mí no puedes comerme – dijo el
zorro –. El Emperador del Cielo me ha designado rey de todas las bestias. Si me
comes desobedecerás sus órdenes. Si no me crees, ven conmigo. Pronto verás como
los otros animales huyen en cuanto me ven.
El tigre accedió a acompañarle; y en
cuanto los otros animales los veían llegar, escapaban. El tigre creyó que
temían al zorro, y no se daba cuenta de que a quien temían era a él.
Anécdotas de los Reinos Combatientes
RUMORES ACERCA DE ZENG SHEN
Una vez, cuando Zeng Shen fue al distrito de Fei, un hombre de su mismo nombre cometió un asesinato.
Alguien fue a decirle a la madre de Zeng Shen: - Zeng Shen
ha muerto a un hombre.
- Imposible – contestó –. Mi hijo
jamás hará tal cosa.
Y tranquilamente siguió tejiendo.
Poco después, alguien más vino a
comentar:
- Zeng Shen mató a un hombre.
La anciana continuó tejiendo.
Entonces llegó un tercer hombre e
insistió:
- Zeng Shen ha muerto a un hombre.
Esta vez la madre se asustó. Arrojó la
lanzadera y escapó, saltando la tapia.
A pesar de que Zeng
Shen era un buen hombre y su madre confiaba en él,
cuando tres hombres lo acusaron de asesinato, aun queriéndole tanto, la madre
no pudo evitar dudar de él.
Anécdotas de los Reinos Combatientes
DIRECCIÓN CONTRARIA
El príncipe de Wei tomó la determinación de invadir Handan,
capital del Reino de Zhao. Aunque Ji
Liang andaba por entonces de viaje, en cuanto lo supo
regresó. Sin esperar siquiera a que se estiraran sus ropas arrugadas ni sacudir
el polvo de sus caballos, fue a ver al rey.
- Cuando regresaba – dijo –, me crucé
en el monte Taihang con un hombre que se dirigía al
Norte. Me dijo que iba al Reino de Chu. «Si es así,
¿por qué se encamina hacia el Norte? – le pregunté». «No importa – replicó –.
Tengo buenos caballos». «Sus caballos pueden ser excelentes, pero Ud. ha tomado una dirección equivocada». «Bueno, tengo
bastante dinero». «Puede tener bastante dinero, pero esta dirección es la
contraria». «Bueno, tengo un magnífico cochero». «Cuanto mejores sean sus
caballos –le dije –, cuanto más dinero tenga y cuanto más experto sea su
cochero, tanto más se alejará del Reino de Chu».
Anécdotas de los Reinos Combatientes
DIBUJANDO UNA SERPIENTE CON PATAS
En el Reino de Chu, un hombre que había hecho una ofrenda a la divinidad,
dio a sus ayudantes la copa de vino del sacrificio.
- No es bastante para todos nosotros –
dijeron los hombres –, pero es más que suficiente para uno. Dibujemos cada uno
una serpiente en el suelo, y el vino será para el que termine primero.
El hombre que acabó primero, tomó la
copa, pero sosteniéndola con la mano izquierda siguió dibujando con la derecha.
- Hasta puedo añadirle patas – dijo.
Antes que las terminara, otro de los
ayudantes concluyó su dibujo y le arrebató la copa.
- La serpiente no tiene patas – dijo
este último –, ¿por qué se las agrega?
Así diciendo, bebió el vino. Y el que
había dibujado las patas se quedó sin beber.
Anécdotas
de los Reinos Combatientes
LA LUZ PRESTADA
Una muchacha de
uno de los talleres de la ribera era tan pobre que no podía comprar aceite para
la lámpara; por eso las otras muchachas decidieron expulsarla. Cuando la
infeliz se iba, dijo a las demás:
- Porque no tenía posibilidad de pagar
la luz, siempre llegaba la primera y barría y arreglaba los asientos. Vuestra
luz ilumina las cuatro paredes, ¿por qué no queréis que yo la comparta? A
vosotras no os perjudica prestarme vuestra luz; en cambio yo os soy útil. ¿Por
qué me arrojáis de aquí?
Dándose cuenta de la verdad que había
en sus palabras, le permitieron quedarse.
Anécdotas de los Reinos Combatientes
¿QUIÉN ES EL MÁS HERMOSO?
Zou Ji, del Reino de Qi, tenía seis
pies de altura y una figura esbelta. Una mañana se vistió elegantemente, y se
contempló en el espejo.
- ¿Quién es más hermoso? – preguntó a su
mujer –, ¿el señor Xu, de la ciudad del norte, o yo?
- Tú eres tan hermoso – contestó su
mujer –, ¿cómo puede el señor Xu comparársete?
Pero ya que el señor Xu de la ciudad del norte era tan famoso en todo el país,
por lo bien parecido, Zou Ji
no creyó del todo a su mujer. Repitió la pregunta a su concubina.
- ¿Cómo se puede comparar el señor Xu contigo? – exclamó la concubina.
Más tarde, aquella mañana, llegó un
visitante y Zou Ji le hizo
la pregunta.
- Ud. es con
mucho el más hermoso – replicó este hombre.
Al día siguiente, llegó el señor Xu en persona. Tras un análisis cuidadoso, Zou Ji se convenció de que el
señor Xu era mucho mejor parecido que él. Se estudió
frente al espejo y no dudó que él era de los dos el más corriente.
Esa noche, en su lecho, llegó a la
siguiente conclusión: mi mujer dice que soy el más hermoso, porque me lisonjea.
Mi concubina lo dice por temor. Y mi huésped lo afirma porque necesita algo de
mí.
Anécdotas de los Reinos Combatientes
LA COMPRA DE UN BUEN CABALLO
Había una vez un
rey que estaba dispuesto a pagar mil monedas de oro por un caballo que pudiera
correr mil li
sin detenerse. Durante tres años trató en vano de conseguir un corcel
semejante.
Entonces alguien le propuso: -
Permítame buscar un caballo para Su Majestad.
El rey aceptó.
Después de tres meses, el hombre
regresó, habiendo pagado quinientas monedas de oro por la cabeza de un caballo
muerto.
El rey estaba furioso.
- ¡Quiero un caballo vivo! – gritó –.
¿Para qué me sirve un caballo muerto? ¿Por qué gastar quinientas monedas de oro
en nada?
Pero el hombre dijo: - Si Su Majestad
paga quinientas monedas de oro por un caballo muerto, ¿no daría mucho más por
uno vivo? Cuando la gente lo oiga, sabrá que Su Majestad está realmente
dispuesta a pagar por un buen caballo y de inmediato enviarán los mejores.
En efecto: el rey logró comprar tres
excelentes caballos, en menos de un año.
Anécdotas de los Reinos Combatientes
LA FIGURA DE BARRO Y LA IMAGEN DE MADERA
Cuando el señor Meng Chang Jun decidió abandonar
su tierra natal –el Reino de Qi– para desempeñar un
cargo en el Reino de Qin, cientos de personas trataron
de disuadirle. Pero él no les escuchaba. Entonces Su Qin,
el retórico, quiso convencerle.
- He oído todos los argumentos que los
hombres pueden discurrir – dijo el señor Meng Chang Jun –. Sólo faltan razones sobrenaturales.
- He venido sin la intención de
discutir problemas terrenales – contestó Su Qin –.
Pido audiencia para hablar de lo sobrenatural.
Entonces el señor le recibió, y Su Qin contó la historia siguiente:
«Pasando el río Zi,
cuando venía hacia acá, oí como conversaban una figura de barro y una imagen de
madera de durazno.
- Tú eras una porción de tierra en la
ribera del Oeste – se mofaba la imagen de madera –. Ahora te han modelado en
una figura; pero durante las grandes lluvias del octavo mes, cuando el río
crezca, puedes estar segura que serás destruida.
- ¿Qué hay con eso? – respondió mordaz
la figura de barro –. Vengo de la ribera Oeste, y cuando sea destruida volveré
a ser parte de ella. Pero tú estás hecha de un palo de durazno del país del
Este, tallado en imagen. Cuando vengan las grandes lluvias y el río crezca, tú
serás barrida lejos y entonces, ¿qué harás?
- El Reino de Qin
tiene entradas fortificadas a todos los lados, por lo que es como entrar en las
fauces del tigre. Si va Ud. a Qin,
temo que nunca volverá.»
Entonces el señor abandonó su plan.
Anécdotas de los Reinos Combatientes
LA LECHUZA SE MUDA DE CASA
Un día la lechuza
se encontró con la tórtola.
- ¿A dónde vas? – preguntó la tórtola.
- Me estoy mudando al Este – dijo la
lechuza.
- ¿Por qué? – demandó la tórtola.
- A la gente de aquí no le gusta mi
graznido – replicó la lechuza –. Por eso quiero trasladarme al Este.
- Si puedes cambiar tu voz, estará muy
bien. Pero si no puedes, aunque te vayas al Este, será lo mismo, porque a la
gente de allí no le gustará tampoco.
Jardín de las Anécdotas[16]
EL USO DE LAS PARÁBOLAS
Hui Zi está siempre usando parábolas –se quejó alguien al
príncipe de Liang–. Si Su Majestad le prohíbe hablar
en parábolas, no sabrá explicarse con claridad.
El príncipe asintió.
Al día siguiente, el príncipe vio a Hui Zi.
- Desde ahora – le dijo – haga el
favor de hablar de manera directa, y no en parábolas.
- Supongamos que hay un hombre que no sabe lo
que es la catapulta – replicó Hui Zi
–. Si pregunta cómo es y Su Alteza le dice que una catapulta es como una
catapulta, ¿comprenderá él lo que Su Alteza quiere decir?
- ¡Claro que no! – respondió el príncipe.
- Pero supongamos que Su Alteza le
dice que una catapulta es como un arco y que su cuerda está hecha de bambú, ¿no
le comprenderá mejor?
- Sí, será mucho más claro – admitió
el príncipe.
- Comparamos algo que un hombre ignora
con algo que conoce para ayudarle a comprender – dijo Hui
Zi –. Si no me permite usar parábolas, ¿cómo puedo
aclararle las cosas a Su Alteza?
El príncipe convino en que Hui Zi tenía razón.
Jardín de las Anécdotas
LA PARÁBOLA DEL ESTUDIO
- Ya tengo
setenta años – dijo el duque Ping de Jin a su músico
ciego, Shi Kuang –. Aunque
quisiera estudiar y leer algunos libros, creo que ya es demasiado tarde.
- ¿Por qué no enciende la vela? –
sugirió Shi Kuang.
- ¿Cómo se atreve un súbdito a bromear
con su señor? – exclamó el duque enojado.
- Yo, un músico ciego no me atrevería
– protestó Shi Kuang –.
Pero he oído decir que si un hombre es devoto al estudio en su juventud, su
futuro es brillante como el sol matinal; si se aficiona al estudio en su edad
media, es como el sol de mediodía; mientras que si comienza a estudiar de
viejo, es como la llama de la vela. Aunque la vela no es muy brillante, a lo
menos es mejor que andar a tientas en la obscuridad.
El duque estuvo de acuerdo.
Jardín de las Anécdotas
EL DRAGÓN TRANSFORMADO EN PEZ
Una vez el dragón
blanco descendió del cielo a un lago muy frío, y tomó la forma de un pez. Un
pescador, llamado Yu Qie,
le atravesó un ojo de un disparo. El dragón blanco voló al punto a quejarse al
Emperador del Cielo.
- ¿Qué forma habías tomado en esa
ocasión? – preguntó el Emperador del Cielo.
- Tomé la forma de un pez, cuando bajé
al lago.
- Entonces no tiene nada de extraño
que un pescador tratara de pescarte. ¿Cómo puedes culpar a Yu
Qie?
Jardín de las Anécdotas
LA CIGARRA, EL MANTIS Y EL GORRIÓN
El príncipe de Wu
decidió atacar el Reino de Ping. Advirtió severamente a sus súbditos que
cualquiera que lo objetara sería condenado a muerte.
Uno de sus mayordomos quiso protestar,
pero no se atrevió. En cambio, tomó una honda y unos guijarros y anduvo por el
jardín trasero hasta que sus ropas se humedecieron de rocío. Lo hizo durante
tres mañanas.
- Ven acá – le ordenó el príncipe –.
¿Qué haces para que se mojen tus ropas de rocío?
- Hay un árbol en el jardín – dijo el
mayordomo –, y en él una cigarra. Esta cigarra ahí posada, chirriando y
bebiéndose el rocío, no sabe que hay un mantis detrás. Y el mantis estirándose
cuan largo es, levanta las patas para atrapar a la cigarra, sin saber que hay
un gorrión cerca. El gorrión, a su vez, alarga su cuello para picar al mantis,
sin darse cuenta que abajo alguien espera con una honda. Estas tres criaturas
están tan ansiosas de beneficiarse con lo que tienen ante sus ojos que no
advierten el peligro a sus espaldas.
- ¡Bien dicho! – replicó el príncipe,
y desistió de su plan.
Jardín de las Anécdotas
ARMADURA
Un día Tian Zan se presentó ante el
príncipe de Ping hecho un andrajoso.
- Su vestimenta está bastante raída,
señor – comentó el príncipe.
- Hay ropas peores que éstas –
contestó Tian Zan.
- Dígame, por favor, ¿cuáles son?
- La armadura es peor.
- ¿Qué quiere decir con eso?
- Es fría en invierno y caliente en
verano; por eso no hay peor ropa que una armadura. Ya que soy pobre, es natural
que mis ropas sean andrajosas; pero Su Alteza es un príncipe con diez mil
carrozas y una incalculable fortuna; sin embargo le gusta vestir a los hombres
de armaduras. Esto no lo puedo comprender. ¿Tal vez Su Alteza busca la fama?
Pero la armadura se usa en la guerra, cuando a los hombres se les corta la
cabeza y se acribilla sus cuerpos; se arrasan sus ciudades y se tortura a sus
padres y a sus hijos; lo cual nada tiene de glorioso. ¿O tal vez va Su Alteza
en busca de ganancias? Pero si trata de dañar a otros, otros tratarán de
dañarle, y si Su Alteza pone en peligro sus vidas, harán peligrar la suya. Así
no conquistará sino tribulaciones para sus propios hombres. Si yo fuera Su
Alteza, no haría la guerra, ni por lo uno ni lo otro.
El príncipe de Ping no pudo replicar.
Nuevos Discursos[17]
EL CUERO Y EL PELO
Mientras viajaba
por el país, el marqués Wen del Reino de Wei, vio a un hombre que llevaba puesta una piel con el
pelo hacia adentro, y cargado con un fardo de leña.
- ¿Por qué usa el cuero hacia fuera
para llevar la leña? – preguntó el marqués.
- Para proteger el pelo – fue la
respuesta.
- ¿No se da cuenta, hombre – dijo el
marqués – que si se gasta el cuero, también perderá el pelo?
Nuevos Discursos
QUIEN MERECÍA EL PUESTO DE HONOR
Un hombre que
pasaba frente a la casa de un amigo notó que la chimenea era recta y que una
pila de leña había sido colocada cerca de la estufa.
- Es mejor que construya otra chimenea
con un codo – advirtió al dueño de casa – y aparte esa leña; de otra manera
puede provocarse un incendio.
Pero el dueño de casa no hizo caso del
consejo.
Tiempo después la casa se incendió;
pero por fortuna los vecinos ayudaron a apagarla. Entonces la familia mató un
buey y preparó vino para expresar sus agradecimientos a los vecinos. Aquellos
que habían sufrido quemaduras fueron colocados en los puestos de honor; y el resto,
de acuerdo a su mérito; pero no se mencionó al hombre que les había aconsejado
construir una chimenea nueva.
- Si Ud.
hubiera aceptado el consejo de aquel hombre – recordó alguien al dueño de la
casa –, se habría ahorrado los gastos del buey y del vino y habría evitado el
incendio. Ahora está Ud. agasajando a sus vecinos
para agradecerles lo que hicieron, pero, ¿es justo olvidar al hombre que le
aconsejó reconstruir la chimenea y apartar la leña, mientras trata a aquellos
que sufrieron quemaduras como huéspedes de honor?
El anfitrión se dio cuenta de su error
e invitó al hombre que le había aconsejado correctamente.
Historia de la Dinastía Han[18]
MÚSICA PARA UNA VACA
Un día, el
célebre músico Gong Mingyi tocó música clásica ante
una vaca; ésta continuó pastando como si nada. «No es que ella no la oiga, es
mi música que no le interesa» - se dijo el músico. Se puso entonces a imitar en
su qin el
zumbido de las moscas y el mugido de los terneritos. Al instante la vaca paró
la oreja, y balanceando su cola se acercó al músico para escuchar hasta el
final la música, que, esta vez tenía un significado para ella.
Mou Zi[19]
LLORANDO LA MUERTE DE UNA MADRE
La madre de un
hombre que vivía al este del pueblo murió y él lloró su muerte; pero su llanto
no sonaba triste.
Cuando el hijo de una mujer que vivía
al oeste del pueblo lo vio, fue a su casa y dijo a su madre:
- ¿Por qué no se muere pronto? Le
prometo llorarla con gran desconsuelo.
Será difícil que un hombre que desea la
muerte de su madre pueda llorarla amargamente.
Huai Nan Zi[20]
EL CIEGO Y EL COJO
Cierto país fue
invadido por el enemigo. Cuando un cojo se lo comunicó a un ciego, éste se
cargó al cojo a sus espaldas y escaparon juntos. Lo hicieron aprovechando lo
mejor de cada uno.
Huai Nan Zi
DOS PARES DE OJOS
Había una vez dos
hombres que discutían a propósito de la fisonomía del rey.
- ¡Qué bello es! – decía uno.
- ¡Qué feo es! – decía el otro.
Después de una larga y vana discusión,
se dijeron el uno al otro:
- ¡Pidámosle la opinión a un tercero y
usted verá que yo tengo razón!
La fisonomía del rey era como era y
nada podía cambiarla; sin embargo, uno veía a su soberano bajo un aspecto
ventajoso y el otro, todo lo contrario. No era por el placer de contradecirse
que sostenían opiniones diferentes, sino porque cada cual lo veía a su manera.
Wan Ji Lun[21]
LAS REDES DE “MALLA ÚNICA”
La expresión
corriente dice: «Cuando veas a los pájaros acercarse, preparen sus redes, pues
basta con una malla para cazar a un pájaro».
Seducido por estas palabras, cierto
hombre tejió redes que sólo tenían una malla cada una; jamás cazó pájaro
alguno.
Shen Jian[22]
EL REFLEJO DEL ARCO
Mi abuelo, que
era magistrado del distrito de Jixian, invitó una vez
a su secretario Du Xuan a
beber con él durante las fiestas del solsticio de verano. Un arco rojo que
colgaba en la pared norte producía en su copa un reflejo parecido a una
serpiente; pero a pesar de que Du Xuan
estaba asustado no se atrevió a negarse a beber. Más tarde le acometió un
fuerte dolor de estómago, y no pudo comer; por lo tanto adelgazó mucho. Aunque
probó toda clase de medicamentos, no se curó.
Tiempo después, mi abuelo que fue a
casa de Du Xuan por algunos
asuntos, le preguntó cómo había contraído su enfermedad.
- Por temor a la serpiente que me
tragué – le dijo Du Xuan.
Una vez de regreso, mi abuelo
reflexionó, se volvió, vio el arco, y comprendió lo que había sucedido. Envió a
un subordinado con un carruaje para que trajera a Du Xuan a su casa. Le ofreció vino en el mismo lugar, de modo
que la serpiente apareció otra vez en la copa.
- Es simplemente el reflejo de ese
arco en la pared – dijo a su secretario.
De inmediato Du
Xuan se sintió mejor y grandemente aliviado, se puso
bueno.
Temas Tradicionales[23]
EL CERDO DE CABEZA BLANCA
Una vez, en Liaodong, a un porquero le salió en su piara un cerdito de
cabeza blanca; y creyendo que se trataba de un prodigio, decidió regalárselo a
la corte. Cuando llegó a Hedong, sin embargo,
advirtió que ahí todos los puercos tenían la cabeza blanca; muy corrido regresó
a su casa.
Historia de la Dinastía Han Posterior[24]
LA ANGUILA SAGRADA
En el dique del
Pabellón de Piedra, en Kuaiji, se yergue un gran
arce. El tronco se ha podrido y está hueco; así, cuando llueve, el árbol vacío
le llena de agua. Un vendedor que pasaba por el lugar con un cargamento de
anguilas, puso, por divertirse, una de ellas en el tronco podrido.
Como las anguilas no se dan en los
árboles, cuando los aldeanos la vieron no dudaron que se trataba de una anguila
sagrada. Construyeron un templo junto al árbol, sacrificaban ganado cada día y
llamaron al lugar Templo de la Madre Anguila.
Creían los que rezaban en el altar
tendrían de súbito buena suerte, y los que ofendían al dios serían perseguidos
por la desgracia.
Cuando el vendedor volvió por este
mismo camino y vio lo que había pasado, se llevó la anguila para hacer con ella
un caldo.
Así dejó de ser sagrada.
Jardín de las Maravillas[25]
LA ESCULTURA DEL FÉNIX
El artesano Gongshu estaba cincelando un fénix. Apenas había esbozado
el penacho y las patas, y no esculpía aún el plumaje, cuando alguien dijo
mirando la obra: «Parece un búho». Y otro: «Más bien recuerda a un pelícano».
Todos rieron y estuvieron de acuerdo
al encontrar horrible la escultura, y sin talento al autor.
Cuando estuvo terminado, el fénix
lucía un soberbio penacho de color esmeralda, que se erguía vaporoso por encima
de su cabeza. Sus patas bermellón tenían reflejos deslumbrantes, sus plumas
tornasoladas parecían estar hechas del brocado que tejen las nubes cuando se
pone el sol, y su pecho era del color del fuego. Al oprimir con el dedo un
resorte oculto el pájaro mecánico alzó el vuelo con un batir de alas. Y durante
tres días se le vio subir y bajar por entre las nubes.
Todos aquellos que habían criticado a Gongshu no cesaban de elogiar su obra maravillosa y su
talento prodigioso.
Liu Zi[26]
UN LETRADO COMPRA UN ASNO
Un doctor en
filosofía y letras compró un asno y tuvo que redactar el acta de compraventa.
Después de llenar tres páginas enteras de jeroglíficos, aún no había puesto la
palabra “asno”.
Enseñanzas familiares de Yan[27]
¡EL CABALLO ESTABA AHÍ!
Wang Hao tenía una inteligencia extremadamente lenta. Una vez,
montando su caballo bayo, acompañó a la guerra al emperador Wen
Xuan del Reino de Qi. La
temperatura llegó a ser tan glacial durante la noche que, a la mañana
siguiente, el caballo bayo amaneció cubierto de escarcha. Wang
Hao ordenó entonces una batida para encontrar su
caballo, pero todos volvieron con las manos vacías.
Cuando salió el sol, la escarcha se
derritió, y Wang Hao
exclamó dándose vuelta: «¡Oh!, ¡pero si no se ha
movido de ahí!»
Historia de las Dinastías del Norte[28]
CALLEJÓN SIN SALIDA
Durante la
dinastía Zhou, la ciudad de Dingzhou
fue sitiada por los tártaros, rodeada por varias filas de soldados. Sun Yangao, jefe de los
magistrados de Dingzhou, al saber la noticia del
sitio, no se atrevió ya a volver a la casa gubernamental. Se encerró en la
suya, hizo cerrar con candado la puerta y ordenó que le pasaran por una pequeña
ventanilla los documentos oficiales que requerían su parecer. Cuando supo que
los bárbaros tomaban por asalto la muralla que rodeaba la ciudad, Sun Yangao hizo que lo encerraran
en un armario.
- Guarden bien la llave – recomendó a
sus sirvientes – y si esos bandidos se la piden, ¡en ningún caso se la den!
Zhao Ye Qian Zai[29]
LA BOLSA ROBADA
Había una vez un
hombre de muy escasa inteligencia, que se dirigía a la ciudad para tomar parte
en los exámenes oficiales. En el camino, unos bandidos le robaron su bolsa.
- ¡Los bandidos me robaron mi bolsa,
pero no podrán sacar nada! – dijo.
Y como alguien le preguntara qué quería
decir con eso, contestó:
- La llave de mi bolsa aún la tengo yo
colgada de mi cintura, ¿cómo podrán abrirla sin ella los bandidos?
Zhao Ye Qian Zai
EL POZO
Un pozo fue
horadado a orillas de un camino. Los viajeros se sentían felices de poder sacar
agua para apagar su sed. Un día se ahogó un hombre en él, y desde entonces todo
el mundo empezó a censurar a quien había cavado el pozo en aquel lugar.
Shen Meng Zi[30]
EL SERPENTARIO Y LA SERPIENTE
Un serpentario
encontró a una serpiente; se abalanzó sobre ella y la hirió a picotazos.
- ¡No me pegues! – le dijo la
serpiente –, todo el mundo dice que eres un pájaro venenoso; esa es una mala
reputación, y se debe a que te alimentas de serpientes. Si dejas de comernos,
ya no tendrás nuestro veneno, y dejarás de tener mala fama.
- ¡Me das risa! – contestó el pájaro
–, ¡ustedes, las serpientes, matan a los hombres mordiéndolos! Decir que yo
corro peligro con los hombres, sería una mentira. Yo me las como a ustedes para
castigarlas por sus crímenes. Los hombres lo saben muy bien; ellos me alimentan
para que yo los defienda contra ustedes. El hombre también sabe que mi carne y
mis plumas están contaminadas y las usa para envenenar a sus semejantes; pero
eso no es de mi incumbencia. Si el hombre mata con un arma, ¿es al arma o al
hombre a quien hay que censurar? Yo no le deseo ningún mal al género humano. En
cuanto a ustedes, viven escondidas en la hierba, reptando astutamente, listas
para picar al primer hombre que encuentren. Es el destino quien te puso hoy día
en mi camino; tus falsos argumentos no te salvarán.
Diciendo esto, el serpentario devoró a
la serpiente.
Wu Neng Zi[31]
MÁS AMOR AL DINERO QUE A LA VIDA
Los habitantes de
Yongzhou son excelentes nadadores. Una vez, el agua
del Xiangshui subió repentinamente; una barca que
transportaba a cinco o seis personas zozobró en medio del río. Haciéndole
frente al peligro, los pasajeros nadaron hacia la orilla. Uno de ellos parecía
no avanzar a pesar de nadar con todas sus fuerzas. Sus compañeros le dijeron:
- Tú eres mejor nadador que todos
nosotros, ¿por qué te quedas atrás?
- Porque tengo mil sapecas
amarradas en mi cinturón, y eso pesa – contestó él.
- ¿Por qué no las tiras? – le dijeron
los otros.
Sacudió la cabeza sin contestar, pero
el cansancio lo invadía.
Los que ya habían llegado a la orilla
le gritaron:
- ¡Eres un tonto, no te empecines!
¡Vas a ahogarte! ¿Y entonces de qué te servirá el dinero?
De nuevo sacudió negativamente la
cabeza. Poco después el agua se lo tragaba.
Recopilación de Obras de Liu
Zongyuan[32]
EL ASNO DE GUIZHOU
Nunca jamás se
había visto un asno en Guizhou, hasta el día en que
un excéntrico, ávido de novedades, se hizo llevar uno por barco. Pero como no
supo en qué utilizarlo, lo soltó en las montañas.
Un tigre, al ver a esta extraña
criatura, lo tomó por una divinidad. Escondido en el bosque empezó a
observarlo, después se aventuró fuera, permaneciendo sin embargo a una
distancia prudente. Un día el asno rebuznó largamente; el tigre, espantado,
echó a correr con todas sus fuerzas. Pero volvió para dar una ojeada y pensó
que esa divinidad no debía ser muy terrible, después de todo. Habiéndose acostumbrado
al rebuzno del asno, fue acercándose a él, sin arriesgarse, sin embargo,
todavía al ataque.
Cuando ya creyó conocerlo a fondo,
empezó a tomarse ciertas libertades, rozándolo, empujándolo, molestándolo,
hasta que el asno ya rabioso, le dio una patada. «Entonces es esto todo lo que
sabe hacer» - se dijo el tigre. Y dando un salto sobre el asno lo despedazó y
lo devoró.
- ¡Pobre asno! Por su porte parecía
poderoso, por sus rebuznos parecía temible. Si él no hubiera mostrado todos sus
talentos, el tigre feroz no se hubiera atrevido nunca a atacarlo. Pero con su
patada, el asno firmó su propia sentencia de muerte.
Recopilación de Obras de Liu
Zongyuan
LA ASTUCIA DEL CAZADOR
El ciervo teme al
lobo, el lobo teme al tigre, y el tigre teme al gran oso, que es el más feroz
de los animales. Con el cráneo cubierto de espeso pelaje parecido a una greña,
caminando sobre sus patas traseras es extraordinariamente fuerte y ataca aun al
hombre.
Al sur del Reino de Chu vivía un cazador que con la ayuda de su flauta de
bambú, conseguía imitar toda clase de gritos de animales. Armado de un arco y
de un pequeño tiesto de greda en cuyo fondo conservaba algunas brazas, se iba a
la montaña e imitaba el llamado del ciervo. Creyendo que se trataba de alguno
de sus congéneres, los ciervos se acercaban y el cazador los mataba
disparándole flechas incendiadas.
Un día, al oír el llamado del ciervo
llegó un lobo. El cazador muerto de miedo imitó el rugido del tigre. El lobo
huyó pero apareció un tigre. Aterrorizado, el hombre imitó el gruñido del gran
oso. El tigre huyó, pero, creyendo encontrar a uno de sus semejantes, un oso
enorme apareció. Al encontrar sólo a un hombre, se abalanzó sobre él, lo
destrozó y se lo comió.
Aún hoy, aquellos que emplean
artificios en vez de contar con sus propias fuerzas terminan siempre por
granjearse un destino semejante al del cazador.
Recopilación de Obras de Liu
Zongyuan
LA INGENUIDAD DEL PEQUEÑO CIERVO
Un habitante de Linjiang capturó una vez a un cervatillo y decidió criarlo.
Apenas franqueó el umbral de su casa lo recibieron sus perros relamiéndose y
moviendo la cola. El hombre, furioso, los echó, pero la suerte que sus perros
reservaban al cervatillo fue un motivo de preocupación para él. Desde entonces,
cada día presentaba el cervatillo a los perros; lo llevaba en sus brazos,
demostrándoles con eso a sus perros que debían dejarlo en paz. Poco a poco, el
cervatillo empezó a jugar con los perros, quienes, obedeciendo a la voluntad de
su amo, fraternizaron con él.
El cervatillo creció y, olvidando que
era un ciervo, creyó que los perros eran sus mejores amigos. Jugaban juntos y
vivían en una intimidad cada vez mayor.
Pasaron tres años. El cervatillo, ya
convertido en ciervo, vio un buen día en la calle a una manada de perros
desconocidos. Salió inmediatamente para divertirse con ellos, pero éstos lo
vieron llegar con una mezcla de alegría y de furor. Lo destrozaron y se lo
comieron. Mientras expiraba, el joven ciervo se preguntaba aún por qué moría
tan prematuramente.
Recopilación de Obras de Liu
Zongyuan
ESA ES LA TRADICIÓN
Yang Shuxian, mandarín natural de Meizhou,
contó la siguiente historia: «Un perfecto recién llegado a su cargo ofreció un
gran banquete a los notables de la ciudad. En medio de los vinos y del
regocijo, un cantor saludó en estos términos al recién llegado:
- Al antiguo magistrado uno nuevo lo
reemplaza, a la estrella de la desgracia, una estrella de felicidad la sucede.»
Al oírse llamar “estrella de
felicidad”, nuestro prefecto, lleno de júbilo, se apresuró en preguntarle al
cantor:
- ¿Quién es el autor de esos versos?
- Es tradición la de cantar de esta
manera después de la partida de un prefecto y a la llegada de su sucesor. A
todos los saludamos con esa misma canción – contestó el cantor.
Xiang Shan Ye Lu[33]
EL CENTINELA
En todas las
bandadas de gansos salvajes, el más pequeño y el más vivo es el que llena las
funciones de centinela nocturno durante el descanso de sus hermanos. Vigila, y
al menor ruido lanza un estridente grito de alarma y la bandada emprende el
vuelo con gran ruido de alas.
A la larga, los cazadores idearon un
plan para hacer fracasar la vigilancia del centinela. Empezaron por localizar
el lugar donde se detenían los gansos; extendieron una red enorme y se
escondieron en los repliegues del terreno más cercano.
A la caída de la noche, los gansos se
instalaron para dormir. Los cazadores, en medio de la sombra, encendieron
antorchas. Inmediatamente el centinela lanzó el grito de alarma. Los cazadores
apagaron sus antorchas. Los gansos salvajes, pasada la primera emoción y no
viendo ninguna señal de peligro, no tardaron en volverse a dormir.
Por tres veces los cazadores empezaron
su juego, y tres veces el centinela dio la alarma, y las tres veces sus
compañeros despertaron sobresaltados sin descubrir indicio alguno de peligro. Y
entonces juzgaron que el centinela no conocía su trabajo y antes de dormirse
por tercera vez, le dieron grandes picotazos.
Después de un momento de espera, los
cazadores volvieron a encender sus antorchas. Esta vez, el centinela se quedó
callado. Los cazadores se acercaron en medio del silencio con su red y
capturaron a más de la mitad de los gansos.
Obras de Ping Wen[34]
OTRO LAGO
Wang Anshi, Primer Ministro bajo la dinastía Song,
sentía un gran interés por el desarrollo del país.
Un día, un hombre que deseaba
congraciarse con él, le propuso el siguiente proyecto:
- Desecando el lago Liangshanbo, de ochocientos li de contorno, tendría usted ahí
buenos y fértiles campos –. Esta idea fue del agrado de Wang.
- Pero, ¿dónde desaguaremos las aguas
del lago? – preguntó.
Liu Gongfu, que estaba presente, intervino:
- ¡Bien!, el problema queda resuelto
si usted hace cavar al lado, otro lago de ochocientos li de contorno.
Wang Anshi se echó a reír y el proyecto quedó en nada.
Selección de anécdotas de Shao[35]
LIBROS Y BRONCES ANTIGUOS
Cierto letrado
necesitaba dinero. Juntó todos los libros que tenía en su casa –varios
centenares de volúmenes– y partió para venderlos en la capital. En el camino se
encontró con otro letrado, quien, después de mirar la lista de los libros,
deseó vivamente poseerlos. Pero él era pobre y no tenía con qué pagarlos;
entonces llevó al otro a su casa para mostrarle los bronces antiguos que se
disponía a cambiar por arroz. El dueño de los libros era un gran aficionado a
los bronces antiguos y la colección le gustó enormemente.
- No los venda – le dijo a su nuevo
amigo –, vamos a hacer un cambio.
Y trocó todos sus libros por varias
decenas de bronces.
La mujer del primero se extrañó al
verlo regresar tan pronto. Echó una mirada a lo que traía: eran dos o tres
sacos llenos hasta el borde, en los cuales se entrechocaban los objetos con
ruido metálico. Al saber toda la historia, empezó a gritar:
- ¡Qué estupidez! ¿Cómo podremos comer
con estos bronces?
Él contestó:
- ¡Bueno!, ¿y crees que mis libros le
darán arroz a él?
Dao Shan Qing Hua[36]
EN BUSCA DEL PEDERNAL
Una noche Ai Zi pidió la luz, y como el
tiempo pasaba sin que le llevaran la lámpara, le gritó a un discípulo que se
apurara.
- Está tan oscuro – contestó el alumno
– que no puedo encontrar el pedernal.
Después añadió:
- Maestro, ¿no podría usted encender
la vela para ayudarme a buscarlo?
Miscelánea de Ai Zi[37]
LAS CUENTAS DEL BARQUERO
Ai Zi vio un día a un caminante ofrecer cincuenta sapecas a un barquero para que lo llevara de Lüliang a Pengmen.
- El precio, para los que no
transportan mercaderías, es comúnmente de cien sapecas
– le contestó el barquero –. Usted sólo ofrece la mitad, no es suficiente. Pero
como yo tendría que pagarle cincuenta sapecas a un
hombre para que tire mi barca desde Lüliang hasta Pengmen, ¡sólo le cobraré a usted cincuenta, si le conviene
tirar mi barca hasta Pengmen!
Miscelánea de Ai Zi
EL CIEGO QUE SE HIZO EXPLICAR EL SOL
Un hombre, ciego
de nacimiento, quiso saber qué aspecto tenía el sol, y pidió que se lo
describieran.
- El sol es como este disco de bronce
– le explicó alguien golpeando un batintín.
Pasado un tiempo, el ciego oyó sonar
una campana y creyó que ese sonido provenía del sol.
Otro lo dijo:
- El sol brilla como un cirio.
El ciego cogió el cirio entre sus
manos y estudió su forma.
Un día, cogió una flauta y creyó que
tomaba el sol.
Muchas son las diferencias entre una
campana, una flauta y el sol, pero el ciego no podía saberlas, pues había
adquirido sus conocimientos por las palabras de otros.
Recopilación de Ensayos de Su Shi
COMBATE DE BÚFALOS
Un artista muy
conocido pintó un cuadro sobre seda, titulado: «Combate de Búfalos».
Esta pintura llenó a todos de
admiración.
- ¡Fíjense! – decían –, ¡qué vitalidad
tienen esos búfalos! Se diría que están vivos.
Muy satisfecho de su obra, el pintor
hizo montar su pintura sobre un fondo de brocado enrollado y con un adorno de
jade. La enrolló y la guardó en un cofre de cedro. Sólo la sacaba para hacerla
admirar por entendidos.
En un día de verano, temiendo que los
gusanos atacaran la seda de su pintura, la expuso al sol en su jardín.
Un pequeño cuidador de vacas la vio, y
quedándose inmóvil ante la imagen la examinó sonriendo.
- ¿Te interesas por la pintura, chico?
– lo interrogó el pintor –. Ves, los dos búfalos están peleando, ¿están
parecidos en el cuadro?
- Los búfalos están bastante parecidos
– dijo el niño.
- ¿Acaso encuentras algo que no se
parezca?
- Cuando los búfalos pelean – dijo el
niño – ponen todas sus fuerzas en los cuernos y aprietan la cola entre las
piernas; aquí, las balancean. ¡Nunca he visto búfalos peleando así!
El gran pintor no supo qué
contestarle.
Dong Po Zhi
Lin[38]
¿DE DÓNDE VIENE EL ARROZ?
Los nietos de Cai Jing, el célebre ministro de Song, fueron educados como niños ricos y no tenían idea
alguna sobre los trabajos del campo.
Un día Cai Jing les preguntó bromeando:
- ¿Pueden decirme ustedes de dónde
viene el arroz que comen todos los días?
El primero reflexionó y contestó:
- Del mortero que descorteza el arroz.
Cai Jing se echó a reír.
- No – dijo otro de sus nietos –, no
es así, el arroz viene de los sacos de junco; yo lo he visto.
Du Xing Za Zi[39]
TRAGARSE LA AZUFAIFA ENTERA
Un día un tonto
oyó esta conversación:
- Las peras son buenas para los
dientes pero son perjudiciales para el bazo. Las azufaifas, por el contrario,
no sirven para los dientes pero hacen bien al bazo.
Después de reflexionar largamente,
dijo:
- Mascaré las peras pero no me las
tragaré, de esa manera no podrán dañarme el bazo. Me tragaré las azufaifas sin
mascarlas, así no echarán a perder mis dientes.
Uno de sus amigos declaró:
- ¡Esto es lo que se llama “tragarse
la azufaifa entera*”!
Todos soltaron la carcajada.
Zhan Yuan Jing Yu[40]
EL HOMBRE COMPASIVO
Una vez un hombre
pescó una tortuga. Deseaba hacer una sopa con ella, pero no quería que alguien
pudiera decir que él había dado muerte a un ser viviente. Encendió su fuego e
hizo hervir agua en una olla. Colocó una pértiga de bambú encima de la olla a
manera de puente y le hizo a la tortuga esta pérfida promesa:
- Si consigues atravesar este puente,
te dejaré en libertad.
La tortuga no se dejó engañar por esta
trampa. Ella no quería morir. De esa manera, poniendo toda su voluntad, hizo lo
imposible: atravesó el puente sin accidentarse.
- ¡Bravo! – dijo el hombre –, pero
ahora te ruego que regreses a tu punto de partida para ver mejor como
conseguiste hacer esta travesía.
Cheng Shi[41]
LOS BARCOS VIEJOS
Cuando Hu Lizi abandonó la capital para regresar
a su pueblo natal, el Primer Ministro puso un funcionario a su disposición para
que lo acompañara.
- Escoja para su viaje – le dijo – el
barco del gobierno que más le guste.
El día de la partida, Hu Lizi fue el primero en llegar al
embarcadero. Había allí varios miles de embarcaciones amarradas a lo largo de
la ribera. Hizo esfuerzos por reconocer los barcos del gobierno, pero fue
inútil. Cuando llegó el funcionario que debía acompañarlo, le preguntó:
- ¡Aquí hay tantos barcos! ¿Cómo
distinguir los del gobierno?
- Nada más fácil – contestó su
interlocutor –. Aquellos que tienen el toldo agujereado, los remos quebrados, y
las velas rajadas, son todos barcos del gobierno.
Hu Lizi levantó sus ojos al cielo y suspirando dijo para sí
mismo: «No es de extrañar que el pueblo sea tan miserable. ¡El emperador
seguramente también lo considera como propiedad del gobierno!».
Yu Li Zi[42]
EL LOBO DE ZHONGSHAN
Zhao Jianzi, un alto funcionario, organizó una gran cacería en
la montaña. Al divisar a un lobo, lanzó su carro en su persecución.
Ahora bien, el maestro Dongguo, viejo letrado conocido por su buen corazón, venía
en camino para abrir una escuela en Zhongshan, y se
extravió en esa misma montaña. En camino desde el alba, seguía a pie al asno
cojo que cargaba su saco lleno de libros, cuando vio llegar al lobo que huía
aterrorizado y que le dijo:
- Buen maestro, ¿no está usted siempre
dispuesto para socorrer a su prójimo? Escóndame en su saco ¡y me salvará la
vida! Si me saca de este mal paso, yo le quedaré eternamente agradecido.
El maestro Dongguo
sacó sus libros del saco y ayudó al lobo a meterse en él. Cuando Zhao Jianzi llegó y no encontró
al animal, volvió sobre sus pasos. Al notar el lobo que el cazador estaba lo
suficientemente lejos, gritó a través del saco.
- ¡Buen maestro, sáqueme
de aquí!
Apenas estuvo en libertad, el lobo
empezó a chillar:
- Maestro, usted me salvó hace un
rato, cuando los hombres del Reino de Yu me
perseguían y yo se lo agradezco, pero ahora, casi estoy muriéndome de hambre.
¿Si su vida puede salvar la mía, no la sacrificaría usted por mí?
Se abalanzó con el hocico abierto y
las garras afuera sobre el maestro Dongguo. Este,
trastornado, se estaba defendiendo lo mejor que podía, cuando de repente divisó
a un anciano que avanzaba apoyándose en un bastón. Precipitándose hacia el
recién llegado, el maestro Dongguo se arrodilló ante
él y le dijo llorando:
- Anciano padre, ¡una palabra de su
boca puede salvar mi vida!
El anciano quiso saber de qué se
trataba.
- Este lobo era perseguido por
cazadores y me pidió que lo socorriera, le salvé la vida y ahora quiere
devorarme. Le suplico que interceda en mi favor y le explique su error.
El lobo dijo:
- Hace un rato, cuando le pedí
socorro, él me amarró las patas y me metió en su saco, poniendo encima de mí
sus libros; aplastado bajo todo ese peso, apenas podía respirar. Después,
cuando llegó el cazador, habló largo rato con él; él deseaba que yo muriera
asfixiado dentro del saco, de esa manera habría sacado provecho de mi piel. ¿Un
traidor semejante no merece acaso que lo devoren?
- ¡No creo nada! – contestó el anciano
–. ¡Vuelva a meterse en el saco, para que yo vea con mis propios ojos si usted
estaba tan incómodo como dice!
El lobo aceptó con alegría y se metió
de nuevo dentro del saco.
- ¿Tiene usted un puñal? – preguntó el
anciano al oído del maestro.
- Sí – contestó mostrando el objeto
pedido.
Inmediatamente el anciano le hizo
señas para que lo clavara en el saco. El maestro Dongguo
exclamó:
- ¡Pero le voy a hacer daño!
El anciano se echó a reír:
- ¿Usted vacila en matar a una bestia
feroz que acaba de demostrarle tanta ingratitud? ¡Usted es bueno, maestro, pero
también es muy tonto!
Entonces le ayudó al maestro Dongguo a degollar al lobo, y dejando el cadáver a la
orilla de la senda, los dos hombres siguieron su camino.
La historia del lobo de Zhongshan[43]
¿PARA QUÉ ADULAR?
Un hombre rico y
un hombre pobre tenían la siguiente conversación.
- Si yo te diera el veinte por ciento
de todo el oro que poseo, ¿me adularías? – le preguntó el primero.
- El reparto sería demasiado desigual
para que tú merecieras cumplidos – contestó el segundo.
- ¿Y si yo te diera la mitad de mi
fortuna?
- Entonces seríamos iguales; ¿con qué
fin halagarte?
- ¿Y si yo te lo diera todo?
- En ese caso, ¡no veo qué necesidad
tendría de adularte!
Ai Zi Wai Yu[44]
DOS CAZADORES DE GANSOS SALVAJES
Dos hermanos, al
ver aproximarse una bandada de gansos salvajes, prepararon sus arcos.
- Si cazamos uno de estos gansos –
dijo uno de ellos – lo prepararemos en adobo.
- No – dijo el otro – eso es bueno
para preparar los gansos cazados en tierra, pero los muertos en pleno vuelo,
deben asarse.
Para solucionar esta discusión, se
dirigieron al jefe de la aldea.
- Corten el ganso por la mitad –
aconsejó el jefe – y así cada cual puede prepararlo a su gusto.
Pero cuando los dos cazadores
estuvieron listos para disparar, ya los gansos se habían perdido en el
horizonte.
Xian Yi Pien[45]
EL QUE MEJORABA A LOS JOROBADOS
Había una vez un
médico que se vanagloriaba de ser capaz de mejorar a los jorobados.
- Si un hombre es curvo como un arco,
como una tenaza o como un aro, basta con que se dirija a mí, para que yo, en un
día, lo enderece – decía.
Cierto jorobado
fue lo suficientemente ingenuo para creer en estas seductoras palabras, y se
dirigió a él para que lo desembarazara de su joroba.
El charlatán cogió dos tablones,
colocó una en el suelo, hizo acostarse encima al jorobado,
colocó el segundo tablón encima, en seguida, subiéndose encima pisoteó con
fuerzas a su paciente. El jorobado quedó derecho,
pero murió.
Como el hijo del muerto quiso llevarlo
a la justicia, el charlatán exclamó:
- Mi oficio es el de curar a los jorobados de sus jorobas; yo los enderezo; que mueran o no,
¡eso a mí no me concierne!
Relatos de Xue Tao[46]
UN SUEÑO
Cuentan que había
una vez un bachiller que era muy aficionado a las bromas. Su profesor era
extremadamente severo; a la menor falta, los alumnos recibían bastonazos.
Un día, el astuto alumno fue
sorprendido en falta. El maestro, hirviendo de rabia, lo mandó a llamar de
inmediato, y, mientras esperaba que llegara, se sentó en la gran sala.
El alumno llegó y, arrodillándose ante
su maestro, le dijo, sin mencionar su falta:
- Quise venir antes, pero estuve
haciendo planes para hacer el mejor uso de mil onzas de oro que me cayeron del
cielo.
La cólera del profesor desapareció
como por encanto, al oír la palabra “oro”.
- ¿De dónde sacaste ese oro? – preguntó con
vivacidad.
- Lo encontré escondido en la tierra –
contestó el alumno.
- ¿Qué piensas hacer con él? –
prosiguió el maestro.
- Soy de una familia pobre – contestó
el alumno –; no tenemos bienes de familia, así que hemos decidido, mi mujer y
yo, dedicar quinientas onzas de oro para comprar tierras, doscientas onzas para
construir una casa, cien para amoblarla y cien para comprar esclavos. De las
cien onzas restantes, la mitad será para comprar libros, pues pienso, de ahora
en adelante, trabajar con ardor; la otra mitad se la regalaré a mi profesor
para agradecerle la enseñanza que me ha dado. He ahí mis planes.
- ¿Es posible? ¡Yo no soy digno de
semejante homenaje! – dijo el profesor.
Convidó a su alumno a una suntuosa
comida. Los dos hablaban y reían, bebiendo mutuamente a su salud. En un estado
próximo a la ebriedad, el profesor preguntó de súbito:
- Te viniste precipitadamente;
¿pusiste siquiera el oro en un cofre, antes de partir?
El alumno se puso en pie para
contestar:
- ¡Ay! Aún no había terminado
completamente de hacer mis planes, cuando mi mujer me despertó al hacer un
movimiento; cuando abrí los ojos ¡el oro había desaparecido! No tuve necesidad
de cofre…
Estupefacto, el profesor preguntó:
- El oro del cual hablabas, ¿era
entonces un sueño?
- ¡Naturalmente! – contestó el
estudiante.
El profesor sintió que una violenta
cólera lo invadía, pero su alumno era su invitado y no pudo enfadarse con él.
Lentamente dijo:
- Tienes buenos sentimientos en tus
sueños para con tu profesor; cuando realmente hagas fortuna, de seguro no me
olvidarás.
Y volvió a llenar el vaso de su
discípulo.
Relatos de Xue Tao
YA NO TENGO CÁSCARAS PARA MIS CERDOS
La montaña Hefu queda a treinta li de nuestra aldea. Allí, cerca de un pequeño lago, existe un templo
que todos llaman el Templo de la Madre Wang. Nadie
sabe en qué época vivió la madre Wang, pero los viejos
cuentan que era una mujer que fabricaba y vendía vino. Un monje taoísta tenía
la costumbre de ir a beber a crédito a su casa. La comerciante no parecía
prestarle a ello ninguna atención; cada vez que él llegaba, lo servía de
inmediato.
Un día, el taoísta le dijo a la madre Wang:
- He bebido su vino y no tengo con qué
pagárselo, pero voy a cavarle un pozo.
Cuando hubo terminado el pozo, se
dieron cuenta de que contenía muy buen vino.
- Esto es para pagar mi deuda – dijo
el monje, y se fue.
Desde aquel día, la mujer no volvió a
hacer vino; servía a sus clientes el vino que sacaba del pozo, el cual era
mucho mejor que el que preparaba antes, con grano fermentado. Su clientela
creció enormemente.
En tres años hizo fortuna: había
ganado decenas de miles de onzas de plata.
Un día, el monje volvió de improviso.
La mujer le agradeció efusivamente.
- ¿Es bueno el vino? – le preguntó el
monje.
- Sí, el vino es bueno – admitió –,
¡sólo que, como no fabrico vino, ya no tengo cáscaras de grano con que
alimentar a mis cerdos!
Riendo, el taoísta tomó un pincel y
escribió en el muro de la casa:
La profundidad del cielo no es nada,
El corazón humano es infinitamente más profundo.
El agua del pozo se vende por vino;
La mujer aún se queja de no tener cáscaras para sus
cerdos.
Terminando su cuarteta, el monje se
fue, y del pozo salió agua.
Relatos de Xue Tao
EL HOMBRE QUE QUERÍA TENER RAZÓN
En el Reino de Chu vivía un hombre que ignoraba donde crece el jengibre.
- El jengibre crece en los árboles –
dijo.
- Crece en el suelo – le contestaron.
El hombre se empecinó.
- Venga conmigo, interrogaremos a diez
personas diferentes – le dijo a su interlocutor –. Le apuesto mi asno a que el
jengibre crece en los árboles.
Sucesivamente, las diez personas
interrogadas dieron todas la misma contestación:
- El jengibre crece en el suelo.
El apostador se turbó.
- Tome, llévese mi asno – le dijo al
ganador –, ¡eso no impide que el jengibre crezca en los árboles!
Relatos de Xue Tao
ESO NO ES DE MI INCUMBENCIA
Había una vez un
practicante que se decía especialista en medicina interna. Un guerrero herido
necesitó de sus cuidados. Se trataba de extraer una flecha que se había
incrustado en sus carnes.
El cirujano tomó un par de tijeras,
cortó la pluma a ras de la piel y luego reclamó sus honorarios.
- Aún tengo la punta de la flecha
incrustada en mi carne, hay que sacarla – le dijo el guerrero.
- Eso ya es del dominio de la medicina
interna – contestó el doctor –. ¿Cómo podría yo tomar la responsabilidad de ese
tratamiento?
Relatos de Xue Tao
LA VIRTUD DE LA PACIENCIA
Un mandarín, a
punto de asumir su primer puesto oficial, recibió la visita de un gran amigo
que iba a despedirse de él.
- Sobre todo, sé paciente – le
recomendó su amigo – y de esa manera no tendrás dificultades en tus funciones.
El mandarín dijo que no lo olvidaría.
Su amigo le repitió tres veces la misma recomendación, y cada vez, el
futuro magistrado le prometió seguir su consejo. Pero cuando, por cuarta vez,
le hizo la misma advertencia, estalló:
- ¿Crees que soy un imbécil? ¡Ya van
cuatro veces que me repites lo mismo!
- Ya ves que no es fácil ser paciente:
lo único que he hecho ha sido repetir mi consejo dos veces más de lo
conveniente y ya has montado en cólera – suspiró el amigo.
Relatos de Xue Tao
INTEGRIDAD
Cierto mandarín
lleno de codicia deseaba hacerse una fama de funcionario incorruptible. Cuando
lo nombraron en su primer cargo, hizo juramento ante los dioses de no dejarse
engatusar.
- Si mi mano izquierda llegara a
aceptar dinero, que caiga convertida en polvo. Y si mi mano derecha lo hace,
¡que también caiga convertida en polvo! – exclamó.
Un buen día, algún tiempo más tarde,
alguien le hizo llegar cien onzas de oro con el fin de asegurarse su apoyo en
un asunto. Por miedo a la maldición que pesaba sobre él, a causa de su
juramento, dudó en aceptar ese dinero que, sin embargo, codiciaba vivamente.
Sus subalternos le dijeron:
- Que Su Señoría puede hacer colocar
los lingotes de oro dentro de su manga, así, si la maldición obra, sólo la
manga caerá hecha polvo.
El magistrado encontró que el consejo
era bueno y aceptó el oro.
Relatos de Xue Tao
TIEMPO ANORMAL
Una noche de
invierno, un general comía dentro de su tienda. Un gran fuego de leña y
numerosas velas calentaban la atmósfera.
Después de vaciar muchos vasos de
vino, el militar sintió que el calor le subía a la cabeza.
- El tiempo no es normal este año –
suspiró –. En esta época del año debería hacer frío, ¡y he aquí que hace calor!
Los soldados que se helaban afuera
mientras montaban la guardia lo oyeron. Uno de ellos se presentó ante él.
- ¡Mi general – le dijo arrodillándose
–, a nosotros nos parece, en el lugar donde estamos, que la temperatura es
completamente normal!
Relatos de Xue Tao
EL VINO AGRIO
Su Qin nunca había podido conseguir un puesto de funcionario.
Un día que se celebraba el cumpleaños de su padre, el hermano mayor llevó un
jarro de vino con el cual llenó los vasos de su padre y de su madre.
- ¡Qué buen vino! – dijeron los viejos.
Pero cuando le llegó el turno a Su Qin de ofrecerles vino, exclamaron descontentos:
- ¡Qué agrio está este vino!
La mujer de Su Qin
creyó que su vino se había echado a perder y le pidió prestado un jarro del
bueno a la mujer del hermano mayor.
Cuando los padres lo probaron,
enojados repitieron que el vino estaba agrio.
- ¡Pero si es del vino que acabo de
pedirle prestado a mi cuñada mayor!
El suegro gritó:
- ¡Son ustedes los que traen la mala
suerte! ¡Basta que el vino pase por sus manos para que se ponga agrio!
Relatos de Xue Tao
PARA LOS TIGRES
En la época en
que Yang Shuxian era
magistrado en Jingzhou, los tigres constituían una
verdadera calamidad para los habitantes. Un día, Yang
hizo pulir la roca y mandó a grabar un largo edicto que podía resumirse en
estas palabras más o menos:
«¡Tigres, aléjense de estos lugares!»
Más tarde, cuando lo nombraron
prefecto en Yulin, Yang Shuxian le escribió al magistrado Zhao
Dingji de Jingzhou, para
rogarle que hiciera calcar su edicto lapidario contra los tigres. Quería varias
copias. «Deseo servirme de ellas para educar a mis administrados – decía – pues
los habitantes del Lingnan son muy salvajes todavía.»
Zhao mandó a
obreros para que calcaran el edicto. Al día siguiente fue un anciano a decirle:
«Los tigres han matado ya a dos obreros mientras ellos sacaban la copia del
texto grabado en la roca.»
Song Pi Lei
Chao[47]
CASTIGO SÓLO PARA LOS BUENOS
Al borde de un
camino que conducía a la aldea había una imagen de madera, colocada en un
pequeño templo. Un caminante que se vio detenido por un foso lleno de agua,
tomó la estatua del dios, la tendió de lado a lado y atravesó el foso sin
mojarse. Un momento después pasó otro hombre por ahí y tuvo piedad del dios; lo
levantó y volvió a colocarlo sobre su pedestal. Pero la estatua le reprochó el
no haberle ofrendado incienso y en castigo le envió un violento dolor de
cabeza.
El juez de los infiernos y los
demonios que estaban en ese templo le preguntaron respetuosamente:
- Señor, el hombre que lo pisoteó para
atravesar el foso no recibió castigo y en cambio al que lo levantó usted le
proporcionó un fuerte dolor de cabeza. ¿Por qué?
- ¡Ah! Que no saben ustedes – contestó
la divinidad –, ¡que hay castigo sólo para los buenos!
Elogio de la Risa[48]
ALGO PARA LA RISA
Un ciego estaba
sentado en medio de varias personas. De pronto, todos se pusieron a reír y el
ciego los imitó.
- ¿Qué ha visto usted para reír de esa
manera? – le preguntó alguien.
- Puesto que todos ríen, es porque con
seguridad se trata de algo risible – contestó el ciego –. ¿No habrán pretendido
engañarme, verdad?
Elogio de la Risa
EL TABURETE DEMASIADO BAJO
En la residencia de
cierto tonto había un taburete; éste era demasiado bajo, y cada vez que el
hombre quería usarlo, se veía obligado a levantarlo sobre ladrillos. Aburrido
de esta complicada maniobra, pensó cómo solucionar el problema, y un buen día
tuvo una súbita inspiración, llamó a un criado y le pidió que subiera el
taburete al piso primero.
Al sentarse encontró que el taburete
era tan bajo como en el piso inferior.
- ¡Y así dicen que es más alto en este
piso! – dijo –. ¡Pues yo no lo encuentro!
Chistes[49]
TRANSFORMANDO UNA BARRA DE HIERRO EN AGUJA
Varios niños que,
en vez de ir a la escuela, jugaban en la calle, vieron a una anciana que
frotaba incansablemente una barra de hierro contra una piedra.
Intrigados, le preguntaron:
- ¿Qué está haciendo ahí, señora?
Ella contestó seriamente:
- Estoy frotando este lingote para
adelgazarlo; quiero hacer con él una aguja para coser mi ropa.
Los muchachos soltaron la risa.
- ¡Nunca conseguirá hacer una aguja
con una barra de hierro de ese grosor!
- La froto todos los días, y cada día
disminuye algo más, por fin terminará siendo una aguja. Pero pequeños flojos
como ustedes no pueden comprender esto – dijo la anciana.
Los niños se miraron entre sí,
avergonzados, y corriendo, regresaron a la escuela.
De esta historia nos viene la antigua
sentencia que aún circula en nuestros días:
«El trabajo perseverante puede
convertir una barra de hierro en una aguja para bordar».
Qian Que Lei Shu[50]
EL MARTÍN PESCADOR
El martín
pescador es un pájaro temeroso. Construye un nido muy alto sobre los árboles
con el fin de protegerlo contra los peligros que pueden amenazar a sus
pequeñuelos. Cuando éstos nacen su amor por ellos es tan grande que teme que
caigan y se hieran, y entonces baja el nido. Cuando los pequeños se cubren de
plumas, el amor de los padres va en aumento y el martín pescador coloca aún el
nido, tan bajo que los hombres, al encontrarlo al alcance de la mano, pueden
apoderarse de los pajaritos a su regalado gusto.
Tan Gai[51]
EL TITÍ
El tití es un
monito trepador, con uñas muy alargadas. Un tigre que sentía picazones en el
cráneo le pidió a un tití que le rascara la cabeza. A la larga, el tití hizo un
pequeño hoyo en el cráneo del tigre,
pero éste no se dio cuenta, sumido en el bienestar que esta operación le
causaba. El tití comenzó a comerse los sesos del tigre y varias veces le
ofreció los restos de su comida. El tigre lo declaró su fiel y devoto amigo y
cada vez iba encontrando más placer en tenerlo junto a él.
Cuando ya no quedó nada en la caja
craneana del tigre, éste fue presa de violentos dolores de cabeza. Quiso
castigar al pérfido, pero el tití ya se había refugiado en la copa de un árbol.
El tigre rugió, dio un salto y murió.
Tan Gai
UN MOMENTO DE DESCANSO
Un personaje
importante fue de visita a un monasterio budista. Después de beber numerosas
copas de vino, recitó un fragmento de un poema de la dinastía Tang:
Al pasar por un monasterio perdido
entre los bambúes, me detuve a conversar
con el bonzo;
Lejos de mi vida agitada, gocé
de un momento de descanso.
El bonzo riendo, lo escuchó declamar.
- ¿Por qué ríe usted? – preguntó el
augusto visitante.
- Porque su momento de descanso me costó
tres días completos de preparativos – contestó el viejo bonzo.
Tan Gai
LA JIBIA
La jibia tiene
ocho brazos que puede recoger sobre su boca, y al encogerse, ésta puede ser
escondida bajo su cuerpo. Para protegerse más contra el peligro suelta un líquido
negro como la tinta que sirve para ocultarla.
Pero los pescadores al ver ponerse
negra el agua tiran sus redes… y las jibias son pescadas.
Tan Gai
LAS RAMAS AHORQUILLADAS
Los habitantes de
cierta aldea en las montañas tenían la costumbre de ocupar ramas ahorquilladas
para fabricar las patas de sus taburetes. Una vez, un campesino quiso arreglar
la pata de un taburete y mandó a su hijo a la montaña para que cortara una rama
ahorquillada. El hijo cogió su hacha y se fue. Al cabo de la jornada, volvió
con las manos vacías. Su padre le reprochó su incapacidad.
- Es verdad, había muchas ramas
ahorquilladas allá – contestó el hijo –, ¡pero todas crecían para arriba!
Tesoro de los Chistes[52]
DIFÍCIL DE CONTENTAR
Un pobre hombre
se encontró con un antiguo amigo en su camino. Este tenía un poder sobrenatural
que le permitía hacer milagros. Como el hombre pobre se quejara de las
dificultades de su vida, su amigo tocó con el dedo un ladrillo que de inmediato
quedó transformado en oro. Se lo ofreció al pobre, pero éste encontró que eso
era muy poco. El amigo tocó un león de piedra que se convirtió en un león de
oro macizo y lo agregó al ladrillo de oro. El pobre hombre encontró que el
regalo era aún insuficiente.
- ¿Qué más deseas pues? – le preguntó
el hacedor de prodigios.
- ¡Quisiera tu dedo! – contestó el
otro.
Tesoro de los Chistes
EL HOMBRE QUE VELABA POR SU ASNO
Un hombre viejo,
rico y avaro, prestaba dinero a intereses usurarios; no dejaba pasar un día sin
que fuera a recaudar sus intereses. Pero estas cotidianas salidas lo cansaban
sobremanera. Compró un asno y lo cuidaba tanto que sólo lo montaba cuando se
sentía verdaderamente extenuado. En realidad, el hombre, cuando mucho, montaba
su asno unas quince veces al año.
En un día de mucho calor y teniendo
que hacer un largo trayecto, el usurero resolvió llevar consigo al asno. En
mitad del camino, el viejo, jadeante, decidió montarlo. Después de dos o tres li de camino, el asno que no estaba
acostumbrado a cargar un jinete, empezó a jadear a su vez. Su amo, enloquecido,
se apresuró a bajarse y le sacó la albarda. El asno pensó que ya no necesitaban
sus servicios, dio media vuelta y tomó el camino de regreso. El anciano le
gritaba que volviera, pero el asno continuó trotando sin volverse. Dividido
entre el temor de perder a su asno y el de perder su albarda, el viejo tomó el
camino de regreso cargando la albarda en sus espaldas. Una vez llegado a su
casa, sus primeras palabras fueron para preguntar si el asno había regresado.
- Claro que sí – contestó su hijo.
El anciano tuvo una gran alegría, pero
después de desembarazarse de la albarda empezó a sentir el calor y la fatiga,
tuvo que acostarse y estuvo un mes enfermo.
Historias oídas[53]
DOS BONZOS Y UNA PEREGRINACIÓN
En la montaña Emei, había muchos monasterios. Los bonzos de los grandes
monasterios eran muy ricos y los de los pequeños monasterios, muy pobres.
Un día, un bonzo de un pequeño
monasterio fue de visita a un gran monasterio con el fin de despedirse, pues
partía en peregrinación a Putuo, una isla del mar del
Este. Putuo queda a unos tres mil li de la montaña Emei; es necesario escalar
altas montañas y atravesar muchos ríos para llegar allí. Ese complicado viaje
dura meses y a veces hasta años.
Cuando el bonzo pobre puso al
corriente de su proyecto al bonzo rico, éste quedó asombrado:
- ¿Pero qué lleva usted para su viaje?
- Un jarro y una escudilla proveerán a
todas mis necesidades. Recogeré el agua con mi jarro y cuando sienta hambre
pediré alimentos de limosna con mi escudilla.
- Yo también deseo realizar esa
peregrinación; hace varios años que estoy preparándome – dijo el bonzo rico –
pero nunca he podido ponerme en camino, pues siempre me falta algo. Temo que
usted tome las cosas un poco a la ligera. ¡Este viaje no es tan fácil como
usted lo cree!
Un año más tarde, al regresar de su
viaje, el bonzo pobre fue a saludar al bonzo rico de Emei
y le contó cómo había sido su peregrinación a Putuo.
A pesar de su desconcierto, el bonzo
rico confesó:
- En cuanto a mí, aún no he terminado
mis preparativos para el viaje.
Bai He
Tang Ji[54]
UN CARÁCTER DEMASIADO DÉBIL
Había una vez un
viejo campesino que vivía del producto de algunos mu de tierra que él mismo cultivaba. Era un hombre débil de carácter,
pero tomaba su debilidad con espíritu apacible.
Un día fueron a decirle:
- Su vecino ha metido su vaca en el
campo de usted y el animal ha pisoteado toda su plantación de arroz.
- No lo habrá hecho a propósito –
contestó el viejo campesino –. No tengo nada que reprocharle.
Al día siguiente, vinieron a decirle:
- Su vecino está cosechando el arroz
del campo de usted.
- Mi vecino no tiene gran cosa que
comer – explicó el viejo campesino –; mi arroz madura antes que el suyo, y que
coseche un poco para alimentar a su familia, no tiene ninguna importancia.
Esta humildad que siempre empujaba al
viejo a hacer concesiones, volvió al vecino cada día más audaz; se apropió de
una parte del campo del viejo, y para hacer un mango a su azadón, cortó una
rama del árbol que sombreaba la tumba de los antepasados del anciano.
Perdiendo la paciencia, el viejo
campesino fue a pedirle explicaciones:
- ¿Por qué se ha apoderado usted de
una parte de mi campo?
- Nuestros campos están juntos –
contestó el bribón –, los dos pertenecen al mismo terreno sin cultivar que
desbrozamos; la línea de demarcación nunca ha sido bien definida. ¿Usted me
reprocha que usurpo su tierra? ¡Pero si es más bien usted quien se apodera de
la mía!
- De todas maneras, ¿por qué ha
costado usted las ramas del árbol que sombreaba la tumba de mis antepasados?
- ¿Y por qué no enterró más lejos a
sus antepasados? – contestó el otro –; ese árbol tiene raíces que se extienden
por debajo de mis tierras y ramas que pasan por encima de mi campo. Si yo
quiero cortarlas, ¡eso es cuenta mía!
Ante tanta mala fe, el campesino
empezó a temblar de cólera, pero su debilidad de carácter se impuso y,
saludando a su vecino, le dijo:
- ¡Esto que sucede es culpa mía,
enteramente culpa mía! ¡No debí escogerlo a usted como vecino!
Pu Li Zi[55]
LOS DOS MIOPES
Había una vez dos
miopes y ninguno de los dos quería admitir su desgracia; por el contrario, cada
cual quería probar al otro que tenía muy buena vista.
Un día se enteraron de que una familia
de la vecindad llevaría un exvoto al templo. Cada uno por su lado averiguó en
secreto la inscripción que grabarían. El día en que el panel iba a ser
colocado, llegaron juntos al templo. Levantando los ojos, uno de ellos exclamó:
- ¡Qué bello panel!, «gloriosa es tu
fama», reza la inscripción de cuatro grandes jeroglíficos.
- Eso no es todo – agregó el otro –, hay
otra corrida de pequeños jeroglíficos que usted no ha visto. En ellos están el
nombre del calígrafo y la fecha de la obra.
Al oírlos, una de las personas allí
presentes preguntó:
- ¿De qué hablan ustedes?
- Estamos discutiendo a propósito de
la inscripción que acabamos de leer en el panel del exvoto – contestaron los
dos.
Todos rompieron a reír.
- ¡Ustedes están ante un muro desnudo,
el panel no ha sido colocado aún! – les dijeron.
Selección de historias divertidas[56]
* Wei Jinzhi es miembro del consejo de redacción de Literatura de Shanghai.
* En los concursos para designar
funcionarios.
* 1 li = ½ km.
**
Ren es una
medida de longitud de la China antigua. 1 ren equivale a 2 ½ metros
aproximadamente.
[1] Libro atribuido a Lie Yukou, que vivió en los
siglos VII o V a.n.e. Sin embargo, la mayor parte de
esta obra fue escrita por autores posteriores.
[2] Una obra que da noticia de Yan Zi (Yan
Ying), quien vivió en el siglo VI a.n.e.
Pero este libro no fue escrito por el propio Yan Zi.
[3] Obra de Shen
Buhai (¿ - 337 a.n.e.).
[4] Obra atribuida a Shang Yang, que murió en el año
338 a.n.e. Una parte de esta obra fue redactada de
nuevo por escritores posteriores, pues contiene relatos de acontecimientos
ocurridos después de la muerte de Shang Yang.
[5] Obra de Zhuang
Zhou, que vivió entre los siglos IV y III a.n.e. Parte de esta obra se atribuye a escritores
posteriores.
[6] Obra de Yin
Wen, de los siglos IV o III a.n.e.
[7] Obra de Mencio
(Meng Ke, del 372 al 289 a.n.e.).
* Medida de longitud: Un bu equivale a dos
varas, aproximadamente.
[8] Xun Zi, obra de Xun
Luang que vivió en el siglo IV o III a.n.e.
[9] Shi Zi, obra de Shi
Jiao que vivió en el siglo IV o III a.n.e.
[10] Esta obra fue, en un principio,
atribuida a Cheng Ben, que vivió en el siglo IV o III
a.n.e.; pero más tarde se comprobó que los relatos de
esta obra fueron recopilados, hacia los siglos XII o XIII, por un letrado
anónimo que se los atribuyó a Cheng Ben.
[11] Obra atribuida a Lü Buwei (¿ - 235 a.n.e.), una parte de la cual fue escrita por sus
protegidos.
[12] Obra del siglo III o II a.n.e., escrita por Han Ying.
[13] Libro atribuido a Han Fei (¿ - 233 a.n.e.), parte del
cual fue probablemente recopilado por sus discípulos.
[14] Por Yang
Xiong (53 – 18 a.n.e.).
[15] Recopiladas por Liu Xiang (78 – 6 a.n.e.).
[16] Por Liu Xiang.
[17] Por Liu Xiang.
[18] Por Ban Gu (32 – 92).
[19] Por Mou Rong (siglo I o II).
[20] Obra escrita en su mayor parte por
los protegidos de Liu An,
príncipe de Huai Nan, que
vivió durante el siglo II o I a.n.e.
[21] Por Jiang
Ji (siglo II).
[22] Obra de Xun
Yue (148 – 209).
[23] Por Ying
Shao, que vivió entre los siglos III y II a.n.e.
[24] Por Fan Ye (398 – 445).
[25] Por Liu Jingshu, del siglo V.
[26] Obra de Liu
Zhou (siglo VI), conocido igualmente bajo el título
de Xin Lun.
[27] Por Yan Zhitui (531 – 591).
[28] Relatos reunidos por Li Yanshou y varios otros
escritores del siglo VII.
[29] Por Chang
Zhuo, que vivió a principios del siglo VIII..
[30] Por Lin Shensi (siglo VIII).
[31] Autor anónimo del siglo VIII.
[32] Liu Zongyuan vivió de 773 a 819.
[33] Por Seng
Wenying, siglo X.
[34] Por Song
Qi (998 – 1061).
[35] Shao Bowen (siglo XI). Escribió la primera parte de esta obra
que terminó su hijo Shao Bo.
[36] Este libro, de autor anónimo, nos
relata hechos ocurridos en las proximidades del siglo X.
[37] Por Su Shi
(1036 – 1101).
[38] Por Su Shi
(1036 – 1101).
[39] Por
Zeng Minxing (siglo XI).
* “Tragarse la azufaifa entera”: expresión corriente que significa
obrar sin reflexión.
[40] Por Bai Ting (siglo XI o XII).
[41] Por Yue Ke, que vivió en el siglo XIII o XIV.
[42] Por Liu Ji (1311 – 1375).
[43] Por Ma Zhongxi, de la dinastía Ming
(1368 – 1644).
[44] Por Tu Benjun
de la dinastía Ming.
[45] Por Liu Yuanqing (siglo XV).
[46] Por Jiang
Yingke (siglo XV).
[47] Por Pan Yongyin
(siglo XVI).
[48] Por Zhao
Nanxing (1550 – 1627).
[49] Obra atribuida sucesivamente a Xu Zichang y a Feng Menglong, de la dinastía Ming.
[50] Relatos recopilados por Chen Renxi (1581 – 1636).
[51] Compilación de Feng
Menglong, de la dinastía Ming.
[52] Obra recopilada por Feng Menglong, de la dinastía Ming.
[53] Recopilación hecha por Yue Jun, del siglo XVII o XVIII.
[54] Por Peng
Duanshu (siglo XVIII).
[55] Por Ma Shifang (principios del siglo XIX).
[56] Autor anónimo.
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