REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS

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ISSN 1577 - 6921

  NÚMERO 1 - MARZO 2001

PORTADA | HEMEROTECA

 

3. Apelación y persuasividad cotidiana en los textos analizados



 

La persuasividad es compañera habitual del conversar, y el vocativo es uno de los procedimientos con mayor peso específico en esta materia. La presuposición de bondad, amistad, compañerismo y belleza-juventud  por parte del locutor en relación a su alocutario son cuatro de las características sémicas fundamentales, aunque no las únicas, por supuesto, con las que el uso del vocativo se relaciona en aras de un mayor grado de persuasión en las interlocuciones cotidianas del Siglo de Oro español. Con respecto a la primera, hay que decir que es un procedimiento retórico-persuasivo utilizado casi siempre por parte de un personaje superior (o que así se siente) socialmente al receptor-referente de la vocación. El uso continuado en los textos consultados del vocativo buen hombre dirigido a labradores y villanos por parte de señores alejados del ámbito rural constituye un buen ejemplo, propio por demás de las características del tópico literario del menosprecio de corte y alabanza de aldea que nada tenía que ver con la realidad vivida en el campo español por aquella época. En el siguiente fragmento de El galán de la Membrilla (1965:304) de Lope de Vega, Tello interpela así a Tomé, un labrador:

 

TELLO.-¿a quién buscáis,

buen hombre?.

TOMÉ.- A Tello, señor.

 

y más tarde (1965:309):

 

TELLO.- No podré,

de haber estado tan necio,

ahora en quejarme de él.

(A Tomé)

Oid, buen hombre.

 

Especialmente interesante resulta este otro diálogo incluido en Al pasar del arroyo (1946:398) en el que don Luis se dirige a don Carlos (vestido de hortelano) con el retórico buen hombre, pero, ante el silencio de éste, acude al vocativo labrador, evolución del trato mediante la cual la persuasiva condescendencia deja paso a la cruda constatación de categorías y jerarquías sociales:

 

DON LUIS.- Buen hombre, que Dios te guarde,

Y en verde hortaliza aumente,

¿No sabes que todo oriente

Viene a tu huerta esta tarde?

¿No sabes cómo Jacinta

viene a cubrilla de flores,

Que son sus piés las colores

Con que abril los prados pinta?.

¿Conocesla? Dime nuevas

De su hermosura y valor.

DON CARLOS.- (Ap).-cuando barajas, amor,

Todo lo tiras y llevas,

Este es don Luis ¿Qué es aquesto?.

DON LUIS.-¿No respondes, labrador?.

 

Mucho más intensa es la evolución en el tratamiento que el mismo locutor realiza con Benito, esta vez un verdadero labrador (1946:398):

 

DON LUIS.- Buen hombre, cierto señor

Con secreto y con temor

La trajo niña a Barajas (...)

BENITO.- Ya entiendo, no ignoro nada:

(A buenas deshonras va!.

Ya sé que hay ciertas mujeres

Que en viendo una moza hermosa

...............................................

DON LUIS.- No sé, villano y grosero,

Cómo el alma no te paso.

 

La inmediatez en la asociación real de los tratamientos buen hombre y labrador queda de manifiesto en esta estructura vocativa bimembre aparecida en el discurso que la infanta dirige a un villano en la que sería primera parte de Los Tellos de Meneses (1946:514):  

INFANTA.- ¡Ah buen hombre, ah labrador!

 

La marca jerárquica de este trato apelativo también hace que el labrador o labradora lo utilice con quien circunstancialmente sea considerado inferior. Es por eso que en la página trescientos noventa y siete del volumen del BAE que recoge la obra de Lope Al pasar del arroyo (1946) observamos que la labradora Jacinta se dirige así a Mayo, disfrazado de buhonero:

 

JACINTA.- Buen hombre, llegáos acá.

 

En La viuda valenciana (1946:73) el mozo galán (así es denominado por Lope de Vega) Camilo llama a su escudero Urban buen hombre:

 

CAMILO.- Antes deseo

Serlo, buen hombre, infinito

¿Qué se paga?.

 

y en Las flores de don Juan (1946:420) la condesa hace lo propio con su lacayo Germán (1946:420):

CONDESA.- ¡Hola, buen hombre, detente!.

 

El buen hombre está presente igualmente en el discurso del alcalde y del gobernador del Entremés del retablo de las maravillas al dirigirse al astuto Chanfalla:

 

GOBERNADOR.- Yo soy el Gobernador, ¿qué

es lo que queréis, buen hombre? (1982:116).

 

BENITO.- Siempre quiero decir lo que es mejor

sino que las más veces no acierto; en fin, buen

hombre, ¿qué queréis? (1982:116).

 

El inicio de una interlocución con una persona simplemente desconocida puede ser un apropiado contexto para utilizar esta apelación persuasiva, tal y como aparece en este fragmento de Los embustes de Celauro (1946:106). El vocativo utilizado por Lupercio se adecua plenamente a su intención petitoria:

 

LUPERCIO.- (Ap. Quiero pedir a este hombre

si trae algo de comer).

¡Buen hombre!.

 

o en este otro de Al pasar del arroyo (1946:394), en el que Lisarda dice:

 

LISARDA.- Si por amor

la habéis, buen hombre, escondido,

Justa disculpa habrá sido;

Mas no carece de error...

 

El capigorrón Decio, finalmente, utilizará este vocativo al conversar con un mesonero en El dómine Lucas (1946:64):

 

DECIO.- ¿Queréis, buen hombre, callar?.

 

La colectividad también puede ser objeto de apelación de este tipo. Un buenos hombres  hallamos en El lazarillo de Tormes  (1975:73) justo cuando el alguacil se dirige al auditorio del buldero:

 

Estando en lo mejor del sermón, entra por la puerta de la iglesia el alguacil, y desque hizo oración, levantóse, y, con voz alta y pausada, cuerdamente comenzó a decir:

-Buenos hombres, oídme una palabra, que después oiréis a quien quisiéreis.

 

Muy parecido sentido hay que atribuir a la expresión gentiles hombres, al margen de los comentarios expuestos con anterioridad:

 

AMO DE CRISTINA.- Ténganse, gentiles hombres; ¿qué desmán y qué acecinamiento es éste?.

(Cervantes, Entremés de la guarda cuidadosa, 1982:929)

 

Dos variantes estructurales del sentido de esta apelación son hombre de bien y señor bueno. Un ejemplo de la primera tenemos en El premio del bien hablar (1946:499), cuando Feliciano se dirige al lacayo Martín:

 

FELICIANO.- Perdonad, hombre de bien.

 

La segunda es una variante relativamente hiperbólica de la que es responsable el villano Brito, uno de los personajes de El mejor alcalde, el rey (1946:489):

 

BRITO.- Yo, señor bueno,

Só Brito, un zagal del campo.

 

La mujer no es ajena a estos tipos de vocación. Es fácil encontrar estructuras persuasivo-apelativas como buena mujer [1] , mujer buena o mujer de bien. Tello el viejo utiliza la primera al dirigirse a Laura, una labradora, en Los Tellos de Meneses (1946:519):

TELLO EL VIEJO.-

¿Menester adonde hay tantas?

(A qué cosas te adelantas!

Id con dios, buena mujer;

Que bostezos de señora

Tiene mi sobrina ya.

 

La corregidora de La gitanilla (1981:164) utiliza la segunda al hablar con la gitana vieja:

-Mujer buena, antes ángel que gitana, ¿adón está el dueño, digo la criatura cuyos eras estos dijes?.

 

Y la tercera aparece en el Entremés del juez de los divorcios (1982:47) en boca del juez:

JUEZ.- Callad, callad, nora en tal, mujer de bien, y andad con Dios;  que yo no hallo causa para descasaros; y, pues comistes las maduras, gustad de las duras...

 

En el comienzo de ese mismo entremés (1982:45) había aparecido otro de los vocativos pertenecientes al mismo campo semántico-pragmático, mediante el cual la presunción de bondad se extiende a un colectivo mayor que el buenos hombres puesto que puede referirse a alocutarios de  uno u otro sexo; estamos hablando de buena gente:

 

JUEZ.-¿Qué pendencia traéis, buena gente?.

MARIANA.- Señor, (divorcio, divorcio y más divorcio, y otras mil veces divorcio!.

 

El mantenimiento del adjetivo buen es fundamental para la creación de variantes más específicas. Pongamos por caso los vocativos buen huésped, buen amigo o buen + nombre propio. Buen huésped llaman Floriano y Decio al mesonero, su interlocutor (el último de ellos en otro momento le había llamado buen hombre, como vimos más arriba):

 

DECIO.- ¡Oh confusión!

Buen huésped, ¿tendrás secreto?.

(Lope de Vega, El dómine Lucas, 1946:64).

 

FLORIANO.- Buen huésped, es un disfraz.

(Lope de Vega, El dómine Lucas, 1946:64).

 

Buen amigo llama Pedro Pantoja al craido Guijarro en la obra de Moreto Las travesuras de Pantoja  (1950:404):

 

PANTOJA.-¿Qué hay, buen amigo?.

 

Como reproducción del tratamiento del que solían ser receptores los campesinos podemos calificar el uso del vocativo buen Churriego dado por el hortelano Lisardo a Churriego, un criado, en otra de las piezas dramáticas de Moreto: En el mayor imposible nadie pierda la esperanza (1950:650):

 

LISARDO.- El sitio acomodado

Para esto. Buen Churriego,

¿Cómo va?.

 

La combinación de  buen+nombre propio es también la elección de Lupercio al dirigirse al personaje que, en parte, da título a la obra de Lope Los embustes de Celauro (1946:101):

LUPERCIO.- Prosigue, buen Celauro: ya te creo.

 

La honradez es otra de las virtudes evocadas con la intención de sacar rentabilidad persuasiva a las apelaciones cotidinanas presentes en los textos literarios consultados:

 

GOBERNADOR.- Y bien, ¿qué es lo que queréis, hombre honrado?.

(Cervantes, Entremés del retablo de las maravillas, 1982:116).

 

No menos rentable resultaba el uso de los vocativos amigo y amiga y sus posibles combinaciones a la hora de dirigir la palabra a desconocidos con los que se deseaba entablar un cordial conversación. Amiga es llamada la vieja gitana, madre "adoptiva" de Preciosa, por parte de un mancebo gallardo (así se le define) en esos momentos desconocidos para ella:

 

-Por vida vuestra, amiga, que me hagáis placer que vos y Preciosa me oyáis aquí aparte dos palabras que serán de vuestro provecho (1981:115).

 

Reproducimos a continuación el diálogo "a cuatro bandas" entre don Pedro, don Manrique, el Rey y un lacayo borracho con el que se tropiezan en el camino, con la intención de observar la transición del trato entre los tres primeros y el segundo, pero siempre respetando los márgenes de persuasividad cotidiana (actitud "favorecida", sin duda, por el hecho de que el criado lleve entre sus manos una espada), para lo que se utiliza primero el vocativo amigo (lo que conlleva, por cierto, la inmediata reacción del alocutado), más tarde el vocativo gentilhombre y finalmente el vocativo hermano, del que tendremos la oportunidad de hablar más tarde por extenso. El fragmento pertenece a la pieza de Lope La corona merecida (1946:236):

 

DON PEDRO.-¡Amigo!

LACAYO.-¿Quién es amigo?

DON PEDRO.- Yo soy amigo.

LACAYO.- Yo no.

Juro a Dios no dar la mano,

Aunque el Rey me la pidiese.

Hágase allá, no le pese;

Téngase todo cristiano

¿Es cosa de burla dar

A un hombre una bofetada?

DON MANRIQUE.- (Al Rey).

Desnuda tiene la espada

Y apenas acierta a hablar.

REY.- El debe de haber bebido.

¡Ah, gentilhombre!.

LACAYO.-¿Quién es?.

¿Es castellano o inglés?.

DON PEDRO.- Algún inglés le ha ofendido.

Tenga la espada, y advierta...

LACAYO.-Cuando se vierta, ¿qué importa?

¡Oh, cuánto el aire conforta

Que se sale por esta puerta!.

DON PEDRO.-Oiga: yo seré el padrino.

LACAYO.- Hanme dado un bofetón...

DON PEDRO.- Tuvieron poca razón.

LACAYO.- Con un hueso de tocino.

DON PEDRO (Al Rey). Por Dios, señor, que no había

entendido su desgracia.

REY.-¿Qué tiene?.

DON PEDRO.- Vino.

REY.- ¡Oh, qué gracia!.

Háblale, por vida mía.

Pregunta qué es la ocasión

Deste ruido.

DON PEDRO.- Oya, hermano.

LACAYO.- ¿Es inglés o castellano?.

 

Amigo, con todo, es un vocativo que puede ser utilizado, y lo es con frecuencia, para dirigirse a personas conocidas en contextos de enfado o con un inconfundible tono irónico. La celosa dama Celia lo utiliza con su galán Camilo en La viuda valenciana (1946:82):

 

CELIA.-¡Tú a mi casa! Pues no has ido

En dos meses, ¿y tan loca

me ves, que crea tal boca

A corazón tan fingido?.

No, amigo; que si se escapa,

Será andarme tras el viento.

 

y Marcela se lo dice a Riselo, presa de un enfado similar en El acero de Madrid (1946:377):

MARCELA.-¿Oye, amigo?

RISELO.-¡Ah, prenda mía!.

 

Siguiendo en el campo de la persuasión cotidiana cabe detenerse ahora en los tratamientos compañero y camarada, cuya raíz semántico-interpretativa debemos situar en el compartir algo, ya sea material o no, real o supuesto. En Al pasar del arroyo, don Carlos (disfrazado) dispensa a Mayo (disfrazado igualmente) el tratamiento compañero en dos ocasiones por su aparente pertenencia al oficio de labradores:

 

DON CARLOS.- (...) ¿Qué hay, compañero? ¿Tenemos

De lo dicho alguna traza? (1946:398).

 

DON CARLOS.- Ya lo entiendo, compañero,

Y qué engaño la esperanza,

Porque quien la pone en huertas,

O le falta el sol o el agua (1946:399).

 

En sentido literal debe ser interpretado el vocativo persuasivo camarada con el que el criado del marqués se dirige al escudero en Las flores de don Juan (1946:428), una más de las creaciones pertenecientes a la vastísima producción de Lope, puesto que ambos comparten de hecho cámara:

 

LUCIO.- Id camarada, a ganar

Albricias de la Condesa;

Decid que está aquí el Marqués,

Que de Sicilia ha venido.

 

Y en sentido figurado hay que entender el uso que de esta apelación hace el gracioso Churriego al hablar al hortelano Lisardo en la ya mencionada obra de Moreto En el mayor imposible nadie pierda la esperanza (1950:630):

 

CHURRIEGO.- ¿Es porque tú estás cansado?

¿No sabes qué he imaginado?.

Que entremos, por divertirte.

En esta huerta.

DON MANUEL.- Está bien.

CHURRIEGO.- En ella vive Lisardo.

DON MANUEL.- Llámale; que aquí le aguardo.

CHURRIEGO.- ¡Hola, camarada!.

 

o Estebanillo al dirigirse a quienes le perseguían mofándose de él:

 

-Hallándome levado de fregados y espulgado de faltriqueras, levantéme como padre, y seguido de estudiantes mínimos y de  muchachos de escuela, me salí al campo medio avergonzado, preguntando a los queme encontraban y se reían de mí: Camaradas,  ¿por dónde va la danza?.

                            (Vida y hechos de Estebanillo González, 1950:307).

 

Poco antes de relatarnos este suceso, un soldado con el que Estebanillo (también soldado en esos momentos) había entablado fugaz amistad se le dirige con el vocativo intensivo camarada del alma, producto en parte de su actividad compartida y en parte de los efectos del alcohol:

 

Estaba en mi compañía un soldado que había servido en aquellos estados en tiempo de treguas; y para informarme de él qué tierra era adonde nos mandaban ir, lo convidé a beber dos frascos de vino en una ermita del trago; y después que estaban como el arca de Noé, habiéndole yo dicho como estaba de camino para ir a ver.

 

Nueva técnica de persuasión cotidiana es apelar al interlocutor con alusiones a los desiderata de juventud y belleza. La pícara de López de Ubeda reflexiona con gran precisión sobre estas actitudes de las que las principales beneficiarias suelen ser las mujeres (1950:64):

... la mujer, como fue hecha para ayuda de cámara, en viendo que los años se van de cámaras, y los hombres las tienen por decírselo, ponen un gesto de pujo; y el llamarlas mozas o niñas es tañerles una almendrada.

 

puesto que a los hombres se les inculca la biunivocidad entre prestigio y edad madura (1950:63):

Diráme que pues los hombres no se añusgan de que los llame viejos, antes se afrentan de que los llamen mozos, tampoco es justo que Justina se enoje de que se lo digan.

 

Sus ideas no quedan en mera teoría, sino que las aplica con alto grado de consciencia; eso parece deducirse de comentarios como éstos:

 

Llamábase la mesonera Sancha Gómez, y siempre se me iba el silbato a llamarla Sancha la gorda como a la tripera de Jaén; luego que vi el talle de la mujer y el ingenio de ramplón, se me ofreció que había de hacerla algun buen tito, y acerté a este blanco, poniendo en razon la ballesta de la atención, el arco de palabras dobles, el virote de la lisonja y el jostrado de mi perseverante ingenio; sentéme a sus piés, habléla con mucha humildad y vergüenza, y llaméla madre y hermosa, y estuve con ella mas amorosa y retozona que galo de monasterio (1950:132).

 

Yo le dije: señora hermosa, que aunque sea una lamparera mas pesada que higo duñiga, se huelga de que la llamen hermosa, y se derrite aunque sea durandarta; señora hermosa, ruégote, ruégote por su cara que en prendas de esta burra y de este mando nuevo, me haga merced de prestarme este su manto viejo, para llegarme con él aquí a un pueblo que se llama Trobajo... (1950:119).

 

 

 



[1] Nueva prueba de sexismo en el lenguaje: "Sin embargo su aplicación a la mujer puede soportar connotaciones bien distintas: "otro genérica de prostituta es buena mujer, que "vale puta", según Covarrubias (...). En cambio, buena mujer  aparece en multitud de textos (...). Ya Covarrubias advertía que la palabra significa "según el tono y sonsonete con que se dize" a propósito de honrada  (y con buena  ocurre lo mismo) que "se toma en mala parte", es decir, con el significado de prostituta" (Alonso, 1979:25).

 

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NÚMERO 1 - MARZO 2001

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