LOS YÁBRIDAS O SUKKALMAH.

Nada se sabe del origen de su fundador, que tenía por nombre Eparti, Ebarat o Yabrat, ni de su relación con la dinastía anterior. Llevaba el título de rey de Anshan y de Susa, lo que implicaba una supremacía de Anshan sobre Susa, ciudad conquistada e incorporada al imperio. Se conoce también como dinastía de los sukkalmah (gran enviado), epíteto sumerio utilizado por estos reyes como distintivo de su más alta titulatura, pues entre los soberanos elamitas de esta dinastía, el título de rey se reservaba para los monarcas locales. Curioso hecho éste, pero hay que tener en cuenta que se trata de un término sumero-acadio, empleado en las versiones acadias de los textos encontrados en Susa, una ciudad con población acadia; el elamita se reservaba para Anshan y otras regiones orientales del imperio. En elamita se utilizaba una versión indígena: likame rishari (el grande del reino).

            El primer rey de esta dinastía, Yabrat III –hubo dos reyes Yabrat en la dinastía de Simaski-, aparece mencionado junto a Silhaha -su hijo- y Addahushu. Este último dice que Eparti era rey de Anshan y de Susa, mientras su hijo Silhaha era el primer sukkalmah y rey de Anshan y de Susa, y el propio Addahushu, sukkal (enviado) y notable de Susa e hijo de la hermana de Silhaha. Esta compleja información de Addahushu parece dar a entender que Silhaha fue el creador de la dinastía de los sukkalmah. La denominación hijo de la hermana de Silhaha es un término de parentesco (= sobrino), pero también indica descendencia por parte de madre, de modo que Addahushu sería sobrino o simplemente descendiente de Silhaha, pero no su sucesor en el trono, puesto que Silhaha fue sucedido por su hijo Kuknasur I. Es éste un aspecto importante y diferenciador de la realeza elamita a partir de esta época. Cuando un rey elamita no pertenecía a la rama principal de la familia, o su progenitor no había sido rey, entonces su legitimación al trono se producía de manera colateral, a través de la hermana del rey anterior. En este caso, el nuevo rey incluía entre sus títulos el epíteto hijo de la hermana de NP.

            La organización política de esta dinastía elamita estaba basada en el poder del sukkalmah, y tenía su sede real en Anshan, la capital de Elam. No obstante, la importante ciudad de Susa tenía su gobernador propio, que llevaba el título de sukkal de Susa o rey de Susa. La región de Simaski no es seguro que existiera como tal en esta época, con lo cual su aparición en la titulatura -sukkal de Elam y de Simaski- puede ser sólo un indicativo del lugar de origen de estos reyes. A la muerte del sukkalmah le sucedía su hijo, de haberlo, o bien un hijo elegido entre los hijos de una hermana del rey designada para la sucesión, que normalmente era el gobernador o sukkal de Susa. Junto al sukkalmah y el sukkal, había otros miembros de la casa real por los que se juraba en los contratos, los cuales o no llevan título alguno, o bien aparecen nombrados con cargos inferiores, como alcaldes, etc.

            La economía era próspera. Los textos económicos de Susa mencionan la división de un gran número de profesiones y de personas que recurrían a préstamos empeñando sus campos, huertos, casas y ganados. Los testigos de los contratos constan en número especialmente alto si los comparamos con los de los documentos jurídicos mesopotámicos, desde un mínimo de dos a un máximo de cuarenta y dos. Los ricos habitaban en casas palaciegas y se hacían enterrar en panteones junto con una pintura de su retrato.

            El Derecho era una mezcla entre religioso y profano. La información disponible no permite un conocimiento sistemático del Derecho, pero se puede hacer un repaso genérico a determinados aspectos sacados de la casuística de los documentos. Así por ejemplo, las transgresiones de los contratos se castigaban con la amputación de la mano y la lengua, junto con una multa. La ordalía por el agua era semejante a la de Mesopotamia; se aplicaba en casos de herencias, donaciones y adopciones. La familia podía tener una composición legal, permitiéndose las adopciones en calidad de hermano y hermana. La transmisión de los bienes se realizaba por el testador a su libre albedrío entre sus hijos, hijas, hermanos o esposa. La posición de la mujer ha sido tradicionalmente exagerada, concediéndole un papel inexistente en la documentación legal, pues los casos en que aparece como heredera se explican simplemente por el hecho de que el testador asignaba libremente sus bienes y no por su derecho preferente ante sus hermanos, a más de ser excepciones, puesto que en la generalidad de los casos son los hijos los que heredaban los bienes del padre. En todo caso, parece evidente que podía ser testigo y propietaria de bienes, incluso en estado de casada.

            En cuanto a la historia política de los primeros gobernantes de esta dinastía, la información se reduce a Addahushu, cuya actividad constructora en Susa da testimonio de la prosperidad económica. También nos informa que erigió en el mercado una estela de justicia, bajo la tutela del dios Samash, para que la gente conociera el precio de los productos y no fuera engañada. Esta estela es un claro antecedente de la del Código de Hamurabi. Tras Addahushu existe un vacío histórico y dinástico. Empezamos a saber algo más con Sirukduh, un contemporáneo de Samsiadad I de Asiria, cuya relación con Addahushu o con Silhaha se desconoce. Sirukduh derrotó a Ipiqadad II de Eshnuna en un intento de eliminar un competidor en el comercio del estaño, si bien el advenimiento del gran rey asirio supuso una contrariedad para los intereses elamitas. También le hizo la guerra al rey de Gutium, para evitar su influencia en la ciudad de Eshnuna. Poco más se puede decir de él. Para sus sucesores Siwepalarhupak y Kuduzulus, la mejor información proviene de los archivos de Mari. Ocupa un espacio temporal de unos pocos años, pero es muy intensa. De acuerdo con la documentación mariota, el rey de Elam aparece como el soberano más poderoso del Próximo Oriente. Aunque esta hegemonía se hace patente de súbito, a partir del año 7 de Zimrilim, es lo cierto que debía venir de bastante antes.

            Frente a Elam, Samsiadad I de Asiria y el reino de Eshnuna eran las dos potencias que ejercían de contrapeso equilibrando los poderes. La muerte de Samsiadad I disgregó su reino, que fue repartido a Eshnuna, Mari y Babilonia. Algunas ciudades del valle inferior del río Eúfrates, especialmente la ciudad de Hit, fue atribuida a Mari por un arbitraje del rey de Elam. Ahora, sólo Eshnuna permanecía como intermediario de Elam y Mesopotamia en el comercio de lapislázuli y estaño; por ello los elamitas decidieron, por segunda vez, aprovechar la ocasión para eliminarla, pues encarecía los precios. Aliados a Mari y a Babilonia, los elamitas destruyeron Eshnuna en el año 28 de Hamurabi y 7 de Zimrilim, colocando en ella a un virrey títere llamado Atanrum. El siguiente paso era eliminar el control asirio de la ruta del estaño, que llevaba hasta Kanish en Capadocia. Con este objetivo los elamitas, al mando de Kunam y con apoyo de tropas de Eshnuna y Gutium, tomaron también la ciudad de Shubatenlil, la antigua Sehna. El suceso tuvo un gran impacto entre los reyes amorreos, como se deja ver por la correspondencia.

            Con Elam en el dominio de la Alta Mesopotamia, las relaciones con los estados amorreos se tornaron más arrogantes. El general elamita Kunam, en tanto que gobernante de Shubatenlil, pretendía obtener de Zimrilim su asistencia a los grandes sacrificios de la fiesta en honor de la diosa Ishtar de Der, lo que supondría su reconocimiento público y la sumisión formal a Elam. En cualquier caso, desde su puesto Kunam ejercía de virrey, transmitiendo las órdenes del monarca de Elam a los reyes amorreos, que debían visitarle en su ciudad, arrodillarse ante él y agasajarlo con regalos. No obstante, la superioridad elamita queda patente en la correspondencia, en la que se alude al soberano de Elam como el Sukkal, y al que los demás reyes se dirigían con el tratamiento de mi padre, mientras que entre ellos se trataban de mi hermano. Además debían salir a recibir a los mensajeros elamitas e inclinarse ante ellos ofreciéndoles sacrificios. La importancia de los mensajeros elamitas y el puntual cumplimiento de sus exigencias culinarias y de regalos, se aprecia muy bien en las cartas, donde se puede leer que se les proveían con carneros, corderos, hielo y vino. Los obsequios en forma de vasos, oro, plata y vino a los soberanos elamitas Siwepalarhupak, sukkal de Elam, y Kuduzulus, sukkal de Susa, seran también numerosos.

            No satisfecho con lo conseguido, el Sukkal se propuso conquistar Larsa para quedarse como único proveedor de lapislázuli, el cual se obtenía en Mesopotamia por dos caminos: desde Dilmun, a través del golfo Pérsico; y desde Badakshan, en Afganistán, a través de Elam. Al mismo tiempo, preparaba la invasión de Babilonia, necesaria para tener toda la zona bajo su control. Pero Hamurabi de Babilonia y Rimsin de Larsa se enteraron de los planes elamitas, porque les exigió tropas a cada uno para invadir al otro. De modo que su doble juego quedó al descubierto y llevó a Hamurabi a aliarse con Zimrilim.

            Pero los elamitas tenían un pequeño problema estratégico. El mantenimiento de la ciudad de Shubatenlil a largo plazo requería igualmente el de la plaza de Razama, que no estaba en su poder. Por ello, los elamitas dividieron en dos la conquista de Mesopotamia: la región sureste desde Eshnuna, y la región noroeste desde Shubatenlil. El asedio y toma de Razama fue encargado a Atanrum, que tenía como misión coordinar la invasión elamita en el noroeste. Pero el sitio de Razama supuso el principio del fin del dominio elamita. Para evitar un largo asedio de la ciudad, Atamrum pidió refuerzos a Elam, sugiriendo al Sukkal que atacara Mari cuando Zimrilim acudiese en auxilio de Razama. El Sukkal no accedió, ordenando en cambio a Kunam que se aliase con los turukeos y consiguiese su ayuda, lo que a la postre no consiguió. La negativa al envío de tropas de refuerzo se debía al hecho de que el Sukkal se encontraba invadiendo la región de Hiritum.

            De este modo, Atamrum se quedó sin apoyo; envió al Sukkal un nuevo mensaje subido de tono, apremiándole a decidirse a tomar la ciudad o abandonarla. Se desconoce la repuesta del elamita, aunque debió ser negativa, puesto que ante la llegada del ejército de Mari, Atamrum se pasó al otro bando, desertando de Elam y rogando a Hamurabi, rey de Kurda, que intercediera por él ante Zimrilim para hacer las paces; como señal de buena fe le dijo que iría a Shubatenlil y expulsaría a Kunam o lo mataría. Pero este hecho no tendría lugar. La alianza conjunta de Mari y Babilonia, unida a la traición de Eshnuna, obligó a Elam a evacuar Hiritum. Durante su retirada, con un ejército de 30.000 hombres, los elamitas les hicieron creer que iban hacia el norte, cuando en realidad intentaron tomar las ciudades de Kakulatum, Shitullum y Ekallatum en represalia esta última por ayudar a Babilonia; finalmente saquearon Eshnuna; después, desde la ciudad de Diniktum emprendieron la retirada a Elam. En la ciudad de Sehna se quedó aislado y abandonado el comandante elamita Simathulurish, quien a pesar de los informes que le llegaban, creía que se trataba de una maniobra de distracción, pero que en realidad el Sukkal volvería.

            En cuanto a Babilonia, la retirada elamita fue celebrada como una gran victoria por Hamurabi en su año 30 de reinado, al decir de manera engañosa que ”gracias al poder del dios Marduk y de los grandes dioses, derrotó al ejército de Elam, desde la frontera con Marhasi, de Subartu, de Gutium, de Eshnuna y de Malkium, que se habían levantado con todo su poder, derrotó e hizo firmes los cimientos de la tierra de Sumer y de Akad”; declaración pomposa que no se ajusta a la realidad. Los amorreos aprovecharon para dar al enfrentamiento un fundamento religioso, afirmando que el rey de Elam había infringido el juramento de los dioses, lo cual dió lugar al estallido de la guerra y a su desenlace final, al ponerse los dioses en contra de los elamitas. La expulsión de Elam no disminuyó su superioridad, y tampoco supuso una ruptura de relaciones entre los estados mesopotámicos y los elamitas. La correspondencia de Mari nos da a conocer una noticia curiosa. Un convoy proveniente de Malgium había llevado a Hamurabi, quien se alegró mucho, la noticia de la muerte del rey de Elam, si bien, más tarde, llegaron los embajadores elamitas a Babilonia diciendo que sólo se encontraba enfermo.

            El sukkalmah Kutirnahunte I, sucesor de Siwepalarhupak y contemporáneo de Samsuiluna, fue el autor de una famosa incursión en Babilonia con saqueo incluído de sus santuarios, según nos lo cuenta el rey asirio del I milenio a.C. Asurbanipal. Tras estas noticias, sólo tenemos pequeñas informaciones sueltas del Elam de los sukkalmah. Así, conocemos inscripciones conmemorativas, dedicadas a los dioses, junto con la construcción de pequeños templos; también que los sukkalmah Palaishan y Kukkirwas restauraron la justicia y el Derecho. Otra noticia la proporciona un texto datado en el primer año de reinado de Amisaduqa, penúltimo rey de la I dinastía de Babilonia, que menciona a Kuknasur III, lo que hace de él su contemporáneo. Al igual que la de Simaski, la desaparición de esta dinastía permanece en las sombras, aunque sus causas pudieran encontrarse en el proceso de desurbanización y desarrollo del pastoralismo en la región de Anshan, así como en la invasión de los casitas.




 


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