LA DINASTIA IGEHALKIDA.

Con Elam en una fase de debilidad militar, como testimonian las crónicas relativas al casita Kurigalzu II, durante cuyo reinado invadió Elam, apoderándose de toda la Susiana. Subió al trono el rey Igehalki, cuyo nombre delata un origen hurrita. Era un advenedizo, un hijo de nadie, llegado al poder sin una legitimación de sangre real, sino elegido por la diosa Manzat. Ejerció la realeza sobre Susa y Anshan. Su ascenso al trono quizá se debiese a la ayuda de los casitas, con cuyo apoyo conseguiría desbancar a Teptiahar, teniendo en cuenta que Pahirishan, su hijo y sucesor, se casó con una hija de Kurigalzu II, sucesor postrero de Kadasmanenlil I, el rey a quien Teptiahar rechazó. Como agradecimiento a la diosa restauró su templo, que había caído en ruinas. Esta diosa es una divinidad importante del sitio arqueológico de Deh-e-Now, en el cual se recogieron textos de Igehalki y otros miembros de la siguiente dinastía shutrukida.

            A Pahirishan, del que se ignora todo excepto su matrimonio mencionado con una princesa casita y la restauración de un templo, le sucedió su hermano Atarkita, hijo también de Igehalki y que llevaba los mismos títulos de rey de Susa y Anshan que los reyes anteriores, si bien es otro perfecto desconocido. Su sucesión resulta problemática. Según una tradición de la siguiente dinastía shutrukida, heredó el trono su hijo Humbannumena I y a éste, a su vez, le sucedió su hijo Untasnapirisha, tras el cual subieron al trono Unpahasnapirisha y luego Kidinhutran I, los hijos de Pahirishan. Es decir, que éstos no sucedieron a su padre, sino al nieto de su tío. En realidad, tras ello se esconde una cierta rivalidad y luchas dinásticas entre los reyes de esta familia, especialmente entre Humbannumena I y Kidinhutran I, que reinaban divididos en dos zonas distintas del imperio.

            Pahirishan y sus descendientes controlaban Anshan, mientras que la rama de Atarkita se asentaba en Susa. De hecho, no se ha encontrado en Susa ninguna inscripción de los hijos de Pahirishan. En verdad, inscripciones del rey Humbannumena I se han encontrado en Susa, como es natural, pero también en Liyan, región de Anshan, lo que demuestra su control de esta zona. La disensión entre Kidinhutran I y Humbannumena I acabó en guerra abierta y con la victoria de éste último, que invirtió los términos de su titulatura, autoproclamándose: grande del reino, soberano de Elam, monarca de Elam, gobernante de Elam y rey de Anshan y de Susa, en tanto que Kidinhutran se consideraba rey de Anshan y de Susa, grande del reino, soberano de Elam, monarca de Elam y gobernante de Elam. El enfrentamiento tuvo, además, como consecuencia la ruptura de la familia, lo cual se aprecia en el cambio de filiación: Humbannumena I se convertirá desde entonces en el descendiente legítimo (ruhushak) de Silhaha, pretendiendo con ello una unión dinástica con los sukkalmah. Por otro lado, afirmará que su madre aseguró la continuidad de la línea real debido a su elección como heredero, realizada por Napirisha, el dios supremo elamita, y que Insusinak, dios de Susa, le entregó la realeza.

            El recurso a los dioses era una forma de legitimación de los reyes usurpadores del poder. Su preocupación por restaurar los lugares de culto de los dioses supremos elamitas Napirisha y Kiririsha, así como de los dioses tutelares de Liyan, expresaba no sólo un deseo de agradecimiento a la divinidad por su elección, sino también un intento de afirmación de su autoridad y legitimidad en la región de Anshan, donde no era el soberano legítimo.

            Untasnapirisha, su hijo y el miembro más conocido de esta dinastía, era contemporáneo del rey casita Kastilias IV (ca. 1230 a.C.). Desplegó una intensa política religiosa y una notable actividad constructora, si bien su renombre se debe a la erección de Dur-Untas (actual Choga Zanbil), situada a unos 42 Km al sureste de Susa, y a su esplendoroso zigurat. La construcción de esta ciudad, a la que estableció como nueva capital, podría tener que ver con los obstáculos existentes para asegurar su autoridad en Anshan, o bien se trataba simplemente de una forma de unir las dos partes en que estaba dividido el país -Susiana y Fars-, en un intento de sincretismo tanto político como religioso.

            Debió tener un pacífico, próspero y posiblemente largo reinado; no obstante, pudo estar marcada por acontecimientos que desconocemos, pero que podemos inferir de una inscripción suya en acadio sobre una estatua del rey casita Kastilias (IV), que llevó como botín a Susa, por lo que pudiera sacarse la conclusión de que estuvo en guerra contra Babilonia por la recuperación de Susa hacia el final de su reinado. En ella lleva el singular título de “rey de Anshan”, aunque en realidad, el contexto está roto y parece que conviene restaurar “[rey de Susa y] Anshan”, titulatura personal suya en todas sus inscripciones durante todo su reinado; inscripciones que reflejan la piedad del rey y su profunda religiosidad, así como su inquietud por un próspero y duradero reinado que sus herederos pudieran asimismo disfrutar.

            De su matrimonio casita tuvo un hijo de nombre Kidinhudurudis, que invadió Babilonia. En un intento de sacar partido de los enfrentamientos entre Babilonia y Asiria, atravesó el Tigris y se apoderó de algunas ciudades, a las que saqueó, llevándose cautiva a la población. Babilonia quedó a salvo del ataque, pero el rey babilonio Enlilnadinshume fue depuesto. Algunos años después volvió a la carga, derrotando al nuevo rey casita Adadshumaidin, monarca que él mismo había impuesto, tras lo cual Kidinhudurudis regentó Babilonia por sí mismo. Estos ataques contra Babilonia ocasionaron la ruptura total de las relaciones entre ambos países y, aunque las fuentes escritas enmudecen por unas décadas, las nuevas guerras sostenidas por los babilonios con los reyes elamitas de la siguiente dinastía así lo confirman. De este modo, en el transcurso del siglo XII a.C., Elam dominará la escena internacional como la mayor potencia militar del Próximo Oriente.

            Este rey se casó igualmente con una princesa casita, de la que tuvo un hijo, Napirishauntas, que debió sucederle en el trono.

 



 


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