Dos pseudomedicinas: la homeopatía y el mesmerismo


Introducción

A pesar de las facilidades y el avance tecnológico que la ciencia ha logrado para la humanidad a lo largo de su historia, actualmente, existe una enorme desinformación sobre varios aspectos del conocimiento humano. Se observa que por muchos motivos, que un gran número de personas no consigue distinguir fácilmente entre una realidad posible y una realidad ficticia.

Esta dificultad en separar lo real de lo irreal, permite la aparición y proliferación de quienes fomentan la desinformación con el objetivo de obtener ventajas de algún tipo, y con este fin incentivan conscientemente la desinformación y la ignorancia.

Frente a estas situaciones la alternativa es promover el escepticismo y el pensamiento científico. En este trabajo se tratan dos situaciones de engaño, fácilmente detectable, surgidas en distintas épocas, una de ellas difundida en la actualidad, se trata de la homeopatía, mientras que la otra pseudomedicina bajo consideración es el magnetismo animal o mesmerismo, actualmente sin difusión.

En cada caso se hará una introducción histórica, para situarnos en el ambiente científico de la época correspondiente. A continuación se mostrará la pseudomedicina bajo consideración, para finalmente aplicar el pensamiento científico y llegar a conclusiones que comprueban que ninguno de los dos son tratamientos médicos válidos

Mesmer y el magnetismo animal

Franz Anton Mesmer nació el 23 de mayo de 1734 en Iznang, una localidad alemana (actualmente Moos) al borde del lago de Constancia, de familia noble, estudió Filosofía, Teología y Derecho, antes de inscribirse en la Escuela de Medicina de la Universidad de Viena. En la capital austriaca, frecuentaba, en compañía de otros estudiantes, círculos ocultistas que retomaban los sueños cósmicos elaborados en el Siglo XIV por el alquimista mallorquín Ramon Llull. Éste afirmaba que un mismo principio primordial era la de base de todos los conocimientos y de todos los fenómenos naturales, ya sean físicos o biológicos, y proponía un método único para  razonar sobre todos los temas. El Sol y los planetas determinaban el destino de las cosas y de los hombres. En el siglo XVI, otro alquimista médico, Paracelso, cuyo nombre verdadero era Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus, afirmaba que el hombre, el microcosmos, repetía el macrocosmos, es decir, el universo. El hombre participa en el mundo divino por su alma, en el mundo visible por su cuerpo, en el de los ángeles por el fluido vital que conecta el alma con el cuerpo. Paracelso pretendía haber realizado un sueño deseado por los alquimistas creando el hombre en miniatura, el homonculus. Receta: colocar esperma en un alambique, después de cuarenta días, aparece una forma translúcida, que se alimenta de sangre y que se convierte en un niño en reducción. Como médico consideraba virtudes terapéuticas en los imanes.

Tratamiento de enfermedades con el uso de grandes fuerzas naturales

Todas estas ideas, mezcladas con  doctrinas ocultistas famosas entre los estudiantes vieneses (a pesar de la condena de la emperatriz María-Teresa), marcaron intensamente el espíritu del joven Mesmer. 

Su tesis de medicina (1766), trata sobre la influencia de los planetas en el cuerpo humano (la pseudociencia astrología). Su principal idea es tratar las enfermedades con las dos grandes fuerzas naturales que se conocían entonces [la gravedad y el magnetismo] y que tiende a confundir.
Recibiendo enfermos en el consultorio que abrió en Viena, Mesmer los trata con "magnetismo", practicando en ellos pasos y toques. Su terapia fue denunciada como ilusoria por los médicos austriacos, y condenada en nombre de la religión por el obispo de Viena. El recuerdo de la caza de brujas está aún  fresco. Mesmer dice que eso podría hacerle sentir vergüenza y traslada su negocio a un país que espera que sea más liberal: Francia del Siglo de las Luces. Tenía cuarenta y cuatro años cuando llegó a París en 1778.

Criticado en Viena, exitoso en París 

En parís, su éxito supera las previsiones. Esta sociedad aristocrática cercana a su final, y que lo presiente confusamente, no está dispuesta a acoger a todos los innovadores, todos los artífices de milagros. Sobre todo cuando proclaman ideas modernas. Mesmer afina su teoría del magnetismo animal, fluido por medio del cual se ejerce una influencia recíproca entre los cuerpos celestes, la Tierra y los organismos vivos.

Los pacientes afluyen a las sesiones de terapia en grupo. Se les hace entrar en una gran sala donde las cortinas cerradas mantienen un ambiente misterioso. Se cierran rigurosamente las puertas y las ventanas. En medio de la sala se pone un cubo de roble de unos 30 cm de altura, repleto de agua a la que se añade limaduras de hierro y pedazos de vidrio. El cubo está cerrado con una tapa taladrada con agujeros a través de los que pasan barras de hierro dobladas. Los enfermos, en silencio, se sientan alrededor del cubo. Una cuerda que pasa alrededor del cuerpo los une unos con otros. Cada uno agarra una de las barras metálicas móviles dobladas y se esfuerzan por aplicarla sobre la parte enferma. A veces, se forma una segunda cadena que se agarra por las manos, es decir, apretando con el dedo pulgar y el índice, el pulgar de su vecino. En una esquina de la sala, hay un piano en el que se toca una música que ayuda al ambiente, o se canta. Los enfermos sufren así una "imanación" previa gracias a las dos cadenas que los conectan, a las barras de hierro, a la música o al canto.

Al cabo de un determinado tiempo, una puerta se abre, dejando paso al curandero. Vestido con una ropa de colores brillantes, que aumenta su prestigio, cuenta la asistencia, mirando fijamente a los ojos de los enfermos, dibujando en torno a ellos pasos "magnéticos" o tocándolos con una barra de hierro. Los pacientes reaccionan de formas muy diferentes. Algunos no experimentan nada, otros tosen y escupen, otros supuestamente experimentan un calor local o generalizado, transpiran. En muchos se desencadena una crisis que recuerda a las escenas de posesión colectiva de los conventos. Los infelices gritan, se convulsionan, entran en una agitación tan violenta que es necesario a menudo transportarlos a un recinto vecino preparado para tal efecto, con paredes tapizadas.

Mesmer se unió a un discípulo importante, el Dr. Deslon, regente de la Facultad y médico del conde de Artois. Ofician  a la vez, seleccionan ayudantes, los eligen jóvenes y guapos.  Su éxito crece cuando muchos enfermos, entre ellos personajes famosos se declaran curados.

Pero el conflicto surge. Periodistas y caricaturistas se burlan del cubo  y de las sesiones de convulsiones. Se presenta a Mesmer como un vulgar charlatán.

¿Ciencia o esoterismo?

Una cosa parece segura: ganaba dinero, e incluso mucho dinero, Mesmer estaba convencido de la eficacia de sus métodos. En 1779 – diez años antes de la toma de la Bastilla –, publicó una memoria en la cual reanuda y desarrolla su tesis de 1766 y sus Cartas redactadas en 1775 a la dirección de los médicos de Viena. Afirmaba “la influencia de los planetas sensibiliza los cuerpos y los carga de un fluido del que ellos se apropian modificándolo y que tienden a descargar sobre otros cuerpos. El fluido obedece a leyes, la principal es la del flujo y el reflujo; es ondulatorio”. Esta teoría quería ser científica. Mesmer y Deslon se pegaron para que fuera reconocida como tal. Pero, así como lo tiene en cuenta Yvonne Castellan (Historia de la parapsicología), el sistema era en realidad terriblemente subjetivo: Mesmer había sentido su poder como zahorí, luego como curandero. Por su propia confesión, precisaba sentir su método en la punta de los dedos mientras que lo comprendía. La elaboración y la difusión del fluido curador dependía de la manera en que el cuerpo del médico recibía y transformaba el fluido universal: desde el punto de vista experimental, un coeficiente personal de éxito irreducible no tiene nada de racional.

El público parisino percibía muy bien el carácter mágico, oculto del fluido mesmeriano. Este cóctel de esotérico y carácter científico hacía fluir a la clientela. En su pronóstico médico, Mesmer practicaba lo que llamaríamos hoy la precognición: no solo “sentía” el estado de sus enfermos, sino que llegó a predecir la próxima muerte de uno de sus interlocutores, según una determinada impresión dolorosa que percibía en su presencia.

Investigación científica

El rey terminó por preocuparse por el escándalo suscitado en París alrededor del cubo y por la violencia de la polémica que agitaba los medios médicos. En 1782, pide a la Real Sociedad  de Medicina y a la Facultad de Medicina que le informen sobre el magnetismo animal. Se designó a una comisión. Formando, en particular parte, el químico Antoine Laurent Lavoisier y el nuevo embajador de Estados Unidos de América en París, Benjamin Franklin, conocido por sus investigaciones sobre la electricidad.

El informe se entregó dos años más tarde. Indicando lo que los comisionados entienden por “crisis magnéticas”: “La comisión constató que duraban más de tres horas; se acompañaban de expectoraciones de una materia viscosa, arrancada del pecho por la violencia del ataque. A veces hay rastros de sangre en los esputos. Las convulsiones se caracterizan por movimientos irregulares involuntarios de los miembros y de todo el cuerpo, por la contracción de la garganta, por espasmos de la región hipocondríaca y epigástrica; la mirada es azorada y errante; hay gritos perforantes, lágrimas, con hipos y risas dementes. Las convulsiones están precedidas y seguidas por un estado de languidez y sueño, por un cansancio y una somnolencia”.

En resumen, pasaba efectivamente algo, los fenómenos alegados por Mesmer eran reales. Pero la cuestión planteada a la comisión era la existencia del magnetismo animal, del “fluido” propuesto teóricamente por Mesmer. Algunos clientes del curandero pretendían haber visto este fluido, no se ponían de acuerdo sobre su color. Incluso a veces se metía en botellas y era enviado, pagándolo, a lugares muy distantes de París. Sin embargo, aunque era muy elocuente sobre su teoría, Mesmer se mostraba evasivo cuando se le pedía describir prácticamente el medio que utilizaba para hacer pasar el fluido. Se le acusó de aceptar grandes sumas para enseñar sus secretos, pero los que pagaban retornaban sin haberse enterado de mucho. Una suscripción, abierta por un alumno suyo llamado Bergasse, con la esperanza de comprar los famosos secretos, habría logrado, según la Gran Enciclopedia, 340000 libras, proporcionando poca información a los donantes.

Los científicos encargados de investigar sobre el magnetismo animal concluyeron que, si se prescindía de cosas divertidas alrededor del cubo, no había fluido para nada, ya que no existía. Para explicar los fenómenos originados por Mesmer y su acólito, no era necesario alegar un agente físico desconocido. Podía deberse a tres causas naturales: la imaginación, los contactos o toques y la imitación.

Al hablar de imaginación, los Comisarios no entendían que se trataba de hechos no reales, sino de fenómenos vinculados a una propiedad del sistema nervioso: “La historia de la medicina contiene infinitos ejemplos del poder de la imaginación y las facultades del alma. El temor del fuego, un deseo violento, una esperanza firme y constante, un arrebato de cólera hacen usar las piernas a un paralítico; una alegría viva e inesperada disipa una fiebre de dos meses; un fuerte susto detiene el hipo; mudos por accidente recuperan la palabra tras una viva emoción del alma. Cuando se dan una vez, sus efectos son extraordinarios, y basta a continuación con repetirlos para que los mismos efectos se den”.

Con este estilo del siglo XVIII que para nosotros es un poco viejo, era difícil expresar más claramente toda la potencia de la sugestión, hoy reconocida por todas las escuelas psicológicas como uno de los principales motores del comportamiento humano.

En su informe oficial, la Real Sociedad de Medicina, adjuntó un informe secreto que condenaba el “magnetismo” como contrario a las buenas costumbres. Los Comisarios, dicen al Dr. Aimé Albert (en su obra, El Hipnotismo en la Medicina), “habían considerado contraria al pudor la excesiva familiaridad del “magnetizador” con las personas del sexo opuesto y los movimientos desordenados que, en las convulsiones, hacían descubrir su tobillo, o incluso su rodilla”. Y el Dr. Albert no se ve impedido en afirmar: “Los profesionales modernos, acostumbrados a la amplia y libre auscultación de sus enfermos de los dos sexos, sonreirían del candor jocoso y la reprobación concupiscente que manifestaron con este motivo los médicos que deben limitar su investigación al examen del pulso, al color y al olor de la orina”. Desalentado seguramente por su fracaso para las autoridades médicas francesas, Mesmer intentó alcanzar su oportunidad en Londres, luego volvió a su país natal, donde muere el cinco de marzo de 1815 en Meersburg.

Homeopatía

Samuel Hahnemann nació hacia el inicio de la Guerra de los Siete Años (1756-1763), que arruinó la fábrica de cerámica de Meissen, donde su padre pintaba porcelana. Inmerso en dificultades, sus padres decidieron educarlo en casa. Samuel aprendió allí la importancia de la observación de la naturaleza, según su padre, era la fuente de todo conocimiento. A medida que el niño amaba la lectura, el profesor que lo tomó bajo su tutela, lo educó, y al final de sus estudios, lo recomendó como médico privado a un noble. A finales del siglo XVIII hasta el siglo XIX, los médicos eran arrogantes, inescrupulosos y corruptos, con la excepción de la quinina, lo único que prescribían eran sangrías y purgas, con efectos catastróficos para los enfermos. Es interesante  tratar de encuadrar la homeopatía en su época, Samuel Hahnemann fue contemporáneo de Antoine Lavoisier (1743-1794) vivió, por lo tanto, en un momento en que la química se encontraba en sus inicios, murió 26  años antes que Dmitri Mendeleev (1834-1907) publicara su tabla periódica, a la espera del descubrimiento de muchos elementos químicos.

Las leyes de la homeopatía

En 1790, Hahnemann realizó un experimento: consumió quinina a diferentes dosis. Sintió las mismas fiebres, que supuestamente se curaron precisamente por este síntoma. Decidió continuar este estudio, convencido de que había una medicina Verdadera, un medio simple con vistas a tratar enfermos. A continuación, ingirió mercurio, belladona, etc ... Con estas pruebas, llegó a la ley fundamental de la homeopatía, el principio de similares (Ley de Similia), una sustancia que causa síntomas de una enfermedad en una persona sana, cura dicha enfermedad. Para mitigar los efectos negativos del tratamiento, se diluye hasta el punto de llevar sus preparaciones a disoluciones infinitesimales. De aquí deriva el nombre de homeopatía: homois "similar" y pathos "sufrimiento", en griego.

La Ley de los Infintesimales indica que cuanto más pequeña sea la dosis más poderoso será el efecto. Los remedios homeopáticos se preparan siguiendo diluciones decimales.

En 1810 publicó un voluminoso libro titulado Organon, en él desarrollaba y exponía toda la homeopatía y es esa misma, siguiendo básicamente los mismos principios expuestos en Organon, es la que se practica hoy en día por los homeópatas.

La realidad de su éxito

El acoso sufrido dio lugar a que llevara una vida itinerante. A pesar de estas preocupaciones, se las arregló para adquirir algo de riqueza material, para formar un grupo de seguidores e intentar demostrar, que en dos epidemias (tifus y cólera), se desempeñaba mejor que sus compañeros. Sin embargo, el éxito de Hahnemann se debía a la higiene, escasa en aquella época, que sin embargo él la defendía. "Los mayores enemigos de los médicos son la pobreza y la falta de higiene", proclamó antes un médico alemán, Johann Peter Frank (1745-1821). Este último publicó La miseria de la gente es la madre de las enfermedades, donde ya en 1790 proyectaba reglamentos sobre el suministro y saneamiento del agua, higiene, etc ... En este mismo sentido, en 1847, el médico austríaco, Ignacio Semmelweis (1818-1865), exigió a las parteras desinfección de las manos antes de tocar a una mujer en el parto, reduciendo en gran medida la mortalidad en la maternidad.

Otro aspecto que le sirvió para difundir la homeopatía, es que en aquella época el tratamiento habitual eran las sangrías, que la mayoría de las veces conducían a la muerte del paciente, mientras que el no hacer nada (equivalente a ser tratado con productos homeopáticos) muchas veces permitía que el enfermo se recuperara de forma natural, dando lugar a la creencia de que la homeopatía había sido su salvación.

La homeopatía en la actualidad

La imagen de la homeopatía es que se trata de una medicina "suave", "natural" (no todo lo natural es bueno), "tradicional". Es vista como heredera de la sabiduría antigua y empirismo de generaciones de herbolarios, que transmiten los poderes curativos de las plantas en nuestras campos ... Por eso es la medicina preferida por los ecologistas, debido a su valor emocional. Esta imagen también se mantiene cuidadosamente, por motivos comerciales, por la industria homeopática (por ejemplo Laboratorios Boiron), aunque la realidad es muy diferente.

Homeopatía y leyes de la naturaleza

La ley de los Infinitesimales viola los principios establecidos científicamente por la medicina, la farmacología, la física o la química. Para justificarlo, Hanhemann pensaba que a medida que una sustancia perdía propiedades "materiales" a base de diluciones sucesivas, ganaba propiedades "espirituales". Hoy en día, estas últimas han sido reemplazadas por energías misteriosas o por vibraciones de algo desconocido, como es habitual en la mayoría de los cultos pseudocientíficos actuales, energías que no se pueden detectar ni poner de manifiesto, y la homeopatía no es ninguna excepción.

La forma más sencilla de verificar que la homeopatía nunca puede funcionar como medicina, es considerando el número de Avogadro, que es el número de partículas en un mol, su valor es 6.02214199 × 1023 mol-1 (± 0.00000047 mol-1). Dada las diluciones en agua tan grandes del principio activo, éste desaparece del producto homeopático, de modo que el enfermo solo recibe agua y posiblemente edulcorante.

Conclusión

A la pregunta de "¿Cómo funciona la homeopatía?" la respuesta es "no puede funcionar". Tan solo presentará un efecto placebo, tal y como se ha comprobado en muchos ensayos clínicos. Y el placebo no es medicinal.

Y es que, realmente, la homeopatía no es más que una pseudociencia.

Ampliar información crítica sobre homeopatía y mesmerismo en:

http://barzanallana.es/cienciayescepticismo/?s=homeopatia

http://barzanallana.es/cienciayescepticismo/?s=mesmerismo


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Actualizado 2013/10/13



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