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  Manifiesto humanista 2000

Un llamamiento a favor de un nuevo humanismo planetario

El primer borrador de este documento fue redactado por Paul Kurtz, director de la revista Free Inquiry y autor del Manifiesto humanista II (1973), la Declaración humanista secular (1980) y la Declaración de interdependencia: una nueva ética planetaria (1988).


I. Preámbulo

El humanismo es una perspectiva ética, científica y filosófica que ha cambiado el mundo. Su patrimonio comenzó a fraguarse con los filósofos y poetas de las antiguas Grecia y Roma, en la China de Confucio y con el movimiento Carvaka de la India clásica. Artistas, escritores, científicos y pensadores humanistas han dado forma a la edad moderna desde hace medio milenio. En realidad, el humanismo y el modernismo aparecen como sinónimos con mucha frecuencia, porque las ideas y valores humanistas expresan precisamente la renovada confianza en el poder de los seres humanos para resolver sus propios problemas y conquistar fronteras inexploradas.

El humanismo moderno eclosionó durante el Renacimiento. Contribuyó al desarrollo de la ciencia moderna. Durante la Ilustración, hizo germinar nuevos ideales de justicia social e inspiró las revoluciones democráticas de nuestro tiempo. El humanismo ha colaborado en la construcción de una nueva perspectiva ética que subraya los valores de la libertad y la felicidad, así como las virtudes de los Derechos Humanos universales.

Los firmantes de este manifiesto creemos que el humanismo tiene mucho que ofrecer a la Humanidad de cara a afrontar los problemas del siglo XXI e incluso los del nuevo milenio. Muchas de las viejas tradiciones e ideas a las que la Humanidad se ha adherido han dejado de ser relevantes ante las realidades actuales y las oportunidades futuras. Necesitamos renovar el pensamiento si queremos hacer frente a la sociedad global que está emergiendo ahora, y renovar el pensamiento es precisamente el sello distintivo del humanismo. Por eso presentamos el Manifiesto 2000: un llamamiento a favor de un nuevo humanismo planetario.
Las siguientes recomendaciones se ofrecen con modestia, pero también con la convicción de que pueden contribuir a un diálogo entre los diferentes puntos de vista culturales, políticos, económicos y religiosos existentes en el mundo. Aunque quienes suscribimos este documento partimos de principios y valores comunes, estamos dispuestos a modificar nuestros puntos de vista a la luz de los nuevos conocimientos, circunstancias cambiantes y problemas imprevistos que vayan surgiendo. No es posible redactar un manifiesto permanente, pero es útil y juicioso elaborar un documento de trabajo abierto a revisión.

Prólogo al presente

Cuatro grandes manifiestos y declaraciones humanistas se han emitido a lo largo del siglo XX: el , el Manifiesto humanista II, la Declaración humanista secular y la Declaración de interdependencia.

El Manifiesto humanista I apareció en 1933 al socaire de la depresión mundial. Avalado por 34 humanistas americanos -entre ellos, el filósofo John Dewey-, reflexionaba sobre los retos de aquella época, recomendando, en primer lugar, una forma de humanismo religioso no teísta como alternativa a las religiones de la época y, en segundo lugar, una planificación nacional de índole económica y social.

El Manifiesto humanista II fue publicado en 1973 para afrontar las cuestiones que habían emergido en la escena mundial desde entonces: el auge del fascismo y su derrota en la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento de la influencia y el poder del marxismo-leninismo y del maoísmo, la guerra fría, la recuperación económica posbélica de Europa y América, la descolonización de amplias áreas del mundo, la creación de la Organización de las Naciones Unidas, la revolución sexual, el desarrollo de los movimientos de mujeres, la demanda de las minorías de la igualdad de derechos y la emergencia del poder estudiantil en los campus.

Este manifiesto estimuló un amplísimo debate. Fue suscrito por muchos líderes del pensamiento y de la acción a lo largo y ancho del mundo: Andrei Sakharov -notorio disidente soviético-, Julian Huxley -primer presidente de la Unesco-, Sidney Hook, Betty Friedan, Gunnar Myrdal, Jacques Monod, Francis Crick, Margaret Knigth, James Farmer, Allan Guttmacher, Ritchie Calder y A. Philip Randolph, entre otros. Defendía los Derechos Humanos a escala universal, alegando en favor del derecho a viajar más allá de las fronteras nacionales en una época en la que la gente que vivía tras el telón de acero tenía prohibido hacerlo. Muchos marxistas humanistas del Este de Europa habían atacado al estatalismo totalitario y saludaron esta defensa de la democracia y de los Derechos Humanos.

El Manifiesto humanista II ya no continuó defendiendo la economía planificada, sino que dejó abierta la cuestión sobre los sistemas económicos alternativos. En consecuencia, fue suscrito por ambos, tanto por liberales y libertarios económicos, que defendían el libre mercado, como también por socialdemócratas y socialistas democráticos, que creían que el gobierno tenía un papel esencial que jugar en una sociedad de bienestar. Propugnaba democratizar los sistemas económicos y ponerlos a prueba para ver si incrementaban o no el bienestar económico de todos los individuos y grupos.

El Manifiesto humanista II fue escrito cuando sobrevino una nueva revolución moral: defendía el derecho al control de la natalidad, al aborto, al divorcio, a la libertad sexual entre adultos que manifestaran su consentimiento y a la eutanasia. Pretendía proteger los derechos de la minorías, las mujeres, los ancianos, los niños maltratados y las personas con desventajas. Abogaba por la tolerancia de estilos de vida alternativos y la negociación de las diferencias por procedimientos pacíficos, y finalmente deploraba los antagonismos raciales, religiosos y de clases sociales. Hacía un llamamiento para acabar con el terror y el odio. Fue escrito en la onda del Vaticano II, que había intentado liberalizar el Catolicismo romano. El Manifiesto humanista II permitió cohabitar a ambos, al humanismo naturalista y el humanismo religioso liberal. El Manifiesto era humanista respecto al panorama que se abría ante la Humanidad. Indicaba, además, los positivos beneficios de la ciencia y la tecnología para el bienestar humano y predecía que el siglo XXI llegaría a ser la centuria del humanismo.

La Declaración humanista secular fue publicada en 1980, porque el humanismo y, en particular el Manifiesto humanista II, había sido sometido a duros ataques por parte de los fundamentalismos religiosos y de las fuerzas políticas de la derecha en Estados Unidos. Muchas de esas críticas sostenían que el humanismo secular era una religión. En consecuencia, la enseñanza del humanismo secular en las escuelas, argüían, violaba el principio de separación entre Iglesia y Estado y establecía una nueva religión. La Declaración respondía que el humanismo secular expresaba un conjunto de valores morales y un punto de vista filosófico y científico no teísta, que no podían hacerse equivalentes con la fe religiosa. La enseñanza del punto de vista del humanismo secular en modo alguno violaba el principio de separación. Al contrario, defendía la idea democrática de que el Estado secular debería ser neutral, sin ponerse ni a favor ni en contra de la religión.

En 1988, la Academia Internacional de Humanismo ofreció todavía un cuarto documento, una Declaración de interdependencia, haciendo un llamamiento a favor de una nueva ética global y de la construcción de una comunidad mundial, que era cada vez más necesaria a la vista de las nuevas instituciones globales que se estaban desarrollando con rapidez.

¿Por qué un humanismo planetario?

Aún cuando la mayor parte de las provisiones de estos últimos manifiestos y declaraciones son todavía viables, es evidente que, como el mundo entra en un nuevo milenio, se hace necesario un nuevo manifiesto. Y, aunque se han realizado muchos progresos desde los primeros manifiestos, han emergido nuevas circunstancias que nos desafían: el comunismo totalitario se ha colapsado en la Unión Soviética y en la Europa del Este, y los dos bloques de poder de la guerra fría se han difuminado. Nuevas regiones del planeta han intentado llegar a ser más democráticas, aunque muchos países carecen todavía de instituciones democráticas eficaces. Además, la economía del planeta ha llegado a estar incluso más globalizada. Los conglomerados internacionales que han emergido y se han hecho transnacionales han conseguido, en este sentido, hacerse más poderosos que muchas naciones del mundo. Rusia, China y otros países han intentado entrar en el mercado mundial. Ningún país aislado está en condiciones de dirigir sus destinos económicos al margen del comercio mundial. Estos cambios fundamentales han ocurrido en gran medida debido al acelerado crecimiento de la ciencia y la tecnología, y en particular a la revolución informática, que nos ha llevado hasta una red mundial de comunicaciones económicas y culturales. Podría argüirse que los cambios ocurridos en el mundo desde el Manifiesto humanista II (1973) son tan grandes o mayores que los ocurridos desde la Revolución Industrial hace doscientos años, o desde la invención de los tipos móviles y la imprenta de Gutemberg.

Con todo, mientras el mundo se está convirtiendo en una familia global, rivalidades étnico-religiosas intentan dividir los territorios entre facciones contendientes. Los fundamentalismos religiosos se han revitalizado, contestando los principios del humanismo y el secularismo, y demandando un retorno a la religiosidad de la era premoderna. De igual manera, han emergido creencias paranormales de la así llamada Nueva Era, instigadas por los medios de comunicación de masas, que pregonan una nueva visión espiritual o paranormal de la realidad. Los medios se han globalizado. La televisión, el cine, la radio, la edición de libros y revistas están dominados por conglomerados mediáticos interesados casi únicamente en anunciar y vender productos en el mercado mundial. Por añadidura, ha aparecido el posmodernismo en muchas universidades, cuestionando las premisas básicas del modernismo y del humanismo, atacando la ciencia y la tecnología, y vituperando los ideales y valores humanistas. Muchas visiones habituales del futuro son pesimistas, incluso apocalípticas. Pero nosotros nos oponemos a todo esto, porque creemos que es posible construir un mundo mejor. Las realidades de la sociedad global son de tal índole que únicamente un nuevo humanismo planetario puede proporcionar direcciones significativas para el futuro.

II. Perspectivas para un futuro mejor

Por primera vez en la historia de la Humanidad, poseemos los medios -proporcionados por la ciencia y la tecnología- para mejorar la condición humana, aumentar la felicidad y la libertad, y conseguir una vida auténticamente humana para todas las personas del planeta. Mucha gente que habla del nuevo milenio está llena de miedo respecto a qué sucederá. Muchos hacen profecías apocalípticas -tanto religiosas como seculares- acerca de las calamidades que van a ocurrir. Los pesimistas recuerdan las brutales guerras del siglo XX y advierten que nuevas formas de terrorismo y nuevas inquietudes pueden embargar a la Humanidad en el siglo venidero.

Nosotros partimos, en cambio, de una aproximación más positiva y realista al panorama humano en el siglo XXI. Deseamos subrayar que, al margen de las desgracias políticas, militares y sociales, el siglo XX ha sido testigo de un gran número de acontecimientos beneficiosos. En contra de los Jeremías de turno, se han hecho realidad la prosperidad, la paz, la mejora de la salud y unos estándares de vida en aumento, todo lo cual sigue avanzando de igual modo. Estas grandes realizaciones tecnológicas, científicas y sociales han sido con frecuencia pasadas por alto. Aunque se aplican con mayor amplitud en el mundo desarrollado, en estos momentos, sus beneficios están llegando virtualmente a todas partes. Necesitamos hacer un listado de algunas de ellas:

  • La medicina científica ha mejorado la salud enormemente. Ha reducido el dolor y el sufrimiento y ha incrementado la longevidad. El descubrimiento de los antibióticos y el desarrollo de las vacunas, las técnicas modernas de cirugía, anestesia, farmacología e ingeniería biogenéticas han contribuido en conjunto a estos avances en la salud.
  • Las provisiones de salud pública de largo alcance, la mejora en los sistemas de abastecimiento de agua y las disposiciones preventivas han reducido en gran medida la incidencia de las enfermedades infecciosas. Los remedios terapéuticos, ampliamente aplicados, han reducido la dramática mortalidad infantil.
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  • La Revolución Verde ha transformado la producción de alimentos e incrementado el rendimiento de las cosechas, reducido el hambre y elevado los niveles de nutrición en amplias zonas del planeta.
  • Los nuevos métodos de producción en masa han incrementado la productividad, liberado a los trabajadores de muchos tipos de trabajos físicos penosos, y han hecho posible los beneficios y lujos del consumidor de bienes y servicios.
  • Los nuevos modos de transporte han reducido las distancias y transformado las sociedades. Los automóviles y los aviones han capacitado a la gente para atravesar continentes y superar el aislamiento geográfico. La investigación astronáutica ha lanzado a la especie humana hacia la excitante aventura de la exploración espacial.
  • Los descubrimientos tecnológicos han acelerado brutalmente nuevos modos de comunicación sobre una base de amplitud mundial. Además de los beneficios del teléfono, el fax, la radio, la televisión y la transmisión por satélite, la informática ha transformado radicalmente todos los aspectos de la vida socio-económica. Ninguna oficina ni casa particular ha quedado al margen de la revolución de la información. Internet y las páginas web han hecho posible la comunicación instantánea en casi todos los rincones del globo.
  • La investigación científica ha expandido nuestro conocimiento del universo y el lugar de la especie humana dentro del mismo. La investigación humana está ahora en condiciones de avanzar y de confirmar sus hallazgos mediante la razón y la ciencia, mientras las especulaciones teológicas y metafísicas del pasado han hecho poquita cosa o no han progresado. Los descubrimientos de la astronomía, la física, la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica han incrementado nuestra comprensión del universo desde la escala de las micropartículas hasta la de las galaxias. La biología y la genética han contribuido a nuestro conocimiento de la biosfera. La teoría de la selección natural de Darwin nos ha permitido entender cómo evoluciona la vida. Los descubrimientos del ADN y la biología molecular han continuado revelándonos los mecanismos propios de la evolución y del funcionamiento mismo de la vida. Las ciencias sociales y de la conducta han profundizado en nuestro conocimiento de las instituciones sociales y políticas, la economía y la cultura.
Muchos avances sociales y políticos han sucedido también en el siglo XX y se han asentado bien de cara al futuro:
  • Los imperios coloniales del siglo XIX han desaparecido por completo.
  • La amenaza del totalitarismo se ha rebajado.
  • La Declaración universal de los Derechos Humanos ha sido aceptada al día de hoy por la mayor parte de las naciones del mundo -de palabra, aunque no de hecho-.
  • Los ideales de la democracia, la libertad y la sociedad abierta se han propagado ampliamente por Europa del Este, América Latina, Asia y África.
  • Las mujeres, en muchos países, disfrutan ahora de mayor autonomía y de derechos legales y sociales, y han ocupado su lugar en muchas áreas de la empresa humana.
  • Como las economías nacionales han llegado a estar globalizadas, la prosperidad económica está siendo transportada desde Europa y Norteamérica a otras partes del mundo. Los libres mercados y los métodos empresariales han abierto las regiones subdesarrolladas a las inversiones de capital y al desarrollo.
  • El problema del incremento demográfico ha sido resuelto en los países ricos de Europa y Norteamérica. En muchas regiones, la población crece no a causa de los nacimientos, sino más bien como consecuencia del descenso de la tasa de mortandad y de una mayor longevidad, lo que constituye un avance.
  • El aumento de los niveles de educación, alfabetización y enriquecimiento cultural está alcanzando ahora a más y más niños en el mundo, aunque queden aún muchos más que necesitan que se les proporcionen estos bienes.

    A pesar de estos avances, debemos afrontar honradamente los graves problemas económicos, sociales y políticos que el mundo todavía arrastra. Los profetas del Apocalipsis son pesimistas; los Jeremías predicen infortunios y calamidades. Nosotros respondemos que, si vamos a resolver nuestros problemas, eso será únicamente con el concurso de la razón, la ciencia y el esfuerzo humano.
  • Amplios sectores de la población mundial aún no disfrutan de los frutos de la prosperidad; continúan pudriéndose en la pobreza, el hambre y la enfermedad, en particular en el mundo en desarrollo, en Asia, África, Centroamérica y Sudamérica. Millones de niños y adultos viven al nivel de la subsistencia con una nutrición y unos servicios sanitarios pobres y una salud mala. Y esto es aplicable también a muchas personas de las llamadas sociedades ricas.
  • La población continúa creciendo en muchas partes del mundo con una tasa anual del 3%. En 1900, el mundo tenía una población estimada de 1.700 millones de personas. Ahora, se superan los 6.000 millones. Si las tendencias demográficas actuales continúan, habrá que agregar otros 3.000 millones de personas a mediados del próximo siglo.
  • Si la población continúa creciendo de acuerdo con estas proyecciones, se producirá un drástico descenso en cuanto a la disponibilidad de suelo para cultivar grano, que hacia el 2050 puede retroceder hasta un cuarto de acre por persona en muchos países -en especial en India, Pakistán, Etiopía, Nigeria, e Irán-. Los suministros de agua corriente para riego están sobrexplotados, reduciendo la productividad de los cultivos; muchos de los ríos del mundo están comenzando a secarse, incluyendo el Nilo, el río Colorado y el río Amarillo en China.
  • Puesto que la población humana se ha expandido y el desarrollo industrial se ha acelerado, los bosques y las tierras maderables han sido desbastadas. Se estima que cada año desaparece casi un 2 % de los bosques terrestres. Este expolio continuará a menos que se adopten medidas preventivas.
  • El calentamiento global de la atmósfera probablemente está ocurriendo en parte a causa de la deforestación en los países pobres y de las emisiones de monóxido de carbono, en particular las producidas en las naciones ricas, que continúan desbastando los recursos naturales. El promedio de consumo y polución por persona en Estados Unidos y los países occidentales es entre cuarenta y setenta veces superior al promedio de emisiones por persona en los países en desarrollo. El consumo despilfarrador, además, es fomentado con frecuencia por las compañías en crecimiento, que pasan olímpicamente del problema del desastre ecológico.
  • Las poblaciones de otras especies también han disminuido constantemente y muchas formas de vida vegetal y animal se han extinguido: quizá se esté produciendo ahora la mayor extinción desde la desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años.
  • Muchos gobiernos del mundo están enfrentándose a graves problemas como el de las ciudades superpobladas por emigrantes provenientes de los entornos rurales; la inmensa mayoría de estos emigrantes está desempleada y apenas tiene lo mínimo para subsistir.
  • El desempleo sigue siendo un grave problema en muchos países ricos, sobre todo de Europa, que está fallando a la hora de absorber a los trabajadores jóvenes, reconvertir la tecnología, reeducar a los ya empleados o encontrarles nuevas ocupaciones.
  • Para atajar muchos de los problemas internacionales de ámbito social y ambiental a los que se enfrenta la Humanidad, se han alcanzado acuerdos de largo alcance en una importante serie de conferencias internacionales, pero los gobiernos han fallado a la hora de sacar adelante los compromisos asumidos; pocos de los países más ricos dan alguna prioridad a ayudar a la mayoría de países pobres o incluso a ayudar a los desahuciados y desposeídos de sus propias sociedades.
  • La democracia sigue siendo débil o inexistente en muchos países. Con demasiada frecuencia, la prensa libre es amordazada y las elecciones manipuladas.
  • La suspensión del acuerdo sobre la igualdad de derechos para las mujeres está todavía demasiado extendida en la mayor parte de los países.
  • Muchas de las regiones antes coloniales han entrado en un grave declive económico.
  • Enfermedades que se creían erradicadas, tales como la tuberculosis o la malaria, se han revitalizado, mientras el virus del sida sigue circulando libremente por amplias zonas del mundo en vías de desarrollo.
  • Aunque el mundo ya no está dividido en dos superpotencias, la Humanidad tiene todavía la capacidad de autodestruirse. Terroristas fanáticos, Estados delincuentes e incluso los mayores poderes pueden provocar inadvertidamente sucesos apocalípticos, lanzando armas mortíferas de destrucción masiva.
  • La creencia de que, en gran medida, el libre mercado solucionará todos los problemas sociales continúa siendo un dogma de fe. Permanece en pie y sigue sin resolverse en muchos países la cuestión de cómo deben equilibrarse las demandas del libre mercado con la necesidad de articular programas sociales equitativos para asistir a los discapacitados y a los empobrecidos.

    Admitimos que estos problemas son serios y que necesitamos adoptar medidas adecuadas para resolverlos. Creemos, sin embargo, que únicamente pueden superarse con el uso de la inteligencia crítica y de esfuerzos cooperativos. La Humanidad se ha enfrentado a desafíos en el pasado y se las ha arreglado para sobrevivir, e incluso para triunfar. Los problemas que atisbamos en el horizonte quizá no sean mayores que los que afrontaron nuestros antepasados.
    Pero hay, además, otras peligrosas tendencias en el mundo que están insuficientemente reconocidas. Estamos particularmente preocupados por las tendencias anticientíficas y antimodernas que incluyen la emergencia de estridentes voces fundamentalistas y la persistencia del fanatismo y la intolerancia, sea de origen religioso, político o tribal. Son estas fuerzas las que, en muchas partes del mundo, se oponen a los esfuerzos para resolver los problemas sociales o mejorar la condición humana:

  • La persistencia de tradicionales actitudes espirituales fortalece con frecuencia modos irreales, escapistas y místicos de enfocar los problemas sociales, que fomentan el desprecio por la ciencia y defienden los mismos mitos que con demasiada frecuencia se hallan a la base de arcaicas instituciones sociales.
  • Muchos grupos religiosos y políticos se oponen a la contracepción o a los fondos para programas destinados a reducir la fertilidad o a estabilizar el crecimiento de la población. Como resultado, se impide el desarrollo económico y la reducción de la pobreza.
  • Muchas de estas fuerzas también se oponen a la liberación de la mujer y desean que continúe sometida al varón.
  • El mundo entero ha asistido al incremento de encarnizados conflictos étnicos y a la intensificación de viejas rivalidades tribales. Con demasiada frecuencia, no se da la adecuada publicidad a las dimensiones religiosas de estos conflictos: en la ex Yugoslavia, entre cristianos ortodoxos serbios, católicos romanos croatas y musulmanes -en Bosnia y Kosovo-; en Israel y Palestina, entre judíos ortodoxos y musulmanes; en Irlanda del Norte, entre protestantes y católicos; en Sri Lanka, entre hindúes tamiles y budistas cingaleses: en Punjab y Cachemira, entre hindúes, musulmanes y shijs; y, en Timor, entre católicos y musulmanes.
  • El mundo está justamente preocupado por el crecimiento del terrorismo y de los genocidios, inflamados también en muchos casos por nacionalismos étnicos y chovinismos religiosos.
  • El multiculturalismo aboga por la tolerancia de la diversidad étnica y de las tradiciones culturales, así como por el reconocimiento de su derecho a existir. Pero también se hace cómplice de fracturas de la sociedad y demandas de separación y aislamiento, irónicamente en la época en que las doctrinas nazis y del apartheid en Sudáfrica han sido develadas y en consecuencia repudiadas. La intolerancia ha generado la limpieza étnica y otras manifestaciones violentas de odio social.
  • En muchos países occidentales, ha florecido con fuerza la así llamada ideología posmoderna, que niega la objetividad de la ciencia, deplora el uso de la tecnología moderna y critica los Derechos Humanos y la democracia. Algunas formas de posmodernismo aconsejan el derrotismo: en el mejor de los casos, no ofrecen ningún programa para resolver los problemas del mundo; en el peor, niegan que las soluciones sean o bien posibles o bien realizables. Los efectos de este movimiento filosófico literario son contraproducentes, e incluso nihilistas. Pensamos que se trata de una mistificación profunda, porque las ciencias ofrecen razonables estándares objetivos para enjuiciar sus proclamas de verdad. En realidad, la ciencia ha conseguido un lenguaje universal en el que se pueden expresar todos los hombres y mujeres al margen de su bagaje cultural.
Creemos que es necesario presentar un panorama alternativo para el mañana. Los gobiernos nacionales y los líderes corporativos deben abandonar la política del corto plazo y fomentar una planificación a largo plazo. Con demasiada frecuencia, estos líderes ignoran los mejores informes de científicos y humanistas y basan sus políticas en elecciones inmaduras o informes que apenas tienen un horizonte de un cuarto de hora. Los gobiernos nacionales no deben preocuparse exclusivamente de las consideraciones político-económicas inmediatas, sino también de prestar atención a las necesidades de todo el planeta y a la sostenibilidad futura de la Humanidad.

El humanismo planetario pretende recomendar fines alcanzables a largo plazo. Ésta es una distinción principal entre el humanismo y las moralidades premodernas fundamentadas religiosamente. El humanismo dibuja nuevas imágenes de futuro que son rigurosas y generan confianza en la capacidad de la especie humana para resolver sus problemas mediante métodos racionales y puntos de vista positivos.

La Ilustración del siglo XVIII, que ha inspirado este Manifiesto, estuvo sin duda limitada por la época en la que apareció. Su visión de la Razón era absolutista, frente a nuestra idea de que se trata de un instrumento falible de investigación. Sin embargo, su convicción de que las ciencias, la razón, la democracia, la educación y los valores humanos pueden lograr el progreso humano sigue teniendo atractivo para nosotros hoy. El humanismo planetario que presenta este Manifiesto es, en su perspectiva, pos-posmoderno. Asume los mejores valores de la modernidad, pero intenta trascender la negatividad del posmodernismo mirando hacia adelante, hacia la era de la información que ahora amanece y hacia todo lo que ella presagia para el futuro de la Humanidad.

III.- Naturalismo científico

El único mensaje del humanismo sobre el escenario mundial actual es su compromiso con el naturalismo científico. Aún hoy, la mayor parte de las visiones del mundo aceptadas son de carácter espiritual, místico o teológico. Tuvieron sus orígenes en las antiguas sociedades preurbanas, nómadas y agrícolas, y no en la moderna sociedad industrial o posindustrial de la información y la cultura globales que está emergiendo. El naturalismo científico capacita a los seres humanos para tener una visión coherente del mundo, superadora de viejas herencias metafísicas y teológicas, y fundamentada sobre las ciencias.
  • Primero. El naturalismo científico está vinculado a un conjunto de prescripciones metodológicas. Para el naturalismo metodológico, todas las hipótesis y teorías deben ser comprobadas experimentalmente con referencia explícita a causas y sucesos naturales. Resulta inadmisible introducir causas ocultas o explicaciones trascendentales. Los métodos de la ciencia no son infalibles, no nos colocan ante verdades absolutas e inamovibles; pese a ello, en comparación, constituyen los métodos más fidedignos que hemos encontrado para aumentar el conocimiento y resolver los problemas humanos. Han tenido, además, un poderoso efecto en la transformación de la civilización mundial. Amplios sectores de la población aceptan hoy la utilidad de las ciencias; reconocen que las ciencias han tenido consecuencias positivas.
    Desgraciadamente, la aplicación de los métodos de la ciencia ha sido con frecuencia confinada en estrechas especialidades, y se han ignorado las más amplias implicaciones de la ciencia para nuestra visión de la realidad. Los humanistas mantenemos que es necesario extender los métodos de la ciencia a otros campos de la empresa humana y que no deberían existir restricciones a la investigación científica, salvo en el caso de que su ejecución infrinja el derecho de las personas. Los esfuerzos para bloquear la investigación científica por razones morales, políticas, ideológicas o religiosas han fracasado invariablemente en el pasado. Los posibles resultados beneficiosos obtenidos gracias a la continuidad de los descubrimientos científicos no pueden subestimarse.
  • Segundo. Las oportunidades que las ciencias proporcionan de cara a incrementar nuestro conocimiento de la naturaleza y de la conducta humanas son enormes. El naturalismo científico presenta un panorama cósmico basado sobre hipótesis y teorías ya comprobadas. Para sus informes sobre la realidad, lo que no hace es sacar sus datos de la religión, la poesía, la literatura o las artes, por más que tales actividades sean importantes expresiones de intereses humanos. Los naturalistas científicos manejan una suerte de materialismo no reduccionista; los procesos y sucesos naturales están mejor documentados cuando se refieren a causas materiales. Esta forma de naturalismo da cobijo a un universo pluralista. Aún cuando la naturaleza sea básicamente en sus raíces de índole física y química, los procesos y objetos se manifiestan por sí mismos a muchos niveles distintos de observación: partículas subatómicas, átomos y moléculas; genes y células; organismos, flores, plantas y animales; percepción psicológica y conocimiento; instituciones sociales y culturales; planetas, estrellas y galaxias. Esto autoriza explicaciones contextuales, extraídas a partir de campos de investigación naturales, biológicos, sociales y conductuales. Todo ello no niega la necesidad de apreciar las diversas expresiones morales, estéticas y culturales de la experiencia humana.
  • Tercero. El naturalismo sostiene que la evidencia científica para las interpretaciones espirituales de la realidad y para la postulación de causas ocultas resulta insuficiente. Las clásicas doctrinas trascendentalistas no dudan en hacerse eco de los apasionados anhelos existenciales de los seres humanos que desean sobrevivir a la muerte. Sin embargo, la teoría científica de la evolución proporciona un informe mucho más parsimonioso acerca de los orígenes humanos y se basa en evidencia extraída a partir de un amplio número de ciencias. Denunciamos los esfuerzos de unos pocos científicos, frecuentemente jaleados por los medios de comunicación de masas, por imponer interpretaciones trascendentales sobre fenómenos naturales. Ni la cosmología moderna ordinaria ni el proceso de evolución proporcionan evidencia suficiente acerca de designios inteligentes, lo que es un salto de fe más allá de la evidencia empírica. Pensamos que ya es hora de que la Humanidad asuma su propia mayoría de edad y deje atrás el pensamiento mágico y la construcción de mitos, que deben ser sustituidos por un conocimiento de la naturaleza bien comprobado.
IV.- Los beneficios positivos de la tecnología

Los humanistas hemos defendido consistentemente el valor beneficioso de la tecnología científica para el bienestar humano. Algunos filósofos, desde Francis Bacon a John Dewey, han subrayado el creciente poder sobre la naturaleza que proporciona el conocimiento científico y cómo puede seguir contribuyendo inmensamente al progreso y a la felicidad humanas.
Con la introducción de las nuevas tecnologías, han aparecido con frecuencia efectos colaterales imprevistos. Desde los ludditas del siglo XIX hasta los posmodernos del siglo XX, los críticos han deplorado las aplicaciones de la tecnología. Los humanistas hemos reconocido desde siempre que algunas innovaciones tecnológicas pueden engendrar problemas. Desgraciadamente, las aplicaciones tecnológicas, con más frecuencia de lo deseable, han estado determinadas por consideraciones económicas, bien para conseguir productos rentables bien para usos militares y políticos. Hay graves peligros asociados al uso incontrolado de la tecnología. Las armas de destrucción masiva -termonucleares, biológicas y químicas- todavía no han sido reguladas de manera efectiva por la comunidad mundial. De manera similar, invenciones innovadoras en genética, biología e investigación médica -tales como la ingeniería biogenética, la clonación, el transplante de órganos y otras- entrañan posibles peligros, pese a que ofrecen inmensas posibilidades para la salud y el bienestar humanos.
  • Primero. Los humanistas objetamos enérgicamente los esfuerzos para limitar la investigación tecnológica, para censurar o restringir a priori la investigación. Es difícil predecir por anticipado cuándo y cómo se producirá investigación científica beneficiosa o pronosticar sus posibles beneficios. Debemos, por tanto, tener mucho cuidado a la hora de censurar tales investigaciones.
  • Segundo. Sostenemos que el mejor modo de encarar los asuntos relacionados con las aplicaciones tecnológicas son los debates bien informados, y no la apelación a dogmas absolutistas o consignas emocionales. Cada innovación tecnológica necesita ser evaluada en términos de potenciales riesgos y beneficios que puede acarrear a la sociedad y al medio ambiente. Ello supone un cierto nivel de instrucción científica.
  • Tercero. No podemos abandonar las soluciones tecnológicas. La estructura económica y social del mundo contemporáneo está llegando a depender de manera progresiva de las innovaciones tecnológicas. Si deseamos resolver nuestros problemas, ya no podemos regresar a un idílico estado de naturaleza, sino que debemos desarrollar nuevas tecnologías que satisfagan las necesidades y objetivos humanos, y hacerlo con sabiduría y humanismo.
  • Cuarto. Deben favorecerse las innovaciones tecnológicas que reduzcan al máximo el impacto humano sobre el medio ambiente.
  • Quinto. Debe favorecerse la propagación de tecnologías intermedias que sean suministrables a los pobres, de modo que los capaciten para beneficiarse de la revolución tecnológica.
V. Ética y razón

La realización de los valores éticos más altos es esencial en la cosmovisión humanista. Creemos que el crecimiento del conocimiento científico nos capacitará a los hombres para hacer elecciones más prudentes. En este sentido, no existe un muro infranqueable entre hechos y valores, o entre es y debe. Mediante el uso de la razón y del conocimiento, nos capacitaremos mejor para la realización de nuestros valores a la luz de la evidencia y mediante la precognición de sus consecuencias.

Los humanistas hemos sido injustamente acusados de ser incapaces de proporcionar fundamentos viables para las responsabilidades éticas. En realidad, los humanistas somos frecuentemente acusados de atentar contra los fundamentos morales de la sociedad. Este argumento está profundamente equivocado. Durante cientos de años, los filósofos han proporcionado sólidos fundamentos seculares para la acción moral humanista. Y, todavía más, millones de humanistas anónimos han vivido vidas ejemplares, han sido ciudadanos responsables, han cuidado a sus hijos con amoroso celo y han contribuido de manera significativa a mejorar la sociedad.

Las doctrinas morales de índole teológica reflejan con frecuencia concepciones heredadas sobre la naturaleza y la naturaleza humana que son precientíficas. Recomendaciones morales contradictorias pueden deducirse de su legado, y religiones diferentes con mucha frecuencia proponen puntos de vista ampliamente divergentes sobre las cuestiones morales. Los teístas y trascedentalistas han estado ambos a favor y en contra de la esclavitud, del sistema de castas, de la guerra, de la pena capital, de los derechos de la mujer y de la monogamia. Los religiosos de una secta, con mucha frecuencia, han asesinado a los partidarios de otra secta con total impunidad. Muchas de las guerras más crueles del pasado y del presente están inspiradas por dogmas religiosos intransigentes. No negamos que los religiosos hayan hecho mucho bien; lo que negamos es que la piedad religiosa sea la única garantía de virtud moral.

Los humanistas hemos defendido siempre la separación entre religión y Estado. Creemos que el Estado debería ser secular; ni a favor ni en contra de la religión. Por eso rechazamos las teocracias que intentan imponer un único código moral y religioso a todo el mundo. Creemos que el Estado tendría que permitir la coexistencia de una amplia pluralidad de valores morales.

Los principios básicos de la conducta moral son comunes virtualmente a todas las civilizaciones, sean religiosas o no. Las tendencias morales están profundamente enraizadas en la naturaleza del ser humano y han evolucionado a lo largo de la historia humana. Por eso, la ética humanista no necesita acuerdos en torno a premisas religiosas o teológicas -que quizá nunca lleguemos a alcanzar-, sino sólo respecto a las elecciones éticas que en última instancia forman parte de intereses, deseos, necesidades y valores humanos. Juzgamos esas elecciones por sus consecuencias para la felicidad humana y la justicia social. Gentes con trasfondos socioculturales muy diferentes aplican de hecho principios morales generales muy similares entre sí, aunque sus juicios morales específicos puedan diferir en función de condicionamientos diferentes. De ahí que el desafío para las sociedades sea subrayar nuestras similitudes, y no nuestras diferencias.

¿Cuáles son los principios clave de la ética del humanismo?
  • Primero. La dignidad y la autonomía del individuo son el valor central. La ética humanista se compromete a maximizar la libertad de elección: libertad de pensamiento y conciencia, el libre pensamiento y la libre investigación, y el derecho de los individuos a seguir sus propios estilos de vida hasta donde sean capaces y en tanto que ello no dañe o perjudique a otros. Esto es especialmente relevante en las sociedades democráticas, en las que puede coexistir una multiplicidad de sistemas alternativos de valores. Por consiguiente, los humanistas respetamos la diversidad.
  • Segundo. La defensa humanista de la autodeterminación no significa que los humanistas aceptemos como valiosa cualquier clase de conducta por el mero hecho de ser humana. Ni la tolerancia de los distintos estilos de vida implica necesariamente su aprobación. Los humanistas insistimos en que, acompañando al compromiso con una sociedad libre, está siempre la necesidad de alcanzar un nivel cualitativo de gusto y distinción. Los humanistas creemos que la libertad debe ser ejercitada con responsabilidad. Reconocemos que todos los individuos viven en el seno de comunidades y que algunas acciones son destructivas y están equivocadas.
  • Tercero. Los filósofos éticos humanistas han defendido una ética de la excelencia, desde Aristóteles y Kant hasta John Stuart Mill, John Dewey y M.N. Roy. En ellos, se hacen patentes la templanza, la moderación, la continencia, el autocontrol. Entre los tópicos de la excelencia, se encuentran la capacidad de elegir libremente, la creatividad, el gusto estético, la prudencia en las motivaciones, la racionalidad y una cierta obligación de llevar a su máximo cumplimiento los más altos talentos de cada cual. El humanismo intenta sacar a flote lo mejor de la gente, de manera que todo el mundo pueda tener lo mejor en la vida.
  • Cuarto. El humanismo reconoce nuestras responsabilidades y deudas con los otros. Esto significa que no debemos tratar a los demás seres humanos como meros objetos para nuestra propia satisfacción; debemos considerarles como personas dignas de igual consideración que nosotros mismos. Los humanistas sostenemos que «todos y cada uno de los individuos deberían ser tratados humanamente». Aceptamos la Regla de Oro según la cual «no debes tratar a los demás como no quieras que te traten a ti». También aceptamos, por la misma razón, el antiguo mandato de que tendríamos que «recibir a los extranjeros dentro de nuestras posibilidades», respetando sus diferencias con nosotros. Dada la multiplicidad actual de credos, todos somos extranjeros -aunque podamos ser amigos- en una comunidad más amplia.
  • Quinto. Los humanistas creemos que las virtudes de la empatía (o buena disposición) y la corrección (o el trato cuidadoso) son esenciales para la conducta ética. Esto implica que deberíamos desarrollar un interés altruista hacia las necesidades e intereses de los demás. Las piedras fundamentales de la conducta moral son las «decencias morales comunes»; es decir, las virtudes morales generales que son ampliamente compartidas por los miembros de la especie humana pertenecientes a las más diversas culturas y religiones: tenemos que decir la verdad, cumplir las promesas, ser honestos, sinceros; hacer el bien, ser fiables y confiar; dar muestras de fidelidad, aprecio y gratitud; ser bien pensados, justos y tolerantes; negociar las diferencias razonablemente e intentar ser cooperativos; no debemos herir o injuriar, ni tampoco hacer daño o atemorizar a otras personas. Pese a que los humanistas hemos hecho llamamientos contra los códigos puritanos represivos, con el mismo énfasis, hemos defendido la responsabilidad moral.
  • Sexto. En lo más alto de la agenda humanista, figura la necesidad de proporcionar educación moral a los niños y a los jóvenes, al objeto de desarrollar el carácter y fomentar el aprecio por las decencias morales universales, así como para garantizar el progreso moral y la capacidad de razonamiento moral.
  • Séptimo. Los humanistas recomendamos el uso de la razón para fundamentar nuestros juicios éticos. El punto decisivo es que el conocimiento es esencial para formular elecciones éticas. En particular, necesitamos comprometernos en un proceso de deliberación, si estamos por la tarea de solucionar los dilemas morales. Los principios y valores humanos pueden justificarse mejor a la luz de la investigación reflexiva. Cuando existan diferencias, es preciso negociarlas siempre que podamos mediante un diálogo racional.
  • Octavo. Los humanistas mantenemos que deberíamos estar preparados para modificar los principios y los valores éticos a la luz de las realidades que vayan produciéndose y de las expectativas futuras. Necesitamos ciertamente apropiarnos de la mejor sabiduría moral del pasado, pero también desarrollar nuevas soluciones para los dilemas morales, sean viejos o nuevos.
    Por ejemplo, el debate sobre la eutanasia voluntaria se ha intensificado de manera especial en las sociedades opulentas, porque la tecnología médica nos capacita ahora para prolongar la vida de pacientes terminales que anteriormente habrían muerto. Los humanistas hemos argumentado a favor del «morir con dignidad» y del derecho de los adultos competentes para rechazar el tratamiento médico, reduciendo así el sufrimiento innecesario, e incluso para acelerar la muerte. También hemos reconocido la importancia de la geriatría para facilitar el proceso más deseable.
    De la misma manera, deberíamos estar preparados para elegir racionalmente entre los nuevos mecanismos reproductivos que la investigación científica ha hecho posibles, tales como la fertilización in vitro, la maternidad de alquiler, la ingeniería genética, el trasplante de órganos y la clonación. No podemos mirar atrás, hacia las morales absolutas del pasado, para guiarnos en estas cuestiones. Necesitamos respetar la autonomía de la elección.
  • Noveno. Los humanistas argüimos que deberíamos respetar una ética de principios. Esto significa que el fin no justifica los medios; por el contrario, nuestros fines están modelados por nuestros medios, y hay límites acerca de lo que nos está permitido hacer. Esto es especialmente importante hoy a la luz de las tiranías dictatoriales del siglo XX, en las que determinadas ideologías políticas manipularon comprometidos medios morales con fervor casi religioso para alcanzar fines visionarios. Somos agudamente conscientes del trágico sufrimiento infligido a millones de personas por quienes estuvieron dispuestos a permitir un gran mal en la prosecución de un supuesto bien mucho mayor.
VI. Un compromiso universal con la humanidad en su conjunto

La perentoria necesidad de la comunidad mundial hoy es el desarrollo un nuevo humanismo planetario, que es aquél que pretende no sólo preservar los Derechos Humanos y mejorar la libertad y la dignidad humanas, sino también subraya, además, nuestro compromiso con la Humanidad tomada en conjunto.
  • Primero. El principio ético fundamental del humanismo planetario es la necesidad de respetar el valor y la dignidad de todas las personas de la comunidad mundial. No cabe duda de que cada persona reconoce ya múltiples responsabilidades relativas a su contexto social: tiene responsabilidades con su familia, sus amigos, la comunidad, la ciudad, el Estado o la nación en que reside. Necesitamos, sin embargo, añadir a estas responsabilidades un nuevo compromiso que ya ha emergido: nuestra responsabilidad con las personas más allá de nuestros límites nacionales. Ahora, más que nunca, estamos vinculados física y moralmente a cada persona del planeta, y la campana dobla por todos cuando dobla por uno.
  • Segundo. Debemos actuar de tal modo que, siempre que sea posible hacerlo, mitiguemos el sufrimiento e incrementemos la suma de la felicidad humana, y extendamos esta responsabilidad al mundo en su conjunto. Este principio ha de ser reconocido tanto por los creyentes como por los no creyentes. Es fundamental para completar la estructura íntegra de la moralidad humana. Ninguna comunidad humana puede sobrevivir si sigue tolerando violaciones al por mayor de las decencias humanas universales entre sus propios miembros. La cuestión clave concierne hoy al rango del principio. Sostenemos que este compromiso moral debería generalizarse; tendríamos que comprometernos no sólo con el bienestar de aquéllos que viven en nuestra comunidad o dentro de los márgenes de nuestra nación-estado, sino también con la comunidad mundial íntegra.
  • Tercero. Deberíamos evitar un sobredimensionamiento del multiculturalismo parroquialista, que puede ser separatista y destructivo. Tenemos que ser tolerantes con la diversidad cultural, excepto con aquellas culturas que sean ellas mismas exclusivistas, intolerantes o represivas. Ya va siendo hora de dejar atrás el cuento del tribalismo y de dedicarse a buscar fundamentos comunes. La etnicidad es el resultado de aislamientos sociales y geográficos pasados que ya no son relevantes por mucho tiempo en una sociedad global abierta, donde la interacción y el interemparejamiento entre diferentes etnicidades no sólo es posible, sino que debe ser fomentado. Aunque la lealtad a la propia nación, tribu o grupo étnico puedan captar a los individuos más que sus propios intereses egoístas, el chovinismo excesivo de las distintas naciones-estado y los diferentes grupos étnicos frecuentemente se convierte en algo destructivo. En consecuencia, la solicitud y la lealtad morales no habrían de finalizar en el límite de los enclaves étnicos o de las fronteras nacionales. Una moralidad racional nos impone construir y apoyar instituciones de cooperación entre individuos de diferentes etnicidades. Eso nos integraría mejor, en lugar de separarnos a unos de otros.
  • Cuarto. El interés y la preocupación por las personas debería extenderse a todos los seres humanos por igual. Esto significa que todos los seres humanos deben ser tratados humanamente y que en todo momento hemos de salir en defensa de los Derechos Humanos dondequiera que sean conculcados. De acuerdo con esto, cada uno de nosotros tiene el compromiso de ayudar a mitigar el sufrimiento de la gente en cualquier parte del mundo y de contribuir al bien común. Este principio expresa nuestro supremo sentido de la compasión y de la benevolencia. Implica que la gente que vive en las naciones ricas tiene una obligación concreta de mitigar el sufrimiento y aumentar el bienestar de la gente que vive en las regiones más empobrecidas del planeta, siempre que pueda y en la medida de sus posibilidades. De la misma manera que significa para los habitantes de las regiones subdesarrolladas la obligación de reemplazar el resentimiento indiscriminado contra los que viven en los países ricos por una benevolencia recíproca. Lo mejor que los ricos pueden hacer por los pobres es ayudarles a que se ayuden a sí mismos. Si los miembros más pobres de la familia humana deben ser ayudados, los ricos tienen que limitar su propio consumo conspicuo y su excesiva autoindulgencia.
  • Quinto. Estos principios deberían aplicarse no sólo a la comunidad mundial en la actualidad, sino también en el futuro. Tenemos una responsabilidad con la posteridad tanto respecto al porvenir inmediato como en una escala temporal más larga. Así pues, las personas que practican una ética racional reconocen que esta obligación se extiende a los vástagos de los hijos de sus hijos y a la comunidad de todos los seres humanos, presente y futura.
  • Sexto. En la medida de lo posible, cada generación tiene la obligación de entregar a la siguiente un entorno planetario algo mejor que el que ha heredado. Deberíamos evitar la polución excesiva y usar sólo lo que necesitamos racional y económicamente para evitar el despilfarro de los recursos no renovables de la Tierra. En una época de rápido crecimiento de la población y de consumo acelerado de recursos, esto puede parecer un ideal imposible. Pero tenemos que intentarlo, porque nuestras acciones presentes determinarán el destino de las generaciones venideras. Podemos mirar hacia atrás y evaluar retrospectivamente las acciones de nuestros antepasados y podemos alabarles o echarles la culpa por sus actos de omisión o por sus acciones. Por ejemplo, podemos criticar con razón a quienes han drenado desenfrenadamente las reservas de petróleo y de gas natural, o a quienes han agotado las reservas de agua. Por el contrario, podemos agradecer a los arquitectos e ingenieros del pasado por proteger las reservas naturales, por las plantas de tratamiento de aguas residuales, por la construcción de los alcantarillados, las carreteras y los puentes de los que disfrutamos hoy.
    Podemos identificarnos con el mundo futuro y hacer prolepsis imaginativas en las que los que vivan entonces sean semejantes a nosotros y, en consecuencia, podemos inferir ahora obligaciones con ese mañana. Nuestras obligaciones con el futuro proceden en parte de nuestra gratitud, o quizá condena, a las generaciones anteriores y a los sacrificios que hicieron y de los que nos beneficiamos. Las generaciones futuras necesitan hoy portavoces que les sirvan de apoderados a la hora de defender sus derechos futuros. Vistas así las cosas, se puede entender que ésta no es una obligación imposible, puesto que una buena parte de la especie humana ya está implicada moralmente en el futuro, incluyendo la preocupación por el medio ambiente. Se puede argüir, además, que el idealismo heroico consagrado a una causa altruista que va más allá de nosotros mismos y a favor del mayor bien de la Humanidad ha inspirado siempre a los seres humanos.
  • Séptimo. Deberíamos tomar todas la precauciones precisas para no hacer nada que pueda poner en peligro la supervivencia misma de las generaciones futuras. Hemos de procurar para ello que nuestra sociedad planetaria no degrade la atmósfera, el agua y el suelo de modo que la vida en el futuro resulte drásticamente amenazada. Tendríamos también que ver la manera de que nuestra sociedad planetaria no desencadene su armamento de destrucción masiva. Por primera vez en la historia, la Humanidad tiene a su disposición medios para autodestruirse. El actual apaciguamiento de la guerra fría no garantiza que la última espada de Damocles no se deje caer por parte de fanáticos discípulos de la venganza o por alguna suerte de extremistas dispuestos a permitir que el mundo sea destruido al objeto de salvarlo.
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Por consiguiente, nuestra obligación más destacada debería ser hacer viable un nuevo humanismo planetario centrado en un mundo a salvo, seguro y mejor, y tendríamos que hacer todo lo que pudiéramos para engendrar ese compromiso ético. Este compromiso debería alcanzar a toda las personas del planeta, sean religiosas o naturalistas, teístas o humanistas, ricas o pobres, de cualquier raza, etnia o nacionalidad.

Necesitamos convencer a nuestros congéneres de la especie humana acerca de la necesidad de trabajar juntos a favor de la creación de un nuevo consenso planetario en el que la conservación y el desarrollo de la mayoría de la Humanidad en su conjunto se convierta en nuestra suprema obligación.

VII. Una carta planetaria de derechos y responsabilidades

Para llevar a cabo nuestro compromiso con el humanismo planetario, proponemos una Carta planetaria de derechos y responsabilidades como materialización de nuestro compromiso planetario con la Humanidad como un todo. La Carta incorpora la Declaración universal de los Derechos Humanos, pero va más allá, ofreciendo algunas nuevas provisiones. Muchos países independientes se han esforzado por implementar estas provisiones dentro del marco de sus fronteras nacionales. Pero existe una creciente necesidad de formular una Carta planetaria de derechos y responsabilidades que sea de aplicación a todos los miembros de la especie humana. Su aplicación, sin embargo, no será fácil. De hecho, es preciso que haya suficientes recursos para ello. Aunque el libre mercado sea un máquina dinámica del crecimiento económico y el desarrollo, no es infalible y puede requerir correcciones y suplementos por parte de políticas públicas comprometidas con un bien social más amplio. Los medios adoptados para realizar los principios de esta Carta serán sacados en su mayor parte y primariamente del sector privado, pero el sector público tiene también un importante papel que jugar. Se producirá, sin duda, una tremenda oposición política a estas propuestas, pero desearíamos establecerlas al menos como fines a largo plazo, incluso aunque puedan parecer en la actualidad difíciles de llevar a cabo en ciertas partes del mundo.
  • Primero. Deberíamos esforzarnos por terminar con la pobreza y la desnutrición y por proporcionar un adecuado cuidado de la salud y vivienda para la gente de todos los rincones del planeta. Esto significa que no podría negársele a nadie una alimentación adecuada y agua limpia y, que tendríamos que dedicar nuestros mejores esfuerzos a erradicar las enfermedades infecciosas, asegurar una sanidad decorosa y garantizar un mínimo de instalaciones de habitabilidad para todo el mundo. Justamente, ésta es la tarea; incluso sobre fundamentos morales es necesario que comencemos a cimentar esta obra.
  • Segundo. Deberíamos esforzarnos por proporcionar seguridad económica e ingresos adecuados a todo el mundo. Esto significa dar a la gente oportunidades justas de empleo, seguridad a los desempleados y Seguridad Social a los jubilados. Tendrían existir programas especiales para educar a los discapacitados en tareas para las que estén capacitados y ayudarles a encontrar empleo.
    La premisa central aquí es la auto-ayuda, que los individuos necesiten realizar sus propios esfuerzos para ganarse la vida y obtener ingresos suficientes. Todo lo que la sociedad puede hacer es proporcionar oportunidades, bien sea con medios públicos o privados.
  • Tercero. Toda persona debería estar protegida contra injurias, peligros y muertes injustificadas e innecesarias. Todos los miembros de la especie humana habrían de gozar de seguridad contra la violencia física, los hurtos a sus propiedades personales y el temor debido a intimidación, sea ésta ejercida por parte de personas privadas o instituciones políticas o sociales. Todo el mundo tendría que estar protegido contra los abusos sexuales, el acoso y las violación. La conducta sexual debería estar basada en el principio del mutuo consentimiento. El sexo o el matrimonio con niños menores no debería estar permitido bajo ninguna circunstancia.
    La pena capital es una forma inadmisible de castigo. Debería ser reemplazada por otros castigos, tales como la cadena perpetua. La mayor parte de las naciones civilizadas han prohibido ya la pena de muerte. El derecho de los individuos a poseer armas de fuego tendría que estar regulado por la sociedad.
  • Cuarto. Los individuos deberían tener el derecho a vivir en una unidad familiar o en una casa de su elección, de acuerdo con sus ingresos, y deberían tener el derecho a procrear o no procrear hijos. Todos los individuos deberían tener el derecho a elegir libremente a su pareja, si desean tenerla, así como el número y la periodicidad de los hijos que quieran tener. Los niños y los adolescentes no habrían ser obligados a ejercer trabajos de adultos o excesivamente pesados. Los padres no deberían descuidar a sus hijos o negarles una nutrición decorosa, sanidad, habitación, cuidados médicos y seguridad.
    Los padres no negarán a sus hijos el acceso a la educación, el enriquecimiento cultural y el estímulo intelectual. Aunque la guía moral paterna sea vital, los padres no deberían imponer simplemente su propia visión religiosa o sus valores morales a sus hijos, ni tratar de indoctrinarles. Los niños, los adolescentes y los adultos jóvenes tendrían que estar expuestos a distintos puntos de vista y ser incitados vigorosamente a pensar por sí mismos. Los puntos de vista, incluso de los niños pequeños, deberían ser respetados.
  • Quinto. Las oportunidades para la educación y el enriquecimiento cultural deberían ser universales. Todas las personas habrían de tener la oportunidad de aumentar su conocimiento. Como mínimo, la escolarización tendría que estar garantizada para todos los niños desde sus primeros años hasta la adolescencia. Pero la oportunidad de educarse debería continuar siendo accesible a todos los grupos de edad, incluida la educación continua para los adultos. Existen unos mínimos estándar que toda persona debería alcanzar: las destrezas básicas de lectura, escritura y matemáticas. Niveles superiores de logro se relacionan con el talento y la capacidad. El acceso a las escuelas superiores de educación debería estar basado en el mérito; siempre que resulte posible la escolarización, tendría que estar garantizada, de tal modo que ningún estudiante cualificado se viera obligado a abandonar su oportunidad educacional a causa de estrecheces financieras.
    Todos los niños deberían ser instruidos en algunas destrezas básicas comercializables, de manera que se les garantice la posibilidad de encontrar un empleo con el que puedan ganarse la vida. Esta habilitación incluiría alguna forma de alfabetización informática, la formación cultural y la habilidad para desenvolverse en el mundo del comercio.
    El currículo debería promover la comprensión de los métodos científicos de investigación y del pensamiento crítico. No se tendrían que poner barreras a la libre investigación. La educación debería inculcar el aprecio por las ciencias naturales, biológicas, y por las ciencias sociales. La teoría de la evolución y los principios básicos de la ecología tendrían también que ser estudiados.
    Los estudiantes deberían aprender los principios de una buena salud, de una nutrición adecuada, de la medicación y del ejercicio físico. Tendría que incluirse en este aprendizaje una cierta compresión de la medicina científica y de cuáles son las funciones del cuerpo humano. Deberían facilitarse oportunidades para una educación sexual, que incluiría la conducta sexual responsable, la planificación familiar y las técnicas contraceptivas.
    Los estudiantes tendrían que aprender a apreciar las diversas tradiciones culturales. Esto podría lograrse mediante el estudio comparativo de religiones, lenguajes y culturas, y mediante una apreciación de la expresión artística. Los estudiantes deberían estudiar historia, comenzando por la historia del país o cultura concretos en los que viven, pero siguiendo también con las de otras culturas, incluyendo la historia de las civilizaciones mundiales. Deberían hacerse todos los esfuerzos por desarrollar una suerte de 'alfabetización planetaria' esto es, consciente del entorno ambiental. La enseñanza no habría de quedar confinada en los márgenes de estrechas especializaciones, sino que debería gastarse cierta energía en alcanzar una comprensión interdisciplinar.
  • Sexto. Los individuos no deberían ser discriminados negativamente a causa de su raza, origen étnico, nacionalidad, cultura, casta, clase, creencias, género u orientación sexual. Necesitamos desarrollar una nueva forma de identidad humana: la de ser miembros de una comunidad planetaria. Esta identidad debe tener prioridad sobre todas las demás identificaciones y servir como base para erradicar la discriminación.
    Los odios raciales, nacionales o étnicos son inmorales. Todos los individuos son miembros de la misma especie humana y como tales deberían tener el derecho de gozar de todos los privilegios y oportunidades alcanzables.
    El antagonismo de clase puede ser una fuente de discriminación. La barreras tradicionales, tales como el sistema de castas, han mantenido a millones de personas en el subdesarrollo. Algunos han pretendido suturar el abismo entre ricos y pobres arruinando a los primeros en lugar de mejorar las condiciones de los últimos. Otros han ignorado las estrecheces de los pobres o han intentado conducirlos hacia un estado de dependencia.
    El derecho a creer y a practicar la religión de cada cual debe ser respetado. La libertad equivalente a no practicar religión alguna ha de garantizarse a los renegados religiosos, a los agnósticos y a los ateos, cuyos puntos de vista son dignos de un no menor respeto.
    La discriminación de género no debería permitirse. Las mujeres tienen derecho a ser tratadas igual que los varones. La discriminación en las oportunidades de trabajo, en educación o en actividades culturales es insoportable. La sociedad tampoco tendría que negar iguales derechos a los homosexuales, bisexuales, así como a los travestidos y transexuales.
  • Séptimo. Los principios de la igualdad deberían ser respetados por todas las comunidades civilizadas en cuatro grandes sentidos:
    Igualdad ante la ley. A toda persona debería proporcionársele el proceso debido e igual protección ante la ley. Han aplicarse las mismas leyes a los funcionarios del gobierno que a los ciudadanos corrientes. Nadie debe estar por encima de la ley. La leyes tiene que ser ciegas ante la raza, el color, la etnicidad, el credo, el género y la posición económica.
    Igualdad de trato. Cada persona tiene igual valor y dignidad y no deben negársele los beneficios y derechos acordados para todos los demás. Esto no contradice el derecho de la sociedad a ejercer su capacidad coactiva de castigar o encarcelar a los individuos que infrinjan la ley, usen la violencia o cometan crímenes contra otros.
    Satisfacción de las necesidades básicas. Los individuos pueden carecer de recursos y, sin ser responsables de su propia situación, resultar incapaces de satisfacer sus necesidades mínimas de alimento, vestido, seguridad, atención sanitaria, enriquecimiento cultural y educación. En tales casos, si la sociedad tiene medios, entonces tiene la obligación de ayudar a satisfacer tanto como sea posible esas necesidades básicas. Este compromiso con el bienestar se relaciona con la capacidad de trabajar. La sociedad no debería favorecer una cultura de la dependencia.
    Igualdad de oportunidades. En las sociedades libres, debería haber un amplio campo de roles y niveles. En una sociedad abierta y libre, los adultos y los niños tendrían que gozar de las oportunidades suficientes para satisfacer sus intereses y aspiraciones, y para poder expresar sus talentos singulares.
  • Octavo. Es un derecho de toda persona estar en condiciones de vivir una vida buena, aspirar a la felicidad, lograr una satisfacción y un ocio creativos en sus propios términos, en la medida en que él o ella no cause daño a terceras personas. El principio esencial es que cada persona debería gozar de la oportunidad de realizar su personal perfeccionamiento en consonancia con sus recursos sociales; pero de tal modo que esta realización dependa del individuo y no de la sociedad. La felicidad, sin embargo, depende de los ingresos, recursos y actitudes personales de cada cual, y los individuos no tendrían que esperar que la sociedad les proporcionase los medios de satisfacción para un amplio espectro de propósitos y gustos idiosincrásicos.
  • Noveno. Los individuos deberían tener la oportunidad de apreciar y tomar parte en actividades artísticas, incluyendo la literatura, la poesía, el drama, la escultura, la danza, la música y el canto. La imaginación estética y las actividades creativas pueden contribuir inmensamente al enriquecimiento de la vida, a la autorrealización y a la felicidad humana. La sociedad tendría que fomentar y sostener las artes y una amplia difusión cultural de las mismas entre todos los sectores de la comunidad.
  • Décimo. Los individuos no deberían ser indebidamente reprimidos, restringidos o coartados a la hora de ejercer un amplio espectro de elecciones personales. Esto incluye la libertad de pensamiento y conciencia: el inestimable derecho a creer o a no creer, la libertad de expresión y la libertad de seguir cada uno su propio estilo de vida, en la medida en que ello no prive a otros de ejercer sus propios derechos.
    Incluido en lo anterior se encuentra el derecho a la privacidad:
    Debería respetarse la confidencialidad de los individuos.
    Todos los individuos tendrían que ser libres de imposiciones políticas y coerciones sociales.
    Las mujeres habrían de tener el derecho a controlar sus propios cuerpos. Esto incluye la libertad reproductiva, la contracepción voluntaria y el aborto.
    Las parejas deberían disponer de la información apropiada para planificar la familia y la capacidad de hacer uso por sí mismos de la inseminación artificial y de consultoría biogenética.
    Los adultos deberían poder casarse con quien quieran, incluso si su pareja es de diferente raza, etnia, clase, religión, casta o extracción nacional. La mezcla generacional no tendría que estar prohibida. Las parejas del mismo sexo deberían tener los mismos derechos que las parejas heterosexuales.
    El principio guía para el cuidado de la salud habría de ser un consentimiento bien informado. Los individuos maduros deberían tener el derecho a seleccionar o rechazar el tratamiento médico que se les aplique.
    Los individuos habrían de tener el derecho de constituir voluntariamente organizaciones para la consecución de intereses y la ejecución de actividades comunes. El derecho de libre asociación tendría que ser respetado siempre que se lleve a cabo de forma pacífica y no violenta.
VIII. Una nueva agenda global

Muchos de los altos ideales sociales surgidos al socaire de la Segunda Guerra Mundial, y que han hallado expresión en instrumentos tales como la Declaración universal de los Derechos Humanos, han menguado hoy a lo largo y ancho del mundo. Si vamos a influir en el futuro de la Humanidad, será necesario de forma progresiva, con y a través de nuevos centros de poder e influencia dedicados a favorecer la equidad y la estabilidad, aliviar la pobreza, reducir los conflictos y salvaguardar el entorno. A la luz de las cambiantes circunstancias actuales, se han puesto de manifiesto un cierto número de objetivos prioritarios:
  • Primero. Seguridad. El problema de los conflictos y guerras regionales no se ha resuelto, ni ha desaparecido tampoco el indefinible peligro asociado a las armas de destrucción masiva. En los últimos cincuenta años, la violencia intercomunitaria y las guerras civiles han superado con creces a los conflictos entre naciones en términos de coste en vidas humanas. Tales conflictos surgen invariablemente cuando una comunidad étnica dentro de un Estado se siente oprimida por el gobierno o por otra comunidad y se siente además incapaz de hacer oír sus agravios por procedimientos legales. La Carta de las Naciones Unidas prohibe específicamente interferir en los asuntos internos de los Estados miembros; la comunidad internacional, por tanto, carece de cualquier base legal para intentar resolver los conflictos tribales, étnicos o intercomunitarios dentro de las fronteras nacionales contra los deseos de los grupos gobernantes en los Estados implicados. Además, cualquier intento por parte de la comunidad internacional por resolver tales conflictos mediante el uso de la fuerza está igualmente sometido en el Consejo de Seguridad de la ONU al posible veto de un miembro permanente amigo del gobierno implicado. Desde el final de la guerra fría, sin embargo, Estados Unidos, ayudado por la OTAN y otros poderes occidentales, ha pretendido con cierta frecuencia imponer la paz por la fuerza, sobrepasando los mandatos de la ONU y saboteando de este modo su autoridad.
  • Segundo. Desarrollo humano. Convocamos a todos a favor del objetivo audaz e innovador de maximizar el progreso humano a escala global. Hoy, como en el pasado, sigue siendo un problema urgente la disparidad entre los sectores opulentos y subdesarrollados del planeta. El mundo desarrollado puede ayudar a quienes se hallan por debajo de él, en buena medida proporcionándoles capital, ayuda técnica y asistencia educativa.
    Necesitamos un nuevo impulso sobre el desarrollo social no solamente en el terreno económico, reconociendo que, mientras el crecimiento económico no siempre conduce al desarrollo social, en cambio la inversión directa en desarrollo social puede reducir la pobreza y llevar más cantidad de población a una economía de mercado. Existe la perentoria necesidad de apoyar medidas que incidan directamente sobre la salud y el bienestar social de los más pobres, y especialmente de las mujeres y de los jóvenes. Esto debe incluir algún esfuerzo por estabilizar e incluso disminuir las tasas de crecimiento de la población.
    La cooperación al desarrollo ha sido vista con frecuencia por parte de los países donantes como un instrumento de imperialismo externo y de política comercial. Con el final de la guerra fría, ha disminuido la necesidad percibida de competir por el apoyo del mundo en vías desarrollo, y con ello han disminuido también los niveles de ayudas al desarrollo. Esta tendencia debe invertirse.
    Urgimos a todas las naciones industrializadas a aceptar como primer paso las líneas maestras trazadas por la ONU para la ayuda al desarrollo en ultramar, en particular la de contribuir con -o aceptar el impuesto- de un 0,7 % del Producto Interior Bruto cada año para programas de ayuda al desarrollo, de cuya cantidad el 20% sería para desarrollo social, y, a su vez, el 20% del presupuesto de desarrollo social tendría que distribuirse entre la población asistida. Esta ayuda debería incrementarse en el futuro.
    Ha de realizarse el mayor esfuerzo en la tarea de suturar la brecha del conocimiento con las naciones más pobres, entrenando y reciclando a los desempleados, proporcionando mejores condiciones de trabajo -especialmente a las mujeres y a los desfavorecidos- e invirtiendo más recursos en el cuidado de la salud, la educación y el enriquecimiento cultural. Recomendamos a todas las naciones apoyar el Programa de acción de El Cairo de 1994 para proporcionar salud reproductiva y derechos reproductivos universales, ayudar a mejorar la calidad de vida de los más pobres y estabilizar el crecimiento de la población mundial. El índice de desarrollo humano publicado anualmente por la ONU debería ser erigido en el metro-patrón que sirviese de guía para todos los países en vías de desarrollo.
    Está creciendo el papel de las organizaciones no gubernamentales en los países en vías de desarrollo en la medida en que se están convirtiendo en las receptoras de las ayudas y en que logran cortar por lo sano la corrupción y los endémicos retrasos burocráticos que caracterizan a dichos países. Las organizaciones no gubernamentales occidentales tienen un significativo papel que jugar en tanto que contrapartes y canales de transmisión para tales ayudas al desarrollo. (La cantidad de recursos canalizados por este medio, sin embargo, sigue siendo dolorosamente insuficiente.)
  • Tercero. Justicia social. La Carta planetaria de derechos y responsabilidades es esencial para el asunto de la justicia social. Deben rechazarse los intentos de mediatizar el impacto de la justicia social y de restringir su ámbito geográfico o cultural. Hay que subrayar la aplicabilidad de la Declaración universal de los Derechos Humanos a la esfera privada del hogar, la familia y la comunidad. Urgimos, en particular, la pronta ratificación por parte de todos los países de todas las convenciones internacionales sobre los derechos de la mujer, la infancia, las minorías y los pueblos indígenas.
  • Cuarto. El crecimiento de multinacionales globales. Los últimos veinte años han sido testigos de una creciente concentración de poder y riqueza en manos de las corporaciones globales. No cabe duda de que ello ha contribuido al desarrollo económico y comercial del mundo. Pero las leyes internacionales han sido lentas a la hora de responder a tan rapidísima evolución de las estructuras de poder en el mundo económico. Las corporaciones multinacionales, en este momento, se encuentran en condiciones de ignorar olímpicamente los deseos de los gobiernos individuales al formular sus políticas, simplemente trasladando sus recursos económicos a través de las fronteras o exportando sus fábricas manufactureras a mercados más baratos. Esta libertad es considerada beneficiosa para el libre mercado y es fomentada por los mercados financieros globales. Pero tales corporaciones están también ampliamente capacitadas para eludir los impuestos mediante la exportación de las ganancias. Las instituciones financieras son capaces de evadirse del control financiero mediante la ubicación de sus estructuras en paraísos fiscales exteriores, de modo que los fondos internacionales que se transfieren sin impuestos se acercan al billón de dólares diario.
    Cualquier intento de dirigir estos asuntos, pero que restringiera la operatividad del libre mercado, sería enérgicamente rechazado y además fracasaría. Por consiguiente, se necesitan imaginativas reformas tendentes a asegurar que la riqueza internacional, tanto de los individuos como de las corporaciones, juegue limpio sin perjudicar al motor del mundo económico.
  • Quinto. Ley internacional. La comunidad global necesita desarrollar un sistema de leyes internacionales que trascienda las leyes de las naciones por separado. Necesitamos transformar un mundo alegal en otro que tenga leyes que todos y cada uno puedan entender y atenerse a ellas.
  • Sexto. El medio ambiente. Necesitamos reconocer que los estilos de vida cotidianos de las sociedades industrializadas del Norte no son sustituibles y que llegarán a crecer progresivamente de modo que, a medida que se produzca un mayor desarrollo económico y un consumo creciente entre las naciones más pobres del Sur, crecerá la presión sobre el medio ambiente global. El consumo galopante está ya produciendo una presión sin precedentes sobre el medio ambiente y colocando incluso a los que consumen menos en una situación doble de riesgo. El problema consiste en desarrollar los niveles de consumo de mil millones de pobres que carecen incluso de una comida suficiente al día mientras simultáneamente se implementan pautas de consumo sustentables que reduzcan el daño medioambiental.
    Los problemas del medio ambiente global deben ser manejados en y con perspectiva planetaria: reduciendo la polución medioambiental, incluido el dióxido de carbono y otros gases de producción natural; desarrollando carburantes alternativos; reforestando las tierras desérticas; contrarrestando la erosión del humus en las áreas cultivables; facilitando los negocios que preserven el medio ambiente; limitando la pesca en mar abierto que conduzca a la extinción de poblaciones enteras de peces; protegiendo las especies en peligro de extinción; reduciendo la adicción social a los estilos de vida de consumo conspicuo y despilfarrador, y eliminando todas las armas de destrucción masiva. Así pues, las medidas para proteger el medio ambiente requieren de una alta prioridad por parte de la comunidad planetaria.
IX. La necesidad de nuevas instituciones planetarias

La cuestión más urgente en el siglo XXI es si la Humanidad puede desarrollar instituciones globales para afrontar estos problemas. Muchos de los mejores remedios se han adoptado a nivel local, nacional y regional gracias a esfuerzos voluntarios, tanto privados como públicos. Una estrategia consiste en buscar soluciones a través de las iniciativas del libre mercado; otra, en usar fundaciones y organizaciones internacionales de voluntarios para el desarrollo educacional y social. Sin embargo, nosotros creemos que todavía faltan por crear nuevas instituciones globales que sean capaces de enfrentarse con los problemas directamente y concentrarse sobre las necesidades de la Humanidad como un todo.

En las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, fueron fundadas una serie de instituciones internacionales, tales como la Organización de las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud. Desgraciadamente, se ha abierto un amplio abismo entre el modo en que estas instituciones operan y las necesidades de la nueva comunidad planetaria. Por consiguiente, las instituciones existentes deben cambiar drásticamente su forma de operar o, de lo contrario, será preciso crear nuevas instituciones.

De hecho, las fronteras políticas del mundo son arbitrarias. Necesitamos traspasarlas, ir más allá de ellas. Necesitamos continuar defendiendo el incremento de la democracia en las diversas naciones de la comunidad mundial, pero también mejorar los derechos transnacionales de todos los miembros de la comunidad planetaria. Necesitamos, ahora más que antes, una organización mundial que represente a la gente y a los pueblos del mundo más que a las naciones-estado.

La ONU, al igual que su precursora, La Liga de Naciones, ha jugado un papel vital en el mundo, pero hay muchas más cosas que necesitamos llevar a cabo. Para resolver los problemas a nivel transnacional y contribuir al desarrollo de todo el planeta, necesitamos transformar gradual, pero drásticamente, la ONU. Algunos cambios requerirán enmiendas a la Carta de las Naciones Unidas; otros desafiarán radicalmente la estructura de ONU. Estos cambios requerirán el consentimiento de las naciones miembros. Cualesquiera que sean las alteraciones que se efectúen, deberíamos preservar aquellos elementos de la ONU que han mejorado la vida de millones de personas en el planeta.

El cambio fundamental consistiría en acrecentar la efectividad de la ONU, transformándola de una asamblea de Estados soberanos en una asamblea de pueblos. Semejante transformación ha tenido precedentes, incluyendo la autoconversión de la confederación de Estados soberanos de los primeros Estados Unidos en el actual sistema federal. Si vamos a resolver nuestros problemas globales, las naciones-estado deberán transferir algo de su soberanía a un sistema de autoridad transnacional. El fracaso a la hora de hacer esto desembocaría en un mundo bloqueado por conflictos entre Estados soberanos cuyo interés primario sería su propia soberanía. Difícilmente podemos permitirnos un despilfarro tal de oportunidades; la gente del planeta se merece algo mejor. No cabe duda de que un sistema transnacional de estas características suscitará la oposición de numerosos líderes políticos, en particular, los nacionalistas chovinistas. Pese a ello, podría ser realidad, y llegar a tener éxito, si trabajamos a favor de un consenso ético planetario.

Cualquier sistema transnacional debería ser democrático y tener limitación de poderes. Tendría que haber una maximización de la autonomía, la descentralización y la libertad para los Estados y regiones independientes del mundo. También debería crearse un sistema de restricciones y equilibrios como salvaguarda contra la arbitrariedad del poder. El sistema transnacional tendría que ver primariamente con cuestiones que sólo pueden resolverse a nivel global, tales como la seguridad, la defensa de los Derechos Humanos, el desarrollo económico y social, y la protección del medio ambiente planetario. Para que tales objetivos puedan conseguirse, sugeriremos las siguientes reformas, trabajando a partir de la estructura de la ONU:
  • Primero. El mundo necesita establecer en algún momento futuro un Parlamento mundial efectivo -y elecciones para constituirlo basadas en la población- que representará a la gente y no a los gobiernos. La idea de un Parlamento mundial es similar a la evolución del Parlamento europeo, que se halla todavía en su infancia. La actual Asamblea General de las Naciones Unidas es una asamblea de naciones. El nuevo Parlamento mundial podría sancionar políticas legislativas de una manera democrática. Quizás un legislativo bicameral sería lo más viable para articular ambas cosas: un Parlamento de los pueblos y una Asamblea General de naciones. La estructura formal detallada sólo puede desarrollarse mediante la convocatoria de una revisión sistemática de estatutos que nosotros recomendamos debería convenir en examinar exhaustivamente las opciones para el fortalecimiento de la ONU y/o implementarla con un sistema parlamentario.
  • Segundo. El mundo necesita un sistema de seguridad efectivo para resolver los conflictos que amenazan la paz. Necesitamos reformar la 'Carta de Naciones Unidas' para conseguir este fin. Así, el veto de los 'cinco grandes' en el Consejo de Seguridad debe ser eliminado. Tal veto existe a causa de circunstancias históricas del final de la Segunda Guerra Mundial que han dejado de ser relevantes. El principio básico de la seguridad mundial es que ningún Estado singular ni alianza de Estados tiene derecho a modificar la integridad política y territorial de otros Estados mediante agresión. Ninguna nación o grupo de naciones debería ser llamada a ejercer tareas de policía ni autorizada a bombardear a otros sin la concurrencia del Consejo de Seguridad. El mundo necesita una fuerza policial efectiva para proteger las regiones de los conflictos y para negociar el establecimiento de la paz. Recomendamos que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, elegido por la Asamblea General y el Parlamento mundial, necesitara tres cuartas partes de los votos para adoptar cualquier medida de seguridad. Esto significaría que, si se mantuviese el actual Consejo de quince miembros, bastaría que cuatro o más miembros estuviesen en desacuerdo para que la acción no pudiese llevarse a cabo.
  • Tercero. Debemos desarrollar una Corte Mundial de Justicia y un Tribunal Penal Internacional con suficiente poder para hacer cumplir sus leyes. La Corte Mundial de la Haya está ya moviéndose en esa dirección. Esta Corte tendrá el poder de investigar las violaciones en materia de Derechos Humanos, los genocidios y los crímenes internacionales, así como la capacidad de mediar en los conflictos y disputas internacionales. Es esencial que aquellos Estados que aún no han reconocido su autoridad sean persuadidos a hacerlo.
  • Cuarto. El mundo necesita una agencia planetaria para monitorizar el medio ambiente a escala transnacional. Recomendamos el fortalecimiento de las agencias y programas de la ONU actualmente existentes que están más directamente comprometidos con el medio ambiente. Por ejemplo, el Programa Ambiental de las Naciones Unidas debería tener poder para hacer cumplir las medidas contra la grave polución ecológica. El Fondo de las Naciones Unidas para la Población debe ser aprovisionado con recursos suficientes para satisfacer la creciente necesidad mundial de medidas contraceptivas y, por consiguiente, para ayudar a estabilizar el crecimiento de la población. Si estas agencias fueran incapaces de gestionar problemas masivos, será necesario crear una agencia planetaria más fuerte.
  • Quinto. Recomendamos un sistema mundial de impuestos para asistir a los sectores subdesarrollados de la familia humana y para satisfacer las necesidades sociales que no quedan cubiertas por las fuerzas del mercado. Debemos comenzar con un impuesto vinculado al Producto Interior Bruto de todas las naciones como procedimiento para ser usado para la asistencia y el desarrollo económico y social. Esto no debería ser una contribución voluntaria, sino un impuesto efectivo. Las vitales agencias actualmente existentes de la ONU tendrían que ser financiadas con los fondos así obtenidos. Esto incluye a la Unesco, la Unicef, la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otras organizaciones.
    Se necesita un amplio acuerdo internacional sobre la reforma de impuestos para asegurar que las corporaciones multinacionales paguen la parte justa que les corresponde en la carga del impuesto global. Sobre la base de estos impuestos, deberían concederse créditos para donaciones caritativas destinadas al desarrollo humano y social. Una recaudación imponible a las transferencias internacionales de fondos debería considerarse seriamente para gravar unos fondos que de otra manera permanecerían libres de impuestos y ayudar con ella a financiar el desarrollo social de los países más pobres. Muchos Estados miembros eluden el pago de sus deudas con la ONU. Habrían de imponerse censuras y medidas más duras, tales como sanciones, a tales Estados. Las condonaciones selectivas de las deudas externas de los países más pobres incapaces de pagar tendrían que financiarse con estos fondos.
  • Sexto. El desarrollo de instituciones globales debería incluir algún procedimiento para la regulación de las corporaciones multinacionales y los monopolios estatales. Esto va más allá de los actuales mandatos de la ONU. Debemos fortalecer las economías de libre mercado, pero no podemos ignorar las necesidades planetarias de la Humanidad como un todo. Si siguen sin controles, las megacorporaciones y los monopolios probablemente dañarán los Derechos Humanos, el medio ambiente y la prosperidad de ciertas regiones del mundo. Las extremas disparidades entre sectores ricos y subdesarrollados del planeta pueden superarse potenciando las autoayudas, pero también encauzando la riqueza del mundo para proporcionar capital, ayuda técnica y asistencia educacional para el desarrollo económico y social.
  • Séptimo. Debemos mantener vivo el libre mercado de ideas, el respeto a la diversidad de opiniones, y mimar el derecho a disentir. A este respecto, existe una urgente necesidad de resistirse contra el control de los medios de comunicación de masas, bien sea por parte de gobiernos nacionales, bien por parte de poderosos intereses económicos, bien por parte de instituciones globales. Las dictaduras han usado los medios de comunicación para propósitos propagandistas, eliminando los puntos de vista alternativos. Los medios, en las sociedades capitalistas, están a menudo bajo el control de oligopolios. Y rebajan sus contenidos con frecuencia hasta el más ínfimo denominador común en orden a maximizar su cotización. Los hechos son desatendidos mediante la aceptación acrítica de cualquier matasanos de la Nueva Era, mientras los reportajes sobre milagros gozan de más espacio de emisión que los últimos descubrimientos científicos. Muchos medios -televisión, radio, cine, publicidad- aparentan sentir muy poca obligación a la hora de proporcionar contenidos factuales o educacionales.
Rechazamos cualquier tipo de censura, sea practicada por los gobernantes, los publicistas o los propietarios de los medios. Debería potenciarse la competencia en los medios a través de la creación de medios públicos y de organizaciones sin ánimo de lucro, y resistir todo movimiento tendente hacia el monopolio o hacia el control oligárquico. También tendrían que favorecerse los movimientos populares voluntarios dirigidos a controlar los medios y a denunciar sus excesos más crasos. Hay, en particular, una necesidad urgente de lograr acceso libre a los medios de comunicación. Esto significa que ningún poder global de medios oligopólicos ni ningún Estado-nación debería dominar los medios. Necesitamos poner en escena un movimiento democrático mundial que busque como objetivo la diversidad cultural y el enriquecimiento mutuo, así como la libre circulación de ideas.

X. Optimismo en torno al panorama humano

Finalmente, y tal vez sea lo más importante, como miembros de la comunidad humana en este planeta, necesitamos generar un sentido de optimismo respecto al futuro humano. Aunque muchos problemas puedan parecer inabordables, tenemos buenas razones para creer que podemos emplear nuestros mejores talentos para resolverlos y que, gracias a la buena voluntad y a la dedicación, se puede conseguir una vida mejor para cada vez más miembros de la comunidad humana. El humanismo planetario encierra cuatro grandes promesas para la Humanidad. Queremos cultivar un sentido del asombro y de la emoción respecto a las oportunidades potenciales que nos aguardan para el enriquecimiento de nuestras propias vidas y las de las generaciones que todavía no han nacido. Los ideales son los progenitores del futuro. No tendremos éxito a menos que resolvamos hacerlo así; y no resolveremos hacerlo así a menos que tengamos confianza en que podemos hacerlo. Todo el optimismo que generemos tiene ciertamente que estar basado en una percepción realista de las posibilidades de realización, pero necesitamos estar motivados por la creencia de que podemos superar la adversidad.

El humanismo planetario rechaza las filosofías nihilistas del destino y de la desesperanza y todas aquéllas que aconsejan abandonar la razón y la libertad, las que presagian miedo y enfermedades y están obsesionadas con los escenarios apocalípticos del Armageddon. La especie humana ha afrontado siempre desafíos. Ésa es la historia constante de nuestra aventura planetaria. Como humanistas, urgimos hoy, al igual que en el pasado, a que los humanos no miren más allá de sí mismos para buscar la salvación. Sólo nosotros somos responsables de nuestro destino y lo mejor que podemos hacer es pasar revista a nuestra inteligencia, nuestro coraje y nuestra compasión para alcanzar nuestras más altas aspiraciones. Creemos que una buena vida es posible para todas y cada una de las personas de la sociedad planetaria del futuro. La vida puede llenarse de significado para aquéllos que quieran asumir la responsabilidad y emprender los esfuerzos corporativos necesarios en orden a cumplir sus promesas. Podemos y debemos contribuir a crear el nuevo mundo del mañana. El futuro puede rebosar de salud y abundancia y puede abrir nuevas, audaces y excitantes perspectivas. El humanismo planetario puede contribuir significativamente al desarrollo de actitudes positivas necesarias si vamos a llevar a cabo las inigualables oportunidades que aguardan a la Humanidad en el tercer milenio y más allá.

Los que suscribimos este documento buscamos seriamente confraternizar con las distintas culturas del mundo, incluidas las grandes tradiciones religiosas del planeta. Creemos que lo urgente es esforzarnos en encontrar bases comunes y en buscar valores compartidos. Necesitamos entrar en un continuo proceso de toma y daca no sólo con aquéllos que están de acuerdo con nosotros, sino también con quienes puedan discrepar. En medio de nuestra diversidad y de la pluralidad de nuestras tradiciones, necesitamos reconocer que todos formamos parte de una extensa familia humana, que compartimos un hábitat planetario común. Precisamente, el éxito de nuestra especie amenaza hoy el futuro de la existencia humana. Somos los únicos responsables de nuestro destino colectivo. Para resolver nuestros problemas, necesitaremos de la cooperación y la sabiduría de todos los miembros de la comunidad mundial. Está dentro de las capacidades de cada ser humano marcar una diferencia. La comunidad planetaria es nuestra propia comunidad y cada uno de nosotros puede ayudar a hacer que florezca. El futuro está abierto. Está en nuestras manos elegir. Juntos podemos llevar acabo los más nobles fines e ideales de la Humanidad.

Quienes firmamos el Manifiesto Humanista III -o Manifiesto 2000- no estamos de acuerdo necesariamente con cada una de las proposiciones contenidas en él. Aceptamos, sin embargo, sus principios fundamentales y lo ofrecemos en orden a articular un diálogo constructivo. Invitamos a otros hombres y mujeres que representen otras tradiciones a que se unan a nosotros para trabajar por un mundo mejor en la sociedad planetaria que está emergiendo.