La reacción a los fármacos, una patología emergente
Los efectos adversos a medicamentos causan el 5% de los ingresos y la mitad de los casos se producen por mal uso
  • Sólo se comunican la mitad de los casos
  • 200 millones de pesetas de coste por cada hospital
    MAYKA SÁNCHEZ , Madrid 09-11-99)

    Según datos del Ministerio de Sanidad y Consumo, en 1998 los laboratorios farmacéuticos y los profesionales sanitarios comunicaron al Sistema Español de Farmacovigilancia (SEFV) seis mil reacciones adversas a medicamentos, cifra que, según los expertos, corresponde aproximadamente a la mitad de la incidencia real, puesto que no todos estos eventos son informados. Los efectos indeseables de los fármacos, que van desde síntomas banales (urticaria) y procesos importantes (hemorragia digestiva) e incluso la muerte, constituyen una patología emergente y universal por el cada vez mayor consumo de medicamentos, sobre todo en los países desarrollados. Un estudio realizado en 1996 por la Universidad de Salamanca revela que en torno a la mitad (43%) de estas reacciones pueden ser prevenidas y, por tanto, podrían haberse evitado con un uso adecuado de estos productos terapéuticos.

    Se calcula que las reacciones adversas a medicamentos son responsables del 1% al 4% de las visitas a los servicios de urgencias hospitalarios y generan entre el 5% y el 6% de los ingresos. Un análisis a partir de diferentes estudios realizados en Estados Unidos concluye que 1994, las reacciones adversas causaron en ese país de 268 millones de habitantes un total de 106.000 fallecimientos, cifra extrapolable a otros países, entre ellos España. Así, se estima que entre 15.000 y 20.000 españoles pueden morir al año por los efectos indeseables de la terapéutica farmacológica.

    Desde la perspectiva económica, una valoración del coste de la morbilidad (complicaciones) y mortalidad por esta causa supone en Estados Unidos un total de 11,5 billones de pesetas al año.

    Para Alfonso Domínguez-Gil Hurlé, catedrático de Farmacia de la Universidad de Salamanca, las reacciones adversas de los medicamentos "causan más muertes que los accidentes de tráfico y la neumonía, que es la enfermedad infecciosa con la tasa más alta de mortalidad en los países desarrollados".

    Este especialista prefiere distinguir entre reacciones y acontecimientos adversos: "Aunque por extensión se hable siempre de reacciones adversas, por éstas entendemos todas aquellas reacciones producidas por los fármacos y que son inevitables por cuanto los medicamentos no están exentos de inducir efectos indeseados. Sin embargo, los acontecimientos adversos incluirían aquellas reacciones generadas por los medicamentos debidas a un uso inadecuado y que por lo mismo podrían ser prevenidas".

    Falta de información

    Según Domínguez-Gil, los acontecimientos adversos, que constituirían casi la mitad del total de los efectos indeseables, se deben fundamentalmente a tres razones: una prescripción inadecuada, especialmente en relación a la dosis, la automedicación y los problemas de descoordinación entre los servicios sanitarios.

    "En este último apartado", añade, "incluiríamos la insuficiente o nula información que el médico da al paciente sobre los efectos adversos de los medicamentos que prescribe, debido principalmente a la falta de tiempo en la atención al enfermo; el escaso control que se sigue del tratamiento, y la dispensación en la farmacia sin receta de productos de obligada prescripción".

    A esta relación, Alfonso Moreno González, catedrático de Farmacología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid, añade el mal cumplimiento terapéutico por parte del paciente, que le conduce a abandonar la medicación antes de tiempo o a alterar la dosis, así como la apreciación subjetiva por el propio paciente de los efectos adversos, que le puede llevar a infravalorar o sobrevalorar algunos de ellos.

    Como en medicina existe una máxima latina que reza primun non nocere (primero no dañar), el objetivo prioritario de los fármacos es no causar daño además de curar o paliar, sostiene Moreno.

    "No obstante", advierte, "deberíamos dudar de la eficacia de un medicamento que estuviese exento de efectos secundarios, como dicen algunos expertos de Estados Unidos. Esto quiere decir que los fármacos tienen unos beneficios y unos riesgos y el uso adecuado de estos productos estriba en la valoración rigurosa de esas dos referencias".

    A pesar de que para que una molécula, hasta ser aprobada para su uso en la clínica humana, necesita de un periodo de investigación de 10 a 15 años y de que, ya introducida en el mercado, sigue siendo sometida a numerosos ensayos clínicos, cada año se retiran en todo el mundo varios medicamentos por sus reacciones adversas.

    En los últimos 10 años en España han sido retirados 12 productos, principalmente antiulcerosos y AINES (antiinflamatorios no esteroideos, utilizados como analgésicos y antirreumáticos). Según reflejan todos los estudios y la experiencia clínica, los productos terapéuticos que generan más acontecimientos adversos prevenibles son los AINES, los anticoagulantes (indicados en enfermedades tromboembólicas y en ciertos procesos cardiacos) y los psicofármacos, que se utilizan para trastornos mentales graves como la esquizofrenia.

    El 70% de estos efectos indeseables por mal uso de los medicamentos se produce en el ámbito de la atención primaria y especializada extrahospitalaria; el 30% restante se registra en las consultas externas de los hospitales y en el interior del propio hospital.

    Productos sin receta

    Según indica Flor Álvarez de Toledo, farmacéutica que ha participado en diversos estudios sobre la seguridad y el uso de los fármacos en atención primaria, "la asistencia sanitaria de la farmacia forma parte de la atención primaria y en este sentido el farmacéutico puede hacer una gran labor de educación para el buen uso de los medicamentos".

    Álvarez de Toledo admite que el profesional de farmacia a menudo dispensa productos que requieren receta médica, como anticonceptivos orales y antibióticos: "Cuando nos vienen jovencitas", dice, "a pedirnos la píldora, en este caso pensamos que es mayor el riesgo de no dársela que el de facilitársela. También es muy frecuente que los jóvenes, en general, al llegar el fin de semana, vengan a por antibióticos para combatir un dolor de garganta".

    La dispensación de antibióticos sin receta médica está provocando también un peligroso incremento de las resistencias a estos medicamentos, que se usan para simples catarros.


    Sólo se comunican la mitad de los casos

    Las reacciones adversas a fármacos se comunican mediante la llamada tarjeta amarilla al centro de farmacovigilancia de cada una de las 17 comunidades autónomas de España. Estos centros transmiten su información al Servicio Español de Farmacovigilancia (SEFV), ubicado en Majadahonda (Madrid) y perteneciente a la Agencia Española del Medicamento (AEM).

    El Comité de Seguridad de la AEM es el órgano encargado de tomar decisiones respecto a la retirada de un fármaco, cambio en las condiciones de uso, etcétera. "Aunque la Ley del Medicamento obliga a comunicar las reacciones adversas, de hecho este acto es voluntario y se estima que sólo se informan aproximadamente la mitad de las reacciones que se producen", afirma Alfonso Moreno, catedrático de Farmacología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid.

    Según Moreno, para atajar el problema de los efectos indeseables de los medicamentos hay que sentar dos pilares: el médico debe tener una mejor formación farmacológica y tiene que informar debidamente al paciente, "porque el uso racional de los medicamentos va mucho más allá de la reducción del gasto y hemos de tener en cuenta que el coste de los fármacos con cargo al Sistema Nacional de Salud asciende al billón de pesetas al año".

    En esta misma idea redundan Alfonso Domínguez-Gil y María José Otero, de la Universidad de Salamanca, que han iniciado las actividades del Instituto para el Uso Seguro de los Medicamentos, delegación española del Institutute for Safe Medication Practices (ISMP) de Estados Unidos. Entre los objetivos del ISMP español figura el mantener un Programa de notificación de errores de medicación, adherido al programa internacional de esta entidad, que permita la evaluación conjunta de toda la información aportada por los distintos países. Este programa pretende concienciar a los profesionales sanitarios, organismos sanitarios, industria farmacéutica y los propios pacientes de la trascendencia clínica de los errores de medicación.


    200 millones de pesetas de coste por cada hospital

    Un estudio realizado por el servicio de farmacia del hospital Clínico Universitario de Salamanca, en colaboración con el servicio de urgencias del mismo centro, reveló que los efectos adversos de los medicamentos generaron un gasto directo anual de 200 millones de pesetas derivado de la atención en urgencias y del ingreso hospitalario cuando fue necesario. Según los autores de este trabajo realizado en 1996, esos costes son extrapolables a la gran mayoría de los hospitales públicos españoles.

    En esta investigación observacional de seis meses de duración se estudiaron 33.975 pacientes atendidos en el servicio de urgencias. Consultaron por reacciones adversas a los medicamentos 766 (2,25%), de los que 178 requirieron ingreso hospitalario. Un total de 332 casos (43,3%) se clasificaron como prevenibles y fueron en un 37,1% leves, en un 32,5% moderados, en un 27,4% graves y en un 3% mortales. Un dato revelador de este estudio es que en más del 50% de los casos que requirieron ingreso por acontecimientos adversos se habrían podido evitar con un uso adecuado del medicamento.

    Los síntomas o procesos más comunes generados por las reacciones adversas de los medicamentos son vómitos, mareos y desmayos, alteraciones del ritmo cardiaco y de la psicomotricidad, alucinaciones, urticaria, diarrea intensa, hemorragia digestiva y anafilaxia, que es la reacción alérgica más grave. Estos dos últimos casos pueden llevar a la muerte. Otro estudio del hospital Clínico San Carlos de Madrid mostró que un 14,5% de los enfermos ingresados tenía reacciones adversas a los medicamentos, lo que provocaba que precisaran estar ingresados el doble de tiempo que los pacientes que no tenían este problema.

    Datos de la Unión Europea indican que el 10% de los heridos y muertos en accidentes de tráfico consumían habitualmente psicofármacos, sobre todo benzodiacepinas, que producen sedación e interfieren en el tiempo de reacción y otras funciones psicomotoras. El uso de estos medicamentos incrementa 15 veces el riesgo de caídas en pacientes ancianos. Este último grupo de población es, con diferencia, el más vulnerable a experimentar efectos indeseables por tratarse de personas con un estado físico más deteriorado, polimedicadas y con alteraciones en el metabolismo de los fármacos.


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